Sobre la Religión y la Fe (II): La biblioteca de Alejandría y, las otras biblias perdidas.

 “Estoy persuadido de que se pueden escribir cinco líneas, y no más, que destruirían la civilización”-Fred Hoyle: Astrofísico (1). 

Por suerte, hoy encontramos una iglesia católica muy distinta de cómo fue antaño. Ésta, ciertamente, se muestra como una entidad mucho más tolerante y abierta, incluso, podríamos afirmar que razonablemente “moderna”, si nos resignamos ante algunos aspectos de ésta que, ciertamente, tardaran tiempo, sino años o quizás otro montón de siglos para finalmente comulgar con la realidad de las cosas y las personas. Hoy creo sentirme libre de opinar; de airear algunas de mis muchas quejas y dudas acerca de ésta iglesia, dando mi modesta opinión en torno a diversos sucesos, estando a salvo de juicios promovidos por el antaño llamado Santo oficio  que en otro tiempo, todos conocían con el terrible nombre de santa inquisición (1). Sucesos  estos, de nuestra lejana pero legitima historia –la historia de la humanidad- y que sin duda se vieron relegados a nuestro conocimiento, afectados por la poderosa maquinaria censora y fiscalizadora que actuó durante siglos, prácticamente, desde el principio –incitada por  determinados estamentos religiosos- de un modo trasgresor y falto de toda ética.   

       A lo largo de la historia de la humanidad -tanto de la antigua como de la moderna- se ha podido comprobar que la concentración de poder, la ostentación  descontrolada y el abuso de este por parte de una o varias personas, o bien de una casta - sea del  tipo que sea- operando, a su antojo y sin ningún estamento externo que la controle, suele ser una amenaza para el resto de la sociedad. Y eso, precisamente, es lo que ocurrió durante siglos con la iglesia. Sería muy difícil hoy día llegar a hacerse una idea de cómo hubiera evolucionado occidente, el mundo cristiano, de no existir la Santa Madre Iglesia. De cómo se hubiesen desarrollado la música, el arte, la filosofía e incluso la ciencia durante la edad media de no estar bajo el mecenazgo de  aquellos, que durante tanto tiempo ostentaron un poder casi absoluto, tanto en los estamentos políticos como religiosos, condicionando éstas y muchas otras materias. Pero si aún hay algo que todavía resulta más difícil de concebir, puestos a divagar es dónde estaría, cómo sería hoy la humanidad; qué sabríamos acerca de tantas cosas que ni puedo imaginar y que ahora desgraciadamente desconocemos pues nos las negaron, de no haber sufrido tantos siglos de influencia y censura intelectual, promovida, por esa casta sacerdotal. Y, cuando hablo de censura y ostracismo intelectual, me estoy refiriendo a todo un mundo conocimientos recogidos durante la antigüedad: técnico, filosófico, étnico, cultural,  geográfico y religioso pagano, que fue manipulado y, en algunos casos omitido por completo, en otros, censurando a antojo, privándonos de éste; tomándose muchas molestias para que todo aquel saber quedara bien oculto, en algunos casos, bajo el velo de la nueva fe y, en otros, custodiados –estos, en forma de miles de libros variados-ocultos en celdas profundas, guardadas por diez cerberos en bibliotecas, de las que muy pocos han oído hablar. Libros, muchos de ellos únicos, de un valor incalculable en conocimientos y sabiduría; algunos, volúmenes pertenecientes a bibliotecas antiquísimas, escritas en piedra en lenguas remotas, recogidas y copiadas por fieles calígrafos en códices luego archivados y, que a su vez, volvían a ser copiados. Algunos traducidos y comentados por ilustres sabios de la época  -muchos de ellos artísticamente ilustrados- que seguían investigando sobre su contenido y, que en algunos casos eran ampliados con nuevos conocimientos que con paciencia, dedicación y tiempo, les eran revelados. Libros aquellos, muchos,  proféticos; otros de artes ocultas: cábala, magia arcana, filosofía, matemáticas, biología, religión  o apología y, de autores tan variados como Pitágoras, Aristóteles, Manethon, Salomón, Hermes y tantos otros. Un tesoro que debió permanecer intacto, si acaso respetuosamente consultado pero, que acabo por en unos casos por ser sustraído para luego ser ocultado, y en otros quemado en la hoguera o extraviado; casi todo perdido para siempre a causa, unas veces por miedo de darlo a conocer y otras por incompetencia, dejadez o el descuido. Provocando con ello, no sólo la perdida y el olvido de uno de los mayores patrimonios culturales de la humanidad sino, también, sumiendo a esta en el oscurantismo y la ignorancia. Guardándose para sí la verdad de un conocimiento recién adquirido del que a su vez era  privada la sociedad y, del que ellos claramente se beneficiaban a un modo particular, apoyándose, en el inmenso poder político que ostentaban.

     Entiendo que ahora resulta muy fácil hacerse preguntas acerca de semejante tesoro perdido y esperar a que otros las respondan - la iglesia intuyo que no -.  Los historiadores en este caso. Sin embargo, hasta para ellos es difícil predecir en qué consistía la inmensa sabiduría que se llegó a extraviar –poco se salvó-. más, Aun cuando determinados aspectos, fuentes y datos de esa misma historia tal como la conocemos, tal como nos la han contado, y que tuvieran que ver con sucesos que a su vez pudieran amenazar, contradecir u oponerse al poder instaurado, parecen también haber sido hurtadas; empantanadas con datos inexactos y convertidas en algo así como una exigua muestra borrosa  y deformada  de la realidad. Valga tan solo un ejemplo para comprender lo que intento explicar: El incendio falsamente imputado a los musulmanes de Omar, de reconocida tradición bibliófila por cierto (1) –así lo reconocen los  eruditos- de la biblioteca de Alejandría. Recopilemos los hechos. Para llegar al nacimiento de la biblioteca debemos remitirnos a Ptolomeo II Filadelfos, hijo de Ptolomeo al que se le atribuye la construcción de lo que podríamos llamar la primera universidad del mundo: en su sentido más moderno. Para ello, al margen de hacerse con un buen número de libros, éste compró las bibliotecas de Aristóteles y Teofrasto, reuniendo más de 400.000 libros múltiples y 90.000 simples (2). Posteriormente, Ptolomeo III (el 'Benefactor') será el fundador de la Biblioteca en el Serapeum (templo dedicado a Serapis) que sumará 700.000 libros (3). Ésta, finalmente, reemplazará a la anteriormente construida tras el incendio sufrido por aquella durante las luchas entre los legionarios de Julio César y las fuerzas ptolemaicas de Aquilas, entre agosto del 48 y enero del 47 a.C. en el puerto de Alejandría.

      Durante el siglo IV d.C. luego de la proclamación del cristianismo como la religión oficial del imperio romano, la seguridad de los santuarios griegos en Alejandría comenzó a ser amenazada. Los primeros cristianos, monjes salvajes del monasterio de  la Tebaida y sus  los prosélitos odiaban la Biblioteca porque ésta, representaba el último reducto de las ciencias paganas (4). La situación se tornó particularmente crítica durante el reinado de Teodosio I (375-395), el emperador que no aceptó tomar el título pagano de pontífice máximo y que trató de acabar con la herejía y el paganismo. Por orden de Teófilo, obispo monofisita de Alejandría (5), que había peticionado y conseguido un decreto imperial, el Serapeum, el complejo que contenía la preciosa biblioteca y otras dependencias fueron destruidas y su contenido en su mayor parte saqueado. "Tras el edicto ésta magnífica Biblioteca pereció a manos de los cristianos en el 391, fecha de la violenta destrucción e incendio del Serapeum alejandrino.

     Según las Crónicas Alejandrinas de un manuscrito del siglo V, fue el patriarca monofisita de Alejandría, Teófilo (385-412) conocido por su fanático fervor en la demolición de templos paganos, el destructor violento del Serapeum (6). La  destrucción de tan magnífico lugar  significó  la pérdida de aproximadamente el 80% de la ciencia y civilización griega, además, de legados importantísimos de culturas asiáticas y africanas, lo que se tradujo en el estancamiento del progreso científico durante más de cuatrocientos años, hasta la llegada de la  durante la Edad de Oro del Islam (siglos IX-XII) y, gracias entonces a  sabios como: ar-Razi, al-Battani, al-Farabi, Avicena, al-Biruni, al-Haytham, Averroes y a otros como ellos que durante siglos supieron guardar lejos del peligro, lo que otros ansiaban abrasar.

1-. Durante el siglo X, en la Alta Edad Media, cuando los castillos de los príncipes cristianos tenían bibliotecas de diez volúmenes, mientras no excedían de treinta a cuarenta las de los monasterios más famosos por su ciencia, como Cluny o Canterbury, la de los califas de Córdoba alcanzaban los cuatrocientos mil.
2-. Así lo asevera el filólogo bizantino Juan Tzetzes (c.1110-c.1180) basado en una 'Carta de Aristeas a Filócrates' que data del siglo II a.C.
3-.  Según cuenta,  el escritor latino Aulio Gelio (c.123-c.165).
4-. Por esa época parecía impensable que un siglo antes allí hubiera estudiado y formado cientos de discípulos un filósofo como Plotino (205-270), fundador del neoplatonismo.
5-.  Los cristianos orientales provienen de la primeras comunidades formadas por los apóstoles y que dieron lugar a los patriarcados de Alejandría, Antioquía, Constantinopla y Jerusalén. Sin embargo, a partir del siglo V las controversias teológicas dieron lugar a la ruptura de la iglesia. Aunque el Concilio de Calcedonia del 451 definió a Cristo como una persona con dos naturalezas Dios y hombre, hubo personas que mantuvieron la postura monofisita de una naturaleza. Este error teológico significó que mientras la postura correcta fue sostenida por Roma, Constantinopla y Georgia, así como la población griega de Alejandría (Egipto), el monofisismo fue adoptado por muchos de los egipcios para diferenciarse de los griegos bizantinos y dieron origen a la Iglesia Copta. Por la misma razón muchos de los sirios siguieron la corriente e introdujeron como lengua litúrgica el siríaco que proviene del arameo y bajo el liderazgo de Jacob Bar Addai se les denomino Iglesia Jacobita. Los armenios también se sumaron a la herejía monofisita
6-. Un discípulo de san Agustín, - renombrado historiador y teólogo visigodo Paulo Orosio (m. 418 d.C.)-, en su manuscrito, Historia contra los paganos, nos informa certificando que la biblioteca alejandrina no existía ya en 415 d.C.: "Sus armarios vacíos de libros... fueron saqueados por hombres de nuestro tiempo".
7-. De ahí que sean observados con recelo los escritos de estos padres de la iglesia .


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