HEIDEGGER: TODO PENSAMIENTO ES HIJO DE SU TIEMPO / Jordi Maqueda

 La Nada y el Hombre/ Jordi Maqueda / Aceuchal -  Badajoz, 21 de Enero de 2023

Palabras clave:
  Heidegger; La Nada; Nihilismo; Conocimiento; Reflexiones; Teorías; Filosofía;




Negando y rechazando el sendero que conduce al pensamiento por la vía extraviada y errática de la Nada, Parménides abrió la primera brecha hacia, quizás, la más incipiente y genuina cuestión, pero a la vez igualmente vacilante, cuando no: la más injustificada de todas ellas. La piedra de toque más dura, para probar el carácter del pensar y no desvariar, a la que ya se acercaron en el pasado remoto algunos, luego advirtiendo de aquel funesto aspecto de ella, pero que todavía otros buscan, pero solo encontrarán aquellos ‘encantados’ o que habiendo caído a la sombra de sus dudas —pues “la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas” (J 3:19-36)— pusieron sus esperanzas en la promesa de redención para las limitaciones humanas y los males del mundo que les hacía la ciencia. Luego y habiendo buscado a todo un sentido racional, buscaron también sentido (al ser) donde no había… justo en aquello que no lo tenía; mas en la oscuridad y abatidos por la verdad solo la angustia cabía entonces llenar sus vidas, pues de tal búsqueda no hallaron fruto, sino un enorme despilfarro de fuerzas, sumado a la impotencia que de ocasionar habría este 'en vano' vivido luego como decepción, ante aquella presunta «verdad» que al final no lo sería: creencia en la negación absoluta que remediaba el vacío dejado antes por la mayor: la ausencia ‘en ellos’ de Dios, y, por tanto, de esperanza ni vía. Cuando la realidad ha puesto final abrupto y macabro a tales esperanzas: y que lejos de curar los males de la humanidad, la ciencia, solo ha servido para exponer nuestras miserias, e incrementar exponencialmente nuestra capacidad de autodestrucción.

Heidegger

TODO PENSAMIENTO ES HIJO DE SU TIEMPO

Quizá antes de presentar las siguientes ideas, o primeras conclusiones, deba hacer notar la razón por la que entiendo que Heidegger concibe la Nada, y lo hace de un modo concreto: a su modo, y que no creo me distancie mucho del razonamiento de terceros. Puedo hablar del siglo XX con cierta propiedad, habiendo vivido el último cuarto de un siglo que me vio nacer, sumergido plenamente en este, así como igualmente el comienzo del nuevo siglo que me verá morir, cuando está ya presto a agotar su primer cuarto, lo que me sitúa frente a ese horizonte que se abre (o cierra) al que cumplió los 55 años de edad. Sin embargo, no todo es malo cuando se van cumpliendo los plazos obligados en la vida, pues precisamente esto me permite hablar con propiedad, de una época donde las creencias que tenían nuestros padres y abuelos fueron dando paso —como la niebla que avanza en la madrugada— a esa relativa intrascendencia o vacío vital: e incluso indiferencia mostrada por la vida, tan presente hoy en la sociedad, y que sentimos, aunque se pretenda por los medios y gobiernos ocultar ―mírense la tasa de suicidios, violaciones y asesinatos, sobre todo en la juventud― y donde el carácter problemático, la precariedad, y la manifiesta falta empatía y de oportunidades del presente, deriva en un nombre: nihilismo, o como lo llaman algunos (época del nihilismo).

Un Nihilismo que reconocemos a partir de F. Nietzsche y exaltado por otros, a través de sus obras y escritos, las cuales se dieron a conocer en el siglo XIX, extendiéndose luego su lectura al principio y mediados del S. XX, sobre todo durante los años anteriores y posteriores a segunda Guerra Mundial. ―Guerras, sobre todo la última, que debería haber mejorado el mundo, pero que por alguna razón no lo hizo― alargándose luego la sombra de este Nihilismo, de la mano de aquellos filósofos llamados existencialistas, Sartre o G. Marcel en Francia, Jaspers en Alemania y otros que también formaban parte aquel movimiento que arrollaría a la filosofía, propio de la Europa de entreguerras. Pues recordemos, tanto Heidegger, al igual que los autores antes mencionados crecen y maman de la primera guerra mundial, así como después padecerán la segunda en todo su nefasto alcance y consecuencias, de modo que términos como angustia o la Nada van a ser sintomáticos de aquella generación: de su forma de pensar y hacer filosofía, en una Europa (Alemania, sobre todo) asfixiada tras la gran guerra y luego desolada por la segunda, y cuya ciudadanía, pensadores incluidos, vacilaban frente aquellas soluciones políticas y científicas que habían heredado del siglo XIX, por lo que no es de extrañar, que recuperarán para la filosofía no precisamente a aquellos pensadores herederos de la Ilustración, que los había llevado literalmente a la Nada: a la destrucción de toda una generación y sumisión a otras potencias; sino que resignados, escriben a la sombra de autores como Kierkegaard o el mismo Nietzsche: creando  a partir de ellos una serie de valores, con los que poder guiarse en su tragedia y miseria, hacia una vida fructífera, pero sobre todo: intensa, a pesar del reconocimiento una muerte, inevitable y manifiesta durante aquellos largos años de guerra, pero que enfrentan. Siendo precisamente ese enfrentamiento ―y reconocimiento de la muerte― lo que más les refuerza; rechazando aquellos valores tradicionales como: la fama, la riqueza, el prestigio social, en favor del libre albedrío, la dignidad, el amor íntimo y personal y el esfuerzo creativo.

Lucha y sufrimiento personal, por tanto, cobran un valor positivo en la sociedad, en cuanto que añaden una comprensión del sentido trágico de la vida, marcando este pensamiento luego, toda la segunda mitad del siglo XX en Europa, de la mano de aquellos pensadores existencialistas y hasta nuestros días, en lo que se podría denominar “la victoria de la intrascendencia”; y que se suma a la falta ya de interés por las cosas en general y dentro de la sociedad del momento: ese gusto por no-ser, y desprecio por todo, que vemos reflejado en el aburrimiento, el absurdo y las ganas de no hacer y estar en nada, donde uno de los temas filosóficos y científicos prevalecientes fue (y sigue siendo) precisamente esa idea de La Nada (como algo que es). Tanto así, que uno de los textos filosóficos más representativos del pensamiento filosófico europeo, habla y remite precisamente a la Nada. ¿Qué es metafísica? (Heidegger) cuyo entendimiento, en tanto a entorno y pensamiento, de aquel momento, puede darnos a entender o permitir hacernos una idea sobre la preeminencia del pensamiento a partir de la Nada: una Nada reconocida y reconocible en aquellos días —y tan presente como el dolor—en la devastación existente en toda Alemania y Europa, siendo luego a partir de esa experiencia, de la que el alma angustiada esperaba diese esta a luz la posibilidad de algo.

El existencialista, e por tanto, un individuo (para sí: auténtico) que reconoce su finitud y afronta la muerte con valor y suma dignidad (sentido último de ser y tiempo). Su existencia es un esfuerzo de hacerse más individual y menos mero miembro de un grupo (o la masa: en Ortega), "el Uno" en Heidegger, que presentaría su dimisión como rector el 21 de abril de 1934, un año después de haber accedido al cargo. Tampoco aceptó el nombramiento como rector en Berlín. En uno de sus Cuadernos negros, Heidegger explica: «Dejo mi cargo a disposición porque ya no es posible ninguna responsabilidad. ¡Vivan la mediocridad y el ruido!»). Al mismo tiempo se trasciende la universalidad —el hombre "en general"—en favor de una mayor individualidad, o sea, el "hombre de carne y hueso" de Unamuno.

Pero, y si bien interés por la nada y por el nihilismo, sitúan igualmente a Heidegger y Nietzsche ―sálvense diferencias— en la prolongación de una tradición filosófica (Nihilista) que se remonta a Jacobi, de igual forma hay otra tradición filosófica, todavía más lejana, como nos recuerda Remedios Ávila Crespo (Pensar la nada, 2007) y que estos dos pensadores prolongan también, donde encontramos aquel interés primero por el problema de la Nada. Una tradición, que desde Parménides (o deberíamos decir “Parmeneides”) y luego Gorgias, pasando por Scoto, Eckhart, Dionisio, Juan de la Cruz, J. Beihme, Angelus Silesius, Leonardo da Vinci, Francisco Sánchez, y que llega hasta Schelling; y donde prevalece, todavía hoy, aquella interrogación que ha constituido uno de los núcleos de la filosofía: « ¿Por qué hay algo más bien que nada? Pues la nada es más simple y más fácil que cualquier cosa», (Leibniz ―De Los Principios de la Naturaleza y la Gracia). Pregunta esta, por cierto, que parece luego quedar al margen del pensamiento de Heidegger por alguna razón (me entenderán, seguro) pensando no ya ¿Por qué hay algo?, o ¿Por qué hay algo más bien que nada?, sino y a mi modo de ver y entender, cambiando, pero sin expresarlo abiertamente el signo de la pregunta: avocándose de cabeza a la Nada, en lo que podríamos llamar, un ¿y por qué no la nada?, cuestión, por cierto, que se plantean sutil, o no tan sutilmente, hoy muchos, entre ellos “filósofos” (profesores y estudiantes de filosofía) tal y como se deduce de innumerables escritos, haciendo oídos sordos, como el mismo Heidegger hiciese de sí mismo (inicio de ¿Qué es metafísica?: preguntarse por la nada) o del mismo Parménides que ya advertía de lo infructuoso del asunto, lanzándose a la Nada: y otros ahora le vayan detrás. Cuando de cierto, se trata de una pregunta que, como ya advirtiera el mismo Heidegger: no solo parece absurda, sino que lo es, pues no sobrepasa los límites de la lógica y del sentido común, sino que carece por completo de toda lógica y sentido común. Como tampoco entiendo, o me cuesta muchísimo entender, que la angustia sea la respuesta a la llamada de una Nada “que no existe”. Quizás e incluso peor que el nihilismo sea, más que en negarse a ver y escuchar, luego esforzarse a escuchar y aprender, y hacerlo a partir de la Nada. Pues nada hay de la Nada y en la Nada para el hombre, sino una inmensa oscuridad.


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EVOLUCIÓN DE HEIDEGGER ANTE LA CUESTIÓN DE LA NADA / La Nada y el Hombre/ Jordi Maqueda / Aceuchal - Badajoz, 21 de Enero de 2023

(si ) EVOLUCIÓN DE HEIDEGGER ANTE LA CUESTIÓN DE LA NADA Jordi Maqueda

Palabras clave:
  Heidegger; La Nada; Nihilismo; Conocimiento; Reflexiones; Teorías; Filosofía;


Heidegger


EVOLUCIÓN DE HEIDEGGER ANTE LA CUESTIÓN DE LA NADA

Se podría considerar, y así lo hacen algunos, interpretando que el problema de la Nada tiene en Heidegger a lo largo del tiempo tres aspectos bien diferenciados, esto es, siempre según estudiantes, profesores o catedráticos de filosofía; si bien, tales aspectos serían cuatro a mí entender. Hasta los años treinta, el problema de la Nada, Heidegger lo relaciona con la afectividad; más tarde, lo relaciona con el ámbito específico del problema del ser (aunque cabría mejor decir ausencia del ser); y finalmente lo aborda bajo una óptica que considera de una forma especial la cuestión del nihilismo. Pero todo ello (y a mi entender) nos dirige hacia un cuarto aspecto o problema, no aludido, pero a la vista de todos y de lo (no resuelto) que subyace de los otros: la imposibilidad (de Heidegger) desde un principio de concebir, revelar y describir la Nada total y absoluta, en ningún lugar y de ninguna manera si no es partir de "entes" reveladores que de manera subjetiva (siendo o estando) revelan aquello que no-es/ que no está: lo que no puede ser al lógico entender (revelado) y donde, además, no sabemos cómo: la angustia revela la Nada (solo que la revela) pero ¿cómo?, / o que la nNada revela al ser, pero y sobre todo ¿para qué?


De ser una revelación (cierta) esta viene siempre con un mensaje: es un mensaje o un conocimiento a partir de algo que se nos revela; es el porqué, o el para qué, que necesitamos saber, o saber para interpretar, e implicaría siempre la resolución o respuesta a aquello trascendente que buscamos entender, y que ha de servir a algo relevante. (Así el libro de las revelaciones de Juan, es el medio para entender la voluntad de Cristo, nuestro señor: un mensaje al creyente del mismo Jesús redentor, a partir de las visiones de Juan, para conocerlo a Él (a Cristo), y conocerlo también conociendo su voluntad, para con los que están en Él, en cuerpo y espíritu). En este sentido de revelación, la revelación no sería tanto la Nada (físicamente) —como en Juan tampoco acedemos a Cristo físico y corpóreo— sino el cómo entender la Nada: que se nos quiere revelar a nosotros, y luego nos revela al ser, y lo hace por alguna razón por medio de Heidegger. Pero ahora cabe preguntarse —buscando entender y siendo respetuoso a Heidegger— ¿por qué?, y ¿para qué?; o ¿por qué de esa manera? Quiero decir: cuál era o es el sentido de dicha revelación, todavía desconocido, del Ser a partir de la Nada. Pero también cabe preguntarse: si tiene algún sentido por qué (la Nada—que no existe, ni puede ser — revela al Ser en Heidegger); incluso más allá del que le quieran dar, aquellos otros que hoy le siguen quieran entender o interpretar. Aunque esto, entiendo, cabe desarrollarlo y explicarme y explicarlo más adelante.

HEIDEGGER FRENTE AL PROBLEMA DE LA NADA / La Nada y el Hombre/ Jordi Maqueda / Aceuchal - Badajoz, 21 de Enero de 2023

HEIDEGGER FRENTE AL PROBLEMA DE LA NADA / Jordi Maqueda

Palabras clave:
  Heidegger; La Nada; Nihilismo; Conocimiento; Reflexiones; Teorías; Filosofía;


Heidegger



HEIDEGGER FRENTE AL PROBLEMA DE LA NADA

Si hay algo que no podemos criticar a Heidegger es su insistencia o énfasis en explicarnos y hacernos entender lo que nos quiso decir en su ensayo ¿qué es metafísica? En este sentido y años después de la publicación del ensayo original, Heidegger escribió un Epílogo a este donde se apuntaban las dificultades que impedían la comprensión para muchos lectores de su escrito, en el que abordaba el tema de la Nada y reconociendo así la dificultad que entrañaba aquello: la Nada (desvelarla y entenderlo) si bien, Heidegger, en su argumentación, distinguió entre aquellos que descontentos que procedían de lo enigmático descrito, y los que lo hacían de «la incapacidad o falta de voluntad de pensar» (apuntemos aquí —no estará de más— refiere pensar de otra manera) y que algunos dirán: pensar a su manera. De este modo respondía a cuantas acusaciones habían sido dirigidas a su ensayo, acusaciones que todavía perduran y no solo a ese escrito, pues recordemos que el interés surgido en Heidegger hacia el problema de la nada, vendría a insuflar a su filosofía de un halo extraño, como una especie de nihilismo. Sumado luego la deriva que toma su discurso hacia la angustia, concediendo un papel a los sentimientos fuera de lugar y en particular a esta: angustia (particular), lo que fue para muchos (críticos) sobrevolar la órbita de lo irracional; sin reparar aquellos mismos (críticos) en que la Nada, o precisamente pensar en la Nada, ya es de alguna manera disparatado y por supuesto irracional. De ahí que se precise de otra manera de pensar (digamos que irracional). Si bien, y sobre aquella dificultad manifiesta a la hora de entender su discurso, siempre se ha dicho (sobre cualquier discurso), que si precisa de demasiadas explicaciones no llegando a reducirse una definición sencilla, es posible que se esté en un error, cuando no sea incluso mentira.

Pero de aquellos censores luego ninguno reparó, explicando el “por qué” se desvía Heidegger de su objetivo principal: la Nada total y absoluta, que va a quedar al margen de nuevo y que posiblemente ya denotaba haciendo patente “el problema primero y contradictorio propio del asunto”(pensar la Nada absoluta) de manera racional, claro está, que es como luego sería expuesto o se pretendió exponer; incluso cabe el hecho mismo de saberse, el propio Heidegger, incapaz para abordar la forma, en tanto a superar las primeras entradas a su texto dándole continuidad, entiéndase: sin tener que contradecirse previo el mismo había expuesto "El preguntar por la Nada –qué y cómo sea la nada- trueca lo preguntado en su contrario. La pregunta despoja a sí misma de su propio objeto" — ¿Qué es Metafísica? - Martin Heidegger) lo que le llevaría luego a precipitarse (arrojarse) y ubicarla racionalmente luego donde podía o le encontró lugar, y según tantos, donde él solo la veía. Y que luego precisaría, además (para hacérnosla ver a todos) de un lenguaje propio e incómodo de interpretar, algo sobre lo que algún místico lejano en el tiempo tendría algo que decir, de un Heidegger, novato en nuevos menesteres y pensares, que pretendió o lo que no entendía o no estaba a su alcance, o al menos de la manera racional: “Tres formas asume el conocimiento…/… La segunda estriba en comprender tanto las emociones como ciertos estados de ánimo a través de los cuales el hombre percibe conscientemente algo sublime que todavía no sabe aprovechar”. (Mohidin Abenarabi, sufí, murciano y panteísta) (1)

0) Contradicciones, dificultades, hay muchas en el mundo. Y, sin embargo, tan solo alguna, o algunas, han llegado a ser problema para el hombre. Es preciso, por lo menos, que el hombre "descubra" esa contradicción. Los problemas no se fabrican, se descubren. ¿Cuándo y cómo? No al margen de los objetos, como si los "problemas" fueran nuevos objetos junto a los "objetos" del problema. En realidad, descubrir un problema no es otra cosa, sino descubrir un objeto como problemático o contradictorio

1) Tres formas asume el conocimiento. La primera es solo información y acopio de hechos con objeto de alcanzar mediante ellos los niveles hiperbóreos de la Inteligencia. La segunda estriba en comprender tanto las emociones como ciertos estados de ánimo a través de los cuales el hombre percibe conscientemente algo sublime que todavía no sabe aprovechar. La tercera se llama Conocimiento de la Realidad; es el último estadio. En él los mortales aciertan a separar lo verdadero de lo falso, a distinguir lo justo de lo injusto, y a traspasar con la mirada los límites del pensamiento y de los sentidos.(nunca quedan atrapados en ellos: en sus pensamientos, aciertan a separar lo verdadero de lo falso, a distinguir lo justo de lo injusto, y a traspasar con la mirada los límites) Científicos y estudiosos se encierran en la fase inicial del conocimiento: es la vida intelectual. Los aficionados a emociones y a la acumulación de experiencias se sirven de la segunda etapa: es la vida sentimental. Un tercer grupo de personas recurre contemporánea o alternativamente a los dos instrumentos citados. Solo el verdadero sufí alcanza el estadio superior”. (Un verdadero sufí jamás queda atrapado en el momento, si no que cada momento de su experiencia le lleva a otro donde la realidad se renueva)(MOHIDIN ABENARABI, sufí, murciano y panteísta.

(Próximo) - LA ANGUSTIA COMO HORIZONTE / Jordi Maqueda / Aceuchal - Badajoz, 23 de Enero de 2023

  La Nada y el Hombre/ Jordi Maqueda / Aceuchal - Badajoz, 21 de Enero de 2023


Palabras clave:
  Heidegger; La Nada; Nihilismo; Conocimiento; Reflexiones; Teorías; Filosofía;


Heidegger

LA ANGUSTIA COMO HORIZONTE 



La angustia, como todo, ha sido entendida en tanto a, qué es a las personas y para las personas, dependiendo de cada momento, cultura y época, por lo que las causas y consecuencias de esta, dependen del contexto en el que se ubiquen. Aun así, y al igual que otras emociones o conductas, la angustia es experimentada por todos nosotros, los seres humanos de una forma parecida, pudiendo presentarse ante una situación de amenaza: una enfermedad seria, como el cáncer, por ejemplo, o escuetamente como una duda de tipo religioso, o filosófico. "La angustia, en todo caso, denota una firma distintiva y a la vez estática: la nitidez con la que el individuo capta el fenómeno se atenúa donde no hay propensión al escape, es decir, no hay una predisposición motora en el organismo que lo capacite, en principio, para ponerse en marcha". Sin embargo, la angustia puede ser adaptativa y acomodarse dependiendo de su magnitud, del tipo de individuo que la padece y su respuesta. Por lo tanto, "el conflicto puede repercutir, negativamente o no, sobre el comportamiento y la salud" como más adelante, dentro ya del concepto, entenderemos a partir de Kierkegaard.


Para los filósofos, ninguna otra ciencia como la filosofía ha conseguido ocuparse tan profundamente de aquello que es primordial en el hombre y para sí mismo y, por consiguiente: de la angustia en sí misma; y es por esta razón que afirman que solo a partir de sus propios postulados filosóficos se puede explicar el contenido histórico y concepto de angustia (si bien observaremos que tales postulados varían). En este sentido, adentrándonos en el concepto filosófico definido, nos encontramos frente a una angustia primaria y existencial (Kierkegaard) originaria a partir de la misma entidad del individuo sano; venida o, mejor sería decir: una angustia surgida del hecho mismo de vivir y convivir. Pero prestemos atención a las palabras de Kierkegaard, pues es esta una angustia controlable― y digamos que de alguna manera, que incluso sana― “pues es capaz de dinamizar aspectos creativos de la persona, facilitando el rendimiento y la motivación para la realización de proyectos” (Kierkegaard, 1844). Kierkegaard, considera que el origen de la angustia que el individuo experimenta, se encuentra en su libertad y de esta libertad, y dadas todas las posibilidades (de elegir) surge la posibilidad de fallo, es decir: surge la angustia ante la posibilidad de error; de no tomar la decisión correcta y no alcanzar la meta final: llegar a nada. Pero en Kierkegaard, la Nada, en su sentido más general, no significa el final de todo /ausencia absoluta: muerte, como puede significar para otros pensadores: él nunca podría centrarse en esa Nada, pues no la percibe siquiera como una idea, sino que percibe la nada como la posibilidad de no acertar en el uso de la libertad del individuo, en tanto que a las posibilidades no se actúe de forma adecuada; y, por tanto, habla de un presentimiento que es propio, de una nada sumergida en la propia existencia y posibilidades del individuo que yerra y no llega a nada: quedándose en nada. Sin embargo, Heidegger tomará este concepto de Kierkegaard, pero entendiendo y afirmando que la angustia está formada por un doble carácter; de un lado: un fenómeno de hundimiento de los puntos de apoyo; del otro: como generadora de una máxima quietud que deja al individuo que la sufre clavado y fijo en ese nuevo ‘vacío’ (la nada) que surge ante él. Hablamos por tanto de una nada y un vacio subjetivo. Luego, y en relación con los afectos (o estados de ánimo) Heidegger se pronuncia, afirmando: “Lo que en el orden relacionado con el ente designamos con el término de disposición afectiva es, en tanto a este ente, lo más conocido y cotidiano es: el estado de ánimo, el temple anímico”- (Heidegger).

Adivinamos, de las palabras anteriores, lo que va a suponer en adelante la disposición afectiva o estados de ánimo, en lo concerniente al pensamiento de Heidegger, encontrando precisamente en la angustia una nueva dimensión a su pensamiento. Sin embargo, esta atención que Heidegger mostrara hacia los sentimientos ― muy criticada por cierto dentro de la filosofía― podría suponer, o poner de manifiesto, que la reflexión no vendría tanto de la vía de la razón, como relacionado con un problema o aflicción- (L. Sáez)— y que sobreviene a través o por medio de este sentimiento [La angustia patológica refleja una reacción desproporcionada respecto a la situación que se presenta; este tipo de angustia es estereotipada, revive continuamente el pasado, e imagina un conflicto tal vez inexistente ―(Ayuso, 1988) ...//... Puede darse el caso (en la angustia patológica) de que dichas crisis afloren de forma secundaria o simplemente que las acompañen otros trastornos... El sujeto no se ve capaz de iniciar una acción que alivie el sentimiento que está provocando esa angustia; ese estado de indefensión es el que le impide ser libre. Como consecuencia, esto conlleva un grave y marcado deterioro del funcionamiento fisiológico, psicológico y social del individuo ― Rev. Mal-Estar Subj. v.3 n.1 Fortaleza mar. 2003/ Juan Carlos Sierra; Virgilio Ortega; Ihab Zubeidat)].

Sin embargo, Heidegger, no solo da una vuelta de tuerca a la angustia que toma de Kierkegaard, sino que se opone igualmente a la habitual manera de entender los sentimientos, y, por lo tanto: ‘sus propios sentimientos’ (pues hablamos de su entender aquí) afirmando: “estos no son algo irracional, pasajero, sin importancia; tienen, por el contrario, una función clave: «abrirnos» nuestro propio ser, darnos a entender nuestra situación original”. De este modo, lo que se observa es a un Heidegger que se potencia sobre esos mismos afectos como en una palanca hacia delante, justificándolo y justificándose; pues él mismo señala que «la primera interpretación de los afectos fue realizada por Aristóteles en el marco de la psicología en el segundo libro de la Retórica». [Por lo tanto, Heidegger se remonta primero hacia atrás y luego se prolonga sobre el pensamiento de Aristóteles, encontrando la doctrina de los afectos, ese punto de apoyo que valide y sostenga su teoría. Teniendo esto presente, e imbuido por su propia experiencia, Heidegger halla un significado a la disposición afectiva: lo que llevaría a una filosofía de las emociones ―o participada de las estas― en tanto, que los estados de ánimo son emociones que sentimos: pero, igualmente son [“aquellos sentimientos que hacen que la condición de un individuo se transforme, pudiendo ser de tal grado, que su juicio quede afectado y, siempre acompañados de placer o dolor” (Sobre las Emociones/ Aristóteles, trad. en 1994, 1378 a 20)]. Sin embargo: «El estado de ánimo manifiesta el modo “como uno está y como a uno le va”. En este “como uno está, el temple anímico pone al ser en su “ahí”», afirma Heidegger. Pero, es en su análisis de la angustia (1), donde Heidegger tendrá muy en cuenta las reflexiones de Kierkegaard sobre la angustia, otorgando a la angustia un papel filosófico fundamental ―de la misma manera que Kierkegaard antes le otorgaba un carácter educativo― y que resulta de gran interés en nuestras consideraciones acerca de la Nada, a partir de la angustia, en Heidegger.


(1) «La disposición afectiva fundamental de la angustia como modo eminente de la apertura del Dasein»

LA ANGUSTIA DESDE LA PERSPECTIVA DE KIERKEGAARD / Jordi Maqueda / Aceuchal - Badajoz, 21 de Enero de 202

La Nada y el Hombre/ Jordi Maqueda / Aceuchal - Badajoz, 21 de Enero de 2023

Palabras clave:
  Heidegger; La Nada; Nihilismo; Conocimiento; Reflexiones; Teorías; Filosofía;


Heidegger

LA ANGUSTIA DESDE LA PERSPECTIVA DE KIERKEGAARD

La angustia y la enfermedad mortal representan el origen del existencialismo en Kierkegaard, que se manifiesta como una filosofía personalista, concreta, pero sobre todo, cristiana. Por eso ningún otro lugar más a propósito para calar hasta el fondo metafísico que alcanzan los análisis existenciales en Kierkegaard, que en (El concepto de la angustia). Y ningún otro mejor que Kierkegaard, entendiendo el concepto de la angustia en este, para luego entender a Heidegger.

En la vida tomamos decisiones, y estas decisiones nos llevan a realizar ciertas actividades en detrimento de otras, pues no podemos abarcar todo, ni tomar una decisión que nos lleve a dos resultados distintos. Tomar una decisión, nos obliga por lo tanto a renunciar a otra posibilidad, y es aquí donde nos encontramos con la angustia (¿tomaré la decisión correcta?). Esa angustia del devenir: el qué será de nosotros y nuestro futuro si me equivoco―en un mundo en el que nos encontramos vacíos y solos― es la angustia a la que se refiere Kierkeggard. Las decisiones son, por lo tanto, importantes, lo que hace que no solo dé miedo tomarlas, sino y más aún: equivocarnos. De ahí la famosa frase «La angustia es el vértigo de la libertad»; o, podemos recordara también aquella metáfora, sobre el hombre que frente al abismo es libre de elegir, si tirarse o no. El mero hecho de que uno tenga la posibilidad y la libertad de hacer algo, incluso siendo la más terrorífica de las posibilidades ―arrojarse al abismo― dispara inmensos temores. Kierkegaard lo llamará "mareo de libertad". Esta libertad, nos dice Kierkegaard, hay que aceptarla tal y como: con sus consecuencias (y mareos), y por lo tanto aceptar que conlleve un peso, en el sentido de responsabilidad por esa misma libertad. Pero, igualmente, y para disfrutar plenamente de esta (nuestra libertad) hay que animarse a dar un salto ―a tomar una decisión― y bien sabe Kierkegaard que el vértigo que implica ese salto no es nada fácil. Debemos, por lo tanto, tomar nuestras decisiones y tener fe en el camino que hemos elegido y afrontar esa angustia de libertad, aceptarla, llevándola con nosotros pero, reconociendo la responsabilidad que supone tomar ciertas decisiones: tomarlas sabiamente, meditando las posibles consecuencias. Para Kierkegaard, la vida no es un problema a ser resuelto, sino una realidad que debe ser experimentada en libertad. Sin embargo, la mayoría de nosotros perseguimos el placer con tal presteza que, y sobre todo debido a la prisa, pasamos de largo de nosotros mismos. Atreverse, por lo tanto, es igualmente ‘detenerse’ para poder tomar sabias decisiones: y perder el equilibrio momentáneamente.

De todo ello deducimos, que Kierkegaard nos habla de la angustia, no desde el dolor o el sufrimiento o desde: un pasarlo mal; sino más bien se analiza lo que significa la existencia, el “estar aquí”, la responsabilidad de existir [la angustia e indeterminación que ello: el “estar aquí” en “el mundo” supone al hombre en sí mismo] pues no estamos determinados desde lo racional, ni tampoco desde lo biológico, sino que somos (nosotros: las personas) arrojadas a este mundo con elementos desconocidos y en medio de circunstancias que no podemos controlar, y son imponderables, los que hemos de tomar nuestras propias decisiones. Sin embargo, el ser humano siempre se siente atraído por la falta y la carencia, llevándolo a un sentimiento de desesperación. Para evitar esta desesperación, el individuo debe construirse, tiene que dar un “salto de fe” similar al de una vida religiosa. Así, la angustia y desesperación constituyen la base de partida de un acuerdo, sobre una vida sin angustia ni desesperación: (nada de estar eternamente en la angustia, sino precisamente para desterrarla)

LA ANGUSTIA QUE REVELA LA NADA EN HEIDEGGER / Jordi Maqueda / Aceuchal - Badajoz, 21 de Enero de 2023

  La Nada y el Hombre/ Jordi Maqueda / Aceuchal - Badajoz, 21 de Enero de 2023


Palabras clave:
  Heidegger; La Nada; Nihilismo; Conocimiento; Reflexiones; Teorías; Filosofía;


LA ANGUSTIA QUE REVELA LA NADA Y EL SER EN HEIDEGGER 

Pero y si bien en Kierkegaard, la intención es desterrar la angustia del todo, permaneciendo no más que lo necesario en ella, en Heidegger encontramos que se pretende lo contrario, permanecer ahí: en la angustia; pues solo de ese modo “La angustia nos revela la nada” ―nos dice― frase esta, por cierto que observamos entre dos párrafos más extensos, quizá pretendiendo de algún modo señalarla. El párrafo anterior leemos: [Solemos decir que en la angustia “uno está desazonado”. ¿Qué quiere decir este “uno”? No podemos decir de qué le viene a uno esta desazón. Nos encontramos simplemente así: todas las cosas como nosotros mismos, se sumergen en la indiferenciación. Pero no como si fuera un mero desaparecer, sino como un alejarse que es un volverse hacia nosotros. [En] Este alejarse el ente en total, que nos acosa en la angustia, nos oprime. No queda asidero ninguno. Lo único que queda y nos sobrecoge al escapársenos el ente es este “ninguno”]. Y en el párrafo siguiente: [“Estamos “suspensos” en angustia. Más claro, la angustia nos deja suspensos porque hace que se nos escape el ente en total. Por esto sucede que nosotros mismos –estos hombres que somos-, estando en medio del ente, nos escapemos de nosotros mismos. Por esto, en realidad, no somos “yo” ni “tú” los desazonados, sino “uno”. Solo resta el puro existir en la conmoción de ese estar suspenso donde no hay nada donde agarrarse.] Idea tomada de Kierkegaard, cuando este refiere “aquella araña que desde un punto fijo se precipita hacia sus consecuencias; viendo siempre ante sí un espacio vacío, en el que no encuentra lugar donde apoyarse”. Ciertamente, ambos párrafos resumen en buena medida la idea que Heidegger propone, entendiendo que se nos invita a permanecer en la angustia (si queremos y a través de la Nada esperar al ser) como veremos... Sin embargo, queda saber que es el “uno” que se angustia; qué es exactamente la angustia y; qué se entiende por la Nada y, de este modo, poder así entender a la frase de Heidegger: su significado.

Uno se siente extraño en la angustia, ¿qué nos quiere decir? No nos están diciendo, yo me siento extraño, o aquel tipo; sino que usa el pronombre indefinido “uno”, (“man” en alemán) (1). Además, se nos dice que el hombre (el Dasein) es en el mundo, bien en la propiedad (de sí-mismo y ‘auténtico’), o bien en la impropiedad (no siendo sí-mismo, sino parte del uno: de ‘los otros’: una persona inauténtica). Aquí entendemos el uno. Podríamos decir que “Ser y tiempo” cuenta el camino del Dasein o el hombre impropio y no auténtico (que es parte del uno- de ‘los otros’) hacia la propiedad (o autenticidad) de la existencia: la recuperación de su “sí mismo” de su autenticidad. De tal modo que hombre (el Dasein) se encuentra Extraño en el mundo en la impropiedad de la existencia, dominado (por el uno- ‘los otros’), dicho de otra manera: dominado por la masa / o las masas (en términos orteguianos). Esta masa referida por ortega, es el uno en Heidegger. Sin embargo, para poder escapar de este dominio de las masas (de su influencia) es necesario que (el hombre/Dasein) se encuentre en un estado de ánimo especial, capaz de hacerle ‘tambalearse’, permitiendo esa fractura que luego permita vislumbrar sobre el horizonte la posibilidad de la existencia propia y no determinada por la masa ―los medios, la opinión ―el uno. (Obsérvese cierto retorno a Parménides, cuando nos habla de evitar el camino de la doxa: la opinión, tomando el camino de la verdad).

II 

Entonces, ¿qué entendemos de esto? Acaso ¿es la angustia ese estado de ánimo que, por medio de ella, permite revelar la Nada? Efectivamente: así lo afirma Heidegger. Mientras, en Kierkegaard se nos revela la angustia y la desesperación como aquello que constituye, el punto de partida hacia un acuerdo sobre una vida: la nuestra, sin angustia ni desesperación; en Heidegger, esta angustia ―con sus propios matices― es la encargada de revelarnos la Nada. La angustia, por lo tanto, será aquel estado de ánimo que se caracterice (siempre de manera subjetiva y según Heidegger) por su capacidad revelarnos la Nada (que no olvidemos, luego nos revela en sí misma al ser). Pero ¿cómo?, que revelar la Nada sea su característica ontológica (de la angustia), no implica que reconozcamos la angustia de esa manera, sino más bien la reconocemos por ser un tipo particular de miedo: “un miedo sin objeto” (nos dice Heidegger); sin embargo, discrepo, pues no es ese mi caso ni el de muchos creo: pues no me angustio sin objeto, y menos aún tengo ninguna clase de miedo sin razón alguna. Y quizá, sea en este punto es donde podemos encontrar la eficacia de Heidegger y su constructo, basado en la fe o (veracidad) que tienen para algunos sus palabras, cuando nos atenemos no solo a lo que dice, sino, que igualmente creemos a pies juntillas, aquello que nos dice: “pues generalmente tenemos miedo de esto o aquello, pero en la angustia, uno tiene miedo de todo y nada a la vez, pues nada en particular está provocando la angustia; sin embargo, uno se siente completamente amenazado en la angustia, y lo que le amenaza está tan cerca que corta la respiración. ¿Pero qué puede ser lo amenazante en este estado de ánimo de la angustia? La nada”, nos dice... pero entonces ¿qué es la nada?, quiero decir: ¿qué es esa ‘nada’ que nos hace sentirnos tan amenazados en nuestra propia angustia? Pues bien, Heidegger llega a ella, a la Nada, y la define como la completa negación de la totalidad de lo ente, es decir, negación, pero no ausencia, de todas las cosas, con lo que no hablamos de ausencia, sino de negación: negación del ser e igualmente de dios (ya esplique la negación con respecto a la nada). Pero la Nada en su sentido estricto, precisamente habría de ser: ausencia total y absoluta de la totalidad de lo ente y no negación total de lo ente (por lo tanto, esta no es la Nada absoluta, es otra nada: ad-hoc) y que ciertamente ‘sí’, se revela, pero como la imposibilidad aparente por parte de Heidegger de tratar la Nada absoluta, hecho más que evidente al tomar esta otra salida: la más apropiada para llegar de algún modo/a algún lugar y que él nos sabrá explicar, pero que no es la Nada absoluta, sino la negación absoluta: y no hay mayor negación que negar al ser y a dios

Luego, lo interesante en este nuevo planteamiento (o constructo) planteado por Heidegger no es tanto ya la determinación metafísica de la Nada, como el modo en que, según Heidegger, nos vamos a relacionar con esta otra nada ad-hoc (que es negación y no ausencia) en lo que él llama “experiencia fundamental de la nada”. Y ¿Qué nos revela esa experiencia? “, solo en la clara noche de la nada de la angustia, surge por fin la originaria apertura de lo ente como tal: que es ente y no nada”. Leamos: la nada de la angustia. No, la Nada absoluta

De modo que Olvidando por un momento nuestra desilusión, pues el constructo no nos lleva donde esperábamos, pero, centrándonos ahora en lo que Heidegger, en líneas generales, nos quiere decir, entendemos: que el hombre/Dasein se comprende no solamente como siendo en el mundo, sino también como la posibilidad de ser, o llegar a ser. No es un ente acabado (definido y auténtico) sino que debe hacerse a sí mismo, asumiendo el compromiso que deriva de sí, y su existencia: hacerse/construirse; pero todo esto ya se adivina en Kierkeggard (hombre religioso, por cierto) cuando nos habla de la responsabilidad del existir. Del sufrimiento, angustia e indeterminación que ello: el “estar aquí” en “el mundo” supone al hombre, y que para evitar esta desesperación, el individuo, debe construirse a sí mismo: dar un “salto de fe” similar al de una vida religiosa, donde dios alumbra el salto (Kierkegaard). Luego, Heidegger prosigue: La aptitud de la conciencia es fundamental en el camino hacia la propiedad (autenticidad del individuo) ―afirma Heidegger― por lo que es necesario escuchar su llamada y decidirse a asumir la responsabilidad, que es primera elección del Dasein/hombre, y debe tomar en libertad, fuera de las ataduras del uno (los otros), trascendiendo el propio mundo hacia sí mismo, incluso, si queremos ir un poco más allá, hacia ese sí- mismo que aún no es. Allá donde Kierkegaard incita al sujeto a dar un “salto de fe” similar al de una vida religiosa, Heidegger ahora lo coloca, o coloca al sujeto angustiado, frente a ese vacío que surge ante él (recuerdan el ejemplo de Kierkegaard: frente al abismo), donde no hay nada a que agarrarse, animándole a dar ese salto de fe y a hacerlo ya: de fe, (Sí) pero, en sus palabras―de Heidegger―y a saltar, pero, a saltar dentro de ese vacío que aparece frente a él: lanzarse al abismo de la Nada, con la promesa de encontrar allí, donde Nada hay para él: al ser. Y no son pocos los que lo hacen... como veremos en adelante.

Aclaración: Por qué afirmo (estando tan seguro), que no es la Nada ese vacío que aparece frente al angustiado. Sencillamente, porque la Nada no existe, no en el plano cognitivo existencial y no existe porque es la ausencia total y absoluta de todo ser, y no puede estar allá donde hay ser. Pues si hay ser, no hay (ausencia de ser – Nada); pero, y aunque hubiese una Nada, supongamos: la Nada sería y estaría en algún lugar (démoslo por hecho): un lugar en el espacio, de modo que ese espacio donde está, sería algo (donde ahora está algo que llamamos nada) por lo tanto, no sería la Nada, pues si hay un espacio: aunque este vacío y haya Nada en él, en ese espacio – ese espacio ‘es’. Y del mismo modo, tampoco podemos imaginar aquello que no existe (eso que llamamos la Nada) sino por medio de constructos y a partir de lo existente, pues la mente puede generar algo nuevo (imaginar) con retazos de lo existente y sobre lo existente ―nadie imaginaría un submarino de no existir ni conocer el agua y los océanos, y luego la posibilidad de estar bajo ella―pero, además, la mente no puede imaginar algo, a partir la inexistencia y total ausencia de ese algo: es por esta razón que llamamos Nada, a lo que se entendió ―en un momento dado de la historia ― que suponían debió haber antes del ser: antes de la primera partícula en el universo, y llamaron Nada a esa posibilidad (que es solo posibilidad / e improbable) algo, pues: un, no-estado, del que lo desconocemos todo, incluso un haber sido, y con razón, pues de la nada: nada puede ser.

Por lo tanto, cuando hablamos de la nada hoy, en cualquier ámbito donde se lea: la nada es, o, es la nada, hablamos siempre de otra cosa que no es la Nada; que si se quiere puede ser negación, o algunos de los sucedáneos de esta: algo que podemos entender, pero Jamás, “jamás la nada absoluta” pues no-es. (Debiendo hablar entonces, refiriendo la nada absoluta: como aquello que no-es, ni puede tener nombre).

(1) [Aclarar que Heidegger evita, utilizar ciertos conceptos que, a lo largo de la historia de la filosofía, se han llenado de prejuicios que ocultan su sentido originario. De ahí la famosa jerga heideggeriana. Pues bien, uno de estos conceptos a evitar es el de hombre, al que denomina Dasein (existencia, en español), aunque traducido de muy diversas maneras. Para Heidegger, el modo de ser de este Dasein es [el hombre es el ser en el mundo y desde este modo de ser debe ser comprendido].

 

 

 

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  La Nada y el Hombre/ Jordi Maqueda / Aceuchal - Badajoz, 21 de Enero de 2023


Palabras clave:
  Heidegger; La Nada; Nihilismo; Conocimiento; Reflexiones; Teorías; Filosofía;


Heidegger

OBJECIONES A LA NADA REVELADA DESDE LA ANGUSTIA



"La nada es eso terrible que crece haciendo más grande a lo que pierdes, la nada lo destroza todo; es el vacío que queda, como una ciega desesperación que destruye el mundo y no se sustituye por otra cosa, es solo desesperación". - (Gmork)

Por supuesto, he experimentado angustia, a mi pesar; pero he de decir que no estoy de acuerdo en las apreciaciones que se entienden a partir de la exposición de Heidegger. Y no quiero decir con ello que la Nada, no tenga que ver directamente con el ser; quiero decir: con el problema del ser, entiéndase, relativo a la pregunta ¿Existió algo antes que el ser?, sino más con esa angustia, en tanto esta es reveladora de la Nada ―y me refiero a la única Nada que yo entiendo, y entiendo que podemos entender todos: la Nada absoluta― estando más próximo a la idea que se desprende en relación con angustia, a partir de los textos de Kierkeggard. Pues, aun sintiendo en ocasiones ese estado de angustia frente a un problema, o anticipación de un problema ‘real y concreto’: sea este una decisión importante o una mala noticia, no encuentro ahí lugar: en la angustia, ni razón en ella para afirmar reconocer la posibilidad de que algo pueda surgir a partir de esa situación (sino más angustia todavía o, en una persona sana: la razón misma de huir–de la angustia); como tampoco tengo claro, sí “en la angustia se puede estar frente a nada o a la Nada, manteniendo las capacidades cognitivas para reconocerla y considera como tal, o si tan siquiera ser capaz de considerar nada en esas condiciones, precisamente allí, donde la nitidez con la que el individuo capta el fenómeno más se atenúa y desdibuja / “donde al no verse capaz de iniciar una acción que alivie el sentimiento que está provocando esa angustia ―por ser, precisamente, ese tipo particular de miedo (un miedo sin razón y objeto–Heidegger)― la situación conlleva un grave y marcado deterioro del funcionamiento fisiológico, psicológico y social del individuo ― (Rev. Mal-Estar Subj. v.3 n.1 Fortaleza mar. 2003/ Juan Carlos Sierra; Virgilio Ortega; Ihab). Pues mientras la angustia normal (venida de la amenaza real: enfermedad o toma de decisiones) en un individuo sano, no implica una reducción de la libertad del ser humano, sino al contrario, pudiendo potenciarlo a buscar una salida apropiada, como entendemos en Kierkegaard, a saltar/ mas luego “la angustia patológica (aquella percibida sin razón ni objeto) se muestra, por el contrario, como una reacción desproporcionada respecto a la situación que se presenta, siendo primaria y profunda; una angustia estereotipada y anacrónica, que revive e imagina un conflicto tal vez inexistente” (Ayuso, 1988). Pero y como dije anteriormente, al final de la otra entrada, no son pocos los que lo hacen... lanzarse a los abismos de la Nada, con la falsa promesa de encontrar allí, donde nada hay para él: al ser.

He leído de la mano de un profesor de filosofía al que admiro—pero con el que desafortunadamente no estoy de acuerdo en algunas de sus apreciaciones—que: [“la cuestión de la Nada está implicada en la vida del que la entiende (?), y esto afecta directamente en su percepción antropológica”. Y, “Por tanto, concebir al hombre desde la Nada propiciará, ineludiblemente, que se tenga que replantear la concepción que se tiene sobre lo que es mejor para el humano mismo, es decir, las ideas sobre lo que significa el Desarrollo o la superación del humano” — Contemplar la Nada, Un camino alterno hacia la comprensión del Ser (Héctor Sevilla, doctor en filosofía). Pero y como dije, no estoy de acuerdo con Héctor, es más: apenas entendí nada de lo expresado en esas líneas; o quizá entendí algo ―pues algo dice― pero solo me parecen palabras que fuera del texto no llevan a contexto alguno y concreto de la realidad; o acaso: ¿ya entendimos la Nada?, cuando dice Héctor en su libro: “la cuestión de la Nada está implicada en la vida del que la entiende y esto afecta directamente en su percepción antropológica”. Pero..., ¿estamos hablando de la Nada? (de la Nada absoluta) o, estamos hablando de aquella Nada revelada en la angustia por Heidegger; pues quedó claro que no hablamos de la misma cosa, dado un supuesto u otro. De todas formas, y dando por supuesto que hablamos de la única de la que podemos hablar: la revelada por Heidegger, parece sabemos muchas cosas de esa Nada, y todo a partir de la experiencia de otro, que nos esforzamos muchos por entender, pero que recordemos: parte sobre la experiencia subjetiva de la idea reveladora de la Nada, revelada en la angustia, que luego revela al ser, y todo ello interpretado por Heidegger... si no voy mal encaminado.

Pero Héctor me habla de entender la Nada y yo me pregunto ¿cómo puedo entender la nada? He sufrido dolor: muchísimo, pero no entiendo el dolor; he amado, pero no entiendo el amor; he estado a las puertas de morir, pero no entiendo la muerte; he sufrido y menos entiendo el sufrimiento; conozco muy bien a algunas personas, pero observo, que luego no las entiendo y menos aún las conozco; vivo, creo que plenamente, pero soy incapaz de entender el sentido de la vida: ni siquiera sé por qué estoy aquí, en el mundo: yo no lo pedí y, por supuesto mis padres tampoco: aunque, posiblemente para todo haya una razón o al menos, eso espero. De modo que al leer el párrafo anterior de Héctor, me encuentro desarbolado e incapaz a la vez, pues no parezco entender ni siquiera siendo aquello venido de mi propia experiencia; así pues, ¿cómo podría yo entender la Nada?, y menos que esta parta de una angustia que de manera consciente con todas sus fuerzas mi naturaleza rechaza: de la que huyo, y doy por sentado que ninguno queremos conocer, y menos experimentar; aunque, luego la experiencia te dé eso: experiencia y un cierto ‘acostumbrarse’ sobre aquel ámbito tormentoso de la existencia. Sobre todo, cuando los que hemos surcado esas aguas tempestuosas, conocemos sus corrientes, y si bien es siempre desagradable el encuentro, como Sísifo, transitamos el páramo cada vez con menor aflicción. Pues si algo es propio del hombre es la costumbre y a todo se acostumbra este —incluso, a los infiernos si se da el caso— y la angustia no es ni de lejos el infierno. Pero la Nada: eso es otra cosa (que no-es) que no puede estar donde uno está de ningún modo; acaso, podrá estar cuando [ya no-estés] y esa es su terrible realidad: cuando al pretender asomarse a ella se intuye difuso el rostro de la muerte, lo primero, que la abandera. De modo que, olvidándonos por un momento si entendemos mejor esto o aquello respecto a la Nada, lo que sí, entendemos de una determinada línea de textos, respecto a lo que nos ocupa, cuestionarnos la Nada: parece más que de conocimiento, un camino de aceptación de una realidad que choca de frente con el motor y voluntad de todo hombre: un abocarse a los abismos, literalmente, en busca de la Nada, azotado por la zozobra de la angustia y unas circunstancias adversas, cuando solo pensar en ello ya antecede lo pavoroso, y no digo que la angustia no tenga su interés, su qué, y su razón de ser (anticipar el peligro) pero si este es el camino, consciente, luego no es de extrañar que desde otros ámbitos hayamos hecho de la Nada (de la desconocida) una desdibujada conocida: banalizada, haciéndola más soportable y cercana a nuestra realidad y comprensión.

Pero qué encontrase Heidegger la Nada en la angustia de su experiencia, ¿es óbice para que otros puedan encontrar la Nada en otro sitio? Y de vuelta, ¿Por qué la angustia?, no parece este estado de ánimo/entorno (tomado por entero por la propia angustia) lugar para otra cosa que no sea angustia (hablo por mi experiencia). Jünger afirma que Heidegger da en la diana al afirmar: “La angustia es un estado de ánimo totalmente particular, indeterminado. Cuando llega se le percibe en todas partes, pero, sin embargo, es imposible localizarla en un sitio exacto”. Sí, tal vez es el estado de ánimo fundamental del hombre, ese extraño ser que atraviesa el tiempo y en su lucha contra la Nada ha de hacer frente a dos pruebas inevitables: la de la duda y la del dolor. (Jünger). Pero prestemos atención a esto último, es interesante, pues y aunque nos sea imposible localizar la angustia en un sitio exacto, como afirma Jünger, lo que sí localizamos inmediatamente es su origen, en la duda, esa duda que es la desazón que alimenta y proyecta la angustia, así como el dolor/ o la razón del dolor que la causa, y que no son la razón de la angustia: sino la misma angustia.

Una angustia, que por supuesto tiene su (causa-de ser / la duda) y su (razón-de ser / anticipar - el peligro) pero nada que ver con la razón de permanecer en ese estado de angustia, y menos frente a la Nada, suponiendo que en ese estado se pueda acceder, ni siquiera inconscientemente a algo más que a aquello que causa la angustia, o al dolor que provoca: esto en la vida real —a menos que no nos estemos remitiendo a la realidad, o nuestra realidad se limite a lo afirmado en lo subjetivo de unos textos, claro está—. Y precisamente sobre esos textos, una vez elaborada la pregunta por la nada, trata Heidegger de responder a tal pregunta pasando y aportando de la angustia y la Nada algunas caracterizaciones donde, además, nos advierte que aquello que la Nada, descubre no es ni ente, ni objeto: «En la angustia la nada aparece “a una” con el ente en su totalidad»18. «En la angustia el ente se torna caduco» 20. Y a esta caducidad acompaña una especie de tranquilidad, de fascinación, o de «calma hechizada» 21, que Heidegger entiende como Nichtung, entiéndase: desistimiento, anonadamiento (La nada no atrae hacia sí, más bien rechaza, pero «en tanto que sentimos el rechazo de la nada, somos a la vez remitidos a lo que precisamente se escapa de nosotros, o sea, al ente en total (…) Es el escaparse de las cosas y el retroceder del Dasein lo que describe el funcionamiento de la nada. Heidegger ha llamado a esto «el anonadamiento de la nada» (cf. COHN, P., o.cit., p. 157). — R. ÁVILA, (HEIDEGGER Y EL PROBLEMA DE LA NADA).

Sin embargo, si yo fuese abogado protestaría, cuando de las frases anteriores «En la angustia el ente se torna caduco»/ «En la angustia la nada aparece “a una” con el ente en su totalidad»/ «Y a esta caducidad acompaña una especie de tranquilidad, de fascinación, o de «calma hechizada», y que Heidegger entiende como Nichtung (desistimiento, anonadamiento) sugiere ―así lo entiendo yo― un predisponernos / se nos dice lo que debemos ver, entender, sobre una experiencia que juzgo siempre será subjetiva (de él). Pero nadie puede hablar de la angustia / en la angustia, de manera objetiva, afirmando condición alguna de esta, en otro ser: por lo que ninguna persona puede hablar a otra de lo que es, o como es la angustia: su propia angustia, del otro, con cierta propiedad. En todo caso, lo que sí podemos afirmar todos con propiedad, es aquello que no es la angustia: no es tranquilidad, no es fascinación, o calma de ningún tipo (si no estás en algún estado conciencia alterado). Si acaso y obviamente, será algo más parecido a todo lo contrario: intranquilidad, terror, desvelo, agotamiento, temblores, inseguridad, por poner algunos ejemplos: a no ser que no hablemos de las mismas cosas, ni de la misma angustia, ni de las mismas personas, ni de la misma realidad, sin que todo ello ponga en cuestión el trabajo de Heidegger, lo que lleva a tomar en consideración primero ese predisponer, y luego, que la angustia (su angustia) no sea exactamente la angustia como todos la entendemos, y se deba a alguna razón, influencia (o predisposición) de la que, algo ya he dejado caer: un problema.

(18) Qué es metafísica?, en Hitos, trad. H. Cortés y A. Leyte, Alianza, Madrid, 101 (ed. alemana, 113).
(19) Cf. COHN, P., o.cit., parágrafo 155.
(20) Hitos, ed. cit., p. 101 (ed. alemana, 113). (21) Ib.

EL ESPEJISMO DE LA NADA / LA NADA Y EL HOMBRE / Jordi Maqueda / Aceuchal - Badajoz, 18 de Enero de 2023

Jordi Maqueda / EL ESPEJISMO DE LA NADA/ La Nada y el Hombre.

Palabras clave:
  Saber; La Nada; La Forma; Sócrates; Aristóteles; Conocimiento; Reflexiones; Teorías; Filosofía;


Este es un texto que complementa otro posterior donde está incluido, aunque considero apropiado, postearlo al margen,  para propiciar mayor entendimiento de todo el contexto. jordi maqueda

“En algún momento de nuestra existencia, y si tenemos suerte, es posible que nos encontremos en un callejón sin salida”, afirma Peter Kingsley, (In the Dark Places of Wisdom, 1999). En otras palabras, aunque se derivan estas de las suyas: si uno tiene suerte o se lo propone, es posible que aceptemos el desafío y elijamos ese camino difícil que finalmente nos lleve a una encrucijada mayor, donde ninguna de las aparentes opciones pueda satisfacernos… y ante lo que se nos muestra delante de nosotros, sospechemos, “que el camino que vemos la izquierda lleva al infierno, el camino de la derecha lleva, igualmente al infierno, que la carretera que tenemos delante lleva al infierno y que, si damos la vuelta, terminaremos en el infierno”. Entiéndase, ese lugar y momento a partir del cual, de todos los caminos advertimos llevan al mismo y a ningún lugar (a nada: o a la Nada), sin otra alternativa que enfrentar, superando esta situación. Es justo en ese lugar y momento, cuando uno, y si antes comprendió a dónde y por donde iba, pero sobre todo: que lo movía y cuál es su destino (el Ser, y no la Nada),conseguirá despertar, aquello olvidado que ni podíamos imaginar (y nos habia sido sustraido): la  propia luz que nos ilumine aquellas sendas antes oscuras: poder ver sin mirar, y a la vez entender más allá, sobre los límites mismos de la razón y los sentidos. ¿por qué? ahora esta introducción…  a medias de apercibimiento, a medias de motivación / a medias de Kingsley,  a medias mía... es normal que lo preguntemos, no en vano las personas somos los únicos que parecen hacer algunas cosas sin motivo alguno, o pensar cosas que no tienen ninguna razón o sentido: espero que esta: mi razón y el sentido lo encuentren a estas palabras, en el texto que  sigue...”

E.Trías insiste en que una filosofía o filosofía del ser (ontología) que se distancié sobre el extraordinario desafío que la Nada nos propone, no puede acreditarse como tal filosofía. Por lo tanto, hemos de pensarla se nos dice, pero ¿por qué? Si prestamos atención a lo que Trías luego nos dice, veremos su agudeza al abrir una nueva vía que nos alumbrará, al proponer este pensar ‘la Nada’ no como un fin, sino como un volver a pensar, ‘re-pensando la Nada’ como vía de, o hacia el conocimiento / hacia una frontera o límite (limen que Trias ya había transitado, y al que nos invita), donde puede ‘comparecer’ la Nada, pero que yo llamaré mejor: ‘espejismo’ de la Nada, espejismo que se debe superar del todo, a través de este nuevo re-pensar, entendiendo este ‘re-pensar la Nada’ como un crecimiento hacia un mejor pensar y saber mayor. Si bien, el término ‘comparecer’ precisa de aclaración en tanto a mi entender, pues entiendo ‘comparecer’ no como presencia física de la Nada (por supuesto) sino como un límite dado y expuesto a la mente, a superar por la razón; entiéndase: habiendo elegido la vía extraviada y errática de la Nada: un punto y seguido en el camino, donde habiendo llegado a este, entendemos aquello (presente… que no-es) superándolo; como en el desierto el sediento, sin prestar atención al espejismo, y manteniendo la razón y el sentido, prevalece sobre cual ardid que la esfinge propone, alcanzando, así finalmente el pozo y su destino. Entendemos, por tanto: una “frontera o límite" (o mejor sería decir: una encrucijada a la razón) que se debe superar por medio del entendimiento, a través de este ‘re-pensar la Nada’ / en tanto a un espejismo de la mente, que nos desvía el rumbo y la atención, atrapando  la razón luego entre etéreas e infinitas redes.

Llegados a este punto, y modulando la señal que se nos envía, podemos entender qué quiere decir Trias, en tanto, que si hay tal cosa como el pensamiento es, justamente, por el reto y envite que la Nada, y llegados a ese límite propone: un punto y seguido para algunos (mi caso), para otros (aquellos que se quedan en la nada) final del camino. Luego, igualmente, extensiva esta reflexión es “en relación al propio lenguaje, o expresión lingüística de todo pensamiento, pues de igual modo al superar la Nada, se supera el escollo que supone el lenguaje frente a esta. Se propone, por lo tanto y de este modo el transitar (la senda extraviada y errática de la Nada) como aquello mismo que trae la posibilidad para que prospere la inteligencia, emergiendo de su modorra que, precisamente y ante el problema que propone la Nada, “permite el salto del ensañamiento preconsciente donde dormita, en la escala de la vida, la inteligencia", hasta la plena efervescencia de esta, y superar ese escollo que es la Nada supone y propone cuando pensamos el ser. Pero y aclarado ya este punto, donde la Nada no es nada, sino un mero espejismo a los sentidos surgido de la mente, y que se muestra a la razón habiéndose de superar: ahora, nos preguntamos nosotros, realmente ¿su cuestionamiento hace posible la inteligencia? “Quizás”, o mejor dicho: “quizás toda inteligencia sea, ante y sobre todo, inteligencia de la Nada o relativa siempre a esa Nada, en la que parece hallar su propia condición de surgimiento” (E.Trías).

Así, y desde esta nueva perspectiva, el proyecto observamos parecería estar más allá incluso de aquello que no-es: de la Nada, y más vasto por tanto será al ejercicio de pensar, pues se trata de superar la idea o “el espejismo” en nuestra mente, de "la Nada", de lo que no-es, e ir mas alla: en busca del Ser. Pero, la cuestión ahora sería, antes de seguir, es necesario ¿debemos examinar de nuevo la Nada? ¿hacemos bien adentrándonos en el universo de la nada, aun cuando esta no es real? entiendo que si, por supuesto, es la razon por la que ahora me encuantro aqui: debe examinarse «en sí y por sí» individualmente, pero no solo, y como afirma Trías —si queremos alcanzar los mejores matices de su naturaleza— sino, igualmente, si realmente ambicionamos alcanzar y probar a ver, hasta dónde nos transporta en este re-pensar la Nada… superándola: desde nuevas y, por qué no, también olvidadas o rechazadas perspectivas. Pues de esa misma inteligencia, probarla, ‘quizás’, primero esté en entender y discernir qué es verosímil y qué no lo es (qué es verdad, y qué lo es para la δόξα, doxa). De modo que sí, entiendo debemos recoger el guante que se nos arroja e ir más allá, incluso, en el sentido que se pueda llevar a culminación el proyecto fallido de Heidegger, como insinúa Trías: aunque esto último: deba coger el guante (de heidegger) ¡el que pueda! más que quien quiera: que no soy yo, ni tampoco puedo, ni es este el caso.


((Doxa)) ese mundo siempre cambiante y relativo de la opinión y del “me parece que”, como cambiantes y relativas son las opiniones ―Tanto conocimiento icónico (o sistema de comunicación que trata de representar la realidad visual que nos rodea, a través de logotipos, a través de las imágenes y en sus elementos más evidentes, los colores, las formas y las texturas entre otros); como el conocimiento de los objetos sensibles, obtenido a través de los sentidos – o conocimiento sensible- que genera opiniones, conforman el mundo de la doxa.― y que no solo es aplicable a los medios de comunicación o las redes sociales, como algunos puede suponer... viendo dónde esto nos puede conducir.


REPENSAR LA NADA / LA NADA Y EL HOMBRE / Jordi Maqueda / Aceuchal - Badajoz, 18 de Enero de 2023

Jordi Maqueda / REPENSAR LA NADA/ La Nada y el Hombre

Palabras clave:
  Saber; La Nada; La Forma; Sócrates; Aristóteles; Conocimiento; Reflexiones; Teorías; Pensar, Sustracción, Poesía, Aprender, Enseñar, Representación.


Pensar al igual que todo aquello puesto en cuestión requiere ser visto desde sus diferentes aristas, pero sobre todo, requiere de un aprender en sentido general, pues si bajo la tradición, el pensar ha sido comprendido como lógica y, en la modernidad como un representar, el camino del buen pensar  aquel del que hemos sido sustraídoses el que se retoma desde el origen mismo de la filosofía. Por ello es preciso recuperar la pregunta original por lo más grave, por lo que merece ser pensado, asintiendo, también, a la comprensión de una razón y un espíritu pensante que nos pongan en camino hacia lo más digno de ser pensado, el ser como presencia, y que desde nuestra misma constitución como seres racionales, se nos ha sustraído.


«Estamos encaminados en el pensar hacia la esencia del pensar. Estamos en camino y venimos por tales caminos desde un pensar cuya esencia parece estar y agotarse en el representar».
(Heidegger, 1964: 47)

Heidegger afirmó: «La piedra de toque más dura, pero también menos engañosa para probar el carácter genuino y el vigor de un filósofo está en si él experimenta en el ser del ente, al punto y a fondo, la cercanía de la nada. Aquél a quien esta experien­cia le esté vedada quedará definitivamente y sin esperanza fuera de la filosofía»— Heidegger. Pero no podemos citar a Heidegger, sin remontarnos, antes a Nietzsche, que había señalado algo parecido años antes: «Pensemos ahora esta idea en su forma más terrible: la existencia tal cual es sin sen­tido y sin finalidad, pero volviendo constantemente de una manera inevitable, sin desenlace en la nada: 'el eterno retorno'. Esta es la forma extrema del nihilismo: ¡la nada (el sin sentido) eterna!». Lo cierto —y quiero hacer aquí un breve paréntesis—es que después de Friedrich Nietzsche ya nada fue igual en el pensamiento occidental. Su crítica radical de la filosofía anterior a él, su vitalismo y lectura emblemática de la antigüedad griega revelando a Dioniso como el dios que explica al hombre moderno; su idea del eterno retorno; la noción de voluntad de poder como anhelo fundamental del ser y tantas otras intuiciones apotegmáticas (aquellos dichos o frases breves y proverbiales) de contenido moral e inolvidables, hacen de su obra una de las más influyentes del pensamiento universal. Y otro tanto podemos decir de Martin Heidegger.

Luego Nietzsche a través de sus escritos, pero y sobre todo debido a Heidegger con su particular visión filosófica,«Que Heidegger es algo grande y que puede meternos a todos en el bolso, lo creo también a causa de su libro. Antes no lo sabía, o es que veía sólo los efectos, esto es, su gran influjo sobre la generación joven »  [Edith Stein], centraron el debate filosófico del siglo XX, y podríamos decir que siguen haciéndolo en buena parte aún hoy, al dirigir todavía la atención y en gran medida al problema de la Nada en las nuevas generaciones. En Nietzsche, casi todos los temas fundamentales de la filosofía confluyen, si observamos sus últimos años, en uno solo y fundamental: el nihilismo, y Heidegger se reconoce en esta atención sobre este: «para el pensar, la esencia del nihilismo es el enigma» [Nietzsche]. Pero del mismo modo que ellos en su tiempo, nosotros también hoy podemos reconocer en este nihilismo un lugar común, una sombra que nos acompaña dondequiera que nos desplazamos. «El más inquietante de todos los huéspedes»: lo llamó Nietzsche. Así pues, la experiencia de la Nada se encuentra en estos dos autores —Nietzsche y Heidegger— ligada a la experiencia, igualmente, del nihilismo; y según ambos, y de alguna forma, en nuestra cultura y en todos nosotros.

Sin embargo, y ahora dejando por el momento de un lado el nihilismo en en Heidegger (que lo rechazó, por cierto) y en Nietzsche, pero, observando las publicaciones: artículos, papers, libros de estos últimos años por académicos, profesores y estudiantes de filosofía,  podemos afirmarasí lo afirmaba igualmente E.Trías, en unas palabras muy semejantes a las que pronunció Heidegger en su día —, que la filosofía, al menos en nuestros días, es en buena parte ese pensamiento de la Nada… [“o se atreve a avanzar alguna proposición relativa al inmenso descubrimiento parmenídeo de esa nada, o ‘aquel’ no accede a su pretensión de constituirse como pensador, y menos a un desarrollar una auténtica filosofía”.../... “Una filosofía prueba su temple, su valor, su poder en esta prueba a que le somete la necesidad de hacerse cargo de la nada” (E. Trías)]. Lo cierto es, que por mucho que el propio Parménides entendiese, e insistiese, en la cuestión de la Nada como aquel asunto que bajo ninguna circunstancia podía ser acogido por el pensamiento y el lenguaje (invitándonos a hacernos a un lado), esta no ha dejado antes, ni ahora tampoco, indiferente a nadie que se aproxime o la tome a estudio, incluidos destacados pensadores, entendiéndose de ello, la Nada, como “lo que se debe considerar, de alguna forma, ya desde el comienzo del pensar” (Heidegger). 

Pero el hecho que tantas personas se precipitan  hoy a escribir (de diversas formas o dar sentido) sobre el descubrimiento parmenídeo (1) —incluso, después que Parménides rematara finalmente el asunto dando por cerrado y resuelto—  nunca cambió, ni cambiará la realidad del hallazgo: la Nada no existe, no puede existir. Sin embargo, su descubrimiento (y por tanto: tratamiento)  aún, y siendo de aquello no existente, no ha sido cualquier cosa dada a los hombres; pues los agujeros negros del cosmos parecen miseria comparados con aquellos surgidos de la propia razón, donde más que lagunas oscuras y profundas, tienen la capacidad de atraer e instrumentalizar, destruyendo personas, además, de enfrentarnos a una inexistente Nada, tomándola en consideración. Una Nada, que estudiaron antes y hoy consideran muchos; pero, una Nada que principalmente encuentran ,solo aquellos que se dejaron ‘encantar’ o cayeron en la duda, y habiendo buscado a todo un sentido racional, buscaron también sentido donde no lo había…  justo en aquello que no lo tenía. 

Sin embargo, [“Negando y rechazando el sendero que conduce al pensamiento por la vía extraviada y errática de la nada, Parménides, abrió la brecha de esta proteica cuestión, quizás la primera y más genuina cuestión ontológica… /… Pues una ontología que se precie de tal tiene la obligación ‘sine qua non’ de abordar y profundizar en esa cuestión que el no-ser, (la Nada), le plantean al pensamiento” —E.Trías]. Luego, no es de extrañar, que las nuevas generaciones de estudiantes, licenciados y profesores de filosofía no dejen pasar la ocasión de darle una vuelta, volviendo al tema, pues parece, en palabras de E.Trías, que [“o se piensa la Nada, aunque sea para decretar su carácter de algo consustancialmente impensable, o no hay pensamiento alguno que valga la pena, ni por supuesto pensamiento filosófico”] recordándonos, de nuevo palabras de Heidegger. Pero… recordemos aquellas otras ya lejanas en el tiempo, en las que Parménides no en vano advertía: [Pero (lo que) nada (es) no es (para ser). A estas cosas te ordeno poner atención, pues de esta primera vía de investigación te (aparto). Y luego también de aquella por la cual los mortales que de nada saben, yerran, bicéfalos, porque la inhabilidad en sus pechos dirige su mente errante. Son arrastrados. Sordos, ciegos a la vez, estupefactos, una horda sin discernimiento. Que considera al ser y no ser lo mismo, y no lo mismo. La senda de ellos es revertiente, pues jamás se impondrá esto: que cosas que no son sean. Tú, empero, de esta vía de investigación aparta el pensamiento”. ― (Poema de la Naturaleza, Parménides]. Recordar, aunque sea como breve nota, que la interpretación de una revelación únicamente se debe al quién es revelada, si puede y es posible) ((hablaré más adelante del sentido o no, revelatorio de las palabras de Parménides: dónde y cómo encuentra esa nada primera: no ser, y que encuentro un tema  muy interesante por cierto)(1) .

1- [Parménides debe su reputación como inventor de la lógica a un poema que escribió. Aquí ya hay algo extraño. No tenía ninguna necesidad de escribir poesía. En su lugar, bien podría haber optado por una árida prosa. Es cierto que durante mucho tiempo se lo ha despreciado por ser un mal poeta. Pero esta opinión se basa en el puro prejuicio. Se remonta a una vieja creencia, formulada por primera vez con cierta claridad por Aristóteles, según la cual la lógica y la poesía no tienen nada en común... y si a alguien comprometido a encontrar la verdad se le pasa por la cabeza convertirse en poeta, el resultado será un desastre. Pero el hecho es que el poema de Parménides no es ningún desastre. Unos pocos académicos contemporáneos han intentado acercarse a sus escritos con una mirada nueva y han comprendido que contienen algunos de los versos más hermosos y sutiles jamás escritos en cualquier lengua, incluida la griega. Es más, el desprecio que ha merecido Parménides como poeta se basa en el supuesto de que la mayor aspiración de la poesía es entretener. Sin embargo, el poema de Parménides servía a un propósito muy distinto, como veremos.]- Realidad  / Peter Kingsley.

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