DEL INSTANTE UNO




1-.Del Instante Uno después—.  2-.la vida—. 3Libres en el instante, o prisioneros del eterno presente .  4-. Pero ¿Qué es el instante?—. 5-.Prisioneros para siempre del eterno presente. 6- La curiosidad Superficial, La Distracción: Y La Mente del Mono. 7-El peligro de escuchar a todos y no escucharnos a nosotros mismos—.8Mediocridad y Redes Sociales—.

1- Del Instante Uno después—.De la guerra (después) lo que te puedo decir es-que Hay una tormenta en los cielos (k) debajo de la ciudad no duerme y que Soy de antes i-de Lo después de ella (el hijo de unos padres que desconozco /a favor de otros que me criaron y unos abuelos que vivieron y sufrieron no solo la guerra sino su hambre / Luego allí donde he viajado y lo mismo aquí miro ϔ veo sino de ella de aquello sus consecuencias / como el pulso de muchos la integridad se debilita derivando en tierra seca / que prende el combustible de las pasiones donde los fuegos de la codicia se expanden Y de la penuria luego no lo el predominio de la corrupción i-o la envidia que-es lo mismo y antes del egoísmo→ la disposición de algunos al fanatismo que amplifica después esas llamas Y de ellas→ el Hombre / siempre el hombre y en general / hablando (en opiniones de todo y de otro lo de la nada (que después le genera conflictos aunque (en realidad no lo sean) ni tampoco le den (i- solo por culo) / pero de la palabra ni Pan para su casa (después) el que de la mano de otro siempre está en una guerra luego de todos (i-o de lo mismo hoy por televisión) / ¿Progresamos? No lo sé→ ’la guerra es padre de todas las cosas’― decía Heráclito / que dicho de otra manera del padre o de la guerra “el fuego es / en efecto→ el elemento primero (o de un principio no lo mismo la catástrofe del un fin / luego otro principio→ no como al inicio de todo antes) luego de todas las demás sustancias que son de su fuego /de la llama luego→ ‘el cambio’ permanente en el devenir de un mundo regido de acuerdo con lo que Heráclito denominó el Logos (o verdad que Luego no lo-es / ni-es lo mismo pues i-o de la misma forma después las maneras de la razón (del sofista→ que de la palabra antes y luego su discurso después-hoy cualquier "discurso" o expolición hacemos (del método de uno antes-ahí luego otro de un texto / de él y la explicación de aquel•lo mismo y tema que no ilumina o dice nada (mas) el que no-es-ahí (lo mismo del complemento ausente no igual del nombre lo de su experiencia) Σs decir ‘amigo’ que mejor es callar de Aquel-lo que (dicen otros de n que no se conoce de uno mismo de la experiencia antes y (de abajo antes uno ir) de vn→ nombre en un texto i luego prender negro sobre-blanco la llama que después ‘no podemos’ I-Del sol igual / que de ese instante antes detrás I-del horizonte luego→ él I- la sombra de uno (después) atrás i del horizonte a la puesta y del sol a...

2-.La vida―.

Entiendo la vida de una forma “crítica” y, de algún modo, la reflexión e incluso en ocasiones la denuncia, han sido formas con las que he aprendido a afrontar el presente, enfrentando así la realidad que nos ha tocado vivir: el drama y las tragedias que se dan en el mundo: principalmente, a causa de las Guerras, Desastres Naturales, el Hambre u otras Monstruosidades.

Pienso, que hablar de estas cosas, algunas terribles, que acontecen en nuestro mundo es, igualmente, un modo i ejercicio moral de denuncia hacia quienes las provocan e incitan, al tiempo que abrimos un canal al mundo a todos los olvidados, derrotados, enfermos y los desplazados que lo perdieron todo (i presentes o no), en definitiva: a los abandonados y huérfanos de nuestra tierra, de los que soy uno de ellos. Además, reflexionar en torno a éstas u otras materias no precisa de grandes saberes previos (es decir→ basta del acto moverse en el mundo y mínima empatía para con los demás.

Luego son pocas las ocasiones, que dudo de la utilidad práctica de lo que pienso, más allá, claro está, de lo que supone para mí mismo. Ignoro, incluso si alguien lee algo de lo que escribo y publico; aún así, prefiero escribir a rumiar para mis adentros; dado que esos mismos pensamientos, expresados en palabras, se desahogan y ordenan así mismos hacia (o desde uno en lo de fuera i-de la idea  moviéndose I-de aquello de uno la experiencia luego adentro ( en la cocina i de lo de casa igual rumiar) lo después afuera i de un texto) Pues, por encima de pretender mostrar nada o camino, está la intención de encontrar el mío Y Sería por completo un iluso si pretendiese, como hacen otros, con solo palabras ayudar, educar, instruir, dirigir o salvar a nadie. No hallareis pretensión alguna aquí de las palabras→ cuando no puedo ni salvarme de mí mismo Y en todo caso saber: no existen palabras o libros que ayuden por si mismas i solas a nadie, sino es ayudándose (él → de sí mismo) y de moverse hacia las cosas i personas o actos que le causan presión (desahogandose i ser uno de sí mismo luego de ellas / uno de lo (después i aquello / luego una experiencia i de sí mismo aquello) en otro lugar / es decir→ moviéndonos igual y cuando es necesario / o se nos precisa de la misma experiencia). Por tanto, la idea de estos textos no es otra que expresar y compartir de lo después experiencias locas i antes solo ideas: que luego del pensamiento de uno i moverse de ellas son (eso luego de lo que podemos hablar desde antes nuestras inquietudes luego experiencias.

Por lo Además: la humanidad ya está—y con ella el mundo entero y todos nosotros— (entiéndase → desde la propia naturaleza i los miedos que nos conducen irremediablemente al fuego que devora todo a su paso ignorando en su esencia de un principio el propio fin. Sin embargo, en el tránsito de su condena, como Sísifo en la suya, el individuo, también puede encontrar momentos de reflexión, lucidez y a veces, incluso de alegría Y fiesta de amigos entre todos i-de troncos i piedras entre lagartos i en el desierto→ una roca).


3- Libres en el instante que es-ser→  Lo /- luego de preso Y despues eterno en un tiempo concreto /-de antes presente de aquel otro e instante al atardecer de un nuevo amanecer que jamás ha sido cuestionado pues "se vive en el instante que respiramos pues somos hijos de cada respiración y quién desconoce esta realidad está perdido o mejor será decir→ condenado Y Tanto es así que sólo desde ese preciso instante podemos observar i-del horizonte el pasado un futuro sintiéndonos en él consecuencia y origen a la vez del devenir Y precisamente es-ahí el privilegio (la cualidad del momento – de un instante en él) que otorga en tanto a-ser de la prerrogativa luego del proceder en el ahora→ en el medio sobre el que se organiza como resulta de todo movimiento i corriente de1 pensamiento de uno igual no de otro i-o en ese “instante” no siempre bien atendido luego (debido a distracciones) pudiendo caer después prisioneros del siempre i-o→ eterno lo mismo y presente de los otros – que nos quieren-ahí (por todo el tiempo) acechando de prestaciones y prestos ellos igual a prestarte desde cualquier lugar a la posibilidad o-de no-ser de nosotros (uno) del impulso e ir moviéndonos luego de ahí, a cualquier otro lugar i lo mismo después-ahí→ de ser a otra vez volver ser del instante i- Lo que se mueve antes i después en otro lugar)

 4-. Pero ¿Qué es el instante?—.Bien: “nada es sin el devenir (antes de un lugar concreto i después fuera de él i del lugar en otro estar-ahí donde i de uno mismo antes se asignó lugar de un itinerario concreto / mas i cuando ningún proceder o pensamiento después ya resulta útil lejos de aquel acto primero i requerido (entonces a su tiempo del instante luego) a ser I-de uno del instante ‘aquello’ de un pensamiento después i moviendo-seRLo de aquello i lo mismo de antes (del instinto adelante i-del sol al amanecer) Luego nos preguntamos por el instante y lo hacemos (como de lo ajeno) y por una razón (a razón de no ser de él) y quizá antes debamos concebirlo no como lo que parece que-es, sino como lo que-es i-lo (después) de aquello que supone tomarlo antes en consideración y en tanto a categórico-I Pues no precisamente parecer fácil agarrar de la idea que pretendo este escrito i quizá más obvio i descrito a través del prisma de la poesía o la mística ( pues en occidente, instante, refiere lo fugaz inasible) pero igualmente i- de manera fugaz ha sido tratado i-de lo poco referido menos entendido aún en carácter (o condición→ Lo después i determinante-de este) si bien es Borges quien nos lo dibuja mejor en un poema, mejor lo definido se entiende en lo de el i al final de su vida (en ese lenguaje tornasolado que desvela lo sereno, y a la vez lo terrible i no dicho) de cuanto supone cada instante de lo dicho lo no hecho/o de otra manera i sin sol→ “El presente está solo. La memoria erige el tiempo. Sucesión y engaño es la rutina del reloj. El año no es menos vano que la vana historia. Entre el alba y la noche hay un abismo de agonías, de luces, de cuidados; el rostro que se mira en los gastados espejos de la noche no es el mismo. El hoy fugaz es tenue y es eterno; otro Cielo no esperes, ni otro Infierno”. (Borges - el instante (Buenos Aires, 1977). Mejor Borges que cualquier explicación ¿cierto? Si bien, nos refiere Borges la vida colmada de esos pequeños instantes, igualmente nos advierte: hemos de tener cuidado, pues son determinantes estos: “los debemos atender con atención y premura”, El hoy fugaz tenue y a la vez -ahí eterno donde otro Cielo no esperes, ni otro Infierno” Y sobre todo aprovechar, para luego no lamentarnos “Al atardecer, cuando las cosas más cercanas ya se alejan de nuestros ojos, así como el mundo visible se ha alejado de mis ojos, quizá definitivamente (Borges- la ceguera 1995 / i después a posteriori)

Aunque, quizá es en la espiritualidad es donde encontraremos más aspectos y definición más detallada a nuestros intereses i- de lo que representa o supone el instante→ como determinante. [La filosofía oriental, mal entendida o desatendida por largo tiempo, desde hace poco más de un siglo ayuda al pensamiento de occidente a platearse situaciones —preguntas y respuestas— de otro modo i desde otro lugar, desde donde quizá poder discernir y mejor entender aquello que pretendemos tanto entender cómo explicar].

Existe una doctrina de los «tres mil aspectos contenidos en cada instante vital»: un principio postulado por el maestro T’ien-t’ai (Chih-i) El término «cada instante vital» denota la vida de uno, tal y como existe instante a instante I-El principio enseña que un momento determinado de la vida incluye tres mil estados posibles, por tanto, la vida a cada instante, contiene posibilidades para ser ( lo después i-de la experiencia o contacto de otros estado de materia i ser(es del entorno más eficiente (de cada acto i relación un punto de contacto i en concreto ser (de la misma forma de otra manera ser ( i eso en ella de la relación) luego más eficiente en i con el medio ahí lo mismo ( i de unos seres antes hacia otros) i lo después i-que de la experiencia i de la idea que la inspira o moverse de ella ( el árbol i de la vida de todos en relación con el) que para bien o para mal adquirieren igual mayor potencial de las relacionas de el con el medio de horizonte más amplio hacía al supervivencia i potencial del individuo / luego la especie la vez i de las personas lo mismo no igual / i me explico→ de una planta las raíces / no una raíz / abarca i se relaciona (de muchos puntos que son experiencias del entorno abajo luego arriba proyectada en una dirección la forma del árbol de un tronco hacia muchos puntos todos en relación 8 las hojas i ramas) a arriba que igual abajo del entorno es (de 2 medios medio distintos 4 elementos del mismo horizonte (tierra agua luz i aire)

Pero quizá sea en la mística sufí, donde encontramos más desarrollada la explicación: el significado, y respuesta a nuestra pregunta.

En la lengua árabe existe una palabra que significa igualmente tiempo, momento, o instante. Esta palabra es (Waqt). Pero es en el sufismo donde el término ha sido considerado (adquiriendo su carácter más preciso) utilizado, no para designar una cantidad o medida de tiempo, sino más bien para referirse a “la cualidad del momento” o instante. En ese sentido, al sufí se le conoce como hijo del instante: "El presente es un océano de maravillas extraordinarias cuyas olas son instantes que se suceden. ¡Tú que conoces a Dios!, no dejes escapar sus maravillas al ignorar lo que hay en él. Si se te escapa, no cumplirás como debes con Él, ni le darás el valor que se merece" [Abd ar-Rahmân al-Jâmî, op. cit., p. 64.]. Se entiende perfectamente: a cada instante la creación es renovada, pero observemos lo más importante: ésta jamás se repite (los instantes sucesivos son únicos y representativos de cada momento, nuestros momentos (al observarlos), aislados en el tiempo como "una concreción fugaz de la eternidad" (Abd ar-Rahmân al-Jâmî, Los hálitos de la intimidad). De manera que a cada momento-instante se manifiesta un aspecto diferente de la divinidad (al sufí): "Cada día, Él está en algún asunto" (55, 29) – dice el Corán; y por ello hay que atender presto al instante. El derviche es, pues y en palabras de al-Qushayrî, aquel que "está ocupado en lo que más conviene a su estado (místico) y está presente (presto a reaccionar) a lo que se exige de él ahora" [Abd ar-Rahmân al-Jâmî]. Pero este no es un estado exclusivo del derviche —si bien él lo entiende mejor— nosotros igualmente, debemos entender y podemos aprender de esta actitud frente a la realidad del instante: que Dios puede estar, sino está en todas partes; o bien, extrapolar sise quiere, esta forma de ver y mirar y reaccionar al mundo, al modo occidental: prestar atención a la realidad, al instante y no distraerse de in mediato hacia otro lado ni demorarse: centrarnos en aquello que nos insta, en el mundo y frente a nosotros, a actuar.

Espero con esto haber dejado sino despejado del todo, sí más claro lo que quiero decir con el instante: el privilegio del instante. Pues de lo que se trata ahora es de centrarse en aquello que nos distrae con sus destellos de luz y amenaza con hacernos prisioneros para siempre del eterno presente. Privándonos de la experiencia pura: nuestra experiencia y crecimiento en el mundo.

5-.Prisioneros para siempre del eterno presente —.Cuando se sufre pérdida de memoria a causa de demencia senil, o enfermedad de Alzhéimer uno queda, para siempre, prisionero del presente. Paulatinamente se van borrando la memoria y las ideas hasta desaparecer uno mismo: sin pasado o futuro que nos determine de manera reflexiva, se permanece en un cuerpo latente expuesto y determinado por el presente, siempre cambiante que nos determina y por lo tanto determina nuestra existencia, condicionada por el resplandor de un presente que nos reclama —como la luz ultravioleta reclama del insecto su atención, distrayéndolo de su labor hacia ella—. Esa es la enfermedad y el problema del presente perpetuo que impide vivir como una persona autentica, y termina extinguiendo la vida, pues de igual forma que la deslumbrante luz ultravioleta extingue al insecto, en ese presente perpetuo, el yo pronto habrá desaparecido.

6-La curiosidad Superficial, La Distracción: Y La Mente del Mono —. Por naturaleza —afirma Aristóteles— tienen todos los hombres deseo de saber; saber, por ejemplo, de una cosa. Y, por naturaleza, igualmente, casi todos necesitan hoy que alguien esa cosa se la explique, por ejemplo en youtube. Y es precisamente en la explicación, donde perdemos aquello más genuino de todo conocimiento. Pues saber, en su conjunto, y resumido en una sola palabra es: entendimiento; facultad esta que habrá de adquirirse por el examen propio de las cosas a partir de experiencias sensibles —también llamadas impresiones— y la información que estas últimas le ofrecen al juicio, respecto de las primeras— procurando llegar a conocer y, consecuentemente, a su producto: el conocimiento: y, no hay conocimiento de una cosa en su explicación; es decir, aquella que, por ejemplo, en una conferencia nos ofrecen otros de ella, esto es: “una conferencia que pretendiera hacerles creer a Uds. que entienden algo que realmente no entienden y satisfacer así, por naturaleza, aquello que Wittgenstein —introducción a su conferencia sobre lógica — considera, "uno de los más bajos deseos de la gente moderna" es decir, la curiosidad superficial, acerca de los últimos descubrimientos de la ciencia". La curiosidad procura un saber, pero tan solo para haber sabido. Es un saber instrumental movido por la vanidad. Se busca conocer para poder participar en (la sociedad) o para obtener un cierto estatus social. La curiosidad es el estado que caracteriza al hombre moderno, informal y mediocre, ávido de noticias, maravillado por la “innovación” –nos dice Heidegger; quien, además, distingue la curiosidad del asombro o la “contemplación admirativa” o thaumazein de los griegos, que para Aristóteles y Platón es origen de la filosofía y que está asociado primero con un “no-comprender”, con la aceptación de un misterio y una apertura al conocimiento y, por lo tanto, al ser. (Los dos momentos constitutivos de la curiosidad, la incapacidad de quedarse en el mundo circundante y la distracción hacia nuevas posibilidades, fundan el tercer carácter esencial de este fenómeno, que nosotros denominamos la carencia de morada.)-Heidegger.

El asombro, que se caracteriza justamente por una intensidad de la atención hacia algo, por quedarse con un único pensamiento u objeto presente (y sondear este a profundidad, esperando sin violentar su manifestación) degenera –cuando ese asombro no es llamado por la necesidad imperante de conocer (de conocimiento)– en mera curiosidad (un de aquí para allá sin parar) que semeja más a lo que en la India llaman “la mente de mono”, que constantemente cambia de rama, persiguiendo cada cosa que se mueve o le inquieta, e incapaz de discernir o detenerse en lo que merece de veras la atención. Según Heidegger, entiende que “si busca lo nuevo, es solo para saltar nuevamente desde eso nuevo a otra cosa nueva". En este ver, mirar no busca una captación [de las cosas], ni tampoco estar en la verdad mediante el saber de ellas, sino que en él procura posibilidades de abandonarse al mundo. Por eso, la curiosidad está caracterizada por una típica incapacidad de quedarse en lo inmediato” en “el instante”.

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llegamos al un punto en el que la cantidad monstruosa constantemente estímulos e información –de lo nuevo y excitante–a la que estamos expuestos en la actualidad, es abrumadora, sobrepasando en órdenes de magnitud cualquier estado y exposición anterior del ser humano: las noticias, los datos, imágenes y sonidos y palabras, se suman en una anarquía y competencia total, de tal forma que cada nueva idea que nos llega expulsa a la anterior, antes siquiera de que tengamos tiempo de considerarla (apropiada, falsa o verdadera). Los peores horrores y las más aberrantes pesadillas llegan a nosotros junto a otras ideas estimulantes: las oímos, pero ninguna de ellas sobrevive en la mente más allá de unos minutos, antes de ser arrastradas por una nueva oleada de información que olvidaremos igualmente en una hora. Pero lo más alarmante de esta situación, resulta en que no solo es considerado por la sociedad un bien general o un derecho: (a “estar conectados”) sino, más una necesidad, como atestiguan nuestros jóvenes y no tan jóvenes. La distracción, viene así a reemplazar a la contemplación (madre del conocimiento). Las personas no detienen, ni profundizan en nada, sobre todo en nada relevante: explorándolo y explorando sus posibilidades: conociéndolo; sencillamente pasan el tiempo en pensamientos apenas concretados o reaccionando continuamente a estímulos que les llevan de aquí para allá: a nada concreto y a todo, nada constructivo, nada útil al individuo, simplemente se trata de entretenerse: distraerse, o dicho de otro modo: perder el tiempo, su único tiempo. La distracción se vuelve entonces premio final e inútil de la historia del ciudadano medio: mediocre que además: exige distraerse. No exige libertad, derechos, cultura, sanidad, mejores condiciones laborales (NO), cuando sale del trabajo, solo exige distraerse y se enfadará si no puede hacerlo (no se enfadara su precariedad laboral o lo mísero de su salario): luego, distraerse todos juntos es hoy la cumbre y el fin absurdo de la socialización. De este modo; la ambigüedad se convierte en el resultado último de la curiosidad superficial, que define la actitud que el ser humano tiene hoy con el saber de las cosas, adquirido a partir de sus distracciones y no por el conocimiento o estudio (sea cual sea el medio de este estudio) hoy acrecentado por el acceso indiscriminado a la información que “permite a cualquiera decir cualquier cosa, cuando se hace imposible discernir entre lo que ha sido y no ha sido examinado, contrastado a verdad y expuesto tras una comprensión auténtica”, produciendo una indiferencia generalizada (ya a nadie le importa la verdad de lo dicho o que se comenta) en tanto a un mundo, en el que “todo parece auténticamente comprendido, pero en el fondo o no lo está, o bien no lo parece, y en el fondo lo está”.

Pero, qué puede hacer uno, cuando a tantos les importa nada, al ver el punto a que se ha llegado; sobre todo en algunos aspectos de la sociedad, de la vida, o de esa cotidianeidad abominable que son las Redes Sociales, cuando ciertamente ya no interesa a nadie la realidad que acontece fuera, lo que sucede: la verdad, la realidad en el mundo y de las personas, más allá de cuando a ellos les afecta; y solo importa la desmaterialización del mundo (hacia el Metaverso) , para servir más a la distracción, lo conceptual, lo relativo y sin valor: a la fantasía (que toman por real) y alimenta el tejido de un cosmos creado para sí mismos; dentro del mundo que otros han creado para ellos; dentro, de una sociedad que han creado para todos; y ahí, encerrado, la felicidad (absurda) del ciudadano es absoluta: lejos de la realidad y del mundo; bombardeado por los medios, recibiendo, cuando no exportando, absurdeces y tonterías a cada hora, todos los días. Y lo más curioso, es cuando toca salir, e ir a lo real y concreto de sus vidas, pues la mayoría parecen perder su entusiasmo; quizá, porque la realidad es demasiado práctica, fría y dura como para entusiasmar el alma distraída que no puede encender su entusiasmo en aquello que no sea absurdo y tribal .

Si no levantamos la cabeza, esta lluvia abrumadora de estímulos perfectamente diseñados y pensados para mantenernos adheridos a la pantalla y a la información, nos hará prisioneros del un siempre eterno presente, perteneciente a una realidad distinta: otra realidad, que se pretende quieren, que hagamos nuestra. Esa es la enfermedad actual y también el problema que (que como el alzhéimer o la demencia) te aleja de tu propia vida, de la verdadera realidad, e impide centrarse en el instante: en el yo, y vivir como una persona autentica, en el mundo. Te olvidaras de todo, nada dejara huella. Estarás exiliado de la verdadera realidad, incapaz de actuar, “demasiado información a la que reaccionar” de todos los problemas del mundo. Serás enterrado por la información, lejos de todo lo que deberías hacer. Incapaz de elegir e intercalar la acción con lo real. Y mientras tanto, el mundo y planeta sigue rodando y muriendo como ellos: un poco más cada día; la realidad, el tiempo, la vida y las estrellas pasan, sin ser mínimamente conscientes de todo ello: allí, distraídos en su mundo de fantasía.

7-El peligro de escuchar a todos y no escucharnos a nosotros mismos—. De la realidad nada es más trágico que vivir en el absurdo de aquel sufrimiento que nacer conlleva de anhelar antes lo que no-es de sí mismo i propio de otros / luego consecuentemente no-ser en un mundo “este” donde después las penas prevalecen ‘siempre’ sobre las alegrías Y hablar de aquello igual (no propio i de lo mismo repetido antes de otros son→ luego de él las palabras / que son lamentos de una existencia condenada a desaparecer como única certeza.

Nadie dijo que la vida fuese fácil, ni tampoco que vivir digna y auténticamente fuese en ocasiones tan difícil. Lo que recuerda aquello de “nada que resulte fácil valdrá la pena”. Y esto me lleva a pensar en el modo de vida que llevamos, digamos fácil ―no refiero aquí las contingencias de cada uno, que las habrá― y, si esta “facilidad/comodidad” (todo organizado para que lo tengamos a mano, como la comida en los supermercados) vale la pena, en tanto y cuanto luego, esta misma forma de vivir, nos limita y dirige hacia qué debemos ser o hacer, privándonos, cuando no prohibiéndonos lo que nos gustaría (en tanto a la libertad individual) poder ser o hacer, llevándonos a este estado perpetuo de conflicto: lucha y disputa, desde el mismo día nacemos.

Sartre considera que no existe la naturaleza humana. Esto quiere decir que en nosotros no encontramos unos rasgos fijos que determinen los posibles comportamientos o las posibles características que podamos tener. Para muchos autores esta afirmación es exagerada: desde las teorías religiosas se defiende que el ser humano, tiene un alma y que ésta es precisamente su naturaleza; desde la biología se indica que nuestra constitución genética se realiza en lo fundamental del mismo modo en todos los seres humanos de todos los lugares y de todas las épocas. Sartre rechaza la existencia de una naturaleza espiritual o física que pueda determinar nuestro ser, nuestro destino, nuestra conducta. Para él el ser humano en su origen es algo indeterminado, y sólo nuestras elecciones y acciones forman nuestra personalidad. Pero si no existe una naturaleza común a todos los seres humanos, ¿por qué llamamos seres humanos a todos los seres humanos?, ¿en qué nos fijamos para reconocer en el otro a un semejante? Sartre introduce el concepto de “condición humana” que son los límites comunes a todos los hombres; serían los siguientes: 1. estar arrojado en el mundo; 2. tener que trabajar; 3. vivir en medio de los demás; 4. ser mortal. Todo individuo se ha tenido que enfrentar a estos hechos inevitables y ha resuelto de distintos modos los problemas vitales a los que conducen. Con estos cuatro puntos Sartre se refiere a la inevitable sociabilidad humana, a la inevitable libertad en la que vive el hombre y a la inevitable indigencia material de nuestra existencia, indigencia que obliga al trabajo y a las distintas formas de organización social que sobre el trabajo se levantan. Pero el hombre tiene la posibilidad de engañarse adoptando alguna forma de determinismo, esto es la mala fe, que es un estado de conocimiento y desconocimiento simultáneos. Por un lado se es consciente de la propia libertad, del futuro, que es lo que no es, y por otro lado, no se es consciente de que no se es lo que es, el pasado, así se enmascara la libertad y desaparece la angustia. La mala fe es un auto engañarse, mientras que la mentira es engañar a los demás

Y precisamente, es aquel "individuo" que en su disputa, sometido a la presión que supone vivir como proyecto, aún incompleto, cuando en ocasiones “cae”, pues es cierto que la existencia es el lugar del ser -en el mundo como “individuo” donde existe, pudiendo alcanzar todas sus posibilidad (un desarrollo personal) trazando metas e intentando cumplirlas. Pero en el mundo vive igualmente con los el "uno" (los otros), y puede llegar el momento en el que el ese “individuo en disputa” tras comprender su realidad que, por más que para muchos sea desatendida o pase inadvertida, tiene igualmente una “existencia” —más allá de aquello que es vida o, un vivir por vivir— también, se da cuenta de que no se ha creado a sí mismo, ni tampoco al mundo en el que se encuentra, sino que sencillamente está ahí (ahora parado e indeciso) sin un fundamento aparente o razón: sin motivo y, además, también se da cuenta (ahí-parado), de que “tampoco” ha escogido ser cómo es: una persona “un ente” que existe y que habrá de elegir unas opciones: posibilidades de vida y no otras, siendo en cualquier caso responsable de cuanto luego acontezca, dependiendo de aquellas, sus propias decisiones. Y es posible entonces, que ese “individuo en disputa” pase entonces a ser un individuo “en conflicto” consigo mismo; entiéndase: en disputa con la sociedad, por su libertad, pasando a estar en conflicto, no tanto dejando ya de creer pero sí, rindiéndose y gradualmente dejando de creer por encima de todo y de todos: en su libertad y experimentando esa ingrata sensación: el saberse abandonado a sí mismo: angustiado y escuchando lo que el “uno” (que no es ninguno y son todos) tiene que decirle; comenzando el entonces a disiparse en la mundanidad, en el dejarse llevar por el exterior, por lo que se dice, por lo que se piensa, por lo que no es nadie y son todos: la sociedad, sus estructuras que implantan lo que está bien y está mal, lo que se debe y no se debe pensar o hacer; corriendo entonces más peligro que nunca; peligro de dejar de vivir, o vivir propiamente; bien, porque no encontró, no escuchó, o dejo de escuchar su ser. Es por ello la necesidad inmediata de darse de baja, dejar de pertenecer, renunciar; enfocándonos en aquello que precisamos para iniciar nuestro peregrinar. Pues, y pese a no haber escogido (el individuo) ser o existir, y pese a no haber escogido todavía “su manera” de ser o existir, el ("ser que está ahí", el “individuo en disputa”) ha de saberse responsable de su propio camino, de su propio ser, tanto como si él mismo lo hubiese creado o construido; pues más allá de cualquier duda o contingencia posible, desacierto o incluso caída, comprende (tiene que comprender) que en existir y sólo en su existir se juega su ser: ser como decida él mismo ser o no ser, y no como otros decidan que sea.

.8- Mediocridad y Redes Sociales—. De lo que se trata pues, es de no distraerse: buscar al ser nos hará más libres, pero hay que ser animoso y buscarlo, por supuesto la angustia está ahí cuando nos cuestionamos al ser; sin embargo, hay que afrontarla y ser-ahí, preguntar, no sucumbir a una existencia inauténtica y baldía: no siendo un: no-ser, o (Das Man) ( el “uno” – “los otros”) al que la cotidianidad y mediocridad le envuelven y determinan, valorando lo cotidiano y mediocre haciéndolo fundamento de su vida, ni creer falsos infinitos: como que la felicidad es eterna, o el amor dura para siempre, pues cuando estos falsos infinitos fallan, te dejaran pedaleando en el vacío.

I
Hay quien opina, aunque yo no termino de coincidir “que en la ética venidera florecerá un idealismo, independiente de dogmas y apriorismos metafísicos" pues, pienso que de los ideales fundados en la experiencia social, sólo pueden reforzar la misma doctrina existente en esa sociedad, reforzándola si cabe aun más, y desterrando definitivamente todas las posibilidades de advenimiento de lo propiamente humano, que jamás sobrepasará a ésta, sino más sucumbiendo bajo ella. Sin embargo, coincido en la idea que los ideales, representan un aliciente a la función humana del pensar; y que un ideal no es una fórmula de ninguna manera muerta, sino algo a perfeccionar y probar; aunque, y para que sirva debe ser concebida en función de unas posibilidades factibles: dirigidas, no tanto hacia lo social, como lo debería ser hacia lo individual.

II

La modernidad se construyó sobre aquella idea de la invención del individuo, proponiendo que cada individuo, por si mismo fijase sus propias metas según su voluntad y deseos, alcanzándola luego de una manera natural, es decir, dándole sentido a la propia vida. Pero, este entusiasmo hacia un individuo emancipado y autónomo, que perseguía ideales siendo capaz de auto determinarse —venida entonces de la Ilustración y algunas filosofías románticas, como las de Nietzsche o Hegel; entendiendo, aquella noción de individuo como ser emancipado (que advertimos, por ejemplo, cuando Nietzsche exalta al individuo criticando duramente a la sociedad) —se ha revelado hoy como una obra en la práctica, utópica; pues, para que aquello ocurriese deberían ser los propios individuos dentro de las sociedades (a las que pertenecen y “sirven”) quienes, deberían tomar aquel ideal por suyo; pero, cómo convencer en algo o para algo a aquel ciudadano ya presa de la esfera social y bajo la influencia de “los otros”, que ha perdido su autenticidad; más, cuando luego observando el conjunto de la sociedad, encontrar ese individuo que piensa y obra por cuenta propia –rigiéndose por sus propios valores es casi imposible– resultando más que una hipótesis, un imposible.

El hombre moderno se encuentra “arrojado” nos dice Heidegger, inmerso por completo en su cotidianidad, capturado por una “sociedad” que el mismo ha deificado. Heidegger utiliza un término das Man, traducido como el “uno”, pero quizá se entienda mejor como “ellos”, “los otros” o la publicidad misma, la esfera social u opinión pública, en definitiva: la sociedad, donde el hombre moderno subordinado “inauténtico” y “Mediocre” es de entrada incapaz de usar su imaginación, para concebir ideales que le propongan incluso a él mismo, un futuro distinto al presente del que participa, y unos ideales, principios por cuales luchar. Cuando un filósofo, intelectual o pensador enuncia ideales, para beneficio de éste: el individuo (el hombre) o, bien para mejorar la sociedad en la que vive “humanizándola”, la comprensión inmediata de estos ideales: razones, le resultan más difícil de entender o asimilar, cuanto más se elevan sobre sus propios prejuicios y la charlatanería y locuacidad convencional reinante en el ambiente social que le rodea; y lo mismo ocurre con la verdad, cuando la opinión ajena únicamente es fácil de entender, para quien le concuerda (ésta verdad), con rutinas “sus rutinas” secularmente practicadas. es por tanto, muy difícil para aquel ciudadano medio, entender todo aquello que de múltiples maneras para su bien le sea expuesto, cuando su imaginación no pone mayor originalidad en el concepto y la forma que se le muestra. De ahí, que el individuo, el ciudadano, se vuelva sumiso a la rutina, los prejuicios y la domesticación; volviéndose parte del rebaño o colectividad, cuyas acciones o motivos no sólo no cuestiona sino que sigue ciegamente. aquí, es precisamente donde aquel concepto del ser, del hombre, que es pura posibilidad abierto a un sin número de posibilidades hacia fuera, se desmorona hacia adentro: colapsando, sucumbiendo; cuando encontrándose en el mundo (al sujeto) con los otros “ellos”, y “la sociedad” acabará indefectiblemente por definir lo que el individuo es, o será de manera particular, y terminando en lo que Heidegger define como una vida “inauténtica”, refiriéndose al respecto: (El uno [das Man, el ellos] despliega una auténtica dictadura. El uno, que no es nadie determinado y que son todos (pero no como la suma de ellos) prescribe el modo de ser de la cotidianidad).

III

La sociedad, o la ingeniería social, ha dedicado siglos a crear su “buen-ciudadano”: dócil, maleable e ignorante de la realidad. Un ser prácticamente vegetativo (que durante la semana se levanta, trabajar, vuelve del trabajo, recoge a los hijos, cena, ve la televisión y se va a dormir) carente por completo de personalidad y contrario a la perfección (propia o ajena): insolidario y cómplice de intereses creados que, lo hacen un borrego necesario del rebaño dentro de la sociedad. Una sociedad, que no es “nada ni nadie determinado” sino una abstracción deificada por aquel que la deifica y la convierte en su nuevo ídolo, centro y referente de todo significado, mostrándosele como normalidad y medianía, y al tiempo “medida de todas las cosas”, siendo referente interiorizado por el ciudadano, y tendencia en aquellos individuos dirigidos o tentados hacia la mediocridad y el aplanamiento de sus posibilidades de "poder ser" (ellos mismos) , pasando a ser-inauténtico (como los otros), o como mucho, una caricatura deformada e irrisoria de cuanto puede ser. Pero, ¿por qué elegir no-ser, cuando se puede ser?

La mediocridad, nace de la angustia del individuo, una angustia estéril propia de de saberse, en su caso, pero no encontrarse jamás; una angustia pues, que puede ser superada; siéndolo en dos direcciones, una de ellas estéril (de la otra fructífera hablaré en otro momento) cuando superando durante su camino esa angustia, no es capaz de constituirse y verse a sí mismo, ni crear un proyecto de vida propio e individual; entonces (dejando de buscarse, cansado o porque quizá no quiso o supo buscar-se) más temiendo la soledad que deviene, buscará la pertenencia agregándose al grupo, o rebaño social, para luego integrarse en subgrupos o “clases” (política, asociaciones, etc.) siempre, guiado por el hēgemon-social: a estas alturas ya es un conformista, que no hará nada por si solo), y que como otros no aspira a otra cosa que lo propuesto en las directrices que gobiernen la sociedad a la que pertenece, como por ejemplo: casarse y tener hijos, comprar una casa, coche, hipotecarse, consumir lo innecesario (donde encuentra paz y felicidad) adoptar una opción política existente (de las dispuestas). Luego, en su vida complaciente, este sujeto (desprovisto de su ser) se vuelve con el tiempo rufián y escéptico, un cobarde siempre malhumorado, crítico ignorante que jamás aprenderá a amar: pues quien no se respeta y ama a sí mismo, sirviendo a otros, se odia y odiará todo lo demás. (En la previa determinación de lo que es posible o permitido intentar, la medianía vela sobre todo conato de excepción. Toda preeminencia queda silenciosamente nivelada. Todo lo originario se torna de la noche a la mañana banal, cual si fuera cosa ya largo tiempo conocida) – Heidegger.

El sujeto encuentra en este punto cierta paz, pues la sociedad libera al individuo de la responsabilidad de definir por sí mismo lo que es, pero igualmente: de la aventura que implica el verdadero conocimiento, así como del misterio de la existencia. El “uno” (“ellos”, la sociedad) anticipará desde este momento, siempre, todo juicio y decisión de aquel, despojado todo ciudadano de su responsabilidad. El “uno” puede, por así decirlo, darse el lujo de que constantemente 'se' recurra a él”. Existimos por lo tanto, y a la vista está, en un mundo que aparentemente ya ha sido descubierto, definido y conquistado, por “los otros”; y una vez que nos amoldamos a él, podemos aflojar, dejar de angustiarnos y dedicarnos a ser entretenidos por las maravillas que produce la sociedad iluminada. Nietzsche es contundente: “¡Cuán acogedor, cuán amigable se vuelve con nosotros el mundo tan pronto actuamos como todos los demás actúan y 'nos dejamos' ir como todo el mundo!” (Genealogía de la moral). Por tanto el mediocre será culto y admirador de la cultura, tanto como se pueda concebir cultura la basura que admira; una cultura y erudición de masas, impuesta, dentro de las sociedades occidentales, que bajo un disfraz pseudo-democrático esconde una estructura totalitaria (instrumentalismo incrustado) al mismo tiempo que es un ente capaz de reprimir todo cambio cualitativo: una realidad, ésta, por muy pocos conocida; pero de lo que ya se advirtió hace más de un siglo sucedería (En este artículo me aventuré a predecir algunos resultados de los cambios políticos propuestos entonces. Reducida a su expresión más sencilla, era la tesis mantenida por mí que, si no se tomaban las precauciones debidas, a un aumento de la libertad aparente, seguiría una disminución de la libertad real. Nada ha venido después que modifique la creencia entonces expresada. Medidas dictatoriales, rápidamente multiplicadas, han tendido de continuo, por dos caminos diferentes, a mermar las libertades individuales. –EL INDIVIDUO CONTRA EL ESTADO –H. Spencer. A partir de la versión española de A. Gómez Pinilla (F. Sempere y Cª editores, Valencia s.f.)

Pero el “mediocre” no tiene idea del contexto en el que se desenvuelve; menos aún qué es cultura, pues no sabe ni entiende de ella. Identificando, por ejemplo, la música clónica y de un mismo patrón como cultura e, igualmente, con los cánones de belleza (o modas) que son igualmente ficticios e impuestos, y no se dan sino como producto de la ilusión creada —y quien vive de ilusión es un iluso— cuando el que exista un ideal, no desprecia que lo real, por el contrario de lo ideal, sea igualmente bello, aunque no admirado y deseado por este mediocre, que se sentirá más realizado imitando algo o alguien: un cantante por ejemplo; o bien, siempre le quedará la moda: llevando el mismo corte de pelo, barba o ropa que otros; contentándose con aquello que se le ofrece, pues no es capaz de interpretar otras vías de realización y aceptación que no sean las impuestas. Luego, posiblemente, buscará ideales de singularidad que le pretendan diferente: único, pero que le son igualmente impuestos, por ejemplo por medio del coche se anuncia (en la televisión- publicidad) que conducirlo hará de su propietario alguien diferente, cuando no es sino otro borrego más. Así, distinguimos a los mediocres fácilmente: unos acomodados y otros no tanto, pero todos dentro del rebaño: viviendo sin una voz propia, o se advierta de su existencia pues la sociedad quiere y piensa por ellos, y por tanto absortos en el consumo, y caracterizados principalmente por aquello tan banal y frívolo que llamamos: la habladuría, la curiosidad y la ambigüedad que antes en diarios, televisiones o radios, pero ahora materializándose de manera omnipresente en las redes sociales, en (un estar siempre-ahí) conectados al flujo de información, a la voz de lo convencional ( aceptado por acuerdo) y, donde esta red-social es prisión, enredamiento y literalmente una emboscada mental, un caer cautivos del caos enajenante de la muchedumbre, lo que Heidegger llama das Verfallen. Armados por la tecnología –que será el centro de la crítica posterior de Heidegger– y envalentonados por tener una voz, comentar publicar, serán capaces de penetrar en la distancia y en todas partes, decidiendo –a su entender– lo que es el ser y definirlo para los demás; pero nunca alcanzando un fin, jamás preguntándose por su libertad: son esa sombra proyectada gracias a la cual algunos valoramos tanto la luz.

Los mediocres, como vemos, son unos genios vanidosos que se muestran como verdaderos ignorantes, señores del hablar repetidor, superficial, trivial, el chisme, el consumo y la circulación rápida de información o basura. Mostrando un no conocimiento o un conocimiento de las cosas “a la ligera” banal y sin “fundamento” o que, sin embargo, se presenta como autoritario en la sociedad, y crea la media o el parámetro general en redes y medios, diseminando así, y nivelando hacia abajo, la capacidad de entendimiento de los individuos (cada día más ignorantes y tontos): refiero, por supuesto “esa posibilidad (imposible) de comprenderlo todo, sin apropiarse previamente de la cosa y, por tanto de cuando “La comprensión media del lector, podrá jamás discernir entre lo genuino que ha sido conquistado y alcanzado originariamente a través del conocimiento o experiencia y lo que meramente es repetido por aquel al que escucha” estableciendo así el imperio de la 'opinión'; opinión que Platón tanto criticaba, pero sobre todo despreciaba a quienes hacían del falso conocimiento adquirido y de la apariencia un medio de lucro personal o de ascendencia social. En este sentido: Sócrates sabía muy bien lo que se hacía, no queriendo escribir nada pues, ¿en manos de quién caería el sabio pensamiento? ¿Y qué haría luego? No le faltaba razón, de ser esta la causa; pues ocurre, cuando en manos del que luego con ese conocimiento y como si fuese propio, dicen saber y nada saben de nada, no reconociendo jamás de su ignorancia. Ignorancia, casi siempre facultada en la de los demás; pues normalmente resulta del que menos capacidad de pensar tiene, aquel que precisa de los pensamientos de otros y en la cita redundada de éstos una vez y otra recitándola, fundamenta y se fundamente ante los demás, y en aquello que en su esencia y razón verdadera en cuanto a origen y necesidades ciertas del preciso momento en que fue parido, ni idea lejana tenga. Siendo interpretado, en consecuencia, para fines que el deseo de reconocimiento, poder, ego y otras cosas iguales, similares o peores alimenta. Y aclaro: dije menos capacidad de pensar: "razonamiento a partir de las mismas fuentes etéreas donde nace el conocimiento". No dije "inteligencia", pues sabe dios que los hay muy inteligentes y, más hay listos) blandiendo tan preciado recurso: el pensamiento ajeno y sobreviviendo luego en consecuencia de él, utilizándole como herramienta.

luego, es precisamente en este sentido de reconocimiento y ascendencia social, cuando el ciudadano no puede ya como individuo ascender a, sino ascender como ciudadano, cuando este más se radicalizará, no aceptando nuevas ideas, opiniones o formas de ser distintas a las que entiende o ha aprendido y hecho propias a lo largo del tiempo (las únicas que entiende y conoce) dentro de la tradición a la que pertenece, sin darse cuenta o sin importarle, o incluso despreciando el hecho de que justamente las creencias son relativas a quien las cree, pudiendo existir hombres y mujeres con ideas totalmente diferentes y contrarias al mismo tiempo. Pero de la mediocridad del indolente -que acata la voz de su amo como un perro, y desde esa seguridad que le da saber que hace y piensa lo que le dicen- se desprende que todo esto de da igual: no le importa, pues el mediocre está en perpetua lucha contra el idealista, al que intenta opacar desesperadamente toda acción, pues sabe que su existencia y ascenso depende de que el idealista nunca sea reconocido. Surgiendo entonces la peor faceta: el fanatismo, donde adoptando una moral radical artificial e impuesta -pues no existe una natural- al ser incapaz de decidir desde la subjetividad lo bueno y mejor para él y para todos (desde su propia perspectiva) denunciará y descalificara cualquier otra posibilidad de liberación de otros, pues no tiene dignidad, ni puede contribuir al bienestar de sus semejantes, aunque él piense que sí desde el maniqueísmo de pensar que todo lo que él hace esta bien, y lo que hacen otros está mal. Es algo que difícilmente se puede calificar de "persona" al no alcanzar esas mínimas cotas de dignidad que convierten a alguien en persona.

¿Culpable? No, no es un crimen ser así: "El Dasein se comprende siempre a sí mismo desde su existencia, desde una posibilidad de sí mismo: de ser sí mismo o de no serlo. El Dasein, o bien ha escogido por sí mismo estas posibilidades, o bien, en muchos casos ha ido a parar directamente en ellas, o incluso ha crecido do en ellas desde siempre. La existencia es decidida en cada caso tan sólo por el Dasein, por si mismo, tomando entre sus manos ser, o bien dejándose perderse " -Heidegger, ser y tiempo. Lo que finalmente me lleva a concluir, a mi pesar, que difícilmente las personas dentro de la sociedad, que viven y dependen de ella puedan cambiarla, cuando por cualesquiera razones observamos que éstas permanecen, pagando el precio por muy elevado que sea, sólo por permanecer en ellas. No tanto como algunos pensamos: eludiendo la realidad de su ser, pues parece que ciertamente su realidad es esa: estar-ahí como ciudadano, y no anhelando otra, como individuo.

Que un hombre sea feliz, ¿qué prueba esto? La felicidad es como el cielo, en ocasiones creemos estar en él, imaginando una realidad y, sin embargo, de inmediato advertimos que se trata de una ilusión temporal: una fantasía, que nos llena de desconsuelo al comprobar instantes después, que seguimos igual que antes: con los pies descalzos sobre el suelo” (06/11/2010)(1/18a)

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