Hoy será un día importante: quizá el más
importante de estos últimos años. De hecho hace semanas que al despertar, por
las mañanas, siento que me invaden un sin fin sensaciones. Sensaciones que
jamás antes había sentido y en las que encuentro un tumulto sentimientos
todos ellos desordenados. Siento latir con fuerza el corazón y la
agitación es tan grande que me levanto con miedo: no es para menos. De lo que
ocurra mañana depende todo, y éste es un todo absoluto, donde vida y muerte
intercambian intenciones y susurros. Al final, todo en la vida se reduce a eso:
a un día. La existencia es así de caprichosa y sin que uno pueda apenas
percibirlo te va conduciendo, inexorablemente, y como si del final de un embudo se
tratase, hacia un punto donde un “espera a la semana que viene”
o “lo dejo para mañana” ya no tiene cabida. Mañana, poco importa cuántas dimensiones
tenga el espacio, y si los colores existen o no. Mañana, afrontaré mi destino y no
cabe otra que encarar, impávidamente, el frío rostro de la Esfinge… (9 de
abril de 2013)
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