"La indignación es con frecuencia el mayor autoengaño a las emociones"
(David Denby: The New yorker)
«Nada más trágico que vivir en «el peor de todos los mundos posibles» donde las
penas, siempre, prevalecen sobre las alegrías; y nada más absurdo que el
sufrimiento: nacer, la enfermedad y luego tener que morir, a veces incluso quitándose uno
mismo la vida, renunciando así y definitivamente, a este ingrato lugar —un
mundo absurdo y desprovisto de sentido para muchos— donde el dolor centellea
con resplandor demoníaco, y las personas participan de innumerables
sufrimientos. Donde los marginados, y las víctimas lentas del hambre y la guerra se
consuelan en el llanto que, aún conserva el recuerdo y sabor agridulce de la
sangre de sus familiares. Y, sin embargo, un mundo, el que se vislumbra vagamente una luz,
revelada de aquel mismo sufrimiento, de sabernos muertos pero, seguir aún
vivos. Pues, ciertamente, seguimos aquí. Sin embargo, decía krisnamurty, que
estar adaptado, siendo educado, estando considerado en una sociedad como la
nuestra: enferma —con toda su miseria, brutalidad y conflictos— formando parte
ella es, igualmente, estar enfermo; además, de predispuesto a
abandonarse por completo a su aviesa moral los unos y, sometidos a sus
políticas y engaños los otros. Todo habrá de resumirse en servir; servir de un
modo u otro al renovado Leviatán —el mismo que nos obliga y desangra—
sea a través de consumismo, la dilapidación y codicia; o bien, ardiendo en la
condenación de la servidumbre: esclavizados los unos por los otros, y
lentamente consumidos, día tras otro por burócratas, banqueros, políticos,
jueces, agencias gubernamentales, calificadoras, de crédito y, por todo aquello
que en sí mismo consiente, se arrastra y presta alimentando, la falacia que
perpetúa la angustia de esta terrible infamia. Crisis dicen: no hay crisis,
sino en la conciencia, cuando esta ya no puede aceptar unas normas, aquellas
mismas que en el pasado le dieron contingencia, y que únicamente sirven a los
impulsos materiales de las personas: a intereses individuales que se tornarán siempre en
contra de los otros —un problema que surge con los deseos y la naturaleza misma
del hombre— generando así este conflicto, eterno, únicamente en el fin de
acumular poder y riquezas.
Una falacia dentro de otra
falacia es... "una verdad". Luego, imponer esa verdad que está,
sustentada en una falacia que está, dentro de otra es... "una
infamia" (08/11/2010)(1/30a)
"nadie está más
esclavizado que aquel, que erróneamente creé ser libre,
en tanto, que pretenda cambiar algo"
Johan
Wolfgang Goethe.
La enfermedad de la sociedad procede del desdoblamiento de sus componentes, los cuales para recibir unos benefecios necesita sacrificar otros. El pensamiento, por ejemplo, en una sociedad es uniforme en sus reglas básicas (el tronco) y variables en su ramificación, aunque siempre dependientes del tronco. Y luego está el pensamiento individual (el instinto), "el oponente", que vive reprimido, aislado y confinado a la intimidad del individuo. Y en esa dos corrientes, se gangrena el cerebro, se vuelve autómata, mecánico e indiferente a los deseos del cuerpo.
ResponderEliminarAgus Torres (desde el grupo Philosophia)...
ResponderEliminarLa enfermedad de la sociedad procede del desdoblamiento de sus componentes, los cuales para recibir unos benefecios necesita sacrificar otros. El pensamiento, por ejemplo, en una sociedad es uniforme en sus reglas básicas (el tronco) y var ...iables en su ramificación, aunque siempre dependientes del tronco. Y luego está el pensamiento individual (el instinto), "el oponente", que vive reprimido, aislado y confinado en la intimidad del individuo. Y en esa dos corrientes, se gangrena el cerebro, se vuelve autómata, mecánico e indiferente a los deseos del cuerpo.
El estructuramiento de la sociedad, propicia el enrriquecimiento de unos pocos, y con ello, lo que refieres: siendo el enrriquecimiento, siempre, a costa de otros.
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