Terrence Malick, Mariposas y... Heidegger

 

La primera vez que vi una de sus películas ignoraba exactamente qué o a quién estaba viendo. Pensé, como es natural que vería una película (de esas) pero, de inmediato aquello que acontecía ante mis ojos me sorprendió, incluso a mí: alguien había muerto ―asesinado de un disparo― y no parecía haber ninguna razón de fuerza para ello; me dio que pensar, y pensé: las razones, la actitud frente al hecho del protagonista, que había entrado con una pistola ¿Qué hacía con una pistola ese chico? Que para nada me pareció capaz ni de llevar pistola y menos de dispar casi a sangre fría (muy fría) cuando no era necesario (o sí lo era), y la hija (indolente) coso si se hubiese roto un jarrón ¿Qué estaba pasando allí? La película seguía, pero me estaba perdiendo, perseguía comprender la razones, y nada quedaba claro en tanto al hecho que acababa de ocurrir, y en la película, la vida seguía (no me extenderé haciendo spoiler). El caso es que Salí del cine, de una parte bien, en general, la película me gustó, de otra parte, algo me daba vueltas a la cabeza. Les hablo de ‘Malas tierras’ 1973, de Terrence Malick´.

Cine comercial (industria del cine) & cine de autor (cine independiente)

Ahora, y antes de seguir, debo aclarar algo. Hasta este momento, es cierto, yo ya había ido a la filmoteca y, por tanto, comprobado que hay dos clases de cine ― como ocurre en general en toda la cultura― uno comercial, de consumo y distracción para masas, que por cierto veo, y otro digamos, dirigido a otro tipo de público: un tipo de cine éste último (que algunos denominan difícil) al que no me adherí de un día para otro, aunque, pienso que (independientemente, de cuál me guste a mí más o menos) debemos distinguirlos, y saber de las consecuencias de consumir uno u otro.

El cine de consumo, derivado, de La Industria del cine, es aquel que, a todos nos ha pasado, al llegar a casa cuando queremos descansar y disfrutar de nuestro tiempo libre, tomamos una película del catálogo y nos ponemos a verla, por ejemplo, una de Batman: a esto se le llama placer culposo. Culposo, porque todos sabemos que no vamos a ver una obra de arte: no es una ópera de Verdi, ni cine documental, es, sencillamente, una película de Hollywood para pasar el rato y poco más (o eso pensamos), diseñada para distraernos en casa, o acompañados en la sala, y creada bajo una fórmula muy predecible y repetitiva, no por ello menos llamativa: (Todos sabemos que en el pasillo de los cereales, aunque haya decenas de marcas: todos los cereales saben parecido, en el pasillo de las mantequillas igual, todas saben parecidas y Batman, Spidermán, Supermán o cualquier otra del género son parecidas: acción, oeste, intriga en su género, todas tienen un sabor parecido y que a todos nos gusta; y nos gusta también, o no nos importa, verlas en grupo; pues, son productos más para “distracción” que para la contemplación, y sus distintas portadas disfrazan contenidos que se repiten, sino el mismo género si el modelo y la misma fórmula, una y otra vez, en cada una de ellas. No se tiene que pensar demasiado en lo que ocurre mientras las miramos, pues todo es bastante sencillo y comprensible en ellas, a veces incluso predecible. Pero, para entender el efecto nocivo de este tipo de industria supone (si queremos entenderlo así) debemos echar un vistazo a lo que se llama el otro cine: un porcentaje muy reducido de películas, muchas independientes, pero que logran alcanzar un nivel verdaderamente estético (dicen algo mas). Este otro tipo de cine no presenta la trama ‘ya’ unificada y empacada para el consumo, sino que uno mismo tiene que experimentar observando y escuchando atentamente las distintas partes de la película y hacer por sí mismo el trabajo de interpretación, para poder formar de ella una totalidad, donde sus elementos pueden variar siendo impredecibles, desde ruidos, imagines insólitas o inesperadas, o cualquier cosa que esté ahí por una razón, que debamos descubrir nosotros; de este modo, uno deber prestar atención en todo momento y utilizar la imaginación que a partir de los propios conocimientos y elementos aportados por el film haciendo emerger ‘solo' entonces, la verdadera estructura (forma) velada hasta entonces y haciendo un todo en ello, y, donde el objeto (film) ha de experimentarse como libre, no mecánico ni forzado, para suscitar la libre interpretación de quien lo observe y experimente así una libertad donde la reflexión crítica puede cultivarse como la individualidad con autonomía, de tal modo que se desarrolle la comprensión y el mensaje.

Pero, en vez de esto, la Industria del cine (la cultura en general) canaliza la energía e interés de los individuos en el consumo y la distracción colectiva de productos, liberando al individuo de discernir, no requiriendo entonces de ello, pues todo ya queda expuesto ―y la distracción, es el premio final e inútil de la historia del ciudadano medio. Luego, distraernos todos juntos, es ya la cumbre y el fin absurdo de la socialización―, cuando de lo que realmente se trata es de interpretar, poniendo de manifiesto los conocimientos y recursos del observador por medio del disfrute de la película y la propia interpretación, que cada uno individualmente hará de la obra u objeto. De hecho, en el cine industrial no hay mensaje de autor (como un algo que se muestra en la trama) pues, parafraseando a Marshall McLuhan el medio es el propio mensaje: “En una cultura como la nuestra, largamente acostumbrada a partir y dividir todas las cosas como una forma de control, es a veces un poco sorpresivo recordar que, operacional y prácticamente, el medio es el mensaje”; esto es, “el mensaje es lo mismo lo que el producto refleja” y que en la industria del cine actual es aquel que atiende al orden social existente, y, por tanto, es el producto el que adapta a los individuos a ese orden de un modo ideológico, luego, tomando consideraciones económicas y no estéticas para su realización: y que observamos a lo largo y ancho de lo que llamamos productos culturales, definidos, no por lo que puedan exponer, sino poder el beneficio que puedan reportar. Qué quiero decir con adaptarnos, suena raro. Pues que antes escuchábamos (música) discos, con canciones de hasta diez minutos, y ahora en Spoty, escuchamos canciones de tres o cuatro, pues al artista le pagan por canción escuchada, y gana lo mismo en una canción de diez que de tres.

Malick, Mariposas y… Heidegger

Una vez aclarado todo lo anterior y, siguiendo por donde iba: no sería hasta 1988, y tras dos décadas sin dirigir (razón por la cual me fue imposible encontrar nada de él) cuando se estrenaba ‘La delgada línea roja’ ―Seguro, ahora ya me ubicaron a Malick― y sería a partir de un artículo publicado, en relación con el estreno en la revista fotogramas, donde puede contrastar datos de su biografía: y conocerlo mejor. ((Recordemos que antes no había internet, y si no era por filmoteca era imposible encontrar películas pasadas y los videoclubs se limitaba a estrenos, e igualmente, era casi imposible encontrar biografías de directores si no estabas relacionado con gente del medio que te pudiera orientar hacia donde buscar, más allá de números de revistas pasados)) Terrence Nació en Waco en 1943, acabó sus estudios en el American Film Institute, y aquellos los que lo califican de granjero, suelen olvidar que se licenció summa cum laude en Filosofía por la Universidad de Harvard (cuando leí esto empecé a encajar cosas). Antes de dirigir se dedicó a la corrección de guiones (entre ellos, cuentan, el de ‘Harry el sucio’) hasta que consiguió levantar su primera película. ‘Malas tierras’, de 1973, (que yo vi CINEART ALCAZAR DE SABADELL allá por los 90) y que le hizo conocido entre la crítica; pero fue ‘Días del cielo’ (1978) con la que comenzó su leyenda (algunos cinéfilos (y no pocos analistas) consideran ‘Días del cielo’ como una película preciosista, sin embargo, y bajo la vista del mentor de pregrado de Malick en la Universidad de Harvard, Stanley Cavell, este afirma que Days of Heaven (1978) es un caso paradigmático, y refiere su potencial para la reflexión ontológica en las películas, En este caso Days of Heaven, una evidente parábola sobre el cielo y el infierno, evidenciada en todos y cada uno de los elementos de la película.

Es innegable que la crítica se fije en belleza de las imágenes, y el extraño tono que Malick imprime a su mirada, pero en Malick hay que mirar más allá de lo obvio (la filosofía es pensar y él abre cuestiones en sus películas) y descubrir lo que se cuestiona en la pantalla, no es otra cosa que la muestra clara de sus intereses metafísicos más que estéticos, venidos de la inspiración filosófica; que de nuevo brilla en uno de sus trabajos posteriores y más recientes, The Tree of Life, que obtuvo la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes en 2011. Donde se observa el problema de la génesis y su expresión en el lenguaje, y las imágenes, en una narrativa que Malick nos revela en The Tree of Life, posiblemente, obtenida a partir de su propia traducción de “La esencia de las razones del filósofo alemán Martin Heidegger” (ahora sí, empezamos a entender) cuando era un estudiante graduado a fines de la década de 1960. Es innecesario advertir, pues, que en Malick, observamos su atracción por el pensamiento filosófico, que es siempre recurrente y constante. Y Se remite, a menudo, acerca de una calidad errante en su filmografía: la cámara persigue a una mariposa, o se detiene en unos grillos sin razón aparente, alejándose de la acción, rompiendo la línea argumental de la película: un trabajo contemplativo, estético - ―afirman algunos; sin embargo, incluso sus más devotos se cuestionan lo que trata de lograr.

Pero para salir de dudas este respecto, las mariposas, si aún nos quedaba alguna, podemos ver detenidamente “Transcending Heidegger: The Cinema Of Terrence Malick” un video-ensayo magnífico, elaborado por Like Stories of Old (que recomiendo y que yo lo vi ayer en youtube) que nos argumenta, que la respuesta a nuestros enigmas acerca de Malick y su trabajo, como muchos pensábamos, se encuentran en el estudio mismo de éste acerca de la obra filosófica de Heidegger; pero, que en lugar de tratar de entender la filmografía de Malick a través de la lente de Heidegger, debemos adoptar el enfoque opuesto, tal y como, sorprendentemente, se posiciona el ensayo: trazando entonces las formas en que el trabajo de Malick captura y alcanza: aclarando el trabajo de Heidegger referente a los peligros de la ignorancia, o cómo aquellas formas por las que el “artificio”, la ficción o la distracción nos alejan de las realidades del un mundo, brillando con resplandor demoníaco, al punto de alejarnos de lo verdaderamente importante y significativo y, razón ésta, por la cual, Malick se va corriendo del plano y persigue sus mariposas. O, dicho de otro modo, cuando te distraes o te distraen con algo, te distraes de la realidad y lo que verdaderamente importa.


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