Sócrates tenía sus razones.

"Sócrates" Finales del XVIII autor desconocido

Sócrates sabía muy bien lo que se hacía, no queriendo escribir nada pues, en manos de quienes pudiese caer el sabio pensamiento ¿qué haría luego con el? Y no le faltaba razón pues ocurre, cuando en manos que de quien luego con él, y como si fuese propio, dicen saber y nada saben de nada, no reconociendo jamás de su ignorancia. Ignorancia, casi siempre facultada ésta en la de los demás. Y, normalmente es, el que menos capacidad de pensar tiene, aquel que precisa de los pensamientos de otro, y en ellos, en la cita redundada de éstos una vez y otra recitándolas, fundamenta y se fundamente ante los demás, y en aquello que en su esencia y  razón verdadera en cuanto a origen y necesidades ciertas del preciso momento en que fue parido, ni idea lejana tenga (ni él ni casi nadie). Siendo interpretado, en consecuencia, para fines que el deseo de reconocimiento, poder, ego y otras cosas iguales similares o peores alimenta. Y aclaro: dije menos capacidad de pensar: "razonamiento a partir de las mismas fuentes etéreas donde nace el conocimiento". No dije "inteligencia", pues sabe dios que los hay muy inteligentes y, más aún los hay listos) blandiendo tan preciado recurso: el pensamiento ajeno y sobreviviendo luego en consecuencia gracias a él, utilizándole como  herramienta.

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THIS IS THE CUESTION ¿ESTAMOS ATRAPADOS EN EL SUEÑO DE LA RAZÓN?

 (Diogenes, 1905 ) Jules Bastien Lepage

Me pregunto, si es posible que nos encontremos próximos a un ocaso: advirtiendo de éste la mayor miseria que se ha dado jamás en el pensamiento ¿Hay alguna tragedia mayor que aquella, en la que se encuentra hoy la filosofía? Cuando ésta ya no tiene nada que decir; más desde que los intelectuales quedaron atrapados en el sueño de la propia razón, siendo incapaces de asimilar, adaptándose y poniéndose a la altura de los avances de una nueva ciencia, cada vez más moderna, que derivaría en signo y representación de la civilización moderna; decidiendo luego así ocuparse de cualquier cosa, menos de aquellas que realmente interesan*. Lo cierto es, que “ahora y desde hace años sumida en una profunda crisis, olvidada por el hombre común y desterrada al plano de las universidades y de la academia, la filosofía se contempla como la actividad de personas “confinadas en ideas y pensamientos” que se encuentran al margen de la realidad cotidiana, sin salir apenas nunca de su pequeña órbita profesional, de su mundo (de imaginaciones y fantasías) y círculo más inmediato. Igualmente, la falta de entusiasmo, la moderación de los criterios y la disolución del alma moderna en todo aquello material, vano y absurdo han hecho que perdamos la costumbre de sentir aquel viejo consuelo de la rabia debilitando así, no solo el vigor de nuestro corazón, sino también el de nuestro pensamiento”. ¡A esto nos han conducido siglos de educación y de erudita majadería!"(que diría Ciorán). Es entonces que surge una cuestión al margen de saber, si la filosofía sirve o no sirve o, cómo debería servir y, nos preguntamos ¿a quién sirve la filosofía? He aquí la cuestión y, entiéndase por servir: obrar al servicio de, o proveyendo a ―de manera directa o indirecta― una persona, empresa o causa obteniendo esta (persona, empresa o causa) un beneficio como tal (material) de haberes sea, en la contabilidad de su cuenta corriente o bien, de estatus personal y social. Y les advierto... ya una respuesta asoma, por sí sola, aunque se requerirá de una admirable dosis de osadía para dirigir lo que se resuelva de la cuestión, sin vacilar, contra las imponentes defensas: fortificaciones, que se advierten ya cargando cañones de tinta, en la lejanía. 

A quien sirve la filosofía, acerca de la congregación para el pensamiento correcto.. 


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El nuevo evangelio de Lucas: Star Wars… y el lado absurdo de los científicos

Evangelio: Del lat. evangelĭum, y este del gr. εὐαγγέλιον, que a su vez derivan de εὐ, que significa «bien», y αγγέλιον, que significa «mensaje»:

En marzo del ´99  la prestigiosa revista científica “Investigación y ciencia” venía a informarnos de un importante descubrimiento por parte de dos grupos de astrónomos “Craig J. Hogan, Robert P. Kirshner, y Nikolas B. Suntzeff” que trabajaban de manera independiente, desde países y observatorios distintos:  Estos, demostraron sus resultados, obtenidos a partir de la medición de distancias conseguidas a través del estudio de supernovas, y fue de aquellos asombrosos e inesperados resultados de lo que luego se dedujo más tarde, no sólo que el universo jamás podría contraerse de nuevo  ―algo nada claro hasta el momento, ahora parece que sí― sino que éste, seguiría creciendo en tamaño y disminuyendo su densidad a lo largo del espacio-tiempo. Sin embargo, lo más sorprendente de aquella noticia no fue el descubrimiento en "sí" (de lo que parece un hecho probado científicamente). Lo más extraordinario habría de venir después, y serían algunas de las explicaciones "sugerentes" aportadas por dos de aquellos científicos, que intentarían buscar una causa y dar sentido a dicha "Expansión Universal", con una extraordinaria explicación: casi más, una revelación. Pero, eso ya es otra historia: “Una Historia de Star Wars".

Hace unos años, en esta misma Galaxia...

La Biblia nos dice, que es a Lucas, aquel al se le atribuye el tercero de los evangelios canónicos. Me refiero a "Lucas", aquel gentil de nacionalidad sirio-antioquena, médico de profesión y que se convirtió al cristianismo en circunstancias que hoy por hoy desconocemos. Pero, no se asusten sus eminencias, pues no es de este santo, del que ahora les voy a hablar. Y, si he llamado a la obra de este otro Lucas, evangelio, ha sido por motivos que más adelante comprenderán.

Desde siempre he sido de la opinión, al igual que mis padres y, tal y como un día ya dijera Jesús, el Jesús de todos nosotros, que: << al Cesar, hay que dejar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es Dios >> (MT-22-15-21) – proposición fácilmente extrapolable a muy distintos temas -. Quizá debido a ello, durante años e influido por mi formación cristiana, en el seno de mi conciencia nunca hubo lugar a ejercicios inútiles de negligencia, que me llevaran por los caminos de la duda o de la blasfemia; poniendo en tela de juicio el lugar, en el cual debía reposar mí fe. Jamás vacile ante la veracidad de las sagradas escrituras, o en torno a las enseñanzas contenidas en los cuatro evangelios; entendiendo, que mi destino no era otro que servir a dios y, dedicar un profundo amor a la santa madre iglesia. Así, durante años y sin faltar un solo domingo a misa, asistía cada semana junto a mis padres a la iglesia para comulgar; - por supuesto - tras haber confesado mis ridículos e insignificantes pecados.

Nunca podré olvidar aquellos soleados domingos de verano, en que tras pasar bajo la puerta abocinada de la pequeña iglesia medieval, situada a las afueras de la ciudad donde vivía, permanecía en silencio; frente un hermoso retablo de Cristo, nuestro señor crucificado en la cruz. Me sentaba siempre en primera fila, al lado del pasillo. Escuchaba con hipnótica   atención las epístolas de San Pablo, Santiago, y aquella primera carta de San Juan, que nos decía: << no améis al mundo, ni lo que hay en él. Si alguno ama al mundo, el amor del padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, las pasiones carnales, el ansia de las cosas y la arrogancia no provienen del padre, sino del mundo. El mundo pasa, y con él sus deseos insaciables; pero el que hace la voluntad de dios vive para siempre>> (Jn.I-2-4).  Justo sería admitir, que por aquel entonces en mi vida, no había otra verdad que no fuese la proclamada por el dogma cristiano, la palabra de Cristo y, por qué no decirlo—si al fin y al cabo era un crío— los dibujos animados y las voces que me daba gritando, Carretero; mi entrenador en el Club Arrahona de Balonmano. Pero entonces ocurrió algo: un acontecimiento que jamás podré olvidar, un acontecimiento que me cambió la vida, a mí, y tantos otros críos como yo.

Todavía recuerdo perfectamente aquel viernes de mediados de los años 70, cuando tan sólo contaba con unos ocho o nueve años de edad y mi padre llegó a casa después del trabajo; algo más temprano que de costumbre y con muestras evidentes de satisfacción. Demasiado contento debió pensar mi madre, para un trabajador que se encuentra a mediados de mes y todavía le quedan quince o veinte días para cobrar. Mi madre cómo no, le preguntó qué era lo que ocurría. No era normal que una persona, un currante, a mediados de mes estuviese de tan buen humor. Sobre todo, si después de llegar a casa tenía que volver a ver el “un, dos, tres responda otra vez” en blanco y negro, en lugar de poder contemplar a aquellas bonitas azafatas en una moderna tele a color. Por supuesto, a mí no me sorprendió que mi padre llegase del trabajo feliz. No eran pocas las ocasiones en que después de una dura jornada laboral, este volvía a casa con un pequeño regalo o una sorpresa, sin hacer de ello una rutina, pero creando así un atractivo clima familiar, donde la vuelta al hogar, se convertía en un momento muy esperado y especial para todos nosotros. Y aquella noche, como no podía ser de otro modo, mi padre no se hizo de rogar. Casi inmediatamente —al poco de llegar— éste nos dijo a mi madre y a mí que nos arreglásemos, que nos íbamos corriendo al cine: de estreno a Barcelona. Mi madre no dijo ni pío. Me cogió del hombro y me llevo a toda prisa al dormitorio donde saco una camisa y unos pantalones para que yo solito me vistiese mientras ella terminaba de arreglarse. Mi padre tenía esas cosas: no era la primera vez que después de llegar a casa nos decía que íbamos a salir. U el lugar era lo de menos, y a madre aquello le encantaba, lo podía ver en sus ojos. Éramos una familia pequeña y humilde pero, sabíamos disfrutar de esos pequeños placeres de la vida.

 Supongo que aquella noche no tendría por qué haber sido una noche muy diferente a otras, en que la familia salió a divertirse un rato, intentando no gastar más dinero del que fuese necesario para poder pasarlo bien. Sin embargo, sí lo fue. De hecho, a partir de aquella noche cambiaron muchas cosas; no solo en mi vida, sino en la de miles de personas. Hasta entonces, mi exigua existencia había dado vueltas en torno a poco más que ir a misa, al colegio e intentar no sacar más suspensos en matemáticas, esperando a que llegase el sábado para ver los episodios de MAZINGER-Z que, por aquel entonces, pasaba televisión española durante la sobremesa los Sábados. Pero todo aquello iba a cambiar. Cuando salí del cine nuevo, hoy inexistente, en el paralelo de Barcelona, ya no quería tener una bicicleta Phanter con suspensiones. Ni siquiera deseaba que marco encontrase a su madre, y me importaba un pimiento si Heidi se acababa casando con Pedro. La batalla contra el mal que profetizaba el Apocalipsis, había comenzado y desde aquel preciso momento, mi vida ya solo tenía un propósito y éste no era otro que pertenecer a la alianza rebelde y, luchar junto a Luke Sky Walker. 

 Aquellos que ahora tienen entre cincuenta y sesenta años, e incluso algunos más mayores, saben muy bien de lo que hablo. Fue casi como si de una experiencia espiritual y mística se tratase, y creo no exagerar pues se cuentan por cientos de millones los seguidores de la saga fílmica más importante la historia del cine (y aun hoy sumando) y de entre todos estos, son muchísimos los que adoran a George Lucas casi como si de un profeta se tratase y, cómo no, a su criatura: Anakin Sky Walker, posiblemente, uno de los iconos culturales más importantes para la juventud, de los últimos tiempos aún hoy. De hecho, existen muchas personas para las que se trato de algo más que de una película. Más que de una ficción.  Muchos jóvenes de entonces al igual que yo, parecieron encontrar un inesperado y novedoso sentido a su existencia, y no quiero decir con ello que deseasen ser directores de cine, ni mucho menos. Nada más salir de la sala ya deseaba, ser unos astrónomos, descubrir esos nuevos mundos de los que nos hablaba Lucas y, que sin duda, nos estaban aguardando ahí fuera. Otros ansiaban ser astronautas y visitar aquellos extraños planetas de los que hablaba Han Solo a la bella Princesa. Y, Por supuesto, los más jóvenes –supongo que al igual que yo-queríamos ser pilotos de caza, para poder combatir contra el malvado emperador, convertido de algún modo, en ese Satanás del que tanto nos hablaba la Biblia. 

  Pero como no podía ser de otro modo, existía otro grupo de muchachos. Podría decirse, que se trataba de un grupo de jóvenes muy “singular”.  Sobre todo inteligentes, de aquellos que siempre andan con la mente en otro sitio; con las gafas rotas- pegándose las patillas con un trozo de celo-, jóvenes muy especiales a los que no les bastaba con soñar en aquellos mundos. Ellos, en lo más profundo de sí, no deseaban combatir, no, ellos ansiaban encontrar aquello que verdaderamente sintetizaba el contenido de la película y, que entre tanto láser, efectos especiales y fanfarria de violines y timbales parecía pasar desapercibido para un buen número de espectadores. Por supuesto, me refiero a “La fuerza”. 

 Pero tal y como decía San Juan el mundo pasa, y aunque su caminar es lento antes lo hace el tiempo y con él la inocencia e ingenuidad que está presente durante la adolescencia y buena parte de la juventud. Juventud: bonita palabra para designar esa hermosa etapa de la vida en que aceptamos todo aquello que vemos, o nos dicen los mayores sin preguntar o mostrar algún tipo de incredulidad; y en la que todavía – a si se refiere Nietzsche a los falseamientos extraños que vive el hombre <podemos mantener nuestra ignorancia, a fin de disfrutar una libertad, una despreocupación, una imprevisión, una intrepidez, una jovialidad apenas comprensibles de la vida>. De hecho, hoy ya han pasado muchos años desde que dejase de creer en muchas cosas; casi 43 desde que se estrenase por primera vez la Guerra de las galaxias en los cines de todo el mundo y desease ser un piloto de caza.  Evidentemente, con los años aquellos jóvenes alucinados con el imperio se hicieron mayores. La generación que vio nacer el fenómeno Star Wars y que entendió, tomando para si lo que parecían unas nuevas enseñanzas, maduró. Hoy, todos aquellos jóvenes ya se han convertido en políticos de responsabilidad, trabajadores del metal, médicos, conductores de autobús, parados, abogados, científicos y así hasta formar un largo etcétera de profesiones. Lo que nos lleva a presumir, que de un modo u otro, que aquella primera impresión juvenil, aquel impacto mediático sobre nuestras mentes que fue la guerra de las galaxias, por fin, fue superado. Y, hasta aquí todo sería normal; de no ser, por unas noticias de carácter científico, que no hace ya algún tiempo, hablo concretamente allá por marzo del 2001 saltaron a la prensa como respuesta a un asombroso descubrimiento realizado en el 1998 provocando en mí entonces, cierto interés y como no: desconcierto. Ciertamente el descubrimiento realizado en el 98 fue increíble. Pero lo más sorprendente de aquella noticia no sería el descubrimiento en sí. Lo más extraordinario, serían las explicaciones aportadas posteriormente por algunos científicos que intentarían buscar una causa y dar un sentido a aquella curiosa revelación.

 Después de leer atentamente diferentes artículos que durante meses siguientes fueron surgiendo al respecto, la evidencia me llevó a reflexionar profundamente ―o bueno, mejor dejémoslo en simplemente reflexionar― acerca de que me había equivocado y no todo era tan sencillo y, posiblemente, no todo había acabado. Quizá, algo había perdurado, madurado, y evolucionado en la mente de algunos de aquellos adolescentes de los 70. Concretamente, de aquellos que parecían más callados y especiales, además, de ser los que mejores notas sacaban en matemáticas y física. La pregunta en cuestión era ineludible ¿sería posible que todavía, algunos de aquellos jóvenes muchachos de los 70´ hoy siguieran atraídos, buscando, intentando encontrar la fuerza? La respuesta a tan inquietante pregunta, por extraño que parezca, parecía ser afirmativa. 

La extraordinaria noticia publicada en marzo del 99 por la prestigiosa revista científica: Investigación y ciencia, venía a informarnos del descubrimiento por parte de dos grupos de astrónomos que trabajaban de manera independiente, desde países distintos, de una noticia asombrosamente increíble hasta la fecha y, que tan solo unos años antes hubiese llevado a la risa. Sin embargo, en esta ocasión los resultados obtenidos parecían ser concluyentes. Craig J. Hogan, Robert P. Kirshner, y Nikolas B. Suntzeff, demostraron, utilizando los resultados obtenidos a partir de la medición de distancias conseguidas a través del estudio de supernovas, que el universo no solo se estaba expandiendo sino que, además, dicha expansión se estaba acelerando. Estos asombrosos e inesperados resultados ―según los astrónomos― nos venían a indicar, no solo que el universo jamás podría contraerse de nuevo  ―algo  que no estaba nada claro, hasta el momento― sino que éste, seguiría creciendo en tamaño y disminuyendo su densidad a lo largo del espacio-tiempo.

 En un primer momento, para algunos astrónomos, La única forma de explicar la inesperada para todos, progresiva e imparable expansión del cosmos fue aludiendo a un determinado tipo de fuerza, originada a partir del vacío y desconocida hasta entonces, pero cuya presencia debía contribuir sin duda alguna a tal aceleración. Pero esta idea no era nueva. Un concepto análogo ya fue expuesto hace muchos años por Einstein, quien además le puso un nombre. Él la llamó “Constante cosmológica”. Esta idea de una constante cosmológica, surgió originariamente como una necesidad dentro de su teoría de campo de la relatividad general, para crear de un efecto repulsivo que contrarrestara la fuerza de la gravedad y le ayudase en el modelo de un universo, que ni se contraía ni se expandía. Reafirmando así  la creencia entonces generalizada de un universo estático. Pero posteriormente abandonaría la idea pues complicaba en exceso su trabajo sobre la teoría general de la relatividad. Sin embargo, y debido a que la inclusión de tal constante en las ecuaciones no les hacía perder su coherencia a estas, los “teóricos” siguieron trabajando con ella durante tiempo. Y 90 años más tarde de que Einstein creara y posteriormente desestimara la famosa constante cosmológica, ésta volvía al candelero de la mano de científicos que no encontraban explicaciones a la asombrosa observación de la expansión antes explicada. Luego ante la ausencia de una respuesta concluyente por parte de los físicos, que pudiese explicar tal acontecimiento, la constante volvía a ser introducida en las ecuaciones de los teóricos. Este interés aparente mente generalizado, volvió a resurgir con las teorías cuánticas de campos, pues estas predicen una densidad de energía de vacío que se puede comportar, a todos los efectos, como una constante cosmológica. Si bien ello implica numerosos problemas, pues, aunque las ecuaciones predicen una evidente densidad del vacío, ésta parece insuficiente para generar tal atracción y aceleración. Resumiendo, la energía de vacío observada difiere enormemente, en más de 120 órdenes de magnitud, de la que presumiblemente se esperaba como resultado de las ecuaciones y, asombrosamente este valor casi coincide con la densidad estimada que produce la materia. ¿Coincidencia? Quizá errores en las observaciones… en los cálculos. Posiblemente, se acusa la falta de una tecnología capaz de observar más allá y con mayor precisión. O, quizá se trata de nuestra física, incapaz de dar explicación a estos extraordinarios acontecimientos. Pero, tranquilos: no pasa nada o, si. Lo cierto es, que tales problemas, todo el debate estaba llevando a la cosmología hacia una profunda e inquietante crisis, pero entonces: (tatatachannn) aparecieron los elegantes reveladores del origen de una nueva fuerza del cosmos, desarrollando una extraordinaria teoría. 

 Es ahora el momento de referirnos al nuevo evangelio de Lucas, el otro, y remitirnos a las palabras de Kenobi al joven Skywalker hablándole de la fuerza y diciéndole – o, mejor advirtiéndole -:

Existe otro modo de llegar a la fuerza: la vía de la oscuridad, el lado oscuro de la fuerza. Para poder desencadenarla es preciso aprovechar el miedo, la confusión, el desconcierto, etc.―.  Palabras proféticas como veremos.

Por lo visto, para algunos teóricos astrofísicos, tales como Jeremías Ostriker y Paul Steinhardt, (catedráticos de la universidad de Princeton), la hipótesis de una constante cosmológica, y que ésta se encuentre plagada de innumerables paradojas, no pareció importarles. De modo que aprovechando la confusión y desconcierto

―recordemos lo dicho por Kenobi― no dudaron en erigirse en los nuevos padres, evangelizadores de una nueva fuerza en la galaxia. En Los Sidious y  Maul de nuestro universo, reivindicándose, en apologetas de un nuevo evangelio de la ciencia: advirtiendo  del advenimiento de una nueva era donde una nueva fuerza somete a la galaxia. Para ello han debieron remontarse a los más siniestros y desconocidos abismos del conocimiento humano y de sí mismos; rebuscando en la sabiduría contenida en los intemporales átomos de su cuerpo y, cómo no: al evangelio de George Lucas. Pues a estos profetas se les ha ocurrido que quizá, todo se deba a la existencia de un extraño tipo de energía oscura ¿me siguen? La quinta esencia la han llamado. Y argumentan que a su favor: dicha energía oscura concilia la aceleración cósmica ―recuerden, la fuerza proveniente de esa energía oscura, que tira del espacio hacia fuera― y la vida misma. ¿Les suena?

 Remontémonos de nuevo al evangelio de Lucas, concretamente al libro de los Jedi. Allí  encontramos a Ben Kenobi hablándole a Luke, (epis. IV) y diciéndole:

“La fuerza es un campo de energía creado por todas las cosas vivas. Nos rodea nos penetra, y mantiene viva la galaxia”

 No me negaran cierto... parecido, entre lo dicho por unos y pensado por otros. Posiblemente no se atrevieron a decir Midiclorianos cuando dijeron quinta esencia. Pero, además, afirman que el universo y, cito textualmente (Investigación y ciencia Marzo del 2001) Que el universo es un campo de batalla entre dos tendencias ―o fuerzas donde (y dicen) triunfa la gravedad repulsiva dícese la energía oscura como ellos la llaman, que es la causa de esa fuerza. Pero yo me pregunto ¿alguien ha oído alguna vez hablar de la gravedad repulsiva?  ¿Y de una batalla entre dos fuerzas? No es necesario que les diga donde ¿verdad? Curiosamente el efecto de repulsión gravitacional tiene algo que ver con esa increíble facilidad con que las naves pesadas  - cruceros de transporte y demás- parten o despegan desde los planetas imaginarios de Lucas, donde sus curiosos motores son capaces de invertir la atracción en repulsión con el fin de superar la atracción gravitacional. Luego está el conflicto de fuerzas enfrentadas de la que hablan: esa batalla eterna entre el bien y el mal, entre la oscuridad y la luz; ese dualismo perpetuo y bíblico, que se encuentra también representado en la conocida Star Wars, bueno... que les voy a contar yo que ustedes no sepan.

Si bien, durante y a lo largo de toda la historia se han escuchado una gran cantidad de teorías acerca del universo: su mecánica y el destino futuro de este: miles por cierto a lo largo de los siglos (1) casi todas, la mayoría, eran erróneas, y tan solo algunas de ellas, acertadas. Hemos de reconocer, que probablemente en los últimos 30 años nos encontramos ante el periodo más evolucionado, pero menos imaginativo pues las analogías con la saga galáctica de Lucas no son imaginación mía: están ahí. Por ello, aquellos que respetamos la ciencia tenemos derecho a sentirnos desilusionados. Además, la arrogancia de algunos científicos de hoy contrasta con la humildad demostrada por otros personajes del pasado, en lo referente al futuro. Sobre todo, cuando queda tanto por descubrir y el futuro del que hablan esta tan lejano. Lo cierto es que La complejidad del universo, su inmensidad, su futuro, pro sobre todo su desconocimiento sobrepasa cualquier discurso sobre este. Y a mi modo de ver las analogías que podemos encontrar entre el discurso de estos científicos, y la ficción, son la consecuencia de ese vacío que se encuentra ante todos; de la falta de ideas nuevas, o quizá de experiencias puras (S. Paniker) que nos lleven a éstas, y que nos ayuden a la hora de concebir nuevas formas de ver el cosmos, sin representaciones impuestas o ideas adquiridas.

Pero en realidad ¿qué es una teoría?  Se pueden definir en algún momento como auténticamente verdaderas las teorías. O dicho de otro modo, cuando nos dicen que una teoría es cierta debemos asustarnos por ello, si la teoría implica una catástrofe al final de los tiempos. Pueden estar tranquilos. En algunos casos, ciertamente más de lo que nos gustaría, las teorías de este tipo solo son justificadas por el ego de quién la crea, intentando conseguir un minutito de gloria. Conste que he dicho en algunos casos. Con las teorías ocurre como con los neumáticos, hay montones, y de variados diseños, la tecnología avanza y con ella la capacidad de investigar otros diseños, de teorías   neumáticos. Mientras unos y otras están disponibles, los montamos y jugamos con ellos, derrapamos damos curvas y algunos se estrellan. Hasta que sale un diseño nuevo, entonces los cambiamos, no siempre para mejorar. Algunos montan teorías demasiado artificiales y enormes, que impiden incluso que ande el coche. Morín decía, al respecto de las teorías, que eran biodegradables. Y Hume argumentaba que no existe una lógica que conduzca a través de los hechos a las teorías. Una teoría verdadera no es más que una hipótesis que ha resistido hasta la fecha los ensayos por refutarla. Si bien, lo que caracteriza  a las verdaderas teorías científicas es justamente la capacidad para una posible refutación de las mismas. Dicho de otro modo, una teoría solo es verdadera en la medida en que permanezca abierta a su posible falsedad. De este modo todos podemos diseñar neumáticos, aunque derrapen y gasten más goma de manera inaceptable.      

 Lo cierto es que el profundo desconocimiento de aquello que nos rodea, a veces lleva a las personas, científicos, a sugerir ideas que parecen por sus nombres más sacadas de una película de ciencia-ficción o un sueño, en lugar de surgidas de un estudio concienzudo de los hechos, poniendo en evidencia el lado más ridículo de algunos de estos y la impotencia a la hora de describir fenómenos como los que se han descrito anteriormente. Esto me recuerda uno de los axiomas más extendidos y que hace referencia a aquello de que el hombre, tan solo utiliza el 10% de su cerebro, algo irrisorio, con lo que inconscientemente reconocemos las limitaciones de nuestra mente para comprender sucesos hasta ahora inexplicables para nosotros. 

Quizá debamos dar tiempo al tiempo antes de intentar comprender eventos tan extraordinarios. Tiempo para que nuestra mente crezca en comprensión educándose, trabajando con aquellos datos y medios de que disponemos. Siendo más humildes en la exposición de algunas ideas, pero sobretodo concentrándonos en los problemas técnicos que nos impiden entender aquello que ocurre, en lugar de remitirnos a las fuerzas oscuras, que parecen más las de nuestra mente incapaz que las del propio cosmos. Y si los medios son pobres, aprendamos de los que nos precedieron, enriquezcámoslos y creemos esa nueva física; desarrollemos las matemáticas que sin lugar a dudas serán necesarias para comprender e un futuro aquello que nos rodea. Pero dejémonos de orgasmos mentales, de nuevos evangelios, no tanto prohibidos por blasfemos como por cómicos y absurdos. No existen energías oscuras, solo existe aquello que desconocemos. Pero sobre todo, no maldigamos  la oscuridad,  encendamos una luz y dejemos de burlarnos de la ciencia, pues duele a quienes creen en ella. Y sobre todo: dejemos a George Lucas, con lo que es de Lucas y, a dios con lo que es de Dios a la ciencia lo que es de la ciencia.



((Este artículo fue escrito originariamente en 2001 si bien, sigue manteniendo todo su valor en tanto a aquello que quería decir y referir  y de momento ha resistido  muy bien el paso del tiempo. Fue publicado originariamente en distintas web y alguna revista de género, curiosamente, y siendo mío no lo tenía en mis blogs; así que después de darle un repasito, muy pequeño,  he solucionado esta cuestión..
 

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Apunte acerca de teorías, neumáticos y algunas definiciones Absurdas…



En realidad ¿qué es una teoría? Se pueden definir en algún momento, y sin lugar a dudas, como auténticas o verdaderas todas las teorías. O, dicho de otro modo, cuando nos dicen que una teoría pronostica el fin del mundo, o alguna catástrofe cataclísmica ¿debemos asustarnos por ello? Pueden estar tranquilos. En algunos casos, ciertamente más de lo que nos gustaría, las teorías (del tipo nombres raros "Fuerza oscura"; "Energía oscura" o bien, auguradoras de cataclismos) solo son justificadas por el ego de quién las crea, intentando conseguir un minuto de gloria. Conste, he dicho en algunos casos. Pues, con las teorías ocurre como con los neumáticos, hay montones y de variados diseños, la tecnología avanza y con ella la capacidad de investigar otros diseños, de teorías y neumáticos. Mientras unos y otras están disponibles, los montamos y jugamos con ellos, derrapamos damos curvas y algunos se estrellan. Hasta que sale un diseño nuevo, entonces los cambiamos, no siempre para mejorar. Algunos montan teorías demasiado artificiales y enormes, que impiden incluso después de puestas que ande el coche. Morín decía, al respecto de las teorías, que eran biodegradables. Y Hume, argumentaba que no existe una lógica que conduzca a través de los hechos a las teorías, pues una teoría verdadera no es más que una hipótesis que ha resistido hasta la fecha los ensayos por refutarla. Si bien, lo que caracteriza a las verdaderas teorías científicas es justamente la capacidad para una posible refutación de las mismas. Dicho de otro modo, una teoría solo es verdadera en la medida en que permanezca abierta a su posible falsedad. De este modo todos podemos diseñar neumáticos, aunque derrapen, gasten y sean un "truño" de neumáticos, solo hay que seguir unas las normas académicas de fabricación, por inverosímil y absurdo que sea luego el resultado.

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Journey's End (Saul Dibb, 2017) Película bélica- Crítica.



Journey's End (Saul Dibb, 2017) Película admirable ―empecemos por ahí―, conmovedora y completamente afectiva a lo que se le requiere, que nos cuenta una historia simple con una honestidad y reserva admirable, haciendo honor a la línea y diálogos de la obra original que se presentó originalmente en 1928 ―cuando todo estaba muy aún muy presente en la memoria―, escrita como obra dramática original para el teatro por el dramaturgo inglés RC Sherriff. Pero antes de seguir hagamos un poco de historia. Fue en 1930 cuando se filmo la primera versión cinematográfica, Journey's End: película británico-estadounidense dirigida por James Whale, basada en la obra homónima del mismo nombre de RC Sherriff. La película, como la obra anterior fue un enorme éxito crítico y comercial que lanzó las carreras cinematográficas de Whale y varios de sus protagonistas al estrellato. Curiosamente, al año siguiente hubo una versión cinematográfica alemana The Other Side dirigida por Heinz Paul protagonizada por Conrad Veidt como Stanhope y Wolfgang Liebeneiner como Raleigh. La película, sin embargo, fue prohibida unas semanas después de que los nazis tomaran el poder en 1933. En 1976, la obra fue adaptada nuevamente como Aces High con el escenario cambiado al British Royal Flying Corps. Finalmente la obra fue adaptada para el cine nuevamente con título y escenarios originales en 2017. Por lo tanto, no se le escapa a nadie que hablamos de una película que ha sido revivida y rehecha por generaciones sucesivamente, lo que plantea la pregunta de: si el mundo necesitaba otra adaptación de este viejo film de guerra. Sin embargo, Saul Dibb nos ofrece una respuesta enfática a esa pregunta, con una producción robusta y vigorosa haciendo un trabajo fantástico al transmitir los horrores de las trincheras de una manera admirablemente sobria pero, por encima de todo, respetando el recuerdo de cientos de miles de jóvenes enviados a la muerte hace ya más de cien años: honrando aquellos los temas perdurables de la película, y demostrando así que ésta ha resistido la prueba del tiempo.

Argumento: Es marzo de 1918 y la guerra en Europa se ha desatado durante cuatro largos años sin un final a la vista. Mientras, miles de jóvenes británicos, algunos apenas adolescentes, son enviados a Francia para luchar contra los alemanes. Vemos, al comenzar la película, que el joven oficial Raleigh (Asa Butterfield) se dirige con orgullo hacia el frente, sin ser cociente de los horrores que lo esperan, y con la esperanza de reunirse con un viejo amigo de la escuela: un joven Capitán del ejército llamado Stanhope (Sam Claflin). Raleigh, es sobrino del comandante del batallón y consigue el favor de su tío para que éste lo envié a unirse a Stanhope y sus hombres que ya están en el frente, y se preparan para un inminente ofensiva alemana. Al llegar a su destino, ya en las habitaciones sucias y miserables bajo las trincheras, el joven se encuentra con el amable teniente Osborne (Paul Bettany), un antiguo maestro de escuela que los hombres han apodado tío. El resto de la historia se desarrolla mientras los soldados se preparan para la batalla en un refugio de infantería, contando las horas hasta el fatídico día en que los dos ejércitos finalmente se encuentran. Cabe destacar de entre todos, el papel de Toby Jones que hace de sufrido cocinero de infantería (Mason), complaciendo los caprichos de sus superiores de clase alta; Mason, hace todo lo posible a su alcance para complacer y apaciguar a todos, siempre con unos recursos muy limitados y, a menudo, olvidándose de los ingredientes y partes principales de la comida que prepara para los oficiales. Como parte del dialogo de éste, referir aquel cuando, al ser preguntado sobre qué clase de chuleta es la chuleta, pues hay chuletas y chuletas... él responde: es chuleta; o, los jocosos comentarios sobre el rico sabor a amarillo, que tiene la sopa amarilla. Lo cierto es, que el director logra inyectar comentarios sutiles, pero esenciales, sobre todo a la hora de comer, en la mesa: sobre la idea de sufrir, pero no sufrir más de lo necesario; además, de darnos a entender sobre un sistema de clase, en el que los hombres de la clase trabajadora, son gobernados por gemelos inexpertos de clase alta como el llorón Hibbert (Tom Sturridge). Tanto Bettany como Osborne admirables, trayendo algo de ternura y calidez, muy necesarias, a un mundo donde toda humanidad ha desaparecido y solo queda un recuerdo lejano de los seres queridos.

Una gran parte de la película transcurre en el interior bajo las trincheras, ahí es donde el director de fotografía Laurie Rose (High-Rise , Kill List, Free Fire ) logra ―con una iluminación de velas muy lúgubre pero definida―, transmitirnos de forma brillante lo que debió ser, el sentirse agobiado y atrapado en espacios tan reducidos, en medio de tierra extranjera bajo el fuego de las bombas y proyectiles a kilómetros de distancia de sus familias. La banda sonora, hermosamente triste de Natalie Holt, y un guión sólido de Simon Reade, cumplen perfectamente con el trabajo de transmitirnos aquello que se propone, sin sentir la necesidad hoy tan extendida, de una narración más recargada de efectos y ruido siendo el justo y necesario, siempre en el momento preciso. En definitiva una pieza cinematográfica genuinamente conmovedora que afecta a al fondo de las personas; que nos cuenta una historia simple, con honestidad, y una reserva digna de elogio.


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Yoshito Matsushige - Hiroshima en el objetivo de la cámara (6 de agosto de 1945)


Hablar de algo, de cualquier cosa, sobre lo que ya se ha hablado y comentado tanto a lo largo del tiempo y la historia es complicado, o al menos lo es, si se le quiere de un ángulo y una voz propia. Aún así lo intentaré. En este caso, hablar de Yoshito Matsushige, que sobrevivió en 1945 al bombardeo nuclear de Hiroshima no es difícil, lo verdaderamente difícil es ponerse en su lugar e intentar entender lo que debió sentir y pasar por su cabeza en aquel momento. Gracias él hoy, mediante sus fotografías y "palabras" podemos atisbar, aunque sea vagamente, lo que fue el verdadero horror de aquella terrible experiencia: de su experiencia. Aquella que comenzaría la mañana 6 de agosto de 1945, cuando entre el desconcierto de una población civil desacostumbrada a explosiones de gran magnitud, se encontraba nuestro hombre que, saliendo de entre los escombros de su derruida vivienda, fue capaz recomponerse y fotografiar una hora después del ataque, la situación de devastación –casi surrealista- que vivía la ciudad. De lo poco que quedaba de en pie de su casa de Hiroshima Yoshito fue capaz de rescatar algo de ropa, su cámara fotográfica y el coraje suficiente para hacer las fotografías que luego pasarían a la historia y, que la revista Life publicó el 29 de septiembre de 1952, calificándolas como las "Primeras imágenes de las consecuencias de una bomba atómica a través de los ojos de las propias víctimas". 


Yoshito Matsushige tenía 32 años en el momento del bombardeo y estaba en su casa en el momento del bombardeo.⸺ Había terminado el desayuno y me estaba preparando para ir al periódico cuando sucedió. Hubo un destello de los cables interiores, como si los hubiera alcanzado un rayo. No escuché ningún sonido, pero el mundo a mi alrededor se volvió blanco brillante: me quedé cegado momentáneamente como si una luz de magnesio se hubiera encendido delante de mis ojos. Inmediatamente después de eso, llegó la explosión. Estaba desnudo de cintura para arriba, y la explosión fue tan intensa que sentí como si cientos de agujas me estuvieran aplastando a la vez. La explosión hizo grandes agujeros en las paredes del primer y segundo piso. Apenas podía ver la habitación debido a toda la suciedad -(Yoshito Matsushige) Su casa estaba ubicada en Midori-cho, a 1.7 millas de la zona cero (hipocentro) de la explosión. Esto estaba justo fuera del radio de 1.5 millas de destrucción creado por los efectos de la explosión atómica. Milagrosamente, Matsushige no resultó gravemente herido debido a ésta y gracias a ello se le dio una de las oportunidades fotográficas más famosas de la historia humana. Con una cámara y dos rollos de película (24 posibles exposiciones) trató de llegar a la oficina de su periódico, pero las llamas bloqueaban el camino. Entonces regresó al Puente Miyuki y trató de tomar fotografías de la terrible carnicería que presenciaba en el puente, pero no se vio capaz de presionar el botón del obturador en aquel momento. Después de luchar en ese lugar durante más de treinta minutos con su propia conciencia, finalmente, tomó sus primeras fotografías. Durante las siguientes diez horas Matsushige solo pudo hacer clic en el obturador siete veces: la vista era tan atroz y desgarradora para sus ojos que en muchas ocasiones se veía incapaz; además, temía que las personas quemadas y devastadas se enfurecieran con el si les tomaba fotos  ⸺Cerca del puente Miyuki, había una caja de policía. La mayoría de las víctimas que se habían reunido allí eran niñas de secundaria de la Escuela de Negocios de Niñas de Hiroshima y la Escuela Secundaria Hiroshima No.1. Habían sido movilizados para evacuar edificios y estaban afuera cuando cayó la bomba. Habiendo estado expuestos directamente a los rayos de calor, estaban cubiertos de ampollas, del tamaño de bolas, en la espalda, la cara, los hombros y los brazos. Las ampollas comenzaban a estallar y su piel colgaba como alfombras. Algunos de los niños incluso tienen quemaduras en las plantas de los pies. Habían perdido sus zapatos y corrían descalzos por el fuego ardiente. Cuando vi esto, pensé que tomaría una foto y tomé mi cámara. Pero no pude empujar el obturador porque la vista era muy patética. Aunque yo también fui víctima de la misma bomba, Solo tuve heridas leves por fragmentos de vidrio, mientras que estas personas estaban muriendo. Era una vista tan cruel que no podía presionar el obturador. Tal vez dudé allí durante unos 20 minutos, pero finalmente reuní el coraje para tomar una foto. Luego, me moví 4 o 5 metros hacia adelante para tomar la segunda foto. Incluso hoy, recuerdo claramente cómo el visor se nubló con mis lágrimas. Sentí que todos me miraban y pensaban con enojo: "Nos está tomando una foto y no nos ayudará en absoluto". Sin embargo, tuve que presionar el obturador, así que endurecí mi corazón y finalmente tomé la segunda foto. Esas personas deben haberme pensado debidamente insensible -(Yoshito Matsushige)⸺. Al regresar a su casa, o lo que quedaba de ella Matsushige no pudo revelar la película de inmediato. Lo hizo después de veinte días  y al aire libre, de la manera más primitiva pues todos los cuartos oscuros de la ciudad, incluido el suyo habían sido destruidos, de modo que Bajo un cielo lleno de estrellas, y con un paisaje desolador a su alrededor de casas derrumbadas, decenas de miles de personas muertas y la silueta de Hiroshima todavía ardiendo en la distancia, lavó su película en un arroyo radiado y las colgó para secar colgándolas de la rama quemada de un árbol. Cinco de aquellas siete imágenes habían sobrevivido al holocausto nuclear y, es gracias a ellas que todo el mundo sabe hoy cómo fue, qué sucedió en Hiroshima ese día. Sin embargo, solo Matsushige sabe cómo hubiesen sido las otras diecisiete fotos que no tomó y, sobre todo todas aquellas que quedaron en sus retinas. Las fotografías del bombardeo atómico de Hiroshima no se publicaron hasta que la ocupación estadounidense de Japón terminó en abril de 1952. La revista Asahi Gurafu publicó inicialmente las fotografías de Matsushige en una edición especial el 6 de agosto.





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La Pisada del Diablo (Sobre una Leyenda Popular)


En alguna ocasión escuché que Madrid es un lugar especial, una ciudad encantadora. Pero al margen de su encanto, Madrid es una inmensa urbe; una moderna metrópoli repleta de agitación. Un hormiguero de personas venidas de cientos de lugares cargadas con sueños, pesares y angustias pululando de un lado a otro; dejando una parte de sí impregnada en el ambiente de la ciudad. Sin embargo, algo inquietante hay en la cosmopolita urbe, que de algún modo nos recuerda a aquellos aislados pueblos de lo que un día se dio en llamar “la España profunda”. Me refiero, por supuesto a sus mitos y leyendas; historias que abundan como duendes en los bosques, recorriendo las esquinas y pasando de boca en boca hasta que en cualquier momento alguna de ellas te puede alcanzar: de la mano de un portero, un vecino o, el camarero de algún aburrido bar. Y no es de extrañar, que aquellos que gustan de pasear por la sierra que rodea Madrid hayan escuchado, en más de una ocasión de boca de aquellos con los que se cruzaron por sus sendas que, por esos parajes hace mucho tiempo apareció un Magnífico ser. Incluso hay quien afirma que, si bien, aquella no fue la primera vez que éste se acercó a Madrid, si fue la primera ocasión que clavó sus radiantes ojos en la ciudad, profetizando su regreso.

El suceso al que me refiero me lo contó mi padrino José Antonio, cuando yo era aún un joven muchacho, a lo largo de un caluroso verano que pasé con él en su casa de Miraflores. Los hechos se desarrollaron en un paraje no lejos del palacio del Escorial, aproximadamente a un kilómetro de "La Silla de Felipe II", donde la extraña morfología de una roca ha alimentado la superstición, sobre un episodio ocurrido allí mismo con el Mal, aunque, hace de ello muchísimo tiempo.

Por lo visto, una ermitaña del lugar llamada Martiña, feligresa y devota de la Virgen de Gracia se encontró un día con un humilde peregrino de singular belleza, que caminaba dirección a la ciudad. Martiña, compasiva de aquel sujeto le ofreció como muestra de caridad comida y un lugar donde descansar y pasar la noche, pues, un poderoso temporal de lluvia azotaba con furia la sierra. El peregrino, extrañado de tanta bondad, y como muestra de gratitud le preguntó si podía hacer algo por ella, lo que fuera.  Ella le dijo que no, para después… tras unos instantes retractarse y pedirle por favor que cuando siguiese su camino, si pasaba cerca de una ermita rezase una oración por su alma a la virgen María, pues ya estaba muy vieja y sentía que de aquel invierno no iba a pasar. Fue entonces cuando el peregrino se levantó furioso, como trastornado mostrando a Martiña su verdadera identidad, revelando enteramente su esencia, resultando no ser otro que el mismísimo Lucifer. Martiña palideció y por un momento pensó que sería su fin, sin embargo, Lucifer, para mayor sorpresa de la anciana no la lastimó, por el contrario sonrió púes, tramo un maléfico plan: Durante un tiempo, no se sabe exactamente cuánto, Lucifer visitó  día tras otro a la anciana en su cueva, allí, Martiña fue seducida, ofreciéndole poder, juventud y felicidad a cambio de que olvidase la enorme devoción que sentía por la Virgen. Martiña se negó, y así ocurrió cada una de las numerosas ocasiones que Lucifer la visitó. Ante la reiterada negativa de la ermitaña, Lucifer, sintiéndose frustrado pues intuía un espíritu igual en las gentes del valle, enfureció. La cólera desatada por aquel hizo temblar la tierra, al golpear éste una roca en medio de una indescriptible explosión. Luego se lanzó al vacío; pero, no sin antes lanzar una terrible advertencia: 
“Cuando las gentes sean otras gentes y el tiempo sea otro tiempo. Cuando la duda asiente, perturbando la frágil voluntad y el corazón del hombre… Volveré. Y, para entonces…  me estarán esperando”. 
Aún hoy, en aquel lugar se halla un canto de granito en el que parece incrustada la enorme huella de un talón izquierdo, a la roca la llaman "La Pisada del diablo". Por supuesto, este es un cuento evidentemente ficticio, fruto de las creencias fantasiosas que durante siglos han acompañado a la cultura mundana; aunque, en Madrid a día de hoy existe una Glorieta que se encuentra a una altitud topográfica oficial de 666 metros sobre el nivel del mar, sobre la que luce un monumento singular “El Ángel Caído”: Lucifer. Exactamente fue en 1877, cuando el escultor madrileño Ricardo Bellver (1845-1924) realizó dicha obra. Al año siguiente ganó la Medalla de Primera Clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes, celebrada en Madrid. En el catálogo de dicha exposición se mencionan unos versos de El paraíso perdido, de John Milton en los que está inspirada la escultura:Por su orgullo cae arrojado del cielo con toda su hueste de ángeles rebeldes para no volver a él jamás. Agita en derredor sus miradas, y blasfemo las fija en el empíreo, reflejándose en ellas el dolor más hondo, la consternación más grande, la soberbia más funesta y el odio más obstinado. Pero, si hemos de hablar John Milton y del Paraíso perdido, no es esa parte del verso la que me gustaría referir, sino aquella otra donde Satanás arenga a sus fieles para vengarse de Dios,  no con la fuerza, sino con la astucia y el engaño. Y para ello dispone que se utilice a una futura criatura suya, el hombre; diciéndoles:
 -¡Oh, millares de espíritus inmortales!! ¡Oh, potestades a quienes sólo puede igualarse el Todopoderoso! Aquel combate no careció de gloria, por más que su resultado fuera desastroso, como lo atestiguan esta mansión y este terrible cambio que me es odioso expresar. [...] De hoy más, ya conocemos su poder como conocemos el nuestro, de modo que no provoquemos ni rehuyamos con temor cualquier guerra a que se nos provoque. El mejor partido que nos queda es el de emplear nuestras fuerzas en un secreto designio: el de obtener por medio de la astucia y del artificio lo que la fuerza no ha alcanzado, a fin de que en adelante sepa por lo menos que un enemigo vencido por la fuerza sólo es vencido a medias.
                                                <Canto I de El paraíso perdido, Milton1>.
La ciudad de Madrid se encuentra hoy, toda ella, a una altura media sobre el nivel del mar de 667 metros. Y, según algunos expertos... bajando. Todo deviene por una causa decía Platón; y quizá no sea una casualidad todo esto; por si acaso y, solo por si acaso, haríamos bien en recordar aquellas palabras de San Pablo, que nos advertían...
(...) Porque no tenemos que luchar contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
 <San Pablo. Efesios 6:12-3>

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Enpantanado

Nicaragua

En Nicaragua me paso algo, algo que le puede pasar a cualquiera, aunque, parece que yo tengo una predisposición natural, o de nacimiento a meterme en pantanales, continuamente. Había llegado yo, feliz y contento a la isla de Ometepe, situada en el lago de Nicaragua o lago Cocibolca (Nicaragua) uno de esos lugares de Centroamérica que no debes dejar de visitar. Desde el aire parece un ocho, un ocho formado por dos volcanes, el Concepción con 1.610m y el Maderas con 1.394m, ambos unidos por un pequeño istmo. Ya era anochecido cuando llegué, ilusionado –aunque sin ver una porra- con la idea de al día siguiente alcanzar el cráter de ambos volcanes. Me instale en la tienda, sin mucho más miramiento que no me picasen demasiado los mosquitos, y allí me tumbe a la bartola, comiendo y esperando a que amaneciese: cantando, riendo y tocando la flauta. Al día siguiente, cuando me levante, lo primero que vi ante mis ojos fue un cartel: “No acampar – PELIGRO - Cocodrilos”. - Pues eso… vamos al lío.

1917 de Sam Mendes (2019). Película - Crítica.


1917 de Sam Mendes. Película, para mí, muy pobre.: le falta algo o, quizá más que algo y, lo primero es originalidad, todos hemos visto esta película ya hace muchos años: la generación de mis padres la vio, y la mía también, y por lo tanto en nada me ha sorprendido. Lo segundo, y más importante a la historia le falta ''historia'': como si hubiese llegado tarde al cine y me hubiera perdido algo, de modo que en ningún momento he logrado conectar con los personajes protagonistas púes, apenas me los han presentado no pudiendo empatizar así, que tampoco me ha emocionado. Y escenas de guerra, todos las he visto mejores...

Digamos, que la película tiene más éxito como un thriller que como un examen reflexivo de la guerra y sus horrores: y me explicaré: el director parece muy poco interesado en ideas sobre la pesadilla de las batallas y sus efectos directos en los personajes (o incluso en los propios personajes) y, mucho más interesado en mantener una atmósfera de tensión permanente a lo Hitchcock. Para ello, nos propone la idea, desde una sola cámara, de seguir a dos soldados británicos en una misión a vida o muerte, a través de tierra desolada, siguiendo en todo momento una trama muy lineal con una sensación de inmediatez que casi no detiene su impulso y, donde la mayor parte de la misión se nos relata en lo que parece “tiempo real” lo que, ciertamente, deja muy pocas oportunidades para que nos tomemos un respiro, digamos… reflexivo. Y no hay nada de malo en todo ello, pero diferencia notablemente esta película de otras anteriores, que utilizaban el conflicto como marco a una forma de discutir o denunciar la injusticia de clase o militar. Igualmente, queda muy claro que a los espectadores del siglo XXI se les ofrece una forma muy diferente y atractiva de ver la Primera Guerra Mundial: la técnica, fotografía y efectos detrás de de cada película pretende ser casi más realista que la propia realidad, por cierto, recuerdan aquel documental de Peter Jackson donde tomó material de la I guerra, lo coloreó, corrigió la velocidad de fotogramas y edito a 3D para hacer que el conflicto fuese más inmediato "-atractivo diría yo-" para el espectador contemporáneo, pues algo así, una especie de “glutamato” para los sentidos; en esta ocasión se  observa en desproporción justo en el momento de la ruptura del plano secuencia a fundido y vuelta empezar, entrando en el reino de Fantasía:  "Es el momento en el que la película cambia del naturalismo a algo más de leyenda", continúa. "Y va hasta algo que parece el descenso al infierno. Y si lo miras en esos términos, él desciende al infierno y se arrastra a través del río Estigia y vuelve al mundo de los vivos de nuevo cuando se encuentra con los soldados en el bosque. Ahí hay un nivel en el que estás intentando hacer que la cosa funcione, que es un nivel inconsciente de terror. Eso está más allá de las palabras. Es solo imagen y atmósfera", concluye. Y claro, sabe muy bien, aunque no sepamos a qué. Resumiendo, no encuentro una razón profunda de denuncia o critica que haya motivado la película, sino más una motivación material: de taquilla. Y finalmente, entraríamos en la teoría del Remake: Gallipolli (1981); Senderos de Gloria (1951); me gustaría saber qué opináis al respecto... En definitiva: Regular a mala.

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