LIBRES EN EL INSTANTE, FRENTE AL ETERNO PRESENTE/ 2022 -2023 Jordi Maqueda

Jordi Maqueda  / Libres en el Instante ( El privilegio del instante)  / Filosofia - Sufismo - Misticismo


EL INSTANTE, FRENTE AL ETERNO PRESENTE

Nada es, en el devenir, fuera del lugar que le asigna un itinerario, donde ningún proceder o pensamiento resulta útil, lejos de aquel momento requerido a su tiempo.  Cuando ser es, estar asistiendo y presente en el instante. El privilegio del instante jamás ha sido cuestionado: se vive el instante; respiramos el instante de cada experiencia que nos lleva a otro, donde la realidad se renueva: somos hijos de cada respiración, y si esta experien­cia a alguien fue vedada queda definitivamente sin esperanza. Tanto es así que solo desde el instante se acierta a separar lo verdadero de lo falso; a distinguir lo justo de lo injusto; a traspasar con la mirada los límites del pensamiento y de los sentidos, pudiendo observar el horizonte que constituye con el pasado y el futuro la característica del tiempo, sintiéndonos consecuencia y origen a la vez del devenir. Precisamente, ahí el privilegio (la cualidad del momento: o instante), que otorga, en tanto a ser, la prerrogativa luego de proceder en el ahora: en el medio sobre el que se organiza y resulta todo movimiento, corriente y pensamiento. Pero ese “instante” no siempre es bien atendido, incluso pudiendo caer prisioneros del momento: y atrapados en un eterno presente, que hoy nos acecha desde cualquier lugar. 

Pero, ¿Qué es el instante?   Nos preguntamos por el instante y lo hacemos por una buena razón, pero quizá antes debamos concebirlo no como lo que parece que es, sino como lo que es y supone, en tanto, a categórico; pues no precisamente es fácil agarrar la idea que pretendo en este escrito, quizá más obvio descrito a través de la poesía, o incluso de la mística oriental, pues en occidente, el instante, refiere lo fugaz (inasible) e igualmente, y de manera fugaz ha sido tratado y poco referido en su carácter (o condición: determinante-de este). Si bien, Borges lo dibuja en un poema, siendo al final donde mejor lo entendemos definido, en ese lenguaje tornasolado que desvela lo sereno y terrible a la vez de cuanto supone cada instante: "El presente está solo. La memoria erige el tiempo. Sucesión y engaño es la rutina del reloj. El año no es menos vano que la vana historia. Entre el alba y la noche hay un abismo de agonías, de luces, de cuidados; el rostro que se mira en los gastados espejos de la noche no es el mismo. El hoy fugaz es tenue y es eterno; otro Cielo no esperes, ni otro Infierno". (Borges - el instante). Mejor Borges que cualquier explicación. Si bien refiere Borges la vida colmada de esos pequeños instantes, igualmente nos advierte: hemos de tener cuidado, pues son determinantes estos y los debemos atender con cuidado y premura, para luego no lamentarnos. Aunque, quizá en la espiritualidad oriental es donde encontraremos más aspectos y definición más detallada a nuestros intereses, de lo que representa y supone el instante: como determinante. [La filosofía oriental, malentendida o desatendida por largo tiempo, desde hace poco más de un siglo, ayuda al pensamiento de occidente a plantearse situaciones —preguntas y respuestas— de otro modo, desde otro lugar, desde donde quizá poder discernir y mejor entender aquello que pretendemos tanto entender, como explicar].

Existe una doctrina de los «tres mil aspectos contenidos en cada instante vital»: un principio postulado por el maestro T’ien-t’ai (Chih-i) El término «cada instante vital» denota la vida de uno, tal y como existe instante a instante. El principio enseña que un momento determinado de la vida incluye tres mil estados posibles, entiéndase: la vida, a cada instante, contiene, para bien o para mal, un potencial ilimitado de posibilidades. Pero quizá sea en la mística sufí, donde encontramos más desarrollada la explicación: el significado y respuesta más apropiada a nuestra pregunta.

En la lengua árabe existe una palabra que significa igualmente tiempo, momento, o instante. Esta palabra es (Waqt). Pero es en el sufismo donde el término ha sido considerado (adquiriendo su carácter más preciso) utilizado, no para designar una cantidad o medida de tiempo, sino más bien para referirse a “la cualidad del momento” o instante en el tiempo. En ese sentido, al sufí se le conoce como hijo del instante: "El presente es un océano de maravillas extraordinarias cuyas olas son instantes que se suceden. [Abd ar-Rahmân al-Jâmî, op. cit., p. 64.].  No debemos dejar escapar sus maravillas al ignorar lo que hay en él. Si se te escapa, no cumplirás como debes con el instante, ni contigo (es tu instante), ni le darás el valor que se merece". Se entiende perfectamente: a cada instante el mundo se renueva: una ola tras otra, parece la misma agua, no es la misma ola, y más importante aún: aquella ola (aquello) que paso, ya jamás se repite. Abd ar-Rahmân al-Jâmî, en Los hálitos de la intimidad, refiere aquellos instantes y sucesivos como únicos y representativos de cada momento, en nuestro momento-ahí: son nuestros momentos con aquello (algo) que al ser observado, y pensado, resulta aislado en el tiempo como "una concreción (o sedimento) fugaz de la eternidad" que por la consciencia puede ser atrapado. Así, a cada momento-instante (le pertenece) se manifiesta un aspecto diferente de la divinidad (de la creación): "Cada día, Él está en algún asunto" (55, 29) – dice el Corán; y por ello hay —nos dice— que atender presto al instante. El derviche es, y en palabras de al-Qushayrî, aquel que "está ocupado en lo que "más conviene a su estado (místico)" y está presente (presto a reaccionar) a lo que se exige de él en el ahora" [Abd ar-Rahmân al-Jâmî]. Pero este no es un estado exclusivo del derviche, si bien él lo entiende mejor. Pero nosotros igualmente, todos, debemos entender y podemos aprender de esta actitud frente a la realidad del instante: que Dios "puede" estar, si no está en todas partes; o bien, podemos extrapolar si es nuestra decisión, esta forma de ver y mirar, de reaccionar al mundo de modo más pragmático: y prestar atención al instante: a la realidad, que no siempre es aquello que más resplandece ante nuestros ojos.

En este sentido, cabe señalar que debiera convertirse en asunto urgente reflexionar sobre la memoria y el olvido. No solo porque la presión de un espacio social sobresaturado de información y noticias, en buena parte manipuladas y que nos deslumbran, acaban por encerrar a los hombres en la absorción, sin disfrute ni provecho del instante: del momento presente cada día más tecnologizado y efímero; sino igualmente por la doctrina (o corriente de pensamiento) que llega a teñir insensiblemente tales hechos: cuando vemos como se nos insta a que seamos, efectivamente hijos de nuestro tiempo, por aquellos que parecen manifestar una preocupación por nosotros: los habitantes del planeta (más que fingida), cuando detrás de tal manifestación se oculta la absoluta frivolidad e incoherencia, de una nueva generación de tecnócratas (políticos) que desde aquellas determinadas instituciones de las que participan, y que participan de sus mismos principios ideológicos: nos deslumbran (y la vez nos fríen la mente) con sus prodigios y mentiras, privándonos de una vida propia y de la realidad de nuestra experiencia, dirigiendo nuestra atención hacia aquello que más nos distrae, con centelleos de luz fabuladora y amenaza con hacernos "prisioneros, para siempre del eterno presente" 


II

Cuando se sufre pérdida de memoria a causa de demencia senil, o enfermedad de Alzhéimer, uno queda, para siempre, prisionero de su eterno presente (estar no-presente-ahí - en el ahora). Paulatinamente, se van borrando primero la memoria y tras ella las ideas hasta desaparecer uno mismo: sin un pasado (memoria), ni un futuro (a partir de ideas, y expectativas sobre estas mismas) que nos determine de manera reflexiva, se permanece en un cuerpo latente, expuesto y determinado por lo inmediato y siempre cambiante que nos fija, y, por tanto, determina igualmente nuestra existencia, condicionada por el resplandor demoníaco de un presente de luces multicolores que reclama nuestra atención incesantemente, a cada instante—como la luz ultravioleta reclama del insecto su atención —. Esa es la enfermedad y el problema hoy de la sociedad: anclados a un presente (irreflexivo) y perpetuo en acontecimientos que se suceden sin sentido (propiciando así la irreflexión o atolondramiento: y olvido momentáneo de uso de la razón) y nos ancla, e impide anticipar el futuro, y que terminará, a largo plazo extinguiéndonos, de igual forma que la deslumbrante luz ultravioleta frena aquella voluntad de volar y extingue al insecto, nuestra voluntad será extinguida / y habilidosamente sustituida por una mimesis (o voluntad dirigida: y sometedora) que de manera furtiva, e invitándola nosotros a entrar, luego nos subyuga, domina, reduce, sojuzga, oprime, conquista, reprime, sujeta, vence, e impone su voluntad sobre la nuestra..

Hemos llegado a aquel punto, llamémoslo crítico, punto en el que la cantidad monstruosa y constante de estímulos –de lo nuevo- a la que estamos expuestos en por todos los medios es abrumadora, sobrepasando en órdenes de magnitud cualquier estado o exposición anterior del ser humano: las noticias, datos, imágenes y sonidos, se suman en una anarquía total, de tal forma que cada nueva impresión que nos llega forma una idea que expulsa la anterior, antes siquiera que tengamos tiempo de considerarla. Luego, de este desgobierno de pensamientos vanos e impropios (inútiles) que nos rebosan: que viene y van, ocurre que antes de que nos demos cuenta o pensemos por qué estoy en un sitio: sentado en un banco… ya me encuentro en ese sitio, sentado en el banco, donde sigo expuesto (ojos y sentidos prestos) al torrente de información que no me deja pensar: en él porque estoy ahí, sentado, y anclado (a aquel banco), a veces olvidando incluso la razón (primera) que me llevo allí: a todos nos ha pasado. Como nos ha pasado, estar caminando (móvil en la mano) sin mirar el suelo, sin pensar dónde vamos, o ¿quizá ya lo hicimos? ¿Ya lo habíamos pensado?, o no, y solo vamos / estamos yendo: pero el presente (estamos ahora-yendo) significa —a decir de Heidegger— a la vez presencia: consciente (estar-ahí-yendo). Sin embargo, nosotros “estamos” yendo-ahí-ahora, pero… (no estando/ni siendo consciente-ahí-ahora… de que estamos yendo) en camino, hacia algún lugar, que no es lugar: hacia un futuro donde destino será nada y destino, al no haber asistido, en aquel instante presente (al que habíamos sido reclamados, en el devenir, para luego dirigiros, prudentemente y conscientemente al después); consecuencia esto, es de nuestros actos irreflexivos, que nos privan de la genuina decisión y del instante, en que somos reclamados a este (en el ahora): debiendo estar y siendo-ahí: conscientes, de decidir: en aquel ¡ahora¡ que fatalmente ¡ya pasó!

Pero pensemos en el presente: pues apenas lo nombramos, observamos de inmediato que pensamos en el pasado (devenir) que nos condujo allí, y consecuentemente en el futuro, proyectándonos a un después, trascendiendo el ahora... Presente, ahora-aquí (en un lugar y momento: consciente de aquello) quiere decir, por tanto, futuro; o mejor dicho, anticipación/proyección del futuro (vivir). De modo que andando, y presentes y conscientes: dando un paso aquí-ahora anticipamos el siguiente paso ahí-después (conscientes de donde estamos y vamos). Esto que parce tan obvio se mostrará determinante, cuando observamos que la atención al futuro ha sido, desde los albores de la humanidad, objeto de cuidado para el ser humano. Anticipar, puede salvarnos, cuando no: mejorarnos la vida. Pensar, ahora, en el pasado, anticipando de un viaje los eventos posibles que por este podamos deducir, puede anticiparnos problemas de manera individual. Luego, a nivel de especie, y tras la Segunda Guerra Mundial (y esto parece más serio) pensar el futuro adquiere aquel carácter sistemático y riguroso que hoy se caracteriza a la prospectiva o estudios del futuro. El término «prospectiva» fue acuñado por el francés Gastón Berger, a comienzos de los años cincuenta, quien la definió como «la ciencia que estudia al futuro para comprenderlo y poder influir en él» (Astigarraga, 2016: 14). A decir, en el pensamiento de Berger se encuentra una idea relevante al individuo, que ha adquirido especial relevancia en el mundo de hoy: pensar sistemáticamente acerca del futuro permite no solo influir en este, sino, más aún, dar sentido a nuestro presente. Pensar el futuro, por tanto, es una habilidad estratégica que no solo puede aprenderse, sino que debe aprenderse, tomarse para sí, pues nos aporta aquellas herramientas, derivadas de la experiencia del pasado, propias o no, que se demuestran fundamentales para la toma correcta de decisiones en el ahora (en el instante, en que somos reclamados a este, estando, siendo-ahí: conscientes) y que construyen nuestro porvenir, en lugar de ser meros espectadores / víctimas del devenir, luego de acontecimientos derivados de otros. De ahí que sea fácil entender, de lo explicado,  aquello qué resulta de actuar sin considerar (en el ahora) el pasado determinante del presente y previo al después, sin pensar destino ni consecuencias. Si bien, vemos que esto es precisamente lo que le ocurre hoy a la humanidad; y no refiero solo inconscientemente el acto de ir (yendo a algún lugar), sin pensar/ni estar o ser consciente de ello, ni del origen o destino, sino que refiero el acto consciente de (actuar) en tanto a aquel, primer impulso… (Luego perturbador de la razón y de la misma voluntad original). Voy… pero voy a ningún lugar concreto ni definido; pues apenas me propuse ir… cuando yendo me encontraba, sin haberme ni dado tiempo a pensar dónde: iba sin pensar, eso creía, o eso pensaba. Cuando de cierto, se observa que aquellos mismos procesos o situaciones que nos han conducido a (actuar) están marcados por una grave y fundamental ambigüedad: de entrada, la conciencia y la densa complejidad de los procesos que dieron lugar a actuar, a ir (a algún lugar), parecería que se hubieran visto superados en tal forma y medida, sin poder llevar consigo hacia adelante sus momentos de verdad, caídos estos, o más bien olvidados en el camino.

Luego, y de otro lado, de ese más oscuro de humanidad, no es difícil entender, aunque quizá lo sea de aceptar, entre las muchas objeciones que se pueden hacer a quien se propone averiguar, qué quiere significar este olvido: y anticipación de futuro, sin pasado ni presente (consistente), y que parece más bien un descabellado salto al vacío. Donde lo obvio desenmascara aquella obsesión por anular la memoria en lo inmediato (acción) y que extrapolado a mayor: resultaría en borrar el pasado colectivo, y que aparte de interpretaciones varias, podría ser clave para justificar cualquier vileza del presente sobre las personas, no con la impunidad de saber que nunca será recordado (Lledó), sino con la vileza y maldad de saber que ni siquiera somos conscientes, y que de serlo, como lo somos de tantas cosas, será pronto olvidado.

De esta forma, y como si se tratase de un ensayo, donde somos el objeto de estudio, vemos como los peores horrores de la guerra y las más aberrantes pesadillas llegan a nosotros, a nuestros ojos, junto a otras ideas estimulantes: e igualmente vemos como ninguna de ellas sobrevive en la mente más allá de unos minutos, antes de ser arrastradas por una nueva oleada de información, que luego olvidaremos igualmente: yéndonos después al cine, a cenar o a bailar con los amigos (insensibilizados al dolor y sufrimiento). Las personas ya no se detienen, ni profundizan en nada, sobre todo en nada relevante, reaccionando continuamente a estímulos que les llevan de aquí para allá: a nada concreto y a todo, sin pararse a pensar: en qué están haciendo; y menos aún, y más importante: en qué no están haciendo. La distracción se vuelve premio final e inútil de la historia del ciudadano que, además, exige distraerse: luego, distraerse todos juntos es la cumbre y fin absurdo de la socialización. De este modo, la ambigüedad se convierte en el resultado último de la curiosidad, que define la actitud que el ser humano tiene hoy con el saber de las cosas, adquirido a partir de sus distracciones, y no por el conocimiento o estudio, acrecentado por el acceso indiscriminado a la información que “permite a cualquiera decir cualquier cosa, cuando se hace imposible discernir entre lo que ha sido y no ha sido examinado, contrastado a verdad y expuesto tras una comprensión auténtica”, produciendo una indiferencia generalizada (ya a nadie le importa la verdad de lo dicho o qué se comenta) donde “todo parece auténticamente comprendido, pero en el fondo o no lo está”. Y qué podemos hacer, viendo el punto al que hemos llegado?, sobre todo en algunos aspectos de la sociedad, o de esa cotidianeidad abominable que son las Redes Sociales, cuando ciertamente ya no interesa a nadie la realidad y solo importa la desmaterialización: el Metaversoservir a la distracción, lo conceptual, lo relativo y sin valor: aquella fantasía, que alimenta el tejido de un cosmos creado para sí mismos; dentro del mundo que otros han creado para ellos; dentro, de una sociedad que han creado para todos; y ahí encerrado, la felicidad (absurda) es absoluta: lejos de la realidad y el mundo; bombardeado por los medios a cada segundo, recibiendo, cuando no, exportando absurdeces y tonterías a cada hora y minuto: todos los días. 

Lo cierto, es que esta lluvia abrumadora de estímulos perfectamente diseñados y pensados para mantenernos adheridos a las pantallas y a la información, nos hará prisioneros de un eterno presente, perteneciente a una realidad distinta: otra realidad, que se pretende hagamos nuestra. Esa es la enfermedad actual, y también el problema que como una demencia adquirida nos aleja de la propia existencia, y de la realidad, e impide centrarse en el instante: en el ahora, y en poder vivir como una persona libre en el mundo. Lo verás todo: luego te olvidarás de todo y nada dejará huella (en aquel olvido que se da en un presente eterno y cambiante). Estarás exiliado de la realidad y del mundo: incapaz de actuar. “Demasiada información a la que reaccionar: catatónico, muerto y vivo a la vez, reaccionando solo a estímulos”; enterrado por la información, y lejos de todo lo que deberías hacer como persona individual y libre. Incapaz de elegir e intercalar la acción con lo real, atrapado y dentro del «laberinto» donde será luego inútil preguntar, no habiendo entendido la máxima la idea principal que sugiriese aquella enigmática y a la vez genial idea, expuesta a través del «Laberinto de Falken»: Pregunta a la máquina— ¿Is this real or is it a game? (¿Es esto real o es un juego?) Respuesta de la máquina — ¿What’s the difference? (¿Cuál es la diferencia?)… Y mientras tanto, el mundo seguirá girando y muriendo un poco más cada día. La realidad, el tiempo, la vida y las estrellas pasarán, sin ser mínimamente conscientes de todo ello: allí, distraídos en su mundo de fantasía.  Esperemos a que un espíritu, en el cual el tipo de espíritu libre deba madurar hasta la perfección, haya corrido su aventura decisiva de un cambio de frente, cuando antes no había sido sino un espíritu siervo encadenado a su rincón y a su columna- F. Nietzsche: Humano, demasiado humano-3. 


© Copyright 2022  / Jorge Maqueda Merchan/ Jordi Maqueda- All Rights Reserved

No hay comentarios:

Publicar un comentario