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EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS
NO SIEMPRE ES LO QUE PARECE
No siempre es lo que parece/ Filosofía y sentido de la vida
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EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS
El sueño de la razón produce monstruos: el título del grabado lo dice todo, sin necesidad de análisis alguno. Conocedor, como nadie de su tiempo, el artista, representándose a sí mismo, nos muestra aquel momento en que la razón se adormece; y aparecen visiones, alucinaciones de seres monstruosos salidos de la oscuridad de la noche: “murciélagos entre ellos”. Se trata de uno de los grabados más conocidos de la serie de los 80 grabados al aguafuerte del artista español Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828), publicada en 1799 y conocida como Los Caprichos. En la estampa es el propio Goya es el que aparece adormecido en su mesa de trabajo, cuyo significado trasciende al tiempo, al mismo artista y la propia España, más allá de aquel significado primero, e igualmente del segundo que le otorga la razón crítica hoy, en tanto era revelador de una España que habría de dar batalla entre otras cosas a los problemas sociales de su tiempo, como la ignorancia y la superstición. Pero donde también,podemos mirar, en un ángulo de perpendicular sobre el horizonte y ver que nos dice (de nosotros mismos) aquel sujeto que se pinta a si mismo dormido (pero no está dormido mientras pinta) nacido del humanismo y las corrientes racionalistas/ empiristas del siglo XVII, que luego desembocará en la ilustración del XVIII. Ciertamente el artista podría haber pintado hoy el grabado y guardaría toda su potencia de significado: cuando a una sociedad acomodada y adormecida se le vuelven a revelar todos los monstruos: por medio de aquella misma razón, y que nos lleva a leer las palabras del texto, pero sin mirar aquel ángulo (en el lado derecho: vacío) que nos advierte de aquello que no vemos si estamos dormidos, pero que se muestra del lado izquierdo, que el goya despierto (cuando se pinta dormido) si puede ver, y reconocerse: de los monstruos y pesadillas del ilustrado adormecido, a las que el resto de la sociedad, todos nosotros les damos vida.
II
INTRODUCCIÓN
Hoy, cuando las
antiguas creencias están declinando y el final de las grandes síntesis se
acentúa, un hambre manifiesta avanza peregrinando el mundo. Se trata, de una
imperiosa necesidad de saber: saber quiénes somos, de dónde venimos o cuál es
el velado propósito, de la que en tantos casos resulta una miserable vida. De
tal modo, multitud de personas de la más variada condición, cuyo nexo común
encuentra su raíz más profunda en la angustia, se han dejado seducir en torno a
temas que van más allá de su quehacer acostumbrado. Seducidos, hacia cuestiones
“profundas y metafísicas” ―cuando no, víctimas del que resulta ser el humilde
parásito de la ingenuidad― arrojadas a la aventura de hallar unas nuevas
expectativas, en las que habrán de volverse a replantear aquellos mismos y
pretéritos temas relativos a la existencia.
Apreciable en
innumerables manifestaciones y formas, esta aptitud se observa en mayor medida,
al comprobar, el creciente interés mostrado por buena parte de la ciudadanía,
encandilada en torno a una amplia gama de tópicos y actividades: ufología,
sectas, parapsicología, “meditación”. Sin embargo, sería ventajista por mi
parte arremeter directa y exclusivamente contra todo contra aquello que más nos
parecen disparates, cuando el más ligero soplo de aire dirigido contra estos lo
derrumba. No requiriéndose tanto pulmón, como una buena dosis de coraje y
osadía para dirigirlo, sin vacilar, contra las imponentes fortificaciones de la
filosofía. Entiéndase, en esta (la filosofía) más que en ningún otro lugar,
donde el pensamiento desventurado ha escarbado, hundiéndose con mayor pasión y
resuelta vehemencia en busca de "la Nada", labrando tan vasta maraña
de galerías que si decidimos aventurarnos correremos riesgo de extraviarnos,
amplificando la magnitud de la inquietante perspectiva que nos habrá finalmente
de causar, caminar hacia un horizonte del que no se intuye la dicha.
Pero que la
filosofía occidental se halla en situación crítica, no lo afirmo yo: es un
hecho. Luego que no sirve para nada es solo un dicho, venido a raíz de una
tradición que parece desgastada cuando sino mas bien agotada, visto el fracaso
a partir de sus teorías y un repetir dando la vuelta siempre a las mismas
cosas, explicadas de mil y una maneras, sin aportar nada nuevo o relevante a la
realidad; pero, y más importante, olvidándose por completo de explorar nuevas
formas de pensamiento o de entender el mundo: no puede sostenerse aquello que
se da de golpes contras sus propias paredes y a la vez da la espalda al mundo y
a la realidad, a la entrada de un milenio que aguarda y del que algunos afirman:
será un milenio más universal, o no será, dada la deriva
cataclísmica de acontecimientos en la que nos vemos envueltos. Es por ello que
muchas personas creen que la filosofía (como disciplina / no tanto el
pensamiento) es un método de conocimiento que pertenece al pasado, habiendo
sido superada por la ciencia y la técnica. Pero este agotamiento académico, en
tanto a disciplina, no puede ni debe alejar nuestra atención de lo redundante:
el mismo hecho de pensar, y la obligación de hacerlo sobre aquello que se
precisa y urge: la verdad; ni debe hacernos perder de vista la necesidad de
unos nuevos planteamientos o formas de pensar renovadas, incluso
atrevidas, que como afirma Trías: “bien pudiesen alimentarse de la misma
disolución de esa razón ilustrada, ahora en período de rebajas”; sobre
todo, cuando la filosofía parece haber olvidado su razón primera, y perdido la
orientación definitivamente, precisando ahora de esa movilidad libre, como acto
que disuelve doctrinas que impiden el debate. (La filosofía implica una
movilidad libre en el pensamiento, es un acto creador que disuelve las
ideologías. —Martin Heidegger).
Desde mi
posición, no me siento obligado a ser continuador de nada, como tampoco
entiendo preciso continuar nada (fracasado con anterioridad). Cada cual piensa,
y al pensar como al caminar uno dirige primero sus pasos hasta que estos luego
lo dirigen a él. Por lo tanto, elegir qué pensar sería fantasear, en un mundo
donde la realidad condiciona de antemano mostrando lo relevante, y cuando la verdadera
decisión, o elección, sería negarse a pensar “en aquello relevante” desviándose
hacia lo improductivo e irrelevante (o académico) que por cierto a muchos
agradaría: una existencia irreflexiva, bien pagada, insensible y ausente de la
realidad. Si bien, esto parece más grave cuando se te dice o dirige sobre qué,
cómo o cuál es la forma apropiada de pensar (cuando se desea publicar). Nada de
eso hallarán aquí, y esto me permite una cierta libertad para maniobrar en un
terreno en el que —y todo hay que decirlo— se observa cierta intolerancia,
cuando entiendo, sería "un gran paso" poder universalizar
el pensamiento, empezando por una correcta educación que enseñe a pensar y
observar, acerca de nuestras dudas, y no tanto a obedecer sus certezas.
Me pregunto, si es posible que nos encontremos próximos a un ocaso:
advirtiendo de éste la mayor miseria que se ha dado jamás en el pensamiento
¿Hay alguna tragedia mayor que aquella, en la que se encuentra hoy la
filosofía? Cuando ésta ya no tiene nada que decir; más desde que los
intelectuales quedaron atrapados en el sueño de la propia razón, siendo
incapaces de asimilar, adaptándose y poniéndose a la altura de los avances
de una nueva ciencia, cada vez más moderna, que derivaría en signo y representación
de la civilización moderna; decidiendo luego así ocuparse de cualquier cosa,
menos de aquellas que realmente interesan*. Lo cierto es, que “ahora y desde
hace años sumida en una profunda crisis, olvidada por el hombre común y
desterrada al plano de las universidades y de la academia, la filosofía se
contempla como la actividad de personas “confinadas en ideas y pensamientos”
que se encuentran al margen de la realidad cotidiana, sin salir apenas nunca de
su pequeña órbita profesional, de su mundo (de imaginaciones y
fantasías) y círculo más inmediato. Igualmente, la falta de
entusiasmo, la moderación de los criterios y la disolución del alma moderna en
todo aquello material, vano y absurdo han hecho que perdamos la costumbre de
sentir aquel viejo consuelo de la rabia debilitando así, no solo el vigor de
nuestro corazón, sino también el de nuestro pensamiento”. ¡A esto nos han
conducido siglos de educación y de erudita majadería!"(
diría Ciorán). Es entonces que surge una cuestión al margen de saber, si
la filosofía sirve o no sirve o, cómo debería servir y, nos preguntamos ¿a
quién sirve hoy la filosofía? He aquí la cuestión y, entiéndase por servir:
obrar al servicio de, o proveyendo a ―de manera directa o indirecta― una
persona, empresa o causa obteniendo esta (persona, empresa o causa) un
beneficio como tal (material) de haberes sea, en la contabilidad de su cuenta
corriente o bien, de estatus personal y social. Y les advierto... ya una
respuesta asoma, por sí sola, aunque se requerirá de una admirable dosis de
osadía para dirigir lo que se resuelva de la cuestión, sin vacilar, contra las
imponentes defensas: fortificaciones, que se advierten ya cargando cañones de
tinta, en la lejanía.
Sobre la congregación para la doctrina del pensamiento correcto, en conformidad a su razón de ser, lo es, a través de aquellos "Lobbys" o “Escuelas Filosóficas” que pretenden mediante la tiranía, la dominación de las personas y el pensamiento universal promoviendo para ello, colegial y regularmente seminarios e iniciativas donde difundir su instrumento a través de escuelas de adoctrinamiento: fortaleciendo y defendiendo con ferocidad aquellos puntos de vista del pensamiento “establecido y correcto” (su pensamiento) que puedan estar siendo cuestionado/as, como consecuencia de nuevas tendencias (corrientes) o movimientos que las amenacen; o bien, amenacen al sistema (su sistema) basado en la teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (Keynesianismo) cuando no puedan ser aceptables aquellas ideas nuevas al sistema monetario liberal que les promueve y financia, tanto a ellos como a sus mayores instituciones: los Bancos.
II
. ¿A quién sirve la filosofía contemporánea? He aquí la cuestión y, también, una respuesta o, lanza que no admite discusión; solo encuentra y se hunde: en el corazón del adversario cuando le acierta. Entendiendo, para empezar, que la filosofía contemporánea y "establecida en la sociedad” sea para el estudio —en escuelas—, la difusión —en librerías y bibliotecas— o, como disfrute personal sirve y beneficia principalmente, no tanto a quienes la producen o produjeron —que son pocos o ya están muertos y no protestan— sino primero y más, mucho más —que a autores o herederos— a quienes la reproducen, sean estas: editoriales, publicaciones especializadas, universitarias etc. Incluyendo, en este grupo de beneficiados, como subgrupo, a quienes la inducen de sus diversas formas: la más extendida en forma de libro como “estudio” que, muchas veces es fomentado por aquellas primeras, resultando con ello un “estudio” muchas veces parcial, en tanto que subjetivo, y beneficiando en todo caso al autor y/o a los intereses de quien lo promueve. Después, están aquellos quienes encuentran su beneficio desde las cátedras o sillones donde se sientan y, que en la filosofía encuentran el pan que les sustenta a ellos y sustenta sus egos y, por qué no decirlo: sus ansias de poder y aspiraciones de ascender en lo social; pues ¿a quién si no sirve de verdad la filosofía? Yo recuerdo ahora a un ministro pero, realmente ¿a quién provee de alimento? Alimento que fuera en la vida o en la calle sirva de sustento, valiendo, para afrontar quehaceres en la lucha cotidiana del día a día. Mas se da el caso, que si a algunas personas a llevar una vida plena les ayuda la filosofía (entendiendo una determinada forma de pensamiento o a un filósofo concreto) es curioso, que cuando se expresan o expresan lo que sienten o piensan al respecto, sean aquellos —que fomentan la filosofía desde las escuelas— los mismos, que juzgan mal a quienes por la filosofía igualmente se orientan pero, difieran, o interpreten diferente —y todo en la vida es interpretar— en el modo de pensarla o practicarla, aunque todo devenga de un mismo fundamento o (texto) alegando: “Muchacho no pienses, no tienes escuela”. Y luego... ¿cómo discutir con ellos? Es absurdo. Si lo intentamos nos abruman, como buenos letrados en un juicio con textos y papeles, justificándose unos papeles a los textos y los textos a los papeles; hundiéndonos entonces a nosotros y aquel razonamiento humildemente expuesto, en la miseria más absoluta “mediante cuchilladas de silogismo, pues tiene el dialéctico un instrumento implacable con el que ejercer su tiranía, y condenar al vencido porque le obliga a tener que probar que no es idiota: enfureciendo así a los demás, a las vez, que le niega toda ayuda. El dialéctico reduce el intelecto del adversario a la impotencia” (Nietzsche). Y a mi pesar, opino que llámese o llámenlo como quieran, pero esto no es filosofía: “es una congregación para la doctrina del pensamiento” que, en conformidad con su razón de ser, dentro de la curia de aquellas “Escuelas Filosóficas” que pretenden la dominación y razón en el pensamiento universal promueve: colegial y regularmente encuentros, e iniciativas, para difundir el instrumento mediante el que ejercen la tiranía en sobre otras corrientes del pensamiento; defendiendo, siempre con ferocidad aquellos puntos del pensamiento establecido y, que puedan estar siendo puestos en peligro como consecuencia de nuevas tendencias o movimientos contrarias/os y, que la amenacen; o bien, amenacen, la teoría general de la ocupación el interés y el dinero cuando, no puedan ser aceptables aquellas ideas al sistema que les promueve y financia, tanto a ellos, como a sus instituciones de adoctrinamiento: Los Bancos. Y así, pasamos de filosofía más a religión, con una curia, que igual que la iglesia, promueve, doctrinas desde sus propias instituciones o escuelas de adoctrinamiento —principalmente universidades—. Doctrinas, que son el tipo de doctrinas: pensamiento o filosofía que interesan al Estado que las promueve; que interesa y no da problemas, retroalimentando al sistema y al estado de individuos, adecuados, a este. Pero... exactamente por qué, digo que es “Religión” ¿Es esto posible? La Religión es básicamente un dogma, un culto y un clero. Dogma (es un conjunto de creencias inalterables, como los principios en filosofía). Un culto (es el hecho de poner en práctica por medio de ritos ese dogma o, en filosofía sus principios). Y un clero (son los encargados de mantener y conservar el dogma y que se muestran como oficiantes —sean curas o en este caso maestros— del culto y, que preserve el dogma de su pensamiento) la imagen de la sombra del conejo blanco, que siempre se mira el reloj. Veamos ahora, miremos a un lado y observemos la filosofía de hoy en las universidades o, mejor observemos el “Materialismo Filosófico” observemos así sus escuelas (universidades en las que se imparte) y fundaciones y, quien no vea en esto (dogma culto y clero) es marioneta y, además, está ciego: “Cuando el hombre cree en algo, cuando algo le es incuestionable realidad, se hace religioso de ello” (Ortega y G.) (Religio no viene, como se acostumbra a decir, de religare, de estar atado el hombre a Dios. Como tantas veces, es el adjetivo quien nos conserva la significación original del sustantivo, y religiosus quería decir ‘escrupuloso’; por tanto, el que no se comporta a la ligera, sino cuidadosamente) y, díganme, ¿conocen a alguien más escrupuloso en lo intelectual que el catedrático de filosofía? Yo no. Igualmente desde antaño la filosofía se ocupó del estudio filosófico de la religión incluyendo, argumentos sobre la naturaleza y existencia de Dios; sobre el problema del mal y, sobre la relación entre la religión y otros sistemas de valores como la ciencia y la ética; tanto, que si ahora podemos distinguir entre la filosofía de la religión y la filosofía religiosa, no era tanto así antaño o ¿no fue ya una cosa esta y ésta la otra? Termino pues, por el momento y lejos de reclamar condescendencia; pues nadie (adoctrinado en el sistema secundará lo expuesto) y es tan licito, como entenderlo es de sencillo: el alumno que aún no lo es, lo quiere, lo siente y desea por todo los medios cuando pueda y se lo permitan, pertenecer a la curia del “pensamiento cierto, de escuela, correcto y establecido” que no hallará más fundamento que aquel, que a la vez que sirviéndose a sí mismo y al que le formó, sirva igualmente al sistema que lo alimenta.
NO SIEMPRE ES LO QUE PARECE
No siempre es lo que parece/ Filosofía y sentido de la vida
Por encima de Ser o estar ahí, cabe preguntarse, más allá de saberse, por la razón última de ser. Sartre, lo diría de otro modo: el “humano” en cuanto «ser para sí» es un «proyecto», un ser que debe «hacerse» pero, saberse-hecho, luego para qué, pues si sabemos bien qué somos y queremos, luego ¿podemos? Esa es la cuestión. La filosofía, pensamos, nos puede ayudar a comprender y comprendernos mejor y al mundo, e incluso ayudarnos a encaminarnos en una dirección, sin embargo, la filosofía, en contra de los que muchos pueden creer, no va a ayudar al individuo –si no es en provecho de la propia filosofía-, aunque, el individuo sí podrá apoyarse en ésta, incluso con el tiempo desarrollar su pensamiento a través de ella. Me explicaré.
La filosofía no busca sólo conocimiento; un saber, sino y generalmente, si encuentra un conocimiento práctico, pretende, luego, por este u otro, un establecimiento de ideas y doctrinas (un edificio) cuyas propuestas no siempre sirven al hombre, al individuo, sino (generalmente) primero sirven a esa escuela, y luego a quienes cualesquiera sirva esa filosofía –“pues en función del momento o país donde se produzca habrá de servir como ‘superestructura’ a la política del régimen o sistema de turno” así Aristóteles, aunque no coincidía en exceso, secundaba y participaba de la política de Alejandro; la escolástica sirvió igualmente al feudalismo, reyes e imperios y la escuela de Kant, o el Kantismo a Bismark (Gustavo Bueno, conferencias, Heidegger)― en resumen, cada universidad, desde el momento en que éstas se fundan, como parte y bajo la tutela del estado, han promovido y desarrollado un pensamiento acorde con ‘el propio régimen’ que las fundó, o en su defecto, con aquel que las mantiene; así los filósofos deben producir para esas universidades, que son propietarias de sus escritos y enseñar a otros las doctrinas pertinentes, ganándose el sueldo; y hasta que no abandonan éstas, y siempre si el régimen permite la libre expresión, serán entonces soberanos en sus ideas, si no quieren, de otro modo, perder el trabajo o, como en el pasado, algo más: la reputación. Por tanto, la filosofía, en principio no nos ayudará a ser (siendo independientes en nuestras ideas) si bien, sí nos ayudará a reconocer e igualmente a conocer la historia del pensamiento ―el mundo en cada momento del tiempo― y por ello ha hacernos una línea temporal de éste pensamiento, que es el propio del hombre y sus políticas; en definitiva, de cómo funciona la sociedad, pero no desde los medios o los otros, sino desde aquel lugar desde donde se piensa esa sociedad. Una vez recorrida esta primera parte del camino, luego podremos abordar no la filosofía, sino a los filósofos, no como estudiantes o discípulos dejándonos adoctrinar, sino como individuos intérpretes de aquellas ideas. La filosofía jamás fue cosa de intelectuales, no crean eso. Quizá, es cierto que hoy se pretende así: una filosofía científica, analítica y académica; pero, aquellos primeros filósofos eran poetas, y al decirse filósofos aquellos sofistas se reconocían, así mismos modestos y aficionados; y, ciertamente, todos somos unos aficionados al iniciar cualquier camino; nadie posee un saber universal y, menos la verdad, cada cual encuentra la suya. Buscando y herrando hayamos cada uno la nuestra: nuestra verdad y nuestra realidad: no la verdad que nos proponen e imponen por medio de cualquier dialéctica, sino la que nosotros vamos a descubrir, pues el mundo y las cosas no se muestran y afectan por igual a dos personas distintas, que encontrarán resultados múltiples a la misma experiencia. Por tanto nosotros extraeremos aquellos pensamientos, a veces quirúrgicamente, con pinzas, que sean acordes con nuestra forma de ver y ser, buscaremos en ellos apoyos y refuerzos, y encontraremos caminos que recorrer: pues si pensamos por nosotros, no dejándonos influenciar, no importará en qué medida o hasta que punto, pueda el individuo sentirse identificado con las necesidades establecidas por la sociedad o, en qué medida en ellas encuentre satisfacción: lo superará; pues, seguimos, aunque pese a muchos, siendo lo que fuimos desde el principio: individuos, y no un producto como se pretende, dirigido por medio de intereses y dogmas –aceptados, unas veces desde de la ignorancia, otras desde el derrotismo–, sin embargo, es un hecho necesario que tendremos que desterrar esta necesidad y dependencia absurda del individuo en tanto a lo que le rodea, y de cuanto se pretende necesario sin serlo: tanto en el interés de una sociedad saludable, como el de todos aquellos cuya miseria es el precio de su felicidad. Y para ello, debemos pensar, pensando por nosotros como si afilásemos arpones, que a su momento habremos de utilizar, pues "Su vida escoge el hombre, su objetivo, y ganará libre de error sabiduría, pensamientos, recuerdos que perdiéronse en el mundo / cuando el esplendor de la naturaleza embellece sus días, otórgale entonces a su espíritu nuevas vestiduras. En su interior, y así contempla la verdad, el más alto sentido, y las más singulares preguntas. Podrá el hombre conocer entonces el sentido de la vida, y nombrar su meta lo más alto, saber que uno es sentido, de la humanidad y de la existencia, Considerando que el más alto placer es la más noble vida". La Vida Mas Elevada (Scardanelli) o, Johann Christian Friedrich Hölderlin,
De La Ciencia
Pero la ciencia
no queda atrás de la filosofía en mis críticas. Una ciencia donde al ser
escrutada con atención se observa, como mantiene dos varas muy distintas de
medir, dependiendo en tanto aquello que trata o estudia: fuera o dentro de
nuestro planeta. En el primero de los supuestos —aquello que sucede fuera de
nuestro planeta— se muestra irreconocible y abierta de forma permanente a
nuevas perspectivas, tesis y descubrimientos como los agujeros negros, energía
oscura, teoría de cuerdas, pliegues del espacio-tiempo, etc., reconociendo en
ello la existencia de nuevas realidades sin necesidad de verlas, deduciéndolas
de forma indirecta (mecanismo este, se quiera ver así o no: próximo a la
intuición o clarividencia) no cerrando las puertas, y admitiendo su
ignorancia y esas otras posibilidades válidas del pensar. Sin embargo,
en el otro supuesto —aplicado a lo que ocurre aquí, en nuestro planeta—ocurre
algo muy distinto y enormemente reductor, donde todo tiene que ser medido,
experimentado y solo es válido en tanto se pueda comprobar directamente. Luego
los sucesos que no encajen en las teorías supuestas al uso (en el paradigma
actual) se desprecian e ignoran, o se les fuerza a encajar de cualquier modo,
incluso a costa de falsear estudios o la misma realidad.
A primera vista
se advierte diferencia: como si ambos niveles (de una misma ciencia) no
estuvieran intrínsecamente relacionados. Lo que nos lleva en la práctica, que
algunos científicos se hayan convertido en nuevos guardianes celosos de la
ortodoxia, e inquisidores de una ciencia, en ocasiones más dogmática e
intolerante que la religión, y todo en nombre de una diosa llamada razón
extremadamente sectaria e intransigente que solo mira hacia fuera y nunca
dentro (que ve la mota de polvo en el ojo ajeno y nunca la viga en el propio).
Sin embargo, todo ello no nos habría de llevar al error de despreciar o
criticar el pensamiento científico y sus logros, sino a afirmar una obviedad:
que el método o paradigma actual no es suficiente, que no alcanza para
abarcarlo todo (ni la realidad, ni la realidad de las todas las personas)
debiendo este ser revisado y complementado: lo que no será sin esfuerzo y por
nuestra parte algo más que un poco de sacrificio
Para terminar,
solo añadir que no comulgaré con ruedas de molino sobre lo que filosofía o la
ciencia nos ofrece, dando por sentado Nada, o sobre cualquier cosa, objeto de
estudio en estos textos, pues esa “razón común a todos” ilustrada o no, se
atestigua, al desafiar lo aceptado, tomando aquel camino que nos habrá de enfrentar
a las propias sombras: entablando diálogo con todo aquello que dogmáticamente
la desafía y pone a prueba, sea en la forma que venga.
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