(2) - HACIA UN NUEVO PARADIGMA: UN NUEVO HOMBRE; UNA NUEVA ERA /Jordi Maqueda

Jordi Maqueda / HACIA UN NUEVO PARADIGMA: UN NUEVO HOMBRE; UNA NUEVA ERA 

Jordi Maqueda / Jorge Maqueda Merchán
Aceuchal, Badajoz


HACIA UN NUEVO PARADIGMA: 




No es sorprendente que la mayoría de las personas
a quienes se les pide que definan el término paradigma
sean incapaces de ofrecer una expresión clara de su significado.
El propio Thomas Kuhn, la persona más responsable
de introducir ese concepto en nuestra conciencia colectiva,
usó el término en no menos de 21 maneras diferentes
E. G. Guba

I

Cuando hablamos de “paradigma”, lo hacemos refiriéndonos a un modelo —o patrón— dado en cualquier disciplina científica, u otro contexto cognoscitivo o epistemológico.[Podemos entender un paradigma científico como la conceptualización que se alcanza sobre la manera en que se observa el mundo y que es compartida por los miembros de la comunidad científica a la que le provee de modelos aceptables con los cuales puede afrontar la solución de problemas de la ciencia (Kuhn, 1988; Najmanovich, 1992)]. Hablamos por tanto de toda una constelación de conceptos, valores y técnicas compartidos por una comunidad científica, y utilizados por ésta para definir problemas y soluciones. luego, Explicar y entender las cosas, dentro de un determinado paradigma, determina la explicación de estas en tanto a ese paradigma (científico/social/filosófico) existente.

Nuestras vidas se rigen, al igual que la sociedad y el mundo en el que vivimos, por unos determinados paradigmas, que van cumpliendo su función, hasta que en algún momento se ven superados bien, por nuevos avances o descubrimientos (también revoluciones) haciéndolos inservibles, entiéndase: son útiles hasta que son incapaces de dar soluciones o respuestas a determinadas preguntas o esas respuestas están superadas por la misma experiencia de la realidad: como es mi caso. Es entonces cuando se precisa, o provoca un cambio de paradigma.

Si observamos la ciencia, tal y como la conocemos y entendemos actualmente, generalizando, esta se ha basado en el denominado paradigma (newtoniano – mecanicista) durante los últimos siglos, surgido este a partir de la separación de la realidad: entre el mundo material y mundo inmaterial por parte de R. Descartes. [Podría afirmarse que hasta el siglo XVI de nuestra era, casi todas las culturas del mundo, incluida las europeas, tenían una visión orgánica del universo. Eso quiere decir que vivían, salvo excepciones, en una relación simbiótica con la naturaleza y el cosmos. A lo largo de los siglos XVI y XVII esta forma de ser y estar en el mundo sufrió un cambio radical en Europa. Esta cosmovisión orgánica es reemplazada por una concepción articulada y que se expresó a través de una metáfora maquinal, que terminó por convertirse en el emblema de la edad moderna. Ahora bien, es preciso percatarse que esta evolución fue el resultado de cambios radicales en la cosmología: en la ciencia y la tecnología].

Con la aparición en el mundo material de las leyes matemáticas y de la mecánica por parte de Newton: ya no hemos vuelto a necesitar jamás de ningún mundo inmaterial, pues las respuestas a todas nuestras preguntas se podían encontrar, de un modo u otro, a partir de múltiples teorías y fórmulas: a lo largo del siglo XIX la ciencia evolucionó en el marco de tal paradigma newtoniano-cartesiano consolidándose así el modelo positivista. Si bien, al mismo tiempo, comienzan las primeras manifestaciones de sus carencias y límites (muchos de ellos solapado por intereses); pero más allá de esas mismas carencias y límites, iba a surgir un problema derivado, endémico, y aún mayor; pues este paradigma —que ahora entendemos nocivo— entendía, y entiende el mundo y la naturaleza como un gran almacén o despensa (en tanto a recursos naturales) del cual podemos disponer, a voluntad, explotándolos tanto como necesitemos o apetezca sin preocuparnos, y mucho menos pensar en las consecuencias a medio y largo plazo de dicha actividad expoliadora. Gracias a ese pensamiento chato y miope, e igualmente materialista, hoy en día nos “beneficiamos” de una explotación descontrolada de recursos y personas (sometidas a una educción dirigida a la producción), de consecuencias catastróficas, y cuyos daños son incalculables: no sabemos todavía si irreparables. Precisamente, esa misma sociedad industrial (positivista – cientificista),  sostiene todavía aquella visión arcaica, propia de aquella mentalidad obtusa, aplanada y especuladora, en relación con el mundo que nos acoge (y el universo al que pertenecemos y formamos parte), y que dio origen al actual sistema, tan cruel como nocivo bajo el cual se encuentran las sociedades occidentales (que ahora dan su relevo, mostrando el camino a las nuevas potencias emergentes de Asia) desarrollando estas un neocapitalismo-adaptado extremo: igualmente destructivo y nocivo—o mayor aún dada su densidad de población (china, india) y ausencia de medios de protección ecológicos— donde el objetivo no es otro que acaparar, acumular riquezas y demostrar que se posee, se procesa, se produce y se consume más y con mayor velocidad: velocidad esta, proporcional a la destrucción del medioambiente. Lo que da lugar, potencialmente, en el caso de china por ejemplo, a una expansión territorial clandestina y amenazante, en busca nuevos recursos a costa de otros estados, así como paralelamente a una carrera y producción armamentística feroz, de consecuencias finales difíciles de precisar.

a un nivel individual: cada persona, en esta situación de estrés productivo desemboca en una pérdida de buena parte de las facultades individuales, así como en un menosprecio hacia la reflexión y el pensamiento o los potenciales propios de sí mismo, luego distraídos y pendientes siempre de que las modas, los famosos, la televisión o los anuncios nos apunten qué debemos hacer para ser “felices”, siendo capaces de anular los propios deseos y fines, para adoptar luego las ideas y deseos de unos pocos, que interesan a unos pocos, y nos serán impuestos (de manera subliminal) por aquellos mismos a los que admiramos o, simplemente, al aceptarnos de un modo distinto al que somos y deseamos ser, solo por no quedar fuera del ente social. Pagando por ello un precio desorbitado, no solo en lo económico, sino igualmente en relación a nuestra salud y el medio ambiente.

Y si bien es cierto, que la situación actual —social y política— a la luz del cambio de un nuevo paradigma científico que se ha venido operando en el último siglo XX en las ciencias físicas (cuántica, por poner solo un ejemplo), habiendo este dado emergencia a una percepción e interpretación de una nueva realidad muy diferente a la que estaba en boga en los siglos XVIII y XIX (a lo largo de los cuales se gestó y se desarrolló el sistema todavía —recordémoslo— y formalmente: aún vigente); resultaría, que este nuevo paradigma emergente (en el que ahora estaríamos envueltos) parecería (no): sino queesrealmente insuficiente para muchos de nosotros a la vista, cuando observamos que ya viene viciado (o instrumentalizado) no penetrando la emergencia de una nueva realidad (deseada por todos) científico/social y reorganizada de base, sino que viene, y esto han de entenderlo: pretendiendo adaptar esa nueva realidad o (modelo nuevo de paradigma), al sistema (modelo) social y político (arcaico) y todavía existente: gestado, desarrollado y derivado directamente del paradigma anterior, y recordemos de nuevo: que está formalmente aún vigente. Lo diré de otro modo: esa nueva realidad (cuántica) que pretendemos entender, penetrando ya nuestras vidas desde todos los ámbitos de la ciencia y la sociedad desde hace unas décadas ha propiciado: la adaptación del modelo político liberal capitalista a esta, pero no así de las personas. Potenciando, ahora, y todavía más si cabe, nuestra dependencia del modelo anterior y arcaico e instrumentalizado, ahora renovado (pero no distinto: leamos la escuela de Frankfurt y la razón instrumental) alejándonos casi definitivamente de una posible independencia de este modelo arcaico, y por lo tanto de una vida autentica, convirtiéndonos en siervos permanentes 24/7 del mismo. Todavía hay quien espera la salvación, pero: el reino del padre ya está aquí, solo que no lo vieron, ni venir.

II

La humanidad está viviendo acontecimientos y descubrimientos, que ponen en cuestión nuestra perspectiva tradicional de la realidad, así como nuestros conocimientos en relación con esta. Las múltiples corrientes de pensamiento científico que, junto a otros desarrollos de la ciencia actual, se sumergen en espacios extraordinariamente desafiantes, desde la comprensión de la evolución y la naturaleza misma del universo, hasta la exploración de partículas subatómicas, pasando por la teoría de cuerdas que aspira una “teoría del todo” muestran la emergencia de un verdaderamente “nuevo” paradigma holístico, sistémico y auto-organizativo. Lo que de alguna manera viene a insinuar, el trance igualmente de prepararnos y preparar nuestras mentes —como especie— y nuestra capacidad de análisis, para responder adecuadamente los nuevos desafíos (y experiencia propias) que nos serán propuestos en el futuro. Sin embargo, entiendo que ya no se trataría, en esta ocasión solo de aceptar, una vez más, un cambio de paradigma, como ha ocurrido en otras ocasiones, sino más de cambiar y de manera drástica, incluso, nuestra forma de pensar en torno a la realidad: el mundo, el universo e incluso, o sobre todo de Dios, pues lo revelado, tanto individualmente, pero igualmente a través de las ciencias físicas (la cuántica) y pone de vuelta y media aquella que percibimos por nuestros sentidos, acercándonos, (ya, al menos a algunos) a un mundo insólito y desconocido hasta ahora: un mundo y una realidad a la que verdaderamente pertenecemos, pero que nuestros sentidos todavía (por una incapacidad -mental- manifiesta y subjetiva / estrangulada por la cadenas, de unas creencias arcaicas, que someten la razón) no pueden reconocer.

Los fenómenos cuánticos, la influencia de la mente en nuestros cuerpos, la misma naturaleza de la conciencia, o la relación entre mente y cuerpo o nuestra relación con la luz, son algunas de las cosas que rompen con el paradigma que nos rige actualmente o el que se pretende pueda sustiturlo: bajo el nombre “Teoría de complejidad” o ciencias de la complejidad, y que ha generado en los últimos años una cantidad significativa de investigaciones y producciones científicas hoy en pleno desarrollo, pero que comprobamos como sirve únicamente para abarcar una pequeña parte de esa realidad: aquella apta para ser reconocida y medida (reconocida, entiéndase, por las ciencias e instrumentos muy al límite de nuestro intelecto, pues aquello que representa y quiere decir, supera en órdenes de magnitud nuestra capacidad de entenderlo en tanto a qué significa realmente). Lo que dicho de otro modo, es algo así, como que no estamos suficientemente preparados: evolucionados, para asomarnos a esa realidad y entenderla por si solos tal y como es físicamente, ni tampoco nuestra física parece suficiente hercúlea para penetrar todos sus misterios, y menos aún para pretender manipularla; como de manera tan ignorante hacemos, y a riesgo luego de lo que por nuestra ignorancia pueda acontecer: situación esta, alarmante para una especie que dice aspirar en un futuro a las estrellas. 

LA NECESIDAD DEL NUEVO HOMBRE

Huelga decir que no se trata de algo que se vaya a suceder-solucionar en una o dos generaciones, pues de lo que hablo —y se propone aquí— es de un cambio radical: de fondo, por el que cualquier enfoque científico y social al respecto, debería complementarse de base con otros: con la búsqueda y desarrollo de potencias aún no probadas del intelecto (el entendimiento) y los sentidos; y hablo, aquí y ahora, de un nuevo ser humano capaz de asomarse (quién sabe si tomado de la mano) a esa nueva realidad (verdad) evolucionando a ella, y entenderla no solo a través de instrumentos, sino también de sus propios sentidos, y temor en tanto aquellas consecuencias derivadas, que de nuestros actos irracionales y egoístas, luego devienen.

La cuestión, por tanto, sería ahora preguntarnos ¿cuánto falta para el advenimiento de ese nuevo ser? Un ser humano más espiritual y respetuoso, que sustituya la arcaica conciencia moral por una conciencia más integrada a aquello que pertenece, y sin pensar que aquello le pertenece. Un nuevo ser humano que entienda que no hay un exterior de lo existente, ni una piel que le separe del este exterior, sino una piel que le conecta a él y a todo lo demás. Donde esa razón ecológica — hoy tan necesaria por el modo de proceder de las personas —sea ya innecesaria, gracias a una nueva conciencia integrada, y que por fin entienda, que "como un inmortal poder, todas las cosas cercanas y lejanas, ocultamente están ligadas entre sí, de modo que no puedes arrancar una flor, sin perturbar a las estrellas" (F. Thompson). Y sin embargo, pienso: ¿Cómo lo haremos? Y luego, yo mismo me respondo: si quizá... ya esté todo ocurriendo.

Pues y en relación con la importancia, y  necesidad de cambio de paradigma dada una nueva situación de realidad, esta se entiende al observar que pasaría, si la naturaleza, las estrellas y todo el universo — en lugar de entender ese todo como algo inerte, tal y como hasta ahora pensamos y entendemos— fuese un todo, no diré orgánico, por cuanto conlleva la expresión, pero consciente y conectado entre sí, del que formamos parte integrada, aunque algunos se empeñen en mantenernos separados; y donde nuestra mente y consciencia jugasen un papel más allá del que hasta ahora entendemos y percibimos:  donde nuestro trato con la luz sea distinto ( y la luz sea más que la luz), y por lo tanto radicalmente distinto, a como hasta ahora hemos percibido y entendido, relacionándonos con ella (no especularé). ¿cómo sería esta nueva realidad?, ¿cómo veríamos el mundo y la realidad, las estrellas y el mismo universo, entonces?, y lo más importante: de ser así, ¿cómo nos dirigiremos a él? Pues de entrada, lo primero: entendiendo que el antiguo paradigma así como el que se nos propone ya no sirven a esta nueva realidad: Seria otro ¿debemos buscar otro? un nuevo modelo o paradigma que incorpore estos nuevos fenómenos y el sentir espiritual, incluso respecto a Dios..., lo cierto es que me sobrepasa, lo reconozco, pero y a la vez reconozco, y sobrepasado que: sencillamente, esta nueva realidad se instauraría... si no está, instaurándose, ahora: ya.

HACIA UNA NUEVA ERA

Las disciplinas científicas emergentes: la física cuántica, y las neurociencias nos llevan hoy a pensar, que aquel paradigma donde nuestra mente — a través de la luz—interacciona con la materia, sería mucho más idóneo para poder explicar aquellos mismos fenómenos emergentes. En relación con este auténtico y nuevo paradigma posible Del todo, y que considera algo como un todo: sería aquel (neo paradigma) que tomaría dentro de un enfoque transversal un conjunto de conceptos que de manera holística, identifiquen fenómenos particulares y subjetivos (incluso no probados empíricamente) de interés para una disciplina concreta (la física, por ejemplo) y, que, sin embargo, la ciencia aceptaría como potencia, así como las proposiciones que afirman las relaciones entre estos fenomenos, incorporando para ello aportes de aquellos modelos (paradigmas) más relevantes, y abriendo nuevos espacios para acceder, asomándose, a un nuevo conocimiento-experiencia a través de aquellas situaciones, que igualmente permitan explorar las diferentes variables posibles, así como hallar las pruebas de los mismos en el estudio de algunos individuos; entiéndase: una nueva relación con la luz, por ejemplo, en tanto a la percepción de esta y sus consecuencias en nuestras vidas. Si bien, dichas relaciones podrían igualmente establecerse, al principio, de manera abstracta con el fin de lanzar el asunto.

PERSPECTIVAS CÓSMICAS

Llegará una época en la que una investigación diligente y prolongada sacará a la luz cosas que hoy están ocultas. La vida de una sola persona, aunque estuviera toda ella dedicada al cielo, sería insuficiente para investigar una materia tan vasta... Por lo tanto este conocimiento sólo se podrá desarrollar a lo largo de sucesivas edades. Llegará una época en la que nuestros descendientes se asombraron de que ignoramos cosas que para ellos son tan claras... Muchos son los descubrimientos reservados para las épocas futuras, cuando se haya borrado el recuerdo de nosotros. Nuestro universo sería una cosa muy limitada si no ofreciera a cada época algo que investigar... La naturaleza no revela sus misterios de una vez para siempre. Séneca, Cuestiones naturales, Libro 7, siglo primero

Actualmente, sobre todo en el último siglo, las personas hemos descubierto un método eficaz y elegante de comprender con más acierto universo y aquello que acontece en él: un método llamado ciencia, método, pero, que como otras formas anteriormente, también mantienen entre sus filas Brujos y Papas; pues, ni siquiera la ciencia está a salvaguarda del factor humano (los intereses propios y personales), a la hora de interpretar sus observaciones y resultados. Sin embargo, esta nueva ciencia nos ha revelado por sus métodos, cosas hasta ahora inimaginables: un vasto universo tan antiguo y violento, donde, en perspectiva, los asuntos humanos parecen ridículos y de escaso interés. Con los años, y los siglos, el hombre se ha ido alejando cada vez más de la naturaleza y el Cosmos, hasta parecernos este último: El Cosmos, algo remoto y sin consecuencias para nuestras preocupaciones diarias. Pero esa ciencia —la misma que a unos los aleja de la naturaleza y la realidad manteniéndolos pegados a las pantallas de los móviles hacia meta universos— nos ha descubierto, no solo que el universo tiene una magnitud que inspira vértigo, éxtasis e incluso terror y que hay, todavía más allá de lo que vemos: sino, que igualmente, nosotros formamos parte de este en un sentido real y profundo; que, no solo nacimos y evolucionamos en él, si no, que el futuro y destino de la especie depende, estando íntimamente ligado a este (por la consciencia): estando, incluso los acontecimientos humanos más básicos y las cosas más triviales en apariencia, conectados íntimamente con el universo y sus orígenes.

Es primordial, por tanto, para nuestra subsistencia y supervivencia, que comprendamos este universo por los medios dados, y no siempre tomados, a nuestro alcance, y que hoy, no solo son Ciencia & Razón; y, sin olvidar que la ciencia, en esencia, solo aporta datos e información de la observación o experimento, siendo, luego y en definitiva la razón —subjetiva, e íntimamente ligada a nuestro grado de evolución y consciencia actual de la realidad— la que interpretará los datos, casi siempre, cayendo del lado de los interesas propios. Que todo aquello que obtengamos y reduzcamos a certeza hoy, no será más que una verdad relativa —cuando no sesgada— de una realidad que no alcanzamos a ver ni entender por completo: certezas, que mañana serán derrumbadas como un castillo de naipes, por otras más completas y acertadas, en la medida que vayamos adquiriendo, con el tiempo y, por medio de la evolución de la consciencia/ no de la ciencia o la tecnología, nuevos grados mayores, precisamente de conciencia. Y es a partir de este mismo momento, y sea cual fuere el camino que tomemos en el futuro, nuestro destino estará ligado indisolublemente a nuestra capacidad de discernir y admitir —más allá de nuestras certezas— nuestra propia ignorancia, nuestro desconocimiento en tanto a esa realidad hoy inalcanzable en absolutos a nuestra razón, que nos disponemos a descubrir.

"Lo conocido es finito, lo desconocido infinito; desde el punto de vista intelectual estamos en una pequeña isla en medio de un océano ¡limitable de inexplicabilidad. Nuestra tarea, en cada generación es recuperar algo más de tierra". T. H. HUXLEY, 1887

SOBRE EL CONOCIMIENTO

El ser humano lleva toda su existencia sobre la Tierra huyendo de la ignorancia. Una ignorancia que le hace sentir ignorante de su propio ser y destino. Abriéndose una fisura, creando una tensión permanente, entre ese hombre que busca el saber de las cosas, y lo desconocido, que a decir verdad, es casi todo. El hombre trata, en un esfuerzo vano de acercarse o lo desconocido, busca saber de las cosas, entenderlas, reduciendo así los límites de su ignorancia. Para ello, a lo largo de la historia ha utilizado, desde mitos, leyendas y dioses, hasta símbolos y, últimamente a través de la ciencia: fórmulas, tesis, hipótesis, modelos y esquemas. Nos cabe preguntarnos ahora —en tercera persona— ¿Qué le empuja a ello? Como si no fuese con nosotros el problema. Es más, precisamente en nosotros encontramos ya algunas respuestas, acerca de ese profundo malestar: un malestar que no le permite ser feliz, ni siendo ignorante.

Es un hecho innegable: que comprender la razón de las cosas, aunque sea de forma vaga, y por nuestros propios medios o posibilidades — en tanto a como estas “cosas” o “entes” a nosotros se nos representan y las entendemos— ha llevado a dotarnos de valiosos mecanismos, por los cuales, comprobamos, se premia al individuo con emociones agradables, recompensando, en este ese entendimiento; e, igualmente, castigando con malestar la ignorancia y rencor al ignorante. Pues, es más fácil para el individuo vivir a la luz del mundo y en el conocimiento de las cosas, que hacerlo a la sombra de esa realidad y su oscurantismo. Sin embargo, para ello, para salvar esa distancia entre nosotros y el desconocimiento: de no saber casi nada de lo que somos y lo que nos rodea; (nosotros) el hombre, ha tratado desesperadamente de crear certidumbres que, aunque muchas veces falsas, pudieran servir de soporte virtual a su vida. Certidumbres estas, que periódicamente a lo largo de la historia has sido ridiculizadas, señalando a los defensores de aquellas “certezas”: de la centralidad de la Tierra, de la aparición “espontánea” de la inteligencia, la superioridad de la raza, e incluso de una visión mecanicista de la realidad… y, aun así, frente al riesgo a hacer de nuevo el ridículo frente a sus semejantes, el hombre: las personas, siguen apostando por tener certidumbres. No obstante, y aunque se rodeen esas certidumbres de misterio, ritos o sacralidad, religiosa o científica, la realidad y el paso del tiempo, oportunamente y de forma impasible, se ocupa de poner en cuestión todo supuesto conocimiento: “nuestra vida vive siempre de una interpretación del universo y que, en consecuencia, toda crisis supone desprenderse de esa ubre que amamanta nuestra vida” —Ortega y G. palabras muy expresivas del propio ortega, que invitan a disponernos a aceptar otra perspectiva vital, y a ver en consecuencia otras cosas ateniéndonos a ellas. Pues la Ciencia no es gradual y acumulativa, lineal; sino que viene en ocasiones a ser arrollada por una serie de grandes cambios; cambios, a veces drásticos de "paradigma".

I

Las grandes revoluciones o grandes cambios, decía P Davis, tienden a asociarse con las grandes reestructuraciones de las perspectivas humanas (Davis, por supuesto, refería revoluciones tecnológicas y científicas). Copérnico, Darwin o el mismo Einstein son ejemplo de ello: nada de lo que argumentaron aquellos genios estuvo fuera del entendimiento de sus semejantes, que a poco de formación académica —aunque no estuviesen familiarizados con los estudios— entendieron, sino de forma compleja, si de forma general lo que aquellos genios con sus ideas les querían decir —no tanto quizá quiso citar las ecuaciones en el caso de Einstein—. Y ello es debido a que las personas, por ejemplo, en occidente, todas compartimos —aunque habrá excepciones— no solo la cultura, la capacidad intelectual y la formación, sino igualmente la percepción (los sentidos) y, por tanto, igualmente compartimos nuestra representación del mundo material. Razón por la cual, el razonamiento de cualquier persona formada intelectualmente, es capaz de acceder a los pensamientos y representaciones de aquellos singulares científicos, entendiendo —al menos generalmente—qué nos querían decir.

Sin embargo, durante el primer cuarto del siglo pasado, y prácticamente a la vez que Einstein desarrollaba su teoría de la relatividad y relatividad general —a vez que una nueva física que permitiría un mejor entendimiento del macrocosmos— de otro lado y casi al mismo tiempo, se desarrollaba otro nuevo concepto de la física revolucionario, un concepto que vendría a reformular los aspectos básicos de la realidad, enfocándose esta de un modo nuevo, distinto e inesperado, más próximo al misticismo que al materialismo. Hoy todos, aunque sea de un modo simple, creemos entender aquello que es la realidad: todos tenemos una idea de ella. Sin embargo, y no se asombren: la teoría cuántica (probada y demostrada en muchos de sus aspectos) está fuera de todo entendimiento y razonamiento al común de los mortales, siendo accesible solo a muy pocas personas. Ni siquiera aquellos con amplia formación científica en otros campos, y que pretenden afirmar entenderla, tiene luego ni siquiera una idea de lo que aquellas ecuaciones representan, implican o proponen. Pues hablamos de una realidad de Alicia en el país de las maravillas cuanto menos, y ajena por completo a nuestros sentidos (y, por tanto), hablamos de una realidad a la que no tenemos acceso (y, por tanto) que ni entendemos ni comprendemos por más vueltas que le demos, o explicaciones que nos vendan: en esencia su sentido está oculto ( incluso a los que lo observan), pues precisamente nuestros sentidos y percepción del mundo y la realidad, primero, y después nuestra capacidad de intelecto, e inteligencia y percepción no están a la altura que se precisa para acceder a esa realidad, en tanto refiero: entenderla. Y Tanto es así, que los físicos que trabajan en ella, en sus ecuaciones, la aceptan dentro de sus laboratorios, pero la rechazan fuera de ellos: en su vida cotidiana y mientras están con sus familias y amigos. No hablan siquiera de ella, más allá de las paredes y pizarras de sus laboratorios, teorizando sobre sus consecuencias en la realidad... y hacen bien, créanme, pues los tomaríamos por locos: más locos incluso que a aquellos que dicen ver marcianitos verdes sobre tapacubos de 5m de diámetros. De hecho, no creeríamos nada de lo que nos dijesen en relación con las implicaciones que tienen en la realidad dichas ecuaciones, por cierto correctas, y tanto es así, que incluso Einstein, primero bastante incrédulo y rechazándola (recordemos aquella frase: dios no juega a los dados) terminó después por aceptarla. Pero de esta nueva aventura física y aceleradores de partículas, un filósofo (perdón) o mejor digamos un pensador cualquiera, que levante la cabeza de sus propia cosas e intereses, y no importa si ajeno a esta nueva física o familiarizado amplia o vagamente con ella, y sus ecuaciones, de inmediato advierte un problema o, lo que podríamos llamar: el problema.

 

 


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