La humanidad se encuentra
viviendo acontecimientos y descubrimientos que comienzan a poner en cuestión
nuestra visión más tradicional de la realidad y nuestro conocimiento hacia una
nueva interpretación de la visión. No se trata, entonces, de aceptar, una vez
más, un cambio de paradigma como ha ocurrido en otras ocasiones, sino de
cambiar de manera radical nuestra forma de pensar lo revelado (en lo
individual), por medio de las ciencias “físicas” (exploración del medio y las
formas, interaccionando con ellas), lo que pone de vuelta y media a la ciencia,
y la realidad tal como la entendemos (es decir: subjetivamente), acercándonos a
un mundo insólito y desconocido (objetivamente) al que pertenecemos, pero no podemos
reconocer, cuando lo observamos de manera subjetiva (pensándolo desde dentro /
sin relacionarnos con él afuera, para de la experiencia movernos (haciaO/luego actuar→).
Los fenómenos (llamados cuánticos
por los científicos) observados, son algunas de las “cosas” que rompen con el
paradigma que nos rige (absurdo) cuando le damos un nombre a algo, que no conocemos (un estado o forma de la materia),
derivado de un proceso realizado que no entendemos y lo llaman (los
estadounidenses) am241 (soy241), explicando luego que (el isótopo creado 241Am)
lo es a partir de bombardear con neutrones 239Pu, en un reactor nuclear. Esto (Pu239/94 (→ 2(n,γ) se transformó en 239+1/94Pu
y después en 239+2/94Pu, cambiando a los 14 años a (am 241/95) (soy7)
por desintegración beta. Observando luego un tipo de desintegración menos común
(más raro) del americio-241 es (Si /silicio) desintegración de racimo, descrito
por los investigadores Estadounidenses de la siguiente manera: am241/95(soy7)→ (Thallium 207/81)+(Silicio 34/14).
Es decir (soy7) (moviéndome (haciaO 34 con 207) soy 7 de 9 (Seven of Nine) La hija de Magnus Hansen (exobiólogo y el padre de la
mujer que se convirtió en Siete de Nueve. Él y su esposa Erin fueron los primeros humanos en
estudiar de cerca a aquellos (seres parecidos a los humanos) a los que podemos reconocer
por como siguen fielmente sus rutinas, diarias, repetidas una y otra vez, sin
tener ni puta idea del sentido de lo que hacen, ni de lo que dicen, o nombran, como
por ejemplo, que le tengan que venir a explicar lo que pasa, a través tener ellos
(una idea que creen suya) haciendo una película sin sentido lógico para ellos,
en la que se les explica, de forma que lo entiendan, lo que antes han escrito y
no entienden (ni siquiera los agremiados (siempre jodiendo a los mismos, es
decir, desde el principio a sí mismos, en lugar y tiempo concreto)
Pero esto mostrado sólo
sirve para abarcar una pequeña sección de esa realidad, que en el caso de la
ciencia es apta para ser reconocida e interpretada / una interpretación luego al límite de nuestro
entendimiento racional, (cuando se
revela lo que creemos por nosotros descubrir) y lo queremos luego registrar
(reconocer y apropiarnos de él), y a otros explicar (y vender) lo que no
sabemos cómo fue, eso que es. Lo que dicho de otro modo es algo así, como que
no estamos suficientemente cociditos para percibir ―de otro modo que como
simples aprendices de comerciantes―la realidad tal y como es. Al menos, hasta
que no seamos uno en/con el otro, en lugar de dejar que nos jodan otros, y entender
que ninguna gacela le hace el pan a un león (y en España un toro lo revuelca). La
fiesta habla de eso (pero es una fiesta) que hay que entender…esa especie que
aspira a salir a las estrellas (enviando mensajitos (sin decir a quien (hacia→ quien se pueda reconocer (proyectado→ de quien (como respuesta
de ningún lugar concreto) → aquí ← (observando en la
sombra) esperando, de la fiesta revelación (cuando la fiesta es revelación Y…)
¡Va por usted!
Razón está, la propia
ignorancia, por la que cualquier enfoque al respecto de todos, deberá
complementarse con otros (también con los otros / de sus experiencias) en tanto
a la búsqueda y desarrollo de potencias aún no probadas del intelecto
(entendimiento) y los sentidos, de un nuevo hombre (que viene de viejo / capaz
de asomarse a esa nueva realidad evolucionando a ella, no a través de
instrumentos, sino de sus propios sentidos. Esto es preparar (hacia→ desarrollar mente y cuerpo para responder adecuadamente los nuevos
desafíos necesarios, para poder afrontar la naturaleza de un nuevo mundo
(que viene de viejo y que reconocemos de nosotros→ violento
y cambiante, y poder amortiguar (mostrando a otros sus amenazas (de nosotros). Por
tanto, este (es) un texto, para quien esté dispuesto a asomarse a sus propios
límites, no para quienes temen la pérdida de certezas, y hacerlo alzándose sobre
si mismo, estableciendo el equilibrio entre lo perceptible y lo invisible de
una sombra que no vemos, ni comprendemos: espíritu de la materia
que (del horizonte que reconocemos, Luego del aparente y razonable
desconcierto, lo que hace necesaria una
reestructuración de eso que llamamos realidad; sin embargo, el obstáculo no
parece ser la realidad en sí misma. Por lo tanto, el mayor logro al que puede
aspirar uno es (romper las reglas) y abrir las puertas más allá de sus límites
(de la razón) (reconociéndose) materia como huella, y de la aparición experiencia
(e la imagen de la sombra que la proyecto, de nuevo hacia→ la isla donde se baten o forjan metales (con
fuego, que no puede desaparecer (lo que fue de una manera estrella) se forja (España)
otra vez.
'Durante los siglos XVIII y XIX,
estudiosos como el padre Larramendi o el padre Isla10 aventuraron un origen autóctono de la
palabra (España): relacionado con el vocablo vasco
ezpaina ‘labio’, pero que podría también interpretarse como ‘borde, confín’.
Juan Antonio Moguel defendía que la palabra «España» procede de la corrupción
del vocablo Izpania, el cual, a la luz del euskera tiene dos etimologías. La
voz iz puede significar ‘mar’ o ‘palabra’ o ‘lenguaje’. Atendiendo al
significado de «lenguaje» de iz, se puede interpretar que izpania está
compuesta de los términos simples iz, pat o bat y enia que vendrían a
significar ‘un lenguaje es el mío’. Luego y Atendiendo al significado de ‘mar’,
la palabra izpania estaría compuesta por las voces iz y pania o bania que
significa ‘dividir’, lo que nos indica que vendría a significar ‘que divide el
mar’, es decir, la tierra o el país que divide el mar (que separa las aguas).
Hay cuestiones que por
alguna razón y desde siempre han atraído y desconcertado las mentes más
instruidas, acerca de una nueva teoría de la visión, derivada de las
experiencias (de empezarnos a asomar). Si bien, tal desconcierto no habrá de
ser mayor al debate que genera postular de esas mismas cuestiones, algunas de
sus posibles aplicaciones. Y se observa esta circunstancia, en mayor medida,
cuando de lo que se trata es de la realidad (incomprendida) entendida, como
aquella realidad material que percibimos a través de los sentidos, y que la razón nos puede hacer entender, lo que aun
no experimentamos (pero el deseo) de algo que queremos, en lo que vemos y no
entendemos (El propio Heisenberg (1901–1976) —físico conocido sobre todo por
formular el principio de incertidumbre— para quien todo aquello que observamos
no es la naturaleza en sí, sino la naturaleza expuesta a nuestros
ojos (mediada la razón), ya se cuestionó la comprensión de la
realidad en sí misma, tal y como la percibimos. Niels Böhr (1885–1962)
posiblemente, el físico que realizó algunas de las mayores y más importantes
contribuciones a la comprensión de la estructura del átomo y de la mecánica
cuántica, en su momento, también fomentaría el debate, afirmando: "Todo
aquello que nos parece un mundo estable, tangible y visible no es más que una
ilusión": a decir de aquello que (sin entender, la razón→ enmascara /proponiendo su realidad (interesada y subjetiva). Y, si bien, es
cierto que tal afirmación a muchos desconcierta, existe otra que, profundamente
entendida, aún más inquieta, a saber, del ensayo titulado: “Una Nueva
Teoría de la Visión”. Así llamó George Berkeley (1685-1753) filósofo, y
natural de Irlanda, a su primera obra publicada apenas con 24 años de edad.
Berkeley, desarrollaba en esta la tesis por la cual, se entendía la negación de
una realidad externa y objetiva al ser humano, estando aquella sugerida al
hombre por las propias sensaciones que se derivan directamente de la persona
que se encuentra observando el objeto en cuestión (no dudes pues /si crees que no
puede ser, es lo que es /y sabes que no puede no-ser /sin ser aquello que del
corazón se proyecta, (haciaO
reflejado del otro (de lo que no ve, en lo que puede ver) para que pueda del
americio, luego esto entender Del mismo modo, Berkeley, afirmaba que el tamaño,
volumen y situación de los objetos no se podían ver de un modo directo, sino
que todo ellos eran interpretaciones del significado de los colores (la luz)
los cuales son en realidad lo único que realmente podemos ver (y distinguir
formas reflejadas), afirmando: "La coincidencia de las sensaciones
táctiles con las visuales carece de toda justificación, pues aquellas y estas
sensaciones, también llamadas impresiones, son simplemente signos de los cuales
consta el metódico y codificado lenguaje de la naturaleza, dirigido ―por Dios―
a los sentidos y la inteligencia de los hombres". Luego Berkeley más
avanzado el ensayo, describe este lenguaje metódico creado por Dios, afirmando,
que tendría por objeto instruir y guiar al hombre, a la hora de regular sus
actos en la tierra con fin de que obtuviese todo aquello que le fuese necesario
para la vida en ella. Si bien —y a mi modo de entender— aceptar esta
interpretación contiene igualmente una segunda lectura,
implícita (pero no descrita), que nos llevaría a cuestionar si este magnífico
lenguaje codificado habría podido ser creado por Dios, no solo con el objeto de
que el hombre obtuviese todo aquello que le fuese necesario para la vida en la
tierra, sino también, “con el propósito de poder reconocer y mantenerlo
alejado de todo aquello, que sobre esta y sutilmente velado a nuestros sentidos
y propio sentido de la razón (se revela) ser razón de otros, ( la letra con sangre entra-Francisco de
Goya) y de su atracción (como las moscas hacia el neón),
luego fatalmente (freírlo). Pues, de sobra es conocido que existen en
la naturaleza innumerables amenazas, además, de aquellos peligros que
percibimos o podemos también intuir:, pues están velados a los sentidos y la
razón (como el brillo del Uranio), o al menos lo está, hasta que ya es
demasiado tarde (como todos de la historia hemos podido comprobar (España es
tierra de Uranio 92 ¡Holaa! / y de (Ra) cuyo (proyectado→ es el (Radón/Rn) que todos respiramos (en nuestras casas de piedra y
ladrillo, y no pasa nada (cuando entiendes que eres lo que comes y respiras (y
quizás (tu) no estás donde crees estar si te da miedo lo natural ( de la misma
naturaleza, de la tierra) y respiras, ni estas y eres lo que crees: fuera, polvo
de estrellas, sino dentro, corazón de una estrella, que habrá de ser una
estrella (a la que debemos reconocer de otra, en su sombra (aquello que la
proyecta hacia nosotros y no podemos ver (…) Pero es precisamente llegados a
este punto: tarde y sobrepasado el límite dado a la razón, que
regresan surgidas del infierno a tomar desquite aquellas fuerzas terribles y
distintas a las que se suponían… y que
acompañadas de unas veces de dolor y sufrimiento, lo son otras, además, de un
bárbaro y profundo sentimiento de devastación. Pues "Hay
cosas que solo la inteligencia buscaría, pero que por sí sola no podrá
encontrar. Son aquellas que solo el instinto encontraría, pero que no debería
buscar jamás (Bergson). luego Extrapolado el texto anterior, al concepto relativo de la realidad
tal y como la percibimos, posiblemente usted se pregunte, qué interés puede
tener un acercamiento―Espero, que el texto se justifique a sí mismo― que
incorpora el principio de incertidumbre de Heisenberg, presentada por Niels Bohr a finales de los
años veinte, llamada entonces “idea o principio de complementariedad”, y que al
final dicha (idea) cuestión quede, si no del todo, en buena medida
satisfecha. Bohr señaló, —corría entonces el año 1927—que mientras
en física clásica (determinista) se concibe que un sistema de partículas
funcione como un aparato de relojería ―independientemente, de que éstas sean
observadas o no—, en física cuántica el observador interactúa con el sistema,
en tal medida que el sistema no puede considerarse independiente del observador
(del individuo y su experiencia)—interpretación ésta participatoria del
principio antrópico—. La consecuencia directa de la interpretación de
Copenhague se puede explicar, y entender más fácilmente, en términos de lo que
ocurre cuando se realiza una observación experimental, a saber: en primer
lugar, se debe aceptar que el hecho de observar una cosa la cambia (cuando se
siente reconocida por una conciencia), de lo que se desprende que al observar,
se afecta directamente lo observado (que flipa) y, por lo tanto, el observador
luego estará formando parte en todo momento del experimento (o si no, no
haberte fijado, para luego (nada). Finalmente, se habrá de considerar, que toda
la información la constituyen los resultados del experimento (del sujeto (hacia→ reconocer (ser de lo observado). Luego Sería releyendo a J.
Gribbin “En busca del gato de Schrödinger” Ed. Salvat- 1986, donde
encontré una de las mejores explicaciones que he leído jamás, en tanto a
aquello que la interpretación (racional)
de Copenhague representa, refiriendo un ejemplo de extraordinaria sencillez
facilitado por Eddington allá por los años treinta. Eddington, en su libro “The
philosophy of Physical Science”, y refiriéndose al asunto en cuestión, reseñó,
que lo que se percibe y aprende en un experimento (racional, donde ya existe un
objetivo, voluntad, deseo concreto), siempre está altamente influido por las
expectativas ―expectativas de quien investiga (de lo que deseA)—. Pero mejor,
vayamos con el ejemplo: "Supongamos, afirma Eddington, que un artista
asegura que en el interior de un bloque de mármol yace oculta la figura de una
cabeza humana. ¿Absurdo? Pero entonces, el artista —un escultor se intuye, O UN
FISICO— comienza a hacer aquello que mejor sabe: su trabajo (razonar), y con
algo tan sencillo como un martillo y un cincel, golpeando hasta que pasadas
unas horas, pone al descubierto la forma oculta (deseada)". Gribbin,
acertadamente, se pregunta, si sería quizás ese, el modo en que Rutherford
descubrió el núcleo. “Hemos de recordar que el descubrimiento, no amplia el
conocimiento que tenemos del núcleo” —afirma Eddington—. Lo cierto, es que
nadie, ni antes ni ahora, ha visto jamás un núcleo atómico (pero ya conocen a
7). Por tanto, lo que observa (es lo que es incapaz de reconocer de los
resultados de su experimento (el dentro con él), y que luego se interpretan en
términos de núcleos (no de entidad). Tampoco nadie jamás encontró un positrón
hasta que Dirac sugirió que podían existir (deseando luego otros encontrarlos→ otra cara del mismo mármol (ígneo), y hoy los físicos aseguran conocer
mayor numero de partículas que elementos existen en la tabla periódica (muchas
caras del la misma roca blanca (que los motiva a buscar dentro de ella).
Luego e
Independientemente, de cómo cada cual entienda esta explicación, lo cierto, es
que se trata de un concepto relativo a la realidad tal y como la percibimos,
entendida, no como meros observadores ajenos, sino más bien formando parte
integrante de ella: de la realidad observada (experimentada) en sí misma y, por
lo tanto, todos dentro, interactuando continuamente→ con ella. Dicho de otro modo: creando una realidad que somos
nosotros y nuestras expectativas→ en ella. luego, y A
partir de aquí, deberán ser ustedes quienes juzguen si cuando miramos hacia el
horizonte, en este caso, vemos un paisaje genuino o, más bien, en ese horizonte
y lo que vemos en él, es aquello que queremos ver (es decir: que nos llevan a
ver, de la mano de otro). El mundo, según Husserl, adquiere sentido por su
horizonte: sentido y entendimiento del mundo, que ha de venir del “asombro”, de
despejar ese horizonte dice Zubiri. Pero ese horizonte, ese nuevo paisaje que
asoma ante nuestros ojos ¿existía antes de ser despejado? O bien, lo que
hacemos como resultado de despejarlo unos, es crearlo para nosotros mismos
(otros).
§ 3. VARIACIONES SOBRE LA
REALIDAD (1) LA VISTA
(17/03/2024)
§ 3.1. En la
filosofía griega había un predominio de la vista sobre los otros sentidos:
otorgando (a la vis-ta) una importancia mayor que al resto. La contemplación,
de hecho es lo que aquellos primeros (filósofos) griegos mejor hacían /luego
especialmente para los pitagóricos, (su vis) el silencio: actitud de centrarse
(hêsychia) de alguien que se queda en casa haciendo
su propio trabajo y no se entromete oficialmente en los asuntos de los demás) qué
pretendía, dice: que de inicio una revelación (o aletheia)
Pero de observar contemplativamente la
naturaleza, en la quietud (hêsychia) y silencio de la mente→ pronto se pasó a otra cosa / un problema
/ que persiste: (otros lo llaman pensar /y otros, no dejar de dar voces y ver
luces de aquí allá); esto es, aquella voz que rompe el silencio y quietud (en
movimiento aparente: llamando la atención) cuando estamos observando
en silencio, por ejemplo: una flor, y que no deja que la
naturaleza misma (de la propia de la flor) se exprese hacia nosotros
(revelándose) de la propia observación, saltando “aquella voz ” como luz de un
lado a otro (que mostramos a los demás), cuando de inmediato irrumpe para
explicarnos ella por si misma todo (incluso aquella flor, que por cierto no vio
jamás /sino en apariencia reflejada), y lo hace: aunque a medias y muy mal;
pero (explicación) que nosotros aceptamos sin más, de ese modo cerrando así
todo camino a la luz natural de las cosas hacia nosotros: de la flor / y
abriendo entonces el camino que nos trae la razón. (Observen) que no pocas
veces llegamos a pensar (yo lo hago), que más parece que no seamos nosotros
quienes usamos el lenguaje, sino que éste nos dirija a nosotros: partiendo de
que todo aquello que observamos (de inmediato) se explica en nuestra mente, por
el lenguaje y representaciones (antes incluso de llegar nosotros frente al
objeto) e incluso, a veces, antes de cuestionarnos si buscar un significado al
ente (objeto), encontramos, que de inmediato (y por el pensamiento) estamos
armando la frase (solo con las palabras /y sin necesidad de acercarnos mas y
observar con detenimiento aquello, ya nos define ( la razón) a aquel ¿lo
pensaron así alguna vez? Pues esto...¡es un verdadero problema! Pues
de alguna manera nos hemos desprendido de la realidad, apenas quedándonos
con un reflejo de esta (su apariencia /de otro que la miro por nosotros) (esto
sería como al ver el reflejo de la flor sin observarla en el camino paseando de
lejos) y pretender conocerla, conocer algo: personas o plantas, solo de aquel
instante (y de su reflejo/ lo más una imagen vaga que se refleja, como una
sombra en la pared posterior de nuestra conciencia.
Precisamente el mito de la caverna
entiendo que nos revela igualmente ese momento, donde empezamos a encontrar
unas primeras referencias a la sombras (sombras de la razón), pues resulta
claro (al menos para mí) ya antes de entrar a caverna alguna, que dentro de la
caverna no se va a ofrecer imagen real alguna, de la realidad (referida esta al
exterior /quizá se cuenten algunas historias de personas al calor y la luz del fuego).
Pero tampoco, y aunque miremos hacia dentro, donde se proyectan aquellas
sombras (que aparentemente son de personas / vivas) no conocemos ni reconocemos
de ellas a persona alguna concreta. Igualmente, en la caverna, a la luz del
fuego nos pueden hablar y contar la historia de una chica que recogía lavanda
en el campo (todos tienen – tenemos- ya esa imagen en la mente). Pero, en
realidad, nadie de los que escuchan la historia en la caverna se ha acercado a
ella; y al recapacitar sobre lo escuchado entienden que desconocen el color de
sus ojos (nadie de eso les ha hablado en el relato); y que se convierten en dos
sombras ahora en el rostro; pero de nuevo recapacitan, pues igualmente,
desconocen el sonido de su voz, y el olor mismo de la lavanda, que son dos
nuevas sombras más ahora en el aire, que empiezan a enturbiar nuestro idílico
cuadro.
Extranjero ¿No
es posible que se engañe a los jóvenes, alejados aún de la verdad de las cosas,
haciéndoles oír vanos discursos, mostrándoles, de palabra, imágenes de, todos
los seres, convenciéndoles de que estas imágenes son la Verdad misma, y que el
que se las presenta es, en todo, el más instruido de los hombres?
Teetetes:
No se opone a que semejante arte exista.
Extranjero:
Respecto a la mayor parte de los que oyen estos discursos, mi querido Teetetes,
cuando, con el transcurso del tiempo, (las personas) han llegado a la edad
madura, ¿no es una necesidad que, encontrándose con las cosas mismas, y
forzados, por las impresiones que reciben, a fijar en ellas su atención,
modifiquen sus primeras opiniones, juzguen pequeño lo que les había parecido
grande, difícil lo que habían visto fácil, y que vean, en fin, desvanecerse,
por todas partes, los fantasmas de aquellos discursos engañosos, al contacto de
los hechos y de la realidad?
Teetetes:
Así lo pienso, en cuanto lo permite mi edad; porque soy aún de los que no
perciben las cosas más que de lejos.
Extranjero:
He aquí por qué los presentes nos esforzaremos, en aproximarte a la Verdad, aun
antes de que llegasen, para ti, las advertencias de la experiencia. Cuando
Carlos I asumió como premisa de su reinado «ir más allá» (Plus Ultra) de los
límites establecidos (pero el, nunca fue a ningún lugar (envió a los españoles
a Europa a luchar sus guerras), (Plus Ultra) Fue utilizado por primera vez en
1516 por Carlos I, rey de España y joven duque de Borgoña, que empleó Plus
oultre “en francés” como su lema personal. Según los estudios de Earl
Rosenthal, el lema proviene de la influencia del médico y consejero personal
del futuro emperador Carlos V, el humanista milanés Luigi Marliano4 (1464-1521). Este aconsejó
al en 1516, cuando alcanzó su mayoría de edad y fue proclamado gran maestro de la
Orden del Toisón de Oro, poner bajo su oficina el lema. En
España, el francés original fue traducido al latín en un arco de celebración de
la entrada de Carlos en Burgos, debido a la hostilidad que los españoles
tenían hacia los consejeros y ministros borgoñones francófonos del emperador
(que no era español) que no conquisto nada, (y que se lo comieron los mosquitos
en Extremadura /enfermando de lo que un español no enferma) más los
conquistados fueron (de España, los españoles
que pelearon las guerras e
intereses del que tenía a su madre
(reina de España presa) dado que vivía su madre Juana, le correspondía el
título de gobernador de los Reinos Hispanos, para regirlos en nombre de su
madre; pero el futuro Carlos V decide otra cosa: que las Cortes de Castilla y
de Aragón le proclamasen rey.(y los españoles quieren rey joven y no a su Reyna
legitima) que por ley deberá reinar, si nos deponen otros al Rey (que no habla
ingles y gobierna) por el que estudio fuera ( y no gobierna), pero habla el
idioma de los de fuera (sin entender del euskera, que no hace, lo que un
catalán en castellano llano le expresa con dolor (de un catalán que gobierna, incluso
más que los otros, España desde fuera) / lo que hace de un político español, y
del que le escucha, mas inepto, que el que le explica al español am241,
sabiendo que aquí todas las series se traducen al castellano, catalán, euskera
y gallego, y solo de los 4 puede salir la forma (que no vemos) y entendemos de
otros (de 7 de 9 hacia vosotros) dos mas ya con nosotros ¡Viva la Reina! Sofía!
(Sabiduría en griego) de quien la
quiera reconocer de este lado: Reyna, y
del otro, el que pueda. Porque el mundo se arregla, → ordenando y limpiando, para poder
reconocer, primero: tu propia casa (dando ejemplo).
(sofista / el extranjero)
§ 3. VARIACIONES SOBRE LA
REALIDAD (2) LA VISIÓN Y SU SOMBRA
(17/03/2024)
§ 3.2. Los atributos con los que concebimos las cosas no
muestran la naturaleza primordial de estas: aquello que la vista trae al hombre
no son más que proyecciones de lo que observa. La realidad oculta no existe,
sino aquello que pueda ser visto en apariencia. Acercarse demasiado implica no
ver, pues ver significa alzarse esperando que del otro lado muestre aquello su
naturaleza. Conocer, tampoco es mantener el velo de lo conocido,
sino empezar a deshacernos de todo aquello que creemos conocer. Luego, conocer
más allá equivale a quitar todos los velos; si bien, encontramos que resulta
imposible por completo conocer; concluyendo que el desvelamiento parece no
suceder, pues al desvelar algo lo velamos (sin querer) de nuevo: propiciando
solo un cambio de velo. Una constante revelación que resultará siempre
incompleta, si no dejamos de ser y somos igualmente lo que miramos y vemos.
Cuando el hombre busca la verdad no la encuentra en sí mismo, sino a través de
sí mismo: la apertura hacia la cosa no puede sustentarse en la suposición que
en la cosa (de su apariencia) radica toda su verdad, sino en la interacción que
permite esa nueva manera de entenderla, pues ver es distorsionar lo (aparente)
observado, donde mirar no se reduce a los límites del intelecto: forma de
concebir, o modo de nosotros entenderlo. Mirar requiere entonces de
predisposición para ver más allá de lo aparente que se aparece y
presenta, pues cuando con la vista afirmamos “esto es real”, será tan
real como nosotros podamos entenderlo: así, cuando creemos sujetar la realidad,
seremos igualmente necios por creerlo. La relación que nos une con lo otro es
tanto su reflejo (el reflejo) de aquel, como nuestra luz (visión) reflejada en
aquello: y solo es posible trascenderlo en tanto a qué, y cómo somos y nos
miramos (proyectándonos) nosotros en ello. La realidad requerirá, pues, de
ambos para ser resuelta: pues la mirada es ese camino que no elude las sombras
―por las que podremos guiarnos y descubrir entre
ellas la luz― pues al reconocer en
ellas nuestras propias tinieblas, podemos salir a estas
(transcendiéndolas), no por la razón que distingue, como por
el corazón que confunde. Allá donde estemos y miremos, siempre hay
algo que vaga invisible, en exilio y sin reposo: “nuestro ojo sabe que mientras vea algo (claro),
no es eso lo que busca: debe trascender (lo aparente)... pues solo cuando el
ojo está en la tiniebla entiende que ha llegado al Sol” (Cusano). Si el
hombre no cerrara alguna vez soberanamente los ojos, acabaría por no ver aquello que es importante que sea mirado” (René Char)… El velo nunca está en la realidad, sino en ojo...
§ 3.3. «Interpretamos mal el mundo, es cierto: pero el
mundo no nos engaña». A la sombra de ese aparente desconcierto, parecería
obvia y necesaria una reestructuración de eso que llamamos realidad; sin
embargo, el gran obstáculo no parece ser la realidad misma, sino la
representación y/o interpretación que tenemos o hacemos de esta. Por lo tanto, el mayor
logro al que puede aspirar la razón humana es a abrirnos las puertas y
mostrarnos más allá de sus límites (ese lugar) que poder habitar, donde se
encuentran las claves para entender la realidad: “Un laberinto, una luz y el
caos… y más caos todavía, y luego teorías infinitas: acordes imprecisos,
danzando una ceremonia imperfecta, y luego… “Nada”. Sombras maniobrando, y la
vida como si fuese un breve destello. Andamos colgados de un hilo de luz,
despejando sombras y nubes oscuras; atravesamos tinieblas en nuestro interior
solo por la verdad, pero al salir de aquellos silencios, cada uno ve una
realidad (la suya)… y solos, frente a la luz, pensamos ¿Es posible? Tal vez;
pero... ¿entendimos? Tal vez, pero…”
§ 3.4.
Lo cierto es, que en algún momento de
nuestra existencia, y si tenemos suerte, es posible que nos encontremos en ese
callejón sin salida, Entiéndase, ese preciso lugar, donde (en apariencia) no
hay escapatoria a una verdad que nos deja vacíos y sin opción, para superar la
terrible situación, ni más alternativa que escoger: escuchando el palpitar de
nuestro corazón que por alguna extraña razón, todavía nos alienta. Llegados
a este punto y si consigues despertar aquello relegado, que nos han hecho olvidar
con el paso del tiempo, empezarás a descubrir dentro de ti lo que siempre
estuvo, pero nunca pudiste encontrar: cierra entonces tus
oídos y los ojos a la luz / y siente tu corazón hasta ver nacer en él una
antorcha / esa luz que ilumine el poderoso vacío, que antes no podías
contemplar, estableciéndose la frontera entre lo decible e indecible de
una teofanía en la que el corazón como antorcha indaga en lo invisible, pero
igualmente atisba lo transitorio (que del destello) le resulta prodigioso e inaudito,
distinguiéndolo como faro en la noche. La más mínima parte de la materia (que
podamos observar) contiene un rayo de luz que podemos nosotros seguir,
alumbrándonos el camino hacia lo que no vemos ni comprendemos: al
espíritu de la materia (que la proyecta / imagen, y materia como huella)
/ Aparición, donde “lo transitorio se hace símbolo (de
nuestra empresa), cuando ilumina el camino del ser: a la infinitud, de lo
finito (que vemos). “Todos los hombres llevan a sus espaldas una sombra, en el
corazón la antorcha y en los ojos su luz”.
§ 1.
VARIACIONES SOBRE LA REALIDAD (3) LA APARIENCIA
[Tengo un maestro, este me repite a
veces las cosas, muchas veces diría, pero siempre desde aunque lo mismo, visto
de forma o ángulo distinto, complementando más que repitiendo, de lo mismo /
complementemos pues] Hoy diríamos, entendiendo por apariencia, cuando se
trata o habla de realidades veladas a nuestros sentidos (…) pero que son sólo
comprensibles a la razón: a nuestra inteligencia, por medio de (números, signos,
sintagmas, etc.) que nos proporcionan, una explicación de las
apariencias cotidianas. Esta capacidad explicativa da mayor relevancia
a la realidad, frente a las "simples" apariencias de aquella. La Apariencia, por lo tanto, se considera clásicamente un
conocimiento incompleto y superficial de la realidad, cuando no obnubilado
(debido a la limitada percepción de los sentidos primarios: vista
oído, olfato, gusto y tacto) ―en contraposición a una
realidad, verdadera y más profunda: esencia de todas las cosas, pero (nos
dicen) solo accesible al sentido de la razón. Así, el
término Apariencia alude inevitablemente a aquello que
(no tanto oculta / del todo) sino que más bien oculta en
sí-tras de sí, a los sentidos: su esencia, de la cosa (su
ser). En otras palabras, y como trivialmente se suele decir: la luz
es un muro que no nos deja ver el sol. La apariencia es, por tanto, lo
que se muestra-manifiesta-evidencia a los sentidos primarios, pero no la
naturaleza real y verdadera de las cosas (su ser), la cual estaría
oculta/velada tras la apariencia dada a los sentidos: sentidos, que no fueron
otorgados, o evolucionaron, para comprender esencia alguna, de las cosas
cotidianas, sino más para distinguir lo útil de lo inútil, lo
peligroso de lo que no lo era, lo comestible de lo que no se podía comer, y
primariamente (en tanto a importancia) discernir, entre lo que ayudaba a
sobrevivir, de lo que nos podía quitar la vida; y es hoy, por
aquellos mismos sentidos limitados todavía, a su primaria utilidad, sumada
luego la razón, que nos adentramos (o intentamos adentrarnos) en las cosas,
pretendiendo de ellas “una esencia”; sin dar por hecho que en torno a lo
conocido: la apariencia, ya dada por las cosas a
nosotros, ―desde el primer momento y a través de lo proyectado ― nos pueda
llevar a la realidad (o esencia) de esta (de su ser /
el que la proyecta→ hacia→) igualmente como realidad y esencia de
aquel ser que proyecta, lo proyectado: la
apariencia, ésta, en sí y por sí, ente, pero
igualmente real y, por tanto ser, aunque no lo mismo que el ser, y por
tanto; otra cosa: lo otro, que no-es lo mismo que (el ser)
Pero ¿Y por
qué otra cosa? la apariencia, al sentido de la vista, no es sino
luz (que no vemos, pero Leemos: la mente le instantáneamente), luz es “algo” y
algo más/ es información emitida por un cuerpo (en nuestro caso el sol), luego reflejada por
otro [cuerpo/cosa /ente] hacia una mente ( la nuestra)
consciente que (la lee primero, y nos la proyecta “algo “de manera interna
inmediatamente después (de esa información → reflejada del objeto y que la propia mente nos nuestra), para que podamos reconocer (o
nuestra conciencia pueda reconocer), de tal manera que pueda comprender y
reconocer, de Aquello que está mirando. Así,
cuando miramos un cuerpo (cosa/ente) ―no emisor de
luz/radiación― preguntémonos (pues hay un proceso)... ¿qué vemos? ¿Vemos
realmente ese cuerpo?, o lo que estamos viendo realmente es solo la luz (por ciento:
una luz que no vemos) pero que aquel cuerpo nos refleja, a nuestros ojos (que
obtienen la información de esta, de esa misma luz reflejada y recogida del
objeto) proyectándonos, y proyectando nosotros el fenómeno (de los
reflejos /los colores / las formas) por la mente (que siempre es consciente de
algo) de una forma presente ante sí, cualquiera, que deberá reconocer/ para
poderla luego proyectar así mismo, y a los demás .
"Una conclusión fundamental de
la nueva física reconoce que el observador crea la realidad”. Como
observadores, estamos involucrados personalmente con la creación de nuestra
propia realidad, y Los físicos se ven obligados a admitir que el universo es
una construcción "mental" (yo añadiría que en continua formación / revelación).
El físico pionero Sir James Jeans escribió: "La corriente del conocimiento
se encamina hacia una realidad no mecánica; el universo comienza a parecerse
más a un gran pensamiento que a una gran máquina, por lo que la mente ya no
parece ser aquel intruso accidental en el reino de la materia, debiendo
celebrarla como creadora de reino de la materia en el que nos desenvolvemos.
Acepte esa indiscutible conclusión.
Pero ―y vuelvo a lo de
siempre―cabría entonces preguntarse… ¿qué ocurre con la luz?, esa misma luz que
no vemos /pero leemos (nuestra mente lee su información, de la cosa reflejada)
(para luego dar la forma/ a la cosa / ente / ser) que la proyecta o nos lo
refleja / en nuestros ojos cuando miramos); (es la luz información, o
canal); pues (esa luz) se ve alterada
(por la cosa que lo refleja, a la conciencia que observa) pero, no
es la cosa que lo refleja... del mismo modo, que tampoco es
esa luz o reflejo, la cosa (emisora) que la emitió en primera instancia: la luz
(o radiación) emitida por un cuerpo emisor (una estrella
/ el sol): la cosa que lo emite (la estrella), aunque
nos da información de la cosa que lo emite, no es la cosa que lo
emite; y más profundamente, lo entendemos cuando hablamos del
fotón, que tampoco es el electrón / o aquello que lo emite, sino un (producto o
proyección) emanación, por radiación, a partir de ese electrón que reacciona
dando como producto de la reacción el fotón, que luego alcanzamos no a ver/sino
percibir (de la información), pero nunca se, ni se ve o percibe el electrón/emisor,
que quedo en su sitio, solo percibimos el fotón ―(que es otra cosa (información
/ o canal) y distinto del electrón, y producto de una reacción)― lo que nos
llega, emanada por aquel electrón, viajando hasta impactar en nosotros y
nuestros los sentidos; o quizá ¿es la luz proyectada desde del sol/ todavía
parte sol? Entiéndame: ¿estamos dentro del sol? De esa manera que no podemos
entender; pero, que aparentemente nos sitúa fuera de este, del mismo modo que
entendemos que la atmósfera es igualmente parte de la tierra.
problema de la apariencia, desde
Parménides, ha remitido siempre al problema de la realidad, tanto que las
relaciones entre ambas (apariencia y realidad) se resumen básicamente en dos
propuestas: de un lado, están para los que la apariencia oculta la verdadera
realidad; y de otro, aquellos para los que la apariencia es la realidad misma y
manifestación de esta y, por tanto: la realidad misma; si bien, encuentro interesante, en el sentido de lo anterior (las
propuestas) las palabras de Husserl, cuando refiere los fenómenos y la
apariencia, presentándonos tres casos distinguibles y singulares siendo, el
primero: donde la apariencia podría manifestar la verdad del
objeto (y los fenomenólogos están de acuerdo); el segundo: donde
la apariencia podría ocultar la verdad del objeto (no el objeto); y por
ultimo y doy mayor razón, tal y como yo lo entiendo en estos textos, el
tercero: donde la apariencia se muestra, como un indicador del
camino que se debe seguir para llegar al objeto, lo que me lleva de nuevo a
la segunda, donde la apariencia podría ocultar la verdad (el ser)
del objeto (pero no el objeto) y así: la apariencia revela un objeto
(existente), pero no el ser (o esencia en su totalidad) del objeto,
y de aquí podamos entender, de alguna manera la razón para los fenomenólogos,
en tanto que: la apariencia es la verdad del objeto, si bien y
a este respecto, del párrafo anterior se adivina mi posición. En
Kant, la apariencia está en completa contraposición de la “cosa en sí” si bien
él no ve en ella engaños o ilusiones. Y por último, hay un escrito, no muy
conocido, libro redactado por Mariano Ibérico, allá por los años
50 La
aparición; ensayos sobre el ser y el aparecer, donde se menciona, que el ser es en sí, no obstante aparece a
una consciencia, y ésta lo “refleja” en tanto que apariencia, haciendo de
esta forma una síntesis del ser y la apariencia. De donde, no literalmente tal se lee, pero se puede profundizar en ello, y
obteniendo algunas ideas al respecto,
§ 2.
VARIACIONES SOBRE LA REALIDAD (1)
La comprensión de la realidad es una
característica que se ha atribuido generalmente a una sabiduría, que no implica
dominar ingentes cantidades de información, sino comprender la verdadera
naturaleza de las cosas. María Zambrano en El hombre y lo divino escribe
que la realidad es “una irradiación de la vida que emana de un fondo de
misterio”. Dimensión sagrada de lo vivo que hace temblar: ambigüedad;
terror y delicia. Sin embargo, las personas percibimos el mundo exterior como
una suma de entidades diferenciadas y autónomas a las que atribuimos
características que creemos que poseen intrínsecamente. Luego crecemos
aprendiendo que las cosas son malas o buenas, deseables o indeseables
etc., estos son nuestros desafíos ante la falta de esperanza del
dualismo occidental, con el que es preciso terminar; siendo un
excelente camino para empezar: Leibniz (Ortega y Heidegger en los años 30,
dicen que hay que volver a él).
[Leibniz afirmaba que el pensamiento humano (el
razonamiento) se encuentra inevitablemente mediado por los signos (el
lenguaje). Y Ciertamente Leibniz algo nos quería decir con “inevitablemente
mediado” (intermediado): pues por el lenguaje (que sería “aquel rollo escrito por delante y por detrás”) las personas nos explicamos de inmediato (a nosotros mismos ―entiéndase: la
razón le dice (y explica) a la conciencia, (también a la del otro
que lee) lo que tiene que ver y como lo tiene que entender―
aquellas realidades (cosas, sensaciones e impresiones) de la realidad; esto
sería, solo de lo escrito por
delante (y de la apariencia: e interpretando, lo que queda igualmente sepultado
(de aquellas palabras) en ella)― pero, a lo que el instinto
accedería frente aquello aproximándose de otra manera, esto es: a lo que, de lo escrito por delante (y de lo sepultado
de las mismas palabras), queda también luego escrito por detrás (pero que no podemos leer / pues necesita sernos revelado) pero que
podemos entender (inmediata y simultáneamente), cuando no solo de las palabras
y también por los ojos nos miramos (reflejados el uno en el otro)
reconociéndonos de aquella parte en la que somos iguales (viendo de cada uno de
nosotros qué guarda su corazón). El auténtico
conocimiento― decía Jung, C. G― consiste en un
“instinto”, en una “participación mística” con los demás. Por tanto, hoy (el razonamiento / exento del instinto
y la experiencia del reflejo de la visión) nos limita, amputando las
sensaciones primeras que nos llevan por aquel instinto primero (y más elevado)
a entender de lo que por delante quedo escrito del rollo
(exponiéndole este ―nuestro instinto más elevado― a la conciencia), luego lo
“resultante” y escrito también del otro lado. En este mismo
sentido, aunque no de la misma forma, Leibniz considera que no tenemos acceso a
las cosas sino por medio de las ideas, y no tenemos acceso a las ideas sino por
medio de los signos (del lenguaje y por el razonamiento). De modo que sólo
contamos con el signo: algunos de ellos falsos, y algunos que son
verdaderos (pero a los que solo acedemos a lo escrito por delante / errando al
buscar (interpretando) de lo sepultado). Distinguir unos de otros, para
Leibniz constituye la clave y problemática para alcanzar (a lo más) un
conocimiento “ciego”. Pues el conocimiento adecuado (según Leibniz) es aquel
que culmina el análisis del concepto arribando a sus elementos primitivos, y
por tanto más simples (no compuestos). Por este medio, el conocimiento adecuado
brinda la definición real de una (noción), la cual
consiste en la enumeración de las ideas primitivas que la componen. Sin embargo
Leibniz, que en este escrito se mantiene cauto respecto de la posibilidad
humana de alcanzar tal grado de conocimiento, luego la rechazará, al considerar
que la culminación del análisis de una noción compleja excede a las facultades
limitadas del hombre. Finalmente, el conocimiento habrá
de ser o ciego o intuitivo. El conocimiento intuitivo supone
captar inmediata y simultáneamente la totalidad de la estructura conceptual de
una noción. En tanto seres racionales y finitos, sólo somos capaces
de alcanzar este conocimiento cuando las nociones son simples (a
partir de aquello que reconocemos, por ejemplo cuando de una flor tenemos ya la
noción, aunque nos parezca muy simple: de que esa flor (tan hermosa,
llamativa y diferente a todo lo que hay a su alrededor), pertenece y
es (a la misma planta) siendo igualmente (la flor) otra parte ―aunque
aparentemente, y a la vista muy distinta / y a lo que habremos llegado de la
propia observación― de aquella misma planta, que de un extremo la proyecta. Sin
embargo, Leibniz dudará respecto de la posibilidad humana de captar nociones
simplísimas4. Mientras que afirmará que sólo tenemos un conocimiento ciego e inadecuado
de los conceptos compuestos. Dicho conocimiento ciego, también
denominado Simbólico o supositivo, es aquel que
opera con signos en reemplazo de las ideas de las cosas; esto ocurre cuando no
es posible concebir intuitivamente todos los componentes conceptuales de una
noción. En Meditaciones, Leibniz explica: Por
lo general y especialmente en un análisis de mayor extensión, no vemos, sin
embargo, la naturaleza total de la cosa de un modo simultáneo sino que
empleamos signos en lugar de las cosas cuya explicación, al meditar, solemos
omitir por razón de economía, sabiendo o creyendo que la poseemos. Así al
pensar el polígono de mil lados iguales no siempre reparo en la naturaleza de
lado, ni en la de igualdad, ni en la de millar (o sea del cubo de diez) sino
que empleo en mi espíritu esas palabras (cuyo sentido se presenta a la mente
por lo menos de un modo oscuro e imperfecto) en lugar de las ideas que tengo de
ellas pues recuerdo poseer su significado aunque por el momento juzgo que es
innecesario explicarlo. Suelo llamar a este pensamiento ciego o también
simbólico: se lo utiliza no sólo en el álgebra sino también en la aritmética, y
casi en todo6.]
Con la secularización, la
misma naturaleza también quedó desencantada, pero aunque la sociedad moderna se
haya esforzado en apartar de sí lo sagrado, dioses, mitos y símbolos siguen
morando en las simas profundas de la razón "Porque aunque los credos se
arremolinan en el polvo, la fe falla y los hombres olvidan, estos viejos dioses
del miedo y la lujuria aún se aferran a la vida"— R. Graves,
accediendo estos, a lugares que la racionalidad positivista e instrumental no
alcanza. Hacia esos límites o profundidades, se han dirigido pensadores, entre
ellos Jung, que intentó ver el camino que introduciéndole en el mundo a través
de la vida, le llevara más allá del mundo. Es por todo ello que hoy,
en el límite de la razón, se observa un retorno al corazón, pues intuimos que
el mundo no es solo lo que vemos, sino también lo que intuimos y que a veces
parece podemos sentir, como algo ahí: vivo, que no vemos.
La realidad, sin embargo,
puede darse perfectamente en la vida de un hombre, afirmaba María Zambrano.
Exigiéndosele, no obstante, a cambio algo que habrá de
ponerle aparte y distingue de todos los demás seres vivientes: se le exige “despertar”.
Despertar a la realidad y al tiempo. Si bien, y para despertar a la realidad,
primero hay que volver de un viaje de erudición y destierro, un viaje tan lejos
como el ánimo pueda alcanzar; (camino -que está, por cierto, fuera del
transitar de los hombres; te llevarán las muy atentas yeguas tirando del carro.
Unas doncellas empero el camino te irán mostrando), pues sentirse exiliado de la vida y el mundo, es
evidenciar el tiempo como nuestro ángel (Schiller), para así lograr todavía lo
más difícil: despertar antes a la verdad, y de ese modo
volver a aprender a mirar las cosas, con aquellos ojos con que las mirarían los
muertos si pudieran regresar (Pirandello). Llegados a este punto, nos
vemos casi obligados a reflexionar de unos límites que no terminamos de
entender y menos podemos precisar. Sin embargo, es en plena conciencia de ello
cuando comenzamos acceder a un grado de conocimiento más elevando, poniendo la
razón al servicio de otra cosa que no es ella misma. No es la derrota de la
razón, sino el triunfo de esta por encima de esta / Es un morir, sin morir,
para volver a re-nacer.
Superación por tanto, no habrá de querer
decir un desprecio que expulsa a una disciplina del horizonte de la «cultura».
Luego en la medida que pensamos esta nueva forma de hacer filosofía (útil al
conocimiento): metafísica, es artefacto de la Filosofía para la ciencia,
tratando de repensarse en ese espacio que le queda, bien diferenciado para la
metafísica, en tanto abarca aquellos aspectos
de la realidad existente, que son inaccesibles a la investigación empírica,
pero que pueden ser identificados por esa nueva metafísica, mediante aquella
forma de pensar (el espacio/ la forma del ser) y que entiende:
del ente la imagen proyectada, parte del ser (de aquello que la proyecta), a partir
de una sombra, que reconocemos que está / es a partir del lado de (imagen)→
pero que no vemos (la forma del espacio por ejemplo) y que entendemos está
definida a partir del lado de la forma de los objetos mismos, que se encuentran
contenidos en la misma forma del espacio, que les da su forma a aquellos.
Lo que nos lleva a pensar en un límite, a
partir del lado de la forma misma de la imagen / por lo tanto desde ese límite
o frontera “entre lado de la imagen” y “lado
de la sombra” que nos invita → a movernos hacia esta frontera
→en un acto de ser, recorriendo/caminando (reconociendo/habitando) ese
lado de la sombra y de la imagen (donde estaríamos habitando ya el
borde o perímetro ) que determina / es, un lado de la
forma de la sombra, lo que nos permite pensar desde de aquella
experiencia inmediata sensible (a veces fugaz e indeterminada a
la razón) en la existencia de una forma ahí, y pensar en ella de una
forma, luego abstracta (geométrica) que aunque no representa el factum de
la experiencia inmediata, nos permite, de esta manera abstracta, poder
determinar/representar y recorrer el área (contorno total de la forma de la
sombra) de una manera geométrica (lo que me propongo intentar de desarrollar)
no tan seguro como los estuvo en su momento el riguroso Piero della
Francesca al afirmar: «io intendo di dimostrare cosi essere e
doVersifare»
De este modo la Metafísica, incluso
siendo superada, por la nueva metafísica del ser →en acto de ser, no
desaparece. Sino que regresa transformada en un nuevo saber o artefacto-
herramienta (en la medida que se piensa desde de la referencia, no
de una idea, sino desde una experiencia sensible / →en acto de
ser→ moviéndonos hacia al límite/borde, o frontera del ente / imagen) y que nos
permite de aquella distinción que sigue en vigor entre ente y ser / no la
distinción entre ente y ser, sino que dominara ahora como eje de todo
pensamiento al permitir una distinción clara entre el ente como parte visible/
y proyectada del ser en la sombra). Luego, ahora entendemos que la
manifestación del ente, y sólo del ente tomado este como objeto (definido) de
estudio, pierde la exclusividad que ha tenido hasta ahora en su pretensión de
ser módulo y medida al pensamiento y las ciencias. El ocaso de la verdad del
ente quiere entonces decir: la verdad del ser, mostrándose del ente en su
sombra: la forma total del ser. De ahí que cualquier cálculo, o pretensión de
verdad que no tome en cuenta la sombra (ser) del antes objeto (forma visible)
no será verdad en la propiedad, ni de un cálculo lo exacto