El nuevo evangelio de Lucas: Star Wars… y el lado absurdo de los científicos

Evangelio: Del lat. evangelĭum, y este del gr. εὐαγγέλιον, que a su vez derivan de εὐ, que significa «bien», y αγγέλιον, que significa «mensaje»:

En marzo del ´99  la prestigiosa revista científica “Investigación y ciencia” venía a informarnos de un importante descubrimiento por parte de dos grupos de astrónomos “Craig J. Hogan, Robert P. Kirshner, y Nikolas B. Suntzeff” que trabajaban de manera independiente, desde países y observatorios distintos:  Estos, demostraron sus resultados, obtenidos a partir de la medición de distancias conseguidas a través del estudio de supernovas, y fue de aquellos asombrosos e inesperados resultados de lo que luego se dedujo más tarde, no sólo que el universo jamás podría contraerse de nuevo  ―algo nada claro hasta el momento, ahora parece que sí― sino que éste, seguiría creciendo en tamaño y disminuyendo su densidad a lo largo del espacio-tiempo. Sin embargo, lo más sorprendente de aquella noticia no fue el descubrimiento en "sí" (de lo que parece un hecho probado científicamente). Lo más extraordinario habría de venir después, y serían algunas de las explicaciones "sugerentes" aportadas por dos de aquellos científicos, que intentarían buscar una causa y dar sentido a dicha "Expansión Universal", con una extraordinaria explicación: casi más, una revelación. Pero, eso ya es otra historia: “Una Historia de Star Wars".

Hace unos años, en esta misma Galaxia...

La Biblia nos dice, que es a Lucas, aquel al se le atribuye el tercero de los evangelios canónicos. Me refiero a "Lucas", aquel gentil de nacionalidad sirio-antioquena, médico de profesión y que se convirtió al cristianismo en circunstancias que hoy por hoy desconocemos. Pero, no se asusten sus eminencias, pues no es de este santo, del que ahora les voy a hablar. Y, si he llamado a la obra de este otro Lucas, evangelio, ha sido por motivos que más adelante comprenderán.

Desde siempre he sido de la opinión, al igual que mis padres y, tal y como un día ya dijera Jesús, el Jesús de todos nosotros, que: << al Cesar, hay que dejar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es Dios >> (MT-22-15-21) – proposición fácilmente extrapolable a muy distintos temas -. Quizá debido a ello, durante años e influido por mi formación cristiana, en el seno de mi conciencia nunca hubo lugar a ejercicios inútiles de negligencia, que me llevaran por los caminos de la duda o de la blasfemia; poniendo en tela de juicio el lugar, en el cual debía reposar mí fe. Jamás vacile ante la veracidad de las sagradas escrituras, o en torno a las enseñanzas contenidas en los cuatro evangelios; entendiendo, que mi destino no era otro que servir a dios y, dedicar un profundo amor a la santa madre iglesia. Así, durante años y sin faltar un solo domingo a misa, asistía cada semana junto a mis padres a la iglesia para comulgar; - por supuesto - tras haber confesado mis ridículos e insignificantes pecados.

Nunca podré olvidar aquellos soleados domingos de verano, en que tras pasar bajo la puerta abocinada de la pequeña iglesia medieval, situada a las afueras de la ciudad donde vivía, permanecía en silencio; frente un hermoso retablo de Cristo, nuestro señor crucificado en la cruz. Me sentaba siempre en primera fila, al lado del pasillo. Escuchaba con hipnótica   atención las epístolas de San Pablo, Santiago, y aquella primera carta de San Juan, que nos decía: << no améis al mundo, ni lo que hay en él. Si alguno ama al mundo, el amor del padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, las pasiones carnales, el ansia de las cosas y la arrogancia no provienen del padre, sino del mundo. El mundo pasa, y con él sus deseos insaciables; pero el que hace la voluntad de dios vive para siempre>> (Jn.I-2-4).  Justo sería admitir, que por aquel entonces en mi vida, no había otra verdad que no fuese la proclamada por el dogma cristiano, la palabra de Cristo y, por qué no decirlo—si al fin y al cabo era un crío— los dibujos animados y las voces que me daba gritando, Carretero; mi entrenador en el Club Arrahona de Balonmano. Pero entonces ocurrió algo: un acontecimiento que jamás podré olvidar, un acontecimiento que me cambió la vida, a mí, y tantos otros críos como yo.

Todavía recuerdo perfectamente aquel viernes de mediados de los años 70, cuando tan sólo contaba con unos ocho o nueve años de edad y mi padre llegó a casa después del trabajo; algo más temprano que de costumbre y con muestras evidentes de satisfacción. Demasiado contento debió pensar mi madre, para un trabajador que se encuentra a mediados de mes y todavía le quedan quince o veinte días para cobrar. Mi madre cómo no, le preguntó qué era lo que ocurría. No era normal que una persona, un currante, a mediados de mes estuviese de tan buen humor. Sobre todo, si después de llegar a casa tenía que volver a ver el “un, dos, tres responda otra vez” en blanco y negro, en lugar de poder contemplar a aquellas bonitas azafatas en una moderna tele a color. Por supuesto, a mí no me sorprendió que mi padre llegase del trabajo feliz. No eran pocas las ocasiones en que después de una dura jornada laboral, este volvía a casa con un pequeño regalo o una sorpresa, sin hacer de ello una rutina, pero creando así un atractivo clima familiar, donde la vuelta al hogar, se convertía en un momento muy esperado y especial para todos nosotros. Y aquella noche, como no podía ser de otro modo, mi padre no se hizo de rogar. Casi inmediatamente —al poco de llegar— éste nos dijo a mi madre y a mí que nos arreglásemos, que nos íbamos corriendo al cine: de estreno a Barcelona. Mi madre no dijo ni pío. Me cogió del hombro y me llevo a toda prisa al dormitorio donde saco una camisa y unos pantalones para que yo solito me vistiese mientras ella terminaba de arreglarse. Mi padre tenía esas cosas: no era la primera vez que después de llegar a casa nos decía que íbamos a salir. U el lugar era lo de menos, y a madre aquello le encantaba, lo podía ver en sus ojos. Éramos una familia pequeña y humilde pero, sabíamos disfrutar de esos pequeños placeres de la vida.

 Supongo que aquella noche no tendría por qué haber sido una noche muy diferente a otras, en que la familia salió a divertirse un rato, intentando no gastar más dinero del que fuese necesario para poder pasarlo bien. Sin embargo, sí lo fue. De hecho, a partir de aquella noche cambiaron muchas cosas; no solo en mi vida, sino en la de miles de personas. Hasta entonces, mi exigua existencia había dado vueltas en torno a poco más que ir a misa, al colegio e intentar no sacar más suspensos en matemáticas, esperando a que llegase el sábado para ver los episodios de MAZINGER-Z que, por aquel entonces, pasaba televisión española durante la sobremesa los Sábados. Pero todo aquello iba a cambiar. Cuando salí del cine nuevo, hoy inexistente, en el paralelo de Barcelona, ya no quería tener una bicicleta Phanter con suspensiones. Ni siquiera deseaba que marco encontrase a su madre, y me importaba un pimiento si Heidi se acababa casando con Pedro. La batalla contra el mal que profetizaba el Apocalipsis, había comenzado y desde aquel preciso momento, mi vida ya solo tenía un propósito y éste no era otro que pertenecer a la alianza rebelde y, luchar junto a Luke Sky Walker. 

 Aquellos que ahora tienen entre cincuenta y sesenta años, e incluso algunos más mayores, saben muy bien de lo que hablo. Fue casi como si de una experiencia espiritual y mística se tratase, y creo no exagerar pues se cuentan por cientos de millones los seguidores de la saga fílmica más importante la historia del cine (y aun hoy sumando) y de entre todos estos, son muchísimos los que adoran a George Lucas casi como si de un profeta se tratase y, cómo no, a su criatura: Anakin Sky Walker, posiblemente, uno de los iconos culturales más importantes para la juventud, de los últimos tiempos aún hoy. De hecho, existen muchas personas para las que se trato de algo más que de una película. Más que de una ficción.  Muchos jóvenes de entonces al igual que yo, parecieron encontrar un inesperado y novedoso sentido a su existencia, y no quiero decir con ello que deseasen ser directores de cine, ni mucho menos. Nada más salir de la sala ya deseaba, ser unos astrónomos, descubrir esos nuevos mundos de los que nos hablaba Lucas y, que sin duda, nos estaban aguardando ahí fuera. Otros ansiaban ser astronautas y visitar aquellos extraños planetas de los que hablaba Han Solo a la bella Princesa. Y, Por supuesto, los más jóvenes –supongo que al igual que yo-queríamos ser pilotos de caza, para poder combatir contra el malvado emperador, convertido de algún modo, en ese Satanás del que tanto nos hablaba la Biblia. 

  Pero como no podía ser de otro modo, existía otro grupo de muchachos. Podría decirse, que se trataba de un grupo de jóvenes muy “singular”.  Sobre todo inteligentes, de aquellos que siempre andan con la mente en otro sitio; con las gafas rotas- pegándose las patillas con un trozo de celo-, jóvenes muy especiales a los que no les bastaba con soñar en aquellos mundos. Ellos, en lo más profundo de sí, no deseaban combatir, no, ellos ansiaban encontrar aquello que verdaderamente sintetizaba el contenido de la película y, que entre tanto láser, efectos especiales y fanfarria de violines y timbales parecía pasar desapercibido para un buen número de espectadores. Por supuesto, me refiero a “La fuerza”. 

 Pero tal y como decía San Juan el mundo pasa, y aunque su caminar es lento antes lo hace el tiempo y con él la inocencia e ingenuidad que está presente durante la adolescencia y buena parte de la juventud. Juventud: bonita palabra para designar esa hermosa etapa de la vida en que aceptamos todo aquello que vemos, o nos dicen los mayores sin preguntar o mostrar algún tipo de incredulidad; y en la que todavía – a si se refiere Nietzsche a los falseamientos extraños que vive el hombre <podemos mantener nuestra ignorancia, a fin de disfrutar una libertad, una despreocupación, una imprevisión, una intrepidez, una jovialidad apenas comprensibles de la vida>. De hecho, hoy ya han pasado muchos años desde que dejase de creer en muchas cosas; casi 43 desde que se estrenase por primera vez la Guerra de las galaxias en los cines de todo el mundo y desease ser un piloto de caza.  Evidentemente, con los años aquellos jóvenes alucinados con el imperio se hicieron mayores. La generación que vio nacer el fenómeno Star Wars y que entendió, tomando para si lo que parecían unas nuevas enseñanzas, maduró. Hoy, todos aquellos jóvenes ya se han convertido en políticos de responsabilidad, trabajadores del metal, médicos, conductores de autobús, parados, abogados, científicos y así hasta formar un largo etcétera de profesiones. Lo que nos lleva a presumir, que de un modo u otro, que aquella primera impresión juvenil, aquel impacto mediático sobre nuestras mentes que fue la guerra de las galaxias, por fin, fue superado. Y, hasta aquí todo sería normal; de no ser, por unas noticias de carácter científico, que no hace ya algún tiempo, hablo concretamente allá por marzo del 2001 saltaron a la prensa como respuesta a un asombroso descubrimiento realizado en el 1998 provocando en mí entonces, cierto interés y como no: desconcierto. Ciertamente el descubrimiento realizado en el 98 fue increíble. Pero lo más sorprendente de aquella noticia no sería el descubrimiento en sí. Lo más extraordinario, serían las explicaciones aportadas posteriormente por algunos científicos que intentarían buscar una causa y dar un sentido a aquella curiosa revelación.

 Después de leer atentamente diferentes artículos que durante meses siguientes fueron surgiendo al respecto, la evidencia me llevó a reflexionar profundamente ―o bueno, mejor dejémoslo en simplemente reflexionar― acerca de que me había equivocado y no todo era tan sencillo y, posiblemente, no todo había acabado. Quizá, algo había perdurado, madurado, y evolucionado en la mente de algunos de aquellos adolescentes de los 70. Concretamente, de aquellos que parecían más callados y especiales, además, de ser los que mejores notas sacaban en matemáticas y física. La pregunta en cuestión era ineludible ¿sería posible que todavía, algunos de aquellos jóvenes muchachos de los 70´ hoy siguieran atraídos, buscando, intentando encontrar la fuerza? La respuesta a tan inquietante pregunta, por extraño que parezca, parecía ser afirmativa. 

La extraordinaria noticia publicada en marzo del 99 por la prestigiosa revista científica: Investigación y ciencia, venía a informarnos del descubrimiento por parte de dos grupos de astrónomos que trabajaban de manera independiente, desde países distintos, de una noticia asombrosamente increíble hasta la fecha y, que tan solo unos años antes hubiese llevado a la risa. Sin embargo, en esta ocasión los resultados obtenidos parecían ser concluyentes. Craig J. Hogan, Robert P. Kirshner, y Nikolas B. Suntzeff, demostraron, utilizando los resultados obtenidos a partir de la medición de distancias conseguidas a través del estudio de supernovas, que el universo no solo se estaba expandiendo sino que, además, dicha expansión se estaba acelerando. Estos asombrosos e inesperados resultados ―según los astrónomos― nos venían a indicar, no solo que el universo jamás podría contraerse de nuevo  ―algo  que no estaba nada claro, hasta el momento― sino que éste, seguiría creciendo en tamaño y disminuyendo su densidad a lo largo del espacio-tiempo.

 En un primer momento, para algunos astrónomos, La única forma de explicar la inesperada para todos, progresiva e imparable expansión del cosmos fue aludiendo a un determinado tipo de fuerza, originada a partir del vacío y desconocida hasta entonces, pero cuya presencia debía contribuir sin duda alguna a tal aceleración. Pero esta idea no era nueva. Un concepto análogo ya fue expuesto hace muchos años por Einstein, quien además le puso un nombre. Él la llamó “Constante cosmológica”. Esta idea de una constante cosmológica, surgió originariamente como una necesidad dentro de su teoría de campo de la relatividad general, para crear de un efecto repulsivo que contrarrestara la fuerza de la gravedad y le ayudase en el modelo de un universo, que ni se contraía ni se expandía. Reafirmando así  la creencia entonces generalizada de un universo estático. Pero posteriormente abandonaría la idea pues complicaba en exceso su trabajo sobre la teoría general de la relatividad. Sin embargo, y debido a que la inclusión de tal constante en las ecuaciones no les hacía perder su coherencia a estas, los “teóricos” siguieron trabajando con ella durante tiempo. Y 90 años más tarde de que Einstein creara y posteriormente desestimara la famosa constante cosmológica, ésta volvía al candelero de la mano de científicos que no encontraban explicaciones a la asombrosa observación de la expansión antes explicada. Luego ante la ausencia de una respuesta concluyente por parte de los físicos, que pudiese explicar tal acontecimiento, la constante volvía a ser introducida en las ecuaciones de los teóricos. Este interés aparente mente generalizado, volvió a resurgir con las teorías cuánticas de campos, pues estas predicen una densidad de energía de vacío que se puede comportar, a todos los efectos, como una constante cosmológica. Si bien ello implica numerosos problemas, pues, aunque las ecuaciones predicen una evidente densidad del vacío, ésta parece insuficiente para generar tal atracción y aceleración. Resumiendo, la energía de vacío observada difiere enormemente, en más de 120 órdenes de magnitud, de la que presumiblemente se esperaba como resultado de las ecuaciones y, asombrosamente este valor casi coincide con la densidad estimada que produce la materia. ¿Coincidencia? Quizá errores en las observaciones… en los cálculos. Posiblemente, se acusa la falta de una tecnología capaz de observar más allá y con mayor precisión. O, quizá se trata de nuestra física, incapaz de dar explicación a estos extraordinarios acontecimientos. Pero, tranquilos: no pasa nada o, si. Lo cierto es, que tales problemas, todo el debate estaba llevando a la cosmología hacia una profunda e inquietante crisis, pero entonces: (tatatachannn) aparecieron los elegantes reveladores del origen de una nueva fuerza del cosmos, desarrollando una extraordinaria teoría. 

 Es ahora el momento de referirnos al nuevo evangelio de Lucas, el otro, y remitirnos a las palabras de Kenobi al joven Skywalker hablándole de la fuerza y diciéndole – o, mejor advirtiéndole -:

Existe otro modo de llegar a la fuerza: la vía de la oscuridad, el lado oscuro de la fuerza. Para poder desencadenarla es preciso aprovechar el miedo, la confusión, el desconcierto, etc.―.  Palabras proféticas como veremos.

Por lo visto, para algunos teóricos astrofísicos, tales como Jeremías Ostriker y Paul Steinhardt, (catedráticos de la universidad de Princeton), la hipótesis de una constante cosmológica, y que ésta se encuentre plagada de innumerables paradojas, no pareció importarles. De modo que aprovechando la confusión y desconcierto

―recordemos lo dicho por Kenobi― no dudaron en erigirse en los nuevos padres, evangelizadores de una nueva fuerza en la galaxia. En Los Sidious y  Maul de nuestro universo, reivindicándose, en apologetas de un nuevo evangelio de la ciencia: advirtiendo  del advenimiento de una nueva era donde una nueva fuerza somete a la galaxia. Para ello han debieron remontarse a los más siniestros y desconocidos abismos del conocimiento humano y de sí mismos; rebuscando en la sabiduría contenida en los intemporales átomos de su cuerpo y, cómo no: al evangelio de George Lucas. Pues a estos profetas se les ha ocurrido que quizá, todo se deba a la existencia de un extraño tipo de energía oscura ¿me siguen? La quinta esencia la han llamado. Y argumentan que a su favor: dicha energía oscura concilia la aceleración cósmica ―recuerden, la fuerza proveniente de esa energía oscura, que tira del espacio hacia fuera― y la vida misma. ¿Les suena?

 Remontémonos de nuevo al evangelio de Lucas, concretamente al libro de los Jedi. Allí  encontramos a Ben Kenobi hablándole a Luke, (epis. IV) y diciéndole:

“La fuerza es un campo de energía creado por todas las cosas vivas. Nos rodea nos penetra, y mantiene viva la galaxia”

 No me negaran cierto... parecido, entre lo dicho por unos y pensado por otros. Posiblemente no se atrevieron a decir Midiclorianos cuando dijeron quinta esencia. Pero, además, afirman que el universo y, cito textualmente (Investigación y ciencia Marzo del 2001) Que el universo es un campo de batalla entre dos tendencias ―o fuerzas donde (y dicen) triunfa la gravedad repulsiva dícese la energía oscura como ellos la llaman, que es la causa de esa fuerza. Pero yo me pregunto ¿alguien ha oído alguna vez hablar de la gravedad repulsiva?  ¿Y de una batalla entre dos fuerzas? No es necesario que les diga donde ¿verdad? Curiosamente el efecto de repulsión gravitacional tiene algo que ver con esa increíble facilidad con que las naves pesadas  - cruceros de transporte y demás- parten o despegan desde los planetas imaginarios de Lucas, donde sus curiosos motores son capaces de invertir la atracción en repulsión con el fin de superar la atracción gravitacional. Luego está el conflicto de fuerzas enfrentadas de la que hablan: esa batalla eterna entre el bien y el mal, entre la oscuridad y la luz; ese dualismo perpetuo y bíblico, que se encuentra también representado en la conocida Star Wars, bueno... que les voy a contar yo que ustedes no sepan.

Si bien, durante y a lo largo de toda la historia se han escuchado una gran cantidad de teorías acerca del universo: su mecánica y el destino futuro de este: miles por cierto a lo largo de los siglos (1) casi todas, la mayoría, eran erróneas, y tan solo algunas de ellas, acertadas. Hemos de reconocer, que probablemente en los últimos 30 años nos encontramos ante el periodo más evolucionado, pero menos imaginativo pues las analogías con la saga galáctica de Lucas no son imaginación mía: están ahí. Por ello, aquellos que respetamos la ciencia tenemos derecho a sentirnos desilusionados. Además, la arrogancia de algunos científicos de hoy contrasta con la humildad demostrada por otros personajes del pasado, en lo referente al futuro. Sobre todo, cuando queda tanto por descubrir y el futuro del que hablan esta tan lejano. Lo cierto es que La complejidad del universo, su inmensidad, su futuro, pro sobre todo su desconocimiento sobrepasa cualquier discurso sobre este. Y a mi modo de ver las analogías que podemos encontrar entre el discurso de estos científicos, y la ficción, son la consecuencia de ese vacío que se encuentra ante todos; de la falta de ideas nuevas, o quizá de experiencias puras (S. Paniker) que nos lleven a éstas, y que nos ayuden a la hora de concebir nuevas formas de ver el cosmos, sin representaciones impuestas o ideas adquiridas.

Pero en realidad ¿qué es una teoría?  Se pueden definir en algún momento como auténticamente verdaderas las teorías. O dicho de otro modo, cuando nos dicen que una teoría es cierta debemos asustarnos por ello, si la teoría implica una catástrofe al final de los tiempos. Pueden estar tranquilos. En algunos casos, ciertamente más de lo que nos gustaría, las teorías de este tipo solo son justificadas por el ego de quién la crea, intentando conseguir un minutito de gloria. Conste que he dicho en algunos casos. Con las teorías ocurre como con los neumáticos, hay montones, y de variados diseños, la tecnología avanza y con ella la capacidad de investigar otros diseños, de teorías   neumáticos. Mientras unos y otras están disponibles, los montamos y jugamos con ellos, derrapamos damos curvas y algunos se estrellan. Hasta que sale un diseño nuevo, entonces los cambiamos, no siempre para mejorar. Algunos montan teorías demasiado artificiales y enormes, que impiden incluso que ande el coche. Morín decía, al respecto de las teorías, que eran biodegradables. Y Hume argumentaba que no existe una lógica que conduzca a través de los hechos a las teorías. Una teoría verdadera no es más que una hipótesis que ha resistido hasta la fecha los ensayos por refutarla. Si bien, lo que caracteriza  a las verdaderas teorías científicas es justamente la capacidad para una posible refutación de las mismas. Dicho de otro modo, una teoría solo es verdadera en la medida en que permanezca abierta a su posible falsedad. De este modo todos podemos diseñar neumáticos, aunque derrapen y gasten más goma de manera inaceptable.      

 Lo cierto es que el profundo desconocimiento de aquello que nos rodea, a veces lleva a las personas, científicos, a sugerir ideas que parecen por sus nombres más sacadas de una película de ciencia-ficción o un sueño, en lugar de surgidas de un estudio concienzudo de los hechos, poniendo en evidencia el lado más ridículo de algunos de estos y la impotencia a la hora de describir fenómenos como los que se han descrito anteriormente. Esto me recuerda uno de los axiomas más extendidos y que hace referencia a aquello de que el hombre, tan solo utiliza el 10% de su cerebro, algo irrisorio, con lo que inconscientemente reconocemos las limitaciones de nuestra mente para comprender sucesos hasta ahora inexplicables para nosotros. 

Quizá debamos dar tiempo al tiempo antes de intentar comprender eventos tan extraordinarios. Tiempo para que nuestra mente crezca en comprensión educándose, trabajando con aquellos datos y medios de que disponemos. Siendo más humildes en la exposición de algunas ideas, pero sobretodo concentrándonos en los problemas técnicos que nos impiden entender aquello que ocurre, en lugar de remitirnos a las fuerzas oscuras, que parecen más las de nuestra mente incapaz que las del propio cosmos. Y si los medios son pobres, aprendamos de los que nos precedieron, enriquezcámoslos y creemos esa nueva física; desarrollemos las matemáticas que sin lugar a dudas serán necesarias para comprender e un futuro aquello que nos rodea. Pero dejémonos de orgasmos mentales, de nuevos evangelios, no tanto prohibidos por blasfemos como por cómicos y absurdos. No existen energías oscuras, solo existe aquello que desconocemos. Pero sobre todo, no maldigamos  la oscuridad,  encendamos una luz y dejemos de burlarnos de la ciencia, pues duele a quienes creen en ella. Y sobre todo: dejemos a George Lucas, con lo que es de Lucas y, a dios con lo que es de Dios a la ciencia lo que es de la ciencia.



((Este artículo fue escrito originariamente en 2001 si bien, sigue manteniendo todo su valor en tanto a aquello que quería decir y referir  y de momento ha resistido  muy bien el paso del tiempo. Fue publicado originariamente en distintas web y alguna revista de género, curiosamente, y siendo mío no lo tenía en mis blogs; así que después de darle un repasito, muy pequeño,  he solucionado esta cuestión..
 

© Copyright 2001/2009 – 2020 Jorge Maqueda Merchán

No hay comentarios:

Publicar un comentario