La
Revista de Westminter de abril de 1860 contenía un artículo titulado «Reforma
parlamentaria: el peligro y la defensa». En este artículo me aventuré a predecir
algunos resultados de los cambios políticos propuestos entonces. Reducida a su
expresión más sencilla, era la tesis mantenida por mí que, si no se tomaban las
precauciones debidas, a un aumento de la libertad aparente seguiría una
disminución de la libertad real. Nada ha venido después que modifique la
creencia entonces expresada. Medidas dictatoriales, rápidamente multiplicadas,
han tendido de continuo, por dos caminos diferentes, a mermar las libertades
individuales. (EL INDIVIDUO CONTRA EL ESTADO H. Spencer, A partir de la versión española de A. Gómez
Pinilla (F. Sempere y Cª editores, Valencia s.f.
Si tengo que encontrar una razón a lo que hago, en oposición a lo
que hacen otras personas, es que nada de lo que concibo es pensando en el
dinero: ni en el que pueda gastar, o bien obtener con ello. Jamás me interesó
el papel pintado, ni en las paredes de casa, ni en el bolsillo pero, siendo
honestos: es necesario, nos lo han impuesto así, como casi todo. He
nacido a un mundo confeccionado por otros, constituido y podrido de reglas y dudosa
moral, y sobre todo corrupto, en el que de alguna manera hay que conseguir esos papeles (dinero
Fiat, que no vale nada) ― pero, que son los únicos que aceptará otra persona o administración ―a cambio de
de proveerte de aquello que necesites y no puedas encontrar por ti mismo en la calle o el
campo. El problema, es que esos papeles, lo que representan, son el objeto
por muchos ambicionado, principio y origen último de todos los males y
tribulaciones del mundo: en la sociedad y las personas que viven en ella. No tardé en darme cuenta de todo esto de joven (si
bien, entonces, hace más de treinta años, no lo entendía con todas sus
consecuencias) como que trabajar para conseguir dinero, siempre, es trabajar
para alguien, que a su vez trabaja para alguien, que trabaja igualmente para alguien
y, no porque quieran o deseen hacerlo, sino porque lo necesitan y deben hacerlo; y además, hacerlo todos los días para poder vivir: esclavos, de ese alguien en última
instancia, al que ni conocen ni han visto nunca y, por encima de todos distribuidores,
administradores y funcionarios. el estado, como administrador de bienes y
personas: el monstruo por excelencia, genio y destructor del individuo. Un estado,
que con el paso del tiempo ha ido mermando progresivamente las libertades del individuo
creando reglamentaciones, más numerosas a cada año que pasa, restringiendo la
actividad individual en esferas donde antaño no tropezaba con obstáculo alguno y, obligando al ciudadano ( esa invención social) a actos que en el pasado podía libremente ejecutar o
no. De otra, las cargas públicas, y en especial las locales ―cada día más
pesadas― privan al individuo de la libertad de disponer de una porción,
cada vez mayor de sus rentas o ganancias, trasladando este derecho a los
funcionarios públicos.
Todos lo sabréis, pero por si acaso lo explico muy
brevemente: Hubo un tiempo, cuando el Estado no existía. El hombre entonces
vivía en su condición natural en el mundo, sin un estado o gobierno organizado.
Vivíamos como familias en pequeñas comunidades que araban la tierra y
practicaban oficios y artesanías. El individuo, y posteriormente la familia, fueron, por un tiempo, la unidad de la vida social, donde cada uno era libre e igual a su vecino. La
sociedad humana era entonces una asociación voluntaria basada en la mutua protección y reparto de beneficios.
Los miembros más viejos y con más experiencia eran los guías y consejeros del
pueblo. Ayudaban a gestionar los problemas vitales, no a dirigir, controlar y dominar al
individuo. El gobierno político y el Estado tal y como lo conocemos hoy se
desarrollaron muy posteriormente, surgidos del deseo y la ambición de unos
pocos sobre la mayoría: de los más fuertes, o con más medios, para beneficiarse
de los más débiles, de unos pocos sobre la mayoría sirviéndose de una
apariencia de legalidad (justificados por el clero o un ámbito más secular,
normas y leyes) cubriendo así, las maldades y abusos realizados por unos pocos
a los demás. Esta apariencia de corrección era necesaria para un más fácil
gobierno y control de las personas, ya que ningún gobierno puede existir sin el
consenso de las personas, consenso abierto, tácito o asumido. Y en este
sentido, El constitucionalismo y la democracia actual, son las formas
modernas de este consenso; el consenso inoculado a través de la denominada
“educación", sea en el hogar, en la iglesia y adoctrinado en cada fase nuestras de la vida.
Este consenso es la creencia en la autoridad, necesaria para el Estado. En su
base se encuentra la creencia, (por todos nosotros asumida y aceptada) de que
el hombre es tan malvado, tan vicioso, tan incompetente como para no reconocer lo
que es bueno para él, precisando de este estado. Y es sobre ésta idea, del individuo
incompetente, que se levanta todo gobierno y opresión.
Recuerdo,
que poco antes de terminar el bachillerato, cuando la idea que predominaba en
mí era matricularme en la universidad para estudiar filosofía, fui consciente,
por medio de unas charlas y reuniones, de una realidad distinta a la que yo
imaginaba y que asienta en todos los órdenes de magnitud de la vida y, por
consiguiente, afectando al hombre de igual manera. En la universidad, no iba a
obtener lo que yo deseaba, no conocería a los pensadores, sus razones, su vida
e impulso, el impulso que yo aún no tenía o no sabía que tenía pero entonces
buscaba desesperadamente, menos aún me iban orientar o enseñar a pensar, al
menos, libremente sino, mas bien todo lo contrario: hoy las universidades no discuten y critican al estado: lo sirven, pues es este el que las alimenta. Desilusión, esa fue mi reacción, pues no obtendría nada, al
reconocer que la enseñanza y la filosofía, por supuesto, esta hurtada en parte, manipulada y subordinada a un
propósito distinto para el que fue creada. La filosofía, si atendemos a su significado, “enseña
a pensar, nos dota de los rudimentos necesarios para la argumentación diaria,
nos permite afrontar la vida con la necesaria distancia. Sirve para pensar
mejor. La educación humanística no es solo una educación en el saber, sino en
el saber ser y estar”. Es por tanto, que estudiar filosofía en la universidad, en las universidades del
Estado: no hay otras, nos enseña hoy a
pensar, como las escuelas quieren que pensemos, dotándolos de los instrumentos
necesarios (que las escuelas determinan que son los correctos y apropiados)
para una buena argumentación, y mejor adaptación social, sabiendo ser y estar
en esa sociedad y para la sociedad, sirviéndola como ciudadano. Si hay algo que
descubrí y me entristeció sobremanera es que Cuando yo fui a buscar al hombre en la filosofía, la filosofía ya se
había olvidado del hombre, encontrando que La filosofía ya no aspira a determinar la naturaleza humana,
ni a forjar el carácter, sino a determinar las leyes de la voluntad del hombre,
las leyes del deber. De las virtudes, propias de una ética anclada en una
metafísica del ser, llegamos al deber, preocupación propia de una ética
subordinada a la convivencia en sociedad. Cuando esto sucede, cuando no es la búsqueda
de una plenitud existente, sino que se trata de la mera sumisión a unas
obligaciones mínimas compatibles con la vida social, es porque algo profundo y
terrible ha pasado y está pasado. Cuando la Ética renuncia a decir el bien, y
se limita a enunciar el deber, es porque aquella “antropología” de una
cosmología cerrada para y con el hombre
ha sido abandonada, hundida y sustituida
por un universo infinito, relativo e inasible. Es por ello que la filosofía hoy
en día no es refugio, mas es una industrialización del pensamiento moderno,
subordinado a las necesidad de la sociedad y no del individuo, que es dirigido
no sólo a encajar, sino a aceptar las razones del porque hay que encajar en
aquello que entenderá la sociedad por correcto. Es por ello que se entiende, que debemos alejarnos y buscar el origen y
significado original de esa moralidad en el pasado, la única legítima al hombre
en tanto le servía, y por la cual El hombre podía llegar a ser humano, es
decir, podía llegar a desplegar todas sus potencialidades, a perfeccionar todas
sus cualidades, o bien podía quedarse en el camino, truncada su vida como la de
cualquier animal o planta que no ha cumplido el ciclo completo de su especie.
Esta concepción teleológica del hombre, es el fundamento de la Ética clásica,
por la que todo hombre tiene un fin, y está por lo tanto determinado a
perseguir ese fin, determinado a devenir humano. La "vida buena", por
tanto, es la que se encamina a dicho fin. se trata de conseguir "el bien
en nuestra propia vida y en nuestra actitud con respecto al mundo.
Por suerte, tomé la decisión correcta: quizá la más difícil, y dura, socialmente, pero entiendo hoy fue, en mi caso, la mejor, después de escuchar algunos consejos: Puedes saber el nombre de un ave en todos los idiomas del mundo, pero cuando hayas terminado, no sabrás absolutamente nada sobre el ave … Así que miremos al ave y veamos qué está haciendo, eso es lo que cuenta". "Estudie con atención lo que más le interese de la manera más indisciplinada, irreverente y original posible. No pienses en lo que quieres ser, sino en lo que quieres hacer.- Richard P. Feynman. Posiblemente, Feynman no lo dijo en el sentido más profundo y radical, que yo entendí. tampoco lo recomiendo para todos. pero con el tiempo y los años te das cuenta, por ejemplo que la enseñanza está dirigida en su finalidad al trabajo: y yo no quería trabajar, lo siento. además, al tratarse de una sesgada y dirigida de cualquier saber hacia un fin, no proporciona el conocimiento de este, sino una parte útil, pero inservible para mí, por incompleto, con lo que las decisiones a partir de esa enseñanza será parcial a la parte conocida, que con el tiempo se convertirá en la única válida. A esto hay que añadir, que el hombre asume una moral previamente a cualquier formación filosófica. Y parece igualmente obvio que, al llegar a la filosofía, esa posición moral influirá fuertemente, si bien de forma distinta en cada pensador. Pero incluso esta diferencia en la influencia, sin duda se debe en gran parte a un motivo moral: a su carácter, a su mayor o menor respeto a la verdad, a su ecuanimidad, a su control del propio entusiasmo, a su prudencia, a su dignidad. Por lo tanto, no hallaremos a un titulado en filosofía, un profesor libre de influencias y condicionantes que enseñe a un semejante a evaluar objetivamente en función de la necesidad de este en la vida, sino que le enseñaran primero un objetivo, una necesidad, en esta vida, y luego a pensar en cómo obtener lo deseado. Es por esta razón, que cabe preguntarse a quien sirve la filosofía. He aquí la cuestión y, también, una respuesta o, mejor una lanza pues: La lanza no discute ni admite discusión; solo encuentra y luego se hunde: en el corazón, del adversario cuando le acierta.
Entendiendo, para empezar, que la filosofía
contemporánea "establecida en la sociedad” sea para el estudio —en
escuelas—, la difusión —en librerías y bibliotecas— o, como disfrute personal
sirve y beneficia principalmente, no tanto a quienes la producen o produjeron
—que son pocos o ya están muertos y no protestan— sino primero y mucho más —que
a autores o herederos— a quienes la reproducen, sean estas: editoriales,
publicaciones especializadas, universitarias etc. Incluyendo, en este grupo de
beneficiados, como subgrupo, a quienes la inducen de sus
diversas formas: la más extendida en forma de libro como “estudio” que, muchas
veces es fomentado por aquellas primeras, resultando con ello un “estudio”
muchas veces parcial, en tanto que subjetivo, y beneficiando en todo caso al
autor y/o a los intereses de quien lo promueve. Después, están aquellos quienes
encuentran su beneficio desde las cátedras o sillones donde se sientan y, que
en la filosofía encuentran el pan que les sustenta, a ellos y sustenta sus egos
y, por qué no decirlo: sus ansias de poder y aspiraciones de ascender en lo
social; pues ¿a quién si no sirve de verdad la filosofía? Yo recuerdo ahora a
un ministro pero, realmente ¿a quién provee de alimento? Alimento que
fuera en la vida o en la calle sirva de sustento, valiendo, para afrontar
quehaceres en la lucha cotidiana del día a día. Mas se da el caso, que si a
algunas personas a llevar una vida plena les ayuda la filosofía (entendiendo un
determinada forma de pensamiento o a un filosofo concreto) es curioso, que
cuando se expresan o expresan lo que sienten o piensan al respecto, sean
aquellos —que fomentan la filosofía desde las escuelas— los mismos, que
juzgan mal a quienes por la filosofía igualmente se orientan pero, difieran, o interpreten
diferente —y todo en la vida es interpretar— en el modo de pensarla o
practicarla, aunque todo devenga de un mismo fundamento o (texto) alegando: “Muchacho
no tienes escuela”. Y luego... ¿Cómo discutir con ellos? Es absurdo. Si
lo intentamos nos abruman, como buenos letrados en un juicio con textos y
papeles, justificándose unos papeles a los textos y los textos a los papeles;
hundiéndonos entonces a nosotros y aquel razonamiento humildemente expuesto, en
la miseria más absoluta “mediante cuchilladas de silogismo, pues tiene el
dialectico un instrumento implacable con el que ejercer su tiranía, y condenar
al vencido porque le obliga a tener que probar que no es idiota: enfureciendo
así a los demás, a las vez, que le niega toda ayuda. El dialectico reduce el
intelecto del adversario a la impotencia”. (Nietzsche). Y a mi pesar, opino que
llámese o llámenlo como se quieran, pero esto no es filosofía: “es
congregación para la doctrina del pensamiento” que, en conformidad con su
razón de ser, dentro de la curia de aquellas “Escuelas Filosóficas” que
pretenden la dominación y razón en el pensamiento universal promueve: colegial
y regularmente encuentros, e iniciativas, para difundir el instrumento mediante
el que ejercen la tiranía en sobre otras corrientes del pensamiento;
defendiendo, siempre con ferocidad aquellos puntos del pensamiento establecido
y, que puedan estar siendo puestos en peligro como consecuencia de nuevas
tendencias o movimientos contrarias/os y, que la amenacen; o bien, amenacen,
la teoría general de la ocupación el interés y el dinero cuando, no puedan ser
aceptables aquellas ideas al sistema que les promueve (Estado/banca) y financian,
tanto a ellos, como a sus instituciones de adoctrinamiento (universidades). Y
así, pasamos de filosofía a religión, con una curia, que igual que la iglesia,
promueve, doctrinas desde sus propias instituciones o escuelas de
adoctrinamiento —principalmente universidades—. Doctrinas, que son el
tipo de doctrinas: pensamiento o filosofía que interesan al Estado que
las promueve y no da problemas, retroalimentando al sistema y al estado
de individuos, adecuados, a este. Pero... exactamente por qué, digo que
es “Religión” ¿Es esto posible? La Religión es básicamente
un dogma, un culto y un clero. Dogma (es un
conjunto de creencias inalterables, como los principios en filosofía). Un culto (es
el hecho de poner en práctica por medio de ritos ese dogma o, en filosofía sus
principios). Y un clero (son los encargados de mantener y
conservar el dogma y que se muestran como oficiantes —sean curas o en este
caso maestros— del culto y, que preserve el dogma de su pensamiento).
Veamos ahora, miremos a un lado y observemos la filosofía de hoy en las
universidades o, mejor observemos el “Materialismo Filosófico”
observemos así sus escuelas (universidades en las que se imparte) y
fundaciones y, quien no vea en esto (dogma culto y clero) es marioneta y,
además, está ciego: “Cuando el hombre cree en algo, cuando algo le es
incuestionable realidad, se hace religioso de ello” (Ortega
y G.) (Religio no viene, como se acostumbra a decir, de religare, de estar
atado el hombre a Dios. Como tantas veces, es el adjetivo quien nos conserva la
significación original del sustantivo, y religiosus quería decir ‘escrupuloso’;
por tanto, el que no se comporta a la ligera, sino cuidadosamente) y,
díganme, ¿conocen a alguien más escrupuloso en lo intelectual que el
catedrático de filosofía? Yo no. Igualmente desde antaño la filosofía se ocupó
del estudio filosófico de la religión incluyendo, argumentos sobre la naturaleza y
existencia de Dios; sobre el problema del mal y, sobre la relación entre la
religión y otros sistemas de valores como la ciencia y la ética; tanto, que si
ahora podemos distinguir entre la filosofía de la religión y la filosofía
religiosa, no era tanto así antaño o ¿no fue ya una cosa esta y ésta
la otra? Termino pues, por el momento y lejos de reclamar condescendencia
mejor, esperaré la crítica; pues nadie (adoctrinado en el sistema secundará lo
expuesto) y es tan licito, como entenderlo es de sencillo: el alumno que aun no
lo es, lo quiere, lo siente y desea por todo los medios cuando pueda y se lo
permitan, pertenecer a la curia del “pensamiento de escuela, correcto” que no
hallará más fundamento que aquel, que a la vez que sirviéndose a sí mismo y al
que le formó, le sirva igualmente al Estado o sistema que lo alimenta.
Pero el Estado no es nada. Es una abstracción al igual
que otros conceptos similares –nación, raza, humanidad– no tiene una realidad
orgánica. Estado es el término para la maquinaria legislativa y administrativa
donde algunos realizan sus tejemanejes y confabulaciones. No hay nada sagrado,
santo o misterioso en ello. El Estado no tiene más conciencia o misión moral
que una compañía comercial que explota una mina de carbón o gestiona un
ferrocarril. “Son igualmente reflejo y creación del hombre para el
hombre en un mundo, donde el individuo es la única realidad. y ese Estado no es otra cosa que su sombra, la sombra del hombre, la sombra de su ignorancia y miedos”
La vida empieza y termina en el ser humano, el individuo y sin él no existe
raza, humanidad o Estado. Incluso la
“sociedad” es imposible sin el individuo. Es el individuo quien vive,
respira y sufre. Su desarrollo, su crecimiento, ha sido una continua lucha
contra los fetiches de su propia creación, y en concreto contra el “Estado”. Siempre fue el individuo, el hombre libre
pensamiento y deseo de libertad, quien abrió camino a cada avance humano, a
cada paso hacia delante a favor de un mundo libre y mejor; en ciencia, en
filosofía y en el arte, así como en la industria, cuyos genios han rozado la
cima, concibiendo los “imposibles”, visualizando su realización e imbuyendo a
otros con su entusiasmo para trabajar y lograrlo. Siempre han sido los profetas
e idealistas, quienes han soñado un mundo más de acuerdo con los deseos de sus
corazones y quienes han servido, como luz del faro en el camino, para alcanzar
logros mayores. Apagar esa luz es la empresa del estado, silenciar esa voz y
extinguirla entre otras, alejándolas del hombre común, aletargado en las
grandes urbes y bombardeados con tantas voces que hacen indistinguible la única
que sus corazones debería oír, siguiéndola.
Sin embargo el hombre hoy no sólo no atiende ya a su corazón
, sino que atiendo a todo lo demás, lo superfluo sin importar no solo su propia
realidad, sino la realidad que acontece de verdad en
el mundo y a las personas. sólo importa la fantasía y las abstracciones
tomadas por reales que alimentan el tejido de un cosmos creado para sí mismos: dentro del mundo que otros han creado para ellos; dentro, la sociedad que han
creado para todos; y ahí, la felicidad del ciudadano es absoluta, lejos de la realidad del mundo, bombardeado por los medios: importando exportando absurdeces y
tonterías mediante las redes a cada hora: todos los días. Y es luego curioso
que cuando van a lo real y concreto, la mayoría de esas personas parecen perder
su fogosidad. Puede ser porque la realidad es demasiado práctica, demasiado
fría, como para entusiasmar el alma a distraída, que no puede encender el entusiasmo en las cosas no triviales. Y mientras la realidad, el
tiempo, la vida y las estrellas pasan, sin que las personas sean mínimamente
conscientes de todo ello: allí, en su mundo de fantasía. Parece claro, que
se necesitará una motivación extraordinaria, y cierto ideal para despertar a algunos ciudadanos de
la inercia y la rutina de su existencia, y así convertir al sumiso en un verdadero
humano.
Y hay algo
que les delata en esta situación de abandono. El hombre no habla de sus propios sueños
y deseos. Y Por qué no hablan nunca de ellos: de los verdaderos sueños;
nuestras ilusiones y esperanzas, aquellos anhelos que gritabamos de niños, más
que vagamente sugeridos en sus fantasías; Básicamente, porque son imposibles― han renunciadoa ellos― y del algún modo les avergüenza reconocerlo. Mi sueño de niño era ir
a la luna: imposible pensareis. Pero, he dicho sueños y ese es solo uno: el
utópico ―al menos aquí en España― debido, principalmente que en España no
se forman Astronautas. Pero vamos con el otro: “el sueño posible” que no es
menos complicado que el primero, pero entra dentro de la realidad posible y
éste sí, suele ser la causa de todas nuestras penalidades y tristezas, siendo
aún, más secreto que el primero, pues expone todas nuestras limitaciones e,
igualmente, es la causa del abandono y pérdida de nuestras esperanzas, del
desconsuelo, la amargura y la tristeza, pues surge casi siempre, de unas
expectativas que vemos concluidas en el tiempo, y que justificamos bien por la
edad o las variables de toda vida; por ejemplo: así, para quien erró tomando un
camino y no otro, su deseo sería volver al punto de inflexión (ya da igual las
consecuencias posibles) aunque el camino de vuelta le condujese al infierno o la muerte,
daríamos la vida por recorrerlo porque era, y así lo reconocemos, nuestro
camino: el que habríamos elegido, pero en algun momento abandonamos. Sin embargo, pronto te das
cuenta que no eres el único, no estás solo (todos, o casi todos renunciaron) y
eso hace más fácil aceptarlo: entonces, la sociedad de vencidos y afligidos te
abraza y acoge (eres uno más) claudicaste, y no hay vuelta atrás. Luego, harás
de la monotonía, el trabajo, el gasto absurdo y cuarenta días de
vacaciones al año tu pasión e ilusión; y, posiblemente, hasta te encadenes a un
banco de por vida; embaucado, por la necesidad de hacer y tener lo mismo que
todos aquellos que te rodean, y que no hicieron otra cosa que lo mismo que
otros que conocían o estaban a su lado; y que hicieron lo mismo que otros antes
que ellos, que hicieron lo mismo que otros que ya estaban allí cuando ellos
llegaron, pero que ―y esto no te lo dice nadie― no estaban allí porque querían,
sino: porque los embaucaron, los engañaron y encarcelaron en
prisiones de cristal, atraídos a las ciudades, donde les arrebataron sus sueños e ilusiones… “los mismos que te
la quitaron a ti” y que son hijos de aquellos primeros: ladrones de personas y
sueños, creadores sistemas, esclavos y cárceles de fantasía. Y lo peor, aún no ha llegado. En pocos años harás del cemento y el asfalto tu hogar, y allí transcurrirá toda tu vida. Y de
aquellos cuarenta días de vacaciones, que sólo serán
eso: cuarenta días y ni uno más, serán muchas veces
donde encontrarás algo de justificación a lo absurdo de tu vida. Cuarenta
días al año, a eso queda reducida tu vida para hacer lo que
quieras, o puedas. Cuarenta días. Y ésta, será posiblemente la mejor versión que
encontraras de tu vida: una vida igual a la de todos, haciendo lo mismo todos los
días. Te levantas, un día tras otro para ir a trabajar, para ganar dinero que
devolverás puntualmente luego con intereses a los que te prestaron, para así poder hacer lo mismo al otro día: que es ir a
trabajar; para volver a ganar dinero y volver a pagar y devolver, y que te dejen ir a
trabajar al otro día ―los detalles particulares lo mismo dan―. Te
levantas porque debes, vas donde debes y vuelves cada noche porque debes,
y al otro día lo mismo, y algún día hasta llegaras a pensar que eso es lo que querías, y dirás en voz alta: yo voy donde quiero y hago lo que
quiero, como quiero y cuando quiero, y de
repetirlo en voz alta una y otra vez, hasta llegará el día en que te lo creas.
Y serás la persona más feliz y estúpida, que ha pisado la tierra. Te reirás de
los monos y hasta matarás todo aquello que sea libre o te recuerde lo que tú no
eres. Verás lo natural y genuino absurdo desde tu absurda vida, rodeado de
seres absurdos, en sociedades deslumbrantes y cegadoramente absurdas ,donde
podrás elegir un nuevo sueño: especialmente diseñado para ti
“dentro del mejor catalogo de sueños absurdos”, y hasta el
Everest estará a tu alcance: siempre y cuando bajes de allí, vayas a trabajar
al otro día, para ganar dinero y volver a pagar tus facturas, y poder así
volver a trabajar al otro día y, así, volver algún día a vivir el sueño de tu
vida, con 700 personas más que curiosamente están haciendo realidad también su
sueño por catalogo: tu mismo sueño, ese mismo día. Y
volverás pensando que eres feliz, y así estará completa tu vida:
Viviendo sueños por catálogo durante esos cuarenta días. Pero sobre todo serás
feliz, porque ese sueño empeñó aún más tu vida, señal de que dentro del
mundo de los absurdos tú eres más absurdo todavía; y podrás destacar si te
lo propones, sólo tienes que trabajar y empeñarte endeudándote aún más, y hasta posiblemente llegues a jefe de un grupo de tristes, aburridos y absurdos ciudadanos algún día. Para entonces ya serás muy feliz y todos lo sabrán, pues la sociedad absurda
hace de la felicidad absurda un objeto reconocible por
otros los seres absurdos: por ejemplo, al entrar en tu casa que vale cincuenta
veces más que la de otro que es, absurdamente, cincuenta veces menos feliz que
tu, o comprando un coche por el que habrás trabajado más de mil días absurdos
de tu vida, porque cuanto más tiempo de tu vida absurda cueste aquello que
compraste sin necesitar, todos más fácil reconocerán que de entre todos,
destacas, escalando socialmente con el objetivo de ser más tonto todavía. Pero,
amigo: “no se te ocurra dejar de ir a trabajar ni un día, ni uno sólo
más de esos cuarenta días”. Y en silencio, antes de regresar a la
rutina, pedirás y suplicaras: “lo que daría por un día más… un solo día”. Hasta
ese punto te han reducido. Un día más de libertad, un solo día en que
no tengas que pedir permiso, para ir a pasear con tu hija por el centro de la
ciudad; un día que ni con todo tu dinero podrás pagar, sin arriesgar perderlo
todo, si lo haces fuera de esos cuarenta días… Y uno se preguntará, cómo ha sido esto posible, como he llegado hasta aquí: y es tan
sencillo como quien quiere coger un ratón y tiene un queso. Los detalles poco
importan.
ALGUNAS IDEAS PARA CAMBIAR EL MUNDO
Uno se pregunta, y no poca veces, si sería posible cambiar el mundo:
mejorarlo. Testigos sorprendidos, de la debilidad del antiguo paradigma -ahora
de rodillas por un microbio que paraliza la sociedad y aniquila a sus
ciudadanos, sobrepasados por todo-, cabe abordar la posibilidad de uno nuevo:
mejor que el anterior. Sin embargo, con más de 500 millones de personas en sus
hogares en todo el mundo (abril 2019), sin otra obligación que esperar a que
todo pase…de todas las recomendaciones que nos dan los gobernantes estos días,
para estar en casa (desde esconder
notas, hacer deporte, cocinar, estar con los niños, salir al balcón a aplaudir
etc.) Ninguno de ellos, nos dice que pensemos. Que pensemos en
cómo abordar la idea de mejorar el mundo; o, que en lugar de seguir
conectándonos en Youtube, Skipe, ordenadores, tabletas y dilapidar el tiempo
-más allá de entretenernos- utilicemos todos los recursos a nuestro alcance:
ordenadores, redes y sistemas – pero
sobre todo nuestra inteligencia- al igual que para hacer mascarillas, en
esta ocasión, para desarrollar
ideas, ideas con las que mejorar nuestro mundo y la sociedad a la
que pertenecemos…dando soluciones, no inmediatas, pero si proyectos, donde
llegado el momento de dar viabilidad a un nuevo plan social, se tenga en cuenta
la opinión de las personas en todo su conjunto, y no vayamos a un nuevo mundo,
prefabricado (cumbre de Davos) a la altura y necesidades del capital, en lugar
del de las personas. Jamás se construyo algo, sin haber
tenido antes una idea de aquello que se iba a construir. Y, si el día de mañana
empiezan las obras, y no se nos consultó nada: ya sabéis de quien fue la idea, y, por lo tanto: aunque posiblemente cambie el
mundo, para vosotros (para nosotros y nuestros hijos) no va a mejorar nada. De
nosotros depende. Mas, si queremos cambiar
el mundo, tendremos que empezar por nosotros. Primero, tendremos que cambiar
nosotros. (Aquí lo dejo de momento) y no estaría mal. Ya apuestos a escuchar
algunas ideas, solo por escuchar: digo yo.
En mi último viaje a mi ciudad (Barcelona) con mi pareja, y antes de regresar a
Extremadura, tuve conocimiento de un evento importante, al menos para mí. Aquel
verano se me dio la oportunidad, única, de poder ver 100 obras de Basquiat
(juntas): una retrospectiva en Bilbao (Guggenheim) que exploraba algunos de los temas más importantes de la obra del
autor, superdotado y prolífico, que abrió nuevos caminos en el arte
contemporáneo.. La retrospectiva tenía como título sugerente ((Jean-Michel Basquiat: “Ahora es el momento”)). Y ciertamente, ese era el
preciso momento, jamás volverían juntarse cien
cuadros del autor en ningún otro lugar del mundo. Y lo mismo ocurre
ahora, jamás nos volveremos a
juntar tantísimos millones de personas en nuestras casas, con la misma
necesidad, sin la presión del trabajo pero con la posibilidad de aportar ideas
y dar un empujón que ayude a mejorar nuestro mundo: “Ahora, también, es el
momento: "El momento preciso"... Posiblemente, no vuelva a haber
otro. Aunque para ser sincero, poco espero de una sociedad ya acomodada en lo
malo, y acostumbrada, que es lo peor: a ser sometida y gobernada, a la que asusta
el más mínimo cambio hacia el futuro, incluso aunque este mínimo cambio sea
cambiar a mejor la mísera y servicial vida que
lleva. Sin embargo, el futuro es algo que deviene viniéndose a todos
encima, en tanto que es ineludible. Esa sensación de inminencia reviste muchas
veces un agrio carácter de opresión, al sentir que algo está próximo a ocurrir.
Y posiblemente ese carácter opresivo emerge hoy mas ante la inseguridad
manifiesta en todos ámbitos de la vida,
dentro en una organización social en la que entregamos nuestra voluntad a ese
Leviatán, como lo llamaba Hobbes, cada vez más desfigurado corrupto y acabado que
es "El Estado", pues "Una obra está acabada cuando no puede ya
ser mejorada" - (E.Ciorán). Y lo mismo ocurre con los sistemas que nos
gobiernan, cuando éstos se encuentran tan fatigados que ya no se tienen en pie,
ni aunque bajo ellos se apilen grúas y andamios. Lo que decide el grado de
acabado de un sistema, ya no es tanto la fatiga y el arduo trabajo de
sostenerlos, como el asco que supone tener que soportarlos.
Lo único que importa, es que desde la aparición del
estado y el sometimiento de la mayoría por unos pocos, éste sólo ha sido
detenido como resultado de la presión ejercida sobre él, pacíficamente o de
otra forma, generalmente “de otra forma” a través de la revolución. pues cuanto más fuerte es la autoridad, mayor es el Estado
y su poder, y menos puede tolerar la insumisión. Sin embargo, las revoluciones
a día de hoy son inviables, no es como antes y si hay algo para lo que el
estado está bien preparado y especializado es para, precisamente, hacer lo que hace, someter a grupos organizados:
masas, por las buenas o las malas. Aunque, quizá, y para lo que no está tan
preparado, es para controlar al individuo, del que desconfía temiendo su
individualidad. Pues el contexto político existente no puede permitirse el lujo
de tolerar al individuo y cuánto de esa individualidad indolora pudiera surgir,
extendiéndose a otros. Y para su “autodefensa” el Estado reprime, persigue,
castiga e incluso priva al individuo de su vida. aqyudado por diversas
instituciones creadas para preservar el orden, y Recurriendo a cualquier forma
de violencia y fuerza, apoyado ademas por la “indignación moral” de una mayoría
servicial frente al herético, el disidente social y el rebelde político; pensemos,
que la mayoría y durante siglos ha sido instruida en el culto al Estado,
adiestrada en la disciplina, la obediencia y dominada por el temor a la
autoridad en el hogar, la escuela, la iglesia y la prensa. Por cierto, La
mayor estupidez concentrada es la “opinión pública”. Pocos tienen el coraje de
enfrentarse a ella. Y Quien se niega a someterse rápidamente es etiquetado como
“raro” o “diferente” y desacreditado: como un elemento perturbador en el
confortable y absurdo estancamiento de la vida moderna. La más sólida fortificación de la autoridad es la uniformidad; la menor divergencia frente a
ella es el mayor crimen. Y la mecanización de la vida moderna ha multiplicado esta
uniformidad. Presente en cualquier ámbito de la vida social, hábitos, gustos,
en el vestir, pero sobre todo en el pensamiento y en las ideas a través de escuelas
y universidades, donde no se enseña a estudiantes, sino que se forma a nuevos
vasallos, esclavos cualificados. No es que el gobierno alguna vez hubiera
permitido muchas oportunidades al individuo; pero los adalides de la ideología
del nuevo Estado incluso no llegan ni a conceder esto. “El individuo no es
nada”, declaran, “es la colectividad lo que cuenta”. Nada más que la completa
rendición del individuo podrá satisfacer el insaciable apetito de la nueva
deidad.
La liberación y verdadera
evolución
Los intereses del Estado y los del individuo difieren
fundamentalmente y son antagónicos. El Estado y las instituciones políticas y
económicas que soporta, pueden existir sólo modelando al individuo según
sus propósitos; adiestrando para que respete “la ley y el orden”; enseñándole
obediencia, sumisión y fe incondicional y, sobre todo, leal servicio y completo
auto sacrificio cuando se le ordene. El Estado se impone a sí mismo y sus
intereses por encima, incluso, de las reivindicaciones de la religión y de Dios.
La
lucha del individuo contra estas tremendas desigualdades es lo más difícil y
peligroso para la vida, ya que no es la validez o utilidad de su pensamiento o
actividad lo que despierta contra él las fuerzas del Estado y de la “opinión
pública”. La persecución del innovador y del que protesta generalmente está
inspirada por el temor de una parte de la autoridad constituida al sentir su
incapacidad cuestionada y su poder minado.
La
verdadera liberación del hombre, reposa pues en su emancipación de la autoridad
y la creencia en ella. Toda evolución humana ha sido una lucha en esa dirección
con ese objetivo. No son los inventos los que constituyen el desarrollo. Los
coches rápido, viajar a la luna o explorar Marte no es evidencia de un ser
civilizado. La verdadera civilización será medida por el individuo, la unidad
de toda vida social; por su individualidad y hasta qué punto es libre para
desarrollarse y expandirse sin el estorbo de la invasora y coercitiva
autoridad. Socialmente hablando, el criterio de la civilización y la cultura es
el grado de libertad y oportunidad económica que disfruta el individuo; de
unidad social e internacional, y de cooperación sin restricciones por leyes
hechas por el hombre y demás obstáculos artificiales; por la ausencia de castas
privilegiadas y por la realidad de la libertad y dignidad humanas; en pocas
palabras, por la verdadera emancipación del individuo.
El absolutismo político se ha abolido porque los hombres
han comprendido con el tiempo que el poder absoluto es dañino y destructivo. Lo
mismo es cierto con todo poder, ya sea el poder venido de los privilegios, del dinero,
del sacerdote, el político o de la denominada democracia actual: que es lo
mismo que todo lo demás, cambiado de nombre y modales, y vestida con otra ropa
y luego, esto es lo peor y donde os engañaron de nuevo, consentida por los
estúpidos e imbéciles ignorantes que la votan y por tanto la facultan de facto.
En sus consecuencias sobre la individualidad, importa poco cuál es el carácter
particular de la coacción, si bien, ocurre que más nocivo que el poder de un
dictador es el de una clase; y lo más terrible: la tiranía de la mayoría. el
poder corrompe y degrada tanto al amo como al esclavo, da lo mismo si el poder
es ejercido por un autócrata, por un parlamento o por los soviets. El largo
devenir de la historia ha enseñado al hombre que la división y los conflictos
internos significan la muerte, y que la unidad y la cooperación lo hacen
avanzar en su causa, multiplica sus fuerzas y amplía su bienestar. El sentido
del gobierno siempre ha operado en contra de la aplicación social de esta
lección vital, salvo cuando sirve al Estado y los ayuda en sus particulares
intereses. Éste es el anti progresivo y antisocial sentido del Estado y de sus
castas privilegiadas que están detrás de él, el cual ha sido responsable de la
amarga lucha entre los hombres. El individuo y los amplios grupos de individuos
han comenzado a ver debajo del orden establecido de las cosas. No por mucho
tiempo seguirán cegados como en el pasado, por el deslumbre y el oropel de la
idea del Estado, y por las “bendiciones” del “individualismo a ultranza”. El
hombre está extendiendo su mano para alcanzar las más amplias relaciones
humanas que sólo la libertad puede otorgar. La verdadera libertad no es
un mero trozo de papel denominado “constitución”, “derecho legal” o “ley”. No
es una abstracción derivada de la irrealidad llamada “el Estado”. No es el
aspecto negativo de ser liberado de algo, ya que con tal libertad uno puede
morirse de hambre. La libertad real, la libertad verdadera, es positiva: es la
libertad a algo; es la libertad de ser, de hacer; en resumen, es la libertad de
la real y activa oportunidad. Este tipo de libertad no es obsequio: es
el derecho natural del hombre, de cada ser humano. No puede otorgarse; no puede
ser encadenada por medio de ninguna ley o gobierno. Su necesidad, su
anhelo, es inherente al individuo. La desobediencia a cualquier forma de
coerción es su instintiva expresión. La rebelión y la revolución son el intento
más o menos consciente de alcanzarla. Estas manifestaciones, individual y
social, son las expresiones fundamentales de los valores humanos. Debido a que
esos valores deben ser alimentados, la comunidad debe comprender que su mayor y
más duradero recurso es la unidad, el individuo.
En
la religión, como en la política, las personas hablan de abstracciones y creen
que se trata de realidades. Sin embargo, cuando van a lo real y concreto, la
mayoría de las personas parecen perder su fogosidad. Tal vez puede ser porque
la realidad únicamente puede ser demasiado práctica, demasiado fría, como para
entusiasmar al alma humana. Sólo puede encender el entusiasmo las cosas no
triviales, excepcionales. En otros términos, el Ideal es la chispa que prende
la imaginación y el corazón de los hombres. Se necesita cierto ideal para
despertar al hombre de la inercia y rutina de su existencia, y convertir al
sumiso esclavo en una figura heroica.
La discrepancia vendrá, por supuesto, del objetor
marxista, que es más marxista que el propio Marx. Para ellos, el
hombre es un mero títere en manos de ese omnipotente
metafísico llamado determinismo económico o, más
vulgarmente, la lucha de clases. La voluntad humana,
individual o colectiva, su vida psíquica y orientación mental no cuenta
para nada para nuestro marxista y no afecta a su concepción de la
historia. Ningún estudioso inteligente puede negar la importancia
de los factores económicos en el crecimiento social y desarrollo
de la humanidad. Pero sólo un estrecho y deliberado dogmatismo puede
persistir en mantener ciego al importante papel jugado por una idea
concebida por la imaginación y las aspiraciones del individuo.
(…)
De todas las teorías sociales, el anarquismo es la única que proclama
firmemente que la sociedad existe para el hombre, y no el hombre para la
sociedad. El único legítimo propósito de la sociedad es servir a las
necesidades e incrementar las aspiraciones del individuo. Sólo haciendo esto,
está justificada su existencia y puede ser una ayuda para el progreso y la
cultura.
El
hombre anhela la liberación frente a toda autoridad, y el poder nunca será más
suave, a pesar de sus cantos altisonantes. La búsqueda de la libertad de
cualquier grillete es eterna; debe y seguirá siéndolo».
1 - LA INTELIGENCIA
2 - HUERFANOS
3 - SOMOS EL RESULTADO DEL CAOS
4 - LIBRES, AUNQUE NOS CUESTE LA VIDA
5 - UNA MORAL SUBORDINADA
6 - EL ESTADO CONTRA EL INDIVIDUO