(LA PESTE - 04 ) POR LA PALABRA / Jordi Maqueda

 “…se le dio al hombre el más peligroso de los bienes, la Palabra, para que creando y destruyendo, haciendo perecer y devolviendo las cosas a la sempiterna viviente…
 dé testimonio de lo que él es”. Hölderlin.



Desde pequeños estamos sometidos a la palabra, en las escuelas en un principio, que nos adoctrinan en un pensar, sentir y unas necesidades para que posteriormente las hagamos propias, por medio de unas ideas y creencias necesarias y defendidas por el colectivo social, representado por el estado. Para ello utiliza sus métodos propios, incidiendo en valores o creencias como la religión, la lengua, la política o el sexo.

Independientemente, luego de los estudios que tomemos cada uno, es fácil a lo largo de nuestro camino como estudiantes que nos encontremos con aquella sentencia, apoyada por pensadores y científicos, que nos dice que lo que no consigamos entre los veinte y los veinticinco años ya no lo conseguiremos jamás, referido, a una idea bien asentada y extendida, de que la mente humana explota a esas edades para luego sencillamente decaer. Esto lo oirás más a profesores y científicos sobre todo. Sin embargo, es poco menos que decir que un hombre se desarrolla y explota intelectualmente a esa edad, y que allá donde se encuentre en cualquier ámbito de la vida, antes de los veintiocho años, es donde va a permanecer por siempre; y así encontramos a esa edad médicos, científicos y filósofos titulados en las universidades pero, también a carpinteros, albañiles y amas de casa, que como los primeros, no serán más que eso según el aserto: carpinteros, albañiles y amas de casa, según sentencia el mismo y, por lo tanto: no aspires a más, pues aunque lo hagas tu mente no te va a ayudar, confórmate con lo que eres, lo que tienes y lo que haces; pero, sobre todo, Trabaja: y trabaja todos los días. Y todos lo creen así: desde el Médico, al ama de casa, y así conviene al estado que lo crean. Sin embargo, es curioso que antaño fuesen los mayores, esos mismos a los que ahora no hacemos caso y metemos en residencias, los encargados de administrar las sociedades antiguas, debido a su experiencia y sabiduría derivada de esta misma experiencia alcanzada a lo largo de los años (Algo ya a mi ya no me encaja) Y os diré que, en mi experiencia, es cierto que a los 25, por poner un ejemplo, uno ya toma decisiones, pero ahora que tengo 55 puedo afirmar que aquellas decisiones tomadas no eran las más acertadas, no eran las mejor pensadas, las más estudiadas, y ni siquiera las que más necesitaba, quería o deseaba. Eran las que debía tomar, no las que quería tomar. Y tomé las que debía porque a esa edad, tras estudiar y tener una “vaga” idea de lo que podía ser o hacer, lo que quería era también encajar en el mundo al que pertenecía, influenciado, y de algún modo condicionado por éste y la sociedad. De tener que tomarlas hoy, con mi experiencia, mandaría al mundo a tomar viento, de hecho lo hago y hago lo que quiero hacer, y aunque la sociedad espere otra cosa de mí, es su problema y no el mío. Pero, cuando con veinticinco años eres albañil y sabes o crees -porque así te lo hacen creer-, que eso es lo que serás toda la vida, dejas pasar el tiempo y cuando te das cuenta con cincuenta años has formado una familia, tienes hijos, responsabilidades, deudas y compromisos y, en resumen, una vida social sea la que sea; entonces, ya no mandaras al mundo a la mierda, aunque así lo pienses. De ahí, que si te convencen de que con veinticinco años ya con lo que tienes te basta y sobra, y si además te embaucan y facilitan piso, coche y negocio, con ello esperarán que, si alguna vez despiertas a la realidad, sea ya demasiado tarde y tus compromisos y amor para con los tuyos y tu miserable y rutinaria “vida cómoda” te inmovilicen y obliguen tanto o más de lo que te somete el propio estado; y, entonces, habrán conseguido su propósito: No sólo que tú les sirvas, sino que tengas hijos para que le sirvan también.

Pero la palabra tiene además otros peligros, de los que muchos, digamos pretendidos productores intelectuales son dramáticamente inconscientes; y así Heidegger lo afirma, basado en la consideración de que a través de ella, de la palabra, es fácil caer en el error y la desilusión, pues el producto de su poder creador, al verse probado con la realidad, puede, muchas veces, no encontrar correspondencia y, así, el hombre queda sumido en una irrealidad como sucede tan a menudo a muchos autores: poetas de lo banal o novelistas de lo absurdo, que confunden lo esencial con lo no esencial, difuminando así el genuino decir (a lo que la palabra debería servir), poniendo en peligro su función esencial. Un peligro además, que va más allá, pues afecta no solo a los que escriben y difunden esa palabra o pensamiento inútil, sino sus interlocutores o lectores. Pues la calidad, o línea de pensamiento de una persona, lo es precedido, instruido e influenciado en buena parte por las lecturas realizadas a lo largo de su vida, así como por las experiencias propias y adquiridas de ésta. Sin embargo, encontramos hoy las estanterías repletas y rebosantes de lecturas inútiles cuando no absurdas, que no aportan nada más que distracción con poco o nada nuevo o relevante que decir al ser que lee. Coincidirán conmigo que "Estos son malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros" — Marco Tulio Cicerón. Nada pues, que ver con la literatura clásica, no es lo mismo leer Orlando Furioso que un manga japonés, o Hölderlin y a su joven Hyperion que crece y vive según los ideales de la Paidea griega: por el que el individuo se considera parte de la totalidad y unido a ella en armonía: “Ser uno con el todo es la vida de la divinidad, es el cielo del ser humano” ¿Donde está hoy Hiperión? me pregunto, cuando un poeta inspiraba a un filósofo, tomándose como referencia para sus escritos. Pero la gente escribe, y no paran de escribir, cualquiera lo puede hacer, lo difícil es que lo escrito tenga algún sentido, más allá del que le atribuyen el significado de sus propias palabras.

Sin embargo, y como hemos podido ver, es cierto que la palabra no sólo puede ser, sino es, la herramienta más peligrosa dada al hombre; muestra de ello es el mal uso que se hace de ésta, y el sometimiento que a través de ella, el hombre hace del hombre, mediante la educación y adoctrinamiento privándole de su individualidad. Pero a pesar de estos peligros, la palabra es para el hombre un bien, al que no puede ni debe renunciar, no sólo porque a través de ella pueda comunicar sus pensamientos y vivencias, sino porque gracias a ella el hombre obtiene y ratifica su lugar en el mundo. “Únicamente donde haya palabra habrá mundo, esto es: un ámbito, con alcance variable, de decisiones y realizaciones, de actos y responsabilidades, alborotos, caídas y extravíos. Pues solamente donde haya mundo habrá historia” entendemos en Heidegger. Pues el hombre es un ser que ha de dar testimonio de lo que es”, y es el testimonio de su realidad lo que hace al hombre ser lo que es, y dicho testimonio sólo podrá hacerse a través de la palabra, sobre la cual tiene su advenimiento la historia misma, pues es la palabra un bien del hombre y sólo a través de ella puede realizarse como tal, sino perece frente a ella.

EL ESTADO CONTRA EL INDIVIDUO (El Estado contra el Individuo) 6


La Revista de Westminter de abril de 1860 contenía un artículo titulado «Reforma parlamentaria: el peligro y la defensa». En este artículo me aventuré a predecir algunos resultados de los cambios políticos propuestos entonces. Reducida a su expresión más sencilla, era la tesis mantenida por mí que, si no se tomaban las precauciones debidas, a un aumento de la libertad aparente seguiría una disminución de la libertad real. Nada ha venido después que modifique la creencia entonces expresada. Medidas dictatoriales, rápidamente multiplicadas, han tendido de continuo, por dos caminos diferentes, a mermar las libertades individuales.  (EL INDIVIDUO CONTRA EL ESTADO H. Spencer, A partir de la versión española de A. Gómez Pinilla (F. Sempere y Cª editores, Valencia s.f.

Si tengo que encontrar una razón a lo que hago, en oposición a lo que hacen otras personas, es que nada de lo que concibo es pensando en el dinero: ni en el que pueda gastar, o bien obtener con ello. Jamás me interesó el papel pintado, ni en las paredes de casa, ni en el bolsillo pero, siendo honestos: es necesario, nos lo han impuesto así, como casi todo.  He nacido a un mundo confeccionado por otros, constituido y podrido de reglas y dudosa moral, y sobre todo corrupto, en el que de alguna manera hay que conseguir esos papeles (dinero Fiat, que no vale nada) ― pero, que son los únicos que aceptará otra persona o administración ―a cambio  de de proveerte de aquello que  necesites  y no puedas encontrar por ti mismo en la calle o el campo.  El problema, es que esos papeles, lo que representan, son el objeto por muchos ambicionado, principio y origen último de todos los males y tribulaciones del mundo: en la sociedad y las personas que viven en ella. No tardé en darme cuenta de todo esto de joven (si bien, entonces, hace más de treinta años, no lo entendía con todas sus consecuencias) como que trabajar para conseguir dinero, siempre, es trabajar para alguien, que a su vez trabaja para alguien, que trabaja igualmente para alguien y, no porque quieran o deseen hacerlo, sino porque lo necesitan y deben hacerlo; y además, hacerlo todos los días para poder vivir: esclavos, de ese alguien en última instancia, al que ni conocen ni han visto nunca y, por encima de todos distribuidores, administradores y funcionarios. el estado, como administrador de bienes y personas: el monstruo por excelencia, genio y destructor del individuo. Un estado, que con el paso del tiempo ha ido mermando progresivamente las libertades del individuo creando reglamentaciones, más numerosas a cada año que pasa, restringiendo la actividad individual en esferas donde antaño no tropezaba con obstáculo alguno y, obligando al ciudadano ( esa invención social) a actos que en el pasado podía libremente ejecutar o no. De otra, las cargas públicas, y en especial las locales ―cada día más pesadas―  privan al individuo de la libertad de disponer de una porción, cada vez mayor de sus rentas o ganancias, trasladando este derecho a los funcionarios públicos.

Todos lo sabréis, pero por si acaso lo explico muy brevemente: Hubo un tiempo, cuando el Estado no existía. El hombre entonces vivía en su condición natural en el mundo, sin un estado o gobierno organizado. Vivíamos como familias en pequeñas comunidades que araban la tierra y practicaban oficios y artesanías. El individuo, y posteriormente la familia, fueron, por un tiempo, la unidad de la vida social, donde cada uno era libre e igual a su vecino. La sociedad humana era entonces una asociación voluntaria basada en la mutua protección y reparto de beneficios. Los miembros más viejos y con más experiencia eran los guías y consejeros del pueblo. Ayudaban a gestionar los problemas vitales, no a dirigir, controlar y dominar al individuo. El gobierno político y el Estado tal y como lo conocemos hoy se desarrollaron muy posteriormente, surgidos del deseo y la ambición de unos pocos sobre la mayoría: de los más fuertes, o con más medios, para beneficiarse de los más débiles, de unos pocos sobre la mayoría sirviéndose de una apariencia de legalidad (justificados por el clero o un ámbito más secular, normas y leyes) cubriendo así, las maldades y abusos realizados por unos pocos a los demás. Esta apariencia de corrección era necesaria para un más fácil gobierno y control de las personas, ya que ningún gobierno puede existir sin el consenso de las personas, consenso abierto, tácito o asumido. Y en este sentido, El constitucionalismo y la democracia actual, son las formas modernas de este consenso; el consenso inoculado a través de la denominada “educación", sea en el hogar, en la iglesia y  adoctrinado en cada fase nuestras de la vida. Este consenso es la creencia en la autoridad, necesaria para el Estado. En su base se encuentra la creencia, (por todos nosotros asumida y aceptada) de que el hombre es tan malvado, tan vicioso, tan incompetente como para no reconocer lo que es bueno para él, precisando de este estado. Y es sobre ésta idea, del individuo incompetente, que se levanta todo gobierno y opresión.

Recuerdo, que poco antes de terminar el bachillerato, cuando la idea que predominaba en mí era matricularme en la universidad para estudiar filosofía, fui consciente, por medio de unas charlas y reuniones, de una realidad distinta a la que yo imaginaba y que asienta en todos los órdenes de magnitud de la vida y, por consiguiente, afectando al hombre de igual manera. En la universidad, no iba a obtener lo que yo deseaba, no conocería a los pensadores, sus razones, su vida e impulso, el impulso que yo aún no tenía o no sabía que tenía pero entonces buscaba desesperadamente, menos aún me iban orientar o enseñar a pensar, al menos, libremente sino, mas bien todo lo contrario: hoy las universidades no discuten y critican al estado: lo sirven, pues es este el que las alimenta. Desilusión, esa fue mi reacción, pues no obtendría nada, al reconocer que la enseñanza y la filosofía, por supuesto, esta hurtada en parte, manipulada y subordinada a un propósito distinto para el que fue creada. La filosofía, si atendemos a su significado, “enseña a pensar, nos dota de los rudimentos necesarios para la argumentación diaria, nos permite afrontar la vida con la necesaria distancia. Sirve para pensar mejor. La educación humanística no es solo una educación en el saber, sino en el saber ser y estar”. Es por tanto, que estudiar filosofía en la universidad, en las universidades del Estado: no hay otras, nos enseña hoy a pensar, como las escuelas quieren que pensemos, dotándolos de los instrumentos necesarios (que las escuelas determinan que son los correctos y apropiados) para una buena argumentación, y mejor adaptación social, sabiendo ser y estar en esa sociedad y para la sociedad, sirviéndola como ciudadano. Si hay algo que descubrí y me entristeció sobremanera es que Cuando yo fui a buscar al hombre en la filosofía, la filosofía ya se había olvidado del hombre, encontrando que La filosofía ya  no aspira a determinar la naturaleza humana, ni a forjar el carácter, sino a determinar las leyes de la voluntad del hombre, las leyes del deber. De las virtudes, propias de una ética anclada en una metafísica del ser, llegamos al deber, preocupación propia de una ética subordinada a la convivencia en sociedad. Cuando esto sucede, cuando no es la búsqueda de una plenitud existente, sino que se trata de la mera sumisión a unas obligaciones mínimas compatibles con la vida social, es porque algo profundo y terrible ha pasado y está pasado. Cuando la Ética renuncia a decir el bien, y se limita a enunciar el deber, es porque aquella “antropología” de una cosmología cerrada  para y con el hombre ha sido abandonada, hundida y  sustituida por un universo infinito, relativo e inasible. Es por ello que la filosofía hoy en día no es refugio, mas es una industrialización del pensamiento moderno, subordinado a las necesidad de la sociedad y no del individuo, que es dirigido no sólo a encajar, sino a aceptar las razones del porque hay que encajar en aquello que entenderá la sociedad por correcto.  Es por ello que se entiende, que  debemos alejarnos y buscar el origen y significado original de esa moralidad en el pasado, la única legítima al hombre en tanto le servía, y por la cual El hombre podía llegar a ser humano, es decir, podía llegar a desplegar todas sus potencialidades, a perfeccionar todas sus cualidades, o bien podía quedarse en el camino, truncada su vida como la de cualquier animal o planta que no ha cumplido el ciclo completo de su especie. Esta concepción teleológica del hombre, es el fundamento de la Ética clásica, por la que todo hombre tiene un fin, y está por lo tanto determinado a perseguir ese fin, determinado a devenir humano. La "vida buena", por tanto, es la que se encamina a dicho fin. se trata de conseguir "el bien en nuestra propia vida y en nuestra actitud con respecto al mundo.


Por suerte, tomé la decisión correcta: quizá la más difícil, y dura, socialmente, pero entiendo hoy fue, en mi caso, la mejor, después de escuchar algunos consejos: Puedes saber el nombre de un ave en todos los idiomas del mundo, pero cuando hayas terminado, no sabrás absolutamente nada sobre el ave … Así que miremos al ave y veamos qué está haciendo, eso es lo que cuenta". "Estudie con atención lo que más le interese de la manera más indisciplinada, irreverente y original posible. No pienses en lo que quieres ser, sino en lo que quieres hacer.- Richard P. Feynman. Posiblemente, Feynman no lo dijo en el sentido más profundo y radical, que yo entendí. tampoco lo recomiendo para todos. pero con el tiempo y los años te das cuenta, por ejemplo que la enseñanza está dirigida en su finalidad al trabajo: y yo no quería trabajar, lo siento. además, al tratarse de una sesgada y dirigida de cualquier saber hacia un fin, no proporciona el conocimiento de este, sino una parte útil, pero inservible para mí, por incompleto, con lo que las decisiones a partir de esa enseñanza será parcial a la parte conocida, que con el tiempo se convertirá en la única válida. A esto hay que añadir, que el hombre asume una moral previamente a cualquier formación filosófica. Y parece igualmente obvio que, al llegar a la filosofía, esa posición moral influirá fuertemente, si bien de forma distinta en cada pensador. Pero incluso esta diferencia en la influencia, sin duda se debe en gran parte a un motivo moral: a su carácter, a su mayor o menor respeto a la verdad, a su ecuanimidad, a su control del propio entusiasmo, a su prudencia, a su dignidad. Por lo tanto, no hallaremos a un titulado en filosofía, un profesor libre de influencias y condicionantes que enseñe a un semejante a evaluar objetivamente en función de la necesidad de este en la vida, sino que le enseñaran primero un objetivo, una necesidad, en esta vida, y luego a pensar en cómo obtener lo deseado. Es por esta razón, que cabe preguntarse a quien sirve la filosofía. He aquí la cuestión y, también, una respuesta o, mejor una lanza pues: La lanza no discute ni admite discusión; solo encuentra y luego se hunde: en el corazón, del adversario cuando le acierta.

Entendiendo, para empezar, que la filosofía contemporánea "establecida en la sociedad” sea para el estudio —en escuelas—, la difusión —en librerías y bibliotecas— o, como disfrute personal sirve y beneficia principalmente, no tanto a quienes la producen o produjeron —que son pocos o ya están muertos y no protestan— sino primero y mucho más —que a autores o herederos— a quienes la reproducen, sean estas: editoriales, publicaciones especializadas, universitarias etc. Incluyendo, en este grupo de beneficiados, como subgrupo, a quienes la inducen de sus diversas formas: la más extendida en forma de libro como “estudio” que, muchas veces es fomentado por aquellas primeras, resultando con ello un “estudio” muchas veces parcial, en tanto que subjetivo, y beneficiando en todo caso al autor y/o a los intereses de quien lo promueve. Después, están aquellos quienes encuentran su beneficio desde las cátedras o sillones donde se sientan y, que en la filosofía encuentran el pan que les sustenta, a ellos y sustenta sus egos y, por qué no decirlo: sus ansias de poder y aspiraciones de ascender en lo social; pues ¿a quién si no sirve de verdad la filosofía? Yo recuerdo ahora a un ministro pero, realmente ¿a quién provee de alimento? Alimento que fuera en la vida o en la calle sirva de sustento, valiendo, para afrontar quehaceres en la lucha cotidiana del día a día. Mas se da el caso, que si a algunas personas a llevar una vida plena les ayuda la filosofía (entendiendo un determinada forma de pensamiento o a un filosofo concreto) es curioso, que cuando se expresan o expresan lo que sienten o piensan al respecto, sean aquellos —que fomentan la filosofía desde las escuelas— los mismos, que  juzgan mal a quienes por la filosofía igualmente se orientan pero, difieran, o interpreten diferente —y todo en la vida es interpretar— en el modo de pensarla o practicarla, aunque todo devenga de un mismo fundamento o (texto) alegando: “Muchacho no tienes escuela”. Y luego... ¿Cómo discutir con ellos? Es absurdo. Si lo intentamos nos abruman, como buenos letrados en un juicio con textos y papeles, justificándose unos papeles a los textos y los textos a los papeles; hundiéndonos entonces a nosotros y aquel razonamiento humildemente expuesto, en la miseria más absoluta “mediante cuchilladas de silogismo, pues tiene el dialectico un instrumento implacable con el que ejercer su tiranía, y condenar al vencido porque le obliga a tener que probar que no es idiota: enfureciendo así a los demás, a las vez, que le niega toda ayuda. El dialectico reduce el intelecto del adversario a la impotencia”. (Nietzsche). Y a mi pesar, opino que llámese o llámenlo como se quieran, pero esto no es filosofía: “es congregación para la doctrina del pensamiento” que, en conformidad con su razón de ser, dentro de la curia de aquellas “Escuelas Filosóficas” que pretenden la dominación y razón en el pensamiento universal promueve: colegial y regularmente encuentros, e iniciativas, para difundir el instrumento mediante el que ejercen la tiranía en sobre otras corrientes del pensamiento; defendiendo, siempre con ferocidad aquellos puntos del pensamiento establecido y, que puedan estar siendo puestos en peligro como consecuencia de nuevas tendencias o movimientos contrarias/os y, que la amenacen; o bien,  amenacen, la teoría general de la ocupación el interés y el dinero cuando, no puedan ser aceptables aquellas ideas al sistema que les promueve (Estado/banca) y financian, tanto a ellos, como a sus instituciones de adoctrinamiento (universidades). Y así, pasamos de filosofía a religión, con una curia, que igual que la iglesia, promueve, doctrinas desde sus propias instituciones o escuelas de adoctrinamiento —principalmente universidades—. Doctrinas, que son el  tipo de doctrinas: pensamiento o filosofía que interesan al Estado que las promueve y no da problemas,  retroalimentando al sistema y al estado de individuos, adecuados, a este. Pero... exactamente por qué,  digo que es “Religión” ¿Es esto posible? La Religión es básicamente un dogma, un culto y un clero. Dogma (es un conjunto de creencias inalterables, como los principios en filosofía). Un culto (es el hecho de poner en práctica por medio de ritos ese dogma o, en filosofía sus principios). Y un clero (son los encargados de mantener y conservar el dogma y que se muestran como oficiantes —sean curas o en este caso  maestros— del culto y, que preserve el dogma de su pensamiento). Veamos ahora, miremos a un lado y observemos la filosofía de hoy en las universidades o, mejor  observemos el “Materialismo Filosófico” observemos así sus escuelas (universidades en las que se imparte)  y fundaciones y, quien no vea en esto (dogma culto y clero) es marioneta y, además, está ciego: “Cuando el hombre cree en algo, cuando algo le es incuestionable realidad, se hace religioso de ello” (Ortega y G.) (Religio no viene, como se acostumbra a decir, de religare, de estar atado el hombre a Dios. Como tantas veces, es el adjetivo quien nos conserva la significación original del sustantivo, y religiosus quería decir ‘escrupuloso’; por tanto, el que no se comporta a la ligera, sino cuidadosamente) y, díganme, ¿conocen a alguien más escrupuloso en lo intelectual que el catedrático de filosofía? Yo no. Igualmente desde antaño la filosofía se ocupó del estudio filosófico de la religión incluyendo, argumentos sobre la naturaleza y existencia de Dios; sobre el problema del mal y, sobre la relación entre la religión y otros sistemas de valores como la ciencia y la ética; tanto, que si ahora podemos distinguir entre la filosofía de la religión y la filosofía religiosa, no era tanto así antaño o ¿no fue ya una cosa esta y ésta la otra? Termino pues, por el momento y lejos de reclamar condescendencia mejor, esperaré la crítica; pues nadie (adoctrinado en el sistema secundará lo expuesto) y es tan licito, como entenderlo es de sencillo: el alumno que aun no lo es, lo quiere, lo siente y desea por todo los medios cuando pueda y se lo permitan, pertenecer a la curia del “pensamiento de escuela, correcto” que no hallará más fundamento que aquel, que a la vez que sirviéndose a sí mismo y al que le formó, le sirva igualmente al Estado o sistema que lo alimenta.

Pero el Estado no es nada. Es una abstracción al igual que otros conceptos similares –nación, raza, humanidad– no tiene una realidad orgánica. Estado es el término para la maquinaria legislativa y administrativa donde algunos realizan sus tejemanejes y confabulaciones. No hay nada sagrado, santo o misterioso en ello. El Estado no tiene más conciencia o misión moral que una compañía comercial que explota una mina de carbón o gestiona un ferrocarril. “Son igualmente reflejo y creación del hombre para el hombre en un mundo, donde el individuo  es la única realidad. y ese Estado no es otra cosa que su sombra, la sombra del hombre, la sombra de su ignorancia y miedos” La vida empieza y termina en el ser humano, el individuo y sin él no existe raza,  humanidad o Estado. Incluso la “sociedad” es imposible sin el individuo. Es el individuo quien vive, respira y sufre. Su desarrollo, su crecimiento, ha sido una continua lucha contra los fetiches de su propia creación, y en concreto contra el “Estado”.  Siempre fue el individuo, el hombre libre pensamiento y deseo de libertad, quien abrió camino a cada avance humano, a cada paso hacia delante a favor de un mundo libre y mejor; en ciencia, en filosofía y en el arte, así como en la industria, cuyos genios han rozado la cima, concibiendo los “imposibles”, visualizando su realización e imbuyendo a otros con su entusiasmo para trabajar y lograrlo. Siempre han sido los profetas e idealistas, quienes han soñado un mundo más de acuerdo con los deseos de sus corazones y quienes han servido, como luz del faro en el camino, para alcanzar logros mayores. Apagar esa luz es la empresa del estado, silenciar esa voz y extinguirla entre otras, alejándolas del hombre común, aletargado en las grandes urbes y bombardeados con tantas voces que hacen indistinguible la única que sus corazones debería oír, siguiéndola.

Sin embargo el hombre hoy no sólo no atiende ya a su corazón , sino que atiendo a todo lo demás, lo superfluo sin importar no solo su propia realidad, sino la realidad que acontece de verdad en el mundo y a las personas. sólo importa la fantasía y las abstracciones tomadas por reales que alimentan el tejido de un cosmos creado para sí mismos: dentro del mundo que otros han creado para ellos; dentro, la sociedad que han creado para todos; y ahí, la felicidad del ciudadano es absoluta, lejos de la realidad del mundo, bombardeado por los medios: importando exportando absurdeces y tonterías mediante las redes a cada hora: todos los días. Y es luego curioso que cuando van a lo real y concreto, la mayoría de esas personas parecen perder su fogosidad. Puede ser porque la realidad es demasiado práctica, demasiado fría, como para entusiasmar el alma a distraída, que no puede encender el entusiasmo en las cosas no triviales. Y mientras la realidad, el tiempo, la vida y las estrellas pasan, sin que las personas sean mínimamente conscientes de todo ello: allí, en su mundo de fantasía. Parece claro, que se necesitará una motivación extraordinaria, y cierto ideal para despertar a algunos ciudadanos de la inercia y la rutina de su existencia, y así convertir al sumiso en un verdadero humano. 

Y hay algo que les delata en esta situación de abandono. El hombre no habla de sus propios sueños y deseos. Y Por qué no hablan nunca de ellos: de los verdaderos sueños; nuestras ilusiones y esperanzas, aquellos anhelos que gritabamos de niños, más que vagamente sugeridos en sus fantasías; Básicamente, porque son imposibles― han renunciadoa ellos y del algún modo les avergüenza reconocerlo. Mi sueño de niño era ir a la luna: imposible pensareis. Pero, he dicho sueños y ese es solo uno: el utópico ―al menos aquí en España― debido, principalmente que en España no se forman Astronautas. Pero vamos con el otro: “el sueño posible” que no es menos complicado que el primero, pero entra dentro de la realidad posible y éste sí, suele ser la causa de todas nuestras penalidades y tristezas, siendo aún,  más secreto que el primero, pues expone todas nuestras limitaciones e, igualmente, es la causa del abandono y pérdida de nuestras esperanzas, del desconsuelo, la amargura y la tristeza, pues surge casi siempre, de unas expectativas que vemos concluidas en el tiempo, y que justificamos bien por la edad o las variables de toda vida; por ejemplo: así, para quien erró tomando un camino y no otro, su deseo sería volver al punto de inflexión (ya da igual las consecuencias posibles) aunque el camino de vuelta le condujese al infierno o la muerte, daríamos la vida por recorrerlo porque era, y así lo reconocemos, nuestro camino: el que habríamos elegido, pero en algun  momento abandonamos. Sin embargo, pronto te das cuenta que no eres el único, no estás solo (todos, o casi todos renunciaron) y eso hace más fácil aceptarlo: entonces, la sociedad de vencidos y afligidos te abraza y acoge (eres uno más) claudicaste, y no hay vuelta atrás. Luego, harás de la monotonía, el trabajo, el gasto absurdo y cuarenta días de vacaciones al año tu pasión e ilusión; y, posiblemente, hasta te encadenes a un banco de por vida; embaucado, por la necesidad de hacer y tener lo mismo que todos aquellos que te rodean, y que no hicieron otra cosa que lo mismo que otros que conocían o estaban a su lado; y que hicieron lo mismo que otros antes que ellos, que hicieron lo mismo que otros que ya estaban allí cuando ellos llegaron, pero que y esto no te lo dice nadie―  no estaban allí porque querían, sino: porque los embaucaron, los engañaron y encarcelaron en prisiones de cristal, atraídos a las ciudades, donde les arrebataron sus sueños e ilusiones… “los mismos que te la quitaron a ti” y que son hijos de aquellos primeros: ladrones de personas y sueños, creadores sistemas, esclavos y cárceles de fantasía. Y lo peor, aún no ha llegado. En pocos años harás del cemento y el asfalto tu hogar, y allí transcurrirá toda tu vida. Y de aquellos cuarenta días de vacaciones, que sólo serán eso: cuarenta días y ni uno más, serán muchas veces donde encontrarás algo de justificación a lo absurdo de tu vida. Cuarenta días al año, a eso queda reducida tu vida para hacer lo que quieras, o puedas. Cuarenta días. Y ésta, será posiblemente la mejor versión que encontraras de tu vida: una vida igual a la de todos, haciendo lo mismo todos los días. Te levantas, un día tras otro para ir a trabajar, para ganar dinero que devolverás puntualmente luego con intereses a los que te prestaron, para así poder hacer lo mismo al otro día: que es ir a trabajar; para volver a ganar dinero y volver a pagar y devolver, y que te dejen ir a trabajar al otro día ―los detalles particulares lo mismo dan―. Te levantas porque debes, vas donde debes y vuelves cada noche porque debes, y al otro día lo mismo, y algún día hasta llegaras a pensar que eso es lo que querías, y dirás en voz alta: yo voy donde quiero y hago lo que quierocomo quiero y cuando quiero, y de repetirlo en voz alta una y otra vez, hasta llegará el día en que te lo creas. Y serás la persona más feliz y estúpida, que ha pisado la tierra. Te reirás de los monos y hasta matarás todo aquello que sea libre o te recuerde lo que tú no eres. Verás lo natural y genuino absurdo desde tu absurda vida, rodeado de seres absurdos, en sociedades deslumbrantes y cegadoramente absurdas ,donde podrás elegir un nuevo sueño: especialmente diseñado para ti “dentro del mejor catalogo de sueños absurdos”, y hasta el Everest estará a tu alcance: siempre y cuando bajes de allí, vayas a trabajar al otro día, para ganar dinero y volver a pagar tus facturas, y poder así volver a trabajar al otro día y, así, volver algún día a vivir el sueño de tu vida, con 700 personas más que curiosamente están haciendo realidad también su sueño por catalogo: tu mismo sueño, ese mismo día. Y volverás  pensando que eres feliz, y así estará completa tu vida: Viviendo sueños por catálogo durante esos cuarenta días. Pero sobre todo serás feliz, porque ese sueño empeñó aún más tu vida, señal de que dentro del mundo de los absurdos tú eres más absurdo todavía; y podrás destacar si te lo propones, sólo tienes que trabajar y empeñarte endeudándote aún más, y hasta posiblemente llegues a jefe de un grupo de tristes, aburridos y absurdos ciudadanos algún día. Para entonces ya serás muy feliz y todos lo sabrán, pues la sociedad absurda hace de la felicidad absurda un objeto reconocible por otros los seres absurdos: por ejemplo, al entrar en tu casa que vale cincuenta veces más que la de otro que es, absurdamente, cincuenta veces menos feliz que tu, o comprando un coche por el que habrás trabajado más de mil días absurdos de tu vida, porque cuanto más tiempo de tu vida absurda cueste aquello que compraste sin necesitar, todos más fácil reconocerán que de entre todos, destacas, escalando socialmente con el objetivo de ser más tonto todavía. Pero, amigo: “no se te ocurra dejar de ir a trabajar ni un día, ni uno sólo más de esos cuarenta días”. Y en silencio, antes de regresar a la rutina, pedirás y suplicaras: “lo que daría por un día más… un solo día”. Hasta ese punto te han reducido. Un día más de libertad, un solo día en que no tengas que pedir permiso, para ir a pasear con tu hija por el centro de la ciudad; un día que ni con todo tu dinero podrás pagar, sin arriesgar perderlo todo, si lo haces fuera de esos cuarenta días… Y uno se preguntará, cómo ha sido esto posible, como he llegado hasta aquí: y es tan sencillo como quien quiere coger un ratón y tiene un queso. Los detalles poco importan.

ALGUNAS IDEAS PARA CAMBIAR EL MUNDO 

Uno se pregunta, y no poca veces, si sería posible cambiar el mundo: mejorarlo. Testigos sorprendidos, de la debilidad del antiguo paradigma -ahora de rodillas por un microbio que paraliza la sociedad y aniquila a sus ciudadanos, sobrepasados por todo-, cabe abordar la posibilidad de uno nuevo: mejor que el anterior. Sin embargo, con más de 500 millones de personas en sus hogares en todo el mundo (abril 2019), sin otra obligación que esperar a que todo pase…de todas las recomendaciones que nos dan los gobernantes estos días, para estar en casa (desde esconder notas, hacer deporte, cocinar, estar con los niños, salir al balcón a aplaudir etc.)  Ninguno de ellos, nos dice que pensemos. Que pensemos en cómo abordar la idea de mejorar el mundo; o, que en lugar de seguir conectándonos en Youtube, Skipe, ordenadores, tabletas y dilapidar el tiempo -más allá de entretenernos- utilicemos todos los recursos a nuestro alcance: ordenadores, redes y sistemas – pero sobre todo nuestra inteligencia- al igual que para hacer mascarillas, en esta ocasión, para desarrollar  ideas, ideas con las que mejorar nuestro mundo y la sociedad a la que pertenecemos…dando soluciones, no inmediatas, pero si proyectos, donde llegado el momento de dar viabilidad a un nuevo plan social, se tenga en cuenta la opinión de las personas en todo su conjunto, y no vayamos a un nuevo mundo, prefabricado (cumbre de Davos) a la altura y necesidades del capital, en lugar del de las personas. Jamás se construyo algo, sin haber tenido antes una idea de aquello que se iba a construir Y, si el día de mañana empiezan las obras, y no se nos consultó nada: ya sabéis de quien fue la idea, y, por lo tanto: aunque posiblemente cambie el mundo, para vosotros (para nosotros y nuestros hijos) no va a mejorar nada. De nosotros depende. Mas, si queremos cambiar el mundo, tendremos que empezar por nosotros. Primero, tendremos que cambiar nosotros. (Aquí lo dejo de momento) y no estaría mal. Ya apuestos a escuchar algunas ideas, solo por escuchar: digo yo.

En mi último viaje a mi ciudad (Barcelona) con mi pareja, y antes de regresar a Extremadura, tuve conocimiento de un evento importante, al menos para mí. Aquel verano se me dio la oportunidad, única, de poder ver 100 obras de Basquiat (juntas): una retrospectiva en Bilbao (Guggenheim) que 
exploraba algunos de los temas más importantes de la obra del autor, superdotado y prolífico, que abrió nuevos caminos en el arte contemporáneo..  La retrospectiva tenía como título sugerente ((Jean-Michel Basquiat: “Ahora es el momento”)). Y ciertamente, ese era el preciso momento, jamás volverían juntarse cien cuadros del autor en ningún otro lugar del mundo. Y lo mismo ocurre ahora, jamás nos volveremos a juntar tantísimos millones de personas en nuestras casas, con la misma necesidad, sin la presión del trabajo pero con la posibilidad de aportar ideas y dar un empujón que ayude a mejorar nuestro mundo: “Ahora, también, es el momento: "El momento preciso"... Posiblemente, no vuelva a haber otro. Aunque para ser sincero, poco espero de una sociedad ya acomodada en lo malo, y acostumbrada, que es lo peor: a ser sometida y gobernada, a la que asusta el más mínimo cambio hacia el futuro, incluso aunque este mínimo cambio sea cambiar a mejor la mísera y servicial  vida  que lleva. Sin embargo, el futuro es algo que deviene viniéndose a todos encima, en tanto que es ineludible. Esa sensación de inminencia reviste muchas veces un agrio carácter de opresión, al sentir que algo está próximo a ocurrir. Y posiblemente ese carácter opresivo emerge hoy mas ante la inseguridad manifiesta en todos  ámbitos de la vida, dentro en una organización social en la que entregamos nuestra voluntad a ese Leviatán, como lo llamaba Hobbes, cada vez más desfigurado corrupto y acabado que es "El Estado", pues "Una obra está acabada cuando no puede ya ser mejorada" - (E.Ciorán). Y lo mismo ocurre con los sistemas que nos gobiernan, cuando éstos se encuentran tan fatigados que ya no se tienen en pie, ni aunque bajo ellos se apilen grúas y andamios. Lo que decide el grado de acabado de un sistema, ya no es tanto la fatiga y el arduo trabajo de sostenerlos, como el asco que supone tener que soportarlos.

Lo único que importa, es que desde la aparición del estado y el sometimiento de la mayoría por unos pocos, éste sólo ha sido detenido como resultado de la presión ejercida sobre él, pacíficamente o de otra forma, generalmente “de otra forma” a través de la revolución. pues cuanto más fuerte es la autoridad, mayor es el Estado y su poder, y menos puede tolerar la insumisión. Sin embargo, las revoluciones a día de hoy son inviables, no es como antes y si hay algo para lo que el estado está bien preparado y especializado es para, precisamente, hacer lo que hace, someter a grupos organizados: masas, por las buenas o las malas. Aunque, quizá, y para lo que no está tan preparado, es para controlar al individuo, del que desconfía temiendo su individualidad. Pues el contexto político existente no puede permitirse el lujo de tolerar al individuo y cuánto de esa individualidad indolora pudiera surgir, extendiéndose a otros. Y para su “autodefensa” el Estado reprime, persigue, castiga e incluso priva al individuo de su vida. aqyudado por diversas instituciones creadas para preservar el orden, y Recurriendo a cualquier forma de violencia y fuerza, apoyado ademas por la “indignación moral” de una mayoría servicial frente al herético, el disidente social y el rebelde político; pensemos, que la mayoría y durante siglos ha sido instruida en el culto al Estado, adiestrada en la disciplina, la obediencia y dominada por el temor a la autoridad en el hogar, la escuela, la iglesia y la prensa. Por cierto, La mayor estupidez concentrada es la “opinión pública”. Pocos tienen el coraje de enfrentarse a ella. Y Quien se niega a someterse rápidamente es etiquetado como “raro” o “diferente” y desacreditado: como un elemento perturbador en el confortable y absurdo estancamiento de la vida moderna. La más sólida fortificación de la autoridad es la uniformidad; la menor divergencia frente a ella es el mayor crimen. Y la mecanización de la vida moderna ha multiplicado esta uniformidad. Presente en cualquier ámbito de la vida social, hábitos, gustos, en el vestir, pero sobre todo en el pensamiento y en las ideas a través de escuelas y universidades, donde no se enseña a estudiantes, sino que se forma a nuevos vasallos, esclavos cualificados. No es que el gobierno alguna vez hubiera permitido muchas oportunidades al individuo; pero los adalides de la ideología del nuevo Estado incluso no llegan ni a conceder esto. “El individuo no es nada”, declaran, “es la colectividad lo que cuenta”. Nada más que la completa rendición del individuo podrá satisfacer el insaciable apetito de la nueva deidad.

La liberación y verdadera evolución

Los intereses del Estado y los del individuo difieren fundamentalmente y son antagónicos. El Estado y las instituciones políticas y económicas que soporta, pueden existir sólo modelando al individuo según sus propósitos; adiestrando para que respete “la ley y el orden”; enseñándole obediencia, sumisión y fe incondicional y, sobre todo, leal servicio y completo auto sacrificio cuando se le ordene. El Estado se impone a sí mismo y sus intereses por encima, incluso, de las reivindicaciones de la religión y de Dios.

La lucha del individuo contra estas tremendas desigualdades es lo más difícil y peligroso para la vida, ya que no es la validez o utilidad de su pensamiento o actividad lo que despierta contra él las fuerzas del Estado y de la “opinión pública”. La persecución del innovador y del que protesta generalmente está inspirada por el temor de una parte de la autoridad constituida al sentir su incapacidad cuestionada y su poder minado.

La verdadera liberación del hombre, reposa pues en su emancipación de la autoridad y la creencia en ella. Toda evolución humana ha sido una lucha en esa dirección con ese objetivo. No son los inventos los que constituyen el desarrollo. Los coches rápido, viajar a la luna o explorar Marte no es evidencia de un ser civilizado. La verdadera civilización será medida por el individuo, la unidad de toda vida social; por su individualidad y hasta qué punto es libre para desarrollarse y expandirse sin el estorbo de la invasora y coercitiva autoridad. Socialmente hablando, el criterio de la civilización y la cultura es el grado de libertad y oportunidad económica que disfruta el individuo; de unidad social e internacional, y de cooperación sin restricciones por leyes hechas por el hombre y demás obstáculos artificiales; por la ausencia de castas privilegiadas y por la realidad de la libertad y dignidad humanas; en pocas palabras, por la verdadera emancipación del individuo.

El absolutismo político se ha abolido porque los hombres han comprendido con el tiempo que el poder absoluto es dañino y destructivo. Lo mismo es cierto con todo poder, ya sea el poder venido de los privilegios, del dinero, del sacerdote, el político o de la denominada democracia actual: que es lo mismo que todo lo demás, cambiado de nombre y modales, y vestida con otra ropa y luego, esto es lo peor y donde os engañaron de nuevo, consentida por los estúpidos e imbéciles ignorantes que la votan y por tanto la facultan de facto. En sus consecuencias sobre la individualidad, importa poco cuál es el carácter particular de la coacción, si bien, ocurre que más nocivo que el poder de un dictador es el de una clase; y lo más terrible: la tiranía de la mayoría. el poder corrompe y degrada tanto al amo como al esclavo, da lo mismo si el poder es ejercido por un autócrata, por un parlamento o por los soviets. El largo devenir de la historia ha enseñado al hombre que la división y los conflictos internos significan la muerte, y que la unidad y la cooperación lo hacen avanzar en su causa, multiplica sus fuerzas y amplía su bienestar. El sentido del gobierno siempre ha operado en contra de la aplicación social de esta lección vital, salvo cuando sirve al Estado y los ayuda en sus particulares intereses. Éste es el anti progresivo y antisocial sentido del Estado y de sus castas privilegiadas que están detrás de él, el cual ha sido responsable de la amarga lucha entre los hombres. El individuo y los amplios grupos de individuos han comenzado a ver debajo del orden establecido de las cosas. No por mucho tiempo seguirán cegados como en el pasado, por el deslumbre y el oropel de la idea del Estado, y por las “bendiciones” del “individualismo a ultranza”. El hombre está extendiendo su mano para alcanzar las más amplias relaciones humanas que sólo la libertad puede otorgar. La verdadera libertad no es un mero trozo de papel denominado “constitución”, “derecho legal” o “ley”. No es una abstracción derivada de la irrealidad llamada “el Estado”. No es el aspecto negativo de ser liberado de algo, ya que con tal libertad uno puede morirse de hambre. La libertad real, la libertad verdadera, es positiva: es la libertad a algo; es la libertad de ser, de hacer; en resumen, es la libertad de la real y activa oportunidad. Este tipo de libertad no es obsequio: es el derecho natural del hombre, de cada ser humano. No puede otorgarse; no puede ser encadenada por medio de ninguna ley o gobierno. Su necesidad, su anhelo, es inherente al individuo. La desobediencia a cualquier forma de coerción es su instintiva expresión. La rebelión y la revolución son el intento más o menos consciente de alcanzarla. Estas manifestaciones, individual y social, son las expresiones fundamentales de los valores humanos. Debido a que esos valores deben ser alimentados, la comunidad debe comprender que su mayor y más duradero recurso es la unidad, el individuo.

En la religión, como en la política, las personas hablan de abstracciones y creen que se trata de realidades. Sin embargo, cuando van a lo real y concreto, la mayoría de las personas parecen perder su fogosidad. Tal vez puede ser porque la realidad únicamente puede ser demasiado práctica, demasiado fría, como para entusiasmar al alma humana. Sólo puede encender el entusiasmo las cosas no triviales, excepcionales. En otros términos, el Ideal es la chispa que prende la imaginación y el corazón de los hombres. Se necesita cierto ideal para despertar al hombre de la inercia y rutina de su existencia, y convertir al sumiso esclavo en una figura heroica.

La discrepancia vendrá, por supuesto, del objetor marxista, que es más marxista que el propio Marx. Para ellos, el hombre es un mero títere en manos de ese omnipotente metafísico llamado determinismo económico o, más vulgarmente, la lucha de clases. La voluntad humana, individual o colectiva, su vida psíquica y orientación mental no cuenta para nada para nuestro marxista y no afecta a su concepción de la historia. Ningún estudioso inteligente puede negar la importancia de los factores económicos en el crecimiento social y desarrollo de la humanidad. Pero sólo un estrecho y deliberado dogmatismo puede persistir en mantener ciego al importante papel jugado por una idea concebida por la imaginación y las aspiraciones del individuo.

(…) De todas las teorías sociales, el anarquismo es la única que proclama firmemente que la sociedad existe para el hombre, y no el hombre para la sociedad. El único legítimo propósito de la sociedad es servir a las necesidades e incrementar las aspiraciones del individuo. Sólo haciendo esto, está justificada su existencia y puede ser una ayuda para el progreso y la cultura.

El hombre anhela la liberación frente a toda autoridad, y el poder nunca será más suave, a pesar de sus cantos altisonantes. La búsqueda de la libertad de cualquier grillete es eterna; debe y seguirá siéndolo».


1 - LA INTELIGENCIA
2 - HUERFANOS
3 - SOMOS EL RESULTADO DEL CAOS
4 - LIBRES, AUNQUE NOS CUESTE LA VIDA
5 - UNA MORAL SUBORDINADA
6 - EL ESTADO CONTRA EL INDIVIDUO

CRUELES, VAGOS Y EGOÍSTAS (El Resultado del caos)


 Es bien sabido que en la naturaleza humana asienta el egoísmo: somos egoístas por naturaleza, además de vagos.  Si nos preguntásemos qué piensan las personas, qué esperan, en resumen podríamos decir que esperan un milagrohabiendo ya renunciado a los dioses; esperan que los grandes problemas se solucionen sin hacer ellos nada para que ocurra, ocupándonos de lo inmediato, de lo que nos concierne en primera persona: lo propio; sin prestar demasiada atención o ninguna y, generalmente ignorando aquello más universal que nos concierne a todo, siendo mejor para el conjunto. Un conjunto, cuando hablamos de la sociedad, a la que despreciamos tanto como necesitamos.

 El ser humano no es otra cosa que un subproducto. Resultado final que siguió a lo que  todos llaman big bang, después de que  la casi totalidad de la materia se aniquilase (materia – antimateria) a los pocos segundos de haberse producido. Origen este, el nuestro que bien nos define, cuando para crear algo nuevo lo hacemos siempre a partir de destruir lo anterior. Y aún así medramos, o lo intentamos. Tal vez esta naturaleza nuestra, egoísta y destructiva, ha hecho preciso crear las reglas que dominan nuestra existencia, de las que muchas veces, aún sin saberlo nos sentimos atrapados. Atrapados, como tortugas en las redes, redes tejidas por el sistema, nuestro sistema, el mismo que hemos creado para protegernos de nosotros mismos pero, que sin embargo, muchos padecemos como se padece un sarampión. Y ese padecimiento es patente en todo lo que hacemos o desarrollamos e incluso, en ocasiones, en la manera cómo nos comportamos con nuestro entorno, al punto de existir pasatiempos como la caza o los toros, donde sacrificamos aquello más puro, y que nos recuerda lo que podríamos ser, pero no somos: libres. Destruimos y esclavizamos animales porque lo vemos como algo natural, tan natural como puede verlo quien está ya demolido y vive esclavizado, además de reconocido por una moral ad-hoc.  Es por ello, que sólo los que se den de baja de este sistema, podrán en algún momento aproximarse al origen, desandar en parte lo andado, hasta volver a aquel momento donde empezaron a tomar decisiones ilegitimas: las que la sociedad, familia o amigos esperaban que tomase, relegando las que deseaba, y que son las únicas que pueden llevar por el camino de una paz perdurable al individuo.

Somos animales sociales, pero nuestra naturaleza es violenta, y además, albergamos en nuestros corazones por partes iguales odio y egoísmo, por lo que sería acertado decir que somos igualmente insociables y peligrosos. Esa naturaleza nuestra aspira, por encima de todo no al bien común, sino a satisfacer los propios impulsos egoístas. Y esto no sólo impide una buena convivencia, sino que ha hecho del mundo y por mucho tiempo un lugar peligroso e inseguro, donde la vida siempre corría riesgo, no desarrollándose satisfactoriamente  y llevándonos en multitud de ocasiones a periodos de guerras y destrucción. Sin embargo, el raciocinio, nos hace conscientes de todo ello, lo que nos lleva en lo social a un acuerdo, aceptando unas normas: una sociabilidad de conveniencia, no sólo entre personas sino, igualmente, extrapolada a la política, entre los estados. Y medramos, sin embargo, el hombre no puede ser feliz.  Pues si en lo social, en la convivencia, se alcanza una cierta estabilidad y paz, en lo personal, el egoísmo, el odio o la envidia le siguen impidiendo alcanzarla, sencillamente, porque no es posible, como no es posible igualmente que crezcan peces en el desierto. Y esto es así, agravándose a cada paso que damos, alejándonos de nuestro camino: tomando no las decisiones que importan, sino las que convienen, no a nosotros, sino a las sociedad a la que pertenecemos, fortaleciendo con ello a ésta, a la vez que ella nos somete. De ahí, tener que desandar, volver atrás hasta el punto donde no estemos condicionados o impulsados por deseos o necesidades impuestas. Un hombre necesita poco, con ser libre le basta. La libertad es "la cualidad fundamental del ser humano"; la libertad está en el hombre, y no puede renunciar a ella, Pues partiendo de esa libertad, una persona libre que tomó sus propias decisiones, jamás podrá ser egoísta, sentir envidia u odio por aquel sujeto, que se levanta y vive todos los días como un esclavo, en la monotonía perpetúa e inmutable del condenado.

 

HUÉRFANOS


Seamos realistas, el sentimiento trágico de la vida está pasando de moda; Es más, la consecuencia de vivir en una sociedad de individuos afanosos y siempre apresurados; pero, sobre todo, de huérfanos. Huérfanos, de mitos que olvidamos y dioses que nos abandonaron, bajo la creencia —en estos últimos— que volverían, y no lo hicieron. Personas, que hoy viven en un mundo liso, suave y aplanado, sin aquel imaginario desbordante de lo primitivo y todo lo que ello supone y, en su lugar, adoran superhéroes. 

Nos afligimos, pero quien se aflige es porque quiere, o quiere llamar la atención. Nadie, absolutamente nadie con un mínimo de sentido común ha dicho o dijo nunca, que la vida necesitase garantías, ¿garantías de qué? Quién dice que larga y próspera, o debamos estar a salvo de desastres. Tragedias como las que hoy o mañana nos puedan alcanzar a nosotros, ya alcanzaron antes a otros, e igualmente, como especie, alcanzaron a todas en este planeta en un momento u otro y, al universo entero: cada día muere una estrella. Lo cierto es, que esta ansiedad perpetua del hombre, surge, precisamente, cuando la sociedad inventa al elemento indispensable para esta: el individuo y, en consecuencia, a partir de ese momento la relación entre organismo (hombre) y ecosistema se dificulta y problematiza. La angustia que sentimos es síntoma claro de esta fractura. Una fractura que se asienta con el tiempo cada vez con más fuerza funcionando, al punto de convertirse en motor del sistema actual, tanto en lo productivo, como en lo institucional: así nos encontramos viviendo en una cultura de la angustia y “el problema”. Problema nunca resuelto, entre lo individual y lo social, lo dicho y lo no dicho, lo singular y lo universal. Tensión y sentimiento trágico que, sin embargo, no es más que una convención cultural como cualquier otra. Por tanto, que estas dudas trágicas sobre el sentido o no de la vida no merecen ser tomadas en consideración: la realidad no necesita garantías. Lo absoluto y originario, por suerte para algunos de nosotros, sencillamente permanece —subyace— ahí fuera, y lo hace ante nuestros propios ojos, aunque a algunos no les guste mirar.

Más allá, esa la burbuja placentera y cómoda en la que vivimos, la desolación y desconfianza que sentimos al salir de esta, nos aterra. Y miramos al cosmos, no para aprender o conocerlo, sino buscando en él todo aquello que antes teníamos, que olvidamos y ya no encontramos en la tierra. Y para ello, nos apoyamos en ese nuevo dios llamado ciencia y en el trabajo. Sin embargo, este alejamiento de lo natural hace que sigamos precisando continuamente de explicaciones —como niños de vacaciones fuera de su casa— explicaciones para todo. Y la ciencia, puede explicar bastante, aunque luego no esté en lo todo lo cierto, aun así, tampoco las explicaciones nos consuelan, sabemos que existen 2000 exoplanetas; pero menos aún, esto solucionará nuestros más inmediatos problemas.

Al alejarnos de lo natural, ahora nos damos cuenta, dejamos atrás una parte importante y esencial de nosotros mismos. No solo nos convertimos en huérfanos, sino que también nos quedamos solos: solos y medio vacíos, en un pequeño lugar, en medio de un vasto universo que reconocemos inconcebiblemente violento y destructivo. Nos hemos quedado solos, mirándonos unos a otros, y sin poder entender nada.

1 - LA INTELIGENCIA
2 - HUERFANOS
3 - SOMOS EL RESULTADO DEL CAOS
4 - LIBRES, AUNQUE NOS CUESTE LA VIDA
5 - UNA MORAL SUBORDINADA
6 - EL ESTADO CONTRA EL INDIVIDUO

Fotografías de Viaje/ Marrakech Centro - Paláis de la Bahía - MARRUECOS /Jordi Maqueda

 


En ocasiones, y repasando las fotografías de un viaje, te encuentras algo que no esperabas, que no sabías que estaba allí, o siquiera que lo habías capturado. Algo parecido me paso con esta foto, de un serfie ―realizada en el centro de Marrakech durante un paseo por el centro, cerca del Paláis de la Bahía― cuando repasando, ya en mi casa, la serie de algo más de 40 imágenes  encontré lo inesperado: que lo interesante no era yo, lo que había buscado; sino lo que acontecía detrás de mí y sin querer, había capturado. Por supuesto, no sé de qué iba todo aquello, e imagino que de haberlo querido captar, todo habría cambiado. Así pues dejo a vuestra imaginación todos los supuestos, que en mi caso no han sido pocos.


Estado Fallido

 #EDITORIAL TEMAS/Desde la Habitación De Pensar 


    A Europa le preocupa España: eso no es noticia; pero, el país se va a pique y eso si debería serlo, al menos para quienes vivimos aquí; si bien, parece que a los españoles esto nos da igual y, mientras no nos cierren bares y restaurantes, o podamos ir el fin de semana a la playa, nosotros ya estamos contentos y, luego así nos va. Sin embargo, el coronavirus, de nuevo, está destapando las fallas y vergüenzas de un sistema político (el nuestro claro está: políticos, incluidos) y administrativo obsoleto, corrupto pero, sobre todo: ineficaz y deficiente cuando no inútil, que sólo favorece y del que se benefician exclusivamente unos pocos (como por ejemplo los 400.00 políticos inútiles en este país). Así se puede deducir de un duro artículo, publicado este viernes pasado en el diario alemán 'Frankfurter Allgemeine Zeitung' sobre España, y su gestión de la pandemia y (del que bien podemos extrapolar hacia todo lo demás) todo lo demás”, que viene a sacarnos los colores, mientras aquí seguimos y seguiremos echándonos las culpas los unos a los otros.

    El artículo Lo firma Hans-Christian Röessler, corresponsal del diario en Madrid. Con el título 'España ha perdido el control', el Frankfurter subraya que la segunda ola de coronavirus que vive España ha puesto de manifiesto el fracaso del Estado y, pone el dedo donde duele, afirmando, que no hay consenso alguno entre los partidos, ni creo yo que lo pueda haber nunca, dada la baja talla moral e intelectual de nuestra pésima clase política. “España se está hundiendo en lo que posiblemente sea la peor crisis económica desde la guerra civil. ¿Y la política? Da vueltas a su alrededor” – afirma Frankfurter Allgemeine Zeitung.

    Es cierto que quizá el término “Estado Fallido” posiblemente sea algo exagerado; éstos, siempre estuvieron lejos del mundo occidental. Otra cosa bien distinta es, que España está repleta de políticos ineptos, corruptos y ladrones; que acumulamos los peores datos de la pandemia en Europa y estamos a la cabeza en tanto a la mala gestión de ésta de todo el planeta; que nuestra imagen sea una cochambre de fronteras a fuera: siendo el hazmerreír de Europa y el mundo entero; que la descentralización de nuestra famosa y "Mejor Sanidad del Mundo" no de abasto y sea un caos y muchos tengan que morir por ello; que la corrupción política abra a diario todos los telediarios y, claro, luego nos molesta que sigamos siendo a ojos a ojos de franceses, ingleses, holandeses o alemanes los mismos bandoleros y vividores de siempre. 

   Con todo esto ya no parece tan extraño que alguien pueda pensar que España pueda ser un Estado fallido, más, cuando a diario asistimos a espectáculos vergonzosos como los que dan los políticos españoles: “En plena pandemia”, siendo incapaces “todos” de sentarse y dialogar. No se puede ser más necio en este país, que aquel que deposita su confianza y esperanzas en estos políticos del tres al cuarto, donde si los que gobiernan son malos, los de la oposición son más malos todavía: malos, ineptos, ineficaces, ridículos... Ignoro si habéis visto algún debate estos días del congreso, en televisión: es como ver un partido de futbol de jubilados: insultos, empujones patadas, caídas pero… nada de futbol

    Pero es que leyendo el artículo 'Frankfurter Allgemeine Zeitung' uno puede darse cuenta y recapacitar de la “Calamidad de gestión” realizada por nuestros políticos. Por ejemplo nos recuerda, para vergüenza todos, cuando Pedro Sánchez, anunció en julio que la pandemia estaba controlada y, al mismo tiempo, le seguían notificando miles de contagios y muertes diarias. O, que durante los meses de verano el gobierno central y regional perdieron un tiempo valioso dando una mayor importancia a la recuperación económica, que al control de la pandemia. "Especialmente en las costas, donde se quería salvar la economía con la temporada de verano". Pero, y digo yo ¿qué clase de País es éste? ¿Dónde hemos ido a parar? Si todo depende de lo que los extranjeros se vengan a gastar.

   "España ha perdido el control de nuevo": todos nos estamos dando cuenta. Poco hemos aprendido desde que se inicio este desastre. Los responsables: la clase política, y mención especial la oposición, no están a la altura de la crisis. Nuestros políticos chocan de manera irreconciliable: es para pensarse lo de ir a votar. Pero, mención especial merece, y aquí es donde quería llegar, el tipo de estado y los abusos que ahora estamos padeciendo: la descentralización de las decisiones y la propia Sanidad, ahora SI, verdaderamente es cuando lo estamos sintiendo.

   A día de hoy, los políticos sólo muestran preocupación por el resultado de las elecciones y, por tanto, por sus sueldos futuros. Pero a esos políticos somos nosotros quienes los ponemos ahí. Y los españoles deberíamos estar ya en condiciones y maduros de realizar, sin temor, un análisis profundo respecto al resultado del Estado de las Autonomías: si ha ha servido para fortalecer o, para debilitar más a España. Pues, el modelo autonómico recogido en la Carta Magna, ni está siendo respetado ni se está haciendo respetar. Pero antes, igualmente, deberíamos hacerlo, en tanto a la mentira y falsedad de esta Monarquía Parlamentaria Impuesta, que no elegimos, más cuando se encuentra tan fatigada que  no se tiene en pie, ni aunque por bajo le apilen grúas y andamios. Pues, lo que decide el grado de acabado de un sistema, ya no es tanto la fatiga y trabajo que conlleva sostenerlo (que no es poco), como el asco que supone tener que soportarlo.

   "Una obra está acabada cuando no puede ya ser mejorada" - (E.Ciorán).

Serie fotográfica: Tachakchte (Marruecos) 2018 / 2019

Fotografía ― Fotografía Narrativa ― Tachakchte ― Marruecos

SITUACION GEOGRAFICA:  Serie Fotografica (una tarde en Tachakchte tomadas durante mi viaje Dec.2018- Ene 1019) por tierra Marroquíes, llevándome desde MARRAKECH, por Alto Atlas (Toubkal 4.150m) hasta el desierto del Sáhara, para luego de vuelta buscar la cumbre de El Siroua (Jwel Sirwa 3340m) un volcán extinto en un área casi deshabitada de la región de Sus-Masa-Draa (: سوس ماسة درعة) 

   Tras nuestra primera parte del viaje: Toubkal y luego volver del Sáhara tras la noche de fin de año 2018 – 2019, e interminables kilómetros de dunas y carreteras nos quedamos un pequeño grupo de amigos para realizar una travesía por un territorio para mí, y creo que todos los que allí nos encontrábamos, desconocido; donde pretendíamos realizar un ascenso y escalada al Jebel Siroua: lejos de todo, lejos en todos los sentidos. Un largo trayecto en coche primero, entre poblaciones dispersas y unas carreteras que serpenteaban y parecían no tener fin, por páramos donde parece no puedan existir poblaciones más allá. Pero, que sin embargo, sí las hay: solitarias, autosuficientes, relativamente grandes, y ricas, pobladas con niños que juegan por las calles como lo hacíamos nosotros de jóvenes en los 70´ y 80´; y donde a diferencia de las poblaciones de montaña de Europa –fuera de áreas turísticas — sólo pueblan viejos.

    Por fin, ya por la tarde, llegamos a cercanías de Tachakchte donde se sitúa el refugio en el que pasaríamos la noche: en un recodo de la carretera. Una vez instalados y tras dejar los pertrechos, decidimos bajar al pueblo de Tachakchte. donde vino a recibirnos un pequeño, sorprendido, casi asustado en principio al veremos aparecer por la entrada del pueblo, jugando con su rueda y que hizo las delicias de Pako por unos momentos.  
















 De inmediato los vi, a lo lejos: un poco a las afueras. Estaban allá, charlando, de sus cosas, posiblemente después de tomar una buena taza de té, dulce, con mucho azucar, que es como lo sirven. No repararon en mi, al menos durante un tiempo y, quizá por ello decidí separarme de Pako y el grupo y aproximarme, pues no es fácil para mi, plantarme frente a alguien que no me conoce y hacerles una foto. Hablaban bajo, yo no les escuchaba, pero les veía gesticular. No era difícil ponerse en su lugar: un lugar tranquilo, charlando lejos de todo, con los amigos o quizá hermanos ¿Quién no lo ha hecho? y, quién era yo para interrumpir aquel momento. No dije nada, sólo me acerqué un poco más, lo suficiente como para comprobar que no eran viejos: incluso podían ser de mi edad y, alguno incluso más joven; pero, el clima frio y seco de montaña endurece la piel dotando de cierta rudeza las facciones. Disimulando, saqué el movil cuando, entonces repararon en mi. Fue inmediato. Les sonreí y salude con la mano: no obtuve respuesta pero, ya tenía lo que quería, esa foto que me ha acompañado desde entonces y que como hoy miro muchas noches, pensando ¿de que hablarían? que puede ser interesante en estas regiones apartadas de todo ¿hablaran de política? mujeres quizá o de la recogida del azafrán. No lo sabia y no lo sabré nunca; son gente reservada estos Marroquíes, amables en min opinión; en todo caso ese día, seguro esa tarde y posiblemente días después hablaron de mi, haciéndose ellos las mismas preguntas: quien era yo, o qué hacia por allí.