Educación y manipulación son procesos distintos y enfrentados: opuestos. La educación, por un lado, favorece la autonomía e independencia de las personas haciéndolas capaces; la manipulación, por el contrario, es una actividad encubierta, un fraude que hace a las personas dependientes, inseguras, menos libres y críticas consigo mismas y el entorno o sistema al que pertenecen; en resumidas cuentas: las incapacita para ser objetivas. Mientras que la buena educación, por un lado, libera a las personas de las cadenas; la manipulación, por el contrario, encadena, amaestra y masifica. Manipular es tratar a las personas como si fuesen objetos; reducirlas a la mínima expresión útil. Y sin duda, la forma de manipulación más extendida en nuestros tiempos es la del lenguaje, en su mayoría de las veces, a través de los medios de comunicación.
De tal modo observamos que a lo largo de los dos últimos siglos de historia que la elección de determinadas palabras o frases, y su continua repetición en un discurso o plataforma se convirtió muchas veces en una de las principales técnicas de manipulación. Así, las ideas que una vez el pueblo consideraba repulsivas, progresivamente, se fueron transformando en conceptos validos y aceptables para la sociedad. Y es por esta vía de imposición, y del uso estratégico del lenguaje y la escritura, a través de sus posibilidades, que fue posible a los virtuosos de la demagogia llevar a cabo, simultáneamente, dos ocupaciones opuestas: convencer a las personas de que se les está promocionando hacia niveles de libertad, y someterlas al mismo tiempo a un despiadado dominio. Y para ello, uno de los recursos más empleados en la manipulación del lenguaje son los eufemismos. Ninguno, podemos afirmar no habernos dejado llevar por alguno de ellos, al punto de considerar la palabra adulterada como original o equivalente de ella. No hay que esforzarse demasiado, para que pronto encontremos a nuestro alrededor una serie de palabras y conceptos: en política, economía o en lo público igualmente, que vienen siendo utilizados y contribuyen a esa maniobra de enmascaramiento del lenguaje, que vicia la calidad de la información y contribuyen a debilitar la sociedad. Palabras como Desaceleración (crisis económica); derecho a decidir (independentismo); paro laboral (huelga), “verdes”, “crecimiento negativo”, “indemnización en diferido simulada”, “reformas estructurales”, “regularización fiscal”, “riesgo moral”, “vivir por encima de nuestras posibilidades”, “España nos roba”, “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, “populismo” o “nacionalismo”, son algunas que hemos visto, leído o escuchado asiduamente, bien en los medios de comunicación, periódicos e incluso expresados por algún conocido o amigo; se trata de algunos de esos “barnices del lenguaje” que tienen su propia viscosidad física e intención, y cuyo desarrollo en uno u otro sentido puede ser beneficioso o catastrófico. Otro recurso importante para los manipuladores son aquellas 'palabras talismán', que despliegan un efecto seductor sobre las personas, inhibiendo por completo su capacidad crítica. En cada época que miremos encontramos un término talismán. Actualmente, esta palabra talismán seria precisamente «libertad» ligado a cambio y progresismo.
No, no es verdad que las palabras se las lleve el viento: jamás fue así, sino que pueden provocar catástrofes o, en la mayoría de los casos… sostener distintas edificaciones políticas. La manipulación del lenguaje es sin duda una revolución oculta de graves consecuencias para todos nosotros: entre las más peligrosas la incapacidad para pensar por uno mismo y la consecuente ceguera para determinar los valores, la falta de creatividad y el espíritu gregario.
Los medios de comunicación tienen la posibilidad de familiarizar a sus lectores y oyentes a distinguir los hechos de las opiniones. Las opiniones son libres, pero los hechos son intocables; pero no todos los medios se atiene siempre a ese criterio. Noam Chomsky advirtió «la manipulación mediática hace más daño que la bomba atómica, porque destruye los cerebros». Con el fin de no ser víctimas fáciles de la manipulación del lenguaje todas las personas necesitan estar alerta ante los manipuladores. Aprender a pensar y no dejarse llevar por los medios más al alcance es una buena idea, así como cultivar auténticas formas de diálogo. El diálogo genuino intenta buscar la verdad sin prejuicios, a diferencia de la retórica y la sofística, que buscan persuadir y convencer a través de la manipulación de la opinión. Hace algunas semanas, mientras intentaba dar forma a este artículo, me di de bruces con un libro del ensayista Nicolás Sartorius; un breve diccionario de estos engaños (La manipulación del lenguaje; de Espasa) donde viene a explicar ese hilo invisible existente entre las palabras y ese llamamiento a las conciencias que sin duda puede originar cambios, buenos o malos, pues quien controla la difusión, la intención, transmisión o comunicación de las palabras adquiere un gran poder. Si bien, el antídoto principal contra la manipulación es la creatividad. Por medio de la actividad creadora nos afirmamos, y afirmamos nuestra personalidad, evitando formar parte de esa la masa informe. De ahí este articulo.
2 comentarios:
Esclarecedor. Gracias!
A ti Chabbi, un abrazo
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