China - EE.UU: las Razones De Un Conflicto Que Se Veía Venir


Entender la problemática social y comercial existente hoy día entre las naciones, así los cambios en la balanza del poder mundial, y los conflictos resultantes de esta nueva situación, no parece tarea fácil. Aunque, no es imposible acercarse al problema por uno mismo para entender, y hacer una valoración de la situación. Básicamente, nos encontramos en el punto donde nuevas POTENCIAS EMERGENTES, están comprometiendo el orden instaurado después de la segunda Guerra Mundial, derivando hacia UN NUEVO ORDEN MUNDIAL; impulsado, a partir de la caída del Muro de Berlín; Internet; el terrorismo; o la propia crisis económica occidental: avocándonos a profundas transformaciones; y derivando, hacia un nuevo mundo multipolar, donde adquieren gran protagonismo las potencias emergentes, y donde china tiene un papel protagonista.

Sin embargo, China genera numerosas incógnitas. Algunas relacionadas con las propias fragilidades internas. Otras, tienen que ver con su proyección y la asunción de responsabilidades en un marco global donde crecen las dudas sobre su actitud primordial, conformista o transgresora del statu quo. En este último sentido, fue Obama quien erró en primera instancia, o así lo entiendo yo, al dar un giro en la política exterior de Estados Unidos con relación a Asia. Obama, tomó la decisión en aquel momento de no enfrentar un conflicto directo, que bien podría darse en los años posteriores: la confrontación frente a la China emergente. El objetivo central de la política estadounidense en Asia entonces, era evitar la aparición de un país hegemónico. Ciertamente, antes de la administración de Obama, China no tuvo el poder suficiente para amenazar a la región como país hegemónico y Estados Unidos no se vio en la necesidad de adoptar medidas contra ella. Sin embargo, y precisamente la emergencia de China obligó a Obama a tomar una posición al respecto, una posición equivocada (si entendemos aquello que busca EEUU) optando el presidente por dar mayor importancia a la armonía y la conciliación con China, que a la competencia y la confrontación. Esta actitud «tolerante» de Obama frente a China se debió entonces a seis factores.

Primero, la administración Obama se encontró dominada por una visión optimista o idealista de que China al final aceptaría y compartiría su ideal del «orden internacional liberal», y que actuaría como «parte interesada responsable» de dicho orden.

 Segundo, Obama pensó que Estados Unidos necesitaba contar con el apoyo de China para impulsar las agendas importantes de su política exterior. El cambio climático, la no proliferación de armas nucleares, la estabilización de Afganistán, la administración de la economía global, las negociaciones de normas internacionales sobre la seguridad cibernética, entre otras, fueron los temas que Obama pretendió promover, y en los que deseaba contar con la colaboración de China.

Tercero, Obama deseó evitar los efectos negativos de eventuales medidas de represalia económica. China podía tomar medidas de represalia económica en contra de algunas medidas estadounidenses para contener al país asiático. Por ello evitó reaccionar ante determinadas medidas del gigante asiático. Así, en septiembre de 2010, en la zona marítima de las islas de Senkaku —que según China, Japón posee de manera ilegítima— sucedió un choque entre unos barcos pesqueros chinos y un buque patrullero de la guardia costera de Japón; luego del incidente, China prohibió la exportación de tierras raras a Japón. Las tierras raras son empleadas por diversas industrias japonesas; por ello, Japón importó de China casi la totalidad de estas para su uso industrial. Aunque con el paso de tiempo, Japón se recuperó del daño provocado por tal 16 Yusuke Murakami Agenda Internacional, XXV (36) 2018.

 Cuarto, Obama se preocupó de no abandonar a los países del Sudeste Asiático que mantenían una colaboración militar-estratégica con Estados Unidos. Los países del Sudeste Asiático buscaban aprovechar la potencial competitividad entre Estados Unidos y China, fortaleciendo las relaciones económicas con el segundo, y contando con el apoyo de Estados Unidos para su seguridad nacional en un eventual caso de emergencia militar. En caso que Estados Unidos confrontase a la potencia asiática cara a cara, China obligaría a cada uno de los países del Sudeste Asiático a elegir entre este y Estados Unidos, amenazando con una represalia económica. Los países medianos y pequeños del Sudeste Asiático optarían por evitar la presión económica de China y desistir de fortalecer las relaciones colaborativas con Estados Unidos en el aspecto militar-estratégico. Por ello, la administración Obama evitó confrontar directamente con China, buscando con ello incrementar el número de países aliados en Asia.

Quinto, China ha ejecutado una serie de actos que cambian el statu quo territorial en Asia a través «agentes paramilitares» como fuerzas de seguridad marítima y milicia marítima; por lo cual, Estados Unidos tampoco puede acudir a las fuerzas armadas.

Sexto, no hubo consenso dentro de la administración respecto de las medidas a ser adoptadas contra China. En la Casa Blanca y la Secretaría de Comercio predominó la opinión de que dichas medidas no cambiarían la posición y actitud de China y solo empeorarían sus relaciones con Estados Unidos; mientras, en las secretarías de Estado y Defensa prevaleció la idea de que debía transmitirse una señal a China y a otros países de la región respecto de la firme disposición de Estados Unidos para defender sus intereses en Asia, aunque esto significara sacrificar parte de las buenas relaciones con China.

Cambio del statu quo territorial por parte de China

Finalmente, lo que debemos resaltar es que la posición «tolerante» de Obama no impidió una serie de actos de China para cambiar el statu quo territorial en el Asia, particularmente en el mar de la China Meridional. En cuanto a las armas convencionales, la administración Obama fortaleció la presencia militar en Asia Pacífico, mientras China también incrementó y modernizó sus armas. Ello explica porque China no cambió el statu quo territorial en Asia acudiendo a sus fuerzas armadas 

Sin embargo, China ha venido ejecutando una serie de actos «paramilitares» para cambiar el statu quo territorial en Asia sobre la base de la táctica hábil de acumular paulatinamente hechos consumados. Hasta la actualidad, China ha construido y ocupado un conjunto de islas artificiales por lo menos en siete puntos en el mar de la China Meridional que, según su opinión, le pertenecen. En 2016, la Corte Permanente de Arbitraje dictó una sentencia en contra de China respecto de la construcción de estas islas artificiales, sin embargo, el gobierno de Beijing ha hecho caso omiso a esta sentencia y a las críticas internacionales. Asimismo, en el mar de la China Oriental, China ha pretendido impulsar de manera forzosa la exploración de petróleo en la zona marítima sobre la cual unilateralmente reclama soberanía, y ha repetido casi diariamente la invasión a la zona marítima del Japón, como sucedió en el mencionado caso de las islas de Senkaku.

Con relación al mar de la China Oriental, la administración Obama declaró públicamente desde 2010, y en repetidas oportunidades, que las islas de Senkaku constituirían objeto de defensa de acuerdo a lo estipulado en el Tratado de Cooperación Mutua y Seguridad entre Estados Unidos y Japón; no obstante todavía no se ha observado ningún hecho consumado. Pero, en el mar de la China Meridional, China ha avanzado bastante con su táctica de hechos consumados. Recién en octubre de 2015, en la etapa final de su mandato, Obama autorizó la llamada operación «navegación libre» para controlar y disuadir a China de avanzar con la construcción de islas artificiales en la zona.

Pero son pocos los ejemplos de las medidas «directas» que la administración Obama dictó contra la intención de China de cambiar el statu quo territorial en Asia. En la gran mayoría de casos, frente a la táctica china de acumular hechos consumados, Obama optó por tomar medidas «indirectas» como reclamar una solución pacífica de los conflictos, criticar los actos que perjudicaban el control efectivo de otro país, y proponer la congelación de conflictos territoriales. No impulsó activamente medidas «directas» como intimidar, contener y disuadir a través de represalias. Cuando China realizó los actos que intentaban cambiar el statu quo territorial, Obama se limitó a ofrecer a los países aliados y socios ayuda para fortalecer sus fuerzas armadas mediante: ejercicios militares conjuntos, entrenamiento, exportación de armas y dotación de municiones para las fuerzas del orden de estos países. En otras palabras, Estados Unidos no dio la cara para enfrentar a China; los países de la zona debían encarar solos la amenaza de China. De este modo, desde el comienzo hasta el fin de su mandato, Obama mantuvo, en términos generales, la posición de armonía y conciliación, evitando tomar medidas «directas» y elevar la tensión con China.

En lo que concierne a Corea del Norte que amenaza a los países vecinos con las pruebas nucleares y de proyectiles, Obama negó un diálogo directo con el régimen de Pyongyang, y, al mismo tiempo, evitó optar por una intervención militar. En este caso, prácticamente depositó la expectativa en China para presionar al gobierno norcoreano. Si bien es cierto que China —cada vez más irritada por el rebelde régimen de Corea del Norte respecto del desarrollo de las armas nucleares— colaboró con 18 Yusuke Murakami Agenda Internacional, XXV (36) 2018 Estados Unidos para que las Naciones Unidas impusieron ciertas sanciones contra Corea del Norte, en la etapa final del mandato de Obama, dejó de hacerlo debido a la decisión estadounidense de instalar un nuevo sistema de defensa llamado THAAD8 en Corea del Sur.

La política de Trump en Asia

A más de un año de su toma de posesión, la administración de Trump no ha demostrado una línea diplomático-estratégica clara respecto de Asia. Aparentemente, ha dirigido su interés hacia los asuntos internos, pues no posee una postura firme para tratar las agendas diplomático-estratégicas de modo sistemático y coherente. Más bien, atiende cada agenda diplomático-estratégica sobre la marcha, por asunto o por país. Como hizo público en su campaña electoral, trata las agendas diplomáticoestratégicas como si fueran asuntos de «negocios» o «transacciones» (según Trump, la diplomacia y la política internacional se pueden manejar acudiendo al deal (negociación) con miras a conseguir su objetivo «Primero Estados Unidos»).

En el prmer año de su mandato, Trump no puso en práctica casi ninguno de los dislates lanzados durante su campaña electoral como prescindir de los compromisos de defensa con los países aliados y de los tratados estratégicos como el de la OTAN, o la necesidad de dictar medidas proteccionistas contra los productos extranjeros. Pero ha dejado en claro que no tiene ningún interés por mantener y promover el «orden internacional liberal» que Estados Unidos abanderaba hasta la administración antecesora de Obama. Y en el segundo año de su mandato, ha anunciado nuevas iniciativas que profundizan la incertidumbre, confusión y contradicción de su política en Asia.

Para la administración Trump en su primer año de mandato, el asunto de Corea del Norte —vale decir su intención de poseer armas nucleares y misiles balísticos con alcance a Estados Unidos— fue la mayor preocupación entre las agendas diplomático-estratégicas en Asia. De hecho, Trump dedicó más tiempo a dicha cuestión en la parte referente a los asuntos diplomático-estratégicos de su primer Discurso del Estado de la Unión en enero de 2018. Amenazados no solo por las pruebas nucleares con objetivos militares sino también por las pruebas de misiles balísticos que el régimen de Pyongyang empezó en 20179 , Estados Unidos pretendió disuadir a Corea del Norte de poseer los misiles balísticos con cabeza nuclear mediante las sanciones internacionales por medio de las Naciones Unidas y también por las presiones de China. Asimismo, en su Discurso del Estado de la Unión enfatizó que su gobierno continuaría ejerciendo la mayor presión posible al régimen norcoreano para abandonar su meta de poseer los misiles balísticos con cabeza nuclear.

Sin embargo, a principios de marzo de 2018, se dio a conocer que para mayo se llevaría a cabo una reunión cumbre entre Estados Unidos y Corea del Norte, la que finalmente se concretó en junio. El repentino anuncio de una reunión cara a cara entre Trump y Kim Jong-un —línea diferente o contraria a la que el gobierno de Trump había anunciado— sorprendió a todo el mundo. Resulta impresionante la facilidad o agilidad que posee Trump para cambiar las líneas de conducta, según lo que le parezca con miras a su lema «Primero Estados Unidos». Para los países colindantes con Corea del Norte, la pesadilla sería un escenario en el que Trump permitiera la posesión de armas nucleares y misiles balísticos de corto y mediano alcance por parte de Corea del Norte con la condición de que el régimen de Kim abandone la intención de desarrollar misiles balísticos para alcanzar el territorio de Estados Unidos.

En cuanto a China —que en su primer Discurso del Estado de la Unión Trump mencionó junto con Rusia como «rivales» de Estados Unidos— el primer año del mandato de Trump ha sido más bien un proceso de retorno a la «normalidad» de las relaciones entre las dos potencias. Debe recordarse que, después del triunfo electoral, Trump cuestionó en una entrevista con un medio de comunicación el por qué debía Estados Unidos amarrarse al principio de «una sola China». Esta pregunta aumentó la tensión con la nación asiática, en tanto podía suponer la revocación del llamado «Comunicado de Shanghái», dado a conocer al concluir la visita relámpago del entonces presidente estadounidense Richard Nixon a China en 1972 y que fue parte crucial para la normalización de las relaciones de Estado entre Estados Unidos y China.

En este comunicado, el punto más delicado guardaba relación con Taiwán, porque hasta entonces Estados Unidos había reconocido a Taiwán como la única China, mientras la China comunista seguía afirmando que la isla de Formosa formaba parte de su Estado. Para establecer las relaciones diplomáticas entre Washington y Beijing, ambos países se pusieron de acuerdo en «congelar» la discusión respecto de cuál de las dos, la China comunista o Taiwán, tenía la legitimidad de absorber al otro para conformar una China; por ello, dicho comunicado solo señala que «Estados Unidos se da por enterado (acknowledges) que todos los chinos de ambos lados del Estrecho de Taiwán sostienen que solo hay una China y que Taiwán es parte de China. El gobierno de Estados Unidos no desafía esa posición. Reafirma su interés en una solución pacífica de la cuestión de Taiwán por los propios chinos».

En febrero de 2017, Xi Jinping, presidente de la República Popular China, accedió a la primera conversación telefónica con Trump, luego de la cual la Casa Blanca dio a conocer un comunicado donde señalaba que «el presidente Trump accedió a respetar nuestra política de una China, a pedido del presidente Xi Jinping». De este modo, ambos países zanjaron el primer desencuentro y abrieron paso a la primera cumbre entre Trump y Xi en abril de 2017 en Estados Unidos; y la segunda en noviembre del mismo año en China.

Mientras tanto, la administración Trump continuó con la operación «navegación libre» de Obama, y la reanudó en mayo de 2017. Hasta enero de 2018, ejecutó dicha operación cinco veces11. Aunque Estados Unidos —acudiendo al paso inocente consagrado por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982— se cuida de no anclar sus buques en las aguas territoriales proclamadas por China, el gobierno de Beijing se ha mostrado cada vez más irritado frente al acto de demostración de fuerza por parte de su rival estadounidense.

Las relaciones entre Estados Unidos y China amenazaron con empeorarse con el nuevo anuncio de Trump respecto de las importaciones de China en marzo de 2018. A principios de ese mes, Trump declaró la imposición de aranceles a los productos de fierro y aluminio de China y, a fines del mismo, anunció la imposición de aranceles a China por un valor de hasta 60.000 millones de dólares anuales por supuestas afrentas a la propiedad intelectual estadounidenses. China ha reaccionado de manera enérgica particularmente al segundo anuncio.

En lo concerniente al comercio internacional, inmediatamente después de la toma de posesión, Trump anunció el retiro de Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP por sus siglas en inglés). En enero de 2018, el presidente estadounidense se refirió a la posibilidad del retorno de Estados Unidos al acuerdo pero impuso como condición la renegociación de dicho acuerdo; sin embargo, en su primer Discurso del Estado de la Unión no tocó el tema.

Información consultada en “Lapolítica exterior de Estados Unidos en Asia a la deriva: de Barack Obama aDonald Trump”, por Yusuke Murakami (Agenda Internacional Año XXV N° 36, 2018, pp. 7-23 ISSN 1027-6750)

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