Jordi Maqueda / EL SENTIDO DE LA VIDA
Aceuchal, Badajoz
EL SENTIDO DE LA VIDA
«Es una gran aventura contemplar el universo más allá del hombre, pensar en lo que significa sin el hombre: como fue durante la mayor parte de su larga historia, y cómo es en la gran mayoría de lugares, cuando se alcanza finalmente esta opinión , o visión objetiva, y se aprecia el misterio y la majestad de la materia, volver entonces el ojo objetivo de nuevo al hombre considerado como materia, ver la vida como parte del misterio universal de la mayor profundidad, es sentir una experiencia que rara vez se describe. Por lo general termina en risa, placer en la futilidad de intentar comprender. Estas opiniones científicas terminan en asombro y misterio, perdidas en los confines de la incertidumbre, pero parecen ser tan profundas e que la idea de que todo está dispuesto simplemente como un escenario para que Dios contemple la lucha del hombre, por el bien y el mal, parece ser inadecuada y casi absurda.» Richard P. Feynman (1918-1988)
«Es una gran aventura contemplar el universo más allá del hombre, pensar en lo que significa sin el hombre: como fue durante la mayor parte de su larga historia, y cómo es en la gran mayoría de lugares, cuando se alcanza finalmente esta opinión , o visión objetiva, y se aprecia el misterio y la majestad de la materia, volver entonces el ojo objetivo de nuevo al hombre considerado como materia, ver la vida como parte del misterio universal de la mayor profundidad, es sentir una experiencia que rara vez se describe. Por lo general termina en risa, placer en la futilidad de intentar comprender. Estas opiniones científicas terminan en asombro y misterio, perdidas en los confines de la incertidumbre, pero parecen ser tan profundas e que la idea de que todo está dispuesto simplemente como un escenario para que Dios contemple la lucha del hombre, por el bien y el mal, parece ser inadecuada y casi absurda.» Richard P. Feynman (1918-1988)
Entonces,
al preguntarnos por el sentido de la vida, en el universo, deberíamos
preguntarnos primero, por el sentido o razón del universo. Pues Bien ¿tiene
algún sentido el universo? quiero decir: Tiene una razón de ser, más allá
de ser (pues si una cosa sucede en este —siendo consecuencia o causa—
en este caso "la vida", esta será entonces causa primera, que
literalmente explicara la existencia de la cosa que la propicia. (No
creemos conocer algo si antes no hemos establecido en cada caso el «por qué»,
lo cual significa captar la causa primera. Aristóteles, Física, II,
3 (Gredos, Madrid 1995, p. 140)).
Así,
a partir de lo evidente probable: de lo que vemos, sentimos y por
nosotros mismos comprobamos y razonamos, no de lo que sentimos,
pensamos o deducimos e interpretamos a partir de otro tipo de sensaciones
o creencias —de las matemáticas ni las ecuaciones— deducimos,
razonando que: Por supuesto, el universo tiene sentido, de
lo contrario no estaríamos haciéndonos esta pregunta. Así pues, la razón (o
razón suficiente) del universo —o al menos una de sus razones— sería la
vida en sí misma y consecuentemente luego “la consciencia”: prueba
de ello "nosotros": una vida consciente. Resultado
último esta (?), de una materia en evolución a lo largo de miles de millones de
años, dentro de un sistema cambiante, al que llamamos universo. Donde parece
lógico, además, que el universo, ahora consciente (entendemos, o entendamos al menos
en nosotros) —como consecuencia última—y que pretenda luego de mirarse y
observarse con sus propios ojos, explicarse y entenderse por completo a sí
mismo. Y sin embargo, sí, parece ya mucho, pero acaso se trata de eso tan
solo.
Recordemos cuando antes, muy atrás en el tiempo, en el universo no ocurría nada, era un lugar tranquilo y sin cambios, hasta que todo cambio dramáticamente y el universo — aquel lugar donde no ocurría nada relevante— se tornó cambiante. Surgieron luz, átomos, moléculas, estrellas, planetas, galaxias… evolucionando a todos los niveles, físicos y químicos hasta que algo ocurre: la homeostasis, donde parte de esa materia, de ese universo, decide (diríamos hasta que conscientemente) no seguir el ritmo, y aislarse: surge entonces la membrana: la vida; sin embargo, uno no puede aislarse completamente del entorno —más aún en ese entorno de cambios violentos, viéndose obligado a evolucionar— utilizando entonces su membrana no tanto como aislante, como para estar en contacto (conectarse, a modo digamos de antena, para la recepción de información útil) con el resto y poder adaptarse al entorno cambiante: convirtiéndose (por recepción y añadiendo información) entonces a su sistema experto: un sistema que consume energía y produce información Una información que difiere de las demás, pues es una información de un sistema experto, que aprende, (y recibe información por la misma membrana (antena), y se adapta y diversifica hasta que una parte de esa vida y del universo es consciente de ese proceso. Se diría, así, simplificando, que la vida tenía como objetivo esta finalidad; la consciencia: y que por esta consciencia, yo me lo pueda explicar y explicar que sea, soy consciente de ello. Entender que me alimento para sobre vivir de lo externo, que es información, que luego utilizo para producir información. Que por la membrana, una especie recibe de otra aquello que otra la puede ayudar, eso entiendo. Que solo… no soy nada: si no doy, si no recibo.
Así,
es la propia pregunta al cuestionarnos nosotros por el universo, al
preguntarse el universo y por sí mismo (a través de nosotros), la que da
sentido a la misma pregunta y al universo a la vez. Decir vida y universo es
por tanto, decir en esencia lo mismo. Preguntarse por el sentido de lo uno - la
vida, es preguntarse igualmente, a la vez que le damos sentido a lo otro - el
universo. ¿Por qué una estrella? ¿Por qué un planeta? Nadie se pregunta por el
sentido de un planeta, tal; entendemos, es consecuencia de un orden, y de un
propósito en el cosmos —orden y propósito que aún no entendemos del todo— como
parte de la evolución de la materia, la misma que desemboca en la vida y
luego medrará hasta, si se dan las circunstancias favorables, en la consciencia.
Y he aquí, donde las preguntas de nuevo equivocan el sentido en tanto al
preguntar, por esta maravilla llamada “consciencia”.
Mente,
consciencia y cosmos
Es posible, según muestran algunos ensayos y experimentos, que la realidad, o buena parte de ella, no exista: o mejor dicho, no se muestre tal es, si no está siendo observada. Quizá cuestionada, si no le preguntamos, mas allá de preguntarnos. Por tanto, podría afirmarse que el observador conecta, y afecta a lo observado, no tanto al observar (pasivamente), sino al preguntarle directamente a realidad. De modo que: "Cuando se mide el comportamiento de una partícula por medio de la observación, se está influyendo sobre su estado natural" pero quizá, al preguntarnos, o preguntar a esa partícula directamente, esta influya igual y directamente sobre el nuestro. Pero, Ay, de lo que guarde nuestro corazón entonces, y abierto a quien observamos. (Quid pro quo) hermano. 'algo a cambio de algo' (intercambio de información: la antena, recuerdan) si afectamos siempre es en dos direcciones: dime qué quieres de mí, y te diré quién eres. Y Eso hemos estado haciendo, en la física, biología, astronomía… diciendo al universo quienes somos… y ahora ¿qué?, hermano. Esta idea no es nueva: en tanto a que el universo es indisociable de la vida mental de los seres que lo habitan.
Recuerdo
un artículo de David J. Chalmers —uno de los mayores científicos en su campo,
al menos entonces 2001— donde se preguntaba por la consciencia: “La mente
consciente, nos dice David J. Chalmers, nos es, a la vez lo más familiar y lo
más misterioso del mundo. Nada hay que conozcamos de forma más directa y, sin
embargo, nada más complicado que ella”. Parecería así que quisiera entenderla,
y de nuevo, nos preguntamos por la leche, antes que por la vaca, y aquello que
la contiene: el universo. Este es un error muy generalizado en los científicos
(los payasos del circo mundial): cuando la respuesta a su pregunta está
respondida desde hace milenios: la consciencia, más allá de lo que pretendamos
que és, existe para que los seres vivos que la poseen, la utilicen (siendo esta
el fruto más extraordinario de la vida): un poder, una luz que alumbra en esta
parte pequeña del universo, y permite a éste reconocerse a sí mismo, justo
cuando la especie elegida deja de mirar al suelo y dirige su vista a lo
profundo, a las estrellas. Así, la cuestión no debería ser tanto ¿qué es la
consciencia? sino, qué hacer con ella, como darle una utilidad
significativa y positiva. Quizá, en este sentido ayudaría aquella simplicidad de nuestros
antepasados, pongamos hace, 2.000.000 de años, cuando comían la banana del
árbol, sin cuestionarse, por qué estaba ahí, o, por qué el bananero daba bananas.
Ellos, sabían qué hacer con la banana, tenían claro para qué les servía: la
comían, eso bastaba; pero, bastaba no solo para seguir adelante con sus vidas,
sino igualmente sirvió a la especie para evolucionar (y digo evolucionar, no
saciar su curiosidad como una especie sobre otra) como todos podemos comprobar
en nosotros mismos, si es que podemos llamarnos evolucionados. Por tanto, quizá
pueda, en estos tiempos cientificistas ayudarnos a ver las cosas más claras, la
actitud de aquel sencillo homínido: que sin necesidad de perder el tiempo
pensando en lo que es algo (la banana / la consciencia) daba buen uso a esta,
que tiempo habrá y tendremos de entenderla, si llegamos a ello. Pues, desde que
aquel primo lejano cogiese las bananas del árbol, dándole una correcta utilidad
y servicio, parece que nos hubiésemos atascado, en algún momento, no habiendo
aprendido demasiado, algunos dirían: incluso nada. La metáfora sería, la
humanidad murió de hambre mirando la banana, a punto de averiguar
qué era y cuántos átomos la constituían, sin darle previa
utilidad a lo que servía. Comerla!
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