Hemos llegado a un punto en el que la cantidad monstruosa y constante de estímulos –de todo lo nuevo y excitante– a la que estamos expuestos es abrumadora, sobrepasando hoy cualquier estado o exposición anterior del ser humano: las noticias, los datos e imágenes, las mentiras y verdades se suman a la reiterada sucesión de sonidos en una anarquía feroz a la vez que desconcertante, de forma que cada nueva idea que llega a nosotros expulsa a la anterior, antes siquiera que tengamos tiempo de considerarla. Los peores horrores del hambre, la guerra y los desastres naturales, junto a las más aberrantes pesadillas de violaciones, matanzas y el fin del mundo llegan a nosotros junto a ideas estimulantes de amor y esperanza en una renovada humanidad; pero ninguna de ellas sobrevivirá más allá de unos minutos en nuestra mente, antes de ser arrastrada por un nuevo enjambre monstruoso de información, que luego olvidaremos igualmente en unos minutos. Nos hablan de crisis; pero no hay crisis sino en la conciencia.
Las personas ya no se detienen en nada, reaccionando continuamente a (ataque, negación y contradicción) estímulos que les llevan de aquí para allá: a nada concreto y a todo. Luego la distracción se ha vuelto el premio final, donde distraerse todos juntos es cumbre y final de la socialización. De este modo la ambigüedad se convierte en el resultado último, que define la actitud que el ser humano tiene hoy con el saber de las cosas, adquirido a partir de sus distracciones y no por el conocimiento o estudio, acrecentado por el acceso indiscriminado a la información que permite a cualquiera decir cualquier cosa, cuando se hace imposible discernir entre lo que ha sido y no ha sido examinado, contrastado y expuesto a juicio, produciendo una indiferencia generalizada (a nadie le importa la verdad) en tanto a un mundo, donde todo parece auténticamente comprendido, pero en el fondo no lo está. Y esto se percibe con mayor virulencia al hablar de las Redes Sociales, donde no interesa a nadie la verdad y solo importa la desmaterialización: el Metaverso, lo conceptual, relativo y sin valor: la quimera que alimenta el tejido de un cosmos creado para sí mismos; dentro del mundo que otros han creado para ellos; dentro, de una sociedad que han creado para el conjunto y ahí, encerrados todos juntos, la felicidad es absoluta: lejos de la realidad y el mundo…, bombardeado por los medios a cada segundo, recibiendo cuando no exportando absurdeces y tonterías a cada hora, a cada segundo, todos los días.
Si no levantamos la cabeza, esta lluvia abrumadora de estímulos perfectamente delineados y pensados para mantenernos aglutinados frente las pantallas, nos hará prisioneros otra realidad que se pretende hagamos nuestra: esa es la enfermedad actual y también el problema, que como la demencia nos aleja de la propia existencia y de la realidad hacia la nada, e impide centrarse en el instante: en uno mismo y en poder vivir naturalmente. Al final te olvidarás de todo y nada dejará huella. Estarás exiliado y extraño a la verdadera realidad, donde paulatinamente será evidente cierto entumecimiento intelectual frente a todos esos problemas del mundo. Toda esa información a la que reaccionar, nos volverá víctima de una parálisis que nosotros mismos propiciamos: incapaz de intercalar la acción con lo real, lentamente serás enterrado por la Nada, lejos de todo lo que realmente eres y deberías hacer: silenciado por esa misma información que entre todos hemos alimentado. Y mientras tanto, el mundo seguirá girando, y como nosotros muriendo cada día un poco más. La realidad y el tiempo, la vida y las estrellas pasarán, sin que seamos mínimamente conscientes de todo ello: distraídos en esta celada infinita de quimeras y mentiras.
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