No hay razón para acercarse al abismo, muchos se hunden de bruces en el, aún así, he caminado su borde y respirado su aire. Tome conciencia de él hace mucho tiempo, aunque, siendo honesto he de decir que siempre lo advertí. La senda que transitaba no terminaba en él: nunca lo hace, solo lo rodea. Aún así, durante algún tiempo, y en la medida que mi entendimiento podía tolerar, acercándome, intentaba entender lo que ese vacío representa. Busqué ver con mis propios ojos su fondo, con la esperanza de hallar algo en él, pero jamás encontré un fondo más allá de unas simas sombrías donde parecían abrirse nuevas oquedades y grutas, cavernas sin número que delineaban fronteras entre mente y mundo. Un vacío que como una nada, con el tiempo, a medida que lo contemplas te abraza, revelando aquello más absoluto, invitándote hacia lugares entregados a la embriaguez de lo absurdo; mientras adviertes la pérdida paulatina de todo horizonte. Es pasado ese punto, cuando mirar o no, es solo otro modo de permanecer. Bien es cierto, que con ello probé algo más que valentía: que no hay fondo donde no hay nada. Así he sentido ese vacío: esa nada; aunque, cualquiera puede asomarse y comprobarlo por sí mismo que mi admiración tendrá, pues quien sin estar obligado, intenta alcanzar tal conocimiento prueba, sin duda, ser audaz hasta la temeridad, y suponiendo que la razón del individuo no perezca en el fútil intento, de regreso éste se encontrará ya tan lejos del entendimiento, que jamás podrán sus semejantes siquiera comprenderlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario