EL PROBLEMA DE LA NADA DESDE LA ANGUSTIA (Una Visión Subjetiva) / La Nada y el Hombre

Jordi Maqueda  / EL PROBLEMA DE LA NADA DESDE LA ANGUSTIA  / Filosofía ReflexionesObservaciones



CONCLUSIONES

Jordi Maqueda / EL PROBLEMA DE LA NADA DESDE LA ANGUSTIA

Introducción 

La posición de Heidegger no admite dudas: «la piedra de toque más dura, pero también menos engañosa para probar el carácter genuino y el vigor de un filósofo está en si él experimenta en el ser del ente, al punto y a fondo, la cercanía de la nada. Aquél a quien esta experien­cia le esté vedada quedará definitivamente y sin esperanza fuera de la filosofía». Pero no sólo Heidegger. También Nietzsche había señalado algo parecido en un fragmento del 10 de junio de 1887: «Pensemos ahora esta idea en su forma más terrible: la existencia tal cual es sin sen­tido y sin finalidad, pero volviendo constantemente de una manera inevitable, sin desenlace en la nada: 'el eterno retorno'. Esta es la forma extrema del nihilismo: ¡la nada (el sin sentido) eterna!». La experiencia de la nada está pues ligada en estos dos autores, Nietz­sche y Heidegger a la experiencia del nihilismo. —Remedios Ávila Crespo.

Acerca de la manifestación accidental y traumática de la Nada

Generalmente tomamos atención de algo, conciencia de algo, casi de forma accidental. De la misma forma que venimos al mundo, accidentalmente y sin desearlo, así descubrimos la mayoría de las cosas. La historia de la ciencia, sin ir más lejos ha estado marcada por una larga sucesión de descubrimientos casuales — ej. la radiación de fondo de microondas— por lo que el descubrimiento de algo puede llegar por casualidad y no por elección o ir a buscarlo. De hecho, los expertos estiman que aproximadamente la mitad de todos los descubrimientos científicos, de alguna forma, son “accidentales”. Y la Nada, pues parece no ser ajena a este albur, quizá por ello muchas de sus manifestaciones se dan en circunstancias accidentales, casi digamos que traumáticas según entendamos estas: Heidegger describe su manifestación a partir de la angustia (su angustia), Jünger remite estadios relativos al suicidio y otros la relacionan desde una óptica científica neurofisiológica, bajo los efectos de anestésicos, donde se afirma que la percepción es la de no-ser.

Parece razonable entonces preguntarse ¿puede ser tal experiencia de la nada, de ausencia [de no ser], venida de un evento traumático? Debemos recordar que toda experiencia de la Nada, de darse, será una experiencia subjetiva. La recepción, experiencia, percepción de esta se dará únicamente al que la experimenta, no a quien mire o lea o escuche como se experimenta. Cierto, existen otras concepciones referidas a la Nada y como concebirla, llegar a ella o a través de ella, como por ejemplo el vaciamiento, punto central este de la enseñanza de Eckhart "la Gelassenheit" (dejación o vaciamiento). El mismo san Juan de la cruz, nos refiere aquella noche oscura por la cual pasa el alma para llegar a la divina luz. "Hay que oscurecer", nos dice, adormecer los sentidos, el alma tiene que permanecer en la oscuridad y abandonar todo (incluso tu relación con dios: lo que la iglesia predica) Hay que oscurecer los sensitivo y racional —, dice una y otra vez en sus libros: no dejar entrar nada a la mente, ni siquiera sentimientos o pensamientos devotos, hay que permanecer vacío: Permanecer en lo oscuro, en (la nada). Luego están aquellas derivadas de enseñanzas orientales, pero no será este texto el momento de tratarlas.

Pero y volviendo al ámbito concreto y traumático de la Nada, hay algo que creo puedo aportar y afirmar a partir de la propia experiencia, alrededor de unos acontecimientos que podrían ofrecernos un conocimiento “teorético”, a través del testimonio en primera persona que puede dar una persona viva, en tanto a dos situaciones: una cuando nos encontramos frente a los momentos más críticos de la vida —frente a la oscuridad y el silencio absoluto tras un accidente y a las puertas de la muerte―; y otra: cuando las dificultades hacen aflorar esa espiral dolorosa relacionada con la angustia, frente a un desahucio por ejemplo, —o la noticia de un cáncer que amenaza y pone fecha de caducidad a nuestra existencia— a la que acompaña una desgarradora sensación de ansiedad donde solo encontramos abatimiento, dolor y sufrimiento.

PRIMERA EXPOSICIÓN

Una aproximación primera y subjetiva a la Nada desde el vacío circundante próximo a la muerte tras un  accidente.

«Entre hombre y Nada se atraviesa la sombra de dios», (Gómez Dávila)

Hace mucho tiempo, quedé diez días en coma: tenía ocho años de edad. Hace algunos menos, me ocurrió algo muy parecido: un accidente me dejó apenas sin sangre y en unas condiciones en las que me fue de muy poco, minutos, tener que buscar casa en el otro barrio, estando luego por días en lo que yo llamo “la frontera” con un pie a cada lado de ella: entre ser y el no-ser. De ambas situaciones recuerdo más bien poco, casi nada de aquel tiempo entre Golpe y Despertar. Pero quizá de la segunda, y al ser preguntado, a fuerza de recordar, una imagen me venía siempre a la mente, la misma: oscuridad y silencio, una oscuridad azulada que no era indiscutible oscuridad, sino una ausencia silenciosa, un vacío donde nada ha de ser, y el propio yo ha de ser nada, pues ni las extremidades solo vacío veía, y aquella armonía que como el blanco refuerza la idea sobre la pared que todo está bien: donde debe estar, en el preciso lugar y en su preciso momento. Momento, por cierto, ajeno a pasado o futuro 1 (más un ahora) un intervalo tendido /una imagen finita sustentada a un instante a la vez infinito en el tiempo: sin canjes o permutas, y la sensación de tener que esperar / esperar a despertar o quizá el tránsito que ha de atravesar todo ser y toda nada; y, sin embargo, nada temía, ni a la misma muerte. Sencillamente, estaba donde debía, pues por alguna razón aquel era mi lugar.

Muchas veces después me pregunté, si tras aquella luz azul-oscuro que delimita aquel espacio había algo o nada más; si alguien o algo juzgaba mis actos, o me observaba (“Haya o no dioses, de ellos somos todos siervos” - decía Pessoa) o, si sencillamente y tras de aquella última y débil cortina de luz se encontraba la verdadera oscuridad: como si entre hombre y nada uno atravesase la sombra de Dios”. Luego, pasados muchos años, probablemente a raíz de algunas de mis lecturas, una nueva pregunta fue tomando forma en torno a qué fue todo aquello. ¿Fue una experiencia de la Nada? ¿Me encontré de frente a la Nada? [Del mismo modo que se puede experimentar el morir, pero no la muerte. Según esto, es también pensable el contacto inmediato con la Nada —Jünger] pero entonces ¿a qué terrible precio? Habiendo estado al borde de la aniquilación o, “como es el caso de Malraux y Bernanos, cuando describe la nada en relación con el suicidio abrupto” (Jünger). Lo cierto es que lo ignoro, y solamente puedo dar fe y declarar: no de lo que vi, sino y subjetivamente lo que creo vi en aquel estado.

Quizás sea esta la particular y vaga experiencia de la Nada de un joven motorista despistado, más hábil en la montaña y los volcanes que en la introspección. En todo caso y después de aquella, mi experiencia con la nada ( de serlo) —por cierto y visto desde esta perspectiva: extraordinaria y fascinante— podría iniciarse toda una filosofía, o al menos algo parecido se deduce de las palabras de E. Jünger, que en un escrito publicado con ocasión del 60 cumpleaños de Heidegger, escribió: «Quien menos conoce la época es quien no ha experimentado en sí el poder de la nada y no sucumbió a su tentación»… y aquí estoy: sucumbiendo. Pero antes de finalizar quiero añadir, por los que puedan pensar que se tratase a los efectos de la anestesia total, que he estado después bajo los efectos de esta, debido a sucesivas operaciones que necesitó la pierna, y las sensaciones no fueron las mismas, jamás volví a ver o sentir presente en aquel espacio vacío, pasando con la anestesia de la oscuridad total, al estado de consciencia de forma inmediata.

[1] (quiero decir sin pensamientos, de recuerdos pasados o aspiraciones futuras)

SEGUNDA EXPOSICIÓN

Una aproximación subjetiva a la Nada desde la angustia del hombre

Por supuesto, igualmente he tenido la experiencia de la angustia, pero, desafortunadamente, no estoy de acuerdo en las apreciaciones sobre ello. Y no quiero decir que esta, la Nada, no tenga que ver directamente con ser, sino con la angustia del ser. Pues, aún sintiendo ese vacío-angustia existencial, no encuentro ahí lugar: en la angustia, ni razón para afirmar, conocer y entender algo que pueda partir de esa angustia (de la que hay que huir); como tampoco tengo claro, si uno, al estar frente a ella, a la Nada, mantiene sus capacidades para reconocerla y considera como tal, o si tan siquiera es capaz de considerar nada frente a la Nada. Me explico, y o haré a partir de este texto: [“la cuestión de la Nada está implicada en la vida del que la entiende y esto afecta directamente en su percepción antropológica”. Y, “Por tanto, concebir al hombre desde la Nada propiciará, ineludiblemente, que se tenga que replantear la concepción que se tiene sobre lo que es mejor para el humano mismo, es decir, las ideas sobre lo que significa el Desarrollo o la superación del humano” — Contemplar la Nada, Un camino alterno hacia la comprensión del Ser (Héctor Sevilla, doctor en filosofía). ¿Entender la nada? He sufrido dolor: muchísimo, pero no entiendo el dolor, ni siquiera lo recuerdo, por suerte; he amado, pero no entiendo el mecanismo del amor; he estado a las puertas de morir, pero no entiendo la muerte; he sufrido y menos aún entiendo el sufrimiento; conozco muy bien a algunas personas, pero no las entiendo; vivo, creo que plenamente, pero soy incapaz de entender el sentido último de la vida: ni siquiera sé por qué estoy aquí, en el mundo: yo no lo pedí y, por supuesto mis padres tampoco, pues me abandonaron: posiblemente haya una razón, eso espero. De modo que al leer el párrafo anterior de Héctor, al que admiro, me encuentro desarbolado e incapaz, pues no parezco entender nada, ni siquiera siendo aquello a partir de mi propia experiencia; así pues, ¿cómo podría yo entender la Nada? Y menos, que ésta parta de una angustia que de manera consciente con todas sus fuerzas mi naturaleza rechaza, y que doy por sentado: ninguno queremos conocer, menos experimentar (esa angustia) aunque la experiencia te dé, o nos dé eso: la experiencia sobre un ámbito tormentoso de la existencia. Sobre todo, cuando los que hemos surcado a menudo esas aguas lóbregas y tempestuosas, conocemos de sus corrientes, y si bien es siempre desagradable, como Sísifo, transitamos el páramo cada vez con menor aflicción, e incluso a veces con cierta sorna diciéndonos: “otra vez aquí”: como si aquél también fuera nuestro lugar, otro hogar diferente, del que ya muchos tenemos incluso llaves. Pues si algo es propio del hombre es la costumbre y a todo se acostumbra el hombre —incluso a los infiernos si se da el caso— y la angustia no es ni de lejos el infierno, pero la Nada es otra cosa; algo que no puede estar donde uno está de ningún modo; acaso, podrá estar cuando [estés, pero ya no-estés] y esa es su terrible realidad: como cuando al asomarnos temerosos a ella se intuye el rostro de la muerte—frente al hombre— que la abandera. De tal modo, y según se entiende de una determinada línea de textos y pensamiento, respecto a lo que nos ocupa, buscar la Nada parece más que un camino de conocimiento, de aceptación de una realidad que choca de frente con el motor y voluntad de todo hombre, de su propio sentido, o la comprensión de sí mismo: un abocarse a los abismos, en busca de la Nada, azotado por la zozobra y unas circunstancias adversas, cuando solo pensar en ello ya antecede lo pavoroso, no digo ya la experiencia (y no digo con ello que la angustia no tenga su interés, su qué, y su razón de ser) pero si este es el camino, consciente, luego no es de extrañar que desde otros ámbitos hayamos hecho de la Nada: de la desconocida/ la temida una conocida, transfigurada: banalizada, haciéndola así más soportable y cercana a nuestra realidad y comprensión. Pero las preguntas en este caso serían, una, ¿por qué, relacionamos la nada con la angustia? (más adelante lo veremos). Y luego, ¿de quién fue la idea y el trabajo de mostrarla en este entorno tan calamitoso del ser humano, y no en otro o fuera de él? Acaso, ¿se debe ello a circunstancias especiales que condujeran hasta tales conclusiones y no a otras? Historia, formación, entorno histórico, personal, etc. Y por último, ¿qué encontrase Heidegger la Nada en la angustia de su experiencia, como yo experimenté la mía, es óbice para que otros puedan encontrarla en otro sitio? Y de vuelta, ¿Por qué la angustia? Pues no parece este estado de ánimo/entorno (tomado por entero por la propia angustia) lugar para otra cosa que no sea angustia (hablo por mi experiencia). Jünger afirma que Heidegger da en la diana al afirmar: “La angustia es un estado de ánimo totalmente particular, indeterminado. Cuando llega se le percibe en todas partes, pero, sin embargo, es imposible localizarla en un sitio exacto”. Y Sí, tal vez es el estado de ánimo fundamental del hombre, ese extraño ser que atraviesa el tiempo y en su lucha contra la Nada ha de hacer frente a dos pruebas inevitables: la de la duda y la del dolor. (Jünger). Pero prestemos atención a esto último, es interesante, pues y aunque nos sea imposible localizar la angustia en un sitio exacto, lo que si localizamos inmediatamente es el origen de la duda, la desazón que alimenta la angustia, así como el dolor y la razón del dolor que la causa, y que no son la razón de la angustia: sino la misma la angustia.

Una angustia, que por supuesto tiene su (causa-de ser) y su (razón-de ser) pero nada que ver con la razón de permanecer en ese estado, y menos frente a la Nada, suponiendo que en ese estado se pueda acceder, ni siquiera inconscientemente a algo más que a aquello que provoca esa angustia, al menos en la vida real —a menos que no remitamos la realidad, o nuestra realidad se limite a lo afirmado en unos textos, claro está—. Y precisamente sobre esos textos, una vez elaborada la pregunta por la nada, trata Heidegger de responder o responderse a tal pregunta pasando por alto aquellas caracterizaciones de la nada que no nacen directamente de la experiencia radical aludida. Y, respecto de esta última, Heidegger advierte que la nada, lo que ella descubre no es ni un ente, ni un objeto: «En la angustia la nada aparece “a una” con el ente en su totalidad»18. Pero, ¿qué quiere decir este «a una»? Al mismo tiempo que se apartan, todas las cosas se vuelven hacia nosotros, he ahí el sentido de «la escapada» del ente en total: las cosas se escapan de nosotros, y, al escaparse, no parece que deba haber ninguna razón por la que deban existir o seguir existiendo 19. «En la angustia el ente se torna caduco» 20. Y a esta caducidad acompaña una especie de tranquilidad, de fascinación, o de «calma hechizada» 21, que Heidegger entiende como Nichtung (desistimiento, anonadamiento) (22) — R. ÁVILA, (HEIDEGGER Y EL PROBLEMA DE LA NADA).

(18) Qué es metafísica?, en Hitos, trad. H. Cortés y A. Leyte, Alianza, Madrid, 101 (ed. alemana, 113).

(19) Cf. COHN, P., o.cit., parágrafo 155.

(20) Hitos, ed. cit., p. 101 (ed. alemana, 113).

(21) Ib.

(22)La nada no atrae hacia sí, más bien rechaza, pero «en tanto que sentimos el rechazo de la nada, somos a la vez remitidos a lo que precisamente se escapa de nosotros, o sea, al ente en total (…) Es el escaparse de las cosas y el retroceder del Dasein lo que describe el funcionamiento de la nada. Heidegger ha llamado a esto «el anonadamiento de la nada» (cf. COHN, P., o.cit., p. 157).

Veamos, si yo fuese abogado protestaría, cuando en las frases anteriores «En la angustia el ente se torna caduco»/ «En la angustia la nada aparece “a una” con el ente en su totalidad»/  «Y a esta caducidad acompaña una especie de tranquilidad, de fascinación, o de «calma hechizada» 21, que Heidegger entiende como Nichtung (desistimiento, anonadamiento) se sugiere (un predisponernos / se nos dice lo que debemos ver) sobre una experiencia a lo sumo: que siempre será subjetiva ( de él) , pero nadie puede hablar de la angustia / en la angustia, de manera objetiva, afirmando condición alguna de esta: por lo que ninguna persona puede hablar a otra de lo que es, o como es la angustia: su angustia, con cierta propiedad. En todo caso, lo que sí podemos afirmar, todos con propiedad, es aquello que no es la angustia: no es tranquilidad, no es fascinación, o calma de ningún tipo (si no estás en algún estado conciencia alterado bajo efectos de alcohol u otras drogas). Si acaso y obviamente, será algo más parecido a todo lo contrario: intranquilidad, terror, desvelo, agotamiento, temblores, inseguridad, por poner algunos ejemplos: a no ser que no hablemos de las mismas cosas, ni de la misma angustia, ni de las mismas personas o el mismo mundo, sin que todo ello ponga en cuestión el trabajo de Heidegger, lo que lleva a tomar en consideración primero ese predisponer, y luego, que la angustia, no sea exactamente la angustia como todos la entendemos, y se deba a alguna razón, influencia (o predisposición) 



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