Posiblemente usted se pregunte, qué interés puede
tener en este blog un acercamiento a esta curiosa interpretación, que incorpora el principio
de incertidumbre de Heisenberg, y presentada por Niels Bohr a finales de los
años veinte, llamada entonces “idea o principio de la complementariedad”.
Espero, que el texto se justifique a sí mismo, y que al final dicha cuestión
quede, si no del todo, en buena medida satisfecha.
Bohr señaló—corría el año 1927—, que mientras en física clásica (determinista) se concibe que un
sistema de partículas funcione como un aparato de relojería
—independientemente, de que éstas sean observadas o no—, en física cuántica el
observador interactúa con el sistema, en tal medida que el sistema no puede
considerarse independiente del observador: interpretación ésta, participatoria
del principio antrópico.
- Principio antrópico débil
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- Principio antrópico fuerte
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La consecuencia directa de la interpretación de
Copenhague se puede explicar, y entender más fácilmente en términos de lo que
ocurre cuando se realiza una observación, a saber: en primer
lugar se debe aceptar que el hecho de observar una cosa la altera, cambia (modifica / y modifica a nuestra intención de observar dicha cosa, o deseo de que la cosa sea: una determinada cosa (deseo en una forma concreta al deseo, de dicha cosa en una determinada forma), de lo que
se desprende que al observar, se afecta directamente lo observado (afectamos al espacio observado: y observamos con la vista, la retina de los ojos) y, por lo
tanto, el observador estará, por medio de la vista, alterando (entendiendo) la cosa, pero lo hará en función de nuestros saberes y conocimientos adquiridos por experiencia o ausencia de esta en la naturaleza (y angulo y grado de visión igualmente) formando parte en todo momento del experimento, en tanto la cosa observada será: bien lo que realmente la cosa es (mirada holística objetiva), o lo que el observador, bien por falta de ángulo de visión o experiencia desea que sea derivando a una "visión subjetiva".
Finalmente, se habrá de considerar, que toda la información que constituyen los
resultados finales del experimento (definición de la cosa) viene dado por la capacidad del observador.
en este sentido, seria releyendo a J.
Gribbin “En busca del gato de Schrödinger” Ed. Salvat- 1986,
donde encontré una de las mejores explicaciones que he leído jamás, en tanto a
aquello que la interpretación de Copenhague representa, refiriendo un ejemplo
de extraordinaria sencillez facilitado por Eddington, allá por los años
treinta. Eddington, en su libro “The philosophy of Physical Science”, y
refiriéndose al asunto en cuestión, reseñó, que lo que se percibe y aprende en
un experimento, siempre está altamente influido por las expectativas: expectativas (deseo) de quien investiga ¿hablamos de una voluntad ejercida sobre el medio observado? No, no lo creo. Pero mejor, vayamos con el ejemplo.
"Supongamos,
afirma Eddington, que un artista asegura que en el interior de un
bloque de mármol yace oculta la figura de una cabeza humana. ¿Absurdo? Pero
entonces, el artista —un escultor se intuye— comienza a hacer aquello
que mejor sabe: su trabajo, y con algo tan sencillo como un martillo y un
cincel, pasadas unas horas, pone al descubierto la forma oculta". Gribbin,
acertadamente, se pregunta, si sería quizás ese, el modo en que Rutherford
descubrió el núcleo. “Hemos de recordar que el descubrimiento, no amplía el
conocimiento que tenemos del núcleo” —afirma Eddington—. Lo cierto, es que
nadie, ni antes ni ahora, ha visto jamás un núcleo atómico. Lo que se observa
son siempre los resultados de los experimentos, que se interpretan en términos
de núcleos (piensen ahora en términos de montañas). Tampoco nadie jamás encontró un positrón hasta que Dirac sugirió
que podían existir, y hoy los físicos aseguran conocer mayor número de
partículas que elementos existen en la tabla periódica (En busca
del gato de Schrödinger - John Gribbin-1986).
Luego e
Independientemente, de cómo cada cual entienda esta explicación, lo cierto, es
que se trata de un concepto relativo a la realidad tal y como la percibimos,
entendida, no como meros observadores ajenos, sino más bien formando parte
integrante de ella: de la realidad observada en sí misma y, por lo tanto,
interactuando continuamente con ella en tanto así, como la entendemos, la percibimos. Dicho de otro modo: creando una
realidad que somos nosotros y nuestras expectativas y experiencias en ella (piensen de nuevo en términos de montañas). A partir de aquí,
deberán ser ustedes quienes juzguen si cuando miramos hacia el horizonte, "y no en
este caso de lo infinitamente pequeño", vemos un paisaje genuino o, más bien,
en ese horizonte y lo que vemos en él, es aquello: que queremos ver o tememos ver. El mundo,
según Husserl, adquiere sentido por su horizonte / sentido y entendimiento del
mundo, que ha de venir del “asombro”, de despejar ese horizonte (oscuro) dice Zubiri.
Pero entendamos ese horizonte, ese nuevo paisaje que asoma ante nuestros ojos y lo que hacemos como resultado de despejarlo,
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