CUESTIONES A LA INTERPRETACIÓN DE COPENHAGUE, O PRINCIPIO DE COMPLEMENTARIEDAD (Extrapolada al Concepto relativo de la realidad tal como la percibimos) /Jorge Maqueda merchán ⟲ Jordi Maqueda ( Aceuchal, 06207 Badajoz -España)

Posiblemente usted se pregunte, qué interés puede tener en este blog un acercamiento a esta curiosa interpretación, que incorpora el principio de incertidumbre de Heisenberg, y presentada por Niels Bohr a finales de los años veinte, llamada entonces “idea o principio de la complementariedad”. Espero, que el texto se justifique a sí mismo, y que al final dicha cuestión quede, si no del todo, en buena medida satisfecha.

     Bohr  señaló—corría el año 1927—, que mientras en física clásica (determinista) se concibe que un sistema de partículas funcione como un aparato de relojería (independientemente, de que éstas sean observadas o no) en física cuántica el observador interactúa con el sistema, en tal medida que el sistema no puede considerarse independiente del observador: en este sentido Bohr sostenía que la realidad cuántica solo puede describirse a través de los resultados de las mediciones: luego el acto de observar afecta al sistema observado (según Bohr) y no es posible hablar del estado de una partícula sin referirse al contexto experimental en el que se mide. Esto implica que el observador y el sistema forman una unidad inseparable, lo que resuena con ciertas formulaciones del principio antrópico, que sugiere que el universo debe ser compatible con la conciencia que lo observa. Este enfoque fue presentado por Bohr en la conferencia de Como en 1927 y luego discutido ampliamente en el famoso Congreso Solvay de ese mismo año, donde tuvo lugar su célebre debate con Einstein: que defendía una realidad objetiva e independiente del observador, 


La consecuencia directa de la interpretación de Copenhague se puede explicar, y entender más fácilmente en términos de lo que ocurre cuando se realiza una observación, a saber: en primer lugar se debe aceptar que el hecho de observar una cosa la altera (lo mismo cuando miro a otra persona y consciente de ello esta cambia (desde  observar dicha cosa es afectada de algún modo, o deseo de que la cosa sea: una determinada cosa (deseo en una forma concreta al deseo, de dicha cosa en una determinada forma), de lo que se desprende que al observar, se afecta directamente lo observado (afectamos al espacio observado: y observamos con la vista, la retina de los ojosy, por lo tanto, el observador estará, por medio de la vista, alterando (entendiendo) la cosa, pero lo hará en función de nuestros saberes y conocimientos adquiridos por  experiencia o ausencia de esta en la naturaleza (y angulo y grado de visión igualmente)  formando parte en todo momento del experimento, en tanto la cosa observada será: bien lo que realmente la cosa es (mirada holística objetiva), o lo que el observador, bien por falta de ángulo de visión o experiencia  desea que sea derivando a una "visión subjetiva". Finalmente, se habrá de considerar, que toda la información que constituyen los resultados finales del experimento (definición de la cosa) viene dado por la capacidad del observador. 

en este sentido, seria releyendo a J. Gribbin “En busca del gato de Schrödinger” Ed. Salvat- 1986,  donde encontré una de las mejores explicaciones que he leído jamás, en tanto a aquello que la interpretación de Copenhague representa, refiriendo un ejemplo de extraordinaria sencillez facilitado por Eddington, allá por los años treinta. Eddington, en su libro “The philosophy of Physical Science”, y refiriéndose al asunto en cuestión, reseñó, que lo que se percibe y aprende en un experimento, siempre está altamente influido por las expectativas: expectativas (deseo) de quien investiga ¿hablamos de una voluntad ejercida sobre el medio observado? No, no lo creo. Pero mejor, vayamos con el ejemplo.

"Supongamos, afirma Eddington, que un artista asegura que en el interior de un bloque de mármol yace oculta la figura de una cabeza humana. ¿Absurdo? Pero entonces, el artista —un escultor se intuye— comienza a hacer aquello que mejor sabe: su trabajo, y con algo tan sencillo como un martillo y un cincel, pasadas unas horas, pone al descubierto la forma oculta". Gribbin, acertadamente, se pregunta, si sería quizás ese, el modo en que Rutherford descubrió el núcleo. “Hemos de recordar que el descubrimiento, no amplía el conocimiento que tenemos del núcleo” —afirma Eddington—. Lo cierto, es que nadie, ni antes ni ahora, ha visto jamás un núcleo atómico. Lo que se observa son siempre los resultados de los experimentos, que se interpretan en términos de núcleos (piensen ahora en términos de montañas). Tampoco nadie jamás encontró un positrón hasta que Dirac sugirió que podían existir, y hoy los físicos aseguran conocer mayor número de partículas que elementos existen en la tabla periódica (En busca del gato de Schrödinger - John Gribbin-1986). 

Luego e Independientemente, de cómo cada cual entienda esta explicación, lo cierto, es que se trata de un concepto relativo a la realidad tal y como la percibimos, entendida, no como meros observadores ajenos, sino más bien formando parte integrante de ella: de la realidad observada en sí misma y, por lo tanto, interactuando continuamente con ella en tanto así, como la entendemos, la percibimos. Dicho de otro modo: creando una realidad que somos nosotros y nuestras expectativas y experiencias en ella (piensen de nuevo en términos de montañas). A partir de aquí, deberán ser ustedes quienes juzguen si cuando miramos hacia el horizonte, "y no en este caso de lo infinitamente pequeño", vemos un paisaje genuino o, más bien, en ese horizonte y lo que vemos en él, es aquello: que queremos ver o tememos ver. El mundo, según Husserl, adquiere sentido por su horizonte / sentido y entendimiento del mundo, que ha de venir del “asombro”, de despejar ese horizonte (oscuro) dice Zubiri. Pero entendamos ese horizonte, ese nuevo paisaje que asoma ante nuestros ojos y lo que hacemos como resultado de despejarlo, 

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