ACERCA DEL DESTINO - 4-2 : PRECIPITARSE A LAS PROPIAS CONSECUENCIAS

Jordi Maqueda  / PRECIPITARSE HACIA LAS PROPIAS CONSECUENCIAS




II -Precipitarse hacia las propias consecuencias.

Hoy más que nunca podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que pertenecemos a la era de la complejidad y la incertidumbre (S. Pániker). Las barreras que antaño nos recluían en celdas “sociales” apartados de esperanzas y anhelos han ido cayendo. Los hombres no nacen condicionados y las aspiraciones no se ven limitadas, debido a un bajo estatus social. Consecuentemente, desde muy jóvenes todo lo que somos, tenemos o la opinión que merecemos a los demás nos parece insuficiente; nos sabe a poco queriendo más reconocimiento: deseamos sentirnos protagonistas, incluso diferentes al resto de la sociedad. Sin embargo, al levantamos por la mañana la realidad nos saluda, como todas las mañanas: arrojándonos a la cara un jarro de agua fría. Nos miramos entonces ¿Cuántas veces?, resignados frente al espejo, aborreciendo de lo que somos y  nuestra vulgaridad; y nos afligimos por todo aquello que deseamos desde lo más profundo del alma; desde esa misma profundidad por la que igualmente sabemos que jamás lograremos el propósito a alcanzar. Pero he aquí el lugar: “la fortaleza” de nuestro hogar y el instante frente al espejo: precioso lugar y momento, en el que la inconsciencia se despereza y nos mira desde el otro lado con nuestro propio reflejo, susurrándonos con voz grácil y seductora, de tal manera que las palabras adquieren  propia luminiscencia: más cuando «Rotas y sin vigencia, las normas que durante tanto tiempo prestaron contingencia dentro de la sociedad al individuo, no puede este ahora construirse una dignidad, sino del fondo de sí mismo» (Gaset). Pero cuidado: la imaginación es mala cabalgadura para un hombre sensato, lo decía Pío Baroja y no le faltaba razón. Hay ocasiones, en que esas efímeras e inofensivas visiones ( insinuaciones), plagadas casi siempre de buenas intenciones, mueven a despertar profundos deseos y exacerbadas pasiones, que lejos de parecer arriesgadas nos seducen de manera singular: tirando de nuestras almas —desoyendo las advertencias— cuando atisbamos a lo lejos la posibilidad de ir más allá, ser más allá convencidos de hacer posibles aquellos sueños. Se trata de verdaderos orgasmos deslumbrantes de luz delirante y fabuladora (de los que circe ya nos advierte por odiseo), que incitan a mover y cambiar el modo de ser y pensar al individuo: a actuar, creyendo, que si seguimos adelante, lograremos permutar el mísero destino al que se dirige nuestra existencia. 

No negaré que el ejercicio resulta convincente, y más para quien ya se encuentra desilusionado consigo mismo (y lo observamos precisamente en todos aquellos que permutan sus vidas, como si se tratase de ser otro / vivir otra vida). De modo, que la catarsis ciertamente contribuye al embelesamiento, desmantelando así toda defensa y juicio —frente a ese caballo blanco que avanza llamado voluntad—, que el individuo pudiera haber construido, dándole algo de tiempo y así defenderse de su violencia. Violencia devastadora, con la que luego irrumpe arrasando cual salvaje montura pertrechada de etéreas substancias, invitándonos a cabalgar, haciendo frente a las eventualidades del mundo que puedan salir al paso. Muy pocos son entonces los que intuyen el enorme coste y sacrificio que supone tan precipitado juicio; una determinada elección en nuestra vida, sobre todo, cuando se quiere ir más allá de uno mismo. Y son menos aún, quienes cuentan con que la tormenta pueda tragarse, mandando a pique la tan anhelada empresa.

No son pocas las ocasiones, que embarcamos la vida en un frágil junco, construido apenas con algo más que buenas intenciones, y sin saber que nos aventuramos a un mar bravío, seno de frustraciones y desventuras: una travesía muchas veces malograda ya de antemano, por no haber calculado “la infinitud del deseo” ni previsto las dificultades de tan arriesgada singladura. No pasa mucho tiempo para cuando la tempestad arrecia desarbolando las velas: desatando los problemas y volviendo a los titanes en contra nuestra. Sólo entonces nos acordamos de aquellos desestimados consejos y advertencias surgiendo las primeras dudas: recelos primero, que darán paso al miedo, que se agrava durante la noche cristianizado en sombrías pesadillas que una vez manifiestas, se tornan perversas acechando y atormentando al individuo: consumiéndole más que la propia vida. Con ellas se revelarán uno tras otro todos los peores fantasmas, surgidos como demonios no invocados en la noche oscura: duendes que invitados por ese “otro yo” que algunos afirman "todos llevamos dentro", y disfruta martillando lenta la conciencia cuando nos reprocha que quizá nos equivocamos (que no hicimos caso); o aún peor, recordándonos lo terriblemente atroz y absurda en que puede llegar a convertirse la propia vida. Por fin, y una vez ya presa de la red tejida por el caos y la incertidumbre: la misma, donde deposita sus gérmenes la locura, veremos el futuro de forma muy distinta; sintiéndonos, como aquel que tantas veces frecuentó la angustia y la duda, dotándola de sentido, y que de manera elocuente  al preguntarse qué le depararía el futuro, comparó sus sensaciones con las de una araña que desde un punto fijo se descuelga, suspendida, teniendo ante sí siempre el enorme vacío, pataleando sin encontrar un lugar donde apoyarse: víctima de su propia voluntad y precipitada hacia a sus propias consecuencias.


© Jorge Maqueda Merchán (2011)


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1 comentario:

  1. Elsa Beatriz Sabugo
    A través del Grupo Philosophia

    Profunda reflexión sobre las ambiciones desmedidas y fantasías casi siempre irrealizables que lastiman el alma humana con la frustración y el desengaño . Un texto maravillosamente poético.Muy hermoso !

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