HABITAR LA NADA / VOCES EN LA NADA - 5 / Jordi Maqueda

Jordi Maqueda / VOCES EN LA NADA - QUINTA - La Nada y el Hombre

La nada es un espacio inagotable, un laberinto de interminables pasos y caminos. Donde de  el Cosmos reflejado habita en ella como en un santuario; un lugar, donde quiera que fuese y por muy bien que se lleguen a conocer sus laberintos, siempre se tiene la sensación de estar perdido, no sólo en el lugar, sino también en uno mismo. Cuando caminaba dando un paseo, sentía como si olvidase algo atrás; entregado al pausado movimiento de las esferas lograba escapar a la obligación de pensar, y eso me daba cierta  paz y sosiego, frente a la singular angustia iluminada que promete habitar el inmenso vacío. El mundo  estaba fuera y a mí alrededor, delante y detrás, pero dentro no había nada. La variabilidad del entorno y el movimiento hacía imposible prestar atención, pero caminar allí es esencial: moverse y poner un pie delante del otro aunque no sirva de nada, pues fuere donde fuere mientras vagaba sin  propósito hacia todos y a ningún lugar, finalmente todos se volvían iguales, da igual dónde mirará o fuese, tras unos segundos ya no había nada. En mis mejores (momentos) me sentía ausente: un no-estar en ningún sitio y me gustaba; otras veces era como el caos de estar en todos los lugares a la vez, cuando lo único que pedía era algo de paz. La nada era aquel lugar que había construido alrededor y en el centro de todo, y me daba cuenta que no tenía la menor intención de abandonar aquello que no entendía pero me fascinaba, A medida que pasaba el tiempo me encontraba más cómodo: incluso haciendo una buena imitación de mi mismo, de un hombre que se prepara por las mañanas para salir a ningún sitio: leyendo un periódico en blanco y tomando café en una taza vacía, y lo mismo abriendo armarios y eligiendo ropa que no existía. Vistiéndome en una especie de trance entre el existir y no existir. Con el tiempo llegaría a la conclusión de que nada era real, excepto la eventualidad que a todo, incluso a mí definía. Pero eso ocurrió mucho después: todo empezó con un unos números equivocados, una ecuación de camino mal enunciada, un error al calcular sobre métricas reducidas antes a cero...  y luego nada. Un laberinto, una luz y el caos…. y finalmente la Nada: buscando esa verdad acaso también invisible, encontramos teorías como acordes precisos de una ceremonia imperfecta, y finalmente: la nada: ese vacío atrayente que queda como una desesperación ciega que destruye la realidad.... La verdad parece una de las cosas más tímidas y frágiles del mundo, entre sombras siempre maniobrando oculta, y la vida ese breve destello de luz que busca entre la bruma despejando nubes y sombras oscuras, una claridad donde no encontraremos Nada. Atravesamos por ella tinieblas, todas en nuestro interior, hasta salir de esos silencios donde vemos la realidad que surge tras ella… y luego, solos frente a la luz, como personas que abandonaron una vez toda esperanza, pensaremos… ¿Es posible? Tal vez; pero… ¿Entendimos? Tal vez, pero…”

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