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Angelus Novus (El nuevo ángel) - Paul Klee |
Escuela de Fráncfort y Teoría Crítica
(o una Genealogía de la Modernidad)
"El juicio categórico es típico de la
sociedad pre-burguesa: así son las cosas, el hombre no puede cambiar nada. Las
formas hipotética y disyuntiva de juicio tienen su lugar propio especialmente
en el mundo burgués: bajo ciertas circunstancias se puede producir este efecto,
las cosas son o bien así o de otro modo. La teoría crítica declara: las cosas
no tienen que ser necesariamente así, los hombres pueden transformar el ser,
ahora están dadas las condiciones para ello". (Max Horkheimer) [0]
[0]Teoría tradicional y teoría
crítica, traducción de José Luis López y López de Lizaga, introducción de
Jacobo Muñoz, Barcelona: Paidós, 2000, p. 62.
Cualquiera de las dos grandes historias escritas acerca del Instituto de Investigación Social o Escuela de Frankfurt, La imaginación dialéctica (1973) de Martin Jay o La Escuela de Fráncfort (1986) de Rolf Wiggershaus [2], sugieren, si se sabe leer, que no sólo Max Horkheimer crea la Teoría Crítica que identifica a la Escuela sino también los fundamentos que dan origen a Dialéctica de la Ilustración (1944) escrita en colaboración con Theodor W. Adorno, es decir, el texto insignia del pensamiento frankfurtiano.
LA RAZÓN DE LA ESCUELA DE FRANKFURT
Entendemos por Escuela de Frankfurt a un grupo de pensadores o
investigadores: Theodor Adorno, Walter Benjamín, Max Horkheimer, Herbert
Marcuse, Jurgen Habewrmas, Oskar Negt o Herman Schweppenhaüser, Erich Fromm,
Albrecht Wellmer, Axel Honneth e incluso Paulo Freire, entre otros, que se
encontraban inmersos en la tradición de la teoría marxista y quienes se
comprometieron, desde dentro de una “teoría crítica” a desarrollar y defender
la forma auténtica y sus ideas, dentro de lo que sería El Instituto de Investigación
Social, de la Universidad de Frankfurt en 1924 donde iniciaron estos estudios,
y que pretenden hacer reflexión crítica sobre las sociedades industrializadas.
La escuela, de carácter
interdisciplinario, abarcaba estudios y temas que iban desde aspectos sociales
y económicos hasta los culturales. Con ella, se pone en crisis el concepto de
“razón” (entendido éste concepto, en aquel hecho de percibir —y de aceptar
dentro de sí— ideas eternas que sirvieran al hombre como metas, y llamado desde
hacía mucho tiempo, razón) así como la teoría tradicional, dando paso a
la denominada como “teoría crítica”.
El núcleo de la teoría
crítica de la escuela de Fráncfort era la discusión crítico-ideológica de
las condiciones sociales e históricas en las que ocurre la construcción de
toda teoría y la (así mediada) crítica de esas condiciones sociales.
La denominación teoría crítica se remonta al título del ensayo
programático Teoría tradicional y teoría crítica (Traditionelle
und kritische Theorie) de Max Horkheimer del año 1937. Se
considera la obra principal de esta escuela la colección de ensayos Dialéctica
de la ilustración o Dialéctica del Iluminismo (Dialektik
der Aufklärung), compilada y editada conjuntamente por Horkheimer
y Theodor W. Adorno entre 1944 y 1947.
Cabe destacar, y así muchos lo observan y reconocen, que el programa inicial de investigación de la Teoría Crítica de 1937, centrado en la elaboración de una filosofía social de raíces marxistas, a partir de los años 40, entre 1944 y 1947 sufre un cambio en esa misma Teoría Crítica: cuando las principales obras de Theodor W. Adorno y Max Horkheimer no se van a ocupar y preocupar ya exclusivamente de la elaboración de una filosofía social de raíces, a través del origen de sus ideas y valores, sino que pretenden “delatar” mostrando cómo éstas ideas y valores que luego se imponen emergen, igualmente, como producto de relaciones de fuerza. En La Dialéctica de la Ilustración (DI), Horkheimer y Adorno sostienen que el hombre moderno, dejándose guiar por las falsas promesas de la Ilustración —llegar a la madurez y dominar la naturaleza mediante la técnica son fines deseados— se ve superado y llevado a una aparente irracionalidad, donde parecería que ya no es el señor del mundo, sino más bien su siervo. Por lo tanto, La Dialéctica de la Ilustración no sólo es, como se ha dicho, el monumento a una crisis; es más todavía, es también un canto desesperado ante la bancarrota de la civilización occidental y, sobre todo, una interpretación de la Modernidad, que la somete a la característica mirada del proceder genealógico, que pone en perspectiva el presente, remontándose al origen del que procede: una “Genealogía De La Modernidad”. Por último, se advierte —al referir Aquellas Relaciones de fuerza—, que tanto Horkheimer como Adorno sostienen (al igual que Anna Arendt) y tratan de mostrarnos, advirtiéndonos de ellas, analizándolas como fenómeno irracional, circunscrito no sólo a los totalitarismos políticos del pasado, sino como proceso civilizatorio o, deberíamos decir incivilizatorio, más amplio, profundo y más presente de lo que todos imaginamos, en el sentido de que muchas de las actitudes irracionales del totalitarismo pasado hubiesen podido subsistir de diversos modos, moderando y disolviendo su apariencia en la locura cotidiana de la cultura de masas, habiéndose establecido sutilmente en algunas de nuestras instituciones actuales.
BREVE HISTORIA DESDE SU FUNDACIÓN
En octubre de 1930 M.
Horkheimer asumiría la dirección del Instituto de Investigación Social, fundado
en 1923 gracias al mecenazgo de F. Weil, interesado este último, en crear un
centro de investigación social, de alineación marxista, y vinculado a la
universidad (de Frankfurt) pero, independiente de la académica, en virtud de la
autosuficiencia económica (algo que difícilmente encontraríamos hoy día). Por
tanto, desde el principio, las personas vinculadas al Instituto, y con el
propósito de eliminar cualquier traba política a la libre producción teórica y
no comprometer a la institución académica, habían de renunciar —al menos sus
figuras principales— a cualquier compromiso político de carácter público. A
partir de este momento, 1930, con la “jefatura” académica de M. Horkheimer y la
dirección administrativa de F. Pollock, el Instituto para la Investigación Social
se convierte en la Escuela de Frankfurt y su núcleo doctrinal
en la denominada pocos años después, por su director, “Teoría Crítica”. Sin
embargo, del discurso inaugural de en la academia el 24 Ene. 1931, cuando
M. Horkheimer toma posesión de la dirección del Instituto, vemos se
produce un giro interpretativo fundamental para entender los primeros textos de
la Escuela, definiendo que Las fuentes teóricas de la Crítica no se buscarán en
Marx, ni en el Marxismo: buscándose en Hegel, ni tampoco la orientación básica
será la teoría económica, sino la filosofía social.
Bajo la dirección de M. Horkheimer el Instituto de Investigación Social se convierte en “escuela” es una afirmación que puede ser apoyada desde los planteamientos al uso de la sociología en esta cuestión: la existencia de un patrón de integración social, cultural y de género en la captación de los miembros (media y alta burguesía, “condición judía” y sexo masculino), de relaciones institucionales y de una red de apoyo mutuo, y de una “doctrina” —en este caso sería más adecuado hablar de un proyecto de investigación compartido— aceptada en sus aspectos generales. Todos estos elementos permiten que se pueda hablar con propiedad de “Escuela de Frankfurt” (Wiggershaus 10). Sin embargo, el desarrollo de esta Escuela desde 1930 a 1950 no deja de presentar aspectos vidriosos en lo que respecta a su unidad “doctrinal”. La existencia, por un lado, dentro de la Escuela de un “núcleo duro” —formado principalmente por M. Horkheimer, F. Pollock, T.W. Adorno, H. Marcuse, L. Löwenthal y E. Fromm en los años treinta— ni siquiera exento de fricciones relevantes entre sus componentes, y otros investigadores que ocupan una posición periférica dentro del Instituto y que entran en pugna teórica respecto a cuestiones relevantes —por ejemplo, la polémica en torno a la naturaleza del nacional-socialismo alimentada por el enfrentamiento de las interpretaciones encontradas de F. Pollock y F. Neumann— con dicho núcleo, hasta el punto de que se ha hablado de la “otra” Escuela de Frankfurt (Colom González 50-65); y, por otro, la manifiesta discontinuidad entre el proyecto inicial de elaborar una filosofía social en los años treinta y la posterior radicalización de la Teoría Crítica en los años cuarenta del siglo pasado llevada a cabo por M. Horkheimer y T.W. Adorno (a la que ya me he referido anteriormente) consistente en mostrar la dialéctica de la Ilustración que ha regido el proceso histórico de Occidente, y cuya consecuencia directa, a su ver, es la barbarie imperante en su tiempo, lo que prácticamente obliga a poner en cuestión la idea de una continuidad sin fisuras y cambios de perspectiva relevantes en el desarrollo de la Teoría Crítica durante esas dos décadas. (TEORÍA CRÍTICA (1930-1950): DE LA FILOSOFÍA SOCIAL A LA INTERPRETACIÓN GENEALÓGICA DE LA MODERNIDAD.
LINEA DE INVESTIGACION SOCIAL.
((De las Ruinas a la Posibilidad ))
El sentimiento trágico de la vida está pero, igualmente, está arrinconado, cuando no “pasado de moda”― incluso el ángel parece volver la espalda a las ruinas siempre azotadas por la tempestad(1) ― en un mundo en el que se ha reducido instrumentalmente al hombre, donde “la tierra enteramente iluminada resplandece bajo el signo de una triunfal desventura(2); consecuencia de vivir en una sociedad de perdidos: “huérfanos”, debido “al carácter abstracto de nuestra existencia sin mitos(3)”. Personas que viven en un mundo chato, sin el imaginario de lo primitivo (SPaniler) y todo lo que ello supone, adorando en su lugar ―bajo la apariencia de secularización y la elaborada sacralización de la realidad― un dogma que no admite herejía: la tiranía del beneficio: una sociedad despótica, de ansiosos y apresurados; de crédulos en aquella modernidad que con su ciencia nos liberaría, convirtiéndonos en amos, cuando en realidad nos aprisionó y convirtió en sus objetos: la modernidad dominó mundo pero, confiscó al individuo. Y nos desconsolamos ante la realidad, incluso, buscando otra; pero quien se aflige o pierde el tiempo en necedades, es porque quiere o quiere llamar la atención: “nadie dijo nunca que la realidad necesitase de garantías(4)” ¿Garantías de qué? si vivimos aquello que hemos elegido, y elegimos cada día; pero, igualmente, nos seguimos afligiendo: sentimiento éste admisible; pero que, sin embargo, se debe precisamente a la propia convención cultural, que todos hemos consentido “venida de la razón o «instrumentalización» de la razón”(5) (en tanto lo es a sus procedimientos para lograr sus propios fines). Es por tanto, que todas estas dudas “trágicas” sobre “el sentido o no de la vida y la realidad” no merecen ser tomadas en consideración, pues la realidad no necesita garantía alguna de ser probada, sino revisada a razón; Y serlo antes de alcanzar un nuevo "punto de no retorno que siempre advertimos demasiado tarde”(6). Y, si luego "la ciencia ha de ser la autoridad llamada a enfrentarse al oscurantismo -y al exigir tal los positivistas prosiguen la gran tradición del humanismo y de la Ilustración-, entonces los filósofos tienen que establecer un criterio para la verdadera naturaleza de la ciencia. La filosofía tiene que formular el concepto de la ciencia de un modo que exprese la resistencia contra la amenaza de recaída en la mitología y en el delirio y que conecte con las exigencias de la praxis existente. Para ser la autoridad absoluta la ciencia tiene que ser justificada como principio espiritual y no puede ser simplemente deducida a partir de métodos empíricos para luego pasar a verse absolutizada como verdad sobre la base de criterios dogmáticos orientados a tener éxito científico"(7).
1(TW. Benjamin)
2(Dialéctica del Iluminismo, Max Horkheimer )
3(§24, 189 Nietzsche. El nacimiento de la Tragedia)
4((S. Paniker).
5(crítica de la Razón instrumental, Max Horkheimer)
6(Habermas)
7(Max Horkheimer)
((AYER Y HOY))
La observación del pasado: ayer
Hay pasados, no tan lejanos en el tiempo, cuya semejanza al presente nos
asusta, y clásicos, cuya vigencia hoy nos desazona: pues, ambos testimonian las
miserias y abusos que aún perviven entre nosotros, en nuestro mundo postmoderno
y que algunos, no muchos, han denunciado y denuncian. En 1946 Max
Horkheimer, dentro de lo que se llamó “Escuela de Frankfurt
“escribió unos textos, lo que luego sería un libro, titulado: Crítica
de la razón Instrumental, en el que planteaba el objetivo
de investigar la noción de racionalidad o “razón” que sirve de base a la
cultura industrial, dada la oscura perspectiva que a sus ojos, presentaba el
futuro; y acerca de lo cual los pensadores de la Escuela de Frankfurt
(exiliados de Alemania durante la guerra en NY―Estados Unidos) expresan
igualmente su temor, a que muchas actitudes irracionales del totalitarismo
vencido en los campos de batalla subsistieron, moderando y disolviendo su
apariencia en la locura cotidiana de la cultura de masas. Un temor que se
describe a partir de sus propias palabras: Las actuales posibilidades de perfección social superan las
esperanzas de todos los filósofos y estadistas que alguna vez esbozaron,
en programas utópicos, la idea de una
sociedad verdaderamente humana. Y, sin embargo,
predomina un sentimiento general de angustia y desilusión ―(Prefacio,
a la primera ed. Alemana 1967 Zur Kritik der Instrumentellen
Vernunft. Crítica de la razón instrumental)
Si bien el texto del libro se basa, como apunta Horkheimer, en apuntes tomados durante algunos discursos
y debates públicos ―realizados
a mediados de los 40’ junto con Theodor W. Adorno, e influenciados por Walter Benjamín ― la cita anterior, es parte del prólogo escrito donde
expone su parecer, no en los 40 cuando son conjugados los textos, sino en 1967
concretamente, al ser publicada la primera edición alemana, y revelando en
estos más que la propia preocupación: “un sentimiento general de
angustia y desilusión” obvio en la
sociedad, entendiendo en ello, el fracaso como le sucediera al
iluminismo ―que habría de derivar en el horror que todos ya
conocemos― y que de alguna manera, igualmente, entiende que la sociedad
tras la guerra ha fracasado, no alcanzaba el objetivo, aquellos niveles de
humanismo que con tanta ilusión se habían propuesto, es más, nos dice: “Las
esperanzas de la humanidad parecen hallarse hoy más alejadas de su cumplimiento
que aun en las épocas de tanteos muy inseguros todavía, es decir, cuando
eran expresadas por primera vez por los humanistas. Nítidamente parecen
retroceder —sin desmedro de la ampliación de los horizontes de actuación y
pensamiento debido al saber técnico— la
autonomía del sujeto individual, su posibilidad de resistirse al creciente aparato para el manejo de
las masas, el poder de su fantasía, su juicio independiente. El
avance progresivo de los medios técnicos se ve acompañado por un proceso
de deshumanización. El progreso amenaza con aniquilar el fin que debe cumplir
la idea del hombre”. ― (Prefacio, a la primera ed. Alemana 1967 Zur
Kritik der Instrumentellen Vernunft. Crítica de la razón instrumental) En
resumen, tanto M. Horkheimer y T.W. Adorno tras de él, lo que tratan es
de mostrarnos y advertirnos, analizando, presentándonos el irracionalismo,
no como un fenómeno circunscrito no sólo a totalitarismos políticos, sino como
un proceso civilizatorio o, deberíamos decir incivilizatorio, más largo,
más amplio, más profundo y más presente de lo que todos imaginamos. Es por
ello que aquí deberíamos interpretar acerca, no sobre lo que ya nos dijeron,
sino sobre lo que con ello nos querían decir: que el carácter destructivo
del hombre no tiene parangón, ni cerrojos o cadenas que lo contengan, ni
siquiera consigo mismo, y allá donde otros ya hace tiempo se hubieran dado por
vencidos, descubrirá siempre un camino.
“Hay un cuadro de Klee llamado Angelus
Novus. En ese cuadro se representa a un ángel que parece a punto de
alejarse de algo a lo que está mirando fijamente. Los ojos se le ven
desorbitados, la boca abierta y las alas desplegadas. Este aspecto tendrá el
ángel de la historia. Él ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde ante
nosotros aparece una cadena de datos, él ve una única catástrofe que amontona
ruina tras ruina y las va arrojando ante sus pies. Bien le gustaría detenerse,
despertar a los muertos y recomponer lo destrozado. Pero, soplando desde el
Paraíso, la tempestad se enreda entre sus alas, y es tan fuerte que el ángel no
puede cerrarlas. La tempestad lo empuja, inconteniblemente, hacia el futuro, al
cual vuelve la espalda, mientras el cúmulo de ruinas ante él va creciendo hasta
el cielo. Lo que llamamos progreso es justamente esta tempestad.” "Catástrofe", Atlas
Walter Benjamin del CBA
La observación del Presente: Hoy
Encontramos la historia repleta ésta de advertencias hacia el futuro, sobre
hechos luego consumados. T. W. Adorno advirtió que
la modernidad con su ciencia no liberó al ser humano, si no lo aprisionó y
convirtió en cosa, en objeto: la “cosa humana”. Fue esa misma ciencia, desde
instituciones instrumentalizadas, a partir de la que se concibió la
actual sociedad cientificista y burguesa, de la que igualmente se nos
previno, y en la que desde un principio “los aumentos
de libertad aparentemente y promovidos para el individuo, con el tiempo
solo traían consigo la disminución de la libertad real de éstos”. ―H. Spencer 1850;
pasando finalmente, a convertirse esta sociedad en “una sociedad
cerrada” que bajo el disfraz “Pseudo Democrático” esconde
una estructura Totalitaria e Instrumental, basada en productividad
industrial, los mercados, el consumo desproporcionado y la explotación del
hombre por el hombre, ― Marcuse 1967).La Crítica de
la Razón instrumental es otra forma de advertencia, un
análisis de lo que podría estar por llegar o ya esté llegando, a
través del enfoque filosófico sobre la investigación de las Ciencias
Sociales. Pero ninguna advertencia sobre el futuro lo es, tanto como el
presente.
Hoy, próximos a alcanzar el primer cuarto del siglo XXI y, más allá de cualquier duda u opinión, predomina (al igual que mediada la segunda mitad del siglo XX) un sentimiento general de angustia y desilusión ― (Prefacio, a la primera ed. Alemana 1967 Zur Kritik der Instrumentellen Vernunft. Crítica de la razón instrumental). Revelador de ello, y del desencanto del los ciudadanos con la sociedad, es el vago caso que se hace de la realidad o temas relevantes, enfocada la ciudadanía en todo tipo de entretenimientos, distracciones y circo: el circo de la política (elemento polarizador, como el fútbol, pero a mayor escala y que mantiene la llama del rencor en la sociedad y a las personas enfrentadas) y ocupados a los ciudadanos: distraídos de las cuestiones de fondo relevantes. Y solo tenemos que poner la televisión, la de toda la vida y echar un vistazo para darnos cuenta de ello y quedarnos perplejos, perplejos de lo que nos muestran como realidad: gente chillando dada al cotilleo, discutiendo sobre la vida de otros, noticias que nos hacen sentirnos seguros sólo en nuestra casa: guerras, pobreza, asesinatos, secuestros; corrupción política y empresarial, reyes robando, empresas y bancos defraudando, la política en bajos mínimos, todo ello esto último servido para la comida o la cena en los telediarios, como entretenimiento: el “oscurantismo” es lo que tiene: Como si al mostrarlo públicamente, como el niño que se delata, ya no nos debiéramos molestar, es más, incluso darnos por satisfechos y contentos con el castigo y las herramientas que permiten atrapar a la escoria, en lugar de preguntarnos por las herramientas que la permiten. Pero, las nuevas tecnologías, y en contra de lo que se podría súper, no aportan nada diferentes como en YouTube donde no dejamos de observar los residuos estrambóticos de poderes míticos del pasado: mediums y magufos, ufólogos, profetas del devenir —que conviven con las más obtusas fuerzas del futuro— jovencitos de desparpajo dándonos clases de todo lo fútil y situado más allá del bien y del mal, dispuestos a todo con tal de “triunfar en la vida”, evidencia que aquella sombría perspectiva no es tan lejana.
No cabe duda que el capitalismo, dentro del sistema democrático, y mediante diversas maneras ha adoptado formas de manipulación y dominación menos ostensibles que en el pasado; pasando apenas inadvertido, frente a una ciudadanía entregada a la locura del consumo indiscriminado y el ocio, bajo el tinglado bien pertrechado de la industria del espectáculo y la información: los nuevos poderes, que dispensan a los valores culturales el mismo trato que el ignorante, que desprecia su finalidad más propia y los juzga sólo en función del lucro que le reportan: donde todo depende del mercado, y la propia razón se instrumentaliza como otro factor de rentabilización del producto, perdiendo su potencial emancipador. Tal es la situación denunciada por Horkheimer en Crítica de la razón instrumental, donde se demuestra la actualidad de su obra. Es por ello, que procede ser revisada esta obra, su idea, pues de inmediato se podrán observar analogías del pasado en el presente
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