36 -Heidegger / Conclusiones finales a la Nada, primera , segunda y tercera parte

HEIDEGGER

Heidegger, Conclusiones finales a la Nada,
 primera parte

TODO PENSAMIENTO ES HIJO DE SU TIEMPO

HEIDEGGER FRENTE AL PROBLEMA DE LA NADA

EVOLUCIÓN DE HEIDEGGER ANTE LA CUESTIÓN DE LA NADA

Heidegger:
Conclusiones finales a la Nada, segunda parte.
"La angustia como horizonte"

LA ANGUSTIA COMO HORIZONTE

LA ANGUSTIA QUE REVELA LA NADA EN HEIDEGGER
(Explicada al final)

LA ANGUSTIA DESDE LA PERSPECTIVA DE KIERKEGAARD

OBJECIONES A LA NADA ABSOLUTA REVELADA DESDE LA ANGUSTIA


Conclusiones finales a la Nada, Tercera parte. 

"Repensar la Nada"

REPENSAR LA NADA

EL HORIZONTE POSIBLE DE LA NADA

SOBRE LA REVELACIÓN DE LA NADA EN LA ANGUSTIA Y OTROS REVELADORES DE LA NADA

PRIMERAS OBJECIONES A LA NADA REVELADA EN LA ANGUSTIA DE HEIDEGGER
(La nada no como la idea de una experiencia subjetiva)

SOBRE LA POSIBILIDAD DE SUPOSICIÓN PROVERSIVA, A PARTIR DE LA TEORÍA FIGURATIVA DE LA PROPOSICIÓN
(La nada no como revelación, sino como la proposición /posibilidad de una idea)

LO QUE LA NADA NO ES

LO QUE "EL SER" NO ES: LA APARIENCIA
Apariencia es "ser", pero no es "el ser" la apariencia.

PREVALECER, SUPERAR EL ESPEJISMO DE LA NADA


TODO PENSAMIENTO ES HIJO DE SU TIEMPO

Quizá antes de presentar las siguientes conclusiones, deba hacer notar la razón por la que entiendo que Heidegger concibe la Nada, y lo hace de un modo concreto: a su modo, y que no creo se distancie mucho del razonamiento de terceros. En mi caso, creo que puedo hablar del siglo XX con cierta propiedad, habiendo vivido algo más del último cuarto, de un siglo que me vio nacer, sumergido plenamente en este, así como igualmente puedo hacerlo del comienzo del nuevo siglo que me verá morir, cuando ya está presto a agotar su primer cuarto, lo que me sitúa frente a ese horizonte que se abre (o cierra) al que cumplió los 55 años de edad. Sin embargo, no todo es malo cuando se van cumpliendo los plazos obligados en la vida, pues y precisamente esto permite hablar con propiedad, de una época donde las creencias que tenían nuestros padres y abuelos fueron dando paso —como la niebla que avanza en la madrugada— a esa relativa intrascendencia o vacío vital: e incluso indiferencia mostrada por la vida, tan presente hoy en la sociedad y que sentimos muy adentro, aunque se pretenda por todos los medios ocultar ―mírense la tasa de suicidios, violaciones y asesinatos, sobre todo en lo concerniente a la juventud― donde el carácter problemático, la precariedad y la manifiesta falta empatía y de oportunidades del presente, deriva en el desinterés, o en lo que algunos filósofos llaman (época del nihilismo).

Un Nihilismo que todos reconocemos a partir de F. Nietzsche, luego exaltado por otros, a través de sus obras y escritos, las cuales se dieron a conocer durante el siglo XIX, extendiéndose luego su lectura al principio y mediados del S. XX, sobre todo durante los años anteriores y posteriores a segunda Guerra Mundial. Guerras, sobre todo la última, que debería haber mejorado el mundo, pero que por alguna razón no lo hizo, alargándose luego la sombra de este Nihilismo, de la mano de aquellos filósofos llamados existencialistas: Sartre o G. Marcel en Francia, Jaspers en Alemania y otros, que también formaban parte del movimiento llamado existencialismo,muy propio de la Europa de entreguerras, y que arrollaría a la filosofía de su tiempo. Pues recordemos, tanto Heidegger, al igual que los autores antes mencionados crecen y maman de la primera guerra mundial, así como después padecerán la segunda, en todo alcance y consecuencias, de modo que términos como angustia o la Nada van a ser sintomáticos de una generación: de su forma de pensar y hacer filosofía, en una Europa (Alemania, sobre todo) asfixiada tras la gran guerra y luego desolada por la segunda y cuya ciudadanía, pensadores incluidos, vacilaban frente aquellas soluciones políticas y científicas que habían heredado del siglo XIX, por lo que no es de extrañar, que recuperarán para la filosofía, no precisamente aquellos pensadores herederos de la Ilustración que los habían llevado literalmente a la Nada: a la destrucción de toda una generación y sumisión a otras potencias; sino que estos escribirán a la sombra de autores como Kierkegaard o el mismo Nietzsche, y creando a partir de estos una serie de valores con los que poder guiarse en su tragedia y miseria, hacia una vida más fructífera, pero sobre todo: intensa, a pesar del reconocimiento una muerte inevitable y manifiesta durante aquellos largos años de guerra, pero que ellos enfrentan. Siendo, precisamente de ese enfrentamiento ―y reconocimiento de la muerte― lo que más les refuerza; y rechazando aquellos valores tradicionales como la fama, la riqueza o el prestigio social, en favor del libre albedrío, la dignidad, el amor íntimo y personal y el esfuerzo creativo.

La lucha y sufrimiento personal, por tanto, cobran un valor tangible en la sociedad, en cuanto que añaden una comprensión del sentido trágico de la vida, marcando este pensamiento luego, toda la segunda mitad del siglo XX en Europa, de la mano de aquellos pensadores existencialistas y hasta nuestros días, en lo que se podría denominarse “la victoria de la intrascendencia”; y que se suma a la falta ya de interés por las cosas en general y dentro de la sociedad del momento: ese gusto por no-ser y desprecio por todo, que vemos reflejado en el aburrimiento, el absurdo y las ganas de no hacer y estar en nada, donde uno de los temas filosóficos y científicos prevalecientes fue (y sigue siendo) precisamente esa idea de La Nada (como algo que es: tangible). Tanto así, que uno de los textos filosóficos más representativos del pensamiento filosófico europeo, habla y remite precisamente a esa Nada: ¿Qué es metafísica? - (Heidegger) cuyo entendimiento de este, en tanto a entorno y pensamiento de aquel momento histórico, puede darnos a entender o permitir hacernos una idea sobre la preeminencia del pensamiento a partir de la Nada: una Nada reconocida y reconocible en aquellos días y ,os que siguieron, y tan presente como el dolor y la carencia, sumado a la posterior devastación que asolará luego toda Alemania y Europa, siendo a partir de dichas experiencias, de la que el alma angustiada esperaba diese a luz la posibilidad de algo.

El existencialismo o mejor "el existencialista" es, por tanto, un individuo (para sí: auténtico) que reconoce su finitud y afronta la muerte con valor y suma dignidad (sentido último de ser y tiempo). Su existencia es un esfuerzo de hacerse más individual y menos mero miembro de un grupo (o la masa: en Ortega), "el Uno" en Heidegger, que presentaría su dimisión como rector el 21 de abril de 1934, un año después de haber accedido al cargo. Tampoco aceptó el nombramiento como rector en Berlín; es mas, en uno de sus Cuadernos negros, Heidegger explica: «Dejo mi cargo a disposición porque ya no es posible ninguna responsabilidad. ¡Vivan la mediocridad y el ruido!». Al mismo tiempo se trasciende la universalidad —el hombre "en general"—en favor de una mayor individualidad, o sea, el "hombre de carne y hueso" de Unamuno.

Pero, y si bien el interés por la nada y por el nihilismo, sitúan igualmente a Heidegger y Nietzsche ―sálvense diferencias— en la prolongación de una tradición filosófica (Nihilista) que se remonta a Jacobi, de igual forma hay otra tradición filosófica, todavía más lejana, como nos recuerda Remedios Ávila Crespo (Pensar la nada, 2007) y que estos dos pensadores prolongan también, donde encontramos aquel interés primero por el problema de la Nada. Una tradición, que desde Parménides (o deberíamos decir “Parménides”) y luego Gorgias, pasando por Scoto, Eckhart, Dionisio, Juan de la Cruz, J. Beihme, Ángelus Silesius, Leonardo da Vinci, Francisco Sánchez, y que llega hasta Schelling; y donde prevalece todavía hoy, aquella interrogación que ha constituido uno de los núcleos de la filosofía: «¿Por qué hay algo más bien que nada? Pues la Nada es más simple y más fácil que cualquier cosa», (Leibniz ―De Los Principios de la Naturaleza y la Gracia). Pregunta esta, por cierto, que parece luego quedar al margen del pensamiento de Heidegger por alguna razón — me entenderán luego, seguro— pensando no ya este: ¿Por qué hay algo?, o ¿Por qué hay algo más bien que nada?, sino, y a mi modo de ver y entender, cambiando, pero sin expresarlo abiertamente el signo de la pregunta: lanzándose directo a la Nada, en lo que podríamos llamar, un ¿y por qué no la nada?, cuestión, por cierto, que se plantean sutil, o no tan sutilmente hoy muchos, (profesores y estudiantes de filosofía) tal y como se deduce de innumerables escritos, haciendo oídos sordos, como el mismo Heidegger hiciese de sí mismo (inicio de ¿Qué es metafísica?: preguntarse por la nada) o del mismo Parménides que ya advertía de lo infructuoso del asunto, de abocarse a la Nada:. Cuando de cierto, se trata de una pregunta que, como ya advirtiera el mismo Heidegger: no solo parece absurda: sino que lo es, pues no sobrepasa los límites de la lógica y el sentido común, sino que carece por completo de toda lógica y sentido común. Como tampoco entiendo, o me cuesta muchísimo entender, que la angustia sea la respuesta a la llamada de una Nada “que no existe”. Quizás e incluso peor que el nihilismo sea, más que en negarse a ver y escuchar, esforzarse a escuchar y aprender, y hacerlo a partir de la Nada. Pues nada hay de la Nada y en la Nada para el hombre, sino una inmensa oscuridad.

Heidegger
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HEIDEGGER FRENTE AL PROBLEMA DE LA NADA

Si hay algo que no podemos criticar a Heidegger es su insistencia o énfasis en explicarnos y hacernos entender lo que nos quiso decir en su ensayo ¿qué es metafísica? En este sentido y años después de la publicación del ensayo original, Heidegger escribió un Epílogo a este donde se apuntaban las dificultades que impedían la comprensión para muchos lectores de su escrito, en el que abordaba el tema de la Nada y reconociendo así la dificultad que entrañaba aquello: la Nada (desvelarla y entenderlo) si bien, Heidegger, en su argumentación, distinguió entre aquellos que descontentos que procedían de lo enigmático descrito, y los que lo hacían de «la incapacidad o falta de voluntad de pensar» (apuntemos aquí —no estará de más— refiere pensar de otra manera) y que algunos dirán: pensar a su manera. De este modo respondía a quienes criticaban su ensayo, acusaciones que todavía perduran y no solo a ese escrito, pues recordemos que el interés surgido en Heidegger hacia el problema de la nada, vendría a insuflar a su filosofía de un halo extraño, sumado luego la deriva que toma su discurso hacia la angustia, concediendo un papel a los sentimientos fuera de lugar y en particular a esta angustia, y de lo que numerosos críticos entendieron cruzar a la órbita de lo irracional; sin reparar aquellos mismos (críticos) en que la Nada, o precisamente: pensar en la Nada, ya es de alguna manera disparatado y por supuesto irracional. De ahí que se precise de otra manera de pensar (digamos que irracional). Si bien, y sobre aquella dificultad manifiesta a la hora de entender su discurso, siempre se ha dicho (y sobre cualquier discurso que se precie) que si precisa de demasiadas explicaciones, no llegando a reducirse una definición sencilla, es posible que esté en un error, cuando no sea mentira.

Pero de todos aquellos censores, luego igualmente ninguno reparó, explicando el “por qué” se desvía Heidegger de su objetivo principal: la Nada total y absoluta, que va a quedar al margen de nuevo y que posiblemente ya denotaba haciendo patente el problema primero y contradictorio propio del asunto: “Pensar la Nada: absoluta” de manera racional, claro está, que es como luego sería expuesto o se pretendió exponer; incluso cabe el hecho mismo de saberse el propio Heidegger, incapaz para abordar la forma, en tanto a superar las primeras entradas a su propio texto dándole continuidad, entiéndase: sin tener que contradecirse previo el mismo había expuesto "El preguntar por la Nada — qué y cómo sea la Nada—  trueca lo preguntado en su contrario. Pues la pregunta despoja a sí misma de su propio objeto". (¿Qué es Metafísica?, Martin Heidegger), lo que le llevaría a precipitarse y ubicarla racionalmente luego donde solo podía o le encontró lugar, o según tantos, donde él solo la veía, y que luego precisaría, además (para hacérnosla ver a todos) de un lenguaje propio e incómodo de interpretar. Algo sobre lo que algún místico lejano en el tiempo tendría alguna cosa que decir, de un Heidegger novato en nuevos menesteres y pensares, que pretendió o lo que no entendía o no estaba a su alcance, o al menos de la manera racional: “Tres formas asume el conocimiento…/… La segunda estriba en comprender tanto las emociones como ciertos estados de ánimo a través de los cuales el hombre percibe conscientemente algo sublime que todavía no sabe aprovechar”. (Mohidin Abenarabi, sufí, murciano y panteísta) (1)

0) Contradicciones, dificultades, hay muchas en el mundo. Y, sin embargo, tan solo alguna, o algunas, han llegado a ser problema para el hombre. Es preciso, por lo menos, que el hombre "descubra" esa contradicción. Los problemas no se fabrican, se descubren. ¿Cuándo y cómo? No al margen de los objetos, como si los "problemas" fueran nuevos objetos junto a los "objetos" del problema. En realidad, descubrir un problema no es otra cosa, sino descubrir un objeto como problemático o contradictorio.

1) Tres formas asume el conocimiento. La primera es solo información y acopio de hechos con objeto de alcanzar mediante ellos los niveles hiperbóreos de la Inteligencia. La segunda estriba en comprender tanto las emociones como ciertos estados de ánimo a través de los cuales el hombre percibe conscientemente algo sublime que todavía no sabe aprovechar. La tercera se llama Conocimiento de la Realidad; es el último estadio. En él los mortales aciertan a separar lo verdadero de lo falso, a distinguir lo justo de lo injusto, y a traspasar con la mirada los límites del pensamiento y de los sentidos.(nunca quedan atrapados en ellos: en sus pensamientos, aciertan a separar lo verdadero de lo falso, a distinguir lo justo de lo injusto, y a traspasar con la mirada los límites) Científicos y estudiosos se encierran en la fase inicial del conocimiento: es la vida intelectual. Los aficionados a emociones y a la acumulación de experiencias se sirven de la segunda etapa: es la vida sentimental. Un tercer grupo de personas recurre contemporánea o alternativamente a los dos instrumentos citados. Solo el verdadero sufí alcanza el estadio superior”. (Un verdadero sufí jamás queda atrapado en el momento, si no que cada momento de su experiencia le lleva a otro donde la realidad se renueva)(MOHIDIN ABENARABI, sufí, murciano y panteísta.


Heidegger
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EVOLUCIÓN DE HEIDEGGER ANTE LA CUESTIÓN DE LA NADA

Se podría considerar, y así lo hacen algunos, interpretando que el problema de la Nada tiene en Heidegger a lo largo del tiempo tres aspectos bien diferenciados, esto es, siempre según estudiantes, profesores o catedráticos de filosofía; si bien, tales aspectos serían cuatro a mí entender: hasta los años treinta, el problema de la Nada, Heidegger lo relaciona con la afectividad; más tarde, lo relaciona con el ámbito específico del problema del ser (aunque cabría mejor decir ausencia del ser); y finalmente lo aborda bajo una óptica que considera de una forma especial la cuestión del nihilismo. Pero todo ello (y a mi entender) nos dirige hacia un cuarto aspecto o problema, no aludido, pero a la vista de todos y de lo (no resuelto) que subyace de los otros: la imposibilidad (de Heidegger) y desde un principio de concebir, revelar y describir la Nada total y absoluta, en ningún lugar y de ninguna manera, si no es partir de "entes" reveladores que de manera subjetiva (siendo o estando) revelan aquello que no-es/ que no-está: lo que no puede ser al lógico entender (revelado) y donde, además, no sabemos cómo: la angustia revela la Nada (solo que la revela) pero ¿cómo?, / o bien que La Nada revela al ser, pero y sobre todo para qué, y precisamente de ese modo.

Lo que quiero decir, es que de ser una revelación, esta viene siempre con un mensaje implícito: es un mensaje o un conocimiento a partir de algo que se nos revela: es el porqué, o el para qué, que necesitamos saber, o saber para interpretar, e implica siempre la resolución o respuesta a aquello trascendente que buscamos entender (algo), y que ha de servir a un fin relevante. Así, el libro de las revelaciones de Juan, es el medio para entender la voluntad de Cristo, nuestro señor: un mensaje al creyente del mismo Jesús redentor, a partir de las visiones de Juan, para poder conocerlo a Él, a Cristo, y conocerlo también conociendo su voluntad, para con los que están en Él, en cuerpo y espíritu. En este sentido propio de revelación, la revelación de Heidegger no sería tanto la Nada (físicamente) —como en Juan tampoco accedemos a Cristo físico y corpóreo— sino un cómo entender la Nada: que se quiere revelar y luego nos revela al ser, y que lo hace por alguna razón por medio de Heidegger. Pero ahora cabe preguntarse —buscando entender y siendo respetuoso — ¿por qué?, y ¿para qué?; o ¿por qué de esa manera? Quiero decir: ¿cuál era o es el sentido de dicha revelación, todavía desconocido, del Ser a partir de la Nada? Pero también cabe preguntarse, si tiene algún sentido y por qué, la Nada—que no existe, ni puede ser — revela al Ser, a partir de la subjetividad de Heidegger. Pero debemos preguntárnoslo, incluso más allá del sentido que le quieran dar, y que aquellos otros que  siguen a Heidegger quieran entender o interpretar de lo que se nos dice. Aunque esto, entiendo, cabe desarrollarlo y explicarlo.


Heidegger:
Conclusiones finales a la Nada, segunda parte.
"La angustia como horizonte"

LA ANGUSTIA COMO HORIZONTE

LA ANGUSTIA QUE REVELA LA NADA EN HEIDEGGER
(Explicada al final)

LA ANGUSTIA DESDE LA PERSPECTIVA DE KIERKEGAARD

OBJECIONES A LA NADA ABSOLUTA REVELADA DESDE LA ANGUSTIA


Heidegger
LA ANGUSTIA COMO HORIZONTE

La angustia, como todo, ha sido entendida en tanto a, aquello que es a las personas y para las personas, dependiendo de cada momento, cultura y época, por lo que las causas y consecuencias de esta: angustia, dependen del contexto en el que se ubiquen. Aun así, y al igual que otras emociones o conductas, la angustia es experimentada por todos nosotros, los seres humanos, de forma parecida, pudiendo presentarse ante una situación de amenaza o enfermedad seria, como el cáncer, por ejemplo, o también escuetamente como una duda de tipo religioso, o filosófico. La angustia, en todo caso, denota una firma distintiva y a la vez estática: la nitidez con la que el individuo capta el fenómeno se atenúa donde no hay propensión al escape, es decir, no hay una predisposición motora en el organismo que lo capacite, en principio, para ponerse en marcha. Sin embargo, la angustia puede ser adaptativa y acomodarse dependiendo de su magnitud, del tipo de individuo que la padece y de su respuesta. Por lo tanto, el conflicto puede repercutir, negativamente o no, sobre el comportamiento y la salud, como más adelante y dentro ya del concepto, entenderemos a partir de Kierkegaard.

Para los filósofos, ninguna otra ciencia como la filosofía ha conseguido ocuparse tan profundamente de aquello que es primordial en el hombre y para sí mismo y, por consiguiente: de la angustia en sí misma; y es por esta razón que afirman que solo a partir de sus propios postulados filosóficos se puede explicar el contenido histórico y el concepto de angustia (si bien observaremos que tales postulados varían). En este sentido, adentrándonos en el concepto filosófico y definido, nos encontramos frente a una angustia primaria y existencial (Kierkegaard) originaria a partir de la misma entidad del individuo sano; venida o, mejor sería decir: una angustia surgida del hecho mismo de vivir y convivir. Pero prestemos atención a las palabras de Kierkegaard, pues es esta una angustia controlable― y digamos que de alguna manera, incluso sana― “pues es capaz de dinamizar aspectos creativos de la persona, facilitando el rendimiento y la motivación para la realización de proyectos” (Kierkegaard, 1844).

Kierkegaard, considera que el origen de la angustia que el individuo experimenta, se encuentra en su libertad y de esta libertad, y dadas todas las posibilidades (de elegir) surge la posibilidad de fallo, es decir: surge la angustia ante la posibilidad de error; de no tomar la decisión correcta y no alcanzar la meta final: llegando a nada. Pero en Kierkegaard, la Nada, en su sentido más general, no significa el final de todo /ausencia absoluta: muerte, como puede significar para otros pensadores. Kierkegaard nunca podría centrarse en esa Nada, pues no la percibe siquiera como una idea, sino que percibe la nada como la posibilidad de no acertar en el uso de la libertad del individuo, en tanto que a las posibilidades no se actúe de forma adecuada y, por tanto, habla de un presentimiento que es propio, de una nada sumergida en la propia existencia y posibilidades del individuo que yerra y no llega a nada: quedándose en nada. Sin embargo, Heidegger tomará este concepto de Kierkegaard, pero entendiendo y afirmando que la angustia está formada por un doble carácter; de un lado: un fenómeno de hundimiento de los puntos de apoyo; del otro: como generadora de una máxima quietud que deja al individuo que la sufre clavado y fijo en ese nuevo ‘vacío’ (la nada) que surge ante él. Hablamos, por tanto, de una nada y un vacío subjetivo. Luego, y en relación con los afectos (o estados de ánimo) Heidegger se pronuncia, afirmando: “Lo que en el orden relacionado con el ente designamos con el término de disposición afectiva es, en tanto a este ente, lo más conocido y cotidiano es: el estado de ánimo, el temple anímico”- (Heidegger).

Adivinamos de las palabras anteriores, lo que va a suponer en adelante la disposición afectiva o estados de ánimo, en lo concerniente al pensamiento de Heidegger, encontrando precisamente en la angustia una nueva dimensión a su pensamiento. Sin embargo, esta atención que Heidegger mostrará hacia los sentimientos ― muy criticada por cierto dentro de la filosofía― podría suponer, o poner de manifiesto, que la reflexión no vendría tanto de la vía de la razón, como relacionado con un problema o aflicción- (L. Sáez)— y que sobreviene a través o por medio de este sentimiento [La angustia patológica refleja una reacción desproporcionada respecto a la situación que se presenta; este tipo de angustia es estereotipada, revive continuamente el pasado, e imagina un conflicto tal vez inexistente ―(Ayuso, 1988) ...//... Puede darse el caso (en la angustia patológica) de que dichas crisis afloren de forma secundaria o simplemente que las acompañen otros trastornos... El sujeto no se ve capaz de iniciar una acción que alivie el sentimiento que está provocando esa angustia; ese estado de indefensión es el que le impide ser libre. Como consecuencia, esto conlleva un grave y marcado deterioro del funcionamiento fisiológico, psicológico y social del individuo ― Rev. Mal-Estar Subj. v.3 n.1 Fortaleza mar. 2003/ Juan Carlos Sierra; Virgilio Ortega; Ihab Zubeidat)].

Sin embargo, Heidegger no solo da una vuelta de tuerca a la angustia que toma de Kierkegaard, sino que se opone igualmente a la habitual manera de entender estos sentimientos y, por lo tanto: ‘sus propios sentimientos’ (pues hablamos de su entender aquí) afirmando: “estos no son algo irracional, pasajero, sin importancia; tienen, por el contrario, una función clave: «abrirnos» nuestro propio ser, darnos a entender nuestra situación original”. De este modo, lo que se observa es a un Heidegger que se potencia sobre esos mismos afectos, como en una palanca y hacia delante y justificándose; pues él mismo señala que «la primera interpretación de los afectos fue realizada por Aristóteles en el marco de la psicología en el segundo libro de la Retórica». Por lo tanto, Heidegger se remonta primero hacia atrás y luego se prolonga sobre el pensamiento de Aristóteles, encontrando la doctrina de los afectos, ese punto de apoyo que valide y sostenga su teoría. Teniendo esto presente, e imbuido por su propia experiencia, Heidegger halla un significado a la disposición afectiva: lo que llevaría a una filosofía de las emociones ―o participada de las estas― en tanto, que los estados de ánimo son emociones que sentimos: pero, igualmente son [“aquellos sentimientos que hacen que la condición de un individuo se transforme, pudiendo ser de tal grado, que su juicio quede afectado y, siempre acompañados de placer o dolor” (Sobre las Emociones/ Aristóteles, trad. en 1994, 1378 a 20)]. Sin embargo: El estado de ánimo manifiesta el modo “como uno está y como a uno le va”. En este "como uno está", el temple anímico pone al ser en su “ahí”, afirma Heidegger. Pero, es en su análisis de la angustia (1), donde Heidegger tendrá muy en cuenta las reflexiones de Kierkegaard sobre la angustia, otorgando a la angustia un papel filosófico fundamental ―de la misma manera que Kierkegaard antes le otorgaba un carácter educativo― y que resulta de gran interés en nuestras consideraciones acerca de la Nada, a partir de la angustia, en Heidegger.

(1) «La disposición afectiva fundamental de la angustia como modo eminente de la apertura del Dasein»

Heidegger
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LA ANGUSTIA QUE REVELA LA NADA Y EL SER EN HEIDEGGER


Pero si bien en Kierkegaard, la intención primera es desterrar la angustia del todo, permaneciendo no más que lo necesario en ella, en Heidegger encontramos que se pretende lo contrario, permanecer ahí: en la angustia; pues solo de ese modo “La angustia revela la nada” ―nos dice― frase esta, por cierto que observamos entre dos párrafos más extensos, quizá pretendiendo de algún modo señalarla. El párrafo anterior leemos: [Solemos decir que en la angustia “uno está desazonado”. ¿Qué quiere decir este “uno”? No podemos decir de qué le viene a uno esta desazón. Nos encontramos simplemente así: todas las cosas, como nosotros mismos, se sumergen en la indiferenciación. Pero no como si fuera un mero desaparecer, sino como un alejarse que es un volverse hacia nosotros. [En] Este alejarse el ente en total, que nos acosa en la angustia, nos oprime. No queda asidero ninguno. Lo único que queda y nos sobrecoge al escapársenos el ente es este “ninguno”]. Y en el párrafo siguiente: [“Estamos suspensos” en angustia. Más claro: la angustia nos deja suspensos porque hace que se nos escape el ente en total. Por esto sucede que nosotros mismos (estos hombres que somos), estando en medio del ente, nos escapamos de nosotros mismos. Por esto, en realidad, no somos “yo” ni “tú” los desazonados, sino “uno”. Solo resta el puro existir en la conmoción de ese estar suspenso donde no hay nada donde agarrarse.] Una Idea, esta última por cierto, tomada de Kierkegaard, "estar suspensos en la angustia" cuando Kierkegaard refiere “aquella araña que desde un punto fijo se precipita hacia sus consecuencias; viendo siempre ante sí un espacio vacío, en el que no encuentra lugar donde apoyarse”. Ciertamente, ambos párrafos resumen en buena medida la idea que Heidegger propone, entendiendo que se nos invita a permanecer en la angustia (si queremos y a través de la Nada esperar al ser: suspensos) como veremos... Sin embargo, queda saber qué es el “uno” que se angustia; qué es exactamente la angustia y; qué se entiende por la Nada y, de este modo, poder así entender a la frase de Heidegger: su significado.

Uno se siente extraño en la angustia, ¿qué quiere decir? No nos están diciendo yo me siento extraño, o aquel tipo se siente extraño; sino que usa el pronombre indefinido “uno”, (“man” en alemán) (1). Además, se nos dice que el hombre (el Dasein) es en el mundo, bien en la propiedad (de sí-mismo y ‘auténtico’), o bien en la impropiedad (no siendo sí-mismo, sino parte del "uno" / de "los otros": una persona inauténtica). Aquí entendemos el "uno". Podríamos decir que “Ser y tiempo” cuenta el camino del Dasein o el hombre impropio y no auténtico (que es parte del uno /de ‘los otros’) hacia la propiedad (o autenticidad) de la existencia, entiendase: la recuperación de su “sí mismo” de su autenticidad. De tal modo que el hombre (el Dasein) se encuentra extraño en el mundo en la impropiedad de la existencia, dominado (por el "uno"/"los otros"), dicho de otra manera: dominado por la masa / o masas (en términos orteguianos). Esta masa ya referida por ortega, es el uno en Heidegger. Sin embargo, para poder escapar de este dominio de las masas (y su influencia) es necesario que (el hombre/Dasein) se encuentre en un estado de ánimo especial, capaz de hacerle ‘tambalear’, y permitiendo esa fractura que luego permita vislumbrar sobre el horizonte la posibilidad de la existencia propia y no determinada por la masa: los medios, la opinión, los otros... el uno. (Obsérvese cierto retorno a Parménides, cuando nos habla de evitar el camino de la doxa: la opinión, tomando el camino de la verdad).

Entonces, ¿qué entendemos de esto? Acaso ¿es la angustia ese estado de ánimo que, por medio de ella permite revelar la Nada? Efectivamente: así lo afirma Heidegger. Mientras, en Kierkegaard se nos revela la angustia  como aquello que constituye, el punto de partida hacia un acuerdo sobre una vida: la nuestra, ya sin angustia ni desesperación; en Heidegger, esta angustia ―con sus propios matices― es la encargada de revelarnos la Nada. La angustia, por lo tanto, será aquel estado de ánimo que se caracterice (siempre de manera subjetiva y según Heidegger) por su capacidad revelarnos la Nada (que no olvidemos, luego nos revela en sí misma al ser). Pero cómo. Que revelar la Nada sea su característica ontológica (de la angustia), no implica que reconozcamos la angustia de esa manera, sino más bien la reconocemos por ser un tipo particular de miedo: “un miedo sin objeto” (nos dice Heidegger). Sin embargo, discrepo, pues no es ese mi caso ni el de muchos creo; pues no me angustio sin objeto y menos aún tengo ninguna clase de miedo sin razón alguna. Y quizá, sea en este punto es donde  encontramos la eficacia de Heidegger y su constructo, basado en la fe o (veracidad) que tienen para algunos sus palabras, cuando nos atenemos no solo a lo que dice, sino que igualmente creemos a pies juntillas, aquello que nos dice: “pues generalmente tenemos miedo de esto o aquello, pero en la angustia, uno tiene miedo de todo y nada a la vez, pues nada en particular está provocando la angustia; sin embargo, uno se siente completamente amenazado en la angustia, y lo que le amenaza está tan cerca que corta la respiración. ¿Pero qué puede ser lo amenazante en este estado de ánimo de la angustia?:  La nada”, nos dice... pero entonces ¿qué es la Nada?, quiero decir: ¿qué es esa ‘Nada’ que nos hace sentirnos tan amenazados en nuestra propia angustia?

Pues bien, Heidegger llega a ella, a la Nada, y la define como la completa negación de la totalidad de lo ente, es decir: negación, pero no ausencia de todas las cosas, con lo que no hablamos de ausencia del ser, sino de negación: negación del ser. Pero la Nada en su sentido estricto, precisamente habría de ser: ausencia total y absoluta de la totalidad de lo ente y no negación total de lo ente, y en consecuencia esta no es la Nada absoluta, es otra nada: que ciertamente ‘sí’, se revela, y lo hace como la imposibilidad aparente por parte de Heidegger de tratar la Nada absoluta, hecho más que evidente al tomar esta otra salida: la más apropiada para llegar de algún modo/a algún lugar, que él luego nos sabrá explicar, pero que no es la Nada absoluta, sino la negación absoluta del ser: y no hay mayor negación que negar a Dios. Luego, lo interesante del planteamiento (o constructo) planteado por Heidegger no es tanto ya la determinación metafísica de la Nada, como el modo en que, según Heidegger, nos vamos a relacionar con esta otra nada  (y que es negación y no ausencia) en lo que él llama “experiencia fundamental de la nada”. Pero ¿Qué nos revela esa experiencia? “, solo en la clara noche de la nada de la angustia, surge por fin la originaria apertura de lo ente como tal: que es ente y no nada”. Leamos de nuevo: la “nada de la angustia”. y no, la Nada absoluta.

De modo que Olvidando por un momento nuestra desilusión, pues el constructo no nos lleva donde esperábamos, pero, centrándonos ahora en lo que Heidegger, en líneas generales, nos quiere decir, entendemos: que el hombre/Dasein se comprende no solamente como siendo en el mundo, sino también como la posibilidad de ser, o llegar a ser. Que no es un ente acabado (definido y auténtico) sino que debe hacerse a sí mismo, asumiendo el compromiso que deriva de sí, y de su existencia: hacerse/construirse; pero todo esto no es nuevo, ya se adivina en Santo Tomas: cuando habla de que el hombre es autoperfectible para obrar de manera virtuosa y escoger libremente su meta en la vida, sin importar su edad o condición física; y más próximo a nosotros en el tiempo, lo encontramos también en el mismo en Kierkeggard —hombre religioso, por cierto— cuando nos habla de la responsabilidad del existir, del sufrimiento, angustia e indeterminación que ello: el “estar aquí” en “el mundo” le supone al hombre, y que para evitar esta desesperación, el individuo, debe construirse a sí mismo: y dar un “salto de fe” similar al de una vida religiosa, donde dios nos alumbra el salto (Kierkegaard). Luego, Heidegger prosigue: La aptitud de la conciencia es fundamental en el camino hacia la propiedad (autenticidad del individuo) ―afirma Heidegger― por lo que es necesario escuchar su llamada y decidirse a asumir la responsabilidad, que es primera elección del Dasein/hombre, y que debe tomar en libertad, fuera de las ataduras del uno (de los otros), trascendiendo el propio mundo hacia sí mismo, incluso, si queremos ir un poco más allá, hacia ese sí-mismo que aún no-es. Y es en este punto, donde Kierkegaard incita al sujeto a dar un “salto de fe” similar al de una vida religiosa, cuando Heidegger coloca al sujeto angustiado, en suspenso, frente a ese vacío que surge ante él (recuerdan el ejemplo de Kierkegaard: frente al abismo), donde no hay nada donde agarrarse, animándole a dar ese salto de fe y a hacerlo ya: de fe, (Sí) pero, y en este caso en sus palabras (de Heidegger) y a saltar, pero, a saltar no dentro de ese vacío que aparece frente a él en kierkegaard: sino lanzarse al abismo de la Nada (de heidegger), donde no hay nada en apariencia donde agarrarse, aunque con la promesa de encontrar allí algo, donde Nada hay: al ser. Y mi pregunta es: que puede haber ahí:donde no hay nada, y tan universal, que nos invite Heidegger a todos a saltar y soltarnos en el vacío hacia la nada, y él estar en la seguridad de que que nos estrellamos o estaremos en la Nada cayendo, por tiempo infinito en el tiempo.

Aclaración: sobre la nada absoluta y porque afirmo (estando  seguro) que no es la Nada absoluta, ese vacío que aparece frente al angustiado. Sencillamente, porque la Nada no existe, no existe en el plano cognitivo existencial y no existe porque es la ausencia total y absoluta de todo ser, y no puede estar allá donde hay ser. Pues si hay ser, no hay (ausencia de ser: una Nada); pero, y aunque hubiese una Nada, supongamos: la Nada sería y estaría en algún lugar (démoslo por hecho): un lugar en el espacio, de modo que ese espacio donde está, sería algo (donde ahora está algo que llamamos Nada) por lo tanto, no sería tampoco la Nada, pues si hay un espacio: aunque este vacío y haya Nada en él, en ese espacio – ese espacio ‘es’. Y del mismo modo, tampoco podemos imaginar aquello que no existe (eso que llamamos la Nada) sino por medio de constructos y a partir de lo existente, pues la mente puede generar algo nuevo (imaginar) con retazos de lo existente y sobre lo existente ―nadie imaginaría un submarino de no existir ni conocer el agua y los océanos, y luego la posibilidad de estar bajo ella―pero, además, la mente no puede imaginar algo, a partir la inexistencia y total ausencia de ese algo: es por esta razón que llamamos Nada, a lo que se entendió ―en un momento dado de la historia ― que suponían debió haber antes del ser: antes de la primera partícula en el universo, y llamaron Nada a esa posibilidad (que es solo posibilidad / e improbable) de algo que no-es, pues: este habría de ser un no-estado, del que lo desconocemos todo, incluso un haber sido y con razón, pues de la nada: nada puede ser.

Por lo tanto, cuando hablamos de la nada hoy, en cualquier ámbito donde se lea: la nada es, o, es la nada, hablamos siempre de otra cosa que no es la Nada absoluta; que si se quiere puede ser negación, o algunos de los sucedáneos de esta: algo que podemos entender, pero Jamás, “jamás la nada absoluta” pues no-es. (Debiendo hablar entonces, refiriendo la nada absoluta: como aquello que no-es, pues ni puede tener nombre).

(1) [Aclarar que Heidegger evita, utilizar ciertos conceptos que, a lo largo de la historia de la filosofía, se han llenado de prejuicios que ocultan su sentido originario. De ahí la famosa jerga heideggeriana. Pues bien, uno de estos conceptos a evitar es el de hombre, al que denomina Dasein (existencia, en español), aunque traducido de muy diversas maneras. Para Heidegger, el modo de ser de este Dasein es [el hombre es el ser en el mundo y desde este modo de ser debe ser comprendido].

6
LA ANGUSTIA DESDE LA PERSPECTIVA DE KIERKEGAARD

La angustia y la enfermedad mortal representan el origen del existencialismo en Kierkegaard, que se manifiesta como una filosofía personalista, concreta, pero sobre todo cristiana, y que no le es ajena a Heidegger. Por eso ningún otro lugar más a propósito para calar hasta el fondo metafísico que alcanzan los análisis existenciales en Kierkegaard, que en (El concepto de la angustia). Y ningún otro mejor que Kierkegaard, entendiendo el concepto de la angustia en este, para luego entender a Heidegger.

En la vida tomamos decisiones, y estas decisiones nos llevan a realizar ciertas actividades en detrimento de otras, pues no podemos abarcar todo, ni tomar una decisión que nos lleve a dos resultados distintos. Tomar una decisión, nos obliga, por lo tanto, a renunciar a otra posibilidad, y es aquí donde nos encontramos con la angustia (¿tomaré la decisión correcta?). Esa angustia del devenir: el qué será de nosotros y nuestro futuro si me equivoco―en un mundo en el que nos encontramos vacíos y solos― es la angustia a la que se refiere Kierkeggard. Las decisiones son, por lo tanto, importantes, lo que hace que no solo dé miedo tomarlas, sino y más aún: equivocarnos. De ahí la famosa frase «La angustia es el vértigo de la libertad»; o, podemos recordar también aquella metáfora, sobre el hombre que frente al abismo es libre de elegir, si tirarse o no. El mero hecho de que uno tenga la posibilidad y la libertad de hacer algo, incluso siendo la más terrorífica de las posibilidades ―arrojarse al abismo― dispara inmensos temores. Kierkegaard lo llamará "mareo de libertad". Esta libertad, nos dice Kierkegaard, hay que aceptarla tal y como: con sus consecuencias (y mareos) y, por lo tanto, aceptar que conlleve un peso, en el sentido de responsabilidad por esa misma libertad. Pero, igualmente, y para disfrutar plenamente de esta (nuestra libertad) hay que animarse a dar un salto ―a tomar una decisión― y bien sabe Kierkegaard que el vértigo que implica ese salto no es nada fácil. Debemos, por lo tanto, tomar nuestras decisiones y tener fe en el camino que hemos elegido y afrontar esa angustia de libertad, aceptarla, llevándola con nosotros, pero reconociendo la responsabilidad que supone tomar ciertas decisiones: tomarlas sabiamente, meditando las posibles consecuencias. Para Kierkegaard, la vida no es un problema a ser resuelto, sino una realidad que debe ser experimentada en libertad. Sin embargo, la mayoría de nosotros perseguimos el placer con tal presteza que, y sobre todo debido a la prisa, pasamos de largo de nosotros mismos. Atreverse, por lo tanto, es igualmente ‘detenerse’ para poder tomar sabias decisiones: y perder el equilibrio momentáneamente.

De todo ello deducimos, que Kierkegaard nos habla de la angustia, no desde el dolor o el sufrimiento o desde: un pasarlo mal; sino más bien se analiza lo que significa la existencia, el “estar aquí”, la responsabilidad de existir [la angustia e indeterminación que ello: el “estar aquí” en “el mundo” supone al hombre en sí mismo] pues no estamos determinados desde lo racional, ni tampoco desde lo biológico, sino que somos (nosotros: las personas) arrojadas a este mundo con elementos desconocidos y en medio de circunstancias que no podemos controlar, y son imponderables, los que hemos de tomar nuestras propias decisiones. Sin embargo, el ser humano siempre se siente atraído por la falta y la carencia, llevándolo a un sentimiento de desesperación. Para evitar esta desesperación, el individuo debe construirse, tiene que dar un “salto de fe” similar al de una vida religiosa. Así, la angustia y desesperación constituyen la base de partida de un acuerdo, sobre una vida sin angustia ni desesperación: (nada de estar eternamente en la angustia, sino precisamente para destruirla)

7
OBJECIONES A LA NADA REVELADA DESDE LA ANGUSTIA

"La nada es eso terrible que crece haciendo más grande a lo que pierdes, la nada lo destroza todo; es el vacío que queda, como una ciega desesperación que destruye el mundo y no se sustituye por otra cosa, es solo desesperación". - (Gmork)

Por supuesto, he experimentado la angustia, a mi pesar; pero he de decir que no estoy de acuerdo en las apreciaciones que se entienden a partir de la exposición de Heidegger. Y no quiero decir con ello que la Nada, no tenga que ver directamente con el ser; quiero decir: con el problema del ser, entiéndase, relativo a la pregunta ¿Existió algo antes que el ser?, sino más con esa angustia, en tanto esta es reveladora de la Nada ―y me refiero a la única Nada que yo entiendo, y entiendo que podemos entender todos: la Nada absoluta― estando más próximo a la idea que se desprende en relación con angustia, a partir de los textos de Kierkeggard. Pues, aun sintiendo en ocasiones ese estado de angustia frente a un problema, o anticipación de un problema ‘real y concreto’: sea este una decisión importante o una mala noticia, no encuentro ahí lugar: en la angustia, ni razón en ella para afirmar reconocer la posibilidad de que algo pueda surgir a partir de esa situación de manera razonada, o que yo vaya a buscar (sino más angustia todavía o, en una persona sana: la razón misma de huir–de la angustia). Como tampoco tengo claro, sí "en la angustia" se puede estar frente a nada o a la Nada, manteniendo las capacidades cognitivas para reconocerla y considera como tal, o si tan siquiera uno es capaz de considerar nada en esas condiciones, precisamente allí, donde la nitidez con la que el individuo capta el fenómeno más se atenúa y desdibuja / donde al no verse capaz de iniciar una acción que alivie el sentimiento que está provocando esa angustia ―por ser, precisamente, ese tipo particular de miedo (un miedo sin razón y objeto–Heidegger)― la situación conlleva un grave y marcado deterioro del funcionamiento fisiológico, psicológico y social del individuo ― (Rev. Mal-Estar Subj. v.3 n.1 Fortaleza mar. 2003/ Juan Carlos Sierra; Virgilio Ortega; Ihab). Pues mientras la angustia normal (venida de la amenaza real: enfermedad o toma de decisiones) en un individuo sano, no implica una reducción de la libertad del ser humano, sino al contrario, pudiendo potenciarlo a buscar una salida apropiada, como entendemos en Kierkegaard, a saltar, pero luego “la angustia patológica (aquella percibida sin razón ni objeto) se muestra, por el contrario, como una reacción desproporcionada respecto a la situación que se presenta, siendo primaria y profunda; una angustia estereotipada y anacrónica, que revive e imagina un conflicto tal vez inexistente” (Ayuso, 1988). Pero y como dije anteriormente, al final de la otra entrada, no son pocos los que lo hacen... lanzarse a los abismos de un vacío, sin fondo, con la falsa promesa de encontrar allí, donde nada hay para él: la nada / que revela al ser.

I

He leído de la mano de un profesor de filosofía al que admiro—pero con el que desafortunadamente no estoy de acuerdo en algunas de sus apreciaciones—que: “la cuestión de la Nada está implicada en la vida del que la entiende (?), y esto afecta directamente en su percepción antropológica”. “Por tanto, concebir al hombre desde la Nada propiciará, ineludiblemente, que se tenga que replantear la concepción que se tiene sobre lo que es mejor para el humano mismo, es decir, las ideas sobre lo que significa el Desarrollo o la superación del humano” — Contemplar la Nada, Un camino alterno hacia la comprensión del Ser (Héctor Sevilla, doctor en filosofía). Pero y como dije, no estoy de acuerdo con Héctor, es más: apenas entendí lo expresado en esas líneas; o quizá entendí algo ―pues algo dice― pero solo me parecen palabras que fuera del texto no llevan a contexto alguno y concreto de la realidad; o acaso: ¿ya entendimos la Nada?, cuando dice Héctor en su libro: “la cuestión de la Nada está implicada en la vida del que la entiende y esto afecta directamente en su percepción antropológica”. Pero, ¿estamos hablando de la Nada? (de la Nada absoluta) o, estamos hablando de aquella Nada revelada en la angustia por Heidegger; pues quedó claro que no hablamos de la misma cosa, dado un supuesto u otro. De todas formas, y dando por supuesto que hablamos de la única de la que podemos hablar: la revelada por Heidegger, parece sabemos muchas cosas de esa Nada, y todo a partir de la experiencia de otro, en la angustia, que nos esforzamos muchos por entender, pero que recordemos: parte sobre la experiencia subjetiva de la idea reveladora del ser, a partir de la Nada, revelada en la angustia, que luego revela al ser, y todo ello interpretado por Heidegger... si no voy mal encaminado.

Pero Héctor me habla de entender la Nada y yo me pregunto ¿cómo puedo entender la Nada? He sufrido dolor: muchísimo, pero no entiendo el dolor; he amado, pero no entiendo el amor; he estado a las puertas de morir, pero no entiendo la muerte; he sufrido y menos entiendo el sufrimiento; conozco muy bien a algunas personas, pero observo, que luego no las entiendo y menos aún las conozco; vivo, creo que plenamente, pero soy incapaz de entender el sentido último de la vida: ni siquiera sé por qué estoy aquí, en el mundo: yo no lo pedí y, por supuesto mis padres tampoco: aunque, posiblemente para todo haya una razón o al menos, eso espero.

De modo que al leer el párrafo anterior, me encuentro desarbolado e incapaz a la vez, pues no parezco entender ni siquiera, siendo aquello venido de mi propia experiencia; así pues, ¿cómo podría yo entender la Nada?, y menos que esta parta de una angustia que de manera consciente con todas sus fuerzas mi naturaleza rechaza: de la que huyo, y doy por sentado que ninguno queremos conocer, y menos experimentar (si no es obligado); aunque, luego la experiencia te dé eso: experiencia y un cierto ‘acostumbrarse’ sobre aquel ámbito tormentoso de la existencia. Sobre todo, cuando los que hemos surcado esas aguas tempestuosas, conocemos sus corrientes, y si bien es siempre desagradable el encuentro, como Sísifo, transitamos el páramo cada vez con menor aflicción (Camus). Pues si algo es propio del hombre es la costumbre y a todo se acostumbra este —incluso, a los infiernos si se da el caso— y la angustia no es ni de lejos el infierno. Pero la Nada: eso es otra cosa (que no-es) que no puede estar donde uno está, de ningún modo; acaso, podrá estar cuando [ya no-estés] y esa es su terrible realidad: cuando al pretender asomarse a ella se intuye difuso el rostro de la muerte, lo primero, que la abandera. De modo que, olvidándonos por un momento si entendemos mejor esto o aquello respecto a la Nada, lo que sí, entendemos de una determinada línea de textos, respecto a lo que nos ocupa, cuestionarnos la Nada: parece más que de conocimiento, hablamos de un camino de aceptación de una realidad que choca de frente con el motor y voluntad de todo hombre: un abocarse a los abismos, literalmente, en busca de la Nada, azotado por la zozobra de la angustia y unas circunstancias adversas, cuando solo pensar en ello ya antecede lo pavoroso, y no digo que la angustia no tenga su interés, su qué, y su razón de ser (anticipar el peligro) pero si este es el camino, consciente, luego no es de extrañar que desde otros ámbitos hayamos hecho de la Nada (de la desconocida) una desdibujada conocida: banalizada, haciéndola más soportable y cercana a nuestra realidad y comprensión.

Pero qué encontrase Heidegger su Nada en la angustia, a partir de su propia experiencia, ¿es esto óbice para que otros puedan encontrar la Nada, o al ser, en otro sitio? Y de vuelta, ¿Por qué la angustia?, no parece este estado de ánimo/entorno (tomado por entero por la propia angustia) lugar para otra cosa que no sea angustia (hablo por mi experiencia). Jünger afirma que Heidegger da en la diana al afirmar: “La angustia es un estado de ánimo totalmente particular, e indeterminado. Cuando llega se le percibe en todas partes, pero, sin embargo, es imposible localizarla en un sitio exacto”. Sí, tal vez es el estado de ánimo fundamental del hombre, ese extraño ser que atraviesa el tiempo y en su lucha contra la Nada ha de hacer frente a dos pruebas inevitables: la de la duda y la del dolor. (Jünger). Pero prestemos atención a esto último, es interesante, pues y aunque nos sea imposible localizar la angustia en un sitio exacto, como afirma Jünger, lo que sí localizamos inmediatamente es su origen, en la duda, esa duda que es la desazón que alimenta y proyecta la angustia, así como el dolor/ o la razón del dolor que la causa, y que no son la razón de la angustia: sino la misma angustia.

Una angustia, que por supuesto tiene su (causa-de ser / la duda) y su (razón-de ser / anticipar - el peligro) pero nada que ver con la razón de permanecer en ese estado de angustia, y menos frente a la Nada, suponiendo que en ese estado se pueda acceder, ni siquiera inconscientemente a algo más que a aquello que causa la angustia, o al dolor que provoca: esto en la vida real —a menos que no nos estemos remitiendo a la realidad, o nuestra realidad se limite a lo afirmado en lo subjetivo de unos textos, claro está—. Y precisamente sobre esos textos, una vez elaborada la pregunta por la nada, trata Heidegger de responder a tal pregunta pasando y aportando de la angustia y la Nada algunas caracterizaciones donde, además, nos advierte que aquello que la Nada descubre, no es ni ente, ni objeto: «En la angustia la nada aparece “a una” con el ente en su totalidad»18. «En la angustia el ente se torna caduco» 20. Y a esta caducidad acompaña una especie de tranquilidad, de fascinación, o de «calma hechizada» 21, que Heidegger entiende como Nichtung, entiéndase: desistimiento, anonadamiento (La nada no atrae hacia sí, más bien rechaza, pero "en tanto que sentimos el rechazo de la nada, somos a la vez remitidos a lo que precisamente se escapa de nosotros, o sea, al ente en total"). Es el escaparse de las cosas y el retroceder del Dasein lo que describe el funcionamiento de la nada. Heidegger ha llamado a esto «el anonadamiento de la nada» (cf. COHN, P., o.cit., p. 157). — R. ÁVILA, (HEIDEGGER Y EL PROBLEMA DE LA NADA).

Sin embargo, si yo fuese abogado protestaría, cuando de las frases anteriores «En la angustia el ente se torna caduco»/ «En la angustia la nada aparece “a una” con el ente en su totalidad»/ «Y a esta caducidad acompaña una especie de tranquilidad, de fascinación, o de calma hechizada», y que Heidegger entiende como Nichtung (desistimiento, anonadamiento) sugiere ―así lo entiendo yo― un predisponernos / se nos dice lo que debemos ver, entender, sobre una experiencia que juzgo siempre será subjetiva (de él). Pero nadie puede hablar de la angustia / en la angustia, de manera objetiva, afirmando condición alguna de esta, en otro ser: por lo que ninguna persona puede hablar a otra de lo que es, o como es la angustia: su propia angustia, del otro, con cierta propiedad. En todo caso, lo que sí podemos afirmar todos con propiedad, es aquello que no es la angustia: no es tranquilidad, no es fascinación, o calma de ningún tipo (si no estás en algún estado conciencia alterado). Si acaso y obviamente, será algo más parecido a todo lo contrario: intranquilidad, terror, desvelo, agotamiento, temblores, inseguridad, por poner algunos ejemplos: a no ser que no hablemos de las mismas cosas, ni de la misma angustia, ni de las mismas personas, ni de la misma realidad, sin que todo ello ponga en cuestión el trabajo de Heidegger, lo que lleva a tomar en consideración primero ese predisponer, y luego, que la angustia (su angustia) no sea exactamente la angustia como todos la entendemos, y se deba a alguna razón, influencia (o predisposición por…) de la que, algo ya he dejado caer: un problema o aflicción.

(18) Qué es metafísica?, en Hitos, trad. H. Cortés y A. Leyte, Alianza, Madrid, 101 (ed. alemana, 113).
(19) Cf. COHN, P., o.cit., parágrafo 155.
(20) Hitos, ed. cit., p. 101 (ed. alemana, 113). (21) Ib.

Conclusiones finales a la Nada, Tercera parte. 

"Repensar la Nada"


REPENSAR LA NADA

EL HORIZONTE POSIBLE DE LA NADA

SOBRE LA REVELACIÓN DE LA NADA EN LA ANGUSTIA Y OTROS REVELADORES DE LA NADA

PRIMERAS OBJECIONES A LA NADA REVELADA EN LA ANGUSTIA DE HEIDEGGER
(La nada no como la idea de una experiencia subjetiva)

SOBRE LA POSIBILIDAD DE SUPOSICIÓN PROVERSIVA, A PARTIR DE LA TEORÍA FIGURATIVA DE LA PROPOSICIÓN
(La nada no como revelación, sino como la proposición /posibilidad de una idea)

LO QUE LA NADA NO ES

LO QUE "EL SER" NO ES: LA APARIENCIA
Apariencia es "ser", pero no es "el ser" la apariencia.

PREVALECER, SUPERAR EL ESPEJISMO DE LA NADA


REPENSAR LA NADA

Pensar sobre aquello que es puesto en cuestión requiere ser visto desde diferentes perspectivas, pero sobre todo requiere de volver a aprender en sentido general, volviendo al camino del pensar — del que nos hemos desviado— y que se retoma desde el "origen" mismo no tanto de la filosofía, sino del origen mismo del pensar, pensando la razón que nos lleva a la pregunta, sobre la que vamos a pensar. Si bien, para ello es preciso recuperar la pregunta original por lo más grave: quizá aquello que merece ser pensado primero, y… por qué merece ser pensado, descartando, cualquier tipo de curiosidad, que solo nos traerá una respuesta curiosa. Luego e inmediatamente entendiendo una razón, de fuerza y mayor, la necesidad.., Precisaremos de aquel mismo espíritu (siempre libre) que nos pone aquello frente a nosotros, y que este nos ponga en el camino singular: de aquello para nosotros, y que desde misma educación nos ha sido sustraído, por el camino: de algo para algo. «Aquellos a quienes les sea dado ver el pensar de Heidegger como posibilidad de un camino, este pensar puede impulsarlos a que emprendan ellos mismos el camino en el que desde siempre estaban emplazados, y a que lo tomen propiamente como camino» (Pöggeler, 1986: 3): buscar nuestro propio camino, sin alejarnos del pensar mismo.

Heidegger afirmó: «La piedra de toque más dura, pero también menos engañosa para probar el carácter genuino y el vigor de un filósofo está, en si él experimenta en el ser del ente, al punto y a fondo, la cercanía de la Nada. Aquel a quien esta experien­cia le esté vedada quedará definitivamente y sin esperanza fuera de la filosofía»— Heidegger. Pero no podemos citar a Heidegger, sin remontarnos, antes a Nietzsche, que había señalado algo parecido años antes: «Pensemos ahora esta idea en su forma más terrible: la existencia tal cual es sin sen­tido y sin finalidad, pero volviendo constantemente de una manera inevitable, sin desenlace en la nada: 'el eterno retorno' (a esta nada). Esta es la forma extrema del nihilismo: ¡la nada (el sin sentido) eterna!». 

Lo cierto —y quiero hacer aquí un breve paréntesis—es que después de Friedrich Nietzsche ya nada fue igual en el pensamiento occidental. Su crítica radical de la filosofía anterior y lectura emblemática de la antigüedad griega; su idea del eterno retorno; la noción de voluntad de poder ,como anhelo fundamental del ser y tantas otras de contenido moral, hacen de su obra una de las más influyentes del pensamiento universal. Y otro tanto podemos decir de Martin Heidegger con su particular visión filosófica: «Heidegger es algo grande y que puede meternos a todos en el bolso, lo creo también a causa de su libro. Antes no lo sabía, o es que veía solo los efectos, esto es, su gran influjo sobre la generación joven» [Edith Stein]. Stein ya lo ve como un pastor. Ambos centraron el debate filosófico del siglo XX, y podríamos decir que siguen haciéndolo en buena parte aún hoy, persiste ese gran influjo, al dirigir todavía la atención y en gran medida al problema de la Nada (mal entendida) en las nuevas generaciones. Pero del mismo modo que ellos en su tiempo, nosotros también hoy podemos reconocer, una sombra que nos acompaña dondequiera que nos desplazamos (la llamamos nada, pero es nuestra propia sombra) que proyectada en conjunto por la humanidad, es la sombra sobre esta. Quizá «El más inquietante de todos los huéspedes»: lo llamó Nietzsche, huésped al considerarla propia, en si (como todos tenemos la nuestra) inquietante, porque nos habla de nosotros, y de lo que de nosotros, no queremos oír ni saber. Así pues, y aquí tenemos un ejemplo: la experiencia de la Nada se encuentra, nos dicen los filósofos, en estos dos autores —Nietzsche y Heidegger— ligada a la experiencia, igualmente del nihilismo; y según ambos y de alguna forma, se encuentra también en nuestra cultura y en todos nosotros. (Bien afirmo) nos solo se encuentra, sino que nos están avisando que está en nosotros, en la sociedad, quienes, no solo no sostiene la imposibilidad del conocimiento, ni niegan la existencia y el valor de todas las cosas., sino que son los que más valor le dan a lo que más tiene: no la a  la vida, sino a la libertad en la vida. no al entender su muerte, sino al entender la vida, en libertad, no se someten… ni por trabajo o popularidad son lo que son y han sido siempre. No renegaran jamás de si.. .. y eso quizá no es toda la verdad ni todo el conocimiento, pero es el sufriente cocimiento, que precisa una persona para empezar a pesar, libremente, que incluso aquí la filosofía se equivoca. Quien está en el bucle (dando vueltas) no se reconoce, se reconoce solo desde fuera. Ningún sistema se observa a sí mismo, objetivamente, desde dentro.

Sin embargo, y ahora dejando por el momento de un lado el nihilismo en Heidegger (que lo rechazó, por cierto) y en Nietzsche, pero, observando las publicaciones: artículos, o libros de estos últimos años por académicos, profesores y estudiantes de filosofía, podemos afirmar —así lo afirmaba igualmente E. Trías, en unas palabras muy semejantes a las que pronunció Heidegger en su día —, que la filosofía, al menos en nuestros días, es en buena parte ese pensamiento de la Nada… [“o se atreve a avanzar alguna proposición relativa al inmenso descubrimiento parmenídeo de esa nada, o ‘aquel’ no accede a su pretensión de constituirse como pensador, y menos a un desarrollar una auténtica filosofía”.../... “Una filosofía prueba su temple, su valor, su poder en esta prueba a que le somete la necesidad de hacerse cargo de la nada” (E. Trías)].

Lo cierto es, que por mucho que el propio Parménides entendiese, e insistiese, en la cuestión de la Nada como aquel asunto que bajo ninguna circunstancia podía ser acogido por el pensamiento y el lenguaje (invitándonos a hacernos a un lado), esta no ha dejado antes, ni ahora indiferente a nadie que se aproxime o la tome a estudio, incluidos destacados pensadores, entendiéndose de ello, la Nada, como “lo que se debe considerar, de alguna forma, ya desde el comienzo del pensar” (Heidegger), no la nada absoluta: la sombra, que es nada y es, a la vez

Pero el hecho que tantas personas se precipitan hoy a escribir (de diversas formas o dar sentido) sobre el descubrimiento parmenídeo (1) —incluso, después que Parménides rematara finalmente el asunto, dando por cerrado y resuelto— nunca cambió, ni cambiará la realidad del hallazgo: la Nada no existe, no puede existir. Sin embargo, su descubrimiento (y, por tanto: tratamiento) aún, y siendo de aquello no existente, no ha sido cualquier cosa dada a los hombres; pues los agujeros negros del cosmos parecen miseria comparados con aquellos surgidos de la propia razón, donde más que lagunas oscuras y profundas, tienen la capacidad de atraer e instrumentalizar, destruyendo personas, además, de enfrentarnos a una inexistente Nada, tomándola en consideración. Luego, no es de extrañar, que las nuevas generaciones de estudiantes, licenciados y profesores de filosofía no dejen pasar la ocasión de darle una vuelta, volviendo al tema, pues parece, en palabras de E. Trías, que [“o se piensa la Nada, aunque sea para decretar su carácter de algo consustancialmente impensable, o no hay pensamiento alguno que valga la pena, ni por supuesto pensamiento filosófico”] recordándonos, de nuevo palabras de Heidegger. Pero… recordemos aquellas otras ya lejanas en el tiempo, en las que Parménides no en vano advertía: [“Pero (lo que) nada (es) no es (para ser). A estas cosas te ordeno poner atención, pues, de esta primera vía de investigación (te aparto). Y luego también de aquella por la cual los mortales que de nada saben, yerran, bicéfalos, porque la inhabilidad en sus pechos dirige su mente errante. Son arrastrados. Sordos, ciegos a la vez, estupefactos, una horda sin discernimiento. Que considera al ser y no ser lo mismo, y no lo mismo. La senda de ellos es revertiente, pues jamás se impondrá esto: que cosas que no son sean. Tú, empero, de esta vía de investigación aparta el pensamiento”. ― (Poema de la Naturaleza, Parménides). (1)

1- [Parménides debe su reputación como inventor de la lógica a un poema que escribió. Aquí ya hay algo extraño. No tenía ninguna necesidad de escribir poesía. En su lugar, bien podría haber optado por una árida prosa. Es cierto que durante mucho tiempo se lo ha despreciado por ser un mal poeta. Pero esta opinión se basa en el puro prejuicio. Se remonta a una vieja creencia, formulada por primera vez con cierta claridad por Aristóteles, según la cual la lógica y la poesía no tienen nada en común... y si a alguien comprometido a encontrar la verdad se le pasa por la cabeza convertirse en poeta, el resultado será un desastre. Pero el hecho es que el poema de Parménides no es ningún desastre. Unos pocos académicos contemporáneos han intentado acercarse a sus escritos con una mirada nueva y han comprendido que contienen algunos de los versos más hermosos y sutiles jamás escritos en cualquier lengua, incluida la griega. Es más, el desprecio que ha merecido Parménides como poeta se basa en el supuesto de que la mayor aspiración de la poesía es entretener. Sin embargo, el poema de Parménides servía a un propósito muy distinto, como veremos.]- Realidad / Peter Kingsley.


EL HORIZONTE POSIBLE DE LA NADA

Y miré al cielo y vi una luz azul y eterna que iluminaba formas, destacando reflejos y sombras; pero sentía conmigo algo más, que no alcanzaba a ver ni comprender. Cerré entonces los ojos y oscureciéndose todo, empezaron a desvanecerse sombras y formas en la oscuridad, hasta que frente a mí se consumó aquello que sin límites no alcanzamos a ver pero el corazón distingue. Todo era nada, y lo que era dejó de ser; y lo que antes se descubría ahora se ocultaba al desvanecerse por completo la luz, que en su ausencia revelaba una nada que avanzaba y comparecerá, cuando el universo agonice y la última estrella deje de brillar … sobresaltado, abrí entonces los ojos y comprendí, que era todo ensueño, y como en un espejismo en él no había verdad / y entendí, que es mejor no cerrar por demasiado tiempo los ojos a la luz, cuando miramos dentro de la oscuridad (JM - 16/11/2022)

Hace muchísimo tiempo que las ciencias se olvidaron de la Nada: unas ciencias, cuya razón última es buscar el ente, rechazó y olvidó a la Nada (la sombra)  por siglos, por lo que ellos entendían era una buena razón, no existe (nada mas allá de lo que es posible ver y medir); y es por ello que la aproximación a la Nada (experiencia, esta, o como se quiera / cualquiera de ellas) hoy les es del todo ajena (trabajando sobre lo manifiesto y no sobre la posibilidad, de lo no manifiesto), pues las ciencias físicas se ocupan y tienen objeto de estudio lo que hay: de lo que es y existe, y ven y miden, en un acercamiento a la esencia de toda cosa (que no se ve: su sombra) y, por tanto, no de lo que, para ellos no no-es, pero está ( en la sombra). “En esta rendida manera de interrogar, de determinar y del fundamentar se lleva a cabo una sumisión al ente mismo (a partir de aquello que muestra), para que se revele lo que hay en él” (Heidegger). Schopenhauer, ya percibió esta tendencia a rechazar todo lo relativo a la nada de Occidente: “temen a la Nada, al igual que los niños temen la oscuridad” — pensaba. Sin embargo, luego esa misma ciencia que la ha negado desde siempre, creyó encontrarla en una sustancia; un vacío que, en rigor, no lo está, ( y no es ni nada, ni sombra, ni vacío) como la ciencia misma admite. Si bien lo que no admiten es su error, al buscar una explicación fuera, a lo que ha de entenderse desde dentro (y por la razón)... en tanto ¿qué es ese vacío (oscuridad) en nuestro ser?  y que de cierto no-es la Nada, en tanto es, para lo que es preciso cierta comprensión que iniciada en Parménides se impone incluso hoy en algunas facultades/escuelas de filosofía, señalando, que la Nada no existe y, por lo tanto, como tal ‘la Nada’ no se puede ni nombrar o pensar. De modo que hablamos de una sombra.

Pero de todo ello, curiosamente, observamos que la concepción que tienen los científicos hoy de la Nada —al igual que hace 100 años— es “que saben de la Nada, en la medida precisa, en que de la Nada, nada quisieron saber:” —Heidegger como de su propia sombra (aquello que la persona guarda y esconde en ella, maldad, y actos) no quiere saber, y menos que se sepa. No entienden, que la ciencia en tanto más entiende de corpúsculos, más sigue ignorando la realidad de su inexistencia, como demuestra que algunos científicos, y siempre por motivos propios, no dejen de nombrarla, pero cuando un científico habla de la Nada, en tanto a Nada absoluta, deja de ser científico, pues es un concepto completamente fuera de su esfera, pareciéndose más a alguien que juega con la bola de un adivino. Por ello, encontramos cierta ambigüedad en el científico/divulgador que habla de la Nada, nombrándola, pero siempre refiriéndose con ella al vacío: tematizan la Nada, por tanto, y en tanto a vacío; sin embargo, es la Nada al nombrarla, lo que da a su voz la atención de otros oídos (es este el único y verdadero poder de la nada: su nombre... nombrarla).

Sin embargo, la Nada siquiera por la filosofía habría de ser considerada, vista la deriva, como así entienden aquellas otras escuelas que la niegan, pues es una interpretación del ser, en relación no al ser mismo (su sombra), sino a la ausencia- absoluta del ser, y antes de ello, concebida como auxilio en tanto aquello “quizá” posible anterior al ser (cuando de inmediato observaron, que del supuesto, ya sería entonces algo: aquello anterior al ser). Pero razonada tajantemente, la Nada no puede ser, el no-ser de algo antes presente, pues en ese caso contendría todavía un ser: un haber sido, cuando la nada es la ausencia total de todo ser, en la que no se manifiesta absolutamente nada: tampoco un haber sido (Zubiri); ni haber sido/estado anteriormente al ser, pues el ser es, y ha sido en todo lugar y momento, no desaparece y nunca estuvo ausente, sino en apariencia, en sombra, que como el universo y la ciencia muestra, no es la nada, sino (una dinamis/o potencia) del ser: hay, por tanto, ser y lo hay en consecuencia en el vacío también, aunque nosotros con nuestros sentidos no lo podamos ver o entender/ y de lo que hay, se entiende como siendo, pues el ser es siempre ser de lo que hay… y “es todo ser, aquello que está y no está presente; más, ya no se puede o, no nos está permitido saber”.

Pero si no se renuncia a esa aspiración obsesiva a la totalidad, a la santificación de la ciencia omnicomprensiva, no se puede transformar extinguiendo el tejido sensible que implica “reconocer” en todo lo existente, lo inexistente en apariencia también. Así, la renuncia a la construcción de una realidad absurda, que contiene todo: incluyendo a la nada, solo puede descansar, como toda renuncia, en un encuentro y entendimiento primero, de este espejismo (creado por nuestras sin razón) que reconozca finalmente su inexistencia. Es, quizá por todo ello, lo problemático de la cuestión, que occidente emprendiese una huida de la Nada que aún hoy en buena parte continúa. Pero el problema es, que en esta época de fisura, lucidez (Paniker) y autorretratos ―cuando nos estamos quedando huérfanos de ideas y acomplejados ante los límites que muestran nuestros instrumentos― aflora de nuevo está sibilina cuestión, como una voz dormida ( la sombra ) que despertando se quiere hacer oír, quizá no tanto como alternativa a un deseo de esclarecer, sino más al de ser, uno, o aparentar cuando la recurrimos, al punto de pretender monopolizar esta hacia los propios intereses; pues la Nada hoy semeja ese espacio (vació) propicio a nuevos inicios, y nicho para las nuevas ideas: una nada que se hace presente en la sociedad no solo en la negación, sino también en las matemáticas: en el cero; en la física: en el espacio; lo hace en el cambio y en el silencio, acaparando y agotando esferas desde hace tiempo. Luego (agotadas ya todas las esferas) finalmente, la Nada que le ha de quedar al hombre que hoy no acepta opinión y se cuestiona, es aquella misma Nada que nunca quiso enfrentar, (su propia sombra, que reclama ser y estar) y que quizás, incluso la filosofía tema revelar/ más allá de donde surge/ y entender qué representa esa sombra que sentimos, como espejismo real: y dejar de ir por fin: “en busca del Unicornio”. Pues Reconocer la nada absoluta, es reconocer su inexistencia.

Consecuentemente, y como primera conclusión de estos textos, encuentro que no hallaremos o, nos toparemos de ningún modo o manera con la Nada absoluta, aunque quizá sí que hay tras su velo. Pero aun en el supuesto de su improbable coexistencia con el ser, tampoco podemos encontrar aquello que no-es, buscando lo que es, o en lo que es (existente/el universo) / ni en la ausencia (no presencia-en apariencia) de lo que es, pero nos parece que no-es (el vacío). Pues la nada es ausencia-total y absoluta (incluso del vacío que está, en el universo), y para siquiera poder deducirla (situarla, en tanto como ausencia absoluta e infinita ausencia de todo), y aunque sea como una idea, no podemos buscarla (o mejor: deducirla, como idea) en tanto lo que es, o en lo que es: y más bien será preguntándonos en tanto al supuesto: de aquello que ya no es – en ausencia (total y absoluta) / ausencia (supuesta) y, por tanto, de algo que fue, y que trasladada a nuestro ámbito, entenderíamos en la ausencia absoluta, de algo que hoy es, tan absoluto, como absoluta habría de ser la naturaleza de la nada, en tanto a absolutamente… nada, en consecuencia, revelar lo absoluto/infinito en tanto (absoluto que no-es): infinito, precisará igualmente de lo infinito/absoluto, en tanto a aquello que (absoluto ahora-es) y hasta donde se extiende: igualmente infinito, en el presente existente (o bien en la idea de este), para en su ausencia total y absoluta “revelar” (entre comillas) en su totalidad la Nada total y absoluta: infinita, y la podamos, mínimamente entender. Pues de otro modo: "El preguntar por la Nada –qué y cómo sea la nada- trueca lo preguntado en su contrario. La pregunta despoja a sí misma de su propio objeto."— ¿Qué es Metafísica? Martin Heidegger, Trad. X. Zubiri. (Hasta aquí Heidegger iba muy bien).

Si bien, no vamos ahora a dejar de honestos llegados a este punto, solo por especular y ganar algo de tiempo a los lectores, que mejor podrían estar a otra cosa, pues, entiéndase: revelar la nada absoluta será una empresa irrealizable como cumplimiento íntegro del propósito de esta empresa, entendiéndose entonces, que obtendremos a lo sumo una vaga idea concebida, de lo que podría ser esa Nada absoluta o, bien, y lo más probable: de su refutación total y para siempre, encontrando lo que es: y no lo que no-es. Pues la nada pensada tajantemente (como ausencia absoluta) no solo no puede ser, tampoco puede ser el no-ser de algo anteriormente presente, pues en ese caso contendría todavía un haber sido; pero la nada —concebida de forma concluyente— es la total ausencia de todo ser, en la que absolutamente nada se manifiesta, y tampoco un haber sido. De modo que hallaremos difícil solución a este problema en la ciencia o la razón, de aquello que no la tiene, ni tiene igualmente, ningún sentido. Y, sin embargo, aquí seguimos, ¿por qué? Pues aunque este ejercicio sea al pensar sin aparente recompensa, como pocas tareas ofrece al esfuerzo que requiere, un paisaje de enfoques y perspectivas donde dada la naturaleza del tema, discurre la mente como si el camino mismo fuese un fin, y comprensión de lo recibido y aportado, caso de aportar algo, fuese, la misma una solución. Pero no nos vamos a adelantar, antes hemos de ver… qué pasa ahora con Heidegger y las posibilidades en tanto de la Nada, su revelación, que este nos muestra y ofrece, junto a otros reveladores, actuales, de la Nada.

SOBRE LA REVELACIÓN DE LA NADA EN LA ANGUSTIA Y OTROS REVELADORES DE LA NADA

He leído (este texto o fragmento se repite para orientarnos) de la mano de un profesor de filosofía del que admiro su esfuerzo, así como la gratuidad de sus libros —pero con el que desafortunadamente no estoy de acuerdo en algunas de sus apreciaciones— como que: “la cuestión de la Nada está implicada en la vida del que la entiende y esto afecta directamente en su percepción antropológica”. / “Por tanto, concebir al hombre desde la Nada (entendemos desde esa nada revelada / por Heidegger) propiciará, que se tenga que replantear la concepción que se tiene sobre lo que es mejor para el humano mismo, es decir, las ideas sobre lo que significa el desarrollo o la superación del humano”. Como dije, no estoy de acuerdo con Héctor Sevilla, es más, apenas entendí nada de lo expresado (aunque esto tampoco debería extrañarme): bueno, sí, entendí algo, pues algo dice, pero parecen solo palabras que fuera del texto no llevan a contexto alguno y concreto de la realidad, o acaso: ¿ya entendimos la nada?, cuando Héctor dice: “la cuestión de la Nada está implicada en la vida del que la entiende y esto afecta directamente en su percepción antropológica”. Estamos hablando de la nada inexistente, que por lo visto algunos entienden, o, Estamos hablando de aquella Nada revelada en la angustia por Heidegger; pues parece, en ese caso, que sabemos muchas cosas de esa Nada, y todo a partir de la experiencia de aquel, de otro, una experiencia subjetiva en todo caso y una Nada que nos esforzamos muchos por entender, pero recordemos: partiendo sobre la experiencia subjetiva de la idea reveladora de la Nada, revelada en la angustia, y todo ello interpretado por Heidegger si no voy mal encaminado.

II

Hoy comprobamos, arriba el ejemplo, son muchos son los que hablan de la Nada como si la conociesen o participan de ella y su revelación: de Heidegger, sin embargo, si observamos todo sigue igual, respecto a ellos (reveladores de esta y acólitos) e, igualmente ocurre con todo el mundo: nada cambió en nuestras vidas tras revelar el mayor tema dilema, misterio o problema de la filosofía y de la ciencia de todos los tiempos, y que en caso de ser verdad me parece una pobre revelación (si es esto posible), habiendo perdido en ello un maravilloso tiempo ‘en vano’ en algo que para nada alteró o mejoró de ninguna manera sus vidas o conocimiento, ni las de los demás: una Nada decepcionante en todo caso (quizá no para escritores y divulgadores soñadores, científicos o filósofos, y sus cuentas corrientes), cuando en mi modesta opinión, revelar la Nada en tanto a lo que esta pudiese concernir, o se supone concierne al hombre de su revelación, debería suponer —por poco que fuese— algún cambio para estos y por supuesto, para la humanidad (pues al entender la Nada (imaginemos pues) entenderíamos el ser — imagino, como se propone de Heidegger — y su razón de ser, nos dicen) pero no ha sido así.

Ahora, y antes de seguir, voy a proponer esto: y si Heidegger, ya no cegado no por lo que buscaba y que no sabemos si encontró o no, sino más preocupado por la premura y el modo a como solo a él le servía explicarlo ‘racionalmente’, se perdió en el texto, o no supo interpretar el significado o dar sentido a la que fue su revelación…—((especulación mía))—, pues es, la correcta interpretación de una revelación por a quien se le revela, la que da sentido a esta. De todos modos, y visto lo explicado por tantos y lo complicado que resulta desempacar una nada absoluta, entendemos ahora por qué hemos hecho hoy de la Nada: la desconocida y absoluta, una entrañable conocida muy fácil de reconocer y manosear, cercana a nuestra realidad y comprensión, pasando de ser una realidad escalofriante, a causa de alegría: (encuentre la nada, le daremos un premio, irá a la tele y publicará un libro). Recuerdo, no hace demasiado, un par de años, quizás, cuando leí un enunciado en un artículo científico, escrito por ingenieros, acerca de un descubrimiento y, que por lo "ingenuo" llamó mi atención: "Logran, por primera vez, medir la «nada absoluta»" — decía. Lo que me recordó el «cacao absoluto» que fluctúa en algunas mentes, instruidas o no, al manejar este concepto y que como vemos es afirmada, incluso "medida" como algo que “es”, es decir, como “ente” cuando y precisamente no solo "no es" un tipo de "ente", pues si de algo se distingue la Nada es de todo "ente" (Heidegger). Pero entonces, a qué se debe este desconcierto. Hemos de recordar primero, que nadie ha descubierto que exista la Nada: no existe, aunque muchos hablen de ella, es un tema hoy enteramente dado a la filosofía, y a menos que mañana alguien la descubra como cosa: que lo dudo mucho. Eso sí “vende mucho y muchos libros”. Pero el problema parece ser ―al escuchar a otras personas― afirmar a la ligera La Nada, sin antes aproximarse críticamente, o siquiera preguntar por ella, pues de hacerlo hubieran observado que: "El preguntar por la Nada –qué y cómo sea la nada- trueca lo preguntado en su contrario" (Heidegger - de nuevo). Y entonces, me pregunto, si no han leído los textos filosóficos sobre La Nada, si no la conocen ni como idea: de dónde les viene el nombre y ese vago conocimiento. Y, aquí el problema, cuando encontramos decenas de (divulgadores / científicos) como el caso de Frank Close (Físico de partículas, profesor de la Universidad de Oxford, y autor de obras de divulgación como Neutrino (RBA) o Fin: La catástrofe cósmica y el destino del universo (Crítica). A quien su obsesión con el vacío y la nada le ha llevado, además de a la televisión, a escribir dos libros sobre el tema: “The Void” y “Nothing: A Very Short Introduction”, este último no traducido al español, y al que tuve que echar un ojo, antes de escribir este texto, si quería ser formal en mi crítica). Frank Close, afirma lo siguiente: “Desde el descubrimiento de la teoría cuántica, sabemos que en cuanto intentamos analizar con precisión, sea algo (o la nada) esto se vuelve más complejo y que, por raro que suene, ahora mismo y en todo momento, entre bambalinas, surgen y desaparecen, burbujeantes, pequeñas partículas de materia y de antimateria, su extremo opuesto. Son efímeras, efervescentes… no las notamos, ¡pero ahí están, aunque no las podamos ver! De hecho, la teoría sostiene (y los experimentos así lo confirman) que siempre están presentes. La imagen moderna del vacío sería un mar burbujeante de partículas y antipartículas que surgen de la Nada y desaparecen…”

Cuando una persona de reputación, como Frank Close, obvia la importancia de llamar a las cosas por su nombre, al vacío: vacío / a la Nada: Nada y definir si se quiere, primero, ambos y por separado, encontramos un totum revolutum, léase: [—en cuanto intentamos analizar con precisión algo (o la nada) — o esta otra —sería un mar burbujeante de partículas y antipartículas que surgen de la Nada y desaparecen. Pero ahí hay algo, aunque lo llamemos Nada.] ((nota: pero si surgen, estas partículas surgen de algún lugar, aunque él no lo reconozca o detecte, no es la nada: es ignorancia)). Sin embargo, este tipo de frases “disruptivas” generan una súbita interrupción en la mente (que quizá antes tenía, aunque fuese de manera vaga, una diferencia conceptual entre una cosa y la otra) produciendo una factura en el desarrollo de ambas concepciones, que propiciará una renovación radical: un nuevo concepto de Nada y el Vacío (que agrupa elementos de ambos) conjugándose en la mente de quien escucha —armándose esa Nada expuesta a todos, como un (supermeme) —desplazando esta nueva Nada (absurda) al Vacío y la Nada original y absoluta, y en el que la nueva Nada (deformada y adaptada) tomará propiedades de vacío en la mente, sin que ni emisor o receptor sean siquiera conscientes. Pero cuando esto no solo ocurre una vez, sino que es repetido una vez y otra en charlas o conferencias y libros: “y encuentran que la probabilidad de contorno, de llegar a un universo como el nuestro, dando como resultado, que el universo aparece de la Nada” // o este otro // “ya que ahora no podemos descartar que nuestro universo se haya creado de la Nada. Así, el vacío es interesante, y es posible que el universo haya empezado de la nada, según los físicos y cosmólogos”, (Enrique Fernández Borja; 12 de febrero de 2019) el meme, (esa otra Nada absurda y deformada) y no el concepto de la Nada Absoluta original, asentará en la sociedad y la cultura como algo natural, si bien: deformándolo todo. El meme, análogo a un gen, fue concebido como una "unidad de cultura" —una idea, creencia, etcétera, que se "hospeda" en la mente de uno o más individuos, y puede reproducirse a sí mismo saltando, de mente a mente—. Así, lo que de otro modo sería considerado como la influencia de un individuo sobre otro a adoptar una creencia, es lo entendemos ahora como una "idea-replicadora" que se reproduce a sí misma en un nuevo huésped, al igual que ocurre con la genética, y en particular bajo una interpretación dawkinsiana. Y lo mismo ocurre con la nada de Frank Close, como con la de Heidegger: donde ambos, se olvidaron de la Nada absoluta

PRIMERAS OBJECIONES A LA NADA REVELADA EN LA ANGUSTIA DE HEIDEGGER

(La nada no como revelación, o la idea de una experiencia subjetiva)

No pretendo entrar en polémica, aunque parece que ese sea el sino de estos textos, pero veamos: aun sintiendo ese vacío o angustia existencial (propiciador de la nada en Heidegger) no es razón para afirmar conocer algo: la Nada, y menos a partir de aquello (la experiencia subjetiva de otro) o su angustia, lugar donde le fue revelado a ese otro la Nada: una Nada, que a su vez y como la angustia revela primero la Nada, luego esta Nada revela al ser, siempre según Heidegger y, recordemos, igualmente, siempre a partir esa angustia reveladora para Heidegger; sin embargo… hablamos de la angustia, una angustia que con todas sus fuerzas la naturaleza humana rechaza y no queremos conocer, ni por supuesto, tampoco experimentar, de la que y aunque la experiencia nos dé eso: experiencia, sobre un ámbito cenagoso de la existencia, no deseamos ninguno, ni siquiera los que hemos surcado a menudo esas aguas tormentosas y sabemos de sus corrientes, y al igual que Sísifo transitamos el páramo cada vez con menor aflicción. Pues si algo es propio del hombre es la costumbre y a todo se acostumbra este (el hombre), incluso a los infiernos si se le da el caso, ya no digo a la angustia: pasajera o no. Sin embargo, acostumbrarse no significa de ningún modo que sea agradable o deseemos volver a ella (para buscar algo por muy interesante que sea). Luego, y dejando la angustia de un lado: la Nada es otra cosa: algo que no puede, ni va a estar donde tú estés de ninguna manera, pues de otro modo ya no sería la Nada si estás ahí, frente a ella (pues su carácter se entiende infinito: ausencia total y absoluta, y de ahí que la llamemos: la nada absoluta), y esa es la terrible realidad para tantos, que al asomarse no la encuentran o se encuentran frente al rostro de la muerte que la abandera.

Pero así como nos explican tantos —estudiantes, maestros y académicos de filosofía— su revelación, pasando por la angustia, como quien pasa por la cárcel en el Monopoly, buscar la Nada más que un camino de revelación —voy a incidir más en esta palabra: revelación— o conocimiento, parecería una senda de aceptación sobre una realidad siempre angustiosa y ¿quién la desea?, cuando ésta choca de frente con el foco central de la vida y voluntad de todo hombre y su sentido o la comprensión de sí mismo y su existencia: y dónde buscar la Nada se torna un avocarse al despeñadero en una existencia de inquietud, solo por revelar la Nada (que repito no existe) o revelar el ser que esta, dicen, nos revela (cuando nada puede revelar nada, o la nada); pero y luego: digamos que entendemos como se reveló esa Nada —al menos entendiendo a quien lo narró y describió en sus textos, y que muchos otros parecen aceptar (el hecho de la revelación) como si ellos mismos hubiesen sido objeto de revelación (o comulgan) de la misma experiencia—, pero y repito ¿ahora qué?, todo sigue igual, entonces, qué hacemos ¿volvemos a angustiarnos?, pues de una revelación esperamos algo, que aunque no sea excepcional o maravilloso, digamos que lo sea al menos en tanto a definitivo y concluyente, llevándonos algo/algo nuevo (más allá del relato de la propia experiencia de aquel que la reveló, aunque nos parezca muy interesante y, pasemos por alto que, siempre, precise de una nueva explicación) y precisamente, de ahí luego llamaremos a eso: revelación.

Pero igualmente, me pregunto, qué sentido tiene buscar al ser que no se revela, pero que luego sí, se revela a partir de la Nada que no existe y, que curiosamente esta se revela en una angustia (en la que hay que estar) pero yo no siento como tal: un sufrimiento o temblor permanente del alma por el simple hecho de vivir y tener que decidir ahí, en el mundo. Una angustia, en todo caso, que entiendo como aquel lugar del que alejarme y que mi mente y memoria proveerá para ello: como a todos nosotros supongo, o si se da el caso de estar angustiado (ya en la angustia) salir de allí a toda prisa.

Quizá precisemos de entender mejor, en tanto, a sentimientos: esa angustia, sobre todo antes que ir a buscar nada en ella, pues angustioso e iluminado por la angustia, será aquello que allí encontremos en ella o cerca de ella, como iluminado y templado por el sol, está todo lo cercano a él. Otra cosa será entender la angustia a la manera de Heidegger, su angustia (y que parece no ser la mía), lo que me lleva a pensar en una deficiencia en los textos (no solo en mi opinión) cuando leemos o se interpreta a Heidegger. Deficiencia en tanto que Heidegger parece habría elaborado una teoría propia del lenguaje (ya desde antes de ser y tiempo), imponiendo condiciones inflexibles sobre la manera de acceder a su pensamiento y entenderlo y cuya finalidad, de esta presentación o (llamémosla nueva teoría del lenguaje) parece mostrar un “programa” (revelatorio / tanto del “ser” y, o “la nada”) que precisará luego para llevarlo a término, del concepto (y jerga) Heideggeriano del “mundo”. Lo que nos llevaría, siempre, a entender luego esa angustia, la Nada y el ser, concebidos y dentro de ese mundo y concepto Heideggeriano — (aconsejo leer Mundo y predicados ontológicos en Heidegger, de Alberto J. L. Carrillo Canán, para ampliar este tema). Y Ahora haré una broma: tengo un amigo que afirma, que es mejor leer los (cómics) de superhéroes, antes de ir a ver las pelis al cine: refiere así, junto a unas palomitas, la experiencia perfecta: sería como tomar primero la guía universal sobre cómo funciona “el espacio y el tiempo” en el país de las maravillas, para luego entender y desde el principio, sin desajustes o sorpresas lo que sucede a Alicia. Dicho de otro modo: Heidegger prepara al lector para entender una mente, su mente (y su mundo) y lo que allí va a suceder, donde nos revelará la Nada, en ese: su mundo y con sus reglas (así lo entiendo yo y no lo critico, al contrario, me parece fascinante). Sin embargo, como todos ya habremos deducido, de este modo no se nos revela entonces la Nada, a nosotros quiero decir: pues claro que no… Tampoco se le reveló a Heidegger, pues la Nada no puede existir y mucho menos nosotros la podremos imaginar de ninguna manera fehaciente, pues repito: no-es — no-existe ni, por lo tanto, la podemos siquiera concebir, como no podemos concebir nada que no exista, sino teniendo apenas una ‘idea’ vaga, recreada por medio de constructos que serán siempre internos… propios o adscritos a la mente, mostrándose luego verdadera a esta: la mente, precisamente por ser internos… Pero que será otra cosa, distinta, a la que podemos llamar Nada: pero jamás, eso, será la Nada.

En términos matemáticos —y, de nuevo, no sé ni dónde me meto ahora— Heidegger nos habría propuesto algún tipo de ecuación por medio del lenguaje, donde a través de unas fórmulas (o constructos) nos descubre por medio de ese mismo lenguaje formulado, —y que se irá desarrollando y adquiriendo sentido a medida que leemos y vamos entendiendo y, por lo tanto, aceptando como válido y real— un proceso. Finalmente, este proceso o ecuación, en tanto a planteamiento (formulación, desarrollo y resultado) puede ser correcta o, perfecta, incluso, pero correcto, no significa cierto o verdadero, ni siquiera en matemáticas. Y me pregunto, Acaso, en Heidegger ¿El significado producido por la semiosis (a través del texto) puede manifestarse como elemento de un sistema congruente, y elemento de un sistema axiomático formal, dentro del cual asume un valor propio? Entendemos que sí. La realidad, de alguna manera, es y está presente fuera de nosotros, lo sabemos, y sabemos que la única manera de percibirla es a través de signos…. y un signo, por lo tanto, es algo que nos presta su ser para que otro algo, real y existente, por los signos aparezca, pues un signo (y un texto es un signo) tiene la capacidad de evocar lo que no está presente, lo que sin su ayuda no podría aparecer ante nosotros como real; pero, igualmente, un signo- dirigido en sentido opuesto, puede evocar aquello que no es real, haciéndolo presente a nuestra mente. Por ello [“La hipótesis de un referente construido por la operación significante, como proversión, puede demostrarse útil, fértil y sencilla, para la obtención de cierta respuesta o para la solución de ciertos problemas. — J. Biedma.] Notar, que he introducido la posibilidad de “inferencia o suposición proversiva” ¿por qué?

SOBRE LA POSIBILIDAD DE SUPOSICIÓN PROVERSIVA, A PARTIR DE LA TEORÍA FIGURATIVA DE LA PROPOSICIÓN

(La nada no como revelación, sino como la proposición /posibilidad de una idea)

Veamos que dice Wittgenstein acerca de pensar aquello que no se puede pensar o no tiene sentido: “donde acaba el sentido, acaba la capacidad de pensar; por lo tanto, no se puede pensar aquello que no tiene sentido, (entiéndase) lo que no está lingüísticamente conformado” —hago notar: lo que no está lingüísticamente conformado — y nos lleva, pues a la posibilidad de poder conformar lo no conformado todavía y hacerlo lingüísticamente, dándole así sentido, por ejemplo a la Nada, pero ¿cómo? Para ello partiremos de la Teoría figurativa de la proposición, donde esta proposición expresa lo que yo no sé, pero lo que yo tengo que conocer para poder decirla, lo muestro en ella. Así, el sentido mostrado por la proposición es independiente de la realidad; sin embargo, y para saber si lo que dice es cierto, no debemos contrastar aquella empíricamente, pues la proposición contiene únicamente la posibilidad de su verdad. (Wittgenstein - Lenguaje y Comunicación en Wittgenstein, por Tanius Karam). De lo que entendemos, que se puede pensar y hablar de aquello que no existe y no tiene siquiera sentido, cuando antes ha sido lingüísticamente conformado; sin embargo, su conformación no implica su verdad (real /verdadero), sino la idea que alberga la posibilidad de su verdad: es, por tanto, solo una idea; lo que me lleva a la posibilidad de “inferencia o suposición proversiva” como potencial creador de la idea de la Nada. Pero, ¿por qué, precisamente remito la suposición proversiva? Me lo pregunto, antes que otros lo hagan, como ya me sucedió en aquel texto sobre Wittgenstein (De la satisfacción de un deseo, resuelto en su representación.)

Todo conocimiento —y me voy a remitir de nuevo a J. Biedma / La suposición Proversiva— supone la presencia intencional de la forma en el interior del dominio cerebral (o intelectivo) del sujeto, así como la relación entre un signo o representamen (primero), un objeto (segundo) y un interpretante (tercero). Luego y “en virtud de las reglas del lenguaje en que se inscriben idealmente las construcciones significantes a las que responden, estas deben conservar cierta referencia con la realidad de la que hablan (concreta o abstracta, existente o fantástica, material o espiritual). Los semiólogos distinguen como en toda interpretación de significación, en tanto que acto comunicativo, se deben distinguir un componente locutivo (lo dicho), un componente ilocutivo (la acción que se cumple - el modo en que se enuncia) y un componente perlocutivo (el efecto que se causa- respuesta)”— J. Biedma; y, es en relación con esto último: al efecto, o componente perlocutivo donde me cuestiono “la verdad / veracidad” de esta revelación (pues del mismo modo que si un hablante le pide un vaso de agua a un oyente, el acto perlocutivo es, que la persona oyente le alcance el vaso de agua del que le habla (completando la acción); luego si este hablante me habla de la Nada, revelada o constituida en la angustia, en mi angustia, instándome a mirar allí (en la angustia) esta debería estar cuando yo miro, o presentarse en algún momento: Pero —y volviendo al agua— cuando voy a coger el vaso, "este no está".—hacer notar, que he dado un paso por resuelto, que no lo está, y aun así algo salió mal: quizá porque no me supe angustiar, o al angustiarme lo hice mal, da igual: el vaso no está. Creo que no es preciso que siga. Lo que quiero decir es que si yo cierro los ojos… no veo nada; luego, si le digo a alguien cierra los ojos, no verás nada: primero, este podrá de inmediato cerrar los ojos, y segundo, al menos por un momento todo será oscuridad: no verá nada. Luego, y si repito después el proceso, añadiendo al final, que este haga un esfuerzo: concéntrate, y verás un puntito de luz en la oscuridad, es posible incluso que así sea, y lo pueda ver/ recrear (pero todos sabemos que no será el mismo puntito), aunque él, al menos, entiende lo que le quiero decir, entiende el proceso y, además, también lo puede seguir: entiende como y donde veo el puntito cuando cierro los ojos y él puede repetir el proceso sin problemas, e incluso en la oscuridad (cerrando sus ojos) él puede buscar un puntito de luz, y quizá en algún momento incluso verlo. De modo que un proceso, subjetivo, puede ser seguido e incluso de alguna forma vaga reproducido (no por completo) pero lo más importante en el caso de este ejemplo, es que el puntito no llevará a nada verlo, a quien siguió mi proceso, y eso es, suponiendo que a mí ese puntito, si me hubiese dicho o revelase o llevase a algo, ¿entendieron?

Pero, voy a seguir los pasos que propone Heidegger, e intentar entenderlo “a él” a través de lo que me quiere decir, y no lo que me quiere decir. De acuerdo: por el mero hecho de vivir, vivo en la angustia, en un vivir angustiado, consecuencia del mero hecho de vivir —como una madre con un niño que corre de aquí allá, dejando la luz de todas las habitaciones encendidas / eso todos lo entendemos—, lo entiendo. Pero si vivir, es vivir en la angustia/presente en mi realidad, y esta angustia forma parte de esa realidad (del ser angustiado que vive su angustia manifiesta), la Nada —que revela al ser— al revelarse sobre esa angustia manifiesta, será la realidad revelada y manifiesta de nuestra propia angustia; que revela al ser en el mundo: al ser (angustiado / en la Nada: su Mundo / de ese ser). Dicho de otro modo, Heidegger no revela la Nada que revela al ser, Heidegger por su proceso se encuentra y se revela a sí mismo, en la Nada que es: su mundo/momento para él, revelada sobre la angustia de su propia existencia: (y esto si lo puedo entender) a partir escrito y luego de lo descrito de su propia experiencia vital, de él (como entendí aquella ecuación en Wittgenstein, y la satisfacción de un deseo resuelto en su representación: en tanto como en su ecuación desarrollaba / entendía yo qué quería decir él con la ecuación (para él) no lo que la ecuación decía, léase: y “fue a través de la lectura de notas dispersas, cuando —marginando el significado literal de la hipótesis (la ecuación referida) que el autor quería dar por resuelta— resolviese a mi entender, no ya la solución de esta en una fórmula dada, sino más “el deseo a la solución” en ella, tal y como nos es propuesto por Wittgenstein, y de sus propias palabras se entienda, cuando leemos en otro contexto: “la representación de un deseo es, eo ipso, la representación de su satisfacción”. Preguntándome ¿no es igualmente la representación de su deseo —una hipótesis (resuelta en la ecuación) — la solución, a la cuestión que nos ha sido propuesta?, y, de la que resulta, la obtención de un deseo en su representación; y, por lo tanto, de esta, se obtenga, igualmente la representación de su satisfacción, luego e independientemente de la veracidad o no de esta...”; (De la satisfacción de un deseo, resuelto en su representación). Por lo que deduzco de todo ello, no algo manifiesto real, siquiera en la mente, sino una idea o “inferencia proversiva” como potencial creador de una idea: en el que la ausencia "existencial" de un referente, la Nada, que en este caso no está en el nivel existencial y donde el proceso semiótico es sustituido por el significado “intensional”, o sentido producido por el texto. Vuelvo a recordar: esto que llamamos la nada, referido a absoluta, no solo no existe, sino que tampoco la podemos imaginar, y de ahí que no esté ni en el nivel existencial. ¿Pero entonces podemos hablar de ella? Podemos, sí, hablar de la Nada, por supuesto, cuando ya está lingüísticamente conformado (Wittgenstein) ― aunque ateniéndonos a las consecuencias―. Luego “La inexistencia de un referente, en absoluto, implica la inexistencia de un significado. Dicho significado es pura comprehensión, interpretación o intensión en los casos de conceptos sin extensión cuantitativa o empírica. Además, tal significado importa o produce, simula o supone, la representación de un posible referente. Tal referencia puede interpretarse perfectamente como una hipótesis, científica o de otro tipo (filosófica en este caso). El mismo signo es entonces una experimentación provisional de dicha hipótesis, que adviene o proviene a la realidad como puro signo, verbum, logos”. — J. Biedma. Y lo dicho aquí ya supondría un problema para seguir (refutación de la idea de la nada absoluta en Heidegger) si queremos detenernos en la refutación de la nada absoluta, expuesto de todo lo dicho, el desarrollo hacia la nada y su conclusión, tan solo una hipótesis o experimento, y no una certeza tal, de la nada, y como de Heidegger entendemos y nos propone, afirmando: la nada revela el ser. Hipótesis que como tal, hipótesis, entiendo, podrá ser perfectamente refutada. Pero sigamos…

Si antes de Heidegger teníamos un problema con la nada, ahora —después de Heidegger— tenemos dos, o dos preguntas: una, la primera pregunta, entendiendo esa nada que en Heidegger se revela en la angustia y le revela al ser, pero —y siento decirlo así— independientemente, de dónde se revele o revele nadie, seguimos sin saber absolutamente nada de la Nada (absoluta) qué es…, / y consecuencia de qué…, / y menos aún, qué es aquello que la revela de manera universal, si es que pueda y por alguna manera, esto suceder. Por tanto, la nada de la que me habla Heidegger, ubicada en el pensar de quien la crea, para sí, como la de los astrofísicos o físicos, que la ubican en su imperfecto vacío, que por cierto no es vacío (de ahí lo imperfecto), parece una Nada igualmente manoseada dirigida, muy distinta de la que en principio se pretendía revelar: la Nada absoluta, y de la que, para colmo, ahora conocemos, quienes asienten en ello, lo que revela, entiéndase: la nada/que no es nada, revela algo que es/el ser, que no puede ser por completo revelado, siendo una nada reveladora, que no existe, que nos revela el ser que no puede ser revelado: pero que sí se le reveló, lo reveló a Heidegger. ((Bien)). Luego, no hay que olvidar el otro problema, la segunda pregunta, venida directamente de la respuesta dada a la pregunta, aquella misma que se preguntaba por la nada ¿Qué es la lada? ¿Qué pasa con la nada?, y que ahora deja a la espera cualquier respuesta posible. Pregunta, que cualquiera que tenga o haya sido un niño sabe cuál es: ¿por qué? Pues da igual, qué revele a la Nada o qué la Nada revele, donde y como lo haga: todo da igual, si al decir “esto es así”, luego no sabemos explicar por qué, es así, o está ahí, de una forma razonable. Pero, y además, en este caso la angustia revela la Nada, y esta luego revela al ser; ¿cuál es la razón de revelarlo?, o ¿para qué? Pues más allá de mostrar la angustia como reveladora de la nada (del mismo modo que yo puedo ver la silueta de un ángel reflejada sobre las aguas) si no sabemos dar respuesta al porqué, de esa presencia reflejada en el agua, no encontraremos en aquello revelación alguna: revelación (simbólica) acerca de algo que nos lleve (quiero decir: a Heidegger) a algo nuevo y que no es el símbolo observado, sino su significado (de este) entiéndase: a otra cosa y que Heidegger a partir de su revelación mostrase pudiéndose por todos entender, y de alguna manera comprobar aquello resultante, sobre todo en tanto a respuestas a esa nada y qué revela, por qué, y de ese modo, pues de otro modo quedarán (como el reflejo del ángel en el agua) a la espera de saber por qué está ahí, y ese ángel en el agua con su presencia qué nos quiere decir. Pues nada en la tierra, bajo los cielos o sobre estos que exista, ni en todo el universo, es sin una razón, o razón de ser que lleve a algo. En nuestro cuerpo no hay una sola célula, átomo o partícula que no tenga un sentido de “ser-ahí”, precisamente donde está, y la encontraremos siempre al buscar, haciendo lo que hace: para aquello que es o aplicada a su razón de ser, y es-ahí, por una buena razón, incluso más allá de aquella que nosotros le podamos dar o entender: no existe, por tanto, nada sin razón de ser: sin un porqué, siendo esta (razón) causa primera, que explicara su existencia. "Nada es sin razón (o fundamento)" y en ella se traduce la insistente pregunta que ya los niños formulan ¿por qué? (Leibniz). “No creemos conocer algo si antes no hemos establecido en cada caso el «por qué», lo cual significa captar la causa primera”. Aristóteles, Física, II, 3 (Gredos, Madrid, 1995, p. 140)). Igualmente, para Schopenhauer: “si un juicio ha de ser una expresión de conocimiento, debe tener una razón suficiente, por el cual el juicio pueda considerarse verdadero.

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LO QUE LA NADA NO ES

[«Preciso es, pues, ahora / que conozcas todas las cosas: / de la verdad tan bellamente circular, la inconmovible entraña / tanto como opiniones de mortales / en quien fe verdadera no descansa» (Parménides – P. de la Naturaleza)] “El origen o etiología de la idea del no-ser —equivalente a la de la nada— guarda en la metafísica aristotélica una importancia fundamental, porque es uno de los dos ejes centrales del primer principio de nuestro pensamiento, el de contradicción, sin el que nos están vedados todos los demás, aunque sean superiores. En efecto, en la expresión más sucinta de este principio (“no es posible afirmar y negar simultáneamente”) se encuentra ya larvada no solamente la idea del ser que sustenta la afirmación, sino la idea del no-ser o de la Lada que sustentaría —y esta es la cuestión— la negación subsiguiente, ya que no podría ser simultánea” (Carlos llano Cifuentes: Sobre la etiología de la Nada).

Del texto superior queda explícito el principio de no contradicción: “Nada puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido” por tanto (Ser/la Nada o La Nada-es) son construcciones semánticas que, ni en el texto, ni fuera del texto tienen sentido alguno, pues afirman y niegan, o niegan y afirman al mismo tiempo, quedando implícita su contradicción. Sin embargo, observamos como las personas buscan la Nada, por lo que ‘es’, y se preguntan o quieren saber ¿Qué es la nada?, o [¿Qué pasa con la nada?-(Heidegger)] precipitándose: buscando entonces aquello, repito, que la Nada ‘es’, o de algún modo haciéndola luego, por medio de constructos ‘ser’. Pero hay un problema primero y universal: la nada “no-es” ni puede ser, y esta es una de las razones, si no la razón primera y última por la que el estudio de la idea de la Nada se hace impracticable, y más aún por la forma de acceso (al conocimiento) hacia lo que no-es. “Esto que llamamos la Nada, referido a la Nada total y absoluta no solo no existe, sino que tampoco la podemos imaginar, o entender; es más no la deberíamos ni poder nombrar —innombrable, en tanto es un nombre que refiere aquello inexistente, siendo en sí mismo, el nombre, una contradicción—pues no sabemos de lo que hablamos, al no estar ‘aquello’ en el nivel existencial concreto, ni en el abstracto o cognitivo”; y es por ello que la describimos, precisamente como lo que no-es. Luego algunos nos dicen: “se trata de la idea de la ausencia de algo que es: el ser; pero, incluso las ideas ―en este caso negativas― no se pueden abordar, pensándolas de modo directo: como lo que son. No debe olvidarse que toda negación viene expresada antes sobre una afirmación que es su causa, pues la afirmación ‘siempre’ es anterior a la negación: las ideas negativas tienen, por lo tanto, su contenido (o principio) en las positivas [el ser ‘primero’ y en total ausencia absoluta (en ningún lugar) del ser: la Nada]

Pero, de algún modo, hemos dado nombre un ‘propio’: ‘la Nada’ para referirnos a la ausencia del ‘ser’ “... problema que originariamente surge en el lenguaje con motivo de resolver el problema metafísico del origen del ser: el de la creación… Pero el problema que arrastra la Nada desde su orígenes es, e igualmente así lo define Bergson, creer por alguna razón, que la nada se ha dado antes del ser, siendo luego esta misma la explicación del origen de la idea de la Nada, cuando entendemos la necesidad de encontrar un origen al ser”. Un ‘ser’ , sin embargo, y que como vemos ya tiene y, por tanto, nos referimos a él con su propio nombre: ser, y, sin embargo, no nos refiriéndonos a su ausencia de este, como ser-ausente, o ausencia- del ser, sino afirmando, en su ausencia: la Nada (es decir: algo y nada, a la vez, y en el mismo sentido; pues al querer decir nada: que no hay nada, nombramos algo (que-es, ya algo al nómbralo, pero no el ser, sino la Nada) cuando lo cierto es, que en ausencia de algo, de cualquier cosa, o el ser en este caso: lo ausente no es nada tan solo por ser ausente, e igualmente, tampoco es nada por no estar presente-en apariencia, entiéndase: no lo podamos ver o percibir.

Sin embargo, y repito, por alguna razón dimos y aceptamos ese nombre: la Nada, que refiere a la ausencia absoluta: o inexistencia absoluta del ser, y que ciertamente nos ayuda lingüísticamente a expresar lo que queremos decir, cuando hablamos de ‘ausencia absoluta de ser’ pero que debe entenderse siempre, como lo que quiere decir: ‘inexistencia, en ningún lugar, de todo ser’. Sin embargo, es precisamente el mismo nombre ‘la Nada’, dado con motivo de resolver un problema metafísico, lo que nos lleva a otro problema metafísico y a la confusión de la doxa, pues al tener implícito su nombre el principio de contradicción, inconscientemente caemos en sus redes y nosotros mismos contradecimos la razón y el sentido común al observar, como esa Nada que no es nada ni a nada refiere, solo pensarla nos lleva a algo… a pensar y pensar en ‘algo’ que es y tiene nombre, y por lo tanto la mente (cayendo en esos abismos de la razón) otorga valor epistémico, aún cuando ese algo habría de remitir, y vuelvo a repetir: a lo que no-es, no existe, ni puede existir, ni ha existido jamás (nada surge de la nada) o, dicho de otro modo, la Nada nos remite: a la ausencia total de todo y a lo no verdadero. Pero no queda ahí esta absurda situación, cuando bien entendida La Nada como lo inexistente, perplejos, observamos que solo mencionarla ―y como la flecha al blanco― la mente ya dirige hacia ella su atención: a pensar en esta y (lo peor) es, que de manera tan irracional como aquello mismo que buscamos, pretendemos luego revelarla como algo ‘distinto’ que ocupa el lugar ser y por lo tanto: no es la misma cosa, no es el ser, pero, y, esto es lo más absurdo, luego si es la misma cosa, entiéndase: una cosa que cambia de Nada a ser y de ser a Nada. De modo, que “precisamente, lo que en primer lugar debería ser "el ser", se revela más tarde como un no-ser; el ser y el no-ser (no-ser en tanto a la Nada) siendo lo mismo para la δόξα’… “es por ello que Parménides llamará a los mortales, en cuanto están en la δόξα «bicéfalos»; para los que «el ser y el no ser parece la misma y (y a la vez) no la misma cosa, pues en tanto el hombre se ha amarrado al ámbito de lo reciente presente, es decir, cuando ha perdido de vista lo anteriormente presente, ya ha pasado a considerar exclusivamente lo ahora presente y (en presencia) como el ser y, por tanto, lo desaparecido o no presente sólo como un no-ser (considerando este no-ser/ no-estar presente-en apariencia: la nada). Con ello el ser y el no-ser (el no estar presente-en apariencia) que al principio deberían ser lo mismo, se revelan como distintos a la δόξα. [“En la concepción del ser de la δόξα se confunden, por tanto, el ser y el no ser de tal forma que no solamente se pasa del uno al otro, sino incluso de una identidad a una no-identidad y a su vez de su no-identidad a una identidad”― (Ingeborg Schussler)].

"Puedo comprender la ausencia del Ser, pero ¿Quién puede comprender la ausencia de la Nada? Si ahora, encima de todo, el No-Ser Es, ¿Quién puede comprenderlo?", incluso chuang Tzu (La Luz de las Estrellas y el No-Ser) muestra su asombro ante este embrollo: Si ahora, encima de todo, el No-Ser Es. Pero algo no "es" "nada": siendo (no ser), solo por haber salido de la presencia (¿entienden esto?), lo que nos lleva a tener que re-pensar igualmente la forma de expresarnos, para poder entender… entendiendo: que ser y estar-presente, y ser y (no-estar presente digamos "en apariencia") es igualmente ser, (no entendemos pues, la ausencia del ser, como no-ser) tan solo por salir de la presencia- en apariencia; pues el ser es siempre, siempre está (aunque no exista una conciencia para verlo, y esto incluso la ciencia, lo puede afirmar). Pero atendamos el término: ‘en apariencia’. Si llamamos salir de la presencia/en apariencia, al ser: en apariencia refiere, entendiendo, que este sigue ahí, aunque no lo percibamos ¿En qué consiste entonces esta apariencia, o apariencia que ofusca al ser?

 

9
LO QUE "EL SER" NO ES: LA APARIENCIA
Apariencia es "ser", pero no es "el ser" la apariencia.

Creo conveniente hacer una aclaración sobre la apariencia, antes de seguir para mejor entendimiento de estos (los textos. No sé, si también de la apariencia: eso espero). Por tanto, no diré aquí lo que la apariencia es, pues la apariencia es, en tanto a quien por su mente y para él, o para aquellos sea y se muestre, luego una cosa u otra. Mejor diré, que no sé qué es exactamente la apariencia, pero sí explicaré que es la apariencia y como yo la entiendo dada a estos textos que escribo e ideas expresadas en ellos y así mejor entenderlos, en tanto a qué quiero decir, cuando utilizo el término apariencia, o en apariencia.

I

Existe una tradición filosófica que se remonta incluso a antes de Platón, y que reflexiona sobre una cuestión “concreta”, llevando de cabeza a la filosofía desde sus inicios: las apariencias, considerando estas (lo que vemos o percibimos ante nuestros sentidos) de una menor entidad frente a la realidad existente... mostrándose, luego y con el tiempo, este, como el primer gran problema que la filosofía se plantea, siendo aspecto relevante en los filósofos primeros, dados a la búsqueda de un sustrato inmutable capaz de explicar la realidad: siempre cambiante y efímera, frente a la auténtica realidad que habrá de ser, únicamente accesible a nuestra inteligencia (al pensar).

Hoy por apariencia, entendemos se trata de realidades veladas a nuestros sentidos (átomos y moléculas por ejemplo) y comprensibles solo a la razón: a nuestra inteligencia, por medio de (números, sintagmas, etc.) que son los que nos proporcionan, una explicación a las apariencias cotidianas. Esta capacidad explicativa da luego mayor relevancia a las realidades, frente a las "simples apariencias" de aquellas realidades. La Apariencia, por lo tanto, se considera clásicamente un conocimiento incompleto y superficial, cuando no obnubilado (debido a la limitada de percepción de los sentidos primarios: vista oído, olfato, gusto y tacto) ―en contraposición a la realidad en sí misma, o conocimiento verdadero y profundo: o esencia de las cosas (de la realidad), y solo accesible al sentido de la razón. Así, el término apariencia alude inevitablemente a aquello que (no tanto oculta del todo) sino que más bien oculta en sí, o tras de sí, a los sentidos primarios: la esencia (naturaleza verdadera) de la cosa (su ser). En otras palabras, la apariencia es, lo que se muestra, manifiesta, evidencia a los sentidos, nuestros sentidos primarios, pero no la naturaleza última real y verdadera de las cosas (su ser), la cual está oculta/velada tras la apariencia que es dada a los sentidos. Unos sentidos, que no nos fueron otorgados, o evolucionaron, para comprender esencia alguna de las cosas, sino para distinguir lo útil de lo inútil, lo peligroso de lo que no lo era, lo comestible de lo que no se podía comer, y primariamente (en tanto a importancia) a discernir, entre lo que ayudaba a sobrevivir, de lo que nos podía quitar la vida.

Y es por aquellos mismos sentidos limitados, todavía a su primera y primaria utilidad, pero hoy sumados a la razón, que nos adentramos (o intentamos adentrarnos) en las cosas, en su naturaleza, pretendiendo de ellas: su esencia; sin que debamos dar por hecho y cierto que (la reflexión solo y por sí misma) en torno a lo conocido: la apariencia, y dada por las cosas a nosotros, a nuestros sentidos ―ya desde el primer momento y a través de de lo proyectado: "su apariencia" en sí, de estas cosas― nos lleve a su realidad (o esencia) misma, de aquel ser que la proyecta (por la luz, o por esta reflejada) como realidad de este, e igualmente tampoco como esencia misma de aquel ser (o ser primero que la emite: la luz) frente a la realidad de lo proyectado: la apariencia, ésta en sí y por sí "ente" y por lo tanto alguna cosa “es”, igualmente real pero aparte: es otra cosa, por tanto. Pero ¿Y por qué otra cosa? La apariencia, al sentido de la vista no es sino luz, luz (que es algo); luz emitida por un cuerpo en algún lugar, y luego reflejada por otro cuerpo/cosa/ente. Así, cuando miramos y vemos un cuerpo (cosa/ente) en la tierra―no emisor de luz/radiación― no vemos ese cuerpo, sino la luz que éste refleja dada a nuestros sentidos: otra cosa por tanto es aquello que vemos, pero que no forma parte (del ser que lo proyecta o refleja): pero que sí, se ve alterada por él (por la cosa que lo refleja) pero no, no es él, no es la cosa que lo refleja... del mismo modo, que tampoco es esa luz que percibimos como apariencia o reflejo, aquello que en primera instancia la emitió: una estrella por ejemplo (el sol). De lo que se desprende (y así lo entiendo), que tanto la luz de aquella cosa que la emite ―la estrella― luz que se nos mostrará como apariencia de algo a nuestros sentidos, como aquello que luego refleje la luz (un árbol, por ejemplo) y que se nos mostrará igualmente como apariencia de algo (árbol), aunque nos de información de ambos: de la cosa que lo emite, o bien, que refleja, no es (esa apariencia) ninguna de las dos: ni la cosa que lo emite, ni la cosa que lo refleja (cuestión); y más profundamente esto lo entendemos cuando hablamos del fotón, que tampoco es (ese fotón) el electrón que lo emite, sino un (producto o subproducto: proyectado) una emanación por radiación, a partir de ese electrón que reacciona dando como resultado y subproducto, de la reacción: un fotón, que luego alcanzamos a ver/percibir; sin embargo, nunca veremos el electrón/emisor que quedó en su sitio, y solo percibiremos el fotón (que es otra cosa distinta del electrón): la luz, una luz (como un espíritu que nos trae información) y que nos llegará después emanada por aquel electrón viajando hasta llegar a nosotros e impactando a la vista y nuestros sentidos (como apariencia de algo, e información de algo). A decir, sobre la luz esta no es material: el fotón no tiene masa y tampoco posee carga eléctrica, y no se desintegra espontáneamente en el vacío. El fotón /la luz parece no tener vida sino impacta sobre alguna superficie; y sin embargo es más al revés: una superficie parece no tener vida o existencia, si esta no refleja la luz (el fotón): allá donde hay luz hay algo, información de algo que nos llega a través de la luz, de ese algo que lo refleja o emite. y de forma parecida ocurre al tacto, no tocamos jamás la materia y solo sentimos la fuerza (repulsión que nos da la información de algo) e impide que se pueda entremezclar esta materia.

Quizá, sea el ejemplo de Platón sea el más célebre, de un mundo en que todo se percibe y conoce a partir de apariencias, es decir: engaños o ilusiones. Pero como refiero al principio, este es un problema anterior; precisamente esta oposición entre lo aparente y lo real aquello que constituye la esencia misma del pensamiento de Parménides, que habría de distinguir ya dos vías: la vía de la verdad, que nos coloca frente al ser-eterno, uno e inmutable, y la vía de la opinión, que no nos da sino el mundo sensible del cambio y la multiplicidad; luego entendiendo nosotros: que si la primera vía, la vía basada en la razón, nos coloca frente a la realidad inmutable: esencia-el ser, la segunda vía, establecida sobre los sentidos primarios, no puede sino mostrar otra cosa que una realidad engañosa, es decir, una mera apariencia.

Después de Parménides, la apariencia (o el problema de la apariencia) ha remitido siempre al problema de la realidad, tanto que las relaciones entre ambas (apariencia y realidad) se resumen básicamente en dos propuestas: de un lado, están para los que la apariencia oculta la verdadera realidad; y de otro, aquellos para los que la apariencia es la realidad misma y manifestación de esta y, por tanto: la realidad misma; si bien, encuentro interesante, en el sentido de lo anterior (de las propuestas) las palabras de Husserl, cuando refiere los fenómenos y la apariencia, presentándonos tres casos distinguibles y singulares siendo, el primero: donde la apariencia podría manifestar la verdad del objeto (y los fenomenólogos están de acuerdo, erróneamente, a mi entender); el segundo: donde la apariencia podría ocultar la verdad del objeto (no el objeto); y por último y doy mayor razón, tal y como yo lo entiendo en estos textos, el tercero: donde la apariencia se muestra, como un indicador del camino que se debe seguir para llegar al objeto, lo que me lleva de nuevo a la segunda, donde la apariencia podría ocultar la verdad (el ser) del objeto (pero no el objeto) y así: la apariencia revela un objeto (existente), pero no el ser (o esencia) del objeto, y de aquí podamos entender, de alguna manera la razón para los fenomenólogos, en tanto que: la apariencia es la verdad del objeto, si bien y a este respecto, del párrafo anterior se adivina mi posición. En Kant, la apariencia está en completa contraposición de la “cosa en sí” si bien él no ve en ella engaños o ilusiones. Y por último, hay un escrito, no muy conocido, libro redactado por Mariano Ibérico, allá a mediados del siglo pasado, titulado La Aparición; ensayos sobre el ser y el aparecer, donde se menciona, que el ser es en sí, no obstante aparece a una consciencia, y ésta lo “refleja” en tanto que apariencia, haciendo de esta forma una síntesis del ser y la apariencia. De donde se puede profundizar en ello, obteniendo algunas ideas al respecto: como que la apariencia es "ser", pero no es "el ser" mismo la apariencia.

II

Es ser, lo que está y no está presente. “solo es ser, en lo que está y no está presente; más, no se nos permite saber"

El hombre, mortal e incompleto en su imperfecta naturaleza, se mueve en un ámbito reducido y concreto de su existencia y percepciones y, por lo tanto, solo puede concebir aquello que-es, cuando se le presente en su propio ámbito: de sus sentidos e, igualmente, ‘sensaciones’; mas luego considera aquello que no se presenta a sus sentidos y sensaciones, como algo que no-es: (o bien entiende que, no está ahí : porque no existió nunca ahí / está ausente de-ahí: o porque estuvo ahí, pero ya no está-ahí / o, bien no existe: no existe ahí, ni en ningún lugar.. “Ahora bien, encontramos también en el hombre (y de su experiencia), que aquello que está presentándose dentro de su ámbito, se encuentra en la alteración del aparecer y desaparecer (Ingeborg Schussler) de tal forma que en cada caso, sale de su presencia hacia una no-presencia o ausencia mal entendida (que yo entiendo como aparente ausencia) o también definida como: “no presente–en apariencia― pero el hombre, limitado siempre a aquello que le es perceptible, no considera lo que salió de su presencia ―y por tanto, que ni ve o siente― como lo que es ausente, ser ausente; sino precisamente lo entiende como lo que no-es, como “no-ser”(no presencia del ser-ahí); obviando, que “no siempre la naturaleza se muestra, ni se muestra en todo momento, ni en toda su forma y verdadera grandeza, ni a todos, ni en un primer momento: pues dependiendo de cómo (la forma) y a quién, hay que acceder como a nuestro reflejo en agua de una charca, cuando la lluvia "en apariencia" lo hace desaparecer o desfigura, mas luego aparecerá de nuevo, pero que está, ha estado siempre allí”. Pues la realidad siempre la encontramos velada en una apariencia a desvelar, cuando en su diferencia encontramos la verdad, que solo su disolución: el pensamiento, nos la hace visible. Siendo esta la ‘encrucijada’ a saber: no entender, que algo no es Nada, solo por haber salido de la presencia y confundiendo por tanto, el ser y el (no-ser/no-estar, ausencia en apariencia) del ser (o fuera de la presencia a nuestros sentido y sensaciones ) con no-ser (o ausencia absoluta) en tanto a Nada; de tal forma que no solo se pasa del uno al otro, inadvertidamente, sino que de la identidad a una no-identidad, y a su vez de la no-identidad a una identidad; así y luego…la δόξα pensará que de la Nada el Ser aparecerá, y si luego desaparece, pensara que no hay nada, cuando se trata del mismo ser, presente o, no presente-en apariencia (sin que la no presencia suponga la Nada, ni deje por tanto del ser (el ser, no presente-en apariencia) pues y a pesar de que haya sido rozado constantemente; a pesar de que la δόξα (doxa) tiene trato en todas partes con el ser y el no-ser, incluso teniendo, a veces, una decidida concepción de este ‘ser’, finalmente no puede informarnos sobre la consistencia de este. Pero cabe entender, por encima de todo que " solo es ser, en lo que está y no está presente; más, no se nos permite saber": que muere agotado de sed quien del espejismo ve verdad, y al ir hacia este luego hallará mentira.

δόξα (Doxa) es ese mundo siempre cambiante y relativo de la opinión y del: “me parece que” (los otros), como cambiantes y relativas son las opiniones ― tanto el conocimiento icónico (o sistema de comunicación que trata de representar la realidad visual que nos rodea, a través de logotipos, o imágenes y en sus elementos más evidentes: colores, formas y texturas entre otros); como el conocimiento de los objetos sensibles, obtenido a través de los sentidos, o conocimiento sensible, que genera opiniones, conforman el mundo de la doxa.― y que no solo es aplicable a los medios de comunicación o las redes sociales, como algunos puede suponer... viendo dónde esto nos puede conducir.


PREVALECER

SUPERAR EL ESPEJISMO DE LA NADA

“En algún momento de nuestra existencia, y si tenemos suerte, es posible que nos encontremos en un callejón sin salida”, afirma Peter Kingsley, (In the Dark Places of Wisdom, 1999). En otras palabras, aunque se derivan estas de las suyas: si uno tiene suerte o se lo propone, es posible que aceptemos el desafío y elijamos ese camino difícil que finalmente nos lleve a una encrucijada mayor, donde ninguna de las aparentes opciones pueda satisfacernos… y ante lo que se nos muestra delante de nosotros, sospechemos, “que el camino que vemos la izquierda lleva al infierno, el camino de la derecha lleva, igualmente al infierno, que la carretera que tenemos delante lleva al infierno y que, si damos la vuelta, terminaremos en el infierno”. Entiéndase, ese lugar y momento a partir del cual, de todos los caminos advertimos llevan al mismo y a ningún lugar (a nada: o a la Nada), sin otra alternativa que enfrentar, superando esta situación. Es justo en ese lugar y momento, cuando uno, y si antes comprendió a dónde y por donde iba, pero sobre todo: qué lo movía y cuál es su destino (el Ser, y no la Nada), conseguirá despertar, aquello olvidado que ni podíamos imaginar (y nos había sido sustraído): la propia luz, que nos ilumine aquellas sendas antes oscuras: y poder ver sin mirar, y a la vez entender más allá, sobre los límites mismos de la razón y los sentidos.


¿Por qué? ahora esta introducción… a medias de apercibimiento, a medias de motivación / a medias de Kingsley, a medias mía... es normal que lo preguntemos, no en vano las personas somos los únicos que parecen hacparecen hacer algunas cosas sin motivo alguno, o pensar cosas que no tienen ninguna razón o sentido. Espero que esta: mi razón, y el sentido lo encuentren a estas palabras, en el texto que sigue...”

I

E. Trías insiste en que una filosofía o filosofía del ser (ontología) que se distancié sobre el extraordinario desafío que la Nada nos propone, no puede acreditarse como tal filosofía. Por lo tanto, hemos de pensarla se nos dice, pero ¿por qué? Si prestamos atención a lo que Trías luego nos dice, veremos su agudeza al abrir una nueva vía que nos alumbrará, al proponer este pensar ‘la Nada’ no como un fin, sino como un volver a pensar, ‘re-pensando la Nada’ como vía de, o hacia el conocimiento / hacia una frontera o límite (un limen que Trias ya había transitado, y al que nos invita), donde puede ‘comparecer’ la Nada, pero que yo llamaré mejor: ‘espejismo’ de la Nada, espejismo que se debe superar del todo, a través de este nuevo re-pensar, entendiendo este ‘re-pensar la Nada’ como un crecimiento hacia un mejor pensar y saber mayor. Si bien, el término ‘comparecer’ precisa de aclaración en tanto a mi entender, pues entiendo ‘comparecer’ no como presencia física de la Nada (por supuesto) sino como un límite dado y expuesto a la mente, a superar por la razón; entiéndase: habiendo elegido la vía extraviada y errática de la Nada: un punto y seguido en el camino, donde habiendo llegado a este, entendemos aquello (presente… que no-es) superándolo; como en el desierto el sediento, sin prestar atención al espejismo, y manteniendo la razón y el sentido, prevalece sobre cual ardid que la esfinge propone, alcanzando, así finalmente el pozo y su destino. Entendemos, por tanto: una “frontera o límite" (o mejor sería decir: una encrucijada a la razón) que se debe superar por medio del entendimiento, a través de este ‘re-pensar la Nada’ / en tanto a un espejismo de la mente, que nos desvía el rumbo y la atención, atrapando la razón luego entre etéreas e infinitas redes.

Llegados a este punto, y modulando la señal que se nos envía, podemos entender qué quiere decirnos Trias, en tanto, que si hay tal cosa como el pensamiento es, justamente, por el reto y envite que la Nada, y llegados a ese límite propone: un punto y seguido para algunos (mi caso), para otros (aquellos que se quedan en la nada) final del camino. Luego, igualmente, extensiva esta reflexión es “en relación al propio lenguaje. Se propone, por lo tanto y de este modo el transitar (la senda extraviada y errática de la Nada) como aquello mismo que trae la posibilidad para que prospere la inteligencia, emergiendo de su modorra que, precisamente y ante el problema que propone la Nada, “permite el salto del ensañamiento preconsciente donde dormita, en la escala de la vida, la inteligencia", hasta la plena efervescencia de esta, y superar ese escollo que es la Nada supone y propone cuando pensamos el ser. Pero y aclarado ya este punto, donde la Nada no es nada, sino un mero espejismo a los sentidos surgido de la mente, y que se muestra a la razón habiéndose de superar: ahora, nos preguntamos nosotros, realmente ¿su cuestionamiento hace posible la inteligencia? “Quizás”, o mejor dicho: “quizás toda inteligencia sea, ante y sobre todo, inteligencia de la Nada o relativa siempre a esa Nada, en la que parece hallar su propia condición de surgimiento” (E. Trías).

Así, y desde esta nueva perspectiva, el proyecto observamos parecería estar más allá incluso de aquello que no-es: de la Nada, y más vasto por tanto será al ejercicio de pensar, pues se trata de superar la idea o “el espejismo” en nuestra mente, de "la Nada", de lo que no-es, e ir mas allá: en busca del Ser. Pero, la cuestión ahora sería, antes de seguir, es necesario ¿debemos re-examinar de nuevo la Nada? ¿hacemos bien adentrándonos al universo de la nada, en este caso de Heidegger, aun cuando esta no es real? entiendo que si, por supuesto, es la razón por la que ahora me encuentro aquí: debe examinarse «en sí y por sí» individualmente, pero no solo, y como afirma Trías —si queremos alcanzar los mejores matices de su naturaleza y naturaleza del ser— sino, igualmente, si realmente ambicionamos alcanzar y probar a ver, hasta dónde nos transporta en este re-pensar la Nada… superándola: desde nuevas y, por qué no, también olvidadas o rechazadas y divinas perspectivas. Pues de esa misma inteligencia, probarla, ‘quizás’, primero esté en entender y discernir qué es verosímil y qué no lo es (qué es verdad, y qué lo es para la δόξα, doxa) tomándolo todo en cuestión. De modo que sí, entiendo debemos recoger el guante que se nos arroja e ir más allá, de la nada, incluso, en el sentido que se pueda llevar a culminación el proyecto, supuestamente fallido de Heidegger (o quizá todavía mal interpretado) como insinúa Trías, aunque para esto último: deba coger el guante (de Heidegger) ¡el que pueda! más que quien quiera: que no soy yo, ni tampoco puedo, ni es este el caso, aunque dejaré mi modesta opinión.



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