49 - HEIDEGGER: Ante un Dios ausente vamos a desaparecer / Jordi Maqueda

HEIDEGGER: Ante un Dios ausente vamos a desaparecer / Jordi Maqueda

Palabras clave:
  Heidegger; La Nada; Nihilismo; Conocimiento; Reflexiones; Teorías; Filosofía;


Heidegger 

Ante un Dios ausente vamos a desaparecer - (Heidegger)

Ve y clama a los oídos de Jerusalén, diciendo: ``Así dice el SEÑOR: `De ti recuerdo el cariño de tu juventud, el amor de tu desposorio, de cuando me seguías en el desierto, por tierra no sembrada. (Jeremías 2:2). 

Pensábamos que la ciencia, y la nueva filosofía salvarían el mundo, y nos distanciamos aún más de no tanto de Dios. Pero no ha sido así. Las distracciones, el vino y las fiestas solaparon entonces nuestra desilusión y acallaron nuestra búsqueda interior, hundidos en la inmundicia. La crisis de nuestra civilización se agudiza, se ha perdido completamente el rumbo y andamos a la deriva. Y es un hecho, y estos mismos lo prueban, que estamos en rumbo de colisión: con destino a acabar en Nada. Esto exige explicaciones, nos dicen; pero de quién y a quién pedirlas: quién las reclama, y quién se la va a dar (cuando Dios e muestra ausente). Buscar explicaciones histórico-sociológicas es absurdo, además, si se encontrasen causas evidentes ahí, posiblemente no hubiésemos llegado hasta aquí: es, por tanto, evidente, que ni al principio, ni después del principio era evidente, desde nuestra ignorancia y deslumbrados por aquel brillo en la oscuridad, a donde toda nuestra locura nos podía llevar. Y que cuando fue evidente, una oscuridad mayor solapo y silenció lo evidente, hasta que la evidencia misma: en el agua, en el aire y en la tierra misma, nos reveló la mentira —de ser y existir para nada— propiciada, conducida y a la vez ocultada por aquellos mismos intereses que a unos benefician, pero a todos los demás (a la humanidad entera) perjudican alejándonos de una verdad (ausente: no revelada), y en su lugar Una mentira tan vacía de sentido como la Nada y tan grande como la misma sociedad y las falsas promesas de eternidad que se hacen desde ella todos los días… tan absurda, como es representativa de aquellos mismos sistemas en que se sustenta. Una sociedad instrumentalizada, contra la que la juventud cada generación antes se revelaba y cuestionaba, ahora con menor fuerza o casi ninguna: sometida y alejada de la realidad y la verdad: y dirigidos a preguntar y buscar respuesta men quienes no se las pueden dar. Luego se reclama igualmente una reflexión filosófica, pero ¿son los filósofos (académicos) quienes van a salvar el mundo? Dios nos salve entonces a nosotros, clamarán incluso los que lo niegan. Precisamente, la falta absoluta de crítica en las universidades por parte de la filosofía a nuestra sociedad, estando más bien adherida (la filosofía) al mismo sistema, es causa igualmente del hecho de estar como estamos, entiéndase: que todo se haya pasado por alto, cuando esta filosofía (académica: cuya razón primera es -o era- la crítica, y preguntarse por la verdad) ha dado la espalda completamente a la verdad y al mundo, a sí misma y a las personas desde hace demasiado tiempo, para solo mirarse el ombligo, entregada como una novia ingenua, al sistema que la mantiene, sustenta, y corrompe por medio de subvenciones. Lo que nos llevaría, entonces, a tener que cuestionarnos y buscar soluciones, desde otro ámbito. Pero ¿cuál? Lo curioso, es que todo esto parece que lo entendió perfectamente Heidegger, incluso antes de que hubiese surgido la alarma ecológica, y de que Chomsky nos hablase del problema nuclear.

En una conferencia en Múnich "Sobre la cuestión de la técnica" (1955) donde estuvieron presentes Heisenberg, Ortega y Gasset, y Heidegger. Precisamente, Heidegger se pronunció acerca del riesgo que corre el mundo natural y la humanidad cuando se dejan absorber totalmente por la lógica específica de un modo de pensar y actuar que interviene y manipula el mundo, como despensa natural propia, rebañando de este hasta sus últimas capas, para el beneficio individual o —cuando se quiere justificar— para adelantos y beneficios sociales. Pero hoy, esta idea y cultura de la sobreexplotación del mundo y las personas, ha penetrado tan profundamente en la comprensión de nosotros mismos que lo vemos normal, y de poco o nada sirve criticarlo, cuando la misma sociedad no podría entender el mundo, o estar en el mundo, y ni siquiera vivir, sin este soporte destructor, por la que todo se ha instrumentalizado y convertido todo en instrumento para una sola finalidad, y donde ya no vemos a la persona portadora de un propósito, para sí, sino la fuerza de trabajo, física o intelectual de esta, y que puede ser explotada y dirigida a un fin comercial. Una sociedad cruel e insensible al dolor ajeno, cuya manifestación ante este dolor, al medio día y mientras comemos, es la total indiferencia: la insensibilidad por el letargo de la siesta y unas natillas, frente a violaciones, asesinatos, guerras o la muerte de decenas miles en desastres naturales en un solo día. Cruel e insensible, porque si se puede hacer algo, se hará sin justificación ética alguna, ni réplica o contestación, pues aquel dios de la ciencia: el mismo o parecido al que reclaman los llamados espirituales, que meditan un dios sin nombre —que no juzga, escucha, mira ni opina— no les dice nada y, por lo tanto... si se puede desintegrar el átomo: no hay por qué no hacerlo, o temer consecuencias “divinas”; y si podemos construir la bomba atómica, y arrojarla sobre Hiroshima y Nagasaki, ¿quién lo impedirá?: lo haremos; y si puedo convertir un continente entero en basurero, o puedo crear, manipulando el código genético, no hay límite moral o ético, que lo pueda evitar, o lo critique y reproche, pues tampoco ese Dios de la ciencia y meditadores del tres al cuarto, que no habla, ni piensa, no les dice nada al respecto de todo esto, no como el dios cristiano o judío, que nos juzgará ( y no se ahora que es peor: destruirnos nosotros solos o que lo haga dios) pero, y6 he aqui la cuestion:  hacemos todo aquello que nos parece, lo que nos da la puñetera gana, para aumentar nuestra calidad vida, a costa de hacer del mundo un basurero, y de la vida de otros, una miseria. Precisamente, Heidegger al final de sus años, nos advertía en aquella conferencia sobre todo esto: que la tecnología y la ciencia habían creado en nosotros un dispositivo: algo, como una forma de ver, y que considera todo lo que vemos, a nuestra disposición: de depredadores. Una forma de ver y pensar que hoy ya ha colonizado todas las esferas y sometido a todos los saberes, convirtiéndose en esa cabeza de tren que vemos como acelera, y no sabemos cómo parar, ni del que podemos tampoco saltar, habiéndonos convertido en rehenes: dictándonos qué hacer o dejar de hacer.

Y en este punto cabría reflexionar, antes de seguir con Heidegger, con relación a aquello expuesto y expresado, a partir de La Dialéctica de la Ilustración, heredera de la formulación anterior, o «Teoría Crítica». Y que no solo es, como se ha dicho, el monumento a una crisis, sino algo más (es): pues su objetivo es poner de manifiesto la irracionalidad de un mundo opresor, de una sociedad que paulatinamente ha devenido lo contrario que aquello que era su propósito inicial, a saber: el progreso y la emancipación por medio de la razón, advirtiendo en ella (La Dialéctica de la Ilustración) un canto, o mejor un grito desesperado ante la bancarrota de la civilización occidental, pero sobre todo, una interpretación de la Modernidad, que la somete a la característica mirada de un proceder genealógico, que pone en perspectiva el presente, remontándose al origen del que procede: una “Genealogía De La Modernidad”, donde se advierte, y que tanto Horkheimer como Adorno sostienen (al igual que Anna Arendt) tratando de mostrarnos, y advirtiéndonos —al referir Aquellas Relaciones de fuerza— analizándolas como un fenómeno irracional, circunscrito no solamente a aquellos totalitarismos políticos del pasado, sino entendido este fenomeno irracional, como un proceso civilizatorio o, quizá deberíamos decir proceso incivilizatorio, más amplio, profundo y más presente (hoy) de lo que todos imaginamos, en el sentido de que muchas de las actitudes irracionales de totalitarismos pasados, hubiesen podido subsistir de diversos modos, hoy moderando y disolviendo su apariencia en la locura cotidiana de la cultura de las masas y el consumo, y habiéndose establecido sutilmente en el presente, en nuestras instituciones actuales.

Pues tal y como afirma Horkheimer, a partir de apuntes tomados durante sus discursos y debates públicos ―realizados a mediados de los 40’ junto con Theodor W. Adorno, e influenciados por Walter Benjamín ― estos revelan mucho más que la propia preocupación: “un sentimiento general de angustia y desilusión, generalizado en el mundo” obvio hoy en toda la sociedad, entendiendo de ello, un estrepitoso fracaso (del que no somos todavía plenamente conscientes) y, que como le sucediera al iluminismo ―que habría de derivar en el horror que todos ya conocemos: guerras y campos de exterminio― y que de alguna manera, igualmente, entiende que la sociedad tras la guerra ha fracasado, no habiendo alcanzado el objetivo, aquellos niveles de humanismo (aquel hombre nuevo) que con tanta ilusión se habían propuesto, es más, se nos dice: “Las esperanzas de la humanidad parecen hallarse hoy más alejadas de su cumplimiento que en las épocas de tanteos muy inseguros todavía, es decir, cuando eran expresadas por primera vez por los humanistas: Nítidamente, parecen retroceder la autonomía del sujeto individual y su juicio independiente —sin deterioro de la ampliación de los horizontes de actuación y pensamiento debido al saber técnico—y del mismo modo su posibilidad de resistirse al creciente aparato para el manejo de las masas, al poder de su fantasía. El avance progresivo de los medios técnicos se ve acompañado por un proceso de deshumanización. Un progreso que amenaza con aniquilar el fin que debe cumplir la idea del hombre”. ― (Prefacio, a la primera ed. Alemana 1967 Zur Kritik der Instrumentellen Vernunft. Crítica de la razón instrumental).En resumen, tanto M. Horkheimer y T.W. Adorno, lo que tratan es de mostrarnos y advertirnos (sobre lo que ya es una realidad hoy) analizando, y presentando el irracionalismo, no como un fenómeno circunscrito únicamente a totalitarismos políticos pasados, sino como un proceso civilizatorio o, deberíamos decir incivilizatorio, más largo y amplio, incluso más profundo y presente (hoy) de lo que todos imaginamos. Es por ello que aquí deberíamos interpretar, no sobre lo que ya nos dijeron, sino sobre lo que con ello nos querían decir: que el carácter destructivo y maldad (la oscuridad) del hombre no tiene parangón, ni cerrojos o cadenas que lo contengan, ni siquiera consigo mismo, y allá donde otros ya hace tiempo se hubieran dado por vencidos, este carácter y maldad destructiva descubrirá siempre un camino, aunque sea a partir de nada, y nos lleve a acabar en la Nada.

Luego—y siguiendo con Heidegger, recordemos que está hablando "Sobre la cuestión de la técnica 1955"— este señala el altísimo riesgo que corremos como naturaleza y especie. Pues nuestra civilización, y la ciencia mal aplicada, afecta a los fundamentos que sustentan la vida, habiendo engendrado tal fuerza destructiva que podría, y puede exterminarnos a todos en cualquier momento, o sencillamente, dejando pasar el tiempo: en el largo plazo. Los medios ya están construidos para aniquilarnos, pero igualmente están ahí a nuestra disposición, también para evitarlo. Y la pregunta es ¿alguien sujetará la mano para no desencadenar el Armagedón? Esa es la única y gran pregunta que nos debería ocupar y preocupar como personas y como humanidad, no tanto las noticias del telediario. Recuerdo, en este sentido mismo, y me voy ahora a Chomsky, cuando en medio del estado de pánico global por la pandemia en 2020, abordó una entrevista enfrentando aquellas cuestiones preocupantes del momento, y luego dando en el clavo, al exponerlas en un contexto mayor, indicando, que el coronavirus es lo suficientemente grave: teniendo consecuencias aterradoras, aunque, habrá una recuperación de este ( la pandemia), insistiendo, en que “hay otras amenazas que debemos recordar y hacer frente, pues entrañan un horror mayor: la crisis climática y la amenaza de una guerra nuclear, donde tal recuperación será imposible, si no abordamos estos temas con la debida urgencia”; y añadiendo, que nos encontramos ya al borde del desastre, un desastre mucho peor que cualquier cosa que haya sucedido en la historia humana: "Hay dos amenazas inmensas que enfrentamos, más allá de lo puntual; Una es la creciente amenaza de guerra nuclear, y la otra, por supuesto, es la amenaza del calentamiento global. Ambas pueden ser tratadas y desactivadas, estamos a tiempo, pero no podemos relajarnos", denunció el pensador. Y de no resolver esos peligros, —afirmaba Chomsky, significa «que hemos terminado». Lo curioso, es que, poco más o menos lo mismo afirmo Heidegger, muchos años atrás, en una sentencia, recogida por Richard Wisser en 1969 y para la televisión, donde el mismo Heidegger, mucho antes que Chomsky, ya remite la amenaza atómica como el mayor peligro que, derivado de la técnica afronta la humanidad. Entrevista que deriva, a partir de otra concedida al semanario Der Spiegel el 23 de septiembre de 1966, y publicada el 31 de mayo de 1976, una semana después de su muerte, en la que nos advierte: Estamos tan cerca del abismo que no podemos volver atrás, y “Solo un Dios puede aún salvarnos” Nur noch ein Gott kann uns retten. La única posibilidad que nos queda, en el pensamiento y en la poesía, es preparar nuestra disponibilidad para la manifestación (revelación) de ese Dios o para la ausencia de Dios en tiempo de ocaso; dado que nosotros, ante el Dios ausente ( clave: entiende aquí que el ser/ su ser no es Dios, pues lo reconoce ausente), vamos a desaparecer". pero lo reclama, y primero: se reconoce su búsqueda, y luego su fe.. en /aquello que él conocimiento - de dios). Y no, esto no es una broma, la frase es de Martin Heidegger, que sorprendentemente traslada lo que parece una afirmación del filósofo (desmarcándose este), hacia una cuestión teológica. Y por qué cuestión, a tratar, porque cuando pronuncias “Solo un Dios puede aún salvarnos”, es solo entonces es cuando te sumerges en lo que verdaderamente es: una duda/ pregunta. Pero la duda/pregunta inicia, siendo también “la respuesta” que él no puede como filósofo (subjetivamente) darnos, y que nos la devuelve (debemos hacérnosla nosotros: e iniciar nuestro camino.. llegar a nuestro propio resultado y entendimiento - de dios) encontrando ahí una invitación a la pregunta mayor..

¿Qué opinas lector? cuando se te advierte que ante el Dios ausente vamos a desaparecer", y/pero  “Solo un Dios puede aún salvarnos”.  ¿de que nos esta hablando?

Pero  al volver la vista a nuestras creencias y religiones (catolicismo, por ejemplo): vemos ese dios que igualmente parece ausente, firmamos nuestra condena, pues nos negamos a aceptar algo, una posibilidad mayor, pero no resulta... X

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