jordi Maqueda /
"Incluso el ángel parece
volver la espalda a las ruinas siempre azotadas por la tempestad-1 en un mundo en el
que se ha reducido instrumentalmente al hombre, donde “la tierra enteramente iluminada, resplandece bajo
el signo de una triunfal desventura-2; consecuencia de vivir en una sociedad de perdidos, de “huérfanos”,
debido "al carácter abstracto de nuestra existencia -3”. Personas que
viven en un mundo plano, sin el imaginario de lo primitivo y todo
lo que ello supone, adorando en su lugar ―bajo la apariencia de secularización
y la sacralización de la realidad― un dogma que no admite herejía: la
tiranía del beneficio: una sociedad despótica, de ansiosos y apresurados; de
crédulos en aquella modernidad que con su ciencia nos liberaría,
convirtiéndonos en amos, cuando en realidad nos aprisionó y convirtió en sus
esclavos: la modernidad dominó mundo y, a la vez confiscó al individuo. luego algunos nos desconsolamos ante la realidad, incluso, buscando otra;
pero quien se aflige o pierde el tiempo en necedades es porque quiere o quiere
llamar la atención: “nadie dijo nunca que la realidad necesitase de
garantías-4” ¿Garantías de qué? vivimos aquello
que hemos elegido, y lo elegimos cada día; pero, igualmente, nos seguimos
afligidos: sentimiento éste admisible; pero que, sin embargo, es precisamente
a la propia convención cultural, que todos hemos consentido “venida de
la razón o «instrumentalización» de
la razón”-5 (en tanto lo es a
sus procedimientos para lograr sus propios fines). Es por
tanto, que todas estas dudas “trágicas” sobre “el sentido o no
de la vida y la realidad” no merecen ser tomadas en consideración,
pues la realidad no necesita garantía alguna de ser probada, sino
revisada a razón; y serlo antes de alcanzar un nuevo "punto
de no retorno que siempre lo vemos demasiado tarde”-6. Y, si luego "la ciencia ha
de ser la autoridad llamada a enfrentarse al oscurantismo -y al exigir tal los
positivistas prosiguen la gran tradición del humanismo y de la Ilustración-,
entonces los filósofos tienen que establecer un criterio para la verdadera
naturaleza de la ciencia. La filosofía tiene que formular el concepto de la
ciencia de un modo que exprese la resistencia contra la amenaza de recaída en
la mitología y en el delirio y que conecte con las exigencias de la praxis
existente. Para ser la autoridad absoluta la ciencia tiene que ser justificada
como principio espiritual y no puede ser simplemente deducida a partir de
métodos empíricos para luego pasar a verse absolutizada como verdad sobre la
base de criterios dogmáticos orientados a tener éxito científico-7.
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