EL SER /LA NECESIDAD DE LA PREGUNTA POR EL SER (2024) / jordi maqueda


Parece existir un problema con el ser, es decir: estar relacionado con la palabra (y el entorno de esta), lo que se entiende, o se quiere decir cuando se usa la expresión “ser” no significa comprenderlo ( estar) ¿por qué digo esto? Bien, atengámonos a la realidad y publicaciones al respecto. Lo cierto, es que podríamos afirmar que se refiere la palabra ser, ya antes de experimentarlo, y por tanto alcanzar de algún modo a comprenderlo, y en algunos casos afirmaría que usando esta como muletilla, cuando siquiera se comprende lo que con ella se iba a decir. De ahí la necesidad luego de tener que explicarlo (subjetivamente y a su entender, lo que aquel refiere con el ser), para que otros puedan entender a aquel y lo que con ser, nos quería decir. Pero que luego parece no asentar, en el entendimiento de los demás, quizás, porque ni uno ni los otros lo llegaron a experimentar (conscientemente), y solo hablan de aquello (el ser), como representado, pero, que luego cada uno representa a voluntad y necesidad. De lo que se entiende que no se tenga una respuesta (la respuesta), no a la pregunta acerca de lo que propiamente queremos decir con la palabra “ser”; sino la respuesta a la pregunta, que propiamente habría de responder (de nuestra experiencia y reconocimiento en él) el ser.

Ignoro si es necesario despertar nuevamente aquella comprensión (clásica), para que a partir de esta, podemos volver a elaborar la pregunta por el sentido del “ser”. Pues dicha pregunta, no puede ser respondida sino (sino de la experiencia como experiencia y no como pregunta) por el mismo ser. Pues si hacemos de la vida una pregunta eterna, podríamos pasar la eternidad esperando dichas respuestas, mas si experimentamos la realidad, de la experiencia obtenemos lo que podríamos llamar aquellas respuestas, para los que pasan la vida haciéndose preguntas. Por lo que la cuestión del ser, se ha convertido en aquello que (a la razón le es oculto) pero todo mundo usa y comprende (aunque sin poderlo luego explicar), luego es aplicado, en el sentido que con él, algo → se quiere decir /algo →que si podremos explicar /sin necesidad de explicar el sentido del ser.  De esta manera, lo que mantenía la inquietud al filosofar más clásico (estando oculto), se ha convertido hoy en algo manifiesto tan obvio y claro como la luz proyectada del sol que, sin embargo, y precisamente por la propia luz nos impide ver el sol / aquello que proyecta la luz, y con ello preguntarnos (mas allá de lo obvio) por ejemplo, ¿qué es, realmente el sol?, más allá de lo que “es-para nosotros”, o nos parece que el sol es.

INTRODUCCIÓN

 LA PREGUNTA POR EL SENTIDO DEL SER 

§ 1. La Necesidad de la pregunta por el ser

Martin Heidegger y Wilhelm Weischedel reconocen que la filosofía se constituyó desde antiguo como “ontoteología” (Heidegger) / “filosofía teológica” (Weischedel)1. Hoy la metafísica estudia aspectos de la realidad que son inaccesibles a la investigación empírica, pero no estudia otra realidad (la realidad es la misma), entendamos esto: metafísica estudia aspectos de la realidad inaccesibles cuando hoy pretenden ser medidos, o puestos bajo la observación de la lupa del científico. Pero que son. Son y llevan a cosas distintas de las que en principio nos lleva la ciencia por su camino, pero igualmente pertenecientes a la realidad que experimentamos todos. Esto dará lugar en el siglo xx a la lectura heideggeriana de la metafísica occidental como ontoteología (la ontoteología, recordemos, es la ontología de Dios o la teología de ser) podríamos decir, por ir sintetizando, que las palabras ‘ser’ y ‘unidad de Dios’ cada una evolucionando por una vía distinta, apuntan a lo más universal y esencial que pudiera concebirse, y en razón de que el territorio que abarcan y dirección es el mismo, y un mismo destino ontología y teología tienen que unirse en algo: uno y/o mismo lugar. Hegel encuentra consumado en Spinoza «el punto de vista de la substancia», que sin embargo, no puede ser el más elevado, porque el ser aún no ha sido pensado desde el fundamento en cuanto pensar que se piensa a sí mismo en la misma medida y de modo tan decidido (HEIDEGGER – La constitución ontoteológica) (Ontoteologia es la ontología de Dios o la teología de ser)

1 Cfr. Wilhelm Weischedel. Der Gott der Philosophen. Gundlegung einer philosophischen Theologie im Zeitalter des Nihilismus (El dios de los filósofos. Fundamentación de una filosofía teológica en la era del nihilismo), vol. 1 y 2. Edit. Wissenschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt 1983. En adelante ‘GdPh’

 

(La unidad /Variaciones sobre La aparición: ser y el aparecer)

La unidad (según Mariano Ibérico) del ser eleático se desprende analíticamente de su definición. El ser es, luego el ser es uno. En efecto, concebido y definido el ser de esta manera, su absoluta homogeneidad excluye toda división, toda diversidad interior. Pero además de la propia esencia, del propio concepto del ser se desprende que él es único. Si del ser no se predica sino el ser ¿cómo podríamos concebir una pluralidad de seres que por ser idénticos entre sí acabarían por no ser sino un ser uno y único? El ser es pues uno y solo, según Parménides; por lo que lo concibió como una esfera cerrada en sí misma, subsistente por sí,  y fuera de la cual nada existe, o mejor, fuera de la cual todo es vana apariencia, ilusión, engaño. Un estudio directo de la noción de unidad, podrá sin duda, a la vez que aclarar el sentido de la unidad como categoría formal o como entidad , e iluminar el problema ontológico correspondiente a la relación de inherencia que parece existir entre la unidad y el ser.

Mi padre me hizo esta foto con apenas  unos dos años de edad, supongo que para que un día, si colocaba flechas de mi arco en los textos, entendiese que estas tienen un solo sentido (el que le damos aquí) de aquello explicado solo de (él)texto, como imagen y sombra de lo que no se ve de la forma, oculto detrás, ella (hacia→) (otro→ personas concretas), que lo puedan reconocen (proyectado→ de él (como él) de otra forma→ en la misma manera  y reconocerse proyectados de uno (en una conciencia común (en la que) pueden reconocer → ahora →ser (en el aire /como conciencia), común (hacia → quien  ( aquellos) que pueda reconocerse (iguales / uno , de aquello que reconocen desde dentro, y explican hacia fuera→ de sí mismos  a otros (nosotros) que hacer nosotros, con lo que han provocado (ellos) pensando desde dentro) y no pueden entender (de lo que les sucede, dentro), y van a provocar (en otros) para estudiarlo fuera).



Unidad es toda totalidad cerrada, toda entidad que puede ser pensada aisladamente y que aún en el caso de añadirse a otras no pierde por eso, ni su calidad hermética, ni su aislamiento puntual (esto ocurre con los estados unidos de América durante largo tiempo, donde todo lo que llega pierde su identidad (al dejar su tierra), a favor la entidad de (proyecto indalo  Norte Americano /  observemos por el contrario en España (son los territorios, reinos los que se unen a una corona, de reinos, con su propias gentes, y formas culturales (lengua propia), sin perder su identidad y (ser) propio.

Pero Entendamos la expresión pleonástica, de totalidad cerrada para acentuar el carácter  acabado de la unidad. Lo uno es pleno (finito), y decimos que es aislado porque si no lo fuera se disiparía confundiéndose con lo otro, con lo que no es él,  que no tolera ni reconoce a otro semejante y (ser) propio) como la unidad del organismo que expresa la relación funcional y final de los órganos o la unidad de un acorde que expresa la armonía de lo indivisible, Pero el problema aparece cuando queremos entender  la proposición: "el ser es uno" en otra. luego "el uno es el ser" cayendo así o llegando a la fórmula que desde Pitágoras hasta Plotino ha encerrado el misterio de la unidad y estimulado, a la vez que el impulso especulativo, el anhelo místico de tantos y tan altos espíritus, volviendo a enlazar con las ideas de Parménides que la unidad "es", aquello que corresponde al ser,  que se explica en un Español (concreto)  criado y adoptado en Catalunya, por padres extremeños, y padrinos catalanes, y que se define por aquel contra el que lucha “el inglés” /que no-es ningún inglés concreto, por qué una sola, no puede ser (sin una madre, que le eche el manto, y sin un padre que no reconoce (en él). De ahi la Necesidad ( para ellos) de una repetición explícita de la pregunta por el ser. Pregunta había caído en el olvido (nos refería Heidegger 1927) Sin embargo, muchas vueltas se le han dado desde que se publicase Ser y Tiempo y (el ser) sigue sin ser preguntado; esto es: preguntarle (al ser por el ser) y hacerlo a partir de dirigirnos, primero (y como no puede ser de otro modo) → moviéndonos /proyectándonos (nosotros)/ hacia → las cosas que son (manifiestas y reales, y que se proyectan →hacia nosotros).

Entraremos directos y sin rodeos: “Nosotros” llamamos ser aquello que una cosa “es-en sí”. Y Llamamos aparecer aquello que una cosa “es-para nosotros”. Más allá de cualquier especulación lógica está el (ser - real de las cosas).  El (ser - real de las cosas) es lo que hace que las cosas sean (ellas: en sí mismas), es decir: hace que una cosa sea ella misma (esa cosa concreta: la flor de una planta/esa flor concreta frente a nosotros que se proyecta a otros seres) y no (otra cosa/ no es otra flor cualquiera, de otra planta cualquiera) y esto es así: independientemente de cómo lo llamemos (o llamemos a la planta), se nos aparezca, la entendamos nosotros, o entiendan cualquiera otros esa flor y esa planta concreta). Una planta, por tanto, es en sí mismo algo que subsiste y persiste a través de sus apariencias como elemento de existencia, más sustancial y hondo que lo que a simplemente (de la apariencia) se puede ver; pero que está, igualmente, en lo determinado y en su (forma) o figura. La planta es (siempre esa planta) aunque cambie de tamaño y forma, o cambien, se marchiten y se caigan sus flores. Y un hombre es, (ese mismo hombre) aunque cambie de aspecto o de traje. El ser es algo así, que está más allá de (la apariencia-primera que podemos percibir) pero que también está presente en dicha apariencia, del mismo modo que la flor (que se proyecta- de la planta a otros seres) es parte de la misma planta que la proyecta. En ese sentidoel ser” sostiene (proyectada) a la forma de la planta (siendo de este su esencia) → esencia (sombra que no percibimos) que proyecta la forma de la imagen / que percibimos por la vista / de la luz reflejada en esta). Luego (el ser está, incluso cuando este deja de proyectar (de ser: aquella forma concreta) “la apariencia” reconocible (de una flor/ o una planta, por ejemplo) a una consciencia y sus sentidos / nos diría Heráclito).

No entro, por tanto, en el estudio del ser como concepto y nos centramos al ser existente (por ejemplo: en la planta que es) fundamento y elemento de toda relación, tomando como guía el pensamiento y los puntos de vista de los pensadores (primeros) que llevaron su mirada a la esfera del puro ser: los eleáticos. Y así los resultados de la especulación eleática nos servirán de ejemplo y guía para ilustrarnos hacia el que era su propósito: encontrar más allá de la variabilidad y multiplicidad de las apariencias sensibles, algo que sustraído a ese cambiar (de las cosas / en este caso de la planta) y que de la misma variedad existente, permaneciera él mismo en sí, no dependiendo de ninguna otra cosa, solo, exento, privado en absoluto de toda alteridad. Así los eleáticos concibieron el ser según estas tres categorías que al propio tiempo que definen su esencia, fijan y determinan por contraste los caracteres del aparecer o más exactamente de la aparición sensible. Y que son: la movilidad, la unidad y la existencialidad. Examinémoslas en este orden.

Por consideraciones de tradición abordamos el estudio de esta antinomia ser y devenir, contemplando las dos grandes figuras simbólicas de Parménides y Heráclito. El primero representante de la filosofía del ser (Parménides), el segundo de la filosofía del devenir (Heráclito). Parménides afirma la realidad del sercon exclusión de todo cambio, de toda movilidad” y Heráclito que, con energía equivalente acentúa la primordial importancia de la movilidad y del devenir. En la filosofía occidental, Parménides es sin duda el primero en emplear para definir el ser esta fórmula a la vez clara y hermética: "El ser es", "el ser es el ser" que es la fórmula fundamental de la ontología, y dedujo de ella los caracteres más bien negativos que positivos del ser. El ser es, por consiguiente: “no fue ni será” (entendiendo que abarca toda la existencia, desligado a la relación de ayer y mañana, que constituye el concepto subjetivo del tiempo). El ser es un eterno presente (en todo lo que es/ en todo lo que existe). El ser no cambia, no varía, es el mismo siempre en la inconmutable realidad de su existencia y de su esencia. La negación (decir que el ser no-es sería afirmar la nada) lo que va contra la esencia del ser que es ser. Y en resumen: el ser es uno, el ser es, el no-ser no existe, no es. Quizá habríamos de hacer notar que Parménides afirma que es inmutable/ invariable de su existencia y de su esencia… (Pero debemos entender esto si queremos, a partir de aquí, progresar: el ser es inmutable/ invariable de su existencia y esencia (esencia: es naturaleza)

La ontología de Parménides no sólo implica la absoluta exclusión del no-ser de la esfera de la existencia, sino igualmente la exclusión radical del movimiento, del devenir. Abolidos de la comprensión del ser los modos temporales del pasado y del futuro, el absoluto presente "es" inmutable (entendamos esto relativo: al ser). Luego la propia definición, nos dicen aquello griegos, excluye el cambio y la movilidad. Y así Zenón se esfuerza por probar la naturaleza engañosa, ilusoria del movimiento. En la esfera del ser nada cambia; sólo en la apariencia sensible, materia de la opinión (que es interpretación) se da la variación, y aparece el cambio. / Pero aquí topamos con algo que las categorías eleáticas del ser y del no-ser no comprenden ni, por tanto, definen. Si el devenir (el cambio) es ilusorio, ¿es o no es?

Bien, pues es, sin duda, de algún modo aquello que frente a nosotros cambia y se muestra, y por tanto (es) algo, y es algo además que los sentidos perciben; pero no es (el ser), entienden aquellos griegos puesto que carece de la absoluta inmovilidad / inmutabilidad que es la característica esencial del ser; pero (no-es, no-es-ser / no es un puro no-ser ¿cómo explicamos esto? Bien: solo en la apariencia sensible (que es percepción por la conciencia de los seres conscientes /e individuales, se da la interpretación (que será materia → de opinión de la razón, que le dice a la conciencia lo que tiene que ver), proyectando de este modo el cambio, que aparece de la forma proyectada (todavía no concreta) de la esencia (energía), hacia nosotros (y que percibimos por la luz / la vista) y que nosotros luego interpretamos/y de nuevo proyectamos (en esa forma ya concreta /que luego podemos ver, reconocer y comprender (creando el horizonte de eventos cambiantes, a cada instante, en el que nos desenvolvemos). Heráclito (de su parte)  proclamaba la realidad del cambio, de la movilidad, del devenir. "No podemos, dice, bañarnos dos veces en el mismo río" (frag. 12). Todo pasa, cambia, se transforma, y esta transformación, este cambio se dan en todas las capas de lo real. La realidad misma es cambio, devenir, no siendo el fuego, en verdad, más que el símbolo de la perenne aparición y desaparición cósmicas, en que lo que desaparece y muere —como en la llama— es el alimento de lo que fulge y nace, de ese algo devorante y destructivo que es al propio tiempo factor y origen de la luz, energía creadora y fecunda. Y de este modo hemos formulado en sus grandes rasgos y bajo los nombres de sus representantes más ilustres, las dos concepciones fundamentales de la ontología: la una que identifica la realidad con la inmóvil plenitud de la pura homogeneidad, la otra que reivindica la realidad profunda del devenir, de la movilidad, del cambio, ¿por cuál optar?

Sobre la base de los comienzos griegos de la interpretación del ser, llegó a constituirse un dogma. Se dice: el concepto del “ser” es el más universal y vacío. Como tal, opone resistencia a todo intento de definición. Jean Wahl en su estudio sobre el Parménides de Platón, y recordando las propias expresiones del filósofo en el Sofista dice que aquél, no quiere abandonar ni el ser-eleático, ni el devenir-heracliteano; quisiera tener los dos a la vez, porque a ello nos inducen no sólo las exigencias de la especulación sino el propio sentimiento de la existencia y de la vida; por tanto: no podemos renunciar ni al ser ni al devenir (no-ser), y tenemos que esforzarnos por penetrar en el misterio de su coexistencia y de su relación, de su profunda y última tensión existencial.

Remitidos a los datos inmediatos de la conciencia (Bergson) extraemos un sentimiento heracliteano de la existencia. La conciencia, la vida interior, es una heterogeneidad pura, un puro cambio, un puro devenir. Cuando prescindiendo de toda inmovilización conceptual tendemos nuestra mirada al mundo exterior, obtenemos igualmente la impresión de que la realidad es cambio incesante, torrente incontenible, renovación inacabable. Y así, acaso, una forma de comprender la relación de recíproca implicación entre el ser y el devenir —como una primera aproximación para captar la esencia del ser— consistiría en concebirla por comparación con una estructura que enlaza en el curso temporal: algo que precede, preside, trasciende al mero fluir la temporalidad (de la apariencia), aunque de esta, de la apariencia, no podemos concebirlo aisladamente con plenitud formal: así el ser de una serie temporal está en cada uno de los miembros de esa serie, en su recíproca implicación y en el todo (en el árbol vivo y en lo que renace sobre sus restos). El ser es la totalidad (y Él está: en el árbol) y es lo que persiste como la irrompible interioridad del cambio (Él está /aunque ya no esté “mostrándose” ahora como árbol, está). Y así lo entendía acaso el mismo Heráclito cuando decía que en el mismo río nos bañamos y no nos bañamos, que somos y no somos, como si con estas contradicciones quisiera indicar, una cierta misteriosa ambivalencia de estos términos extremos —que se oponen y se necesitan metafísicamente— el ser y el devenir .Él está / aunque esté en silencio /con vosotros a cada momento, a cada paso, a cada instante, en vosotros.

Hay una descriptiva descripción del ser a la que acaso alude Maurice Blondel (filosofía de la acción) cuando habla de una "ontología concreta" es decir de una ontología en que se toma el ser no en la abstracta formulación tautológica de su esencia, sino en la realidad (su realidad concreta), en la concreción real del modo de ser del ente. La fórmula "el ser es" expresa la especie o variedad lógica; la fórmula "el ser es así" expresa la concreción existencial del ser. En El ser y los seres (1936, M. Blondel). Blondel parte del reconocimiento de una “antinomia/oposición ontológica” entre la certeza espontánea y confusa de una presencia, de un fondo sólido, de una subsistencia que funda todo conocimiento, y toda conciencia, sin agotarse en ello, de un lado; y por el otro  un sentimiento sino de ausencia, por lo menos de un misterio que, sin hacernos dudar de la realidad profunda, hace de ella un objeto no de conocimiento definido, sino de búsqueda interminable (L’ Etre, p. 67). Sin embargo, Cuando el gran Efesio, se inclinaba melancólicamente sobre el río de lo real, no sólo percibía la permanencia de la ley, percibía algo más difícil de expresar, pero que estaba más allá del devenir: la profundidad. "No intentes dice en el frag. 45 Llegar a los límites del alma: ella es muy honda". Y esa profundidad ¿qué es?

Hasta dónde está (y llega) el ser, con nosotros, cuando de nosotros, no sabemos en qué momento empezamos nosotros a ser (y ser nosotros), o cuando terminamos nosotros de (ser) y, o dejamos de ser nosotros. En el diálogo platónico el Sofista llega así a su límite y Si se pudiera hablar de su resultado al diríamos que este consiste en la atribución paradójica del ser a todo lo que existe y no existe. El ser es así una presencia que llena toda la esfera de lo concebible y de lo inconcebible. Pero esta extensión lo instaura como lo "siempre dado" e impide considerarlo como un objeto entre otros objetos. entonces el ser ¿qué es?

Esta atribución al ser de un modo de ser, esta cualificación del ser (que se encuentra en todos los grados del ser, incluso en la persona humana) permite concebirlo como algo compatible con el devenir. En efecto el ser, como algo que se despliega en la heterogeneidad del devenir lo trasciende y está en él (está y ha estado en todas las personas y seres de todos los tiempos y en cada una individualmente / y todos y cada uno está y son: hacia una misma finalidad y forma). Es lo que discurre (en movimiento hacia) y lo que discurre, es. Empleando una mejor comparación diremos que el devenir es un torrente, un manantial, un incesante fluir hacia . Pero agregaremos que así como las fuentes brotan de alguna oscura profundidad de la tierra, así el devenir brota de alguna oscura profundidad de la existencia y que así como en cada brillante gota de la fuente luce y se oculta el abismo del origen, así en cada aparición fugaz del devenir, luce y se oculta la oscura profundidad primordial del ser. El ser está ahí (a la vista en lo que vemos, por la apariencia) y más allá (de lo que podemos ver y entender de aquella). De manera que la única satisfacción posible de lo que Blondel llama desiderium naturale e inefficax ad infinitum esta en reconocerse en la unidad trascendente de Dios. [Entramos asi deslizándonos en la ontoteologia / Martin Heidegger y Wilhelm Weischedel reconocen que la filosofía se constituyó desde antiguo como “ontoteología” (Heidegger) / “filosofía teológica” (Weischedel)  Cfr. Wilhelm Weischedel. Der Gott der Philosophen] El lazo necesario entre hombre y Dios/ser, no supone, con todo, para Blondel una continuidad real entre lo natural y los sobrenatural, sino que significa solo que el progreso de la voluntad y de la acción, obligándonos a reconocer la insuficiencia del orden natural, confiere al hombre la capacidad, no de producirlo o definirlo, sino de reconocerlo y recibirlo (como aquello, de otra forma, que es lo mismo,  igual, pero e otra manera (ser)

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