HACIA UNA NUEVA T. C. DE LA SOCIEDAD (2-5) / DESDE UNA FILOSOFÍA DEL LÍMITE (6) - DE LA “TEORÍA DEL LÍMITE” DE LA RAZÓN, A LA EXPERIENCIA DE LA FRONTERA— jordi maqueda




DE DE LA “TEORÍA DEL LÍMITE” DE LA RAZÓN,
A LA EXPERIENCIA DE LA FRONTERA

Debemos preguntarnos qué nos atrae al límite, por qué tantos hablan de él, incluso sin conocerlo. Un límite que rechaza la curiosidad superficial, desentendiéndose de quienes pretenden un saber por saber, y que solo responde a la necesidad: una necesidad vital y entendida hacia un propósito no determinado, posibilitando que puede ser alcanzado, aunque seguramente velado al mismo sujeto (dispuesto) pero posiblemente señalado, a partir de algún suceso, o predisposición del tipo con lo que en matemáticas se conoce como catástrofe – Zemam. Básicamente, la teoría de las catástrofes representa la propensión de los sistemas estructuralmente estables a manifestar discontinuidad: cambios repentinos del comportamiento; divergencia: tendencia de las pequeñas divergencias a crear grandes divergencias; e histéresis: donde el estado depende de su historia previa, pero si los comportamientos se invierten, conducen entonces a que no se vuelva a la situación inicial. Lo que nos lleva a un lugar, un punto concreto de nuestra vida justo, ese es el instante ―que no siempre reconocemos― donde debemos ser y estar:   donde decidimos nuestro destino, más allá del límite y de la razón del límite. Erik C. Zeeman generó una gran controversia al considerar su aplicación en las ciencias humanas. La teoría de las catástrofes comparte ámbito con la teoría del caos y de los sistemas disipativos, desarrollada por Ilya Prigogine, sobre el estudio de los procesos irreversibles.

Pensemos ahora por un momento, dejando de un lado las catástrofes, y pensemos en el habitar. Pensar, construir, habitar el límite, entiéndase: movernos actuar iniciar el acto de ser-ahí, en el camino, hacia la experiencia del límite (a través de la propia existencia), que conduce a aquel (sujeto- ahí) y no al supuesto, a un saber manifiesto o conocimiento mismo que proporciona la experiencia del límite (de la frontera). Conocimiento y entendimiento de este límite, un saber, solo por la propia experiencia en el límite. Pero qué ocurre con el límite ¿Dónde está la frontera? — ¿Estamos, en ella?, o me imagino, supongo que estoy. Leamos sobre el habitar:

Habitar-es-estar / en el habitar, a decir de Heidegger, ingresamos por medio del construir. El construir, tiene por meta a aquel, el habitar. Pero, sin embargo, no todas las construcciones son simultáneamente habitaciones. Un puente y un hangar, un estadio y una central eléctrica son construcciones, pero no son habitaciones; la estación de ferrocarril y la autopista, el dique y el mercado techado son construcciones, pero, no son habitaciones. Sin embargo, las construcciones mencionadas están en el ámbito de nuestro habitar, el cual va más allá de esas construcciones y “no se limita a la vivienda”. El conductor de un camión de carga está en la autopista como en su casa, pero no tiene allí su hospedaje; la trabajadora está en la hilandería como en su casa, pero, no tiene allí su habitación; el ingeniero director está en la central eléctrica como en su casa, pero no habita allí. Todas estas construcciones encasan al hombre; este las habitúa, pero “él” no habita en ellas, si habitar quiere decir únicamente que poseemos un alojamiento. Por cierto “que en la actual crisis habitacional” ocupar una vivienda es ya tranquilizador y alegra; la construcción de viviendas permite perfectamente alojamientos; las habitaciones pueden estar, incluso, bien repartidas y organizadas para facilitar la vida práctica; pueden ser deseablemente baratas y estar abiertas al aire, a la luz y al sol; pero, ¿las habitaciones albergan ya en sí todo lo que implica un habitar? Por una parte, las construcciones que no son habitaciones quedan determinadas, desde el habitar, en cuanto que sirven al habitar del hombre. Desde este punto de vista, el habitar sería, siempre, el fin que preside a todas las construcciones. Habitar y construir estaría mutuamente referido en una relación de fin a medio. Pero, mientras opinemos de esa manera, estamos tomando el habitar y el construir por dos actividades superadas. Con ello pensamos algo correcto, peroal mismo tiempo, con dicho esquema medio-fin nos cerramos el camino hacia aquel rasgo esencial. Porque construir no es solo medio y camino para el habitar; el construir es ya en sí mismo habitar — (M. Heidegger). Mas no vemos el camino, sino en camino al que anda la frontera del olvido, que va recomponiéndose a sí mismo.

Hay un viaje personal (éxodo) de revelación y conocimiento a través de tinieblas y sombras, que conducen a la tierra del olvido, al desierto de cada uno de nosotros, donde se le revela el misterio de aquella verdad, única que nos resultara personal. Este es un viaje que debe ser realizado por cada uno y, sin embargo, lo ignoramos: no escuchamos ni vemos las señales, pero ¿por qué? Las cuestiones, las preguntas que nos hacemos, incluso las grandes preguntas, son siempre respondidas: cuando son acerca del universo por la ciencia, y en otros ámbitos, por las ciencias sociales, la filosofía, y cuando atañen al espíritu, por la religión. No hay necesidad de ir a la frontera a ver qué hay tras el horizonte, cuando te dicen lo que encontrarás allí. Pero no todos quedamos satisfechos con tales certezas. Sin embargo, si nos decidimos a ir más allá, hacia la frontera, de camino, cuando nos acercamos en la penumbra del anochecer, al límite que anticipa las sombras, algo siempre se ilumina: una luz que nos detiene y distrae mientras nos devuelve a nuestra propia oscuridad. Como si no fuese necesario ir más allá, somos devueltos atrás, pues todo está resuelto, ¿Dónde vas?, y nos dejamos enredar. Nos volvemos, sin haber reconocido en esa luz su oscuridad, ni reconocer qué la habita: lo mismo que no nos permite ir más allá y acércanos por nosotros mismos a la oscuridad, al abismo donde en su borde espera aquello que se revela y no queremos ver / ni escuchar, pero debemos atender, de modo que podamos discernir… qué es la luz, y qué es la oscuridad, donde está y como reconócela.

Pues a lo largo de la vida: ciencia, religión y la misma sociedad nos ha disuelto la memoria y en ella a nosotros mismos, y en nosotros nuestras preguntas y temores, cuando desde todos los ámbitos se nos detalla y explica del universo, la vida, el infinito, el caos y la salvación; respuestas, por cierto, que se dan desde las instituciones muchísimo antes que por nosotros mismos las podamos ni siquiera plantear: todas, ya las encontramos resueltas, a lo, largo de las instituciones de la sociedad, a no ser, que individualmente desviemos la mirada, alzando esta sobre el horizonte del que algunos hablan, pero que aún no podemos reconocer. Se precisa entonces dar el paso moverse en acto de ser-ahí: pensar y preguntarnos si hay algo que desconocemos. Heidegger propone un camino, en la vecindad: propone un adentrarse en la nada (en el desierto). Habla, por tanto, igualmente de un viaje que todos debemos hacer (estar-ahí) embarcarnos; pues “Alguien me habló una vez, de lo que el ojo izquierdo debe mostrar / para que el derecho pueda ver”.

En otras palabras, si uno tiene suerte (y se muestra valeroso) es posible que acepte el desafío y elija ese camino difícil, que de una necesidad interior se propone de inicio, para ser conducido a una encrucijada mayor, donde ninguna de las opciones pueda satisfacernos, y nos encontremos perdidos y sospechemos, “que el camino que vemos la izquierda lleva al infierno, que el camino que se muestra a la derecha lleva, igualmente al infierno, que la carretera que tenemos delante lleva al infierno y que, si damos la vuelta, terminaremos en el infierno” (P. Kingsley -In the Dark Places of Wisdom, 1999). Entiéndase, un lugar y momento a partir del cual, todos los caminos llevan al mismo y a ningún lugar (a la frontera, el desierto, a la nada) sin otra alternativa que enfrentar, superando dicha situación: de frente. Justo en ese lugar y momento, es cuando uno, si antes comprendió a dónde, y por donde iba, pero sobre todo intuye cuál es su destino por encima del sugerido, y tiene fe, en su camino y posibilidades, quizá, solo quizá consiga despertar descubriendo aquello olvidado que ni podía imaginar: poder ver sin mirar, y a la vez entender más allá, sobre los límites mismos de los sentidos. Dicho suceso, a la razón encubierto en su razón, luego frente a la necesidad (vital) de conocer, ahora, su porque, propicia la manifestación, en función, de aquello velado, que irá siendo revelado (necesario) en el trayecto, y solo para el trayecto, a seguir sobre el borde de lo que llamamos (límite)  de aquella frontera. Hacia lo que oculta el horizonte, y que desde su borde ya nos traslada en un “retorno”. Ciertamente, y hablo por mí, algo nos lleva aun desconociendo sus consecuencias o motivos más allá de nuestra voluntad, saliendo al límite, conducidos. Pero, como reconoceremos el límite: bien, lo reconocerás, interpretando de la propia experiencia aquello que nos indique, un límite (real) a lo que no entendemos y debe ser explicado (donde ahora nos encontramos: ahí dentro, y que, ciertamente, será revelado solo desde dentro)... "Jamás desde fuera". Y, del límite, luego, ¿se entiende que volvemos? Bien, la respuesta es obvia: el límite, como frontera, es destino luego a penetrar avanzando sobre esta: no se vuelve, entiéndase: no vuelve el mismo hombre. Un hombre muere para que otro pueda nacer, cuando de la frontera se abre un nuevo cielo y una nueva tierra ante sí, mas cuando aquel “traspasando” ese límite vuelve, es para mostrarnos, advirtiendo que la luz es también oscuridad, y que solo desde el límite se aprecia esta singular realidad. Que aquello que, como una luz  atrae, más nos hunde en la propia tiniebla. 

Una de las conclusiones fundamentales, si no la fundamental de la nueva física reconoce que el observador crea la realidad; la emergencia de una realidad, hace posible dicha realidad: no en un avance manifiesto en el caminar, sino en un proceso inflacionario de la propia conciencia… pero hay que atreverse a observar, mirar y querer movernos hacia allí, dejándose guiar, luego dejándose llevar en aquello luego observado “ya de otra manera”: no lo que de aquello o en ello “ahora” nosotros queremos interpretar, sino lo que aquello “a la puerta” nos quiere mostrar, invitándonos a ir un poquito más allá: momento grande y terrible este ¿quién aceptará?

 

Jordi Maqueda

Badajoz – España

2023

No hay comentarios:

Publicar un comentario