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—Por qué me hago preguntas —La necesidad como categoría social —Darle un sentido propio a nuestros actos —Mantenerse despiertos. ¿Por qué desconfiar?—Además, Nuestra mente, y a la vista está→ es absurda— En el Siglo XVIII La humanidad ingenuamente había depositado sus esperanzas en la ciencia (ilustración) —El modo como he pretendido hilvanar, en relación a diversas materias y sensibilidades —«Toda observación es relativa al punto de vista » afectando al fenómeno que se observa—.
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Unas palabras antes de comenzar o seguir (a quien esto le pueda interesar)—Acerca de un modo particular de pensar —Sólo del desconocimiento surge la verdadera angustia de vivir —Vivir es elegir—Y Del Instante i Uno después —libre en el Instante—Pero ¿Qué es el instante?—De una doctrina de los «tres mil aspectos contenidos en cada instante vital»—Del instante en la mística sufí—Pero ¿Progresamos? No lo sé—Por la palabra: el mas peligroso de los bienes—Pero la palabra tiene además otros peligros —De la La curiosidad Superficial, La Distracción: Y La Mente del Mono —El peligro de escuchar a todos y no escucharnos a nosotros mismos —Nadie dijo que la vida fuese fácil —Sartre considera que no existe la naturaleza humana —Mediocridad y Redes Sociales —De la ética venidera —La modernidad se construyó sobre aquella idea de la invención del sujeto, antes pensado como individuo—El hombre moderno se encuentra “arrojado” nos dice Heidegger, inmerso por completo en su cotidianidad—Del buen ciudadano, solo puedo decir —De la mediocridad —El sujeto encuentra en este punto cierta paz —El “mediocre” no tiene idea del contexto en el que se desenvuelve —El mediocre, o ciudadano ideal como genio vanidoso es verdadero ignorante, y señor del hablar repetidor, superficial, trivial, el chisme, el consumo y la circulación rápida de información basura —Precisamente es en este sentido de reconocimiento y ascendencia social, es cuando el ciudadano ideal no puede ya como individuo ascender, sino como sujeto o dependiente de la opinion de de los demás —¿Culpable? No, no es un crimen ser así—.
Por qué me hago preguntas— “La juventud —decía Rousseau— es el momento de estudiar la sabiduría; la vejez, el de practicarla”. Recuerdo la primera vez que compre un libro de filosofía: Nietzsche, humano Demasiado humano, donde este revelaba, a su modo claro está, el padecimiento del hombre. Para mí, amante de la astronomía (A.A.B.) y la naturaleza (UES: Unió Excursionista Sabadell), entonces con poco más de 16 o 17 años de edad, y que no quería estudiar, fue como descubrir otra dimensión antes desconocida, tan intrigante como el propio cosmos que estaba descubriendo en la Asociación Astronómica de (Barbera del Valles). Desde entonces y a la par, libros de filosofía, astronomía y revistas de ciencia saturaron las estanterías de mi habitación, como ahora la memoria del ordenador. Leía, muchas veces sin entender y volvía a leer, luego a quienes me explicaban aquello que no entendía, envuelto en esa felicidad absurda que con el tiempo entendemos nos da el conocimiento parcial e incompleto de las cosas, lanzando (con doble voltereta y tirabuzón, cayendo de plancha) a vivir mi aventura: conociendo aquello que surgía sin buscar, hallándolo de la naturaleza. De de ese modo (con su luces y sombras) ha transcurrido buena parte de mi vida, entre libros escogidos y salidas continúas al campo y las montañas, viajes: selvas, desiertos y volcanes, (accidentes, enfermedades, caídas) sumados esto a una creciente afición tardía por las plantas y la jardinería.
Pero entiendo que mi caso no es único —y no refiero mi afición tardía— pues son muchas las personas, que en algún momento comienzan a advertir esa terrible seducción, hacia temas que van más allá de su quehacer cotidiano. Digamos, que son seducidos hacia cuestiones más profundas. Preguntas, que como a otros en el pasado y desde tiempo inmemorial han inquietado de manera fabulosa tanto a comunes como notables, pues todo ser humano, en algún momento de sus vidas siente de esa dolosa necesidad de saber, llevados o dirigiéndose entonces hacia eso que llámanos filosofía (“incluso sin ellos mismo saberlo: son filósofos —Calvo, 2003:) haciéndose preguntas e intentando comprender a los otros —añado: sin comprenderse y saberse primero a sí mismos, o sin apenas experiencias puras en la vida— pero cuestionando y dando respuestas al origen del mismo cosmos. En palabras de José María Calvo, “el ser humano es filósofo por naturaleza, y si se le ofrece la oportunidad se hace preguntas a todas las edades” (Calvo, 2003: 36). Y, si se le deja, créanme (de mayorcito), este te dará todas la repuestas… de la tierra, el mundo, los planetas y la existencia, aunque no haya saldo de su pueblo en toda su vida (véase Kant).
Ciertamente, desde muy pequeños, ya nos acercamos a las cosas para comprenderlas así se nos representan a los sentidos (aunque no sé si exactamente, entonces, “de muy pequeños”, exactamente nos acercamos para comprenderlas: yo “de pequeño, y de no tan pequeño” mataba y quemaba hormigas). Pero es un hecho, que comprender (aunque creer comprender seria lo correcto) la razón de las cosas, en tanto a estas cosas son, se nos representan y las entendemos “por su ultimas causas”, ha llevado a algunas personas (sobre todo a los filósofos), a sentirse recompensados por su búsqueda y de aquellos resultados hallados. Aunque tales resultados, no aludan de los seres y las cosas a causas primeras (esto es: un saber, por tanto, a medias y soy generoso hablando de filosofía) siendo entonces dicho saber (ese que encontramos de toda nuestra historia moderna escrito) un saber (razonado) solo a partir de ideas, a partir de sus últimas causas, y no de las primeras causas, y esto creo esto está muy claro. Como de claro se resuelve que de cierto, no sabemos (objetivamente) de la realidad (natural) de sus primeras causas: nada, más allá de lo que creemos nosotros saber.
Pero (y volviendo al hambre de saber) este no tendrá razón cuando ya parte del deseo (del individuo), y no de una necesidad real (del individuo) de conocer (esas primeras causas): por tanto hablo de una necesidad tan real (como la verdad que busca) y que no nos deje descansar, cuando la advertimos de un destello de luz que nos descompones, y que te lleve “a rastras de los pelos” no a los libros y a sus respuestas, sino a aquello que origina las preguntas: a la experiencia pura, propia y sensible de los sentidos, dirigidos hacia todo aquello que nos rodea y afecta de la naturaleza, de la que somos parte afecta. De ahí, que algunas personas empecemos a problematizar todo aquello que se da por sentado de aquellos libros (y de cualquier cosa razonada) y sus certezas, cuestionándonos a partir de la falta total de saber “real” que sentimos: una carencia de conocimiento de la que el ser humano hoy no se sabe objeto, pues “para apropiarse algo (conocimiento de algo) no se trata de entenderlo (subjetivamente), hace falta sentirlo y sentirse hacia él (proyectado/ reflejado en el), tanto como él hacia ti”. En este sentido (proyectado por la luz) se origina el conocimiento primero de ser, (estando) siendo frente a algo y reconocerlo (de la luz que nos refleja), parte, igualmente de nuestro ser (mas allá del yo, proyectándonos igualmente por la luz hacia aquel). Luego mi rechazo firme hacia esa filosofía centrada en la nada y en nada, y la aceptación exánime y apática de esta Nada por parte de otros… es lo que hace que (desconfié) y luego me pregunte, más allá de preguntar o de preguntarme sobre cualquier absurdez ¿por qué buscan la nada? ¿Por qué hablan de ella? ¿Están ciegos? Es que se ha vuelto ciego todo el mundo y ciega con ellos la razón; cuando a mi alrededor, a nuestro alrededor el mundo está lleno de vida y luz, y hay de todo, en todas direcciones (inabarcable)…
La necesidad es una categoría social, y la «pulsión» (impulso - natural) está contenida dentro de ella. Pero los momentos social y natural de la necesidad no se pueden separar entre sí (secundario y primario) para elaborar una jerarquía (racional) de las satisfacciones. La distinción entre necesidades superficiales y necesidades profundas es una apariencia ilusoria surgida socialmente. Las denominadas necesidades superficiales reflejan el proceso de trabajo que convierte a los hombres en «apéndices de las máquinas» y los obliga a reducirse, fuera del trabajo, a la reproducción de la mercancía. Esas necesidades son las marcas de una situación que obliga a huir a sus víctimas y las tiene a la vez tan rígidamente bajo control, que la huida degenera siempre en la repetición convulsa de la situación de la que se ha escapado. Luego, lo peor de las denominadas necesidades superficiales no es su superficialidad, cuyo concepto presupone el asimismo cuestionable de la interioridad. Lo malo de estas necesidades –que no son tales– es que se dirigen a una consumación que las defrauda a la vez: justo por esta consumación. La mediación social de la necesidad –en tanto mediación a través de la sociedad (hoy igualmente las redes sociales) – ha alcanzado un punto en el que la necesidad incurre en contradicción consigo misma. Ahí ha de insertarse la crítica, y no en cualquier jerarquía previamente dada de valores y necesidades (Tesis sobre la necesidad (Adorno Escritos sociológicos 1942)
Darle un sentido propio a nuestros actos― más allá del que puedan darle los demás, e incluso nosotros mismos en un primer momento, será el principal anhelo: encontrarle un sentido final a aquello que nos sucede y hacemos. Un viaje (el camino), como la vida, no es una certeza en la que se está (o un programa concreto a concluir) sino, y más bien, una certeza a la que se llega (obrando en función de aquello que nos dicta el corazón) algo que todos comprobamos muchas veces, al ver colapsar y volver de nuevo a abrirse las expectativas durante un mismo tramo de vida, o viaje. Sería en ese mismo sentido, y precisamente en este viaje del que ahora les quiero hablar, donde yo habría de sentir esa ruptura (conmigo mismo) / o necesidad de renunciar a una idea o proyecto—más aún al ego— en mor de escuchar y seguir aquello que, contra todo lo racional del momento y cuando menos lo esperas te dicta el corazón, desviándome hacia donde, como cogido de la mano (frente a una voluntad estrangulada) la necesidad me habría de conducir.
Mantenerse despiertos. ¿Por qué desconfiar?—. Si escribo ahora una cita del nuevo o antiguo testamento quizá dibujen una sonrisa, “Permaneced, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no volváis otra vez a ser presos en el yugo de esclavitud “(G, V, 1). Pero sonreír no es malo. Dicen que los elefantes vuelan cuando no los miramos, pero lo realmente “malo”, además de nada inteligente, es esperar ver volar y no darse la vuelta a mirar, sabiendo que tienes un elefante justo detrás. Criticar o reírse de las cosas sin conocerlas de primera mano —no saber, en la sabana (africana), que aunque no mires a ese elefante delante tuyo, y este pueda o no pueda volarlo mientras cierras los ojos, siempre habrá un león que de cerca te pueda acechar— es lo que conduce al individuo a una lóbrega lucidez vivida en la ignorancia (de su estado/ y realidad), alejándole todavía más de la verdad frente a (él). Por cierto, Heidegger cita la Biblia ‘y viéndose Jesús rodeado por numeroso pueblo, les significó que se trasladaran al otro lado del mar’ («Videns autem Jesus turbas multas circum se, iussit ire trans fretum» (Mat. VIII, 18). La traducción que hace Heidegger es de Lutero, y el sentido "primero" del fragmento es mostrar cómo (iuber) en latín, nunca es mandato. Cuando con observamos el verbo en griego que representa «ponerse, ponernos en camino» (Heidegger, 1964: 114).
Para mí es natural estar en camino, cualquiera que me conoce ya entiende o lo puede comprobar de mis propias publicaciones, e igualmente es natural mi actitud de cuestionarlo todo y a todos, pues solo tengo que echar un vistazo al televisor a la hora de comer al medio día, o echar un vistazo atrás en el tiempo (a la historia) sin remontarme lejos al (pasado), y nada me revela que en adelante las cosas puedan cambiar (en aquella dirección favorable a los intereses de las personas (del individuo), sobre todo cuando esa misma historia (historiografía /ciencia) me da la razón: siendo incluso más contundente todavía que mis palabras, en tanto a mostrar como aquellas certezas que se creían inmutables por siglos finalmente eran suplidas por otras igualmente incompletas / sino del todo inciertas. Luego lo que tardaba siglos antes en cambiar hoy lo hace en unas décadas. En este sentido parto de la “certeza” que actualmente todo conocimiento de las cosas es incompleto y las interpretaciones o explicaciones posibles acerca de esas mismas cosas: qué son y a qué sirven (de su razón primera) es igualmente “nulo” más allá de aquel relativo conocimiento de estas (cosas), y concernientes a nuestra incapacidad de entenderlas, solo para ser utilizarlas (como medio e instrumento). Luego lo que entendemos de estas cosas es en relación directa a nuestro entendimiento y / o capacidad de entendimiento dado a instrumentalizarlas hacia unos fines (propios intereses)… / y más “no sabemos” objetivamente de las cosas— y menos aún de las sombras que las acompañan, precisamente porque ignoramos en que principios (las cosas que son) se fundan — aunque Carlos Blanco —por poner un ejemplo— afirme que el universo se explica a sí mismo, si bien, y ahora con mayor razón la cuestión seria entender ¿Qué es lo que se explica de sí mismo?, y luego, igualmente explicarnos: por qué el universo tiene la “necesidad de explicarse a sí mismo, y no le basta, por ejemplo, con observarse a sí mismo (pues yo no tengo necesidad de explicarme - por la mañana frente al espejo- antes de salir a caminar). Pero entendamos esto: “La idea que hemos desprendido de los hechos y confirmado por el razonamiento, es que nuestro cuerpo es un instrumento de acción, y solamente de acción. En ningún grado, en ningún sentido, bajo ningún aspecto sirve para preparar, todavía menos para explicar una representación. Lo que se explica en nuestras percepciones a través del cerebro son nuestras acciones comenzadas, o preparadas, o sugeridas, no nuestras percepciones mismas” (Bergson). Por tanto, no entendemos casi nada (o nada en absoluto) de lo que pretendemos explicar, y ya no de las propias representaciones de lo que vemos, como a partir de lo que “no” vemos: las representaciones que (de su entendimiento / razonamiento de las cosas) nos quieren luego imponer los demás (por medio de escuelas y universidades), razón esta entonces mayor todavía para desconfiar.
Además, Nuestra mente, y a la vista está→ es absurda absurda, y en la mayoría de ocasiones que se expresa a decir de cualquier cosa— la encontramos todavía más cercana a lo animal racional (animales), que a lo pretendidamente humano: sapiens- inteligente- consciente) pues somos una especie apenas salida de las sombras de los tiempos, que camina todavía al abrigo de estas —impulsos y actos irracionales— que no reconocemos propias…La noche está muy avanzada, pero el día todavía lejos”.., siempre huyendo (de la verdad). Aunque para algunos seamos “la especie que alcanza la Cima de la complejidad evolutiva” ― (según C. blanco), una especie, por cierto, que en la Cima de la complejidad evolutiva no escucha, no sabe escuchar a la naturaleza (pero que cuando dice que esta se explica, lo que hace es explicarla él) ―. Una especie; eso sí, que manipula, esclaviza y destruye cuanto pisa, incluso a sus propios semejantes: a veces vecinos y hermanos. Y no hablo exclusivamente del pasado remoto, pues la historia ha registrado períodos de crueldad (España 1936/39) y eventos y momentos de extrema barbarie en Europa (1939/45), que pondrían en duros aprietos a cualquiera que pretendiese rebatir el salvajismo inherente a nuestra especie, o intentar comprender por qué la humanidad, en lugar de entrar en un estado verdaderamente humano, desembocó en un nuevo género de barbarie: momento aquel principio inductor, o llamémosle por su nombre (catástrofe) lo llamaría C. Zeeman) donde conjuramos de nuevo a las parcas al el destino en que ahora nos encontramos, y la deriva hacia la que nos dirigimos: “pensando” (ideas) a priori; (pero no pensando (en elegir- y eligiendo → acercarnos a aquello (que por la propia experiencia, o reflejada de los otros (aquella donde nos podemos reconocer), nos dé el conocimiento (cierto) de aquello, y no a priori ( subjetivamente) determinado “no de la experiencia”, si no de los miedos, incapacidades, intereses, o de la propia inexperiencia). La superioridad del hombre reside en el saber…/ En el saber se hallan reunidas muchas cosas que los reyes con todos sus tesoros no pueden comprar, sobre las que su autoridad no pesa, de las que sus informantes no le pueden dar noticias, y hacia cuyo origen sus navegantes y descubridores no pueden enderezar rumbo… /…“La condena natural de los hombres es hoy inseparable del progreso social”— (Dialéctica del Iluminismo - Max Horkheimer &Theodor Adorno)
En el Siglo .XVIII La humanidad ingenuamente había depositado sus esperanzas en la ciencia (ilustración), donde hallaron una nueva promesa de redención para los males del mundo y las limitaciones del hombre. Pero el siglo pasado se encargó de poner final abrupto y macabro a tales esperanzas, siendo particularmente ejemplar a la hora de mostrar el catálogo de horrores de nuestra especie. Los cien años que cerraron el segundo milenio, gracias al avance en ciencia y tectología: armas, desde Genocidios y matanzas pasando por la IGM, la Rusia de Stalin, la IIGM (las dos bombas atómicas lanzadas sobre personas en las ciudades de Hiroshima y Nagasaky, luego Austwich, las guerras sin fin, y los nuevos avances en armamento, han sido pródigos en alumbrar aquellas circunstancias —a quien todavía tuviera dudas—que exhiben aquellas singulares formas que describen el horizonte de maldad y ensañamiento de nuestra especie, llegando a instrumentalizar (racionalizar): habiendo normalizado procesos de arresto, custodia y exterminio sistemático de semejantes. Un siglo y una ciencia & técnica venida de la razón (iluminista), y que lejos de curar los males y limitaciones de la humanidad como prometía, solo ha servido (y sirve) para la instrumentalización y sometimiento de la naturaleza y las personas desde la revolución industrial, e incrementar exponencialmente la capacidad y riesgo de destrucción de la especie y del planeta que habitamos.
Luego es cierto que algunos hablarán de adelantos “médicos”, pero todos serán insuficientes, siquiera para compensar el daño mismo y enfermedades (radiación en el aire y en los alimentos /metales pesados y plásticos…/) que causa la nueva ciencia, o lo que ingenuamente algunos llaman adelantos, y que ha convertido continentes enteros en basureros, y algunas zonas de la tierra —que es un paraíso en medio de la hostilidad del cosmos—, en aéreas todavía más peligrosas para la vida que la misma luna o Marte (solo EE.UU. ha explotado más de 1.200 bombas atómicas en sus pruebas) y luego todavía los hay que esperan (en EEUU) el apocalipsis. Pero lo peor es que aunque nadie ve hoy la ciencia como una nueva religión —con su propio Apocalipsis de la mano—, esta sigue siendo aquel lugar donde muchos espíritus contemporáneos e ingenuos sepultan sus sentimientos hacia el conocimiento (entiéndase, un conocimiento de universalidad y tener certeza de todo, sin “saber” de cierto, de nada). Pues aquel viejo dogma de que la ciencia ha vaciado el cielo de Dios, o el grito de una filosofía sometida de “dios ha muerto” (y no hay nada), siguen todavía arraigados entre la gente, incluso cuando el positivismo/cientificismo no ha conseguido entronizar nada en su lugar. Solo cambiando que “el lugar en de hacer Dios el mundo en siete días: todo el universo se creó de una Explosión” (relativamente). Pero luego esto empeora, cuando la filosofía actual ejercida desde las universidades, no tiene nada que decir de las absurdeces que escuchamos todos los días, teniendo poca o ninguna voz y menos utilidad al haber dado la espalda por completo a la realidad y las personas: el filósofo que no investiga la realidad, lo da todo por explicado. Por ello este no parte a recorrer lo que llama a ser observado, y en lugar de aproximarse a la cosa, se da la vuelta (dando la espalda: a la cosa y al ser de esta) volviéndose luego hacia aquellos libros de ciencia o filosofía por los que poder explicar —sin salir de clase, mediante aquella razón (subjetiva) y acomodada — lo que frente de sí y más allá de las ventanas de su casa acontece cada día, habiendo asumido estos (profesores / filósofos de la nada) el rostro amargo del desengaño, de aquella juventud que habrá de ser cegada y sumida en la falacia de unos universos de ideas ( absurdamente artificiales) que les sumergen a jaulas de cristal, donde es reprimido todo aquel anhelo de trascendencia, que habita los corazones de cada ser
El modo como he pretendido hilvanar, en relación a diversas materias y sensibilidades, que bien pueden hallase desordenadas en este cuaderno, tanto o más que dispersas en el mundo en nuestro tiempo— no es la expresión estricta de una manera de pensar. Es sencillamente la representación de una manera de ser y sentir, donde empujo al lector obligándole a trasladarse por un particular derrotero; un paisaje cuanto menos singular donde no se acomete aquel juicio pretendidamente certero, adecuado y conveniente a la razón, exigiendo en todo momento la adhesión de quien pudiere leerlos. Ninguna metafísica interviene aquí, a excepción “de aquel espantoso momento, en que uno mismo, en el ejercicio se adivine “reflejado inmerso”. Pronto se advertirá que lejos de reclamar condescendencia, la esencia de lo escrito asienta, por encima de ninguna filosofía o ciencia, en el placer mismo de descubrir y escribir. Placer, que habría de ir objetivando más sobre la arquitectura de la construcción buscando la propia voz, en lugar, de afanarme a un utilitarismo escrupuloso y creciente —como refirió en algún momento Sabater—llevado a recetario, y que observo en tantas librerías. Sin embargo, con ello no pretendo abandonarme hacia a una trivialidad que todos —en mayor o menor medida y de un modo u otro— hemos conocido. Al contrario, el esfuerzo de este cuaderno (blog: siempre inacabado) creo, mostrará un particular modo de desenvolverse en sí mismo: en sus propias formas que no allanan precisamente el camino, pero sin que ello se oponga a un fondo: común (viéndonos reflejados de los otros), por cierto, esto siempre difícil de integrar —y que si no a todos resultará “práctico” al menos sí interesante— y para el que considero unas sencillas reglas, encarnadas en la observación de la naturaleza y el respeto y crítica (en la medida que entiendo correcto) a la ciencia, la filosofía y el arte. Si bien lejos de los rigores de la primera, más próximo a la estética y formas de la segunda, y sobrepasado por la imaginación y la extravagancia del tercero.
«Toda observación es relativa al punto de vista » afectando al fenómeno que se observa. De modo que cabría esperar que la lectura sea relativa al punto de vista del lector, que de algún modo condicionará “siempre” lo leído, afectando causal o intencionadamente al sentido que verdaderamente se representa. De modo, que me gustaría invitarles a que considerasen la posibilidad de sufrir este cuaderno más, como quien lee para sorprenderse —dejándose extrañar— antes que llevar a juicio (razonar) lo expuesto. Y para ello me veo teniendo que apelar (al revés que Descartes) no tanto como a su razón (a-priori) y juicio precipitado, como apelar a ese “buen sentido” que refiere Descartes (1556–1650), diciendo de este «es la cosa que mejor repartida está en el mundo, pues todos juzgan que poseen tan buena provisión de él “que aún los más difíciles de contentar en otras materias, no suelen apetecer más del que ya tienen”. —Discurso del Método. 1637—».
Hablan unos hombres de juzgar y clasificar la naturaleza ¡Dejémosles que hablen y digan… si al menos fueran humildes y sinceros: pues yo también clasifico: entre flores hermosas y otras bonitas. Pero acaso esos mismos hombres ¿no hicieron ellos antes una ley que ahora no respetan?, ¿acaso no son insolentes con todo lo natural, la verdad y lo divino? Acaso, ¿No es mágico eso que llaman Noche y eterno aquello que tiene alma?, ¿no es mejor Algo que esa Nada de la que dicen y murmuran? Por qué entonces tanta soberbia e insolencia. Unos se enorgullecen por todo lo que no son, y otros por lo que no saben ni conocen: que los rayos del Sol y los manantiales de la tierra son más nobles y divinos en los frondosos bosques, y que el rocío, el alma al amanecer refresca. ¿Pueden hacer ellos algo que se le parezca? Pueden matar, pero no pueden dar vida. Se preocupan, traman y maquinan, pero ni con todas sus artes pueden entender, lo que no quiere ni puede ser resuelto de aquello que de cerca los mira, mientras las estrellas observan siempre por encima. Paciente, es la naturaleza con ellos, que los sufre y tolera todos los dias; pero ninguno de ellos podrá interrumpir el verano y tras el llegue el otoño, y menos aún al fin del invierno, que nos abrace después, por fin: la suave primavera. Pues, y pese a ellos, y pese a todo, y pese a todos nosotros ¡la Nada sigue siendo Nada, la belleza más bella y la luz… la luz si cabe, es luz aún más poderosa y divina. / Jorge Maqueda Merchán - Jordi Maqueda
Me pregunto, mi buen amigo Alonso si puedo frenar tu delirio; ese vértigo (o quizá miedo al dolor) que sientes cuando desde tu púlpito escribes recetas para la felicidad de todos sobre reinventarse i trazar un itinerario que nos conduzca a una nueva tierra: la tierra de las múltiples oportunidades la llamas (tu). Me hablas de explorar nuevas capacidades y del camino del héroe, de tu "Kun fu" y del destino (pero no se si solo soy yo, que te veo parado en un estrado (hacia→ hablando) luego (y tres puntos...) uno se pregunta→ me pregunto ¿De Qué destino me hablas? Quién está hablándome (ahora) y como si se dirigiese a mí sin conocerme y a todos a la vez sin conocerlos a ninguno y de solucionarles los problemas / es decir→ sin dirigirse a nadie en concreto i hablando de nuevas tierras y un destino inconcreto del nombre ahí (ninguno), cuando el porvenir y lo mismo destino es hoy (aquí y ahora→ en el presente que sucede (en el ahora ) necesariamente i por una causa». Donde «lo primero y más importante no es tanto saber que nada deviene sin una causa, como que todo deviene en virtud de unas causas anteriores→ (y una causa en concreto, en el caso de cada persona y estas palabras → en el ahora». Por lo tanto, amigo mío, sería negligente buscar (cuando no absurdo→ pretender encontrar de las primeras causas de cada uno a su problemas ya lejanas "de los demás" e igual uno que nos reconocemos producto→ de las propias causas; concluyendo que de todo principio (aquel→ "propio" y único accesible a cada uno) es causa de la anterior y luego (otra vez) de la primera, segunda y continua sucesión de diversos acontecimientos, que de cada uno en concreto, le conducen (al individuo a (otro) principio) o determinado origen: catástrofe lo llamaría C. Zeeman) como resultado y causa de todo lo anterior (hacia lo posterior (en el ahora→ cuando y por muy insoportable que parezca observo que ese mismo presente te tiene sujeto→ inmovilizado (representándote y representado de una voluntad (hacia→ los demás afuera...en redes sociales i otros medios, es decir:. /→ preso los mismos a los que hablas ( van a tus conferencias y compran tus libros; es decir: los mismos que en el ahora te dan de comer) los mismo y que compran tus recetas y te tienen ( aterrorizado) con la rodilla sobre tu cuello, y de la necesidad propia y deseo de seguir siendo escuchado por ellos, los que te dan de comer / y no se puede derribar o menospreciar a quienes te dan de comer y hablar de su problemas / cuando eres tu quien tiene el verdadero problema, y de dependencia con ellos, al depender de los mismos ( ellos que te escuchan y compran tus recetas y te tienen estrangulado de espaldas contra el suelo), desde donde solo se puede, en este momento→ palmear la lona con el brazo que a uno le queda.
Luego “negar la realidad presente de cada uno, amigo, es negarse a uno mismo (i negarse a enfrentarla) e igualmente negársela (la realidad) a los demás de poder enfrentarla... ofreciendo recetas falsas para un mañana que no llegará (pues mañana "es" hoy el presente que bifurcas de otros en un camino de perdición). Un crimen este, que alimenta de la ingenuidad de la muchedumbre desventurada unas falsas esperanzas, distrayendo (como una luz de neón) la atención de aquellos (de→ aquello y verdaderamente importante, a saber: que sobrevivir “hoy” es el asunto más urgente y único relevante...
La falacia no oculta la mentira→ tampoco la tontería del mundo, solo la enmascara. Pero la realidad se muestra contundente y más rotunda todavía con aquellos devorados por el parásito de la ingenuidad, que alimentarán deseos y vanas esperanzas, imaginando, trasladarlas luego a buen fin. Pues a poco de vagar laberintos les llega siempre el momento en El que comprueban que deben hacer frente a una realidad tan inminente como ineludible; que se torna en juego trágico con el destino. Llegado ese día, amigo mío, para unos maravilloso, para los otros el más desgraciado de sus vidas y —que siempre extrapolado a nuestro dominio— a todos nos ha de llegar (si no→ nos ha llegado ya) a saber: olvidada la promesa del último triunfo y una nueva tierra, e intuyendo el comienzo de aquello que no podremos soportar: será cuando reconoceremos en la vida la miseria de algunos en esta, junto a esa inminencia opresiva de la lucha terrible y final que para ellos se avecina, entre “llegar a ser definitivamente, o dejar totalmente de ser: «quedar en nada». Es en ese punto (que somos→ cuando reconocemos a nuestro verdadero enemigo, al más fuerte entre todos ellos: el miedo i miedo a ser y poder ser→ definitivamente nosotros mismos)
Tus recetas, amigo, solo sirven a tu cuenta bancaria. Quien se tenga que batir contra los propios demonios en este mundo no encontrará armas (→ herramientas útiles (palabra y verdad) en la falsedad y vacuidad de aquellas frases y gestos (siempre bien estudiados) Aquel que busque encontrará→ y lo encontrará de él mismo (de aquello de sí mismo y restos antes esparcidos, que que habrá de encontrar de otros reflejados igual fuera y utilizados como armas o herramientas que son del saber acumulado de la experiencia en las trincheras embarradas de la vida: viaje duro este, de uno hacia reconocer (conocer y pensar→ de corazón de su roca ⟲ luego adentro (pensando reflejándose y proyectándose luego i como una roca hacia→ ellos los demás (igual, uno que es otro más entre ellos). Y es por esto que (sabiendo bien las consecuencias de lo que haces ‘Alonso’→ no creo que sepas de que hablas ni a→ donde te dirige la razón, que no los propios pasos (a ningún ligar); ni mucho menos encuentro que estés capacitado (nadie lo está→ para guiar a alguien por aquellas selvas de la vida, entendiendo que cada cual) debemos y habrá (i cada uno) transitar en algún momento (saliendo luego a la propia luz→ no guiados por la luz de nadie o los demás). Y digo esto, sencillamente porque no te veo en el fango arrastrándote por el barro y mucho menos aún que alguna vez hubieses salido de él (más bien huyendo de aquello que siempre ha de llegar (y aquí un amigo tendrás). Pero Te veo más bien acomodado: un doctor, que no ejerce de doctor, ahora pasado a intelectual que quiere dar lecciones a los que ya peleamos contra el devenir (y contra los que son como tu) desde los pantanales todos los días hacia→ i de frente... en la enfermedad, en la miseria, en el hambre o en la finitud al límite de las propias esperanzas (hablo por mi). Vendes (tu humo→ en el que es tu propio templo) y por eso te critico: directamente i a un nombre público que debe aceptar criticas públicas como elogios públicos a su nombre.
Por suerte es fácil para quien quiere ver, luego poder ver la sombra del charlatán interesado que hay detrás ( de este texto arriba) aquella figura o imagen y representación que nos muestra. Y Nunca mejor que esta ocasión para terminar con aquella frase dirigida todo los que son de la misma manera y que "Viven del cuento" solo que vendido el cuento como realidad misma de la vida.
De la La curiosidad Superficial, La Distracción: Y La Mente del Mono —. Por naturaleza —afirma Aristóteles— tienen todos los hombres deseo de saber; saber, por ejemplo, de una cosa. Y, por naturaleza, igualmente, casi todos necesitan hoy que alguien esa cosa se la explique, por ejemplo, en YouTube, una conferencia o un libro ( seguimos de alguna manera con lo antes ya dicho y descrito). Y es precisamente en la explicación, donde perdemos aquello más genuino de todo conocimiento. Pues saber, en su conjunto, y resumido en una sola palabra es: entendimiento de uno; o facultad esta que habrá de adquirirse por el examen propio de las cosas a partir de experiencias sensibles de estas cosas —también llamadas impresiones— y la información que estas últimas le ofrecen al juicio, respecto de las primeras— procurando llegar a conocer y, consecuentemente, a su producto: el conocimiento: y, no hay conocimiento de una cosa en su explicación; es decir, aquella que, por ejemplo, en una conferencia nos ofrecen otros de ella, esto es: “una conferencia que pretendiera hacerles creer a Uds. que entienden algo que realmente no entienden y satisfacer así, por naturaleza, aquello que Wittgenstein —introducción a su conferencia sobre lógica — considera, "uno de los más bajos deseos de la gente moderna" es decir, la curiosidad superficial, acerca de los últimos descubrimientos de la ciencia" / o de otra manera dicho, si hay alguna forma o alguien que le explique y solucione sus problemas. La curiosidad procura un saber, pero tan solo es un saber por saber para haber sabido. Es un saber muchas veces movido por la vanidad. Se busca conocer para poder participar en (la sociedad) o para obtener un cierto estatus social. La curiosidad es el estado que caracteriza al hombre moderno, informal y mediocre, ávido de noticias, maravillado por la “innovación” –nos dice Heidegger; quien, además, distingue la curiosidad del asombro o la “contemplación admirativa” o thaumazein de los griegos, que para Aristóteles y Platón es origen de la filosofía y que está asociado primero con un “no-comprender”, y la aceptación antes de un misterio y luego una apertura al conocimiento y, por lo tanto, al ser-ahí uno de la experiencia para conocer de algo concreto que necesitamos entender. (Los dos momentos constitutivos de la curiosidad, la incapacidad de quedarse en el mundo circundante y la distracción hacia nuevas posibilidades, fundan el tercer carácter esencial de este fenómeno, que nosotros denominamos la carencia de morada— Heidegger).
El asombro, que se caracteriza justamente por lo contrario y una intensidad de la atención hacia algo, por quedarse con un único pensamiento u objeto presente (y sondear este a profundidad, esperando sin violentar su manifestación) degenera –cuando ese asombro no es llamado por la necesidad imperante de conocer (de conocimiento)– en mera curiosidad (un de aquí para allá sin parar) que semeja más a lo que en la India llaman “la mente de mono”, que constantemente cambia de rama, persiguiendo cada cosa que se mueve o le inquieta, e incapaz de discernir o detenerse en lo que merece de veras la atención. Según Heidegger, entiende que “si busca lo nuevo, es solo para saltar nuevamente desde eso nuevo a otra cosa nueva". En este ver, mirar no busca una captación [de las cosas], ni tampoco estar en la verdad mediante el saber de ellas, sino que en él procura posibilidades de abandonarse al mundo. Por eso, la curiosidad está caracterizada por una típica incapacidad de quedarse pensando en lo inmediato” en “el instante presente”.
De este modo llegamos a un punto en el que la cantidad monstruosa constantemente estímulos e información –de lo nuevo y excitante–a la que estamos expuestos en la actualidad, es abrumadora, sobrepasando en órdenes de magnitud cualquier estado y exposición anterior del ser humano: las noticias, los datos, imágenes y sonidos y palabras, se suman en una anarquía y competencia total, de tal forma que cada nueva idea que nos llega expulsa a la anterior, antes siquiera de que tengamos tiempo de considerarla (apropiada, falsa o verdadera). Los peores horrores y las más aberrantes pesadillas llegan a nosotros junto a otras ideas estimulantes (por televisión): las oímos, pero ninguna de ellas sobrevive en la mente más allá de unos minutos, antes de ser arrastradas por una nueva oleada de información que olvidaremos igualmente en una hora. Pero lo más alarmante de esta situación, resulta en que no solo es considerado por la sociedad un bien general o un derecho: (a “estar conectados o para saber de las desgracias ajenas”) sino, que más es una necesidad, como atestiguan nuestros jóvenes y no tan jóvenes. La distracción, viene así a reemplazar a la contemplación (madre del conocimiento). Las personas no se detienen, ni profundizan del instante frente aquello luego en nada, sobre todo en nada relevante: explorándolo y explorando sus posibilidades: conociéndolo; sencillamente pasan el tiempo en pensamientos apenas concretados o reaccionando continuamente a estímulos que les llevan de aquí para allá: a nada concreto y a todo a la vez→ nada constructivo, nada útil al individuo, simplemente se trata de entretenerse: distraerse, o dicho de otro modo: perder el tiempo, su único tiempo. La distracción se vuelve entonces premio final e inútil de la historia del ciudadano medio: mediocre que, además: exige distraerse. No exige libertad, derechos, cultura, sanidad, mejores condiciones laborales (NO), cuando sale del trabajo solo exige distraerse y se enfadará si no puede hacerlo (no se enfadará su precariedad laboral o lo mísero de su salario): luego, distraerse todos juntos es hoy la cumbre y el fin absurdo de la socialización. De este modo; la ambigüedad se convierte en el resultado último de la curiosidad superficial que define la actitud que el ser humano tiene hoy con el saber de las cosas, adquirido a partir de sus distracciones y no por el conocimiento o estudio propio e estas (sea cual sea el medio de este estudio) hoy acrecentado por el acceso indiscriminado a la información que “permite a cualquiera decir cualquier cosa, cuando se hace imposible discernir entre lo que ha sido y no ha sido examinado de uno, contrastado a verdad y expuesto tras una comprensión auténtica”, produciendo una indiferencia generalizada (ya a nadie le importa la verdad de lo dicho o que se comenta) en tanto a un mundo, en el que “todo parece auténticamente comprendido, pero en el fondo o no lo está, o bien no lo parece, y en el fondo lo está” si al menos: comprendemos que no hemos comprendido nada.
Pero, qué puede hacer uno, cuando a tantos les importa nada, al ver el punto a que se ha llegado; sobre todo en algunos aspectos de la sociedad, de la vida, o de esa cotidianeidad abominable que son las Redes Sociales, cuando ciertamente ya no interesa a nadie la realidad que acontece fuera, lo que sucede: la verdad, la realidad en el mundo y de las personas que nos rodean, más allá de cuando a ellos les afecta; y solo importa la desmaterialización del mundo (hacia el Metaverso) , para servir más a la distracción, lo conceptual, lo relativo y sin valor: a la fantasía (que toman por real) y alimenta el tejido de un cosmos creado para sí mismos; dentro del mundo que otros han creado para ellos; dentro, de una sociedad que han creado para todos; y ahí, encerrado, la felicidad (absurda) del ciudadano es absoluta: lejos de la realidad y del mundo; bombardeado por los medios, recibiendo, cuando no exportando, absurdeces y tonterías a cada hora, todos los días. Y lo más curioso, es cuando toca salir, e ir a lo real y concreto de sus vidas, pues la mayoría parecen perder su entusiasmo; quizá, porque la realidad es demasiado práctica, fría y dura como para entusiasmar el alma distraída que no puede encender su entusiasmo en aquello que no sea absurdo y tribal.
Si no levantamos la cabeza, esta lluvia abrumadora de estímulos perfectamente diseñados y pensados para mantenernos adheridos a la pantalla y a la información, nos hará prisioneros de un siempre eterno presente, perteneciente a una realidad distinta: otra realidad que se pretende i quiere otros que hagamos nuestra (y de nuestra ausencia y presencia en la vida su riqueza). Esa es la enfermedad actual y también el problema que en españa igual (como el alzhéimer o la demencia) aleja de la propia vida, de la verdadera realidad, y que impide centrarse en el instante cotidiano y fijarnos reconociéndonos unos a otros vecinos: en el yo del otreo, y poder uno vivir como una persona autentica, en el mundo. Y de aquella película como diría un argentino te recuerdo→ ‘Te olvidaras de todo, nada dejara huella. Estarás exiliado de la verdadera realidad, incapaz de actuar, “demasiado información a la que reaccionar” de todos los problemas del mundo. Serás enterrado por la información, lejos de todo lo que deberías hacer. Incapaz de elegir e intercalar la acción con lo real’. Y mientras tanto, el mundo y planeta sigue rodando y muriendo como ellos: un poco más cada día; la realidad, el tiempo, la vida y las estrellas pasan, sin ser mínimamente conscientes de todo ello: y aquello allí, distraídos en su mundo de fantasía.
El peligro de escuchar a todos y no escucharnos a nosotros mismos—. De la realidad nada es más trágico que vivir en el absurdo de aquel sufrimiento que nacer conlleva de anhelar antes lo que no-es de sí mismo i propio de otros / luego consecuentemente no-ser en un mundo “este” donde después las penas prevalecen ‘siempre’ sobre las alegrías Y hablar de aquello igual (no propio i de lo mismo repetido antes de otros son→ luego de él las palabras / que son lamentos de una existencia condenada a desaparecer como única certeza.
Nadie dijo que la vida fuese fácil, ni tampoco que vivir digna y auténticamente fuese en ocasiones tan difícil. Lo que recuerda aquello de “nada que resulte fácil valdrá la pena”. Y esto me lleva a pensar en el modo de vida que llevamos, digamos fácil ―no refiero aquí las contingencias de cada uno, que las habrá― y, si esta “facilidad/comodidad” (todo organizado para que lo tengamos a mano, como la comida en los supermercados) vale la pena, en tanto y cuanto luego, esta misma forma de vivir, nos limita y dirige hacia qué debemos ser o hacer, privándonos, cuando no prohibiéndonos lo que nos gustaría (en tanto a la libertad individual) poder ser o hacer, llevándonos a este estado perpetuo de conflicto: lucha y disputa, desde el mismo día nacemos.
Sartre considera que no existe la naturaleza humana. Esto quiere decir que en nosotros no encontramos unos rasgos fijos que determinen los posibles comportamientos o las posibles características que podamos tener. Para muchos autores esta afirmación es exagerada: desde las teorías religiosas se defiende que el ser humano, tiene un alma y que ésta es precisamente su naturaleza; desde la biología se indica que nuestra constitución genética se realiza en lo fundamental del mismo modo en todos los seres humanos de todos los lugares y de todas las épocas. Sartre rechaza la existencia de una naturaleza espiritual o física que pueda determinar nuestro ser, nuestro destino, nuestra conducta. Para él el ser humano en su origen es algo indeterminado, y sólo nuestras elecciones y acciones forman nuestra personalidad. Pero si no existe una naturaleza común a todos los seres humanos, ¿por qué llamamos seres humanos a todos los seres humanos?, ¿en qué nos fijamos para reconocer en el otro a un semejante? Sartre introduce el concepto de “condición humana” que son los límites comunes a todos los hombres; serían los siguientes: 1. estar arrojado en el mundo; 2. tener que trabajar; 3. vivir en medio de los demás; 4. ser mortal. Todo individuo se ha tenido que enfrentar a estos hechos inevitables y ha resuelto de distintos modos los problemas vitales a los que conducen. Con estos cuatro puntos Sartre se refiere a la inevitable sociabilidad humana, a la inevitable libertad en la que vive el hombre y a la inevitable indigencia material de nuestra existencia, indigencia que obliga al trabajo y a las distintas formas de organización social que sobre el trabajo se levantan. Pero el hombre tiene la posibilidad de engañarse adoptando alguna forma de determinismo, esto es la mala fe, que es un estado de conocimiento y desconocimiento simultáneos. Por un lado, se es consciente de la propia libertad, del futuro, que es lo que no es, y, por otro lado, no se es consciente de que no se es lo que es, el pasado, así se enmascara la libertad y desaparece la angustia. La mala fe es un auto engañarse, mientras que la mentira es engañar a los demás
Y precisamente, es aquel "individuo" que, en su disputa, sometido a la presión que supone vivir como proyecto, aún incompleto, cuando en ocasiones “cae”, pues es cierto que la existencia es el lugar del ser -en el mundo como “individuo” donde existe, pudiendo alcanzar todas sus posibilidades (un desarrollo personal) trazando metas e intentando cumplirlas. Pero en el mundo vive igualmente con los el "uno" (los otros), y puede llegar el momento en el que el ese “individuo en disputa” tras comprender su realidad que, por más que para muchos sea desatendida o pase inadvertida, tiene igualmente una “existencia” —más allá de aquello que es vida o, un vivir por vivir— también, se da cuenta de que no se ha creado a sí mismo, ni tampoco al mundo en el que se encuentra, sino que sencillamente está ahí (ahora parado e indeciso) sin un fundamento aparente o razón: sin motivo y, además, también se da cuenta (ahí-parado), de que “tampoco” ha escogido ser cómo es: una persona “un ente” que existe y que habrá de elegir unas opciones: posibilidades de vida y no otras, siendo en cualquier caso responsable de cuanto luego acontezca, dependiendo de aquellas, sus propias decisiones. Y es posible entonces, que ese “individuo en disputa” pase entonces a ser un individuo “en conflicto” consigo mismo; entiéndase: en disputa con la sociedad, por su libertad, pasando a estar en conflicto, no tanto dejando ya de creer pero sí, rindiéndose y gradualmente dejando de creer por encima de todo y de todos: en su libertad y experimentando esa ingrata sensación: el saberse abandonado a sí mismo: angustiado y escuchando lo que el “uno” (que no es ninguno y son todos) tiene que decirle; comenzando el entonces a disiparse en la mundanidad, en el dejarse llevar por el exterior, por lo que se dice, por lo que se piensa, por lo que no es nadie y son todos: la sociedad, sus estructuras que implantan lo que está bien y está mal, lo que se debe y no se debe pensar o hacer; corriendo entonces más peligro que nunca; peligro de dejar de vivir, o vivir propiamente; bien, porque no encontró, no escuchó, o dejo de escuchar su ser. Es por ello la necesidad inmediata de darse de baja, dejar de pertenecer, renunciar; enfocándonos en aquello que precisamos para iniciar nuestro peregrinar. Pues, y pese a no haber escogido (el individuo) ser o existir, y pese a no haber escogido todavía “su manera” de ser o existir, el ("ser que está ahí", el “individuo en disputa”) ha de saberse responsable de su propio camino, de su propio ser, tanto como si él mismo lo hubiese creado o construido; pues más allá de cualquier duda o contingencia posible, desacierto o incluso caída, comprende (tiene que comprender) que en existir y sólo en su existir se juega su ser: ser como decida él mismo ser o no ser, y no como otros decidan que sea.
Mediocridad y Redes Sociales—. De lo que se trata pues, es de no distraerse: buscar al ser nos hará más libres, pero hay que ser animoso y buscarlo, por supuesto la angustia está ahí cuando nos cuestionamos al ser; sin embargo, hay que afrontarla y ser-ahí, preguntar, no sucumbir a una existencia inauténtica y baldía: no siendo un: no-ser, o (Das Man) ( el “uno” – “los otros”) al que la cotidianidad y mediocridad le envuelven y determinan, valorando lo cotidiano y mediocre haciéndolo fundamento de su vida, ni creer falsos infinitos: como que la felicidad es eterna, o el amor dura para siempre, pues cuando estos falsos infinitos fallan, te dejaran pedaleando en el vacío.
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