0 - LOS MUNDOS INTERMEDIOS/ La nada y el Hombre - Jodi Maqueda





 

 

 

 

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LOS MUNDOS INTERMEDIOS

 

Encontramos pensadores aluden en ocasiones a cosas, y formas de ver o ver estas cosas (los entes) que cuesta, a priori, entender, hacerse una idea de ellas: como el ser, que supera dialécticamente el mundo de las formas, el mundus asdpectabilis, trasladándose a otro contexto, «más allá del horizonte de las formas», y de toda la "morfología / estructura cósmica", (siendo aquello que trasciende y rebasa todos los entes sin ser él mismo un ente, es decir, sin que ningún ente, por muy amplio que sea y se presente, lo agote) (1). Luego tenemos al Dasein  —pensado con la finalidad de repensar la tradición metafísica (ontológica) occidental— que “propone” el ámbito en que se produce la apertura de la persona hacia el Ser (Heidegger). Inicialmente, el término identificado con la existencia de la persona, pero Heidegger (Carta sobre el Humanismo de 1947) rechazó la interpretación, pues el Dasein, según este, alude a la persona como único ente que vive fuera de sí, y abierto constantemente al Ser y a sufrir una revelación de Él (este Dasein Heideggeriano despertó gran interés en la psicología debido a la renovada concepción expuesta del ser humano). Y por último tenemos La nada —ya de por si tema controvertido y difícilde la que Heidegger se ocupó, no sé si con hondura en su escrito ¿Qué es metafísica?, de 1930, donde tras plantear y elaborar la cuestión, aborda esta con un reiterado interrogante: «¿Por qué hay ente en su totalidad y no más bien la nada?». En la obra, se afirma que la nada le está vedada al pensamiento científico, porque la ciencia nada quiere saber de ella;  pero sostiene, igualmente, que la nada es significativa, pues sobre ella reposa o asienta el ser.

 

Como vemos, el tema ya se presta complejo incluso antes de empezar a pensar sobre este (intuimos que va más allá), pues de entrada se nos remite, o invita, a repensar la tradición metafísica (ontológica) occidental; esto es, repensar la ontología Metafísica occidental: buscar, identificar y aclarar las condiciones esenciales que determinan la identidad y la existencia de las cosas (entes) y hace que estas sean lo que son, pero de otra manera: superando la vieja metafísica (recordemos que para Heidegger la metafísica es el nihilismo propio y que este nihilismo consiste en el olvido del ser. La pregunta por el ser queda desplazada por la pregunta por el ente: Lo digno de cuestión para la metafísica es la entidad del ente: de lo que está-ahí) cuando Metafísica es, precisamente, lo que no está: lo que no entendemos bien, o no podemos percibir en el mundo presente. Y aquí brotan ciertas preguntas, que emborronan aun más el paisaje ¿qué es real? ¿Qué es existente o no existente? ¿Solo lo que vemos es real? ¿Existen otras cosas reales, fuera de nuestra percepción, que sencillamente no podemos ver ni percibir? Y ¿Aquello que si percibimos pero no vemos, no escuchamos ni tocamos, existe en realidad? Y por ultimo: ¿podemos considerar aquello que percibimos pero no vemos de alguna manera?

 

: todo difícil de concebir a priori, cuando entendemos que nos hablan desde un pensamiento racional y lógico, que desestimó el misticismo y las creencias (las formas de pensar de las religiones) desde hace siglos. Sin embargo, no es del todo así y, si bien no nos lo revelan —Schopenhauer si lo hizo— existe; pues encontramos una influencia mística oriental, abiertamente expuesta en (unos más que en otros)  muchos de sus textos: una aproximación a los mundos intermedios, aunque nuevamente redefinidos, que habían sido prácticamente desterrados del pensamiento occidental, y Cuya consecuencia entonces, dio como resultado que sólo nos quedasen dos niveles de pensamiento: Dios y la esfera de lo material o físico. Mientras este retornar, permite de nuevo pensar desde otro lugar: desde esos mundos intermedios. Pero ¿por qué los llamo mundos intermedios? Podría denominarlos también mundos invisibles, entendidos así en el mundo musulmán, pues estos jamás perdieron de vista estos mundos intermedios o invisibles que separan la esfera de lo visible del propio Dios y, que son básicamente dos: el de los espíritus y el de la imaginación: este último con clara influencia sobre la imaginería poética y de las ideas. Las obras de Ibn 'Arabî, por ejemplo, deben entenderse a partir de la naturaleza de estas esferas intermedias. El ser o la propia Nada En Heidegger, no es diferente, partiendo de una nueva idea, hacia la conceptualización de la Nada a partir también de ésta (la imaginación).

Heidegger la define la Nada como la completa negación de la totalidad de lo ente, es decir, de las cosas del mundo. Con lo cual no es ausencia, pues ausencia implica ausencia de algo determinado.  Lo interesante en este planteamiento no es tanto la determinación metafísica de la nada (su comparación con el no-ser, el vacío, la ausencia, la negación… o lo paradójico de que la nada pueda ser algo) como el modo en que nos vamos a relacionarnos con la nada, eso que Heidegger llama “experiencia fundamental de la nada”. Pero ¿Qué nos revela esa experiencia? “solo en la clara noche de la nada de la angustia surge por fin la originaria apertura de lo ente como tal: que es ente y no nada”. Dice Heidegger. Pero aquí hay un problema, una experiencia no es una reflexión sobre una experiencia, reflexionar sobre la selva no es una experiencia en la selva o de la selva: “La selva es la experiencia” (doy fe de ello). Imaginar la angustia tampoco es una experiencia de la angustia, y por lo tanto reflexionar sobre la angustia y la nada no nos lleva a experimentar la nada a través de esa angustia. Necesitamos una vía la experiencia.. ¿Pero dónde? Y ¿Cómo? ¿Podemos acercamos a ella, o tan solo podemos definirla  como hace Heidegger desde los límites y paradojas del lenguaje?

El mundo intermedio (imaginal) es un mundo sensorial, mientras que el mundo racional está despojado de estos atributos sensoriales. Por tanto, la facultad racional ('aql) relacionada a la filosofía funciona de modo distinto, y con distintos resultados, por medio de un proceso de encadenamiento de conceptos llegando luego a conclusiones, un proceso que el Shayj [Ibn 'Arabî] denomina "reflexión" (fikr). Esta reflexión, entenderla, nos puede llevar a entender la nada, y a entender al Dasein del ser,  incluso hasta nos puede orienta, dar una idea o camino de cómo llegar hasta ellos, pero toda esta reflexión no sirve a absolutamente nada, a nada cuando nos hablan de una experiencia / estado, que no se puede experimentar de ninguna manera. Lo que nos lleva a una filosofía que no sirve más que el asunto que se propone elucidar: nada.

 

Por el contrario, la facultad imaginal (jayâl) funciona por medio de una percepción interna que percibe ideas de forma sensorial. Por lo tanto, la percepción imaginal puede ser visual, pero esta visión no tiene lugar con los ojos físicos; puede ser auditiva, pero no se escucha con los oídos físicos. ((Así es como podemos entender por ejemplo, al Ser «no ser nada para ser, y ser nada»)). Precisamente es a partir de  sueños, que estos nos demuestran que todos tenemos experiencias de los sentidos no físicos. Para el Shayj [Ibn 'Arabî], la temática de la poesía, tan relacionada a los últimos escritos de Heidegger, por ejemplo, no es algo que se piensa como se podría pensar acerca de un problema de teología o filosofía dogmática por ejemplo. Más bien, se trata de algo que observamos de esa otra manera, con ese ojo interno y se oye con el oído interno. Sólo entonces se describe. Solo entonces se entiende; solo entonces se percibe.  [Texto Desarrollado a partir del escrito (fragmento) de William C. Chittick, Mundos imaginales: Ibn al-'Arabî y la diversidad de creencias, Mandala, Madrid, 2003, pp. 133-134]. 

 

 

así como un pensar rememorante, una noción particular, un pensar que se distingue del pensar representativo y lógico que, en distintas variantes, se ve presente ( en palabras de Heidegger) en la metafísica, la ciencia y la técnica moderna. Se trata pues, de un pensar que ni goza en la contemplación de lo que no necesariamente comprende, ni se afana ante la incomprensión, sino que tiene lugar como lenta y paciente actividad, que sigue la marcha, cuidadosamente; del asunto que busca elucidar, y que atiende a lo que este mismo le indica.

 

Este es un pensar al que se refiere Heidegger no forzosamente como el pensar de la filosofía, convertida hoy según él en un mero oficio o en una mera ‘sabiduría mundana’ (Heidegger, 2000, p. 19; GA 14: 5), y sin embargo se encuentra en estrecha relación con ella, como su destino o como la tarea en la que esta se convierte luego de su final. No obstante, más allá́ de su relación con la filosofía (o con lo que queda de ella luego de la superación de la metafísica), este pensar es en esencia una forma de praxis, esto es una acción humana fundamental presente, por ejemplo, en muchas practicas elementales del cuerpo, y una praxis que en su simpleza da testimonio de la cercanía originaria del hombre con el ser.

 

«Quien se conoce a sí mismo conoce a su Señor», reza un célebre hadiz muy caro a los sufíes que define a la perfección la idiosincrasia de la senda espiritual sufí. El ser humano posee entendimiento para conocer a Dios, aunque no siempre lo cultive, y memoria (dhikr) para recordarlo en todo momento, a pesar de su habitual desmemoria. En ese sentido, piénsese que los sufíes son conocidos en la tradición islámica como la «gente del recuerdo». En definitiva, el «homo islamicus» prototípico es un hombre que cree, sin por ello dejar de pensar, y que piensa, sin tener que renunciar a creer; pues la inteligencia no puede matar la fe, pero la fe no puede resultarle repugnante a la inteligencia.


 

Ser: Con la palabra «ser» se intenta abarcar el ámbito de lo real en sentido ontológico general, esto es, la realidad por antonomasia, en su sentido más amplio: «realidad radical». El Ser es, por lo tanto, un trascendental, aquello que trasciende y rebasa todos los entes sin ser él mismo un ente, es decir, sin que ningún ente, por muy amplio que sea y se presente, lo agote. Dicho de otro modo: el Ser desborda y supera dialécticamente el mundo de las formas, el mundus asdpectabilis, trasladándose en otro contexto, «más allá del horizonte de las formas», más allá de toda la "morfología cósmica".

Dasein: el propio Heidegger, en su Carta sobre el Humanismo de 1947 rechaza esta interpretación. De forma más precisa, podemos decir que Dasein alude a la persona como único ente que vive fuera de sí, abierto constantemente al Ser y a sufrir una revelación de Él.

La nada: en el existencialismo. Martin Heidegger se ocupó con hondura del problema de la nada en su trabajo breve ¿Qué es metafísica?, de 1930. Allí, después de plantear y elaborar la cuestión, la aborda con un reiterado interrogante: «¿Por qué hay ente en su totalidad y no más bien la nada?». En la obra, se estima que la nada le está vedada al pensamiento científico, porque la ciencia nada quiere saber de ella. Empero, se sostiene que la nada es significativa, pues sobre ella reposa o se asienta el ser.

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