I
MIS RAZONES
1-1 ¿Por qué me hago preguntas?
1-2 Preguntar pero desconfiar de todo
1-3 ¿Por qué me pregunto sobre la nada?
II
LA DESFIGURACIÓN DE LA NADA
2-1 Hablar por hablar de la Nada
III
PRIMERAS APROXIMACIONES
3-1 Visualizar la nada
3-2 Es la nada Posible
3-3 Donde está la Nada
3-2 La nada Creadora
3-3 La nada Necesaria
I
MIS RAZONES
0.0- La necesidad―
1.1 Darle un sentido propio a nuestros actos―
1.2 Por qué me hago preguntas
1.3 Mantenerse despiertos. ¿Por qué desconfiar?
1-3 ¿Por qué me pregunto sobre la nada?
0.0- La necesidad― La necesidad es una categoría social, y la «pulsión» (impulso - natural) está contenida dentro de ella. Pero los momentos social y natural de la necesidad no se pueden separar entre sí (secundario y primario) para elaborar una jerarquía (racional) de las satisfacciones. La distinción entre necesidades superficiales y necesidades profundas es una apariencia ilusoria surgida socialmente. Las denominadas necesidades superficiales reflejan el proceso de trabajo que convierte a los hombres en «apéndices de las máquinas» y los obliga a reducirse, fuera del trabajo, a la reproducción de la mercancía. Esas necesidades son las marcas de una situación que obliga a huir a sus víctimas y las tiene a la vez tan rígidamente bajo control, que la huida degenera siempre en la repetición convulsa de la situación de la que se ha escapado. Luego, lo peor de las denominadas necesidades superficiales no es su superficialidad, cuyo concepto presupone el asimismo cuestionable de la interioridad. Lo malo de estas necesidades –que no son tales– es que se dirigen a una consumación que las defrauda a la vez: justo por esta consumación. La mediación social de la necesidad –en tanto mediación a través de la sociedad (hoy igualmente las redes sociales) – ha alcanzado un punto en el que la necesidad incurre en contradicción consigo misma. Ahí ha de insertarse la crítica, y no en cualquier jerarquía previamente dada de valores y necesidades (Tesis sobre la necesidad (Adorno Escritos sociológicos 1942)
1.1 Darle un sentido propio a nuestros actos― más allá del que puedan darle los demás, e incluso nosotros mismos en un primer momento, será el principal anhelo: encontrarle un sentido final a aquello que nos sucede y hacemos. Un viaje (el camino), como la vida, no es una certeza en la que se está (o un programa concreto a concluir) sino, y más bien, una certeza a la que se llega (obrando en función de aquello que nos dicta el corazón) algo que todos comprobamos muchas veces, al ver colapsar y volver de nuevo a abrirse las expectativas durante un mismo tramo de vida, o viaje. Sería en ese mismo sentido, y precisamente en este viaje del que ahora les quiero hablar, donde yo habría de sentir esa ruptura (conmigo mismo) / o necesidad de renunciar a una idea o proyecto—más aún al ego— en mor de escuchar y seguir aquello que, contra todo lo racional del momento y cuando menos lo esperas te dicta el corazón, desviándome hacia donde, como cogido de la mano (frente a una voluntad estrangulada) la necesidad me habría de conducir.
El modo como he pretendido hilvanar —en relación a diversas materias y sensibilidades que bien pueden hallase desordenadas en este cuaderno, tanto o más que dispersas en el mundo en nuestro tiempo— no es la expresión estricta de una manera de pensar. Es sencillamente la representación de una manera de ser y sentir, donde empujo al lector obligándole a trasladarse por un particular derrotero; un paisaje cuanto menos singular donde no se acomete aquel juicio pretendidamente certero, adecuado y conveniente a la razón, exigiendo en todo momento la adhesión de quien pudiere leerlos. Ninguna metafísica interviene aquí, a excepción “de aquel espantoso momento, en que uno mismo, en el ejercicio se adivine “reflejado inmerso”. Pronto se advertirá que lejos de reclamar condescendencia, la esencia de lo escrito asienta, por encima de ninguna filosofía o ciencia, en el placer mismo de descubrir y escribir. Placer, que habría de ir objetivando más sobre la arquitectura de la construcción buscando la propia voz, en lugar, de afanarme a un utilitarismo escrupuloso y creciente —como refirió en algún momento Sabater—llevado a recetario, y que observo en tantas librerías. Sin embargo, con ello no pretendo abandonarme hacia a una trivialidad que todos —en mayor o menor medida y de un modo u otro— hemos conocido. Al contrario, el esfuerzo de este cuaderno (blog: siempre inacabado) creo, mostrará un particular modo de desenvolverse en sí mismo: en sus propias formas que no allanan precisamente el camino, pero sin que ello se oponga a un fondo: común (viéndonos reflejados de los otros), por cierto, esto siempre difícil de integrar —y que si no a todos resultará “práctico” al menos sí interesante— y para el que considero unas sencillas reglas, encarnadas en la observación de la naturaleza y el respeto y crítica (en la medida que entiendo correcto) a la ciencia, la filosofía y el arte. Si bien lejos de los rigores de la primera, más próximo a la estética y formas de la segunda, y sobrepasado por la imaginación y la extravagancia del tercero.
Pero: «toda observación es relativa al punto de vista » afectando al fenómeno que se observa. De modo que cabría esperar que la lectura sea relativa al punto de vista del lector, que de algún modo condicionará “siempre” lo leído, afectando causal o intencionadamente al sentido que verdaderamente se representa. De modo, que me gustaría invitarles a que considerasen la posibilidad de sufrir este cuaderno más, como quien lee para sorprenderse —dejándose extrañar— antes que llevar a juicio (razonar) lo expuesto. Y para ello me veo teniendo que apelar (al revés que Descartes) no tanto como a su razón (a-priori) y juicio precipitado, como apelar a ese “buen sentido” que refiere Descartes (1556–1650), diciendo de este «es la cosa que mejor repartida está en el mundo, pues todos juzgan que poseen tan buena provisión de él “que aún los más difíciles de contentar en otras materias, no suelen apetecer más del que ya tienen”. —Discurso del Método. 1637—».
1-1 ¿Por qué me hago preguntas?
Son muchas ocasiones, cuando algunas personas, también de clase humilde y trabajadora, comienzan a advertir una terrible seducción, atracción, hacia temas que van más allá de su quehacer cotidiano. Digamos, que son seducidos hacia cuestiones “metafísicas”. Preguntas, que como a otros en el pasado, y desde tiempo inmemorial, han inquietado de manera fabulosa tanto a personas comunes como notables; pues todo ser humano, en algún momento siente de esa necesidad de saber de algo, practicar eso que llamamos filosofía (aun sin saberlo); esto es, se ha hecho preguntas, ha intentado comprender a los otros y comprenderse a sí mismo, cuestionándose su origen o el del cosmos; quién es? , o Cuál su finalidad en el mundo; qué lo hace ser lo que se es; Qué son las cosas y cómo es posible conocerlas. En palabras de José María Calvo, “el ser humano es filósofo por naturaleza y, si se le ofrece la oportunidad, se hace preguntas a todas las edades” (Calvo, 2003: 36) Es un hecho innegable: comprender la razón de las cosas, en tanto a como estas “cosas” son, se nos representan y entendemos, ha llevado a dotarnos de valiosos mecanismos por los cuales, se premia con placer y salvaguardas, recompensando, este ese entendimiento. Pero esta hambre de saber no tendría ranzón de ser, si no partiese de una necesidad real de conocer las respuestas. Tan real que no les deje dormir, de ahí que algunas personas problematicen lo que se da por sentado, y lo cuestione a partir de nada (de la falta, y ausencia total de saber, que experimenta) ese déficit o carencia de conocimiento del que se sabe objeto, que le caracteriza y distingue.
“Para apropiarse de un problema no es importante entenderlo, hace falta vivirlo, sentirlo en la piel, dramatizarlo, sufrirlo, padecerlo, sentirse amenazado por él” afirma (Calvo, 2003: VIII). De tal modo ( y esto es una critica a Calvo No es extraño hoy ver a físicos que hoy se interesan por temas filosóficos, como La Nada, o filósofos que profundizan en saberes materiales. De una manera u otra, a unos y otros no les basta con lo que saben, y necesitan más: “necesitan saber” y dramatizar incluso men television nos hacen sentirnos a todos amenazados de sus dramatizaciones sobre Nada (concreto); pero no es un saber que necesiten necesario, ni siquiera es una necesidad (entendida de de fondo) de hecho decir que necesitan saber es como decir que necesitan cantar, pero para que necesitan cantar) que lo justifica despues / la verdadera necesidad es entender, en mi caso, y por que necesitan sabe y problematizar de cualquier cosa, para luego quedarse igual o peor y con nada.
1.2 Por qué me hago preguntas— “La juventud —decía Rousseau— es el momento de estudiar la sabiduría; la vejez, el de practicarla”. Recuerdo la primera vez que compre un libro de filosofía: Nietzsche, humano Demasiado humano, donde este revelaba, a su modo claro está, el padecimiento del hombre. Para mí, amante de la astronomía (A.A.B.) y la naturaleza (UES: Unió Excursionista Sabadell), entonces con poco más de 16 o 17 años de edad, y que no quería estudiar, fue como descubrir otra dimensión antes desconocida, tan intrigante como el propio cosmos que estaba descubriendo en la Asociación Astronómica de (Barbera del Valles). Desde entonces y a la par, libros de filosofía, astronomía y revistas de ciencia saturaron las estanterías de mi habitación, como ahora la memoria del ordenador. Leía, muchas veces sin entender y volvía a leer, luego a quienes me explicaban aquello que no entendía, envuelto en esa felicidad absurda que con el tiempo entendemos nos da el conocimiento parcial e incompleto de las cosas, lanzando (con doble voltereta y tirabuzón, cayendo de plancha) a vivir mi aventura: conociendo aquello que surgía sin buscar, hallándolo de la naturaleza. De de ese modo (con su luces y sombras) ha transcurrido buena parte de mi vida, entre libros escogidos y salidas continúas al campo y las montañas, viajes: selvas, desiertos y volcanes, (accidentes, enfermedades, caídas) sumados esto a una creciente afición tardía por las plantas y la jardinería.
Pero entiendo que mi caso no es único —y no refiero mi afición tardía— pues son muchas las personas, que en algún momento comienzan a advertir esa terrible seducción, hacia temas que van más allá de su quehacer cotidiano. Digamos, que son seducidos hacia cuestiones más profundas. Preguntas, que como a otros en el pasado y desde tiempo inmemorial han inquietado de manera fabulosa tanto a comunes como notables, pues todo ser humano, en algún momento de sus vidas siente de esa dolosa necesidad de saber, llevados o dirigiéndose entonces hacia eso que llámanos filosofía (“incluso sin ellos mismo saberlo: son filósofos —Calvo, 2003:) haciéndose preguntas e intentando comprender a los otros —añado: sin comprenderse y saberse primero a sí mismos, o sin apenas experiencias puras en la vida— pero cuestionando y dando respuestas al origen del mismo cosmos. En palabras de José María Calvo, “el ser humano es filósofo por naturaleza, y si se le ofrece la oportunidad se hace preguntas a todas las edades” (Calvo, 2003: 36). Y, si se le deja, créanme (de mayorcito), este te dará todas la repuestas… de la tierra, el mundo, los planetas y la existencia, aunque no haya saldo de su pueblo en toda su vida (véase Kant).
Ciertamente, desde muy pequeños, ya nos acercamos a las cosas para comprenderlas así se nos representan a los sentidos (aunque no sé si exactamente, entonces, “de muy pequeños”, exactamente nos acercamos para comprenderlas: yo “de pequeño, y de no tan pequeño” mataba y quemaba hormigas). Pero es un hecho, que comprender (aunque creer comprender seria lo correcto) la razón de las cosas, en tanto a estas cosas son, se nos representan y las entendemos “por su ultimas causas”, ha llevado a algunas personas (sobre todo a los filósofos), a sentirse recompensados por su búsqueda y de aquellos resultados hallados. Aunque tales resultados, no aludan de los seres y las cosas a causas primeras (esto es: un saber, por tanto, a medias y soy generoso hablando de filosofía) siendo entonces dicho saber (ese que encontramos de toda nuestra historia moderna escrito) un saber (razonado) solo a partir de ideas, a partir de sus últimas causas, y no de las primeras causas, y esto creo esto está muy claro. Como de claro se resuelve que de cierto, no sabemos (objetivamente) de la realidad (natural) de sus primeras causas: nada, más allá de lo que creemos nosotros saber.
Pero (y volviendo al hambre de saber) este no tendrá razón cuando ya parte del deseo (del individuo), y no de una necesidad real (del individuo) de conocer (esas primeras causas): por tanto hablo de una necesidad tan real (como la verdad que busca) y que no nos deje descansar, cuando la advertimos de un destello de luz que nos descompones, y que te lleve “a rastras de los pelos” no a los libros y a sus respuestas, sino a aquello que origina las preguntas: a la experiencia pura, propia y sensible de los sentidos, dirigidos hacia todo aquello que nos rodea y afecta de la naturaleza, de la que somos parte afecta. De ahí, que algunas personas empecemos a problematizar todo aquello que se da por sentado de aquellos libros (y de cualquier cosa razonada) y sus certezas, cuestionándonos a partir de la falta total de saber “real” que sentimos: una carencia de conocimiento de la que el ser humano hoy no se sabe objeto, pues “para apropiarse algo (conocimiento de algo) no se trata de entenderlo (subjetivamente), hace falta sentirlo y sentirse hacia él (proyectado/ reflejado en el), tanto como él hacia ti”. En este sentido (proyectado por la luz) se origina el conocimiento primero de ser, (estando) siendo frente a algo y reconocerlo (de la luz que nos refleja), parte, igualmente de nuestro ser (mas allá del yo, proyectándonos igualmente por la luz hacia aquel). Luego mi rechazo firme hacia esa filosofía centrada en la nada y en nada, y la aceptación exánime y apática de esta Nada por parte de otros… es lo que hace que (desconfié) y luego me pregunte, más allá de preguntar o de preguntarme sobre cualquier absurdez ¿por qué buscan la nada? ¿Por qué hablan de ella? ¿Están ciegos? Es que se ha vuelto ciego todo el mundo y ciega con ellos la razón; cuando a mi alrededor, a nuestro alrededor el mundo está lleno de vida y luz, y hay de todo, en todas direcciones (inabarcable)…
1.2 Por qué me hago preguntas—"La juventud —decía Rousseau— es el momento de estudiar la sabiduría; la vejez, el de practicarla". La primera vez que compre un libro de filosofía fue a los 16 años: Nietzsche, Humano demasiado humano -1886, donde revelaba, a su modo, el padecimiento del hombre. Para mí, amante de la astronomía y la naturaleza que, sin embargo, no quería estudiar —lo que no me atraía— fue como descubrir una dimensión antes desconocida, tan intrigante como el propio cosmos que me disponía a descubrir en la asociación astronómica de mi pueblo (Barbera del Valles). Desde entonces y a la par, libros de filosofía, astronomía y cosmología saturaron estanterías de mi habitación: y ahora la memoria del ordenador. Leer, muchas veces sin entender y volver a leer, y leer a otros que explicaban aquello que no entendía me encaminaba hacia lo que desconocía: envuelto en esa felicidad absurda que da el conocimiento parcial e incompleto de las cosas, pues ¿acaso hay otro conocimiento? Y así, transcurrió buena parte de mi vida, siempre entre libros, viajes a selvas, desiertos y volcanes, y una creciente afición tardía por las plantas y la jardinería.
Pero entiendo que mi caso no es único —no refiero esa: mi afición tardía— pues son muchas las personas que igual que yo, comenzaron en algún momento a advertir esa terrible seducción, atracción, hacia temas que van más allá de su quehacer cotidiano. Digamos, que son seducidos hacia cuestiones “metafísicas”. Preguntas, que como a otros en el pasado y desde tiempo inmemorial han inquietado de manera fabulosa tanto a personas comunes como notables, pues todo ser humano en algún momento de sus vidas siente de esa necesidad de saber, saber de algo y practicar eso que llamamos filosofía, sin ellos mismo saberlo, haciéndose preguntas e intentado comprender a los otros y comprenderse a sí mismos, cuestionándose su origen o el del cosmos ¿Quién es?, ¿Cuál su finalidad en el mundo?, ¿Qué lo hace ser lo que se es?, ¿Qué son las cosas y cómo es posible conocerlas?. En palabras de José María Calvo “el ser humano es filósofo por naturaleza y si se le ofrece la oportunidad, se hace preguntas a todas las edades” (Calvo, 2003: 36). Luego, es un hecho que comprender la razón de las cosas, en tanto ha como estas cosas son, se nos representan y entendemos, ha llevado a dotarnos de valiosos mecanismos por los cuales se premia con placer, recompensando ese entendimiento. Pero esta hambre de saber no tendría ranzón de ser, si no partiese de una necesidad real de conocer las respuestas: una necesidad tan real y apremiante que no nos deje dormir. De ahí, que algunas personas cuestionen lo que se da por sentado y lo hagan a partir de nada (de esa ausencia propia y total de saber que experimenta). Una carencia de conocimiento del que se sabe objeto y le caracteriza y distingue, pues “para apropiarse de un problema no es importante entenderlo, hace falta vivirlo, sentirlo en la piel, dramatizarlo, sufrirlo, padecerlo, y sentirse amenazado por él” (Calvo, 2003: VIII).
Ciertamente, desde muy pequeños, ya nos acercamos a las cosas para comprenderlas así se presenten estas a los sentidos (aunque no sé si exactamente, entonces, “de muy pequeños”, exactamente nos acercamos para comprenderlas: yo “de muy pequeño, y no tan pequeño” mataba hormigas y aplastaba ―para hacer dibujos con su sangre― las cabezas de las moscas que cazaba). Pero es un hecho, que comprender (aunque creer comprender seria lo correcto) la razón de las cosas, en tanto estas cosas son “y se nos representan y las entendemos→ por su ultimas causas” los que ha llevado a algunas personas (sobre todo a los filósofos), a sentirse recompensados por su búsqueda y de aquellos resultados hallados, de lo entendido de las palabras de otros, por ejemplo, y en mi caso, y de lo hasta aquí lo escrito: “que soy un mata moscas” con (ñ). Aunque tales resultados, no aludan de los seres y las cosas a causas primeras (esto es→ que en mi caso aprendemos de nuestras madres ya de pequeños a hacerlo) un saber, por tanto (a priori) y a medias; y créanme que soy (a priori) generoso hablando de filosofía, siendo entonces dicho saber (ese que encontramos de toda nuestra historia moderna escrito) un saber (razonado – a priori) a partir de ideas, a partir de sus últimas causas o escritos→ desconociendo cuales son las primeras (que los lleva ahí, a hacer y ser→ de esa manera, y no de otra forma). Pero esto creo esto está muy claro, precisamente de lo no expuesto del texto (y desconocido) de mi madre, como primera causa probable de mis acciones contra moscas, hormigas y moscones. Como igualmente de claro se resuelve que de cierto, no sabemos (objetivamente) de la realidad (natural de las cosas y las personas→ de sus primeras causas: nada, más allá de lo que creemos saber ( a-priori) de ellas.
Pero (y volviendo al hambre de saber) este no tendrá razón (de ser) cuando ya parte (del deseo y no de la necesidad real del individuo) de conocer (esas primeras causas). Por tanto hablo de una necesidad tan real (como la verdad que busca) y que no nos deje descansar, cuando la advertimos de un destello de luz que nos descompone y lleva “a rastras de los pelos” no a los libros y a sus respuestas, sino a Aquello que origina las preguntas: a la experiencia pura, propia y sensible por los sentidos, dirigidos hacia Aquello que nos rodea y afecta de/en la naturaleza, de la que somos parte afecta. De ahí, que algunas personas empecemos a problematizar todo lo que se da por sentado de los libros (y de cualquier cosa razonada→ sus certezas) cuestionándonos a partir de la falta o ausencia total de un saber “real” respecto de las cosas que son y que sentimos: como una carencia de conocimiento de la que el ser humano hoy no se sabe objeto; pues “para apropiarse (del conocimiento de Aquello y saber(se) de algo) más allá de entenderlo (subjetivamente) hace falta sentir y sentirse hacia→ (Aquello proyectado y reflejado de él) tanto como (de→ (él hacia →tú (yo)”. En este sentido (y proyectado de la luz) se origina el conocimiento primero de (uno), que (es→) frente algo que reconoce (de la luz en el reflejo→ que se lo refleja de fuera y el medio luego adentro razonado y de las sensaciones el sentido que le damos), Aquello mismo (antes reconocido de la vista sobre un plano en el horizonte) que (es) parte igual pero no igual lo mismo de la misma manera (en el medio y del medio y por tanto igual no de la misma forma de su ser (más allá del uno y su yo, es otro u otra cosa) (de uno) proyectándonos igualmente por la luz que (es→ reflejado hacia nosotros→ de (Aquello→ otro Y-O-forma, que podemos reconocer de un plano /definida como cuarta persona (ruido o dislocación de la 3ªpersona (el de otro nombre ahi). Ejemplo: La 4ª persona (obv→ Juan vio a María cuando (él) salía de la casa / En España (castellano) la distinción anterior solo es posible explícitamente cuando los referentes tienen distinto género; Juan vio a María cuando (ella) salía de casa /con dos palabras del mismo género la oración es intrínsecamente ambigua (Juan vio a Pedro cuando salía de casa). Luego esto no permite reconocer ahí (de un indicio→ algo /→una cosa concreta, que no reconocemos, oculto de La 4ª persona (obv→ Juan vio a María cuando (él) salía de la casa… Pero… un momento. Leamos la frase y pensemos ¿Quién habla o quien (nos) parece a los españoles que habla? Pensemos entonces en (ella→ femenino, lo que nos permite distinguir (aquí en España), sino igual lo mismo, de otra forma→ LA BLASA y de la misma manera (a uno, como él→ pero ella (como su madre tierra) hablándonos de los chismes “interesantes” de otros). Y Cuando alguien (del que no sabes su nombre o lo que este quiere decir) venga a ti (hablándote de otro, que no sea de el mismo y se presente) con un chisme de otro prepárate… O ―como dijo Sócrates ― lo mejor será 'tamizarlo' y analizar en cuánto (nos→ designa a las personas que hablan o escriben (y que no conocemos ) de otros ( que tampoco conocemos) diciendo de ellos a nosotros.
Hemos visto que quien habla de Juan (y refiere de él ( el que es→ el mismo que NOS habla o escribe). Entonces (→ la tercera persona obviativa es una marca de persona, en la forma gramatical que distingue un→ referente (que nos refiere (algo→ una cosa, alguna persona (no concreta del texto) que―es―ahí) ―) → más importante incluso para el discurso, que uno→ que―es del texto / Y, por tanto más importante (y próximo→ en conciencia que nos remite algo) y que entendemos del texto (pero fuera del texto al que escribe y nos habla en el texto). Al obviativo a veces se le denomina "cuarta persona". Luego El 5º Tipo ―no reconocido de la oración ―y semejante a la 4ª Persona (y descrito de él con ruido, de uno a ninguno y a todos)→ Juan vio a María (a otro) cuando (Aquello- el) salía de la casa (aquello a decir de él (de uno que es (él) otro i juan del texto igual pero no igual el nombre del texto ) y sin ruido→ Juan vio a María cuando (Aquello―él y lo mismo i no lo mismo el, de un nombre del texto) salía ―salía pero no nos dice por donde , intuimos que... por la puerta (pero por la puerta no dice que salía)― de (su) propia casa.
Luego mi rechazo firme hacia esa filosofía (pensamiento de pensamiento iluminista importado de fuera (a España) y del que nos avisan otros) centrada en algo que no vemos del texto → al que escribe de otro, como si lo conociese y supiese de Aquello (inconcreto y no reconocido de su parte), referido del otro (como una sombra en el texto y que no vemos → que no ven algunos, pero descrita, a la vez, del otro lado del texto) es lo que hace que (desconfié) y me pregunte… ¿Están ciegos?, más allá de preguntar o de preguntarme sobre cualquier absurdez como ¿por qué algunos buscan la nada, mientras otros están nadando en ella, hablándonos de nada concreto? Es que se ha vuelto ciego todo el mundo y ciega con ellos la razón; cuando alrededor nuestro el mundo está lleno de vida y luz, y hay de todo, en todas direcciones (inabarcable) que referir de lo concreto y real.
Pero que la filosofía occidental se halla en situación crítica, no lo afirmo yo: es un hecho. Luego que no sirve para nada es solo un dicho, venido a raíz de una tradición que parece desgastada cuando sino mas bien agotada, visto el fracaso a partir de sus teorías y un repetir dando la vuelta siempre a las mismas cosas, explicadas de mil y una maneras, sin aportar nada nuevo o relevante a la realidad; pero, y más importante, olvidándose por completo de explorar nuevas formas de pensamiento o de entender el mundo: no puede sostenerse aquello que se da de golpes contras sus propias paredes y a la vez da la espalda al mundo y a la realidad, a la entrada de un milenio que aguarda y del que algunos afirman: será un milenio mas universal, o no será, dada la deriva cataclísmica de acontecimientos en la que nos vemos envueltos. Es por ello que muchas personas creen que la filosofía (como disciplina / no tanto el pensamiento) es un método de conocimiento que pertenece al pasado, habiendo sido superada por la ciencia y la técnica. Pero este agotamiento académico, en tanto a disciplina, no puede ni debe alejar nuestra atención de lo redundante: el mismo hecho de pensar, y la obligación de hacerlo sobre aquello que se precisa y urge: la verdad; ni debe hacernos perder de vista la necesidad de unos nuevos planteamientos o formas de pensar renovadas, incluso atrevidas, que como afirma Trías: “bien pudiesen alimentarse de la misma disolución de esa razón ilustrada, ahora en período de rebajas”; sobre todo, cuando la filosofía parece haber olvidado su razón primera, y perdido la orientación definitivamente, precisando ahora de esa movilidad libre, como acto que disuelve doctrinas que impiden el debate. (La filosofía implica una movilidad libre en el pensamiento, es un acto creador que disuelve las ideologías. —Martin Heidegger).
Desde mi posición, no me siento obligado a ser continuador de nada, como tampoco entiendo preciso continuar nada (fracasado con anterioridad). Cada cual piensa, y al pensar como al caminar uno dirige primero sus pasos hasta que estos luego lo dirigen a él. Por lo tanto, elegir qué pensar sería fantasear, en un mundo donde la realidad condiciona de antemano mostrando lo relevante, y cuando la verdadera decisión, o elección, sería negarse a pensar “en aquello relevante” desviándose hacia lo improductivo e irrelevante (o académico) que por cierto a muchos agradaría: una existencia irreflexiva, bien pagada, insensible y ausente de la realidad. Si bien, esto parece más grave cuando se te dice o dirige sobre qué, cómo o cuál es la forma apropiada de pensar (cuando se desea publicar). Nada de eso hallarán aquí, y esto me permite una cierta libertad para maniobrar en un terreno en el que —y todo hay que decirlo— se observa cierta intolerancia, cuando entiendo, sería "un gran paso" poder universalizar el pensamiento, empezando por una correcta educación que enseñe a pensar y observar, acerca de nuestras dudas, y no tanto a obedecer sus certezas.
Pero la ciencia no queda atrás de la filosofía en mis críticas. Una ciencia donde al ser escrutada con atención se observa, como mantiene dos varas muy distintas de medir, dependiendo en tanto aquello que trata o estudia: fuera o dentro de nuestro planeta. En el primero de los supuestos —aquello que sucede fuera de nuestro planeta— se muestra irreconocible y abierta de forma permanente a nuevas perspectivas, tesis y descubrimientos como los agujeros negros, energía oscura, teoría de cuerdas, pliegues del espacio-tiempo, etc., reconociendo en ello la existencia de nuevas realidades sin necesidad de verlas, deduciéndolas de forma indirecta (mecanismo este, se quiera ver así o no: próximo a la intuición o clarividencia) no cerrando las puertas, y admitiendo su ignorancia y esas otras posibilidades válidas del pensar. Sin embargo, en el otro supuesto —aplicado a lo que ocurre aquí, en nuestro planeta—ocurre algo muy distinto y enormemente reductor, donde todo tiene que ser medido, experimentado y solo es válido en tanto se pueda comprobar directamente. Luego los sucesos que no encajen en las teorías supuestas al uso (en el paradigma actual) se desprecian e ignoran, o se les fuerza a encajar de cualquier modo, incluso a costa de falsear estudios o la misma realidad.
A primera vista se advierte diferencia: como si ambos niveles (de una misma ciencia) no estuvieran intrínsecamente relacionados. Lo que nos lleva en la práctica, que algunos científicos se hayan convertido en nuevos guardianes celosos de la ortodoxia, e inquisidores de una ciencia, en ocasiones más dogmática e intolerante que la religión, y todo en nombre de una diosa llamada razón extremadamente sectaria e intransigente que solo mira hacia fuera y nunca dentro (que ve la mota de polvo en el ojo ajeno y nunca la viga en el propio). Sin embargo, todo ello no nos habría de llevar al error de despreciar o criticar el pensamiento científico y sus logros, sino a afirmar una obviedad: que el método o paradigma actual no es suficiente, que no alcanza para abarcarlo todo (ni la realidad, ni la realidad de las todas las personas) debiendo este ser revisado y complementado: lo que no será sin esfuerzo y por nuestra parte algo más que un poco de sacrificio. solo añadir que no comulgaré con ruedas de molino sobre lo que filosofía o la ciencia nos ofrece, dando por sentado Nada, o sobre cualquier cosa, objeto de estudio en estos textos, pues esa “razón común a todos” ilustrada o no, se atestigua, al desafiar lo aceptado, tomando aquel camino que nos habrá de enfrentar a las propias sombras: entablando diálogo con todo aquello que dogmáticamente la desafía y pone a prueba, sea en la forma que venga.
(1-2) ¿POR QUÉ DESCONFÍO HOY DE TODO?
Quizá desconfiar no sea la palabra correcta; sin embargo, para mí es natural esta actitud de cuestionar y estar enfrente de todo y todos. Solo tengo que echar un vistazo y absolutamente nada me revela que en adelante las cosas puedan ser diferentes, cuando la misma historia me da la razón: si no es más contundente todavía que yo, en tanto a mostrar como aquel conocimiento (o certezas) que se creían inmutables permaneciendo por siglos, finalmente eran sustituidas por otras certezas, más precisas aunque igualmente incompletas luego, lo que antes tardaba siglos en cambiar hoy lo hace apenas en unas décadas. Y, es en este sentido, cuando parto de la “certeza absoluta”, que actualmente todo conocimiento de las cosas es incompleto y por lo tanto, las interpretaciones o explicaciones posibles acerca de esas mismas cosas: qué son, a qué sirven, su razón, etc. de esas cosas, es igualmente incompleto, más allá de un relativo conocimiento, dada a nuestra incapacidad de entender en tanto a lo que realmente son, pues lo que entendemos de estas cosas, lo es: en relación directa a nuestro entendimiento / o capacidad de entendimiento y lo cierto es, que “No sabemos casi nada”. y esto no lo afirmo yo: lo afirmaría ante notario cualquier físico o científico. Pero, y casi más importante, parto igualmente de la premisa sobre nuestra mente: poco evolucionada, pues somos una especie que apenas no ha salido de las sombras: egoísta, que asesina, esclaviza, y que destruye cuanto pisa incluso a sus propios semejantes: a veces vecinos y hermanos, y no hablo exclusivamente del pasado lejano, pues si bien la historia ha registrado períodos de crueldad y eventos de extrema barbarie, cuya atención a estos pondría en aprietos a quienes pretendieran rebatir el salvajismo inherente a nuestra especie, así como los argumentos de quienes entienden la concepción pesimista del hombre. Pero como dije , no hemos de mirar muy a tras, solo prestar atención al siglo pasado, un siglo XX particularmente ejemplar a la hora de mostrar el catálogo de los horrores propios a nuestra especie. Los cien años que cerraron el segundo milenio han sido pródigos en alumbrar —a quien tuviese alguna duda— aquellas circunstancias que exhibían un singular y profundo horizonte de maldad y ensañamiento, llegando a instrumentalizar (racionalizar): normalizando procesos de arresto, custodia y exterminio sistemático de semejantes. Así pues y sobre esta triste realidad de nuestra mente, perversa/ entre otras muchas cosas mejores o peores, todas las interpretaciones a cuantas cosas queramos entender o dar de esas cosas, lo son desde y a esa mente, igualmente, pobres, vagas y propias de ese “individuo poco evolucionado” que las percibe y describe. Y la nada, su interpretación filosófica, no sería un mal ejemplo: revelada como hija del hombre y de su tiempo. Pero me quedaría corto, pero muy corto solo al decir que, este individuo apenas atisba reflejos, que no percibe la esencia y menos la comprensión completa de nada de lo que observa o toca: sea la luz o las cosas bañadas por esta, así como de todas aquellas sustancias y cuerpos que no puede observar e ignora, y que de estar a otra escala evolutiva —si es esto en un futuro posible— serían posiblemente interpretadas de forma muy distinta, más aproximada a la realidad de su ser y razón de ser. Sin embargo: “El hombre mejorará no solo cuando se le muestre lo que es, sino cuando el mismo lo acepte”. Este hombre, este ser entretenido y fascinado en buscar otros planetas mientras destruye el propio, y que piensa en descubrir civilizaciones lejanas, en lugar de acabar con la miseria y el hambre de sus semejantes: este hombre está condenado al menos mientras insista en ser, en lugar exhortar aquello que puede llegar a ser. Debemos entender que Nuestras funciones mentales son el reflejo de un proceso de selección natural que se originó hace cerca de cuatro mil millones de años, donde la evolución es un continuo despertar a la realidad, determinado muchas veces por el proceder o dirección que toma la especie (enderezar el rumbo es necesario): tomar una buena dirección. El mundo material, a todos los niveles, se nos muestra algo como una vasta inteligencia y un inmenso sentir que puede juzgamos en cualquier momento. En el transcurso del proceso evolutivo esa inteligencia y ese sentir se deberán ir haciendo cada vez más profundos y explícitos e integrados en aquello a lo que pertenecen.
1.3 Mantenerse despiertos. ¿Por qué desconfiar?—. Si escribo ahora una cita del nuevo o antiguo testamento quizá dibujen una sonrisa, “Permaneced, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no volváis otra vez a ser presos en el yugo de esclavitud “(G, V, 1). Pero sonreír no es malo. Dicen que los elefantes vuelan cuando no los miramos, pero lo realmente “malo”, además de nada inteligente, es esperar ver volar y no darse la vuelta a mirar, sabiendo que tienes un elefante justo detrás. Criticar o reírse de las cosas sin conocerlas de primera mano —no saber, en la sabana (africana), que aunque no mires a ese elefante delante tuyo, y este pueda o no pueda volarlo mientras cierras los ojos, siempre habrá un león que de cerca te pueda acechar— es lo que conduce al individuo a una lóbrega lucidez vivida en la ignorancia (de su estado/ y realidad), alejándole todavía más de la verdad frente a (él). Por cierto, Heidegger cita la Biblia ‘y viéndose Jesús rodeado por numeroso pueblo, les significó que se trasladaran al otro lado del mar’ («Videns autem Jesus turbas multas circum se, iussit ire trans fretum» (Mat. VIII, 18). La traducción que hace Heidegger es de Lutero, y el sentido "primero" del fragmento es mostrar cómo (iuber) en latín, nunca es mandato. Cuando con observamos el verbo en griego que representa «ponerse, ponernos en camino» (Heidegger, 1964: 114).
Para mí es natural estar en camino, cualquiera que me conoce ya entiende o lo puede comprobar de mis propias publicaciones, e igualmente es natural mi actitud de cuestionarlo todo y a todos, pues solo tengo que echar un vistazo al televisor a la hora de comer al medio día, o echar un vistazo atrás en el tiempo (a la historia) sin remontarme lejos al (pasado), y nada me revela que en adelante las cosas puedan cambiar (en aquella dirección favorable a los intereses de las personas (del individuo), sobre todo cuando esa misma historia (historiografía /ciencia) me da la razón: siendo incluso más contundente todavía que mis palabras, en tanto a mostrar como aquellas certezas que se creían inmutables por siglos finalmente eran suplidas por otras igualmente incompletas / sino del todo inciertas. Luego lo que tardaba siglos antes en cambiar hoy lo hace en unas décadas. En este sentido parto de la “certeza” que actualmente todo conocimiento de las cosas es incompleto y las interpretaciones o explicaciones posibles acerca de esas mismas cosas: qué son y a qué sirven (de su razón primera) es igualmente “nulo” más allá de aquel relativo conocimiento de estas (cosas), y concernientes a nuestra incapacidad de entenderlas, solo para ser utilizarlas (como medio e instrumento). Luego lo que entendemos de estas cosas es en relación directa a nuestro entendimiento y / o capacidad de entendimiento dado a instrumentalizarlas hacia unos fines (propios intereses)… / y más “no sabemos” objetivamente de las cosas— y menos aún de las sombras que las acompañan, precisamente porque ignoramos en que principios (las cosas que son) se fundan — aunque Carlos Blanco —por poner un ejemplo— afirme que el universo se explica a sí mismo, si bien, y ahora con mayor razón la cuestión seria entender ¿qué es lo que se explica de sí mismo?, y luego, igualmente explicarnos: por qué el universo tiene la “necesidad de explicarse a sí mismo, y no le basta, por ejemplo, con observarse a sí mismo (pues yo no tengo necesidad de explicarme - por la mañana frente al espejo- antes de salir a caminar). Pero entendamos esto: “La idea que hemos desprendido de los hechos y confirmado por el razonamiento, es que nuestro cuerpo es un instrumento de acción, y solamente de acción. En ningún grado, en ningún sentido, bajo ningún aspecto sirve para preparar, todavía menos para explicar una representación. Lo que se explica en nuestras percepciones a través del cerebro son nuestras acciones comenzadas, o preparadas, o sugeridas, no nuestras percepciones mismas” (Bergson). Por tanto, no entendemos casi nada (o nada en absoluto) de lo que pretendemos explicar, y ya no de las propias representaciones de lo que vemos, como a partir de lo que “no” vemos: las representaciones que (de su entendimiento / razonamiento de las cosas) nos quieren luego imponer los demás (por medio de escuelas y universidades), razón esta entonces mayor todavía para desconfiar.
Nuestra mente, y a la vista está —además de absurda, hoy por hoy, en la mayoría de ocasiones que se expresa a decir de cualquier cosa— es una mente todavía primitiva, más cercana a lo animal racional (animales), que a lo pretendidamente humano: sapiens- inteligente- consciente) pues somos una especie apenas salida de las sombras de los tiempos, que camina todavía al abrigo de estas —impulsos y actos irracionales— que no reconocemos propias…La noche está muy avanzada, pero el día todavía lejos”.., siempre huyendo (de la verdad). Aunque para algunos seamos “la especie que alcanza la Cima de la complejidad evolutiva” ― (según C. blanco), una especie, por cierto, que en la Cima de la complejidad evolutiva no escucha, no sabe escuchar a la naturaleza (pero que cuando dice que esta se explica, lo que hace es explicarla él) ―. Una especie; eso sí, que manipula, esclaviza y destruye cuanto pisa, incluso a sus propios semejantes: a veces vecinos y hermanos. Y no hablo exclusivamente del pasado remoto, pues la historia ha registrado períodos de crueldad (España 1936/39) y eventos y momentos de extrema barbarie en Europa (1939/45), que pondrían en duros aprietos a cualquiera que pretendiese rebatir el salvajismo inherente a nuestra especie, o intentar comprender por qué la humanidad, en lugar de entrar en un estado verdaderamente humano, desembocó en un nuevo género de barbarie: momento aquel principio inductor, o llamémosle por su nombre (catástrofe) lo llamaría C. Zeeman) donde conjuramos de nuevo a las parcas al el destino en que ahora nos encontramos, y la deriva hacia la que nos dirigimos: “pensando” (ideas) a priori; (pero no pensando (en elegir- y eligiendo → acercarnos a aquello (que por la propia experiencia, o reflejada de los otros (aquella donde nos podemos reconocer), nos dé el conocimiento (cierto) de aquello, y no a priori ( subjetivamente) determinado “no de la experiencia”, si no de los miedos, incapacidades, intereses, o de la propia inexperiencia). La superioridad del hombre reside en el saber…/ En el saber se hallan reunidas muchas cosas que los reyes con todos sus tesoros no pueden comprar, sobre las que su autoridad no pesa, de las que sus informantes no le pueden dar noticias, y hacia cuyo origen sus navegantes y descubridores no pueden enderezar rumbo… /…“La condena natural de los hombres es hoy inseparable del progreso social”— (Dialéctica del Iluminismo - Max Horkheimer &Theodor Adorno)
1.8.1 En el Siglo .XVIII La humanidad ingenuamente había depositado sus esperanzas en la ciencia (ilustración), donde hallaron una nueva promesa de redención para los males del mundo y las limitaciones del hombre. Pero el siglo pasado se encargó de poner final abrupto y macabro a tales esperanzas, siendo particularmente ejemplar a la hora de mostrar el catálogo de horrores de nuestra especie. Los cien años que cerraron el segundo milenio, gracias al avance en ciencia y tectología: armas, desde Genocidios y matanzas pasando por la IGM, la Rusia de Stalin, la IIGM (las dos bombas atómicas lanzadas sobre personas en las ciudades de Hiroshima y Nagasaky, luego Austwich, las guerras sin fin, y los nuevos avances en armamento, han sido pródigos en alumbrar aquellas circunstancias —a quien todavía tuviera dudas—que exhiben aquellas singulares formas que describen el horizonte de maldad y ensañamiento de nuestra especie, llegando a instrumentalizar (racionalizar): habiendo normalizado procesos de arresto, custodia y exterminio sistemático de semejantes. Un siglo y una ciencia & técnica venida de la razón (iluminista), y que lejos de curar los males y limitaciones de la humanidad como prometía, solo ha servido (y sirve) para la instrumentalización y sometimiento de la naturaleza y las personas desde la revolución industrial, e incrementar exponencialmente la capacidad y riesgo de destrucción de la especie y del planeta que habitamos.
Luego es cierto que algunos hablarán de adelantos “médicos”, pero todos serán insuficientes, siquiera para compensar el daño mismo y enfermedades (radiación en el aire y en los alimentos /metales pesados y plásticos…/) que causa la nueva ciencia, o lo que ingenuamente algunos llaman adelantos, y que ha convertido continentes enteros en basureros, y algunas zonas de la tierra —que es un paraíso en medio de la hostilidad del cosmos—, en aéreas todavía más peligrosas para la vida que la misma luna o Marte (solo EE.UU. ha explotado más de 1.200 bombas atómicas en sus pruebas) y luego todavía los hay que esperan (en EEUU) el apocalipsis. Pero lo peor es que aunque nadie ve hoy la ciencia como una nueva religión —con su propio Apocalipsis de la mano—, esta sigue siendo aquel lugar donde muchos espíritus contemporáneos e ingenuos sepultan sus sentimientos hacia el conocimiento (entiéndase, un conocimiento de universalidad y tener certeza de todo, sin “saber” de cierto, de nada). Pues aquel viejo dogma de que la ciencia ha vaciado el cielo de Dios, o el grito de una filosofía sometida de “dios ha muerto” (y no hay nada), siguen todavía arraigados entre la gente, incluso cuando el positivismo/cientificismo no ha conseguido entronizar nada en su lugar. Solo cambiando que “el lugar en de hacer Dios el mundo en siete días: todo el universo se creó de una Explosión” (relativamente). Pero luego esto empeora, cuando la filosofía actual ejercida desde las universidades, no tiene nada que decir de las absurdeces que escuchamos todos los días, teniendo poca o ninguna voz y menos utilidad al haber dado la espalda por completo a la realidad y las personas: el filósofo que no investiga la realidad, lo da todo por explicado. Por ello este no parte a recorrer lo que llama a ser observado, y en lugar de aproximarse a la cosa, se da la vuelta (dando la espalda: a la cosa y al ser de esta) volviéndose luego hacia aquellos libros de ciencia o filosofía por los que poder explicar —sin salir de clase, mediante aquella razón (subjetiva) y acomodada — lo que frente de sí y más allá de las ventanas de su casa acontece cada día, habiendo asumido estos (profesores / filósofos de la nada) el rostro amargo del desengaño, de aquella juventud que habrá de ser cegada y sumida en la falacia de unos universos de ideas ( absurdamente artificiales) que les sumergen a jaulas de cristal, donde es reprimido todo aquel anhelo de trascendencia, que habita los corazones de cada ser.
¿Por qué me pregunto sobre la nada?
Las interpretaciones de la nada, actualmente, abren las puertas a la instauración de la (no diferenciación) entre el Vacío y Nada, pues al diluir la óntica y objetual (no reconociendo ya aquello en sí mismo, sino como lo conoce o le parece que lo conoce, el hombre) nuestra relación con ambos surge haciéndose desde un fondo indiferenciado, y que de seguir así no distinguirá aquello de lo otro.
(1-3) ¿POR QUÉ ME CUESTIONO AHORA SOBRE LA NADA?
Dicen que el conocimiento es un edificio que se levanta con el tiempo, y las conclusiones derivadas de un texto que escribimos hoy mañana serán otras, seguramente más certeras. Por ello y aunque la Nada me ha intrigado desde siempre, preguntándome, por ese espacio aparentemente vacío entre las estrellas, nunca antes me atreví a cuestionarme seriamente y menos aún a escribir públicamente acerca de ella, pues si bien me planteaba profundas y apasionantes cuestiones, y aunque nadie parecía hacerle caso: unos la detestan y otros la ignoran, lo cierto es que observé que todos se acercan a ella en un momento u otro, aunque solamente sea para manosearla encontrándose, por esa misma razón, hoy sustentada como una tela de araña por diversos hilos —unos más flojos que otros— que penden de muy heterogéneas ramas alimentadas por la física, filosofía, matemáticas, astronomía, cosmología, lógica, matemáticas: lo que resulta, que hablar hoy de la Nada es irrumpir en “Todo”; guerrear contra “Todo” y contra “Todos”, más aún en el ámbito sajón y a la orilla de la ciencia. Precisamente, y para poder obrar con cierta propiedad, que no certeza “de la Nada” incursionando en ese Todo, se priorizaba primero un cierto bagaje de nociones “transdisciplinares” o sustrato de conocimientos: lecturas y nuevas nociones actualizadas y bien asimiladas, además, de una aptitud mental holística que permitiese entender la Nada desde toda perspectiva que se dé y reconozca abierta a hipótesis a considerar, y de ese modo poder refutar.
Sobre lo acertado o no, de preguntarme acerca de la Nada públicamente, desde mi perspectiva, el enriquecimiento que supone esta incursión ya de por sí lo justifica. Pero, además, y si sumamos que la Nada no es tema marginal, estando presente en temas de la actualidad; cuando su importancia inicia en la misma consideración del origen del Universo, la vida y el hombre, así como todos los cambios reales y abstractos de nuestra realidad social, se entiende mejor mi actitud; y más aún, cuando algunas interpretaciones de la Nada actualmente, observo abren las puertas a la instauración de la (no diferenciación) entre el Vacío y Nada, diluyéndose la una en lo otro —no reconociendo ya aquello en sí mismo, sino como lo conoce o le parece lo conoce el hombre— así, nuestra relación con la nada, surge rehaciéndose a partir de un fondo, llámesele indiferenciado, donde pronto no se distinguirá lo uno de la otra: la nada dejará de ser la Nada.
Quizá todo lo que pretendo pueda entenderse a partir de una línea de pensamiento que se mantendrá sucinta en todos y cada uno de los siguientes textos: “la Nada, abierta a todas sus posibilidades” incluida, y sobre todo ((de no-ser)), pues es esa su verdadera esencia (no ser), pero no sin antes considerar y tratar otras, cuantas posibilidades y exposiciones sean necesarias escuchar y si es necesario refutar. La nada aunque muchos no lo consideren de este modo, no es tema única y exclusivamente de confrontación y formación académica sino, igualmente, de intuición, calado de mente y apreciación: “Reconociendo en ello la existencia de la posibilidad de nuevas concepciones (reales o no) sin necesidad de verlas, unas, o deduciéndolas de forma indirecta otras(como habíamos hablado sobre la propia ciencia cuando estudia más allá de nuestro planeta / con esa intuición o clarividencia) e igualmente no cerrando puertas, admitiendo esas otras posibilidades validas del pensar, de llegar más allá y ver más lejos de lo que hacen otros, ¿Qué quiero decir con esos otros? Pues, que cuanta más formación y cátedra más se radicalizan las posturas y posiciones enfrentadas hacia un lado y otro de lo inamovible: cientificista o filosófica, obviando unos y otros las posibilidades que se le ofrecen desde el lado contrario para mejor razonar; así como priorizar una mente abierta y no cerrada, esta última muy propia de las escuelas filosófico y científicas pues es lo que medra y razón última de ser hoy de las universidades: pensamiento único y no critico, amputando cualquier voz o aniquilando cualquier otra forma de pensar que no sea en línea a escuela o pensamiento dentro del actual paradigma. Por consiguiente, no habrá de tomarse consideración la posición de aquel que se atreve aquí, hoy, a incursionar en la Nada bajo riesgo de ser reprendido por superiores o perder su reputación, ni frente a la posibilidad dejar de ser como es, precisamente, por ser como es.
(1-4) ¿POR QUÉ ESTAMOS HABLANDO AHORA DE LA NADA?
Esta es una muy buena pegunta. Por qué no hay debate sobre la felicidad, o sobre la luz. Por qué, nos preguntamos por nada, qué sentido tiene (para nosotros quiero decir) hablar de la nada y ya no digo percibirla, digo: hablar de la nada de lo que no existe y por tanto de lo que no podemos hablar, pues no podemos saber cómo es aquello que no existe. Estas palabras vienen al principio de este texto por una buena razón: Concentrémonos en el nombre, y en que quiere decir aquello sobre lo que vamos a tratar, y luego fijémonos en el titulo del texto… ¡Nada! ¡Nada! y ¡Nada!, pues demos el tema por resuelto.
(1-5) PERO ¿TIENE ALGÚN SENTIDO HABLAR HOY DE LA NADA?
No es la necesidad de hablar de la Nada, como lo es tratar o volver de nuevo el tema de la Nada, pues el desconocimiento o desconcierto manifiesto es evidente, en tanto a concepto de esa «Nada» manoseada y que habiéndonos cuestionado tantas veces por ella, de manera prosaica y ramplona está hoy presente en la sociedad —aunque planeando de un lado a otro de forma errónea en el mejor de los casos— filtrándose, cada vez a todas sus capas, que esgrimen su nombre de forma ambigua o fuera de lugar: un absoluto, que se define como la "ausencia / inexistencia" / "lo que no es" y, sin embargo, observamos habita “desubicada” en un espacio “siendo” en lo finito de cada Ser que la nombra. Pero la pregunta es: (¿Tiene sentido hoy hablar de la Nada?) y la respuesta es: por supuesto. La razón principal es que es preciso discutir aclarar sobre lo que este nombre dado (la nada) representa, pues parece que nos hayamos olvidado que ya fue desestimada (como absoluto) mientras la realidad es otra: se la considera, si bien no parece que hablamos de la misma nada/ Nada. La Nada absoluta ha sido (tras ser concebida su idea) luego, por siglo ocultado, temida, escondida y negada a lo largo de la historia. Curioso parece ahora, cuando nos estamos quedando huérfanos de ideas ante los limites que muestran nuestros instrumentos, que aflora de nuevo, quizá como alternativa a un deseo de esclarecer, si no de ser o aparentar cuando la recurrimos, al punto de pretender monopolizarla hacia propios interesas; pues la Nada hoy parece ese espacio (vació) propicio a nuevos inicios, y nicho para las nuevas ideas: esa nada se hace presente hoy no solo en la negación, lo hace simbólicamente también en las matemáticas: en el cero; en la física: en el espacio; lo hace en el cambio y en el silencio, acaparando y agotando esferas desde hace tiempo. Luego (agotadas ya todas las esferas, o posibilidades) finalmente, la Nada que le queda hoy al hombre, si quiere conocerla, es aquella misma Nada que nunca quiso enfrentar, y que quizás, incluso la filosofía tema revelar, más allá de donde surge: cuando lo que comparece en revelación no vendrá dado en palabras.
II
HABLAR POR HABLAR, DE LA NADA
Desde una primera lectura del acontecer de sentido de la nada, falta mucho por decidir si el horizonte de la nada es un horizonte habitable en todo su sentido práctico o existencial; lo que si es posible pensar, es que al menos puede constituirse en un horizonte desde el cual es posible vislumbrar algo. Muchas veces el pensamiento debe empezar por acallar la urgencia de sentido y empezar por lo más fundamental, comprender.
Lo peor que te puede ocurrir si estás hablando de —como es y dónde— está) la Nada, es que un niño fije su atención en ti y, mientras explicas aquello que ni tú mismo concibes, este interrumpa y te pregunte: pero ¿por qué no existe? Posiblemente, el niño con esa lúcida ingenuidad inherente a la infancia, haya percibido que algo —y, ciertamente, es así— no tiene sentido, y que estás hablando de una “cosa” mientras te esfuerzas en explicar que esa misma “cosa” no existe: inexistente jamás. Por suerte, esa lucidez inquisidora desaparece paulatinamente con la edad, créanme. Pero el niño no anda mal encaminado. Como refiere John D Barrow: El Libro de la Nada —y estoy completamente de acuerdo— la pregunta es razón suficiente para escribir un libro. Pero la cuestión entonces es la siguiente: ¿Cómo podríamos hablar, saber y menos escribir sobre algo que, no solo no existe, sino que no existió jamás? - Al menos que sepamos. En situaciones normales podemos hablar de algo que existe, y podemos también hablar de algo que no existe, pero existió con anterioridad y conocemos aunque sea vagamente: por referencias —otros lo vieron, descubrieron— o bien, porque existen pruebas. Lo cierto, es que los niños pueden estar siempre distraídos y a sus cosas, no muy atentos a lo que dicen los mayores —o eso creemos— pero, y aunque habiten el reino de la fantasía a esas tiernas edades, parecen distinguir claramente todo aquello que proviene de ese otro reino, que tan frecuentemente moran los mayores: "el reino de lo absurdo". De modo, que si insistimos, como insistimos tantas veces en explicar —y en este caso concreto— aquello que no conocemos y que nadie ha visto, que ni siquiera se sabe dónde está, o, si estuvo o fue alguna vez: es posible que alguna mente joven que esté escuchando se pregunte, y luego nos pregunte a nosotros ¿por qué no existe? Además, es igualmente posible, como la historia revela, que al escuchar el nombre de “la Nada” en la mente de alguna persona (joven o no) salte un resorte de mecanismos ocultos y ancestrales que alerta, que seguir ese camino nos conducirá hacia “una frontera” —más allá de horizonte de nuestra actual cultura, (configurada primordialmente por la perspectiva de la ciencia y la técnica: un retorno a la tradiciones fundadas, en sus inicios, sobre una libertad en términos estrictamente hermenéuticos.) —. Pues el propio nombre conlleva reminiscencias arcanas, que hacen que nos volvamos hacia aquello, cuando escuchamos su nombre, aunque no queramos escuchar y, si esto ocurre, ya da igual lo que podamos hacer o creamos: la Nada, siempre en tránsito, se presentará justo en ese espacio donde Nada y Ser colapsan infatigablemente, en un conflicto eterno y del que dialécticamente tenemos reflejo en algunos textos. Este retorno o encuentro con el pasado puede ser creador de efectos, al escuchar esa nueva voz que viene del pasado, al mantenernos abiertos a la pretensión de verdad que le sale al encuentro desde la tradición.
Pero, y volviendo a la charla, si ya era complicada la noche, teniendo que explicar esa Nada como una inexistencia absoluta de algo, “algo”, pero, que estamos explicando, y parece que incluso conocemos. Créanme, la noche se complica, cuando ahora tenemos que explicar: lo que no existe, y con ello refutar todo lo anterior, e igualmente a nosotros mismos. Pues, no se tratará de explicar la inexistencia de algo, sino más, de explicar ahora y razonadamente la no existencia. (Llegados a este punto, y si queremos ser formales en aquello que tratamos, vemos que no podremos dar nombre: llamar cosa, o nada a (nada) pues “no es: no hay cosa” y, precisamente, porque no “es” no puede tener nombre o categoría ya que ni conocemos, ni podemos conocer aquello (?) en absoluto, como ninguno de nosotros es capaz ni puede hablar de lo que no existe, ni podremos nunca justificar o explicar, de ninguna manera “la inexistencia –de algo” —(“algo, ya sería cosa”)— que no conocemos ni existe y, menos aún deberíamos divagar en conceptos y mecanismos que rayan, cuando no superan, lo inaudito, del mismo modo que a nadie se le ocurre explicarnos la inexistencia de cualquier otra cosa que no existió jamás; pues, y además, con sólo nombrar (“algo: su nombre - darle nombre”) aunque no exista, seria empezar a dimensionar: primero, de una forma abstracta / para de inmediato empezar a dar “mentalmente” forma a una idea o concepto desarrollando la identidad de aquello; esto sería: crearlo —(autocrearlo)— nosotros mismos.
Una vez dado ese paso, al “conceptualizarlo” lo que habremos hecho es traer aquello al plano existencial, a la vez que nosotros nos sumergiremos en un laberinto y, por tanto, sería entonces hablar de una “cosa” o “algo. Por tanto, y en este caso concreto que tratamos (al haber dado nombre a lo inexistente: la Nada) no estaríamos hablando de aquello que "no es -absoluto", sino de algo ya representado / en nuestra mente “encarnado”, pero que sólo cabe existir en la mente de quien la concibe, pues,(repito, en este caso concreto: La Nada, y lo que con ella se quiere decir (nada / como absoluto) más allá de su representación subjetiva no podrá existir jamás; precisamente, dada la contradicción con lo existente, pues ambas realidades se dan como absolutas y, allí donde existiere “Nada-absoluta” (Inexistencia total o carencia absoluta de todo ser) no cabe el “Universo” (lo existente) siendo, igualmente a la inversa. Resultando: que toda investigación sobre la Nada-absoluta, será una divagación, que en las más de las ocasiones no nos llevará a conclusiones, sino a: Nada. Pero ¿Por qué entonces, tanta obstinación con "La Nada"?
(esta, debería ser también pregunta obligada a desarrollar). Parménides, igualmente se obsesionó con ella, como otros. En filosofía esto ocurre más de lo que creemos… “Anduvo, no hace demasiado por el mundo, igualmente, una doctrina que hizo bien y mucho mal: Y entre sus males, uno fue el de traernos un género de análisis donde los hechos se pulverizaban con él: “Y el hombre, esta cosa, ¿es una cosa?” Por absurdo que nos parezca la pregunta, hay quienes se la habían propuesto”. (Revista Filosofía, Vol13 No2) - El hombre de carne y hueso)— M. Unamuno. Por lo tanto, y siguiendo con la no existencia, concluimos: que despojar a la nada de nombre en su momento, no pensarla, hubiese sido despojarla de todo: desterrarla, ad eternum de nuestra mente. Pero no fue así, es más, aquí sigue. Entiéndase pues, que cuando hablamos de la Nada, hablamos, sin duda de algo… “Algo” circunscrito a la mente, y que por cierto, en el ámbito de la filosofía se revuelve y niega con todas sus fuerzas a desaparecer: a no existir —curioso esto cuando menos— y, que cada cierto tiempo gusta descorrer las cortinas, revelándose a alguien allá donde anida. Quizá, quien supo manejarla mejor dentro de su ámbito (conceptual) el único quizá, fue Heidegger, quien no sólo no la extrajo fuera de este (su ámbito/concp.) sino, que igualmente, le dio una dimensión y campo de acción en la mente, que es su lugar y donde medra, relacionándola con una angustia: o vacío existencial del Ser.
LA DIVULGACIÓN DE LA NADA
Quizá entiendan, después de leer el párrafo anterior, por qué no hay demasiados libros o tipos serios que nos expongan o hablen sobre la Nada (no relacionándola más que con sí misma): alguno se atreve, y muchísimas gracias desde aquí; pero la mayoría hablan, no de la nada, sino más de una búsqueda y sus contingencias, pues la Nada, eso incognoscible y no presente, es a la razón inabordable, al menos a la manera que pretenden muchos. No hay que ser ilustrado para darse cuenta, que enfrentamos una contradicción: es, una contradicción en sus propios términos. Una negación, pero, donde hallamos una atracción difícil de explicar, sobre un concepto sumamente serio y enmarañado desde casi cualquier punto de vista: científico o filosófico (cuestión aún fundamental para la filosofía); y, sin embargo, pocas veces es abordado con la seriedad precisa, siendo, las más veces transmutada a voluntad: de la mano de matemáticos, convertida en «cero», o en un «vacío» cuando buscamos en la ciencia, de mano de los físicos. Una Nada, en efecto, con una historia tan larga como interesante y que, además, se enriquece continuamente con el paso del tiempo. Unos, lucharon por comprenderla, otros, “los místicos” soñaron que podrían imaginarla, y los científicos, están intentando crearla. En todo caso: El sueño de lo posible y la posibilidad del sueño se han articulado, y transforman y tergiversan aquí: unos en formas supersticiosas, y otras observamos más oscuras, pero… es cuando a la razón dormida, el sueño de la razón produce sus monstruos.
APROXIMACIÓN
El cosmos es todo lo que fue o será alguna vez. Nuestras consideraciones más tibias del Cosmos nos conmueven: un escalofrío recorre nuestro espinazo, la voz se nos quiebra, hay una sensación débil, como la de un recuerdo lejano, o la de caer desde lo alto. Por todo esto, sabríamos que nos estamos acercando al mayor de los misterios (1), de no ser porque existen dos misterios aún mayores: su origen y La nada.
«Al tener que entregarme a la Nada, se produjo el milagro:
degusté como alimento en la boca el sabor del Todo»
Lispector, Soplo de vida
¿Qué es nada?
No me extenderé, no es este el momento y seré directo: Lo primero que a uno se le viene a la cabeza ante la pregunta es, que la nada es lo que queda cuando uno quita todo. Aunque no es tan sencillo. La pregunta de cuándo 'nada' es nada y cuándo es algo ha confundido a muchos durante milenios. El filósofo griego Tales de Mileto pasó mucho tiempo pensando en nada en 600 a.C., "Tales insistía en que no había tal cosa como ninguna cosa. Era muy difícil entender que pudieras sacar algo de la nada. Ese es el mismo rompecabezas que nos sigue intrigando: qué había antes del Big Bang".
"Tales ciertamente creía que el Universo no podía haber venido de la nada. Pero va más profundo, siendo el primero en observar que hasta pensar en nada la torna en algo. Tales decidió que sólo podías tener nada si no había nada siquiera para pensar en nada" (lo que hoy se sigue manteniendo en las facultades de filosofía). Entonces, al contextualizar la descripción de la ausencia de algo, estás en efecto describiendo algo. Según el filósofo, nada sólo puede existir si no hay nadie para pensar en ella
Visualizar la Nada
Antes de empezar a hablar de la nada, quiero pedirte que respires, cierres los ojos y dejes la mente vacía, que no pienses en nada; no en blanco: en nada, absolutamente en Nada… Cierra tus ojos e intenta imaginarlo en tu mente. Es bastante difícil ¿cierto? Cuando no, imposible. Pensemos, ahora en eso que se nos representa cuando pensamos en “la Nada”: posiblemente, sea un espacio vacío del cosmos ¿es así? Pero ¿Hay algún lugar en el Universo donde realmente no haya nada en absoluto? Consideremos los espacios entre las estrellas y las galaxias, o los espacios entre los átomos. ¿Es esto la nada…? No. Entonces… ¿Cuáles son entonces las propiedades de la nada
Es la Nada Posible
Empecemos en el espacio, que es muy grande y en parte vacío. ¿Será que allá no encontraremos nada? Pues "Depende de lo que se quiera decir con 'nada' pero la mejor respuesta que podemos dar es 'no, siempre hay algo'", como afirma el cosmólogo Andrew Pontzen. "Incluso en el espacio profundo", agrega. La estructura del espacio está hecha de cosas muy densas, como galaxias, estrellas y planetas, además de espacios desocupados. Pero hasta en lo que llamamos 'espacio vacío' hay cosas. Probablemente una partícula por cada 10 metros cúbicos. Así que no tienes que ir muy lejos para encontrar algo". ¡Pero entonces sí hay áreas en las que no hay nada! "Sí, pero tenemos que volver al principio: qué quieres decir cuando dices 'nada'",
¿Existe algo que sea nada?
Como vemos, el asunto es complicado, hasta para las mentes mas avezadas.. Ya desde la Antigua Grecia, desestimaron pronto el problema, y se creía que el vacío no podía existir. Parménides o, incluso Aristóteles afirmó hace muchos siglos «la naturaleza aborrece el vacío» pensando precisamente en la Nada. Sin embargo, allá por en el siglo XVII se descubrió que con unas bombas de vacío se podía quitar todo el aire de un recipiente y dejarlo vacío; y, desde entonces, hemos creído que quizá el vacío sí podía existir en la naturaleza… y si podía existir el vacío, quizá, aquella Nada de la que habíamos oído hablar, fuera posible y pudiese también existir en ese “Vacío”. Pero, pocos siglos después, buena parte de la sociedad científica volvió a dar razón a Aristóteles, otra vez, y ahora afirman que el vacío como tal (una nada) no existe. Pues, en el vacío siguen sucediendo muchas cosas. Y no solo refiero la luz de las estrellas o la misma gravedad. Incluso en los golfos más lejanos y desiertos del espacio intergaláctico, hay cientos o miles de partículas en cada metro cúbico. Pero incluso si pudiésemos aspirar o eliminar esas partículas, todavía habría radiación que se extendería a través de grandes distancias en el espacio. Además, está el alcance inevitable de la gravedad que se extiende a todos los lugares, incluso los más recónditos y distantes del Universo; o el débil campo magnético de un cuásar distante que, aunque infinitesimalmente débil e insignificante, todavía es algo. Los filósofos y algunos físicos argumentan que *esa* nada no es lo mismo que la Nada- absoluta "real". Diferentes físicos ven cosas diferentes al referir Nada, desde la nada es el vacío clásico, hasta la idea de la nada como potencial informe e indiferenciado –(no tiene caracteres que lo diferencien de otra cosa).y Parece así que no vamos a ponernos de acuerdo en qué es la nada. O bien hay de dos a tres clases de nada: dejando aparte esa “nada” minúscula, cuando hablamos y decimos aquí no hay nada, estaría: La nada (de Heidegger y los filósofos: Deleuze Establece que “la filosofía es el arte de formar, de inventar, fabricar conceptos”. (Deleuze y Guattari, 2001, p. 8)). y la Nada de los físicos que serían dos (vacio-clásico y Nada-absoluta). Pero recordemos, en términos físicos, de la física actual, Incluso si pudiésemos eliminar todas las partículas (de algún lugar), y proteger este de todos los campos eléctricos y magnéticos, aún tendríamos la gravedad, pues esta la nunca puede aislarse o cancelarse. La gravedad no desaparece nunca, y siempre es atractiva: no podemos hacer nada para bloquearla. En la física clásica eso se debe a que es una fuerza, pero en la relatividad general el espacio y el tiempo es gravedad.
Existe Una de esas preguntas que siempre me ronda la cabeza es, si existe el espacio con independencia a todos los objetos que lo pueblan (en este momento, por ejemplo). Quiero decir: que si pudiéramos ahora mismo apartar toda la materia del universo: los planetas, estrellas, galaxias y la luz ¿el espacio seguiría existiendo? O bien, la eliminación de todo lo material acabaría también con el espacio, dando lugar a la nada. Luego me viene a la cabeza la respuesta filosófica: en ese caso no quedaría nadie para ver lo que queda y si no hay nadie para saber que no hay nada ¿podríamos considerarlo realmente nada? Pero esa respuesta no satisface mi curiosidad, y me replanteo la cuestión de otro modo: imaginemos ahora que fuese posible y pudiésemos eliminar todo el universo, incluyendo todas esas partículas: energía, gravedad... todo. Nos quedaríamos con un verdadero vacío ¿la Nada? Pues tampoco sería esto La Nada si somos formales al tratar (este complejo tema de la nada). Este sería un vacio pero, en el que Incluso en su nivel más bajo de energía, existirían fluctuaciones del vacío cuántico del Universo: partículas cuánticas que aparecen y desaparecen junto a antimateria en todo el Universo. No hay nada, luego pop, algo, y luego las partículas chocan y te quedas sin nada otra vez. Y así, incluso si pudieras eliminar todo del Universo, aún te quedarían estas fluctuaciones cuánticas incrustadas en el espacio-tiempo. ¡Vemos que esto se complica!
LA NADA CREADORA y LA NADA NECESARIA
UNA BREVE HISTORIA DE LA NADA
Treinta radios comparten el cubo de una rueda;
mas solo la rueda le da su utilidad.
Moldea una jarra con arcilla;
el hueco interior le da su utilidad.
Corta puertas y ventanas para la estancia;
solo estos vanos le dan su utilidad.
Se obtiene beneficio de lo que hay;
la utilidad la da lo que no hay. - (Lao-Tsé)
Los dominios de las ciencias están muy distantes entre sí. El modo de tratar sus objetos es radicalmente diverso. Esta dispersa multiplicidad de disciplinas se mantiene, todavía, unida gracias tan sólo a la organización técnica de las Universidades, y Facultades, y conserva una significación por la finalidad práctica de las especialidades. En cambio, el enraizamiento de las ciencias en su fundamento esencial se ha perdido por completo. Y sin embargo, en todas las ciencias, siguiendo su propósito más auténtico, habrá de vérselas con el “ente” mismo. Desde las ciencias, ningún dominio goza de preeminencia sobre otro, ni la Naturaleza sobre la Historia, ni ésta sobre aquella. Ninguna de las maneras de tratar los objetos supera a las demás. El conocimiento matemático no es más riguroso que el histórico-filológico; posee, tan sólo, el carácter de “exactitud”, que no es equivalente al de rigor. /La referencia al mundo que impera en todas las ciencias, en cuanto tales, las hace buscar el ente mismo, para hacer objeto de escudriñamiento y de fundamentación, en cada caso, el “que” de las cosas y su modo de ser. En las ciencias se lleva a cabo –en idea- un acercamiento a lo esencial de toda cosa. Heidegger – (Metafísica)
Las personas nos hacemos preguntas constantemente: ¿De dónde vengo? ¿De dónde vienen las cosas? ¿De dónde viene el Universo? ¿Desaparecerá el mundo y el universo? ¿Desaparecerá todo en algún momento? Y, en ese caso ¿adónde irá todo? Tenemos una necesidad de saber, inherente y constitutiva de nuestro propio ser. En algún momento de nuestra vida, todos nos hacemos preguntas, un tipo de preguntas que necesitan ser respondidas. Sobre todo, las que atañen a la propia existencia, y a todo lo que esté relacionado con ella. La religión, a lo largo de milenios, se ha ocupado de ello, de satisfacer esa necesidad, liberando la mente de la angustia que supone no saber de dónde venimos y, adónde vamos después de muertos. Igualmente, se ha ocupado de dar sentido al mundo y explicarlo: quién, cómo lo hizo y por qué. Pero, no a todos satisfacen estas elucidaciones. Ya desde antaño, al igual que hoy, muchos filósofos antes y científicos ahora, se propusieron y proponen encontrar sus propias explicaciones a su ser, al devenir, al mundo o el universo. Anaximandro de Mileto, vivió en la Antigua Grecia entre 610 antes de Cristo y 545 a. Este hijo de Praxíades, sucesor y discípulo de Tales —que negó la nada, como origen de nada pues, algo no puede surgir de la Nada, ni pueden las cosas desaparecer en la Nada—.acuñó un término al que llamó: Ápeiron, que define lo indeterminado e infinito que constituye la esencia del arché o arjé: primer elemento de las cosas o del universo. El Ápeiron es, por tanto, principio de la totalidad de las cosas existentes. Anaximandro sostuvo que el Ápeiron no es un elemento material, sino algo vinculado a lo sempiterno: no es posible circunscribir el Ápeiron al espacio ni al tiempo; carece de límites y forma, resultando por ello indestructible, siendo infinito y, de acuerdo a cada ciclo, todo surge y regresa al Ápeiron. El cosmos nace, se desarrolla y perece en el seno de ese "Ápeiron". En esta línea, surge entonces una primera afirmación ya en la Grecia clásica (todo surge y regresa a lo mismo- decían los griegos). Esta afirmación, que iría evolucionando entre los filósofos de aquella época, persiste hoy de alguna manera, afirmada en la ciencia: “todo lo existente en el universo proviene del mismo lugar y momento de singularidad, en el tiempo cabiendo, igualmente, la posibilidad de regresar en un futuro –muy lejano- a ese mismo estado de singularidad.” —Se diría, que en 2600 años no hemos avanzado demasiado.
Es en Parménides y explícitamente en Empédocles, donde encontramos una primera circunscripción de la nada como esencia constitutiva de todo lo que deviene. Parménides vislumbrará la nada, para de inmediato neutralizarla, abriéndose al idealismo. La conclusión de Parménides fue, que el “no es”, no puede existir de ninguna forma: no existe y, por lo tanto, solo cabe existir “es” que, en consecuencia, está en el mundo porque es la única cosa que existe. Empédocles toma 'La Nada' como la negación del ser: lo que hay es el 'ser' y solo cuando se lo niega, aparece ´la nada'. Reconocerá que los entes finitos, antes y después de su finitud, son nada.
Pero «La Nada» como concepto fundamental en filosofía empieza a tomar sentido a comienzos del siglo XVII, a partir de la pregunta leibniziana ¿por qué hay algo más bien que nada?". para Kant, La Nada, correspondiente al Ser ilimitado e infinito —la nada absoluta— sería el no-ser absoluto. Por tanto, la Nada absoluta correspondiente al Ser, es un concepto metafísico y quedaría excluida de tratamiento en la Crítica de la Razón Pura, por cuanto escapa a las posibilidades del conocimiento científico. Para Kant, las cosas que existen en el mundo, sencillamente existen, y una negación es sólo una declaración del conocimiento en tanto a que algo no existe en el mundo. Nietzsche igualmente se aproximó a "La Nada", entendiendo, que nada tendría una esencia o verdad propia, sino, que todo tomaría significado en la forma en que el Dasein (como único ente que vive fuera de sí, abierto constantemente al Ser y a sufrir una revelación de Él) lo concibe, para después volver a perderlo una vez que este deja de existir. Siendo, esta la base sobre la que Nietzsche entendió que habría de construirse la nueva filosofía. Pero será posteriormente, cuando la pregunta original es desbordada contundentemente por la cuestión Heideggeriana, ¿por qué es en general el ente y no más bien la nada?, resultando esta, ser la pregunta fundamental de la filosofía. En Sartre, la cuestión de La Nada recibe un enfoque particular: de negación, y rechazo de la existencia, un ser que es arrojado a La Nada y de ahí surge esta. Niega el ser, pero no se queda ahí como Kant, sino que influido por Heidegger, su mentor: Sartre ahondará la temática heideggeriana; abriendo la vía de la “nadificación”, terminando por afirmar que, el ingreso de la nada al mundo, se debe únicamente al hombre. Observamos como el juicio negativo ha sido ontologizado y reconvertido en una nadificación, consistente en la aparición de la Nada en el mundo por la acción de un ser (el hombre) negador y, por ello, Ser-nadificador. Pero, siendo esa Nada resultante, algo «irrealizante» e Imaginario: una creación pura, sí; un absoluto, sí, que nos ofrece la posibilidad de negar al mundo, sí; pero, que al mismo tiempo resulta inconcebible —a ese mismo imaginario— la posibilidad de aislarse de la conciencia que está en el mundo. Así pues, para que exista la Nada, debe antes existir un Ser-nadificador, un Ser que tendrá como propiedad nadificar La Nada, sostenerla y apuntalar permanentemente con su existencia misma, un Ser por el que La Nada llega y nos llega e, igualmente, llega a las cosas. A poco que prestemos atención, lo que observamos a lo largo de este proceso de siglos, pasando de una nada creadora a una nada creada, es una necesidad. Una nada humana necesaria: un espacio necesario, un espacio dentro -y fuera también del hombre- que ya no define tanto a la nada, como define al hombre.
El caso, y da igual si miramos hoy a la ciencia, o muy atrás en el tiempo, una cuestión prevalece por encima de todas las demás: ¿de dónde surge todo? ¿Qué es aquello de donde todo brota y donde todo regresa? Nos refieren textos antiguos que “ciertos poetas” hicieron empezar el mundo con la Noche (noche, vacío, nada) y no con el Caos. — Aristóteles, (Metafísica). Se observa cierta tendencia a considerar a la Noche y a la Luz, como dos co-principios cosmogónicos en la Grecia clásica. De otra parte, en las tradiciones hindúes, el mundo al principio no era más que no-ser, y el ser surge del no-ser. Pero, estas afirmaciones conducen a otra cuestión: creación a partir de nada o de La Nada, como condición de la auto-creación. Absurdo, pensaremos, pero la misma presencia del caos como estado originario y confuso de la materia y, que se supone anterior a la ordenación del universo, implica un espacio vacío (una nada) que bosteza antes de despertar, dando luego origen a la luz: al universo. La existencia de un Vacío cuántico que fluctúa, en la que aparecen partículas aparentemente surgidas de La Nada, tampoco nos es extraña hoy, dándolo por probado.
Podemos empezar a cuestionarnos sobre la posibilidad: si puede nada "lo que no existe" dar origen a "lo existente". Sin embargo, no hemos hecho más que la primera interpelación, que al preguntar esta posibilidad, surge a frenarnos un principio metafísico, por el cual “nada puede empezar a existir a partir de nada” atribuido al filósofo griego Parménides, y expresada también por Lucrecio mediante: "ex nihilo nihil fit”. Principio aparentemente irrebatible, “en la medida en que los pensadores, sobre todo más modernos, se han ocupado de cuestiones filosóficas y científicas más que de cuestiones teológicas” – (Ferrater Mora). Tanto es así, que este principio ha servido de hipótesis última para apuntalar buena parte de los progresos de la ciencia natural moderna, especialmente de la mecánica. Sin embargo, reconocemos hoy una brecha en este principio, y con ello la posibilidad de adelantarnos y pasar a su lado —no sobre él— cuando nuestro discernimiento ya no es tan dogmático en la materia, aunque, sólo sea porque se reconoce que un principio como el apuntado es demasiado vasto, para lo que pretende: enunciar algo determinado sobre los procesos naturales; pues dice poco, justamente por pretender decir demasiado. Así pues, nos encontramos volviendo a preguntar, de asomarnos de nuevo al problema central de la filosofía. Estamos justo en el lugar donde surgen los signos de interrogación; y, los signos de interrogación dan comienzo a la encuesta; y, con la encuesta, el hombre. Ser hombre es preguntar. Y, por tanto: Nos preguntamos, aquí y ahora, para nosotros, si puede existir (de algún modo) lo que no existe (en nuestra realidad aparente) dando origen -eso “no existente”- a "aquello que existe". Una Nada Creadora.
El ser y la Nada - Sartre - Metafísica -Heidegger
Paniker - Filosofia y Mistica
Jesus M. Morote - El Sentido de la Nada en Sartre
© Jorge Maqueda Merchán (2003-2009-2020-2022
¿Dónde está la nada?
Físicos como Lawrence Krauss que argumentan el "universo de la nada", queriendo decir en realidad "el universo de una potencialidad". Lo que se reduce a si sumas toda la masa y la energía del universo, toda la curvatura gravitacional, todo... parece que todo suma cero. Esto lo explicaré más adelante. Entonces, es posible que el universo realmente viniera de la nada. Y si ese es el caso, entonces "nada" es todo lo que vemos a nuestro alrededor, y "todo" es nada. Como veis, es empezar a pensar en el espacio vacío, o en la nada, para que todo se complique muchísimo. Y cuanto más pensamos en ello, más raro nos parece. Llegados a este punto, y sin siquiera saber aun que es la nada, es absurdo seguir haciendo preguntas, aunque podríamos seguir en el absurdismo y preguntar ¿Podríamos considerar el espacio, que contiene al universo como aquello, que si falta o desaparece el universo seguiría este en su extensión, donde contendría luego a la Nada. o incluso podemos hacerlas más absurdas todavía ¿si cojo dos melocotones y los choco, en la nada, uno contra otro, dentro de un tubo: saldrán membrillos o ciruelas?
La condición de la Nada se cumple.
Sorprendente ¿Cómo se puede cumplir ninguna condición en algo que no existe? ¿Me estoy contradiciendo? Lo sé, he negado la Nada hasta ahora, y ahora afirmo una condición de esta. Pero que las condiciones de la Nada se cumplan: ser “no ser” inexistente, no es óbice para que precisamente por cumplirse, podamos hablar de la Nada, como tal: aquello inexistente; y precisamente, porque la condición de la Nada para que no sea, o bien sea eso (en nuestra mente) Nada (ausencia de todo) parece que se cumplen, y ciertamente “no es”. Y La física parece confirmarlo. Cuando se ha demostrado, que más allá del vacío no hay nada, nada observable o medible, sino un vacío pero, (y aquí empieza el lío) que fluctúa. La energía aparece y desaparece, como si fuese y viniese pero (Entonces esto, no demuestra más bien, que la Nada sencillamente, no existe; y por tanto el enunciado es absurdo (si, pero no). ¿De dónde viene esa energía? Si concluimos que el vacío no es la Nada, pues en él suceden cosas, y entendemos que Nada viene de Nada o de la nada, el vacío no puede crearlo por sí mismo, por tanto esta energía surge al vacío, no de él: surge a él donde se manifiesta, pero ¿por qué surge? ¿Por qué surge energía y no más bien Nada? ¿Podría surgir de la Nada? Pues Tampoco: no surge en ella o de ella, pues en ese caso detectaremos esa Nada, o las partículas en tránsito; además: «Nada surge de la nada», «ex nihilo nihil fit». Repito: «de la nada, nada proviene». Y, es aquí, donde la filosofía clásica, debería hacerse escuchar: dar un golpe sobre la mesa, e incluso un empujoncito a la ciencia, haciendo reflexionar a los científicos en sus conclusiones, cuando afirman: “no podemos descartar que nuestro universo se haya creado de la Nada” (lo que me recuerda aquel enunciado) incumpliendo así, el principio metafísico (universalmente aceptado e irrefutable) por el cual, ningún ente puede empezar a existir a partir de la Nada. Además, pasaron algo por alto, algo que ellos mismos demostraron: La condición de la Nada se cumple. Y, si se cumple, es ¡¡Con todas sus consecuencias!! Pero... No nos adelantemos:
Los físicos están tan acostumbrados, mal acostumbrados, a estrellar cosas: unas con otras y lo ven tan normal, divertido, y natural: que cuando ellos mismos ya salen estrellados, ni siquiera se dan cuenta antes de chocar, o les da igual, no hay consecuencias quiero decir, además, lo peor es que nadie se lo advierte. Pues hoy negar A Hawkins, o a casi cualquier físico es casi tirarse uno mismo a la hoguera. Asi, cuando dijo Hawking que la información era destruida en los agujeros negros, — algo que más tarde se demostró que no era verdad— nadie dijo nada al respecto: cayó. Otro gran error estuvo relacionado con un importante descubrimiento. También Apostó dinero con el físico Gordon Kane a que el bosón de Higgs no existía. Y Tras su hallazgo en 2012, Hawking admitió su error y pidió el Nobel de Física para Peter Higgs, que llegó al año siguiente. No sabemos si le pago. Hawking tampoco acertó con la materia oscura (YA ME HUBIESEN DESPEDIDO DEL TRABAJO) pues “no está” hecha de agujeros negros microscópicos, como demostró el trabajo de un equipo internacional de investigadores, que puso a prueba una de las teorías más especulativas del genial físico británico: que la materia oscura está formada, en su mayor parte, por diminutos agujeros negros primordiales, menores de una décima de milímetro, surgidos en el momento del Big Bang . Hawking, no tenía razón esta vez. Los detalles del estudio se publicaron en 2019 en Nature Astronomy . Pero la ciencia es así, los mejores se equivocan, y gracias a ello vamos avanzando, incluso Einstein cometió errores: constante cosmológica.. y negó la física cuántica ( dios no juega a los dados) que luego aceptó, pero así es la ciencia…, lo malo es que esa costumbre de estrellar cosas, y tener siete vidas como los gatos, poder equivocarse sin consecuencias hace que les de lo mismo estrellarse y difícilmente redirigen sus investigaciones, así les digan: te vas a estrellar..
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