ACERCA DE UN MODO PARTICULAR DE PENSAR / CUANDO VIVIR ES ELEGIR

2 (1)

2.0 Unas palabras ( a quien pueda interesar) antes de comenzar2.1.Acerca de un modo particular de Pensar2.2Solo del Desconocimiento surge la verdadera angustia de vivir2.3.Vivir es elegir... y del instante uno después 2.4. Libres en el instante... Pero que es el Instante2.5.De la curiosidad superficial y la mente del mono2.6. Mediocridad y redes sociales2.7.La necesidad de la pregunta por el Ser2.8 Acerca (de entender la realidad de otras formas) o de los mundo intermedios2.9.Introducción ( o primera piedra de toque) hacia aquello i de otro loa pregunta. luego la necesidad de uno ( y español) de moverse de la necesidad de encontrar el sentido de aquello ( y pregunta de otro) lo mismo por el ser ( de dios) y un señor para que podamos reconocerlo ( arriba de lo mismo antes abajo) Y entender lo otro i de la creación no de la misma forma Ni lo mismo igual i de la misma manera ...de la misma palabra ( y de la creación la unidad/ y todos en ella) 2.10 Y de la vida—  2.11 La poesía ( eso de él) igualmente i evocadora de una necesidad

3 (1)

3.0 Hacia un nuevo paradigma: Un nuevo hombre ; una nuevas era— 3.1. La necesidad de un nuevo hombre— 3.2.Hacia una nueva era— 3.3. Perspectivas cósmicas—3.4. Sobre el conocimiento — 3.5. De la naturaleza: hombre y problema— 3.6. El nuevo ser humano— 3.7. El sentido de la vida— 3.8. Mente consciencia y cosmos— 3.9. Aislarse en el caos ( desde el Limite)— 3.10 El vertigo y el abismo— 3.11 Sobre el descubrimiento del limite: como un hallazgo inesperado de E. Trías— 3.12 El vertigo real frente al abismo— 3.13. El lenguaje como limite y sombra de la razón — 3.14 Sobre una filosofía autentica— 3.15 La frontera . Un lugar para pensar


UNAS PALABRAS ( A AQUIEN PUEDA INTERESAR) ANTES DE COMENZAR


Tengo un limonero en casa, que además de limones da buena sombra: de hecho, esto se dio a partir de una necesidad. Se me había roto el toldo del patio y decidí extender las ramas del limonero, como en un bonsái (a la vez que le libraba de unos alambres en las ramas que las estrangulaban) dirigiéndolas aquellas luego horizontalmente al suelo, para que proyectasen una sombra más extendida. En un año ya no necesite toldo. El limonero daba sus limones y también sombra, protegiendo además a otras plantas del sol. Supongo que de algún modo le di las gracias (por los limones y la sombra) y él me las dio a mí, por fijarme y reconocerlo, como algo más que un tendedero de ropa: un proveedor de medicinas naturales, y aliado contra la fuerza del sol, pues poco después advertí algo: un brote bajo del tronco; de aquellos que siempre cortaba, tan bajo como donde empieza el tronco pero, que por alguna razón no corte. Creció y este año 2023 se dividió, en forma de (Y) mostrando aquella forma que pudiese entender y reconocer: del limonero hacia mí, cuando precisamente empiezo yo a ver todo (la vida incluso los colores reflejados del sol en las cosas) de forma distinta. A la vez, yo ya no podía dejar de observar ese brote (que es una forma) de la que reconozco una voluntad que asoma (tímidamente) y se desarrolla a partir de la misma corteza del limonero mostrándose (a mi) para ser reconocida, como del limonero no lo obvio: otra más que dará limones, sino más, cuando del mismo brote al reconocer de este: algo más que un limonero / yo me reconozco algo más: que el que recoge solo limones.


Luego pienso en aquel ciervo (enorme) que me encontré en una curva del camino en el pirineo (Fontalva 1993) a la vez que escuchaba el gruñido tremendo como de un oso lejano, advirtiéndome, quizá ya entonces de lo que llegaría años después: al hundirme hacia otra forma de vida y de mi mismo ser), más difícil, y en ocasiones de casi de exclusión y adicciones, a la vez que con el tiempo (esa misma oscuridad empezó a tomar forma propiciando una luz, reconstruyéndome dentro de ella: habitándola y donde se hizo más presente aquel otro Jordi, que (de joven) coge la escopeta apunta y dispara sin pestañear y luego se va otro lugar (luego de Barcelona a Extremadura) siguiendo un camino, que transitado, reconozco hoy mi camino. Llena de callada fuerza, la gran naturaleza abraza al que vive presagiando; para que invoque a su espíritu, lleva en el pecho pena y esperanza el hombre; de su más honda entraña asciende el poderoso anhelo. Y es capaz de muchas cosas y espléndido es su decir, transforma el mundo (Holderlin - Empédocles). Cuando el verdadero sabio rememora lo que vino a su visión, o pensamiento buscando el deleite que produce el volverlo a contar, entonces se lo proporciona a otro para que lo saboree como una experiencia… únicamente el miserable lo desdeña, (Ibn Arabí)


Hablan unos hombres de juzgar y clasificar la naturaleza ¡Dejémosles que hablen y digan… si al menos fueran humildes y sinceros: pues yo también clasifico: entre flores hermosas y otras bonitas. Pero acaso esos mismos hombres ¿no hicieron ellos antes una ley que ahora no respetan?, ¿acaso no son insolentes con todo lo natural, la verdad y lo divino? Acaso, ¿No es mágico eso que llaman Noche y eterno aquello que tiene alma?, ¿no es mejor Algo que esa Nada de la que dicen y murmuran? Por qué entonces tanta soberbia e insolencia. Unos se enorgullecen por todo lo que no son, y otros por lo que no saben ni conocen: que los rayos del Sol y los manantiales de la tierra son más nobles y divinos en los frondosos bosques, y que el rocío, el alma al amanecer refresca. ¿Pueden hacer ellos algo que se le parezca? Pueden matar, pero no pueden dar vida. Se preocupan, traman y maquinan, pero ni con todas sus artes pueden entender, lo que no quiere ni puede ser resuelto de aquello que de cerca los mira, mientras las estrellas observan siempre por encima. Paciente, es la naturaleza con ellos, que los sufre y tolera todos los dias; pero ninguno de ellos podrá interrumpir el verano y tras el llegue el otoño, y menos aún al fin del invierno, que nos abrace después, por fin: la suave primavera. Pues, y pese a ellos, y pese a todo, y pese a todos nosotros ¡la Nada sigue siendo Nada, la belleza más bella y la luz… la luz si cabe, es luz aún más poderosa y divina. / Jorge Maqueda Merchán - Jordi Maqueda


ACERCA DE UN MODO PARTICULAR DE PENSAR


Sería una pérdida de tiempo pretender justificar mi modo de pensar o explicarlo a quienes, por ejemplo, vengan de instituciones de educación y embadurnados de un materialismo que solo se mira el ombligo y chascarrea siempre sobre lo mismo, aunque, ciertamente, sea ese el tipo de pensamiento "o corriente actual” (y de chascarrear siempre sobre lo mismo y mirarse el ombligo) aquel que curiosamente interese, pues no da problemas, e igualmente interesa a quienes promueven el actual sistema de competencia desde las propias instituciones y los medios, retroalimentando así al sistema de individuos (egoístas) adecuados a éste; individuos, con los que es inútil, por cierto, debatir: una pérdida de tiempo hablar con estas personas, nulos en experiencia propia, que aluden a la experiencia de los otros para justificarse ante los demás. Pero que luego te abruman, como buenos letrados en un debate igualmente absurdo, justificando cualquier razonamiento posible, en tanto le son ellos conocidas las cosas . Como si del "saber" de algo o alguien fuesen los únicos y legítimos propietarios: “absurdos propietarios” si, absurdos (si por un momento se piensa olvidando lo que te dijeron) observamos que no es “saber” lo que saben, sino un pretender justificar a los otros "lo que se creé que sabe”, y que es bien poco por cierto, dado el horizonte de complejidad que implica "saber" o "saber de las cosas y personas" de su último fundamento (cuando se desconoce el principio) pues, es de este saber “conocimiento cierto de las cosas” que abruma al asomarse a él, y del que con estas palabras se refirió Freeman Dyson —profesor de física en el Institute for Advanced Study de Princeton, USA— quien en una de sus conferencias refirió del conocimiento "del saber", de nuestros esfuerzos por entender la naturaleza, la vida y de “su” lugar (de él / y de nosotros mismos ) en el universo, diciendo: “lo encuentro como el universo, inmenso, cuando allá donde miro veo infinito en todas sus direcciones”. (La cita no es suya por cierto, aunque se la atribuyen), lo que sí es suyo es el libro: "El Infinito en Todas Direcciones" 1988.

SOLO DEL DESCONOCIMIENTO SURGE LA VERDADERA ANGUSTIA DE VIVIR


Sólo del desconocimiento surge la verdadera angustia, Se mire como se mire, la vida (la sociedad) parece un cúmulo de desengaños, falacias y mentiras; esto es obvio, al igual que es obvio que son muy pocas: una minoría las personas que alcanzan de pleno alguna de sus metas y propósitos en esta vida. De otro lado luego está la inmensa mayoría: aquellos que deberán conformarse con lo que las circunstancias, el entorno y los acontecimientos o accidentes propios de la existencia, les permitan ser, a saber: serán lo que puedan (u otros les dejen ser) más allá de lo que un día se propusieron ellos ser. “Pues un hombre hace lo que puede, con lo que otros van dejando de él”—vino a decir no precisamente un ingenuo. Y, sin embargo, lo peor no es la capitulación de uno mismo, de las propias aspiraciones: hincando la rodilla y viéndose agonizar (envejecer) lentamente. No. Lo peor es angustia que envuelve la imprecisa perspectiva del futuro que aguarda… esa mirada al fondo del abismo sabiendo, que el siguiente paso conlleva hundirse de pleno en él. Y todo, porque un día, el peor día de sus vidas, sin duda, eligieron morir, “algunos lentamente”, dejando que se derrumbaran, desvaneciéndose paulatinamente todos sus sueños y expectativas: se dejaron de mover, o se movían tras de otros. Llegados a este punto y luego el momento, la angustia castiga con toda su furia el alma: al saber y reconocernos, los únicos responsables de nuestros actos y consecuencias de aquellos (de todo lo que no hicimos, y de lo que ya no podremos ya hacer). Por tanto, quien tenga valor y aún este a tiempo, que elija: siempre ha sido solo cuestión de elegir.


VIVIR ES ELEGIR...Y DEL ISTANTE UNO DESPUES


Vivir es elegir ―esta apreciación, seguro que no se le escapa a nadie―. Vivir es tener que tomar decisiones y tomarlas a diario. Luego en cada elección, en cada acto, nos vamos haciendo y definiendo a nosotros mismos, transformándonos y siendo hacia aquello a donde nos dirigimos, a la vez que nos comprometemos con un destino todavía incierto. Solo al elegir a lo largo de nuestro camino, vivimos "genuinamente" nuestras nuestras vidas. Pero vivir, también es renunciar y arriesgarse. Cuando elegimos y tomamos una decisión emprendemos un camino nuevo, pero igualmente estamos renunciando a algo. Es por ello, que al elegir esto o aquello (al movernos) afirmamos, al mismo tiempo el valor del camino. Todo así, la cuestión parece sencilla ("moverse") y quien no lo entienda, sencillamente es que no aprendió nada todavía (la vida proveerá). Por tanto pensemos antes de detenernos por demasiado tiempo en este o aquel lugar, no vayamos a perdernos algo más adelante, o lo que es peor, y muy pocos piensan: no vayamos a perderlo todo, por ir más allá de donde mi condición de mortal y mis fuerzas, me puedan llevar.

Y Del Instante i Uno después  / libres en el Instante —. De antes i-de la guerra / después→ lo que te puedo decir es que hay una tormenta en los cielos (Q) debajo de la ciudad no duerme y que de antes soy Lo después de ella→ el hijo de unos padres que desconozco /en favor de unos padrinos y otros (padres y familia) que me criaron y unos abuelos que vivieron y sufrieron no solo la guerra sino el hambre debido al bloqueo en España (y de aquello son después todas sus consecuencias) / Luego allí donde he viajado Asia , América o África― y lo mismo aquí en españa i los mismo de Europa donde he estado― miro ϔ veo sino de ella sus secuelas y efectos→ i como el pulso e integridad de muchos se debilita derivando en tierra seca i propensa / que fácilmente prende del combustible de las pasiones humanas donde los fuegos i lo mismo la codicia se expanden i-de la penuria (i la escasez o necesidades i de antes la envidia) luego el predominio de la corrupción o lo que-es igual que antes / después i-de otra manera el egoísmo i bribones / como de otro lado surge la disposición al fanatismo de algunos que amplifican después aquellas mismas llamas Y de ellas→ el Hombre (siempre deseando y en general hablando (en opiniones de todo y de la nada (lo que después genera conflictos que (aunque realidad sean i-de tener que ocuparse) estos le den (i- solo molestias por el culo) / pero de la palabra i lo que dice ni Pan para su casa ni de la de nadie / una casa la suya i lo mismo la de todos donde cuando se entra / entramos todos igual luego en la nuestra de la voz de otro (dentro la que suena) que siempre esta sino de una guerra en otras desdichas (que son las máscaras de lo verdaderamente trágico) i que luego es de la opinión propia uno en ellas / de lo que solo es competencia por las audiencias y que hacen todos los días tengamos que tragarnos la misma mierda dirigida hacia todos nosotros / que son los conflictos del mundo intencionalmente proyectados hacia→ todos nosotros y después nuestros esos conflictos→ esas guerras y devastación que interesadamente nos muestran (por televisión / y de la que tenemos luego nuestra propia opinión sin tener ni p idea de lo que pasa).

3- Libres en el instante que es- de uno abierto al Ser que es Lo después y (del instante reconocerse) sufrir una revelación de Él en el instante al atardecer de un nuevo amanecer que jamás ha sido cuestionado / pues "se vive en el instante que respiramos donde somos hijos de cada respiración y quién desconoce esta realidad está perdido o mejor será decir→ condenado Y Tanto es así que sólo desde ese preciso instante podemos observar i-del horizonte atrás el pasado un futuro delante de lo mismo i horizonte sintiéndonos en él i moviéndonos consecuencia y origen a la vez del devenir Y precisamente es-ahí el privilegio (la cualidad del momento – del instante que reconocemos) que otorga en tanto a-ser de la prerrogativa luego del proceder en el ahora→ en el medio común sobre el que se organiza como resulta de todo movimiento i corriente de1 pensamiento de uno igual no de otro i-o en ese “instante” no siempre bien atendido luego (debido a distracciones) pudiendo caer después prisioneros del siempre i-o→ de lo mismo y un presente eterno de los otros – que nos quieren-ahí (por todo el tiempo) acechando de prestaciones y prestos ellos igual a prestarte desde cualquier lugar a la posibilidad de no-ser de nosotros (uno) del impulso e ir moviéndonos luego de ahí, a cualquier otro lugar i lo mismo después-ahí→ de ser a otra vez i volver ser del instante i- Lo que se mueve antes i después en cualquiera otro o mismo i no el mismo lugar (atendiendo al tiempo)


Pero ¿Qué es el instante?—.Bien: “nada es sin el devenir (antes de un lugar concreto i después fuera de él i del lugar en otro estar-ahí donde i de uno mismo antes se asignó lugar de un itinerario concreto / más i cuando ningún proceder o pensamiento después ya resulta útil lejos de aquel acto primero i requerido (entonces a su tiempo del instante luego) a ser I-de uno del instante ‘aquello’ de un pensamiento después i moviendo-seR→Lo de aquello i lo mismo de antes (del instinto adelante i-del sol al amanecer) Luego nos preguntamos por el instante y lo hacemos (como de lo ajeno) y por una razón (a razón de no-ser de él) y quizá antes debamos concebirlo no como lo que parece que-es, sino como lo que-es i-lo (después) de aquello que supone tomarlo antes en consideración en tanto a categórico-I Pues no precisamente parecer fácil agarrar de la idea que pretendo de este escrito i quizá más obvio i descrito a través del prisma de la poesía o la mística ( pues en occidente, instante, refiere lo fugaz inasible) pero igualmente i- de manera fugaz ha sido tratado i-de lo poco referido menos entendido aún en carácter (o condición→ Lo después i determinante-de este) si bien es Borges quien nos lo dibuja mejor en un poema, mejor lo definido se entiende en lo de él i al final de su vida (en ese lenguaje tornasolado que desvela lo sereno, y a la vez lo terrible i no dicho) de cuanto supone cada instante de lo dicho lo no hecho/o de otra manera i sin sol→ “El presente está solo. La memoria erige el tiempo. Sucesión y engaño es la rutina del reloj. El año no es menos vano que la vana historia. Entre el alba y la noche hay un abismo de agonías, de luces, de cuidados; el rostro que se mira en los gastados espejos de la noche no es el mismo. El hoy fugaz es tenue y es eterno; otro Cielo no esperes, ni otro Infierno”. (Borges - el instante (Buenos Aires, 1977). Mejor Borges que cualquier explicación ¿cierto? Si bien, nos refiere Borges la vida colmada de esos pequeños instantes, igualmente nos advierte: hemos de tener cuidado, pues son determinantes estos: “los debemos atender con atención y premura”, El hoy fugaz tenue y a la vez -ahí eterno donde otro Cielo no esperes, ni otro Infierno” Y sobre todo aprovechar, para luego no lamentarnos “Al atardecer, cuando las cosas más cercanas ya se alejan de nuestros ojos, así como el mundo visible se ha alejado de mis ojos, quizá definitivamente (Borges- la ceguera 1995 / i después a posteriori)

Aunque, quizá es en la espiritualidad es donde encontraremos más aspectos y definición más detallada a nuestros intereses i- de lo que representa o supone el instante→ como determinante. [La filosofía oriental, mal entendida o desatendida por largo tiempo, desde hace poco más de un siglo ayuda al pensamiento de occidente a platearse situaciones —preguntas y respuestas— de otro modo i desde otro lugar, desde donde quizá poder discernir y mejor entender aquello que pretendemos tanto entender cómo explicar].

Existe una doctrina de los «tres mil aspectos contenidos en cada instante vital»: un principio postulado por el maestro T’ien-t’ai (Chih-i) El término «cada instante vital» denota la vida de uno, tal y como existe instante a instante I-El principio enseña que un momento determinado de la vida incluye tres mil estados posibles, por tanto, la vida a cada instante, contiene posibilidades para ser ( lo después i-de la experiencia o contacto de otros estado de materia i ser(es del entorno más eficiente (de cada acto i relación un punto de contacto i en concreto ser (de la misma forma de otra manera ser ( i eso en ella de la relación) luego más eficiente en i con el medio ahí lo mismo ( i de unos seres antes hacia otros) i lo después i-que de la experiencia i de la idea que la inspira o moverse de ella ( el árbol i de la vida de todos en relación con el) que para bien o para mal adquirieren igual mayor potencial de las relacionas de el con el medio de horizonte más amplio hacía al supervivencia i potencial del individuo / luego la especie la vez i de las personas lo mismo no igual / i me explico→ de una planta las raíces / no una raíz / abarca i se relaciona (de muchos puntos que son experiencias del entorno abajo luego arriba proyectada en una dirección la forma del árbol de un tronco hacia muchos puntos todos en relación (las hojas i ramas) a arriba que igual abajo del entorno es (de 2 medios medio distintos 4 elementos del mismo horizonte (tierra agua luz (fuego) i aire)

Pero quizá sea en la mística sufí, donde encontramos otra explicación: al significado, y respuesta a nuestra pregunta. Donde existe una palabra árabe que significa igualmente tiempo, momento, o instante. Esta palabra es (Waqt). Y es en el sufismo donde el término ha sido considerado (adquiriendo su carácter más preciso) utilizado, no para designar una cantidad o medida de tiempo, sino más bien para referirse a “la cualidad del momento” o instante. En ese sentido, al sufí se le conoce como hijo del instante: "El presente es un océano de maravillas extraordinarias cuyas olas son instantes que se suceden. ¡Tú que conoces a Dios!, no dejes escapar sus maravillas al ignorar lo que hay en él. Si se te escapa, no cumplirás como debes con Él, ni le darás el valor que se merece" [Abd ar-Rahmân al-Jâmî, op. cit., p. 64.]. Se entiende perfectamente: de cada instante la creación es renovada, pero observemos lo más importante: ésta jamás se repite (los instantes sucesivos son únicos y representativos de cada momento, nuestros momentos (al observarlos), aislados en el tiempo como "una concreción fugaz de la eternidad" (Abd ar-Rahmân al-Jâmî, Los hálitos de la intimidad). De manera que a cada momento-instante se manifiesta un aspecto diferente de la divinidad (al sufí): "Cada día, Él está en algún asunto" (55, 29) – dice el Corán; y por ello hay que atender presto al instante. El derviche es pues y en palabras de al-Qushayrî, aquel que "está ocupado en lo que más conviene a su estado (místico) y está presente (presto a reaccionar) a lo que se exige de él ahora" [Abd ar-Rahmân al-Jâmî]. Pero este no es un estado exclusivo del derviche —si bien él lo entiende mejor— nosotros igualmente, debemos entender y podemos aprender de esta actitud frente a la realidad del instante: que Dios puede ser i estar en todas partes; o bien, extrapolar si se quiere, esta forma de ver y mirar y reaccionar al mundo, al modo occidental: prestar atención a la realidad, al instante y no distraerse de inmediato hacia otro lado ni demorarse (de la mariposa): centrándonos en aquello que nos insta, en el mundo y frente a nosotros a actuar.

Espero con esto haber dejado sino despejado del todo, sí más claro lo que quiero decir con el instante: el privilegio de ser→ del instante hacia entendernos únicos espectadores de la maravilla de observar. Pues de lo que se trata ahora es de centrarse en aquello que nos distrae con sus destellos de luz y amenaza con hacernos prisioneros para siempre del eterno presente no cambiante e inmóviles presos de él. Privándonos de la experiencia pura: nuestra experiencia y crecimiento en el mundo de recorrerlo Y Prisioneros para siempre del eterno presente —. Cuando se sufre pérdida de memoria a causa de demencia senil, o enfermedad de Alzhéimer uno queda, para siempre, prisionero de un eterno  presente. Paulatinamente se van borrando la memoria y las ideas hasta desaparecer uno mismo: sin pasado o futuro que nos determine de manera reflexiva, se permanece en un cuerpo latente expuesto y determinado por el presente, siempre en la alteración que nos determina y por lo tanto determina nuestra existencia, condicionada por el resplandor de un presente que nos reclama —como la luz ultravioleta reclama del insecto su atención, distrayéndolo hacia ella—. Esa es la enfermedad y el problema del presente perpetuo que impide vivir como una persona autentica y termina extinguiendo la vida, pues de igual forma que la deslumbrante luz ultravioleta extingue al insecto, en ese presente perpetuo, el yo pronto habrá desaparecido siendo la voluntad de los estímulos y aquello que los producen hacia nosotros luego de ellos

Pero ¿Progresamos? No lo sé→ ’la guerra es padre de todas las cosas’― o eso decía Heráclito / que dicho de otra manera i del padre o de la guerra es “el fuego" / en efecto→ el elemento primero (o principio i-que no lo mismo "la catástrofe o devastación" relativa de un fin o final de un tema / que luego es otro comienzo i otro tema (y por lo tanto no el principio igual i de la misma manera como al principio i-de todo antes lo conocido ahora) de todas las demás cosas i formas luego de la misma sustancia antes i que son de aquel origen→ o principio primero de todas formas después y heterogéneas de muchas i maneras las cosas del mismo fuego y la llama en cada una luego (como posibilidad→ ‘del cambio posible’) permanente en el devenir de un mundo regido de acuerdo con lo que Heráclito denominó el Logos (o verdad pero que no-es ciertamente Verdad (es decir→ hoy no-es lo mismo i de la misma forma después de las maneras de la razón → que de la palabra antes i verdad de una forma / luego es después-hoy de cualquier forma "en el discurso interesado" que lleva a expolición (i-de la retórica→ Repetición de un mismo pensamiento interesado a difundir a través de distintas formas, o lo que es lo mismo acumulación de varios que, sin ser enteramente iguales, vienen a decir lo mismo solo con la intención de reforzar o adornar con la expresión de aquello que se quiere dar a entender (i que otros entiendan / convenciéndolos) de manera interesada i mintiendo en ocasiones (pero que el otro no entiende ni sabe de lo que se le habla cuando incluso no advierte que detrás de las palabras o del texto está el propio interés del hombre i nombre que habla de una manera concreta a otro de lo no concreto ahí) haciendo del método de convencer i entiéndase del que habla i de la explicación→ de como de una profunda depresión i miseria en la que algunos viven pueden salir y aquel hablándoles de aquello mismo y tema que no ilumina o dice nada (más) el que explica pues no-es-ahí de la fuente→ la depresión y antes él bebiendo (y lo mismo del complemento ausente del nombre lo encontramos aquí ausente del hombre i de lo que habla ausente de su experiencia de antes→ él haber salido de la miseria que habita. (cuando i por desgracia para un miserable ni con dinero puede escapar de su condición / entendamos en el caso del miserable (Del latín miserabĭlis' o digno de compasión', un ser ‘lamentable). Σs decir que mejor es callar de Aquel-lo que (no se conoce por uno mismo de la experiencia i de antes abajo uno ir) de vn→ nombre antes y luego de un texto después prender negro sobre blanco la llama que dicho de otra manera ‘no podemos’ parar ni apagar igual Del sol / en ese instante antes del amanecer detrás I-del horizonte luego→ una sombra i del horizonte lo mismo a la puesta i del sol igual→ revelando de algunos esa sombra alargada que otros que no madrugan o a la puesta y más alargada todavía no pueden ver... y valga este ejemplo de alguien miserable a quien todos conocemos y hemos visto por televisión. / a quien le dedicó estas amables palabras... pues ‘y se le ha dado al hombre el más peligroso de los bienes, el lenguaje, para que con él cree y destruya’ (IV, 2.4.6) Hölderlin, Friedrich. /

Me pregunto, mi buen amigo Alonso si puedo frenar tu delirio; ese vértigo (o quizá miedo al dolor) que sientes cuando desde tu púlpito escribes recetas para la felicidad de todos sobre reinventarse i trazar un itinerario que nos conduzca a una nueva tierra: la tierra de las múltiples oportunidades la llamas (tu). Me hablas de explorar nuevas capacidades y del camino del héroe, de tu "Kun fu" y del destino (pero no se si solo soy yo, que te veo parado en un estrado (hacia→ hablando) luego (y tres puntos...) yo → me pregunto ¿Qué destino? Quién está hablándome (¿ahora, como si se dirigiese a mí sin conocerme y a todos a la vez sin conocerlos? / es decir→ sin dirigirse a nadie en concreto i hablando de nuevas tierras y un destino inconcreto del nombre ahí, cuando porvenir y destino es hoy (aquí y ahora→ en el presente que sucede (en el ahora y presente) necesariamente por una causa». Donde «lo primero y más importante no es tanto saber que nada deviene sin una causa, como que todo deviene en virtud de unas causas anteriores→ (y una causa en concreto, en el caso de cada persona→ en el ahora». Por lo tanto, amigo mío, sería negligente buscar (cuando no absurdo→ pretender encontrar de las primeras causas de cada uno  ya lejanas "de los demás" e igual uno que nos reconocemos producto→ de las propias causas; concluyendo que de todo principio (aquel→ "propio" y único accesible a cada uno) es causa de la anterior y luego (otra vez) de la primera, segunda y continua sucesión de diversos acontecimientos, que de cada uno, los cuales conducen (al individuo a un (otro) principio) o determinado origen: catástrofe lo llamaría C. Zeeman) como resultado y causa de todo lo anterior (hacia lo posterior (en el ahora→ cuando y por muy insoportable que parezca observo que ese mismo presente te tiene sujeto→ inmovilizado (representándote y representado de una voluntad (hacia→ los demás afuera...en redes sociales i otros medios, es decir:. /→ preso los mismos que te tienen con la rodilla sobre tu cuello de la necesidad y deseo de ser escuchado por ellos.

Luego no se puede derribar o menospreciar a quien te tiene estrangulado de espaldas contra el suelo. Solo se puede, en ese momento→ palmear la lona con el brazo que queda. Luego “negar la realidad presente de cada uno, amigo, es negarse a uno mismo (i negarse a enfrentarla) e igualmente negársela (la realidad) a los demás de poder enfrentarla... ofreciendo recetas falsas para un mañana que no llegará (pues mañana "es" igualmente hoy el presente que bifurcas de otros en un camino de perdición). Un crimen este, que alimenta de la ingenuidad de la muchedumbre desventurada unas falsas esperanzas, distrayendo (como una luz de neón) la atención de aquellos (de→ aquello y verdaderamente importante, a saber: que sobrevivir “hoy” es el asunto más urgente y único relevante...

La falacia no oculta la mentira→ tampoco la tontería del mundo, solo la enmascara. Pero la realidad se muestra contundente y más rotunda todavía con aquellos devorados por el parásito de la ingenuidad, que alimentarán deseos y vanas esperanzas, imaginando, trasladarlas luego a buen fin. Pues a poco de vagar laberintos les llega siempre el momento en El que comprueban que deben hacer frente a una realidad tan inminente como ineludible; que se torna en juego trágico con el destino. Llegado ese día, amigo mío, para unos maravilloso, para los otros el más desgraciado de sus vidas y —que siempre extrapolado a nuestro dominio— a todos nos ha de llegar (si no→ nos ha llegado ya) a saber: olvidada la promesa del último triunfo y una nueva tierra, e intuyendo el comienzo de aquello que no podremos soportar: será cuando reconoceremos en la vida la miseria de algunos en esta, junto a esa inminencia opresiva de la lucha terrible y final que para ellos se avecina, entre “llegar a ser definitivamente, o dejar totalmente de ser: «quedar en nada». Es en ese punto (que somos→ cuando reconocemos a nuestro verdadero enemigo, al más fuerte entre todos ellos: el miedo i miedo a ser y poder ser→ definitivamente nosotros mismos)

Tus recetas, amigo, solo sirven a tu cuenta bancaria. Quien se tenga que batir contra los propios demonios en este mundo no encontrará armas (→ herramientas útiles (palabra y verdad) en la falsedad y vacuidad de aquellas frases y gestos (siempre bien estudiados) Aquel que busque encontrará→ y lo encontrará de él mismo (de aquello de sí mismo y restos antes esparcidos, que que habrá de encontrar de otros reflejados igual fuera y utilizados como armas o herramientas que son del saber acumulado de la experiencia en las trincheras embarradas de la vida: viaje duro este, de uno hacia reconocer (conocer y pensar→ de corazón de su roca  luego adentro (pensando reflejándose y proyectándose luego i como una roca hacia→ ellos los demás (igual, uno que es otro más entre ellos). Y es por esto que (sabiendo bien las consecuencias de lo que haces ‘Alonso’→ no creo que sepas de que hablas ni a→ donde te dirige la razón, que no los propios pasos (a ningún ligar); ni mucho menos encuentro que estés capacitado (nadie lo está→ para guiar a alguien por aquellas selvas de la vida, entendiendo que cada cual) debemos y habrá (i cada uno) transitar en algún momento (saliendo luego a la propia luz→ no guiados por la luz de nadie o los demás). Y digo esto, sencillamente porque no te veo en el fango arrastrándote por el barro y mucho menos aún que alguna vez hubieses salido de él (más bien huyendo de aquello que siempre ha de llegar (y aquí un amigo tendrás). Pero Te veo más bien acomodado: un doctor, que no ejerce de doctor, ahora pasado a intelectual que quiere dar lecciones a los que ya peleamos contra el devenir (y contra los que son como tu) desde los pantanales todos los días hacia→ i de frente... en la enfermedad, en la miseria, en el hambre o en la finitud al límite de las propias esperanzas (hablo por mi). Vendes (tu humo→ en el que es tu propio templo) y por eso te critico: directamente i a un nombre público que debe aceptar criticas públicas como elogios públicos a su nombre.


Por suerte es fácil para quien quiere ver, luego poder ver la sombra del charlatán interesado que hay detrás ( de este texto arriba) aquella figura o imagen y representación que nos muestra. Y Nunca mejor que esta ocasión para terminar con aquella frase dirigida todo los que son de la misma manera y que "Viven del cuento" solo que vendido el cuento como realidad misma de la vida.


DE LA CURIOSOIDAD SUPERFICIAL
Y LA MENTE DEL MONO

La curiosidad Superficial, La Distracción: Y La Mente del Mono —. Por naturaleza —afirma Aristóteles— tienen todos los hombres deseo de saber; saber, por ejemplo, de una cosa. Y, por naturaleza, igualmente, casi todos necesitan hoy que alguien esa cosa se la explique, por ejemplo, en YouTube. Y es precisamente en la explicación, donde perdemos aquello más genuino de todo conocimiento. Pues saber, en su conjunto, y resumido en una sola palabra es: entendimiento; facultad esta que habrá de adquirirse por el examen propio de las cosas a partir de experiencias sensibles —también llamadas impresiones— y la información que estas últimas le ofrecen al juicio, respecto de las primeras— procurando llegar a conocer y, consecuentemente, a su producto: el conocimiento: y, no hay conocimiento de una cosa en su explicación; es decir, aquella que, por ejemplo, en una conferencia nos ofrecen otros de ella, esto es: “una conferencia que pretendiera hacerles creer a Uds. que entienden algo que realmente no entienden y satisfacer así, por naturaleza, aquello que Wittgenstein —introducción a su conferencia sobre lógica — considera, "uno de los más bajos deseos de la gente moderna" es decir, la curiosidad superficial, acerca de los últimos descubrimientos de la ciencia". La curiosidad procura un saber, pero tan solo para haber sabido. Es un saber instrumental movido por la vanidad. Se busca conocer para poder participar en (la sociedad) o para obtener un cierto estatus social. La curiosidad es el estado que caracteriza al hombre moderno, informal y mediocre, ávido de noticias, maravillado por la “innovación” –nos dice Heidegger; quien, además, distingue la curiosidad del asombro o la “contemplación admirativa” o thaumazein de los griegos, que para Aristóteles y Platón es origen de la filosofía y que está asociado primero con un “no-comprender”, con la aceptación de un misterio y una apertura al conocimiento y, por lo tanto, al ser. (Los dos momentos constitutivos de la curiosidad, la incapacidad de quedarse en el mundo circundante y la distracción hacia nuevas posibilidades, fundan el tercer carácter esencial de este fenómeno, que nosotros denominamos la carencia de morada.)-Heidegger.

El asombro, que se caracteriza justamente por una intensidad de la atención hacia algo, por quedarse con un único pensamiento u objeto presente (y sondear este a profundidad, esperando sin violentar su manifestación) degenera –cuando ese asombro no es llamado por la necesidad imperante de conocer (de conocimiento)– en mera curiosidad (un de aquí para allá sin parar) que semeja más a lo que en la India llaman “la mente de mono”, que constantemente cambia de rama, persiguiendo cada cosa que se mueve o le inquieta, e incapaz de discernir o detenerse en lo que merece de veras la atención. Según Heidegger, entiende que “si busca lo nuevo, es solo para saltar nuevamente desde eso nuevo a otra cosa nueva". En este ver, mirar no busca una captación [de las cosas], ni tampoco estar en la verdad mediante el saber de ellas, sino que en él procura posibilidades de abandonarse al mundo. Por eso, la curiosidad está caracterizada por una típica incapacidad de quedarse pensando en lo inmediato” en “el instante presente”.

De este modo llegamos a un punto en el que la cantidad monstruosa constantemente estímulos e información –de lo nuevo y excitante–a la que estamos expuestos en la actualidad, es abrumadora, sobrepasando en órdenes de magnitud cualquier estado y exposición anterior del ser humano: las noticias, los datos, imágenes y sonidos y palabras, se suman en una anarquía y competencia total, de tal forma que cada nueva idea que nos llega expulsa a la anterior, antes siquiera de que tengamos tiempo de considerarla (apropiada, falsa o verdadera). Los peores horrores y las más aberrantes pesadillas llegan a nosotros junto a otras ideas estimulantes (por televisión): las oímos, pero ninguna de ellas sobrevive en la mente más allá de unos minutos, antes de ser arrastradas por una nueva oleada de información que olvidaremos igualmente en una hora. Pero lo más alarmante de esta situación, resulta en que no solo es considerado por la sociedad un bien general o un derecho: (a “estar conectados o para saber de las desgracias ajenas”) sino, que más es una necesidad, como atestiguan nuestros jóvenes y no tan jóvenes. La distracción, viene así a reemplazar a la contemplación (madre del conocimiento). Las personas no se detienen, ni profundizan del instante frente aquello luego en nada, sobre todo en nada relevante: explorándolo y explorando sus posibilidades: conociéndolo; sencillamente pasan el tiempo en pensamientos apenas concretados o reaccionando continuamente a estímulos que les llevan de aquí para allá: a nada concreto y a todo a la vez→ nada constructivo, nada útil al individuo, simplemente se trata de entretenerse: distraerse, o dicho de otro modo: perder el tiempo, su único tiempo. La distracción se vuelve entonces premio final e inútil de la historia del ciudadano medio: mediocre que, además: exige distraerse. No exige libertad, derechos, cultura, sanidad, mejores condiciones laborales (NO), cuando sale del trabajo solo exige distraerse y se enfadará si no puede hacerlo (no se enfadará su precariedad laboral o lo mísero de su salario): luego, distraerse todos juntos es hoy la cumbre y el fin absurdo de la socialización. De este modo; la ambigüedad se convierte en el resultado último de la curiosidad superficial que define la actitud que el ser humano tiene hoy con el saber de las cosas, adquirido a partir de sus distracciones y no por el conocimiento o estudio propio e estas (sea cual sea el medio de este estudio) hoy acrecentado por el acceso indiscriminado a la información que “permite a cualquiera decir cualquier cosa, cuando se hace imposible discernir entre lo que ha sido y no ha sido examinado de uno, contrastado a verdad y expuesto tras una comprensión auténtica”, produciendo una indiferencia generalizada (ya a nadie le importa la verdad de lo dicho o que se comenta) en tanto a un mundo, en el que “todo parece auténticamente comprendido, pero en el fondo o no lo está, o bien no lo parece, y en el fondo lo está” si al menos: comprendemos que no hemos comprendido nada.

Pero, qué puede hacer uno, cuando a tantos les importa nada, al ver el punto a que se ha llegado; sobre todo en algunos aspectos de la sociedad, de la vida, o de esa cotidianeidad abominable que son las Redes Sociales, cuando ciertamente ya no interesa a nadie la realidad que acontece fuera, lo que sucede: la verdad, la realidad en el mundo y de las personas que nos rodean, más allá de cuando a ellos les afecta; y solo importa la desmaterialización del mundo (hacia el Metaverso) , para servir más a la distracción, lo conceptual, lo relativo y sin valor: a la fantasía (que toman por real) y alimenta el tejido de un cosmos creado para sí mismos; dentro del mundo que otros han creado para ellos; dentro, de una sociedad que han creado para todos; y ahí, encerrado, la felicidad (absurda) del ciudadano es absoluta: lejos de la realidad y del mundo; bombardeado por los medios, recibiendo, cuando no exportando, absurdeces y tonterías a cada hora, todos los días. Y lo más curioso, es cuando toca salir, e ir a lo real y concreto de sus vidas, pues la mayoría parecen perder su entusiasmo; quizá, porque la realidad es demasiado práctica, fría y dura como para entusiasmar el alma distraída que no puede encender su entusiasmo en aquello que no sea absurdo y tribal.

Si no levantamos la cabeza, esta lluvia abrumadora de estímulos perfectamente diseñados y pensados para mantenernos adheridos a la pantalla y a la información, nos hará prisioneros de un siempre eterno presente, perteneciente a una realidad distinta: otra realidad que se pretende i quiere otros que hagamos nuestra (y de nuestra ausencia y presencia en la vida su riqueza). Esa es la enfermedad actual y también el problema que en españa igual (como el alzhéimer o la demencia) aleja de la propia vida, de la verdadera realidad, y que impide centrarse en el instante cotidiano y fijarnos reconociéndonos unos a otros vecinos: en el yo del otreo, y poder uno vivir como una persona autentica, en el mundo. Y de aquella película como diría un argentino te recuerdo→ ‘Te olvidaras de todo, nada dejara huella. Estarás exiliado de la verdadera realidad, incapaz de actuar, “demasiado información a la que reaccionar” de todos los problemas del mundo. Serás enterrado por la información, lejos de todo lo que deberías hacer. Incapaz de elegir e intercalar la acción con lo real’. Y mientras tanto, el mundo y planeta sigue rodando y muriendo como ellos: un poco más cada día; la realidad, el tiempo, la vida y las estrellas pasan, sin ser mínimamente conscientes de todo ello: y aquello allí, distraídos en su mundo de fantasía.

El peligro de escuchar a todos y no escucharnos a nosotros mismos—. De la realidad nada es más trágico que vivir en el absurdo de aquel sufrimiento que nacer conlleva de anhelar antes lo que no-es de sí mismo i propio de otros / luego consecuentemente no-ser en un mundo “este” donde después las penas prevalecen ‘siempre’ sobre las alegrías Y hablar de aquello igual (no propio i de lo mismo repetido antes de otros son→ luego de él las palabras / que son lamentos de una existencia condenada a desaparecer como única certeza.

Nadie dijo que la vida fuese fácil, ni tampoco que vivir digna y auténticamente fuese en ocasiones tan difícil. Lo que recuerda aquello de “nada que resulte fácil valdrá la pena”. Y esto me lleva a pensar en el modo de vida que llevamos, digamos fácil ―no refiero aquí las contingencias de cada uno, que las habrá― y, si esta “facilidad/comodidad” (todo organizado para que lo tengamos a mano, como la comida en los supermercados) vale la pena, en tanto y cuanto luego, esta misma forma de vivir, nos limita y dirige hacia qué debemos ser o hacer, privándonos, cuando no prohibiéndonos lo que nos gustaría (en tanto a la libertad individual) poder ser o hacer, llevándonos a este estado perpetuo de conflicto: lucha y disputa, desde el mismo día nacemos.

Sartre considera que no existe la naturaleza humana. Esto quiere decir que en nosotros no encontramos unos rasgos fijos que determinen los posibles comportamientos o las posibles características que podamos tener. Para muchos autores esta afirmación es exagerada: desde las teorías religiosas se defiende que el ser humano, tiene un alma y que ésta es precisamente su naturaleza; desde la biología se indica que nuestra constitución genética se realiza en lo fundamental del mismo modo en todos los seres humanos de todos los lugares y de todas las épocas. Sartre rechaza la existencia de una naturaleza espiritual o física que pueda determinar nuestro ser, nuestro destino, nuestra conducta. Para él el ser humano en su origen es algo indeterminado, y sólo nuestras elecciones y acciones forman nuestra personalidad. Pero si no existe una naturaleza común a todos los seres humanos, ¿por qué llamamos seres humanos a todos los seres humanos?, ¿en qué nos fijamos para reconocer en el otro a un semejante? Sartre introduce el concepto de “condición humana” que son los límites comunes a todos los hombres; serían los siguientes: 1. estar arrojado en el mundo; 2. tener que trabajar; 3. vivir en medio de los demás; 4. ser mortal. Todo individuo se ha tenido que enfrentar a estos hechos inevitables y ha resuelto de distintos modos los problemas vitales a los que conducen. Con estos cuatro puntos Sartre se refiere a la inevitable sociabilidad humana, a la inevitable libertad en la que vive el hombre y a la inevitable indigencia material de nuestra existencia, indigencia que obliga al trabajo y a las distintas formas de organización social que sobre el trabajo se levantan. Pero el hombre tiene la posibilidad de engañarse adoptando alguna forma de determinismo, esto es la mala fe, que es un estado de conocimiento y desconocimiento simultáneos. Por un lado, se es consciente de la propia libertad, del futuro, que es lo que no es, y, por otro lado, no se es consciente de que no se es lo que es, el pasado, así se enmascara la libertad y desaparece la angustia. La mala fe es un auto engañarse, mientras que la mentira es engañar a los demás

Y precisamente, es aquel "individuo" que, en su disputa, sometido a la presión que supone vivir como proyecto, aún incompleto, cuando en ocasiones “cae”, pues es cierto que la existencia es el lugar del ser -en el mundo como “individuo” donde existe, pudiendo alcanzar todas sus posibilidades (un desarrollo personal) trazando metas e intentando cumplirlas. Pero en el mundo vive igualmente con los el "uno" (los otros), y puede llegar el momento en el que el ese “individuo en disputa” tras comprender su realidad que, por más que para muchos sea desatendida o pase inadvertida, tiene igualmente una “existencia” —más allá de aquello que es vida o, un vivir por vivir— también, se da cuenta de que no se ha creado a sí mismo, ni tampoco al mundo en el que se encuentra, sino que sencillamente está ahí (ahora parado e indeciso) sin un fundamento aparente o razón: sin motivo y, además, también se da cuenta (ahí-parado), de que “tampoco” ha escogido ser cómo es: una persona “un ente” que existe y que habrá de elegir unas opciones: posibilidades de vida y no otras, siendo en cualquier caso responsable de cuanto luego acontezca, dependiendo de aquellas, sus propias decisiones. Y es posible entonces, que ese “individuo en disputa” pase entonces a ser un individuo “en conflicto” consigo mismo; entiéndase: en disputa con la sociedad, por su libertad, pasando a estar en conflicto, no tanto dejando ya de creer pero sí, rindiéndose y gradualmente dejando de creer por encima de todo y de todos: en su libertad y experimentando esa ingrata sensación: el saberse abandonado a sí mismo: angustiado y escuchando lo que el “uno” (que no es ninguno y son todos) tiene que decirle; comenzando el entonces a disiparse en la mundanidad, en el dejarse llevar por el exterior, por lo que se dice, por lo que se piensa, por lo que no es nadie y son todos: la sociedad, sus estructuras que implantan lo que está bien y está mal, lo que se debe y no se debe pensar o hacer; corriendo entonces más peligro que nunca; peligro de dejar de vivir, o vivir propiamente; bien, porque no encontró, no escuchó, o dejo de escuchar su ser. Es por ello la necesidad inmediata de darse de baja, dejar de pertenecer, renunciar; enfocándonos en aquello que precisamos para iniciar nuestro peregrinar. Pues, y pese a no haber escogido (el individuo) ser o existir, y pese a no haber escogido todavía “su manera” de ser o existir, el ("ser que está ahí", el “individuo en disputa”) ha de saberse responsable de su propio camino, de su propio ser, tanto como si él mismo lo hubiese creado o construido; pues más allá de cualquier duda o contingencia posible, desacierto o incluso caída, comprende (tiene que comprender) que en existir y sólo en su existir se juega su ser: ser como decida él mismo ser o no ser, y no como otros decidan que sea.

    MEDIOCRIDAD Y REDES SOCIALES


.8- Mediocridad y Redes Sociales—. De lo que se trata pues, es de no distraerse: buscar al ser nos hará más libres, pero hay que ser animoso y buscarlo, por supuesto la angustia está ahí cuando nos cuestionamos al ser; sin embargo, hay que afrontarla y ser-ahí, preguntar, no sucumbir a una existencia inauténtica y baldía: no siendo un: no-ser, o (Das Man) ( el “uno” – “los otros”) al que la cotidianidad y mediocridad le envuelven y determinan, valorando lo cotidiano y mediocre haciéndolo fundamento de su vida, ni creer falsos infinitos: como que la felicidad es eterna, o el amor dura para siempre, pues cuando estos falsos infinitos fallan, te dejaran pedaleando en el vacío.

I

Hay quien opina, aunque yo no termino de coincidir “que en la ética venidera florecerá un idealismo, independiente de dogmas y apriorismos metafísicos" pues, pienso que de los ideales fundados en la experiencia social, sólo pueden reforzar la misma doctrina existente en esa sociedad, reforzándola si cabe aun más, y desterrando definitivamente todas las posibilidades de advenimiento de lo propiamente humano, que jamás sobrepasará a ésta, sino más sucumbiendo bajo ella. Sin embargo, coincido en la idea que los ideales, representan un aliciente a la función humana del pensar; y que un ideal no es una fórmula de ninguna manera muerta, sino algo a perfeccionar y probar; aunque, y para que sirva debe ser concebida en función de unas posibilidades factibles: dirigidas, no tanto hacia lo social, como lo debería ser hacia lo individual.

II 


La modernidad se construyó sobre aquella idea de la invención del individuo, proponiendo que cada individuo, por si mismo fijase sus propias metas según su voluntad y deseos, alcanzándola luego de una manera natural, es decir, dándole sentido a la propia vida. Pero, este entusiasmo hacia un individuo emancipado y autónomo, que perseguía ideales siendo capaz de auto determinarse —venida entonces de la Ilustración y algunas filosofías románticas, como las de Nietzsche o Hegel; entendiendo, aquella noción de individuo como ser emancipado (que advertimos, por ejemplo, cuando Nietzsche exalta al individuo criticando duramente a la sociedad) —se ha revelado hoy como una obra en la práctica, utópica; pues, para que aquello ocurriese deberían ser los propios individuos dentro de las sociedades (a las que pertenecen y “sirven”) quienes, deberían tomar aquel ideal por suyo; pero, cómo convencer en algo o para algo a aquel ciudadano ya presa de la esfera social y bajo la influencia de “los otros”, que ha perdido su autenticidad; más, cuando luego observando el conjunto de la sociedad, encontrar ese individuo que piensa y obra por cuenta propia –rigiéndose por sus propios valores es casi imposible– resultando más que una hipótesis, un imposible.

El hombre moderno se encuentra “arrojado” nos dice Heidegger, inmerso por completo en su cotidianidad, capturado por una “sociedad” que el mismo ha deificado. Heidegger utiliza un término das Man, traducido como el “uno”, pero quizá se entienda mejor como “ellos”, “los otros” o la publicidad misma, la esfera social u opinión pública, en definitiva: la sociedad, donde el hombre moderno subordinado “inauténtico” y “Mediocre” es de entrada incapaz de usar su imaginación, para concebir ideales que le propongan incluso a él mismo, un futuro distinto al presente del que participa, y unos ideales, principios por cuales luchar. Cuando un filósofo, intelectual o pensador enuncia ideales, para beneficio de éste: el individuo (el hombre) o, bien para mejorar la sociedad en la que vive “humanizándola”, la comprensión inmediata de estos ideales: razones, le resultan más difícil de entender o asimilar, cuanto más se elevan sobre sus propios prejuicios y la charlatanería y locuacidad convencional reinante en el ambiente social que le rodea; y lo mismo ocurre con la verdad, cuando la opinión ajena únicamente es fácil de entender, para quien le concuerda (ésta verdad), con rutinas “sus rutinas” secularmente practicadas. es por tanto, muy difícil para aquel ciudadano medio, entender todo aquello que de múltiples maneras para su bien le sea expuesto, cuando su imaginación no pone mayor originalidad en el concepto y la forma que se le muestra. De ahí, que el individuo, el ciudadano, se vuelva sumiso a la rutina, los prejuicios y la domesticación; volviéndose parte del rebaño o colectividad, cuyas acciones o motivos no sólo no cuestiona sino que sigue ciegamente. aquí, es precisamente donde aquel concepto del ser, del hombre, que es pura posibilidad abierto a un sin número de posibilidades hacia fuera, se desmorona hacia adentro: colapsando, sucumbiendo; cuando encontrándose en el mundo (al sujeto) con los otros “ellos”, y “la sociedad” acabará indefectiblemente por definir lo que el individuo es, o será de manera particular, y terminando en lo que Heidegger define como una vida “inauténtica”, refiriéndose al respecto: (El uno [das Man, el ellos] despliega una auténtica dictadura. El uno, que no es nadie determinado y que son todos (pero no como la suma de ellos) prescribe el modo de ser de la cotidianidad).

III

La sociedad, o la ingeniería social, ha dedicado siglos a crear su “buen-ciudadano”: dócil, maleable e ignorante de la realidad. Un ser prácticamente vegetativo (que durante la semana se levanta, trabajar, vuelve del trabajo, recoge a los hijos, cena, ve la televisión y se va a dormir) carente por completo de personalidad y contrario a la perfección (propia o ajena): insolidario y cómplice de intereses creados que, lo hacen un borrego necesario del rebaño dentro de la sociedad. Una sociedad, que no es “nada ni nadie determinado” sino una abstracción deificada por aquel que la deifica y la convierte en su nuevo ídolo, centro y referente de todo significado, mostrándosele como normalidad y medianía, y al tiempo “medida de todas las cosas”, siendo referente interiorizado por el ciudadano, y tendencia en aquellos individuos dirigidos o tentados hacia la mediocridad y el aplanamiento de sus posibilidades de "poder ser" (ellos mismos) , pasando a ser-inauténtico (como los otros), o como mucho, una caricatura deformada e irrisoria de cuanto puede ser. Pero, ¿por qué elegir no-ser, cuando se puede ser?

La mediocridad, nace de la angustia del individuo, una angustia estéril propia de de saberse, en su caso, pero no encontrarse jamás; una angustia pues, que puede ser superada; siéndolo en dos direcciones, una de ellas estéril (de la otra fructífera hablaré en otro momento) cuando superando durante su camino esa angustia, no es capaz de constituirse y verse a sí mismo, ni crear un proyecto de vida propio e individual; entonces (dejando de buscarse, cansado o porque quizá no quiso o supo buscar-se) más temiendo la soledad que deviene, buscará la pertenencia agregándose al grupo, o rebaño social, para luego integrarse en subgrupos o “clases” (política, asociaciones, etc.) siempre, guiado por el hēgemon-social: a estas alturas ya es un conformista, que no hará nada por si solo), y que como otros no aspira a otra cosa que lo propuesto en las directrices que gobiernen la sociedad a la que pertenece, como por ejemplo: casarse y tener hijos, comprar una casa, coche, hipotecarse, consumir lo innecesario (donde encuentra paz y felicidad) adoptar una opción política existente (de las dispuestas). Luego, en su vida complaciente, este sujeto (desprovisto de su ser) se vuelve con el tiempo rufián y escéptico, un cobarde siempre malhumorado, crítico ignorante que jamás aprenderá a amar: pues quien no se respeta y ama a sí mismo, sirviendo a otros, se odia y odiará todo lo demás. (En la previa determinación de lo que es posible o permitido intentar, la medianía vela sobre todo conato de excepción. Toda preeminencia queda silenciosamente nivelada. Todo lo originario se torna de la noche a la mañana banal, cual si fuera cosa ya largo tiempo conocida) – Heidegger.

El sujeto encuentra en este punto cierta paz, pues la sociedad libera al individuo de la responsabilidad de definir por sí mismo lo que es, pero igualmente: de la aventura que implica el verdadero conocimiento, así como del misterio de la existencia. El “uno” (“ellos”, la sociedad) anticipará desde este momento, siempre, todo juicio y decisión de aquel, despojado todo ciudadano de su responsabilidad. El “uno” puede, por así decirlo, darse el lujo de que constantemente 'se' recurra a él”. Existimos por lo tanto, y a la vista está, en un mundo que aparentemente ya ha sido descubierto, definido y conquistado, por “los otros”; y una vez que nos amoldamos a él, podemos aflojar, dejar de angustiarnos y dedicarnos a ser entretenidos por las maravillas que produce la sociedad iluminada. Nietzsche es contundente: “¡Cuán acogedor, cuán amigable se vuelve con nosotros el mundo tan pronto actuamos como todos los demás actúan y 'nos dejamos' ir como todo el mundo!” (Genealogía de la moral). Por tanto el mediocre será culto y admirador de la cultura, tanto como se pueda concebir cultura la basura que admira; una cultura y erudición de masas, impuesta, dentro de las sociedades occidentales, que bajo un disfraz pseudo-democrático esconde una estructura totalitaria (instrumentalismo incrustado) al mismo tiempo que es un ente capaz de reprimir todo cambio cualitativo: una realidad, ésta, por muy pocos conocida; pero de lo que ya se advirtió hace más de un siglo sucedería (En este artículo me aventuré a predecir algunos resultados de los cambios políticos propuestos entonces. Reducida a su expresión más sencilla, era la tesis mantenida por mí que, si no se tomaban las precauciones debidas, a un aumento de la libertad aparente, seguiría una disminución de la libertad real. Nada ha venido después que modifique la creencia entonces expresada. Medidas dictatoriales, rápidamente multiplicadas, han tendido de continuo, por dos caminos diferentes, a mermar las libertades individuales. –EL INDIVIDUO CONTRA EL ESTADO –H. Spencer. A partir de la versión española de A. Gómez Pinilla (F. Sempere y Cª editores, Valencia s.f.)

Pero el “mediocre” no tiene idea del contexto en el que se desenvuelve; menos aún qué es cultura, pues no sabe ni entiende de ella. Identificando, por ejemplo, la música clónica y de un mismo patrón como cultura e, igualmente, con los cánones de belleza (o modas) que son igualmente ficticios e impuestos, y no se dan sino como producto de la ilusión creada —y quien vive de ilusión es un iluso— cuando el que exista un ideal, no desprecia que lo real, por el contrario de lo ideal, sea igualmente bello, aunque no admirado y deseado por este mediocre, que se sentirá más realizado imitando algo o alguien: un cantante por ejemplo; o bien, siempre le quedará la moda: llevando el mismo corte de pelo, barba o ropa que otros; contentándose con aquello que se le ofrece, pues no es capaz de interpretar otras vías de realización y aceptación que no sean las impuestas. Luego, posiblemente, buscará ideales de singularidad que le pretendan diferente: único, pero que le son igualmente impuestos, por ejemplo por medio del coche se anuncia (en la televisión- publicidad) que conducirlo hará de su propietario alguien diferente, cuando no es sino otro borrego más. Así, distinguimos a los mediocres fácilmente: unos acomodados y otros no tanto, pero todos dentro del rebaño: viviendo sin una voz propia, o se advierta de su existencia pues la sociedad quiere y piensa por ellos, y por tanto absortos en el consumo, y caracterizados principalmente por aquello tan banal y frívolo que llamamos: la habladuría, la curiosidad y la ambigüedad que antes en diarios, televisiones o radios, pero ahora materializándose de manera omnipresente en las redes sociales, en (un estar siempre-ahí) conectados al flujo de información, a la voz de lo convencional ( aceptado por acuerdo) y, donde esta red-social es prisión, enredamiento y literalmente una emboscada mental, un caer cautivos del caos enajenante de la muchedumbre, lo que Heidegger llama das Verfallen. Armados por la tecnología –que será el centro de la crítica posterior de Heidegger– y envalentonados por tener una voz, comentar publicar, serán capaces de penetrar en la distancia y en todas partes, decidiendo –a su entender– lo que es el ser y definirlo para los demás; pero nunca alcanzando un fin, jamás preguntándose por su libertad: son esa sombra proyectada gracias a la cual algunos valoramos tanto la luz.

Los mediocres, como vemos, son unos genios vanidosos que se muestran como verdaderos ignorantes, señores del hablar repetidor, superficial, trivial, el chisme, el consumo y la circulación rápida de información o basura. Mostrando un no conocimiento o un conocimiento de las cosas “a la ligera” banal y sin “fundamento” o que, sin embargo, se presenta como autoritario en la sociedad, y crea la media o el parámetro general en redes y medios, diseminando así, y nivelando hacia abajo, la capacidad de entendimiento de los individuos (cada día más ignorantes y tontos): refiero, por supuesto “esa posibilidad (imposible) de comprenderlo todo, sin apropiarse previamente de la cosa y, por tanto de cuando “La comprensión media del lector, podrá jamás discernir entre lo genuino que ha sido conquistado y alcanzado originariamente a través del conocimiento o experiencia y lo que meramente es repetido por aquel al que escucha” estableciendo así el imperio de la 'opinión'; opinión que Platón tanto criticaba, pero sobre todo despreciaba a quienes hacían del falso conocimiento adquirido y de la apariencia un medio de lucro personal o de ascendencia social. En este sentido: Sócrates sabía muy bien lo que se hacía, no queriendo escribir nada pues, ¿en manos de quién caería el sabio pensamiento? ¿Y qué haría luego? No le faltaba razón, de ser esta la causa; pues ocurre, cuando en manos del que luego con ese conocimiento y como si fuese propio, dicen saber y nada saben de nada, no reconociendo jamás de su ignorancia. Ignorancia, casi siempre facultada en la de los demás; pues normalmente resulta del que menos capacidad de pensar tiene, aquel que precisa de los pensamientos de otros y en la cita redundada de éstos una vez y otra recitándola, fundamenta y se fundamente ante los demás, y en aquello que en su esencia y razón verdadera en cuanto a origen y necesidades ciertas del preciso momento en que fue parido, ni idea lejana tenga. Siendo interpretado, en consecuencia, para fines que el deseo de reconocimiento, poder, ego y otras cosas iguales, similares o peores alimenta. Y aclaro: dije menos capacidad de pensar: "razonamiento a partir de las mismas fuentes etéreas donde nace el conocimiento". No dije "inteligencia", pues sabe dios que los hay muy inteligentes y, más hay listos) blandiendo tan preciado recurso: el pensamiento ajeno y sobreviviendo luego en consecuencia de él, utilizándole como herramienta.

luego, es precisamente en este sentido de reconocimiento y ascendencia social, cuando el ciudadano no puede ya como individuo ascender a, sino ascender como ciudadano, cuando este más se radicalizará, no aceptando nuevas ideas, opiniones o formas de ser distintas a las que entiende o ha aprendido y hecho propias a lo largo del tiempo (las únicas que entiende y conoce) dentro de la tradición a la que pertenece, sin darse cuenta o sin importarle, o incluso despreciando el hecho de que justamente las creencias son relativas a quien las cree, pudiendo existir hombres y mujeres con ideas totalmente diferentes y contrarias al mismo tiempo. Pero de la mediocridad del indolente -que acata la voz de su amo como un perro, y desde esa seguridad que le da saber que hace y piensa lo que le dicen- se desprende que todo esto de da igual: no le importa, pues el mediocre está en perpetua lucha contra el idealista, al que intenta opacar desesperadamente toda acción, pues sabe que su existencia y ascenso depende de que el idealista nunca sea reconocido. Surgiendo entonces la peor faceta: el fanatismo, donde adoptando una moral radical artificial e impuesta -pues no existe una natural- al ser incapaz de decidir desde la subjetividad lo bueno y mejor para él y para todos (desde su propia perspectiva) denunciará y descalificara cualquier otra posibilidad de liberación de otros, pues no tiene dignidad, ni puede contribuir al bienestar de sus semejantes, aunque él piense que sí desde el maniqueísmo de pensar que todo lo que él hace esta bien, y lo que hacen otros está mal. Es algo que difícilmente se puede calificar de "persona" al no alcanzar esas mínimas cotas de dignidad que convierten a alguien en persona.

¿Culpable? No, no es un crimen ser así: "El Dasein se comprende siempre a sí mismo desde su existencia, desde una posibilidad de sí mismo: de ser (de eso de el)  eso sí mismo o de no serlo. El Dasein, o bien ha escogido por sí mismo estas posibilidades, o bien, en muchos casos ha ido a parar directamente en ellas, o incluso ha crecido do en ellas desde siempre. La existencia es decidida en cada caso tan sólo por el Dasein, por si mismo, tomando entre sus manos ser, o bien dejándose perderse " -Heidegger, ser y tiempo. Lo que finalmente me lleva a concluir, a mi pesar, que difícilmente las personas dentro de la sociedad, que viven y dependen de ella puedan cambiarla, cuando por cualesquiera razones observamos que éstas permanecen, pagando el precio por muy elevado que sea, sólo por permanecer en ellas. No tanto como algunos pensamos: eludiendo la realidad de su ser, pues parece que ciertamente su realidad es esa: estar-ahí como ciudadano, y no anhelando otra, como individuo. Luego y Que un hombre sea feliz, ¿Qué prueba esto? La felicidad es como el cielo, en ocasiones creemos estar en él, imaginando una realidad y, sin embargo, de inmediato advertimos que se trata de una ilusión temporal: una fantasía, que nos llena de desconsuelo al comprobar instantes después, que seguimos igual que antes: con los pies descalzos sobre el suelo” (06/11/2010)(1/18a)

LA NECESIDAD DE LA PREGUNTA POR EL SER

Y de ahi la pregunta por el ser (o de la necesidad de la pregunta por el ser) Parece existir un problema con el ser, es decir: estar relacionado con la palabra (y el entorno de esta), lo que se entiende, o se quiere decir cuando se usa la expresión “ser” no significa comprenderlo ( estar) ¿por qué digo esto? Bien, atengámonos a la realidad y publicaciones al respecto. Lo cierto, es que podríamos afirmar que se refiere la palabra ser, ya antes de experimentarlo, y por tanto alcanzar de algún modo a comprenderlo, y en algunos casos afirmaría que usando esta como muletilla, cuando siquiera se comprende lo que con ella se iba a decir. De ahí la necesidad luego de tener que explicarlo (subjetivamente y a su entender, lo que aquel refiere con el ser), para que otros puedan entender a aquel y lo que con ser, nos quería decir. Pero que luego parece no asentar, en el entendimiento de los demás, quizás, porque ni uno ni los otros lo llegaron a experimentar (conscientemente), y solo hablan de aquello (el ser), como representado, pero, que luego cada uno representa a voluntad y necesidad. De lo que se entiende que no se tenga una respuesta (la respuesta), no a la pregunta acerca de lo que propiamente queremos decir con la palabra “ser”; sino la respuesta a la pregunta, que propiamente habría de responder (de nuestra experiencia y reconocimiento en él) el ser.

Ignoro si es necesario despertar nuevamente aquella comprensión (clásica), para que a partir de esta, podemos volver a elaborar la pregunta por el sentido del “ser”. Pues dicha pregunta, no puede ser respondida sino (sino de la experiencia como experiencia y no como pregunta) por el mismo ser. Pues si hacemos de la vida una pregunta eterna, podríamos pasar la eternidad esperando dichas respuestas, mas si experimentamos la realidad, de la experiencia obtenemos lo que podríamos llamar aquellas respuestas, para los que pasan la vida haciéndose preguntas. Por lo que la cuestión del ser, se ha convertido en aquello que (a la razón le es oculto) pero todo mundo usa y comprende (aunque sin poderlo luego explicar), luego es aplicado, en el sentido que con él, algo → se quiere decir /algo →que si podremos explicar /sin necesidad de explicar el sentido del ser. De esta manera, lo que mantenía la inquietud al filosofar más clásico (estando oculto), se ha convertido hoy en algo manifiesto tan obvio y claro como la luz proyectada del sol que, sin embargo, y precisamente por la propia luz nos impide ver el sol / aquello que proyecta la luz, y con ello preguntarnos (mas allá de lo obvio) por ejemplo, ¿Qué es, realmente el sol?, más allá de lo que “es-para nosotros”, o nos parece que el sol es.

Y DE LA MISMA PREGUNTA PÒR EL SER  / ACERCA Y ANTES (DE ENTENDER LA  REALIDAD DE OTRAS FORMAS)  DE LOS MUNDOS INTERMEDIOS.


 "No es ése el caso del pensar llamado filosofía. Pues éste debe proporcionar «sabiduría mundana», cuando no, incluso, una «guía para la vida feliz». Pero bien pudiera haber venido a parar hoy un pensar semejante a una situación en la que fuesen menester reflexiones largamente distantes de una útil sabiduría de la vida. Puede que haya llegado a ser perentorio un pensar que se halle forzado a cavilar sobre aquello de donde reciben su determinación incluso las pinturas y la poesía y la teoría físico-matemática recién mentadas. También aquí tendríamos que abandonar, entonces, toda pretensión de entender el asunto de inmediato. Pero, y en este caso, sin embargo, sería ineludible que nos aprestásemos a escuchar, pues se impone la tarea de un pensar que se adelante a recorrer lo que se resiste a ser explorado". «(Prólogo TIEMPO Y SER Martin Heidegger (1962)».  

 

Encontramos pensadores que aluden en ocasiones a cosas y formas de ver, o cómo ver estas (los entes que observamos) que cuesta a priori entender, o al menos hacerse una idea nítida de ellas: como “el Ser” (para algunos el alma y parte divina que nos compone i los compone o define, junto a la materialidad corporal: o cuerpo físico), que contrariamente al pensar filosófico no supera dialécticamente el mundo de las formas que entendemos (mundus asdpectabilis) trasladándose no a otro contexto «más allá del horizonte o lado / borde que aporta la información de las formas» sino siendo de la forma que limita o contiene i lo mismo es de toda la estructura cósmica observada" (siendo aquello que trasciende y rebasa todos los entes reconocidos de las formas, sin ser él mismo ente igual ente i de la forma observada lo que lo proyecta, es decir, otra forma entre entes presente i reconocible de los bordes, sin que se agote).

Luego tenemos al Dasein —pensado con la finalidad de repensar la tradición metafísica (ontológica) occidental— que “propone” el ámbito en que se engendra la apertura de la persona hacia el Ser [el término Dasein, identificado con la existencia de la persona, fue impugnado por Heidegger (Carta sobre el Humanismo de 1947) quien rechazó su interpretación, pues para Heidegger el Dasein, alude a la persona como único ente que vive fuera de sí, abierto al Ser y a sufrir una revelación de Él]. Recordar que el Dasein Heideggeriano despertó gran interés en la psicología de aquel tiempo debido a la renovada concepción expuesta del ser humano. Y por último tenemos La Nada —ya de por sí controvertida y ardua de concebir— de la que Heidegger se ocupó con hondura en su escrito ¿Qué es metafísica?, donde tras plantear y elaborar la cuestión, esta fue abordada con un reiterado interrogante: ¿Por qué hay ente en su totalidad y no más bien la nada? Igualmente, Heidegger afirmó La Nada vedada al pensamiento científico, pues la ciencia nada quiere saber de ella; pero igualmente, sostiene que la nada es significativa, pues sobre ella reposa o asienta el ser.

Como vemos, se trata de términos complejos de pensar, más cuando entendemos se nos habla desde un pensamiento racional y lógico, que desestimó las creencias, o formas de pensar religiosas hace siglos. Lo cierto es, que se presta enmarañado desde un principio —razón por la que muchos desestiman plantearse la cuestión, antes incluso de empezar a pensar en ella— pues de entrada se nos remite, o invita, a “repensar” la tradición metafísica (ontológica) occidental; esto es, repensar la ontología que busca, identificar y aclarar las condiciones esenciales que determinan la identidad y la existencia de las cosas (entes) y hacen de estas lo que son, pero recordemos… haciéndolo, en esta ocasión de otra manera: “superando la tradición metafísica occidental” (para Heidegger la metafísica (de su tiempo) es el nihilismo propio, que consiste en el olvido del ser. La pregunta por el ser queda desplazada por la pregunta por el ente: Lo digno de cuestión para la metafísica ontológica es la entidad del ente: “de lo que está-ahí”) mientras que Metafísica es, precisamente, lo que no está: lo que no entendemos bien, o no podemos percibir. Y aquí brotan ciertas cuestiones que emborronan aún más el paisaje, por si no lo estuviera ya bastante, como: ¿Qué es real?; ¿Qué es existente o no existente?, ¿solo lo que vemos es real?, ¿existen otras cosas reales, fuera de nuestra percepción que sencillamente no podemos ver ni percibir?, y aquello que sí percibimos, pero no vemos, no escuchamos ni tocamos, ¿existe en realidad? Y por último: ¿podemos considerar aquello que percibimos pero no vemos, de alguna manera?

Entendemos por todo lo anterior expuesto y de esta invitación: a ‘pensar’ de otra manera —que por cierto, destaca por su lugar central en buena parte de estos planteamientos tardíos de Heidegger— los problemas que éste enfrentó cuando de manera racional y por medio del encadenamiento de conceptos y reflexiones, llegó a unas conclusiones luego poco reconocidas, vagas cuando no rebuscadas para muchos filósofos, y muy criticadas por la mayoría de ellos, en relación a la Nada y sus fuentes: la angustia. [ (…) Carnap examina los enunciados de Heidegger sobre «la nada», mostrando hasta qué punto transgreden las reglas de construcción de enunciados significativos. Estos discursos deben así lavar su vergonzante ambigüedad, tienen que clarificarse, derivando hacia la derecha [según el cuadro hacia las Ciencias] o hacia la izquierda [según el cuadro hacia la Literatura]. Las ciencias humanas derivan hacia la comunidad científica, la metafísica, en cambio, sólo posee sentido como discurso literario que traduce un estado afectivo, como la literatura.] - (E. trías).

Heidegger nos remite, pues a repensar la tradición metafísica de otra manera, pero ¿cómo? Él encontró una vía (insatisfactoria para muchos: tanto en ser y tiempo, como en su “Metafísica” referente a la nada, harto criticada), pues como suele decirse: si necesitas más de una explicación sobre algo y no es relativamente sencilla, lo más probable es que estés equivocado (precisamente esos textos tardíos dan fe de ello: de recomponer, cuando no explicar, algo inacabado). Pero volvamos a los textos tardíos, y al pensar rememorante (si ayuda en algo). En ellos se muestra (el recuerdo, en relación/su relación, con el pensar) pues el olvido se manifiesta como una potencia que nos rehúsa el encubrimiento, haciéndonos ajenos al misterio del ser “en la medida en que el misterio se rechaza a sí mismo en el olvido y para el olvido”… /…“lo que cae en el olvido, lo que se olvida, tira luego precisamente de ese ser olvidado hacia el olvido” (Heidegger). Este pensar rememorante no es forzosamente como el pensar de la filosofía —convertida hoy según el propio Heidegger en simple oficio, o en una mera ‘sabiduría mundana’—pero se encuentra en estrecha relación con ella: bien como su destino (de la filosofía) o bien, como la tarea en la que esta se convierte luego de su final. No obstante, más allá́ de su relación con la filosofía (o con lo que queda de ella luego de la superación de la metafísica) este pensar rememorante, es en esencia una actividad, esto es, una labor humana fundamental y latente en muchas de las prácticas habituales de los individuos: una práctica que en su simpleza da testimonio de la cercanía originaria del hombre con el ser, y por tanto también un medio para replantear la relación del ser humano con este: el Ser,

Ignoro si sólo yo lo he pensado, pero se diría, cuanto más leemos y profundizamos estos textos tardíos, que sota las referencias y frases convencionales expresadas por Heidegger, hubiese en ellos un mensaje sincrético y a la vez oculto —no descrito, pero inscrito a su vez: una clave de bóveda— que nos remita a qué hacer /hacia dónde ir. Pues, ciertamente, suficiente había hecho él ya, rayando los límites y paradojas del lenguaje ortodoxo, dogmático y convencional en sus exposiciones y escritos (harto criticados en su momento) como para sugerir abiertamente un camino cismático más allá de estos límites. Pero lo cierto es, que si queremos abordar este otro barco desde el nuestro, deberemos no solo saber navegar, sino que precisaremos en algún momento de sus propios aparejos para orientarlo y a su vez guiarnos nosotros en el.

En mi ignorancia, que es como el universo: infinita en todas direcciones, he decidido abordar el resto de este texto, a partir de otra forma de pensar: digamos más heterodoxa, a partir de esa clave de bóveda luego resuelta de sus propias palabras: Repensar la tradición metafísica (ontológica) occidental, “superándola”. Vayamos por partes… Podríamos repensar la tradición, metafísica (ontológica) occidental, bien: pero ¿Qué pasa con superarla? Una cosa solo se supera saliendo, sobrepasando esta: estando fuera de ella: ni por encima ni por debajo, fuera. Pero al salirnos de algo, igualmente, siempre caemos en algo. La cuestión es, ¿Dónde queremos caer?, desde dónde queremos o es el mejor lugar para empezar a repensar ¿Desde el pasado? ¿Desde el recuerdo? Desde un pasado olvidado, por occidente que debemos recordar. Él no nos lo dice claramente, pero ¿Quizá refiere a la mística? Quizá nos está remitiendo a Eckhart.

Hablar acerca de la influencia que un autor ha ejercido sobre otro entraña siempre un cierto riesgo. El mismo Heidegger nos previno de ello. Sin embargo, existen razones para creer que admitir huellas del lenguaje místico de Eckhart en la obra de Martin Heidegger, particularmente en la última etapa de su pensamiento, no sería aventurado. Alguna mención a Eckhart aparece en varios pasajes de su obra, desde la conferencia de 1915 sobre el concepto de tiempo [(“Der Zeitbegriff in der Geschichteswissenschaft”), su escrito de habilitación titulado Die Kategorien und Bedeutungslehre des Duns Scotus (Las categorías y la doctrina de la significación en Duns Escoto), que data de 1916, y aquellos apuntes preparados en 1919 sobre Los fundamentos filosóficos de la mística medieval (Die philosophischen Grundlagen der mittelalterlichen Mystik), hasta trabajos muy posteriores como Die Technik und die Kehre (La técnica y el giro), Was heisst Denken? (¿Qué significa pensar?), Gelassenheit (Desasimiento), Der Satz vom Grund (La proposición del fundamento), Vorträge und Aufsätze (Ensayos y conferencias), Der Feldweg (El sendero de campo) y Die Frage nach dem Ding (La pregunta por la cosa), todas obras que han aparecido a partir de mediados de la década del 40]. Esto significa que Heidegger no sólo conocía el pensamiento de Eckhart, sino que incluso lo ha tenido presente de un modo u otro, desde los comienzos hasta la última etapa de su derrotero intelectual. De otra parte, no parece difícil conjeturar que términos tan característicos del lenguaje eckhartiano como Wesen (esencia), Grund (fundamento), Abgrund (abismo, sin fondo o fundamento), Gelassenheit (desasimiento), Abgeschiedenheit (separación, distanciamiento) tengan alguna relación de sentido con esas mismas palabras que también aparecen en el último Heidegger y cuya significación no es meramente accesoria. Vale decir, aun reconociendo que el horizonte en el que se despliega el pensamiento del místico medieval es indudablemente diferente del heideggeriano, la analogía de sentido no puede estar ausente en tanto términos como aquellos son adoptados deliberadamente por Heidegger. No obstante, las referencias explícitas de Heidegger, así como la simpatía que manifiesta hacia el Eckhart, avalan la convicción de que la adopción de una modalidad de expresión análoga no ha sido mediada por otros autores, sino que ha resultado inspirada en la lectura del místico medieval. Sin embargo, en su disertación de 1916 para ser habilitado en Freiburg, Heidegger nos brindó un importante indicio que enlaza la mística especulativa medieval con el curso que en el futuro tomaría su pensamiento. En aquel escrito, dedicado al autor de De modis significandi (Sobre los modos de significar), a quien por entonces Heidegger identificaba con Duns Scoto aunque luego se probaría que era Tomás de Erfurt, Heidegger encuentra un aspecto importante en la objetividad característica de la escolástica, atenta a lo real por sobre la experiencia subjetiva. Sin embargo, igualmente nos señala que “sería errado pensar que detrás de aquella actitud teorética, especialmente dirigida al descubrimiento de estructuras y relaciones inmutables, no hay nada viviente”. Por el contrario, junto a la búsqueda impersonal de los principios y relaciones objetivas, late la vida del alma que busca a Dios en la práctica de la moralidad ascética y de la unión mística con Dios. Por eso, dice Heidegger, “para arribar a una comprensión decisiva del carácter fundamental de la psicología escolástica, considero que un examen filosófico o, más exactamente, fenomenológico de la mística, la moral teológica y la literatura ascética del escolasticismo medieval, resulta especialmente urgente. Sólo por tal camino nos dirigiremos hacia lo que es viviente en la vida del escolasticismo medieval”. Por lo demás, Heidegger está convencido que “en la visión medieval del mundo, escolasticismo y misticismo están esencialmente unidos”, lo cual no puede extrañar toda vez que se comprende que aquellos dos rostros del Medioevo no se oponen como lo racional a lo irracional, sino que se nutren y se sostienen uno al otro. En este sentido, Eckhart resulta un buen ejemplo de ello, en tanto en él la especulación y la experiencia mística se muestran en su unidad viviente.

 Quizás por ese motivo, en este mismo escrito destinado a su habilitación, Heidegger anuncia un trabajo suyo sobre Eckhart que, aunque nunca llegó a concretarse, muestra la importancia que ya en aquella época temprana le asignaba al turingués. Mucho tiempo más tarde, en 1960, dirigiéndose a un grupo de teólogos en Marburgo, se registra que Heidegger señaló una sugestiva analogía, a saber: que el ser es al pensar como Dios es al pensar conducido en el interior de la fe (ROBINSON, J. M., y COOB, J. B. Jr. (Eds.) The Later Heidegger and Theology. New York, Harper and Row, 1965, pp. 42-43, citado por CAPUTO, J. D. “Meister Eckhart y el último Heidegger: El elemento místico en el pensamiento de Heidegger” en SCHÜRMAN, R. y CAPUTO, J. D. Heidegger y la mística, Córdoba, Ediciones Librería Paideia, 1995, p. 100. ). Esa indicación ha dirigido inmediatamente la mirada de los investigadores hacia Eckhart, pues tal analogía resulta particularmente fructífera cuando se intenta encontrar cierto paralelo entre el vínculo que une a Dios y el alma en la doctrina eckhartiana, y el que liga al ser y el Dasein en el pensamiento heideggeriano. Naturalmente, advertir una analogía no significa afirmar que en Heidegger el Dios cristiano haya sido sustituido por el Sein ni equiparado a él, sino que, considerando la doctrina de uno y otro pensador, se aprecia una similitud en el modo en que estos términos se vinculan: así, en Eckhart Dios sería para el alma lo que en Heidegger el ser para el Dasein (el “ser-ahí”, es decir, el hombre) .

El punto central de la enseñanza de Eckhart (Eckhart de Hochheim nació en 1260 en Tambach, Alemania) es igualmente la Gelassenheit, la dejación, el vaciamiento. El predicador invita a una serenidad atenta al encuentro con el Misterio, una apertura a la apertura, la atención a las múltiples posibilidades que ofrece la vida cuando ya no hay nada, o cuando descubrimos su verdadero ser: la nada. «Tu propio yo ha de ser nada, atraviesa todo ser y toda nada», dice el místico. Este despojamiento no se trata de una práctica ascética de moralidad o de piedad, sino de recibir la gracia que sale a nuestro encuentro por iniciativa de Dios. No hay que hacer nada para alcanzar el don, solo saltar como niños, desnudos de toda doctrina. (Muy pronto ingresó a la Orden de los Dominicos en Erfurt y se fue a estudiar a Colonia y a París, donde también fue en dos ocasiones Lector de Teología –privilegio repetido que solamente había alcanzado Tomás de Aquino. En 1323 se inició contra él un proceso inquisitorial por herejía, y el 27 de marzo de 1329 se declaró por parte del Papa que veintisiete de sus textos eran peligrosos. Su obra fue prohibida, incluso quemada después de su muerte en 1328. Algunos de sus sermones fueron conservados y leídos de modo clandestino, bajo pseudónimos. Fue a comienzos del siglo 19 cuando se rescató su obra, especialmente sus predicaciones, y se reconoció la importancia subterránea que tenía este pensador en la filosofía y teología alemanas, en particular en el pensamiento de Lutero y en él énfasis que este pone en la gratuidad).

Junto a Eckhart o santa Teresa de Jesús se considera igualmente a San Juan de la Cruz como el místico más fascinante y enigmático de las letras españolas: [San Juan de la Cruz (Juan de Yepes Álvarez) conocido como fraile como Juan de San Matías (Fontiveros, 24 de junio de 1542 - Úbeda, 14 de diciembre de 1591) fue un religioso y poeta, místico por encima de todo, del Renacimiento español, reformador de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo y cofundador de la Orden de los Carmelitas Descalzos con santa Teresa de Jesús]. San Juan de la Cruz es la figura cumbre de la mística experimental cristiana, que compuso poemas de una belleza estremecedora, elevando la poesía mística a la más íntima y sublime expresión a que ha llegado el misticismo de todos los tiempos (Santiago, Miguel -1998. Antología de poesía mística española). Santa Teresa de Jesús clama con admiración: “No lo entiendo. Espiritualiza hasta el extremo”. El Cántico espiritual es su obra cumbre y en sus versos resuena el Cantar de los Cantares y las figuras literarias de la lírica mística musulmana, que explotan el contraste entre la luz y la oscuridad (o sombras). Se ha dicho que transfunde el versículo hebreo al castellano, trascendiendo cualquier equivalencia idiomática. Los tratados en prosa (Subida al Monte Carmelo, 1583 y el inconcluso Noche oscura, 1579) solo profundizan el misterio: “Dios excede al entendimiento”. La razón sólo aparta de Dios. Por eso, San Juan de la Cruz juega con la yuxtaposición, la indeterminación, el deliro, la alusión y la analogía. .Poetas de extracción diversa como Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Paul Valéry y T. S. Eliot consideraron los poemas de Juan de la Cruz no solo como la cumbre de la mística española, sino de la poesía en lengua castellana. Juan Ramón Jiménez considera que se trata de una “poesía simbolista” y nunca está de más recordar la advertencia del propio San Juan de la Cruz: “Entréme donde no supe”. Desde 1952 es el patrono de los poetas en nuestra lengua, y uno de los 36 Doctores de la Iglesia, fue canonizado por Benedicto XIII en 1726. [San Juan de la Cruz Enseña la importancia de un desapegamiento del yo en el camino espiritual, un proceso de descentramiento, como el lugar común de los caminos místicos y espirituales] desapego del yo para que aparezca el ser verdadero. Hay que oscurecer, adormecer los sentidos, el alma tiene que permanecer en la oscuridad; y después, tú tienes que dejar también tu relación con dios: lo que la iglesia predica, tienes que ir a adiós tienes que rezarle, y hacerle peticionesTodo eso lo tienen que dejar para ir por el camino contemplativo, hay que oscurecer los sensitivo y racional. Lo dice una y otra vez en sus libros, dejar las emociones y la voluntad, no dejar entrar nada a la mente, ni siquiera sentimiento o pensamientos devotos, hay que permanecer vacío (de esto hay que hablar) : Permanecer en lo oscuro, en el vacío (la nada). Si quieres ir por este camino hay que dejar la manera de entender la religión y a dios, dejar sus formas y costumbres, hay un más allá de la concepción religiosa. (Aunque ello No implica no hacer la oración) pero eso no es lo puro.

Para san Juan, si se quiere llegar a la unión con lo divino, deberemos abandonar todas las visiones, figuras y conceptos de dios. El mismo afirma como Algunos tienen miedo de dejar la oración: no es lo importante dedicarse a cosas externas, pues aunque se crea con ello hacer servicio a dios, con las oraciones y alabanzas, estas impiden ese silencio. Y un poco de ese silencio moroso, es más de lo que jamás se entenderá con el intelecto..., hay que dejar los éxtasis, que no son experiencias verdaderas: esas fuerzas maravillosas o milagrosas, son obstáculos en el camino. la verdadera experiencia es el vacío, donde ya no hay nada, pero ese nada no es que no sea nada, es un “al fondo del ser” pero ese fondo aún no tiene estructura. Se trata de un camino, y este camino hay que practicarlo por uno mismo. Es bueno practicar la contemplación, cuidarla, ir más allá de la concepción religiosa. Imágenes e ideas tapan la verdadera naturaleza divina. Por ello practicar es de gran importancia y dejar las actividades del yo, entonces llegas al fondo de tu ser. Soltar la actividad del yo. Siempre luchando con él, apenas nos sentamos a meditar ya viene el yo, ya quiere algo, y hay que olvidarlo y volver al ejercicio. En cuanto nos abandonamos a la nada, viene las ofensas antiguas, los miedos, los recuerdos, el yo no permite silencio. Pero ha de hacerse silencio.

Los filósofos existencialistas, sufridores de una de las peores catástrofes de la humanidad, como fue la primera y segunda guerra mundial (1939-1945), idearon una filosofía para explicar la situación trágica a la que había llegado la humanidad. ¿Qué piensan sobre el hombre los filósofos existencialistas? Su esencia —vienen a decir— es su existencia; es pura contingencia, finitud radical, un ser angustiado, atormentado, arrojado a la existencia sin un destino preciso. Sartre lo define como “un ser que hace florecer la nada en el mundo”. “El hombre —dice— es una pasión inútil”. “El hombre —escribe también— se pierde en cuanto hombre para hacer que Dios nazca y que, al ser controvertida la idea de Dios, el hombre se pierda en vano”.

Negada la realidad de Dios que sustentó la esencia y existencia del hombre en la tradición cristiana por siglos, queda sustituido por el “superhombre” de Friedrich Nietzche y que concluye en el racismo más radical negando la existencia a los débiles. Nuestro Unamuno vivió, igualmente en algunos momentos de su vida, un pesimismo existencial: “la vida es tragedia y la tragedia es perpetua lucha, sin victoria ni esperanza de ella”, apunta en el Sentimiento trágico de la vida. Con este telón de fondo, acerquémonos a san Juan de la Cruz que, por una parte, define al hombre real como los existencialistas trágicos, pero su destino final no termina en tragedia, sino en el hombre liberado y transfigurado por la acción de Dios en él. Lo trágico —si podemos hablar así— está en la dureza del camino, un proceso de profunda purificación del compuesto humano, sus sentidos, su inteligencia y voluntad, que le dejan en un vacío existencial, “colgado entre el cielo y la tierra”, como condensó gráficamente el místico fontivereño.

San Juan de la Cruz considera al hombre como portador de esencias divinas que le definen como tal. Léase, por ejemplo, el Cántico Espiritual donde explica las “tres maneras de presencia” de Dios en el alma (estrofa, 11, 3). Es desde esta perspectiva como podemos estudiar el existencialismo en san Juan de la Cruz, que tiene dos variantes: la visión trágica del hombre y la optimista. Al primero —el trágico— le podemos aplicar algunas expresiones de la Subida del monte Carmelo y de la Noche oscura. Por ejemplo, cuando explica en qué consiste la purificación del espíritu para conseguir la plena liberación de las ataduras del yo. “De aquí —escribe— es que trae en el espíritu un gemido o dolor tan profundo que le causa fuertes rugidos y bramidos espirituales, pronunciándolos a veces por la boca y resolviéndolos en lágrimas” (Noche, II, 9, 7). “De tal manera [la purificación de la noche] la destrica y descuece la sustancia espiritual, absorbiéndola en una profunda y honda tiniebla, que el alma se siente estar deshaciendo y derritiendo en la faz y vista de sus miserias con muerte de espíritu cruel” (Noche, II, 6, 1). Son expresiones que posiblemente estrenaba la lengua castellana en la pluma de san Juan de la Cruz.

Pocos autores han pintado un cuadro tan sombrío, angustioso y real. Ni los existencialistas más trágicos soñaron que podrían darse estas situaciones en las que el dolor angustioso del alma fuese tan profundo. A veces, Juan de la Cruz nos sorprende con un escepticismo velado como cuando escribe: “El hombre ninguna cosa puede de suyo que sea buena” (Llama, 4, 9. Aviso 60). O también: “¡Oh, miserable suerte de vida donde con tanto peligro se vive, y con tanta dificultad la verdad se conoce […]. ¡En cuánto temor y peligro vive el hombre, pues la misma lumbre de sus ojos natural con que se ha de guiar es la primera que le encandila y engaña para ir a Dios” (Noche II, 16, 12).

Pero en él abunda también lo que podemos llamar el existencialismo optimista que compensa el cuadro tenebroso que ha dibujado y abre al hombre un camino de esperanza para los que viven en profundidad la fe cristiana. “En el matrimonio espiritual —dice el Maestro— no se goza el alma sino de Dios, ni tiene esperanza en otra cosa sino en Dios” (Cántico, 28, 4). También qué rudo contraste encuentra el lector de estas dos sentencias: “¡Con cuanta dificultad la verdad se conoce!”; atenuada con esta otra que vale por todo un libro: “Un solo pensamiento del hombre vale más que todo el mundo” (Avisos, 32).

Todo el pensamiento de san Juan de la Cruz gira en torno a tres conceptos: Dios, el hombre y la confrontación entre ambos. Y no tiene más que esta finalidad: cómo el hombre supera su finitud y sus deficiencias en una relación de amor con Dios hasta transformarse en Dios en el matrimonio espiritual. “Así —escribe— como la bebida se difunde y derrama por todos los miembros y venas del cuerpo, así se difunde esta comunicación de Dios sustancialmente en toda el alma o, por mejor decir, el alma se transforma en Dios” (Cántico, 27, 5). En esta perspectiva cristiana del místico, el hombre adquiere su plena significación en el concierto de la creación, la trasciende y es su coronación por su dignidad superior. Se puede decir que, en una visión existencialista, el hombre da sentido a todas las cosas existentes. Así es de limpia la solución dada por Juan de la Cruz al problema de Dios en la vida del hombre.

¡Qué diferente es el Dios de los existencialistas —los que lo admiten como una realidad— del conocido y dibujado por san Juan de la Cruz! oigamos lo que dice “Ahora se ve bien en qué sentido se puede decir que el ser de la trascendencia es captable o cognoscible. Lo es como una aproximación o como una proximidad, pero de tal modo, sin embargo, que nunca llegue a ser objeto para mí el Dios que se me acerca […]. El Dios de la trascendencia es un Dios oculto y la peculiaridad de la divinidad es exigir que el hombre permanezca siempre, respecto a él, en la angustia y en la duda”. — Karl Jaspers.

Pero si este misticismo está ya olvidado en occidente… ¿hay en algún lugar del mundo una cultura que conserve algo que nos pueda iluminar y ayude a comprender? y si es así ¿quién lo conserva? Y ¿Dónde? Dónde Hay algo, en su cultura, fuera de occidente, que nos sea de ayuda… Quizá en oriente...

Una vez escuché de los sufíes, que son conocidos en la tradición islámica como la «gente del recuerdo». Una gente muy particular, que mantiene una propia metafísica, que cree, sin por ello dejar de pensar, y que piensa, sin por ello tener que renunciar a creer; pues la inteligencia no puede matar la fe, ni a la fe puede resultar repugnante a la inteligencia. Además, no sería la primera vez, que un occidental se sirviéndose de las enseñanzas y la sabiduría de oriente —Schopenhauer lo hizo— y existe una influencia, una mística oriental, expuesta abiertamente que se observa de muchos textos de otros pensadores occidentales: en algunos de ellos, igualmente, se advierte una aproximación a la mística y los mundos intermedios, aunque algo redefinidos, que habían sido antes prácticamente desterrados del pensamiento occidental, y cuya consecuencia dio como resultado que en occidente sólo quedasen dos niveles de pensamiento: Dios y la esfera de lo material o físico, desoyendo lo místico.

Schopenhauer definió la metafísica como «aquel conocimiento que va más allá de las posibilidades de la experiencia», mediante él se intenta desvelar el enigma del mundo y ofrecer una respuesta a la pregunta, ¿qué es La existencia? También afirmó que la contemplación estética de las cosas proporciona un estado de beatitud que aleja los males inherentes al tremendo hecho de vivir. Y respecto de de la música determinó su condición metafísica: por el que no se trata de un tipo de conocimiento intuitivo que facilita la aparición del sujeto puro antes mencionado (y de su correlato, las ideas), sino que nos encontramos ante un acercamiento definitivo y sentimental a la cosa en sí, a la voluntad (a lo en sí de la realidad). Schopenhauer creía haber descubierto con su sistema filosófico "la solución al enigma del mundo y de la existencia"; pero sus ideas no tuvieron ningún eco en el mundo literario y filosófico de su juventud, ni tampoco décadas después: fue relegado por sus propios colegas y, digamos por su atrevimiento. Sólo al final de su vida recibió el reconocimiento que merecía: que hoy es mucho mayor. Este es el problema y la razón por la que no encontrarán a quien se aventure a una nueva filosofía, o una nueva forma de pensar “superando la tradición metafísica occidental”.

Lo cierto es que este retornar, puede permitir de nuevo pensar, un repensar la metafísica, superándola, desde otro lugar: desde esos mundos intermedios, quizá redefinidos, nuevamente entendidos al modo de poder aclarar a partir de estos, unas condiciones de inicio que determinen la identidad y la existencia de las cosas en ellos. ¿Por qué los llamo mundos intermedios?, podría denominarlos mundos invisibles, entendidos así en el mundo (sufí), pues estos jamás perdieron de vista esos mundos intermedios o invisibles, que separan la esfera de lo visible del propio Dios y, que son básicamente dos: el de los espíritus y el de la imaginación: este último de gran relevancia e influencia sobre la imaginería poética y las ideas. Las obras de Ibn 'Arabî, por ejemplo, deben entenderse a partir de la naturaleza de estas esferas intermedias. Para Heidegger igualmente la poesía (Johann Christian Friedrich Hölderlin) es fuente de filosofía. Y el Ser o la propia Nada, no serían diferentes, partiendo de una nueva primera idea hacia, la conceptualización de estos, a partir también de ésta (la imaginación). O ¿acaso las ideas salen de otro lugar que no sea la imaginación?

Heidegger nos define la Nada como la completa negación de la totalidad de lo ente, es decir, de las cosas del mundo. Con lo cual no es ausencia, pues ausencia implicaría ausencia de algo determinado en un lugar ( no la insistencia toda cosa y lugar) . Lo interesante en este planteamiento no es tanto la determinación metafísica de la nada (su comparación con el no-ser, el vacío, la ausencia, la negación… o lo paradójico de que la nada pueda ser algo) como el modo en que nos vamos a relacionarnos con la nada, eso que Heidegger llama “experiencia fundamental de la nada”. Pero ¿Qué nos revela esa experiencia? “solo en la clara noche de la nada de la angustia surge por fin la originaria apertura de lo ente como tal: que es ente y no nada”. Dice Heidegger. Pero hay, aquí de nuevo un problema: una experiencia no es una reflexión sobre una experiencia, reflexionar sobre la selva no es una experiencia en la selva o de la selva: “La selva es la experiencia” (doy fe de ello). Imaginar la angustia tampoco es una experiencia de la angustia, y por lo tanto reflexionar sobre la angustia, o la experiencia de la angustia y la nada no nos lleva a experimentar “la nada” a través de esa angustia. Necesitamos una vía a la pura experiencia. ¿Pero dónde? ¿Podemos acercamos de algún modo a ella?(a la experiencia, y por tanto a la nada) o tan solo podemos definirla, como Heidegger al describírnosla: desde los límites extremos y paradojas del lenguaje. Me explicaré:

El mundo intermedio (o imaginal) es un mundo sensorial, mientras que el mundo racional está despojado de estos atributos sensoriales. Por tanto, la facultad racional ('aql) relacionada a la filosofía, funciona de modo distinto, y con muy distintos resultados, por medio de un proceso de encadenamiento de conceptos llegando luego a conclusiones, un proceso que el Shayj [Ibn 'Arabî] denomina "reflexión" (fikr). Esta reflexión, entenderla, nos puede ayudar y llevar a entender la nada, e igualmente a entender al Dasein: incluso hasta nos puede orientar, y dar una idea o camino de cómo acercarse o llegar hasta ellos, pero toda esta reflexión no sirve a absolutamente nada, ni de nada, cuando nos están hablando de una experiencia “pura”—y no de la experiencia descrita de un estado— que no se puede experimentar. Lo que nos llevaría a ese punto muerto hoy de la filosofía en general, y en este caso a una filosofía que no sirve más que el asunto que se propone elucidar: nada.

Por el contrario, la facultad imaginal (jayâl) funciona por medio de una percepción interna que percibe ideas de forma sensorial. Por lo tanto, la percepción imaginal puede ser visual, pero esta visión no tiene lugar con los ojos físicos; puede ser auditiva, pero no se escucha con los oídos físicos. ((Así es como podemos entender la experiencia, por ejemplo del Ser)). Precisamente es a partir de esos sueños, que nos demuestran y muestran que todos tenemos experiencias de tales sentidos no físicos, y por lo tanto la posibilidad de utilizarlos. Igualmente Para el Shayj [Ibn 'Arabî] la temática de la poesía, tan relacionada también a los últimos escritos de Heidegger, por ejemplo, no es algo que se piensa como se podría pensar acerca de un problema de teología o filosofía dogmática, sino más bien, se trata de algo que observamos de esa otra manera, con ese ojo interno y se oye con el oído interno: sólo entonces se describe; solo entonces así se entiende y solo entonces se percibe, en unos textos que insisten más en «mostrar» que en «narrar», pues la trascendencia sólo se puede mostrar, pero nunca decir.

Ahondar por ejemplo en el estudio de la poesía a la luz de Ibn ʿArabī y por ejemplo María Zambrano, y por tanto, de un místico y sabio, de un gnóstico, y de una extraordinaria filósofa y pensadora —El primero, gran poeta; la segunda, gran amante de la poesía— podría acercarnos a un modo de comprensión, un tipo de conocimiento, que integra poesía, filosofía y esa sabiduría que suele atribuirse a las tradiciones orientales (vedanta, taoísmo, budismo…) pero que también se ha dado, multiforme, en Occidente. Unión, en primer lugar, de esos dos opuestos que son poesía y filosofía, en un logos poético que aúne el amor, la vida y la lucidez racional, crítica y discursiva. Pero sin omitir algo que parece haber sido olvidado en la mayor parte de la filosofía moderna y contemporánea: algo que, de Platón a Espinoza, fue transmitido con indudable coherencia: que el intelecto (la intuición intelectual) es superior a la razón (el conocimiento discursivo, mediato). Sería este un saber y una actividad mediadores, entre la intuición del poeta y la visión del sabio; pues el poeta tiene la sensibilidad necesaria para la percepción de la vida y no rehúye lo irracional, mientras que el filósofo, si sigue siendo amante de la sabiduría, sabe, como Pascal, que la razón puede asumir sus límites y no cerrarse a aquello que la trasciende. Evidentemente, para dar este paso, para tener esta actitud, hace falta lo que Ibn ʿArabī —y tantos otros autores afines— llamaría iluminación, develación, gnosis, inspiración… Un tipo de conocimiento vinculado a la más alta forma de intuición, inmediato; ese rayo o luz que «de repente» se enciende en el alma, como escribiera Platón, esa experiencia a la que finalmente alude Plotino como algo fugaz, pero indeleble, en suma, un grado de conocimiento que no puede darse sin una auténtica transformación personal, que desdibuja los límites entre lo objetivo y lo subjetivo, lo exterior y lo interior, al no ser un mero estado, sino una estación (utilizo los términos de Ibn ʿArabī) que se renueva incesantemente, como el corazón imantado en pos de lo Real.

Precisamente es a partir de los sueños igualmente, que estos nos muestran y demuestran que todos tenemos experiencias de tales sentidos no físicos, y por tanto la posibilidad de utilizarlos: la poesía y los sueños - a través del sujeto del inconsciente- sí se pueden experimentar: se experimentan de hecho, por lo tanto "quizá" este sería un medio de aproximarse... (Nadie en su sano juicio, puede negar la realidad de los sueños, y la posibilidad de acceder a través de ellos a nuevas posibilidades, aunque no sin cierta y previa práctica, pues habrá quien vea y no vea nada, y quien en nada todo vea, o en la poesía , que no por quien escriba, nada, y nada se entienda).

La experiencia de la nada por lo tanto, y para unos, como la de dios para unos, como de la nada (o el ser) para otros, será en todo caso posible, solo a partir de nuestros propios límites y posibilidades. Del mismo modo que dios utiliza la forma que podemos concebir (estos mundo intermedios para los sufíes) para mostrarse o acercarse a ellos, a través de nuestras experiencias. Es, igualmente, sobre el eje de nuestras propias experiencias puras, de lo que somos nosotros de la (poesía o sueños que mas da) que abrimos o podemos abrir un puente particular, cada uno el suyo para llegar más allá: que determina el modo en que, partiendo de una experiencia propia, pura, nos vamos a relacionar con la nada ( luego sea lo que sea esa nada o la queramos interpretar), eso que Heidegger llama “experiencia fundamental de la nada”. y que en su caso fue a partir de la angustia. Pero para otra persona, puede ser a través de dios, de la contemplación, del arte etc. aunque si alguien mantiene alguna duda, solo recuerden...  LA VIDA ES SUEÑO.





INTRODUCCIÓN ( O PRIMERA PIEDRA I DE TOQUE ) HACIA AQUELLO Y DE OTRO LA PREGUNTA:  LUEGO LA NECESIDAD DE UNO (Y ESPAÑOL) DE MOVERSE DE LA NECESIDAD DE ENCONTRAR EL SENTIDO DE AQUELLO (Y PREGNTA MDE OTRO) LO MISMO  POR EL  SER (DE DIOS) Y UN SEÑOR PARA QUE PODAMOS RECONOCERLO (ARRIBA DE LO MISMO ANTES ABAJO) Y ENTEDER LO-OTRO I DE LA CREACION NO DE LA MISMA FORMA NI LO-MISMO DE LA MISMA PALABRA (Y DE LA CREACION: LA UNIDAD / Y TODOS EN ELLA) 

§ 1. La Necesidad de la pregunta por el ser

Martin Heidegger y Wilhelm Weischedel reconocen que la filosofía se constituyó desde antiguo como “ontoteología” (Heidegger) / “filosofía teológica” (Weischedel)1. Hoy la metafísica estudia aspectos de la realidad que son inaccesibles a la investigación empírica, pero no estudia otra realidad (la realidad es la misma), entendamos esto: metafísica estudia aspectos de la realidad inaccesibles cuando hoy pretenden ser medidos, o puestos bajo la observación de la lupa del científico. Pero que son. Son y llevan a cosas distintas de las que en principio nos lleva la ciencia por su camino, pero igualmente pertenecientes a la realidad que experimentamos todos. Esto dará lugar en el siglo xx a la lectura heideggeriana de la metafísica occidental como ontoteología (la ontoteología, recordemos, es la ontología de Dios o la teología de ser) podríamos decir, por ir sintetizando, que las palabras ‘ser’ y ‘unidad de Dios’ cada una evolucionando por una vía distinta, apuntan a lo más universal y esencial que pudiera concebirse, y en razón de que el territorio que abarcan y dirección es el mismo, y un mismo destino ontología y teología tienen que unirse en algo: uno y/o mismo lugar. Hegel encuentra consumado en Spinoza «el punto de vista de la substancia», que sin embargo, no puede ser el más elevado, porque el ser aún no ha sido pensado desde el fundamento en cuanto pensar que se piensa a sí mismo en la misma medida y de modo tan decidido (HEIDEGGER – La constitución ontoteológica) (Ontoteología es la ontología de Dios o la teología de ser)

1 Cfr. Wilhelm Weischedel. Der Gott der Philosophen. Gundlegung einer philosophischen Theologie im Zeitalter des Nihilismus (El dios de los filósofos. Fundamentación de una filosofía teológica en la era del nihilismo), vol. 1 y 2. Edit. Wissenschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt 1983. En adelante ‘GdPh’

 

(La unidad /Variaciones sobre La aparición: ser y el aparecer)

La unidad (según Mariano Ibérico) del ser eleático se desprende analíticamente de su definición. El ser es, luego el ser es uno. En efecto, concebido y definido el ser de esta manera, su absoluta homogeneidad excluye toda división, toda diversidad interior. Pero además de la propia esencia, del propio concepto del ser se desprende que él es único. Si del ser no se predica sino el ser ¿Cómo podríamos concebir una pluralidad de seres que por ser idénticos entre sí acabarían por no ser sino un ser uno y único? El ser es pues uno y solo, según Parménides; por lo que lo concibió como una esfera cerrada en sí misma, subsistente por sí,  y fuera de la cual nada existe, o mejor, fuera de la cual todo es vana apariencia, ilusión, engaño. Un estudio directo de la noción de unidad, podrá sin duda, a la vez que aclarar el sentido de la unidad como categoría formal o como entidad , e iluminar el problema ontológico correspondiente a la relación de inherencia que parece existir entre la unidad y el ser.

Mi padre me hizo una foto con apenas  unos dos años de edad (vestido de Comanche), supongo que para que un día, si colocaba flechas de mi arco en los textos, entendiese que estas tienen un solo sentido (el que le damos aquí) de aquello explicado solo de (él)texto, como imagen y sombra de lo que no se ve de la forma, oculto detrás, ella (hacia→) (otro→ personas concretas), que lo puedan reconocen (proyectado→ de él (como él) de otra forma→ en la misma manera  y reconocerse proyectados de uno (en una conciencia común (en la que) pueden reconocer → ahora →ser (en el aire /como conciencia), común (hacia → quien  ( aquellos) que pueda reconocerse (iguales / uno , de aquello que reconocen desde dentro, y explican hacia fuera→ de sí mismos  a otros (nosotros) que hacer nosotros, con lo que han provocado (ellos) pensando desde dentro) y no pueden entender (de lo que les sucede, dentro), y van a provocar (en otros) para estudiarlo fuera).

Unidad es toda totalidad cerrada, toda entidad que puede ser pensada aisladamente y que aún en el caso de añadirse a otras no pierde por eso, ni su calidad hermética, ni su aislamiento puntual (esto ocurre con los estados unidos de América durante largo tiempo, donde todo lo que llega pierde su identidad (al dejar su tierra), a favor la entidad de (proyecto indalo  Norte Americano /  observemos por el contrario en España (son los territorios, reinos los que se unen a una corona, de reinos, con su propias gentes, y formas culturales (lengua propia), sin perder su identidad y (ser) propio.

Pero Entendamos la expresión pleonástica, de totalidad cerrada para acentuar el carácter  acabado de la unidad. Lo uno es pleno (finito), y decimos que es aislado porque si no lo fuera se disiparía confundiéndose con lo otro, con lo que no es él,  que no tolera ni reconoce a otro semejante y (ser) propio) como la unidad del organismo que expresa la relación funcional y final de los órganos o la unidad de un acorde que expresa la armonía de lo indivisible, Pero el problema aparece cuando queremos entender  la proposición: "el ser es uno" en otra. luego "el uno es el ser" cayendo así o llegando a la fórmula que desde Pitágoras hasta Plotino ha encerrado el misterio de la unidad y estimulado, a la vez que el impulso especulativo, el anhelo místico de tantos y tan altos espíritus, volviendo a enlazar con las ideas de Parménides que la unidad "es", aquello que corresponde al ser,  que se explica en un Español (concreto)  criado y adoptado en Catalunya, por padres extremeños, y padrinos catalanes, y que se define por aquel contra el que lucha “el inglés” /que no-es ningún inglés concreto, por qué una sola,  no puede ser (sin una madre, que le eche el manto, y sin un padre que no reconoce (en él). De ahi la Necesidad ( para ellos) de una repetición explícita de la pregunta por el ser. Pregunta había caído en el olvido (nos refería Heidegger 1927) Sin embargo, muchas vueltas se le han dado desde que se publicase Ser y Tiempo y (el ser) sigue sin ser preguntado; esto es: preguntarle (al ser por el ser) y hacerlo a partir de dirigirnos, primero (y como no puede ser de otro modo) → moviéndonos /proyectándonos (nosotros)/ hacia → las cosas que son (manifiestas y reales, y que se proyectan →hacia nosotros).

Entraremos directos y sin rodeos: “Nosotros” llamamos ser aquello que una cosa “es-en sí”. Y Llamamos aparecer aquello que una cosa “es-para nosotros”. Más allá de cualquier especulación lógica está el (ser - real de las cosas).  El (ser - real de las cosas) es lo que hace que las cosas sean (ellas: en sí mismas), es decir: hace que una cosa sea ella misma (esa cosa concreta: la flor de una planta/esa flor concreta frente a nosotros que se proyecta a otros seres) y no (otra cosa/ no es otra flor cualquiera, de otra planta cualquiera) y esto es así: independientemente de cómo lo llamemos (o llamemos a la planta), se nos aparezca, la entendamos nosotros, o entiendan cualquiera otros esa flor y esa planta concreta). Una planta, por tanto, es en sí mismo algo que subsiste y persiste a través de sus apariencias como elemento de existencia, más sustancial y hondo que lo que a simplemente (de la apariencia) se puede ver; pero que está, igualmente, en lo determinado y en su (forma) o figura. La planta es (siempre esa planta) aunque cambie de tamaño y forma, o cambien, se marchiten y se caigan sus flores. Y un hombre es, (ese mismo hombre) aunque cambie de aspecto o de trajeEl ser es algo así, que está más allá de (la apariencia-primera que podemos percibir) pero que también está presente en dicha apariencia, del mismo modo que la flor (que se proyecta- de la planta a otros seres) es parte de la misma planta que la proyecta. En ese sentido “el ser” sostiene (proyectada) a la forma de la planta (siendo de este su esencia) → esencia (sombra que no percibimos) que proyecta la forma de la imagen / que percibimos por la vista / de la luz reflejada en esta). Luego (el ser está, incluso cuando este deja de proyectar (de ser: aquella forma concreta) “la apariencia” reconocible (de una flor/ o una planta, por ejemplo) a una consciencia y sus sentidos / nos diría Heráclito).

No entro, por tanto, en el estudio del ser como concepto y nos centramos al ser existente (por ejemplo: en la planta que es) fundamento y elemento de toda relación, tomando como guía el pensamiento y los puntos de vista de los pensadores (primeros) que llevaron su mirada a la esfera del puro ser: los eleáticos. Y así los resultados de la especulación eleática nos servirán de ejemplo y guía para ilustrarnos hacia el que era su propósito: encontrar más allá de la variabilidad y multiplicidad de las apariencias sensibles, algo que sustraído a ese cambiar (de las cosas / en este caso de la planta) y que de la misma variedad existente, permaneciera él mismo en sí, no dependiendo de ninguna otra cosa, solo, exento, privado en absoluto de toda alteridad. Así los eleáticos concibieron el ser según estas tres categorías que al propio tiempo que definen su esencia, fijan y determinan por contraste los caracteres del aparecer o más exactamente de la aparición sensible. Y que son: la movilidadla unidad y la existencialidad. Examinémoslas en este orden.

Por consideraciones de tradición abordamos el estudio de esta antinomia ser y devenir, contemplando las dos grandes figuras simbólicas de Parménides y Heráclito. El primero representante de la filosofía del ser (Parménides), el segundo de la filosofía del devenir (Heráclito). Parménides afirma la realidad del ser “con exclusión de todo cambio, de toda movilidad” y Heráclito que, con energía equivalente acentúa la primordial importancia de la movilidad y del devenir. En la filosofía occidental, Parménides es sin duda el primero en emplear para definir el ser esta fórmula a la vez clara y hermética: "El ser es", "el ser es el ser" que es la fórmula fundamental de la ontología, y dedujo de ella los caracteres más bien negativos que positivos del serEl ser es, por consiguiente: “no fue ni será” (entendiendo que abarca toda la existencia, desligado a la relación de ayer y mañana, que constituye el concepto subjetivo del tiempo). El ser es un eterno presente (en todo lo que es/ en todo lo que existe). El ser no cambia, no varía, es el mismo siempre en la inconmutable realidad de su existencia y de su esencia. La negación (decir que el ser no-es sería afirmar la nada) lo que va contra la esencia del ser que es ser. Y en resumen: el ser es uno, el ser es, el no-ser no existe, no es. Quizá habríamos de hacer notar que Parménides afirma que es inmutable/ invariable de su existencia y de su esencia… (Pero debemos entender esto si queremos, a partir de aquí, progresar: el ser es inmutable/ invariable de su existencia y esencia (esencia: es naturaleza)

La ontología de Parménides no sólo implica la absoluta exclusión del no-ser de la esfera de la existencia, sino igualmente la exclusión radical del movimiento, del devenir. Abolidos de la comprensión del ser los modos temporales del pasado y del futuro, el absoluto presente "es" inmutable (entendamos esto relativo: al ser). Luego la propia definición, nos dicen aquello griegos, excluye el cambio y la movilidad. Y así Zenón se esfuerza por probar la naturaleza engañosa, ilusoria del movimiento. En la esfera del ser nada cambiasólo en la apariencia sensible, materia de la opinión (que es interpretación) se da la variación, y aparece el cambio. / Pero aquí topamos con algo que las categorías eleáticas del ser y del no-ser no comprenden ni, por tanto, definen. Si el devenir (el cambio) es ilusorio, ¿es o no es?

Bien, pues es, sin duda, de algún modo aquello que frente a nosotros cambia y se muestra, y por tanto (es) algo, y es algo además que los sentidos perciben; pero no es (el ser), entienden aquellos griegos puesto que carece de la absoluta inmovilidad / inmutabilidad que es la característica esencial del ser; pero (no-es, no-es-ser / no es un puro no-ser ¿cómo explicamos esto? Bien: solo en la apariencia sensible (que es percepción por la conciencia de los seres conscientes /e individuales, se da la interpretación (que será materia → de opinión de la razón, que le dice a la conciencia lo que tiene que ver), proyectando de este modo el cambio, que aparece de la forma proyectada (todavía no concreta) de la esencia (energía), hacia nosotros (y que percibimos por la luz / la vista) y que nosotros luego interpretamos/y de nuevo proyectamos (en esa forma ya concreta /que luego podemos ver, reconocer y comprender (creando el horizonte de eventos cambiantes, a cada instante, en el que nos desenvolvemos). Heráclito (de su parte)  proclamaba la realidad del cambio, de la movilidad, del devenir. "No podemos, dice, bañarnos dos veces en el mismo río" (frag. 12)Todo pasa, cambia, se transforma, y esta transformación, este cambio se dan en todas las capas de lo real. La realidad misma es cambio, devenir, no siendo el fuego, en verdad, más que el símbolo de la perenne aparición y desaparición cósmicas, en que lo que desaparece y muere —como en la llama— es el alimento de lo que fulge y nace, de ese algo devorante y destructivo que es al propio tiempo factor y origen de la luz, energía creadora y fecunda. Y de este modo hemos formulado en sus grandes rasgos y bajo los nombres de sus representantes más ilustres, las dos concepciones fundamentales de la ontología: la una que identifica la realidad con la inmóvil plenitud de la pura homogeneidadla otra que reivindica la realidad profunda del devenir, de la movilidad, del cambio, ¿por cuál optar?

Sobre la base de los comienzos griegos de la interpretación del ser, llegó a constituirse un dogma. Se dice: el concepto del “ser” es el más universal y vacío. Como tal, opone resistencia a todo intento de definición. Jean Wahl en su estudio sobre el Parménides de Platón, y recordando las propias expresiones del filósofo en el Sofista dice que aquél, no quiere abandonar ni el ser-eleático, ni el devenir-heracliteano; quisiera tener los dos a la vez, porque a ello nos inducen no sólo las exigencias de la especulación sino el propio sentimiento de la existencia y de la vida; por tanto: no podemos renunciar ni al ser ni al devenir (no-ser), y tenemos que esforzarnos por penetrar en el misterio de su coexistencia y de su relación, de su profunda y última tensión existencial.

Remitidos a los datos inmediatos de la conciencia (Bergsonextraemos un sentimiento heracliteano de la existencia. La conciencia, la vida interior, es una heterogeneidad pura, un puro cambio, un puro devenir. Cuando prescindiendo de toda inmovilización conceptual tendemos nuestra mirada al mundo exterior, obtenemos igualmente la impresión de que la realidad es cambio incesante, torrente incontenible, renovación inacabable. Y así, acaso, una forma de comprender la relación de recíproca implicación entre el ser y el devenir —como una primera aproximación para captar la esencia del ser— consistiría en concebirla por comparación con una estructura que enlaza en el curso temporal: algo que precede, preside, trasciende al mero fluir la temporalidad (de la apariencia), aunque de esta, de la apariencia, no podemos concebirlo aisladamente con plenitud formal: así el ser de una serie temporal está en cada uno de los miembros de esa serie, en su recíproca implicación y en el todo (en el árbol vivo y en lo que renace sobre sus restos). El ser es la totalidad (y Él está: en el árbol) y es lo que persiste como la irrompible interioridad del cambio (Él está /aunque ya no esté “mostrándose” ahora como árbol, está). Y así lo entendía acaso el mismo Heráclito cuando decía que en el mismo río nos bañamos y no nos bañamos, que somos y no somos, como si con estas contradicciones quisiera indicar, una cierta misteriosa ambivalencia de estos términos extremos —que se oponen y se necesitan metafísicamente— el ser y el devenir .Él está / aunque esté en silencio /con vosotros a cada momento, a cada paso, a cada instante, en vosotros.

Hay una descriptiva descripción del ser a la que acaso alude Maurice Blondel (filosofía de la acción) cuando habla de una "ontología concreta" es decir de una ontología en que se toma el ser no en la abstracta formulación tautológica de su esencia, sino en la realidad (su realidad concreta), en la concreción real del modo de ser del ente. La fórmula "el ser es" expresa la especie o variedad lógica; la fórmula "el ser es así" expresa la concreción existencial del ser. En El ser y los seres (1936, M. Blondel)Blondel parte del reconocimiento de una “antinomia/oposición ontológica” entre la certeza espontánea y confusa de una presenciade un fondo sólido, de una subsistencia que funda todo conocimiento, y toda conciencia, sin agotarse en ello, de un lado; y por el otro  un sentimiento sino de ausencia, por lo menos de un misterio que, sin hacernos dudar de la realidad profunda, hace de ella un objeto no de conocimiento definido, sino de búsqueda interminable (L’ Etre, p. 67). Sin embargo, Cuando el gran Efesio, se inclinaba melancólicamente sobre el río de lo real, no sólo percibía la permanencia de la ley, percibía algo más difícil de expresar, pero que estaba más allá del devenir: la profundidad. "No intentes dice en el frag. 45 Llegar a los límites del alma: ella es muy honda". Y esa profundidad ¿qué es?

Hasta dónde está (y llega) el ser, con nosotros, cuando de nosotros, no sabemos en qué momento empezamos nosotros a ser (y ser nosotros), o cuando terminamos nosotros de (ser) y, o dejamos de ser nosotros. En el diálogo platónico el Sofista llega así a su límite y Si se pudiera hablar de su resultado al diríamos que este consiste en la atribución paradójica del ser a todo lo que existe y no existe. El ser es así una presencia que llena toda la esfera de lo concebible y de lo inconcebible. Pero esta extensión lo instaura como lo "siempre dado" e impide considerarlo como un objeto entre otros objetos. entonces el ser ¿qué es?

Esta atribución al ser de un modo de ser, esta cualificación del ser (que se encuentra en todos los grados del ser, incluso en la persona humana) permite concebirlo como algo compatible con el devenir. En efecto el ser, como algo que se despliega en la heterogeneidad del devenir lo trasciende y está en él (está y ha estado en todas las personas y seres de todos los tiempos y en cada una individualmente / y todos y cada uno está y son: hacia una misma finalidad y forma). Es lo que discurre (en movimiento hacia) y lo que discurre, es. Empleando una mejor comparación diremos que el devenir es un torrente, un manantial, un incesante fluir hacia . Pero agregaremos que así como las fuentes brotan de alguna oscura profundidad de la tierra, así el devenir brota de alguna oscura profundidad de la existencia y que así como en cada brillante gota de la fuente luce y se oculta el abismo del origen, así en cada aparición fugaz del devenir, luce y se oculta la oscura profundidad primordial del ser. El ser está ahí (a la vista en lo que vemos, por la apariencia) y más allá (de lo que podemos ver y entender de aquella). De manera que la única satisfacción posible de lo que Blondel llama desiderium naturale e inefficax ad infinitum esta en reconocerse en la unidad trascendente de Dios. [Entramos asi deslizándonos en la ontoteologia / Martin Heidegger y Wilhelm Weischedel reconocen que la filosofía se constituyó desde antiguo como “ontoteología” (Heidegger) / “filosofía teológica” (Weischedel)  Cfr. Wilhelm Weischedel. Der Gott der Philosophen] El lazo necesario entre hombre y Dios/ser, no supone, con todo, para Blondel una continuidad real entre lo natural y los sobrenatural, sino que significa solo que el progreso de la voluntad y de la acción, obligándonos a reconocer la insuficiencia del orden natural, confiere al hombre la capacidad, no de producirlo o definirlo, sino de reconocerlo y recibirlo (como aquello, de otra forma, que es lo mismo,  igual, pero e otra manera (ser)


Y DE LA VIDA


Y de La vida―. Pues Entiendo la vida de esta manera o forma “crítica” y, de algún modo, la reflexión e incluso en ocasiones la denuncia ha sido formas con las que he aprendido a afrontar el presente, enfrentando así la realidad que nos ha tocado vivir: el drama y las tragedias que se dan en el mundo: principalmente, a causa de las Guerras, Desastres Naturales, el Hambre u otras Monstruosidades. Y Pienso que hablar de estas cosas y algunas terribles, que acontecen en nuestro mundo es, igualmente, un modo i ejercicio moral de denuncia hacia quienes las provocan e incitan, al tiempo que abrimos un canal al mundo a todos los olvidados, derrotados, enfermos y los desplazados que lo perdieron todo (presentes o no) i en definitiva: a los abandonados y huérfanos de nuestra tierra, de los que soy uno de ellos. Además, reflexionar en torno a estas u otras materias no ha de precisar de grandes saberes previos (es decir→ basta del acto moverse en el mundo y mínima empatía para con los demás.

Luego son pocas las ocasiones, que dudo de la utilidad práctica de lo que pienso, más allá, claro está, de lo que supone para mí mismo. Ignoro, incluso si alguien lee algo de lo que escribo y publico; aun así, prefiero escribir a rumiar para mis adentros; dado que esos mismos pensamientos, expresados en palabras, se desahogan y ordenan así mismos hacia (o desde uno en lo de fuera i-de la idea moviéndose I-de aquello de uno la experiencia luego adentro (en la cocina i de lo de casa igual rumiar) lo después afuera i de un texto) Pues, por encima de pretender mostrar nada o camino, está la intención de encontrar el mío Y Sería por completo un iluso si pretendiese, como hacen otros, con solo palabras ayudar, educar, instruir, dirigir o salvar a nadie. No hallareis pretensión alguna aquí de las palabras (más es al contrario→ cuando no puedo ni salvarme de mí mismo) En todo caso saber: que no existen palabras o libros que ayuden a nadie, sino es ayudándose (él → de sí mismo por medio de aquello que es experiencia y alianzas con amigos en la vida) y de moverse hacia las cosas i personas o actos que le causan presión o molestia enfrentando-lo (desahogándose i ser uno de sí mismo luego de ellas / uno de Lo después i aquello su provecho / luego de una experiencia i de sí mismo aquello después formando parte de uno) en otro lugar / es decir→ moviéndonos igual y cuando es necesario / o se nos precisa de la misma experiencia). Por tanto, la idea de este i otros textos como este después o antes no es otra que expresar y compartir de lo después i mis experiencias locas i antes solo ideas: que luego del pensamiento de uno i de moverse de ellas son (eso luego de lo que podemos hablar que es de uno mismo después / pero que antes fueron nuestras inquietudes i luego experiencias.

Además: la humanidad ya está—y con ella el mundo entero y todos nosotros condenados— (entiéndase → desde la propia naturaleza de unos miedos que nos conducen irremediablemente al fuego que devora todo a su paso ignorando en su esencia de su principio el propio fin. Sin embargo, en el tránsito de su condena, como Sísifo en la suya, el individuo, también puede encontrar momentos de reflexión, lucidez y a veces, incluso de alegría i escuchar esa voz que clama en el desierto (un espacio) → i una roca.

LA POESIA (ESO DE EL) IGUALMENTE Y EVOCADORA DE UNA NECESIDAD

(01) -La poesía ha sido siempre evocadora de una necesidad (más que de la realidad alusiva a deseos) de lo imposible, en relación a unos paisajes y momentos conjeturados a la razón y conjurados de la palabra que, advierten de La Esperanza el anhelo de aquello que habrá de cumplirse Y Jamás, hubiese sido posible (el Romanticismo), si éste no se hubiese exhortado a través de conjuros escritos en verso, e ideales proscritos por toda una Nación Pues irrealizable no-es siquiera Lo de aquellos paisajes imposibles soñados i- de unos versos nos proclaman de Lo (imposible- que puede ser)  i con ello algo→ de los unos paisajes posibles, de Lo después, y que se advierte de un fantástica teoría; a saber: 

Paisaje, entendido su significado más común podría describirse como la extensión de terreno que vemos desde un sitio. Sin embargo, existen otras muchas formas de representar o utilizar el “concepto” por ejemplo, al tratar de biología, arte u otras materias. En el caso que ocupa en este cuaderno, refiero paisaje, pero, no dentro de ninguna de las anteriores representaciones; sino al modo a cuando es utilizado por los físicos teóricos, cosmólogos y astrofísicos. Así, bajo el paraguas de la teoría de cuerdas o S.T. este paisaje, englobaría posibilidades de universos paralelos que recogerían al mismo tiempo, la posibilidad de existencia de otras partículas e interacciones, diferentes a otras leyes locales de la física. De tal modo, que el conjunto de todas las leyes posibles y permitidas, recibiría el nombre de “paisaje”. Luego, y según algunas interpretaciones de la (S.T.) este paisaje sería enorme; resultando una diversidad fabulosa de universos y, por lo tanto, también de posibilidades: posibilidades —y es aquí donde extrapolo— que bien podrían ser o estar, dentro del ámbito de todo lo humano, recogiendo diferentes puntos de vista, percepciones o representaciones de la existencia, que difieran o amplíen “las leyes locales que hoy gobiernan el pensamiento y el mundo” siendo, el conjunto de posibilidades éstas, al modo de “ser, pensar” y-o “representar” todas ellas permitidas: incluida la mía. Lo que finalmente nos llevaría a suponer, dando como resultado: que si algo aún no existe es, sencillamente, porque alguien aún no lo pensó o busco deseando encontrarse con todas sus fuerzas.

Leí en una ocasión i antes que “el mundo adquiere sentido por su horizonte”—(Husserl). "Sentido y entendimiento del mundo que ha de venir del “asombro” de despejar ese horizonte"—(Zubiri). Pero ese horizonte, ese nuevo paisaje que asoma ante nuestros ojos ¿existía antes de ser despejado? o bien al despejarlo, lo que hacemos es crearlo nosotros mismos. Luego “En este mismo momento, el número de universos existentes es inconcebible (i de cada persona su ilusión*). Todo eso puede ser inmediatamente comprendido en el propio corazón (de la sonrisa de unas niñas, bailando en el barro*), porque los mundos creados sólo son deseos que brotan en el corazón (de un niño, i de lo que solo ve i no ve de otros hacen con él) como castillos en el aire (que pronto pasarán i como la adolescencia i juventud son destruidos*). (Valkimin Yoga Vasishtha / comentarios* jorge maqueda ) / I-de ahí el analfabetismo  lo que propicia i-de castas (del olvido lo) cuando uno i de su sueño antes de él luego de estos no son después de un texto-ahí I su conciencia después i del texto lo mismo hacia otros que se reflejen I-de uno abajo o-de su sueño ver u oír de otro) de aquello i de la palabra una verdad) luego ellos mismos i sueño de liberarse después (de ahí que los españoles enseñen en castellano claro i del medio todo del renglón / allá donde están o han estado antes / luego de la historia vivida no solo de hombres sino de nombres de hombres después de1 texto (i la firma de cada uno i con apellidos) i los dos ojos (por testigo) de una experiencias suya (de otro antes i de leyendas su sueño luego LO DE  iЯPor otro (i entender de la palabra i-de él (individuo que se mueve luego lo mismo (de se experiencia ahí (un continente i castellano de) verdad)

Un Saludo amigos y piensen, piensen esta noche; piensen y luego sueñen con todas sus fuerzas, y quizá, mañana despierten a un mundo nuevo oh. Si, (describan) "Ese mundo" I del texto lo / que... "Se diría que tenemos ante nosotros, como recompensa a nuestros afanes, una comarca aún no explorada, cuyos horizontes nadie ha visto, un 'más allá' de todos los países y de todos los refugios buscados por el ideal humano, mundo tan desbordante de hermosura, extrañeza, terror y divinidad, que tanto nuestra curiosidad como nuestro ahínco de poseerlo asumen ansiedades frenéticas".Federico Nietzsche .



3 (1)

3.0 Hacia un nuevo paradigma: Un nuevo hombre ; una nuevas era— 3.1. La necesidad de un nuevo hombre— 3.2.Hacia una nueva era— 3.3. Perspectivas cósmicas—3.4. Sobre el conocimiento — 3.5. De la naturaleza: hombre y problema— 3.6. El nuevo ser humano— 3.7. El sentido de la vida— 3.8. Mente consciencia y cosmos— 3.9. Aislarse en el caos ( desde el Limite)— 3.10 El vertigo y el abismo— 3.11 Sobre el descubrimiento del limite: como un hallazgo inesperado de E. Trías— 3.12 El vertigo real frente al abismo— 3.13. El lenguaje como limite y sombra de la razón — 3.14 Sobre una filosofía autentica— 3.15 La frontera . Un lugar para pensar



HACIA UN NUEVO PARADIGMA:
 UN NUEVO HOMBRE; UNA NUEVA ERA /Jordi Maqueda

Cuando hablamos de “paradigma”, lo hacemos refiriéndonos a un modelo —o patrón— dado en cualquier disciplina científica, u otro contexto cognoscitivo o epistemológico.[Podemos entender un paradigma “científico” como la conceptualización que se alcanza sobre la manera en que se observa el mundo y que es compartida por los miembros de la comunidad científica a la que le provee de modelos aceptables con los cuales puede afrontar la solución de problemas de la ciencia (Kuhn, 1988; Najmanovich, 1992)]. Hablamos por tanto de toda una constelación de conceptos, valores y técnicas compartidos por una comunidad, en este caso científica, y utilizados por ésta para definir problemas y soluciones. Luego, Explicar y entender las cosas, dentro de un determinado paradigma, determina la explicación de estas en tanto a ese paradigma (científico/ social/ filosófico) existente.

Nuestras vidas se rigen, al igual que la sociedad y el mundo en el que vivimos, por unos determinados paradigmas, que van cumpliendo su función, hasta que en algún momento se ven superados bien, por nuevos avances o descubrimientos (también revoluciones) haciéndolos inservibles, entiéndase: son útiles hasta que son incapaces de dar soluciones o respuestas a determinadas preguntas o esas respuestas están superadas por la misma experiencia de la realidad: como es mi caso. Es entonces cuando se precisa, o provoca un cambio de paradigma.

Si observamos la ciencia, tal y como la conocemos y entendemos actualmente, generalizando, esta se ha basado en el denominado paradigma (newtoniano – mecanicista) durante los últimos siglos, surgido este a partir de la separación de la realidad: entre el mundo material y mundo inmaterial por parte de R. Descarte, (entendamos aquí la razón: consistente en hallar medios para lograr los objetivos propuestos en cada caso). [Podría afirmarse que hasta el siglo XVI de nuestra era, casi todas las culturas del mundo, incluida las europeas, tenían una visión orgánica del universo. Eso quiere decir que vivían, salvo excepciones, en una relación simbiótica con la naturaleza y el cosmos. A lo largo de los siglos XVI y XVII esta forma de ser y estar en el mundo sufrió un cambio radical en Europa ( la razón iluminista). Esta cosmovisión orgánica es reemplazada por una concepción articulada y que se expresó a través de una metáfora maquinal, que terminó por convertirse en el emblema de la edad moderna. Ahora bien, es preciso percatarse que esta evolución fue el resultado de cambios radicales en la cosmología: en la ciencia y la tecnología] pero sobre todo en ese concepto de razón, que se ve alterado. El hecho de percibir —y de aceptar dentro de sí— ideas eternas que sirvieran al hombre como metas era llamado, desde hacía mucho tiempo, razón. Hoy, sin embargo, se considera que la tarea, e incluso la verdadera esencia de la razón consiste en hallar los medios y lograr los objetivos propuestos en cada caso. Luego los objetivos que, una vez alcanzados, no se convierten ellos mismos en medios son considerados como supersticiones. Y Si bien la obediencia a Dios había servido siempre como medio para conquistar sus favores, y por otra parte como racionalización (justificar las acciones (generalmente las del propio sujeto) los iluministas, tanto teístas como ateístas, interpretaron los Mandamientos, a partir de Hobbes, como principios morales socialmente útiles, destinados a fomentar una vida en lo posible libre de tensiones, un trato pacífico entre iguales, y el respeto del orden existente. Liberada de connotaciones teológicas, la sentencia “sé razonable” equivale a decir: observa las reglas, sin las cuales no pueden vivir ni el individuo ni el todo, no pienses sólo en cosas del momento.

Luego con la aparición en el mundo material de las leyes matemáticas y de la mecánica por parte de Newton: ya no hemos vuelto a necesitar jamás de ningún mundo inmaterial (ni aquellas ideas eternas), pues las respuestas a todas nuestras preguntas se podían encontrar, de un modo u otro, a partir de múltiples teorías y fórmulas (ideas): La razón se realiza a sí misma cuando niega su propia condición absoluta —razón con un sentido enfático— y se considera como mero instrumento. No es que no existan intentos serios de avalar teóricamente la afirmación de la verdad racional. A partir de Descartes grandes corrientes de la Nueva Filosofía aspiraron a una componenda entre teología y ciencia. “La facultad de ideas intelectuales (la razón)” desempeñaba el papel de mediadora. (“Lo divino de nuestra alma consiste en su capacidad para concebir ideas”, leemos en los escritos póstumos de Kant.) Semejante fe en la ratio autónoma fue denunciada por Nietzsche como síntoma de atraso, pues “según instintos valorativos alemanes Locke y Hume eran de por sí... demasiado lúcidos, demasiado claros”. Kant fue para Nietzsche un “demorador” un atraso, pues: “La razón no es más que un instrumento y Descartes fue superficial”. Sin embargo: a lo largo del siglo XIX la ciencia evolucionó en el marco de tal paradigma newtoniano-cartesiano consolidándose así el modelo positivista. Si bien, al mismo tiempo, comienzan las primeras manifestaciones de sus carencias y límites (muchos de ellos solapado por intereses); pero más allá de esas mismas carencias y límites, iba a surgir un problema derivado, endémico, y aún mayor; pues este paradigma —que ahora entendemos nocivo— entendía, y entiende el mundo y la naturaleza como un gran almacén o despensa (en tanto a recursos naturales) del cual podemos disponer, a voluntad, explotándolos tanto como necesitemos o apetezca sin preocuparnos, y mucho menos pensar en las consecuencias a medio y largo plazo de dicha actividad expoliadora. Gracias a ese pensamiento chato y miope, e igualmente materialista, hoy en día nos “beneficiamos” de una explotación descontrolada de recursos y personas (sometidas a una educción dirigida a la producción), de consecuencias catastróficas, y cuyos daños son incalculables: no sabemos todavía si irreparables.

Como en el caso de otros fenómenos culturales atacados por la decadencia, el siglo XX repitió el proceso histórico. En 1900, año de la muerte de Nietzsche, aparecen las Logische Untersuchungen (Investigaciones lógicas), de Husserl, con el propósito de fundamentar una vez más, con rigor científico, la percepción del ente espiritual, la contemplación de lo esencial. Desde sus comienzos, este esfuerzo lleva el signo de lo restaurativo. La autodisolución de la razón en cuanto substancia espiritual obedece a una necesidad interior. La teoría debe hoy reflejar y expresar el proceso, la tendencia socialmente condicionada hacia el neo-positivismo, hacia la instrumentalización del pensamiento, como asimismo los vanos intentos de salvación. Precisamente, esa misma sociedad industrial (positivista – cientificista), sostiene todavía aquella visión arcaica, propia de aquella mentalidad obtusa, aplanada y especuladora, en relación con el mundo que nos acoge (y el universo al que pertenecemos y formamos parte), y que dio origen al actual sistema, tan cruel como nocivo bajo el cual se encuentran las sociedades occidentales (que ahora dan su relevo, mostrando el camino a las nuevas potencias emergentes de Asia) desarrollando estas un neocapitalismo-adaptado extremo: igualmente destructivo y nocivo—o mayor aún dada su densidad de población (china, india) y ausencia de medios de protección ecológicos— donde el objetivo no es otro que ( tomar los medios, hacia aquellos fines que son medios en sí mismos: acaparar, acumular riquezas y demostrar que se posee, se procesa, se produce y se consume más y con mayor velocidad: velocidad esta, proporcional a la destrucción del medioambiente. Lo que da lugar, potencialmente, en el caso de china por ejemplo, a una expansión territorial clandestina y amenazante, en busca nuevos recursos a costa de otros estados, así como paralelamente a una carrera y producción armamentística feroz, de consecuencias finales difíciles de precisar.

Luego y a un nivel individual: cada persona, en esta situación de estrés productivo desemboca en una pérdida de buena parte de las facultades individuales (mentales), así como en un menosprecio hacia la reflexión y el pensamiento o los potenciales propios de sí mismo, luego distraídos y pendientes siempre de que las modas, los famosos, la televisión o los anuncios nos apunten los medios hacia qué debemos hacer para ser “felices”, siendo capaces de anular aquellas ideas que sirvieran al hombre como metas, para adoptar luego las ideas ( como deseos propuestos de unos pocos hacia todos de unos pocos, y que nos serán impuestos (de manera subliminal) por aquellos mismos a los que admiramos o, simplemente, al aceptarnos ( reconocernos) de un modo distinto al que verdaderamente somos, por aquel que deseamos ser 8 y ser reconocido), solo por no quedar fuera del ente social. Pagando por ello un precio desorbitado, no solo en lo económico, sino igualmente en relación a nuestra salud mental y el medio ambiente.

Y si bien es cierto, que la situación actual —social y política— a la luz del cambio de un nuevo paradigma científico que se ha venido operando en el último siglo XX en las ciencias físicas (cuántica, por poner solo un ejemplo), habiendo este dado emergencia a una percepción e interpretación de una nueva realidad muy diferente a la que estaba en boga en los siglos XVIII y XIX (a lo largo de los cuales se gestó y se desarrolló el sistema todavía —recordémoslo— y formalmente: aún vigente); resultaría, que este nuevo paradigma emergente (en el que ahora estaríamos envueltos) parecería (no): sino que “es realmente insuficiente” para muchos de nosotros a la vista, cuando observamos que ya viene viciado (o instrumentalizado) no penetrando la emergencia de una nueva realidad (deseada por todos) científico/social y reorganizada de base, sino que viene, y esto han de entenderlo: pretendiendo adaptar esa nueva realidad o (modelo nuevo de paradigma), al sistema (modelo) social y político (arcaico) y todavía existente: gestado, desarrollado y derivado directamente del paradigma anterior; y recordemos de nuevo: que formalmente aún vigente. Lo diré de otro modo: esa nueva realidad (cuántica) que pretendemos entender, penetrando ya nuestras vidas desde todos los ámbitos de la ciencia y la sociedad desde hace unas décadas ha propiciado: la adaptación del modelo político liberal capitalista a esta, pero no así de las personas. Potenciando ahora, y todavía más si cabe, nuestra dependencia del modelo anterior y arcaico instrumentalizado, ahora renovado (pero no distinto: leamos la escuela de Frankfurt y la razón instrumental) alejándonos casi definitivamente de una posible independencia de este modelo arcaico, y por lo tanto de una vida autentica (con la naturaleza y el mundo) convirtiéndonos en siervos permanentes 24/7 del mismo ( o razón subjetiva). Todavía hay quien espera (sentado) la salvación del cielo (cuando la batalla ya se está librando), y el reino del padre ya está aquí, solo que no lo vieron venir, del mismo modo que no se percataron de lo que siempre había estado: en mi casa (y en toda España), aunque estén en silencio, mandan las madres.

II

La humanidad está viviendo acontecimientos y descubrimientos, que ponen en cuestión nuestra perspectiva tradicional de la realidad, así como nuestros conocimientos en relación con esta. Las múltiples corrientes de pensamiento que, junto a otros desarrollos de la ciencia actual, se sumergen en espacios extraordinariamente desafiantes, desde la comprensión de la evolución y la naturaleza misma del universo, hasta la exploración de partículas subatómicas, pasando por la teoría de cuerdas que aspira una “teoría del todo” muestran la emergencia de un verdaderamente “nuevo” paradigma holístico, sistémico y auto-organizativo. Lo que de alguna manera viene a insinuar, el trance igualmente de prepararnos y preparar nuestras mentes —como especie— y nuestra capacidad de análisis, para responder adecuadamente los nuevos desafíos (y experiencia propias) que nos serán propuestos en el futuro. Sin embargo, entiendo que ya no se trataría, en esta ocasión solo de aceptar, una vez más, un cambio de paradigma (dirigido), como ha ocurrido en otras ocasiones, sino más de cambiar y de manera drástica, incluso, nuestra forma de pensar en torno a la realidad: el mundo, el universo e incluso, o sobre todo de Dios, pues lo revelado, tanto individualmente, pero igualmente a través de las ciencias físicas (la cuántica) pone de vuelta y media aquella que percibimos por nuestros sentidos, acercándonos, (ya, al menos a algunos) a un mundo insólito y desconocido hasta ahora: un mundo y una realidad a la que verdaderamente pertenecemos, pero que nuestros sentidos todavía (por una incapacidad -mental- manifiesta y subjetiva / estrangulada por unas creencias arcaicas —de dominio: pero el temor y terror—, que someten la consciencia) no pueden reconocer.

Los fenómenos cuánticos, la influencia de la mente en nuestros cuerpos, la misma naturaleza de la conciencia, o la relación entre mente y cuerpo o nuestra relación con la luz, son algunas de las cosas que rompen con el paradigma que nos rige actualmente y con el que se pretende que pueda sustituirlo: bajo el nombre “Teoría de complejidad” o ciencias de la complejidad, y que ha generado en los últimos años una cantidad significativa de investigaciones y producciones científicas hoy en pleno desarrollo, pero que comprobamos como sirve únicamente para abarcar una pequeña parte de esa realidad: aquella apta para ser reconocida y medida (reconocida, entiéndase, por las ciencias e instrumentos muy al límite de nuestro intelecto, pues aquello que representa y quiere decir, supera en órdenes de magnitud nuestra capacidad de entenderlo en tanto a qué significa realmente). Lo que dicho de otro modo, es algo así, como que no estamos suficientemente preparados: evolucionados, para asomarnos a esa realidad y entenderla por si solos tal y como es físicamente, ni tampoco nuestra física parece suficiente hercúlea para penetrar sus misterios, y menos aún para pretender manipularla; como de manera tan ignorante hacemos, a riesgo luego de lo que por nuestra ignorancia pueda acontecer: situación esta, alarmante para una especie que dice aspirar en un futuro a las estrellas.

LA NECESIDAD DEL NUEVO HOMBRE
(CAPAZ DE REFLEJARSE DE ESTA NUEVA REALIDAD)

Huelga decir que no se trata de algo que se vaya a suceder-solucionar en una o dos generaciones, pues de lo que hablo —y se propone aquí— es de un cambio radical y de fondo, por el que cualquier enfoque científico y social al respecto debería complementarse de base con otros: con la búsqueda y desarrollo de potencias aún no probadas del intelecto (el entendimiento) y los sentidos; y hablo, aquí y ahora, de un nuevo ser humano capaz de asomarse (quién sabe si tomado de la mano) a esa nueva realidad (verdad) evolucionando a ella, y entenderla no solo a través de instrumentos, sino y sobre todo, por medio de sus propios sentidos: experiencia (y consciencia). Evitando juicios de razón (llevando a cabo ideas), en tanto aquellas consecuencias, que de nuestros actos irracionales y egoístas, luego se devienen.

La cuestión, por tanto, sería ahora preguntarnos cuánto falta para el advenimiento de ese nuevo ser: más respetuoso, que sustituya la arcaica conciencia moral por una conciencia más integrada a aquello que pertenece, y sin pensar que aquello le pertenece. Un nuevo humano que entienda que no hay un exterior de lo existente, ni una piel que le separe del este exterior, sino una piel que le conecta a él y a todo lo demás. Donde esa razón ecológica — hoy tan necesaria por el modo de proceder de las personas —sea ya innecesaria, gracias a una nueva conciencia integrada y que por fin entienda, que "como un inmortal poder, todas las cosas cercanas y lejanas, ocultamente están ligadas entre sí, de modo que no puedes arrancar una flor, sin perturbar a las estrellas" (F. Thompson). Y sin embargo, pienso: ¿Cómo lo haremos? Y luego, yo mismo me respondo: si quizá... ya esté todo ocurriendo.

Luego en relación con la importancia y necesidad de cambio de paradigma dada una nueva realidad, esta se entiende al observar que pasaría, si la naturaleza, las estrellas y todo el universo — en lugar de entender ese todo como algo inerte, tal y como hasta ahora pensamos y entendemos— fuese un todo, no diré orgánico, por cuanto conlleva la expresión, pero consciente y conectado entre sí, y del que formamos parte integrada, aunque algunos se empeñen en mantenernos separados; y donde nuestra mente y consciencia jugasen un papel más allá del que hasta ahora entendemos y percibimos: donde nuestro trato con la luz (y el espacio) sea distinto, siendo más que la luz y por lo tanto radicalmente distinto, a como hasta ahora hemos percibido y entendido, relacionándonos con ella (no especularé). ¿Cómo sería esta nueva realidad?, ¿cómo veríamos el mundo y la realidad, las estrellas y el mismo universo? lo cierto es que me sobrepasa, lo reconozco, pero y a la vez reconozco, sobrepasado que sencillamente, esta nueva realidad se instauraría...

HACIA UNA NUEVA ERA

Las disciplinas científicas emergentes: la física cuántica, y las neurociencias nos llevan hoy a pensar, que aquel paradigma donde nuestra mente — a través de la luz—interacciona con la materia sería mucho más idóneo para poder explicar aquellos mismos fenómenos emergentes. En relación con este auténtico y nuevo paradigma posible Del todo, y que considera algo como un todo: sería aquel (neo paradigma) que tomaría dentro de un enfoque transversal un conjunto de conceptos que de manera holística, identifiquen fenómenos particulares y subjetivos (incluso no probados empíricamente) de interés para una disciplina concreta (la física, por ejemplo) que, sin embargo, la ciencia aceptaría como potencia, así como las proposiciones que afirman las relaciones entre estos fenómenos, incorporando para ello aportes de aquellos modelos (paradigmas) más relevantes, y abriendo nuevos espacios para acceder, asomándose, a un nuevo conocimiento-experiencia a través de aquellas situaciones, que igualmente permitan explorar las diferentes variables posibles, así como hallar las pruebas de los mismos en el comportamiento de algunos individuos.

DES UNAS NUEVAS PERSPECTIVAS CÓSMICAS

Llegará una época en la que una investigación diligente y prolongada sacará a la luz cosas que hoy están ocultas. La vida de una sola persona, aunque estuviera toda ella dedicada al cielo, sería insuficiente para investigar una materia tan vasta... Por lo tanto este conocimiento sólo se podrá desarrollar a lo largo de sucesivas edades. Llegará una época en la que nuestros descendientes se asombraron de que ignoramos cosas que para ellos son tan claras... Muchos son los descubrimientos reservados para las épocas futuras, cuando se haya borrado el recuerdo de nosotros. Nuestro universo sería una cosa muy limitada si no ofreciera a cada época algo que investigar... La naturaleza no revela sus misterios de una vez para siempre. Séneca, Cuestiones naturales, Libro 7, siglo primero

Actualmente, sobre todo en el último siglo, las personas hemos descubierto un método eficaz y elegante de explicarnos a nosotros (esto no es comprender) con más acierto universo y aquello que acontece en él: un método llamado ciencia, método, pero, que como otras formas anteriormente no solo da una explicación sesgada, sino que también mantienen entre sus filas Brujos y Papas; pues, ni siquiera la ciencia está a salvaguarda del factor humano (los intereses propios y personales / y de la razón subjetiva), a la hora de interpretar sus observaciones y resultados. Sin embargo, esta nueva ciencia nos ha revelado por sus métodos, cosas hasta ahora inimaginables: un vasto universo tan antiguo y violento, donde, en perspectiva, los asuntos humanos parecen ridículos y de escaso interés.

Con los años, y los siglos, el hombre se ha ido alejando cada vez más de la naturaleza y el Cosmos, hasta parecernos este último: el Cosmos, algo remoto y sin consecuencias para nuestras preocupaciones diarias. Pero esa ciencia —la misma que a unos los aleja de la naturaleza y la realidad manteniéndolos pegados a las pantallas de los móviles hacia meta universos— nos ha descubierto, no solo que el universo tiene una magnitud que inspira vértigo, éxtasis e incluso terror y que hay, todavía más allá de lo que vemos: sino, que igualmente, nosotros formamos parte de este en un sentido real y profundo; que, no solo nacimos y evolucionamos en él, si no, que el futuro y destino de la especie depende, estando íntimamente ligado a este (por la consciencia): estando, incluso los acontecimientos humanos más básicos y las cosas más triviales en apariencia, conectados íntimamente con el universo y sus orígenes.

Es primordial, por tanto, para nuestra subsistencia y supervivencia, que comprendamos este universo por los medios dados, y no siempre tomados a nuestro alcance, y que hoy, no solo son Ciencia & Razón; y, sin olvidar que la ciencia, en esencia, solo aporta datos e información de la observación o experimento, siendo, luego y en definitiva la razón —subjetiva, e íntimamente ligada a nuestro grado de evolución y consciencia actual de la realidad— la que interpretará los datos, casi siempre, cayendo del lado de los interesas propios (razón subjetiva) por falta de una razón objetiva que vele por esos objetivos universales de la humanidad (mas allá del individuo) como especie. Que todo aquello que obtengamos y reduzcamos a certeza hoy, no será más que una verdad relativa —cuando no sesgada— de una realidad que no alcanzamos a ver ni entender por completo: certezas, que mañana (debido a una mayor autoconsciencia) serán derrumbadas como un castillo de naipes, por otras más acertadas, en la medida que vayamos adquiriendo, con el tiempo y, por medio de la evolución de la consciencia/ no de la ciencia o la tecnología, nuevos grados mayores, precisamente de conciencia. Y es a partir de este mismo momento, y sea cual fuere el camino que tomemos en el futuro, nuestro destino estará ligado indisolublemente a nuestra capacidad de discernir y admitir —más allá de nuestras certezas— nuestra propia ignorancia, nuestro desconocimiento en tanto a esa realidad hoy inalcanzable en absolutos a nuestra razón, que nos disponemos a descubrir, recorriendo esta paso a paso. "Lo conocido es finito, lo desconocido infinito; desde el punto de vista intelectual estamos en una pequeña isla en medio de un océano ¡limitable de inexplicabilidad. Nuestra tarea, en cada generación es recuperar algo más de tierra". T. H. HUXLEY, 1887

SOBRE EL CONOCIMIENTO

El ser humano lleva toda su existencia sobre la Tierra huyendo de la ignorancia. Una ignorancia que le hace sentir ignorante de su propio ser y destino. Abriéndose una fisura, creando una tensión permanente, entre ese hombre que busca el saber de las cosas, y lo desconocido, que a decir verdad, es casi todo. El hombre trata, en un esfuerzo vano de acercarse a lo desconocido, busca saber de las cosas, entenderlas, reduciendo así los límites de su ignorancia. Para ello, a lo largo de la historia ha utilizado, desde mitos, leyendas y dioses, hasta símbolos y, últimamente a través de la ciencia: fórmulas, tesis, hipótesis, modelos y esquemas. Nos cabe preguntarnos ahora —en tercera persona— ¿Qué le empuja a ello? Como si no fuese con nosotros el problema. Es más, precisamente en nosotros encontramos ya algunas respuestas, acerca de ese profundo malestar: un malestar que no le permite ser feliz, ni siendo ignorante.

Es un hecho innegable: que comprender la razón de las cosas, aunque sea de forma vaga, y por nuestros propios medios o posibilidades — en tanto a como estas “cosas” o “entes” a nosotros se nos representan y las entendemos— ha llevado a dotarnos de valiosos mecanismos, por los cuales, comprobamos, se premia al individuo con emociones agradables, recompensando, en este ese entendimiento; e, igualmente, castigando con malestar la ignorancia y rencor al ignorante. Pues, es más fácil para el individuo vivir a la luz del mundo y en el conocimiento de las cosas, que hacerlo a la sombra de esa realidad y su oscurantismo. Sin embargo, para ello, para salvar esa distancia entre nosotros y el desconocimiento: de no saber casi nada de lo que somos y lo que nos rodea; (nosotros) el hombre, ha tratado desesperadamente de crear certidumbres que, aunque muchas veces falsas, pudieran servir de soporte virtual a su vida. Certidumbres estas, que periódicamente a lo largo de la historia has sido ridiculizadas, señalando a los defensores de aquellas “certezas”: de la centralidad de la Tierra, de la aparición “espontánea” de la inteligencia, la superioridad de la raza, e incluso de una visión mecanicista de la realidad… y, aun así, frente al riesgo a hacer de nuevo el ridículo frente a sus semejantes, el hombre: las personas, siguen apostando por tener certidumbres. No obstante, y aunque se rodeen esas certidumbres de misterio, ritos o sacralidad, religiosa o científica, la realidad y el paso del tiempo, oportunamente y de forma impasible, se ocupa de poner en cuestión todo supuesto conocimiento: “nuestra vida vive siempre de una interpretación del universo y que, en consecuencia, toda crisis supone desprenderse de esa ubre que amamanta nuestra vida” —Ortega y G. palabras muy expresivas del propio ortega, que invitan a disponernos a aceptar otra perspectiva vital, y a ver en consecuencia otras cosas ateniéndonos a ellas. Pues la Ciencia no es gradual y acumulativa, lineal; sino que viene en ocasiones a ser arrollada por una serie de grandes cambios; cambios, a veces drásticos de "paradigma".

I

Las grandes revoluciones o grandes cambios, decía P Davis, tienden a asociarse con las grandes reestructuraciones de las perspectivas humanas (Davis, por supuesto, refería revoluciones tecnológicas y científicas). Copérnico, Darwin o el mismo Einstein son ejemplo de ello: nada de lo que argumentaron aquellos genios estuvo fuera del entendimiento de sus semejantes, que a poco de formación académica —aunque no estuviesen familiarizados con los estudios— entendieron, sino de forma compleja, si de forma general lo que aquellos genios con sus ideas les querían decir —no tanto quizá quiso citar las ecuaciones en el caso de Einstein—. Y ello es debido a que las personas, por ejemplo, en occidente, todas compartimos —aunque habrá excepciones— no solo la cultura, la capacidad intelectual y la formación, sino igualmente la percepción (los sentidos) y, por tanto, igualmente compartimos nuestra representación del mundo material. Razón por la cual, el razonamiento de cualquier persona formada intelectualmente, es capaz de acceder a los pensamientos y representaciones de aquellos singulares científicos, entendiendo —al menos generalmente—qué nos querían decir.


Sin embargo, durante el primer cuarto del siglo pasado, y prácticamente a la vez que Einstein desarrollaba su teoría de la relatividad y relatividad general —a vez que una nueva física que permitiría un mejor entendimiento del macrocosmos— de otro lado y casi al mismo tiempo, se desarrollaba otro nuevo concepto de la física revolucionario, un concepto que vendría a reformular los aspectos básicos de la realidad, enfocándose esta de un modo nuevo, distinto e inesperado, más próximo al misticismo que al materialismo. Hoy todos, aunque sea de un modo simple, creemos entender aquello que es la realidad: todos tenemos una idea de ella. Sin embargo, y no se asombren: la teoría cuántica (probada y demostrada en muchos de sus aspectos) está fuera de todo entendimiento y razonamiento al común de los mortales, siendo accesible solo a muy pocas personas. Ni siquiera aquellos con amplia formación científica en otros campos, y que pretenden afirmar entenderla, tiene luego ni siquiera una idea de lo que aquellas ecuaciones representan, implican o proponen. Pues hablamos de una realidad de Alicia en el país de las maravillas cuanto menos, y ajena por completo a nuestros sentidos (y, por tanto), hablamos de una realidad a la que no tenemos acceso (y, por tanto) que ni entendemos ni comprendemos por más vueltas que le demos, o explicaciones que nos vendan: en esencia su sentido está oculto ( incluso a los que lo observan), pues precisamente nuestros sentidos y percepción del mundo y la realidad, primero, y después nuestra capacidad de intelecto, e inteligencia y percepción no están a la altura que se precisa para acceder a esa realidad, en tanto refiero: entenderla. Y Tanto es así, que los físicos que trabajan en ella, en sus ecuaciones, la aceptan dentro de sus laboratorios, pero la rechazan fuera de ellos: en su vida cotidiana y mientras están con sus familias y amigos. No hablan siquiera de ella, más allá de las paredes y pizarras de sus laboratorios, teorizando sobre sus consecuencias en la realidad... y hacen bien, créanme, pues los tomaríamos por locos: más locos incluso que a aquellos que dicen ver marcianitos verdes sobre tapacubos de 5m de diámetros. De hecho, no creeríamos nada de lo que nos dijesen en relación con las implicaciones que tienen en la realidad dichas ecuaciones, por cierto correctas, y tanto es así, que incluso Einstein, primero bastante incrédulo y rechazándola (recordemos aquella frase: dios no juega a los dados) terminó después por aceptarla. Pero de esta nueva aventura física y aceleradores de partículas, un filósofo (perdón) o mejor digamos un pensador cualquiera, que levante la cabeza de sus propia cosas e intereses, y no importa si ajeno a esta nueva física o familiarizado amplia o vagamente con ella, y sus ecuaciones, de inmediato advierte un problema o, lo que podríamos llamar: el problema.

DE LA NATURALEZA DEL HOMBRE  / EL HOMBRE  COMO  PROBLEMA

¿Cuál es el problema? En el momento en que nos preguntamos “cuál es el problema”, no hacemos otra cosa que reconocer la existencia de este en la propia pregunta: “Hay un problema”. Pero la pregunta, no solo prueba la existencia del problema, sino que igualmente no reconoce aquel. Luego si preguntamos a cualquier persona anónima cuál es el problema, con toda seguridad remitirán los propios: problemas que —y todos podemos comprobarlo— nunca terminan sean unos u otros y, que por naturaleza de la propia especie, irremediablemente, se proyectan como una pesadilla metafísica hacia todos los ámbitos de la existencia humana: política, educación, convivencia… Problema, que de forma paradójica, aún con todos avances en tecnología, salud y bienestar social no parecen solucionarse: el problema es antiguo como el hombre; y casi podríamos afirmar, no que el hombre tenga un problema sino que el mismo sea el problema; sumado esto, a que cada época deviene ya concretada por un campo de problematicidad, que es indisociable del campo de la racionalidad, existiendo un permanente desfase entre lo que el hombre es —y como se entiende a sí mismo en cada momento— y lo que luego se exige, y le exige la complejidad real de cada época (necesidad y contingencia). En relación a otras épocas, y generalizando, lo que cambia es el grado de lucidez de las personas, en tanto son capaces de reconocerse (lo que son) y luego de reconocer: todo lo demás.

En su emancipación (o intento ilustrado de emancipación de la naturaleza) el hombre participa, aun hoy (e implica con ello en su decisión) el destino del mundo que lo circunda y al que “domina” (o cree dominar en su ignorancia). Luego este dominio —o errar de la razón—, sobre la naturaleza incluye, en este caso sí: el dominio igualmente del hombre sobre otros hombres. Todo sujeto (individuo instrumentalizado y funcional dentro de la sociedad) debe tomar parte en el sojuzgamiento (dominio con violencia / negación de la naturaleza (mundo natural). Y a fin de realizar y conseguir esto, debe subyugar a la propia naturaleza igualmente dentro de sí mismo (controlar y someter los propios instintos); algo que solo será posible “al interiorizarlo" en un amor por (el deseo de control y poder), que son los medios (sociales) hacia lo que comúnmente se define como meta: la felicidad del individuo, representada esta en la salud y la riqueza, entendidas estas siempre, en su posibilidad funcional dentro de la sociedad. Siendo igualmente estas las condiciones favorables para la producción: intelectual y o material de unos y otros. Sin embargo: muchas de estas personas “felices” con poder “y con buenos médicos” y “riquezas” son las más inútiles (en el medio natural) y débiles frente a la naturaleza (alergias e intolerancia el calor o a las exigencias físicas en el medio natural: en sierras y montes al sol en verano o bajo la lluvia en invierno) que he podido conocer, y reconocer por un tiempo incluso en mi mismo: (como inútiles en el medio natural / en el que deben ser guiados, y del que de algún modo se les debe proteger). Esto lo entendemos hoy todos cuando vemos cuando al (excursionista / aventurero) le llevan la mochila y le dan de comer; o que para ver una pinturas rupestres en una sierra a una altura de no más de 550 metros y un desnivel de 200m se tenga que adecuar el acceso, cementándolo (a tipo de vía romana), para que esas personas sanas y felices (tanto jóvenes como de mediana edad) puedan recorrer una cuesta de no más de 15 minutos andando, sin que les dé un joenco, o se partan el culo al resbalar. Pero si queremos un ejemplo más claro de la del hombre civilizado (poderoso, sano y feliz), frente a la naturaleza silvestre y su indefensión al punto, de dirigirse hacia la luz (como una mosca al fluorescente) e incapaz de reconocer las sombras de aquella misma luz, hacia la que se dirige, este es el caso de Michael Rockefeller, desaparecido en las frondosas selvas de la costa sur de Nueva Guinea (al marcharse por su cuenta para estudiar una tribu) y que habría sido devorado por los caníbales, pudiendo formar parte de un ciclo de venganza "ojo por ojo” en un ciclo de represalias iniciado por una patrulla holandesa que asesino a unos indígenas). Caso parecido seria el del turista mordido por una víbora (Bothrops) arborícola, cuando este se acerca a fotografiar una flor llamativa, sin observar lo que le observa unos centímetros más arriba.

Semejante renuncia (a la propia naturaleza de los hombres, por si mismos) no solo nos lleva (consecuencias) a la indefensión y desconocimiento del medio (del que venimos y al que pertenecemos: no tenemos otro), sino que produce a la vez una racionalidad (irracional) respecto a los medios utilizados (cuando el humano es cosificado y utilizado como medio para los fines de otros humanos: esclavo del trabajo, fuerza de trabajo), e irracionalidad igualmente respecto al existir humano (enajenado de aquella su naturaleza y ser (de su lugar): apareciendo como un extraño en sí mismo, irreconocible a la naturaleza y al mundo al que pertenece), pero luego “reconocidos” de la sociedad y sus instituciones de las que llevan su sello (en tanto observamos en los individuos) esta discrepancia (lucha constante entre el ser y el no ser del hombre, como hombre (de alma paleolítica), contra sí mismo (contra el hombre/ producto del neolítico) hoy enfrentado a naturaleza de la que forma parte natural, pero de la que se excluye para después someterla: hacia su propio bienestar).Y cuya consecuencias, de tal despropósito, no es un trascender la naturaleza y menos aún una reconciliación con ella, sino la opresión manifiesta (en una angustia que no reconocemos como tal) de nuestra propia naturaleza (al haber sido despojados de esta), y que se muestra evidente; sobre todo, cuando al salir al campo nos distraemos y despistamos, sintiéndonos “perdidos” en ese lugar al que fuimos a encontrarnos). Recordando las palabras de Ignacio Martínez Mendizábal (Paleontólogo, Doctor en Biología y autor de numerosos artículos en las más prestigiosas revistas científicas del mundo) este vino a decir algo así: lo que la naturaleza ha hecho con nosotros a lo largo de miles de años, ha sido construir un ser dotado de alma paleolítica (mas instintiva), que de pronto se ha visto inmerso en el mundo del neolítico —el mundo de los organigramas (la moral, las leyes, etc...)— donde te enfrentas a lo que no existe (a las ideas y no a las cosas). En definitiva, lo que nos dice Ignacio, es que somos un alma paleolítica que vive, cuando no sobrevive, en el nuevo mundo neolítico, y que abandonando su sistema anterior, hoy sólo sabe comunicarse a través de símbolos formalizados (pero) que le son insuficientes, necesitando más códigos y canales (quizá aquellos de antaño). Y lo que es más grave: no advirtiendo la inmensa riqueza informacional (latente) existente en el medio ambiente, en las contradicciones, en el ruido, en los antagonismos que se buscan... ignorando el privilegio que supondría esta nueva comunicación formalizada, llevada de otra forma: digamos a la manera antigua; siendo incapaz de encontrar aquella música de fondo, capaz de acompasar la vida de otro modo: más paleolítico (natural) y menos crítico y añejo.

La expresión (escrita o hablada) se ha convertido igualmente en un instrumento usado por técnicos al servicio de la industria. Quien pretenda (escribir) ser escritor (o locutor) puede inscribirse en determinado colegio y aprender las numerosas combinaciones que pueden ser elaboradas de acuerdo con una lista de Posibilidades permitidas (de expresión). Antaño la aspiración del arte, la literatura y la filosofía consistía en expresar el sentido de las cosas y de la vida, en ser la voz de todo lo que es mudo, en prestar a la naturaleza un órgano para comunicar sus padecimientos o, como podríamos decir, en dar a la realidad su verdadero nombre. Sin embargo, en la edad de la razón formalizada se ha aniquilado la relación entre el hombre y la naturaleza que se ve privada de su lenguaje hacia las personas (por medio de nuestra consciencia de esta) y de las cosas (seres) que son frente a nosotros y podemos reconocer. De un lado, naturaleza se ha visto desprovista de todo sentido o valor interno para nosotros. No perdemos nuestro tiempo útil en visitarla y admirarla / le destinamos el tiempo que nos sobra, y las más de las veces para destrozarla. Por el otro, al hombre le quitaron todas las metas salvo la de auto conservación. El hombre intenta convertir todo lo que está a su alcance en un medio para ese fin (incluso a la misma naturaleza). Y, en medio de todo este desconcierto, cuando el hombre aún no ha salido por completo de las sombras ya quiere dominar la materia (sin entender la luz) con un escaso conocimiento y sentido de la propia realidad, pretendiendo acceder a esa otra, que no solo no percibimos, sino ignorando las consecuencias finales, de pretender de entrar a ésta a martillazos (CERN).

Por supuesto, existe una resistencia a causa de esta opresión. Pero Toda palabra, sentencia o acto que tenga otras implicaciones que la pragmática resulta sospechosa. Cuando a un hombre se le sugiere que admire una cosa, que respete un sentimiento o una actitud, que ame a una persona, animal o planta por ella misma, esto se le hace sospechoso de sentimentalismo y teme que pueden burlarse de él o tratar de venderle algo. Durante su larga historia el hombre ha alcanzado a veces un grado tal de libertad respecto a la presión inmediata de la naturaleza, que pudo ponerse a reflexionar sobre la naturaleza y la realidad, sin hacer con ello planes directos o indirectos para su auto conservación. Estas formas relativamente independientes del pensar que Aristóteles describe como contemplación, se cultivaban sobre todo en la filosofía. Entonces La filosofía aspiraba a una intelección que no había de servir a cálculos utilitarios, sino que debía estimular la comprensión de la naturaleza en sí y para sí. (...)

Pero hoy la indiferencia frente a la naturaleza constituye solo una variante de la actitud pragmática, que es típica de la civilización occidental en su totalidad, donde las formas son diferentes. El primitivo cazador de nutrias norteamericano veía en las llanuras o en las montañas únicamente la perspectiva de una buena caza; el hombre de negocios moderno ve en el paisaje una oportunidad favorable para la colocación de letreros de propaganda de cigarrillos, y los animales son considerados en este caso simplemente como obstáculo de tránsito. Esta representación del hombre como amo se remonta hasta los primeros capítulos del Génesis. Los pocos mandamientos que se encuentran en la Biblia en favor de los animales han sido interpretados por los pensadores religiosos más eminentes, como Pablo, Tomás de Aquino y Lutero, pero de modo tal que únicamente afectan la educación moral del hombre y no se refieren en absoluto a alguna obligación del hombre para con las demás criaturas. Sólo el alma del hombre puede salvarse; los animales únicamente tienen el derecho de sufrir. (...). En la metafísica tradicional (y teología) la naturaleza se concebía, en un sentido amplio como lo malo, y lo espiritual o lo sobrenatural como lo bueno.

En el darwinismo popular, lo bueno es lo (reconocido) bien adaptado y el valor de aquello a lo cual el organismo se adapta no se discute o se lo mide únicamente según la pauta de una adaptación subsiguiente. Luego, esto extrapolado se traduce en la sociedad: Estar bien adaptado “al medio” equivale sin embargo a estar en condiciones de poder enfrentarlo con éxito, de dominar las fuerzas que rodean a uno (tal como está implícita incluso en la enseñanza sobre las diversas formas de la vida orgánica, comprendido el hombre- significa en la práctica a menudo adherirse al principio del dominio constante y extremo del hombre sobre la naturaleza.

Luego considerar a la razón como un organismo natural (emancipado y adaptado) y reconocernos “racionales” no significa despojarla de la tendencia al dominio, ni le presta tampoco mayores posibilidades de reconciliarse con la naturaleza: pero como anticipaba krisnamurty, estar adaptado, siendo educado, estando considerado en una sociedad como la nuestra: enferma —con toda su miseria, brutalidad y conflictos— formando parte ella es, igualmente, estar enfermo. Pero además, es estar predispuesto a abandonarse por completo a su aviesa moral los unos y, sometidos a sus políticas y engaños los otros. Todo habrá de resumirse en servir; servir de un modo u otro al renovado Leviatán —el mismo que nos obliga y desangra— sea a través de consumismo, la dilapidación y codicia; o bien, ardiendo en la condenación de la servidumbre: esclavizados los unos por los otros, y lentamente consumidos, día tras otro por burócratas, banqueros, políticos, jueces, agencias gubernamentales, calificadoras, de crédito y, por todo aquello que en sí mismo consiente, se arrastra y presta alimentando, la falacia que perpetúa la angustia de esta terrible infamia. Crisis dicen: no hay crisis, sino en la conciencia, cuando esta ya no puede aceptar unas normas, aquellas mismas que en el pasado le dieron contingencia, y que únicamente sirven a los impulsos materiales de las personas: a intereses individuales que se tornarán siempre en contra de los otros —un problema que surge con los deseos y la naturaleza misma del hombre— generando así este conflicto, eterno, únicamente en el fin de acumular poder y riquezas. Una falacia dentro de otra falacia es... "una verdad". Luego, imponer esa verdad que está, sustentada en una falacia que está, dentro de otra es... "una infamia"

Las doctrinas que exaltan la naturaleza o el primitivismo a costa del espíritu, no favorecen la reconciliación con la naturaleza; por el contrario, expresan enfáticamente frialdad y ceguera frente a la naturaleza. Cada vez que hace deliberadamente de la naturaleza su principio, el hombre cumple una regresión hacia instintos primitivos. Los niños son crueles en sus reacciones miméticas, porque no comprenden realmente los sufrimientos de la naturaleza. Casi como los animales, se tratan a menudo mutuamente con frialdad y despreocupación, y sabemos que incluso las bestias gregarias se aíslan cuando están juntas, aunque el aislamiento individual puede comprobarse con mucha mayor frecuencia entre animales que no conviven y en grupos de animales de diversa especie. Sin embargo, todo esto ofrece hasta cierto punto un aspecto de inocencia. Los animales no piensan racionalmente y, en cierto sentido, tampoco los niños. Pero cuando los filósofos y los políticos renuncian a la razón, al capitular ante la realidad se produce una forma mucho más grave de regresión, que culmina en forma inevitable en una confusión entre verdad filosófica y auto conservación despiadada y guerra.

Para bien y para mal (afirma hockenheimer) somos los herederos de la Ilustración (y del progreso técnico: el era alemán). Bien, yo renuncio a mi herencia (caso de tenerla) de la ilustración alemana y a al absurdo idealismo de Kant (y a su filosofía mediante ideas, a favor de una filosofía de la realidad: observando y viviendo la realidad y reaccionando a esta por la propia experiencia). Observar la naturaleza, respetarla, no es una regresión a etapas primitivas de la humanidad, sin embargo, reconsiderar la ilustración es un paliativo (que no soluciona y más nos retrasa) frente a crisis permanente que han provocado la razón iluminista. El único modo de socorrer a la naturaleza no consiste en liberar de sus cadenas a su aparente adversario (es reconocernos nosotros de esa misma naturaleza a la que sometemos y aniquilamos).

EL NUEVO SER HUMANO

La cuestión ahora sería ¿Cuánto falta para el advenimiento de ese nuevo ser humano? Un ser humano que haya sustituido la conciencia moral por una conciencia más universal. «A menudo he planteado la hipótesis de que en el último término la física no precisará un enunciado matemático, que al final se revelará el mecanismo, y que las leyes resultaron ser sencillas, como el tablero de ajedrez con todas sus complejidades aparentes» Richard P. Feynman (1918-1988)

Pensemos ahora en aquel humano que mostrase una percepción distinta de la realidad. Los científicos se basan en una serie de hallazgos recientes sobre la biología de la visión del color. Sabemos que hay quienes ven más colores, pero desconocemos si ven más allá de los colores: por ejemplo algunos tipos de radiación. Por tanto hablaríamos de una recepción (sin más notas) y propiciada a algún fin por (instrucciones – código), y nunca aleatorio. De este modo, El sistema nervioso, el circuito neuronal, debería adaptarse, tomarían su tiempo a unas nuevas capacidades, y en generar igualmente nuevas conexiones, luego discriminar e interpretar y registrar correctamente las impresiones para disfrutar/ probar de una experiencia visual y sensorial diferente, seguramente más rica, completa y compleja que la común de todos nosotros. Sin embargo, y al tratarse de representaciones de una realidad subjetiva: algo, que solo percibe (en principio entiendo) quien lo ve —científicamente indemostrable—,a primera vista no parecería tener ninguna utilidad mas allá (en tanto a más colores) si no eres un pintor, y tienes más clientes como tú que aprecien el detalle, en lo que aparentemente el resto de personas no encontrarán ninguna diferencia o utilidad. Posiblemente de hablar con alguien al respecto este le aconsejaría ir al médico, y su médico lo enviará al oftalmólogo, que al explorar y comprobar, de haberlas, las sutiles o importantes alteraciones en los ojos (de ser perceptibles), determinaría que todo podría tratarse como un trastorno, no sería la primera vez: término con el que las personas nombran algo, cuando no lo entienden útil a las necesidades del individuo, en la sociedad: una sociedad por cierto, chata, enferma y miope. Frente a aquel diagnóstico tan ingenuo, posiblemente esta persona no hablaría del total de las percepciones, y todo quedará en saber que ve muchos colores para los demás (científicos: como así ocurre), además luego de cargar con el estigma de una alteración o mutación genética, con las consecuencias sociales que ese nombre implica.

Pero es que un académico, sentado en su sillón de cuero, de aquellos que además consideran buenas la mutaciones, teniendo la teoría de la evolución como correcta, paradójicamente, no vería un ojo más evolucionado que el suyo, así lo encontrase en una caja de regalo y con una nota explícita en siete idiomas, luces de colores…y un audio repetido en bucle que afirmara: "este ojo es diferente y mejor que el tuyo”. Para una existencia útil de la ciencia es necesario, cabezas que no acepten que la naturaleza debe seguir ciertas condiciones preconcebidas.” R. Feynman. Lamentablemente, y esto es un hecho, la ciencia, los laboratorios y los científicos que trabajan en ellos, no buscan ni trabajan en observar mejoras físicas en las personas (algún tipo de evolución) que perfeccionen la condición natural de estas, ni por lo tanto promoviendo formas de vivir que animen a cambios profundos en la naturaleza de las mismas personas. Si no, que como consecuencia de un capitalismo asfixiante, el amor al dinero, el reconocimiento social, y la presión de farmacéuticas, así como el control que ejerce en el medio social, trabajan en mejoras físicas, sino en mejoras tecnológicas que mejoren artificialmente la condición física y la vida de las personas. La ciencia, aportándonos tanto y siendo indispensable para nuestra vida y nuestro pensamiento, nos es, en cierto sentido, más extraña que la filosofía. Cumple un fin más objetivo, es decir, más fuera de nosotros: es en el fondo, cosa de economía. M. de Unamuno.

La ciencia nos puede aliviar, ayudándonos y transportarnos de un lugar u otro de la ciudad, o la tierra, incluso nos puede ayudar viajar a la luna (viajar), pero la ciencia no nos llevará a ninguna parte como especie, y eso es seguro. Pues una especie que teme al sol (ni reconoce a sus semejantes, otras especies, en la tierra), esta incapacitada para mirar a las estrellas. Una especie que mira a través (detrás) de objetos o instrumentos escondiéndose, como quien encubre y barrunta una oculta voluntad, huyendo de ser mirado a los ojos por aquello mismo que él mira, es una especie enferma y cobarde, que jamás alcanzará nada por sí misma. No, si no se da una revolución —evolución— mental y física, en esa dirección, por encima de cualquier avance tecnológico. Nadie va a ir a ningún sitio fuera de este planeta, al contrario, creo que en poco tiempo muchos estaremos (perdón) estarán dentro de esa otra realidad: esa realidad, donde mórbidos, y en el sillón de casa, navegamos con gafas absurdas hacia la privación sensorial voluntaria y un paradigma, en el que habrá personas en la tierra que en poco tiempo no reconocerán la realidad frente a sus propios ojos: ni los colores o las formas reales de este mundo.

Las personas vemos cómo se mueven las hojas de un árbol, las olas; sentimos el viento, la lluvia, el calor del fuego, la electricidad del rayo: nuestros sentidos, todos, están adaptados a reconocer la realidad dentro de las particularidades físicas que se dan en la tierra, donde hemos evolucionado a la par que ella y el medio ambiente en el que nos desenvolvemos. Sin embargo, ahora, cuando nos aislamos cada vez más de la propia tierra, y casi no la soportamos, pretendemos salir a otro medio: el espacio, más ajeno y violento. Pretendemos viajar a las estrellas, cuando si miramos en la profundidad de la noche, solo vemos oscuridad y nada más. Es cierto que los aparatos tecnológicos detectan otras cosas, pero se trata de que si el cuerpo físico, los sentidos no detectan nada es porque ese medio nos es del todo ajeno y hostil: no reconociendo en este nada, mucho menos el peligro: como el tipo que penetra la selva por primera vez, y no percibe la víbora entre las hojas. Queremos ir al espacio cuando observamos que no toleramos ni 15 grados más de radiación, expuestos a ella en la tierra, y lo cierto es que cada vez toleramos menos, pues nos escondemos del sol, nos asusta, y en el espacio: todo es radiación. (El sistema de monitorización de la mortalidad diaria por todas las causas (MoMo), elaborado por el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), estima que en España se han producido algo más de 4.700 muertes relacionadas con el exceso de temperatura entre finales de abril y finales de agosto.(1 sept 2022).

Luego el sol lleva tiempo avisando de cambios, no sabemos si drásticos. ¿Cambio climático? — nos dicen; o cambio de ciclo solar. El Sol atraviesa períodos de gran actividad regularmente, que pueden provocar que vierta al espacio una cantidad de energía superior a la habitual. Actualmente, se encuentra atravesando el ciclo solar 25, una etapa de alta actividad que, según los astrónomos (cuidado), alcanzará su pico máximo a mediados de 2025. Cada una de estas etapas dura habitualmente entre 9 y 13 años, y suelen dar paso a fases caracterizadas por una actividad notablemente menor. Pero lo cierto, es que este ciclo puede encontrarse dentro de un ciclo mayor: de calentamiento e igualmente, de radiación que llega a la tierra; como atestigua (primero) que desde hace 80 años, la temperatura y la radiación que llega a la tierra es significativamente mayor, como advertimos los alpinistas, en los refugios donde vemos fotos del principio y mediados de siglo pasado, o anterior observando el retroceso dramático e imparable de los glaciares, y (segundo) Según este informe que leo del 10 jun 2020, los casos anuales de melanoma, el cáncer de piel con peor pronóstico, aumentaron casi un 50 por ciento en la última década, situándose en 287.723 diagnósticos al año en el mundo. No solo nos aterroriza el sol: ya no soportamos ni las condiciones de nuestro planeta (al habernos aislado progresivamente), y de las que nos tenemos que aislar (ahora obligatoriamente) bajo una sombra o un ungüento cuando se tensan un poco las condiciones, pero queremos viajar a las estrellas. Pero la realidad, la única realidad, es que la gente hoy no mira al cielo con sus ojos, desde hace siglos no lo hace, ni siquiera los científicos: los astrónomos —ellos menos aún— ebrios de tecnología y pájaros en la cabeza. Siendo, el espacio, un entorno extraño y hostil a ojos desnudos del hombre de hoy, no entendiendo o reconociendo nada de lo que hay en él, si no lo ve del otro lado de una lente: nuestros sentidos, cada generación están más atrofiados, no perciben la radiación, la luz o el tejido mismo del espacio (cuando los cruza la luz)... "La tecnología nos salvará" —dicen. La tecnología nos atrofiará y destruirá, y para cuando un humano alcance siguiera a pretender salir del sistema solar, los humanos ya no aguantarán ni 10 minutos en la playa; y que dios ayude a quien pretenda salir..

Pero Max, ya descubrió el desfase existente, entre lo que los hombres piensan, y lo que luego hacen: esa matriz social del autoengaño. M Foucault, escribió: el primer libro de Max (el capital); el nacimiento de la tragedia (Nietzsche); y la interpretación de los sueños (Freud) nos obligaban a interpretarnos a nosotros mismos. Pero la cuestión es... interpretarnos, ¿cómo? Cuando luego resulta entonces aquella paradoja: "donde todo es interpretación ya no hay nada que interpretar" — (Paniker). Si bien, como apunta el filósofo: esta Nada (surgida) es justamente lo que ahora más nos importa, y nos debe importar, pues esta Nada permite dar un paso más en el arriesgado proceso de la lucidez (encerrados en la consciencia de nuestros límites: nuestros límites estallan). Alcanzamos una consciencia pos-crítica. Y de ahí, luego como una supernova cabe estallar: en una apertura hacia la experiencia pura. Seamos coherentes: la humanidad no va camino de alcanzar las estrellas; no va camino del tránsito hacia un ser humano-espacial: esta humanidad, no va a ningún sitio, a ninguna parte, si no nos movemos.

Nuestras mentes, cuerpos y sentidos evolucionan ahora dentro de medio artificial (social de no exposición ( ni al medio ni a los virus) / medio anti-evolutivo), de ahí la necesidad de tanta tecnología y el autoengaño consentido y promovido de que esta tecnología servirá a la conquista de las estrellas, y eliminación de nuestros males, cuando de facto, sirve para tenernos atados en los sillones, propiciando aquellos males, que ella luego soluciona (catarros que casi matan (por aislamiento y falta de exposición al medio natural); pues nos encontramos dentro de un sistema artificial y complejo de producción y consumo ( instrumentalizado), una maquinaria social —que manipula hasta lo inimaginable estímulos irracionales de nuestra mente— de la que somos parte importante y esencial de su engranaje productivo.

Nadie, irá a ningún lugar, créanme, al menos, a ningún lugar donde no llegue el wifi, Netflix, aire acondicionado y haya un Mc. Donald o un Burriquin no demasiado lejos. Luego, la ingenuidad que muestra algunos astrónomos al mirar a través de un telescopio o hablar de la conquista del espacio, es solo es comparable a la mía cuando de niño, creía en los reyes magos. Y, lo más curioso: mientras tanto, los físicos callan, y lo hacen para no hacer llorar a los niños, del mismo modo como un padre no diría a sus hijos que Papá Noel no existe; o, que todo lo que ven y creen cambiará, así como su entendimiento, con tan solo un leve cambio en la percepción de la realidad, que les está siendo amputada. Cuando esto suceda: si no está sucediendo ya.

EL SENTIDO DE LA VIDA

No sé cuántas veces he escuchado la pregunta: legítima en todo caso, pues la curiosidad es innata de las personas, como innato en las personas lo es también, por ser personas, la estupidez: esta última como el infinito, radiante y en todas direcciones y sin encontrar sus propios límites. Mi pregunta, a quienes aventuran alguna respuesta compleja a la cuestión, sería: cómo se puede dar sentido a algo, explicarlo por entero, sin encontrar antes el sentido a aquello que lo contiene. Pues, cualquier respuesta al contenido, consecuencia, sin responder antes a la cuestión del continente (aquello que la causa o contiene) sería una visión particular y sesgada: subjetiva. Sin valor alguno en términos absolutos, aunque exista siempre quién encuentre valor práctico: circunstancial y relativo en la respuesta dentro de un ámbito circunscrito: algo así, como explicar la leche a un niño, sin explicarle, o este entendiese antes qué es la vaca. Una respuesta en todo caso y justificada únicamente en el hecho en servir a algún tipo utilitarismo (social), a veces prosaico y ramplón, propio más de un vendedor de ungüentos que de un investigador o científico. Una respuesta, en todo caso, que nos hunde y ancla aún más en la oscuridad en la que vivimos, al invitarnos a no seguir nuestro camino, nuestra búsqueda de una verdad: la revelación de esta.

«Es una gran aventura contemplar el universo más allá del hombre, pensar en lo que significa sin el hombre: como fue durante la mayor parte de su larga historia, y cómo es en la gran mayoría de lugares, cuando se alcanza finalmente esta opinión , o visión objetiva, y se aprecia el misterio y la majestad de la materia, volver entonces el ojo objetivo de nuevo al hombre considerado como materia, ver la vida como parte del misterio universal de la mayor profundidad, es sentir una experiencia que rara vez se describe. Por lo general termina en risa, placer en la futilidad de intentar comprender. Estas opiniones científicas terminan en asombro y misterio, perdidas en los confines de la incertidumbre, pero parecen ser tan profundas e que la idea de que todo está dispuesto simplemente como un escenario para que Dios contemple la lucha del hombre, por el bien y el mal, parece ser inadecuada y casi absurda.» Richard P. Feynman (1918-1988)

Entonces, al preguntarnos por el sentido de la vida, en el universo, deberíamos preguntarnos primero, por el sentido o razón del universo. Pues Bien ¿tiene algún sentido el universo? quiero decir: Tiene una razón de ser, más allá de ser (pues si una cosa sucede en este —siendo consecuencia o causa— en este caso "la vida", esta será entonces causa primera, que literalmente explicara la existencia de la cosa que la propicia. (No creemos conocer algo si antes no hemos establecido en cada caso el «por qué», lo cual significa captar la causa primera. Aristóteles, Física, II, 3 (Gredos, Madrid 1995, p. 140)).

Así, a partir de lo evidente probable: de lo que vemos, sentimos y por nosotros mismos comprobamos y razonamos, no de lo que sentimos, pensamos o deducimos e interpretamos a partir de otro tipo de sensaciones o creencias —de las matemáticas ni las ecuaciones— deducimos, razonando que: Por supuesto, el universo tiene sentido, de lo contrario no estaríamos haciéndonos esta pregunta. Así pues, la razón (o razón suficiente) del universo —o al menos una de sus razones— sería la vida en sí misma y consecuentemente luego “la consciencia”: prueba de ello "nosotros": una vida consciente. Resultado último esta (?), de una materia en evolución a lo largo de miles de millones de años, dentro de un sistema cambiante, al que llamamos universo. Donde parece lógico, además, que el universo, ahora consciente (entendemos, o entendamos al menos en nosotros) —como consecuencia última—y que pretenda luego de mirarse y observarse con sus propios ojos, explicarse y entenderse por completo a sí mismo. Y sin embargo, sí, parece ya mucho, pero acaso se trata de eso tan solo.

Recordemos cuando antes, muy atrás en el tiempo, en el universo no ocurría nada, era un lugar tranquilo y sin cambios, hasta que todo cambio dramáticamente y el universo — aquel lugar donde no ocurría nada relevante— se tornó cambiante. Surgieron luz, átomos, moléculas, estrellas, planetas, galaxias… evolucionando a todos los niveles, físicos y químicos hasta que algo ocurre: la homeostasis, donde parte de esa materia, de ese universo, decide (diríamos hasta que conscientemente) no seguir el ritmo, y aislarse: surge entonces la membrana: la vida; sin embargo, uno no puede aislarse completamente del entorno —más aún en ese entorno de cambios violentos, viéndose obligado a evolucionar— utilizando entonces su membrana no tanto como aislante, como para estar en contacto (conectarse, a modo digamos de antena, para la recepción de información útil) con el resto y poder adaptarse al entorno cambiante: convirtiéndose (por recepción y añadiendo información) entonces a su sistema experto: un sistema que consume energía y produce información Una información que difiere de las demás, pues es una información de un sistema experto, que aprende, (y recibe información por la misma membrana (antena), y se adapta y diversifica hasta que una parte de esa vida y del universo es consciente de ese proceso. Se diría, así, simplificando, que la vida tenía como objetivo esta finalidad; la consciencia: y que por esta consciencia, yo me lo pueda explicar y explicar que sea, soy consciente de ello. Entender que me alimento para sobrevivir de lo externo, que es información, que luego utilizó para producir información. Que por la membrana, una especie recibe de otra aquello que otra la puede ayudar, eso entiendo. Que solo… no soy nada: si no doy, si no recibo.

Así, es la propia pregunta al cuestionarnos nosotros por el universo, al preguntarse el universo y por sí mismo (a través de nosotros), la que da sentido a la misma pregunta y al universo a la vez. Decir vida y universo es por tanto, decir en esencia lo mismo. Preguntarse por el sentido de lo uno - la vida, es preguntarse igualmente, a la vez que le damos sentido a lo otro - el universo. ¿Por qué una estrella? ¿Por qué un planeta? Nadie se pregunta por el sentido de un planeta, tal; entendemos, es consecuencia de un orden, y de un propósito en el cosmos —orden y propósito que aún no entendemos del todo— como parte de la evolución de la materia, la misma que desemboca en la vida y luego medrará hasta, si se dan las circunstancias favorables, en la consciencia. Y he aquí, donde las preguntas de nuevo equivocan el sentido en tanto al preguntar, por esta maravilla llamada “consciencia”.

MENTE CONSCIENCIA Y COSMOS

Es posible, según muestran algunos ensayos y experimentos, que la realidad, o buena parte de ella, no exista: o mejor dicho, no se muestre tal es, si no está siendo observada. Quizá cuestionada, si no le preguntamos, más allá de preguntarnos. Por tanto, podría afirmarse que el observador conecta, y afecta a lo observado, no tanto al observar (pasivamente), sino al preguntarle directamente a realidad. De modo que: "Cuando se mide el comportamiento de una partícula por medio de la observación, se está influyendo sobre su estado natural" pero quizá, al preguntarnos, o preguntar a esa partícula directamente, esta influya igual y directamente sobre el nuestro. Pero, Ay, de lo que guarde nuestro corazón entonces, y abierto a quien observamos. (Quid pro quo) hermano. 'algo a cambio de algo' (intercambio de información: la antena, recuerdan) si afectamos siempre es en dos direcciones: dime qué quieres de mí, y te diré quién eres. Y Eso hemos estado haciendo, en la física, biología, astronomía… diciendo al universo quienes somos… y ahora ¿qué?, hermano. Esta idea no es nueva: en tanto a que el universo es indisociable de la vida mental de los seres que lo habitan.

Recuerdo un artículo de David J. Chalmers —uno de los mayores científicos en su campo, al menos entonces 2001— donde se preguntaba por la consciencia: “La mente consciente, nos dice David J. Chalmers, nos es, a la vez lo más familiar y lo más misterioso del mundo. Nada hay que conozcamos de forma más directa y, sin embargo, nada más complicado que ella”. Parecería así que quisiera entenderla, y de nuevo, nos preguntamos por la leche, antes que por la vaca, y aquello que la contiene: el universo. Este es un error muy generalizado en los científicos (los payasos del circo mundial): cuando la respuesta a su pregunta está respondida desde hace milenios: la consciencia, más allá de lo que pretendamos que és, existe para que los seres vivos que la poseen, la utilicen (siendo esta el fruto más extraordinario de la vida): un poder, una luz que alumbra en esta parte pequeña del universo, y permite a éste reconocerse a sí mismo, justo cuando la especie elegida deja de mirar al suelo y dirige su vista a lo profundo, a las estrellas. Así, la cuestión no debería ser tanto ¿qué es la consciencia? sino, qué hacer con ella, como darle una utilidad significativa y positiva. Quizá, en este sentido ayudaría aquella simplicidad de nuestros antepasados, pongamos hace, 2.000.000 de años, cuando comían la banana del árbol, sin cuestionarse, por qué estaba ahí, o, por qué el bananero daba bananas. Ellos, sabían qué hacer con la banana, tenían claro para qué les servía: la comían, eso bastaba; pero, bastaba no solo para seguir adelante con sus vidas, sino igualmente sirvió a la especie para evolucionar (y digo evolucionar, no saciar su curiosidad como una especie sobre otra) como todos podemos comprobar en nosotros mismos, si es que podemos llamarnos evolucionados. Por tanto, quizá pueda, en estos tiempos cientificistas ayudarnos a ver las cosas más claras, la actitud de aquel sencillo homínido: que sin necesidad de perder el tiempo pensando en lo que es algo (la banana / la consciencia) daba buen uso a esta, que tiempo habrá y tendremos de entenderla, si llegamos a ello. Pues, desde que aquel primo lejano cogiese las bananas del árbol, dándole una correcta utilidad y servicio, parece que nos hubiésemos atascado, en algún momento, no habiendo aprendido demasiado, algunos dirían: incluso nada. La metáfora sería, la humanidad murió de hambre mirando la banana, a punto de averiguar qué era y cuántos átomos la constituían, sin darle previa utilidad a lo que servía. Comerla!

AISLARSE EN EL CAOS (DESDE EL LIMITE)

Antes de comenzar a escribir estos textos —las entradas que componen este nueva serie que aún no tiene un título— me quise aislar del (del mundo, aunque en muchos sentidos ya lo estaba, y si me faltaba algo por aislarme por completo, estos escritos, terminaron por concluirlo). La razón para aislarme, era mantener el ruido a unos niveles aceptables para mí, pues, y esto es importante: anularlo por completo no solo es imposible, además, de poco aconsejable, pues no sería la primera vez, que disimulada en eso llamamos ruido, existe oculta una señal esperando ser revelada. Recuerdo, y solo por poner un ejemplo, a aquellos dos ingenieros (radio-astrónomos para más señas) que trabajando para la compañía telefónica estadounidense ATT, y mientras trataban de entender la fuente de un ruido que aparecía en sus receptores de radio, paradójicamente, y de forma casual descubrieron lo que fue finalmente reconocido como la radiación a 3 K del fondo cosmológico (una señal predicha teóricamente a finales de los años cuarenta) y que a la postre, les hizo merecedores del premio Nobel de Física, en 1978), siendo este ejemplo extrapolable a todos nosotros, en cualquier ámbito de nuestras vidas. Lo que quiero decir, es que la televisión, y el teléfono celular (aquello más disruptivo) fue a parar a una caja. Me quedé con una pequeña radio —para no ser el último en enterarme si se acababa el mundo—, luego cambie el sol del mediodía por la noche y las estrellas: esas mismas estrellas que me acompañan desde muy joven lo largo de mi vida allá donde quiera que esté, esto fue lo que permaneció a mi alrededor, además, del lucero al amanecer que me daba los buenos días cada mañana.

Luego, y como es pertinente cuando se abordan determinados temas, precisaba desde otro enfoque más atrevido, liberándome de las ataduras y cargas con las que esa misma razón se aferra a aquello que llamamos realidad. Recursos estos que, por cierto, ya nuestros antepasados manejaban en tiempos antediluvianos, y que todavía en algunos lugares son esgrimidos por algunos individuos. Algunas personas llamarían hoy a esto “acomodar la mente”, aunque tiene otros nombres: pero no se confundan... Pues he escuchado acerca de personas — refiero personas que escriben, sobre todo—, y que se alejan del lugar donde tienen la residencia, de las ciudades y de las personas que conocen y aman “perdiéndose” muchas veces a una casa apartada en el campo o bosque (es un ejemplo), “en un intento de desconectar”—dicen, buscando aislarse físicamente y mentalmente del ruido inarticulado de las calles de las ciudades, o de la propia la casa, y familia, en definitiva: un alejarse de todo aquello que les molesta, o pudiera molestarlos en los pensamientos de su escritura. Pero se diría, poco más o menos, que resulta un ejercicio —parecido en su finalidad— a lo que hacemos otros sin salir a veces de la ciudad, ni de nuestra casa: centrándonos (disponiéndonos) al acto, de pensar, y acercándonos mentalmente a aquello que vamos a tratar… no alejándonos de lo que nos molesta, sino penetrando lo que no interesa.

Solo comentar, en este sentido, y por si sirve de algo, que me parece innecesario, y absurdo huir de un lugar, pensando que otro será mejor para pensar y escribir lo pensado, al menos cuando se trata de una persona normal, entiéndase normal: sin problemas añadidos y en paz consigo misma y los demás, qué sabe quién es y cree saber lo que quiere. Huir nunca soluciono los problemas personales a nadie, tampoco de concentración. Camus, por ejemplo, pensó buena parte de su filosofía viendo partidos de fútbol, entre el bullicio de la gente en las gradas del campo de fútbol, donde relacionaba el juego sobre el terreno, con los avatares de la vida misma, para luego redactar en su apartamento en un barrio agitado de París, aquello sorprendente para muchos: “lo que finalmente sé con mayor certeza respecto a la moral y a las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”. Otros como Sartré paseaban por la ciudad, igualmente París, donde encontraron inspiración en lo cotidiano, muchas veces confrontando con los demás. Ambos hicieron, junto a otros, de París aquella capital mundial de la razón; y aunque muchos no lo crean, en París, pero incluso en cualquier otra ciudad se puede pensar y escribir: todavía. Tanto fue así, que sobre aquella orilla del Sena (en la Ribe Gauche) en los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo XX, tuvo lugar una eclosión cultural sin igual, que situó a la capital francesa a la vanguardia del mundo de las ideas. Visto de este modo: la ciudad y el ruido, parece incluso el lugar perfecto para el ejercicio intelectual.

Pero, no solo, no es necesario salir de la ciudad para pensar, escribir o aislarse del ruido, incluso del mundo. Los hay, yo me considero entre ellos, que trabajan cada día en sus patios sobre un pequeño árbol u otras plantas durante horas —patios que son puerta a otro paradigma— sumergiéndote, y entrando en contacto con los habitantes de ese cosmos de naturaleza distinta y extraña a la nuestra: un cosmos gobernado por unos habitantes serenos y silenciosos, sin que se tenga que abandonar físicamente, mudándose, del lugar en el que viven. Por lo que intuyo que estas personas necesitadas de alejarse de todo para pensar o escribir, no solo tienen un problema, sino que igualmente no lo saben identificar: razón por la cual, cuanto más necesidad tienen de apartarse de algo y de los demás para liberar su mente, más parece que les cuesta conseguirlo. Siendo aquel esfuerzo: como si el cuadrado de la distancia a recorrer para alejarse, fuese proporcional a la ansiedad que les causa el mundo, y que debiera ser hallado, multiplicada por quién sabe cuántas otras variables. Pues se diría que andan más, no tanto alejándose del mundo, como en busca de algo que ni ellos mismos saben muy bien qué es, ni dónde está.

A veces encuentro interesante escribir con un lápiz: tengo cientos de hojas garabateadas a mano. Cuando escribes a mano, todo va más lento. Debe ir más lento, el viaje se hace despacio. Es casi una ley no escrita —como para mí escribir por la noche, de madrugada— pues de otro modo, terminaríamos con cientos de correcciones y apuntes a otras páginas, terminando en un laberinto indescifrable. Pero en esta ocasión no había prisa; y nunca debe haberla cuando escudriñamos en busca de algo importante e iniciamos un caminar, transitar la sombra para hallar de ella su luz.Y quizá —y esto lo digo por propia experiencia—, estar en medio de la naturaleza, en una casita en Los Picos de Europa o Pirineos, apartada en el bosque, no sea el mejor lugar para atrapar otra verdad que no sea la que allí mismo se encuentre bajo las estrellas, y menos aún si vamos con nuestras propias expectativas e ideas. Me explicaré.

Resulta ya a primera vista paradójico, que alguien vaya a la montaña o al campo, entendemos: a zambullirse en la naturaleza, precisamente a escribir sobre algo distinto a ésta, y que está en su cabeza. No me atrevo siquiera a decir que se pueda ir a pensar en medio de un bosque agitado o sobre cumbres nevadas y pensar en algo más allá del bosque y sus sonidos y en la visión de esas mismas cumbres nevadas: en lo que vemos. Pero, es cierto, los hay que van a la naturaleza a pensarse, o pensar “otras cosas”. Pero tener que pensar, obligarnos a pensar en algo (por ejemplo en una novela o ensayo, en el campo) implica tener que hacerlo ya sobre algo, ese algo que nos privará tomando nuestra mente por largo tiempo, ocupando y cerrando ésta a cuanto fuera acontece a nuestro alrededor: anulándonos como observadores del medio, cuando por el contrario, en la naturaleza deberíamos mantener la mente libre y relajada, abierta y dejando todo fluir a través de los sentidos a la espera de deslumbrarnos con las emociones que resultan de aventurarnos a los sonidos, olores, sabores y a todas aquellas impresiones que de los sentidos devienen expuestos al entorno natural.

Pienso que vida es el regalo que Dios nos hace (entiéndase como se quiera) siempre más allá de nuestro vago entendimiento; luego es la forma en que vivas y sientas, ese, es el regalo o desprecio que le haces a Dios, a la vida, la tierra y a ti mismo — más o menos así lo decía Miguel Ángelo. Y si lo pensamos detenidamente, ¿quién va a un museo de arte a pensar o escribir? Nadie. Las personas visitan un museo buscando que les vibre con fuerza, palpitando su corazón, buscando esa reacción, emoción, que surge ante la acumulación de belleza y la exuberancia del goce estético. Y aun así, entiendan: “la mejor obra de arte no sería más que la sombra de la perfección que encontramos en todo aquello que nos muestra la naturaleza”. Y, dicho esto, la pregunta sería: ¿quién va a la montaña a escribir?; ¿quién puede en un bosque en otoño pensar en otra cosa que no sea lo que tiene ante sus ojos?; ¿quién puede apartar la vista de una mariposa que se posa frente a ti?; o dejar de mirar Acturus —el guardián de la osa— en verano; o Aldebarán —el ojo del toro— en otoño.

Pero siempre hay un problema: el miedo, en ocasiones, incluso la vergüenza. Las personas tenemos excesivo miedo a todo: a la luz del sol, al frío, al calor, al viento, incluso a nosotros mismos, a nuestros semejantes y a la vida misma. Si algo supera nuestros márgenes de tolerancia o entendimiento nos sentimos amenazados e inquietos: desconfiamos. El desasosiego nos desborda. Vivimos felices y concertadamente en orden, en nuestras ciudades o villas, y nos trastorna —cuando no aterra— el desorden que anticipamos fuera de estas. Es por ello que algunos acampan en tiendas con colchones inflables, almohadas, ventiladores a pilas y baterías para el móvil. Lo cierto es que amamos la naturaleza por el día, tanto como nos aterroriza quedarnos abandonados a ella por la noche. Y sin embargo, pretendemos luego una visión —un orden planetario y universal— que solo tiene cabida en nuestra imaginación; pues fuera de esta (imaginación) no somos capaces ni de mirar, asomándonos a la realidad; y lo peor es no reconocer —y ni siquiera comprender— que si todo ahí fuera, cuando miramos nos parece amenazante y un “caos”, quizá.., y posiblemente, sea porque se trate de un tipo distinto de orden, pero entender que la convivencia entre orden y caos es posible, cuando el caos deja de parecer caos, cuando se establece una convivencia o relación entre órdenes distintos. Caminar, conscientemente bajo el sol, pensando en él y dejándonos acariciar la piel es un primer paso (fue mi primer paso). Liberarnos de nuestras cadenas el siguiente, hacia un cambio que nos sumerja dulcemente en el “caos”, asomando la cabeza a aquello que tanto nos asusta. Pues el caos es— igualmente origen—aquello único que hace y hará posible el cambio. Nuestro cambio.

Al final, reducido y sometido a breve análisis vemos personas que salen huyendo de una casa en un lugar / para meterse en otra casa en un lugar distinto, y seguir huyendo (incluso allí) del medio natural donde se encuentran: huyendo, siempre “de lo que hay fuera”; se diría incluso que angustiados —estos de los que hablamos— por una naturaleza que no entienden, cuando de lo que se trata, es precisamente de instruirse a vivir y sentir la intemperie; acostumbrarse de nuevo al caos que supone nuestros sentidos expuestos —sin anestesia— a las experiencia entendamos que hablamos de experiencias puras.

Sin embargo, y esto es un hecho manifiesto, las personas viven y ven la realidad a través de sus propios filtros, como si de unas unas gafas de sol se tratase; personas que ven el mundo a través siempre de algo: de pantallas de televisión, ordenadores, teléfonos y tabletas, y viendo las cosas según la apariencia , y no solo refiero la apariencia propia de estas, sino de cómo luego estas se nos muestran, o nos las muestran. De ahí que luego temamos la realidad y la misma naturaleza que casi no reconocemos. Pensemos, que muchas veces sabemos de las cosas no por propia experiencia, sino por lo que unos y otros nos cuentan o muestran, nos dicen o refieren de ellas; sobre todo hoy: a partir de los medios de comunicación e información, escuelas y universidades. Pero amigos cuidaos de los que enarbolan la verdad: porque del primero al último les mueven los propios intereses, cuando no son estos intereses subordinados a otros ajenos y por ello, normalmente, practicando el engaño. (Las mascaras de la tragedia).

En tanto a nuestro aislamiento de la naturaleza no es evidente, no lo parece; o parece que no nos lo parece ( lo ignoramos: pero igualmente se siente), y se percibe a primera vista, es manifiesto cuando hablamos de aquellas casas abiertas al exterior,com amplios ventanales y vistas a amplios jardines (a través de cristales) pero... , luego cuando estás en el exterior, en el jardín, te metes de inmediato en casa a la mínima de viento, lluvia o calor. Sobre todo y esto es lo paradójico, si se trata de esas mismas casas abiertas, de amplios ventanales, de luz y vistas a amplios jardines en el exterior.

No menos inquietante, son algunos textos, relacionados con la arquitectura. Leo unas notas acerca de Borobio Luis, comentadas acerca de su libro: El ámbito del hombre, EUNSA, Pamplona, 1978, donde se comenta El ámbito del hombre es un libro que habla, es verdad, de arquitectura: de la vivienda y de la ciudad. Pero no es propiamente un libro de arquitectura, ni mucho menos un libro de urbanismo. Es el hombre —la vida de los hombres— lo que interesa a su autor: el hombre como modelador de sus espacios vitales y como creador de sus propios ambientes. Donde se define la arquitectura no como un conjunto de cerramientos y protecciones que constituyen un caparazón exterior al hombre y ajeno a su humanidad; sino como un ambiente que complementa necesariamente la personalidad humana y que está enraizado e integrado en la vida íntima y personal. El espacio arquitectónico no es sólo el hueco de un continente geométrico, sino que es un ambiente con entidad positiva: el hombre lleva en su naturaleza el germen de sus propios ambientes, y es el mismo hombre quien los constituye ante la solicitación de un estímulo exterior. Los elementos constructivos y los conjuntos edificatorios cumplen su misión arquitectónica al actuar como ese estímulo eficaz que permite al hombre constituir su propio ambiente con un carácter determinado."El hombre comprende su dominio, conoce su extensión, se siente pleno, cuando su espacio se hace arquitectura" Allí donde esté (aunque sea en una tienda de campaña). Pero, pregunto yo al arquitecto (a cualquier arquitecto): acaso ¿las habitaciones, casas, o tiendas de campaña, albergan ya en sí misma todo aquello que implica un habitar?



UNA PRIMERA APROXIMACION AL LIMITE O FRONTERA 
DESDE LA POSIBILIDAD (DE RECONOCER ESE LIMITE O FRIONTERA ) MOVIENDONOS HACIA ESTA


El siglo XXI será el siglo de un pensamiento espiritual, nos dicen. En todo caso será otro siglo, donde igualmente hay que pensar. La filosofía quiere (y necesita) reconocer nuevas formas de pensar y a ellas deberá otorgar un espacio. En España ha habido interés en la integración de otras formas de pensar (mas espirituales) pero no siempre se ha contando con tradiciones más allá de las propias del cristianismo y de la teología occidental. No faltan ejemplos, desde Zubiri a Zambrano, pasando por Marías. S. Paniker (Filosofía y mística) se adelanta, en su reclamación hacia un entendimiento entre el pensamiento racional y la dimensión espiritual, en sintonía con otras culturas y tradiciones, en este caso orientales. No obstante, ninguno de ellos desarrolló “un sistema” o donde aquello espiritual formará parte intrínseca de él mismo (de su vida y experiencias), ese elemento esencial e imprescindible para que (de sus experiencias) pudiésemos nosotros identificarnos y reflejarnos de ellas, reconociendo su filosofía, como nuestra

De otra parte mientras exploraba todas las implicaciones que supone el concepto de límite o frontera (del mismo modo que lo hiciese Trías en su momento añadiendo un componente espiritual, simbólico, en su sistema filosófico (determinado en buena parte por lo onírico: los sueños, que son un tipo de experiencias: que se deben, luego, interpretar). En este punto entiendo natural por mi parte (echándolo a faltar en él) la integración del componente de la experiencia; refiero experiencia en primera persona, singular: la propia experiencia en la realidad, de la realidad frente al observador. Pero no es fácil encontrar a quien que se atreva a exponerse, y al tiempo revelar vías de pensamiento disidentes del pensamiento más escrupuloso, a no ser que entendamos, por ejemplo, que Trias y Heidegger ya recorre ese camino mucho antes reconociendo un límite, o frontera de la propia razón que se debe abordar (Trías sobre el sustrato onírico / Heidegger sobre una idea de la nada (revelada a partir de la propia angustia) adentrándose ambos en el límite (que reconocen de sí mismos, y proponiendo dicho camino hacia las propias sombras (como camino singular).

Si bien, advertimos de lo propuesto, que no se traza un recorrido del sujeto (de sí mismos) sobre aquel límite apuntado al que nos dirigen sus textos, más allá del propio ejercicio ( intelectual y posibilidad) desestimando la potencia de la propia idea propuesta: que pretende se derive en un "actuar" más allá incluso del propio “actuar” (de trías, por ejemplo, por los medios oníricos) hacia otras posibilidades; esto es, debería haber dejado de ser un soñador, para convertirse el mismo, de facto en el héroe de su novela ( llamemoslo asi). Un actuar → moverse → a otro lugar (el lugar de la experiencia). Un echar a andar hacia la frontera o límite, igualmente expresado de sus textos. Como leemos de su libro (la razón fronteriza) donde se da a entender esa acción, a movernos → a actuar. Leemos: Esa voz desciende del arcano y rasga el velo del misterio al presentarse, en ocasiones señaladas, en lo más íntimo de la experiencia del habitante de la frontera. A ese descenso de la voz imperativa, de carácter categórico, puede el fronterizo responder, en cuyo caso propicia un movimiento de alzado a la condición de habitante del limes. Puede también, libremente, no corresponder a ella, o hacer oídos sordos a su apremiante requisitoria. Toda la amplia gama de posibilidades que se desarrolla en esa tesitura de prueba, verdadera prueba ético, metafísica, constituye el contenido posible de una genuina ética fronteriza. (E.Trías – La razón fronteriza).

Pero pronto vemos que nos habla de una prueba ético-metafísica, no de una acción → moverse → al acto → de ir hacia, o de una experiencia pura (real), pues encontramos un constructo a su soñar, donde el sujeto queda incluso en principio desplazado. Quiero decir que su filosofía atiende siempre en un segundo lugar la presencia a del sujeto. “Le importa mucho más enfrentarse con la realidad (subjetiva) del ser "desde su íntima matriz o primera categoría". En su discurso filosófico, el sujeto viene después. En un primer momento, se sigue reflexionando sobre el cerco en donde ha aparecido "la cosa" (de manera subjetiva/ añado de nuevo) (Domingo Cía Lamana). De modo que hay un pensar de trías sobre el límite o frontera, pero no existe un actuar: un acto → ir de facto (en la práctica de la realidad hacia el límite o frontera) traspasando ese cerco de la razón: razón analítica que el mismo habrá de utilizar para describir sus sueños partiendo de los estudios y análisis de estos de Freud. Pero… "Solo se conoce el actuar: como consecuencia de un acto: acto- consecuencia, en la realidad. “La esencia del actuar es el llevar a cabo (algo). Llevar a cabo significa desplegar algo en la plenitud de su esencia, y guiar hacia ella (para producir)” — Heidegger: Sobre el Humanismo.

EL VÉRTIGO Y EL ABISMO

Observamos en el vértigo (de Trias) un sentido semejante al que en las «filosofías de la existencia» (desde Kierkegaard hasta Jaspers, Heidegger o Sartre) le asigna a la angustia: Se trata, para Trías y su filosofía del límite, de una emoción fundamental, en el sentido de que permite convalidar, desde el ángulo de los afectos, o de la inteligencia emocional, como suele hoy decirse, lo que en forma objetiva se puede determinar como el espacio (forma) “del límite”, supuesto a partir de una idea, pues y vayamos despacio, en la teoría del límite: el vértigo (teórico referido, como emoción que no lo es, ) es la emoción (entendida del supuesto propuesto de la idea) que muestra el límite, como una evidencia metodológica y filosófica (teórica) hacia algo (posible) que allí, sobre el límite a él es hermético (inaccesible), y, por tanto, no el límite como esfera, sino una esfera hermética más allá del límite (propuesto de la idea), pero dentro y contenida del mismo límite.

Y aquí Trías deriva, como marinero que no vio la mar y solo la soñó, con sus propias islas y monstruos, y luego dibuja planos, donde (de la experiencia onírica) refiere algo sospechado (a juicio de una metafísica). Pero ¿cómo reconocer el límite? (contrapunto: el abismo), si de él no advertimos lo que queda cerrado (por oculto) y por tanto es desconocido: como reconocer lo desconocido, entendiendo, por tanto en trías el límite o frontera como aquel lugar, para él “de prueba”, y que a partir de la experiencia onírica (interpretada por sí mismo en su metafísica) se desarrolla y sistematiza hacia “algún lugar” inconcreto de la realidad, que es dado solo (y singularmente) para probar, pero.. Prueba de qué y para qué. ¿De un ejercicio intelectual a partir de los sueños interpretados para sí mismo?, también se nos habla de experimentación; pero, experimentación ¿dónde?, cuando los sueños no pueden ser dirigidos, ni la metafísica probada, experimentación pues, entiendo dada la interpretación filosófica de estos, a la hora de integrarlos a un sistema que sirve… a quién lo estructura, y ¿para qué? Para que sirvan (solo, y únicamente, a la misma estructura y forma que lo refleja y hacia donde se refleja) a la filosofía académica.

Y luego se añade, para una definición de lo que se es, de lo que somos.., pero (y añado) " definición de lo que somos y se es", entiendo: a partir de la razón subjetiva del el sujeto inconsciente (que sueña), y explica o habla (metafísicamente) no desde el límite, sino "desde la emoción, vértigo, que “supone” el limite (supuesto y teórico) como una evidencia metodológica y filosófica (teórica) hacia algo allí, sobre el límite, un límite que es determinado “hermético”, a partir de unos sueños dados a (la razón del deseo del límite) y que se muestran (a su juicio) interpretados como límite, o el limite, inversamente, como aquella frontera que es lugar de prueba y de experimentación teórica y subjetiva hacia lo hermético-sellado: y, por tanto, “desconocido” no dado a experimentación alguna teórica, sino mas a elucubración fantástica. Bueno, me parece inadmisible a la inteligencia de las personas, y contrario a toda realidad: un constructo, además sin entrada ni salida, donde veo dos planos, superpuestos y que me hablan, uno a través de E. Trías de su visión (onírica) de un límite imposible-inaccesible, pero al que superponiendo el plano de Heidegger, este sí, habla y expresa un camino (difícil, diríase que sacrificado, a partir de nada, de cero, no dado, sino a construir → de aproximación para quien pretende alzarse y asomarse a ese límite (que intuye trias), habitando más allá del lado de la forma que nos contiene y define, los que somos como personas ―que es la razón y la sociedad de nuestro tiempo―, y desde donde se observa el horizonte: ancho de la frontera (de la sombra), donde caminando / habitando sobre dicho límite hallamos lo que Heidegger en ella refirió, límite pero, al que trias no se movió (ante la potencia) en acto → a ir y entrar. ¿Porque digo esto? lo propuesto de trias un constructo mental dado a la razón su deseo de un límite-ahí) en cuyo caso es hacer filosofía como se hace una buena novela, donde todo parece verosímil (en general) pero nada es verdad.

SOBRE EL DESCUBRIMIENTO DEL LÍMITE - “COMO UN HALLAZGO INESPERADO DE LA FIULOSOFIA ... EN RELACION A E. TRIAS”

Quizá me repita en algunas cosas, pero lo prefiero así. Algunos refieren el nacimiento, descubrimiento, fundación y colonización de la propuesta filosófica de Trías (el límite): el ser del límite (a partir de una idea del límite) formulada por Trías, siempre en constante diálogo con Heidegger, Kant y Wittgenstein. Sin embargo, debemos señalar, que trias advierte ya una frontera física y explorable, como bien muestra: (E trías. Lógica del límite, p. 15: texto superior); pero igualmente también descubre aquella otra frontera relatada por Frederick Jackson Turner en su "Tesis de la frontera" desarrollada en un artículo académico de 1893, sobre El significado de la frontera en la historia americana, y que sirvió de inspiración para otros estudios sociales, de economía etc. “En ese avance, la frontera es el borde exterior de la ola, el punto de contacto entre la barbarie y la civilización / La frontera americana se distingue claramente de la europea, que es una línea fronteriza fortificada que corre a través de territorios densamente poblados. El elemento más importante de la frontera americana es el hecho de que va por el límite de las tierras abiertas a la expansión. La frontera es la línea de americanización más rápida y efectiva. La tierra virgen domina al colono. Este llega vestido a la europea, viaja a la europea con su manera de pensar y las herramientas que utiliza. Pero la tierra virgen le saca del coche de ferrocarril y le mete en la canoa de abedul. Le quita los vestidos de la civilización y le hace ponerse la zamarra del cazador y los mocasines. Le hace vivir en la cabaña de troncos de los cherokees e iroqueses y construir en torno a ella una empalizada india. No pasa mucho tiempo sin que el colono siembre maíz.

II

A decir de la universidad Pompeu Fabra ―donde ejerció Trias de profesor― este “descubre” la frontera, y da carta de ciudadanía a una dimensión positiva del límite, el carácter habitable (en sueños) de la frontera o límite, sobre aquella idea (suya-imaginaria de frontera) que luego nos define en su libro. Una frontera por tanto, pero que como tal nos remite a algunos a aquella otra frontera real y existe (antes y hoy) y que ciertamente algunas personas transitaron, pero que igualmente transitan en la actualidad, en aquel contexto fronterizo de exiliado (en caravanas de barro y esperanza, y que ― tal y como pude comprobar de mi experiencia― habrán de cruzar ( en sentido inverso al que yo llevaba entonces) el Istmo a través de una una cadena de volcanes y selvas que se extiende a lo largo de la costa del océano Pacífico (en todo lo que abarca El Arco Volcánico Centroamericano, y entrando a este por el Darién - Panamá ) luego siguiendo hacia Costa Rica sobre aquel horizonte indefinido y todavía lejano, que habrá de llevarles hasta la región fronteriza de Nicaragua, y de allí a Honduras, para después llegar a El salvador y Guatemala y de allí por fin a México, caminando sobre unas expectativas todavía más imprecisas y no pocas veces fracasadas ( ante un muro), de consecuencias terribles para sus vidas


Tapón (Selva del Darién - Panamá)



Tapón selva del Darién - Panamá


Pero veamos, qué nos dice trías de “su frontera”; cómo él la define y define a sus habitantes, aquellos que han adquirido carta de ciudadanía. En el caso de trías, el límite deja de ser muro para ser espacio habitable, lugar de frontera y hábitat del fronterizo. “El elemento más importante de la frontera americana es el hecho de que―al contrario de los muros en Europa― va por el límite de las tierras abiertas a la expansión. La frontera es la línea de americanización más rápida y efectiva. La tierra virgen domina al colono”. – F.J. Turner). Pero Trias no sembrará, y menos recogerá maíz: Trias no recogerá nada (no visitará la frontera) mientras la semilla de su lucidez, se diluye en tierra no fértil (en el asfalto de ciudad y las academias), donde mientras exploraba todas las posibles implicaciones que supone el concepto de límite o frontera, vio natural (y necesario para él:que no salía, como Kant de su esfera racional) la integración del componente onírico y simbólico (la tierra de los sueños). por que nos iba a hablar de la frontera real, pudiendo imaginarla — a partir de propias reminiscencias— e integrarla luego su sistema filosófico, determinado no por la experiencia del límite precisamente, sino por una idea del límite, a partir de lo onírico ( sus sueños ) y sin tener que salir de su casa.

Trias advierte de la vieja frontera un límite (y una posibilidad) igualmente a la razón (esto está bien) en el sentido que Heidegger la advierte de la nada, mientras Kant o Wittgenstein la entienden en su carácter restrictivo y puramente negativo, como un muro (Schranke), que separa lo que se puede pensar y decir de lo impensable e indecible. Luego este muro habla al subconsciente y habla de contención, habla de exclusión, pero también habla de la moral y de lo que esta expulsa fuera / luego, “inversamente, nos remite a lo que queda dentro, atrapado, entre sus muros” (Foucault). Unos muros interiores desde donde no se advierte frontera alguna (sino el muro), una forma concreta y definida, con un límite dado de su perímetro, por medio de aquellas: todas formas que contiene contenidas en ese muro.

No obstante, Trías, teniendo conocimiento de la frontera física y dada a explorarse, la desea (el deseo es otra forma de la razón), fijando la atención sobre ese límite entregado a (la razón de su deseo) de triunfar la frontera. En la ontología topológica de Trías, se dice que el límite viene definido por tres «cercos»: el «cerco del aparecer», donde se entiende la existencia presente en la que se engloba la realidad física y natural (aquel orbe donde está recluida la sociedad y el pensamiento racional y la moral); luego el «cerco hermético» (aquel orbe cerrado) que es el arcano, lo misterioso, donde muchas tradiciones sitúan lo divino, lo santo, lo sagrado, el lugar de la memoria (olvidada) de los eternamente muertos, y donde se encierra la memoria de la humanidad. “Lo más curioso dentro el desarrollo americano no ha representado meramente un adelanto a lo largo de una línea única, sino un retorno a condiciones primitivas en una línea fronteriza continuamente en movimiento”—Frederick Jackson Turner- 1893); finalmente, Trías nos habla de un espacio entre ambos o «cerco fronterizo», un lugar entre dos lugares, entre el aparecer y lo hermético: tres cercos, tres muros, pero ningún lugar definido que podamos localizar.

De este modo se inicia La aventura filosófica de trias donde intentará, mediante diversas singladuras (“marítimas” nos dice la Pompeu Fabra), asegurar el acceso “metodológico”, metódico, a ese ser del límite. (Supongo que el autor de estas hermosas palabras no navegó jamás aguas adentro, ni vio tormentas tropicales y huracanes, luego solo vio aquel mapa dibujado, habitado por dragones y sirenas en la mar. Luego nos habla de “método” en el sistema propuesto de trias (el mismo método, que descartes rechaza para lo no físico y material, como por ejemplo: los sueños. “La Modernidad se caracteriza por haber establecido el método, el camino, como esencia del pensamiento cierto y verdadero, claro y evidente".

Luego Trías quiere asumir este mismo carácter permitiendo diseñar una travesía (método) que permita al lector que prosiga las diversas singladuras hasta llegar a la tierra firme e ignota del 'ser del límite'. (Universidad Pompeu Fabra ― en su reseña). Pero, y quiero hacer notar esto, se nos habla de una travesía diseñada (para el lector), pero no se habla de viaje alguno y propio (de aquel hombre que nos quiere mostrar el camino ) hacia el límite. como igualmente no nos habla ni muestra el trasiego y las penurias; sino solo del límite, ya allí, en un cerrar los ojos y estar: totalmente fuera de la realidad, de las cosas, de la vida y de las personas) el límite como meta-realidad, dentro de la mente (constructo) huyendo de toda realidad: de la verdadera realidad de la fronter y el límite.



Selva ( Tapón ) del Darién - Panamá


Selva ( Tapón ) del Darién - Panamá

Pero volviendo al método, tan propio del paradigma actual aquí mencionado, este ha creado un abismo entre ciencia/método) y metafísica, pero recordemos de nuevo las palabras de Descartes: “el método científico determinista se cuide de la materia”, pues este no tiene medios ni gusta de reconocer lo que está fuera de lo material. No hablamos de ciencia, lo sé, pero podemos hablar entonces de “método” en su sentido propio como se hace en la reseña, cuando no hablamos de ciencia. Entendamos ―la razón sólo forma su estructura por la vía de la expulsión de elementos heterogéneos –Nietzsche ― y no mediante ellos. A partir de la locura, Foucault, y de forma semejante a Trias pretende (en algún momento de su estudio lo imposible) situando la locura en la serie de aquellas experiencias límites en el qué su argumento, en busca de algún sentido, se ve, de forma harto ambivalente, enfrentado a lo heterogéneo, que podemos asociar a lo incognoscible: sean sueños o locura.

Foucault, a semejanza de trías, declara programáticamente que “quiere escribir la historia de los límites... por los cuales una cultura rechaza algo que será para ella lo exterior”. (M. Focault - Histoire de la folie a Vage classique, París 1972) y que podemos asociar, con aquel cuadro los contrarios de Pitágoras: de lo izquierdo, lo oscuro. “Habría que prestar un oído atento al ronroneo del mundo y tratar de percibir las muchas imágenes que nunca han llegado a encontrar su poso en la poesía, los muchos fantasmas que nunca han llegado a cobrar los colores del estado de vigilia» Focault (1972) (Del prefacio a la primera edición, loe. cií., 13).Sin embargo, Foucault, y en esto se distingue profundamente de Trías, se percata enseguida de la paradoja que comporta la tentativa de captar la verdad de la locura (que es un caos consciente) donde «en ese su rebullir antes que cualquier erudición se proponga aprehenderla, La percepción que trata de aprehender estas palabras en su estado indómito pertenece necesariamente a un mundo que ya se ha apoderado de ellas», cuanto, más imposible todavía, sería atrapar el caos inconsciente (de los propios sueños). Pero "Hay cosas que solo la inteligencia buscaría, pero que por sí sola no podrá encontrar, Son aquellas que solo el instinto encontraría, pero que no debería buscar jamás."(Bergson)

EL VÉRTIGO (real) FRENTE AL ABISMO

El vértigo es una experiencia real que sufrimos al asomarnos al vacío (al abismo/ la realidad) desde el borde de un precipicio; “vértigo” es por tanto la impresión de dicha experiencia real (al contemplar una caída posible, desde el borde de la forma, de la que asoma el precipicio (abismo). El vértigo que acontece en la realidad, por ejemplo al caminar la cornisa de una montaña o mira al fondo del cráter de un volcán. Por tanto, cuando nos hablan de vértigo en filosofía, en tanto refiere asomarse al límite, la impresión que este le supone no es vértigo (no está en el borde de ningún abismo: está en su casa y sentado en el sofá escribiendo, y la única conciencia que tiene del verdadero abismo (muchas veces aquel que escribe sobre el mismo) es la que yo le pueda dar al asomarme a uno: y mostrárselo. pero jamás podrá entender que es tener conciencia del abismo (ni jamás podrá entenderme a mí, los que siento frente al abismo, lo que transmite la visión del abismo), ni en mil vidas posibles (sabe de que le hablo aunque e le muestre en fotos) cuando le hablo del abismo, si el no se pone frente al mismo (tomando conciencia de él). La cuestión del vértigo en un texto se llega a interpretar (pues se tiene que interpretar al estar, o utilizar la palabra fuera de su contexto y significado real / cierto los filósofos/ filólogos saben del significado de la palabra, pero no experimentan la forma que refiere esa palabra en la realidad). Por tanto al referir abismo, entendemos que es algo del orden de la confesión, y lo entiendo mejor así o puedo entenderlo, cuando refiere asomarse a ese terror que supone la realidad, donde al asomarnos cada día (reaccionando a esta) vemos que es un asomarnos a nosotros, donde uno se asoma a sí mismo reaccionado a todos los estímulos: luego revelando lo más profundo, y a veces oscuro ( los miedos y deseos) de uno mismo: entienda esto quien quiera entender (o entiéndase como se quiera cuando no vemos a trias asomarse al abismo, pero nos lo refiere, sin haberse acercado a él (literalmente, desconoce la forma y percepciones, sensaciones reales que desprende sobre la conciencia aquello a lo que se refiere).

Y En este sentido, entiendo (ahí) también una revelación personal por parte del subconsciente-intuitivo (al consciente- racional), que está diciendo algo a quien refiere (vértigo de algo) mostrando aquel camino y lugar donde se debe asomar (y superarlo): un lugar, ciertamente, para entrar y recorrer, no para soñar, de ahí el vértigo como posibilidad de lo real (es el miedo, y a la posible caída): es miedo a la realidad, a afrontar (la caída) caer, asomarse a la realidad y verse reconocerse ahí: uno, como realmente es y expuesto frente a los demás (esto entendemos de un texto escrito del derecho y del revés, de lo que leemos (lo que entendemos de lo que no se dice, y queda sepultado por las palabras).

Tanto al definir Razón fronteriza, como Sujeto del Inconsciente, ambas son formas de definir al aquel sujeto que habita dentro (del cerco) de los límites del paradigma presente. Y por razón fronteriza entendemos aquella (razón) dentro paradigma (persona que razona dentro del cerco de la razón, en la sociedad / racionalmente), y que ciertamente observa ( de lo instintivo / irracional) un límite o frontera real a este y que quiere superar ( como una planta que crece buscando la luz en un patio cerrado);y al mismo tiempo un límite, pero que le da vértigo dirigirse solo, haciéndolo y advirtiéndonos de este límite a través de los símbolos, formas oníricas, o ideas abstractas (como la nada) y que en realidad (solo cree observar/ de lo que intuye o quizá oyó hablar, de ese límite o frontera que luego él imagino), pero al que jamás se asomo, yendo “realmente” a nada, fuera de esos propios límites sociales en los que habita su racionalidad (a veces, habitando la propia angustia que deviene, de reconocerse engañador- engañado, sabiendo que en realidad:no saliste del propio cerco de la razón, que sin salir de tu casa te llevaba, siempre lejos de donde deberías estar. "Lugares nuevos no hallarás, ni hallarás otros mares. La ciudad irá tras de ti. En tus calles pasearás, las mismas, y en los mismos barrios envejecerás, se te verá en estas casas acabarte. Y siempre llegarás a esta ciudad. Para otra parte -no esperes- no hay barco ya, ni senda para ti. Lo mismo que tu vida la perdiste aquí, en esta esquina, la perdiste en todos los lugares" (Cavafis).

De este modo, el sujeto fronterizo (necesario de la idea del límite) vivirá más la pasión del enigma propuesto (en una tierra de centauros y sus habitantes imaginarios: limitaneis), que la posibilidad de poder narrar la experiencia (real) propia del límite o frontera. No le preocupa o desvelamiento del ser por sí mismo (su aletheia) de su propia experiencia real,al que a todas luces ha renunciado (en la realidad) y nos dirige más hacia el propio misterio pero no lo dice, aunque lo vemos de las sombras de sus palabras y en lo personal, por el acto de no-ser frente a la realidad, su renuncia a ser / y al ser. De modo, que el sujeto fronterizo es aquel avatar que piensa la idea de la experiencia del límite, pero no experimenta el límite (viviendo la fantasía) en la que otros, como él, pueden pueden perfectamente identificarse, de él en su palabras, de lo que nos habla: de Centauros.



Mangafest (Sevilla diciembre 2021)

Loki es el hermano adoptado y a menudo el enemigo de Thor, y es totalmente un antihéroe. Y aquí tenemos a un sujeto mayorcito, que como yo se puede identificar con la ficción, dentro del ambiente creado para satisfacer a los flipaos "como yo", pero luego volviendo a la realidad. No me imagino en la universidad hablando y recorriendo límite (filosófico intelectual), proyectados de la imaginación en el mundo de Marvel, pues de momento esto es lo más parecido que encontraremos a los centauros de los que nos habla Trías.

Pero aún así, el filósofo tiene un verdadero problema (no todos creen en centauros, aunque vean películas de Marvel) y deberá sostener luego su credibilidad del lado empático, en aquel sentimiento que proyecta el autor filósofo hacia los que le conocen / que sostenido por la credibilidad que habrá de suscitar siempre el verdadero aventurero al que esperamos y viene a narrarnos, de propia voz y experiencia (lo que, por aventurero, de este esperamos) de lo dicho, en lo narrado (la realidad en la que podamos reflejarnos, entendiendo a aquel). En otras palabras, la filosofía actual ha requerido siempre de la fe que la gente le tiene (como autor), por su competencia como filósofo racional, más que como persona real (pues es imposible por nosotros experimentar aquello que narra) siquiera en sueños: pues no habitó caminos (reales) por donde nosotros transitar y que podamos reconocernos de él. Por supuesto ahora toca hablar de Hegel, quien refería la necesidad de hacer un camino formativo para poder hacerse con alguna forma de autoconciencia (de la realidad), pero Hegel estaba igualmente convencido que al final: "detrás del telón no había nada". De ahí, que la filosofía hoy no va a la frontera y tampoco al teatro, ni siquiera asiste a la realidad. No hay nada para ella fuera (del texto) que propone de su idea del límite; cuándo además, dicha idea la puede hacer real por el deseo de la razón, dado luego en una representación: de la frontera…

Precisamente, esta línea de experiencia de autoconciencia (en la que no cree hoy la filosofía) a la que renuncia o cree que pudiera ser nula, pues "detrás del telón no había nada", luego en función de su misma razón y sus propios dictados y sistemas, estos y aquellos le impiden iniciar, sobre el sueño del límite: un despertar al límite y (actuar) moverse → en acto→ de ir frente al cerco que le abre una puerta a entrar, a través de la redención, por medio de un reconocimiento de sí y consigo mismo (un salir al mundo real y apartarse (de lo mundano) → moviéndose → al acto → de caminar hacia habitar la frontera, pero que la filosofía siempre rechaza: no acepta la invitación, cuando le supone salir de su mundo académico, de las aulas, de la aprobación de la sociedad, del reconocimiento: no acepta la experiencia del límite o frontera, por lo que esta supone de extenso y riguroso camino, como el de todo viajero de la frontera que se adentra en ella, solo pueda suponer. Así, la propuesta de una filosofía del límite, ha quedado o quedará como otro sistema inútil a la sociedad real, que propicia el diálogo únicamente de la filosofía con la filosofía pero: integrando aquel sistema hoy imprescindible (del compra primero mi libro) para que tal diálogo sea efectivo. Sin embargo: hay un conocimiento verdadero, que se entrega sin más, sin beneficios, pues es parte siempre un conocimiento incompleto y parcial, y solo visto de un lado (subjetivo de la forma que lo expone y lo refleja: el autor) dependiente luego de intérprete/reflejo de la forma, que habrá de reconocerse en ello, como una gota de agua frente al espejo, para poderlo entender.

Pero la filosofía del límite (hoy) no está pensada para mostrar a nadie una realidad, sino que la encontramos como sistema de representaciones no basadas en la experiencia, sino en el deseo de la experiencia, y en la necesidad de establecer estas representaciones, de algún modo y en algún sentido, siempre hacia otros. Todo ello, consecuencia de una racionalidad de medios y fines/ que reduce la existencia de aquel (que produce) a una actividad útil para sí, sobre todo de fines: recompensas y reconocimiento sobre aquello producido. En este sentido la propuesta del límite, parece estar pensada como un sistema o estructura, dirigido a una usabilidad filosofía e inerte (e inútil), más allá de ser lo a la misma filosofía, y a la propia recompensa, pero nada útil a la vida ni el individuo, acaso como distracción intelectual;entiéndase (tontuna) o absurda pérdida de tiempo: si cree en centauros) , y muy distinto ( a ir a pasar un buen rato, de fiesta con los amigos, disfrazados, a un festival de la fantasía: fantasia de verdad. Aqui unas fotos donde muchos se podrán reconocer (valientes de transitar este límite, y proyectarse hacia nosotros de aquella su forma en ese límite en el que se adentran, para luego nosotros no necesitemos imaginar una forma , que ya nos muestran (concreta de ellos mismos ) de su misma y propia realidad.

El sujeto fronterizo es aquel avatar que piensa la idea de la experiencia del límite, pero no experimenta el límite, y que a tiene un verdadero problema; pues deberá sostener luego su credibilidad del lado empático, en aquel sentimiento que proyecta el autor filósofo hacia los que le conocen / que sostenido por la credibilidad que habrá de suscitar siempre el verdadero aventurero al que esperamos y viene a narrarnos, de propia voz y experiencia (lo que, por aventurero, de este esperamos) de lo dicho, en lo narrado ( la realidad en la que podamos reflejarnos, entendiendo a aquel). En otras palabras, la filosofía actual ha requerido siempre de la fe que la gente le tiene (como autor), por su competencia como filósofo racional, más que como persona real (pues es imposible por nosotros experimentar aquello que narra) siquiera en sueños: pues no habitó caminos (reales) por donde nosotros transitar y que podamos reconocernos de él. Por supuesto ahora toca hablar de Hegel, quien refería la necesidad de hacer un camino formativo para poder hacerse con alguna forma de autoconciencia (de la realidad), pero Hegel estaba igualmente convencido que al final: "detrás del telón no había nada". De ahí, que la filosofía hoy no va a la frontera y tampoco al teatro, ni siquiera asiste a la realidad. No hay nada para ella fuera (del texto) que propone de su idea del límite; cuándo además, dicha idea la puede hacer real por el deseo de la razón, dado luego en una representación: de la frontera…

Precisamente, esta línea de experiencia de autoconciencia (en la que no cree hoy la filosofía) a la que renuncia o cree que pudiera ser nula, pues "detrás del telón no había nada", luego en función de su misma razón y sus propios dictados y sistemas, estos y aquellos le impiden iniciar, sobre el sueño del límite: un despertar al límite y (actuar) moverse → en acto→ de ir frente al cerco que le abre una puerta a entrar, a través de la redención, por medio de un reconocimiento de sí y consigo mismo (un salir al mundo real y apartarse (de lo mundano) → moviéndose → al acto → de caminar hacia habitar la frontera, pero que la filosofía siempre rechaza: no acepta la invitación, cuando le supone salir de su mundo académico, de las aulas, de la aprobación de la sociedad, del reconocimiento: no acepta la experiencia del límite o frontera, por lo que esta supone de extenso y riguroso camino, como el de todo viajero de la frontera que se adentra en ella, solo pueda suponer. Así, la propuesta de una filosofía del límite, ha quedado o quedará como otro sistema inútil a la sociedad real, que propicia el diálogo únicamente de la filosofía con la filosofía pero: integrando aquel sistema hoy imprescindible (del compra primero mi libro) para que tal diálogo sea efectivo. Sin embargo: hay un conocimiento verdadero, que se entrega sin más, sin beneficios, pues es parte siempre un conocimiento incompleto y parcial, y solo visto de un lado (subjetivo de la forma que lo expone y lo refleja: el autor) dependiente luego de intérprete/reflejo de la forma, que habrá de reconocerse en ello, como una gota de agua frente al espejo, para poderlo entender.

Pero la filosofía del límite (hoy) no está pensada para mostrar a nadie una realidad, sino que la encontramos como sistema de representaciones no basadas en la experiencia, sino en el deseo de la experiencia, y en la necesidad de establecer estas representaciones, de algún modo y en algún sentido, siempre hacia otros. Todo ello, consecuencia de una racionalidad de medios y fines/ que reduce la existencia de aquel (que produce) a una actividad útil para sí, sobre todo de fines: recompensas y reconocimiento sobre aquello producido. En este sentido la propuesta del límite, parece estar pensada como un sistema o estructura, dirigido a una usabilidad filosofía e inerte (e inútil), más allá de ser lo a la misma filosofía, y a la propia recompensa, pero nada útil a la vida ni el individuo

EL LENGUAJE COMO LÍMITE Y SOMBRA DE LA RAZÓN

Todos hemos comprobado lo complicado que es, en algunas ocasiones, expresar aquello que sentimos de una experiencia (esa idea que luego formamos en nuestra mente) en relación a lo observado: para la que no encontramos las palabras adecuadas que expresen lo que sentimos, pero que sentimos dentro y de muchas maneras. Pero lo es aún más si lo observado no está luego bien definido: definido más allá, incluso del propio lenguaje y en relación hacia nosotros, a nuestro conocimiento: entiéndase una comprensión de aquello frente a nosotros (de la experiencia sensible, y lo que percibimos a través de los sentidos) que ha de ser entendida por el sujeto por medio la contemplación misma, del estudio y/o experiencias propias al respecto, lecturas, conversación o cualquier otro medio de conocimiento que nos motive a entender lo observado. Motivación que nos llega normalmente del propio asombro o admiración, y a veces, extrañeza que nos causa la visión/contemplación de algo ―no necesariamente nuevo, desconocido o diferente―, pues entiendo esta la razón (el asombro) como aquella de mayor motivación y predisposición, voluntad hacia la comprensión de la experiencia que proporciona aquello presente.

Pero ver algo, incluso que no hemos visto jamás (como un abismo), hoy no parece ser razón de asombro o admiración, o voluntad de acercamiento a la experiencia y su comprensión para nadie, visto, sobre todo, el desinterés de tantos mostrado al pasar por delante de los diferentes entes: cosas, objetos y personas (sobre todo personas) / que no vieron nunca, y pasan a su lado, sin siquiera mirar o reconocer de ella un igual: otro ser. Caminamos por el mundo mirando sin ver, hablando sin escuchar, ni decir nada. Pensamos que vemos, decimos y oímos, pero la prisa (del reloj) evita que nos detengamos a reconocer y vivir el momento, como acontecimiento (experiencia), y preguntarnos, sobre aquello presente alrededor nuestro, pero sobre todo: ante nuestros ojos; luego no reconociendo de las cosas, lo que son, más allá de la vaga comprensión que muchos tienen/ o tenemos, de tantas y otras cosas, y aun así ignorando todo lo que nos rodea, y no mostrando mayor interés; ya saben: “a veces, una piedra es solo una piedra”.

Lo malo de esta actitud [una piedra es solo una piedra] es que nuestra imagen, o visión del mundo y el universo se empequeñece, achata y aplana, cuando al ver una piedra solo vemos una piedra, o al mirar al cielo sólo vemos oscuridad, y puntos de luz, definidos como estrellas en nuestro cielo: mas no vemos, buscando el significado de esa luz, en ella: y de lo material, la forma que la proyecta en su espacio concreto, estando ahí y no en otro sitio, de esa forma, y por una buena razón, más allá de aquellas explicaciones ofrecidas por otros (por la razón). Por tanto no se engañen: las cosas son y la estrella está, quizá solo para que la reconozcamos, mas no al definir la estrella, sino para que definiéndonos nosotros antes, podamos luego responder a ella, la estrella, y decirle: yo soy..., en lugar de dirigirnos a otros, refiriéndose de ella ( la estrella) y diciendo: ella es...

II

Para Wittgenstein, el mundo era lo expresable (en palabras): así lo que no le era expresable en palabras ―tenía un nombre que le definía―, y lo que no lo tenía, no había sido descrito, quedaba fuera del mundo. «Los límites de mi lenguaje Significan los límites de mi mundo, – afirmaba (Tractatus Logico-Philosophicus). Así pues, la realidad para Wittgenstein era una imagen que resultaba de un lenguaje descriptivo (complejo) y no de la impresión de la realidad en sí misma que precisaba, necesariamente, de ese lenguaje descriptivo y metódico para ser descrita y entenderla. Es por ello que lo no definido, sencillamente “no existe”. De modo que para Wittgenstein como para otros, el origen, y «fundamento» último de todo ser ha de hallar su expresión (locución) por la razón. Pero, ¿cómo conocemos las cosas, entes, para poder luego definirlas y darles nombre? ―“Desde el momento en que se constituye el concepto del ser, y frente a la multiplicidad y diversidad de los entes, surge de inmediato la dirección específicamente filosófica de la contemplación del mundo. Por mucho tiempo la reflexión del ser se encuentra ligada a la esfera de los entes los entes, pugnando por abandonarla y superarla(1), quizá, ya entendiendo algo más, ahí, de la imagen proyectada del ente: el ser del ente); luego, el «fundamento» último ha de ser "hallar de todo ente la expresión de su ser ser" y locución en el lenguaje; "pero por claramente que se haya planteado esta cuestión durante siglos, la respuesta hallada, en su determinación particular y concreta no tuvo ni tiene el mismo y universalísimo alcance del problema"(2). ― Generalmente, un ente individual, particular y limitado es entresacado para, a partir de él, derivar genética y genéricamente y luego «explicar» todo lo demás; luego, no nos sorprendamos, cuando comprobemos, que lo que la razón señala y define (proponiendo definición y poniendo nombre) como esencia y sustancia del universo, no lo trasciende en principio, siendo justamente algo extraído de este mismo universo: ordinario y mensurable a la razón. De ahí que, por más que varíe el contenido de la pregunta, siempre permanezca un mismo tipo de explicación en su forma general, y dentro de los mismos límites e idéntico lenguaje metódico, del principio que establece como fundamento de la totalidad de los fenómenos un ser individual sensible (perceptible) una «materia originaria» concreta; luego la explicación se idealiza de aquella materia, y en lugar de la materia surge más firmemente un principio puramente racional de conjetura y fundamentación subjetiva.

Luego ¿Qué me define el lenguaje?, cuando refiero a partir de lo desconocido, el lenguaje me definirá entonces: aquella imagen sensible, y perceptible de lo desconocido, por ejemplo, de universo: "infinito"; entiéndase, igualmente, de lo infinito → "desconocido". Luego la razón aplica: desconocido es… lo que sea que refiere y describa esa misma razón (para cada uno de nosotros) / pero que seguirá siendo, igualmente, desconocido. ¿Puedo definir el espacio?, y refiero ahora, ese espacio, que consideramos vacío, existente entre los cuerpos en el espacio, mas ¿no sabiendo exactamente lo que es? Pero la ciencia ya he definido el espacio, en un lenguaje descriptivo y (complejo) no falto de conceptos relativos, abstractos y/o matemáticos) como: "infinito"―“la filosofía es el arte de formar, de inventar, de fabricar conceptos”(Deleuze & Guattari, 1997) /"lo infinito es tanto ilimitado como indeterminado, Anaximandro introdujo el concepto de lo ilimitado (infinito): a-peiros) ― pero que, y aunque lo he definido, sigo sin saber todavía qué es el espacio "infinito”, y por tanto, sin una forma concreta) → que, además, considero “vacío”, solo sé, lo que la razón me dice que el espacio es, en tanto a como ella lo ve y entiende, de lo que ve, resultando: que está tan vacío, como la vista y los sentidos lo puedan comprobar. Conclusión, el lenguaje puede describir una imagen del espacio, que resulta de un lenguaje descriptivo (complejo), dado a priori. desconocido e infinito, pero no por la experiencia propia, el factum de estar conscientes del espacio, sino que nos refiere a conceptos y abstracciones (teóricas o, y matemáticas) por los que la razón: pretende entender/y explicarse a si misma lo que califica de incognoscible e indeterminado (infinito) y dado a los sentidos ordinarios) lo que es el espacio → a su entender, de ese vacío (oscuridad) que no puede ver forma en el. No aceptando de su ignorancia lo que desconoce, incluido: la forma del espacio, vacío, que no puede entender.

"Sólo pedimos un poco de orden para protegernos del caos. No hay cosa que resulte más dolorosa, más angustiante, que un pensamiento que se escapa de sí mismo, que las ideas que huyen, que desaparecen apenas esbozadas, roídas ya por el olvido o precipitadas en otras ideas que tampoco dominamos. Son variabilidades infinitas cuya desaparición y aparición coinciden. Son velocidades infinitas que se confunden con la inmovilidad de la nada incolora y silenciosa que recorren, sin naturaleza ni pensamiento. Es el instante del que no sabemos si es demasiado largo o demasiado corto para el tiempo. Recibimos latigazos que restallan como arterias. Incesantemente extraviamos nuestras ideas. Por este motivo nos empeñamos tanto en agarrarnos a opiniones establecidas. Sólo pedimos que nuestras ideas se concatenen de acuerdo con un mínimo de reglas constantes, y jamás la asociación de ideas ha tenido otro sentido, facilitarnos estas reglas protectoras, similitud, contigüidad, causalidad, que nos permiten poner un poco de orden en las ideas, pasar de una a otra de acuerdo con un orden del espacio y del tiempo" (Deleuze y Guattari 1993, p. 202).

Pero... yo estoy en un espacio, en tanto mi forma ocupa un espacio definido, al que rodea todo ese otro espacio en su perímetro. Por tanto, yo mismo soy un espacio, dentro de otro espacio. Luego, qué define la razón cuando me define a mí, a partir de aquella persona que me observa y percibe mi reflejo ―Define al hombre de su imagen proyectada―me contestarán; pero, diga lo que diga y defina la razón, hay algo más que una forma en una imagen visible y proyectada: hay también un espacio que la contiene y proyecta, que yo veo del lado de mi forma, que igualmente me define en mi forma concreta y (temporal). Luego, si al definir al hombre, no puedo ni definir, a la vez, aquel espacio (forma) del espacio que lo contiene y concreta (temporalmente) en su forma en un lugar, y no en otro del espacio natural que habita: pues entonces, lo que defino, no es otra cosa que la ignorancia existente tras el velo de la razón. Quiero decir, que por muchas y enrevesadas palabras, escuelas o cátedras: todo tiene una forma, y toda forma un perímetro que la define en su forma: a partir de su borde, o sombra. Luego, si algo no está definido en su forma, a partir de su sombra (considerando esta, a partir de lo observable de la imagen: de su perímetro, como aquel borde o lado de la imagen) pues sencillamente “no existe", no puede existir en la naturaleza nada, que no se encuentre, en aquel espacio natural que contiene y define su forma concreta (temporalmente) en sí, y que a la vez, contiene en su forma concreta a todos los entes que habitan en ella, en su espacio natural: y que establece/ condiciona (propicia) las correspondencias, así como relaciones de causa efecto de una forma (indirecta) en otra, o (directa: consciente) hacia otra.

De modo, que mi madre me condiciona, a través de dicho espacio (cuando se dirige a mi; me habla (y el sonido se traslada por ese medio ―o forma entre las formas materiales, dado del límite entre las formas) “condicionando mis actos: y definiéndome” a partir de que dicho espacio me propicia la información desde ese momento (en el que por el se proyecta: escucho, reflejada la voz de mi madre): yo me giro; la veo, pero igualmente puedo no ver a mi madre, solo escucho su voz del espacio circundante, espacio con información que me condiciona y define, en mi espacio a actuar (en se momento/ tiempo y lugar concreto), y de todo ello, luego reconocer de dicho espacio una forma/y medio, para comunicarme, con mi madre; luego, (y a mi entender) la forma limitante del lado de las formas visibles, concreta, en su relación con todas las formas, las relaciones de estas entre todas ellas.

1-Filosofía de las formas simbólicas- El lenguaje /Ernst Cassirer
2-Ibidem

SOBRE UNA FILOSOFÍA AUTÉNTICA

El pensar (una filosofía auténtica) está hoy más allá de la misma filosofía, en el sentido que todos entendemos por filosofía. Entonces ¿dónde está la filosofía auténtica? Bien, nos dicen ahora que la filosofía ( de siempre) ha cambiado o está cambiando, pero en las universidades no; en los que estudian en la universidad no; y en los que enseñan en la universidad no; y si está cambiando, por qué siguen diciendo unos a los otros lo que deben leer, y los otros siguen leyendo lo que les mandan unos… unos mandan (lo que hay que hacer y leer), los otros obedecen (en aquello) No, ¡no ha cambiado nada! Pero la realidad sigue siendo compleja; entiendan: demasiado compleja para pretenderla ordenar, estructurar, racionalizar en ningún sistema, por cierto ya fracasado.

En este sentido, una filosofía a partir de la acción de las personas, propone entender (por observador) las consecuencias a partir de las acciones (y los descubrimientos que nos propician otros) Hannah Arendt, se alinea y renuncia a ser llamada filosofa, ella no es filosofa. ¡No soy filoso —dice — filosofo es Kant! Arendt, se distancia del conejo blanco , no quiere relacionarse con un tipo concreto de filosofía “de pensamiento de las ideas ajeno a las experiencias” (o autoconsciencia) y el análisis de sus consecuencias, y por tanto, se aleja de un tipo de pensamiento (filosofía) que ella y otros entendemos que ha fracasado en los campos de exterminio de la Alemania Nazi: preciamente la misma filosofía que no supo reconocer adónde íbamos en aquel momento, ni donde nos llevaba ahora la razón (y que es lo mismo que afirmaba la escuela de Frankfurt: Hokenheim, Adorno en la Dialéctica de iluminismo). La filosofía (el pensamiento racional) no entendió entonces a donde se dirigía: hacia el nazismo ni el holocausto. Y lo peor de todo esto, es que hoy la filosofía no interpreta la realidad (no vive en le mundo real / ha sido apartada de este), por lo que no puede entender, y menos aun criticar —quizá no la ven (porque algo o alguien les dijo donde solo tenían que mirar (reconocimiento /recompensas: los compraron) y eso los incapacita para advertir (del pasado en el presente) la misma instrumentalización procedente de aquellos sistemas del pasado, y sus consecuencias en el presente.

De esto, precisamente, es de lo que podemos acusar (en mi caso yo así lo hago) a la filosofía de hoy, de seguir mirando a otro lugar, escribiendo de cosas absurdas; sin morder jamás la mano que le da de comer / no pueden criticar el sistema que los sustenta, alimenta y promueve dentro del mismo sistema, y que es la misma filosofía de ayer, por cierto (como bien nos recuerda H. Arednt). Luego esto hace que me pregunte, si son acaso legítimos los filósofos y académicos (no independientes) financiados y sufragados por el estado, para hablar (y refiero críticamente) de aquellos que: en un supuesto juicio contra el estado, no serían jamás aceptados, por pertenecer y estar a sueldo del acusado; pero que hacen hoy juicios sociales, e incluso nos dicen ahora de nuevo, como debemos aprender a volver a pensar. Pero no, ese nunca en mi caso: “Toma mis ojos, las cosas que he visto en este mundo están llegando a su fin.― (Iron Maiden- Starblind).

Por estas mismas razones a Arendt ya no le interesaba ni platón, ni Kant, ni Hegel, esa misma filosofía que habla del mundo, pero que no entendió el mundo entonces, ni entiende ahora el mundo de los hombres, y de sus actos. Una filosofía perdida en el mundo de las ideas y en sus pensamientos metafísicos (encerrada en las aulas y que no sale a la calle) 2500 años de metafísica y todavía sigue la misma pregunta sin responderse, pero que además, no se entero de lo que estaba pasando, antes, ni de lo que pasa ahora, en la vida y en el mundo (en las calles: en los hogares, más allá de sus propios muros) así fuesen millones de muertos antes, o miles ahora, eso ya nos dice algo de la filosofía… “su reflexión es insistente, nula, cuando se propone y afronta un problema o cuestión real”.

A los filósofos, antaño, el estado los expulsaba, encarcelaba e incluso mandaba a la esclavitud, o los mataba por pensar libremente: por opinar en voz alta y criticar, se entiende. ¿Qué ha cambiado ahora que a un filósofo le paga el estado? Arendt, refundará, de alguna manera la filosofía, observado esto de sus obras principales y dirigidas a la acción, el conocimiento a partir de la acción (pero los filósofos de hoy solo hablan de ideas, además ni siquiera propias).olvidan cada día lo que se hace y acontece en el vivir (experiencia y consecuencia) el día a día, la vida y sufrimiento de las personas no les interesa / ni lo muestran. El problema es que para este tipo de nueva filosofía, si se habla de angustia hay que haberse angustiado, y de lo que se hable, haberlo experimentado, para que otros, de mostros y nuestras experiencias, puedan verse reflejados, y entiendan de nuestras propias acciones descubrimientos, en ellos las posibles consecuencias. (Escucharíamos entonces a aquel (filosofo) que regresase de la guerra / pero… ¿aprenderíamos de las consecuencias de la guerra?

Solo espero que el ejemplo de una nueva filosofía no venga de aquellos: de ellos, de los mismos, los mismos de antes, los mismos de siempre, siempre señalando al conejo blanco. “deja a los ancianos en su conferencia, entretanto…/… caminamos afuera de las ofertas de libertad por sus carceleros en su jaula”. ― (Iron Maiden- Starblind).

Pero he hablado de acción y experiencia, y no puedo quedarme en lo relativo, como aquellos que andan por la vida hablando siempre de algo que luego no definen, sencillamente, porque no pueden definirlo porque no existe: como la libertad.. Pero para ello tengo que ir más allá, más lejos, de la primera idea móvil que me hace pensar: en aquello concreto que veo o deseo todos los días; y buscar aquello inmóvil: primer motor o causa primera (que debería motivar mi ser), pero no va a ser sencillo encontrarlo: porque todos los días tengo una razón ( primera idea móvil), que me mueve → a “un lugar”→ y una razón que “siempre está ahí”, encubierta (en la propia voluntad usurpada, por el deseo y el deber) y que me mueve precipitándome a un destino impropio, sobre el propio conocimiento solapado, de aquello que inconscientemente todos los días me mueve, pero… que me mueve (ahora) a pensar ( Justo, en aquello que me mueve todos los días… sin pensar).

Moverse no es pensar; moverse sin pensar no es actuar: es dejarse llevar. Ponerse refiere no tanto actitud como lugar, es ponerse: moverse → y volverse conscientes (para alcanzar la perspectiva) de aquello que sucede sin que nos demos cuenta dejándonos llevar, “Toma mis ojos por lo que he visto, Te daré mi sitio a ti, eres libre de elegir la vida que quieras vivir o que quieras perder… cayendo en tu tumba sin cesar, engañado”. ― (Iron Maiden- Starblind).


DE NUEVO: Y DE LOS ESCENARIOS DEL ABSURDO
EL HOMBRE DESESPERADO 

Si lo piensan, puede parece absurdo estar en un palacio Palacio de ISHAK PASHA del que se dice que es la última gran obra otomana en pie, y que nada más llegar,yo me sumerja directo hacia las Mazmorras, justo después de haber divisado el horizonte más extenso que vi jamás, abarcando la vista de Armenia, Irán y Turquía, desde los 5000m de altura, en un solo giro de vuelta. Luego, y esto es lo que pueda resultar más curioso, es que precisamente (esta foto) es la que mejor define la realidad observada.

Estamos los individuos tan poco habituados a observar (por nosotros mismos) los hechos y la realidad de una manera objetiva, que algunas afirmaciones aquí contenidas podrán sorprender a algunos. Sin embargo existe, además de una ciencia de las sociedades, igualmente la posibilidad de una observación individual (subjetiva) de esta (sociedad) y de la misma realidad, de la que cuando nos atrevemos a quitar el velo (habiendo esquivado aquellos prejuicios tradicionales) deberíamos poder esperar, que consista haciéndonos ver las cosas de un modo o ángulo (singular) y por tanto distinto al acostumbrado de cómo le aparece al ciudadanos de a pie, pero igualmente distinto al de los propios científicos (y de sus estudios). Luego toda observación, debe o tiene por objeto esclarecer/revelar: hacer descubrimientos, y todo descubrimiento cuando es tal "descubrimiento" suele desconcertar, en mayor o menor grado, tanto al observador, en mi caso, como (en el caso del lector) al que luego se le revela lo observado. Así pues, y en lo que respecta a la observación, en este caso es preciso que el observador se decida resueltamente a no dejarse intimidar (no lo hago), tampoco por aquellos resultados a los que le lleven sus exploraciones, si fueron conducidas libres de prejuicios: luego, además, nada mejor que la experiencia (en este caso de lo pasado), como aquello que nos afectó de un determinado hecho /suceso, después de conocido el resultado de su desarrollo, y se revela a [Posteriori, o literalmente: a partir de lo sucedido.



En el ámbito de la filosofía, a posteriori, se emplea para referirse al conocimiento inductivo, esto es, al que se adquiere a partir de la experiencia, y forma de razonamiento en que la verdad de las premisas apoyan la conclusión, ascendiendo de los efectos a sus causas: El conocimiento puede ser a priori o a posteriori. El primero (a priori) es el que no funda su validez en la experiencia (en este conocimiento a priori reconocemos en Kant); el segundo, a posteriori, es el que se deriva de ella: de la experiencia: y refiero a esta la fuente de mi conocimiento: pues no entiendo otro saber, sino el saber de la experiencia. En general, a posteriori, significa 'con posterioridad a un hecho o una circunstancia determinados (lo conocemos por consecuencias), y se opone, radicalmente a un conocimiento a (→ a priori) antes de conocer sus consecuencias. Luego, si buscar la paradoja es propio de un sofista, esquivarla, cuando los hechos la imponen es propio de un espíritu sin coraje ni fe en sí mismo.



1 El Hombre Desesperado
2 Sobre la Muerte
3 El dolor y la pérdida
4El Sinsentido de la Existencia
5Pensar la idea del suicidio
6Libertad de Elección
7Morir precisa, igualmente, de razones.

Nada más trágico que nuestra realidad: nacer para luego tener que morir. Pues da igual dónde o cuándo y poco importará la manera, todos nos dirigimos ineludiblemente a ella "como el ancla al fondo del mar". A veces incluso anticipándonos, y renunciando así y definitivamente a este ingrato lugar de amarguras y penitencias, absurdo y desprovisto de sentido, donde vida y muerte están ligadas, el dolor centellea todos los días y las personas participan de las más terribles agonías; donde sonámbulos e idólatras adoran aquello que los segundos no conciben y los primeros no imaginan; donde los huérfanos se consuelan en el silencioso recuerdo de la impotencia, de no querer creer pero tener que ver el mundo desmoronarse ante sus propios ojos. Pero lo peor no son las injusticias o violencia que acontece y de la que somos testigos todos los días. Tampoco las guerras, el sufrimiento y la desesperación que estas conllevan: lo peor no lo hemos conocido todavía; Estaría por llegar: "es lo último que llega".

1

Recuerdo cuando me diagnosticaron cáncer, unos me miraban como si mi destino fuese diferente al suyo; otros lo hacían con lástima, sin observar antes lo lastimoso de sus vidas, y ellos nunca fuesen a morir: como si unos pocos años supusieran diferencia, y aquellos que suplican vida eterna, fuesen a obtener otra cosa, más que polvo como recompensa. Como si negar la muerte fuese solución, cuando no hay negación que no contenga en sí, en forma de afirmación, aquello contra lo que se pronuncia. Pero ¿quién quiere la vida eterna? ¿Acaso existe eso? La eternidad es una cosa y muy distinto es abarcarla: y más absurdo pretender conquistarla (Gilgamesh). No elegí nacer y consentí, tampoco elijo morir, pero me siento afortunado, si es el caso de no sobrevivir: la eternidad no es vida para un hombre, y la muerte es la calma, el reposo final al que cualquiera aspira. Pues vivir bien es también morir (un poco todos los días), y fue la muerte la que dio (todavía) mayor sentido a mi vida. Luego mucho he meditado (casi 15 años después del cáncer, voy para 56) pues si en la vida encontramos que todo son preguntas, igualmente, llega el momento cuando se convierte ella misma (la vida) en pregunta: en ese efímero detenerse en el proceso, al manifestarse está revelándose a la razón que la contempla. Allí he imaginando mi vida: toda, en ese preciso instante (atrapado en el tiempo) y sin saber nada de una muerte; que para conocerla, de cierto, antes hay que vivir estando en ella; pero luego, para poder entenderla no bastará con vivir, ni siquiera sirve el vivir mucho: cuando para poder entender la muerte, tendremos antes que entender la vida (aquella que nos toca vivir) y por qué, en algún momento hay quienes renunciamos a ella.

2

"El pasado se recuerda muchas veces dramático; el presente angustioso y el futuro se intuye incierto", dominado por ese miedo que amenaza con apoderarse del alma". Todos temblamos ante el dolor, el sufrimiento y la pérdida: ineludibles para toda comprensión acerca de la vida del hombre. Diríase, que la vida humana se halla permanentemente en un estado de profunda miseria, pendiente, siempre de dar sentido a aquellos avatares que devienen de la propia vida. En todas las épocas, culturas y religiones, el hombre tuvo que enfrentar esta misma cuestión del dolor, el sufrimiento y el sentido de su existencia. En definitiva, cada persona (como yo mismo) ha tenido que vivir y convivir con propio drama continuo que le supone existir, vivir en este mundo. Pues cada uno de nosotros parece nacer a una vida (en un solo sentido y hacia un determinado destino); pero si ese es nuestro sino, también es cierto que otra cosa es nuestra propia condición, dentro de la propia vida y condición "la humana / esta reflejo de la propia naturaleza que habita este hermoso planeta, " esa que empuja a una planta seguir hacia adelante (como españoles) atrapados entre baldosines de la cera y aplastados por el asfalto (llegará a florecer aún con la metralla de toda una vida y existencia hundida en la carne. y si nuestro sino es vivir y vivir con dolor, nuestra condición es "seguir y seguir adelante aún con dolor”. Muchos pensarán, sobre todo en occidente, que estas palabras no van con ellos que más serían apropiadas para señalar a otras personas o pueblos (pero los españoles las reconocemos propias), otros dirán que refieren que a otros tiempos; pero no nos llevemos a engaño, y lo sabemos; al menos todos aquellos que tenemos una cierta edad y perspectiva de la vida: que el ser humano desde que nace se forja y crece con retazos de dolor, y cada dolor es preludio y anuncio de aquello ineludible Pues existen tantas cruces plantadas en este mundo como vidas ha visto nacer, y cada nacimiento no anuncia otra cosa, que (en algún momento) su propia muerte.

(3)

El pueblo español se entrega, al suicidio es la primera frase de «El resentimiento trágico de la vida», la última obra de Miguel de Unamuno. En esa nota estaba reflejada la lucha de un hombre que fue fiel a sí mismo yendo en contra de unos y otros, y rodeado del ambiente hostil de la propia ciudad a la que tanto amó, con la desesperación de quien ve cómo se va quedando solo mientras se tambalea su mundo, su propia vida y hasta sus creencias» - (Miguel Unamuno de sus apuntes). Pero en algún lugar leí que un hombre (y del mismo modo una nación) primero debe morir (y España allí se aniquiló a sí misma), para luego lentamente (y de aquellas sombras y troncos quemados que quedarían) volver a renacer. Renacer (se supone) libres de odio y del dominio del rencor (que nos permite al recorrerlo aún hoy (de las secuelas del dolor de nuestras familias compartido) reconocernos entre todos a nosotros mismos aquel mismo odio, y de aquella sangre derramada, habiendo aprendido del aquel duro camino y sacrificio (no por sus propias necesidades o las de sus familias, sino por las ideas ideales políticos que les inculcaron otros/ arrebatándoles su identidad de españoles primero, y padres de familia (o hijos) después, y que recorrieron aquellos: nuestros abuelos y le mostraron a sus hijos- para que nosotros pudiésemos (por su sacrificio) volver a renacer a una nueva vida y nación: que ayuda a los demás (manteniendo un ejercicio que no va a guerras políticas) sino como fuerza de interposición para ayudar a mantener la Paz, pues hay dos manera de vivir y ser: haciéndolo solo para nosotros, o a la vez hacerlo también por para los demás, como personas ayudando en nuestras ciudades a quien lo necesita / y como nación: a quien nos lo pida o necesite.

4

Encontrarán ensayos y libros, tratados al respecto de las razones del sinsentido de la existencia para algunas personas, y que puede resumirse en que la vida no tiene sentido para estas, esa es la principal declaración, y obviedad que encontramos, por parte de quienes afirman experimentar la desgarradora sensación de la apatía por vivir, por medio de una especie de desconexión de todo lo que les envuelve (y derivado después - en algunas de ellas- en una presencia impulsiva en redes sociales). En este punto, encontramos personas, muchas reflexivas, que profundizan en cuestiones de trascendencia: a partir de aquella la falta de libertad que acusan (y nos revelan) de su propias declaraciones (y donde me reconozco de un tiempo critico, mas no conmigo mismo), donde se trasladó la responsabilidad tanto del aislamiento como de la propia apatía, a las injusticias sociales, luego a las guerras, pero sin hacer nada por acercarnos (entender - moverse a comprender- y explicarnos de aquellas mismas injusticias: luego no proponiendo, ni saliendo del aislamiento de la habitación) avocándose, por momentos cada vez más a un profundo vacío existencial, el cual engulle cada vez con más fuerza. Vacío éste, al que la sociedad contribuye con sus imperantes mensajes relacionados con valores individuales de satisfacción inmediata (dale al me gusta), y venga otra vez: en lugar de irnos a ayudar a quien sabemos que lo necesita, saliendo del aislamiento y mojándonos los pies (única forma de achicar el ahogamiento (parar la inundación) que nos embarga, e ir más allá de proponer absurdeces (en redes), una tras otra todos los días).

5

“Una obra está acabada cuando no puede ser mejorada" - (E.Ciorán).

Como en el arte, algo parecido ocurre con algunos sistemas e igualmente con los estados, cuando estos se encuentran tan fatigados y corruptos, que ni con todas las grúas y andamios de este mundo se podrían sostener en pie, los pilares de mentiras y sangre sobre los que se sustentan. Así, lo que realmente decide el grado de acabado de un sistema ya no es tanto el arduo trabajo, la fatiga o la sangre que precisa de sostenerlos, como el asco que supone tener que soportarlos y sostenerlos.

La mayoría de las personas no entienden necesario deliberar sobre su existencia, existir ya se concibe como implícito en todo lo que hacemos y no es necesario darle más vueltas (aunque afirmemos estar de agua hasta el cuello). Sin embargo, reflexionar sobre la existencia, es hacerlo sobre la idea de la vida, y por tanto de la muerte: el suicidio (por estrangulamiento social) en este caso nos permite abordar en primer plano la razón de la propia existencia, pues se pone en tela de juicio la importancia de ésta, moviéndonos a madurar en nuestras propias motivaciones, sueños y esperanzas; además, de en todo aquello que nos da seguridad. La enfermedad ayudó a pensar al enfermo; la certeza de la muerte mueve a reflexionar; y el suicidio (en este caso la posibilidad de un suicidio "social" nos obliga a deliberar seriamente sobre el sentido del mundo y la propia existencia. Dedicarse a tal empeño (morir para volver a nacer) implica carácter y atrevimiento pues, tratamos con ello de sacar provecho, donde entenderemos casi con toda seguridad que el suicidio (como forma (literal) de termina con la propia vida) debe permanecer en constante suspenso, como salida última que siempre debemos ver (de aquellos que sucumbieron) a distancia, solo recorriendo de lo que sentimos y expresamos a los demás: aquella forma de la que empezamos a reconocernos (y a la que nos acercamos), pero a la que no debemos entrar jamás. Pero ¿por qué verla a distancia y, sencillamente, no contemplarla como opción?

Lo políticamente correcto en este caso es descartarla definitivamente: y eso sería lo políticamente correcto. Pero personalmente, entiendo que la persona solo puede descartarse de aquello: (formas) que reconoce en el de las primeras causas (luego al observar de estas, las últimas causas (y final), que reconoce en los otros). Se trata más entonces de “una evaluación, a modo de introspección, proponiéndonos primero reconocernos en el lugar que estamos, y a la vez saber que podemos mejorarlo; con una experiencia de vida y proyecto propio”. Pues entiendo, que una vida es auténtica, solo cuando se tiene la posibilidad de elegir (de salirnos del marco propuesto: suicidarse, si, pero socialmente); pues el peso de la existencia sólo puede llevarse cuando somos conscientes de que tenemos la libertad de terminar con nuestra vida, y una vez reconocido esto: que tenemos el valor; igual o mayor para antes (vivir genuinamente nuestra vida, esa que ahora elegimos. Pues, a pesar de las dificultades, las restricciones y prejuicios, cambiar es lo único que no nos puede ser arrebatado; y precisamente esa libertad de cambiar nos procura la fuerza descomunal, que luego triunfa sobre los pesos que nos aplastan; de tal forma que encontremos un sinsentido a poner fin a nuestros días o, por lo menos, a no hacerlo antes de ver hasta dónde podemos llegar. Aunque los suicidas creen en su precocidad, no pocas ocasiones consuman su acto muchas veces antes de estar maduros y siendo muy jóvenes; razón esta que hace de los suicidios (literales) aquello que destruye nuestro verdadero destino, en lugar de coronarlo.

Buscando entender, puedo entender que un hombre/mujer quiera acabar con su vida: lo puedo entender y aceptar (todos deberíamos) pero, con matices: entendido, como el acto de culminación de un proyecto insatisfactorio de vida, es decir, un proyecto puntual y fallido venido de la razón que luego lo justifica. El final, si se quiere (razonado) tiene que cultivarse como si fuera un huerto, eligiendo el momento más favorable de su desarrollo. Pero cuidado, aquí entramos en arenas movedizas, pues no me refiero con ello dar a entender a todos, que están en la cumbre y desean que se les recuerde así”. Recuerdo la carta de suicidio de Kurt Cobain, donde podía leerse una cita de una canción de Neil Young: "Es mejor consumirse rápidamente que desaparecer poco a poco". Cierto que Kurt estaba en la cumbre, como artista, pero no así como persona debido a sus problemas (que no soluciono quedando atrapado en ellos), y que le llevaron a hacer lo que hizo. Lo cierto es, que el último y definitivo descenso a los infiernos de K. Cobain no fue sorprendente; y posiblemente, ya se había iniciado unos meses antes de que decidiese llevarse el cañón de una pistola a la barbilla. Sin embargo, precisamente ese carácter desesperanzador de la existencia y el desencanto ante la vida, se presenta no pocas veces a muchas personas ―en algunos casos como una especie de iluminación― como proceso de descubrimiento hacia una vida mejor sin ornamentos: dura, y en la que afloran esos sentimientos de desesperanza que todos hemos sentido en algún momento, ante los cuales tenemos siempre la posibilidad del suicidio. Porque ¿Quién no ha pensado en el suicidio alguna vez? Todos hemos pensado en algún momento en suicidarnos, así sea de forma remota o hipotética, hemos pretendido renegar de la vida deseando la muerte, pensamiento éste y vinculo indisoluble, entre los que eligen el suicidio y los que no. Y, precisamente, es esa posibilidad, aunque la entendamos remota, de reflexionar sobre nuestro propio suicidio ―motivos, recursos, la disposición del lugar― y vernos muertos anticipadamente es la que nos ayuda en gran medida a entender (que el alma nos está diciendo algo), aquello (de la vida) sobre lo que demos meditar) para poder replantearnos esta: nuestra propia vida. De otro lado, negarnos esa posibilidad de sentirnos dueños de nuestra propia existencia o bien, ocultar nuestro pensamiento por miedo a lo que puedan decir los demás, es negar nuestra propia libertad y convertirnos en otro gusano envilecido más, reptante sobre la carroña cósmica que habita esta tierra.

6

Tomar consciencia de que podemos elegir es asumir un grave conflicto, donde por un lado, nuestros sufrimientos nos reprimen y empujan al abismo y, por otro, nuestros instintos se oponen, obligándonos a vivir aunque estemos sujetos y limitados a nuestro tiesto. A medida que vamos madurando y reflexionando sobre la vida, ya con unos años, descubrimos la vacuidad de la misma, para entonces los instintos ya se han reconvertido hacia la razón que guía ahora nuestros actos, refrenando nuestro crecimiento instintivo (del límite que aceptamos - nosotros mismos impuesto- del tamaño y volumen de nuestro tiesto) y el vuelo de nuestra inspiración (limitado por esa misma razón). Por ello: despertamos al mundo demasiado tarde. Sin embargo, aun en ese momento tardío tendremos consciencia de nuestra libertad, pudiendo ser ahora dueños de una elección que se hace significativa en tanto más nos retrasamos no poniéndola en práctica, pero que “nos hace soportar los días y, más aún las noches", pues no nos sentimos pobres ni oprimidos: disponemos de recursos. Y, aunque no los explotásemos nunca, y acabáramos en la expiración tradicional, hemos tenido un tesoro en nuestros desánimos; pues no hay mayor riqueza que disponer de la propia vida, aun cuando la hubiésemos decidido desaprovechar (por algún tiempo). Nunca es tarde para renacer a nuestra propia vida decía San juan, volviendo a empezar (reconstruidos de aquellas (duras experiencia) que hemos sabido superar.

Pero morir (incluso socialmente, o precisamente por ello) precisa, igualmente de razones. Entendiendo una "salida" de la antigua vida, no como huida, sino más como el producto de una profunda reflexión, y muestra de poder sobre la propia existencia (y contra la voluntad del hegemom). Todos escuchamos y leemos en medios hoy sobre la Eutanasia. Pero Llamémoslo por su nombre: suicidios, asistidos o no. Eutanasia proviene del griego y vendría a significar «buena muerte»: Y, me pregunto, quién no tiene derecho a una buena muerte, cuando viendo hacia donde pueden llegar las cosas, quiere no tener humillarse frente a si mismo, y suplicar luego sí, su propia muerte (literal) mientras se desmorona en pedazos. Esa es la verdadera libertad, y en ella cada uno debería descubrir el momento oportuno para abandonarse a si mismo, según le parezca o no, de acuerdo a su situación personal, sea ésta (su vida actual) digna de ser vivida. Pues no tiene sentido prolongar la agonía de determinada forma de vida, cuando no tiene siquiera sentido para nosotros, esperando que la muerte llegue lenta y dolorosamente por sí sola, es mejor adelantarnos siendo autores de nuestro propio destino. Se trata de una iniciativa por la cual rescatamos una vida (la nuestra en aquel acto) que ya no vale la pena ser vivida. Pero no hay que estar enfermo socialmente para ello. La actitud, por ejemplo, que leemos de Sócrates ante la imposición de unas reglas y normas para el inasumibles, es de absoluta confianza y tranquilidad; no siente ningún temor cuando se enfrenta a actos de injusticia: “no haría concesiones a nadie en contra de lo justo por temor a la muerte. Ser en la muerte (como acto voluntario para poder vivir), antes que no poder uno mismo ser en la vida.

Las injusticias y la discriminación han hecho resurgir la cuestión del suicidio en cada situación de crisis. Mainländer augura que en el futuro la política contribuirá a la renuncia voluntaria a la vida. Se creará un Estado capaz de satisfacer todas las necesidades materiales de los ciudadanos. Con ello, y todos los deseos vitales satisfechos, aumentará el aburrimiento y con ello, el deseo de muerte. Pocas existencias se han mostrado tan coherentes con una idea propia como la del pensador de Offenbach am Main, quien puso fin a sus días tras haber descubierto que el devenir del mundo se encamina hacia la nada (no haciendo él tampoco nada por evitarlo), y dirigiéndose hacia el no ser, en virtud de una pura voluntad de morir, frente a la de solucionar sus problemas y con ello poder ayudar a los demás en lo que él ya veía venir. Precisamente en los países de mayor calidad de vida, es donde dicha voluntad de morir (literalmente) es mayor y en aumento, a la vez que aumenta el distanciamiento entre las personas, y donde basta con mirar a tu alrededor para poder ver el mundo habitado por rutinarios de la desesperación; momias que se aceptan unos a otros, sin más sentido que cumplir una moral y formalidad útil: despertarse, ducharse, desayunar, llevar los niños al cole, ir a trabajar, comprar, consumir, comer, conducir, llegar a su casa, dormir y de nuevo lo mismo un día y otro; hasta que un día (te das un golpe) despiertas y te preguntas si es posible encontrarle un sentido al curso que lleva la propia vida. Luego, las noticias de guerra continuas y los avances de la ciencia no ayudan. Saber si hay vida en Venus o en Marte, si la tierra se encuentra en algún punto de la galaxia o si se ha descubierto un nuevo exoplanetas no responde a búsqueda alguna de sentido. En resumen, parece como si la vida (que hemos aceptado llevar) no se ocupase más que en entretenernos y aplazar el momento en que podríamos librarnos de ella”, o bien como dice Víctor Hugo: “Estamos todos condenados a muerte, si bien con una especie de aplazamiento incierto”. "Es fácil siempre ser lógico. Pero es imposible ser lógico hasta el fin. Los hombres que se matan (los suicidas) siguen así hasta el final la pendiente de su sentimiento. La reflexión sobre el suicidio me proporciona, por lo tanto, la ocasión para plantear el único problema que me interesa: ¿hay alguna lógica hasta la muerte?"(Camus 1966) .

Siempre es agradable mentar a Camus, lo siento cercano: un amigo, así es como lo veo y leo. No sé si al principio elegí su libro o él me eligió a mí, en todo caso yo lo elegí luego a él, de lo que me siento agradecido y jamás me arrepentí no dando por perdido aquel tiempo (entre un tiempo y otro tiempo). No sé cuánto aprendí o desaprendí con él, en mi caso cuesta distinguir cuánto puede dejar alguien, de sus escritos y razonamientos en uno mismo, más cuando la consecuencia de ello no es evidente ni inmediata, sino una sinergia progresiva entre la memoria y la razón que en algún momento y por alguna circunstancia se hace perceptible, pudiendo entonces señalarla como consecuencia de.., tal y como me dispongo a mostrar. "Nuestros contemporáneos no son simplemente los escritores de nuestra época, muchos de los cuales ya nunca podremos leer; contemporáneos son los textos que leímos e hicimos nuestros en un momento dado, los que han dejado una huella en nosotros." Michael Wood

Camus ha sido para mí uno de esos escritores que hice mío. Influenciado éste de joven, por los mismos autores que me influenciaron entonces a mí, con casi la misma edad. Intuyo, que desarrollé algún tipo de vínculo con su espíritu: vínculo o cercanía que a otros parece costarles establecer, no por no entender lo que expresa Camus, sino más por entender cómo sentía y pensaba, en tanto: a la influencia que representaba la lectura de "aquellos", a los que pocos siendo tan jóvenes se aprestan a leer. Sobra decir, que siempre he sentido admiración por aquel tipo con su cigarro a medias en la boca tan parecido y, a la vez, tan diferente a mi padre, que saltó como un espontáneo al ruedo de la filosofía, llevado por aquella valentía de no aceptar una existencia irreflexiva: burlándose de él en su día sus detractores y definiéndolo: como un filósofo para jóvenes —creo que los filósofos presocráticos, precisamente, enseñaban a jóvenes: de las cosas que son)—, y que en la actualidad sigue siendo la opinión de no pocos académicos, como no podía ser de otra manera, viniendo de académicos dicha opinión: que ven solo sus propias luces y no la las sombras que las proyectan. Pero y volviendo a lo que íbamos, de cuanto de sus escritos yo pude obtener, una cosa destaca entre todos ellos: “Sísifo” será su sombra (la que me guíe y nos guíe en su propia condena), y de quien le no interesa tanto dicha condena, como lo que Camus nos enseñó por medio lo que ocurre durante una parte de éste castigo (en los infiernos) justo cuando una vez alcanzada la cima con la roca, ésta vuelve a caer y Camus ve: “a ese hombre volver a bajar con paso lento pero igual hacia el tormento, cuyo fin no conocerá jamás. Esta hora que es como una respiración, y que vuelve tan seguramente como su desdicha, “es la hora de la conciencia”. En cada uno de los instantes en que abandona la cima y se hunde poco a poco en las guaridas de los dioses, (Sísifo advierte) que es superior a su destino. (Él) “Es más fuerte que su roca” – el mito de Sísifo, Camus.





Justo, en ese preciso momento, en esa bajada en silencio con su conciencia, es cuando Sísifo es “superior a su destino, y más fuertes que su roca” somos Sísifo y su Roca (uno solo, y todos juntos, elevándonos sobre nuestro propio abismo, sobre las llamas nos delimitan a un destino. Un momento (tiempo) que todos, incluso en la peor de las situaciones encontraremos reflejándonos en él, como yo me encontré tras mi accidente (casi dos años recuperándome) luego de otras fatalidades; haciendo valer la afirmación de que en “una tragedia no todo momento es tragedia”, y que en ella nuestra conciencia —sea al anochecer, y libres por momentos del dolor físico—actúa, y por ella nos reponemos: sobreponiéndonos a la caída, si no de inmediato (durante al menos un breve periodo de tiempo volveremos a ella: siendo, nosotros a cada paso (en acto de reconocernos de nuestras partes esparcidas) luego recomponiéndonos en ellas→ de todas nuestras partes, más fuertes que trágico nuestro destino. Camus no me enseñó a pensar (yo ya sé pensar/ pues llegue a través de otros a él, dejándome luego guiar y poder a ver esa dimensión que otros todavía no ven, mostrando ese ángulo oculto: el camino (sobre el límite), que nos señalan quienes lo recorrieron antes que nosotros.


LA FRONTERA, UN LUGAR PARA PENSAR / jorge maqueda




Feria (Badajoz - Extremadura - 2018 ) Foto : j maqueda





Resumir la idea de frontera, es resumir la idea de Frederick Jackson Turner. Mucho se ha escrito sobre la frontera. Pero debemos preguntarnos qué nos atrae a esta: al límite, y por qué tantos hablan de él, incluso sin conocerlo. Un límite que rechaza la curiosidad superficial, desentendiéndose de quienes pretenden un saber por saber, y solo responde a la necesidad: una necesidad vital y entendida hacia un propósito no determinado, posibilitando que puede ser alcanzado.

Resumir la idea de frontera, es resumir la idea de Frederick Jackson Turner. Mucho se ha escrito sobre la frontera desde el punto de vista de la guerra en ella desarrollada o de la caza —nos dice—, pero se ha pasado por alto la importancia que presenta como campo de estudio serio, aplicado a otros campos del conocimiento. En este sentido, y como un campo de conocimiento, lo más curioso de cuanto nos dice Frederick J. Turner, es que dentro del desarrollo americano “la frontera” no ha representado meramente un adelanto a lo largo de una línea única, sino un retorno a condiciones primitivas en una línea fronteriza continuamente en movimiento. En ese avance, la frontera es el borde exterior de la ola, el punto de contacto entre la barbarie y la civilización. Pero la frontera americana se distingue claramente de la europea, que es una línea fronteriza fortificada que corre a través de territorios densamente poblados; mientras el elemento más importante de la frontera americana es el hecho de que va por el límite de las tierras abiertas a la expansión sobre un horizonte amplio. Por suerte, tan amplio como indefinido, todavía podemos encontrar lugares en nuestro planeta, en los que, de su descripción, podemos considerar como una frontera.





En la frontera, a medida en que uno se adentra en ella, la tierra virgen domina al colono: como en un retorno a los orígenes, cuando más se adentra, es un volver más atrás en el origen, al propio origen. El colono llega vestido a la europea, viaja a la europea y como europeos con su manera de pensar y las herramientas que utiliza. Pero la tierra virgen le saca del coche de ferrocarril y le mete en la canoa de abedul. Le quita los vestidos de la civilización y le hace ponerse la zamarra del cazador y los mocasines. Le hace vivir en tiendas o cabañas de troncos. El colono, casi de manera inconsciente, deja de serlo, y se adapta a las costumbres de un pasado lejano en la memoria ya olvidada. Pronto se empieza a reconocer en el medio mismo. Luego construye como los habitantes de la frontera, como los cheroquis, los iroqueses, y en torno a sí levanta una empalizada india. Durante un tiempo, el colono antes civilizado se encuentra a sí mismo, se reconoce en el medio, y el mismo medio: cazando como cualquier otro ser donde no hay leyes, ni moral, ni nadie que lo juzgue: solo vive, tratando de sobrevivir.



No pasa mucho tiempo sin que el colono siembre maíz. En una palabra, el medio ambiente de la frontera resulta al principio demasiado duro para el hombre blanco. Que poco a poco va a ir transformando la tierra salvaje. Pero otros no lo harán. Esos otros son los que se encontraron a sí mismos (renacidos) en la frontera, estos se han convertido en habitantes y frontera, que ante el empuje de la civilización, se retiran atrás con ella, buscándose a la vez que buscan en la experiencia sin saber que les espera.

No hay comentarios: