EL PRETENDIDO ÁMBITO ACTUAL DE LA NADA (02) /SOBRE EL PENSAMIENTO DE ECKHART /El Caso del maestro Eckhart, y la posible resignificación de sus textos /jordi maqueda

 

SOBRE EL PENSAMIENTO DE ECKHART

El Caso del maestro Eckhart, y la posible resignificación de sus textos

Pero vayamos con el maestro Eckhart. Opino que el caso de Meister Eckhart —quien pronto ingresó a la Orden de los Dominicos en Erfurt, yéndose a estudiar luego a Colonia y posteriormente a París, donde fue en dos ocasiones Lector de Teología, privilegio que solamente había alcanzado Tomás de Aquino—que bien merece no una entrada, sino todo un libro, pero ahora llevado por la premura de terminar este proyecto, me limito a puntos importantes de su pensamiento, con el fin de aclarar su posición y salvaguardar lo que realmente fue: un místico, que amaba a nuestro señor, frente aquellos que suponen era su posición con respecto a esa Nada que algunos refieren al hablar de él, y en todo caso malentendida, a mi modo de ver. En este sentido…, primero hemos de dar un paso atrás y pensar antes en lo que nos dice Gadamer, cuando refiere la situación hermenéutica (interpretación de los textos) definida como “ángulo de visión que determina las posibilidades de ver”, así como a la noción de horizonte, entendido como el “ámbito de visión que abarca y encierra todo lo que es visible desde determinado punto”. Se infiere aquí que toda perspectiva da a un horizonte vasto, pero limitado, igualmente al observador… Esto es importante para la comprensión de una lectura de textos, sobre todo medievales y religiosos, cuando puede darse la posibilidad de resignificación, luego otorgando un nuevo significado a un determinado autor, exposición o documento: llegando a ese sentido diferente que desde otra perspectiva, nos resulte menos angustiante y agotadora: pero sobre todo, (para aquellos laicos que no están al tanto de las escrituras) les sea favorable a sus propios intereses, a partir de dar un nuevo sentido aquello en el presente, tras una interpretación distinta (de aquello mismo) que encontramos en el pasado. Entendemos pues aquí las nociones, situación y horizonte que dan cuenta del hecho de que nuestro trato con aquellos documentos, textos y autores está mediado por nuestra posición como “observadores”; esto es: por nuestros saberes previos, intereses, expectativas, pero y sobre todo por nuestros prejuicios [“prejuicio” como referente previo de cualquier interpretación, y que constituye el punto de partida del proceso de comprensión (Gadamer, 1987: 333)]. Entiéndase: muchas veces no entendemos lo que se nos dice, sino lo que nosotros entendemos que se dice, sobre todo debido a cómo se nos ha educado y somos dirigidos basándonos en nuestras propias ideas, expectativas, y nociones al respecto de lo que tratamos, así como por nuestros propios deseos de ver y encontrar algo que buscamos en ello, y para lo que otros, posiblemente, ya nos han encaminado y preparado, por ejemplo en las universidades. Pero como advierte Eckhart, mas ahora extrapolando, del mismo modo para entenderle a él, cabría que los mismos que tanto hablan ahora de vaciamiento comulgaran con el ejemplo y se vacíen ellos primero: leyesen y entendiesen lo que el místico leía (los evangelios) y luego pensasen en lo que creía: en su fe, para poder así entender, mínimamente, luego lo que este nos decía… y no pretender “ellos por como lo interpretan, piensan, ” lo que “él místico, por sus propias palabras” nos decía.

 

Sobre el pensamiento y gracia de Eckhart 

En 1323 se inició contra Eckhart un proceso inquisitorial por herejía, y el 27 de marzo de 1329 se declaró por parte del Papa que veintisiete de sus textos eran peligrosos y su obra fue prohibida, incluso quemada, después de su muerte en 1328. Algunos de sus sermones fueron conservados y leídos de un modo clandestino, y bajo pseudónimos. Fue a comienzos del siglo XIX cuando se rescató buena parte de su obra, especialmente las predicaciones, y se reconoció la importancia subyacente que tenía este religioso, e insisto en lo de religioso, luego para la filosofía, pero sobre todo para teología alemana. Leamos directamente uno de sus textos:

Sermón I (Eckhart)

Intravit Iesus in templum et coepit ejicere vendentes et ementes. Matthei.

Leemos en el santo Evangelio (Mateo 21, 12) que Nuestro Señor entró en el templo y echó fuera a quienes compraban y vendían, y a los otros que ofrecían en venta palomas y otras cosas por el estilo, les dijo: «¡Quitad esto de aquí, sacadlo!» (Juan 2, 16). ¿Por qué echó Jesús a los que compraban y vendían, y a los que ofrecían palomas, les mandó que las sacaran? Quiso significar tan solo que quería tener vacío el templo, exactamente como si hubiera dicho: Tengo derecho a este templo y quiero estar solo en él y tener poder sobre él. Esto ¿qué quiere decir? Este templo, donde Dios quiere reinar poderosamente según su voluntad, es el alma del hombre que Él ha formado y creado exactamente a su semejanza, según leemos que dijo Nuestro Señor: «¡Hagamos al hombre a Nuestra imagen y semejanza!» (Génesis 1, 26). Y así lo hizo también. Ha hecho el alma del hombre tan semejante a sí mismo que ni en el cielo ni en la tierra, por entre todas las criaturas espléndidas, creadas tan maravillosamente por Dios, no hay ninguna que se le asemeje tanto como el alma humana sola. Por ello, Dios quiere tener vacío este templo, de modo que no haya nada dentro, fuera de Él mismo. Es así porque este templo le gusta tanto, ya que se le asemeja de veras, y Él mismo está muy a gusto en este templo siempre y cuando se encuentre ahí a solas.

Nada hay, pues más lejos de estar en la Nada, que estar con Dios a solas ahí: en espíritu, en nosotros, en nuestro cuerpo: que es su tempo..., si bien la vacuidad y desapego, habrán de ser condición primera, para recibir al espíritu, pero no estación final, que será con dios en espíritu: el relato del templo vacío de mercaderes, significa vaciar nosotros nuestro cuerpo de todo lo banal, para poder alojar luego en este, nuestro cuerpo a dios en espíritu, pues nuestro cuerpo es el templo del espíritu santo, que vacío de la propia voluntad ya se le asemeja, pues obra entonces por la voluntad del espíritu: estar vacío de voluntad, es poder estar con dios en espíritu, escuchando al espíritu y no a nuestro yo. Del mismo modo, cualquiera que busque en Dios lo propio, o en sus obras y actos, buscando algo a cambio, en realidad no será aquel templo vacío, sino un mercader. De este modo, el intercambio es la esencia de una oscuridad y de las tinieblas que no nos permite ver. Pero, aquí surge de nuevo el problema para el laico que no entiende y no puede ver, pues… lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del espíritu, espíritu es (J,3) luego, "solo el mismo espíritu da testimonio a nuestro espíritu…" (Romanos 8-16) y, además, si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? (Juan 3)

Eckhart reconoce a Dios (nos dicen: como una ausencia (y no es así) o presencia, que solo puede ser vivida y experimentada: en medio de la Nada, nos dicen y nos vuelven a repetir, pero tampoco es así. Ni siquiera el hecho de un proceso inquisitorial contra él, da veracidad a la suposición de que Eckhart estuviese pensando que dios era Nada, o la Nada, o surgiese/apareciese de la Nada…, esto solo demuestra —como la historia también ha demostrado— la ignorancia y temor en la Edad Media, que la misma iglesia tenía hacia los místicos (maltratados por esta) y a los que condenaron entonces: concretamente condenaban aquella la relación directa con el ser, y propiciada por el espíritu. Pues la iglesia de Roma, entendía, le dejaría sin su papel determinante en nuestra relación con dios: pues practicaba Eckhart (y así deducimos de sus sermones) esta relación directa (mística) y personal con la divinidad, por medio del Espíritu Santo, sin mediadores (al igual que Juan de la cruz y otros). Entiéndase, dejaba a la iglesia y a los obispos sin trabajo. Lo que nos lleva a tener reinterpretar— hacia un mejor entender— al místico, más, cuando nos refiere aquel abandono de uno mismo, que propicia el llenado por el espíritu: pues es al abandonarnos nosotros, entiéndase: abandonar por completo nuestra voluntad, nuestro yo, cuando permitimos ser llenos del espíritu santo; leamos: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. (No os dejaré huérfanos S. Juan 14:18-31), ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois ya vuestros? (Gálatas 5:22-25), entiéndase aquí: no sois nada en el sentido de lo que antes erais: vosotros, con vuestra voluntad, ahora sois la voluntad de dios por el espíritu en vosotros). Pero ocurre, que del mismo modo que no podemos entender el concepto de la Nada y su significado hoy día, sin al menos leer por encima a Heidegger, menos podemos todavía y ni de lejos entender a un místico de la Edad Media, y menos aún lo que significa el Espíritu Santo, sin leer previamente y “entender” los evangelios y a quienes los escribieron..., de ahí, que el laico y profano en las escrituras se empeñe en hablar de la Nada y ver la Nada donde está la luz del monje, pero él solo ve tinieblas: pues no puede entender “Al Espíritu de verdad, el cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce"( Juan 14:17). “mas vosotros le conocéis; porque está con vosotros, y será en vosotros”. Juan 14:17. El problema de este estado de gracia divina, para un místico, es (entonces y ahora) explicarlo, a quien no está en espíritu como él, con la divinidad, pues en la explicación aquel que escucha se pierde, viendo la Nada, allá donde el místico ve la luz. «Tu propio "yo" ha de ser nada — (y no la Nada, nos dice) —, solo así atraviesa todo ser y toda nada», Meister Eckhart:

Pero este despojamiento trata, en contra de lo que muchos pudiesen pensar, no de una práctica ascética de moralidad o piedad, sino más de recibir la gracia que sale al nuestro encuentro, por iniciativa misma de Dios (cuando se obra por la palabra del señor). No hay que hacer mucho más para alcanzar el don, En otras palabras: habremos se trata de saltar como niños, desnudos de toda doctrina, dejando hacer al espíritu  (estando “este” por voluntad de dios, ahora en nosotros) Por lo tanto, hablamos, que para posibilitar la obra del espíritu nos hemos de vaciar «del propio yo: que habrá de ser nada» entiéndase, la renuncia absoluta a nuestro ego y voluntad, para permitir obrar por medio de nosotros al espíritu santo: que ya nos somos nosotros, sino el señor en espíritu en nosotros. Pues quien obra por la palabra del señor atestigua a dios y por ello recibe al espíritu santo en bautismo (no de agua, sino por el espíritu) y renacerá a una nueva vida en espíritu, como explica (juan 3) Jesús cuando habla a Nicodemo, explicándole, que quien no nace de nuevo, no puede ver el reino de dios. Y Nicodemo, le pregunta, ¿cómo puede alguien volver a nacer siendo viejo?, a lo que Jesús responde… “El que no naciere de agua y del espíritu no puede entrar al reino de dios, lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije, que es necesario nacer de nuevo: el viento sopla de donde quiere y oyes su sonido, mas ni sabes de dónde viene, ni a donde va, así es todo aquel que es nacido del espíritu”; a lo que Nicodemo pregunta ¿cómo puede hacerse esto?, y le responde Jesús: ¿Eres tú maestro de Israel y no sabes esto?... Porque de tal manera amó dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que crea en él, no se pierda, más tenga vida eterna. Pues no envió dios a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvar al mundo por él, y el que en él cree y lo reconoce no es condenado, pero el que no cree ya ha sido condenado…// y esta es la condenación: que la luz vino al mundo y los hombres abrazaron más las tinieblas que la luz, pues sus obras eran malas. S. Juan 3:19-36. Lo mas curioso de esto, es que el hombre sigue abrazando hoy las tinieblas y rechazando la luz. Kierkegaard lo ve claro cuando afirma: “el ser humano siempre se siente atraído por la falta y la carencia (la nada), llevándolo a un sentimiento de desesperación”.

Respecto de las enseñanzas de Eckhart observamos el vaciamiento y el desapego. Pues el predicador invita a la serenidad, aprendiendo que la serenidad está más allá del ejercicio de la libre voluntad humana y el dominio sobre las cosas (siendo, además, la serenidad uno de los atributos del espíritu santo). Pero Serenidad es también dejar ser a las cosas lo que son, no tener, no saber, no querer nada. Solo esperar que lo vacío pueda ser llenado. Pues quien busca lo sagrado está siempre en actitud de esperar al espíritu, que lo habrá de llenar y conducir, siendo entonces cuando dios nace en el alma humana. «Ruego a Dios que me salve de Dios», dice Eckhart. Con esto, no renuncia a dios, sino que invita a eliminar los elementos que se atribuyen a la divinidad, y que nos alejan de ella. Sin embargo, en contra de lo que tantos afirman, el místico no puede experimentar a dios como la nada, ni mucho menos en la nada, pues está lleno: lleno y hacia fuera, alumbrando, como una lámpara al mundo y colocada donde más se ve su luz: pues…“no se enciende una lámpara y se pone debajo de una vasija (un almud), sino sobre el candelero, donde alumbra a todos los que están en la casa”. (Mateo 5-15)

La metáfora es el desierto, por último, dispone aquel lugar de despojamiento de uno mismo y al mismo tiempo de encuentro. El espíritu brota cuando estamos al borde de la desaparición: de no ser nosotros, para que (Él) sea en nosotros. El desierto es el camino (simbólico) de la disponibilidad y la apertura que propicia al espíritu ( acl conocimiento) su llegada: no hay nada más, y no deseamos nada más que este nos alcance, cuando la última gota de nuestro yo se haya derramado como la arena entre nuestros dedos: muriendo al mundo, para así renacer de nuevo, donde de aquello que fuimos solo quedara una huella, que borrara el viento, que no sabemos de dónde viene, y como el espíritu que nos habita sopla, sin saber a donde luego nos conducirá. El espíritu le habla al místico en los silencios y las señales, mas este responde dando su testimonio por la palabra. Pues… “De cierto, te digo que de lo que sabemos hablamos y de lo que hemos visto testificamos (juan 3-11)

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