(LA NADA 00.1 ) 1.0. Et In Arcadia Ego— 1.1-Qué Sabéis vosotros de las Sirenas—.1.2.-Un lugar más allá de las sirenas—1.3.-Sobre el saber, y saber “que por necesidad somos impulsados”—. 1.4.-Sobre la búsqueda y el deseo de felicidad—“1. 5.-Precipitarse hacia las propias consecuencias— /// 1.1."Los hombres mueren y no son felices"—. 1.2 «Todo destino es dramático y trágico en su más profunda dimensión»—1.3 El pueblo español se entrega, al suicidio— 1.4 Todo acontece por una causa— 1.5 Acerca del Trauma de la lucidez / Extraviarse en los tópicos—. 1.6El Minotauro y la Paradoja—.1.7. La filosofía occidental se halla en situación crítica—. jorge maqueda

 



El Ser
§ Variaciones §


“Un texto” (habrá de ser, siempre, un texto de una persona “concreta” (su conciencia (hacia→) otro, (otra persona concreta) que lo pueda reconocer y (←reflejarse de él) (de su intención (→motivo del texto←) reconociendo del texto, el mismo motivo de él): como (aquello) que (“es”→ (λóγος) (palabra→ como forma del pensamiento), como un (Τέλος) Así todas las cosas hechas, incluidas las pensadas por los seres humanos tienen un telos (o Motivo, concreto del Texto → una (ἰδἑα) razonada (en una forma, que podemos reconocer (igual, a de otros: y reflejarnos (de esa forma) a la vez, que reflejar (proyectar→) nuestro propio (λóγος) pensamiento), lo mismo, igual, (de otra forma→ por la palabra), y por la que otros (el otro) que habrá de ser: una o varias personas concretas→ luego se puede reflejar igualmente en nosotros de ella / “seria por tanto sabio decir – dice Heráclito- que junto a él (entendemos el pensamiento, y por medio de ella: la palabra / añadimos nosotros)→ todo es uno").

¿Qué sabe el hombre de sí mismo?

1.0.Quién pudiese hoy mirar hacia atrás y luego a través de una fisura en el tiempo, vislumbrar el devenir, de quien descansa sobre la crueldad, la codicia y la indiferencia de su ignorancia, enredado en una conciencia soberbia e ilusa. Pero, ¿Qué sabemos nosotros del tiempo?, ¿Qué sabemos del futuro? y más aún, ¿Qué sabe el hombre de sí mismo?

Nos hablan del bien y del mal como si fuésemos niños, y pretenden luego personas buenas y malas: como si fuésemos estúpidos… nada tan alejado de la verdad y el hombre, pues el hombre es hombre: animal, primero, y decimos (nosotros) que racional también. Pero en esa racionalidad vemos luego al animal (hombre) más despiadado, y en el animal (hombre) más despiadado vemos luego lo racional (donde algunos / alguna ya refirió de aquella banalidad del mal). Lo cierto es que no somos Ángeles ni Demonios; solo somos hombres (personas) con nuestra condición e imperfecciones, con nuestras heridas por las que respiramos: que solo miran al suelo donde pueden decir a un leño: «Padre mío» y a una piedra: «Tú me has parido» (J 2- 26) y sentirse a salvo, pues de mirar arriba, al cielo, ya sabrían que están condenados. Precisamente por ello, baste una situación como la pasada (pandemia 2020) o peor aún: de una guerra como la que presenciamos estos días (de nuevo en Europa), para que se revele en nosotros lo que verdaderamente somos, más allá de lo que decimos que somos, o deberíamos, pudiendo ser… Pero no vine hablar sobre el más amargo fruto de la vehemencia y la ira de los hombres, pues hay poco que decir: las personas son fáciles de dominar y quien tiene el dominio tiene el poder. Un poder que surge de la Nada: de ese vacío que queda como una impotencia que ciega y nos destruye, cuando se ha perdido toda esperanza, sucumbiendo al reino de la codicia y la ilusión, renunciando a nuestra naturaleza más justa. Lo que queda entonces ahí es una lejanía absoluta del ‘ser’, pero antes i de nuestro propio ser (una lejanía de eso mismo de nosotros: que no sé si llamarlo alma): en todo caso i lo que queda es un vacío que se alimenta de sus mismas sombras y tinieblas, y de todo aquello que oscurece el corazón y nos aleja de la perfección y del amor hacia todas las otras cosas que son.

1.1.Precisamente esta ausencia de amor y desprecio por todo lo bello y divino (la creación) propicia que luego el alma se marchite, como un rosal que revela solo espinos, en aquel humano demasiado humano y sobrepasado las propias cargas atávicas: brutalidad y conflictos… así como por la ausencia manifiesta de una reconciliation y amor con la naturaleza y el prójimo. Con el hombre es siempre lo mismo: el debilitamiento de la paciencia prende el combustible de las pasiones, donde los fuegos de la codicia se expanden; la miseria, la rivalidad, la preponderancia de la envidia, junto predisposición hacia el fanatismo solo amplifican luego esas llamas. En definitiva: el hombre y siempre el hombre con sus conflictos caminando de nuevo de la mano por el camino errado de la crueldad incluso contra si mismo. Incluso es posible, sobre todo al mirar a nuestro alrededor pensemos, que la guerra y los fuegos de la codicia están venciendo y sometiendo el mundo al dominio de sus llamas; pero recuerda: que el de hoy fue también un perfecto amanecer... y si alzas la vista por encima de esas llamas verás que el día rebosa felicidad; que hoy como ayer, en la noche o durante el día, las estrellas te saludan y al amanecer el sol brilla: “Entramos en una nueva era que debemos alumbrar, cada uno con nuestra luz, y no ensombrecer con las propias tinieblas…”

1.2.“Caín estaba maldito y con él maldita parte de la humanidad "— dicen las escrituras . No podemos reflexionar, y menos todavía hacerlo sobre el fututo sin antes pararnos a pensar (en la violencia), y hacerlo sobre el presente en el que nos asentamos y lo circunstancial de este. Pues mas allá de la pandemia y accidentes graves, desgracias naturales y violaciones de personas y derechos, o de las matanzas que aún se siguen (tantas veces en el nombre de dios) los ucranianos y rusos — parientes y primos algunos enfrentados desde el comienzo del conflicto— todavía se matan estos días, los unos a los otros  en una guerra absurda e inadmisible de consecuencias todavía inciertas, en lo que parece la representación eslava de aquella barbarie cainita que condenase a media humanidad, luego ejecutada sobre los mismos escenarios de la segunda guerra mundial: algo inimaginable en Europa tan solo hace unos años atrás, cuando buena parte de la ciudadanía erróneamente pensaba y creía, que la tras la devastación sufrida durante la segunda guerra mundial, de alguna manera habíamos reflexionado y cambiado: evolucionado... para bien, y que desde entonces (desde el fin de la mayor irracionalidad de todos los tiempos) la guerra, y con ella la violencia había quedado arrinconada y desterrada de la mente "racional” del hombre, conjurándose para ello estados y pueblos con el propósito final de evitar la siguiente contienda.

Y Fue precisamente la creencia en aquel “nuevo hombre” y renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de aquel que lo creó (Colosenses 3:10) y una “nueva sociedad” basada en el perdón, sumado luego a la determinación de no volver a pasar por aquel sufrimiento y devastación, lo que llevaría a aquellos mismos pueblos de vencidos y vencedores, antes enemigos (en Europa)— aún con la sangre en las ropas y el olor a pólvora en las calles— a construir, lo que por la fuerza de las armas, otros no consiguieron jamás: una Europa unida, renacida de ruinas y las cenizas todavía humeantes sobre las mismas ciudades destruidas, dando lugar al anhelado sueño de occidente: Europa. Una Europa moderna y unida; la Europa pacifista y sin ejércitos; la Europa confiada… la Europa de la inflación controlada y crecimiento económico que premia con tesoros y bienestar a sus ciudadanos a la vez que con el tiempo se vuelve más ingenua y descuidada; y empieza a practicar una moral ajustada, a nuevas necesidades, que no cuestiona el acercamiento negligente a regímenes autoritarios, proveedores de materias primas y que crecería con el tiempo, creando: a cuanta mayor importación, mayor dependencia. Problemas estos, de dependencia, siempre solapados por las grandes posibilidades: beneficios y ventajas que ofrecía el negocio, pasando por alto aquellos signos y señales que advertían que algo se estaba pudriendo del otro lado del continente, a la misma velocidad con la que crecía de este la riqueza. Aquellos mismos europeos que construyeron un sueño que parecía imposible, basado en una sociedad más justa, y un 'hombre nuevo' que daba espalda a la violencia y al pasado, se topan hoy de bruces con el advenimiento del 'hombre viejo': ‘el hombre de siempre’, que reaparece con aquellas mismas cargas ancestrales y ondeando, de nuevo ante la sorpresa del mundo la bandera del apocalipsis.

Luego, y no es menos cierto que  Entender al hombre es entender la espiritualidad / entender la espiritualidad es entender al hombre; pero no pasa necesariamente por entender (eso de uno luego de si mismo un alma (tu) alma i (el) espíritu), o que podamos ser capaces (en nuestra espiritualidad) de reconocerlo (i por tanto reconocernos de eso de nosotros mismos igualmente y luego de él dejarnos guiar por la voluntad de dios (de la mano de nuestro señor). “Entender la espiritualidad es entender al hombre (sí); mas entender el eso de nosotros que nos guía i del impulso (venido de algo superior) es decir igualmente de eso de él - que es igualmente de nosotros) luego entender (de eso de el) que nos mueve i del impulso ) la voluntad de un dios” (Ares en este caso que es la guerra en sí y todo lo que representa: muerte, dolor, destrucción etc); Sin embargo: en los himnos homéricos se asocia a Ares con el planeta astrológico Marte, y en consecuencia se lo ensalza con rasgos positivos y deseables que no se presentan en la poesía épica. Es el espíritu del ardor combativo. Se lo llama poderoso, de intrépido corazón, salvador de ciudades, vallador del Olimpo, auxiliador de la Justicia (Dike), padre de la Victoria (Nike), guía de los varones justos, poseedor del cetro de la hombría o incluso dispensador de la arrojada juventud.

El párrafo anterior ya dice mucho, pero vaya por delante que por la gracia de Dios soy lo que soy (corintios 15-10) de aquello que hago y de donde me muevo (mis trabajos lo que me representa), y no lo que otro dice que soy. No soy de los que se encierran con multitudes en recintos cerrados, me cuesta sentir ni ver algo allí, donde solo siento personas (que se dejan ver) y altares: pues soy más de caminar  y dejarme acariciar por el sol y de observar, o, en todo caso ir hacia afuera. Pues me veo incapaz, ni por un segundo, de cerrar los ojos estando en medio de la naturaleza y juntando allí el índice y el pulgar, sobre una roca  y con las piernas entrelazadas, buscarme a mí mismo mirando hacia dentro (cerrando los ojos hacia lo de fuera), cuando precisamente fuera y ante mí, a cada segundo que pasa se desarrolla la grandeza y majestuosidad de la obra dios sintiendo y viendo su reflejo, de él, en toda ella: da lo mismo si brilla el sol, o alumbran las estrellas. Habrá tiempo de cerrar los ojos, lo habrá, pero si el fin último del hombre fuese encontrar a dios y el “espíritu” por el que se manifiesta, en la oscuridad de nuestro interior todos naceríamos ciegos, y no con estos ojos que escudriñan, centímetro a centímetro la realidad que acontece frente a ellos, incluido el sufrimiento y dolor de las personas: donde es más fácil que en ningún otro lugar, encontrar a nuestro señor. Quizá, cuando cerramos los ojos a la luz y al sufrimiento ajeno, nos resulta fácil encontramos a nosotros mismos (de ese que prefiere mirar a otro lado o no mirar quiero decir) y crecer en el conocimiento que justifica aquella oscuridad y la nada que nos rodea i aísla, recreada por nosotros mismos (y aprendida de las malas costumbres de otros) solo aislamos más y sueltos de la mano del espíritu: alejándonos del mismo dios, que en todo momento y cada segundo asiste con ella a los que sufren.

EL HORIZONTE FUTURO

Si vamos a hablar del horizonte, no queda más remedio que hacerlo igualmente del paisaje. Un paisaje, que entendido su significado común, podría describirse como la extensión de terreno que vemos desde un sitio. Sin embargo, existen otras formas de representar el “concepto”, por ejemplo: al tratar de biología, arte u otras materias. En el caso que ocupa, refiero paisaje, no dentro de esa significación más común, sino al modo a cuando es utilizado por los físicos teóricos: en Cosmología y Astrofísica, y que bajo el paraguas de la teoría de cuerdas, englobaría posibilidades que recogerían, al mismo tiempo, la posibilidad de existencia de otras interacciones incluso diferentes, de las leyes locales de la física. De tal modo, que este nuevo conjunto de todas las leyes posibles y permitidas, recibiría el nombre de “paisaje”. Luego, y según algunas interpretaciones de dicha teoría (ST) este paisaje sería enorme, resultando una diversidad fabulosa de posibilidades: posibilidades ya existentes pero a nosotros aún desconocidas, y que bien podrían ser o estar, y presentarse dentro del ámbito de lo humano, entiéndase: recogiendo las diferentes percepciones o representaciones de la realidad y la existencia, que difieran primero de las leyes locales que hoy gobiernan el pensamiento; pero igualmente del mundo y el universo: "siendo estas, al modo de “ser y pensar” y-o “representar la realidad” todas ellas permitidas y verdaderas". Lo que finalmente nos llevaría como resultado: que si alguien cree que algo no puede ser, es sencillamente porque todavía no lo pensó, no se centró, “exploró”, amó, ni deseó  necesitando aquello que soñó luego con todas sus fuerzas

Leí en una ocasión que “el mundo adquiere sentido por su horizonte”— (Husserl). "Sentido y entendimiento del mundo que ha de venir del “asombro” de despejar ese horizonte"— (Zubiri). Y parece ser así (ahora hablo por mí, y mi experiencia, pero igualmente para quien ahora lea... mas luego entenderán) cuando precisamente sea en sobre este horizonte, donde se revele por primera vez el cambio, advirtiendo en él un nuevo paisaje: un nuevo mundo, que asoma a nuestros ojos, pero que no revela tanto el cambio dado sobre el mundo, como del cambio obrado en nosotros.




1.1.En el ámbito de la filosofía, a posteriori, se emplea para referirse al conocimiento inductivo; esto es, al que se adquiere a partir de la experiencia, y forma de razonamiento en que la verdad de las premisas apoyan la conclusión, ascendiendo de los efectos a sus causas: El conocimiento puede ser [a priori] o a [posteriori]. (A priori) es el que no funda su validez en la experiencia (en este conocimiento reconocemos en Kant); el segundo, (a posteriori), es el que se deriva de la experiencia—con posterioridad a un hecho o una circunstancia determinados—, y refiero a esta la fuente de mi conocimiento: pues no entiendo otro saber, sino el saber de la experiencia. En general, a posteriori, se opone radicalmente a (→ a priori). Luego, si buscar la paradoja es propio de un sofista, esquivarla, cuando los hechos la imponen es propio de un espíritu sin coraje ni fe en sí mismo.

En este sentido, de lo paradójico, Cuando inicie este nuevo trabajo en este blog, cuyas primeras publicaciones aleatorias e impulsivas datan de 2001/03-2011, lo que me había propuesto no era nada concreto, y solo escribía manifestando lo que me venía a la cabeza (parecían las tonterías propias de un descontento). Pronto asocié los escritos a un malestar, propio, si, pero también general (aunque no manifiesto abiertamente: nadie parecía volverse loco por volver al trabajo, obligadamente, después de las vacaciones ¿verdad?). Luego me vi expresando públicamente una denuncia—sobre aquello que observaba, relativo a las personas, en mi sociedad: principalmente la española—, mi denuncia (y a mi modo), pero comparable (de algún modo “extraño”) a la de otros antaño estaba relacionada en razón de una pregunta, reformulada hoy ¿por qué la humanidad, en lugar de entrar en un estado verdaderamente humano, se hunde en un nuevo género anestesia (robotizada) y generalizada? Luego 2020 me hizo ver ya lo evidente: que las esperanzas de la humanidad parecen hallarse hoy más alejadas de su cumplimiento que aun en las épocas de los inicios de la Teoría Crítica, además, de lo solo que se puede encontrarse uno levantando la voz en defensa de una libertad arrebatada (a las personas), en medio de una sociedad absurda y sometida a los medios y la cultura (de estado), que (tolera el desalojo de sus mayores de sus viviendas por medio de fondos buitre, e igualmente aplaude cuando los encierran en sus casas o barracones, imponiéndoles un toque de queda, y aceptarlo sin más (cuando les dicen que es por su bien (sociedad del miedo); mas luego, y por su bien los denuncian y golpean igualmente (las fuerzas de seguridad) si salen de sus casas sin permiso del gobierno, solo para tomar algo de aire. Por no hablar de los ciudadanos arrestados voluntariamente, que denuncian a los que se niegan a ser arrestados voluntariamente en sus casas, y no pueden ejercer la libertad, a la que los otros sometidos a la voluntad ajena voluntariamente renuncian, siendo luego forzados a arrestarse en sus casas: gracias a la misma vigilancia y denuncia ciudadana. Luego 2022 fue el remate a mis preocupaciones, cuando de nuevo la barbarie de la guerra se manifestó de nuevo en la misma Europa (no habíamos cambiado en nada). Quizá, Solo en algo: éramos, somos más estúpidos que antaño, habiendo subestimado las cuestiones inherentes a la naturaleza humana, depositando demasiada fe en la conciencia actual, como antaño ocurrió a la conciencia que creyó el discurso iluminista, que proclamaba (por la ciencia) aquellas aspiraciones humanistas: de libertad del ser humano, aspiraciones convertidas hoy en su propia condena a la servidumbre del Hegemom. Como ya advertía la teoría Crítica, al no existir una dialéctica (verdadera) que nos descubra primero la verdad mediante la confrontación de aquellos argumentos contrarios entre sí, por ejemplo: como si vivo en el país más libre de Europa, no he podido salir me mi casa, aun cuando yo quería salir de mi casa / y ningún cuerpo de seguridad me protegía (a mi), (ni ningún otro ciudadano de la calle) sino que obedecían contra la libertad de las personas: obligándolas, a veces agolpes, si te resistías: a volver a su casas (ilegalmente).


  


1.0. Et In Arcadia Ego— 1.1-Qué Sabéis vosotros de las Sirenas—.1.2.-Un lugar más allá de las sirenas—1.3.-Sobre el saber, y saber “que por necesidad somos impulsados”—.  1.4.-Sobre la búsqueda y el deseo de felicidad—“1. 5.-Precipitarse hacia las propias consecuencias—

 

1.0. Et In Arcadia Ego — «Auchichwar in Arkadien geboren» escribe Schiller, al inicio de aquel poema al que tituló Resignatión. Lo cierto es, que parece no ser necesario sentirse seducido por el aire cargado de esencias que desprenden sus versos, para que de inmediato advirtamos —marginando, el significado literal y ateniendo a lo que el poeta, verdaderamente nos decía— que Schiller tenía razón. Diríase aún, que la sigue teniendo: «Todos nacemos en Arcadia».

Del mismo modo que les ocurriera a aquellos pastorcillos que dicen las líricas, poblaban antaño la fértil región del Peloponeso: nacemos y crecemos convencidos de hallarnos en un extraordinario paraíso donde alimentamos deseos y esperanzas, imaginando algún día trasladarlo a buen fin. Sin embargo, cuan cruel se manifiesta a los hombres su destino que a poco de haber iniciado tan ansiado camino —y apenas habiendo recorrido unos míseros días— comprobamos (todos), consternados ante la evidencia que debemos hacer frente a una realidad distinta: hasta entonces desconocida y preñada  de innumerables peligros, tal que nos fueron representados por Guercino, en aquella advertencia sobre el camino que atenaza, con faz descarnada, conmoviendo la liviana existencia de nuestras vidas: presta a devorar toda fantasía que nuestras ingenuas almas pudieran todavía albergar. Será en ese instante, cuando intuyendo la vida ajena y desbordados ante el desconcierto que nos envuelve y abruma, recordemos, igual que aquellos pastorcillos paralizados frente a la siniestra osamenta, aquellas palabras de Dante, cuando temeroso refería apenas iniciado él su camino: «Extraviado me vi por selva oscura; que la vía directa era perdida: ¡Ay cuanto referir es cosa dura de esta selva agreste y fuerte, que aún conserva el pecho la pavura!» (Divina comedia; canto I)

1.-Que Sabéis vosotros de las Sirenas—. Entiendo, que aquellos que no estén familiarizados con la mitología Griega, y tengan una imagen de estas dentro de un folklore más actual; metamorfoseado por el cine y los libros de cuentos, que de niños nuestros padres nos solían comprar, al leer las líneas más abajo expuestas se extrañaran, exclamando, al tiempo que se preguntan, sorprendidos: «Demonios ¿qué son las Sirenas?». Y, lo cierto es, que aquella imagen que nos habíamos formado, de pronto se viene al traste al conocer algunas, de las muchas referencias que de ellas remite la literatura; sin embargo, lo peor, es que muy pocos convendrán en ponerse de acuerdo a la hora de opinar en torno al tema: ofreciéndonos nunca una descripción o explicación exacta de ellas. De modo, que al intentar determinar su origen, número o cometido dentro del enorme entramado mitológico nos sentimos abrumados; sumergidos, en un mar de opiniones, en algunos casos incluso contradictorias pues, son varias las versiones que se barajan al respecto y, que se recogen extraídas de la vasta mitología y la Poesía Helena. Así, unas veces las encontramos como horribles monstruos marinos o terrestres que atormentan a los hombres; y otras, en un papel que resulta compasivo, piadoso con aquellas víctimas que lograron conmoverlas, personificando el alma tranquilizadora que comparte la tristeza de los vivos, después de haber sido un peligro para ellos. Pero al mismo tiempo, y esto no deja de ser curioso, las podemos encontrar como fieles protectoras de tumbas —contra las acometidas de los malos espíritus—. Luego está su origen, a priori atribuido a Forcis —el anciano del mar—; si bien, observamos otras posibilidades, sugeridas a partir de unas gotas de sangre caídas de la punta del río Aqueloo, en cuyo caso sus madres bien podrían ser varias: desde Gea, pasando por alguna de las tres musas: Melpomene, Caliope o Terpsicore. Por último, estaría su número, dos o bien tres, dependiendo del autor y que varían en función de la madre. En el caso de ser Melpóneme, sus nombres serían: Telxipea, Aglaope y Pesinoe; mientras que si su maternidad es atribuida a Terpsicore, sus nombres varían siendo: Parténome, Leucosia y Ligea. Pero de lo que no cabe duda, es que entre tanta vacilación, encontramos un bonito y sugestivo nombre —hoy profanado y hartamente manoseado hasta la saciedad— para describir unos seres “míticos” y fabulosos, de los que apenas sabemos nada. Inventadas, por la imaginación humana, nos dicen unos pero, quién puede afirmar, no haber escuchado jamás ―en los más profundo de sí― en momentos cuando el alma se encuentra sosegada, aquellas melodiosas voces seductoras por las que dejándonos llevar, nos hemos sentido hechizados y visto que nuestra alma era empujada.

«Llegarás primero a las sirenas, que encantan a cuantos hombres van a su encuentro. Aquel que imprudente se acerca a ellas y oye su voz, ya no vuelve a su hogar; sino que le hechizan las sirenas con el sonoro canto sentadas en una pradera y tiñendo a su alrededor, enorme montón de huesos, de hombres putrefactos cuya piel se va consumiendo. Pasa de largo y tapa las orejas de tus compañeros con cera blanda, a fin, de que ninguno las oiga; mas si tú deseas escucharlas haz que te aten a la velera embarcación de pies y manos, derecho y arrimado a la parte inferior del mástil. Y acaso, de que supliques o mandes a los compañeros que te suelten, atente, con más lazos todavía».  «Homero — Odisea; Rapsodia XII».

Leyendo atentamente el fragmento de la traducción de la Odisea realizada, por L. Segala i Estaella y editada por la colección Austral —posiblemente una de las mejores transcripciones realizadas al castellano, dada su fidelidad literal— algunas inquietantes respuestas con relación a estos extraños seres parecen emerger a la luz, surgidas de las palabras escritas hace milenios de la mano del genial Homero. Gracias a él y a modo de apercibimiento se nos revela una primera descripción sorprendente, y no menos aterradora; quizá, un tanto somera que incluso ensancha el profundo mar de desconocimiento que de estos legendarios seres “míticos” poseemos hoy día las personas. En cualquier caso —monstruos marinos y demonios alados para unos, o vírgenes protectoras de las almas para otros— la mitología nos recuerda, que podría tratarse de parientes próximos a Erinas y Arpías, ambas poseedoras una dilatada y endiablada leyenda negra, marcada por la desgracia y la tragedia, que no debemos en ningún caso orillar. Por tanto y, observando la advertencia —por cierto a tener muy en deferencia— que la divina Circe “diosa de lindas trenzas” dedica al valeroso argivo «Odiseo» parecería obvio comprender, si damos pie a la leyenda,  el motivo por el que a lo largo de los siglos no hemos tenido noticia de aquellos que se han aventurado a buscar ese lugar, insólito y remoto: desbordante de belleza y paz para unos;  maldito, despiadado y despreciado por otros, que con sus encantadoras y sonoras voces habitan, protegiendo sin tregua y con desvelo las incansables y melódicas sirenas. Pues los peligros, sufrimientos y miserias que aguardaban, acechantes a cuantos escuchando, partiesen en su busca serían dignos a tener muy en consideración y pocos, muy pocos serán, quienes se atreverán finalmente a desafiar las advertencias.

2.-Un lugar más allá de las sirenas—La historia no trata acerca de aquellos que partieron un día y sucumbieron antes de poder regresar con relatos de sus destinos, y que pudrieron sus huesos y pieles al sol. Sin embargo, y como cabría esperar, existen versiones—menos comentadas— que circulan entre algunos hombres: de la mar y la montaña. Se trata de antiguos y curiosas leyendas que, con el tiempo han formado parte de mitos y de los que es muy complicado afirmar su veracidad. En todo caso, es algo que tan solo conocen unos pocos, los más viejos y sabios que guardan celosamente de desvelar a extraños. Solo, la ingenuidad de quien pregunta puede abrir los labios sellados de quienes protegen su secreto. Solo entonces, abordo de un pesquero en alta mar o en el interior de inalcanzables refugios en las montañas, sobre heladas cumbres, cuando la nieve cubre los pasos y los hombres se reúnen arropados por el fuego, es cuando se relata no sin temor, que hay quienes un día escucharon una llamada partiendo, no sabiendo nadie de ellos durante meses o incluso años —llegando a dárseles por muertos— o perdidos en la tormenta. Pero que un día volvieron, regresados quizá por la misma tempestad que se los había tragado, y portando aquellas mismas ropas que cuando se fueron; raídas por el tiempo y evidenciando miserias y penalidades; si bien, quienes los vieron llegar afirmaron que luego de hablar con ellos parecían ser otros: personas muy distintas de las que un día partieron, y que al ser preguntados sobre donde estuvieron, jamás lograron sonsacarles o que hablaran de ello. Como si un fiel juramento sellara sus labios para la eternidad, y la vida les fuese en ello. Tan solo se podía observar una delicada sonrisa y un brillo radiante en su mirada al ser preguntados, que delataba a aquellos rostros magullados por el frío, el sol o la sal. Aquel brillo, decían los viejos, era el reflejo de quienes alcanzan un destino utópico a la razón, inimaginable al simple mortal, donde se encuentran todos los matices de la tierra, el cielo y el universo. Un lugar en el que la naturaleza (que gusta de ocultarse) se muestra al hombre y le hace partícipe de su grandeza, velada hasta entonces a sus sentidos. Ese lugar donde el hombre, solo después de mucho batallar, y desafiando la propia vida puede alcanzar la verdadera patria y aquella paz tan anhelada, para con sus semejantes y consigo mismo.

Sin embargo, esa misma y terrible ausencia de hechos confirmados, acerca de aquellos valientes o locos desvariados, que arriesgando su vida hubiesen partido hacia las verdes praderas; agudiza el talante mítico de tan asombroso lugar, pues sugiere dos posibles opciones. Una de ellas, la mítica: «aquel que imprudente se acerca al lugar ya no vuelve a su hogar, sino que le hechizan las sirenas con el sonoro canto sentadas en una pradera y tiñendo a su alrededor enorme montón de huesos de hombres putrefactos cuya piel se va consumiendo». La Otra, escéptica: «se trata de seres y lugares imaginarios: inventados por la mente humana y no habitan otro lugar que esta». Cabría entonces preguntarse entonces ¿qué puede haber de cierto en todo ello? Evidentemente, recurriendo a la lógica y a la razón, una respuesta parece demoledora. Pero no seré yo quien la manifieste o argumente, pues saben las divinas Cárites que de ello me guardaré, como me he guardado la peste y el hambre. Y al punto viene observar esta exhortación, "pues aquellos que ligeros emiten juicios y de confianza se sienten colmados — erguidos sobre el arrecife de las Sirenas los primeros serán hechizados”.

Precisamente Pausanias (aquel griego de provincias de profesión sus viajes) — no solo poeta sino también filósofo, que vivió bastante y deambuló mucho más —perteneciente a la escuela escéptica de Pirrón de Elis, al igual que Timón de Fliunte y por ello pragmático estudioso de Homero, como lo fueron: Aristóteles y Eustaquio “comentarios a la Iliada”; Heraclito "alegorías homéricas” y Platón “Hipias menor”, es quien al final de su Nekuia «evocación de los muertos» cierra de modo  inquietante y sin aparentemente motivo advirtiendo al lector, de tomar a la ligera juicios, no sabemos exactamente relacionados con qué. Pues al tratarse tan solo de un fragmento perteneciente a la parte final, desconocemos que poderosos motivos pudieron llevarle a manifestar tal advertencia, pero sin olvidar, que de por medio andan las sirenas.

Llegados a este punto, quizá, debamos ser nosotros quienes intentemos atisbar: si encerrado entre el mito y la leyenda existe algo más, algo que podamos extrapolar a la realidad. Entiendo, por supuesto, que puede parecer una tarea complicada y reservada a quienes tras muchos años de estudios y formación poseen, el método y el medio, para bucear en la compleja dimensión en la que se muestran tan singulares textos. Pero razonemos un momento y situémonos en la piel del poeta; comprendamos su modo de ver el mundo, las personas, los sentimientos; o, mejor aún, reflexionemos acerca del modo de expresarse de estos. Me viene a la memoria una lectura; “la poesía” - Borges, donde alude al Panteísta Irlandés Escoto Erigena, quien dijo, “La sagrada escritura encerraba un infinito número de sentidos" comparándola con el plumaje tornasolado de la cola de un pavo real. Luego, de todos es conocido que los poetas, proceden por hipérbolas; pues bien, al leer poesía caminamos, a veces sin saberlo, sobre una calculada y trabajada configuración metafórica, con la que ha entretejido el autor su poema. Lentamente, al profundizar en este, y del tumulto de sus palabras se comienzan a advertir diversos significados; interpretaciones, todas posibles, pero de las que tan solo una permanecía latente en la mente del autor: “Su mensaje” o, en este caso “advertencia”. Así pues, la pregunta correcta, no sería ¿qué son? sino, ¿qué es aquello que representan? A qué se está refiriendo realmente el poeta, cuando nos advierte de las sirenas.  

Pero no esperen por mi parte una respuesta. Desembarazarse del oscuro y abultado velo que cubre nuestras conciencias y ver más allá, es tarea que incumbe individualmente a cada uno de nosotros: un ejercicio intimista y personal. Ya resulta bastante embarazoso para mí tener que hablar de aquellas emociones que más profundamente me embargan: voces, que en ocasiones resuenan con fuerza en nuestro interior, provocando que alcemos la vista hacia lugares insólitos y lejanos de nuestras tierras. Lugares, donde habita la fascinación y el encanto y, desde donde se escucha el sutil y melódico canto de unas vírgenes aladas que con pujanza, tiran de nuestras almas. Cuánto más complicado, todavía, sería para mí tener que describir esas pasiones que nos llevan voluntariamente a partir en una azarosa búsqueda, y más aún, hacerlo a aquellos que las ignoran.  Que ignoran el sonido oculto y camuflado en el fuerte viento:  en las montañas, o tras el rugido de olas que se estrellan furiosas contra solitarios acantilados en las rocas; cómo describir ese lamento que exhala la nieve al crujir bajo las botas, al ser pisoteada, o el rumor del agua que se advierte risueño en primavera bajo los vapores de un diminuto arroyo en la escarcha; o la mirada en ese destello que se filtra buscándonos entre las hojas de los árboles al levantar el sol, y que torna de tonos mágicos la realidad, como si está, de alguna manera tratase de insinuarse, mostrándome por unos instantes tonos extrañamos, antes ocultos sobre las mismas formas. Cómo explicar esa necesidad de mirar, escuchar y hablarle a las estrellas, de ir más allá del horizonte y seguir adelante caminando entre la tempestad cuando, aparentemente, delante no hay más que soledad y un intenso frío, sin saber qué Parca, o qué más allá en silencio nos aguarda.

 

3.-Sobre el saber, y saber “que por necesidad somos impulsados”—.

 

"impulsado", pero ¿a dónde? - Da igual, así te despiertes y te veas al borde del cráter de un volcán, mirando las piedras que te caen de arriba, ahora caminar el borde es parte del camino, luego desciende y no te detengas, no seas ni sigas a la piedra, que a la orilla está y se queda arriba, pues si no es hoy: mañana esta se derrumbará dormida, cayendo al mismo profundo agujero en la tierra  que le dio la vida. 

 

«Por naturaleza —afirma Aristóteles— tienen todos los hombres deseo de saber»1[πάντεςἄνθρωποι τοῦεἰδέναι ὀρέγονται φύσει, 980α 21]2. Ciertamente, Aristóteles nació hace más de veinticuatro siglos en la Antigua Grecia. Sin embargo, no por haber vivido en un lugar y momento que nos pueda parecer tan lejano en el tiempo, le eran ajenos los sentimientos y deseos o las propias sensaciones, que son al ejercicio que me propongo aquellas cosas que conciernen. Independientemente éstas, de quién y en qué lugar o tiempo las experimente (pues se trata de experiencias). Pero y dado que pocos encontraré mejor que él facultados, en tanto al saber en cuanto a tal: “concepto·, y que exponerlo en toda su magnitud sería —a este ejercicio— un exceso, consideraré, por el momento y con ello también así finalizar el exordio en el que me veo envuelto, que Aristóteles no solo tenía razón sino que sigue hoy estando en lo cierto. Cierto: que no hay nada que ocurra en el universo y consecuentemente en el mundo —derivado de la naturaleza o las personas— que no estimule al pensamiento, en el hombre que observa y aprende, a través, del medio en el que se desenvuelve, impulsándole a saber. «Saber» que en su conjunto y resumido en una sola palabra es entendimiento (de algo: cosa / ente); facultad ésta, que habrá de adquirirse por el examen de aquellas mismas cosas/ ente, y a partir de aquellas experiencias sensibles —también llamadas impresiones— y la información que estas últimas le ofrecen al juicio respecto de las primeras— procurando llegar a «conocer» y consecuentemente a su producto «el conocimiento» a partir de de lo observado, y las sensaciones e impresiones por las que somos abordados de la experiencia. «Conocimiento pero —nos dice Kant en la primera línea de su estética trascendental—comienza con la experienciapero esto no significa que todo él derive de la experiencia (según Kant). Principio no significa pues origen sino fundamento» primero del hecho empírico, que lleva luego a reflexión: jerarquiza, estructura, ordena, discrimina la información; y que igualmente, encuentra respuestas—a las cuestiones— y soluciones a los problemas e ideas derivados por la razón de aquellas mismas de las cosas… Esto es el entendimiento, que da sentido (razonado) hoy al mundo, venido de despejar el horizonte. Un «Horizonte —pero—limitado, pues nace de una limitación: limitación (subjetiva) que la razón (del individuo) encuentra de las propias cosas que experimente (en sí mismas y hacia nuestros sentidos),luego igualmente de nuestra visión o entendimiento de ellas, cuando a falta de las propias experiencias en el medio natural y de las cosas, estas  son impuestas (razonamiento a partir de otros expuesto a nosotros: en una ausencia total propia ( en el individuo) de experiencias (sensaciones e impresiones) de aquella realidad de las cosas que pretende entender, pero y más importante todavía, cuando desconocemos ( de las cosas) su razón primera y última de ser ahí:  “se decide sobre la verdad y la falsedad , la razón y la locura sin conocer en qué principios se funda”—Hume .

Luego sería insensato (sino absurdo) por nuestra parte abandonarnos — llegado el momento de la madurez como es mi caso— hacia pueriles cavilaciones ingeniosas a partir de la vasta infinitud de ideas propuestas hoy de la filosofía y el pensamiento todos los días, cuando la causa principal —como afirmaba Berkeley —de los errores e incertidumbre que se encuentran (aún y quizá más hoy) en la filosofa, es la creencia en la capacidad del para formar ideas abstractas (válidas) (Hist. DP T-4 p10). Se precisa pues de esta labor que me propongo un orden y establecer alguna prioridad cuando de verdad pretendemos conocer (conocimiento).: “Si cae en nuestras manos algún volumen, por ejemplo de teología o metafísica preguntémonos ¿contiene algún razonamiento experimental sobre cuestiones de hecho y de existenciaNo, pues entonces arrojémoslo al fuego, porque no contiene más que supercherías y engaños” (Hist. D. P Tomo-4 p23). Pero ya nos advirtió de algo de esto Sócrates  (por platón) siendo el primero que tomando conciencia de la tragedia que de manera continua discurría ante sus ojos —lejos de especular con vanos conceptos— nos recordó, que dados a la reflexión era “la existencia el primer y mayor problema a abordar, “incitando” con ello al examen incesante de uno mismo, y al de los demás: examinar “a los demás”, pues lo que observamos, es la total ausencia de razón que justifique el sufrimiento que deviene de la manifestación —tantas veces fatídica— de esa existencia: siendo, como somos, incapaces todavía de prever aquellos fatales eventos que habrán de seguir aconteciendo (al no remitirnos de la experiencia, proyectada hacia nosotros de aquellos mismos que nos mostraron (de unos hechos: luego de estos) sus consecuencias.

Así pues, sería precisamente llevado de esta aptitud entorno de las circunstancias que condicionan, dando o restando sentido a la vida, y donde precisamente el saber justamente está en ser buscado —cuando éste posibilita los cambios— que de los resultados obtenidos a partir de una primera introspección, buscando no fui capaz de advertir otro móvil que a diario determinase mis pasos, al margen de aquel mismo deseo que desde antaño ha guiado mis actos, e igualmente, el devenir de buena parte de la humanidad. Pues, según pude constatar, fue Aristóteles quien —al igual que ahora yo intuyese— entonces convino, que debía existir un fin supremo, deseado, no solo por él sino por todos mortales —principio liberador de todos los males— deduciendo, finalmente, que este fin no debía ser otro que la felicidad (como objetivo): pues «Siendo la felicidad mejor y más bella que todas las cosas, es también la más placentera» [ἡμεῖς δ᾽ αὐτῷμὴσυγχωρῶμεν. ἡ γὰρεὐδαιμονία κάλλιστον καὶ ἄριστον ἁπάντωνοὖσα ἥδιστονἐστίν.1214α]3.

Sin embargo, cuál sería mi asombro que entregado a un mayor profundizar, reflexionando en el conocimiento de mi propia experiencia, y habiendo a la sazón repudiado la senda del autoengaño —que conduce a no encontrarse ni a saberse uno quién es jamás — pude observar, y no solo de mis actos, que la búsqueda de la felicidad o el mero hecho de desearla pudiera ser aquello que fatalmente motivase cuanto de trágico en la vida hubiere de acontecer. Y parece lógico preguntarse… ¿cómo puede ser? ¿Qué de malo puede haber?, la verdad, es que yo tampoco lo sabía, siquiera apenas lo intuía antes de comprender gracias a unas viejas lecciones aquello que Aristóteles de forma modesta, al comienzo de su metafísica nos refería, a saber: que primero y por encima de cualquier anhelo de saber «Tienen todos los hombres deseo…» Deseo éste, pero, que no es una clase mayor de querer, sino un impulso, o disposición genérica de la razón “sine iudicium” (sin juicio) entendida, esta razón (subjetiva) como puro ámbito de representaciones: “inerte” y sometida a las pasiones mismas —dice Hume— en tal medida, que no puede pretender otro oficio que obedecerlas y servirlas (por unos medios hacia unos fines). No alcanzando de este modo la razón, ser motivo de acción, ni mucho menos oponerse a la pasión (deseo), que venida a lomos del impulso y “encubierto” bajo su estela, se muestra ya como una sola cosa, en cuanto a tal: poderosa, que da origen a la acción. Pues, ocurre con el deseo como con tantas cosas, al desnudarlas, encontramos un saber: que arropadas bajo éstas existen otras que nos son dadas encubiertas y así veladas a la razón, que todo lo ignora de ellas cuando, ingenua, las experimenta. Y, es por ello que concluyo con una sugerencia: que no habrá de darse por pedestre este saber; «pues saber, que por naturaleza estamos impulsados, no es un saber cualquiera».

1.4.-Sobre la búsqueda y el deseo de felicidad—“μη επιθυμει αδυνατα"1 —"No quieras (no desees) imposibles"— nos dice Quilón, 16. Todos tenemos el mismo anhelo: esperamos vivir, y (el mismo defecto) “deseamos” vivir siendo felices: como si vivir fuese poco (buscamos la felicidad, siempre cuanto más arriba), en lugar de vivir plenamente la propia vida. Hallar esa felicidad parece ser la labor infinita del hombre, y esperarla sin la conciencia del tiempo que pasa, su castigo. Por desgracia, el hombre solo aprende a vivir desde el momento en que ya no puede esperar nada: justo cuando deja de tocar los tambores y empieza a escuchar al viento...

Del saber antes mencionado «que somos impulsados» se deduce, igualmente, que toda búsqueda —por inocente o bien intencionada que parezca— es precedida por ese deseo (subjetivo) que la origina. «Deseo que es atributo y misma esencia del hombre» (Spinoza), y que para reconocerlo, antes debemos comprender que al sentirlo está ya en sus partes constituido y en nuestra consciencia obrando, en tanto, que condiciona pudiendo hacer nada para librarnos de lo que nos representa, cuando no por mil veces lo deseado, seguimos aún tan lejos de alcanzarlo. Constituido (he dicho), pero bien pudiera haber sido maquinado pues parece más la obra del diablo; o acaso un gusano forjado a partir del misma génesis de la conciencia: germen que eclosiona y toma su asiento y sustento primero a partir de la propia extrañeza de las cosas; más cuando mayor sea la fijación, mayor será su necesidad de alimento, que irá en aumento—más allá de lo racional—  sostenida por uno o varios sentimientos: necesidades pero, que bien pudieren también no serlas aunque sí parecerlas, llevando al individuo a diferentes estados de conciencia (emocional), donde se retroalimenta lo que todavía no, pero ya se intuye impulso (potencial de una acción) hasta el momento en que  se desata “el impulso” (“sentimiento e instinto” más que razón. Pues la misma razón que a veces duda y ahora busca, no es sino una manifestación de la naturaleza instintiva del hombre—HumeH del P T4p.22).

Impulso —como crisol— que funde todas las partes y donde se fragua naciendo el deseo, que habrá de tornarse en acción de la voluntad; voluntad que nos estimula y arrastra por desconocidos e intrincados laberintos hasta conseguir, no siempre, la tan anhelada meta (la felicidad); pues no son pocos los que opinan que  podría no alcanzarse jamás, alegando que la felicidad es como el cielo, a veces,  creemos estar en él imaginando una realidad y, sin embargo, de inmediato advertimos que se trata de una ilusión temporal: una fantasía, que nos llena de desconsuelo al comprobar instantes después,  que seguimos con los pies descalzos sobre el suelo”.  Esta misma idea se desprende de aquellos textos de Schopenhauer, donde retomaría los estudios acerca de la felicidad, iniciados siglos atrás por Aristóteles; estableciendo, que dicha felicidad así como la suerte de los mortales, podía reducirse a tres condiciones básicas y fundamentales: lo que uno es, lo que uno tiene, y lo que uno se representa; refiriéndose en este último caso, al honor, la categoría y la gloria. Pero, no se dejen seducir por lo que se pretende, sea un decano de los libros de autoayuda. Si bien, es cierto que aquel ilustre filósofo trato ampliamente el tema de la felicidad y de cómo acceder a ella, lo que verdaderamente deducimos luego de su lectura es, la imposibilidad absoluta de acceder a ella concluyendo: que el Arte del buen vivir es esencialmente un manual, en el que se desarrolla el complicado arte de sobrevivir en el mundo. Sin embargo, inteligente por nuestra parte también, sería no olvidar la advertencia, surgida de aquella mente, dicen algunos que atormentada y que abocaba a su dueño continuamente al pesimismo, cuya dimensión más crítica se encontraba representada por una voluntad irracional, aludida y ampliamente desarrollada en sus escritos, de la que se entiende nos previno: describiéndola, como una voluntad infinita, discorde y devoradora de sí misma. Una voluntad esencialmente que es desdicha y dolor «Pues ningún bien final saciará la avidez de ese genio del engaño —llamado voluntad— que encadena, la libertad y la independencia del intelecto (...) (…) no hay libre albedrío; en todos los casos, la búsqueda racional esta movida por los intereses de la voluntad, voluntad que jamás se ve saciada, y cuya única forma de liberación posible, para el hombre, es la total auto aniquilación de la misma». Con ello—dice Nietzsche (Mas allá del bien y del mal)—Schopenhauer nos da a entender la voluntad como la única cosa que nos es propiamente conocida , del todo y por entero, sin sustracción ni añadidura. Nos describe una voluntad que es en sí misma libre. Si bien, esta voluntad también puede, aunque no sin esfuerzo promover, en el hombre y para el hombre su propia liberación; siempre, que no perezca sometido a ella (En el umbral del tratado de ética, que debe indicar el camino de la liberación humana de la voluntad de vivir, Schopenhauer se debate ampliamente con el problema de la libertad. ¿Cómo puede el hombre liberarse de la voluntad si no es libre frente a ella, si es un esclavo de la voluntad misma?  (Hist. Del pensamiento. Sarpe) Por lo que “claramente” se nos exhorta a renunciar a un cuarto aspecto, sugerido, pero no incluido junto en los anteriormente expuestos, y a mi modo de ver más relevante incluso que aquellos. Refiero al que sin duda alguna condiciona el destino y la felicidad de las personas en nuestro tiempo; entiéndase: no lo que somos, tenemos o representamos, sino aquello que desde el fondo más insobornable de nosotros mismos, anhelamos ser.

1('epithymei') y αδυνατον ('adynaton') se refieren a conceptos fundamentales del pensamiento griego sobre el deseo, la afectividad, el apetito y sus objetos, su sentido, su dinámica, en definitiva, su "potencia", por jugar con una de las versiones que va a tener, en otro contexto, la δυναμις ('dynamis'), que comparte el mismo territorio semántico que “lo posible” (δυνατον, 'dynaton') en la filosofía de Aristóteles.

5.-Precipitarse hacia las propias consecuencias—Hoy más que nunca podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que pertenecemos a la era de la complejidad y la incertidumbre (S. Pániker). Las barreras que antaño nos recluían en celdas “sociales” apartados de esperanzas y anhelos han ido cayendo. Los hombres no nacen condicionados y las aspiraciones no se ven limitadas, debido, sobre todo, a un bajo estatus social. Consecuentemente, desde muy jóvenes todo lo que somos, tenemos o la opinión que merecemos a los demás nos parece insuficiente; nos sabe a poco queriendo más: más reconocimiento. Pero sobre todo, deseamos sentirnos protagonistas y diferentes al resto de la sociedad. Sin embargo, al levantamos por la mañana la realidad nos saluda: arrojándonos a la cara un jarro de agua fría. Nos miramos entonces ¿cuántas veces? resignados frente al espejo, aborreciendo de nosotros mismos, de lo que somos y de nuestra vulgaridad. Entonces nos afligimos, nos afligimos por todo aquello que deseamos desde lo más profundo del alma; desde esa misma profundidad, por la que igualmente sabemos que jamás lograremos, nunca, nuestro propósito. Y he aquí el lugar: “la fortaleza” de nuestro hogar; y el instante, frente al espejo. Ese preciso lugar y momento, en el que la conciencia se despereza y nos mira desde el otro lado con nuestro propio reflejo, susurrándonos, con voz sutil y encantadora, de tal manera que las palabras adquieren propia luminiscencia: más, cuando «Rotas y sin vigencia, las normas que durante tanto tiempo prestaron contingencia dentro de la sociedad al individuo, no puede este ahora construirse una dignidad, sino extrayéndola del fondo de sí mismo» (Gaset). Pero cuidado: la imaginación es mala cabalgadura para un hombre sensato; lo decía Pío Baroja y no le faltaba razón. Hay ocasiones, en que esas efímeras e inofensivas visiones, plagadas casi siempre de buenas intenciones, mueven a despertar profundos deseos: exacerbadas pasiones, que lejos de parecer arriesgadas nos seducen de manera singular: tirando de nuestras almas —desoyendo las advertencias— cuando atisbamos a lo lejos la posibilidad de ir más allá convencidos, de hacer los sueños realidad. Se trata de verdaderos orgasmos deslumbrantes, de luz delirante y fabuladora que incitan a mover y cambiar el modo de ser y pensar: a actuar creyendo, que si seguimos adelante lograremos permutar el despreciable destino al que se dirige nuestra existencia. No negaré, que el ejercicio resulta convincente, y más para quien ya se encuentra desilusionado consigo mismo. De modo, que la catarsis contribuye al embelesamiento, desmantelando así toda defensa de la persona, frente a ese caballo blanco que avanza llamado voluntad, y que el individuo pudiera haber construido y así defenderse de su violencia. Violencia devastadora, con la que luego irrumpe arrasando cual salvaje montura pertrechada de etéreas substancias con las que nos invita a cabalgar, haciendo frente a las eventualidades del mundo que puedan salir al paso.

Muy pocos entonces intuyen el enorme coste y sacrificio que supone un precipitado juicio; una determinada elección en ese justo momento de nuestra vida, sobre todo, cuando se quiere ir más allá de uno mismo. Aún son menos, quienes cuentan con la voraz tormenta que pueda tragarse, mandando a pique la tan anhelada empresa. No son pocas las ocasiones, que embarcamos la vida en un frágil junco, construido apenas con algo más que buenas intenciones, sin saber, que nos aventuramos a un mar bravío seno de frustraciones y desventuras; pues es una travesía muchas veces malograda de ante mano, por no haber calculado “la infinitud del deseo” ni previsto las dificultades de tan arriesgada singladura.

No pasa mucho tiempo para cuando la tempestad arrecia desarbolando las velas: desatando los problemas y volviendo los titanes en contra nuestra. Solo entonces, nos acordamos de  aquellos desestimados consejos y surgen las primeras dudas: recelos primero, que darán luego paso al miedo, que se agrava durante la noche, cristalizando en sombrías pesadillas que, una vez manifiestas, se tornan perversas atormentando al individuo y consumiéndolo más que la propia vida. Con ellas se revelarán uno tras otro los peores fantasmas, surgidos como demonios no invocados en la noche oscura: duendes del subconsciente que invitados por ese “otro yo” —que algunos afirman “todos llevamos dentro”—, disfruta martillando lenta la conciencia cuando nos reprocha que quizá nos equivocamos, o aún peor: recordándonos, lo terriblemente atroz y absurda en que puede llegar a convertirse la propia vida.

Por fin, y una vez ya presa de la red tejida por la incertidumbre y el caos; la misma, donde deposita sus gérmenes la locura, veremos el futuro de forma distinta; sintiéndonos, como aquel que tantas veces frecuento la angustia y la duda, dotándola de sentido, y que de manera elocuente, al preguntarse qué le depararía el futuro, comparó sus sensaciones con las de una araña que desde un punto fijo se descuelga, suspendida, teniendo ante sí el enorme vacío, pataleando sin encontrar un lugar donde apoyarse: víctimas ahora de la propia voluntad y precipitado a sus consecuencias.

 

1.1."Los hombres mueren y no son felices"—. 1.2 «Todo destino es dramático y trágico en su más profunda dimensión»—1.3 El pueblo español se entrega, al suicidio 1.4 Todo acontece por una causa— 1.5 Acerca del Trauma de la lucidez / Extraviarse en los tópicos—. 1.6El Minotauro y la Paradoja—.1.7La filosofía occidental se halla en situación crítica—.

 

1.1"Los hombres mueren y no son felices" — (Calígula, Acto I - Escena V -Camus). Realizar buena parte de lo aquí publicado conlleva cierto esfuerzo, a la vez, que una enorme satisfacción. Mas para concluirlo —si se puede considerar concluso— no quise ni deseé buscar deliberadamente ideas o pensamientos que me condujesen a un fondo, sino dejándome alcanzar por este me liberé del pensar, y con esto de sus limitaciones —de las que me reconozco (de la razón)— a decir: de un saber, que hallo como el universo, inmenso. Siendo este motivo más que suficiente, para que el propósito de este ejercicio sea tan modesto. Si bien creo (lo leí en algún lugar) “son las cosas modestas aquellas que luego se tornan más difíciles de acometer”.

 

1.2 «Todo destino es dramático y trágico en su más profunda dimensión»—escribió en alguna ocasión Gaset. Hace algunos años leí un bello pasaje en un libro que afirmaba: “la verdadera patria de todo hombre y mujer, origen de sus deseos e igualmente, punto de partida en el que es forjado el destino de nuestras vidas, se encuentra en algún momento de la infancia”. Por mi parte reconozco haberme sentido seducido, y no en pocas ocasiones pasar muchas tardes y no pocas noches de invierno en vela, buscando en el pasado, de los recuerdos, ese preciso instante hasta dar con él. Estupidez solo posible en aquel que ignora —de lo que le dicen otros—“que poco importa el origen, y solo ya el destino afecta, apenas sostenido en ese reflejo indefinido que se derrumba una vez y otra—formando parte de uno mismo. De modo que poco interesa si tal afirmación es cierta y de nada habrá de servir el ejercicio, cuando uno se reconoce “mártir” del devenir.., ”Vuelve y tómame, amada sensación, (…) cuando la memoria se despierta, y el viejo deseo corre otra vez por las venas (Cavafis).

 

1.3 ¡El pueblo español se entrega, al suicidio! Decía Unamuno. Concretamente esta es la primera frase de «El sentimiento trágico de la vida», su última obra. En esa nota estaba reflejada la lucha de un hombre que fue fiel a sí mismo yendo en contra de unos y otros y rodeado del ambiente hostil de la propia ciudad a la que tanto amó, con la desesperación de quien ve cómo se va quedando solo, mientras se tambalea su mundo, su propia vida y hasta sus creencias» - (M. Unamuno de sus apuntes).

Pero en algún lugar leí que un hombre (y del mismo modo entiendo que una nación) primero debe morir, para luego volver a nacer: y España allí se aniquiló a sí misma, para luego muy lentamente (de aquellas mismas cenizas) volver a nacer. Renacer (se supone) libres del odio y del dominio (que nos llevo a aquello y que hoy nos permite al recorrerlo—de las secuelas del recuerdo y el dolor de nuestras familias aún compartido— reconocernos todos a nosotros mismos de aquella sangre derramada, habiendo aprendido del sacrificio nuestros abuelos (sacrificio no por sus propias necesidades o las de sus familias, sino por las ideas o ideales que les inculcaron otros/ arrebatándoles primero su libertad (condicionados a otros) , luego identidad de españoles primero,  y de  padres de familia (o hijos) después, para finalmente tantos de ellos entregar su vida recorriendo aquel camino de sangre, para que nosotros pudiésemos (de su sacrificio aprender) y renacer a una nueva vida, en una nueva nación: sin odio, pues hay dos manera de ser y vivir : haciéndolo solo para uno mismo (egoístamente), o también vivir y ser ocupándonos de los demás, como personas ayudando en nuestras ciudades a quienes lo necesitan / y como nación: a quien auxilio necesite y nos pida. 

 

1.4 “Todo acontece por una causa”—. «Aquello que sucede, sucede necesariamente por una causa»— nos dice Platón, en su Timeo). Plutarco, al final de su libro de fato, señala: «lo primero y más importante no es tanto saber, que nada deviene sin una causa, sino que todo deviene en virtud de causas anteriores» entendiendo de esto “una primera causa origen de todas la anteriores”. Parecería, por tanto (y recalco “parecería”) sensato de nuestra parte no eternizarnos, buscando aquellas causas primeras ya lejanas, concluyendo (ingenuamente) entonces: que “todo principio es causa de la anterior y continua sucesión acontecimientos, los cuales conducen hasta “un determinado origen (pero que no es principio): sino principio inductor, al que yo llamo (catástrofe / así lo llamaría C. Zeeman), que ciertamente altera los factores que hasta el momento han guiado nuestra vida hasta ese momento, pero que al entender, de aquello (de catástrofe: un origen →como principio) igualmente conjuraríamos de nuevo a las parcas que maniobran infinitos los destinos, siendo partir de entonces caminar sobre un hilo que habrá de nuevo de ir siendo tejido, desconociendo aquello que aguarda más allá “desde el principio”, escondido, tras los vados y las sombras del camino, pero que ya no reconoceremos de nuestro camino… pues: “aquellos fundamentos que gobiernan los misterios del universo, comienzan como engranajes de un viejo reloj a temblar, avanzando en movimiento sin vuelta atrás, cuando uno niño en la roca sentado, imaginando historias en silencio contempla, con la vista perdida en el horizonte y su esperanza labrada en el tiempo, la difusa silueta de unos sueños, forjados el murmullo sibilino del viento, y el rugir furioso de las olas golpeando, aquellos límites impuestos al mar”.

 

1.5 Acerca del Trauma de la lucidez / Extraviarse en los tópicos — Hoy, cuando las antiguas creencias están declinando y el final de las grandes síntesis se acentúa, un hambre manifiesta avanza peregrinando el mundo. Se trata, de una imperiosa necesidad de saber: saber quiénes somos, de dónde venimos o cuál es el velado propósito, de la que en tantos casos resulta una miserable vida. De tal modo, multitud de personas de la más variada condición, cuyo nexo común encuentra su raíz más profunda en la angustia, se han dejado seducir en torno a temas que van más allá de su quehacer acostumbrado. Seducidos, hacia cuestiones “profundas y metafísicas” ―cuando no, víctimas del que resulta ser el humilde parásito de la ingenuidad― arrojadas y a la aventura de hallar unas nuevas expectativas, en las que habrán de volverse a replantear aquellos mismos y pretéritos temas relativos a la existencia. 

Apreciable en innumerables manifestaciones y formas, esta aptitud se observa en mayor medida, al comprobar el creciente interés mostrado por buena parte de la ciudadanía, encandilada en torno a una amplia gama de tópicos y actividades: ufología, sectas, parapsicología, “meditación”. Sin embargo, sería ventajista por mi parte arremeter directa y exclusivamente contra todo contra aquello que más nos parecen disparates, cuando el más ligero soplo de aire dirigido contra estos lo derrumba. No requiriéndose tanto pulmón, como una buena dosis de coraje y osadía para dirigirlo, sin vacilar, contra las imponentes fortificaciones de la filosofía. Entiéndase, en esta (la filosofía) más que en ningún otro lugar, donde el pensamiento desventurado ha escarbado, hundiéndose con mayor pasión y resuelta vehemencia en busca de "Nada", pero labrando tan vasta maraña de galerías que si decidimos aventurarnos a ellas correremos riesgo de extraviarnos, amplificando así la magnitud de la inquietante perspectiva que nos habrá finalmente de causar, caminar hacia un horizonte del que no se intuye la dicha.

 

1.6 El Minotauro y la Paradoja — La morada tiene muchos nombres y algunos, como yo mismo, refieren el lugar como “el laberinto”. Pero este no es un dédalo cualquiera, sino un enorme santuario fortificado de sapiencia y erudición, donde solo contadas personas se adentran: unas llevadas por la pasión y otras, sencillamente ―a través del cenagoso sendero de la existencia― cuando son arrastradas al mismo, y donde una vez atrapadas se verán condenadas a habitar por largo tiempo sus ambiguas mazmorras y galerías. Aun así, no es extraño hoy, que ante una providencia tan amenazante como indefinida sean legión aquellos profanos, que penetran el templo en el que habitan el Minotauro y la paradoja… la razón. Y los motivos no parecen ser otros que encontrar algo con que aligerar el enorme fardo, que en el páramo demora su transitar, a la vez que abruma abatidas sus conciencias. En la marcha se les distingue fácilmente: pertrechados con un utillaje arcaico de nociones que le sean de utilidad, con ellos viaja siempre la duda: en todo momento presta y dispuesta a interrogar, siempre sobre aquellas difíciles cuestiones que más profundamente inquietan, y por qué no decirlo, a todos nos atormentan. Se trata de preguntas laberínticas cuya complejidad es muy superior a cualquier lenguaje hablado o escrito; y que desde hace milenios se encuentran envueltas en una densa niebla de desconocimiento, por la que lentamente, se ha estado abriendo paso la razón. Hueras esperanzas alimentan el tortuoso camino del peregrino, mientras recopila cuanta más información, a la espera de poder cuanto antes alcanzar su meta, desentrañando el significado codificado de toda ella. Pero, es fácil comprobar que invierno tras invierno, todo ese saber extraordinario y acumulado no ayuda ni propone solución alguna a los innumerables males que atormentan el espíritu. Lo que antes parecía una extraordinaria guía para comprender los misterios velados de la existencia, se revela escrito de un lenguaje secuestrado e imposible de descifrar. Luego el carácter en ocasiones talmúdico, que parecen ir adquiriendo algunos textos compromete en gran medida la ardua tarea de descifrarlos. Así, las grandes preguntas del hombre, las grandes cuestiones, permanecen ajenas para siempre al individuo, confiscadas en un laberinto cuyos caminos, una vez transitados no permiten huida y, donde la angustia resulta de todas partes al comprobar, que podemos volver la vista atrás, hacia el punto de partida, pero jamás, retornar sobre los propios pasos.

 

 Sin embargo, en ocasiones los muros de ese complejo laberinto parecen derrumbarse ante aquel que reconoce un camino sin salida, proporcionando por unos instantes algo de luz a la angustiosa perspectiva: un centelleo lóbrego y tenebroso, aunque siempre revelador de la realidad. El precio a pagar habrá sido elevado, Pues solo cuando la existencia muestra su más dramática figura, parecerá la mente consciente (la razón) derrotada —ahora sí— entender lo que gritaban desde hacía tanto tiempo aquellos libros. Comprendiendo no las palabras, sino a las personas que las escribieron. Vislumbrando por fin, que en el laberinto (la filosofía) no se hallará solución alguna a los problemas, sino siempre las mismas preguntas, angustias y pesares que a lo largo del tiempo, los hombres, se ha planteado a sí mismos cuestionándose, por el destino y el fundamento de su propio ser.  Hallando entonces la verdad de los libros (de sus autores), encontramos que “no hay esperanza, más acá, ni más allá de la muerte en ella (en la filosofía) para nosotros”. Por ello, coincido de una parte (pero no plenamente), en que (“Toda filosofía no Valdrá una hora de dolor” — Pascal). Pero sí, que le deberíamos prestar (al sentido de esta tarea del pensar), al menos algo de atención. 

1.7La filosofía occidental se halla en situación crítica —y esto no lo afirmo yo— es un hecho. Luego, que no sirve para nada es un dicho, venido a raíz de una tradición que parece desgastada (viciada) si no agotada, visto el fracaso a partir de sus teorías y un repetir dando la vuelta siempre a las mismas (ideas), explicadas de mil y una maneras, pero sin aportar nada nuevo ni relevante a la realidad; y más importante: olvidándose por completo de explorar nuevas formas de pensamiento o de entender el mundo: es imposible, por tanto, no puede sostenerse aquello que se da de golpes contras sus propias paredes y a la vez da la espalda al mundo y a la realidad, a la entrada de un milenio que aguarda y del que algunos afirman: será un milenio más universal o “no será”, dada la deriva de acontecimientos en la que nos vemos envueltos. Es por ello que muchas personas creen que la filosofía (como disciplina) es un método de conocimiento que pertenece al pasado, habiendo sido superada por la ciencia y la técnica (por lo real). Pero este agotamiento académico, en tanto a disciplina (del pensar, otorgando un sentido subjetivo a las cosas), no puede ni debe alejar nuestra atención de lo redundante: el hecho de experimentar (por nosotros mismos) la realidady la obligación de hacerlo (de hallar una verdad) a partir de todo aquello a nuestro alrededor (que se nos hace presente a la luz, y por la misma luz a nuestros sentidos) y se proyecta hacia nosotros ( esperando de nuestra parte ser reconocido, por lo que es (dejándolo nosotros que se nos muestre), pues una planta no se eleva a la luz preguntándonos a nosotros al pasar ¿y tú, amigo, qué dices que soy, sencilla mente esta se eleva para que (no pensando, nosotros, en lo que creemos que es) solo la observamos, dejándola ser: a ver… qué nos dice ella.. esto es: que reaccionemos a los estímulos y sensaciones que nos produzcan.... llamamos a las cosas por lo que genéricamente entendemos estas son: veo una flor, y si me dirijo valientemente a ella, me digo ¡una flor! y me planto frente a ella (pero igualmente si veo un hombre, no me dirijo a él llamando ¡Hombre! Sino que me dirijo a él por el nombre propio (en mi pueblo por el apodo: “cara huevo”, por ejemplo; — ¡qué pasa cara huevo!— no es una pregunta, es un saludo, yo lo reconozco (al llamarlo por un nombre que los dos reconocemos suyo, y él me reconoce de mi voz al reconocerlo (el catalán de los cojones otra vez). En El diálogo Cratilo, de Platón, trata del origen del lenguaje y discute ampliamente la cuestión de si los nombres de las cosas les pertenecen «por naturaleza» o «por convención / acuerdo», si están unidos a ellas como una de sus partes naturales, o si les son arbitrariamente impuestos por el hombre. Luego A la hora de responder, «Creo que la mejor solución de estos asuntos es ésta, Sócrates: que algún poder más grande que el humano puso los primeros nombres a las cosas y, por lo tanto, tienen que ser inevitablemente los únicos adecuados» (The Greek Philosophers. From Thales to Aristotle William K. C. Guthrie, 1950). Entienden ahora: cuando un niño, instintivamente, pone a otro “cara huevo” y tanto “el cara huevo”como “otros niños”, y “otras personas”, empiezan a reconocerlo y “este igualmente” a reconocerse por ese nombre. La cuestión entonces sería (extrapolando y si queremos caminar un rato, a la derecha, por fuera del camino que todos transitan) lo que sucedería si a esa flor que veo todos los días al pasear, me aparto a un lado para acercarme (me paro) y me dirijo a ella no como a una ¡bonita margarita! (¡una flor! más); y, por el contrario, mirándola fijamente le digo:¡que pasa cara huevo! ¡Esa, y no otra es la cuestión! Que ocurriría entonces con la luz (y esos fotones saltarines entrelazados que van de la margarita – reflejados- a mis ojos) cuando la miro y me dirijo a ella llamándola por un nombre, que ahora los dos reconocemos como suyo (por supuesto ella – la margarita- me pondrá, o podrá ponerme otro nombre: que mejor no queremos saber pero esa no es la cuestión, la cuestión… es otra ¿verdad? Por cierto, el nombre que le puse para reconocerla, para nada este refiere o pretende indicar (lo que mi nueva amiga cara huevo es, sino solo un modo de reconocernos, digamos como yo la veo, con un cierto humor extremeño…/…por cierto: no sea que se me olvide: ¡jamás le preguntéis si tiene sentido del humor, pues..., solo piensa de dónde (de que animal todos decimos) que venimos nosotros... Y En este sentido ¿no merece el reino de las plantas, como los otros, igualmente nuestra atención?), no podemos perder la oportunidad de atender “ahora” la necesidad de unos nuevos planteamientos o formas de observar más universales, que nos lleven a entender y a poder expresarnos (no tanto de pensar en, sino …) hacia → la naturaleza, en unas formas renovadas “incluso atrevidas” pero no del modo que pretendido por algunos filósofos no hace mucho: en tanto nuevas formas que “bien pudiesen alimentarse de la misma disolución de esa razón ilustrada, ahora en período de rebajas”… ¡No¡ sino, más radicalmente: liquidar dicha tradición esa: razón ilustrada  (y la mala costumbre de pensar, en ¿qué es? (subjetivo, para mí), aquello que ya es (algo / real en la naturaleza) (pero que quizá no entendemos), y precisamente, nunca podremos entender, en tanto no lo dejamos ser hacia nosotros (por sí mismo) en aquella observación (más objetiva del mundo y las cosas y seres en este), que nos permita, y no discrimine aquella posibilidad (potencia) de interacción entre seres vivientes que se reconocen (La filosofía hoy  no implica una movilidad libre en el pensamiento, es un acto censurador (que actúa sobre, condicionando la razón objetiva por el pensamiento, y que disuelve o amputa literalmente las potencias naturales de las personas. contradiciendo… a Martin Heidegger). Y refiero necesidad, al ser manifiesto el hecho de que la filosofía ha perdido hoy por completo su razón objetiva (por aquella subjetiva e interesada), y perdiendo igual y definitivamente su orientación y espíritu libre.

Luego desde mi posición, no me siento obligado continuar nada (ya fracasado con anterioridad). Cada cual vive cada día sus experiencias, pero como al caminar —pensar solo me distrae de la realidad presente/ pensar en la flor solo me distrae, interfiriendo los sentidos de que aquello se muestra pero que yo me empeño en llamarlo flor y entenderlo como una flor— uno sencillamente dirige primero pasos, hasta que estos luego lo dirigen a él. Por lo tanto, elegir qué sería fantasear (de manera subjetiva dirigiéndome hacia mis intereses) en un mundo donde la realidad ya condiciona de antemano mostrándonos lo relevante, donde una decisión o elección (subjetiva hacia que…) pensar nos desviaría del camino natural, hacia lo improductivo (no natural) e irrelevante (subjetivo) que por cierto a muchos agradaría: una existencia bien pagada, insensible y relajada, ausente de la realidad. Si bien, esto parece más grave cuando se te dice o dirige sobre qué, cómo, o cuál es la forma apropiada de ser (en tanto pensar) como, cuando se desea publicar y estar en el candelero y las cátedras (en la nube – en el sueño), en lugar de vivir y estar en  la realidad). Nada de eso hallarán aquí, y esto me permite una cierta libertad para maniobrar en un terreno en el que —y todo hay que decirlo— se observa una cierta intolerancia (a los cambios que apesta en la lejanía), cuando entiendo que sería "un gran paso" empezar por aquella correcta educación que enseñe a observar (liberándonos de pensar de entrada en aquello observado: la realidad, dejando que esta, como a un niño, se muestre por sí misma. Debiendo primero atender de nuestros propios errores, antes de declarar (de la naturaleza) cualquier (interesada) certeza, que no es nunca más certeza, que interesada esta.

1.9. El sueño de la razón produce monstruos—1.9.1 Los Escenarios del Absurdo—. 1.9.2 El Sinsentido de la Razón— 1.9.3. La crítica de Horkheimer a la (razón, de la) Ilustración— 1.10. Del ocaso de la filosofía—1.11 Objeciones a la ciencia—.

 

1.9. El sueño de la razón produce monstruos—es el título de un grabado que lo dice todo, sin necesidad de análisis alguno. Conocedor, como nadie de su tiempo, el artista, Francisco de Goya, representándose a sí mismo, nos muestra aquel momento en que la razón se adormece; y en el que se le aparecen visiones y alucinaciones de seres monstruosos salidos de la oscuridad de la noche: Se trata de uno de los grabados más conocidos de la serie de los 80 grabados al aguafuerte del artista español Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828), publicados en 1799 y conocida como Los Caprichos. En la estampa, es el propio Goya es el que aparece en su mesa de trabajo adormecido, cuyo significado trasciende al tiempo, al artista y la propia España, más allá de aquel significado primero, que le quisieron dar algunos en tanto era revelador de una España que habría de dar batalla entre otras cosas a los problemas sociales de su tiempo, como la ignorancia y la superstición. Sin embargo, también podemos mirar en ángulo y ver lo que nos dice (de nosotros) de aquel sujeto que se pinta a si mismo dormido ―pero está despierto y piensa mientras pinta― y que había nacido del humanismo (de unas aspiraciones), y las corrientes racionalistas y empiristas del siglo XVII, que luego desembocarían en la ilustración XVIII. . Ciertamente artista lo podría haber pintado hoy y el grabado guardaría toda su potencia y significado atemporal: cuando a una sociedad adormecida (como la nuestra) se le revelan monstruos en sus peores pesadillas, aquello que no podemos ver si estamos también dormidos: los monstruos de la razón del ilustrado adormecido: por medio de aquella misma razón, que nos lleva a leer las palabras del texto, sin mirar el ángulo (en el lado derecho) y que nos advierte de aquello que no vemos si estamos dormidos, pero que se muestra del lado izquierdo, y que cuando el Goya despierto (se pinta dormido) puede ver: de aquello que no podemos ver si estamos también dormidos: los monstruos de la razón del ilustrado adormecido, y a las que el resto de la sociedad, todos hoy al míralo en el pasado pensamos, pero nos reconocemos nosotros, reflejados ahí…(todavía dormidos).

 

1.9.1 Los Escenarios del Absurdo—.


Vladimir: ¡Qué! ¿Nos vamos?
Estragón: Sí, vámonos.
No se mueven.
(S. Beckett: Esperando a Godot)

«Hay una felicidad Metafísica en defensa de la Absurdidad del Mundo —dice Camus—. Esta idea, traída del concepto que define una determinada corriente o pensamiento, y es a la vez ilustración de un determinado momento, habría de durar poco: no pudiendo sostenerse, sin aquel pensamiento profundo y constante que la animaba con fuerza». La idea se encontraría igualmente manifiesta —además de en otras expresiones— en lo que se dio en llamar Teatro del Absurdo; Y, particularmente, representada en aquella obra del dramaturgo irlandés Samuel Beckett, donde los personajes muestran de manera resuelta el tedio y carencia de significado, que para ellos tiene la vida moderna. Sin embargo, el “absurdismo” no tiene lugar ni época que lo contenga, y aquel nihilismo apático propio de posguerra, cafés y variedades risueñas, de algún modo daría paso a un nuevo paradigma —contingencia esta propia de nuestros tiempos— cuando la exégesis de la manifestación escénica se vio en algún momento proyectada, y de su propio marco desligada, aumentando la entropía de lo irracional ya no sobre las tablas, sino en el turbulento albero de la falacia que recuerda, con desvelo, que tras el último acto de la comedia, aguarda paciente, dar comienzo… la tragedia.

«Todos nacemos locos; algunos, continuarán así siempre».

                                                                       (S. Beckett)

  

Texto incluido en: Observaciones acerca de algunas cuestiones fundamentales y otras de carácter fronterizo.


0 de Europa
1«Hay una felicidad Metafísica en defensa de la Absurdidad del Mundo —dice Camus—. Si bien, no podrá ésta sostenerse, sin un pensamiento profundo y constante que la anime con fuerza».
2 literarias, pictóricas etc…
3 Teatro del Absurdo es un término empleado por el crítico Martin Esslin en 1962 para clasificar a ciertos dramaturgos, estadounidenses y europeos; franceses en su mayoría, entre 1940 y 1960. El teatro del absurdo tiene fuertes rasgos existencialistas y cuestiona la sociedad y al hombre. A través del humor y la mitificación escondían una actitud muy exigente hacia su arte. La incoherencia, el disparate y lo ilógico son también rasgos muy representativos de estas obras que pretenden recoger todas esas inquietudes y preguntas, pero sin dar respuestas; estas se las deja a usted, le deja la inquietud de la respuesta y de la interpretación; es usted quien tiene que entender que eso que vio es tan absurdo como la vida misma y que con dar una moneda a un mendigo no soluciona su problema ni el suyo. Puntualizar: que cada obra crea sus propios modelos y características implacables de lógica interna: cómica, triste, patética, macabra, humillante, angustiosa o violenta.
4 Esperando a Godot

1.9.1 El Sinsentido de la Razón—. El hecho de percibir, y aceptar dentro de sí ideas eternas que sirvieran al hombre como metas fue llamado, desde hace mucho tiempo, razón. Sin embargo, observamos hoy que la tarea, e incluso la verdadera esencia de la razón, consiste en (razonar para hallar medios /para lograr unos objetivos: fines) propuestos en cada caso “singular” / entiéndase una razón de medios y fines: La razón se ha limitado a individualizar, construir y perfeccionar una serie de medios /o instrumentosque bien pueden ser también otras personas, para conseguir los fines. Aquí hay un momento, donde el hombre ilustrado se durmió (perdiendo con la razón la posibilidad de una autocrítica lucida) y desembocando en una pesadilla, haciendo que esta deviniera en una razón instrumental. La Ilustración mutiló la razón y, por encima de la búsqueda de la verdad ―teórica y moral―, aconteció una "renuncia al sentido" dando lugar al “sin-sentido”: donde el sueño de la razón / y de racionalidad ilustrada quedó reducido a la "instrumentalización": al Sinsentido de la Razón. Una razón patológica (tan patológica como lo eran aquellos mismos ilustrados adormecidos) y que todavía se pretende justificar, de algún modo, en tanto nos refieren → razonar sobre la razón ilustrada (una dialéctica). Cuando más razón, es lo que quiere la razón, mas no sentido, para, precisamente por la razón volver a justificarse. (Quiero recordar, en este sentido, a Habermas)

1.9.2. La crítica de Horkheimer a la (razón, de la) Ilustración — muestra un proceso mediante el cual se desencadena la desmitificación del mundo por vía de un "acto de dominio" de la razón. Esta dialéctica no solo devela la crisis irreversible de la razón instrumental, sino que deja vigente, en la discusión de la teoría crítica, una "patología social de la razón", a partir de la cual puede proponerse la reivindicación de un "horizonte normativo" de justicia; dejando entrever en el escenario de la discusión ética la falta de racionalidad de las sociedades. "El peligro de que se introduzca el dominio en los seres humanos a través de sus necesidades monopolizadas no es una creencia de hereje que pudiera exorcizarse mediante conjuros, sino una tendencia real del capitalismo tardío " —(30 de junio de 1942, Theodor Adorno)Precisamente, es en este contexto, en el que Axel Honneth propone la reivindicación del horizonte normativo así como el interés práctico de la Teoría Crítica, colocando en el escenario de la discusión el núcleo ético -horizonte normativo que devela la falta de racionalidad de las sociedades. La idea de un "horizonte normativo" de la razón, consiste en un accionar ético que asume como inaceptable un ejercicio de la razón a-crítico y a-histórico sin punto de fuerza (torque) máxima con la sociedad. Precisamente, el valor de la reivindicación que hace Honneth (2009a; 2009b) del "horizonte normativo de la razón en la Teoría Crítica" radica en que la autorrealización individual está vinculada a una práctica común que es, finalmente, el resultado de la razón. (Aquí cabe una reflexión terrible: ¿no buscábamos al ser humano libre emancipado? Luego ¿qué ocurre cuando unos pocos se liberan, emancipándose, a costa de todos los demás? Pues es sencillo, se pretenderá (por estos) preservar dicho estado: obedece, y observa las reglas sociales– nos dicen, las personas, que hablan por la sociedad). por supuesto se puede vivir sin obedecer, al ente social,  a esas personas: el problema será que te denuncien o te arresten: a tal efecto la ciencia, ya no es “o puede servir como instrumento de opresión” (como antaño se insinuaba) sino que ya “es la ciencia una herramienta no encubierta, y descarada de opresión” que consentimos (cuando las ciudades están llenas de cámaras de los cuerpos de seguridad / como en china / china nos dicen que es una dictadura, y que te controlan con las cámaras (¡aquí no!- dicen) pero mis ciudades parecen cada vez con más cámaras ya ciudades chinas: (es por razones de seguridad- dicen). pero yo no puedo poner una cámara mirando a la calle (y me han roto el buzón, 3 veces), por mi seguridad, pues invade la intimidad de los demás/ y no solo se estaría cometiendo no solo una infracción administrativa, sino también un delito penal, ya que estarías invadiendo la privacidad de otras personas. Mi coche es propiedad privada, no he cometido ningún delito (y hablo de delito) y no una absurdez que resulte de una sanción administrativa pero,  me observan en él dentro con cámaras desde la carretera, en postes, desde helicópteros y drones: pero es por nuestra seguridad / Se establece  que la instalación de equipos y sistemas de video vigilancia se hará en lugares en los que contribuya a prevenir, inhibir y combatir conductas ilícitas y a garantizar el orden y la tranquilidad de los habitantes / una seguridad, por tanto, que debería manifestarse y hacerse evidente en arrestos de criminales, llamémoslos así, ellos los llaman así: (ahora calculen al mes los criminales, arrestados por prueba de videocámara/ y de esa misma videocámara cuenten las multas puestas primero, y luego abonadas por nosotros al estado, por nuestra seguridad. Lo cierto es que también nos protegen las cámaras de personas que puedan protestar, reivindicar→ en acto→ de viva voz contra el ente social, la política y los políticos: las formas de justicia, y de hacer política.  Esto lo estamos viendo continuamente (incluso hoy mismo en Madrid contra las políticas de Sánchez /ni me sumo ni me quito): así es, igualmente una herramienta disuasoria (contra aquellos “descontentos” en la sociedad que reivindican formas distintas de sociedad y justicia) “La rebelión de los esclavos en la moral se inicia cuando el resentimiento mismo se vuelve creador y alumbra valores: resentimiento de esos seres a los que está vedada la auténtica reacción, la reacción del acto, de esos que sólo se resarcen mediante una venganza imaginariaMientras que toda moral noble brota de un triunfante decir «sí» a uno mismo, la moral de esclavos dice de antemano «no» a un «afuera», a un «de otro modo», a un «no-idéntico» [Nicht-selbst]: y este «no» es su acto creador.  Esta inversión de la mirada que instaura valores, esta necesaria dirección hacia fuera en lugar de hacia atrás, hacia sí mismo, pertenece precisamente al resentimiento: la moral de esclavos necesita siempre, para surgir, primero un mundo opuesto y exterior; necesita, por decirlo en lenguaje fisiológico, estímulos externos para actuar; su acción es radicalmente reacción. luego Sucede lo contrario en la manera noble de valorar: actúa y crece espontáneamente, sólo busca su antagonista para decirse a sí misma «Sí» con más gratitud aún, con más alegría aún..., su concepto negativo «bajo», «vulgar», «malo» es tan sólo un contraste pálido y secundario comparado con su concepto fundamental positivo, empapado de vida y pasión de parte a parte: «¡nosotros los nobles, nosotros los buenos, -nosotros los bellos, nosotros los felices!».” (La genealogía de la moral, I, 10.) Por ello, también se puede escribir un libro, como protesta contra la razón: eso ya hoy no asusta a nadie y lo hacen algunos (pocos filósofos) pero, además, ya casi nadie lee librosDiríase que el sabio ha tomado como modelo el triunfo de las fuerzas reactivas no se expresan fuerzas que no externalizan sus acciones; pues ellas se vuelven sobre sí (re-sentimiento) ―. Invoca su respeto por el hecho y su amor a la verdad. Pero el hecho es una interpretación: ¿qué tipo de interpretación? La verdad expresa una voluntad: ¿quién quiere la verdad? Y, ¿qué quiere el que dice: busco la verdad? Nunca hasta ahora la ciencia había llevado tan lejos en un cierto sentido la exploración de la naturaleza y del hombre, pero tampoco nunca había llevado tan lejos la obediencia al ideal y al orden, establecido” (Deleuze, 1971: 105-106). Por desgracia, los logros culturales, la productividad intelectual, el libre despliegue de fuerzas hoy siguen llevando el estigma de la violencia y la explotación. La razón no es más que un instrumento del orden.

Tengo rabia, se nota… y la quiero expresar, sobre todo a los que se llaman (dentro de ese orden y que, mansamente lo critican desde dentro claro está: a vosotros «¡… los nobles, …los buenos, …los bellos, …los felices!».” … se han mencionado algunas condiciones bajo las cuales, a pesar de nocivas influencias contrarias, puede al menos nacer el genio filosófico en nuestro tiempo: libre virilidad del carácter, temprano conocimiento de los hombres, nada de educación erudita, nada de apego patriótico, ninguna necesidad de ganarse el pan, ninguna relación con el Estado; en una palabra, libertad y sólo libertad: el mismo elemento extraordinario y peligroso en el que les fue lícito crecer a los filósofos griegos. Quien quiera reprocharle, como Niebuhr reprochó a Platón, que es un mal ciudadano, que lo haga y se limite a ser él mismo un buen ciudadano (hoy todos lo hacen): éste tendrá razón, y lo mismo Platón. Otro habrá que interprete esa gran libertad como presunción; también éste estará en lo cierto, porque él mismo, con esa libertad, no sabría hacer nada razonable; y, por lo demás, si la desease para sí sería, es cierto, muy presuntuoso.. /… Aquella libertad es verdaderamente una culpa grave, y sólo podrá expiarse por medio de grandes obras. En verdad, el común de los mortales tiene derecho a mirar con rencor a cada uno de esos privilegiados: mas quiera algún dios librarlo a él mismo de convertirse alguna vez en uno de ellos, es decir, de verse tan terriblemente comprometidoPerecería enseguida en su libertad y en su soledad, y se volvería loco, un loco malvado, por el aburrimiento.  De Schopenhauer como educador, Tercera consideración intempestiva ( Nietszche)

Por cierto, Kant fue para él, un “demorador” (Tardanza en el cumplimiento de una obligación desde que es exigible) A diferencia del imperativo hipotético, el categórico exige incondicionalmente que hagamos ciertas cosas o que las dejemos de hacer ¡Y no me hables ahora del imperativo categórico, amigo mío! Esta palabra hace cosquillas en mi oído y tengo que reír, a pesar de tu presencia tan seria: me hace pensar en el viejo Kant, quien, en castigo por haber introducido subrepticiamente "la cosa en sí" -¡un asunto bastante ridículo también!-, quedó sobrecogido de temor por el "imperativo categórico", y con él en el corazón regresó extraviado nuevamente a "Dios", al "alma", a la "libertad" y a la "inmortalidad", igual que un zorro que regresa extraviado a su jaula- ¡y su fuerza y astucia fueron las que habían roto esta jaula! (Nietzsche, 1990, § 335: 193-194).  “La razón no es más que un instrumento y Nietzsche advertirá cómo Kant en sus propuestas del conocimiento y de la acción, conduce a los espíritus a caer en el instinto del rebaño.. Leamos: "De un examen de doctorado. "¿Cuál es la tarea de todo sistema escolar superior?" Hacer del hombre una máquina. "¿Cuál es el medio para ello?" El hombre tiene que aprender a aburrirse. "¿Cómo se consigue esto?" Con el concepto del deber. "¿Quién es su modelo en esto?" El filólogo: éste enseña a ser un empollón1. "¿Quién es el hombre perfecto?" el funcionario estatal. "¿Cuál es la filosofía que proporciona la fórmula suprema del funcionario estatal?" La de Kant: el funcionario estatal como cosa en sí, erigido en juez del funcionamiento estatal como fenómeno". (F. Nietzsche, Crepúsculo de los Ídolos)

"Apenas se encontrará aún en unos pocos eruditos ya viejos una comprensión básica de la filosofía kantiana. Porque los escritores filosóficos actuales han puesto de manifiesto un escandaloso desconocimiento de ella, que aparece del modo más indecente en las exposiciones de la misma, pero que también salta a la vista claramente tan pronto como se ponen a discursear sobre la filosofía kantiana, fingiendo saber algo de ella. Entonces es indignante comprobar cómo personas que viven de la filosofía desconocen en el fondo “la doctrina” más importante de los últimos dos mil años, una “doctrina” casi contemporánea de ellas". (A. Schopenhauer, Sobre la filosofía de universidad)

Luego, no es que no existan intentos serios de avalar teóricamente la afirmación de la verdad racional. Desde Descartes grandes corrientes de la Nueva Filosofía aspiraron a un arreglo entre teología y ciencia. “La facultad de ideas intelectuales (la razón)”1 desempeñaba el papel de mediadora. “Lo divino de nuestra alma consiste en su capacidad para concebir ideas”, leemos en los escritos póstumos de Kant. Semejante fe en 5 Como en el caso de otros fenómenos culturales atacados por la decadencia, el siglo XX repitió el proceso histórico. En 1900, año de la muerte de Nietzsche, aparecen las Logische Untersuchungen (Investigaciones lógicas), de Husserl, con el propósito de fundamentar una vez más, con rigor científico, la percepción del ente espiritual, la contemplación de lo esencial. Si bien Husserl se ocupó principalmente de las categorías lógicas, Max Scheler y otros extendieron su teoría para que abarcase estructuras morales». Desde sus comienzos, este esfuerzo lleva el signo de lo restaurativo. La autodisolución de la razón en cuanta substancia espiritual obedece a una necesidad interior. La teoría debe hoy reflejar y expresar el proceso, la tendencia socialmente condicionada hacia el neo-positivismo, hacia la instrumentalización del pensamiento, como asimismo los vanos intentos de salvación.

1.10. Del ocaso de la filosofía— Me pregunto, si es posible que nos encontremos próximos a un ocaso, advirtiendo la mayor miseria que se ha dado jamás en “el pensamiento” humano. Pues, ¿Hay alguna tragedia mayor que en la que se encuentra hoy la filosofía? Una filosofía que ya no tiene nada que decir desde que los intelectuales quedaron atrapados en el propio sueño de la razón, siendo incapaces de asimilar, adaptándose y poniéndose a la altura de los avances de una nueva ciencia & tecnología, en una sociedad cada vez más moderna, que derivaría en signo y representación de la civilización moderna; decidiendo luego ocuparse de cualquier cosa, menos de aquellas que realmente interesan. Lo cierto es, que “ahora y desde hace años sumida en una profunda crisis, olvidada por el hombre común y desterrada del plano practico (al marco de las universidades), la filosofía se contempla como la actividad marginal de personas “confinadas en (sus propias ideas) y pensamientos” al margen de la realidad cotidiana, y sin salir apenas nunca de su pequeña órbita profesional, de su mundo (ideas) y círculo más inmediato académico. Igualmente, la falta de entusiasmo, la moderación de los criterios y la disolución del alma en todo aquello material, vano y absurdo, han hecho que se pierda la costumbre de sentir el viejo consuelo de la rabia debilitando así no solo el vigor de nuestro corazón, sino también la necesidad de adquirir experiencias, y todo en favor de pensar y repensar únicamente ideas”. ¡A esto nos han conducido siglos de educación y de erudita majadería!" (Gritaría Ciorán).

Pensamos, que la filosofía nos puede ayudar a comprendernos y comprender mejor al mundo, incluso ayudarnos a encaminarnos en una dirección; sin embargo, en contra de los que muchos pueden creer, la filosofía no va a ayudar al individuo —si no es en provecho de la propia filosofía—, aunque, el individuo (sí) podrá apoyarse en ésta. Pero me explicaré. La filosofía no busca sólo conocimiento: un saber; sino y generalmente busca y si encuentra un conocimiento, digamos que práctico (como lo es un instrumento), pretende luego, y por este un establecimiento de ideas y doctrinas (un edificio), cuyas propuestas no siempre sirven al hombre (al individuo) sino que generalmente sirven a esa escuela, y luego a quienes cualesquiera sirva esa filosofía –“pues en función del momento o país donde se produzca, esa filosofía habrá de servir como ‘superestructura’ a la política del régimen o sistema de turno”. De este modo Aristóteles, aunque no coincidía en exceso, secundaba y participaba de la política de Alejandro; la escolástica, del mismo modo sirvió igualmente al feudalismo: reyes e imperios; y Kant, o el Kantismo a Bismark (Gustavo Bueno, conferencias, Heidegger). En resumen, cada universidad, desde el momento en que éstas se fundan, como parte y bajo la tutela del estado, ha promovido y desarrollado un pensamiento acorde con ‘el propio régimen’ que las fundó, o en su defecto, con aquel que las mantiene. Luego los (filósofos, caso de alguno) y profesores deben producir para esas universidades, que son propietarias de sus escritos y enseñar a otros las doctrinas pertinentes ganándose el sueldo; y hasta que no abandonan éstas, y siempre si el régimen permite la libre expresión, serán entonces soberanos en sus ideas, si no quieren, de otro modo perder el trabajo o, como en el pasado, algo más: su reputación. Por tanto, la filosofía, en principio no nos ayudará a ser (independientes nosotros en nuestras ideas) si bien, sí nos ayudará (a nosotros nos sirve) para conocer la historia del pensamiento ―el mundo pensado en cada momento del tiempo: filosofía no es sino una Historia del Pensamiento registrada― y con esto poder hacernos una línea temporal y lineal de éste pensamiento, que es el propio del hombre y sus políticas a lo largo de la historia (en nuestro caso de occidente). En definitiva, la filosofía no nos ayuda pero nos sirve para entender cómo, de qué manera y, por qué precisamente de esa manera, funcionaba de un modo concreto una sociedad. Y lo hacemos (lo entendemos) no por los medios dados (escuelas, universidades, etc. donde otros —subjetiva y de manera dirigida, interesada— nos lo explican), sino que lo hacemos desde aquel lugar, o mejor dicho por las personas que pensaron esa (algunos crearon) esa sociedad, que se desarrolla a lo largo de los siglos hacia (el momento que hoy vivimos nosotros). Una vez recorrida esta primera parte de nuestro camino, luego podremos abordar no la filosofía, sino a los filósofos, no como estudiantes o discípulos dejándonos adoctrinar, sino como individuos “observadores indeterminados” de unas ideas y de las personas que las tuvieron: de como se aplicaron y, sobre todo: de sus consecuencias, al observar la historia paralela).

 La filosofía jamás fue cosa de intelectuales, no crean eso. Quizá es cierto que hoy se pretende así: una filosofía académica (que sirve al sistema); pero aquellos primeros filósofos eran poetas, y al decirse filósofos aquellos sofistas se reconocían, así mismos modestos aficionados (observadores del medio) y, ciertamente, todos somos unos aficionados al iniciar cualquier camino hacia el entendimiento de la natura; nadie posee un saber universal y, menos la verdad universal de nada: cada cual encuentra la suya (su verdad, del conocimiento de las cosas y experiencias que estas le proporciona a lo largo de su vida). luego solo buscando y herrando hallaremos cada uno nuestra verdad,  nuestra realidad y sentido a nuestra vida: no la vida o la verdad que nos proponen e imponen por medio de cualquier idea otros, llevada luego a razonamiento (que será subjetivo de aquel), y nunca la verdad que nosotros vamos a descubrir. [El hombre puede sin duda componer ideas entre sí de los modos mas arbitrarios y fantásticos, y lanzarse con el pensamiento hasta los límites del universo; pero no dará nunca un paso más allá de sí mismo, porque no poseerá nunca otra especie de realidad que la de sus propias impresiones (Hume Trac., 1, 2, 6). Pero Entendamos lo de no dar un paso más allá de si mismo (cuando somos firmes en nosotros mismos y nuestras experiencias).  [Dos hombres de temperamentos contrapuestos están sujetos a dar respuestas diferentes a las cuestiones filosóficas. En realidad, es probable que las respuestas no sean ni siquiera contradictorias; serán, sencillamente, imposibles de coordinar. No sólo diferirán en su contenido, sino que serán dos géneros diferentes de respuesta. Un ejemplo nos ayudará a ver esto con más claridad. Supongamos que dos hombres discuten acerca de la materia de que está hecho el mundo, y mientras uno dice que todo es agua, el otro afirma que todo es aire. En este caso, los dos responden a la misma pregunta del mismo modo, pero sus respuestas son, sencillamente, contradictorias. Los dos argumentan sobre la misma base, cada uno de ellos puede aducir hechos comunes a la observación de ambos en apoyo de su opinión, y es posible que el uno acabe por convencer al otro. Pero supongamos que la siguiente pregunta: ¿Qué es el mundo, en último análisis?, está siendo discutida en un plano no tan crudamente material, en un plano más filosófico, y que uno de los hombres dice que el mundo no es otra cosa que cargas de electricidad positiva y negativa, mientras el otro afirma que es una idea en la mente de Dios. Es poco probable que gasten provechosamente su tiempo en argumentar ni que lleguen a ningún resultado satisfactorio para los dos. Son dos especies diferentes de hombres. Quizás el segundo está muy dispuesto a aceptar lo que el primero dice de la electricidad, pero no admite que ello afecte en nada a su propia respuesta. De manera análoga, el primero, aunque probablemente más inclinado a negar la verdad de lo que el otro dice, replicará quizá que puede ser o no ser cierto, pero que, en todo caso, no es pertinente. Las dos respuestas corresponden a los dos tipos filosóficos perdurablemente opuestos, y que se manifiestan en sus contestaciones a la que Aristóteles llamaba la pregunta eterna: « ¿Qué es la realidad?». No es una pregunta tan imposible de contestar como parece. Significa, sencillamente: al pensar en una cosa cualquiera, ya sea el universo todo, ya un objeto particular de los que hay en él, ¿qué es lo que consideras esencial en esa cosa, qué es lo primero que dirías si te preguntasen qué es? ¿Y qué es lo que consideras como secundario, y sin importancia? Todos podemos averiguar fácilmente a cuál de los dos tipos pertenecemos. Supongamos que la pregunta es la siguiente: ¿Qué es este pupitre?, y pensemos cuál de las dos respuestas siguientes se nos presentaría como más inmediatamente adecuada: a) madera; b) una cosa para poner encima libros y papeles. Estas contestaciones, como se ve, no son contradictorias, sino que son de diferente género. Y la inmediata e instintiva elección de una de ellas nos dice si uno es por temperamento inclinado al materialismo o a la teleología—(The Greek Philosophers. From Thales to Aristotle William K. C. Guthrie, 1950) p. 62]. Del mismo modo, Locke restringió el conocimiento humano a los límites de la experiencia, no pretendió con ello disminuir su valor (de hecho la experiencia de una persona (activa en la vida) puede ser la de otras 500 personas pasivas que no salen apenas de su casa y entorno); entonces lo que se reconocen son unos límites (estos en función primero de cada persona, singular, actividad y experiencia) luego de las propias capacidades , que entendemos universales en todas las personas, pero que recordemos, los sentidos son más agudos en determinadas zonas del planeta en un sentido o en otro, y por lo tanto distintos en su ancho y largo, pero igualmente estos se potencian, como un ciego potencia extraordinariamente el oído. Pero el conocimiento (y no la explicación del conocimiento que es otra cosa) deriva y ha de serlo así: a partir de la experiencia. Pero por qué nos dicen los libros: restringió, y sencillamente no dicen: que, encontró Locke que el conocimiento humano deriva de la experiencia (esto es: el conocimiento de una persona deriva de su experiencia personal en el mundo y en su relaciones con este). Bien, pues esto ocurre cuando de una idea (idea de que las cosas son, por ejemplo, de otra manera o más de lo que son) reconocemos un conocimiento humano insuficiente de dicha experiencia (la nuestra) (pretendiendo encontrar lo que aún ni sabemos que buscar) pues no podemos hallar, interaccionar mas allá de nuestros sentidos expuestos al medio. Hume alegará que la experiencia, por si misma no puede fundar la plena validez del conocimiento, el cual encerrado de sus límites, no es cierto sino solamente probable. (Pero la experiencia es cierta, y la impresiones de estas también son ciertas, por tanto dicho conocimiento es cierto y no probable: aunque alguien lo consideró insuficiente) pero es suficiente en tanto a ese conocimiento de la cosa, en ese momento y estado: en todo caso la probabilidad aumentará con sucesivas experiencias (pero para eso se necesitan muchas más experiencia, para tener un conocimiento más completo de la realidad de una cosa concreta).

Entendemos, y vemos que la realidad no afecta por igual a dos personas distintas (y únicas en su propias experiencias), que nos explicarán la realidad (suya, de cada uno) del mundo de manera distinta frente a una misma cuestión: pero igualmente frente a algo (cosa/ ente / ser), y donde solo tienen a su disposición las impresiones (subjetivas), las ideas propias que le acontecen y sus relaciones, del mismo modo encontrarán ( ambos) resultados diferentes a la misma experiencia, y a la vez (solo resuelta de sus elementos primitivos: dados a los sentidos ordinarios ) como observó el mismo Hume. Una realidad por tanto, de la que (en verdad) se observan unas luces, pero igualmente, de estas luces: unas sombras (la realidad no queda resuelta por completo; pero por que, acaso no se acusa la falta de un mayor número de experiencia puras) elementos primitivos (los sentidos) a lo que se entiende, hemos de sumar el sentido (ya no primitivo) del juicio:(la razón); esto es  ( las ideas que de las experiencias se sugieren al juicio).

Luego, sobre las ideas: Hume (como Berkeley) aceptará la negación de la existencia de idea abstracta, pues existen solo ideas particulares, tomadas como signos de otras ideas particulares semejantes a ellas. Luego entendamos signo (la función de signo) como posibilidad de que una idea evoque otras semejantes: para ello Hume recurre a un principio: el hábito… [Cuando hemos descubierto una cierta semejanza entre ideas que en otros aspectos son distintas (por ejemplo entre ideas de diversos hombres y de diversos triángulos emplearemos entonces un Nombre Único (hombre o triangulo) para señalarla. De este modo se forma en nosotros el habito de considerar unidas entre si las ideas designadas con un único nombre, por tanto el nombre mismo suscitará en nosotros, no una sola de aquellas ideas ni todas, sino el habito que tenemos de considerarlas juntas y, por consiguiente una u otra , según la ocasión. La palabra hombre suscitara el hábito de considerar juntamente a todos los hombres (apunto: incluidas “las mujeres”) en cuanto son semejantes entre sí, y nos permitirá evocar la idea (subjetiva) de este o aquel individuo en particular (Hume trac. 1,1, 7)]. Esta función puramente lógica que Locke y Berkeley habían tomado de Ockham, se convierte en Hume “en un hecho psicológico”, en un hábito que carece en sí de toda justificación.

Por todo ello, de aquellos pensamientos observados de los textos, a veces quirúrgicamente extraigo algunas de aquellas idas con pinzas, cuando estas pueden apoya algún punto de mi juicio y son acordes con mi forma de ver o exposición de algo (entendiendo lo positivo, en tanto: muestra la experiencia o la ausencia de esta experiencia del sujeto que lo afirma). De este modo busco en ellos apoyos y refuerzos, y encontrando siempre caminos que recorrer: pues si pensamos (entendiendo por nosotros, de nuestros saberes interpretando aquello que experimentamos, contrastado de lo que leemos) no es fácil que nos dejamos influenciar por ideas, no importará en qué medida o hasta que punto, pueda el individuo sentirse identificado con las necesidades establecidas por la sociedad o, en qué medida en ellas (o en un filosofo) encuentre satisfacción de su lectura, como la encuentro en mi caso de algunos: lo superará,  por su verdad resuelta de contrastar la idea con su realidad (subjetiva) y luego con la verdad (realidad objetiva) de las cosas que son y de observar cómo se comporta una ida o hecho expuesto a la realidad de la propia experiencia; luego seguimos adelante, aunque pese a muchos, siendo lo que somos individuos (ahora pensantes) pero recordando lo que también somos (de nuestros principios, en simbiosis con nuestro entorno), y no un subproducto o mercancía como se pretende, dirigido por medio de intereses y dogmas –aceptados, unas veces desde de la ignorancia, otras desde el derrotismo–,  sin embargo, es un hecho necesario, que hay que desterrar la necesidad y dependencia absurda del individuo actual en tanto aquello de lo que se rodea, y de cuanto se pretende necesario (necesidades) y saberes que no lo son, y solo nos nubla la visón. Y debemos hacerlo tanto en el interés de una sociedad saludable (por las generaciones que vendrán), como el de todos aquellos cuya miseria es el precio de su felicidad. Luego afilare arpones que a su momento habré de utilizar, pues "Su vida escoge el hombre, su objetivo, y ganará libre de error sabiduría, pensamientos, recuerdos que perdiéronse en el mundo / cuando el esplendor de la naturaleza embellece sus días, otórgale entonces a su espíritu nuevas vestiduras. En su interior, y así contempla la verdad, el más alto sentido, y las más singulares preguntas. Podrá el hombre conocer entonces el sentido de la vida, y nombrar su meta lo más alto, saber que uno es sentido, de la humanidad y de la existencia, Considerando que el más alto placer es la más noble vida"La Vida Más Elevada (Scardanelli) o, Johann Christian Friedrich Hölderlin,

1.11 Objeciones a la Ciencia—Pero la ciencia no queda atrás de la filosofía en estas críticas. Una ciencia donde al escrutarla con atención, se observa que mantiene dos varas muy distintas de medir, dependiendo en tanto aquello que trata o estudia: fuera o dentro de nuestro planeta. En el primero de los supuestos —aquello que sucede fuera de nuestro planeta— se muestra irreconocible y abierta de forma permanente a nuevas perspectivas, tesis y descubrimientos como los agujeros negros, energía oscura, teoría de cuerdas, pliegues del espacio-tiempo, etc., reconociendo en ello la existencia de nuevas realidades sin necesidad de verlas, deduciéndolas de forma indirecta (mecanismo este, se quiera ver así o no: próximo a la intuición o clarividencia) no cerrando las puertas, y admitiendo su ignorancia y esas otras posibilidades válidas del pensar. Sin embargo, en el otro supuesto —aplicado a lo que ocurre aquí, en nuestro planeta—ocurre algo muy distinto y enormemente reductor, donde todo tiene que ser medido, experimentado y solo es válido en tanto se pueda comprobar directamente. Luego los sucesos que no encajen en las teorías supuestas al uso (en el paradigma actual) se desprecian e ignoran, o se les fuerza a encajar de cualquier modo, incluso a costa de falsear estudios o la misma realidad.

A primera vista se advierte diferencia: como si ambos niveles (de una misma ciencia) no estuvieran intrínsecamente relacionados. Lo que nos lleva en la práctica, a que algunos científicos se hayan convertido en nuevos guardianes celosos de la ortodoxia, e inquisidores de una ciencia, en ocasiones más dogmática e intolerante que la religión, y todo en nombre de una diosa llamada razón extremadamente sectaria e intransigente que solo mira hacia fuera y nunca dentro (que ve la mota de polvo en el ojo ajeno y nunca la viga en el propio). Sin embargo, todo ello no nos habría de llevar al error de despreciar o criticar el pensamiento científico y sus logros, sino a afirmar una obviedad: que el método o paradigma actual no es suficiente, que no alcanza para abarcarlo todo (ni la realidad, ni la realidad de las todas las personas) lo que urge en un cambio: que no será sin esfuerzo, y por nuestra parte algo más que un poco de sacrificio. Para terminar, solo añadir que no comulgaré con ruedas de molino sobre lo que filosofía o la ciencia nos ofrece, dando por sentado Nada, o sobre cualquier cosa, objeto de estudio en estos textos, pues esa “razón (objetiva) y común a todos, aunque olvidado en muchos casos” se atestigua, al desafiar lo aceptado, tomando aquel camino que nos habrá de enfrentar a las propias sombras y ponernos a prueba, sea en la forma que venga. 

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