(06 ) LA NADA / ENTENDER LA NADA PARA LUEGO ENTENDER LA NADA /jordi maqueda

 


Entender la Nada, para luego entender la Nada

―Introducción ―La Nada a lo largo del tiempo― Nuevas perspectivas acerca de la nada, o sencillamente nada―La relevancia multidisciplinar de la nada―


Pensemos por unos instantes: si la Nada es nada, ¿cómo podemos concebirla? Si la Nada es nada, ¿por qué una palabra para referirse a ella? Si la Nada no es nada y es, por tanto, algo que no-es, siendo: solo en su idea, ¿a qué viene tanto darle vueltas a ello?

Lo cierto es que a poco se profundiza, encontramos que nada parece a primera vista más interesante que la Nada, “nada es más intrigante que la Nada”, y “nada más importante que la Nada” y, sin embargo, ¡no es nada! La Nada es uno de aquellos temas que se muestran atractivos a las ciencias y la filosofía: de esos que te hacen presa; una verdadera caja de sorpresas, repleta de paradojas que espera ser abierta, a la que se llega a través de un lenguaje hermenéutico al límite de lo prudente y expresable y, sin embargo, repito: ¡no es nada! Pero para poder entender esto, que bien parece una absurdidad, primero hemos de entender esa Nada de la que nos hablan, y entender su rol en nuestra sociedad y vidas. Debemos pensar y entender antes qué ha ocurrido con esa " idea de la Nada" a lo largo del tiempo, aunque sea brevemente, donde se la ha visto con muy distintas caras y funciones, perfiles estos de una Nada, siempre ajustada y modelada por la subjetividad humana y presta a intereses propios o religiosos (antaño) cuando no ocultada, por los propios miedos, nos dicen, pero ¿miedos a qué?

De aquella Nada original e “inasible” en su origen, le fueron asignando papeles y relaciones con un mundo al que no pertenecía: el nuestro, a modo de sofocar la angustia original que causaba saber de ella y no poder entenderla o ubicarla, al mismo tiempo, que de esta manera se cubría su carácter original (pretendidamente opuesto al ser) con un sucinto velo: “pues si hay algo que teme el hombre, más incluso que revelar la nada, es precisamente revelar su ignorancia,: cuando pretende explicar aquello que no-es, pues es contrario al ser que "es" ( a todo lo que es); una nada, por tanto, que no es 8 de ninguna maneta), que no fue (antes), ni puede ser (en el futuro), y que siempre se ha rechazado, entendida como contraria a lo más propio en el ser humano:  ser, que construye y habita, las formas que son. Como si con pensar la (Nada) fuese a reconocer aquello más terrible que nos atormenta desde el inicio de los tiempos: la inexistencia propia y absoluta…

Sobre la consideración de unas nuevas perspectivas sobre la nada, no creo que esta precise hoy de nuevas perspectivas: otra más, o explicar de nuevo dando una nueva vuelta o capa de barniz a lo ya antes y tantas veces expuesto (durante años) y que nos lleve a más confusión y controversia de la existente. Lo que precisa la Nada es entender su significado (no revelarla, como afirman otros). Si bien, igualmente precisaremos entender el papel de (esa otra nada) que anda entre nosotros: en la sociedad, ocupando ciertos roles —en la cultura, la ciencia, y que no la pertenecen: me refiero a esa Nada que se ve sin verla y que todos más o menos entendemos, para y como he dicho, primero reconocer entre la nada y La Nada y luego de esta última apartar el velo interesado que la cubre (y que entiendo, no oculta nada), dando paso así (no a lo que no entendemos / sino a lo que no queremos entender) revelándola tal y como, lo que (no-es) y aceptando esta Nada absoluta como (lo que no-es / y no existe) y quizá ahora sí, revelando con ello aquello que tantos temen revelar: que sea un error, un espejismo de la razón, y no otra cosa, por la que desperdiciaron su tiempo. Sin embargo, no verán a catedrático alguno (da igual la especialidad), reconocer que no tenía razón en algo, y por tanto que desperdicio su vida en un sinsentido, y de ahí la defensa a veces de este absurdo en las academias, pero no por defender el absurdo en sí mismo, sino el sentido absurdo de sus estudios y, por tanto, de sus propias vidas.

Para entender la importancia y relevancia de la Nada en nuestros días, tan solo hemos de comprobar cómo la Nada ha sido y es abordada desde distintos campos del conocimiento. No en vano, desde su carácter inicial, esta ha sido generadora de atractivo y seducción desde los distintos planteamientos del saber y una cuestión persistente desde tiempos de la Grecia clásica, donde los filósofos clásicos, en un esfuerzo, intentaron comprenderla: para luego ser los primeros en negar y rechazarla (La Nada absoluta). Sófocles, en sus trabajos, intento describirla; los atomistas y ahora los matemáticos la intentan descifrar asociándola con el cero. En la Edad Media desde san Agustín se le ha tratado de negar, para reivindicar la divinidad, el ser. Eckhart la unificó con la Deidad; algunos pensadores clásicos la ubicaron más allá del universo, y los astrónomos (astrofísicos) tratan hoy de localizarla, cuando la conciben como origen del universo y otros: los filósofos, en dialéctica con el Ser. Podemos comprobar, dado el número de disciplinas en las que se encontró y encuentra implicada, que la hallamos igualmente relacionada con algunas de las preguntas fundamentales que el hombre ha podido hacerse a lo largo de los tiempos y aún hoy se hace, como la vida y la muerte, la existencia o no, sobre el ser o no-ser, el espacio, la materia, el vacío, o el mismo “origen del universo”, y comprobamos como en todos ellos la Nada siempre está presente, y, sin embargo: el mismo nombre es una contradicción, pues es, aquello que ¡no es nada!

Pero entonces surge la pregunta, de cómo, algo que debería estar excluido de nuestra realidad, como lo está de nuestra percepción, está luego tan presente y la referimos como algo-cosa. Pues al hablar de la Nada, esta ya no pensamos en relación a un significante indiferenciado, como antaño hicieron los griegos. Pensamos y hablamos, por el contrario, teniendo "algo" descrito en la cabeza: habiendo cosificado una idea, una Nada, en algo abstracto que sin reconocerlo habitaba de alguna manera desde antaño nuestra mente, convirtiéndolo hoy en una cosa / realidad de algo (idea concreta), que podemos no solo representar, sino a lo que podemos dar sentido y lugar, sea en el vacío, el cero, o en un sentimiento de angustia por perdida en nuestra mente. Pero, de este modo, lo que enfrentamos no es la Nada “absoluta” sino aquello, o aquel significado de algo (la Nada) que a nosotros, al hombre de hoy se le representa, entendida entendemos y a partir de nosotros: la representamos hacia nosotros. Razón aun mayor por la que aquello que no debería ser, pero luego “es”, y al ser, precisamente deberíamos entender: que eso no es la Nada absoluta, sino una idea (interesada) de algo, que entendemos y es, referido como la nada.

Entre las dos grandes ideas de la Nada siempre enfrentadas, la filosófica y la cientificista —en estos tiempos aún más enfrentadas, si cabe (David Z. Albert Vs. Lawrence Krauss) — la idea primera “filosófica y estricta” parece mejor entenderla (refiero aquella parte de la filosofía que afirma que no deberíamos ni nombrarla), sobre la última “cientificista” que, y en principio ella misma (negaba) pero ahora no todos niegan: refiero en este sentido a Lawrence Krauss y otros; mientras el pensamiento lógico, y varias concepciones filosóficas han impedido la posible fructificación de una idea de la Nada vinculada a la vida real del hombre durante siglos―recordemos que el pensamiento occidental no ha dado credibilidad a las cuestiones sobre la Nada como, por el contrario, sucede en Oriente― luego es ahora la filosofía ahora, o una parte de ella, la que entiende y afirma que “al haber excluido a la Nada del pensamiento, nos estamos perdiendo buena parte del Todo” (dicen algunos filósofos). Pero ¿de qué todo nos hablan?, ¿a qué todo nos refiere?, y aquí es donde se rompen todos los moldes en un “tótum revolútum”… o Acaso la Nada de Heidegger, Sartre o David Z. Albert es más real que la Nada de S. Hawking & Hertog, Viatcheslav Mukhanov o Lawrence Krauss; o bien, únicamente ocurre que es más fácil de aceptar para los filósofos esa Nada: más cercana, reconocible y próxima en la angustia, mientras la otra Nada (relacionada con el vacío absoluto) permanece en un limbo sin ser esta cuestionada; acaso, no son la Nada (de los Heideggerianos) y otra Nada (de los científicos que la relacionan con el vacío) igualmente, dos velos distintos que ocultan lo mismo /la misma no-cosa, tan desconocida a los mortales como siempre lo ha sido... La situación nos requiere, y requiere igualmente de solución. Pues la ciencia y la filosofía, pero sobre todo la sociedad y si cabe aún más la sociedad occidental, ha incidido en todos nosotros —en nuestra forma de pensar e interpretar— de tal forma, que hemos concebido la existencia, la vida y el mundo de manera dirigida, miope y rudimentaria, parecida más a servir a un artificio, que como una realidad: nuestra realidad. No observamos ya las cosas por nosotros mismos (lo que son), no las miramos (salimos al campo y damos por sentado conocer todo aquello que nos rodea) que otros miraron y catalogaron antes por nosotros: los mismos que nos dicen, no solamente qué y cómo son esas cosas, sino igualmente, cómo han de ser otras; Incluso, nos dicen que está mal o está bien (casi siempre en función de su practicidad o utilidad). A ese punto hemos llegado.

Quizá interpelar la Nada por uno mismo, lanzándose contra ella, sea el mayor acto de sedición que puede hacer hoy una persona, cuestionando los fundamentos de todo aquello que damos por sentado (en palabra de otros): conocimiento cierto e inamovible, científica y filosóficamente yendo no, contra todo, sino hacia todo y de frente. Es este sentido preguntarse si es oportuno despertar el espíritu la Nada / hacerle saber que dudamos de ella/: negarla, pues no se nos revela / a la vez de poder considerarla en ese su sentido mayor —ese mismo sentido que ciencia y filosofía ignoran— parece un interesante viaje, donde como tal, el descubrimiento mayor, consecuente y de todos, será finalmente el de uno mismo: sus propios límites y capacidades, al emprender un camino a la comprensión y conocimiento, que (partiendo de nada) aporta un potencial transdisciplinar (donde se priorizan unas necesidades nuevas de conocimientos para poder luego conceptuar y juzgar) dentro de la que será una actitud holística que permitirá, quizá, entender la Nada (su idea) desde toda perspectiva que se reconozca abierta y honesta en nuestro camino de descubrimiento y su posible revelación o refutación. Así, al preguntarme, desde el primer momento, por qué decido interpelar a la Nada por mí mismo, ¿qué quiero yo de la nada?, no busco ya aquellas respuestas que puedan aportar a otros, sino que solo premia el cómo ponerme en camino / habitar el horizonte desconocido.

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