INTRODUCCIÓN
(0.0) En las Mazmorras (dentro) del Palacio Ishak Pasha, Ciudad de Dogubeyazıt―. (0.1) En el ámbito de la filosofía―.(0.2) Sobre: La Palabra― (0.3) Desde la Gramatología, (hacia→ poder entender de lo que es, lo que no-es)― (0.4) El lenguaje como límite y sombra de la Razón―.(0.5) De la sombra del límite, al camino asintótico de la Razón― .(0.6) sobre el abismo que separa a los hombres crédulos de la verdad de las cosas y (Empédocles de Agrigento) ―
POR QUÉ ME HAGO PREGUNTAS /POR QUÉ DESCONFIAR DE TODO
0.0- La necesidad― 1.1 Darle un sentido propio a nuestros actos― —1.2 Por qué me hago preguntas—1.3 Mantenerse despiertos. ¿Por qué desconfiar?—.
DEL OCASO DEL PENSAMIENTO
1.1."Los hombres mueren y no son felices"—. 1.2 «Todo destino es dramático y trágico en su más profunda dimensión»—1.3 El pueblo español se entrega, al suicidio— 1.4 Todo acontece por una causa— 1.5 Acerca del Trauma de la lucidez / Extraviarse en los tópicos—. 1.6El Minotauro y la Paradoja—.1.7. La filosofía occidental se halla en situación crítica—.1.9. El sueño de la razón produce monstruos—1.9.1 Los Escenarios del Absurdo—. 1.9.2 El Sinsentido de la Razón— 1.9.3. La crítica de Horkheimer a la (razón, de la) Ilustración— 1.10. Del ocaso de la filosofía—1.11 Objeciones a la ciencia—.
0.0 En
las Mazmorras (dentro) del Palacio Ishak
Pasha, Ciudad de
Dogubeyazıt, en el Oriente de Anatolia, 9 de Septiembre 2021, sobre la
frontera Turco-Iraní. Si lo
piensan, parece absurdo estar en un palacio del que se dice que es la
última gran obra otomana en pie, y que yo me sumerja directo a las
Mazmorras, justo después de haber divisado el horizonte
más extenso que vi jamás, abarcando la vista de Armenia, Irán y
Turquía, desde prácticamente los 5000m de altura, en un solo giro de vuelta.
Luego lo más curioso, pensé, es que esta foto quizá es la que mejor define
la realidad observada.
Estamos tan poco habituados a observar
(por nosotros mismos) los hechos (la realidad) de una manera objetiva, que
algunas afirmaciones aquí contenidas podrán sorprender a algunos. Sin embargo,
existe,
además de una ciencia que estudia y propone de modo general, igualmente, la
posibilidad de una observación individual e intima de la naturaleza y la
sociedad, donde al atrevemos a mirar→ siempre
alguna cosa (concreta ahí), cabe
la posibilidad de quitar su velo→ y poder entonces ver las cosas de modo singular
(diferente) a la forma como normalmente le parecen a otros, pero igualmente
distinto al de los científicos (independientemente del área de conocimiento
hacia→ y donde miremos (en conciencia reflejándonos de
aquello observado). Luego toda observación, debe o tiene por su objeto
esclarecer/revelar: hacer descubrimientos, y todo descubrimiento
cuando es, suele desconcertar, tanto al observador, en mi caso, como (en el
caso del lector) al que se le revela lo observado. Así pues, en lo
que respecta a la observación, es preciso que el observador se decida
resueltamente a no dejarse intimidar por aquellos→ resultados a los que le lleven sus
exploraciones si fueron conducidas libres de prejuicios. Luego, nada mejor que
la experiencia, como aquello que nos afectó
de un determinado hecho /suceso, después de conocido el resultado
de su desarrollo, y que se revela a [Posteriori], o
literalmente: a partir de lo sucedido.
(0.1) En el ámbito de la filosofía―. se emplea (a posteriori) para
referirse al conocimiento inductivo
como un proceso de reflexión (o razón objetiva
basada de la propia
observación) y experiencia propia (del
movimiento→ (hacia→ (la) materia corpuscular) para llegar (a→ unas) conclusiones
(particulares→ a partir de la propia observación, de→ uno (determinado i concreto) [Donde las
premisas (→indicios observados←)
afuera (de… desde) Δpoyan la conclusión )objetiva( l-uego aOdentro), ascendiendo i codificando este (de sus efectos i sentido (de lo
observado→
fines) α sus causas (primeras
que lo originan]. Refiero pues→ la experiencia (especia) como acontecimiento Y Fuente de
conocimiento→ (de mi propio conocimiento) Luego
Conocimiento (→en
General) y (→ a priori) se oponen, ambas y
radicalmente a (la esencia, del saber de la experiencia→ (a-posteriori). Y si buscar la paradoja
(y crear el problema: por medio de la pregunta) es propio de un sofista,
esquivar la verdadera cuestión (y luego explicarla sin recorrerla antes de la
propia experiencia) cuando los hechos la imponen, es propio de un espíritu sin
coraje, ni fe (de uno) en sí mismo (es→ de cobardes).
― (2.0) Sobre
la Palabra― La (escritura→ la palabra escrita) nos recuerda Husserl (en
El Origen de la Geometría) “no sólo es un medio auxiliar al servicio
de las ciencias y, eventualmente, su objeto, sino que antes de ser su
objeto, la escritura (la palabra escrita) ya (es) condición de la espisteme” es decir→ del conocimiento de “uno” [entiéndase→ conocimiento: de las cosas que conoce la persona y que “uno” sabe, por medio de (él), pero (igualmente→ por medio de (“la palabra escrita” cuando (es) proyectada (como conciencia de uno (hacia→ (ser- él – adentro O desde fuera→ en otro). Luego (“La palabra escrita “es”) y (“es” conciencia de uno→ proyectada por medio de formas dibujadas sobre un (𐤂) plano, que son: una forma curva que refieren volumen y forma (luego→ representan
cosas, eventos y nombres) (como conciencia literal→ (proyectada de uno /hacia→ otro) Y (que es- potencia, por tanto, de la voluntad (y necesidad de
la conciencia, en algunos, de→ “ser” verdad (de
uno) por la palabra (hacia→ otro). Luego, la palabra escrita (es) “Aquello” (por “la” que nos podemos proyectar (en conciencia) hacia→ ser uno (en) él→ otro) (a→dentro desde fuera) Y (en el otro→ comunicar nuestra conciencia). Luego… (Pensamientos→ Los
Pensamientos
Y Conciencia de Otro leídos (con→cediendo a la
significación de los caracteres (verdad) aO dentro) (estos antes→ Fuera (y - ahora a-dentro). Sin embargo, “la palabra” (es) hoy ―además→ de vehículo (מרכבה) para la conciencia /un carro (manipulado)
colmado de opiniones inútiles, ideas absurdas
Y mentiras, muchas veces reconociéndonos (de nuestras propias
palabras) proyectadas de otros y reflejados nosotros en ellas (luego→ nosotros: cuando no absurdos,
mentirosos, además de inútiles) O-NO (cuando
del libre albedrío, en los corazones, hay rectificación en el alma ) Y→ la palabra escrita “es” (entonces) vehículo de una (Palabra Y Verdad) que (es) conciencia, a la vez, de
aquel→ (en) él vehículo (dirigido) (a→fuera
por medio de “la palabra escrita” luego aOdentro de otro) que la reconoce y siente (reconociéndose de uno) y reconociendo→ (Palabra Fiel y Verdadera) reconociéndonos
(así→ en camino (de las palabras unos y otros (que reconocemos de uno)→ reconociéndonos iguales→ a otros como nosotros (de
la misma manera y de muchas formas) א (No de cualquier
manera, y cualquier forma) reconociendo también→ de las palabras (de lo no expresado del
texto→ la verdad) de “aquellos” ―que de (sus propias palabras (oímos
y leemos→ entendiendo (de
él)→ una sombra (proyectada) del texto, es
decir→ una verdad→ que no vemos (ni reconocemos)→ (de aquella persona
concreta) y su propia
conciencia proyectada de palabras escritas (que son como una brasa (hacia→ ser fuego (que luego
arde ― dentro y de otros (proyectado en la forma de esa otra persona (que
reconocemos → de acuerdo a sus propios actos pudiendo ser
leído→ poniendo
brasas en las lenguas, lenguas, luego en llamas que se moverán con gran poder y
autoridad (“Santo, santo, santo, Jehová de los
ejércitos; toda la tierra está llena de su (Gloria→ o (Kabod en hebreo)―“Isaías 6-4)
(Extrapolamos→ (Kabód → herramienta o instrumento peligroso) “En medio de los seres vivientes había algo que parecía carbones
encendidos en llamas, como antorchas que se lanzaban de un lado a otro entre
los seres vivientes”― (Ezequiel 1- 13). kabod (הוד)8 (ser→ peligroso,
pesado, y a la vez distinguido) los griegos tradujeron el término kabod en el siglo III ad
como doxa (δόξα→ opinión)… por tanto→ “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de Opiniones / creencias de El” (que solapan, y no allanan caminos a→ la verdad).
/--→ “El fuego resplandecía (No dice de→ en los brazos de un
candelabro), y del fuego salían
rayos (No
dice → rayos de luz). Y los seres (vivientes) corrían de un lado
a otro como el fulgor del relámpago (No dice (Ezequiel 1- 13/14) en→ su
propia noche oscura del alma, iluminando con su
propia luz ―que es fuego―a los ojos de otro, y mostrando su propio (y singular camino →
ascenso de él) hacia→ ElO Todo
Poderoso).
Los Sabios hebreos enseñan (lo podéis leer) que la letra laguimel ג y simboliza un hombre rico corriendo detrás de un hombre pobre, para darle caridad. (Equivale a la letra gamel fenicia (𐤂) Por tanto puede ser vista como el hombre caritativo, y el pie izquierdo de la guímel es como el pie levantado del río que va hacia la casa del pobre que es simbolizada por la próxima letra. La Guímel Se deriva de la palabra guemu→ que en hebreo significa tanto dar una recompensa como un castigo. Recompensa y castigo tienen el objetivo de la rectificación del alma, para que sea apta para recibir la luz de Di-s en su completa expresión. ElRambam (Maimónides / cordobes ), en particular, pone mucho hincapié en el libre albedrío, por ser fundamental, también para la fe judía. Esto es lo que insinúa la pierna de la letra guímel, que representa el correr del hombre rico (en espíritu), para brindarle la bondad proyectándose “corriendo” (hacia→ al hombre pobre) y este que lo pueda reconocer (y parte (ahora de él). Correr, más que cualquier otro acto físico, expresa el poder de la voluntad y libre elección (un banquero corre tras sus clientes / mientras el hombre humilde, corre por su vida (alejándose de él). Al correr, la pierna está firmemente en contacto con la tierra; a través de un acto de voluntad, el alma ambos corriendo afectan directamente la realidad (de las personas, de las que se detienen a hablar con él y de las que siguen su camino sin pararse a escuchar (al genio →que dice puede hacer tus sueños realidad, mientras inicia tu pesadilla
Y, cada día observamos esto: como la palabra es esgrimida representando ideas (representaciones mentales / artificios / si no fantasías llevadas a extremo de realidad), que luego al verse probadas (de su significante) en la realidad (literal), no encuentra correspondencia al (no-ser (aquello) significante y verdad (alguna) de uno (concreto) que la proyecta… pero (que es→ como pretender caridad en un banquero, que viene corriendo a tu casa, y al abrir la puerta te dice: vengo a ayudar Y, porque necesitas ayuda y verdad (crees, lo que escuchas→ de un banquero), perdiendo luego tu casa; Y solo después, pudiendo reconocer (del caso y experiencia de otros, una sombra de la que entendemos (ahí-algo) que no reconocemos de lo proyectado (significante de la palabra (AYUDAR, literal), El Talmud describe esta situación (de otra manera→ lo mismo), diciendo: de quien está cargando un objeto pesado, y otro hombre aparenta ayudarlo poniendo, sus manos sobre la carga, con lo que en realidad el primer hombre soporta todo el peso. Podemos denominar al segundo hombre "un ayudante bueno sólo aparente".
Luego
de la palabra (esgrimida y dirigida→ de una persona a otra), si hemos
entendido bien lo anterior, conlleva graves riesgos, de los que muchas
personas→ concretas (e ingenuas) son dramáticamente inconscientes (de
la manipulación del pensamiento y voluntad de que son objeto) Heidegger lo
reconoce (prueba) y también avisa, en la consideración que a través de ella, de
la palabra (el nombre), por el que es fácil caer en la desilusión, cuando es
producto de algo que (es) conciencia (de quien lo siente como → instrumento
(y de nosotros un medio para sus propios unos fines), que podemos reconocer
(del ejemplo anterior reflejándose uno de él, o bien→ No hacerlo, Y No
reflejarnos del significante de ella→ de un nombre (que No dice…, que No
quiero decir…, que No se puede decir… cuando No Siento [de las sensaciones (impresiones)- de uno en acto (hacia→ aquellas cosas (que no
concretas (pero)→ “que (hoy) son–ahí
cada una de ellas→ reconociéndome) y pudiendo (reflejarme→ (hacia→ otro que (igualmente / de su experiencia
propia la puede reconocer→ de nosotros (reflejada hacia él (ahí…) de la misma
forma (igual) Y de Nada] transmitido, este (conocimiento ―(episteme de Nada)→ como verdad y necesidad (hacia otros, que precisan de este conocimiento (de
nada)→ por la palabra…de la «doxa», que refiere la creencia común (y conocimiento universal acerca de las cosas
inconcretas, o meras opiniones de lo que no-es experiencia (sino
representación de→ una casa, un burro o un
pino hacía→ de otro (igual) y
que se reconoce de la de Explicación ―opinión de
otro― acerca una casa, un
burro o un pino hacía de
otros ( Y donde podemos reconocer igualmente, nosotros, la sombra ( y los
actos)“el ansía” que la proyecta y que (“es”) Sed de poder) de unos, mediante
otros → (Pero que puede→ ser-percibida (esta
“ansia”) pues ("ser es” ser-percibido"-(Berkeley), Y luego ser-reconocida (“ser-es” ser-reconocido: igual o de otra manera) reflejándose, o No, de ella (de otro (ser) y
(“ser” es (poder) ( y poder es
querer Poder→ reflejarse de otro ser
(ingenuo) proyectado, igualmente, del ansia, luego
hacia nosotros) y reconocernos (nosotros→(de aquel animal, dirigido sobre un vehículo o
carroza) a sacrificarse (todos los días
trabajando más que el reloj) solo
para satisfacer ("el ansia de poder") de otros.
De
tal modo, el hombre que lee, puede quedar sumido en una irrealidad como sucede
tan a menudo con muchos representantes de lo absurdo, que confunden lo esencial
(real) con lo no esencial (ficticio), difuminando así el genuino decir (a lo
que la palabra debería servir→ proyectar una verdad), poniendo en peligro
su función y significante esencial. Un peligro que, además, va más allá, pues
afecta no solo a los que escriben y difunden esa palabra o pensamiento, sino a
sus interlocutores (que se sumen en
dicha irrealidad→ en un camino ajeno del propio pensamiento→ pensamiento
de (otra) persona). Esto parece dramático Y lo es. Pues desde
pequeños estamos influenciados, por lecturas (palabras) proyectadas de otros /
e influenciados por la conciencia de muchos), encontrado (hoy) las estanterías
repletas y rebosantes de lecturas inútiles cuando no absurdas, que no aportan
nada más que confusión, confundiendo a algunos por más de 2500 años, con Nada
que decir (real) al que busca reflejarse e de él (que vive en el mundo real /
bajo el sol y las estrellas. Coincidirán conmigo que "Estos son malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y
todo el mundo escribe libros" — Marco Tulio Cicerón. La gente escribe, y
mucho→ no paran de escribir (libros sobre todo de las cosas que, o no-son
(o no conocen de la propia experiencia), pero en las que piensan (como ideas
propias/aquella proposiciones (abstracciones sin sentido, como la Teoría de la
relatividad) sin sentido en la realidad expuesta a nuestros sentidos), y no aportada
de la propia experiencia (un espacio / vacío entre los cuerpos; y… (Todos
nosotros conocemos a alguien que toma la propia imaginación como propia
experiencia y realidad), luego cualquiera puede escribir (de cualquier cosa (y
probarla, siempre que pueda ser refutada por la misma ciencia), lo difícil es,
que lo escrito (aunque mal escrito) tenga algún sentido (sentido de alguna
cosa: al menos de una cosa (concreta), más allá (de aquello (referido) a lo que
se pretende dar un sentido al significado (de un nombre (Espacio)→ que refiere
luego otro nombre (vacío) significándose) de sus
propias palabras: Nada
( § ) Los
textos escritos de filosofía, entendidos como «conocimiento
justificado como verdad» pensamos, que pueden ayudarnos a comprender mejor el mundo
(entender la verdad del mundo, de las personas y la vida), y por ello,
igualmente pensamos que la filosofía (entendida como verdad / justificado por
la palabra escrita) pueden ayudar-nos a tomar, correctamente, nuestras propias
decisiones. Sin embargo, la filosofía (tal y como la entendemos hoy en día: como pensamiento (razonamiento),
desarrollado a través de formularnos una pregunta (la quaestio)—, en
contra de los que muchos pueden creer, no va a ayudar al individuo, aunque (él)
(individuo) pueda apoyarse en aquella, en tanto, el tiempo le proporcione algún
entendimiento de lo que ocurre (con la filosofía), a través (de recorrer
objetivamente la dilatada historia del pensamiento recogido de aquellos textos
filosóficos (de palabra de los propios autores), y mediante el propio juicio, y
buen sentido→ establecido este de la propia experiencia de uno: frente a la realidad, a
lo largo de su vida en el medio en el que se desenvuelve: en el
mundo, proyectado de la forma que o contiene. No demasiado apta, esta empresa para jóvenes inexpertos:
cuando está claro que pueden ser y son manipulados por las instituciones,
precisando de un bagaje y experiencia “conocimiento de verdad” en la vida
real; es decir: precisando de una renuncia (de lo que se→ (es)→ (moviéndose
hacia→) para poder (ser→) reconociendo y (ser) reconocido por la realidad.
La
filosofía (a mi entender) no ha buscado: antes / ni busca (ahora) conocimiento,
es decir: no busca un saber (concreto),
sino que directamente: La Filosofía deriva en la
Razón, que es su razón de ser. Y (de su propia deriva) si encuentra (algo) en la arena de la
playa: “un conocimiento” (que le sea práctico), lo más probable es
que pretenda (de aquello) un establecimiento de ideas y doctrinas
(proyectando un edificio /o escuela) cuyas propuestas no van a servir al
individuo, sino que (generalmente) servirán a dicha escuela, y a quienes cualesquiera sirva esa
filosofía (o escuela) sino al propio autor [“pues en función del momento o país donde se produzca habrá de servir como
‘superestructura’ a la política del régimen o sistema de turno (como catalizador, de un modo de pensar y hacer común, determinado de unos
intereses), no así, servirá al individuo común
(que deja de ser un individuo) pasando a convertirse en otro componente de
dicha superestructura, uno más: como albañil, soldado, medico, etc. De tal modo Aristóteles secundaba y
participaba, aunque no coincidía en exceso, con la política de Alejandro; la
escolástica igualmente sirvió al feudalismo: a reyes e imperios; y la escuela
de Kant (Kantismo) aBismarckk (Gustavo Bueno, conferencias, Heidegger)].
En
resumen, cada universidad (y filosofía de turno), desde el momento en que se
funda bajo la tutela del estado (como parte de este), ha promovido y
desarrollado (de sus escuelas) un pensamiento acorde con ‘el propio régimen’
que las fundó, o en su defecto, con aquel que (ahora) las mantiene. Así,
(aquellos que están a sueldo en las universidades) deben producir para esas
universidades (y al estado las mantiene o subvenciona) las cuales son
propietarias, sino de sus pensamientos (de sus escritos), y educar (a la vez) a
otros en las doctrinas pertinentes (que potencien la superestructura o
paradigma existente) ganándose así el sueldo. Luego y hasta que no abandonan
éstas universidades del estado (o bien renunciando a estar a sueldo /
renunciando a lo que son, para (poder ser→ en su propio camino) no serán
soberanos en sus ideas, ni en ellos mismos (siempre determinados a no-poder-ser
(hacia→). “solo un Hércules puede contra los monstruos morales e
intelectuales de este mundo” — (decía más o menos Schopenhauer),
Por
tanto, pocos de todos aquellos
libros y escritos de filosofía, nos ayudarán (como individuos, a
movernos) (hacia→ ser soberanos→ en nuestro camino) / cuando de partida,
comprobamos que el propio pensador no-es soberano, en el suyo, ni en sus ideas
(estando determinados→ aquellos a sueldo), y debiendo seguir una línea
determinada (y preestablecida del propio paradigma, y seguidas por otros antes
que por él, y por otros antes que por aquellos: obedeciendo, siempre a alguien
que está por encima, /aunque, no siempre es así, pudiendo referir (en
algún determinado momento y lugar alguien concreto)→«Dejo mi cargo a
disposición porque ya no es posible ninguna responsabilidad. ¡Vivan la
mediocridad y el ruido!»― 21 de abril de 1934- Heidegger) pues: creerse
libre, no es solo es engañarse a uno mismo, por el Tiempo que Sea, además, de
engañar a los demás (con Ser)… sino que es el mayor de los engaños, que se acepta de otros,
sin (algunos de→ aquellos) pestañear o protestar.
Si
bien “la filosofía” (como objeto de estudio en sí misma /y observada con
perspectiva) sí nos podrá ayudar a conocer (de sí la historia del pensamiento y
a cada pensador ( del que nos podemos reflejar → en acto), por
la palabra, como consciencia, con (hacia→ otros y ser (proyectado de este)
a los demás, y con ello, intentar comprender, de alguna manera, el pensamiento,
que es (ser-y consciencia) de (él)-ser-humano
/ como especie agrupada en segmentos: grupos o estados, diferentes entre sí, y
heterogéneos en sí mismos (todos bajo el mismo manto) a lo largo del
tiempo.
En
definitiva, si somos pacientes, nos habremos hecho una idea de cómo funcionan y
se establecen, a partir de ellos las sociedades; y de cómo nos vamos haciendo (como
especie) /moviéndonos-cambiando: cayendo y levantándose (uno) de nuevo. Y lo haremos, pero no
desde la (interpretación de las instituciones o de otros) sino desde aquel
lugar (la palabra de uno→ escrita como conciencia proyectada del que
escribió (hacia quien lo pudiese reconocer (ser- y conciencia) de sus
palabras), que No derivaron en “instrumento” de poder, sino mas de critica por
los demás.
Luego,
y una vez comencemos a recorrer esta parte (de la historia, a partir de la
historia del pensamiento escrito de otros, (como conciencia de ellos/ de otra
manera( de esa manera escrita) podremos empezar a abordar no a la filosofía,
sino a los filósofos, es decir: abordaremos
a las “propias personas” que los escribieron (desde ese otro
ángulo y perspectiva: reconociendo de aquella (filosofía) igualmente un instrumento (vehículo) por la que poder reconocemos (una persona que se dirigen a otra persona)
de sus propias palabras reconociéndolo como aquel / que es: de otra
manera (él) / y en el que podemos reflejarnos reconociéndolos de sus propias palabras (hacia→) (a aquellos otros –de
nosotros- a partir de sus propias experiencias y saberes, en la
misma realidad y mundo / que reconocemos proyectada (de un momento
dado / en un plano / de una forma curva que podemos reconocer –ahí (a aquella
otra persona, luego aquí, (el) que proyecta (de su propias palabras a los
demás su conciencia (a quienes pudieran reconocerlo (de esa manera)
igual: una persona (consciente) que se proyectan hacia otra persona
(consciente) (por la palabra).
La
filosofía jamás fue cosa de intelectuales, no crean eso. Ni la palabra fue- ni
(es) → (para ser objeto de intelectuales). Quizá, es cierto que se pretenda
(por la palabra escrita) una filosofía analítica y académica; pero, los
primeros filósofos (todos eran poetas), y místicos más intuitivos que
razonables) que se reconocían aficionados (dados a nuevas experiencias cada
día); luego todos somos aficionados al escribir sobre el instante presente, en el acto de ser→ ahí Necesariamente,
hacia alguien concreto→ reconociendo (yo) de este momento (de una idea) ajena,
que no era nuestra, y una respuesta hacia→ algo concreto (que no
entendemos). Hallando de todo ello, en mi caso, una verdad, donde cada
cual encuentra su propia verdad (y para sí) → (recomponiéndose a cada paso
(hacia→ enfrentando siempre el tornado de la realidad.
Buscando
y herrando (hayamos),
cada uno nuestra realidad, y en ella (una verdad) la nuestra: no la verdad que proponen e imponen otros,
por medio de cualquier dialéctica: en instituciones, o escuelas; sino la verdad
que nosotros (por nosotros mismos y para nosotros) vamos a descubrir (de la
propia experiencia de la vida, en relación directa, con otras personas y con
todo (lo otro que es ahí) de nuestro horizonte dado. Pues en el
mundo “real” las cosas no se muestran y afectan por igual a dos personas distintas,
que encontrarán resultados diversos a una misma experiencia compartida. Por
tanto (de los textos escritos / hallaremos palabras (proyectadas → de alguien
concreto, que lo proyectan a él: él (es) (la palabra), por la que se nos
revela/de otra forma (aquello que la proyecta→ (la razón) (de “el mismo”,
proyectado (él) de esa forma (→por la palabra) (como propia conciencia: a
través del lenguaje proyectada (en un plano); pudiendo hallarlo de
(él) al autor (del texto) y proyectado / descubriendo ahí→ caminos
(recorridos de (uno/ igual de otra manera) es decir: por otro→ otras
personas como nosotros iguales, no en el mismo tiempo, ni de la misma forma/
aprendiendo y nosotros con ellos de su experiencia: quizá tanto o más que de lo que escribieron, por lo que callaron y oculto del propio
del texto. Luego (en mi caso concreto) no me importará en qué
medida o hasta que punto pueda sentirme identificado de las necesidades de
otros, establecidas o, en qué medida en ellas encuentre satisfacción: sigo
(moviéndome ) ( hacia→) lo que puedo reconocer y en lo que me puedo reflejar
(hacia→) ser / aquel (uno) entre otros, todos individuos (diversos)
pero capaz de ser consciente de los otros, de los demás individuos
desde su (horizonte) y de este: reconocer sus aciertos, pero
también mis errores / no precisando, de luego de aquel camino
que reconozco (errado) volverlo a recorrer de la misma forma ( sino al revés).
(0.3) Desde la Gramatología, (hacia→ poder
entender de lo que es, lo que no-es)
“De la Gramatología” (de Derrida) es la
ciencia (o digamos mejor un libro, escrito con palabras como conciencia
y pensamiento de uno hacia otros…, que hay que comprar) que estudia la
escritura o “pretende hacerlo”―estudiar la materia y formas de la que se
compone el propio libro―→ estudiar la evolución (de la materia pues) e
historia, etc... Pero , este (estudio) no se resuelve al servicio de un
conocimiento “revelador” de las formas materiales que lo conforman (refiero las formas de las palabras), sino que a→ servicio
solo de la razón, ampliando el horizonte de
desconocimiento (de la materia que pretende revelar) hilvanando→ luego por medio de
conceptos basados en Nada o
ideas→ que lo atrapan (de nuevo) enredándole en la misma Nada que, antes, jamás llevó a Nada ―concreto ( a nadie tampoco→ más allá, de llegar a
tiempo a trabajary en el camino (parar) tras
el relo-j-pararnos (a penar-pensary comprar con nuestra sangre i sudor proyectada (hoy→ en un plástico numerado,
de colores y plano: dicho libro). Un [Desconocimiento,
este, que ocurre como bifurcación de un apresurado pensamiento hacia una absoluta incomprensión del significado de las formas y… por tanto,
igualmente de las palabras→ sobre un plano proyectadas (de modo que representan formas
“curvas” con volumen y forma concreta→ una letra)→ como aquel lado curvo, y
dibujado a partir de un punto, que es el lado (curvo) de una forma (curva) que
contiene una información→ contenida) en una superficie 2D (en un plano 𐤂), y que revela de la forma curva (del plano) otra→ con volumen y
forma, 3D)→ un lado curvo, pensado del otro lado y escrito por delante → que puede leerse por
detrás (del otro lado), de recorrer de la vista la sombra y borde de la forma (hacia→ estas formas o letras (materia igual) luego
de.. hacia→ juntarse (una-s→ letras con otras, iguales (de otra
manera formas diversas hacia→ otra forma (mayor→
no lo mismo, pero de otra manera, la misma Una→
materia (i palabra) (proyectada de esa forma (en mucha letras (palabra) que
reconocemos de ellas juntas una→
palabra (significante i
verdad) igual de otra forma la materia→ significada (del mensaje que contienen entre
todas las anteriores (las
letras)→ palabra (hacia
(ser→ frases)… por las
que luego (se explican (otros→ el universo <partir de la
propias letras y palabras→
i verdad> afirmando que (El)→ Universo (i
nombre) se explica a sí mismo. Universo
(es) una→
palabra (de variadas y heterogéneas letras) del latín universus ("entero"),2
de ūnus ("uno") y versus ("en
dirección hacia→"), y este del
participio perfecto de vertō, -ere ("la
palabra dicha" → de… hacia→
referir una
verdad (a otro→ Nombre
→ que la pueda reconocer) de algo concreto que
podemos ver y vemos todos los días, de la vista con los ojos i de fuera, aOdentro, luego hacia→) ―mientras
otros→ son quienesy lo que piensan→
“ESCRIBEN” /sin / tras /sobre→ (él) →(que
es o son → en “una sola” y “palabra” (absurdos)
.
Según parece, y se comprueba, este (desconocimiento (a mi entender)→ ocurrió antes incluso de ocurrir realmente) es decir→ mucho antes de que, después, nos diésemos cuenta (conscientemente O→ mejor dicho :.: la filosofía, se diera cuenta conscientementey manifestando después→ que había ocurrido algo, que no podemos entender (que no se sabe lo que es→ (necesitando esta y ―una i sola― un poco de orden) pues ni saben definir/ ni pueden explicar qué les ocurrió (y vale decir→ que a partir de exponer la (su→ proposición de una reflexión propia “pensada” desde dentroy luego escrita a→ nadie concretoy como proposición escrita→ de una reflexión mental, en lugar de (ofrecer una información real y contrastable de la realidad (de sí mismo)a los otros, al menos a uno, en concreto, que se pueda reconocer de.. aquello-allí (hacia→ en) esto-aquí.
Luego, reconocemos
Sobre la
idea Holográfica (escrita (δה) es)→ la
teoría holográfica) una hipótesis, de otra manera→ igual, a la idea del
universo de la Teogonía (antes escrita), ahora T del universo holográfico
(igual, expresada y escrita de otra manera), aparecida en los años 90 del siglo
pasado, que sugiere que toda la información creada por nuestra realidad está
contenida (diremos escrita) en una superficie 2D (de dos dimensiones→ o plano). Según esta hipótesis, nuestro universo sería
algo así como ver en el cine (pantalla plana) una película en 3D (poco que añadir por mi
parte→ la ciencia se revela a sí misma→ de las letras (en su
propias palabras→ absurda (definiendo lo que es, pero no revela
verdad alguna / y reconocible ahí→ de lo que (nos dice a nosotros→
que es) Y llevándonos luego esto, a verificar (de sí misma→ de la
filosofía (como pensamiento subjetivo de uno dentro (hacia→ fuera (a otros (explicado)→ el obstáculo presente… y límite específico referido de la escritura (proyectada del lenguaje (de
uno)→ que reconoce (a otro) pero, que en este caso (el de la filosofía y filosofía de la ciencia→ no reconoce a nadie (→su objeto concreto) de
conocimiento (de su experiencia de él) Y, por tanto, alejándose ésta del verdadero
conocimiento i verdad, de los otros→ como advertencia hacia todos
nosotros) de sus operaciones→ (que son ideas (proyectadas→ de uno cuyo objeto y medio→ somos
todos nosotros) luego por el lenguaje→ como instrumento (de manipulación).
Esto
da lugar a señalara la filosofía→ como escuela sofística, más que ser otra cosa) y creadora de problemas (venidos
de intereses propios) donde antes no los había →sino que en la propia cabeza “incapaz” del que no piensa más que
solo y para sí mismo (pretendiendo sobresalir /sin salir de
la propia casa a→ cotejando problemas de verdad)― Y, por tanto, precisándose,
a mi entender y en mi caso concreto ― en ellos estamos→ de una redoblada
necesidad y fuerza de construcción (no de reconstrucción) hacia→ una nueva forma (de entender) lenguaje y
formas fuera (de uno y por otras→
a las personas)→ cuando se escribe (moviéndose → hacia otros) y que
habrá de ser, al menos de uno hacia→
“uno” en concreto, que pueda reconocer y reflejarse del sentido fiel y
verdadero de las palabras reflejadas de nuestros actos) Mas no reflejándome de
la proyección de conceptos, abstractos, luego dirigidos (a nadie en concreto→ acabando estos
sobre una sociedad (en general ajena), en tanto distanciada todavía, espero que
cada vez menos de→ una realidad en todas sus
formas, expresada a nuestros sentidos, pero no reconocida). Pero, sobre
todo, en camino y distanciándome de todo aquello que me distrae a olvidar, la
necesidad (propia) de ampliar mi horizonte de la realidad, no limitándome a una
sola esfera y razón (luego,
a→dentro del cerco de sus propios límites) cuando sin estar agotadas
todas las esferas de la realidad, se advirtió ―no de la necesidad social→ el deseo de esta
(generalizado hacia→
todos de ampliar unos conocimientos, no de la naturaleza, sino por medio de
pasar sobre ella, pisoteándola) Y hacia→
un mundo de representaciones (subjetivas, y de verdades que no lo son, luego
llevadas a término)→ superando, en este punto y de la filosofía (en
nuestra forma de pensar) aquellos límites dados (y establecidos del
sentido “común” y la propia razón objetiva (hacia→ los límites
abstractos de una realidad subjetiva hasta "el infinito" Y
"más allá"―de la razón de Nada, hacia→ nada y sobre aquellos
límites que no reconocemos (luego cruzados y después atravesados, como si
de un lanza se tratase superando sombras――→ hacia la forma
―sin entender de la sombra "ésta" en la forma (que todos
reconocemos) luego… He aquí, con El está su
galardón, y delante de El su recompensa (Isaías 40:10)
La Imagen fue tomada por el soldado Walter Kleinfeld durante La Batalla del Somme: una de las más largas y sangrientas de la Primera Guerra Mundial, con más de un millón de muchachos muertos (con apellidos, nombres familias y muchísimo miedo) entre ambos bandos, mientras se desangraban, llorando, y llamando a sus madres, tirados en el barro... Cuando acabó la batalla, ambos bandos habían comprobado hasta qué punto podía ser mortífera la guerra moderna (pero no aprendimos, y tampoco los pensadores aprendieron, pensando de aquello, luego si podemos llamar pensar y pensado a lo siguiente→ pensar, la humanidad es precisamente (moverse→ a esto
Nombramos
―y damos nombre a las cosas― según, a
nosotros nos parece→ que aquella cosa es, en base a unos
saberes adquiridos, a veces, saberes de otros→ personas
(concretas→ de su razonamiento, que no es (otra cosa que→ un
nombre)→ que a lo que sirve (es) a ellos) ― saberes por tanto: dados, y anteriores a la propia experiencia sensible
de la cosa, a partir de otros→ sin saber nosotros ―y por nosotros mismos― si aquello de lo que se nos habla es real (y
verdad→ del
árbol) si es un árbol concreto real Y Conciencia Fiel y Verdadera “del sujeto, que
afirma que lo conoce”→ de alguna forma él del propio lenguaje
que explica (al pensamiento adentro) de la propia experiencia (del objeto)
desde afuera a→dentro (luego a→ fuera (hacia→ mi (el objeto), y que pueda reconocer también
(verdad de él ahí /y conciencia suya Fiel y Verdadera de aquello
hacia→ mí, por él ahí→(▲) ahora) Y frente a mí, proyectado de su experiencia (y de mi
experiencia→ de un árbol (igual) poderlo (Y-o→) reconocer de él-que me lo refleja, igual (el
mismo, o de la misma forma en otro-lugar y
tiempo concreto, igual, no el mismo).
O bien… (si el
objeto→ árbol [(es) →dentro←)] y solo para
(él) de esa persona (y verdad, solo de la representación mental (propia)→ de
un árbol (en general /y subjetiva de esa sola persona) pero, que en realidad Y por el mismo (No conoce→ tal árbol, de su realidad
en la realidad manifiesta a los sentidos→ pues, no existe de la realidad palpable en el mundo→ sino en representación→ mental); pero que luego pretende sea→ conocido (el objeto) y
exista, reconocido para y de todos nosotros→ lo que solo es
objeto de su representación) y, por tanto, que pretende→ imponerme, es decir: que su realidad (fantasía e ἰδέα, de un
deseo resuelto en una representación, de lo que no-es-ahí→ en ningún lugar, o, lo que no-puede-ser→ (SEA→ Ser ) Y
(SEA→ también) de nuestra realidad Y, por tanto (yo
sea) realidad y parte de las concepciónes de unas ἰδέα-s, y fantasías → concebidas y resueltas)
luego→ como representación (de los deseos de otros hacia nosotros como
medio e instrumento de satisfacción→ (del deseo resuelto en la
representación (de un horizonte dado→ a todos nosotros)
¿Han
soñado alguna vez?, quiero decir Uds. ¿Soñaron de verdad paisajes posibles? Bien, pues si no lo
hicieron, es porque se van dormir muy cansados y hartos (de trabajar→ para otros) y pagar
facturas, de piso, coche y colegios de niños, para que luego esos niños (en el
futuro inmediato) trabajen también) (para otros) y los mantengan, y mantengan
satisfaciendo deseos ajenos de otros). Pero sepan, que hay gente que sí→ lo hace Y Sueña, pero lo mejor de todo es
―y esto no lo van a creer―→ que lo hacen a lo grande, luego
deseando y haciendo ansia del deseo de sus sueños Y realidad… y pueden→ sus
deseos ”Ser” realidad a partir de que los otros (ajenos en todo momento a lo
que ocurre de esa palabras lanzadas al viento) no puedan hacerlos, es decir:
haciendo que todos vivan (dormidos) en los sueños (hechos realidad) de otros
(de ellos). No debemos olvidar que para “existir”
no hay que despertar, sino primero despertar
(a Marte) Y gritarle ¡Desperta
Ferro! Ahí → a
la vida, que es sueño (Y) LUEGO (SER→ Uno (lo mismo (igual→ de otra manera O en otro lugar) hacia→ ese camino donde las cosas no son, sino lo que ellas quieren ser,
de ti, hacia ellas luego en tiO / sueño y realidad manifiesta
(es) de lo que hacemos (cada uno de nosotros en el mundo) hacia→ el mundo,
en el que somos, también… por los otros). Luego ―las instrucciones viene en arameo→ para que algo pueda
realmente existir (siendo (algo
concreto) (es)→ necesario reconocer primero y de uno
mismo (ese algo) existente que se muestra (hacia→ “ser reconocido”) en la
medida que uno la puede advertir (del corazón a sus sentidos) pues→ no podemos reconocer, ni
reconocernos en lo que no reconocemos (de corazón) de nosotros mismos (como
propio) luego→ de un horizonte dado, donde no sabemos bien interpretar de
lo concreto (y no podemos ser (uno / en los otros) al no poder reflejarnos de
ellos (de su hipocresía).
Así,
dos personas que miren al cielo por la noche, podrán ver o no, y una solo ver
estrellas (y oscuridad), mientras otra, verá Capella en la Auriga, Cástor y
Pólux en Géminis, Proción en el Can Menor, Sirio en el Can Mayor, Rigel y
Betelgeuse en Orión, Aldebarán en el Tauro, la Liebre, el Unicornio: esa misma
persona vera mundos, que son→ reales (aunque no los pueda entender, de su
propia experiencia); pero vera algo, que todos llamamos Marte, o vera Venus
cuando mira al amanecer o anochecer, al que se unirá Mercurio. Pero→ nadie advierte de mirar al espacio, estrellas
y planetas→
el infinito, ¿Y con esto quiero decir?, que el
lenguaje (al contrario de cuando miramos al espacio y nombramos Marte o Venus
aunque subjetivamente interpretado) no apunta a un objeto real (siempre) ni en
todo momento… sorprendiéndonos y apuntando, como una escopeta de feria y
pensamiento torcido igualmente abstracciones, luego extraviándose en vanos conceptos,
que ahí→ no-son (realidad). Por tanto, el sentido del lenguaje es meramente
arbitrario, por no decir en ocasiones→ ignorante, derivando de una voluntad que cabalga desbocada la
propia impotencia hacia realidades (imposibles, solo posibles de la razón),
pues el significado de las palabras, o de una palabra (concreta viene a
depender de aquello que refiere (significante en si misma→) luego Y de otro lado: las
palabras→ cuando no son Fieles y verdaderas→ significante de algo
concreto y real /→ lo que representan (es) a quien las
nombra y de ellas se refleja (en manifestación), proyectándose (como→ en un espejo (hacia→ los
demás, afuera, de la propia ignorancia)
Si
le digo a alguien, mi vecino (mecánico), que vi a Marte, este se puede representar la imagen de algo → del
planeta Marte posiblemente, que igual no conoce, o lo conoce→ de mirar al cielo, o solo
vio de él unas fotos, y del que cree sabe algo (o todo→ por lo que le han dicho o
estudiado de otros → que Marte es: rojo, y algo más
pequeño que La Tierra (poco más sabe mi vecino de Marte, como
que → (Marte (es) también nombre propio→ de
un dios). De modo, que cuando ahora le diga que lleva casco prusiano,
quizá mi vecino no entienda y le tenga que reconducir al Dios de la guerra y el hierro del cuadro de
Velázquez,
que (él) no ha visto jamás, y entonces lo imagine (mal) a partir de opiniones y
visiones de otros, de cualquier manera (a la guerrera) y de todas la maneras
(seguro) menos de una forma→ como
yo lo vi y entendí de la experiencia propia del cuadro de Marte (de Velázquez)
frente a mí, “pensando, y en calzoncillos”. De modo que una palabra
dice de Marte, o de una piedra (cuando hablamos de una piedra), lo que otras
palabras dicen, es este texto, de esa piedra, o de Marte lo que es, en
conciencia fiel y verdadera de quien se proyecta
de este mismo texto y de la propia experiencia (de Marte→ ese cuadro frente a mi) O
igualmente de la piedra, del conocimiento propio de ella (sensaciones e impresiones de una pedrada en la cabeza,
por ejemplo, que no-es lo mismo (aunque sea la misma piedra,
igual) que sostenerla en la mano de su peso y forma).
Sin
embargo, de las palabras de Wittgenstein, o Derrida que nos refieren una piedra
representada, es decir: que refiere ninguna piedra real― de la que hablan afirmando muchas cosas― no-difícilmente→ sino que de ninguna manera
dicen algo… verdadero y real) luego expresando → Nada real /es decir:
diciendo muchas cosas de ella y, a la
vez Nada, siquiera de una piedra en concreto…
…. Pero
-cuando yo uso una palabra ―Insistió
Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso― quiere decir lo
que yo quiero que diga… ni más ni menos. La
cuestión ―insistió Alicia― es
si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes. La
cuestión ―zanjó Humpty Dumpty― es saber quién es el que manda… eso es todo”.
Luego,
eso mismo, de otra manera ocurre cuando hablamos y se refiere del espacio (o refiere
de él, uno (que manda)→ afirmando (es) “infinito”, omque es
deicr que no tien una forma (ilimitado). Cuando, precisamente y
de lo finito ―antes de mirar arriba― no sabemos reconocer (abajo) del propio
mundo lo finito (proyectado hacia nosotros → como todo aquello que (es)
algo → de..) una forma mayor y concreta que no llegamos a reconocer
ni comprender, pero que (entendemos razonablemente→ que lo contiene
todo→ en unas formas que son→ limitadas Y reconocemos proyectadas
(de otra forma mayor (espacio entre las formas Y espacio del que hablamos sin
reconocerlo), Y esta, es, delante de nosotros, aunque no sepamos
reconocer (la forma del espacio / entre las formas / desde el lado de la forma,
visible, que SI podernos reconocer (del propio espacio, en él) es decir:
reconociendo y observando aquello, que entendemos→ una forma, a partir de
recorrer su lado de la forma con la vista→ borde (de una estrella)
que vemos, y de su borde entendemos ( la forma del espacio entre las formas,
que no vemos, pero entendemos aquella forma mayor que la contiene, y
contiene a todas las estrellas.
― (0.4) El lenguaje
como límite y sombra de la Razón―.El punto de partida de la reflexión
filosófica está determinado claramente por el concepto de ser. En el momento en
que este concepto se constituye como tal y frente a la multiplicidad y
diversidad de los entes despierta la conciencia de unidad del ser (... Pues
la Escritura dice: «Los dos llegarán a ser uno solo». Pero el que se une al
Señor se hace uno con él en espíritu. 1Cor.6: 16) surgiendo por
vez primera la dirección específicamente filosófica de la contemplación del
mundo. Pero por mucho tiempo más sigue ligada esta reflexión a la esfera de los
entes, pugnando por abandonarla y superarla.
Todos hemos comprobado lo complicado que
es, en algunas ocasiones, expresar aquello que sentimos de una experiencia (esa
idea que luego formamos en nuestra mente) en relación a lo observado: para la
que no encontramos las palabras adecuadas que expresen lo que sentimos, pero
que sentimos dentro y de muchas maneras. Pero lo es aún más, si lo
observado no está luego bien definido: definido más allá, incluso del propio
lenguaje y en relación hacia nosotros, a nuestro conocimiento: entiéndase
una comprensión de aquello frente a nosotros (de la experiencia sensible, y lo
que percibimos a través de los sentidos)
que ha de ser entendida por el sujeto por medio la contemplación
misma, del estudio y/o experiencias propias al respecto, o cualquier otro medio
de conocimiento que nos motive a entender lo observado. Motivación que nos
llega normalmente del propio asombro o admiración, y a veces, extrañeza que nos
causa la visión/contemplación de algo, pues entiendo esta la razón (el asombro)
como aquella de mayor motivación y predisposición, voluntad hacia la
comprensión de la experiencia que proporciona aquello presente.
Pero ver algo, incluso que no hemos visto
jamás (como un abismo), hoy no parece ser razón de asombro o admiración, o
voluntad de acercamiento a la experiencia y su comprensión para nadie, visto,
sobre todo, el desinterés de tantos mostrado al pasar por delante de los
diferentes entes: cosas, objetos y personas (sobre todo personas) / que no
vieron nunca, y pasan a su lado, sin siquiera mirar o reconocer de ella un
igual: otro ser. Caminamos por el mundo mirando sin ver, hablando sin escuchar,
ni decir nada. Pensamos que vemos, decimos y oímos, pero la prisa (del reloj)
evita que nos detengamos a reconocer y vivir el momento de aquello presente,
como acontecimiento (experiencia), sobre todo aquello presente alrededor
nuestro; luego no reconociendo de las cosas, lo que son, más allá de
la vaga comprensión que muchos tienen/ o tenemos, de tantas y otras cosas ( por
medio de las explicaciones de otros), y aún así ignorando todo lo que nos
rodea, y no mostrando mayor interés; ya saben: “a veces, una piedra es solo una
piedra”.
Lo malo de esta actitud [una piedra es
solo una piedra] es que nuestra imagen, o visión del mundo y el universo se
empequeñece, achata y aplana, cuando al ver una piedra solo vemos una piedra, o
al mirar al cielo sólo vemos oscuridad, y puntos de luz, definidos (nos dicen
que son→ estrellas en nuestro cielo: mas no vemos, buscando el
significado de esa luz, en ellas: y de lo material, la forma que la proyecta en
su espacio concreto, estando ahí y no en otro sitio, de esa forma, y por una
buena razón, más allá de aquellas explicaciones ofrecidas por otros
(por la razón). Por tanto no se engañen: las cosas son y la estrella está,
quizá solo para que la reconozcamos, pero no al definir la estrella, sino para
que definiéndonos nosotros antes, podamos luego responder a ella, la
estrella, y decirle: yo soy..., en lugar de dirigirnos a otros,
refiriéndose de ella (la estrella) y diciendo: ella es...
II
Para Wittgenstein, el mundo era lo
expresable (en palabras): así lo que no le era expresable en palabras ―tenía un
nombre que le definía―, y lo que no lo tenía, no había sido descrito,
quedaba fuera del mundo. «Los límites de mi lenguaje Significan los límites de
mi mundo, – afirmaba (Tractatus Logico-Philosophicus). Así pues, la realidad
para Wittgenstein era una imagen que resultaba de un lenguaje
descriptivo (complejo) y no de la impresión de la realidad en sí misma que
precisaba, necesariamente, de ese lenguaje descriptivo y metódico para ser
descrita y entenderla. Es por ello que lo no definido, sencillamente “no
existe”. De modo que para Wittgenstein como para otros, el origen, y
«fundamento» último de todo ser ha de hallar su expresión (locución) por
la razón. Pero, ¿cómo conocemos las cosas, entes, para poder luego
definirlas y darles nombre? ―“Desde el momento en
que se constituye el concepto del ser, y frente a la multiplicidad y diversidad
de los entes, surge de inmediato la dirección específicamente filosófica de la
contemplación del mundo. Por mucho tiempo la reflexión del ser se encuentra ligada
a la esfera de los entes los entes, pugnando por abandonarla y superarla(1Filosofía
de las formas simbólicas- El lenguaje /Ernst Cassirer), quizá,
ya entendiendo algo más, ahí, de la
imagen proyectada del ente: el ser del ente); luego,
el «fundamento» último ha de ser "hallar de todo ente la expresión de
su ser" y locución en el lenguaje; "pero por claramente que se
haya planteado esta cuestión durante siglos, la respuesta hallada, en su
determinación particular y concreta no tuvo ni tiene el mismo y universalísimo
alcance del problema"(Filosofía de las formas simbólicas- El
lenguaje /Ernst Cassirer). ― Generalmente, un ente individual,
particular y limitado es entresacado para, a partir de él, derivar genética y
genéricamente y luego «explicar» todo lo demás; luego, no nos
sorprendamos, cuando comprobemos, que lo que la razón señala y define
(proponiendo definición y poniendo nombre) como esencia y sustancia del
universo, no lo trasciende en principio, siendo justamente algo
extraído de este mismo universo: ordinario y mensurable a la razón.
De ahí que, por más que varíe el contenido de la pregunta, siempre permanezca
un mismo tipo de explicación en su forma general, y dentro de los mismos
límites e idéntico lenguaje metódico, del principio que establece como
fundamento de la totalidad de los fenómenos un ser individual sensible
(perceptible) una «materia originaria» concreta; luego la explicación se
idealiza de aquella materia, y en lugar de la materia surge más firmemente un
principio puramente racional de conjetura y fundamentación subjetiva.
Luego ¿Qué me define el lenguaje?,
cuando refiero a partir de lo desconocido, el lenguaje me definirá
entonces: aquella imagen sensible, y perceptible de lo desconocido,
por ejemplo, de universo: "infinito"; entiéndase,
igualmente, de lo infinito → "desconocido".
Luego la razón aplica: desconocido es… lo que sea que refiere y describa esa
misma razón (para cada uno de nosotros) / pero que seguirá siendo,
igualmente, desconocido. ¿Puedo definir el espacio?, y refiero ahora, ese
espacio, que consideramos vacío, existente entre los cuerpos en el espacio, mas
¿no sabiendo exactamente lo que es? Pero la ciencia ya he definido el espacio,
en un lenguaje descriptivo y (complejo) no falto de conceptos
relativos, abstractos y/o matemáticos) como: "infinito"―“la
filosofía es el arte de formar, de inventar, de fabricar conceptos”(Deleuze & Guattari, 1997) /"lo
infinito es tanto ilimitado como indeterminado, Anaximandro introdujo el
concepto de lo ilimitado (infinito): a-peiros) ― pero
que, y aunque lo he definido, sigo sin saber todavía qué es el espacio "infinito”,
y por tanto, sin una forma concreta) → que,
además, considero “vacío”, solo sé, lo que la razón me dice que el espacio es,
en tanto a como ella lo ve y entiende, de lo que ve, resultando: que está tan
vacío, como la vista y los sentidos lo puedan comprobar. Conclusión, el lenguaje
puede describir una imagen del espacio, que resulta de un lenguaje
descriptivo (complejo), dado a priori:
desconocido e infinito, pero no por la experiencia propia de
estar conscientes del espacio, sino que nos refiere a
conceptos y abstracciones (teóricas o, y matemáticas) por los que la razón:
pretende entender/y explicarse a si misma lo que califica de incognoscible e
indeterminado (infinito) y dado a los sentidos ordinarios) lo que es el
espacio → a su entender, de ese vacío (oscuridad) que no puede ver
forma en el. No aceptando de su ignorancia lo que desconoce, incluido: la forma
del espacio, vacío, que no puede entender.
"Sólo pedimos un poco de orden para
protegernos del caos. No hay cosa que resulte más dolorosa, más angustiante,
que un pensamiento que se escapa de sí mismo, que las ideas que huyen, que desaparecen
apenas esbozadas, roídas ya por el olvido o precipitadas en otras ideas que
tampoco dominamos. Son variabilidades infinitas cuya desaparición y aparición
coinciden. Son velocidades infinitas que se confunden con la inmovilidad de la
nada incolora y silenciosa que recorren, sin naturaleza ni pensamiento. Es el
instante del que no sabemos si es demasiado largo o demasiado corto para el
tiempo. Recibimos latigazos que restallan como arterias. Incesantemente
extraviamos nuestras ideas. Por este motivo nos empeñamos tanto en agarrarnos a
opiniones establecidas. Sólo pedimos que nuestras ideas se concatenen de
acuerdo con un mínimo de reglas constantes, y jamás la asociación de ideas ha
tenido otro sentido, facilitarnos estas reglas protectoras, similitud,
contigüidad, causalidad, que nos permiten poner un poco de orden en las ideas,
pasar de una a otra de acuerdo con un orden del espacio y del tiempo" (Deleuze
y Guattari 1993, p. 202).
Pero... yo estoy en un espacio, en tanto
mi forma ocupa un espacio definido, al que rodea todo ese otro espacio en su
perímetro. Por tanto, yo mismo soy un espacio, dentro de otro espacio. Luego,
qué define la razón cuando me define a mí, a partir de aquella persona que me
observa y percibe mi reflejo ―Define al hombre de su imagen proyectada―me
contestarán; pero, diga lo que diga y defina la razón, hay algo más que una
forma en una imagen visible y proyectada: hay también un espacio que la
contiene y proyecta la imagen, que yo veo del lado de mi forma, que igualmente
me define en mi forma concreta y (temporal). Luego, si al definir al hombre, no
puedo ni definir, a la vez, aquel espacio (forma) del espacio que lo contiene y
concreta (temporalmente) en su forma en un lugar, y no en otro del espacio
natural que habita: pues entonces, lo que defino, no es otra cosa que la
ignorancia existente tras el velo de la razón. Quiero decir, que por muchas y
enrevesadas palabras, escuelas o cátedras: todo tiene una forma, y toda forma
un perímetro que la define en su forma: a partir de su borde, o sombra.
Luego, si algo no está definido en su forma, a partir de su sombra
(considerando esta, a partir de lo observable de la imagen: de su perímetro,
como aquel borde o lado de la imagen) pues sencillamente “no existe",
no puede existir en la naturaleza nada, que no se encuentre, en aquel espacio
natural que contiene y define su forma concreta (temporalmente) en sí, y
que a la vez, contiene en su forma concreta a todos los entes que habitan en
ella, en su espacio natural: y que establece/ condiciona (propicia) las
correspondencias, así como relaciones de causa efecto de una forma (indirecta)
en otra, o (directa: consciente) hacia otra.
De modo, que mi madre me condiciona, a
través de dicho espacio (cuando se dirige a mi; me habla (y el sonido se
traslada por ese medio ―o forma entre las formas materiales, dado del límite
entre las formas) “condicionando mis actos: y definiéndome” a partir de que
dicho espacio me propicia la información desde ese momento (en el que por el se
proyecta: escucho, reflejada la voz de mi madre): yo me giro; la veo, pero
igualmente puedo no ver a mi madre, solo escucho su voz del espacio
circundante, espacio con información que me condiciona y define, en
mi espacio a actuar (en ese momento/ tiempo y lugar concreto), y
de todo ello, luego reconocer de dicho espacio (una forma/y medio) para
comunicarme, con mi madre; luego, (y a mi entender) la forma limitante del lado
de las formas visibles, concreta, en su relación con todas las formas, las
relaciones de estas entre todas ellas.
III
De la oscuridad vemos unas imágenes
proyectadas, por la luz, de las sombra. Bien: este es un primer límite o
frontera que se nos impone a la inteligencia y dado a la razón (a
entender/fuera de sus propios límites de lo observable), cuando de lo observado
en la forma visible, de su límite no vemos la forma invisible que la contiene:
dos formas, contenidas una en la otra (forma): dos formas, un solo ser. Pero
luego y desde la propia razón se nos impone: cuando, ingenuamente aceptamos de
su explicación “a priori” (por la razón) la teoría, sobre una verdad o principio
“de localidad, sin ir nosotros de la mano de la propia experiencia a
recorrer dicha sombra (si es o no algo) y comprobarlo, ni siquiera mirando la
oscuridad con nuestros propios instrumentos (los más avanzados sobre este
mundo: los ojos y la consciencia): Luego, y para que algo
sea presente a los sentidos y exista, antes debemos reconocerlo, en un acto
nuestro →de ser →hacia a aquello que queremos entender y reconocer:
de la luz, de la forma→ la sombra que la proyecta. Por tanto y antes de
aprender ciencia alguna, deberíamos aprender a reconocer y mirar, y mirar
reconociendo igualmente lo extraño del espacio, a partir de la forma
de la sombra que proyecta en este, y que se proyecta igualmente de las formas
(visibles), en su perímetro. Reconocimiento del que hallemos
un significado que lo defina, constituyéndose (esa forma) como la que la
contiene otras formas, dentro de una forma mayor, que nos contiene a todos: la
forma de la sombra, que conduce al ser que la proyecta, y proyecta todo lo
demás.
― (0.5) De la sombra del límite, al camino
asintótico de la Razón―. Razón contra la razón, o
superar la razón por la razón: determinar los límites de la
razón, esto es: revelarla de sus propios límites.
Así, el infinito, propuesto como idea (contra idea), y en su calidad de
horizonte absoluto de la actividad del pensar, referiría no meramente concebido
por Deleuze y Guattari como lo ilimitado e inconmensurable, sino igualmente
también a lo infinitamente pequeño dentro de lo que tiene unos
límites (la razón), o como lo infinitamente variable a partir de un
conjunto finito de elementos, o expresiones, y propuestos por el mismo lenguaje
de la razón: la filosofía y la ciencia.
I
De la lectura de algunas mentes
racionales, y no poco reconocidas e instruidas en nuestro País, como es el
caso de Carlos Blanco, surgen temas y preguntas, cuestiones
de lo más interesantes e inspiradoras y relacionadas con el ser (y el infinito)
y todas a rebatir, y que me he molestado en contestar, y hacerlo, más allá de
solo leer, como ejercicio o proyección de la mente.
Creo que hay mucho sobre lo que contestar
a Carlos, pues escribe mucho y bien. Pero en este caso y texto se cuestiona,
sobre si el ser, dios ¿es totalmente ahora mismo todo?, entiéndase: si este ya
es todo lo que es, o puede todavía ser más de lo que es... En este
sentido se propone al ser como idea y límite asintótico de la mente, no como
ser (manifiesto, existente). Luego, Carlos plantea al ser como una
pregunta (infinita), no como un ser realizado en el aquí y ahora del
universo existente", sino el ser o [“dios, como término y final de un
proceso de búsqueda e interrogación (idea) que proyecta la mente humana hacia
un límite y potencial Igualmente, infinito. (nos dice:“¿No
llegamos también a la noción de Dios por medio de un razonamiento, de un
itinerario argumentativo? ¿No descubrimos la idea de infinitud, sobre la que no
atesoramos experiencia positiva alguna, a través de un razonamiento lógico que
nos impulsa a trascender lo finito?”] — (La belleza del Conocimiento -
de Carlos blanco).
Pero surge ya el primer problema antes
incluso de comenzar, para Carlos. Pues para que algo le sea presente y exista
(y de ahí su pregunta o propuesta) para siquiera poder hablar (de lo que sea)
con propiedad, antes debemos reconocerlo: darle existencia, presente, en un
acto nuestro, consciente →de ser →hacia a aquello que queremos
entender, y reconocerlo: eso es-ahí, (dado de algo, por la experiencia propia y
sensible de la persona, percibido de ahí) mas quiero ahora entenderlo (no
explicarlo sin entender, o explicar sin conocer lo que no reconocemos en ningún
lugar y de ninguna forma, sino del estudio o la curiosidad, en ambos casos, a
partir la percepción de aquello, hacia algo, sensible de otros, interpretado
por otros) / de otro modo, sería imaginar algo y luego
representarlo, en un razonamiento, por la razón). Por tanto
deberíamos lo primero es aprender, y reconocer, mirar, y saber mirar
reconociendo, igualmente lo extraño, en mi caso, también del espacio (como
aquella pizarra donde aprender a reconocer lo que no podemos ver, ni
entender), a partir la sombra que se proyecta de las formas en este
espacio, y que es reconocible de su perímetro (de las mismas formas).
Un reconocimiento este del que
encuentro un significado que define, constituyendo (esa forma) como la que la
contiene otras formas, dentro de una forma mayor, y que nos contiene y define a
todos: en ese sentido, la respuesta que propongo (siempre a mi entender) es
que sí, y no. Primero, (el ser- o dios)
no va a ser más, de lo que ya sea, ahora en todas sus partes y dimensiones; y,
segundo: sí, lo es, es todo, y más allá de cualquier especulación, en
tanto, aquella que se afirma sobre la base del espacio el infinito,
y que este se sigue desarrollando. Otra cosa, será, la forma en que se
proyecta, o proyecte el ser, en tanto, una mente consciente de su desarrollo lo
pueda reconocer, e igualmente proyectar.
En este sentido y propuesto (por carlos)
al ser como idea y límite asintótico de la mente, y no como ser manifiesto,
existente y, planteado como una pregunta (infinita), vamos a
hablar, a partir, primero, del comportamiento y límite asintótico de la mente
(cartesiana) de dos dimensiones, desde el simple gráfico de una curva plana
(creo que este ejemplo nos sirve: la curva plana/ como imagen de
una mente cartesiana y racional, en dos dimensiones. Generalmente, las
funciones racionales tienen un comportamiento asintótico; esto es, tienden a
estar juntas en el infinito ―que es una idea o
abstracción de la mente: no existente― a medida que se extienden
indefinidamente (sobre la idea /de estar juntas) es decir que la distancia
entre las dos tiende a ser cero (0) juntarse en el infinito (que
repito: no existe).
La mente racional, entonces pretende, que
en el infinito racional, la idea de dios, llegará, en algún momento a
juntarse, con una comprensión completa y racional de dios,
pero ambas líneas racionales (la idea de dios, y la comprensión racional de
esta idea) nunca llegarán a juntarse, racionalmente, pues se refiere
dicha idea y desarrollo final, a una curva que no cae junto (a
algo). Esta interpretación intuitiva es
plasmada por Apolonio de Perga, en su conocido tratado (Sobre las
secciones cónicas), para referirse a una recta que no interseca a una rama
de una hipérbola. Luego partiendo como inicio de la curva de la
interrogación de la pregunta por dios, y su final propuesto (una distancia
cero) en la realización del hombre y para el hombre que proyecta su mente hacia
un límite y potencial Igualmente infinito (a encontrarse / con
aquella idea de su mente propuesta) sepamos, que no se
encontrarán jamás…
Dicho de otro modo: la idea de de Dios (entendido en nuestro caso como el ser por
antonomasia. Ontoteología), y
propuesta por Carlos de su pregunta, se plantea como una rama
suelta proyectada al infinito, que no injerta al tronco del árbol
para dar su fruto: o conocimiento real de la cosa propuesta (se suele dar
definición de asíntota a una curva que «no interseca nunca) avanzando en un
infinito, ambas, en este caso: idea y mente que busca respuesta a su
la idea, evolucionado a la par, sin llegar nunca a juntarse
(reconocerse) en el tiempo y espacio físico real, pues hablamos de
una curva/pensamiento racional que busca encontrarse con aquella respuesta
(hallada del infinito), como la curva busca finalmente unirse en el infinito (a
una distancia cero del lado), pero al tratarse del infinito
racional, dicha la curva o pensamiento de curva hiperbólico
/de la razón, o sin razón- de quien busca la respuesta en el infinito
indefinido (jamás hallará fruto: respuesta, como un conocimiento sólido y
válido ―que cae junto a algo que luego define: como cae junto a newton la
manzana― y, donde el único fruto de aquel pensamiento, es la razón que lo
justifica y se justifica a sí misma, de su pensamiento (asimétrico) / y
propia sombra: revelada en hipérbole irracional por quien la traza.
Así de lo propuesto por Carlos blanco,
para reconocer al ser/ o dios habríamos de recorrer el infinito, que por
infinito racional, no tiene fin dentro de la misma razón; una razón pero,
limitada a sus propios límites: donde el conocimiento del ser / o dios: habrá
de ser dado, sobre la abstracción de ideas en un tiempo infinito e
ilimitado, pero reducidos igualmente a lo infinitamente absurdo, a
partir de nuevas ideas: conjunto finito de elementos, o expresiones, y
propuestos de ideas infinitas por el mismo lenguaje y la razón: donde un
nunca llegamos, como no llegaríamos de cero a uno, por medio de fracciones
infinitas, mas solo reconociendo la existencia del la unidad, puedes empezar a
reconocer, de una forma: entendiendo de aquello: parte del todo.
(0.6) sobre el abismo que separa a los hombres crédulos de
la verdad de las cosas y (Empédocles de Agrigento) ― Según
algunas tradiciones, el último gran presocrático: “Empédocles de Agrigento”, se
mató arrojándose al Etna con 60 años cumplidos, cuando gozaba de la plena
devoción de sus seguidores, y después de hacerse acompañar por algunos de ellos
en un paseo por las laderas del volcán Etna (Sicilia). Lo cierto es
que su realidad está envuelta en trazos de leyenda que lo hacen aparecer
cuando no un mago, profeta revelador de verdades ocultas y misterios
escondidos. Quizá es apropiado recordar de Empédocles (su pensamiento) influido de las antiguas tradiciones mistéricas
griegas. Aunque lo cierto es que desapareció para no retornar (dice
la historia que exiliado) quizá forjándose entonces varias versiones en torno a
su muerte, la más conocida de todas, aquella según la cual se habría arrojado
al volcán Etna. Lo que luego daría paso a (creer→ de algunos) que existía
algo fuera de lo terrenal, y que el curso de las cosas humanas puede alterarse
para un hombre, “y de esta forma sus discípulos/
que ya estarían ocupados husmeando algún gran misterio,/ desarrollando alguna
profunda metafísica/ se encontraron, de repente, consternados, con la sandalia
del maestro entre las manos;/ una sandalia de cuero, palpable, usada, terrena”― (Brecht). Apareciendo aquella sandalia (como
legada) a aquellos que cuando no ven, de inmediato empiezan a creer (y pensar
cosas raras). Tales eran y son, todavía, las habladurías.
Cuando
me fui de Barcelona: desapareciendo, y sin avisar, desconocía que algunas
personas (entre ellas algunos amigos de la infancia―a los que hacía años que no
veía, y con los que por entonces no trataba― se hubiesen percatado de mi
ausencia, luego “empezando a pensar
cosas raras, como→ que había muerto (?). Así me lo confesó
mi amigo David (vecino y amigo de juegos de la Plazoleta, además de compañero en la banda de cornetas y tambores, al
volver a hablar con él tras muchos años por teléfono, muy sorprendido de encontrarme vivito y coleando;
mientras ajeno a todo aquello, vivía yo entonces entre Badajoz, Mérida y
Almendralejo, entrenando. Supongo, que algunos de ellos (de la misma forma, que ocurriese
con Empédocles, pero de otra
manera) se toparon con alguna imagen mía sobre cráter de algún
volcán― en alguna red social―.
Para Finalmente volver a ser (yo) una persona normal (vivita y
terrena) pero no, no como todos los demás (pues ya no publico en mi perfil de
Facebook) sino en mis blogs, donde escribo lo que pienso, y las imágenes
de los lugares que visito y personas con las que ando o me cruzo cuando me
muevo a algún lugar (pero siempre, con unas buenas botas, altas, y
de suela vibram, si ando laderas o cráteres de un volcán (en un lugar y momento concreto).
II
Si buscamos de
Empédocles en los textos de historia de la filosofía, encontramos que nos
informan de algunos datos biográficos, como su nacimiento, en Acragas
(Agrigento) en Sicilia, en una familia ilustre, en fecha difícil de precisar
que podría ser el 484 ac., así como de su actividad en la facción democrática
de su ciudad, que finalmente le llevará al exilio, donde fallecerá hacia el 424
ac. En cuanto a su obra, destacan sus ideas sobre el ser y lo permanente, como
una conciliación de las tesis de Parménides; y como tema principal, su teoría de la composición del universo basada
en cuatro elementos, aire, tierra, fuego y agua, y cómo dos fuerzas, la del
amor y la del odio, que son responsables de asociar y disociar estos elementos
en un ciclo sin fin. Por último, encontramos una referencia a su
adhesión a la teoría de la transmigración de las almas, rápidamente desdeñada,
incluyendo la crítica que hacen de esto Aristóteles y
Teofrasto. Empédocles Partidario de la democracia, fue orador, y médico
que sepamos, pues se cuenta que lo seguían “los que requerían vaticinios, y aquellos atravesados por desgracias, ya
en lo que respecta a una enfermedad o a la herida de un arma” Los filósofos
presocráticos II, traducciones
por Néstor Luis Cordero, Francisco José Olivieri, Ernesto La Croce, y Conrado
Eggers Lan (Ernesto La Croce es responsable del capítulo dedicado a
Empédocles), Editorial Gredos, Madrid, 1985, p. 139.
“Se vestía de púrpura y ceñía diadema de oro”,
leemos de Diógenes Laercio y, además “llevaba sandalias de bronce y la corona
délfica. Tenía el pelo largo; esclavos lo acompañaban, y él siempre severo y
sin mudar de semblante. Así se paseaba, y los ciudadanos que encontraba a su
paso creyeron eso señal de cierta realeza”.(” Diógenes
Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos
ilustres, traducciones por Luis-Andrés Bredlow,
Editorial Lucina /Zamora, 2010, Libro VIII, Empédocles, p. 321 (73).
Pero
“Tal vez" confundimos cuando llamamos filósofo al físico (hombre
de ciencia griego) observador de la naturaleza según la tradición jonia,
aún y cuando el eleatismo, (de Parménides) ha declarado aparente (la opinión,
referente al mundo) y por tanto engañoso el conocimiento sensible que le
concierne, mas no desviándose de la investigación el naturalista, el
cual (referimos Empédocles en concreto) y que sin dejar de tener en cuenta
las conclusiones del eleatismo, no implica aceptarlas Para quien (como él) continua según la
tradición (a partir de la experiencia natural) iniciada por los jonios, ―"¿Pero por qué me ocupo de estas cosas, como si realizase una gran
empresa, puesto que me hallo por encimas de los hombres mortales en todo
desgraciados?" (palabras
del mismo empedocle→ Los filósofos presocráticos II, (Ernesto La Croce es responsable del
capítulo dedicado a Empédocles), Editorial Gredos, Madrid, 1985, p. 285―. Los jonios (de mileto) presentaban una
visión de la naturaleza en términos de entidades metodológicamente observables e
inteligibles (y reconocibles) por sí mismas, con lo que puede considerarse a la
suya: aquella investigación física de las cosas que son (frente a nosotros) y
en las que nos reflejamos de ellas (como ellas ―de otra forma→ nosotros, dentro
de un mismo horizonte dado a los sentidos (sentidos por las que las percibimos
y nos reflejamos de aquellas (iguales a nosotros y nosotros a ellas→ en
el mismos lugar y tiempo, de otra manera (siendo). Por este motivo Aristóteles se refirió a ellos
como los «físicos», dado que buscaban la explicación de las cosas únicamente
según principios naturalistas.
Pero
referido de las tradiciones y leyendas que arrastra Empédocles, sepamos:
que no todos los hombres, sino casi ninguno→ ninguno de los que yo conozco
suben con sandalias o chancletas a un volcán activo
(hoy) de 3000m ―ni de menor altura (para situarse en el
borde (al que primero hay que llegar (moverse hacia/ aproximándose) y
soportando el tremolar del cráter , recordemos, de un volcán activo (luego
impasible sobre el borde del mismo (sin una buena razón para hacerlo). Por
tanto,“ese hombre embriagado de Dios que purificó el alma desprendiéndose
de su cuerpo decadente” ― según lo define Hölderlin en su drama
― (No) puso
de manifiesto el abismo que separa a los dioses de los hombres, / sino que
reveló el abismo que separa→ a los hombres (sus ideas, expectativas y
fantasías) de "la verdad" (y realidad) de las cosas, poniendo de
manifiesto su ingenuidad→ Ingenuidad
de quienes creen, y desconocimiento (en este caso de los volcanes) de los
que “piensan o fantasean creyendo todavía "que al cráter del Etna o de
cualquier otro volcán activo (lleno de escoria volcánica se
llega→ al borde mismo del cráter (a asomarse), como aquel que
da un paseo (recordemos→ hasta los 3000 metros) sobre un terreno
inestable y peligroso (repleto de galerías subterráneas y rocas sueltas y gases
mortales) muy traicionero, pero cuánto más aún de complicados son los últimos
cientos de metros al cráter→ entre tefra (ceniza, lapilli) restos escoria( cristales
en el aire que ciegan los ojos, junto al azufre, y... los (posibles) bloques y bombas volcánicas (que pueden surgir
arrollando en cualquier momento), donde menos aún contemplo que nadie
pueda progresar en sandalias o chanclas... (Por cierto si los ascensos
son difíciles, los descensos en volcanes de altura activos, puede ser caóticos
(de espaldas al cráter y a lo que cae): con acumulación de ceniza / tefra, la
pierna se hunde hasta casi las rodillas, luego en el caso de rocas de
diferentes tamaños y suelta, descendiendo, hay que clavar el tacón, para
estabilizar la pierna que se hunde y desplaza corriéndose con las
piedras (que caen rodando hacia los que van delante).
Cuando quien de la propia experiencia rememora, buscando el
deleite que produce el volverlo a contar, entonces se lo proporciona a otro,
para que lo saboree como propia… únicamente el miserable lo desdeña, (...)
(Arriba) Borde del cráter
inestable del volcán Telica (Nicaragua)/ por detrás mía derrumbes de la
pared interior de rocas dentro mismo del cráter que taponan la salida de
material cerrando el domo, lo que luego provoca explosiones regulares y
lanzamiento de proyectiles (o bloques de roca) de gran tamaño sobre el
propio volcán (lugares y personas cercanas) y a larga distancia (km). Recordar
que toda la zona activa es plena de gases (en el suelo y en el
aire) también de elementos radiactivos medibles derivados (proyectados)
del Radio, y que no se ven, ni pueden hueler (como el Radón)
El radón es un elemento
químico perteneciente al grupo de los gases nobles. En su forma gaseosa es
incoloro, inodoro e insípido y en forma sólida su color es rojizo (un color
que, por cierto podemos apreciar en las nubes / en Extremadura / donde abunda
el Radón (Rn) en cantidad (número de unidades, y volumen relativo) de
acuerdo al lugar que ocupa (concreto) sea este lugar, en el suelo o en el
aire. (El Radón en las erupciones Volcánicas
(Ver)
Lo
único cierto al permanecer esta leyenda alimentada por ilustrados y románticos
de antes y ahora, hasta nuestros días (es que ninguno de ellos→ ilustrado,
o romántico (alemán, y concretamente Friedrich Hölderlin) se
había acercado jamás "conscientemente" a un volcán como
para reconocerlo (ni siquiera estando él, paseando, y esté bajo sus
propios pies (Región Volcánica de Eifel)→ y que lo vio
nacer en (Lauffen am Neckar), o de sus señales (por las musas)
cuando hablaba de Empédocles (no reconociéndose (de su palabras y
conciencia) proyectada (hacia → quien se pueda reconocer de él
(fuera) paseando sobre el cráter de (un volcán (activo) y (bajos
sus pies),y
que es en el mismo lugar, donde tiempo atrás se asentarse su
pueblo (tribus del norte asentadas en lo que se conocerá como Germania, y
concretamente en (Renania Norte-Westfalia Y
Renania-Palatinado ) y (precisamente sobre un
gran volcán o caldera) que tampoco reconocieron (dormido) ni
aún asentados sobre sus cenizas. Pero Tampoco los alpinistas modernos centroeuropeos del s
XX se interesaron jamás por los volcanes activos (motivos evidentes
tendrán... no solo no querer morir), ascendiendo a cumbres heladas de montañas
en los Alpes (es decir: dirigiéndose (hacia→ a aquello que
reconocen de su propia naturaleza e instinto→ como
que le es propio y reconocen de sí mismos, que llamaba su atención, y en lo que
se reflejan (de ellos).
De
otro lado, en La Palma ha habido registradas siete erupciones; en Tenerife se
han registrado cuatro; en El Hierro, una y en Lanzarote, otras dos / Y Diego de
ordaz, sorprendido de lo expeditivo del Popocatépetl (en México) lo subió,
activo en 1515 de 5400m (y en actividad).
Sin embargo, y espero que disculpen mi sinceridad, no imagino a Friedrich
Hölderlin, ni a ningún ilustrado saliendo a la naturaleza silvestre, y llamado
de su naturaleza a subir volcanes activos (sin su reloj) como el que da
un paseo hasta un museo el domingo, y menos
aún con aquellos zapatos que se usaban en el VXIII y que
muestran las pinturas de época ). Poniéndose de manifiesto, no ya el abismo que
separa a los dioses de los hombres, y lo eterno de lo terreno, sino a los
mismos hombres (crédulos) en la verdad de las cosas (relatadas, nombradas o
explicadas), por quienes son ajenos (a estas) de la experiencia de esas mismas
cosas: como lo que son), pero igualmente de los volcanes, cuando nombran
volcanes activos (y a quienes anduvieron sobre ellos), como si conociesen
(dicho volcán), del mismo modo que nos hablan después ("como
sabiendo" de todas y de cualquier otra cosa, a priori→ sin
conocerla (ni reconocerla (de sí) reflejándose de ella, sino como el más ajeno
a ella (de su experiencia( hacia→ nosotros expuesta), ni conocer de
propia mano nada, de lo que (sólo)→ por la razón) conoce,
pero a los demás nos explican "y que entiendo " asemejan a
deseos que pasaron sin cumplirse; ni merecer una noche de placer, o una
mañana luminosa" (Cavafis)
ACERCA DEL HOMBRE DESESPERADO
DE LA EXISTENCIA
1. El hombre desesperado. Cuando
me diagnosticaron cáncer, recuerdo que unos me miraban como si mi destino
fuese diferente al suyo; otros, lo hacían con lástima, sin observar antes
lo lastimoso de sus vidas, y como si ellos nunca fuesen a morir: como
si unos pocos años supusieran diferencia y aquellos que suplican vida eterna,
fuesen a obtener otra cosa más que polvo como recompensa. Como si negar la
muerte fuese solución, cuando no hay negación que no contenga en sí, en forma
de afirmación, aquello contra lo que se pronuncia. Pero ¿quién quiere la vida
eterna? ¿Acaso existe eso? La eternidad es una cosa y muy distinto es
abarcarla, y más absurdo pretender conquistarla. No elegí nacer,
tampoco morir, pero me siento afortunado en el caso de no sobrevivir: la
eternidad no es vida para un hombre, y la muerte es la calma y reposo final al
que cualquiera aspira. Pues vivir es también morir (un poco todos los
días), y fue la muerte la que dio (todavía) mayor sentido a mi vida. Luego
mucho he meditado (casi 35 años tras el accidente, y 15 años después del
cáncer, voy para 56) pues si en la vida encontramos que todo son preguntas,
igualmente, llega el momento cuando se convierte ella misma (la vida) en
pregunta: en ese efímero detenerse en el proceso al manifestarse está
revelándose a la razón que la contempla. Allí he imaginando toda mi
vida: en ese preciso instante (atrapado en el tiempo) y sin saber nada de una
muerte que para conocerla, de cierto, antes hay que vivir; pero para poder
entenderla no bastará con vivir, ni siquiera sirve el terminar de vivir: cuando
para poder entender la muerte, tendremos antes que entender la vida que nos
toca vivir, y el por qué, en algún momento hay quienes (cada uno a su manera)
renuncian a ella.
2. "El pasado es recordado muchas
veces dramático; el presente angustioso, y el futuro se intuye incierto",
dominado por ese miedo que amenaza con apoderarse del alma"; sobre
todo, si tu madre acabó de cumplir 92 años. Todos temblamos ante el
sufrimiento y la pérdida: necesarios para toda comprensión de la vida del
hombre. Diríase que la existencia de las personas se halla permanentemente en
un estado de profunda miseria, y pendiente siempre de dar sentido a aquellos
avatares que devienen de la propia vida. En todas las épocas, culturas y
religiones el hombre tuvo que enfrentar la misma cuestión del dolor, el
sufrimiento y el sentido de su existencia. En definitiva, cada
persona (como yo mismo) ha tenido y tiene que vivir y convivir con
el propio drama continuo que supone existir en este mundo. Pues cada
uno de nosotros parece nacer a una vida: en un solo sentido y hacia un
determinado destino; pero si ese es nuestro sino, también es cierto que
otra cosa es nuestra condición "humana / reflejo de la propia
naturaleza que habita este hermoso planeta" y que empuja a una planta,
a una persona o a una nación a seguir hacia adelante, y que aún atrapada entre
baldosines y aplastados por el asfalto llegará a florecer (con la metralla de
toda una existencia hundida en su carne). Luego si nuestro sino es vivir
con dolor, nuestra condición es "seguir adelante aún con dolor”. El
ser humano desde que nace se forja y crece con retazos de dolor, y cada
dolor es preludio y anuncio de aquello ineludible. Pues existen tantas cruces
plantadas en este mundo como vidas de personas ha visto nacer, y cada
nacimiento no anuncia otra cosa que su propia muerte.
2.2 Encontrarán ensayos, libros y
tratados escritos por algunas personas al respecto del sinsentido de la
existencia, y que pueden resumirse en que la vida no tiene sentido para
estas: esa es la principal declaración y obviedad que encontramos por
parte de quienes afirman experimentar la desgarradora sensación de apatía por
vivir, por medio de una especie de desconexión de todo lo “real y natural” que
les envuelve. En este punto
encontramos personas, muchas reflexivas, que profundizan en cuestiones de
trascendencia: a partir de aquella falta de libertad que acusan —(donde me
reconozco yo mismo de un tiempo muy crítico)—, derivado
después en una presencia impulsiva en las redes sociales, donde
se revelan de las propias declaraciones, trasladando la responsabilidad tanto
del aislamiento como de la propia apatía a las injusticias o situaciones
sociales, empezando por la inseguridad, y terminado por las guerras, pero
sin hacer nada por acercarse (entender — moverse ellos a comprender por
si mismos—y explicarnos de sus propias experiencias aquellas injusticias de las
que nos hablan: luego no proponiendo, ni saliendo del aislamiento de
su habitación, el móvil o el ordenador) y avocándose, por momentos cada vez más
a un profundo vacío existencial (no
evidente), un sueño “real”, pero “un sueño” el
cual le engulle y devora con más fuerza a cada día.
2.3. Pero para comprender esto que quiero decir, (me remito al estudio de PD. Ouspensky,) debemos primeo entender la diferencia entre los estados de conciencia, y para ello tenemos que regresar al primero: el sueño, un estado de conciencia completamente subjetivo, donde un hombre está sumergido en sus sueños, no importa si luego los recuerda o no, esa no es la cuestión ahora… Aún así, estando dormido a este le llegan algunas impresiones reales: sonidos, voces, calor, frío, sensaciones de su propio cuerpo, que no suscitan en él sino fantásticas imágenes subjetivas. Luego el hombre se despierta. A primera vista (estar despierto) sugiere un estado de conciencia completamente diferente al anterior (el sueño) pues uno puede moverse, hablar con otras personas, publicar en internet, hacer proyectos, ver peligros, evitarlos y así sucesivamente. Parece lógico pensar que se encuentra en una situación mejor que cuando estaba dormido. Pero si profundizamos un poco más, y echamos una mirada dentro de su mundo interior, dentro de sus pensamientos (a través de lo que publica, por ejemplo, o de sus acciones: dentro de las causas de estas (luego sus fines), comprenderemos que está casi en el mismo estado que cuando estaba dormido: sigue soñando, pero es peor aún porque en el sueño él es pasivo, esto es, no puede hacer nada. Por el contrario, en el estado de vigilia, puede hacer algo todo el tiempo (por él, por su familia, por los demás) y los resultados de sus acciones repercutirán sobre él (e igualmente sobre su familia) y sobre todo, y sobre todos los demás que lo rodean, escuchan y observan. Y, sin embargo, es como si no se recordase a sí mismo: todo le sucede: está en una deriva.., No puede detener el flujo de sus pensamientos, no puede controlar su imaginación, sus emociones, su atención; sus pulsiones-impulsos —y ahora voy a generalizar—a los que la sociedad (ente social) contribuye y potencia respondiendo (por medio hoy de las redes sociales) con sus continuas propuestas de mensajes relacionados con valores y proyectos individuales (y subjetivos) de necesidades (que no lo son) y satisfacción inmediata; entiéndase: esta persona vive en un mundo subjetivo de «quiero», «no quiero», «tengo ganas», «no tengo ganas»; esto es, vive en un mundo hecho de lo que él cree que le gusta o no le gusta, de lo que él cree que desea o no desea, y de deseo imperante de reconocimiento por el ente social: me hago una foto en casa o en la montaña, publico (y tú dale al «me gusta», para que me sienta bien, y yo le doy al tuyo) y venga otra vez: No ve el mundo real. El mundo real le está oculto por el muro de su imaginación. Vive en el sueño (su sueño) en lugar de despertar e intentar completar ese vacío (esa despensa vacía que llenamos de fantasías y tonterías) y darle un sentido, de utilidad —en sentido objetivo— a nuestra vida, y con ello empujar a los demás…yéndonos (saliendo) observar la realidad de manera crítica y objetiva (esto es dar luz y voz proyectándonos hacia quienes sabemos que lo necesita (necesita una voz y de este modo ayudarnos a nosotros mismos), saliendo del aislamiento al que nosotros mismos nos habíamos condenado, mojándonos de una vez los pies (única forma de despertar moviéndonos, yendo más allá de proponer absurdeces (en redes sociales) una tras otra todos los días. Pero muchos siguen durmiendo, Y lo que ellos llaman su «conciencia lúcida» no es sino sueño — un sueño mucho más peligroso que su sueño de la noche, en su cama.
DE LA EXISTENCIA
0-.De la existencia—. 0.1. Acabar con la vida—. 0.2 Acerca de la voluntad de vivir ― 0.4 Sobre la imposibilidad de convivir /o sobrevivir la realidad social―. 0.5 Tomar conciencia de que podemos elegir―. 0.6Cuando asumimos la responsabilidad de la existencia―.
0.0-.De la existencia—La mayoría de las personas no entienden necesario deliberar sobre la existencia: existir ya se concibe como implícito en todo lo que hacemos y no es necesario darle más vueltas (aunque afirmemos estar de agua hasta el cuello). Sin embargo, reflexionar sobre la existencia es hacerlo sobre la idea de la vida y por tanto de la muerte: pero de manera singular el suicidio, tener conciencia de este, nos permite abordar en primer plano la razón de la propia existencia, pues se pone en tela de juicio la importancia que damos a ésta, moviéndonos a madurar en nuestras propias motivaciones, sueños y esperanzas; además de en todo aquello que nos da seguridad. La enfermedad ayudó a pensar al enfermo, y la certeza de la muerte mueve a reflexionar; y el suicidio (en este caso la posibilidad de un “suicidio”) nos obliga a deliberar seriamente sobre el sentido “real” del mundo y la propia existencia.
0.1-.Acabar con la vida—Por mi parte puedo entender que un hombre/mujer quiera acabar con su vida (literalmente): lo puedo entender y aceptar pero con matices: entendido, como el acto de culminación de un proyecto insatisfactorio; es decir, un proyecto puntual y fallido (inacabado) venido de una mala decisión, de la irracionalidad (de una razón) que luego lo justifica o explicará (lo que viene a ser lo mismo). Precisamente cuando el suicidio se afronta desde la sociología o psicología (desde el ente social) se impone generalmente un discurso crítico que persigue por todos los medios prevenirlo, como si se tratase de una consecuencia propia de nuestras sociedades, digamos un daño colateral. Lo que en mi opinión es así; pues no encuentro en otros seres algo parecido al observar (en toda su extensión la naturaleza, hasta donde he podido mirar y ver), solo a estos —los seres, de todo tipo y clase— proyectándose, y mostrándose impulsados hacia los demás seres vivos (y mostrándosenos, igualmente a nosotros mismos en la única forma de “ser”). Luego razonar el suicido como una forma (que podemos explicar y aceptar razonadamente en la sociedad (psicología) o —y me remito ahora al otro lado— por el mismo suicida, razonado y cultivado aquello (el acto) como si fuera un huerto, eligiendo el momento más favorable de su desarrollo, esto (observado en ambas direcciones, cuando lo explican (y da igual el modo o manera, luego la sociedad asintiendo sin más, a si “estaba loco” o “era un valiente”) descalifica a esta —a la sociedad misma— y a la razón que lo explica, y por tanto justifica de algún modo, como forma y medio natural de los seres vivientes. El suicidio «es una de las hierbas invasoras que florecen en nuestra mente, y se multiplican, en la atmósfera de nuestra civilización moderna, solo por que se nos arrancaron y escondieron las otras flores, que ahora solo algunos cultivan para sí, y que nos inspiraban a salir proyectándonos hacia… con el sol a cada nuevo día y vivir».
0.2-acerca de la voluntad de vivir ―La metafísica o estudios filosóficos acerca de la voluntad de vivir no son ajenos a esa línea de pensamiento (tampoco a mi experiencia, por lo que algo puedo decir). Sin embargo, desde aquellas perspectivas propias que nos llevan a ser autoconscientes, en un intento de captar la esencia íntima de las cosas (que son), luego encarando la propia voluntad (autenticas motivaciones), es decir, enfrentándonos a nosotros mismos (mirando y analizando lo que somos) esa misma voluntad de vivir emerge del anonimato para encontrar su propia identidad, si bien (entonces y ante lo evidente) esta puede comenzar el curso de su propia negación: cuando las circunstancias no nos permiten gozar de esa vida propia (que algunos anhelamos y por la que nos dejamos la piel), no permitiendo el entorno (marco social) culminar aquellas expectativas que esperamos (nosotros) de una vida autentica. Luego en esa situación tomar conciencia del suicidio (como potencia o posibilidad), no es considerado (particularmente y hablo por mi) como una señal de querer dejar de vivir, por el contrario resulta ser la manifestación más indiscutible de alguien para afirmar la propia y autentica vida que desea→ encontrándose: lo que uno es (por encima de lo que se desea de la sociedad que uno sea), entendiendo (el suicidio) aquel modo esquivar el sufrimiento que advertimos de una posibilidad todavía remota, de sentirnos y ser lo que otros desean que seamos ( instrumentos motivadores del ente y la maquinaria social).
Precisamente (y entendamos esto que acabé de decir): ese carácter desesperanzador de la existencia y el desencanto ante la vida se presenta no pocas veces ― en algunos casos como una especie de iluminación― como proceso en el camino hacia el descubrimiento de la posibilidad de una vida mejor y sin ornamentos: dura, y en la que pueden aflorar sentimientos de desesperanza que todos hemos sentido en algún momento, ante los cuales, no existe la posibilidad (evidentemente) de terminar con la vida. Pero ¿Quién no ha pensado en el suicidio? Todos lo hemos pensado en algún momento, sea de forma remota o hipotética, hemos pretendido renegar de la vida, pensamiento éste y vinculo indisoluble, entre los que eligen arbitrariamente el suicidio y los que no. Pero ese tipo de suicidio (arbitrario) y quienes eligen dicho camino, este nada tiene que ver con una fuga hacia delante (hacia una vida mejor); se trata de suicidios proyectados desde la lucidez de la razón (que es sin razón) y plena conciencia (que es inconsciencia) al ser hilvanados desde la asunción de la responsabilidad (mas irresponsable con los que amamos ) y el compromiso con los demás (y esto es lo más absurdo, cuando nos aniquilamos en lugar de ayudarlos), resultando entonces coherente con la historia (y la razón de medios y fines) de quien decide realizarlo (pero incoherente con el sentido común) pretendiendo en ello un acto de libertad y heroísmo final a ojos de quienes comparten sus mismas ideas (o de la ceguera más absoluta, a ojos de quienes observamos aquella razón absurda (y subjetiva) que nos va a explicar (porque va a quitarse la vida), explicación: y solo palabras ( sin ningún valor) por la que se solapa la mayor de las cobardías cuando el enemigo lo tienes delante y te retiras (inmolado) en vez de luchar por uno mismo (por tu vida, tu familia) y a la vez por los demás, mostrándoles aquel otro camino, y no: un final (literal) del camino.
0.3 Del auto-sacrificio―Luego (del auto-sacrificio) entiéndase aquel que muchos entienden que puede justificarse), este se representa siempre en el derecho a decidir sobre la propia vida, cuando esta ya ha perdido toda dignidad y horizonte de proyecto: y se prolonga una agonía, que se siente como una condena innecesaria; pero lo cierto es que luego ahí no queda nadie (quiero decir nadie preguntarle a quien abnegó de su vida), para poder preguntarle ¿ cómo has llegado hasta aquí?, ¿Cómo llegaste a este punto? … empezando por el principio (pues a veces nos lanzamos de cabeza al vacio sin observar las consecuencias). En todo caso, esa respuesta y no otra es la que me gustaría escuchar (me equivoque), de aquel que renunció a seguir viviendo en unas condiciones que quizá posibilito el mismo / sedentarismos, mala alimentación, actos temerarios… etc) y no del que luego, razonadamente, me lo explica (como un acto de heroísmo: ante la imposibilidad de vivir, o sobre vivir a las consecuencias de los propios actos), y cuando lo que teníamos delante no era otra cosa que la parte final de la propia condena que el mismo sujeto se declaro (yo he cumplido algunas), quiero decir: de los propios actos (asumir/ sobrepasando) luego las consecuencias.
0.4- Sobre la imposibilidad
de convivir /o sobrevivir la realidad social―. Mainländer
ya auguraba que en el futuro (hoy) la política contribuirá a la renuncia
voluntaria a la vida. “Se creará un Estado capaz de
satisfacer todas las necesidades materiales de los ciudadanos. Con ello, y
todos los deseos vitales satisfechos, aumentará el aburrimiento y con ello, el
deseo de muerte”. Mainländer aduce en el fondo razones
ontológicas al acabar con su vida, horas después de recibir el ejemplar recién
publicado de La filosofía de la redención, en una
cosmovisión según donde el trasfondo de la realidad se vuelve una experiencia
tan destructiva, que resulta imposible vivirla sin terminar dañado, optándose
simplemente por no perseverar más en ella. Esa ley del sufrimiento es
presentada, no obstante, como necesaria para el fin último, el descanso en la
paz eterna, la muerte absoluta, la nada. Pocas existencias se han mostrado
tan coherente (y a la vez tan absurda) con una idea propia como la del pensador
de Offenbach am Main, quien puso fin a sus días tras haber
descubierto que el devenir del mundo se encamina hacia la nada, aunque
solo entendiese el devenir de esa nada a partir de una idea propia del futuro
de las sociedad que le atormentaba (luego, no solo no haciendo “él
tampoco nada” por evitarlo: y evitar la deriva de la sociedad que
auguraba), sino y en su caso acelerándose hacia esa misma nada que anticipaba
del mundo, donde hoy 8,000,000.000 de personas se enfrentan al hecho mismo de
existir, que el negaba, y lo hacen todos los días), dirigiéndose, por
tanto Mainländer hacia el no ser, en virtud de una pura
voluntad de morir, frente a la posibilidad de solucionar sus problemas
(aquellos que refiere y le atormentan de la posibilidad de una sociedad de la
nada) y con ello poder ayudar (mostrando un camino de vida) a los
demás, en lo que él (del futuro de las sociedades) ya intuía o veía
venir.
Precisamente en los países de mayor
calidad de vida (al norte) industrializados, es donde dicha voluntad de
morir (literalmente) y el miedo, es mayor y en aumento, a la vez que
aumenta el distanciamiento entre las personas, y donde a veces basta con mirar
a tu alrededor para poder ver un mundo plano habitado por rutinarios
de la desesperación; que se aceptan unos a otros, sin más sentido que
cumplir una moral y formalidad útil (y no puedo decir que nunca estuve
allí): despertarse, ducharse, desayunar, llevar los niños
(nueva fuerza de trabajo y mano de obra) al cole, ir (por supuesto) a trabajar,
ir (por supuesto) a comprar: consumir, comer, conducir (consumir energía),
llegar a su casa, dormir y de nuevo lo mismo un día y otro estos se van en
(producir, pagar y consumir: en un circuito cerrado ) esa nuestra
existencia en occidente, hasta que un día (te das un golpe en la
cabeza “al caer de culo”) despiertas y te preguntas: si es posible encontrar un
sentido al curso que lleva la propia vida. Luego, y aún no del todo despierto
las noticias de guerra continuas y los avances de la ciencia (contra la
detección temprana del cáncer de colon o el calentamiento global) pues tampoco
ayudan. Saber si hay vida en Venus o en Marte, si la tierra se encuentra en
algún punto de la galaxia o si se ha descubierto un nuevo exo-planeta no
responde a búsqueda alguna de sentido. En resumen, parece como si la vida (que
aceptamos llevar) no se ocupase más que en entretenernos y aplazar el momento
en que podríamos librarnos de ella”, o bien como dice Víctor Hugo: “Estamos
todos condenados a muerte, si bien con una especie de aplazamiento incierto”.
En este sentido, y como siempre me alineo con Camus al manifestar "Es
fácil siempre ser lógico. Pero es imposible ser lógico hasta el fin. Los
hombres que se matan (los suicidas) y siguen así hasta el final la pendiente de
su sentimiento. La reflexión sobre el suicidio me proporciona, por lo tanto, la
ocasión para plantear el único problema que me interesa: ¿hay alguna lógica (en
la vida común de los mortales) hasta la muerte?"(Camus 1966)
De modo que entiendo (aunque no de la
misma forma) que una vida es auténtica solo cuando se tiene la posibilidad de
elegir: suicidarse, si, de acuerdo; pues ciertamente el
peso de la existencia sólo puede llevarse cuando somos conscientes de que
tenemos la libertad de terminar con nuestra vida (Kierkeggard / la angustia);
pero una vez “que tenemos el valor de reconocerlo” que hemos pensado en
ello (y nuestras razones tendremos) ahora, y atendiendo a estas mismas
razones ¿por qué no lo hacemos?, quiero decir: socialmente.
Esto es: cambiar, y hacerlo hacia otro modo de ser y estar en la
vida y el mundo, para poder vivir genuinamente la existencia:
esa que ahora sabemos que podemos cambiar. Entonces… ¿elegiremos?, ¿nos
saldremos del marco propuesto? Pues, y a pesar de las dificultades,
restricciones y prejuicios, cambiar es lo único que no nos puede ser
arrebatado; precisamente esa libertad de cambiar nos procura una fuerza
descomunal, que luego triunfa sobre los pesos que nos aplastan; de tal forma
que encontremos un sinsentido a poner fin (literal) a nuestros días. Pues, y
esto tenemos que entenderlo: aunque los suicidas creen en su
precocidad, estos consuman su acto muchas veces antes de estar maduros y siendo
aún muy jóvenes; razón que hace de los suicidios (literales) aquello que
destruye un verdadero destino, en lugar de coronarlo y coronarse en la
vida.
Pero dedicarse a tal empeño de cambiar
(morir para volver a nacer) implica carácter y atrevimiento, pues tratamos con
ello de sacar provecho, donde entendemos del sopor y la falta de motivación que
el suicidio, como forma (literal) de terminar con la propia vida) debe
permanecer en suspenso; solo como aquella salida última que siempre debemos
observar —de los que sucumbieron— y a distancia, solo recorriendo del borde
(por lo que oímos, y entendemos que expresan y nos muestran los demás) de
aquella forma de la que de alguna manera empezamos a reconocernos (y a la que
nos acercamos), pero a la que no debemos entrar jamás.
Pero y por qué, ¿por qué la necesidad
de verlo?, de proponerlo y reconocernos, aunque sea a
distancia, y sencillamente no descartarla sin más.
Descartarla definitivamente sería lo políticamente correcto (así se hace
normalmente / no mirando a los ojos del momento). Pero en lo personal,
entiendo, que la persona solo puede descartarse de aquello (formas) que
reconoce en él de las primeras causas (y luego al observar de estas, las
últimas causas que reconoce en los otros). Se trata entonces
de “una evaluación a modo de introspección, primero nos reconocernos en el
lugar ese que ahora estamos (ahí), y a la vez saber que podemos
mejorar (y proyectarnos y salirnos) hacia una experiencia o proyecto de
vida mejor y propio”. Precisamente es la posibilidad, aunque la entendamos
remota, de reflexionar sobre el suicidio ―motivos, recursos, la disposición del
lugar, consecuencias…― vernos muertos y enterrados
anticipadamente, la que nos ayuda en gran medida a entender
(lo que el espíritu nos está diciendo) de la propia vida: algo sobre lo
que demos meditar, para luego poder replantearnos, de nuevo esta: nuestra
vida. De otro lado negarnos esa posibilidad de sentirnos dueños de
nuestra propia existencia; o bien, ocultar nuestro pensamiento por miedo a lo
que puedan decir los demás, es negar nuestra propia libertad y
convertirnos en otro gusano envilecido más, y reptante sobre la carroña
cósmica que habita esta tierra.
0.5 Tomar conciencia
de que podemos elegir―. Pero tomar conciencia de que podemos
elegir es igualmente asumir un grave conflicto (angustia) donde
por un lado, nuestros sufrimientos nos reprimen y empujan al abismo, y por otro
nuestros instintos se oponen obligándonos a vivir aunque de inicio estemos
sujetos y limitados a nuestro tiesto. Luego a medida que vamos madurando y
reflexionando sobre la vida, ya con unos años, descubrimos la vacuidad
manifiesta de la misma, aunque para entonces los instintos se han
reconvertido hacia la razón que guía (la sociedad) y nuestros actos,
refrenando nuestro crecimiento natural (del límite que aceptamos nosotros
mismos impuesto, del tamaño y volumen del tiesto en el que aceptamos existir,
estando limitados de este) igualmente en el vuelo de nuestra inspiración (nos
vemos limitado por esa misma razón absurda, ente social, que nos dirige. Despertamos
al mundo y la realidad demasiado tarde. Sin embargo, aún en ese
momento tardío tendremos consciencia de nuestra libertad, pudiendo ser dueños
de una elección que se hace más significativa, en tanto más nos
retrasamos no poniéndola en práctica, pero que “nos hace
soportar los días y, aún más las noches", pues no nos sentimos pobres
ni oprimidos: al disponer de recursos; y aunque no los
explotásemos nunca y acabáramos en la expiración tradicional, hemos tenido
un tesoro en nuestros desánimos; pues no hay mayor riqueza que disponer de la
propia vida (para poder cambiar), aún cuando la hubiésemos decidido desaprovechar
(por algún tiempo), pues nunca es tarde para renacer (dice San Juan
3:4-6) y volver a empezar, reconstruyéndonos de aquellas experiencias
que supimos superar.
Pero morir (socialmente, o precisamente
por ello) precisa igualmente de razones. Entendiendo aquí una
"salida" de la antigua vida, no como huida sin freno, sino más como
el producto de una profunda reflexión y muestra de poder sobre la propia existencia
(contra la voluntad del hegemom). Todos escuchamos y leemos
en medios hoy sobre la Eutanasia, que vendría a significar «buena muerte»: y,
me pregunto, ¿quién no tiene derecho a una buena muerte?, luego a renacer y
escribir su propio epitafio en vida, cuando habiendo visto hacia donde pudieron
llegar las cosas (de los otros) quiso no tener humillarse frente a sí mismo y
suplicar luego su propia muerte (literal) en una cama enmohecida. Esa es la
verdadera libertad que yo entiendo y en ella cada uno debe descubrir el momento
oportuno para abandonarse, según le parezca o no, de acuerdo a su situación
personal, sea ésta (su vida actual) digna de ser vivida. Pues no
tiene sentido prolongar la agonía de determinada forma de estar en un
mundo tan maravilloso como el nuestro, cuando no sabemos o no podemos
disfrutarlo (pues apenas lo entendemos ni nos entendemos mínimamente a
nosotros: las personas), y este, el mundo, la naturaleza (todo) termina por no
tener sentido para nosotros. Es mejor entonces, al menos así ha sido en mi
caso, ser los autores de nuestro propio destino. Se trata de una
iniciativa por la cual rescatamos una vida (la nuestra) cuando no vale la pena
ser vivida, sintiéndonos más prisioneros de ella que afortunados de tenerla.
Presa de los propios sueños y deseos demenciales y patógenos: que son los
sociales, y las opiniones degeneradas, demenciales y dañinas que
observamos de unos a otros. La actitud entendida de los signos de los
tiempos, luego aplicada a los nuestros, ante la imposición de unas reglas
y normas absurdas y por tanto inasumibles (algunas por injustas), es de
absoluta confianza y tranquilidad, pues no existe ningún temor cuando
enfrentamos actos de injusticia hacia nosotros y los demás (como enfrentar un
director de banco, en tanto: hacerle entender, y atenerse a consecuencia, si le
quitan la casa, su lugar a nuestra madre (que ha luchado siendo para
algunos Madre y Padre a la vez, durante todos los días
de nuestra vida/ o igualmente yendo a protestar en las calles, porque nos
quieran mantener encerrados (ilegalmente), y por meses, creando además de
pánico un número indeterminado de muertes (evitables) por la exposición a los
virus en unas urgencias atestadas, luego con la única intención de mantener
intacta la mano de obra industrial, y avocarnos a vacunas, cuando si la defensa
de un organismo sobre otros es de manera natural, aquel se alinea con el ritmo
de la evolución de otros organismos y de todo el entorno en la naturaleza, y si
cambia el entorno, nosotros también debemos naturalmente adaptarnos a este, con
la armadura que la madre naturaleza y, por tanto: dios nos ha dado: entendiendo
de dios, aquella parte, que de la naturaleza y siendo parte del todo nos
trasciende. Y no, no hacemos concesiones (ninguna) ni a nadie, en
contra de lo justo, por temor a las consecuencias (pues a estas nos
sobrepondremos, por justicia) o a la muerte social Ser en la muerte social
—como acto voluntario— para poder vivir libremente, barriendo basura, antes que
no poder ser, ni ser uno mismo.
0.6- Cuando
asumimos la responsabilidad de la existencia ― Siempre
ha sido cuestión de elegir. Vivir es elegir. Sólo
del saberse y reconocerse surge la verdadera angustia. Se mire como se mire, la vida (la sociedad) parece un
cúmulo de desengaños, falacias y mentiras: esto es obvio, al igual que es obvio
que son muy pocas, una minoría las personas que alcanzan de pleno alguna
de sus metas, de aquellos propósitos primeros, en esta vida. De otro lado luego
está la inmensa mayoría: aquellos que deberán conformarse con lo que
las circunstancias, el entorno y los acontecimientos o accidentes propios de la
existencia, les permitan ser; a saber: serán lo que puedan (u otros les dejen
ser) más allá de lo que un día se propusieron ellos ser, o pudieran haber
sido. “Pues un hombre hace lo que puede, con lo
que otros van dejando de él”—vino a decir, no precisamente un ingenuo.
Sin embargo, lo peor no es la capitulación de uno mismo, o las propias
aspiraciones—en favor de la voluntad y aspiraciones de otros—hincando la
rodilla, luego viéndose agonizar (envejecer) lentamente. No. Lo peor es
angustia que envuelve la imprecisa perspectiva de ese futuro que aguarda y esa
mirada al fondo del abismo sabiendo, que el siguiente paso conlleva hundirse de
pleno en él. Y todo porque un día, el peor de nuestras vidas elegimos
“vivir” dejando que se derrumbaran todas nuestras expectativas: nos
dejamos de mover, o nos movíamos tras otros. Llegados a ese punto la
angustia castiga con su cólera el alma: al saber y reconocernos únicos
responsables de nuestros actos y consecuencias: de todo lo que no
hicimos y de todo lo que ya no podremos hacer, pues “no elegimos” entonces
“vivirlo”. Por tanto, quien tenga valor y aún este a tiempo que
elija: siempre ha sido solo cuestión de
elegir. Pues vivir es “elegir” ― esta apreciación, seguro que no se
le escapa a nadie―. Vivir es tener que tomar decisiones (“elegir”) y
tomarlas a diario (para “vivir”). Elegir es (por acción)
pensar (de nuestro camino —en este—aquello (experiencia) a lo que surgiendo
“proyectándose” frente a nosotros “elegimos” prestar atención). Y Solo al
elegir por nosotros a lo largo de nuestro camino — (acto de elegir / pensar
hacia → y dirigirnos a aquello) — vivimos "genuinamente"
nuestras nuestras vidas. Luego en cada elección, en cada acto (al
elegir) nos vamos haciendo y transformando: definiéndonos a nosotros mismos
al ser, y ser de todo en lo que encontramos, comprometiéndonos aún más si con
ese destino “incierto” de quienes viven, de veras, su camino... ―
cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo, lleno de
aventuras, lleno de experiencias. No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón, seres tales jamás hallarás en tu camino, si tu pensar
es elevado, si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. Ni a los
lestrigones ni a los cíclopes ni al salvaje Poseidón encontrarás, si no los
llevas dentro.., si no los yergue tú alma ante ti. Pide que el camino sea
largo. Que muchas sean las mañanas de verano en que llegues -¡con qué placer y
alegría!- a puertos nunca vistos antes. Detente en los emporios de Fenicia y
hazte con hermosas mercancías, nácar y coral, ámbar y ébano y toda suerte de
perfumes sensuales, cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas. Ve a
muchas ciudades egipcias a aprender, a aprender de sus sabios. Ten siempre a
Ítaca en tu mente. Llegar allí es tu destino. Pero no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años y atracar, viejo ya, en la isla, enriquecido de
cuanto ganaste en el camino sin esperar a que Ítaca te enriquezca. Ítaca te
brindó tan hermoso viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no
tiene ya nada que darte. Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. Así,
sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, entenderás ya qué significan
las Ítacas (Cavafis).
De aquellos temas que
trata Heidegger después a Ser y tiempo, la noción de ‘pensar’ destaca
(por una razón muy obvia, entiendo) ocupando buena parte de estos
planteamientos tardíos, como un camino —“(superación del pensar (en tanto
aquella noción que tenemos del pensar: “de la necesidad del pensar”
casi obligatoriamente de algo— hacia la superación de la metafísica (como
superación de dicha “necesidad del individuo” de pensar acerca
de.. (Por la de solo observar meditativamente) aquello que se nos
proyecta frente a nosotros: una flor por ejemplo), como medio
para poder replantearnos la relación del ser humano con el ser (pues primero
que pretender relacionarse con “el ser” de las cosas / debemos relacionarnos,
primero, con esas cosas (por ejemplo esa flor) frente a nosotros. Y Esto es: no
entendiendo “ la flor” (pensado de entrada nosotros en aquello que decimos o
creemos que las cosas son, sino observándolas ( libres de los propios
pensamientos que nos las definen relacionados de ellas) para que estas
sean (ellas mismas) hacia nosotros en nosotros, lo que son (lo que es esa
flor en particular) a nosotros (en ese momento), y en relación con nosotros y
en relación con todo lo demás; pues lo que comprobamos de algo observado en
la naturaleza (por ejemplo de esta flor, frente a la que estamos) es que hay
otras plantas a su lado, iguales o diferentes, y más entes junto a estas ( la
flor esta rodeadas de seres, formas y rocas: y yo ahí, estoy rodeado de seres
vivos, formas, y rocas y de la luz ( el sol) “que me las proyecta”
reflejándose de ellas hacia mí. Pero si miramos entre el ramaje,
vemos las sombras: hay una parte (las raíces) que están en el suelo,
enterradas: no las vemos, y por tanto hay algo que no vemos de las plantas,
pero que está ahí, oculto) .luego Esa flor, esas flores, son mucho más de lo
que vemos (hay cosas de ellas que no vemos (pues están ocultas, estas de las
plantas bajo el suelo). Luego vemos todo ahí: está todo en una forma
compacto de seres unidos y pegados unos a otros, en ese universo al
que nos asomamos ahora nosotros; y es así, porque sin los otros seres y las
rocas a su lado, sin el musgo (y esas otras plantas que también molestan, pero
necesita), sin los hongos, la tierra y agua, el aire y sin el sol.., (la
planta que proyecta la flor hacia a nosotros, me dice: que ella sola… sin todo
lo demás moriría.
Pero esta percepción de
la realidad de las cosas, y de la naturaleza hoy es casi inexistente: y
hablaríamos hoy de una percepción ya de entrada del mundo natural
distorsionada en nuestros días, pero no tanto (y como alude Heidegger)
por el mundo de la ciencia y la técnica (como por propia la razón subjetiva
“nuestra propia razón” que se dispara abordando la cosa, antes incluso de
que la observemos de pleno (dejándonos colmar de sensaciones e impresiones) de
la cosa misma frente a nosotros. Heidegger propone un
pensar que no es patrimonio de los filósofos, sino que está latente (en las prácticas / y experiencias habituales de los individuos —como bien pueda ser el caminar por el campo—proponiendo de la experiencia, en este caso ( que es el mío propio)
de caminar observando el campo: un estimulo para “el pensar lento y meditativo”
(dejémoslo en observación meditativa, en tanto esté libre del “pensar en
ideas”) y que no busca informaciones útil para la vida, sino
que se apresta a reconocer, lo que a otros se le ‘resiste a ser explorado’] sobre todo, cuando interviene, interrumpiendo la
magia (la razón “subjetiva”) que ni
ve, ni quiere ver, ni nos deja ver, lo que la naturaleza, por si misma nos
quiere decir.
Pero vivir plenamente los sentido y la
experiencia de estos (esto es: vivir), también es renunciar y arriesgarse.
Cuando elegimos y tomamos una decisión en cualquier dirección: emprendemos un
camino nuevo, pero igualmente estamos renunciando a algo (morimos en aquello
anterior). Es por ello, que al elegir esto o aquello (al moverme y movernos)
afirmamos, al mismo tiempo el valor del camino que tomamos. Todo así, la
cuestión es sencilla ("moverse") y quien no lo entienda,
sencillamente, es que no aprendió nada todavía (la vida proveerá). Por
tanto pensemos antes de detenernos por demasiado tiempo en este o aquel lugar,
no vayamos a perder algo, o lo que es peor: no vayamos a perderlo
todo, por no movernos en nuestra propia dirección. “Que
pueda en todo caso la filosofía escrita, tras sus comienzos hace dos mil
quinientos años, mantenerse en estado virulento todavía hoy, lo debe sin duda a
los resultados de su capacidad para hacer amigos a través del texto. Se
sigue escribiendo como una cadena de la suerte a través de las generaciones, y
quizás a despecho de “todos los errores en las copias”
–o aun, quizás, “gracias incluso a tales errores”– arrastró
a copistas e intérpretes con su amigable encanto” —
(Peter Sloterdijk - Reglas para el Parque Humano). "Los
días del futuro están delante de nosotros como una hilera de velas
encendidas: velas doradas, cálidas, y vivas. Quedan atrás los días ya
pasados, una triste línea de velas apagadas; las más cercanas aún despiden
humo, velas frías, derretidas, y dobladas. No quiero verlas; sus formas me
apenan, y me apena recordar su luz primera. Miro adelante mis velas encendidas.
No quiero volverme, para no verlas y temblar, cuán rápido la línea oscura
crece, cuán rápido aumentan las velas apagadas" (cavafis).
POR QUÉ ME HAGO PREGUNTAS /POR QUÉ
DESCONFIAR DE TODO
0.0- La
necesidad― 1.1 Darle un sentido propio a nuestros actos― —1.2 Por qué me hago preguntas—1.3 Mantenerse despiertos. ¿Por qué
desconfiar?—.
0.0- La
necesidad― La necesidad es una categoría social, y la «pulsión» (impulso -
natural) está contenida dentro de ella. Pero los momentos social y natural de
la necesidad no se pueden separar entre sí (secundario y primario) para
elaborar una jerarquía (racional) de las satisfacciones. La distinción entre
necesidades superficiales y necesidades profundas es una apariencia ilusoria
surgida socialmente. Las denominadas necesidades superficiales reflejan el
proceso de trabajo que convierte a los hombres en «apéndices de las máquinas» y
los obliga a reducirse, fuera del trabajo, a la reproducción de la mercancía.
Esas necesidades son las marcas de una situación que obliga a huir a sus
víctimas y las tiene a la vez tan rígidamente bajo control, que la huida degenera
siempre en la repetición convulsa de la situación de la que se ha escapado.
Luego, lo peor de las denominadas necesidades superficiales no es su
superficialidad, cuyo concepto presupone el asimismo cuestionable de la
interioridad. Lo malo de estas necesidades –que no son tales– es que se dirigen
a una consumación que las defrauda a la vez: justo por esta consumación. La
mediación social de la necesidad –en tanto mediación a través de la sociedad
(hoy igualmente las redes sociales) – ha alcanzado un punto en el que la
necesidad incurre en contradicción consigo misma. Ahí ha de insertarse la
crítica, y no en cualquier jerarquía previamente dada de valores y
necesidades (Tesis sobre la necesidad (Adorno
Escritos sociológicos 1942)
1.1 Darle
un sentido propio a nuestros actos― más
allá del que puedan darle los demás, e incluso nosotros mismos en un primer
momento, será el principal anhelo: encontrarle un sentido final a aquello que
nos sucede y hacemos. Un viaje (el camino), como la vida, no es una certeza en
la que se está (o un programa concreto a concluir) sino, y
más bien, una certeza a la que se llega (obrando en función de
aquello que nos dicta el corazón) algo que todos comprobamos muchas veces, al
ver colapsar y volver de nuevo a abrirse las expectativas durante un mismo
tramo de vida, o viaje. Sería en ese mismo sentido, y precisamente en este
viaje del que ahora les quiero hablar, donde yo habría de sentir esa ruptura
(conmigo mismo) / o necesidad de renunciar a una idea o proyecto—más aún al
ego— en mor de escuchar y seguir aquello que, contra todo lo racional del
momento y cuando menos lo esperas te dicta el corazón, desviándome hacia donde,
como cogido de la mano (frente a una voluntad estrangulada) la necesidad me habría
de conducir.
El
modo como he pretendido hilvanar —en relación a diversas materias y
sensibilidades que bien pueden hallase desordenadas en este cuaderno, tanto o
más que dispersas en el mundo en nuestro tiempo— no es la expresión estricta de
una manera de pensar. Es sencillamente la representación de una manera de ser y
sentir, donde empujo al lector obligándole a trasladarse por un particular
derrotero; un paisaje cuanto menos singular donde no se acomete aquel juicio
pretendidamente certero, adecuado y conveniente a la razón, exigiendo en todo
momento la adhesión de quien pudiere leerlos. Ninguna metafísica interviene
aquí, a excepción “de aquel espantoso momento, en que uno mismo, en el
ejercicio se adivine “reflejado inmerso”. Pronto se advertirá que lejos de
reclamar condescendencia, la esencia de lo escrito asienta, por encima de
ninguna filosofía o ciencia, en el placer mismo de descubrir y escribir.
Placer, que habría de ir objetivando más sobre la arquitectura de la
construcción buscando la propia voz, en lugar, de afanarme a un utilitarismo
escrupuloso y creciente —como refirió en algún momento Sabater—llevado a
recetario, y que observo en tantas librerías. Sin embargo, con ello no pretendo
abandonarme hacia a una trivialidad que todos —en mayor o menor medida y de un modo
u otro— hemos conocido. Al contrario, el esfuerzo de este cuaderno (blog:
siempre inacabado) creo, mostrará un particular modo de desenvolverse en sí
mismo: en sus propias formas que no allanan precisamente el camino, pero sin
que ello se oponga a un fondo: común (viéndonos reflejados de los otros), por
cierto, esto siempre difícil de integrar —y que si no a todos resultará
“práctico” al menos sí interesante— y para el que considero unas sencillas
reglas, encarnadas en la observación de la naturaleza y el respeto y crítica
(en la medida que entiendo correcto) a la ciencia, la filosofía y el arte. Si
bien lejos de los rigores de la primera, más próximo a la estética y formas de
la segunda, y sobrepasado por la imaginación y la extravagancia del tercero.
Pero:
«toda observación es relativa al punto de vista » afectando al fenómeno que se
observa. De modo que cabría esperar que la lectura sea
relativa al punto de vista del lector, que de algún modo condicionará
“siempre” lo leído, afectando causal o intencionadamente al sentido que
verdaderamente se representa. De modo, que me gustaría invitarles a que
considerasen la posibilidad de sufrir este cuaderno más, como quien lee para
sorprenderse —dejándose extrañar— antes que llevar a juicio (razonar) lo
expuesto. Y para ello me veo teniendo que apelar (al revés que Descartes) no
tanto como a su razón (a-priori) y juicio precipitado, como apelar a ese “buen
sentido” que refiere Descartes (1556–1650), diciendo de este «es la cosa
que mejor repartida está en el mundo, pues todos juzgan que poseen tan buena
provisión de él “que aún los más difíciles de contentar en otras materias, no
suelen apetecer más del que ya tienen”. —Discurso del Método. 1637—».
1.2 Por qué
me hago preguntas— “La juventud —decía Rousseau— es el momento de estudiar
la sabiduría; la vejez, el de practicarla”. Recuerdo la primera vez que compre
un libro de filosofía: Nietzsche, humano Demasiado humano,
donde este revelaba, a su modo claro está, el padecimiento del hombre. Para mí,
amante de la astronomía (A.A.B.) y la naturaleza (UES: Unió Excursionista
Sabadell), entonces con poco más de 16 o 17 años de edad, y que no quería
estudiar, fue como descubrir otra dimensión antes desconocida, tan intrigante
como el propio cosmos que estaba descubriendo en la Asociación
Astronómica de (Barbera del Valles). Desde entonces y a la par, libros
de filosofía, astronomía y revistas de ciencia saturaron las estanterías de mi
habitación, como ahora la memoria del ordenador. Leía, muchas veces sin
entender y volvía a leer, luego a quienes me explicaban aquello que no
entendía, envuelto en esa felicidad absurda que con el
tiempo entendemos nos da el conocimiento parcial e incompleto de las cosas,
lanzando (con doble voltereta y tirabuzón, cayendo de plancha) a vivir mi
aventura: conociendo aquello que surgía sin buscar, hallándolo de la
naturaleza. De de ese modo (con su luces y sombras) ha transcurrido
buena parte de mi vida, entre libros escogidos y salidas continúas al campo y
las montañas, viajes: selvas, desiertos y volcanes, (accidentes, enfermedades,
caídas) sumados esto a una creciente afición tardía por las plantas y la
jardinería.
Pero entiendo que mi caso
no es único —y no refiero mi afición tardía— pues son muchas las personas, que
en algún momento comienzan a advertir esa terrible seducción, hacia temas que
van más allá de su quehacer cotidiano. Digamos, que son seducidos hacia
cuestiones más profundas. Preguntas, que como a otros en el pasado y desde
tiempo inmemorial han inquietado de manera fabulosa tanto a comunes como
notables, pues todo ser humano, en algún momento de sus vidas siente de esa
dolosa necesidad de saber, llevados o dirigiéndose entonces hacia eso que
llámanos filosofía (“incluso sin ellos mismo saberlo: son filósofos —Calvo,
2003:) haciéndose preguntas e intentando comprender a los otros —añado: sin
comprenderse y saberse primero a sí mismos, o sin apenas experiencias puras en
la vida— pero cuestionando y dando respuestas al origen del mismo
cosmos. En palabras de José María
Calvo, “el ser humano es filósofo por naturaleza, y si se le ofrece la
oportunidad se hace preguntas a todas las edades” (Calvo, 2003: 36). Y,
si se le deja, créanme (de mayorcito), este te dará todas la
repuestas… de la tierra, el mundo, los planetas y la existencia, aunque no haya
saldo de su pueblo en toda su vida (véase Kant).
Ciertamente, desde muy
pequeños, ya nos acercamos a las cosas para comprenderlas así se nos
representan a los sentidos (aunque no sé si exactamente, entonces, “de
muy pequeños”, exactamente nos acercamos para comprenderlas: yo
“de pequeño, y de no tan pequeño” mataba y quemaba hormigas). Pero es
un hecho, que comprender (aunque creer comprender seria lo correcto) la razón
de las cosas, en tanto a estas cosas son, se nos representan y las
entendemos “por su ultimas causas”, ha llevado a algunas personas
(sobre todo a los filósofos), a sentirse recompensados por su búsqueda y de
aquellos resultados hallados. Aunque tales resultados, no aludan de los seres
y las cosas a causas primeras (esto es: un saber, por tanto, a
medias y soy generoso hablando de filosofía) siendo entonces dicho saber (ese
que encontramos de toda nuestra historia moderna escrito) un saber (razonado)
solo a partir de ideas, a partir de sus últimas causas, y no de las primeras
causas, y esto creo esto está muy claro. Como de claro se resuelve que de
cierto, no sabemos (objetivamente) de la realidad (natural) de sus primeras
causas: nada, más allá de lo que creemos nosotros saber.
Pero (y volviendo al
hambre de saber) este no tendrá razón cuando ya parte del deseo (del
individuo), y no de una necesidad real (del individuo) de conocer (esas
primeras causas): por tanto hablo de una necesidad tan real (como la verdad que
busca) y que no nos deje descansar, cuando la advertimos de un destello de luz
que nos descompones, y que te lleve “a rastras de los pelos” no a los libros y
a sus respuestas, sino a aquello que origina las preguntas: a
la experiencia pura, propia y sensible de los sentidos, dirigidos hacia todo
aquello que nos rodea y afecta de la naturaleza, de la que somos
parte afecta. De ahí, que algunas personas empecemos a problematizar todo
aquello que se da por sentado de aquellos libros (y de cualquier cosa razonada)
y sus certezas, cuestionándonos a partir de la falta total de saber “real” que
sentimos: una carencia de conocimiento de la que el ser humano hoy
no se sabe objeto, pues “para apropiarse algo (conocimiento de
algo) no se trata de entenderlo (subjetivamente), hace falta sentirlo y
sentirse hacia él (proyectado/ reflejado en el), tanto como él hacia ti”. En
este sentido (proyectado por la luz) se origina el conocimiento
primero de ser, (estando) siendo frente a algo y
reconocerlo (de la luz que nos refleja), parte, igualmente de nuestro ser (mas
allá del yo, proyectándonos igualmente por la luz hacia aquel). Luego mi
rechazo firme hacia esa filosofía centrada en la nada y en nada, y la
aceptación exánime y apática de esta Nada por parte de otros… es lo que hace
que (desconfié) y luego me pregunte, más allá de preguntar o de preguntarme
sobre cualquier absurdez ¿por qué buscan la nada? ¿Por qué hablan de
ella? ¿Están ciegos? Es que se ha vuelto ciego todo el mundo y ciega con
ellos la razón; cuando a mi alrededor, a nuestro alrededor el mundo está lleno
de vida y luz, y hay de todo, en todas direcciones (inabarcable)…
1.3 Mantenerse
despiertos. ¿Por qué desconfiar?—. Si escribo ahora
una cita del nuevo o antiguo testamento quizá dibujen una sonrisa, “Permaneced,
pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no volváis otra vez a
ser presos en el yugo de esclavitud “(G,
V, 1). Pero sonreír no es malo. Dicen que los elefantes vuelan
cuando no los miramos, pero lo realmente “malo”, además de nada
inteligente, es esperar ver volar y no darse la vuelta a mirar, sabiendo que
tienes un elefante justo detrás. Criticar o reírse de las cosas sin
conocerlas de primera mano —no saber, en la sabana (africana), que aunque no
mires a ese elefante delante tuyo, y este pueda o no pueda volarlo mientras
cierras los ojos, siempre habrá un león que de cerca te pueda acechar— es lo
que conduce al individuo a una lóbrega lucidez vivida en la ignorancia (de su
estado/ y realidad), alejándole todavía más de la verdad frente a (él). Por
cierto, Heidegger cita la Biblia ‘y viéndose Jesús rodeado por numeroso
pueblo, les significó que se trasladaran al otro lado del mar’ («Videns
autem Jesus turbas multas circum se, iussit ire trans fretum» (Mat.
VIII, 18). La traducción que hace Heidegger es de Lutero, y el sentido "primero"
del fragmento es mostrar cómo (iuber) en latín, nunca es mandato. Cuando
con observamos el verbo en griego que representa «ponerse, ponernos
en camino» (Heidegger, 1964: 114).
Para mí es natural estar
en camino, cualquiera que me conoce ya entiende o lo puede
comprobar de mis propias publicaciones, e igualmente es natural mi actitud
de cuestionarlo todo y a todos, pues solo tengo que
echar un vistazo al televisor a la hora de comer al medio día, o echar un
vistazo atrás en el tiempo (a la historia) sin remontarme lejos al (pasado), y
nada me revela que en adelante las cosas puedan cambiar (en aquella dirección
favorable a los intereses de las personas (del individuo), sobre todo cuando
esa misma historia (historiografía /ciencia) me da la razón: siendo incluso más
contundente todavía que mis palabras, en tanto a mostrar como aquellas certezas
que se creían inmutables por siglos finalmente eran suplidas por otras igualmente
incompletas / sino del todo inciertas. Luego lo que tardaba siglos antes en
cambiar hoy lo hace en unas décadas. En este sentido parto de la “certeza”
que actualmente todo conocimiento de las cosas es incompleto y las
interpretaciones o explicaciones posibles acerca de esas mismas cosas: qué
son y a qué sirven (de su razón primera) es igualmente “nulo” más allá de aquel relativo conocimiento de estas
(cosas), y concernientes a nuestra incapacidad de entenderlas, solo para ser
utilizarlas (como medio e instrumento). Luego lo
que entendemos de estas cosas es en relación directa a nuestro entendimiento y
/ o capacidad de entendimiento dado a instrumentalizarlas hacia unos fines
(propios intereses)… / y más “no sabemos” objetivamente de las cosas— y
menos aún de las sombras que las acompañan, precisamente porque ignoramos en
que principios (las cosas que son) se fundan — aunque Carlos
Blanco —por poner un ejemplo— afirme que el universo se explica a sí mismo, si
bien, y ahora con mayor razón la cuestión seria entender ¿qué es lo que se
explica de sí mismo?, y luego, igualmente explicarnos: por qué el
universo tiene la “necesidad de explicarse a sí mismo, y no le basta, por
ejemplo, con observarse a sí mismo (pues yo no tengo necesidad de
explicarme - por la mañana frente al espejo- antes de salir a caminar). Pero
entendamos esto: “La idea que hemos desprendido de los hechos y
confirmado por el razonamiento, es que nuestro cuerpo es un instrumento de
acción, y solamente de acción. En ningún grado, en ningún sentido, bajo ningún
aspecto sirve para preparar, todavía menos para explicar una representación. Lo
que se explica en nuestras percepciones a través del cerebro son nuestras
acciones comenzadas, o preparadas, o sugeridas, no nuestras percepciones mismas” (Bergson).
Por tanto, no entendemos casi nada (o nada en absoluto) de lo que pretendemos
explicar, y ya no de las propias representaciones de lo que vemos, como a
partir de lo que “no” vemos: las representaciones que (de su entendimiento /
razonamiento de las cosas) nos quieren luego imponer los demás (por medio de
escuelas y universidades), razón esta entonces mayor todavía para desconfiar.
Nuestra mente, y a la
vista está —además de absurda, hoy por hoy, en la mayoría de ocasiones
que se expresa a decir de cualquier cosa— es una mente todavía
primitiva, más cercana a lo animal racional (animales), que a lo
pretendidamente humano: sapiens- inteligente- consciente) pues somos
una especie apenas salida de las sombras de los tiempos, que camina todavía al
abrigo de estas —impulsos y actos irracionales— que no reconocemos propias…La noche está muy avanzada, pero el día todavía
lejos”.., siempre huyendo (de la verdad). Aunque para algunos
seamos “la especie que
alcanza la Cima de la complejidad evolutiva” ― (según C.
blanco), una especie, por cierto, que en la Cima de la complejidad
evolutiva no escucha, no sabe
escuchar a la naturaleza (pero que cuando dice que esta se explica, lo que hace
es explicarla él) ―. Una especie; eso sí,
que manipula, esclaviza y destruye cuanto pisa, incluso a sus propios
semejantes: a veces vecinos y hermanos. Y no hablo exclusivamente del pasado
remoto, pues la historia ha registrado períodos de crueldad (España 1936/39) y
eventos y momentos de extrema barbarie en Europa (1939/45), que pondrían en
duros aprietos a cualquiera que pretendiese rebatir el salvajismo inherente a
nuestra especie, o intentar comprender por qué la humanidad, en lugar
de entrar en un estado verdaderamente humano, desembocó en un nuevo género
de barbarie: momento aquel principio
inductor, o llamémosle por su nombre (catástrofe) lo
llamaría C. Zeeman) donde conjuramos de nuevo a las parcas al el
destino en que ahora nos encontramos, y la
deriva hacia la que nos dirigimos: “pensando” (ideas) a priori; (pero no pensando (en elegir- y eligiendo → acercarnos a aquello (que por
la propia experiencia, o reflejada de los otros (aquella donde nos podemos
reconocer), nos dé el conocimiento (cierto) de aquello, y no a priori (
subjetivamente) determinado “no de la experiencia”, si no de los miedos,
incapacidades, intereses, o de la propia inexperiencia). La
superioridad del hombre reside en el saber…/ En el saber se hallan reunidas
muchas cosas que los reyes con todos sus tesoros no pueden comprar, sobre las
que su autoridad no pesa, de las que sus informantes no le pueden dar noticias,
y hacia cuyo origen sus navegantes y descubridores no pueden enderezar rumbo…
/…“La condena natural de los hombres es hoy inseparable del progreso social”—
(Dialéctica del Iluminismo - Max Horkheimer &Theodor Adorno)
1.8.1 En el
Siglo .XVIII La humanidad ingenuamente
había depositado sus esperanzas en la ciencia (ilustración), donde hallaron una
nueva promesa de redención para los males del mundo y las limitaciones del
hombre. Pero el
siglo pasado se encargó de poner final abrupto y macabro a tales esperanzas,
siendo particularmente ejemplar a la hora de mostrar el catálogo de horrores de
nuestra especie. Los cien años que
cerraron el segundo milenio, gracias al avance en ciencia y
tectología: armas, desde Genocidios y matanzas pasando
por la IGM, la Rusia de Stalin, la IIGM (las dos bombas atómicas
lanzadas sobre personas en las ciudades de Hiroshima y Nagasaky, luego
Austwich, las guerras sin fin, y los nuevos avances en armamento, han sido
pródigos en alumbrar aquellas circunstancias —a quien todavía tuviera dudas—que
exhiben aquellas singulares formas que describen el horizonte de maldad y
ensañamiento de nuestra especie, llegando a instrumentalizar
(racionalizar): habiendo normalizado procesos de arresto, custodia y
exterminio sistemático de semejantes. Un siglo y una ciencia & técnica
venida de la razón (iluminista), y que lejos de curar los males y limitaciones
de la humanidad como prometía, solo ha servido (y sirve) para la
instrumentalización y sometimiento de la naturaleza y las personas desde la
revolución industrial, e incrementar exponencialmente la capacidad y riesgo de
destrucción de la especie y del planeta que habitamos.
Luego es cierto que
algunos hablarán de adelantos “médicos”, pero todos serán insuficientes,
siquiera para compensar el daño mismo y enfermedades (radiación en el aire y en
los alimentos /metales pesados y plásticos…/) que causa la nueva ciencia, o lo
que ingenuamente algunos llaman adelantos, y que ha convertido continentes
enteros en basureros, y algunas zonas de la tierra —que es un paraíso en medio
de la hostilidad del cosmos—, en aéreas todavía más peligrosas para la vida que
la misma luna o Marte (solo EE.UU. ha explotado más de 1.200 bombas atómicas en
sus pruebas) y luego todavía los hay que esperan (en EEUU) el apocalipsis. Pero
lo peor es que aunque nadie ve hoy la ciencia como una nueva religión —con su
propio Apocalipsis de la mano—, esta sigue siendo aquel lugar donde muchos
espíritus contemporáneos e ingenuos sepultan sus sentimientos hacia el
conocimiento (entiéndase, un conocimiento de universalidad y tener certeza de
todo, sin “saber” de cierto, de nada). Pues aquel viejo dogma de que la ciencia
ha vaciado el cielo de Dios, o el grito de una filosofía sometida de “dios ha
muerto” (y no hay nada), siguen todavía arraigados entre la gente, incluso
cuando el positivismo/cientificismo no ha conseguido entronizar nada en su
lugar. Solo cambiando que “el lugar en de hacer Dios el mundo en siete días:
todo el universo se creó de una Explosión” (relativamente). Pero luego esto
empeora, cuando la filosofía actual ejercida desde las universidades, no tiene
nada que decir de las absurdeces que escuchamos todos los
días, teniendo poca o ninguna voz y menos utilidad al
haber dado la espalda por completo a la realidad y las personas: el
filósofo que no investiga la realidad, lo da todo por explicado. Por
ello este no parte a recorrer lo que llama a ser
observado, y en lugar de aproximarse a la cosa, se da la vuelta (dando la
espalda: a la cosa y al ser de esta) volviéndose luego hacia aquellos libros de
ciencia o filosofía por los que poder explicar —sin salir de clase, mediante
aquella razón (subjetiva) y acomodada — lo que frente de sí y más allá de las
ventanas de su casa acontece cada día, habiendo asumido estos
(profesores / filósofos de la nada) el rostro amargo del desengaño, de aquella
juventud que habrá de ser cegada y sumida en la falacia de unos
universos de ideas ( absurdamente artificiales) que les sumergen a
jaulas de cristal, donde es reprimido todo aquel anhelo de trascendencia, que
habita los corazones de cada ser.
1.0. Et In
Arcadia Ego— 1.1-Qué Sabéis
vosotros de las Sirenas—.1.2.-Un
lugar más allá de las sirenas—1.3.-Sobre
el saber, y saber “que por necesidad somos impulsados”—.
1.4.-Sobre la búsqueda y el deseo de felicidad—“1. 5.-Precipitarse
hacia las propias consecuencias—
1.0. Et
In Arcadia Ego — «Auchichwar
in Arkadien geboren» escribe Schiller, al inicio de aquel poema al
que tituló Resignatión. Lo cierto es, que parece no ser
necesario sentirse seducido por el aire cargado de esencias que desprenden sus
versos, para que de inmediato advirtamos —marginando, el significado literal y
ateniendo a lo que el poeta, verdaderamente nos decía— que Schiller tenía
razón. Diríase aún, que la sigue teniendo: «Todos nacemos en Arcadia».
Del mismo modo que les ocurriera a aquellos pastorcillos que dicen las líricas, poblaban antaño la fértil región del Peloponeso: nacemos y crecemos convencidos de hallarnos en un extraordinario paraíso donde alimentamos deseos y esperanzas, imaginando algún día trasladarlo a buen fin. Sin embargo, cuan cruel se manifiesta a los hombres su destino que a poco de haber iniciado tan ansiado camino —y apenas habiendo recorrido unos míseros días— comprobamos (todos), consternados ante la evidencia que debemos hacer frente a una realidad distinta: hasta entonces desconocida y preñada de innumerables peligros, tal que nos fueron representados por Guercino, en aquella advertencia sobre el camino que atenaza, con faz descarnada, conmoviendo la liviana existencia de nuestras vidas: presta a devorar toda fantasía que nuestras ingenuas almas pudieran todavía albergar. Será en ese instante, cuando intuyendo la vida ajena y desbordados ante el desconcierto que nos envuelve y abruma, recordemos, igual que aquellos pastorcillos paralizados frente a la siniestra osamenta, aquellas palabras de Dante, cuando temeroso refería apenas iniciado él su camino: «Extraviado me vi por selva oscura; que la vía directa era perdida: ¡Ay cuanto referir es cosa dura de esta selva agreste y fuerte, que aún conserva el pecho la pavura!» (Divina comedia; canto I)
1.-Que
Sabéis vosotros de las Sirenas—. Entiendo, que aquellos
que no estén familiarizados con la mitología Griega, y tengan una imagen de
estas dentro de un folklore más actual; metamorfoseado por el cine y los libros
de cuentos, que de niños nuestros padres nos solían comprar, al leer las líneas
más abajo expuestas se extrañaran, exclamando, al tiempo que se preguntan,
sorprendidos: «Demonios ¿qué son las Sirenas?». Y, lo cierto es, que aquella
imagen que nos habíamos formado, de pronto se viene al traste al conocer
algunas, de las muchas referencias que de ellas remite la literatura; sin
embargo, lo peor, es que muy pocos convendrán en ponerse de acuerdo a la hora
de opinar en torno al tema: ofreciéndonos nunca una descripción o explicación
exacta de ellas. De modo, que al intentar determinar su origen, número o
cometido dentro del enorme entramado mitológico nos sentimos abrumados;
sumergidos, en un mar de opiniones, en algunos casos incluso contradictorias
pues, son varias las versiones que se barajan al respecto y, que se recogen
extraídas de la vasta mitología y la Poesía Helena. Así, unas veces las
encontramos como horribles monstruos marinos o terrestres que atormentan a los
hombres; y otras, en un papel que resulta compasivo, piadoso con aquellas víctimas
que lograron conmoverlas, personificando el alma tranquilizadora que comparte
la tristeza de los vivos, después de haber sido un peligro para ellos. Pero al
mismo tiempo, y esto no deja de ser curioso, las podemos encontrar como fieles
protectoras de tumbas —contra las acometidas de los malos espíritus—. Luego
está su origen, a priori atribuido a Forcis —el anciano del mar—; si bien,
observamos otras posibilidades, sugeridas a partir de unas gotas de sangre
caídas de la punta del río Aqueloo, en cuyo caso sus madres bien podrían ser
varias: desde Gea, pasando por alguna de las tres musas: Melpomene, Caliope o
Terpsicore. Por último, estaría su número, dos o bien tres, dependiendo del
autor y que varían en función de la madre. En el caso de ser Melpóneme, sus
nombres serían: Telxipea, Aglaope y Pesinoe; mientras que si su maternidad es
atribuida a Terpsicore, sus nombres varían siendo: Parténome, Leucosia y Ligea.
Pero de lo que no cabe duda, es que entre tanta vacilación, encontramos un
bonito y sugestivo nombre —hoy profanado y hartamente manoseado hasta la
saciedad— para describir unos seres “míticos” y fabulosos, de los que apenas
sabemos nada. Inventadas, por la imaginación humana, nos dicen unos pero, quién
puede afirmar, no haber escuchado jamás ―en los más profundo de sí― en momentos
cuando el alma se encuentra sosegada, aquellas melodiosas voces seductoras por
las que dejándonos llevar, nos hemos sentido hechizados y visto que nuestra
alma era empujada.
«Llegarás primero
a las sirenas, que encantan a cuantos hombres van a su encuentro. Aquel que
imprudente se acerca a ellas y oye su voz, ya no vuelve a su hogar; sino
que le hechizan las sirenas con el sonoro canto sentadas en una pradera y tiñendo
a su alrededor, enorme montón de huesos, de hombres putrefactos cuya piel se va
consumiendo. Pasa de largo y tapa las orejas de tus compañeros con cera blanda,
a fin, de que ninguno las oiga; mas si tú deseas escucharlas haz que te aten a
la velera embarcación de pies y manos, derecho y arrimado a la parte inferior
del mástil. Y acaso, de que supliques o mandes a los compañeros que te suelten,
atente, con más lazos todavía». «Homero —
Odisea; Rapsodia XII».
Leyendo atentamente el fragmento de la
traducción de la Odisea realizada, por L. Segala i Estaella y editada por la
colección Austral —posiblemente una de las mejores transcripciones realizadas
al castellano, dada su fidelidad literal— algunas inquietantes respuestas con
relación a estos extraños seres parecen emerger a la luz, surgidas de las
palabras escritas hace milenios de la mano del genial Homero. Gracias a él y a
modo de apercibimiento se nos revela una primera descripción sorprendente, y no
menos aterradora; quizá, un tanto somera que incluso ensancha el profundo mar
de desconocimiento que de estos legendarios seres “míticos” poseemos hoy día
las personas. En cualquier caso —monstruos marinos y demonios alados para unos,
o vírgenes protectoras de las almas para otros— la mitología nos recuerda, que
podría tratarse de parientes próximos a Erinas y Arpías, ambas poseedoras una
dilatada y endiablada leyenda negra, marcada por la desgracia y la tragedia,
que no debemos en ningún caso orillar. Por tanto y, observando la advertencia
—por cierto a tener muy en deferencia— que la divina Circe “diosa de lindas
trenzas” dedica al valeroso argivo «Odiseo» parecería obvio comprender, si
damos pie a la leyenda, el motivo por el que a lo largo de los siglos no
hemos tenido noticia de aquellos que se han aventurado a buscar ese lugar,
insólito y remoto: desbordante de belleza y paz para unos;
maldito, despiadado y despreciado por otros, que con sus
encantadoras y sonoras voces habitan, protegiendo sin tregua y con desvelo las
incansables y melódicas sirenas. Pues los peligros, sufrimientos y
miserias que aguardaban, acechantes a cuantos escuchando, partiesen en su busca
serían dignos a tener muy en consideración y pocos, muy pocos serán, quienes se
atreverán finalmente a desafiar las advertencias.
2.-Un
lugar más allá de las sirenas—La historia no trata acerca de aquellos
que partieron un día y sucumbieron antes de poder regresar con relatos de sus
destinos, y que pudrieron sus huesos y pieles al sol. Sin embargo, y como
cabría esperar, existen versiones—menos comentadas— que circulan entre
algunos hombres: de la mar y la montaña. Se trata de
antiguos y curiosas leyendas que, con el tiempo han formado parte de mitos y de
los que es muy complicado afirmar su veracidad. En todo caso, es algo que tan
solo conocen unos pocos, los más viejos y sabios que guardan celosamente de
desvelar a extraños. Solo, la ingenuidad de quien pregunta puede abrir los
labios sellados de quienes protegen su secreto. Solo entonces, abordo de un
pesquero en alta mar o en el interior de inalcanzables refugios en las
montañas, sobre heladas cumbres, cuando la nieve cubre los pasos y los hombres
se reúnen arropados por el fuego, es cuando se relata no sin temor, que hay
quienes un día escucharon una llamada partiendo, no sabiendo nadie de ellos
durante meses o incluso años —llegando a dárseles por muertos— o perdidos
en la tormenta. Pero que un día volvieron, regresados quizá por la misma
tempestad que se los había tragado, y portando aquellas mismas ropas que cuando
se fueron; raídas por el tiempo y evidenciando miserias y penalidades; si
bien, quienes los vieron llegar afirmaron que luego de hablar con ellos
parecían ser otros: personas muy distintas de las que un día partieron, y que
al ser preguntados sobre donde estuvieron, jamás lograron sonsacarles o que
hablaran de ello. Como si un fiel juramento sellara sus labios para la
eternidad, y la vida les fuese en ello. Tan solo se podía observar una delicada
sonrisa y un brillo radiante en su mirada al ser preguntados, que delataba a
aquellos rostros magullados por el frío, el sol o la sal. Aquel brillo, decían
los viejos, era el reflejo de quienes alcanzan un destino utópico a la razón,
inimaginable al simple mortal, donde se encuentran todos los matices de la
tierra, el cielo y el universo. Un lugar en el que la naturaleza (que gusta de
ocultarse) se muestra al hombre y le hace partícipe de su grandeza, velada
hasta entonces a sus sentidos. Ese lugar donde el hombre, solo después de mucho
batallar, y desafiando la propia vida puede alcanzar la verdadera patria y
aquella paz tan anhelada, para con sus semejantes y consigo mismo.
Sin embargo, esa misma y terrible ausencia
de hechos confirmados, acerca de aquellos valientes o locos desvariados, que
arriesgando su vida hubiesen partido hacia las verdes praderas; agudiza el
talante mítico de tan asombroso lugar, pues sugiere dos posibles opciones.
Una de ellas, la mítica: «aquel que imprudente se acerca al lugar ya no
vuelve a su hogar, sino que le hechizan las sirenas con el sonoro canto
sentadas en una pradera y tiñendo a su alrededor enorme montón de huesos de
hombres putrefactos cuya piel se va consumiendo». La Otra, escéptica: «se
trata de seres y lugares imaginarios: inventados por la mente humana y no
habitan otro lugar que esta». Cabría entonces preguntarse entonces ¿qué
puede haber de cierto en todo ello? Evidentemente, recurriendo a la lógica y a
la razón, una respuesta parece demoledora. Pero no seré yo quien la manifieste
o argumente, pues saben las divinas Cárites que de ello me guardaré, como me he
guardado la peste y el hambre. Y al punto viene observar esta
exhortación, "pues aquellos que ligeros emiten juicios y de
confianza se sienten colmados — erguidos sobre el arrecife de las Sirenas los
primeros serán hechizados”.
Precisamente Pausanias (aquel griego
de provincias de profesión sus viajes) — no solo
poeta sino también filósofo, que vivió bastante y deambuló mucho más
—perteneciente a la escuela escéptica de Pirrón de Elis, al igual que Timón de
Fliunte y por ello pragmático estudioso de Homero, como lo fueron: Aristóteles
y Eustaquio “comentarios a la Iliada”; Heraclito "alegorías homéricas” y
Platón “Hipias menor”, es quien al final de su Nekuia «evocación de los
muertos» cierra de modo inquietante y sin aparentemente motivo
advirtiendo al lector, de tomar a la ligera juicios, no sabemos exactamente
relacionados con qué. Pues al tratarse tan solo de un fragmento perteneciente a
la parte final, desconocemos que poderosos motivos pudieron llevarle a
manifestar tal advertencia, pero sin olvidar, que de por medio andan las
sirenas.
Llegados a este punto, quizá, debamos ser
nosotros quienes intentemos atisbar: si encerrado entre el mito y la leyenda
existe algo más, algo que podamos extrapolar a la realidad. Entiendo, por
supuesto, que puede parecer una tarea complicada y reservada a quienes tras
muchos años de estudios y formación poseen, el método y el medio, para bucear
en la compleja dimensión en la que se muestran tan singulares textos. Pero
razonemos un momento y situémonos en la piel del poeta; comprendamos su modo de
ver el mundo, las personas, los sentimientos; o, mejor aún, reflexionemos
acerca del modo de expresarse de estos. Me viene a la memoria una
lectura; “la poesía” - Borges, donde alude al Panteísta Irlandés Escoto
Erigena, quien dijo, “La sagrada escritura encerraba un infinito número
de sentidos" comparándola con el plumaje tornasolado de la cola de un
pavo real. Luego, de todos es conocido que los poetas, proceden por hipérbolas;
pues bien, al leer poesía caminamos, a veces sin saberlo, sobre una calculada y
trabajada configuración metafórica, con la que ha entretejido el autor su
poema. Lentamente, al profundizar en este, y del tumulto de sus palabras se
comienzan a advertir diversos significados; interpretaciones, todas posibles,
pero de las que tan solo una permanecía latente en la mente del autor: “Su
mensaje” o, en este caso “advertencia”. Así pues, la pregunta
correcta, no sería ¿qué son? sino, ¿qué es aquello que representan? A qué se
está refiriendo realmente el poeta, cuando nos advierte de las
sirenas.
Pero no esperen por mi parte una
respuesta. Desembarazarse del oscuro y abultado velo que cubre nuestras
conciencias y ver más allá, es tarea que incumbe individualmente a cada uno de
nosotros: un ejercicio intimista y personal. Ya resulta bastante embarazoso
para mí tener que hablar de aquellas emociones que más profundamente me
embargan: voces, que en ocasiones resuenan con fuerza en nuestro interior,
provocando que alcemos la vista hacia lugares insólitos y lejanos de nuestras
tierras. Lugares, donde habita la fascinación y el encanto y, desde donde se
escucha el sutil y melódico canto de unas vírgenes aladas que con pujanza,
tiran de nuestras almas. Cuánto más complicado, todavía, sería para mí tener
que describir esas pasiones que nos llevan voluntariamente a partir en una
azarosa búsqueda, y más aún, hacerlo a aquellos que las ignoran. Que
ignoran el sonido oculto y camuflado en el fuerte viento: en las
montañas, o tras el rugido de olas que se estrellan furiosas contra solitarios
acantilados en las rocas; cómo describir ese lamento que exhala la nieve al
crujir bajo las botas, al ser pisoteada, o el rumor del agua que se advierte
risueño en primavera bajo los vapores de un diminuto arroyo en la escarcha; o
la mirada en ese destello que se filtra buscándonos entre las hojas de los
árboles al levantar el sol, y que torna de tonos mágicos la realidad, como si
está, de alguna manera tratase de insinuarse, mostrándome por unos instantes
tonos extrañamos, antes ocultos sobre las mismas formas. Cómo
explicar esa necesidad de mirar, escuchar y hablarle a las estrellas, de ir más
allá del horizonte y seguir adelante caminando entre la tempestad cuando,
aparentemente, delante no hay más que soledad y un intenso frío, sin saber qué
Parca, o qué más allá en silencio nos aguarda.
3.-Sobre
el saber, y saber “que por necesidad somos impulsados”—.
"impulsado",
pero ¿a dónde? - Da igual, así te despiertes y te veas al borde del cráter de
un volcán, mirando las piedras que te caen de arriba, ahora caminar el borde es
parte del camino, luego desciende y no te detengas, no seas ni
sigas a la piedra, que a la orilla está y se queda arriba, pues si no es hoy:
mañana esta se derrumbará dormida, cayendo al mismo profundo agujero en la
tierra que le dio la vida.
«Por naturaleza —afirma Aristóteles—
tienen todos los hombres deseo de saber»1[πάντεςἄνθρωποι
τοῦεἰδέναι ὀρέγονται
φύσει, 980α 21]2. Ciertamente, Aristóteles nació hace más de veinticuatro
siglos en la Antigua Grecia. Sin embargo, no por haber vivido en un lugar y
momento que nos pueda parecer tan lejano en el tiempo, le eran ajenos los
sentimientos y deseos o las propias sensaciones, que son al
ejercicio que me propongo aquellas cosas que conciernen. Independientemente
éstas, de quién y en qué lugar o tiempo las experimente (pues se trata de
experiencias). Pero y dado que pocos encontraré mejor que él facultados, en
tanto al saber en cuanto a tal: “concepto·, y que exponerlo en toda su magnitud
sería —a este ejercicio— un exceso, consideraré, por el momento y con ello
también así finalizar el exordio en el que me veo envuelto, que Aristóteles no
solo tenía razón sino que sigue hoy estando en lo cierto. Cierto: que
no hay nada que ocurra en el universo y consecuentemente en el mundo —derivado
de la naturaleza o las personas— que no estimule al pensamiento, en el hombre
que observa y aprende, a través, del medio en el que se desenvuelve,
impulsándole a saber. «Saber» que en su conjunto y resumido en una
sola palabra es entendimiento (de algo: cosa / ente); facultad ésta, que
habrá de adquirirse por el examen de aquellas mismas cosas/ ente, y a partir de
aquellas experiencias sensibles —también llamadas impresiones— y la información
que estas últimas le ofrecen al juicio respecto de las primeras— procurando
llegar a «conocer» y consecuentemente a su producto «el conocimiento» a partir
de de lo observado, y las sensaciones e impresiones por las que somos abordados
de la experiencia. «Conocimiento pero —nos dice Kant en
la primera línea de su estética trascendental—comienza con la experiencia; pero
esto no significa que todo él derive de la experiencia (según
Kant). Principio no significa pues origen sino fundamento»
primero del hecho empírico, que lleva luego a reflexión: jerarquiza,
estructura, ordena, discrimina la información; y que igualmente,
encuentra respuestas—a las cuestiones— y soluciones a los problemas e ideas
derivados por la razón de aquellas mismas de las cosas… Esto es el
entendimiento, que da sentido (razonado) hoy al mundo, venido de
despejar el horizonte. Un «Horizonte —pero—limitado, pues
nace de una limitación: limitación (subjetiva) que la razón (del individuo)
encuentra de las propias cosas que experimente (en sí mismas y hacia nuestros
sentidos),luego igualmente de nuestra visión o entendimiento de ellas, cuando a
falta de las propias experiencias en el medio natural y de las cosas,
estas son impuestas (razonamiento a partir de otros expuesto a nosotros:
en una ausencia total propia ( en el individuo) de experiencias (sensaciones e
impresiones) de aquella realidad de las cosas que pretende entender, pero y más
importante todavía, cuando desconocemos ( de las cosas) su razón primera y
última de ser ahí: “se decide sobre la verdad y la falsedad , la razón
y la locura sin conocer en qué principios se funda”—Hume .
Luego sería insensato (sino absurdo) por
nuestra parte abandonarnos — llegado el momento de la madurez como es mi caso—
hacia pueriles cavilaciones ingeniosas a partir de la vasta infinitud de ideas propuestas
hoy de la filosofía y el pensamiento todos los días, cuando la causa principal
—como afirmaba Berkeley —de los errores e incertidumbre que se encuentran (aún
y quizá más hoy) en la filosofa, es la creencia en la capacidad del para formar
ideas abstractas (válidas) (Hist. DP T-4 p10). Se
precisa pues de esta labor que me propongo un orden y establecer alguna
prioridad cuando de verdad pretendemos conocer (conocimiento).: “Si cae en
nuestras manos algún volumen, por ejemplo de teología o metafísica
preguntémonos ¿contiene algún razonamiento experimental sobre cuestiones
de hecho y de existencia? No, pues entonces arrojémoslo al
fuego, porque no contiene más que supercherías y engaños” (Hist. D. P Tomo-4
p23). Pero ya nos advirtió de algo de esto Sócrates (por platón)
siendo el primero que tomando conciencia de la tragedia que de manera continua
discurría ante sus ojos —lejos de especular con vanos conceptos— nos recordó,
que dados a la reflexión era “la existencia el primer y
mayor problema a abordar, “incitando” con ello al examen incesante de uno
mismo, y al de los demás: examinar “a los demás”, pues lo que observamos, es la
total ausencia de razón que justifique el sufrimiento que deviene de la
manifestación —tantas veces fatídica— de esa existencia: siendo, como somos,
incapaces todavía de prever aquellos fatales eventos que habrán de seguir
aconteciendo (al no remitirnos de la experiencia, proyectada hacia nosotros de
aquellos mismos que nos mostraron (de unos hechos: luego de estos) sus
consecuencias.
Así pues, sería precisamente llevado de
esta aptitud entorno de las circunstancias que condicionan, dando o restando
sentido a la vida, y donde precisamente el saber justamente está en ser buscado
—cuando éste posibilita los cambios— que de los resultados obtenidos a partir
de una primera introspección, buscando no fui capaz de advertir otro móvil que
a diario determinase mis pasos, al margen de aquel mismo deseo que desde antaño
ha guiado mis actos, e igualmente, el devenir de buena parte de la humanidad. Pues,
según pude constatar, fue Aristóteles quien —al igual que ahora yo intuyese—
entonces convino, que debía existir un fin supremo, deseado, no solo por él
sino por todos mortales —principio liberador de todos los males— deduciendo,
finalmente, que este fin no debía ser otro que la felicidad (como objetivo):
pues «Siendo la felicidad mejor y más bella que todas las cosas, es también la
más placentera» [ἡμεῖς δ᾽ αὐτῷμὴσυγχωρῶμεν.
ἡ γὰρεὐδαιμονία κάλλιστον καὶ ἄριστον
ἁπάντωνοὖσα ἥδιστονἐστίν.1214α]3.
Sin embargo, cuál sería mi asombro que
entregado a un mayor profundizar, reflexionando en el conocimiento de mi propia
experiencia, y habiendo a la sazón repudiado la senda del autoengaño —que
conduce a no encontrarse ni a saberse uno quién es jamás — pude observar, y no
solo de mis actos, que la búsqueda de la felicidad o el mero hecho de desearla
pudiera ser aquello que fatalmente motivase cuanto de trágico en la vida
hubiere de acontecer. Y parece lógico preguntarse… ¿cómo puede ser? ¿Qué de
malo puede haber?, la verdad, es que yo tampoco lo sabía, siquiera apenas lo
intuía antes de comprender gracias a unas viejas lecciones aquello que
Aristóteles de forma modesta, al comienzo de su metafísica nos refería, a
saber: que primero y por encima de cualquier anhelo de saber «Tienen
todos los hombres deseo…» Deseo éste, pero, que no es una clase mayor
de querer, sino un impulso, o
disposición genérica de la razón “sine iudicium” (sin juicio)
entendida, esta razón (subjetiva) como puro ámbito de representaciones:
“inerte” y sometida a las pasiones mismas —dice Hume— en tal medida,
que no puede pretender otro oficio que obedecerlas y servirlas (por unos medios
hacia unos fines). No alcanzando de este modo la razón, ser motivo de acción,
ni mucho menos oponerse a la pasión (deseo), que venida a lomos del impulso y “encubierto”
bajo su estela, se muestra ya como una sola cosa, en cuanto a tal: poderosa,
que da origen a la acción. Pues, ocurre con el deseo como
con tantas cosas, al desnudarlas, encontramos un saber: que
arropadas bajo éstas existen otras que nos son dadas encubiertas y así veladas
a la razón, que todo lo ignora de ellas cuando, ingenua, las experimenta.
Y, es por ello que concluyo con una sugerencia: que no habrá de darse por
pedestre este saber; «pues saber, que por naturaleza estamos impulsados,
no es un saber cualquiera».
1.4.-Sobre
la búsqueda y el deseo de felicidad—“μη επιθυμει
αδυνατα"1 —"No quieras (no desees) imposibles"— nos dice
Quilón, 16. Todos tenemos el mismo anhelo: esperamos vivir, y (el
mismo defecto) “deseamos” vivir siendo felices: como si vivir
fuese poco (buscamos la felicidad, siempre cuanto más arriba), en lugar de
vivir plenamente la propia vida. Hallar esa felicidad parece ser la labor
infinita del hombre, y esperarla sin la conciencia del tiempo que pasa, su
castigo. Por desgracia, el hombre solo aprende a vivir desde el momento en
que ya no puede esperar nada: justo cuando deja de tocar los tambores y empieza
a escuchar al viento...
Del saber antes mencionado «que somos
impulsados» se deduce, igualmente, que toda búsqueda —por inocente o bien
intencionada que parezca— es precedida por ese deseo (subjetivo) que la
origina. «Deseo que es atributo y misma esencia del hombre» (Spinoza),
y que para reconocerlo, antes debemos comprender que al sentirlo está ya en sus
partes constituido y en nuestra consciencia obrando, en tanto, que condiciona
pudiendo hacer nada para librarnos de lo que nos representa, cuando no por mil
veces lo deseado, seguimos aún tan lejos de alcanzarlo. Constituido (he dicho),
pero bien pudiera haber sido maquinado pues parece más la obra del diablo; o
acaso un gusano forjado a partir del misma génesis de la conciencia: germen que
eclosiona y toma su asiento y sustento primero a partir de la propia extrañeza
de las cosas; más cuando mayor sea la fijación, mayor será su
necesidad de alimento, que irá en aumento—más allá de lo
racional— sostenida por uno o varios sentimientos: necesidades pero,
que bien pudieren también no serlas aunque sí parecerlas, llevando al individuo
a diferentes estados de conciencia (emocional), donde se retroalimenta lo que
todavía no, pero ya se intuye impulso (potencial de una acción) hasta el
momento en que se desata “el impulso” (“sentimiento e
instinto” más que razón. Pues la misma razón
que a veces duda y ahora busca, no es sino una
manifestación de la naturaleza instintiva del hombre—Hume. H
del P T4p.22).
Impulso —como crisol— que
funde todas las partes y donde se fragua naciendo el deseo, que habrá de
tornarse en acción de la voluntad; voluntad que nos estimula y arrastra por
desconocidos e intrincados laberintos hasta conseguir, no siempre, la tan
anhelada meta (la felicidad); pues no son pocos los que opinan que podría
no alcanzarse jamás, alegando que la felicidad es como el cielo, a veces,
creemos estar en él imaginando una realidad y, sin embargo, de inmediato
advertimos que se trata de una ilusión temporal: una fantasía, que nos llena de
desconsuelo al comprobar instantes después, que seguimos con los pies
descalzos sobre el suelo”. Esta misma idea se desprende de aquellos
textos de Schopenhauer, donde retomaría los estudios acerca de la felicidad,
iniciados siglos atrás por Aristóteles; estableciendo, que dicha felicidad así
como la suerte de los mortales, podía reducirse a tres condiciones básicas y
fundamentales: lo que uno es, lo que uno tiene, y lo que uno se
representa; refiriéndose en este último caso, al honor, la categoría y
la gloria. Pero, no se dejen seducir por lo que se pretende, sea un decano de
los libros de autoayuda. Si bien, es cierto que aquel ilustre filósofo trato
ampliamente el tema de la felicidad y de cómo acceder a ella, lo que
verdaderamente deducimos luego de su lectura es, la imposibilidad absoluta de
acceder a ella concluyendo: que el Arte del buen vivir es esencialmente
un manual, en el que se desarrolla el complicado arte de sobrevivir en el
mundo. Sin embargo, inteligente por nuestra parte también, sería no
olvidar la advertencia, surgida de aquella mente, dicen algunos que atormentada
y que abocaba a su dueño continuamente al pesimismo, cuya dimensión más crítica
se encontraba representada por una voluntad irracional, aludida y ampliamente
desarrollada en sus escritos, de la que se entiende nos previno: describiéndola,
como una voluntad infinita, discorde y devoradora de sí misma. Una
voluntad esencialmente que es desdicha y dolor «Pues ningún bien final
saciará la avidez de ese genio del engaño —llamado voluntad— que encadena, la
libertad y la independencia del intelecto (...) (…) no
hay libre albedrío; en todos los casos, la búsqueda racional esta movida por
los intereses de la voluntad, voluntad que jamás se ve saciada, y cuya única
forma de liberación posible, para el hombre, es la total auto aniquilación de
la misma». Con ello—dice Nietzsche (Mas allá del bien y del
mal)—Schopenhauer nos da a entender la voluntad como la única cosa que nos es
propiamente conocida , del todo y por entero, sin sustracción ni añadidura. Nos
describe una voluntad que es en sí misma libre. Si bien, esta voluntad también
puede, aunque no sin esfuerzo promover, en el hombre y para el hombre su propia
liberación; siempre, que no perezca sometido a ella (En el umbral del
tratado de ética, que debe indicar el camino de la liberación humana de la
voluntad de vivir, Schopenhauer se debate ampliamente con el problema de la
libertad. ¿Cómo puede el hombre liberarse de la voluntad si no es libre frente
a ella, si es un esclavo de la voluntad misma? (Hist. Del pensamiento.
Sarpe) Por lo que “claramente” se nos exhorta a renunciar a un
cuarto aspecto, sugerido, pero no incluido junto en los anteriormente
expuestos, y a mi modo de ver más relevante incluso que aquellos. Refiero al
que sin duda alguna condiciona el destino y la felicidad de las personas en
nuestro tiempo; entiéndase: no lo que somos, tenemos o representamos,
sino aquello que desde el fondo más insobornable de nosotros mismos, anhelamos
ser.
1('epithymei')
y αδυνατον ('adynaton') se refieren a conceptos fundamentales del pensamiento
griego sobre el deseo, la afectividad, el apetito y sus objetos, su sentido, su
dinámica, en definitiva, su "potencia", por jugar con una de las
versiones que va a tener, en otro contexto, la δυναμις ('dynamis'), que
comparte el mismo territorio semántico que “lo posible” (δυνατον,
'dynaton') en la filosofía de Aristóteles.
5.-Precipitarse
hacia las propias consecuencias—Hoy más que nunca podemos afirmar, sin
temor a equivocarnos, que pertenecemos a la era de la complejidad y la
incertidumbre (S. Pániker). Las barreras que antaño nos recluían en celdas
“sociales” apartados de esperanzas y anhelos han ido cayendo. Los hombres no
nacen condicionados y las aspiraciones no se ven limitadas, debido, sobre todo,
a un bajo estatus social. Consecuentemente, desde muy jóvenes todo lo que somos,
tenemos o la opinión que merecemos a los demás nos parece insuficiente; nos
sabe a poco queriendo más: más reconocimiento. Pero sobre
todo, deseamos sentirnos protagonistas y diferentes al resto de la sociedad.
Sin embargo, al levantamos por la mañana la realidad nos saluda: arrojándonos a
la cara un jarro de agua fría. Nos miramos entonces ¿cuántas veces? resignados
frente al espejo, aborreciendo de nosotros mismos, de lo que somos y de nuestra
vulgaridad. Entonces nos afligimos, nos afligimos por todo aquello que deseamos
desde lo más profundo del alma; desde esa misma profundidad, por la que
igualmente sabemos que jamás lograremos, nunca, nuestro propósito. Y he aquí el
lugar: “la fortaleza” de nuestro hogar; y el instante, frente al espejo. Ese
preciso lugar y momento, en el que la conciencia se despereza y nos mira desde
el otro lado con nuestro propio reflejo, susurrándonos, con voz sutil y
encantadora, de tal manera que las palabras adquieren propia luminiscencia:
más, cuando «Rotas y sin vigencia, las normas que durante tanto tiempo
prestaron contingencia dentro de la sociedad al individuo, no puede este ahora
construirse una dignidad, sino extrayéndola del fondo de sí mismo»
(Gaset). Pero cuidado: la imaginación es mala cabalgadura para un
hombre sensato; lo decía Pío Baroja y no le faltaba razón. Hay
ocasiones, en que esas efímeras e inofensivas visiones, plagadas casi siempre
de buenas intenciones, mueven a despertar profundos deseos: exacerbadas
pasiones, que lejos de parecer arriesgadas nos seducen de manera singular:
tirando de nuestras almas —desoyendo las advertencias— cuando atisbamos a lo
lejos la posibilidad de ir más allá convencidos, de hacer los sueños realidad.
Se trata de verdaderos orgasmos deslumbrantes, de luz delirante y fabuladora que
incitan a mover y cambiar el modo de ser y pensar: a actuar creyendo, que si
seguimos adelante lograremos permutar el despreciable destino al que se dirige
nuestra existencia. No negaré, que el ejercicio resulta convincente, y más para
quien ya se encuentra desilusionado consigo mismo. De modo, que la catarsis
contribuye al embelesamiento, desmantelando así toda defensa de la
persona, frente a ese caballo blanco que avanza llamado voluntad, y que el
individuo pudiera haber construido y así defenderse de su violencia.
Violencia devastadora, con la que luego irrumpe arrasando cual salvaje montura
pertrechada de etéreas substancias con las que nos invita a cabalgar, haciendo
frente a las eventualidades del mundo que puedan salir al paso.
Muy pocos entonces intuyen el enorme coste
y sacrificio que supone un precipitado juicio; una determinada elección en ese
justo momento de nuestra vida, sobre todo, cuando se quiere ir más allá de uno
mismo. Aún son menos, quienes cuentan con la voraz tormenta que pueda tragarse,
mandando a pique la tan anhelada empresa. No son pocas las ocasiones, que
embarcamos la vida en un frágil junco, construido apenas con algo más que
buenas intenciones, sin saber, que nos aventuramos a un mar bravío seno de frustraciones
y desventuras; pues es una travesía muchas veces malograda de ante mano, por no
haber calculado “la infinitud del deseo” ni previsto las dificultades de tan
arriesgada singladura.
No pasa mucho tiempo para cuando la
tempestad arrecia desarbolando las velas: desatando los problemas y volviendo
los titanes en contra nuestra. Solo entonces, nos acordamos de aquellos
desestimados consejos y surgen las primeras dudas: recelos primero, que darán
luego paso al miedo, que se agrava durante la noche, cristalizando en sombrías
pesadillas que, una vez manifiestas, se tornan perversas atormentando al
individuo y consumiéndolo más que la propia vida. Con ellas se revelarán uno
tras otro los peores fantasmas, surgidos como demonios no invocados en la noche
oscura: duendes del subconsciente que invitados por ese “otro yo” —que algunos
afirman “todos llevamos dentro”—, disfruta martillando lenta la conciencia
cuando nos reprocha que quizá nos equivocamos, o aún peor: recordándonos, lo
terriblemente atroz y absurda en que puede llegar a convertirse la propia vida.
Por fin, y una vez ya presa de la red
tejida por la incertidumbre y el caos; la misma, donde deposita sus gérmenes la
locura, veremos el futuro de forma distinta; sintiéndonos, como aquel que
tantas veces frecuento la angustia y la duda, dotándola de sentido, y que de
manera elocuente, al preguntarse qué le depararía el futuro, comparó sus
sensaciones con las de una araña que desde un punto fijo se descuelga,
suspendida, teniendo ante sí el enorme vacío, pataleando sin encontrar un lugar
donde apoyarse: víctimas ahora de la propia voluntad y precipitado a sus
consecuencias.
1.1."Los
hombres mueren y no son felices"—. 1.2 «Todo destino
es dramático y trágico en su más profunda dimensión»—1.3 El pueblo
español se entrega, al suicidio— 1.4 Todo acontece por una causa— 1.5 Acerca
del Trauma de la lucidez / Extraviarse en los tópicos—. 1.6El
Minotauro y la Paradoja—.1.7. La filosofía occidental se
halla en situación crítica—.
1.1"Los
hombres mueren y no son felices" — (Calígula, Acto
I - Escena V -Camus). Realizar buena parte de lo aquí publicado conlleva cierto
esfuerzo, a la vez, que una enorme satisfacción. Mas para concluirlo —si se
puede considerar concluso— no quise ni deseé buscar deliberadamente ideas o
pensamientos que me condujesen a un fondo, sino dejándome alcanzar por este me
liberé del pensar, y con esto de sus limitaciones —de las que me reconozco (de
la razón)— a decir: de un saber, que hallo como el universo, inmenso. Siendo
este motivo más que suficiente, para que el propósito de este ejercicio sea tan
modesto. Si bien creo (lo leí en algún lugar) “son las cosas modestas aquellas
que luego se tornan más difíciles de acometer”.
1.2 «Todo destino
es dramático y trágico en su más profunda dimensión»—escribió
en alguna ocasión Gaset. Hace algunos años leí un bello pasaje en un libro que
afirmaba: “la verdadera patria de todo hombre y mujer, origen de sus deseos e
igualmente, punto de partida en el que es forjado el destino de nuestras vidas,
se encuentra en algún momento de la infancia”. Por mi parte reconozco haberme
sentido seducido, y no en pocas ocasiones pasar muchas tardes y no pocas noches
de invierno en vela, buscando en el pasado, de los recuerdos, ese preciso
instante hasta dar con él. Estupidez solo posible en aquel que ignora —de lo
que le dicen otros—“que poco importa el origen, y solo ya el destino afecta,
apenas sostenido en ese reflejo indefinido que se derrumba una vez y
otra—formando parte de uno mismo. De modo que poco interesa si tal afirmación
es cierta y de nada habrá de servir el ejercicio, cuando uno se reconoce
“mártir” del devenir.., ”Vuelve y tómame, amada sensación, (…) cuando la
memoria se despierta, y el viejo deseo corre otra vez por las venas (Cavafis).
1.3 ¡El pueblo español se entrega, al suicidio! Decía Unamuno. Concretamente esta es la
primera frase de «El sentimiento trágico de la vida», su última
obra. En esa nota estaba reflejada la lucha
de un hombre que fue fiel a sí mismo yendo en contra de unos y
otros y rodeado del ambiente hostil de la propia ciudad a la que tanto
amó, con la desesperación de quien ve cómo se va quedando solo, mientras se
tambalea su mundo, su propia vida y hasta sus creencias» - (M. Unamuno de
sus apuntes).
Pero en algún lugar leí que un
hombre (y del mismo modo entiendo que una nación) primero debe morir,
para luego volver a nacer: y España allí se aniquiló a
sí misma, para luego muy lentamente (de aquellas mismas cenizas)
volver a nacer. Renacer (se supone) libres del odio y del dominio (que nos
llevo a aquello y que hoy nos permite al recorrerlo—de las secuelas del
recuerdo y el dolor de nuestras familias aún compartido— reconocernos todos
a nosotros mismos de aquella sangre derramada, habiendo
aprendido del sacrificio nuestros abuelos (sacrificio no por sus
propias necesidades o las de sus familias, sino por las ideas o
ideales que les inculcaron otros/ arrebatándoles primero su
libertad (condicionados a otros) , luego identidad de españoles
primero, y de padres de familia (o hijos) después,
para finalmente tantos de ellos entregar su vida recorriendo aquel
camino de sangre, para que nosotros pudiésemos (de su sacrificio
aprender) y renacer a una nueva vida, en una nueva nación: sin odio, pues hay
dos manera de ser y vivir : haciéndolo solo para uno mismo
(egoístamente), o también vivir y ser ocupándonos de los demás, como
personas ayudando en nuestras ciudades a quienes
lo necesitan / y como nación: a quien auxilio
necesite y nos pida.
1.4 “Todo
acontece por una causa”—. «Aquello que sucede, sucede
necesariamente por una causa»— nos dice Platón, en su Timeo). Plutarco, al
final de su libro de fato, señala: «lo primero y más importante no es
tanto saber, que nada deviene sin una causa, sino que todo deviene en virtud de
causas anteriores» entendiendo de esto “una primera causa origen de todas la
anteriores”. Parecería, por tanto (y recalco “parecería”) sensato de nuestra
parte no eternizarnos, buscando aquellas causas primeras ya lejanas,
concluyendo (ingenuamente) entonces: que “todo principio es causa de la
anterior y continua sucesión acontecimientos, los cuales conducen hasta “un
determinado origen (pero que no es principio): sino principio
inductor, al que yo llamo (catástrofe / así lo llamaría C. Zeeman), que
ciertamente altera los factores que hasta el momento han guiado nuestra vida
hasta ese momento, pero que al entender, de aquello (de catástrofe: un
origen →como principio) igualmente conjuraríamos de nuevo a las
parcas que maniobran infinitos los destinos, siendo partir de entonces caminar
sobre un hilo que habrá de nuevo de ir siendo tejido, desconociendo aquello que
aguarda más allá “desde el principio”, escondido, tras los vados y las sombras
del camino, pero que ya no reconoceremos de nuestro camino… pues: “aquellos
fundamentos que gobiernan los misterios del universo, comienzan como engranajes
de un viejo reloj a temblar, avanzando en movimiento sin vuelta atrás, cuando
uno niño en la roca sentado, imaginando historias en silencio contempla, con la
vista perdida en el horizonte y su esperanza labrada en el tiempo, la difusa
silueta de unos sueños, forjados el murmullo sibilino del viento, y el rugir
furioso de las olas golpeando, aquellos límites impuestos al mar”.
1.5 Acerca
del Trauma de la lucidez / Extraviarse en los tópicos — Hoy,
cuando las antiguas creencias están declinando y el final de las grandes
síntesis se acentúa, un hambre manifiesta avanza peregrinando el mundo. Se
trata, de una imperiosa necesidad de saber: saber quiénes somos, de
dónde venimos o cuál es el velado propósito, de la que en tantos casos resulta
una miserable vida. De tal modo, multitud de personas de la más variada
condición, cuyo nexo común encuentra su raíz más profunda en la angustia, se
han dejado seducir en torno a temas que van más allá de su quehacer
acostumbrado. Seducidos, hacia cuestiones “profundas y metafísicas” ―cuando no,
víctimas del que resulta ser el humilde parásito de la ingenuidad― arrojadas y
a la aventura de hallar unas nuevas expectativas, en las que habrán de volverse
a replantear aquellos mismos y pretéritos temas relativos a la
existencia.
Apreciable en innumerables manifestaciones
y formas, esta aptitud se observa en mayor medida, al comprobar el creciente
interés mostrado por buena parte de la ciudadanía, encandilada en torno a una
amplia gama de tópicos y actividades: ufología, sectas, parapsicología,
“meditación”. Sin embargo, sería ventajista por mi parte arremeter directa y
exclusivamente contra todo contra aquello que más nos parecen disparates,
cuando el más ligero soplo de aire dirigido contra estos lo derrumba. No
requiriéndose tanto pulmón, como una buena dosis de coraje y osadía para
dirigirlo, sin vacilar, contra las imponentes fortificaciones de la filosofía.
Entiéndase, en esta (la filosofía) más que en ningún otro lugar, donde
el pensamiento desventurado ha escarbado, hundiéndose con mayor pasión y
resuelta vehemencia en busca de "Nada", pero labrando tan vasta
maraña de galerías que si decidimos aventurarnos a ellas correremos riesgo de
extraviarnos, amplificando así la magnitud de la inquietante perspectiva
que nos habrá finalmente de causar, caminar hacia un horizonte del que no se
intuye la dicha.
1.6 El
Minotauro y la Paradoja — La morada tiene muchos nombres y
algunos, como yo mismo, refieren el lugar como “el laberinto”. Pero este
no es un dédalo cualquiera, sino un enorme santuario fortificado de sapiencia y
erudición, donde solo contadas personas se adentran: unas llevadas por la
pasión y otras, sencillamente ―a través del cenagoso sendero de la existencia―
cuando son arrastradas al mismo, y donde una vez atrapadas se verán condenadas
a habitar por largo tiempo sus ambiguas mazmorras y galerías. Aun así, no es
extraño hoy, que ante una providencia tan amenazante como indefinida sean
legión aquellos profanos, que penetran el templo en el que habitan el Minotauro
y la paradoja… la razón. Y los motivos no parecen ser otros que encontrar algo
con que aligerar el enorme fardo, que en el páramo demora su transitar, a la
vez que abruma abatidas sus conciencias. En la marcha se les distingue
fácilmente: pertrechados con un utillaje arcaico de nociones que le
sean de utilidad, con ellos viaja siempre la duda: en todo momento presta y
dispuesta a interrogar, siempre sobre aquellas difíciles cuestiones que más
profundamente inquietan, y por qué no decirlo, a todos nos atormentan.
Se trata de preguntas laberínticas cuya complejidad es muy superior a cualquier
lenguaje hablado o escrito; y que desde hace milenios se encuentran envueltas
en una densa niebla de desconocimiento, por la que lentamente, se ha estado
abriendo paso la razón. Hueras esperanzas alimentan el tortuoso camino del
peregrino, mientras recopila cuanta más información, a la espera de poder
cuanto antes alcanzar su meta, desentrañando el significado codificado de toda
ella. Pero, es fácil comprobar que invierno tras invierno, todo ese saber
extraordinario y acumulado no ayuda ni propone solución alguna a los
innumerables males que atormentan el espíritu. Lo que antes parecía una
extraordinaria guía para comprender los misterios velados de la existencia, se
revela escrito de un lenguaje secuestrado e imposible de descifrar. Luego el
carácter en ocasiones talmúdico, que parecen ir adquiriendo algunos textos
compromete en gran medida la ardua tarea de descifrarlos. Así, las grandes
preguntas del hombre, las grandes cuestiones, permanecen ajenas para siempre al
individuo, confiscadas en un laberinto cuyos caminos, una vez transitados no
permiten huida y, donde la angustia resulta de todas partes al
comprobar, que podemos volver la vista atrás, hacia el punto de partida, pero
jamás, retornar sobre los propios pasos.
Sin
embargo, en ocasiones los muros de ese complejo laberinto parecen derrumbarse
ante aquel que reconoce un camino sin salida, proporcionando por unos instantes
algo de luz a la angustiosa perspectiva: un centelleo lóbrego y
tenebroso, aunque siempre revelador de la realidad. El precio a pagar habrá
sido elevado, Pues solo cuando la existencia muestra su más dramática figura,
parecerá la mente consciente (la razón) derrotada —ahora sí— entender lo que
gritaban desde hacía tanto tiempo aquellos libros. Comprendiendo no las palabras,
sino a las personas que las escribieron. Vislumbrando por fin, que en el
laberinto (la filosofía) no se hallará solución alguna a los problemas, sino
siempre las mismas preguntas, angustias y pesares que a lo largo del tiempo,
los hombres, se ha planteado a sí mismos cuestionándose, por el destino y el
fundamento de su propio ser. Hallando entonces la verdad de los
libros (de sus autores), encontramos que “no hay esperanza, más acá, ni más
allá de la muerte en ella (en la filosofía) para nosotros”. Por ello, coincido
de una parte (pero no plenamente), en que (“Toda filosofía no Valdrá una
hora de dolor” — Pascal). Pero sí, que le deberíamos prestar (al
sentido de esta tarea del pensar), al menos algo de atención.
1.7. La filosofía occidental se
halla en situación crítica —y esto no lo afirmo yo— es un hecho.
Luego, que no sirve para nada es un dicho, venido a raíz de una tradición que
parece desgastada (viciada) si no agotada, visto el fracaso a partir de sus
teorías y un repetir dando la vuelta siempre a las mismas (ideas), explicadas
de mil y una maneras, pero sin aportar nada nuevo ni relevante a la realidad; y
más importante: olvidándose por completo de explorar nuevas formas de
pensamiento o de entender el mundo: es imposible, por
tanto, no puede sostenerse aquello que se da de golpes contras sus
propias paredes y a la vez da la espalda al mundo y a la realidad, a
la entrada de un milenio que aguarda y del que algunos afirman: será un milenio
más universal o “no será”, dada la deriva
de acontecimientos en la que nos vemos envueltos. Es por ello que muchas
personas creen que la filosofía (como disciplina) es un método de conocimiento
que pertenece al pasado, habiendo sido superada por la ciencia y la técnica
(por lo real). Pero este agotamiento académico, en tanto a disciplina (del
pensar, otorgando un sentido subjetivo a las cosas), no puede ni debe alejar
nuestra atención de lo redundante: el hecho de experimentar (por
nosotros mismos) la realidad, y la obligación de hacerlo (de
hallar una verdad) a partir de todo aquello a nuestro alrededor (que se nos
hace presente a la luz, y por la misma luz a nuestros sentidos) y se proyecta
hacia nosotros ( esperando de nuestra parte ser reconocido, por lo que es
(dejándolo nosotros que se nos muestre), pues una planta no se eleva a la luz
preguntándonos a nosotros al pasar ¿y tú, amigo, qué dices que soy, sencilla
mente esta se eleva para que (no pensando, nosotros, en lo que creemos que es)
solo la observamos, dejándola ser: a ver… qué nos dice ella.. esto es: que
reaccionemos a los estímulos y sensaciones que nos produzcan.... llamamos
a las cosas por lo que genéricamente entendemos estas son: veo una flor, y si
me dirijo valientemente a ella, me digo ¡una flor! y me planto frente a ella
(pero igualmente si veo un hombre, no me dirijo a él llamando ¡Hombre! Sino que
me dirijo a él por el nombre propio (en mi pueblo por el apodo: “cara
huevo”, por ejemplo; — ¡qué pasa cara huevo!— no es una
pregunta, es un saludo, yo lo reconozco (al llamarlo por un nombre que los dos
reconocemos suyo, y él me reconoce de mi voz al reconocerlo (el catalán de los
cojones otra vez). En El diálogo Cratilo, de Platón, trata
del origen del lenguaje y discute ampliamente la cuestión de si los nombres de
las cosas les pertenecen «por naturaleza» o «por convención / acuerdo», si
están unidos a ellas como una de sus partes naturales, o si les son
arbitrariamente impuestos por el hombre. Luego A la hora de
responder, «Creo que la mejor solución de estos asuntos es ésta,
Sócrates: que algún poder más grande que el humano puso los primeros
nombres a las cosas y, por lo tanto, tienen que ser inevitablemente los únicos
adecuados» (The Greek Philosophers. From Thales to Aristotle William
K. C. Guthrie, 1950). Entienden ahora: cuando un niño, instintivamente,
pone a otro “cara huevo” y
tanto “el cara huevo”, como “otros niños”, y “otras personas”, empiezan
a reconocerlo y “este igualmente” a reconocerse por ese
nombre. La cuestión entonces sería (extrapolando y si queremos caminar un
rato, a la derecha, por fuera del camino que todos transitan)
lo que sucedería si a esa flor que veo todos los días al pasear, me aparto a un
lado para acercarme (me paro) y me dirijo a ella no como a una
¡bonita margarita! (¡una flor! más); y, por el
contrario, mirándola fijamente le digo:¡que pasa cara huevo! ¡Esa,
y no otra es la cuestión! Que ocurriría entonces con la luz (y
esos fotones saltarines entrelazados que van de la margarita – reflejados- a
mis ojos) cuando la miro y me dirijo a ella llamándola por un nombre, que ahora
los dos reconocemos como suyo (por supuesto ella – la margarita- me pondrá, o
podrá ponerme otro nombre: que mejor no queremos saber pero
esa no es la cuestión, la cuestión… es otra ¿verdad? Por cierto, el nombre que
le puse para reconocerla, para nada este refiere o pretende indicar (lo que mi
nueva amiga cara huevo es, sino solo un modo de
reconocernos, digamos como yo la veo, con un cierto humor extremeño…/…por
cierto: no sea que se me olvide: ¡jamás le preguntéis
si tiene sentido del humor, pues..., solo piensa de
dónde (de que animal todos decimos) que venimos nosotros... Y
En este sentido ¿no merece el reino de las plantas, como los otros, igualmente
nuestra atención?), no podemos perder la oportunidad de atender
“ahora” la necesidad de unos nuevos planteamientos o formas de
observar más universales, que nos lleven a entender y a poder expresarnos (no
tanto de pensar en, sino …) hacia → la naturaleza, en unas formas
renovadas “incluso atrevidas” pero no del modo que pretendido por algunos
filósofos no hace mucho: en tanto nuevas formas que “bien pudiesen alimentarse
de la misma disolución de esa razón ilustrada, ahora en período de rebajas”…
¡No¡ sino, más radicalmente: liquidar dicha tradición esa: razón
ilustrada (y la mala costumbre de pensar, en ¿qué es? (subjetivo,
para mí), aquello que ya es (algo / real en la naturaleza) (pero que quizá no
entendemos), y precisamente, nunca podremos entender, en tanto no lo dejamos
ser hacia nosotros (por sí mismo) en aquella observación (más objetiva del
mundo y las cosas y seres en este), que nos permita, y no discrimine
aquella posibilidad (potencia) de interacción entre seres vivientes que se
reconocen (La filosofía hoy no implica una movilidad libre en el
pensamiento, es un acto censurador (que actúa sobre, condicionando la razón
objetiva por el pensamiento, y que disuelve o amputa literalmente las potencias
naturales de las personas. —contradiciendo… a
Martin Heidegger). Y refiero necesidad, al ser manifiesto el
hecho de que la filosofía ha perdido hoy por completo su razón objetiva (por
aquella subjetiva e interesada), y perdiendo igual y definitivamente su
orientación y espíritu libre.
Luego desde mi posición, no me siento
obligado continuar nada (ya fracasado con anterioridad). Cada cual vive cada
día sus experiencias, pero como al caminar —pensar solo me distrae de la
realidad presente/ pensar en la flor solo me distrae, interfiriendo los
sentidos de que aquello se muestra pero que yo me empeño en llamarlo flor y
entenderlo como una flor— uno sencillamente dirige primero pasos, hasta que
estos luego lo dirigen a él. Por lo tanto, elegir qué sería fantasear (de
manera subjetiva dirigiéndome hacia mis intereses) en un mundo donde la
realidad ya condiciona de antemano mostrándonos lo relevante, donde una
decisión o elección (subjetiva hacia que…) pensar nos desviaría del camino
natural, hacia lo improductivo (no natural) e irrelevante (subjetivo) que por
cierto a muchos agradaría: una existencia bien pagada, insensible y
relajada, ausente de la realidad. Si bien, esto parece más grave
cuando se te dice o dirige sobre qué, cómo, o cuál es la forma apropiada de ser
(en tanto pensar) como, cuando se desea publicar y estar en el candelero y las
cátedras (en la nube – en el sueño), en lugar de vivir y estar en la
realidad). Nada de eso hallarán aquí, y esto me permite una cierta libertad
para maniobrar en un terreno en el que —y todo hay que decirlo— se observa una
cierta intolerancia (a los cambios que apesta en la lejanía), cuando entiendo
que sería "un gran paso" empezar por aquella correcta
educación que enseñe a observar (liberándonos de pensar de entrada en aquello
observado: la realidad, dejando que esta, como a un niño, se
muestre por sí misma. Debiendo primero atender de nuestros propios errores,
antes de declarar (de la naturaleza) cualquier (interesada) certeza, que no es
nunca más certeza, que interesada esta.
1.1."Los hombres mueren y no son felices"—. 1.2 «Todo destino es dramático y trágico en su más profunda dimensión»—1.3 El pueblo español se entrega, al suicidio— 1.4 Todo acontece por una causa— 1.5 Acerca del Trauma de la lucidez / Extraviarse en los tópicos—. 1.6El Minotauro y la Paradoja—.1.7. La filosofía occidental se halla en situación crítica—.1.9. El sueño de la razón produce monstruos—1.9.1 Los Escenarios del Absurdo—. 1.9.2 El Sinsentido de la Razón— 1.9.3. La crítica de Horkheimer a la (razón, de la) Ilustración— 1.10. Del ocaso de la filosofía—1.11 Objeciones a la ciencia—.
1.9. El sueño
de la razón produce monstruos—es el título de un grabado que lo dice
todo, sin necesidad de análisis alguno. Conocedor, como nadie de su tiempo, el
artista, Francisco de Goya, representándose a sí mismo,
nos muestra aquel momento en que la razón se adormece; y en
el que se le aparecen visiones y alucinaciones de seres monstruosos salidos de
la oscuridad de la noche: Se trata de uno de los grabados más conocidos de
la serie de los 80 grabados al aguafuerte del artista español Francisco
de Goya y Lucientes (1746-1828), publicados en 1799 y conocida
como Los Caprichos. En la estampa, es el propio Goya es el que
aparece en su mesa de trabajo adormecido, cuyo significado trasciende al
tiempo, al artista y la propia España, más allá de aquel significado primero,
que le quisieron dar algunos en tanto era revelador de una España que
habría de dar batalla entre otras cosas a los problemas sociales de su
tiempo, como la ignorancia y la superstición. Sin
embargo, también podemos mirar en ángulo y ver lo que nos dice (de nosotros) de aquel sujeto que se
pinta a si mismo dormido ―pero está despierto y piensa mientras pinta― y que
había nacido del humanismo (de unas aspiraciones), y las corrientes
racionalistas y empiristas del siglo XVII, que luego desembocarían en la
ilustración XVIII. . Ciertamente artista lo podría
haber pintado hoy y el grabado guardaría toda su potencia y significado
atemporal: cuando a una sociedad adormecida (como la nuestra) se le revelan
monstruos en sus peores pesadillas, aquello que no podemos ver si
estamos también dormidos: los monstruos de la razón del ilustrado adormecido:
por medio de aquella misma razón, que nos lleva a leer las palabras del texto,
sin mirar el ángulo (en el lado derecho) y que nos advierte de aquello que no
vemos si estamos dormidos, pero que se muestra del lado izquierdo, y que cuando
el Goya despierto (se pinta dormido) puede ver: de aquello que
no podemos ver si estamos también dormidos: los monstruos de la razón del
ilustrado adormecido, y a las que el resto de la sociedad, todos hoy al míralo
en el pasado pensamos, pero nos reconocemos nosotros, reflejados ahí…(todavía
dormidos).
1.9.1 Los
Escenarios del Absurdo—.
Vladimir: ¡Qué! ¿Nos vamos?
Estragón: Sí, vámonos.
No se mueven.
(S. Beckett: Esperando a Godot)
«Hay una felicidad Metafísica en defensa
de la Absurdidad del Mundo —dice Camus—. Esta idea, traída del concepto que
define una determinada corriente o pensamiento, y es a la vez ilustración de un
determinado momento, habría de durar poco: no pudiendo sostenerse, sin aquel
pensamiento profundo y constante que la animaba con fuerza». La idea se
encontraría igualmente manifiesta —además de en otras expresiones— en lo que se
dio en llamar Teatro del Absurdo; Y, particularmente, representada en aquella
obra del dramaturgo irlandés Samuel Beckett, donde los personajes muestran de
manera resuelta el tedio y carencia de significado, que para ellos tiene la
vida moderna. Sin embargo, el “absurdismo” no tiene lugar ni época que lo
contenga, y aquel nihilismo apático propio de posguerra, cafés y variedades
risueñas, de algún modo daría paso a un nuevo paradigma —contingencia esta
propia de nuestros tiempos— cuando la exégesis de la manifestación escénica se
vio en algún momento proyectada, y de su propio marco desligada, aumentando la
entropía de lo irracional ya no sobre las tablas, sino en el turbulento albero
de la falacia que recuerda, con desvelo, que tras el último acto de la comedia,
aguarda paciente, dar comienzo… la tragedia.
«Todos nacemos locos; algunos,
continuarán así siempre».
(S. Beckett)
Texto incluido en: Observaciones acerca
de algunas cuestiones fundamentales y otras de carácter fronterizo.
0 de Europa
1«Hay una felicidad Metafísica en defensa de la
Absurdidad del Mundo —dice Camus—. Si bien, no podrá ésta sostenerse, sin un
pensamiento profundo y constante que la anime con fuerza».
2 literarias, pictóricas etc…
3 Teatro del Absurdo es un término empleado por el
crítico Martin Esslin en 1962 para clasificar a ciertos dramaturgos,
estadounidenses y europeos; franceses en su mayoría, entre 1940 y 1960. El
teatro del absurdo tiene fuertes rasgos existencialistas y cuestiona la
sociedad y al hombre. A través del humor y la mitificación escondían una
actitud muy exigente hacia su arte. La incoherencia, el disparate y lo ilógico
son también rasgos muy representativos de estas obras que pretenden recoger
todas esas inquietudes y preguntas, pero sin dar respuestas; estas se las deja
a usted, le deja la inquietud de la respuesta y de la interpretación; es usted
quien tiene que entender que eso que vio es tan absurdo como la vida misma y
que con dar una moneda a un mendigo no soluciona su problema ni el suyo.
Puntualizar: que cada obra crea sus propios modelos y características
implacables de lógica interna: cómica, triste, patética, macabra, humillante,
angustiosa o violenta.
4 Esperando a Godot
1.9.1 El Sinsentido de la Razón—. El
hecho de percibir, y aceptar dentro de sí ideas eternas que sirvieran al hombre
como metas fue llamado, desde hace mucho tiempo, razón. Sin embargo, observamos
hoy que la tarea, e incluso la verdadera esencia de la razón, consiste en
(razonar para hallar medios /para lograr unos objetivos: fines) propuestos en
cada caso “singular” / entiéndase una razón de medios y fines: La razón se
ha limitado a individualizar, construir y perfeccionar una serie de medios /o instrumentos, que bien pueden ser también otras personas, para conseguir los fines. Aquí hay un momento, donde el hombre ilustrado se durmió (perdiendo con la
razón la posibilidad de una autocrítica lucida) y desembocando en una
pesadilla, haciendo que esta deviniera en una razón instrumental. La
Ilustración mutiló la razón y, por encima de la búsqueda de la verdad ―teórica
y moral―, aconteció una "renuncia al sentido" dando lugar al
“sin-sentido”: donde el sueño de la razón / y de racionalidad
ilustrada quedó reducido a la "instrumentalización": al Sinsentido de la Razón. Una razón patológica (tan
patológica como lo eran aquellos mismos ilustrados adormecidos) y que todavía
se pretende justificar, de algún modo, en tanto nos refieren → razonar sobre la
razón ilustrada (una dialéctica). Cuando más razón, es lo que quiere la razón,
mas no sentido, para, precisamente por la razón volver a
justificarse. (Quiero recordar, en este sentido, a Habermas)
1.9.2. La crítica de Horkheimer a la (razón, de la) Ilustración —
muestra un proceso mediante el cual se desencadena la desmitificación del mundo
por vía de un "acto de dominio" de la razón. Esta dialéctica no solo devela la crisis
irreversible de la razón instrumental, sino que deja vigente, en la
discusión de la teoría crítica, una "patología social de la razón", a
partir de la cual puede proponerse la reivindicación de un "horizonte
normativo" de justicia; dejando entrever en el escenario de la discusión
ética la falta de racionalidad de las sociedades. "El
peligro de que se introduzca el dominio en los seres humanos a través de
sus necesidades monopolizadas no es una creencia de hereje que pudiera
exorcizarse mediante conjuros, sino una tendencia real del capitalismo
tardío " —(30 de junio de 1942, Theodor Adorno). Precisamente, es en este contexto, en el que Axel
Honneth propone la reivindicación del horizonte normativo así como el interés
práctico de la Teoría Crítica, colocando en el escenario de la discusión el
núcleo ético -horizonte normativo que devela la falta de
racionalidad de las sociedades. La idea de un "horizonte
normativo" de la razón, consiste en un accionar ético que asume como
inaceptable un ejercicio de la razón a-crítico y a-histórico sin punto de
fuerza (torque) máxima con la sociedad. Precisamente, el valor de la
reivindicación que hace Honneth (2009a; 2009b) del "horizonte
normativo de la razón en la Teoría Crítica" radica en que la
autorrealización individual está vinculada a una práctica común que es,
finalmente, el resultado de la razón. (Aquí cabe una reflexión terrible: ¿no
buscábamos al ser humano libre emancipado? Luego ¿qué ocurre cuando unos pocos
se liberan, emancipándose, a costa de todos los demás? Pues es sencillo, se
pretenderá (por estos) preservar dicho estado: obedece, y
observa las reglas sociales– nos dicen, las personas, que
hablan por la sociedad). por supuesto se puede vivir sin obedecer, al
ente social, a esas personas: el problema será que te denuncien o te
arresten: a tal efecto la
ciencia, ya no es “o puede servir
como instrumento de opresión” (como
antaño se insinuaba) sino que ya “es la ciencia una herramienta no
encubierta, y descarada de opresión” que consentimos (cuando
las ciudades están llenas de cámaras de los cuerpos de seguridad / como en
china / china nos dicen que es una dictadura, y que te controlan con las
cámaras (¡aquí no!- dicen) pero mis ciudades parecen cada vez con más cámaras
ya ciudades chinas: (es por razones de seguridad- dicen). pero yo no puedo
poner una cámara mirando a la calle (y me han roto el buzón, 3 veces), por mi
seguridad, pues invade la intimidad de los demás/ y no solo se
estaría cometiendo no solo una infracción administrativa, sino también un
delito penal, ya que estarías invadiendo la privacidad de otras personas. Mi
coche es propiedad privada, no he cometido ningún delito (y hablo de delito) y
no una absurdez que resulte de una sanción administrativa pero,
me observan en él dentro con cámaras desde la carretera, en postes, desde
helicópteros y drones: pero es por nuestra seguridad / Se establece
que la instalación de
equipos y sistemas de video vigilancia se hará en lugares en los que contribuya a prevenir, inhibir y combatir
conductas ilícitas y a garantizar el orden y la tranquilidad de los
habitantes / una seguridad, por
tanto, que debería manifestarse y hacerse evidente en arrestos de criminales,
llamémoslos así, ellos los llaman así: (ahora calculen al mes los criminales,
arrestados por prueba de videocámara/ y de esa misma videocámara cuenten las
multas puestas primero, y luego abonadas por nosotros al estado, por nuestra
seguridad. Lo cierto es que también nos protegen las cámaras de
personas que puedan protestar, reivindicar→ en acto→ de viva voz contra el ente
social, la política y los políticos: las formas de justicia, y de hacer
política. Esto lo estamos viendo continuamente (incluso hoy mismo en
Madrid contra las políticas de Sánchez /ni me sumo ni me quito): así es,
igualmente una herramienta disuasoria (contra aquellos “descontentos” en
la sociedad que reivindican formas distintas de sociedad y justicia)
“La rebelión de los esclavos en la moral se inicia cuando el
resentimiento mismo se vuelve creador y alumbra valores: resentimiento
de esos seres a los que está vedada la auténtica reacción, la reacción del
acto, de esos que sólo se resarcen mediante una venganza imaginaria. Mientras
que toda moral noble brota de un triunfante decir «sí» a uno mismo, la moral de
esclavos dice de antemano «no» a un «afuera», a un «de otro modo», a un
«no-idéntico» [Nicht-selbst]: y este «no» es su acto creador.
Esta inversión de la mirada que instaura valores, esta necesaria dirección
hacia fuera en lugar de hacia atrás, hacia sí mismo, pertenece precisamente al
resentimiento: la moral de esclavos necesita siempre, para surgir, primero un
mundo opuesto y exterior; necesita, por decirlo en lenguaje fisiológico,
estímulos externos para actuar; su acción es radicalmente reacción. luego
Sucede lo contrario en la manera noble de valorar: actúa y crece
espontáneamente, sólo busca su antagonista para decirse a sí misma «Sí» con más
gratitud aún, con más alegría aún..., su concepto negativo «bajo», «vulgar»,
«malo» es tan sólo un contraste pálido y secundario comparado con su concepto
fundamental positivo, empapado de vida y pasión de parte a parte: «¡nosotros
los nobles, nosotros los buenos, -nosotros los bellos, nosotros los felices!».”
(La genealogía de la moral, I, 10.) Por ello, también se puede escribir un libro, como protesta
contra la razón: eso ya hoy no asusta a nadie y lo hacen algunos
(pocos filósofos) pero, además, ya casi nadie lee libros. “Diríase que el sabio ha tomado como modelo el triunfo
de las fuerzas reactivas ―no
se expresan fuerzas que no externalizan sus acciones; pues ellas se vuelven sobre sí (re-sentimiento) ―. Invoca
su respeto por el hecho y su amor a la verdad. Pero el hecho es una
interpretación: ¿qué tipo de interpretación? La verdad expresa una voluntad:
¿quién quiere la verdad? Y, ¿qué quiere el que dice: busco la verdad? Nunca
hasta ahora la ciencia había llevado tan lejos en un cierto sentido la
exploración de la naturaleza y del hombre, pero tampoco nunca había llevado tan
lejos la obediencia al ideal y al orden, establecido” (Deleuze,
1971: 105-106). Por desgracia, los logros culturales, la
productividad intelectual, el libre despliegue de fuerzas hoy siguen llevando
el estigma de la violencia y la explotación. La razón no es más que un
instrumento del orden.
Tengo rabia, se nota… y la quiero
expresar, sobre todo a los que se llaman (dentro de ese orden y que, mansamente
lo critican desde dentro claro está: a vosotros «¡… los nobles, …los
buenos, …los bellos, …los felices!».” … se han mencionado algunas
condiciones bajo las cuales, a pesar de nocivas influencias contrarias, puede
al menos nacer el genio filosófico en nuestro tiempo: libre virilidad del
carácter, temprano conocimiento de los hombres, nada de educación erudita, nada
de apego patriótico, ninguna necesidad de ganarse el pan, ninguna relación con
el Estado; en una palabra, libertad y sólo libertad: el mismo elemento
extraordinario y peligroso en el que les fue lícito crecer a los filósofos
griegos. Quien quiera reprocharle, como Niebuhr reprochó a Platón, que es un
mal ciudadano, que lo haga y se limite a ser él mismo un buen ciudadano (hoy
todos lo hacen): éste tendrá razón, y lo mismo Platón. Otro habrá que
interprete esa gran libertad como presunción; también éste estará en lo cierto,
porque él mismo, con esa libertad, no sabría hacer nada razonable;
y, por lo demás, si la desease para sí sería, es cierto, muy presuntuoso.. /…
Aquella libertad es verdaderamente una culpa grave, y sólo podrá expiarse por
medio de grandes obras. En verdad, el común de los mortales tiene derecho a
mirar con rencor a cada uno de esos privilegiados: mas quiera algún dios
librarlo a él mismo de convertirse alguna vez en uno de ellos, es decir, de
verse tan terriblemente comprometido. Perecería enseguida en su
libertad y en su soledad, y se volvería loco, un loco malvado, por el
aburrimiento. De Schopenhauer como educador, Tercera
consideración intempestiva ( Nietszche)
Por cierto, Kant fue para él, un
“demorador” (Tardanza en el cumplimiento de una obligación desde que es
exigible) A diferencia del
imperativo hipotético, el categórico exige incondicionalmente que
hagamos ciertas cosas o que las dejemos de hacer ¡Y no me hables ahora del imperativo categórico, amigo
mío! Esta palabra hace cosquillas en mi oído y tengo que reír, a pesar de tu
presencia tan seria: me hace pensar en el viejo Kant, quien, en castigo por
haber introducido subrepticiamente "la cosa en sí" -¡un asunto
bastante ridículo también!-, quedó sobrecogido de temor por el "imperativo
categórico", y con él en el corazón regresó extraviado nuevamente a
"Dios", al "alma", a la "libertad" y a la
"inmortalidad", igual que un zorro que regresa extraviado a su jaula-
¡y su fuerza y astucia fueron las que habían roto esta jaula! (Nietzsche, 1990,
§ 335: 193-194). “La razón no es más que un instrumento
y Nietzsche advertirá cómo Kant en sus
propuestas del conocimiento y de la acción, conduce a los espíritus a caer en
el instinto del rebaño.. Leamos: "De un examen de
doctorado. "¿Cuál es la tarea de todo sistema escolar superior?"
Hacer del hombre una máquina. "¿Cuál es el medio para ello?" El
hombre tiene que aprender a aburrirse. "¿Cómo se consigue esto?" Con
el concepto del deber. "¿Quién es su modelo en esto?" El filólogo:
éste enseña a ser un empollón1.
"¿Quién es el hombre perfecto?" el funcionario estatal. "¿Cuál
es la filosofía que proporciona la fórmula suprema del funcionario
estatal?" La de Kant: el funcionario estatal como cosa en sí, erigido en
juez del funcionamiento estatal como fenómeno". (F.
Nietzsche, Crepúsculo de los Ídolos)
"Apenas se
encontrará aún en unos pocos eruditos ya viejos una comprensión básica de la
filosofía kantiana. Porque los escritores filosóficos actuales han puesto de manifiesto
un escandaloso desconocimiento de ella, que aparece del modo más
indecente en las exposiciones de la misma, pero que también salta a la
vista claramente tan pronto como se ponen a discursear sobre la filosofía
kantiana, fingiendo saber algo de ella. Entonces es indignante comprobar cómo
personas que viven de la filosofía desconocen en el fondo “la doctrina” más
importante de los últimos dos mil años, una “doctrina” casi
contemporánea de ellas". (A. Schopenhauer, Sobre la
filosofía de universidad)
Luego, no es que no existan intentos
serios de avalar teóricamente la afirmación de la verdad racional. Desde
Descartes grandes corrientes de la Nueva Filosofía aspiraron a un arreglo entre
teología y ciencia. “La facultad de ideas intelectuales (la razón)”1
desempeñaba el papel de mediadora. “Lo divino de nuestra alma
consiste en su capacidad para concebir ideas”, leemos en los escritos póstumos
de Kant. Semejante fe en 5 Como en el caso de otros fenómenos culturales
atacados por la decadencia, el siglo XX repitió el proceso histórico. En 1900,
año de la muerte de Nietzsche, aparecen las Logische Untersuchungen
(Investigaciones lógicas), de Husserl, con el propósito de fundamentar una vez
más, con rigor científico, la percepción del ente espiritual, la contemplación
de lo esencial. Si bien Husserl se ocupó principalmente de las categorías
lógicas, Max Scheler y otros extendieron su teoría para que abarcase
estructuras morales». Desde sus comienzos, este esfuerzo lleva el signo de lo
restaurativo. La autodisolución de la razón en cuanta substancia espiritual
obedece a una necesidad interior. La teoría debe hoy reflejar y expresar el
proceso, la tendencia socialmente condicionada hacia el neo-positivismo, hacia
la instrumentalización del pensamiento, como asimismo los vanos intentos de
salvación.
1.10. Del
ocaso de la filosofía— Me pregunto, si es posible que nos
encontremos próximos a un ocaso, advirtiendo la mayor miseria que se ha dado
jamás en “el pensamiento” humano. Pues, ¿Hay alguna tragedia mayor que en la
que se encuentra hoy la filosofía? Una filosofía que ya no tiene nada que decir
desde que los intelectuales quedaron atrapados en el propio sueño de la razón,
siendo incapaces de asimilar, adaptándose y poniéndose a la altura de los
avances de una nueva ciencia & tecnología, en una sociedad cada vez más
moderna, que derivaría en signo y representación de la civilización moderna;
decidiendo luego ocuparse de cualquier cosa, menos de aquellas que realmente
interesan. Lo cierto es, que “ahora y desde hace años sumida en una profunda
crisis, olvidada por el hombre común y desterrada del plano practico (al marco
de las universidades), la filosofía se contempla como la actividad marginal de
personas “confinadas en (sus propias ideas) y pensamientos” al margen de la
realidad cotidiana, y sin salir apenas nunca de su pequeña órbita profesional,
de su mundo (ideas) y círculo más inmediato académico. Igualmente, la
falta de entusiasmo, la moderación de los criterios y la disolución del alma en
todo aquello material, vano y absurdo, han hecho que se pierda la costumbre de sentir
el viejo consuelo de la rabia debilitando así no solo el vigor de nuestro
corazón, sino también la necesidad de adquirir experiencias, y todo en favor de
pensar y repensar únicamente ideas”. ¡A esto nos han conducido siglos de
educación y de erudita majadería!" (Gritaría Ciorán).
Pensamos, que la filosofía nos puede
ayudar a comprendernos y comprender mejor al mundo, incluso ayudarnos a
encaminarnos en una dirección; sin embargo, en contra de los que muchos pueden
creer, la filosofía no va a ayudar al individuo —si no es en provecho de la
propia filosofía—, aunque, el individuo (sí) podrá apoyarse en ésta. Pero me
explicaré. La filosofía no busca sólo conocimiento: un saber; sino y
generalmente busca y si encuentra un conocimiento, digamos que práctico
(como lo es un instrumento), pretende luego, y por este un
establecimiento de ideas y doctrinas (un edificio), cuyas propuestas no siempre
sirven al hombre (al individuo) sino que generalmente sirven a esa escuela, y
luego a quienes cualesquiera sirva esa filosofía –“pues en función del
momento o país donde se produzca, esa filosofía habrá de servir como
‘superestructura’ a la política del régimen o sistema de turno”. De
este modo Aristóteles, aunque no coincidía en exceso, secundaba y participaba
de la política de Alejandro; la escolástica, del mismo modo sirvió igualmente
al feudalismo: reyes e imperios; y Kant, o el Kantismo
a Bismark (Gustavo Bueno, conferencias, Heidegger). En resumen,
cada universidad, desde el momento en que éstas se fundan, como parte y bajo la
tutela del estado, ha promovido y desarrollado un pensamiento acorde
con ‘el propio régimen’ que las fundó, o en su defecto, con aquel que las
mantiene. Luego los (filósofos, caso de alguno) y profesores deben producir
para esas universidades, que son propietarias de sus escritos y enseñar a otros
las doctrinas pertinentes ganándose el sueldo; y hasta que
no abandonan éstas, y siempre si el régimen permite la libre expresión, serán
entonces soberanos en sus ideas, si no quieren, de otro modo perder el trabajo
o, como en el pasado, algo más: su reputación. Por tanto, la
filosofía, en principio no nos ayudará a ser (independientes
nosotros en nuestras ideas) si bien, sí nos ayudará (a nosotros nos sirve)
para conocer la historia del pensamiento ―el mundo pensado en cada momento del
tiempo: filosofía no es sino una Historia del Pensamiento registrada―
y con esto poder hacernos una línea temporal y lineal de éste pensamiento, que
es el propio del hombre y sus políticas a lo largo de la historia (en nuestro
caso de occidente). En definitiva, la filosofía no nos ayuda pero nos
sirve para entender cómo, de qué manera y, por qué precisamente de esa manera,
funcionaba de un modo concreto una sociedad. Y lo hacemos (lo entendemos) no
por los medios dados (escuelas, universidades, etc. donde otros —subjetiva y de
manera dirigida, interesada— nos lo explican), sino que lo hacemos desde aquel
lugar, o mejor dicho por las personas que pensaron esa (algunos crearon) esa
sociedad, que se desarrolla a lo largo de los siglos hacia (el momento que hoy
vivimos nosotros). Una vez recorrida esta primera parte de nuestro camino,
luego podremos abordar no la filosofía, sino a los filósofos, no como
estudiantes o discípulos dejándonos adoctrinar, sino como individuos
“observadores indeterminados” de unas ideas y de las personas que las tuvieron:
de como se aplicaron y, sobre todo: de sus consecuencias, al observar la
historia paralela).
La filosofía jamás
fue cosa de intelectuales, no crean eso. Quizá es cierto que hoy se pretende
así: una filosofía académica (que sirve al sistema); pero aquellos primeros
filósofos eran poetas, y al decirse filósofos aquellos sofistas se reconocían,
así mismos modestos aficionados (observadores del medio) y, ciertamente, todos
somos unos aficionados al iniciar cualquier camino hacia el entendimiento de la
natura; nadie posee un saber universal y, menos la verdad universal de nada:
cada cual encuentra la suya (su verdad, del conocimiento de las cosas y
experiencias que estas le proporciona a lo largo de su vida). luego solo
buscando y herrando hallaremos cada uno nuestra verdad, nuestra realidad
y sentido a nuestra vida: no la vida o la verdad que nos proponen e
imponen por medio de cualquier idea otros,
llevada luego a razonamiento (que será subjetivo de aquel), y nunca la verdad
que nosotros vamos a descubrir. [El hombre
puede sin duda componer ideas entre sí de los modos mas arbitrarios y
fantásticos, y lanzarse con el pensamiento hasta los límites del
universo; pero no dará nunca un paso más allá de sí mismo, porque
no poseerá nunca otra especie de realidad que la de sus propias impresiones (Hume
Trac., 1, 2, 6). Pero Entendamos
lo de no dar un paso más allá de si mismo (cuando somos
firmes en nosotros mismos y nuestras experiencias). [Dos
hombres de temperamentos contrapuestos están sujetos a dar respuestas
diferentes a las cuestiones filosóficas. En realidad, es probable que las
respuestas no sean ni siquiera contradictorias; serán, sencillamente,
imposibles de coordinar. No sólo diferirán en su contenido, sino que serán dos
géneros diferentes de respuesta. Un ejemplo nos ayudará a ver esto con más
claridad. Supongamos que dos hombres discuten acerca de la materia de que está
hecho el mundo, y mientras uno dice que todo es agua, el otro afirma que todo
es aire. En este caso, los dos responden a la misma pregunta del mismo modo,
pero sus respuestas son, sencillamente, contradictorias. Los dos argumentan
sobre la misma base, cada uno de ellos puede aducir hechos comunes a la
observación de ambos en apoyo de su opinión, y es posible que el uno acabe por
convencer al otro. Pero supongamos que la siguiente pregunta: ¿Qué es el mundo,
en último análisis?, está siendo discutida en un plano no tan crudamente
material, en un plano más filosófico, y que uno de los hombres dice que el
mundo no es otra cosa que cargas de electricidad positiva y negativa, mientras
el otro afirma que es una idea en la mente de Dios. Es poco probable que gasten
provechosamente su tiempo en argumentar ni que lleguen a ningún resultado
satisfactorio para los dos. Son dos especies diferentes de hombres. Quizás el
segundo está muy dispuesto a aceptar lo que el primero dice de la electricidad,
pero no admite que ello afecte en nada a su propia respuesta. De manera
análoga, el primero, aunque probablemente más inclinado a negar la verdad de lo
que el otro dice, replicará quizá que puede ser o no ser cierto, pero que, en
todo caso, no es pertinente. Las dos respuestas corresponden a los dos tipos
filosóficos perdurablemente opuestos, y que se manifiestan en sus
contestaciones a la que Aristóteles llamaba la pregunta eterna: « ¿Qué es la
realidad?». No es una pregunta tan imposible de contestar como parece.
Significa, sencillamente: al pensar en una cosa cualquiera, ya sea el universo todo,
ya un objeto particular de los que hay en él, ¿qué es lo que consideras
esencial en esa cosa, qué es lo primero que dirías si te preguntasen qué es? ¿Y
qué es lo que consideras como secundario, y sin importancia? Todos podemos
averiguar fácilmente a cuál de los dos tipos pertenecemos. Supongamos que la
pregunta es la siguiente: ¿Qué es este pupitre?, y pensemos cuál de las dos
respuestas siguientes se nos presentaría como más inmediatamente adecuada: a)
madera; b) una cosa para poner encima libros y papeles. Estas contestaciones,
como se ve, no son contradictorias, sino que son de diferente género. Y la
inmediata e instintiva elección de una de ellas nos dice si uno es por
temperamento inclinado al materialismo o a la teleología—(The
Greek Philosophers. From Thales to Aristotle William K. C. Guthrie, 1950) p. 62]. Del
mismo modo, Locke restringió el conocimiento humano a los límites de la
experiencia, no pretendió con ello disminuir su valor (de hecho la experiencia
de una persona (activa en la vida) puede ser la de otras 500 personas pasivas
que no salen apenas de su casa y entorno); entonces lo que se reconocen son
unos límites (estos en función primero de cada persona, singular, actividad y
experiencia) luego de las propias capacidades , que entendemos universales en
todas las personas, pero que recordemos, los sentidos son más agudos en
determinadas zonas del planeta en un sentido o en otro, y por lo tanto
distintos en su ancho y largo, pero igualmente estos se potencian, como un
ciego potencia extraordinariamente el oído. Pero el conocimiento (y no la
explicación del conocimiento que es otra cosa) deriva y ha de serlo así: a
partir de la experiencia. Pero por qué nos dicen los libros: restringió, y
sencillamente no dicen: que, encontró Locke que el
conocimiento humano deriva de la experiencia (esto
es: el conocimiento de una persona deriva de su experiencia personal en el
mundo y en su relaciones con este). Bien, pues esto ocurre cuando de
una idea (idea de que las cosas son, por ejemplo, de otra manera o más de lo
que son) reconocemos un conocimiento humano insuficiente de dicha
experiencia (la nuestra) (pretendiendo encontrar lo que aún ni sabemos que
buscar) pues no podemos hallar, interaccionar mas allá de nuestros sentidos
expuestos al medio. Hume alegará que la experiencia, por si misma no puede
fundar la plena validez del conocimiento, el cual encerrado de sus límites, no
es cierto sino solamente probable. (Pero la experiencia es cierta, y la
impresiones de estas también son ciertas, por tanto dicho conocimiento es
cierto y no probable: aunque alguien lo consideró insuficiente) pero es
suficiente en tanto a ese conocimiento de la cosa, en ese momento y estado: en
todo caso la probabilidad aumentará con sucesivas experiencias (pero para eso
se necesitan muchas más experiencia, para tener un conocimiento más completo de
la realidad de una cosa concreta).
Entendemos, y vemos que la realidad no
afecta por igual a dos personas distintas (y únicas en su propias
experiencias), que nos explicarán la realidad (suya, de cada uno)
del mundo de manera distinta frente a una misma cuestión: pero igualmente
frente a algo (cosa/ ente / ser), y donde solo tienen a su disposición las
impresiones (subjetivas), las ideas propias que le acontecen y sus relaciones,
del mismo modo encontrarán ( ambos) resultados diferentes a la misma
experiencia, y a la vez (solo resuelta de sus elementos primitivos: dados a los
sentidos ordinarios ) como observó el mismo Hume. Una realidad por
tanto, de la que (en verdad) se observan unas luces, pero igualmente, de estas
luces: unas sombras (la realidad no queda resuelta por completo; pero por que,
acaso no se acusa la falta de un mayor número de experiencia puras) elementos
primitivos (los sentidos) a lo que se entiende, hemos de sumar el sentido (ya
no primitivo) del juicio:(la razón); esto es ( las ideas que de las
experiencias se sugieren al juicio).
Luego, sobre las ideas: Hume (como
Berkeley) aceptará la negación de la existencia de idea abstracta, pues existen
solo ideas particulares, tomadas como signos de otras
ideas particulares semejantes a ellas. Luego entendamos signo (la
función de signo) como posibilidad de que una idea evoque otras semejantes:
para ello Hume recurre a un principio: el
hábito… [Cuando hemos descubierto una cierta
semejanza entre ideas que en otros aspectos son distintas (por ejemplo entre
ideas de diversos hombres y de diversos triángulos emplearemos entonces un
Nombre Único (hombre o triangulo) para señalarla. De este modo se
forma en nosotros el habito de considerar unidas entre si las ideas designadas
con un único nombre, por tanto el nombre mismo suscitará en nosotros,
no una sola de aquellas ideas ni todas, sino el habito que tenemos de
considerarlas juntas y, por consiguiente una u otra , según la
ocasión. La palabra hombre suscitara el hábito de considerar juntamente a todos
los hombres (apunto: incluidas “las mujeres”) en cuanto son semejantes
entre sí, y nos permitirá evocar la idea (subjetiva) de este o aquel individuo
en particular (Hume trac. 1,1, 7)]. Esta
función puramente lógica que Locke y Berkeley habían
tomado de Ockham, se convierte en Hume “en
un hecho psicológico”, en un hábito que carece en sí de toda
justificación.
Por todo ello, de aquellos pensamientos
observados de los textos, a veces quirúrgicamente extraigo algunas de aquellas
idas con pinzas, cuando estas pueden apoya algún punto de mi juicio y son
acordes con mi forma de ver o exposición de algo (entendiendo lo positivo, en
tanto: muestra la experiencia o la ausencia de esta experiencia del sujeto que
lo afirma). De este modo busco en ellos apoyos y refuerzos, y encontrando
siempre caminos que recorrer: pues si pensamos (entendiendo por nosotros, de
nuestros saberes interpretando aquello que experimentamos, contrastado de lo
que leemos) no es fácil que nos dejamos influenciar por ideas, no importará en
qué medida o hasta que punto, pueda el individuo sentirse identificado con las
necesidades establecidas por la sociedad o, en qué medida en ellas (o en un
filosofo) encuentre satisfacción de su lectura, como la encuentro en mi caso de
algunos: lo superará, por su verdad resuelta de contrastar la
idea con su realidad (subjetiva) y luego con la verdad (realidad objetiva) de
las cosas que son y de observar cómo se comporta una ida o hecho expuesto a la
realidad de la propia experiencia; luego seguimos adelante, aunque
pese a muchos, siendo lo que somos individuos (ahora pensantes) pero recordando
lo que también somos (de nuestros principios, en simbiosis con nuestro
entorno), y no un subproducto o mercancía como se pretende, dirigido por medio
de intereses y dogmas –aceptados, unas veces desde de la ignorancia, otras
desde el derrotismo–, sin embargo, es un hecho necesario, que hay que
desterrar la necesidad y dependencia absurda del individuo actual en tanto
aquello de lo que se rodea, y de cuanto se pretende necesario (necesidades) y
saberes que no lo son, y solo nos nubla la visón. Y debemos hacerlo tanto en el
interés de una sociedad saludable (por las generaciones que vendrán),
como el de todos aquellos cuya miseria es el precio de su felicidad.
Luego afilare arpones que a su momento habré de utilizar, pues "Su vida
escoge el hombre, su objetivo, y ganará libre de error sabiduría, pensamientos,
recuerdos que perdiéronse en el mundo / cuando el esplendor de la naturaleza
embellece sus días, otórgale entonces a su espíritu nuevas vestiduras. En su
interior, y así contempla la verdad, el más alto sentido, y las más singulares
preguntas. Podrá el hombre conocer entonces el sentido de la vida, y nombrar su
meta lo más alto, saber que uno es sentido, de la humanidad y de la existencia,
Considerando que el más alto placer es la más noble vida". La
Vida Más Elevada (Scardanelli) o, Johann Christian Friedrich Hölderlin,
1.11 Objeciones a la Ciencia—Pero
la ciencia no queda atrás de la filosofía en estas críticas. Una ciencia donde
al escrutarla con atención, se observa que mantiene dos varas muy distintas de
medir, dependiendo en tanto aquello que trata o estudia: fuera o dentro de
nuestro planeta. En el primero de los supuestos —aquello que sucede fuera de
nuestro planeta— se muestra irreconocible y abierta de forma permanente a
nuevas perspectivas, tesis y descubrimientos como los agujeros negros, energía
oscura, teoría de cuerdas, pliegues del espacio-tiempo, etc., reconociendo en
ello la existencia de nuevas realidades sin necesidad de verlas, deduciéndolas
de forma indirecta (mecanismo este, se quiera ver así o no: próximo a la
intuición o clarividencia) no cerrando las puertas, y admitiendo su
ignorancia y esas otras posibilidades válidas del pensar. Sin embargo,
en el otro supuesto —aplicado a lo que ocurre aquí, en nuestro planeta—ocurre
algo muy distinto y enormemente reductor, donde todo tiene que ser medido,
experimentado y solo es válido en tanto se pueda comprobar directamente. Luego
los sucesos que no encajen en las teorías supuestas al uso (en el paradigma
actual) se desprecian e ignoran, o se les fuerza a encajar de cualquier modo,
incluso a costa de falsear estudios o la misma realidad.
A primera vista se advierte diferencia:
como si ambos niveles (de una misma ciencia) no estuvieran intrínsecamente
relacionados. Lo que nos lleva en la práctica, a que algunos científicos se
hayan convertido en nuevos guardianes celosos de la ortodoxia, e inquisidores
de una ciencia, en ocasiones más dogmática e intolerante que la religión, y
todo en nombre de una diosa llamada razón extremadamente sectaria e
intransigente que solo mira hacia fuera y nunca dentro (que ve la mota de polvo
en el ojo ajeno y nunca la viga en el propio). Sin embargo, todo ello no nos
habría de llevar al error de despreciar o criticar el pensamiento científico y
sus logros, sino a afirmar una obviedad: que el método o paradigma actual
no es suficiente, que no alcanza para abarcarlo todo (ni la realidad, ni la
realidad de las todas las personas) lo que urge en un cambio: que
no será sin esfuerzo, y por nuestra parte algo más que un poco de sacrificio.
Para terminar, solo añadir que no comulgaré con ruedas de molino sobre lo que
filosofía o la ciencia nos ofrece, dando por sentado Nada, o sobre cualquier
cosa, objeto de estudio en estos textos, pues esa “razón (objetiva) y común a
todos, aunque olvidado en muchos casos” se atestigua, al desafiar lo aceptado,
tomando aquel camino que nos habrá de enfrentar a las propias sombras y
ponernos a prueba, sea en la forma que venga.
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