FRENTE AL LÍMITE DE LA RAZÓN 1

 

 

FRENTE AL LÍMITE DE LA RAZÓN 1


Perceptible de estos textos es el conflicto permanente y surgido entre lo racional y espiritual —toda verdad pasa por tres fases: primero es ridiculizada; segundo se le opone violentamente, tercero es aceptada como autoevidente — A, Schopenhauer— que en mi caso, se resuelve en explicar, en la medida que entiendo y puedo hacerlo entender a otras personas, sobre aquello que es dado al límite de la razón, entendiéndose como una experiencia del límite.

Lo que se pretende aquí es complejo con este texto es complejo, y para ello tomaré un texto es un texto que fue escrito de modo inesperado, y habla de cosas: pensamientos venidos a la cabeza de aquella persona que escribe en un momento dado, y que por tanto habla también de esta persona y de su vida (la mía) en aquel momento (), pero que a su vez no habla solo de una vida, sino de la vida de todos: representada ahora en este texto escrito entre 2003/2006, y que como la vida, primero nos parece correcto, pero que luego es a la vez, ya entre líneas, indefinido, sin un sentido concreto sobre aquello expuesto, y que ha de ser resuelto en lo concreto (revelado): explicado de manera racional sobre algo que aún el texto no define, y así darle no solo su sentido completo al texto, sino dotarlo de autenticidad en tanto aquello determinado sobre lo que nos dirige o advierte: y así ser testigos, no solo de la verdad del texto, sino de la verdad mayor e implícita, que el propio texto sepultaba. Ser testigos de la verdad.

Pero solo podemos entender en el sentido de revelación, y ser testigos de la verdad de un texto (como de la propia vida) cuando primero nos reconocemos ignorantes / o aprendices: y entendemos algo ahí, en el texto (o en la vida) ausente y, por tanto que debe ser revelado para poder ser entendido y comprendido por quien lo “lee”. Por lo tanto, quien se sabe ignorante: aquel “lector” y aprendiz que soy yo mismo, le puede reclamar al autor del texto (a su subconsciente) aquello que entiende, que no ha sido concretado del texto, pero que él vislumbra (pues el texto en sí mismo es una señal que atendemos, al reconocer, como aprendices, nuestra propia ignorancia: personificada, en un simple texto que escrito, luego a cuyo fondo, tan hermoso, no sabemos darle un significado “concreto” de verdad. De ahí, que al lector se le exija elevarse sobre la razón y lo razonable: sobre un límite frontera que nos ha sido dado (impuesto), cuando se pretende entender un tipo de experiencias: que se entrelazan sobre presente y pasado, como una tormenta que lo eleva y revuelve todo, depositando luego sobre el papel momentos (que no habían sido vividos —no son concretos— pero que han sido anticipados negro →sobre blanco y en tiempo, llamando, a ser resueltos.

En este sentido, entiendo (por aquella su misma naturaleza extraña) un texto o unos textos inspirados (por el subconsciente o en entre 2001 y 2013 sobre todo, y algunos en 2020, durante la pandemia) y dados a revelación (entiéndase: que solo el subconsciente, como autor, podía ofrecerme: o revelar, dándome luego y dentro de un alcance holístico: su sentido concreto), por medio de lo que habrá de ser la “experiencia consciente” (llamémoslo viaje) encontrando ahí: de la experiencia consciente —que nos habrá sido propuesta del subconsciente → al consciente—aquel sentido velado a la razón, donde lo racional será predicado de aquello irracional 1, en tanto no obedece a razón: como facultad del pensamiento, pero que contra dicha racionalidad será resuelto de la propia experiencia, manifestando ahí, en su resolución igualmente un límite velado o frontera impuesto y dado a la razón, que podemos superar, con la ayuda del mismo subconsciente: entiéndase: por medio de aquella «experiencia no-racional cuyo centro (voluntad) principal la entendemos (que está) fuera de la identidad: del yo» y en un diálogo consciente,

Pero, por qué, reclamar al autor (en este caso al subconsciente). Bien, si buscamos la verdad del sentido del texto, no podemos entrar en una hermenéutica sobre el propio texto, por la misma razón, absurda, del que lee y pretende la razón (verdad profunda) del que lo escribe (mi subconsciente), mas cuando el sentido de un texto: ya está en el texto, y si este es de una manera, es que debe ser así, independientemente sí lleva o no otra cosa implícita, en el mismo texto o a partir del texto. De ahí que la revelación del texto solo pueda ser, en su caso, revelado en su sentido más amplio por aquel que lo inspiró / escribió. De otro modo, lo que resultara implícito de un texto es generalmente el desconocimiento mismo por aquel que escribe, sobre lo concreto de lo que habla: el origen de la vida, el universo, sin determinar, concretamente nada de ambos, y entregado a especulación que es dada en una fórmula o teoría que surge extraña, pero que (el racionalista) no reconoce extraña, ni él se reconoce o sabe ignorante: a si mismo sobre aquello, y de este modo evite cualquier diálogo consciente consigo mismo, aún más difícil de explicar, a sus colegas, que sus teorías, derivando esto en la trampa (ego/racionalismo) y aquella teoría primera… en un discurso hermenéutico del que su sombra, a la que no reconoce, ni quiere reconocer, no le puede ayudar, y no concretando de su explicación, muchas veces nada.
                      ( leer texto primero:  ACERCA DE UNA NUEVA TEORÍA DE LA VISIÓN)

Segunda lectura o revelación del texto primero de 2006

Hay cuestiones que por alguna razón y desde siempre han atraído desconcertado las mentes más instruidas. Si bien, tal desconcierto no habrá de ser mayor al debate que genera postular de esas mismas cuestiones, algunas de sus posibles soluciones. Y se observa esta circunstancia, en mayor medida, cuando de lo que se trata es de la realidad; entendida, esta como aquella realidad material que percibimos a través de los sentidos. El propio Heisenberg (1901–1976) —físico conocido sobre todo por formular el principio de incertidumbre— para quien todo aquello que observamos no es la naturaleza en sí, sino la naturaleza expuesta a nuestros ojos, ya se cuestionó la existencia de la realidad en sí misma tal y como la percibimos. Niels Böhr (1885–1962) el físico que realizó algunas de las mayores y más importantes contribuciones a la comprensión de la estructura del átomo y de la mecánica cuántica, en su momento, también fomentaría el debate, afirmando: "Todo aquello que nos parece un mundo estable, tangible y visible no es más que una ilusión": a decir de aquello que oculta o enmascara la realidad. Y, si bien, es cierto que tal afirmación a muchos desconcierta, existe otra que, profundamente entendida, aún más nos inquieta, a saber: del ensayo de una nueva teoría de la visión. Así llamó George Berkeley (1685-1753) filósofo, y natural de Irlanda, a su primera obra publicada apenas con 24 años de edad. Berkeley, desarrollaba en esta la tesis por la cual, se entendía la negación de una realidad externa y objetiva al ser humano, estando aquella sugerida al hombre por las propias sensaciones que se derivan directamente de la persona que se encuentra observando el objeto en cuestión. Del mismo modo, Berkeley, afirmaba que el tamaño, volumen y situación de los objetos no se podían ver de un modo directo, sino que todo ellos eran interpretaciones del significado de los colores (la luz) los cuales son en realidad lo único que realmente podemos ver, afirmando: "La coincidencia de las sensaciones táctiles con las visuales carece de toda justificación, pues aquellas y estas sensaciones, también llamadas impresiones, son simplemente signos de los cuales consta el metódico y codificado lenguaje de la naturaleza, dirigido por Dios a los sentidos y la inteligencia de los hombres". Luego y ya más avanzado el ensayo, Berkeley describe este lenguaje metódico y creado por Dios, afirmando, que tendría por objeto instruir y guiar al hombre, a la hora de regular sus actos en la tierra con fin de que obtuviese todo aquello que le fuese necesario para la vida en ella. Si bien —a mi modo de entender— aceptar esta interpretación contiene una segunda lectura, implícita, que nos llevaría a cuestionar si este magnífico lenguaje codificado habría podido ser creado por Dios, no solo con el objeto de que el hombre obtuviese todo aquello que le fuese necesario para la vida en la tierra, sino también, con el propósito de mantenerlo alejado de todo aquello que sobre esta, y sutilmente velado a nuestros sentidos y a la razón, pudiese fatalmente destruirlo. Pues, es de sobra y por todos conocido que existen en la naturaleza innumerables amenazas, además, de aquellos peligros que percibimos o podemos intuir: así por el color de la rana venenosa de la fresa: rana dardo venenosa (Nicaragua); o el coralillo centroamericano: serpiente de coral (El Salvador) ambas especies, por sus mismos colores, alertan hombre de su amenaza para la vida / como el olor nos puede alertar, en zonas volcánicas del (SO2) dióxido de azufre o del (H2S) ácido sulfhídrico y que son detectables en muy baja cantidad. Pero igualmente el instinto (aquel olvidado que habita o llamamos el subconsciente y al que pocos escuchan) nos puede orientar y hasta salvar la vida si lo atendemos: Así, mientras ascendía confiado el volcán San Miguel en El Salvador (sep. 2019) ya por encima de los cafetales (11h. am) a la vez que superamos unos troncos caídos en la espesura laberíntica de una floresta invadida, y los reflejos de luz filtrados entre las hojas comenzaban a recrear una selva polícroma de colores y formas... un fuerte olor a flores dulces (imposibles) vino a desbordarme los sentidos. Luis, mi amigo y guía, al preguntarle se extrañó pues nada percibía. Aquel olor quedó entonces grabado, dando marco a aquel momento mágico, que como la imagen de un cuadro hermoso guardará la memoria en la mente (aun no podía entender que mi subconsciente se estaba manifestando y diciéndome, algo, que luego me explicaría), como que hubiese gases que no se podían detectar a los sentidos, y quizá dados en muy baja cantidad, o incluso algo mas… terrible; pero aun así era agradable el olor, y seguí el ascenso al cráter, pues el volcán estaba muy tranquilo desde hacía tiempo… 2013, no detectándose apenas sismicidad. Sin embargo, apenas dos semanas después, san Miguel desgasificaba (San Salvador, 2 oct 2011 (Sputnik).- La desgasificación y emisión de cenizas en el volcán salvadoreño de San Miguel son un recordatorio de que está activo y en consecuencia se debe permanecer alerta y seguir su monitoreo, dijo a Sputnik el vulcanólogo Eduardo Gutiérrez, a propósito de los eventos registrados este miércoles. "Ahorita no podemos hablar de erupción, de facto, fue una emisión de cenizas que nos recuerdan que se trata del volcán más activo de El Salvador"). El volcán de San Miguel, una caldera activa y de cono abierto (estromboliano: explosivo), y no registraba alteraciones en sus indicadores de temperatura, vibración y desgasificación desde el 12 de enero de aquel año. La desgasificación, de un lado, no es relevante para los que viven cerca en los alrededores, pero es mortal si estas sobre el volcán, próximo o en el mismo cráter, como es siempre mi caso. Por ello, y sirva mi experiencia: debemos entender que normalmente somos plenamente conscientes de los algunos peligros: manifiestos a la razón (las ranas rojas son un peligro de muerte y no nos acercamos a tocarlas; los coralillos son un peligro de muerte y nos alejamos de ellas corriendo; un volcán activo, es siempre es siempre peligro de muerte.. y nosotros nos acercamos, lo tocamos, pisamos con nuestros pies y lo ascendemos, incluso a veces vivimos cerca o tenemos nuestras vidas y negocios cerca, y algunos sobre estos), y es precisamente en este punto y no habiendo escuchando a la razón, que fui advertido por el instinto/subconsciente de aquellos peligros de los que no somos plenamente conscientes, pues unos están velados a los sentidos y otros velados por la misma razón (cuando esta, por el deseo, nos empuja) o al menos lo están: aquellos peligros velados, hasta que ya es demasiado tarde... tan tarde como aquel momento, día, hora y minuto exacto la erupción,. Y es precisamente llegados a este punto y momento: tarde y sobrepasado el límite dado —y habiendo ignorando al instinto—que regresan surgidas del averno a tomar desquite aquellas fuerzas terribles y distintas a las que se suponían, y que acompañadas de unas veces de dolor y sufrimiento, lo son otras de un bárbaro y profundo sentimiento de devastación. pendiente de terminar (campos flegreos y el salvador- ilopango) sobre aquellas fuerzas terribles, la razón ignora. 

pero este es solo un ejemplo, dirán que vago algunos, en mi caso de tantos, pues nos solo se trata de textos, sino de la propia experiencia..de la vida, dirigida en una dirección, dirigida, sin reconocerlo, hasta que nos es resuelto y revelada, nuestra condición. 

1 - (R. OTTO /1917 Das Heilige)):

04 - MITO ÚNICO: PERIPLO DEL HÉROE // Jordi Maqueda



MITO ÚNICO: PERIPLO DEL HÉROE

II

Hay un mito, o único, también conocido como viaje o, que refiere al periplo del héroe, este es un término acuñado por el antropólogo y mitólogo estadounidense Joseph Campbell para definir el modelo básico de muchos relatos épicos, se trata de un patrón recogido por todo el mundo en todas las culturas. Desde Sumer: gilgamesh, pasando por griegos y romanos. Luego y relacionado con el monomito se encuentra el término clásico de catábasis o descenso del héroe (Ulises, Orfeo, Eneas...) al inframundo o los infiernos. La catábasis es la convención épica del viaje del héroe al inframundo. En la mitología griega, por ejemplo, Orfeo entra al inframundo para traer a Eurídice de vuelta al mundo de los vivos. Pero a que se refiere esta catábasis, por qué aparece en todos los mitos, parecería que quisiera decirnos algo.

La mayoría de las catábasis refieren o tienen lugar en un inframundo sobrenatural, como el Hades o el Infierno, en la Nekyia, del libro 11 de la Odisea, se describe el descenso de Odiseo al inframundo, o en el libro 6 de la Eneida, en el cual el héroe Eneas baja al Averno acompañado de Sibila. Sin embargo, la catábasis también puede referirse a un viaje a través de otras áreas distópicas, como los encuentros de Odiseo en su viaje de regreso de 10 años de Troya a Ítaca. Pilar Serrano (wiki) permite que el término catábasis englobe también estancias breves o crónicas en el inframundo, incluyendo los casos de Lázaro (en el evangelio) y Cástor y Pólux. En este caso, sin embargo, la catábasis debe ir seguida de una anábasis o resurrección (Lázaro) para que pueda ser considerado una verdadera catábasis en lugar de una simple muerte. (Como imagen retórica refiere a un descenso a los propios horrores a fin de enfrentarlos, verlos, volverlos conscientes (desde aquel punto de vista, fuera del sistema) y luego ascender purificado por el horror contemplado, la conmiseración, y el discernimiento de una verdad desconocida a la mayoría).

A fin de representarlo en la literatura, se han usado lugares como el inframundo, el infierno, etc., pero en otros casos se puede usar un pozo de agua, ingreso a una cueva, caverna, escondite, o incluso sumergirse en una pileta (lo que nos recuerda al bautismo). Sin embargo, en esta representación de una inmersión simbólica al inframundo, se superpone sobre el acto simbólico efectividad real) entiéndase; que la simbología del bautismo, o acto fisco del bautismo, bautizarse simbólicamente con agua: zambuyendose, no deja de ser un lazo o trampa, que nos detiene (entendiendo nuestra pureza en el mismo acto simbólico) cuando de hecho este acto al ser representado: solo nos muestra un camino a seguir, e invita a la inmersión real: nos refiere (a la pregunta) al viaje (de facto) que habríamos de recorrer. Deja todo lo que tienes, y sígueme… sube a la barca, inicia el viaje. “Si alguien se sumerge en el agua y sale de ella sin haber recibido nada y dice: «soy cristiano», ha recibido el nombre en préstamo. Mas si recibe el Espíritu Santo (pleroma), tiene el nombre como un regalo. A quien ha recibido un regalo no se le quita, pero quien ha recibido un préstamo, se le exige (su restitución).”(64 12-22) en un momento determinado el Ser Supratrascendente o Divinidad Suprema se manifiesta y proyecta hacia el exterior ( siendo visible y manifiesto a los sentidos). Las proyecciones son una serie de entidades divinas, que son como la faz inteligible o perceptible de ese Ser Supratrascendente. Esas emanaciones intradivinas, a las que da origen el Ser Suprastrascendente, constituyen el Pléroma o Plenitud de la Divinidad. Según los setianos, la concepción del Pléroma no supone que las entidades emanadas de la Divinidad tengan una auténtica realidad en sí mismas, es decir, no son hipóstasis o entidades divinas subsistentes, sino que son disposiciones de la Divinidad al proyectarse hacia el exterior

Debiendo abandonar lo que en nuestra propia vida llamamos luz,  y ( precisamente, en nuestra propia vida) encaminarnos hacia aquello que se define como frontera o limite: hacia las sombras (lo desconocido)… para poder entender las sombras (de las propias: guiarnos por ellas) "ser" del límite: Este ser del límite se descubre desde el comienzo en la propia existencia. Pero no puede ser deducido por la propia razón. Pues esa razón, se halla afectada por un límite real que la establece como una razón fronteriza. La existencia, a su vez, se halla remitida a ese mismo límite real que la determina y constituye. Tal límite es erigido, aquí, como el ser mismo y su límite. A éste se le llama el ser del límite. En torno a él circula dicha razón fronteriza, que sólo dispone de un modo para avanzar más allá de su propio límite o frontera: para asomarse, elevarse sobre dicho límite mediante la formación de símbolos (luego: por medio de este viaje iniciático)

Aquí el Ser del límite puede significar ser del límite: el ser (en sentido ontológico) que corresponde al límite (dentro de este límite / donde no está completo) ser- ahí-incompleto / pudiendo ser. Por tanto, que el ser (o lo que por tal se entiende en la tradición occidental de pensamiento) se halla en relación intrínseca con dicho límite, que lo limita y circunscribe, pero que debe traspasar: elevarse y asomarse a este límite. O bien puede significar que el tal ser pertenece al límite (ser –dentro- del límite). O bien las dos cosas a la vez: (ser del límite: que puede elegir estar (dentro del límite) o ser fronterizo). Luego el que existe (yo, nosotros, o cualquiera que pueda atestiguarlo) pertenece al límite, o bien se halla referido y orientado hacia él borde del límite de un modo intrínseco. En este último sentido ser del límite es sinónimo de ser-fronterizo, o de habitante de la frontera: si bien subsiste entonces la necesidad de esclarecer el ser (en tanto que tal) de ese ser del límite que el habitante de la frontera encarna y protagoniza. Luego de la misma razón fronteriza (se adquiere aquella conciencia reveladora de lo fronterizo) donde a partir de lo simbólico el ser-del límite se erige ser-fronterizo sobre aquel proyecto al que confiere horizonte, mediante esa misma razón fronteriza hallando en las formas simbólicas un modo de prolongarse en relación a aquéllo ( = x) que, en virtud de su condición limítrofe, no puede determinar a través de sus recursos propiamente racionales, o conceptuales.. Esas formas simbólicas, relativas siempre a lo que subsiste más allá del límite, esquematizan, o formalizan, de un modo «indirecto y analógico» el ámbito de nuestro mundo a través del arte; y el sustrato inaccesible de allende el límite a través de formas religiosas (no de la misma religión).

Hemos observado a lo largo de la historia El despliegue simbólico (indirecto y analógico) de lo indecible, o de lo que se halla más allá del límite, es propio tanto del arte como de la religión. Pero el arte efectúa ese despliegue a través de una formalización del «cerco del aparecer» en la que la referencia al «cerco hermético» es de naturaleza metonímica. Por el contrario, la religión lleva a cabo el despliegue simbólico con referencia expresa a lo que se halla allende el límite; revela el misterio, o el cerco de lo sagrado, en su propia condición de tal. La religión tiene por materia y objetivo ese cerco de lo sagrado, al que formaliza a través del simbolismo.( sin embargo, no se propicia al creyente el acceso, por si mismo a aquello allende, al dar una explicación y forma universal a este / privando la pregunta que propicia el aparecer) El arte, en cambio, tiene por materia y objetivo el mis cerco del aparecer, o el «mundo», al que tiende a formalizar de forma propia y específica (a través de cada una de las formas artísticas), siendo en cambio el cerco de lo sagrado una referencia metonímica: refiriendo algo, allí, que no sabe explicar, e incita siempre a la pregunta, que puede propiciar el aparecer: El héroe se lanza a la aventura desde su mundo cotidiano a regiones de maravillas sobrenaturales; tropieza con fuerzas fabulosas que surgen/aparecen al paso, obteniendo finalmente una victoria decisiva; el héroe regresa de esta misteriosa aventura con el poder de otorgar favores a sus semejantes. Y añade Campbell: Ya sea el héroe ridículo o sublime, griego o bárbaro, gentil o judío, su aventura varía poco en cuanto al plan esencial.

Estas imágenes arquetipicas, a menudo son utilizadas por el cine, refieren al mismo tiempo a un aislamiento con la soledad como herramienta de reflexión, así como a un regreso a la placenta (En la psicología moderna, el término de catábasis también se utiliza a veces para describir la depresión que experimentan algunos jóvenes.) El autor Robert Bly propone en su libro "Iron John: Un libro sobre los hombres" varias razones para el "fenómeno de la catábasis ", entre ellos la falta de los ritos de iniciación en Occidente y la falta de una fuerte figura paterna y de modelos a seguir.)






Campbell y otros estudiosos, tales como Erich Neumann, describen las historias de Gautama Buda, Moisés y Cristo en términos de "monomito", y Campbell sostiene que muchos mitos clásicos de gran variedad de culturas siguen este patrón básico.

En el monomito, el héroe arranca de su mundo ordinario, y recibe algún tipo de llamada para penetrar en otro desconocido, poblado de poderes y acontecimientos extraños. El héroe que acepta la llamada para entrar en este mundo extraño debe enfrentarse a diversas tareas y pruebas, ya sea en solitario o con ayuda. En las versiones narrativas más desarrolladas, el héroe debe sobrevivir a un grave problema, a menudo con ayuda. Si el héroe sobrevive, obtiene un gran regalo, don o bendición. Después, el héroe debe decidir si regresa al mundo ordinario con el don adquirido. Si el héroe decide volver, él o ella a menudo se enfrentan a retos en el viaje de vuelta. Si el héroe regresa con éxito, la bendición o el don se pueden usar para mejorar el mundo. Las historias de Osiris, Prometeo, Moisés o Gautama Buda, por ejemplo, acatan estrechamente este modelo ("Moisés con las tablas de la Ley", por Rembrandt. Moisés, en su faceta heroica de libertador de su pueblo, se asocia al monomito desde el punto de vista religioso)

Campbell describe diecisiete etapas o pasos a lo largo de este viaje, aunque son muy pocos los mitos que cumplen los diecisiete. Unos suman muchas de las etapas, y otros solo algunas; unos mitos pueden concentrarse en solo una de las etapas, mientras que en otros se hace frente a las mismas en un orden diferente. Las diecisiete etapas pueden organizarse de diversa manera. Es común la división en tres secciones: "Salida" (a veces llamada "separación"), "Iniciación" y "Retorno". La "Salida" trata de la aventura del héroe antes de cumplir la misión, la "Iniciación" se ocupa de las diversas aventuras del héroe a lo largo del camino, y el "Regreso" trata de la vuelta del héroe con los conocimientos y las competencias adquiridos en el viaje.

La Salida: La llamada de la aventura/ día grande y terrible.

El héroe parte de una situación mundana de normalidad en la que de pronto le llega una información que actúa en su mente como llamada hacia lo desconocido: se le reclama: sigueme

El héroe puede salir entonces por su propia voluntad para llevar a cabo la aventura, al igual que Teseo cuando llegó a la ciudad de su padre, Atenas, y escuchó la horrible historia del Minotauro, o puede ser empujado o enviado al extranjero por un agente benigno o maligno, como Odiseo, que fue impulsado a través del Mediterráneo por los vientos del airado dios Poseidón. La aventura puede comenzar debido a un simple error... o aún más, uno puede hallarse simplemente paseando cuando, de forma casual, un fenómeno singular que pasa por el lugar llama la atención de su ojo errante (un ciervo erguido que nos mira, impasible, y al que devolvemos la mirada a nuestro paso) atrayéndonos a apartarnos de los caminos frecuentados por el hombre. Somos tomados entre sus astas, camino del inframudo

El rechazo (simbólico) de la llamada

De hacerlo todos no ser trataría del camino héroe / el héroe se distingue de la masa, de la actitud de mayoría.

A menudo, cuando se da la llamada, el futuro héroe se niega en principio a prestarle atención. Esto puede ser por su sentido del deber u obligación (vende todo lo que tienes y sígueme), por el miedo, la inseguridad, un sentimiento de debilidad, o cualquiera de las posibles razones que actúan para mantener a la persona en sus circunstancias normales.

Campbell: «El rechazo de la llamada convierte la aventura en su opuesto. Emboscado en el aburrimiento, el trabajo rutinario o la "cultura", el sujeto renuncia al valor de la acción significativa y positiva y acaba convertido en víctima a rescatar. Su mundo floreciente se vuelve un baldío reseco y su vida parece sin sentido, a pesar de que, como el rey Minos, puede llegar a construir, a través de su esfuerzo titánico, una gran fama o todo un imperio. Pero cualquier morada que construya será una casa de muerte, un laberinto de muros ciclópeos para esconderse de su Minotauro. La única opción que le resta es crearse más y más problemas a sí mismo, esperando la aproximación gradual de su disolución».​

La ayuda sobrenatural

Una vez que el héroe se ha comprometido en la búsqueda, consciente o inconscientemente, aparece un guía o ayudante mágico, o se le revela entre las personas conocidas. A menudo, este tutor sobrenatural presentará al héroe uno o varios talismanes o artefactos que lo ayudarán más adelante en la búsqueda.

Campbell: «Para aquellos que no han rechazado la llamada, el primer encuentro en su singladura heroica es una figura de protección (a menudo una vieja bruja o un hombre de edad) que ofrece al aventurero algún amuleto contra las fuerzas negativas que está a punto de enfrentar. Lo que representa esta figura es el benigno, protector poder del destino. La fantasía es como el consuelo y la promesa de que la paz del Paraíso, que se conoció en el vientre de la madre, va a conservarse, que te apoya en el presente y te apoyará en el futuro como en el pasado (es omega y también alfa), que a pesar de lo omnipotentes que puedan parecer los peligrosos poderes que custodian el umbral de la iniciación de la vida, el poder protector está por siempre presente dentro mismo o justo a la vuelta de las circunstancias desconocidas del mundo. Solo hay que conocer y confiar, y aparecerán los guardianes eternos. El héroe encuentra todas las fuerzas del inconsciente de su parte, respondiendo a su llamada y continuando con valentía de su lado a medida que los acontecimientos se desarrollan. La propia Madre Naturaleza apoya la gran tarea. Y en la medida en que la conducta del héroe coincide con aquello que su sociedad requiere, él parece cabalgar a lomos del poderoso ritmo de la historia».

El cruce del primer umbral

Este es el punto en el que la persona ingresa en realidad en el campo de la aventura, dejando atrás las fronteras conocidas de su mundo y aventurándose en un terreno desconocido y peligroso donde no se conocen reglas ni limitaciones.

Campbell: «Con esas fuerzas benéficas para guiarlo y ayudarlo, el héroe avanza en su aventura hasta que llega al "guardián del umbral" en la entrada a la zona de poder magnificado. Éste custodia los vínculos al mundo en cuatro direcciones —también arriba y abajo— representando los límites de la actual esfera del héroe, u horizonte vital. Más allá de dichos límites se encuentra la oscuridad, lo desconocido, el peligro, al igual que más allá de la vigilancia paterna el niño se encuentra en peligro, y más allá de la protección de la sociedad peligran los miembros de la tribu. La persona normal se siente más que satisfecha, y hasta orgullosa, de permanecer dentro de los límites indicados, y el sentido común corriente le da todas las razones para temer dar el primer paso hacia lo inexplorado. La aventura consiste siempre y en todas partes en dar ese paso más allá del velo de lo conocido, hacia lo desconocido; los poderes que se vislumbran en la frontera son peligrosos, tratar con ellos, arriesgado, y, sin embargo, para cualquiera con capacidad y valor suficientes el peligro se desvanece».


El vientre de la ballena

El vientre de la ballena representa la separación final del yo y del mundo conocidos por parte del héroe. Al participar en esta etapa, la persona muestra disposición a someterse a una metamorfosis.

Campbell: «La idea de que cruzar el umbral mágico es un tránsito hacia una esfera de renacimiento aparece simbolizada en todas las culturas por el vientre de la ballena. El héroe, en vez de conquistar o conciliarse con la fuerza del umbral, es tragado por lo desconocido y parece haber muerto. Este motivo popular hace hincapié en la idea de que el paso del umbral es una forma de auto-aniquilación. En lugar de avanzar hacia afuera, más allá de los confines del mundo visible, el héroe va hacia adentro, a fin de renacer de algún modo. La desaparición corresponde al ingreso del fiel en el templo, donde se vivifica por el recuerdo de quién y qué es, es decir, polvo y cenizas solo posiblemente inmortales. El templo interior, el vientre de la ballena, y la tierra celestial de más allá, por encima y por debajo de los confines del mundo, son una y la misma cosa. Por eso, los accesos y las entradas a los templos están flanqueados y defendidos por gárgolas colosales: dragones, leones, demonios asesinos con las espadas desenvainadas, enanos resentidos, toros alados. El fiel en el momento de entrada en el templo sufre una metamorfosis. Una vez en su interior, puede decirse que ha muerto en el tiempo y regresado a la Matriz Universal, el Ombligo del Mundo, el Paraíso Terrenal. Alegóricamente, de este modo, la entrada al templo y la inmersión del héroe a través de las mandíbulas de la ballena son aventuras idénticas, denotando, en lenguaje simbólico, el acto central de la vida y la vida renovada».13
La Iniciación
Las distintas pruebas

Aquí se trata de las pruebas, hazañas o difíciles tareas a que la persona debe someterse al iniciar la transformación. A menudo, la persona fracasa en una o más de estas pruebas, que suelen aparecer en grupos de tres.

Campbell: «Tras haber atravesado el umbral, el héroe se mueve en un paisaje de ensueño, de formas ambiguas curiosamente fluidas, en el que debe sobrevivir a una sucesión de dificultades. Esta es una fase crucial del mito y la aventura. Se conoce una ingente literatura en todas las culturas acerca de pruebas y ordalías milagrosas. El héroe está secretamente apoyado por consejos, amuletos y otros agentes velados que proporcionan una ayuda sobrenatural que se le presentó antes de su entrada en esta región. O puede ser que aquí descubra por primera vez que hay un poder benévolo en todas partes dispuesto a apoyarlo en su sobrehumana andadura. La partida original al escenario de las pruebas representa sólo el comienzo del camino de las conquistas de iniciación; son momentos de iluminación. Ahora no queda otro remedio que matar dragones y superar obstáculos sorprendentes, una, y otra, y otra vez. En este entreacto habrá multitud de victorias preliminares, éxtasis irrepetibles y atisbos momentáneos de la tierra prometida».
El encuentro con la diosa[

Este es el momento en que la persona experimenta un amor que tiene el poder y la importancia de lo todopoderoso, lo inabarcable, el amor incondicional que un niño afortunado puede experimentar por su madre. Este es un paso muy importante en el proceso y con frecuencia está representado por la persona que encuentra a aquella otra por la que él o ella experimenta un amor más auténtico.

Campbell: «La última aventura, cuando se han superado todas las barreras y los ogros han sido vencidos, se representa comúnmente como un matrimonio místico del héroe triunfante con la Diosa Reina del Mundo. Este es el momento culminante en el nadir, en el cenit, o en el borde extremo de la tierra, en el punto central del cosmos, en el tabernáculo del templo, o dentro de la oscuridad de la cámara más profunda del corazón. El encuentro con la diosa (que se encarna en cada mujer) es la prueba final del talento del héroe para ganar el don del amor (la dádiva es el amor fati [el amor destinado]), que es la vida misma disfrutada como el encierro en la eternidad. Y cuando el aventurero, en este contexto, no es un joven, sino una dama, ella es la que, por sus cualidades, su belleza o sus aspiraciones, se ha vuelto apta para convertirse en la consorte de un inmortal. Entonces el esposo celestial desciende a ella y la conduce al lecho, ya de grado o por fuerza. Y si ella lo rechaza, es que la venda ha caído de sus ojos, y si ella lo ha buscado, su deseo encuentra la paz».


La mujer como tentadora

En este paso, el héroe se enfrenta a las tentaciones, a menudo de naturaleza física o placentera, que pueden llevarlo a él o a ella (la tentación no necesariamente tiene que ser representada por una mujer) a abandonar o apartarse de su misión. La mujer es una metáfora de las tentaciones físicas o materiales de la vida, ya que el héroe o caballero a menudo es tentado por la lujuria en su camino espiritual.

Campbell: «El quid de esta curiosa dificultad radica en el hecho de que nuestro punto de vista consciente de lo que la vida debe ser, rara vez se corresponde con lo que es en realidad. Generalmente nos negamos a admitir dentro de nosotros mismos, o dentro de nuestros amigos, esa fiebre enérgica, autoprotectora, desvergonzada, carnívora, lasciva en que consiste la naturaleza misma de la célula orgánica. Por el contrario, tendemos a maquillar, encubrir y reinterpretar mientras imaginamos que toda mosca en la miel o pelo en la sopa son culpa de algún inoportuno que no somos nosotros. Pero cuando de repente nos sobreviene o nos vemos obligados a convencernos de que todo lo que pensamos y hacemos está necesariamente contaminado por el olor de la carne, entonces no es raro que se experimente un momento de repulsión: la vida, los actos de la vida, los órganos de la vida, la mujer en particular, como gran símbolo de la vida que es, se vuelven intolerables para la pura, purísima alma. Aquel que busca la vida más allá de la vida debe buscar más allá (de la mujer), superar las tentaciones de su llamada, y elevarse en el éter inmaculado del Más Allá».​

La reconciliación con el padre

En esta etapa, la persona debe enfrentarse y ser iniciada ante aquello que ostenta el máximo poder en su vida. En muchos mitos e historias es el padre, o una figura paterna, el que posee el poder sobre la vida y la muerte. Este es el punto central del viaje. Todos los pasos anteriores han conducido a este lugar, y todos los que siguen a continuación se alejarán de él. Aunque este paso se simboliza con mayor frecuencia por el encuentro con una entidad masculina, no tiene por qué ser un hombre, sino solo alguien o algo con un gran poder.

Campbell: «La expiación consiste en poco más que el abandono de ese auto-generado monstruo doble: el dragón pensado como Dios (super-ego) y el dragón pensado como pecado (el id reprimido). Pero esto requiere un abandono del apego al ego, lo que es peliagudo. Hay que tener fe en que el padre es misericordioso, y a la vez hay que confiar en la misericordia. Con ello, el centro de la fe se transfiere fuera del apretado anillo escamoso del dios atormentador, y los ogros terribles se disuelven. Es en esta dura prueba en la que el héroe puede obtener esperanza y seguridad de la figura de apoyo femenina, por cuya magia (amuletos o poder de intercesión) está protegido para todas las experiencias aterradoras de iniciación en que se sufre el aplastamiento paterno del propio ego. Pero si es imposible confiar en el rostro terrible del padre, entonces la fe de uno debe estar centrada en otra parte (la Mujer Araña, la Santísima Virgen), y fortalecido por esta confianza, uno es capaz de superar la crisis —solo para encontrar, al final, que el padre y la madre se reflejan el uno en el otro, y son, en esencia, lo mismo. El problema de llegar el héroe a conocer al padre consiste en abrir los ojos de su alma más allá del terror, hasta el punto de madurar para entender cómo las dementes y repugnantes tragedias de este vasto y despiadado cosmos se ven perfectamente justificadas por la majestad del Ser. El héroe trasciende la vida desde este peculiar punto ciego y por un momento se eleva a una visión de la fuente. Contempla el rostro de su padre, comprende— y así ambos han sido expiados.
La apoteosis

Cuando alguien sufre una muerte física, o muere en sí mismo para vivir en el espíritu, él o ella se mueve más allá de los pares de opuestos, trasladándose a un estado de conocimiento divino, al amor, la compasión, la felicidad. Una forma más mundana de ver este paso es que se trata de un período de descanso, paz y plenitud previo al comienzo del regreso del héroe.

Campbell: «Los que saben, no sólo que lo Eterno se encuentra en ellos, sino que lo que ellos son realmente, y todas las cosas, es lo Eterno, habitan en los bosques del deseo satisfecho, beben el brebaje de la inmortalidad y escuchan en todas partes la música inaudita de la concordia eterna».

El don final

La bendición o don definitivo es el logro del objetivo de la misión. Es aquello en cuya consecución se esforzó la persona. Todos los pasos anteriores sirven para preparar y purificar a la persona para este paso, ya que en muchos mitos el don es algo trascendente, como el elixir de la vida misma, o una planta que proporciona la inmortalidad, o el Santo Grial

Campbell: «Los dioses y diosas entonces han de entenderse como formas de realización y custodios del elixir del Ser Imperecedero, pero ellos mismos no suponen, en su estado primordial, el Objeto Definitivo, pues lo que el héroe busca a través de su relación con ellos no es, en último término, a ellos mismos, sino a su gracia, es decir, el poder de la sustancia que los alimenta. Esta sustancia-energía milagrosa, ella sola, es lo Imperecedero; los nombres y las formas de las deidades que lo personifican en todas partes, lo dispensan y representan, son muy diversos. Esta es la energía milagrosa de los rayos de Zeus, Yavé y el Buda Supremo, la fertilidad de la lluvia de Viracocha, la virtud anunciada por la campana que resonó en la Misa de la Consagración, y la luz de la iluminación última del santo y el sabio. Sus guardianes se atreven a liberarla solo para los realmente merecedores».

El Regreso
La negativa a regresar

Después de haber encontrado la felicidad y la iluminación en el otro mundo, el héroe rehúsa volver al mundo ordinario a otorgar el don adquirido a sus semejantes.

Campbell: «Cuando la búsqueda heroica se ha cumplido, a través de la posesión de la fuente, o por medio de la gracia de alguna personificación masculina o femenina, humana o animal, el aventurero aún debe regresar con su trofeo de transmutación vital. El periplo completo, la norma del monomito, exige que el héroe comience el trabajo de transportar las runas de la sabiduría, el vellocino de oro, o su bella durmiente, de nuevo al reino de la humanidad, donde el don adquirido puede redundar en la renovación de la comunidad, la nación, el planeta o los Diez Mil Mundos. Pero esta responsabilidad frecuentemente no se asume. Incluso Gautama Buda, tras su triunfo, dudaba de que el mensaje de realización pudiera ser comunicado a otros, y otros santos han muerto embebidos en el éxtasis supremo. Numerosos son en verdad los héroes legendarios que han establecido su residencia para siempre en la isla bendita de la Diosa inmutable del Ser Inmortal».​
El vuelo mágico

A veces, el héroe debe escapar con el don, si se trata de algo que los dioses han guardado celosamente. El regreso puede resultar tan aventurero y peligroso como lo fue el viaje.

Campbell: «Si el héroe, tras su proeza, obtiene la bendición de la diosa o el dios y luego se le encarga explícitamente volver al mundo con un poco de elixir para la restauración de la sociedad, la etapa final de su aventura se produce con el apoyo de todos los poderes de su protector sobrenatural. Pero si el trofeo se ha alcanzado con la oposición de su tutor o si el deseo de volver al mundo del héroe no cuenta con el visto bueno de dioses o demonios, entonces la última etapa de la ronda mitológica se convierte en una animada, a menudo cómica, persecución. Este vuelo puede complicarse mediante obstáculos maravillosos o maniobras evasivas».

El rescate del exterior

Al igual que el héroe puede necesitar guías y asistentes para embarcarse en la búsqueda, muchas veces él o ella debe tener guías y salvadores de gran poder que lo conduzcan de vuelta a la vida cotidiana, especialmente si la persona ha sido herida o debilitada por la experiencia.

Campbell: «El héroe quizá necesite ser llevado de vuelta de su aventura sobrenatural con asistencia externa. Es decir, es posible que el Mundo vaya a buscarlo. Debido a la felicidad alcanzada en la morada profunda, no es fácil abandonar ésta en favor de la libre difusión del nuevo estado. "¿Quién, una vez desechado el mundo", leemos, "puede tener deseos de regresar otra vez? Más bien debiera quedarse allí." Y, sin embargo, en la medida en que uno está vivo, la vida se llama Sociedad, que siente celos de los que se apartan de ella, y acudirá a llamar a la puerta. Si el héroe [...] no se muestra dispuesto, el perturbador sufrirá una fea conmoción; pero, por otro lado, si el convocado sólo se retrasa, subsumido en la bienaventuranza del estado de perfección (que se asemeja a la muerte), se llevará a cabo un decidido rescate, y el aventurero acabará reintegrándose».​
El cruce del umbral de retorno

El sentido del regreso es la conservación de la sabiduría adquirida en la búsqueda, la incorporación de dicha sabiduría en una vida humana, y luego encontrar la manera de compartirla con el resto del mundo.

Campbell: «El héroe que regresa, para completar su aventura, debe sobrevivir al impacto del mundo. Muchos fracasos dan fe de las dificultades de cruzar este umbral de la vida positiva. El primer problema para el héroe que regresa, tras una experiencia visionaria de consumación del alma satisfecha, es aceptar como reales las alegrías y las tristezas transitorias, las ruidosas banalidades y obscenidades de la vida. ¿Por qué volver a ingresar en el mundo real, por qué tratar de hacer creíble, ni siquiera interesante, a los hombres y mujeres que se consumen en sus pasiones, la experiencia de la bienaventuranza trascendental? Al igual que los sueños experimentados como trascendentales durante la noche pueden parecer simplemente tontos a la luz del día, así el poeta y el profeta pueden sentirse a sí mismos haciendo el tonto ante un jurado de ojos sobrios. Lo más fácil es encomendar a toda la comunidad al diablo y retirarse de nuevo a la morada en la roca celestial, cerrar la puerta, y hacerlo sin perder un instante. Pero si algún espiritual obstetra ha hilado el shimenawa [cordón protector del sintoísmo] en el retiro, entonces el trabajo de representar la eternidad en el tiempo, y percibir el tiempo en la eternidad, no puede evitarse. Y el héroe regresa al mundo común y cotidiano, que debe aceptar como real»
El maestro de los dos mundos

Este paso suele ser representado por un héroe trascendental como Jesús o Gautama Buda. Para un héroe humano, puede significar el logro de un equilibrio entre lo material y espiritual. El héroe ha llegado a sentirse cómodo y competente tanto en el mundo interior como en el exterior.

Campbell: «La libertad de pasar de ida y vuelta a través de la división del mundo, desde la perspectiva de un espectro que cruzase desde la profundidad causal al otro lado, y de vuelta —sin contaminar los principios de un lado con los del otro, pero permitiendo que la mente se aperciba de uno en virtud del otro—, ese es el talento del maestro. El Bailarín Cósmico, advierte Nietzsche, no descansa pesadamente en un solo lugar, sino que alegre, ligero, gira y salta de una posición a otra. Es posible expresarse desde un solo punto en cada momento, pero eso no invalida las ideas en los otros puntos. El individuo, a través de concienzudas disciplinas psicológicas, renuncia completamente a todo apego a sus limitaciones personales, idiosincrasias, esperanzas y miedos, ya no se resiste a la autoaniquilación, que es requisito previo al renacimiento en la consecución de la verdad, y es así como adquiere la madurez, al fin, por la gran auto-expiación. Sus ambiciones personales se han disuelto por entero, ya no trata de vivir, sino de relajarse voluntariamente ante lo que pueda suceder en él, convirtiéndose, en una palabra, en un ente desconocido».​
La libertad para vivir

El dominio conduce a la libertad del temor a la muerte, que a su vez es la libertad de vivir. Esto se refiere a veces como vivir el momento, sin anticipar el futuro, ni lamentar el pasado.

Campbell: «El héroe es el paladín de las cosas que advienen, no de las sobrevenidas, porque él lo es. "Antes de que Abraham fuese, Yo soy". No confunde la aparente inmutabilidad en el tiempo con la permanencia del Ser, ni tiene miedo del momento siguiente (o de "otra cosa"), como la destrucción de lo permanente por el devenir. "Nada mantiene su propia forma; la Naturaleza, el mayor renovador, siempre crea formas de otras formas. Se asegura de que no perezca nada en todo el universo, solo varía y renueva su forma". Así se permite que sobrevengan un momento tras otro».​

LIBRES EN EL INSTANTE, FRENTE AL ETERNO PRESENTE/ 2022 -2023 Jordi Maqueda

Jordi Maqueda  / Libres en el Instante ( El privilegio del instante)  / Filosofia - Sufismo - Misticismo


EL INSTANTE, FRENTE AL ETERNO PRESENTE

Nada es, en el devenir, fuera del lugar que le asigna un itinerario, donde ningún proceder o pensamiento resulta útil, lejos de aquel momento requerido a su tiempo.  Cuando ser es, estar asistiendo y presente en el instante. El privilegio del instante jamás ha sido cuestionado: se vive el instante; respiramos el instante de cada experiencia que nos lleva a otro, donde la realidad se renueva: somos hijos de cada respiración, y si esta experien­cia a alguien fue vedada queda definitivamente sin esperanza. Tanto es así que solo desde el instante se acierta a separar lo verdadero de lo falso; a distinguir lo justo de lo injusto; a traspasar con la mirada los límites del pensamiento y de los sentidos, pudiendo observar el horizonte que constituye con el pasado y el futuro la característica del tiempo, sintiéndonos consecuencia y origen a la vez del devenir. Precisamente, ahí el privilegio (la cualidad del momento: o instante), que otorga, en tanto a ser, la prerrogativa luego de proceder en el ahora: en el medio sobre el que se organiza y resulta todo movimiento, corriente y pensamiento. Pero ese “instante” no siempre es bien atendido, incluso pudiendo caer prisioneros del momento: y atrapados en un eterno presente, que hoy nos acecha desde cualquier lugar. 

Pero, ¿Qué es el instante?   Nos preguntamos por el instante y lo hacemos por una buena razón, pero quizá antes debamos concebirlo no como lo que parece que es, sino como lo que es y supone, en tanto, a categórico; pues no precisamente es fácil agarrar la idea que pretendo en este escrito, quizá más obvio descrito a través de la poesía, o incluso de la mística oriental, pues en occidente, el instante, refiere lo fugaz (inasible) e igualmente, y de manera fugaz ha sido tratado y poco referido en su carácter (o condición: determinante-de este). Si bien, Borges lo dibuja en un poema, siendo al final donde mejor lo entendemos definido, en ese lenguaje tornasolado que desvela lo sereno y terrible a la vez de cuanto supone cada instante: "El presente está solo. La memoria erige el tiempo. Sucesión y engaño es la rutina del reloj. El año no es menos vano que la vana historia. Entre el alba y la noche hay un abismo de agonías, de luces, de cuidados; el rostro que se mira en los gastados espejos de la noche no es el mismo. El hoy fugaz es tenue y es eterno; otro Cielo no esperes, ni otro Infierno". (Borges - el instante). Mejor Borges que cualquier explicación. Si bien refiere Borges la vida colmada de esos pequeños instantes, igualmente nos advierte: hemos de tener cuidado, pues son determinantes estos y los debemos atender con cuidado y premura, para luego no lamentarnos. Aunque, quizá en la espiritualidad oriental es donde encontraremos más aspectos y definición más detallada a nuestros intereses, de lo que representa y supone el instante: como determinante. [La filosofía oriental, malentendida o desatendida por largo tiempo, desde hace poco más de un siglo, ayuda al pensamiento de occidente a plantearse situaciones —preguntas y respuestas— de otro modo, desde otro lugar, desde donde quizá poder discernir y mejor entender aquello que pretendemos tanto entender, como explicar].

Existe una doctrina de los «tres mil aspectos contenidos en cada instante vital»: un principio postulado por el maestro T’ien-t’ai (Chih-i) El término «cada instante vital» denota la vida de uno, tal y como existe instante a instante. El principio enseña que un momento determinado de la vida incluye tres mil estados posibles, entiéndase: la vida, a cada instante, contiene, para bien o para mal, un potencial ilimitado de posibilidades. Pero quizá sea en la mística sufí, donde encontramos más desarrollada la explicación: el significado y respuesta más apropiada a nuestra pregunta.

En la lengua árabe existe una palabra que significa igualmente tiempo, momento, o instante. Esta palabra es (Waqt). Pero es en el sufismo donde el término ha sido considerado (adquiriendo su carácter más preciso) utilizado, no para designar una cantidad o medida de tiempo, sino más bien para referirse a “la cualidad del momento” o instante en el tiempo. En ese sentido, al sufí se le conoce como hijo del instante: "El presente es un océano de maravillas extraordinarias cuyas olas son instantes que se suceden. [Abd ar-Rahmân al-Jâmî, op. cit., p. 64.].  No debemos dejar escapar sus maravillas al ignorar lo que hay en él. Si se te escapa, no cumplirás como debes con el instante, ni contigo (es tu instante), ni le darás el valor que se merece". Se entiende perfectamente: a cada instante el mundo se renueva: una ola tras otra, parece la misma agua, no es la misma ola, y más importante aún: aquella ola (aquello) que paso, ya jamás se repite. Abd ar-Rahmân al-Jâmî, en Los hálitos de la intimidad, refiere aquellos instantes y sucesivos como únicos y representativos de cada momento, en nuestro momento-ahí: son nuestros momentos con aquello (algo) que al ser observado, y pensado, resulta aislado en el tiempo como "una concreción (o sedimento) fugaz de la eternidad" que por la consciencia puede ser atrapado. Así, a cada momento-instante (le pertenece) se manifiesta un aspecto diferente de la divinidad (de la creación): "Cada día, Él está en algún asunto" (55, 29) – dice el Corán; y por ello hay —nos dice— que atender presto al instante. El derviche es, y en palabras de al-Qushayrî, aquel que "está ocupado en lo que "más conviene a su estado (místico)" y está presente (presto a reaccionar) a lo que se exige de él en el ahora" [Abd ar-Rahmân al-Jâmî]. Pero este no es un estado exclusivo del derviche, si bien él lo entiende mejor. Pero nosotros igualmente, todos, debemos entender y podemos aprender de esta actitud frente a la realidad del instante: que Dios "puede" estar, si no está en todas partes; o bien, podemos extrapolar si es nuestra decisión, esta forma de ver y mirar, de reaccionar al mundo de modo más pragmático: y prestar atención al instante: a la realidad, que no siempre es aquello que más resplandece ante nuestros ojos.

En este sentido, cabe señalar que debiera convertirse en asunto urgente reflexionar sobre la memoria y el olvido. No solo porque la presión de un espacio social sobresaturado de información y noticias, en buena parte manipuladas y que nos deslumbran, acaban por encerrar a los hombres en la absorción, sin disfrute ni provecho del instante: del momento presente cada día más tecnologizado y efímero; sino igualmente por la doctrina (o corriente de pensamiento) que llega a teñir insensiblemente tales hechos: cuando vemos como se nos insta a que seamos, efectivamente hijos de nuestro tiempo, por aquellos que parecen manifestar una preocupación por nosotros: los habitantes del planeta (más que fingida), cuando detrás de tal manifestación se oculta la absoluta frivolidad e incoherencia, de una nueva generación de tecnócratas (políticos) que desde aquellas determinadas instituciones de las que participan, y que participan de sus mismos principios ideológicos: nos deslumbran (y la vez nos fríen la mente) con sus prodigios y mentiras, privándonos de una vida propia y de la realidad de nuestra experiencia, dirigiendo nuestra atención hacia aquello que más nos distrae, con centelleos de luz fabuladora y amenaza con hacernos "prisioneros, para siempre del eterno presente" 


II

Cuando se sufre pérdida de memoria a causa de demencia senil, o enfermedad de Alzhéimer, uno queda, para siempre, prisionero de su eterno presente (estar no-presente-ahí - en el ahora). Paulatinamente, se van borrando primero la memoria y tras ella las ideas hasta desaparecer uno mismo: sin un pasado (memoria), ni un futuro (a partir de ideas, y expectativas sobre estas mismas) que nos determine de manera reflexiva, se permanece en un cuerpo latente, expuesto y determinado por lo inmediato y siempre cambiante que nos fija, y, por tanto, determina igualmente nuestra existencia, condicionada por el resplandor demoníaco de un presente de luces multicolores que reclama nuestra atención incesantemente, a cada instante—como la luz ultravioleta reclama del insecto su atención —. Esa es la enfermedad y el problema hoy de la sociedad: anclados a un presente (irreflexivo) y perpetuo en acontecimientos que se suceden sin sentido (propiciando así la irreflexión o atolondramiento: y olvido momentáneo de uso de la razón) y nos ancla, e impide anticipar el futuro, y que terminará, a largo plazo extinguiéndonos, de igual forma que la deslumbrante luz ultravioleta frena aquella voluntad de volar y extingue al insecto, nuestra voluntad será extinguida / y habilidosamente sustituida por una mimesis (o voluntad dirigida: y sometedora) que de manera furtiva, e invitándola nosotros a entrar, luego nos subyuga, domina, reduce, sojuzga, oprime, conquista, reprime, sujeta, vence, e impone su voluntad sobre la nuestra..

Hemos llegado a aquel punto, llamémoslo crítico, punto en el que la cantidad monstruosa y constante de estímulos –de lo nuevo- a la que estamos expuestos en por todos los medios es abrumadora, sobrepasando en órdenes de magnitud cualquier estado o exposición anterior del ser humano: las noticias, datos, imágenes y sonidos, se suman en una anarquía total, de tal forma que cada nueva impresión que nos llega forma una idea que expulsa la anterior, antes siquiera que tengamos tiempo de considerarla. Luego, de este desgobierno de pensamientos vanos e impropios (inútiles) que nos rebosan: que viene y van, ocurre que antes de que nos demos cuenta o pensemos por qué estoy en un sitio: sentado en un banco… ya me encuentro en ese sitio, sentado en el banco, donde sigo expuesto (ojos y sentidos prestos) al torrente de información que no me deja pensar: en él porque estoy ahí, sentado, y anclado (a aquel banco), a veces olvidando incluso la razón (primera) que me llevo allí: a todos nos ha pasado. Como nos ha pasado, estar caminando (móvil en la mano) sin mirar el suelo, sin pensar dónde vamos, o ¿quizá ya lo hicimos? ¿Ya lo habíamos pensado?, o no, y solo vamos / estamos yendo: pero el presente (estamos ahora-yendo) significa —a decir de Heidegger— a la vez presencia: consciente (estar-ahí-yendo). Sin embargo, nosotros “estamos” yendo-ahí-ahora, pero… (no estando/ni siendo consciente-ahí-ahora… de que estamos yendo) en camino, hacia algún lugar, que no es lugar: hacia un futuro donde destino será nada y destino, al no haber asistido, en aquel instante presente (al que habíamos sido reclamados, en el devenir, para luego dirigiros, prudentemente y conscientemente al después); consecuencia esto, es de nuestros actos irreflexivos, que nos privan de la genuina decisión y del instante, en que somos reclamados a este (en el ahora): debiendo estar y siendo-ahí: conscientes, de decidir: en aquel ¡ahora¡ que fatalmente ¡ya pasó!

Pero pensemos en el presente: pues apenas lo nombramos, observamos de inmediato que pensamos en el pasado (devenir) que nos condujo allí, y consecuentemente en el futuro, proyectándonos a un después, trascendiendo el ahora... Presente, ahora-aquí (en un lugar y momento: consciente de aquello) quiere decir, por tanto, futuro; o mejor dicho, anticipación/proyección del futuro (vivir). De modo que andando, y presentes y conscientes: dando un paso aquí-ahora anticipamos el siguiente paso ahí-después (conscientes de donde estamos y vamos). Esto que parce tan obvio se mostrará determinante, cuando observamos que la atención al futuro ha sido, desde los albores de la humanidad, objeto de cuidado para el ser humano. Anticipar, puede salvarnos, cuando no: mejorarnos la vida. Pensar, ahora, en el pasado, anticipando de un viaje los eventos posibles que por este podamos deducir, puede anticiparnos problemas de manera individual. Luego, a nivel de especie, y tras la Segunda Guerra Mundial (y esto parece más serio) pensar el futuro adquiere aquel carácter sistemático y riguroso que hoy se caracteriza a la prospectiva o estudios del futuro. El término «prospectiva» fue acuñado por el francés Gastón Berger, a comienzos de los años cincuenta, quien la definió como «la ciencia que estudia al futuro para comprenderlo y poder influir en él» (Astigarraga, 2016: 14). A decir, en el pensamiento de Berger se encuentra una idea relevante al individuo, que ha adquirido especial relevancia en el mundo de hoy: pensar sistemáticamente acerca del futuro permite no solo influir en este, sino, más aún, dar sentido a nuestro presente. Pensar el futuro, por tanto, es una habilidad estratégica que no solo puede aprenderse, sino que debe aprenderse, tomarse para sí, pues nos aporta aquellas herramientas, derivadas de la experiencia del pasado, propias o no, que se demuestran fundamentales para la toma correcta de decisiones en el ahora (en el instante, en que somos reclamados a este, estando, siendo-ahí: conscientes) y que construyen nuestro porvenir, en lugar de ser meros espectadores / víctimas del devenir, luego de acontecimientos derivados de otros. De ahí que sea fácil entender, de lo explicado,  aquello qué resulta de actuar sin considerar (en el ahora) el pasado determinante del presente y previo al después, sin pensar destino ni consecuencias. Si bien, vemos que esto es precisamente lo que le ocurre hoy a la humanidad; y no refiero solo inconscientemente el acto de ir (yendo a algún lugar), sin pensar/ni estar o ser consciente de ello, ni del origen o destino, sino que refiero el acto consciente de (actuar) en tanto a aquel, primer impulso… (Luego perturbador de la razón y de la misma voluntad original). Voy… pero voy a ningún lugar concreto ni definido; pues apenas me propuse ir… cuando yendo me encontraba, sin haberme ni dado tiempo a pensar dónde: iba sin pensar, eso creía, o eso pensaba. Cuando de cierto, se observa que aquellos mismos procesos o situaciones que nos han conducido a (actuar) están marcados por una grave y fundamental ambigüedad: de entrada, la conciencia y la densa complejidad de los procesos que dieron lugar a actuar, a ir (a algún lugar), parecería que se hubieran visto superados en tal forma y medida, sin poder llevar consigo hacia adelante sus momentos de verdad, caídos estos, o más bien olvidados en el camino.

Luego, y de otro lado, de ese más oscuro de humanidad, no es difícil entender, aunque quizá lo sea de aceptar, entre las muchas objeciones que se pueden hacer a quien se propone averiguar, qué quiere significar este olvido: y anticipación de futuro, sin pasado ni presente (consistente), y que parece más bien un descabellado salto al vacío. Donde lo obvio desenmascara aquella obsesión por anular la memoria en lo inmediato (acción) y que extrapolado a mayor: resultaría en borrar el pasado colectivo, y que aparte de interpretaciones varias, podría ser clave para justificar cualquier vileza del presente sobre las personas, no con la impunidad de saber que nunca será recordado (Lledó), sino con la vileza y maldad de saber que ni siquiera somos conscientes, y que de serlo, como lo somos de tantas cosas, será pronto olvidado.

De esta forma, y como si se tratase de un ensayo, donde somos el objeto de estudio, vemos como los peores horrores de la guerra y las más aberrantes pesadillas llegan a nosotros, a nuestros ojos, junto a otras ideas estimulantes: e igualmente vemos como ninguna de ellas sobrevive en la mente más allá de unos minutos, antes de ser arrastradas por una nueva oleada de información, que luego olvidaremos igualmente: yéndonos después al cine, a cenar o a bailar con los amigos (insensibilizados al dolor y sufrimiento). Las personas ya no se detienen, ni profundizan en nada, sobre todo en nada relevante, reaccionando continuamente a estímulos que les llevan de aquí para allá: a nada concreto y a todo, sin pararse a pensar: en qué están haciendo; y menos aún, y más importante: en qué no están haciendo. La distracción se vuelve premio final e inútil de la historia del ciudadano que, además, exige distraerse: luego, distraerse todos juntos es la cumbre y fin absurdo de la socialización. De este modo, la ambigüedad se convierte en el resultado último de la curiosidad, que define la actitud que el ser humano tiene hoy con el saber de las cosas, adquirido a partir de sus distracciones, y no por el conocimiento o estudio, acrecentado por el acceso indiscriminado a la información que “permite a cualquiera decir cualquier cosa, cuando se hace imposible discernir entre lo que ha sido y no ha sido examinado, contrastado a verdad y expuesto tras una comprensión auténtica”, produciendo una indiferencia generalizada (ya a nadie le importa la verdad de lo dicho o qué se comenta) donde “todo parece auténticamente comprendido, pero en el fondo o no lo está”. Y qué podemos hacer, viendo el punto al que hemos llegado?, sobre todo en algunos aspectos de la sociedad, o de esa cotidianeidad abominable que son las Redes Sociales, cuando ciertamente ya no interesa a nadie la realidad y solo importa la desmaterialización: el Metaversoservir a la distracción, lo conceptual, lo relativo y sin valor: aquella fantasía, que alimenta el tejido de un cosmos creado para sí mismos; dentro del mundo que otros han creado para ellos; dentro, de una sociedad que han creado para todos; y ahí encerrado, la felicidad (absurda) es absoluta: lejos de la realidad y el mundo; bombardeado por los medios a cada segundo, recibiendo, cuando no, exportando absurdeces y tonterías a cada hora y minuto: todos los días. 

Lo cierto, es que esta lluvia abrumadora de estímulos perfectamente diseñados y pensados para mantenernos adheridos a las pantallas y a la información, nos hará prisioneros de un eterno presente, perteneciente a una realidad distinta: otra realidad, que se pretende hagamos nuestra. Esa es la enfermedad actual, y también el problema que como una demencia adquirida nos aleja de la propia existencia, y de la realidad, e impide centrarse en el instante: en el ahora, y en poder vivir como una persona libre en el mundo. Lo verás todo: luego te olvidarás de todo y nada dejará huella (en aquel olvido que se da en un presente eterno y cambiante). Estarás exiliado de la realidad y del mundo: incapaz de actuar. “Demasiada información a la que reaccionar: catatónico, muerto y vivo a la vez, reaccionando solo a estímulos”; enterrado por la información, y lejos de todo lo que deberías hacer como persona individual y libre. Incapaz de elegir e intercalar la acción con lo real, atrapado y dentro del «laberinto» donde será luego inútil preguntar, no habiendo entendido la máxima la idea principal que sugiriese aquella enigmática y a la vez genial idea, expuesta a través del «Laberinto de Falken»: Pregunta a la máquina— ¿Is this real or is it a game? (¿Es esto real o es un juego?) Respuesta de la máquina — ¿What’s the difference? (¿Cuál es la diferencia?)… Y mientras tanto, el mundo seguirá girando y muriendo un poco más cada día. La realidad, el tiempo, la vida y las estrellas pasarán, sin ser mínimamente conscientes de todo ello: allí, distraídos en su mundo de fantasía.  Esperemos a que un espíritu, en el cual el tipo de espíritu libre deba madurar hasta la perfección, haya corrido su aventura decisiva de un cambio de frente, cuando antes no había sido sino un espíritu siervo encadenado a su rincón y a su columna- F. Nietzsche: Humano, demasiado humano-3. 


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