Mazmorras del Palacio Ishak Pasha,
Ciudad de Dogubeyazıt, en el Oriente de Anatolia.
9 Sep 2021, sobre la frontera Iraní.
Si lo piensan, parece absurdo, estar en un palacio del que se dice que
es la última gran obra otomana en pie, y que yo me sumerja directo hacia
las Mazmorras, justo después de haber divisado el horizonte
más extenso que vi jamás, abarcando la vista de Armenia, Irán y
Turquía, desde los 5000m de altura, en un solo giro de vuelta. Luego, lo más curioso pensé, es que es quizá esta foto es la que
mejor define la realidad observada.
Estamos tan
poco habituados a observar (los individuos, por nosotros mismos) los hechos (la
realidad) de una manera objetiva, por lo que algunas afirmaciones aquí
contenidas podrán sorprender a algunos lectores. Sin embargo, existe, además de
una ciencia de las sociedades, igualmente, la posibilidad de una
observación individual (subjetiva) de esta, de la que, cuando nos
atrevemos a quitarnos el velo (habiendo esquivado aquellos prejuicios
tradicionales) deberíamos poder esperar que consista, haciéndonos ver las cosas de un modo o
ángulo (singular) y por tanto distinto al acostumbrado de cómo le aparecen al
sencillo ciudadanos de a pie, pero igualmente distinto al de los propios
científicos (y de sus estudios sociales). Luego toda observación, debe o tiene
por su objeto esclarecer/revelar: hacer descubrimientos, y todo descubrimiento,
cuando es tal " descubrimiento", suele desconcertar en mayor o menor
grado, tanto al observador, en mi caso, como (en el caso del lector) al que
luego se le revela lo observado.
Así
pues, y en lo que respecta a la observación, en este caso de la
sociedad, es preciso que el observador, se decida resueltamente a no dejarse
intimidar, tampoco por aquellos resultados a los que le lleven sus
exploraciones, si fueron conducidas libres de prejuicios: luego, además, nada
mejor que la experiencia (en este caso de lo pasado), como aquello que nos afectó de un determinado hecho
/suceso, después de conocido el resultado de su desarrollo, y
se revela a [Posteriori, o
literalmente: a partir de lo sucedido. En el ámbito de la
filosofía, a posteriori, se emplea para referirse al
conocimiento inductivo, esto es, al que se adquiere a partir de
la experiencia, y forma de
razonamiento en que la verdad de las premisas apoyan la conclusión,
ascendiendo de los efectos a sus causas: El conocimiento
puede ser a priori o a posteriori. El primero (a priori) es el
que no funda su validez en la experiencia (en este conocimiento a
priori reconocemos en Kant); el segundo, a posteriori, es
el que se deriva de ella: de la experiencia: y refiero a esta la fuente
de mi conocimiento: pues no entiendo otro saber, sino el saber de la
experiencia. En general, a posteriori, significa 'con
posterioridad a un hecho o una circunstancia determinados, y se opone,
radicalmente a (→ a priori). Luego, si buscar la paradoja es propio
de un sofista, esquivarla, cuando los hechos la imponen es propio de un
espíritu sin coraje ni fe en sí mismo.
EL HOMBRE DESESPERADO
1 El Hombre
Desesperado
2 Sobre la
Muerte
3 El dolor y la
pérdida
4El Sinsentido
de la Existencia
5Pensar la idea
del suicidio
6Libertad de
Elección
7Morir precisa,
igualmente, de razones.
Nada más
trágico que nuestra realidad: nacer para luego tener que morir. Pues da
igual dónde o cuándo y poco importará la manera, todos nos dirigimos
ineludiblemente a ella "como el ancla al fondo del mar". A
veces incluso anticipándonos, y renunciando así y definitivamente a este
ingrato lugar de amarguras y penitencias, absurdo y desprovisto de sentido,
donde vida y muerte están ligadas, el dolor centellea todos los días y las
personas participan de las más terribles agonías; donde sonámbulos e
idólatras adoran aquello que los segundos no conciben y los primeros no
imaginan; donde los huérfanos se consuelan en el silencioso recuerdo de la
impotencia, de no querer creer pero tener que ver el mundo desmoronarse ante
sus propios ojos. Pero lo peor no son las injusticias o violencia que acontece
y de la que somos testigos todos los días. Tampoco las guerras, el
sufrimiento y la desesperación que estas conllevan: lo peor no lo hemos
conocido todavía; Estaría por llegar: "es lo último que llega".
1
Recuerdo cuando
me diagnosticaron cáncer, unos me miraban como si mi destino fuese diferente
al suyo; otros lo hacían con lástima, sin observar antes lo lastimoso de sus
vidas, y ellos nunca fuesen a morir: como si unos pocos años
supusieran diferencia, y aquellos que suplican vida eterna, fuesen a obtener
otra cosa, más que polvo como recompensa. Como si negar la muerte fuese
solución, cuando no hay negación que no contenga en sí, en forma de afirmación,
aquello contra lo que se pronuncia. Pero ¿quién quiere la vida eterna? ¿Acaso
existe eso? La eternidad es una cosa y muy distinto es abarcarla: y más
absurdo pretender conquistarla (Gilgamesh). No elegí nacer y consentí,
tampoco elijo morir, pero me siento afortunado, si es el caso de no
sobrevivir: la eternidad no es vida para un hombre, y la muerte es la
calma, el reposo final al que cualquiera aspira. Pues vivir bien es también
morir (un poco todos los días), y fue la muerte la que dio (todavía) mayor
sentido a mi vida. Luego mucho he meditado (casi 15 años después del cáncer,
voy para 56) pues si en la vida encontramos que todo son preguntas, igualmente,
llega el momento cuando se convierte ella misma (la vida) en pregunta: en ese
efímero detenerse en el proceso, al manifestarse está revelándose a
la razón que la contempla. Allí he imaginando mi vida: toda, en
ese preciso instante (atrapado en el tiempo) y sin saber nada de una muerte;
que para conocerla, de cierto, antes hay que vivir estando en ella; pero
luego, para poder entenderla no bastará con vivir, ni siquiera sirve el vivir
mucho: cuando para poder entender la muerte, tendremos antes que entender la vida
(aquella que nos toca vivir) y por qué, en algún momento hay quienes
renunciamos a ella.
2
"El pasado
se recuerda muchas veces dramático; el presente angustioso y el futuro se
intuye incierto", dominado por ese miedo que amenaza con apoderarse del
alma". Todos temblamos ante el dolor, el sufrimiento y la pérdida:
ineludibles para toda comprensión acerca de la vida del hombre. Diríase, que la
vida humana se halla permanentemente en un estado de profunda miseria,
pendiente, siempre de dar sentido a aquellos avatares que devienen de la propia
vida. En todas las épocas, culturas y religiones, el hombre tuvo que enfrentar
esta misma cuestión del dolor, el sufrimiento y el sentido de su
existencia. En definitiva, cada persona (como yo mismo) ha tenido
que vivir y convivir con propio drama continuo que le supone existir, vivir
en este mundo. Pues cada uno de nosotros parece nacer a una vida (en un solo
sentido y hacia un determinado destino); pero si ese es nuestro sino, también
es cierto que otra cosa es nuestra propia condición, dentro de la propia vida y
condición "la humana / esta reflejo de la propia naturaleza que
habita este hermoso planeta, " esa que empuja a una planta seguir
hacia adelante (como españoles) atrapados entre baldosines de la cera y
aplastados por el asfalto (llegará a florecer aún con la metralla de toda una
vida y existencia hundida en la carne. y si nuestro sino es vivir y vivir con
dolor, nuestra condición es "seguir y seguir adelante aún con dolor”.
Muchos pensarán, sobre todo en occidente, que estas palabras no van con ellos
que más serían apropiadas para señalar a otras personas o pueblos (pero los
españoles las reconocemos propias), otros dirán que refieren que a otros
tiempos; pero no nos llevemos a engaño, y lo sabemos; al menos todos aquellos
que tenemos una cierta edad y perspectiva de la vida: que el ser humano desde
que nace se forja y crece con retazos de dolor, y cada dolor es preludio y
anuncio de aquello ineludible Pues existen tantas cruces plantadas en este
mundo como vidas ha visto nacer, y cada nacimiento no anuncia otra cosa, que
(en algún momento) su propia muerte.
(3)
El pueblo español se entrega, al suicidio es la primera frase de «El resentimiento trágico de la vida», la última obra de Miguel de Unamuno. En
esa nota estaba reflejada la lucha de un hombre que fue fiel a sí mismo
yendo en contra de unos y otros, y rodeado del ambiente hostil de la
propia ciudad a la que tanto amó, con la desesperación de quien ve cómo se va
quedando solo mientras se tambalea su mundo, su propia vida y hasta sus
creencias» - (Miguel Unamuno de sus apuntes).
Pero en algún lugar leí que un hombre (y del mismo modo una
nación) primero debe morir (y España allí se aniquiló a
sí misma), para luego lentamente (y de aquellas sombras y troncos quemados
que quedarían) volver a renacer. Renacer (se supone) libres de odio y del
dominio del rencor (que nos permite al recorrerlo aún hoy (de las secuelas
del dolor de nuestras familias compartido) reconocernos entre todos
a nosotros mismos aquel mismo odio, y de aquella sangre
derramada, habiendo aprendido del aquel duro camino y sacrificio (no
por sus propias necesidades o las de sus familias, sino por las ideas
ideales políticos que les inculcaron otros/ arrebatándoles su
identidad de españoles primero, y padres de familia (o hijos)
después, y que recorrieron aquellos: nuestros abuelos y le mostraron a sus
hijos- para que nosotros pudiésemos (por su sacrificio) volver a
renacer a una nueva vida y nación: que ayuda a los demás
(manteniendo un ejercicio que no va a guerras políticas) sino como fuerza
de interposición para ayudar a mantener la Paz, pues hay dos manera
de vivir y ser: haciéndolo solo para nosotros, o a la vez hacerlo
también por para los demás, como personas ayudando en
nuestras ciudades a quien lo necesita / y como nación: a
quien nos lo pida o necesite.
4
Encontrarán
ensayos y libros, tratados al respecto de las razones del sinsentido de la
existencia para algunas personas, y que puede resumirse en que la
vida no tiene sentido para estas, esa es la principal
declaración, y obviedad que encontramos, por parte de quienes afirman
experimentar la desgarradora sensación de la apatía por vivir, por medio de una
especie de desconexión de todo lo que les envuelve (y derivado después - en
algunas de ellas- en una presencia impulsiva en redes sociales). En este punto,
encontramos personas, muchas reflexivas, que profundizan en cuestiones de
trascendencia: a partir de aquella la falta de libertad que acusan (y nos
revelan) de su propias declaraciones (y donde me reconozco de un tiempo
critico, mas no conmigo mismo), donde se trasladó la responsabilidad tanto del
aislamiento como de la propia apatía, a las injusticias sociales, luego a las
guerras, pero sin hacer nada por acercarnos (entender - moverse a
comprender- y explicarnos de aquellas mismas injusticias: luego no proponiendo,
ni saliendo del aislamiento de la habitación) avocándose, por momentos cada vez
más a un profundo vacío existencial, el cual engulle cada vez con más fuerza.
Vacío éste, al que la sociedad contribuye con sus imperantes mensajes
relacionados con valores individuales de satisfacción inmediata (dale al me
gusta), y venga otra vez: en lugar de irnos a ayudar a quien sabemos que lo
necesita, saliendo del aislamiento y mojándonos los pies (única forma de
achicar el ahogamiento (parar la inundación) que nos embarga, e ir más allá de
proponer absurdeces (en redes), una tras otra todos los días).
5
“Una obra está acabada cuando no
puede ser mejorada" - (E.Ciorán).
Como en el arte, algo parecido ocurre con algunos sistemas e igualmente con
los estados, cuando estos se encuentran tan fatigados y corruptos, que ni con
todas las grúas y andamios de este mundo se podrían sostener en pie, los
pilares de mentiras y sangre sobre los que se sustentan. Así, lo que realmente
decide el grado de acabado de un sistema ya no es tanto el arduo trabajo, la
fatiga o la sangre que precisa de sostenerlos, como el asco que supone tener
que soportarlos y sostenerlos.
La mayoría de las personas no entienden
necesario deliberar sobre su existencia, existir ya se concibe como implícito
en todo lo que hacemos y no es necesario darle más vueltas (aunque afirmemos
estar de agua hasta el cuello). Sin embargo, reflexionar sobre la existencia, es
hacerlo sobre la idea de la vida, y por tanto de la muerte: el suicidio (por
estrangulamiento social) en este caso nos permite abordar en primer plano
la razón de la propia existencia, pues se pone en tela de juicio la importancia
de ésta, moviéndonos a madurar en nuestras propias motivaciones, sueños y
esperanzas; además, de en todo aquello que nos da seguridad. La enfermedad
ayudó a pensar al enfermo; la certeza de la muerte mueve a reflexionar; y el
suicidio (en este caso la posibilidad de un suicidio "social" nos
obliga a deliberar seriamente sobre el sentido del mundo y la propia
existencia. Dedicarse a tal empeño (morir para volver a nacer) implica carácter
y atrevimiento pues, tratamos con ello de sacar provecho, donde entenderemos
casi con toda seguridad que el suicidio (como forma (literal) de termina con la
propia vida) debe permanecer en constante suspenso, como salida última que
siempre debemos ver (de aquellos que sucumbieron) a distancia, solo recorriendo
de lo que sentimos y expresamos a los demás: aquella forma de la que empezamos
a reconocernos (y a la que nos acercamos), pero a la que no debemos entrar
jamás. Pero ¿por qué verla a distancia y, sencillamente, no contemplarla como
opción?
Lo
políticamente correcto en este caso es descartarla definitivamente: y eso
sería lo políticamente correcto. Pero personalmente, entiendo que la persona
solo puede descartarse de aquello: (formas) que reconoce en el de las primeras
causas (luego al observar de estas, las últimas causas (y final), que
reconoce en los otros). Se trata más entonces de “una evaluación, a modo
de introspección, proponiéndonos primero reconocernos en el lugar que estamos,
y a la vez saber que podemos mejorarlo; con una experiencia de
vida y proyecto propio”. Pues entiendo, que una vida es auténtica, solo cuando
se tiene la posibilidad de elegir (de salirnos del marco propuesto: suicidarse,
si, pero socialmente); pues el peso de la existencia sólo puede llevarse
cuando somos conscientes de que tenemos la libertad de terminar con nuestra
vida, y una vez reconocido esto: que tenemos el valor; igual o mayor
para antes (vivir genuinamente nuestra vida, esa que ahora elegimos. Pues,
a pesar de las dificultades, las restricciones y prejuicios, cambiar es lo
único que no nos puede ser arrebatado; y precisamente esa libertad de cambiar
nos procura la fuerza descomunal, que luego triunfa sobre los pesos que nos
aplastan; de tal forma que encontremos un sinsentido a poner fin a nuestros
días o, por lo menos, a no hacerlo antes de ver hasta dónde podemos llegar.
Aunque los suicidas creen en su precocidad, no pocas ocasiones consuman su acto
muchas veces antes de estar maduros y siendo muy jóvenes; razón esta que hace
de los suicidios (literales) aquello que destruye nuestro verdadero destino,
en lugar de coronarlo.
Buscando
entender, puedo entender que un hombre/mujer quiera acabar con su vida: lo
puedo entender y aceptar (todos deberíamos) pero, con matices: entendido, como
el acto de culminación de un proyecto insatisfactorio de vida, es decir, un
proyecto puntual y fallido venido de la razón que luego lo justifica. El
final, si se quiere (razonado) tiene que cultivarse como si fuera un huerto,
eligiendo el momento más favorable de su desarrollo. Pero cuidado, aquí
entramos en arenas movedizas, pues no me refiero con ello dar a entender a
todos, que están en la cumbre y desean que se les recuerde así”. Recuerdo
la carta de suicidio de Kurt Cobain, donde podía leerse una cita de una canción
de Neil Young: "Es mejor consumirse rápidamente que desaparecer poco a
poco". Cierto que Kurt estaba en la cumbre, como artista, pero no así como
persona debido a sus problemas (que no soluciono quedando atrapado en ellos), y
que le llevaron a hacer lo que hizo. Lo cierto es, que el último y definitivo
descenso a los infiernos de K. Cobain no fue sorprendente; y posiblemente, ya
se había iniciado unos meses antes de que decidiese llevarse el cañón de una
pistola a la barbilla. Sin embargo, precisamente ese carácter desesperanzador
de la existencia y el desencanto ante la vida, se
presenta no pocas veces a muchas personas ―en algunos casos como una especie de
iluminación― como proceso de descubrimiento hacia una vida mejor sin
ornamentos: dura, y en la que afloran esos sentimientos de
desesperanza que todos hemos sentido en algún momento, ante los
cuales tenemos siempre la posibilidad del suicidio. Porque ¿Quién no ha pensado
en el suicidio alguna vez? Todos hemos pensado en algún momento en suicidarnos,
así sea de forma remota o hipotética, hemos pretendido renegar de la vida deseando
la muerte, pensamiento éste y vinculo indisoluble, entre los que eligen
el suicidio y los que no. Y, precisamente, es esa posibilidad, aunque la
entendamos remota, de reflexionar sobre nuestro propio suicidio ―motivos,
recursos, la disposición del lugar― y vernos muertos anticipadamente
es la que nos ayuda en gran medida a entender (que el alma nos
está diciendo algo), aquello (de la vida) sobre lo que demos meditar) para
poder replantearnos esta: nuestra propia vida. De otro lado, negarnos esa
posibilidad de sentirnos dueños de nuestra propia existencia o bien, ocultar
nuestro pensamiento por miedo a lo que puedan decir los demás, es negar nuestra
propia libertad y convertirnos en otro gusano envilecido más, reptante
sobre la carroña cósmica que habita esta tierra.
6
Tomar
consciencia de que podemos elegir es asumir un grave conflicto (angustia)
donde por un lado, nuestros sufrimientos nos reprimen y empujan al abismo y,
por otro, nuestros instintos se oponen, obligándonos a vivir aunque estemos
sujetos y limitados a nuestro tiesto. A medida que vamos madurando y
reflexionando sobre la vida, ya con unos años, descubrimos la vacuidad de la
misma, para entonces los instintos ya se han reconvertido hacia la razón
que guía ahora nuestros actos, refrenando nuestro crecimiento instintivo (del
límite que aceptamos - nosotros mismos impuesto- del tamaño y volumen de
nuestro tiesto) y el vuelo de nuestra inspiración (limitado por esa misma razón
/ ). Por ello: despertamos al mundo demasiado tarde. Sin
embargo, aun en ese momento tardío tendremos consciencia de nuestra libertad,
pudiendo ser ahora dueños de una elección que se hace significativa en tanto
más nos retrasamos no poniéndola en práctica, pero que “nos hace
soportar los días y, más aún las noches", pues no nos sentimos
pobres ni oprimidos: disponemos de recursos. Y, aunque no los explotásemos
nunca, y acabáramos en la expiración tradicional, hemos tenido un tesoro
en nuestros desánimos; pues no hay mayor riqueza que disponer de la propia
vida, aun cuando la hubiésemos decidido desaprovechar (por algún tiempo).
Nunca es tarde para renacer a nuestra propia vida (San Juan
3:4-6), volviendo a empezar (reconstruidos de aquellas (duras
experiencia) que hemos sabido superar.
pero morir
(incluso socialmente, o precisamente por ello) precisa, igualmente de
razones. Entendiendo una "salida" de la antigua vida, no como
huida, sino más como el producto de una profunda reflexión, y muestra de poder
sobre la propia existencia (y contra la voluntad del hegemom). Todos escuchamos
y leemos en medios hoy sobre la Eutanasia. Pero Llamémoslo por su nombre:
suicidios, asistidos o no. Eutanasia proviene del griego y vendría a significar
«buena muerte»: Y, me pregunto, quién no tiene derecho a una buena muerte,
cuando viendo hacia donde pueden llegar las cosas, quiere no tener humillarse
frente a si mismo, y suplicar luego sí, su propia muerte (literal) mientras se
desmorona en pedazos. Esa es la verdadera libertad, y en ella cada uno debería
descubrir el momento oportuno para abandonarse a si mismo, según le parezca o
no, de acuerdo a su situación personal, sea ésta (su vida actual) digna de ser
vivida. Pues no tiene sentido prolongar la agonía de
determinada forma de vida, cuando no tiene siquiera sentido para
nosotros, esperando que la muerte llegue lenta y dolorosamente por
sí sola, es mejor adelantarnos siendo autores de nuestro propio destino. Se
trata de una iniciativa por la cual rescatamos una vida (la nuestra en aquel
acto) que ya no vale la pena ser vivida. Pero no hay que estar enfermo
socialmente para ello. La actitud, por ejemplo, que leemos de Sócrates
ante la imposición de unas reglas y normas para el inasumibles, es de
absoluta confianza y tranquilidad; no siente ningún temor cuando se enfrenta a
actos de injusticia: “no haría concesiones a nadie en contra de lo justo por
temor a la muerte. Ser en la muerte (como acto voluntario para poder vivir),
antes que no poder uno mismo ser en la vida.
Las injusticias y la discriminación han hecho resurgir la cuestión del
suicidio en cada situación de crisis. Mainländer
augura que en el futuro la política contribuirá a la renuncia voluntaria a la
vida. Se creará un Estado capaz de satisfacer todas las
necesidades materiales de los ciudadanos. Con ello, y todos los deseos vitales
satisfechos, aumentará el aburrimiento y con ello, el deseo de muerte. Pocas
existencias se han mostrado tan coherentes con una idea propia como la del
pensador de Offenbach am Main, quien puso fin a sus días tras haber
descubierto que el devenir del mundo se encamina hacia la nada (no haciendo él
tampoco nada por evitarlo), y dirigiéndose hacia el no ser, en virtud de una
pura voluntad de morir, frente a la de solucionar sus problemas y con ello
poder ayudar a los demás en lo que él ya veía venir. Precisamente en
los países de mayor calidad de vida, es donde dicha voluntad de morir
(literalmente) es mayor y en aumento, a la vez que aumenta el distanciamiento
entre las personas, y donde basta con mirar a tu alrededor para
poder ver el mundo habitado por rutinarios de la desesperación; momias que
se aceptan unos a otros, sin más sentido que cumplir una moral y formalidad
útil: despertarse, ducharse, desayunar, llevar los niños al
cole, ir a trabajar, comprar, consumir, comer, conducir, llegar a su casa,
dormir y de nuevo lo mismo un día y otro; hasta que un día (te das un
golpe) despiertas y te preguntas si es posible encontrarle un sentido al curso
que lleva la propia vida. Luego, las noticias de guerra continuas y los avances
de la ciencia no ayudan. Saber si hay vida en Venus o en Marte, si la tierra se
encuentra en algún punto de la galaxia o si se ha descubierto un nuevo
exoplanetas no responde a búsqueda alguna de sentido. En resumen, parece como
si la vida (que hemos aceptado llevar) no se ocupase más que en entretenernos y
aplazar el momento en que podríamos librarnos de ella”, o bien como dice
Víctor Hugo: “Estamos todos condenados a muerte, si bien con una especie
de aplazamiento incierto”.
"Es
fácil siempre ser lógico. Pero es imposible ser lógico hasta el fin. Los
hombres que se matan (los suicidas) siguen así hasta el final la pendiente de
su sentimiento. La reflexión sobre el suicidio me proporciona, por lo tanto, la
ocasión para plantear el único problema que me interesa: ¿hay alguna lógica
hasta la muerte?"(Camus 1966)