HACIA EL SER (02 - 1) DE LA APARIENCIA / jorge maqueda

La escritura no sólo es un medio auxiliar al servicio de la ciencia, y eventualmente su objeto, sino que es en primer lugar, como lo recuerda en particular Husserl en El origen de la geometría, la condición de posibilidad de los objetos ideales y, por lo tanto, de la objetividad científica. Antes de ser su objeto, la escritura es la condición de la episteme; episteme significa conocimiento en tanto «conocimiento justificado como verdad», Según Platón.

 Realidad: es el conjunto de lo-que-es. Ente: Significa “lo-que-es”. Designa cada cosa que es, como algo concreto, es decir: el árbol, la silla, la persona… no en cuanto que son árbol o silla, sino en cuanto que sonSer: intenta designar ese algo en común que tienen los entes, lo que hace que sean entes (proyectándolos hacia los demás). Sustancia: (sub-stantia) es lo que permanece invariable frente a los cambios. Se refiere a lo que hace que cada cosa sea lo-que-es.

La Realidad es el conjunto (de todo “lo-que-es). Ente significa “lo-que-es”, y la palabra designa cada cosa que es, como algo concreto, es decir: el árbol, la silla, la persona… mas no en cuanto que son árbol o silla, sino en cuanto que son, y son-ahí. Ser: intenta designar ese algo en común (y reconocible) que tienen todos los entes, es lo que hace que sean (siendo hacia otros seres)por tanto (hablaríamos de aquello que los proyecta) como entes, que son (en cuanto “aquello que es-ahí” proyectado a una conciencia, que los pueda reconocer, igualmente seres). Sustancia: (sub-stantia / substantia de los eleáticos) es lo que permanece invariable frente a los cambios. Se refiere a lo que hace que cada cosa sea lo-que-es. (Invariable / adjetivo: aquello que no varía, o no puede variar. Dicho de una palabra: Que no admite flexión

§ 3.2. - Existe una tradición filosófica que se remonta a antes de Platón, y que reflexionaba, Siendo aspecto relevante en los filósofos primeros una cuestión “concreta”: la búsqueda de un sustrato inmutable capaz de explicar la realidad: siempre cambiante y efímera, y que habría de llevar luego de cabeza a la filosofía desde aquellos inicios (dentro de la propia cuestión del ser); hablamos de “la apariencia”, considerando ―la filosofía desde entonces― (la aparienciacomo de una menor entidad (aquello que vemos o percibimos ante nuestros sentidos) frente a aquella realidad existente (oculta a nuestros sentidos) que habrá de ser, únicamente accesible a nuestra inteligencia (al pensamiento por la razón). Revelándose a la postre (este problema de la apariencia / frente a la auténtica realidad no manifiesta a los sentidos) con el tiempo, como el primer gran problema que la filosofía (el pensamiento) se plantea. Por lo que parece conveniente dedicar un tiempo a la apariencia, antes de seguir. Si bien, no afirmaré de manera rotunda mostrando: lo que la apariencia es (su finalidad última), pues la apariencia ya es (ahí para mostrarse a una mente o consciencia que la observe y hacia la que se proyecte), sea luego (entendida por esa mente (lo que es), o interpretada y explicada por la razón  (lo que la razón pretenda a la conciencia que sea)  yendo más allá del hecho (experiencia y sensaciones captadas) a partir de aquella parte perceptible de algo, de las cosas (entes/ seres que podemos ver proyectado hacia nosotros) cuando miramos.

§ 3.3. La humildad es importante: lo es para poder saber, y saber que lo que vemos “es” ya es un gran saber que poseemos; mas pretender saber de lo proyectado que vemos, luego aquello que lo proyecta: imaginando por nosotros que pueda ser, no solo es no-saber / sino que es igualmente no reconocer (del lado de aquello que podemos con la vista recorrer) de otro gran saber: que hay algo revelado a los sentidos, de una forma tal, que la razón no ve.

La apariencia ocupa a la filosofía desde sus inicios, y podría decirse incluso que tal es el primer problema que se plantea y con el que se pone en marcha el pensamiento occidental. Al menos, parece aspecto clave en los primeros filósofos griegos, embarcados en la búsqueda de un sustrato inmutable y eterno capaz de explicar la realidad cambiante y efímera, que podría ser vista así, como mera apariencia, frente a la auténtica realidad constituida por aquel primer principio. Realidad, por tanto, y en el sentido (de la apariencia manifiesta) constituye la parte apreciable a los sentidos, de aquel primer principio (energía) por la que todos estamos constituidos; y, por tanto, responde dicha apariencia, como la parte (o espectro de la energía, alterada en forma de materia visible) dada a los sentidos, y que estos (los sentidos) nos muestran (de aquella materia, a través del reflejo de esta en la luz) proyectada esta materia del sustrato inmutable de energía (primera y existente) que constituye todo el cosmos (desde su principio), y principio del que parten y se proyectan, luego todas las cosas (materiales) que podemos ver (reflejadas) de la luz que estas mismas nos reflejan (proyectándosenos), y en la que por la vista nos reflejamos, igualmente (de ese mismo reflejo, de esa misma luz) nosotros en ellas

En cualquier caso, lo que nadie discutirá (creo yo) es el problema, que solo el hombre encuentra (esa oposición por la razón) a partir de una idea propia y subjetiva, que distingue entre lo aparente (mostrado a sus sentidos) y lo que luego queda oculto a estos y que constituye la esencia misma del problema del pensamiento luego de Parménides de Elea, al distinguir este entre la vía de la verdad, que nos coloca frente al ser eterno, uno e inmutabley la vía de la opinión, que no nos da sino el mundo sensible del cambio y la multiplicidad / no entendida esta multiplicidad (por parte de Parménides y su escuela) dentro de la forma (del uno e inmutable). Luego si la primera, (la vía de la verdad) basada en la razón, nos conduce a la verdadera realidad, la segunda, establecida sobre los sentidos, no puede sino mostrarnos una realidad engañosa, es decir, una mera apariencia (que se entiende como falsa realidad), y que Parménides desestima atender y entender, de la multiplicidad y de lo heterogéneo más que evidente de toda la realidad apreciable, como partes / y partes necesarias y constituyentes/ que son del uno (inalterable proyectadas) y que permanece en lo heterogéneo y cambiante, de todas estas partes, lo uno, como lo otro y múltiple proyectado del ser: en ellas. 

Luego a partir de Parménides, el problema de la apariencia ha sido siempre remitido al problema de la realidad, y seguramente no es exagerado afirmar que la forma en que se han entendido las relaciones entre ambas (apariencia y realidad) han sido básicamente dos: por un lado, que la apariencia oculta la verdadera realidad; y por otro, que la apariencia es la realidad misma, su manifestación. La primera de ellas suele ser dominante en las filosofías de corte racionalista, y en la antigüedad su más claro exponente es, sin duda alguna Platón, para quien el mundo sensible, es decir, éste que nos muestran los sentidos, no es más que un reflejo del mundo y, por tanto, una mera apariencia de lo que constituye la verdadera realidad. Mas esto significa, al mismo tiempo, que todo lo que podamos decir de este mundo no alcanza el rango de verdadero conocimiento, sino que se queda en mera opinión, ya sean simples conjeturas (eikasía), puesto que no son más que una copia imperfecta de las Ideas. Con todo, en el pensamiento platónico no se da un desprecio absoluto de la apariencia… luego en nuestro caso: deberemos superar de la cosa su apariencia: trascendiendo de esta de su forma obvia a los sentidos (la apariencia), igualmente hacia la forma que la proyecta y de esta a aquella que a ambas las contenga).

El empirismo estoico (y quizá también epicúreo) considera como criterio de verdad la representación aparente, es decir, aquélla a la que debemos otorgar nuestra aprobación por resultar indudable (pues es la que se nos muestra a los sentidos), los estoicos parece que están admitiendo, no sólo la existencia del objeto de la representación (manifiesto a nuestros sentidos por la apariencia) sino, además, que éste es tal y como se nos muestra (independientemente de que pueda ser algo mas / que no entendamos a reconocer). Y esto puede interpretarse una: como la afirmación de que no existe realidad alguna detrás de lo que aparece, o, que la apariencia es precisamente la realidad misma/ y la otra: que la realidad nos es dada a ser percibida de la representación (la apariencia) manifiesta a nuestros sentidos, de tal modo, por alguna buena razón. Luego, en ese sentido, y que sea la apariencia real no impide esa otra realidad diferente (como la percibida de una mosca) o una realidad mayor / en tanto que pueda esta misma realidad ser percibida de un mayor rango y espectro a los sentidos. Con la apariencia, por tanto, se quedan los escépticos, y no porque como los estoicos la consideren verdadera, sino porque ninguna otra cosa más podemos conocer, afirman.  

Cabría pensar entonces, que los escépticos mantienen esa contraposición entre apariencia y realidad, y que, como Parménides y Platón, creen que la apariencia oculta a la realidad, es decir, que existe una realidad (verdadera) detrás de lo que aparece, aunque, a diferencia de Parménides y Platón, piensan que no puede ser por nosotros advertida/ no nos refieren que la realidad nuestra sea falsa, sino refieren una realidad mayor / pero que no podemos alcanzar / de tal modo que tenemos que (de entrada) vivir en y para la apariencia, haciendo de ella no sólo criterio del conocimiento, sino también de la acción, pudiendo afirmar entonces que nos guiamos de la representación mental (representación mental: pero que (en mi caso /ateniendo a la experiencia real) yo veo fuera de mi: proyectada y representada para mi, de la información primera que percibo). Consistiendo, en efecto, en una impresión, representación involuntaria (interpretada instantáneamente de la realidad por la conciencia, en tanto que me es necesaria y yo la pueda reconocer, ante la necesidad para subsistir y de tener que moverme y evolucionar en esa realidad), luego y en estas condiciones nadie seguramente disputará sobre si el objeto que se percibe es en tal o cual forma (siendo esto irrelevante a nuestras exigencias vitales de supervivencia (a los fenómenos sobrevivimos); cuando ahora , si, y por alguna razón más allá de la necesidad aparente nos preguntamos, si el objeto observado es tal como se percibe: lo que vemos, y solo aquello que vemos (a partir aquella forma subjetiva y proyectada de la realidad a la mente, y que esta interpreta y devuelve proyectada de manera práctica reflejada del objeto de nuevo a la conciencia: que es memoria y sentido: y capacidad de juico

No puedo, y hablo por mí, negar una realidad mayor y más amplia, cuando de mis experiencias he percibido reflejos que me hablan de esta. Protágoras: tampoco negaba que exista una realidad oculta por las apariencias (y que debería entenderse esta realidad oculta quizá y mejor: como una realidad mayor implícita de las misma formas que observamos y percibimos: mas allá de la apariencia estas), sin que nos sea dado conocerla (pues no se nos revela a nosotros). En consecuencia (y si lo entendemos holísticamente / dadas tantas realidades varias como seres variados: pulpos, moscas o personas puedan interpretarla) esto no es ninguna catástrofe, y será bueno (para ellos y práctico) lo que a la mosca, al pulpo o al hombre le parece que es, pues incluso más allá de cumplir con nuestras necesidades vitales de subsistencia como seres que deben prolongarse en un medio, está esa otra necesidad (o llamada) tan propia de los seres humanos: y que es a partir de esa luz proyectada (y reflejada de la forma / cosa frente a nosotros y que percibimos de su apariencia a los sentidos) la que primero debemos atender, para poder captar de sus bordes “la sombra”: sombra que “es la misma luz presente en el medio” pero que no vemos, sino en la forma que (la propia luz) a través del reflejo de esta (la luz) en la cosa, luego se nos proyecta a la conciencia. 

En el pensamiento cristiano, aun cuando quepa sospechar que la auténtica realidad es Dios, la apariencia no queda sin más descalificada, sino al contrario, y profundizando en la valoración positiva de la misma que podemos vislumbrar ya en Platón, luego en el neoplatonismo, Pero eso no equivale a afirmar que la apariencia, en sí misma, sea la propia realidad. Tampoco en la época moderna, desde Hobbes, cuando reconociendo la subjetividad y relatividad de la apariencia, se nos dice que, con todo, no podemos ir más allá de ella, siendo entonces los racionalistas, quienes considerarán factible un conocimiento de la realidad una vez superados los errores y la subjetividad inherente a la sensación (luego interpretando y no leyendo: de lo escrito en el rollo (la información) por delante y por detrás). En este sentido Kant distinguirá entre la apariencia meramente ilusoria y la apariencia real –si es que esto puede ser d alguna manera y complicarse todavía más. Luego de la pretensión de alcanzar el saber absoluto por parte de Kant, esto conduce a Hegel a considerar (a Kant) un escéptico y empirista. Luego Hegel  dirá: «La esencia no se distingue del ser y no es la esencia sino porque aparece y esta determinación desarrollada es lo que constituye el fenómeno. Por consiguiente, la esencia no está ni antes ni después del fenómeno, pero en cuanto es la esencia que existe, la existencia es fenómeno» [Lógica, II, B, CXXXI].

Algo parecido (entendemos) de la afirmación de Sartre, en la Introducción a El ser y la nada «La apariencia no oculta la esencia, sino que la revela: es la esencia.». Al entender que es en el fenómeno donde se nos muestra la esencia, entendemos así la apariencia hegeliana es enteramente objetiva, y no dependiente, por tanto, de la subjetividad: se trata –eso dice Hegel— de cómo, de hecho, se manifiesta la esencia misma a partir de lo que nos muestra de ella (la apariencia). La cuestión entonces podría ser ¿cuánto nos muestra la apariencia de la esencia?, así, respecto al asunto del que estamos tratando, decir que no acabo de ver dónde está el problema (del problema mismo de estar limitados por los sentidos o de fondo, por nuestras capacidades). Acaso el problema acontece desde creemos saber que el mundo que percibimos es, en gran medida, una construcción nuestra y subjetiva (discrepo: el mundo percibido es una construcción objetiva (de la realidad que se muestra a quien la observa) dicha realidad se muestra solo y es perceptible a quien puede percibirla: una mente que luego la proyecta (a la propia consciencia por el propio reflejo / de la luz / en una forma que la consciencia pueda reconocer), por tanto, una mente y conciencia que está adaptada al medio en que se desarrollo y se desenvuelve, y que lee (dicha mente) dicho medio en el que se mueve  / esto es: la mente no interpreta el medio: sencillamente lo lee instantáneamente, para con ello poder luego, el sujeto, proceder y satisfacer sus necesidades  propias, estas directas a sus capacidades (del sujeto) y sobrevivir en el medio …. Esto es: no debemos (y de hecho no podemos subjetivamente) interpretar conscientemente la realidad. Luego «Interpretamos mal el mundo y, luego decimos que nos engaña», (Tagore), pues nuestra mente ya ha trabajado en ello de manera inmediata e inconsciente, proporcionándonos el conjunto de imágenes (por la visión) y otros estímulos y sentidos, memoria (actos sucedidos, igualmente a otros (que reconocemos como propios, cuando de su consecuencias, incluso de las peores consecuencias, aprendemos nosotros igual) y que nos son necesarios, pues son los que precisamente necesitamos para sobrevivir en el medio (en el que vivimos). Si bien y esto ha quedado demostrado de las sociedades, no podemos interpretar el medio (cuando la realidad es como es) pero si podemos transformarlo (no tanto hacia nuestros intereses) y acomodarlos a nuestras hacia nuestras necesidades, como bien se demuestra de de ambas formas al observar las sociedades modernas. 

Luego y desde que sabemos, al menos así lo entiendo, y entiendo: que el espacio “es” no un espacio vacío entre los cuerpos, sino energía  (luz) que no vemos y no entendemos entre los cuerpos que sí vemos y entendemos, y que por tanto el tiempo podría ser algo (subjetivo) al no existir un espacio (vacío que recorrer) entre los cuerpos conectados. Pensar que las cosas que se nos aparecen son lo que en realidad (de su apariencia) sin más entendemos, o dicho de otro modo, que la apariencia constituye la auténtica realidad de lo observado, no será del todo ingenuo, si de ello entendemos de la apariencia una parte de aquella realidad (que nosotros de nuestra necesidades y sentidos primarios podemos percibir para sobrevivir en el medio / dentro de un medio que del todo no vemos ni comprendemos). Siendo la apariencia expuesta de los cuerpos / entes / seres, lo relevante y primero a entender, partiendo de esta cuando luego y más allá de pretender solo sobrevivir en el medio, pretendemos conocer (aquello) que es el medio, en que todos los cuerpos entes y seres se desenvuelven, esto es: el espacio entre estos, y que a su vez conecta dentro de una forma todo lo que vemos, lo que no vemos y aquello que tampoco todavía entendemos).

Entonces: en este caso las extrapolaciones como las que señala Aristóteles (por ejemplo: que no tendríamos forma de diferenciar el parecer del experto del de el ignorante, sino principalmente porque lo que a nosotros se nos muestra) me sobran, solo siendo, eso, una forma de nosotros poder entender algo no manifiesto de lo manifiesto a partir del sujeto, luego hacia lo verdadero pertinente: la forma. Por tanto decir que aquella forma es más real o que esa es “la forma real” de una cosa, es absurdo. Si nuestros umbrales de sensibilidad fueran otros distintos, y de mayor rango de lo que son ahora, veríamos una forma de la cosa diferente a la que ahora vemos, oiríamos otros sonidos y captaríamos más olores. Pero aquello no sería menos erróneo (en tanto a incompleto / esto relativo a los sentidos que nos proporcionan la información) de lo visto y captado actualmente de nuestros sentidos. Luego resultando, por la misma razón (a la razón subjetiva que interpreta), aquello que se nos aparece como engañoso o falso, pues ciertamente: la realidad que a nosotros ahora se nos muestra (de nuestros sentidos) no es menos real que aquélla que provocara ese otro aparecer (de tener más agudos los sentidos) entendiendo sólo una forma posible de manifestarse la realidad: a través de mecanismos de necesidad (y que no dependen del individuo o la especie; sino de las necesidades de la vida, como ecosistema sustentado y del planeta: en el medio (el espacio) sujeto a la esfera dependiente del sol.

§ 3.4. La metafísica occidental ha distinguido desde su comienzo, entre un mundo esencial y verdadero, y un mundo apariencial que velaba-descubría al primero. En este sentido (la luz reflejada de las formas de las cosa materiales en estas, nos permite ver estas, pero no vemos la luz / pues la luz es información, y no puede verse sino (leyendo la información de esta) cuando es reflejada de algo hacia una conciencia que lee dicha información. Los pensadores griegos buscaron más allá de las apariencias, un mundo esencial que sirviera de fundamento a aquéllas. Algo inmóvil (pero que no veían) que explicase el movimiento, algo sin origen en las cosas, pero que origine las cosas; algo permanente que sustente lo caduco y efímero. Este algo fue llamado de diferentes formas a lo largo de la historia: nosotros lo llamamos luz, pero seguimos en la sombras (sin entender, qué es la luz / mas allá de la luz que decimos que vemos / pero en realidad no vemos / sino la información que trasporta a la mente (consciente) que lee, y nos muestra luego parte del mundo que no vemos.

La palabra «Metafísica» está pensada a partir de la condición del ente, entendida en cuanto a lo todavía oculto: el ser, y que se limita explicar de la imagen que perciben los sentidos, de la forma (apariencia) de esta imagen percibida, que denota una forma del ser que la proyecta / hacia los sentidos de otro ser. Pero esto no excluye el hecho de que ni ahora, ni antes, la Metafísica (por el acto de razonar) pueda llegar a ningún dominio jamás en el seno de ente real alguno, al buscar entender (por el acto de razonar / más allá del acto de observar) del ente una imagen: la forma proyectada (la apariencia) como parte igualmente del ser (de aquello que la proyecta), a partir de una sombra, que ahora reconocemos que está pero no vemos, sino reflejada de los entes, hacia otros entes / poniéndolos en contacto entre sí. Lo que nos lleva a que aquello proyectado (la imagen / la apariencia) lo es desde el lado borde de la forma de la imagen/ por lo tanto desde el límite o frontera entre lado de la imagen y lado de la sombra (sombra que es la luz que no vemos, sino cuando nos proyecta la imagen a partir del borde de la forma), y que nos invita → a movernos →en un acto de ser, recorriendo / (Reconociendo con la vista / Habitando) ese lado de la sombra (desde borde o perímetro de la forma (de la imagen) que la determina / y habrá de ser de ese mismo lado la forma de la sombra, que entendemos del lado de la imagen proyectada, lo que nos permite pensar en la existencia de una forma ahí (de lo que no vemos pero entendemos es-ahí). De este modo la Metafísica, es superada, por la experiencia del ser →en acto de ser (en la medida que se es  →en acto de ser (hacia) → moviéndose al límite/borde, o frontera del ente / imagen) que nos permite una distinción clara entre el ser que proyecta el ente (como parte del ser igualmente del otro en el que se refleja y se proyecta la imagen), entendiendo que la manifestación del ente, y sólo del ente tomado este como objeto (definido) de estudio, pierde la exclusividad que ha tenido hasta ahora en su pretensión de ser módulo y medida al pensamiento y las ciencias. El ocaso de la verdad del ente quiere decir: la verdad del ser, mostrándose del ente, en su sombra, la forma total del ser. De ahí, que cualquier cálculo, pretensión de verdad, que no tome en cuenta la sombra (ser del ente) antes objeto no será verdad en la propiedad, ni de un cálculo: lo exacto.


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