EL LENGUAJE COMO LÍMITE EN EL CAMINO HACIA EL SER (02): EL LENGUAJE COMO LÍMITE Y SOMBRA DE LA RAZÓN / jordi maqueda

En el chino de Mérida 2015 


EL LENGUAJE COMO LÍMITE Y SOMBRA DE LA RAZÓN

Todos hemos comprobado lo complicado que es, en algunas ocasiones, expresar aquello que sentimos de una experiencia (esa idea que luego formamos en nuestra mente) en relación a lo observado: para la que no encontramos las palabras adecuadas que expresen lo que sentimos, pero que sentimos dentro y de muchas maneras. Pero lo es  aún más si lo observado no está luego bien definido: definido más allá, incluso del propio lenguaje y en relación hacia nosotros, a nuestro conocimiento: entiéndase una comprensión de aquello frente a nosotros (de la experiencia sensible, y lo que percibimos a través de  los sentidos) que ha de ser entendida por el sujeto por medio la contemplación misma, del estudio y/o experiencias propias al respecto, lecturas, conversación o cualquier otro medio de conocimiento que nos motive a entender lo observado. Motivación que nos llega normalmente del propio asombro o admiración, y a veces, extrañeza que nos causa la visión/contemplación de algo ―no necesariamente nuevo, desconocido o diferente―, pues entiendo esta la razón (el asombro) como aquella de mayor motivación y predisposición, voluntad hacia la comprensión de la experiencia que proporciona aquello presente.

Pero ver algo, incluso que no hemos visto jamás, hoy no parece ser razón de asombro o admiración, o voluntad de acercamiento a la experiencia y su comprensión para nadie, visto, sobre todo, el desinterés de tantos mostrado al pasar por delante de los diferentes entes: cosas, objetos y personas (sobre todo personas) / que no vieron nunca, y pasan a su lado, sin siquiera mirar o reconocer de ella un igual: otro ser. Caminamos por el mundo mirando sin ver, hablando sin escuchar, ni decir nada. Pensamos que vemos, decimos y oímos, pero la prisa (del reloj) evita que nos detengamos a reconocer y vivir el momento, como acontecimiento (experiencia), y preguntarnos, sobre aquello presente alrededor nuestro, pero sobre todo: ante nuestros ojos; luego no reconociendo de las cosas, lo que son, más allá de la vaga comprensión que muchos tienen/ o tenemos, de tantas y otras cosas, y aun así ignorando todo lo que nos rodea, y no mostrando mayor interés; ya saben: “a veces, una piedra es solo una piedra”. 

Lo malo de esta actitud [una piedra es solo una piedra] es que nuestra imagen, o visión del mundo y el universo se empequeñece, achata y aplana, cuando al ver una piedra solo vemos una piedra, o al mirar al cielo sólo vemos oscuridad, y puntos de luz, definidos como estrellas en nuestro cielo: mas no vemos, buscando el significado de esa luz, en ella: y de lo material, la forma que la proyecta en su espacio concreto, estando ahí y no en otro sitio, de esa forma, y por una buena razón,  más allá de aquellas explicaciones ofrecidas por otros (por la razón). Por tanto no se engañen: las cosas son y la estrella está, quizá solo para que la reconozcamos, mas no al definir la estrella, sino para que definiéndonos nosotros antes, podamos luego responder a ella, la estrella, y decirle: yo soy..., en lugar de dirigirnos a otros, refiriéndose de ella ( la estrella) y diciendo: ella es...  

II

Para Wittgenstein, el mundo era lo expresable (en palabras): así lo que no le era expresable en palabras ―tenía un nombre que le definía―, y lo que no lo tenía, no había sido descrito, quedaba fuera del mundo. «Los límites de mi lenguaje Significan los límites de mi mundo, – afirmaba (Tractatus Logico-Philosophicus). Así pues, la realidad para Wittgenstein era una imagen que resultaba de un lenguaje descriptivo (complejo) y no de la impresión de la realidad en sí misma que precisaba, necesariamente, de ese lenguaje descriptivo y metódico para ser descrita y entenderla. Es por ello que lo no definido, sencillamente “no existe”. De modo que para Wittgenstein como para otros, el origen, y «fundamento» último de todo ser ha de hallar su expresión (locución) por la razón. Pero, ¿cómo conocemos las cosas, entes, para poder luego definirlas y darles nombre? ―Desde el momento en que se constituye el concepto del ser, y frente a la multiplicidad y diversidad de los entes, surge de inmediato la dirección específicamente filosófica de la contemplación del mundo. Por mucho tiempo la reflexión del ser se encuentra ligada a la esfera de los entes los entes, pugnando por abandonarla y superarla(1), quizá, ya entendiendo algo más, ahí, de la imagen proyectada del ente: el ser del ente); luego, el «fundamento» último ha de ser "hallar de todo ente la expresión de su ser ser" y locución en el lenguaje; "pero por claramente que se haya planteado esta cuestión durante siglos, la respuesta hallada, en su determinación particular y concreta no tuvo ni tiene el mismo y universalísimo alcance del problema"(2)― Generalmente, un ente individual, particular y limitado es entresacado para, a partir de él, derivar genética y genéricamente y luego «explicar» todo lo demás; luego, no nos sorprendamos, cuando comprobemos, que lo que la razón señala y define (proponiendo definición y poniendo nombre) como esencia y sustancia del universo, no lo trasciende en principio, siendo justamente algo extraído de este mismo universo: ordinario y mensurable a la razón. De ahí que, por más que varíe el contenido de la pregunta, siempre permanezca un mismo tipo de explicación en su forma general, y dentro de los mismos límites e idéntico lenguaje metódico, del principio que establece como fundamento de la totalidad de los fenómenos un ser individual sensible (perceptible) una «materia originaria» concreta; luego la explicación se idealiza de aquella materia, y en lugar de la materia surge más firmemente un principio puramente racional de conjetura y fundamentación subjetiva.

Luego ¿Qué me define el lenguaje?, cuando refiero a partir de lo desconocido, el lenguaje me definirá entonces: aquella imagen sensible, y perceptible de lo desconocido, por ejemplo, de universo: "infinito"; entiéndase, igualmente, de lo infinito → "desconocido". Luego la razón aplica: desconocido es… lo que sea que refiere y describa esa misma razón (para cada uno de nosotros) / pero que seguirá siendo, igualmente, desconocido. ¿Puedo definir el espacio?, y refiero ahora, ese espacio, que consideramos vacío, existente entre los cuerpos en el espacio, mas ¿no sabiendo exactamente lo que es? Pero la ciencia ya he definido el espacio, en un lenguaje descriptivo y (complejo) no falto de conceptos relativos, abstractos y/o matemáticos) como: "infinito"la filosofía es el arte de formar, de inventar, de fabricar conceptos”(Deleuze & Guattari, 1997) /"lo infinito es tanto ilimitado como indeterminado, Anaximandro introdujo el concepto de lo ilimitado (infinito): a-peiros― pero que, y aunque lo he definido, sigo sin saber todavía qué es el espacio "infinito”, y por tanto, sin una forma concreta) → que, además, considero “vacío”, solo sé, lo que la razón me dice que el espacio es, en tanto a como ella lo ve y entiende, de lo que ve, resultando: que está tan vacío, como la vista y los sentidos lo puedan comprobar. Conclusión, el lenguaje puede describir una imagen del espacio, que resulta de un lenguaje descriptivo (complejo), dado a priori. desconocido e infinito, pero no por la experiencia propiael factum de estar conscientes del espacio,  sino que nos refiere  a conceptos y abstracciones (teóricas o, y matemáticas) por los que la razón: pretende entender/y explicarse a si misma lo que califica de incognoscible e indeterminado (infinito) y dado a los sentidos ordinarios) lo que es el espacio → a su entender, de ese vacío (oscuridad) que no puede ver forma en el. No aceptando de su ignorancia lo que desconoce, incluido: la forma del espacio, vacío, que no puede entender.

"Sólo pedimos un poco de orden para protegernos del caos. No hay cosa que resulte más dolorosa, más angustiante, que un pensamiento que se escapa de sí mismo, que las ideas que huyen, que desaparecen apenas esbozadas, roídas ya por el olvido o precipitadas en otras ideas que tampoco dominamos. Son variabilidades infinitas cuya desaparición y aparición coinciden. Son velocidades infinitas que se confunden con la inmovilidad de la nada incolora y silenciosa que recorren, sin naturaleza ni pensamiento. Es el instante del que no sabemos si es demasiado largo o demasiado corto para el tiempo. Recibimos latigazos que restallan como arterias. Incesantemente extraviamos nuestras ideas. Por este motivo nos empeñamos tanto en agarrarnos a opiniones establecidas. Sólo pedimos que nuestras ideas se concatenen de acuerdo con un mínimo de reglas constantes, y jamás la asociación de ideas ha tenido otro sentido, facilitarnos estas reglas protectoras, similitud, contigüidad, causalidad, que nos permiten poner un poco de orden en las ideas, pasar de una a otra de acuerdo con un orden del espacio y del tiempo" (Deleuze y Guattari 1993, p. 202).

Pero... yo estoy en un espacio, en tanto mi forma ocupa un espacio definido, al que rodea todo ese otro espacio en su perímetro. Por tanto, yo mismo soy un espacio, dentro de otro espacio. Luego, qué define la razón cuando me define a mí, a partir de aquella persona que me observa y percibe mi reflejo ―Define al hombre de su imagen proyectada―me contestarán; pero, diga lo que diga y defina la razón, hay algo más que una forma en una imagen visible y proyectada: hay también un espacio que la contiene y proyecta, que yo veo del lado de mi forma, que igualmente me define en mi forma concreta y (temporal). Luego, si al definir al hombre, no puedo ni definir, a la vez, aquel espacio (forma) del espacio que lo contiene y concreta (temporalmente) en su forma en un lugar, y no en otro del espacio natural que habita: pues entonces, lo que defino, no es otra cosa que la ignorancia existente tras el velo de la razón. Quiero decir, que por muchas y enrevesadas palabras, escuelas o cátedras: todo tiene una forma, y toda forma un perímetro que la define en su forma: a partir de su borde, o sombra. Luego, si algo no está definido en su forma, a partir de su sombra (considerando esta, a partir de lo observable de la imagen: de su perímetro, como aquel borde o lado de la imagen) pues sencillamente “no existe", no puede existir en la naturaleza nada, que no se encuentre, en aquel espacio natural que contiene y define  su forma concreta (temporalmente) en sí, y que a la vez, contiene en su forma concreta a todos los entes que habitan en ella, en su espacio natural: y que establece/ condiciona (propicia) las correspondencias, así como relaciones de causa efecto de una forma (indirecta) en otra, o (directa: consciente) hacia otra.

De modo, que mi madre me condiciona, a través de dicho espacio (cuando se dirige a mi; me habla (y el sonido se traslada por ese medio ―o forma entre las formas materiales, dado del límite entre las formas) “condicionando mis actos: y definiéndome” a partir de que dicho espacio me propicia la información desde ese momento (en el que por el se proyecta: escucho, reflejada la voz de mi madre): yo me giro; la veo, pero igualmente puedo no ver a mi madre, solo escucho su voz del espacio circundante, espacio con información que me condiciona y define, en mi espacio a actuar (en se momento/ tiempo y lugar concreto), y de todo ello, luego reconocer de dicho espacio una forma/y medio, para comunicarme, con mi madre; luego, (y a mi entender) la forma limitante del lado de las formas visibles, concreta, en su relación con todas las formas, las relaciones de estas entre todas ellas.


1-Filosofía de las formas simbólicas- El lenguaje /Ernst Cassirer
2-Ibidem


HACIA UNA NUEVA T. C. DE LA SOCIEDAD (2-5) / DESDE UNA FILOSOFÍA DEL LÍMITE (6) - DE LA “TEORÍA DEL LÍMITE” DE LA RAZÓN, A LA EXPERIENCIA DE LA FRONTERA— jordi maqueda




DE DE LA “TEORÍA DEL LÍMITE” DE LA RAZÓN,
A LA EXPERIENCIA DE LA FRONTERA

Debemos preguntarnos qué nos atrae al límite, por qué tantos hablan de él, incluso sin conocerlo. Un límite que rechaza la curiosidad superficial, desentendiéndose de quienes pretenden un saber por saber, y que solo responde a la necesidad: una necesidad vital y entendida hacia un propósito no determinado, posibilitando que puede ser alcanzado, aunque seguramente velado al mismo sujeto (dispuesto) pero posiblemente señalado, a partir de algún suceso, o predisposición del tipo con lo que en matemáticas se conoce como catástrofe – Zemam. Básicamente, la teoría de las catástrofes representa la propensión de los sistemas estructuralmente estables a manifestar discontinuidad: cambios repentinos del comportamiento; divergencia: tendencia de las pequeñas divergencias a crear grandes divergencias; e histéresis: donde el estado depende de su historia previa, pero si los comportamientos se invierten, conducen entonces a que no se vuelva a la situación inicial. Lo que nos lleva a un lugar, un punto concreto de nuestra vida justo, ese es el instante ―que no siempre reconocemos― donde debemos ser y estar:   donde decidimos nuestro destino, más allá del límite y de la razón del límite. Erik C. Zeeman generó una gran controversia al considerar su aplicación en las ciencias humanas. La teoría de las catástrofes comparte ámbito con la teoría del caos y de los sistemas disipativos, desarrollada por Ilya Prigogine, sobre el estudio de los procesos irreversibles.

Pensemos ahora por un momento, dejando de un lado las catástrofes, y pensemos en el habitar. Pensar, construir, habitar el límite, entiéndase: movernos actuar iniciar el acto de ser-ahí, en el camino, hacia la experiencia del límite (a través de la propia existencia), que conduce a aquel (sujeto- ahí) y no al supuesto, a un saber manifiesto o conocimiento mismo que proporciona la experiencia del límite (de la frontera). Conocimiento y entendimiento de este límite, un saber, solo por la propia experiencia en el límite. Pero qué ocurre con el límite ¿Dónde está la frontera? — ¿Estamos, en ella?, o me imagino, supongo que estoy. Leamos sobre el habitar:

Habitar-es-estar / en el habitar, a decir de Heidegger, ingresamos por medio del construir. El construir, tiene por meta a aquel, el habitar. Pero, sin embargo, no todas las construcciones son simultáneamente habitaciones. Un puente y un hangar, un estadio y una central eléctrica son construcciones, pero no son habitaciones; la estación de ferrocarril y la autopista, el dique y el mercado techado son construcciones, pero, no son habitaciones. Sin embargo, las construcciones mencionadas están en el ámbito de nuestro habitar, el cual va más allá de esas construcciones y “no se limita a la vivienda”. El conductor de un camión de carga está en la autopista como en su casa, pero no tiene allí su hospedaje; la trabajadora está en la hilandería como en su casa, pero, no tiene allí su habitación; el ingeniero director está en la central eléctrica como en su casa, pero no habita allí. Todas estas construcciones encasan al hombre; este las habitúa, pero “él” no habita en ellas, si habitar quiere decir únicamente que poseemos un alojamiento. Por cierto “que en la actual crisis habitacional” ocupar una vivienda es ya tranquilizador y alegra; la construcción de viviendas permite perfectamente alojamientos; las habitaciones pueden estar, incluso, bien repartidas y organizadas para facilitar la vida práctica; pueden ser deseablemente baratas y estar abiertas al aire, a la luz y al sol; pero, ¿las habitaciones albergan ya en sí todo lo que implica un habitar? Por una parte, las construcciones que no son habitaciones quedan determinadas, desde el habitar, en cuanto que sirven al habitar del hombre. Desde este punto de vista, el habitar sería, siempre, el fin que preside a todas las construcciones. Habitar y construir estaría mutuamente referido en una relación de fin a medio. Pero, mientras opinemos de esa manera, estamos tomando el habitar y el construir por dos actividades superadas. Con ello pensamos algo correcto, peroal mismo tiempo, con dicho esquema medio-fin nos cerramos el camino hacia aquel rasgo esencial. Porque construir no es solo medio y camino para el habitar; el construir es ya en sí mismo habitar — (M. Heidegger). Mas no vemos el camino, sino en camino al que anda la frontera del olvido, que va recomponiéndose a sí mismo.

Hay un viaje personal (éxodo) de revelación y conocimiento a través de tinieblas y sombras, que conducen a la tierra del olvido, al desierto de cada uno de nosotros, donde se le revela el misterio de aquella verdad, única que nos resultara personal. Este es un viaje que debe ser realizado por cada uno y, sin embargo, lo ignoramos: no escuchamos ni vemos las señales, pero ¿por qué? Las cuestiones, las preguntas que nos hacemos, incluso las grandes preguntas, son siempre respondidas: cuando son acerca del universo por la ciencia, y en otros ámbitos, por las ciencias sociales, la filosofía, y cuando atañen al espíritu, por la religión. No hay necesidad de ir a la frontera a ver qué hay tras el horizonte, cuando te dicen lo que encontrarás allí. Pero no todos quedamos satisfechos con tales certezas. Sin embargo, si nos decidimos a ir más allá, hacia la frontera, de camino, cuando nos acercamos en la penumbra del anochecer, al límite que anticipa las sombras, algo siempre se ilumina: una luz que nos detiene y distrae mientras nos devuelve a nuestra propia oscuridad. Como si no fuese necesario ir más allá, somos devueltos atrás, pues todo está resuelto, ¿Dónde vas?, y nos dejamos enredar. Nos volvemos, sin haber reconocido en esa luz su oscuridad, ni reconocer qué la habita: lo mismo que no nos permite ir más allá y acércanos por nosotros mismos a la oscuridad, al abismo donde en su borde espera aquello que se revela y no queremos ver / ni escuchar, pero debemos atender, de modo que podamos discernir… qué es la luz, y qué es la oscuridad, donde está y como reconócela.

Pues a lo largo de la vida: ciencia, religión y la misma sociedad nos ha disuelto la memoria y en ella a nosotros mismos, y en nosotros nuestras preguntas y temores, cuando desde todos los ámbitos se nos detalla y explica del universo, la vida, el infinito, el caos y la salvación; respuestas, por cierto, que se dan desde las instituciones muchísimo antes que por nosotros mismos las podamos ni siquiera plantear: todas, ya las encontramos resueltas, a lo, largo de las instituciones de la sociedad, a no ser, que individualmente desviemos la mirada, alzando esta sobre el horizonte del que algunos hablan, pero que aún no podemos reconocer. Se precisa entonces dar el paso moverse en acto de ser-ahí: pensar y preguntarnos si hay algo que desconocemos. Heidegger propone un camino, en la vecindad: propone un adentrarse en la nada (en el desierto). Habla, por tanto, igualmente de un viaje que todos debemos hacer (estar-ahí) embarcarnos; pues “Alguien me habló una vez, de lo que el ojo izquierdo debe mostrar / para que el derecho pueda ver”.

En otras palabras, si uno tiene suerte (y se muestra valeroso) es posible que acepte el desafío y elija ese camino difícil, que de una necesidad interior se propone de inicio, para ser conducido a una encrucijada mayor, donde ninguna de las opciones pueda satisfacernos, y nos encontremos perdidos y sospechemos, “que el camino que vemos la izquierda lleva al infierno, que el camino que se muestra a la derecha lleva, igualmente al infierno, que la carretera que tenemos delante lleva al infierno y que, si damos la vuelta, terminaremos en el infierno” (P. Kingsley -In the Dark Places of Wisdom, 1999). Entiéndase, un lugar y momento a partir del cual, todos los caminos llevan al mismo y a ningún lugar (a la frontera, el desierto, a la nada) sin otra alternativa que enfrentar, superando dicha situación: de frente. Justo en ese lugar y momento, es cuando uno, si antes comprendió a dónde, y por donde iba, pero sobre todo intuye cuál es su destino por encima del sugerido, y tiene fe, en su camino y posibilidades, quizá, solo quizá consiga despertar descubriendo aquello olvidado que ni podía imaginar: poder ver sin mirar, y a la vez entender más allá, sobre los límites mismos de los sentidos. Dicho suceso, a la razón encubierto en su razón, luego frente a la necesidad (vital) de conocer, ahora, su porque, propicia la manifestación, en función, de aquello velado, que irá siendo revelado (necesario) en el trayecto, y solo para el trayecto, a seguir sobre el borde de lo que llamamos (límite)  de aquella frontera. Hacia lo que oculta el horizonte, y que desde su borde ya nos traslada en un “retorno”. Ciertamente, y hablo por mí, algo nos lleva aun desconociendo sus consecuencias o motivos más allá de nuestra voluntad, saliendo al límite, conducidos. Pero, como reconoceremos el límite: bien, lo reconocerás, interpretando de la propia experiencia aquello que nos indique, un límite (real) a lo que no entendemos y debe ser explicado (donde ahora nos encontramos: ahí dentro, y que, ciertamente, será revelado solo desde dentro)... "Jamás desde fuera". Y, del límite, luego, ¿se entiende que volvemos? Bien, la respuesta es obvia: el límite, como frontera, es destino luego a penetrar avanzando sobre esta: no se vuelve, entiéndase: no vuelve el mismo hombre. Un hombre muere para que otro pueda nacer, cuando de la frontera se abre un nuevo cielo y una nueva tierra ante sí, mas cuando aquel “traspasando” ese límite vuelve, es para mostrarnos, advirtiendo que la luz es también oscuridad, y que solo desde el límite se aprecia esta singular realidad. Que aquello que, como una luz  atrae, más nos hunde en la propia tiniebla. 

Una de las conclusiones fundamentales, si no la fundamental de la nueva física reconoce que el observador crea la realidad; la emergencia de una realidad, hace posible dicha realidad: no en un avance manifiesto en el caminar, sino en un proceso inflacionario de la propia conciencia… pero hay que atreverse a observar, mirar y querer movernos hacia allí, dejándose guiar, luego dejándose llevar en aquello luego observado “ya de otra manera”: no lo que de aquello o en ello “ahora” nosotros queremos interpretar, sino lo que aquello “a la puerta” nos quiere mostrar, invitándonos a ir un poquito más allá: momento grande y terrible este ¿quién aceptará?

 

Jordi Maqueda

Badajoz – España

2023

HACIA UNA NUEVA T. C. DE LA SOCIEDAD (2-6) / DESDE UNA FILOSOFÍA DEL LÍMITE (7) - LA FRONTERA, UN LUGAR PARA PENSAR (el ser) Y EMPEZAR (por ser) / jordi maqueda

Feria (Badajoz - Extremadura - 2018 ) Foto : j maqueda 


1

LA FRONTERA, UN LUGAR PARA PENSAR EL SER

Resumir la idea de frontera, es resumir la idea de Frederick Jackson Turner. Mucho se ha escrito sobre la frontera. Pero debemos preguntarnos qué nos atrae a esta: al límite, y por qué tantos hablan de él, incluso sin conocerlo. Un límite que rechaza la curiosidad superficial, desentendiéndose de quienes pretenden un saber por saber, y solo responde a la necesidad: una necesidad vital y entendida hacia un propósito no determinado, posibilitando que puede ser alcanzado

Resumir la idea de frontera, es resumir la idea de Frederick Jackson Turner. Mucho se ha escrito sobre la frontera desde el punto de vista de la guerra en ella desarrollada o de la caza —nos dice—, pero se ha pasado por alto la importancia que presenta como campo de estudio serio, aplicado a otros campos del conocimiento. En este sentido, y como un campo de conocimiento, lo más curioso de cuanto nos dice Frederick J. Turner, es que dentro del desarrollo americano “la frontera” no ha representado meramente un adelanto a lo largo de una línea única, sino un retorno a condiciones primitivas en una línea fronteriza continuamente en movimiento. En ese avance, la frontera es el borde exterior de la ola, el punto de contacto entre la barbarie y la civilización. Pero la frontera americana se distingue claramente de la europea, que es una línea fronteriza fortificada que corre a través de territorios densamente poblados; mientras el elemento más importante de la frontera americana es el hecho de que va por el límite de las tierras abiertas a la expansión sobre un horizonte amplio. Por suerte, tan amplio como indefinido, todavía podemos encontrar lugares en nuestro planeta, en los que, de su descripción, podemos considerar como una frontera.

En la frontera, a medida en que uno se adentra en ella, la tierra virgen domina al colono: como en un retorno a los orígenes, cuando más se adentra, es un volver más atrás en el origen, al propio origen. El colono llega vestido a la europea, viaja a la europea y como europeos con su manera de pensar y las herramientas que utiliza. Pero la tierra virgen le saca del coche de ferrocarril y le mete en la canoa de abedul. Le quita los vestidos de la civilización y le hace ponerse la zamarra del cazador y los mocasines. Le hace vivir en tiendas o cabañas de troncos. El colono, casi de manera inconsciente, deja de serlo, y se adapta a las costumbres de un pasado lejano en la memoria ya olvidada. Pronto se empieza a reconocer en el medio mismo. Luego construye como los habitantes de la frontera, como los cheroquis, los iroqueses, y en torno a sí levanta una empalizada india. Durante un tiempo, el colono antes civilizado se encuentra a sí mismo, se reconoce en el medio, y el mismo medio: cazando como cualquier otro ser donde no hay leyes, ni moral, ni nadie que lo juzgue: solo vive, tratando de sobrevivir.

No pasa mucho tiempo sin que el colono siembre maíz. En una palabra, el medio ambiente de la frontera resulta al principio demasiado duro para el hombre blanco. Que poco a poco va a ir transformando la tierra salvaje. Pero otros no lo harán. Esos otros son los que se encontraron a sí mismos (renacidos) en la frontera, estos se han convertido en habitantes y frontera, que ante el empuje de la civilización, se retiran atrás con ella, buscándose a la vez que buscan en la experiencia sin saber que les espera.

DESDE UNA FILOSOFÍA DEL LÍMITE (5) - QUÉ HAY ACERCA DE UNA FILOSOFÍA AUTÉNTICA / jordi maqueda


SOBRE UNA FILOSOFÍA AUTÉNTICA  

El pensar, en tanto a la filosofía (auténtica) está hoy más allá de la misma filosofía, en el sentido que todos entendemos por filosofía. Entonces ¿dónde está la filosofía auténtica? Bien, nos dicen que la filosofía ha cambiado o está cambiando, pero en las universidades no; en los que estudian en la universidad no; y en los que enseñan en la universidad no; y si está cambiando, por qué siguen diciendo unos a los otros lo que deben leer, y los otros siguen leyendo lo que les mandan unos… unos mandan (lo que hay que hacer y leer), los otros obedecen (en aquello) No, ¡no ha cambiado nada! pero la realidad, sigue siendo compleja. Demasiado compleja, para pretenderla ordenar, estructurar, racionalizar en ningún sistema, por cierto ya fracasado…

En este sentido, de una filosofía a partir de la acción de las personas, las consecuencias a partir de las acciones, (y los descubrimientos que propician) Hannah Arendt, se alinea y renuncia a ser llamada filosofa, ella no es filosofa. ¡No soy filoso —dice — filosofo es Kant! Arendt, ha visto “la forma de la sombra” la imagen que proyecta nuestra sociedad, se distancia del conejo blanco. Pero ella pensaba y enseñaba, lo que no quería era racionarse con un tipo concreto de filosofía “del pensamiento de las ideas ajeno a la experiencia” (o autoconsciencia) y el análisis de sus consecuencias, y por tanto, un tipo de pensamiento (filosofía) que ella y otros entendían que había fracasado en los campos de exterminio de la Alemania Nazi: la misma filosofía que no supo reconocer adónde íbamos en aquel momento, ni donde nos llevaba la razón (y que es lo mismo que afirmaba la escuela de Frankfurt: Hokenheim, Adorno en la Dialéctica de iluminismo).

La filosofía no entendió entonces el nazismo, ni el holocausto, y lo peor, hoy no entienden ni critican — quizá no la ven pero eso los incapacita—la misma instrumentalización procedente de aquellos sistemas del pasado, y sus consecuencias en el presente. De esto, precisamente, es de lo que podemos acusar (en mi caso yo así lo hago) a la filosofía de hoy, de seguir mirando a otro lugar, escribiendo de cosas absurdas; sin morder jamás la mano que le da de comer / no pueden criticar el sistema que los sustenta, alimenta y promueve, dentro del mismo sistema, y que es la misma filosofía de ayer, por cierto (como bien nos recuerda H. Arednt). Luego esto hace que me pregunte, si son acaso legítimos, los filósofos y académicos (no independientes) financiados, sufragados por el estado, para hablar (y refiero críticamente) de aquellos que: en un supuesto juicio contra el estado, no serían jamás aceptados, por pertenecer y estar a sueldo del acusado; pero que hacen hoy juicios sociales, e incluso nos dicen, ahora de nuevo, como debemos aprender a volver a pensar. Pero no, nunca en mi caso: Toma mis ojos, las cosas que he visto en este mundo están llegando a su fin.― (Iron Maiden- Starblind).

Por estas mismas razones a Arendt ya no le interesaba ni platón, ni Kant, ni Hegel, esa misma filosofía que habla del mundo, pero que no entendió entonces, ni entiende ahora el mundo de los hombres, de sus actos. Una filosofía perdida en su mundo de las ideas, y en sus pensamientos metafísicos (encerrada en las aulas y que no sale a la calle) 2500 años de metafísica y todavía sigue la misma pregunta igual: sin responderse, pero que, además, no se entero de lo que estaba pasando, antes, ni de lo que pasa ahora, en la vida y en el mundo (en las calles: en los hogares, más allá de sus propios muros) así fuesen millones de muertos antes, o miles ahora, eso ya nos dice algo de la filosofía… “su reflexión decae”.

A los filósofos, antaño, el estado los expulsaba, encarcelaba e incluso mandaba a la esclavitud, o los mataba por pensar libremente: por opinar en voz alta, y crítica, se entiende. ¿Qué ha cambiado ahora que a un filosofo, le paga, y mucho el estado? Arendt, pretende y refundará, de alguna manera la filosofía, observado esto de sus obras principales y dirigidas a la acción, el conocimiento a partir de la acción (pero los filósofos solo hablan de ideas) no de lo que se hace y acontece en el vivir (ejemplo de experiencia y consecuencia). Pero el día a día, la vida y sufrimiento de las personas no les interesa. El problema es que para este tipo de nueva filosofía, si se habla de angustia, hay que haberse angustiado, y de lo que se hable, haberlo experimentado o conocido. Ahora, nos dicen de nuevo que la filosofía va a cambiar: ¡está cambiando! y se preocupan, por nosotros. Quieren que sepamos, que aprendamos a pensar: y de nuevo pensar, pero nadie dice, vive, ve y piensa en aquello vivido y has visto ¿qué has sentido?, ¿dónde te ha conducido lo sentido? Solo espero que el ejemplo no venga de aquellos: de ellos, de los mismos, los mismos de antes, los mismos de siempre, siempre detrás del conejo blanco. “deja a los ancianos en su conferencia, entretanto…/… caminamos afuera de las ofertas de libertad por sus carceleros en su jaula.  ― (Iron Maiden- Starblind).

Pero he hablado de acción y experiencia, y no puedo quedarme en lo relativo, como aquellos que andan por la vida hablando siempre de algo que luego no definen… porque no pueden definirlo, porque no existe: como la libertad.. Pero para ello tengo que ir más allá, más lejos, de la primera idea móvil que me hace pensar: en aquello concreto que veo o deseo todos los días; y buscar aquello inmóvil: primer motor o causa primera (que debería motivar mi ser), pero no va a ser sencillo encontrarlo: porque todos los días tengo una razón: primera idea móvil, que me mueve a “un lugar” y una razón que “siempre está ahí”, encubierta (en la propia voluntad usurpada, por el deseo y el deber) y que me mueve precipitándome a un destino impropio, sobre el propio conocimiento solapado, de aquello que inconscientemente todos los días me mueve, pero… que me mueve (ahora) a pensar ( Justo, en aquello que me mueve todos los días… sin pensar).

Moverse no es pensar, moverse sin pensar no es actuar: es dejarse llevar. Ponerse refiere no tanto actitud como lugar, es ponerse: moverse → y volverse conscientes (alcanzar la perspectiva) de algo que sucede sin que nos demos cuenta de manera consciente: dejándonos llevar, “Toma mis ojos por lo que he visto, Te daré mi sitio a ti, eres libre de elegir la vida que quieras vivir o que quieras perder… cayendo en tu tumba sin cesar, engañado. ― (Iron Maiden- Starblind).

DESDE UNA FILOSOFÍA DEL LÍMITE (2) -EL SUJETO DEL INCONSCIENTE (1) /jordi maqueda


EL SUJETO DEL INCONSCIENTE
1

El siglo XXI será el siglo del pensamiento espiritual, o no será — nos dicen. En todo caso será otro siglo, donde igualmente hay que pensar. Pero en esa línea descrita de un pensamiento espiritual (que puede ser igualmente, más natural y menos estructurado) la filosofía racionalista que no considere posible el diálogo que nace de la experiencia propia, espiritual o no, va a tener dificultades a la hora de entablar un diálogo con los otros modos de pensar, así como por si misma encarar esa otra manera de pensar, como igualmente sugiere Heidegger. La filosofía del límite (desarrollada por E.Trías) quiere reconocer esas formas espirituales (y simbólicas) y a ellas les otorga un espacio, pues a entender del propio E.Trías, resulta más apta que otros planteamientos para llegar a un entendimiento, con aquellas otras formas de pensar. En la filosofía española contemporánea ha habido interés en la integración de lo espiritual, pero no siempre contando con tradiciones más allá de las propias del cristianismo y de la teología occidental. No faltan ejemplos, desde Zubiri a Zambrano, pasando por Marías. Sin embargo, S. Paniker (Filosofía y mística) se adelanta, en su reclamación hacia un entendimiento entre el pensamiento racional y la dimensión espiritual, que no confesional, en sintonía con otras culturas y tradiciones, en este caso orientales. No obstante, ninguno de ellos desarrolló “un sistema” donde lo espiritual formará parte intrínseca de él, junto con un elemento esencial e imprescindible de universalidad, es decir, teniendo en cuenta lo que podríamos considerar como fenómeno espiritual, independiente de su tradición, pero manteniéndose en los límites del estudio filosófico.

 

Sin embargo, Eugenio Trías, mientras exploraba todas las implicaciones que supone el concepto de límite o frontera, ―a su manera entendida este límite o frontera, y esto debe de quedar muy claro, por las connotaciones y particularidades, que veremos más adelante― vio natural la integración del componente espiritual, simbólico, en su sistema filosófico (determinado en buena parte por lo onírico: los sueños, que son un tipo de experiencias: que se deben, luego, interpretar). Y no es fácil encontrar otro filósofo, que se atreva a revelar vías de pensamiento disidentes del pensamiento más escrupuloso, a no ser, que entendamos que Heidegger ya recorre ese camino (del pensar disidente) mucho antes pero de manera consciente ― no interpretando sueños―y no solo reconociendo ese límite, o frontera, como lo define trías... sino (Heidegger) adentrándose en el límite ―ahora como una idea― y que él llama (la nada) proponiendo dicho camino hacia las propias sombras (como camino singular). En este sentido, quiero entender que trías ya ve ese límite, que pretende ahora su límite ―igualmente en Heidegger―, aunque no traza un recorrido del sujeto sobre el límite, más allá del propio ejercicio "onírico" de posibilidad: desestimando la potencia de la propia idea propuesta: que pretende se derive en un "actuar" más allá incluso del propio actuar (de trías por los medios oníricos) hacia otros; esto es, o  debería haber sido: dejar de ser un soñador, para convertirse, el mismo de facto, en el héroe. Un actuar moverse a otro lugar (el lugar de la experiencia). Un echar a andar hacia la frontera o límite, igualmente expresado de sus textos. Como leemos de su libro (la razón fronteriza) donde se da a entender esa acción, a movernos a actuar. Leemos: Esa voz desciende del arcano y rasga el velo del misterio al presentarse, en ocasiones señaladas, en lo más íntimo de la experiencia del habitante de la frontera. A ese descenso de la voz imperativa, de carácter categórico, puede el fronterizo responder, en cuyo caso propicia un movimiento de alzado a la condición de habitante del limes. Puede también, libremente, no corresponder a ella, o hacer oídos sordos a su apremiante requisitoria 3. Toda la amplia gama de posibilidades que se desarrolla en esa tesitura de prueba, verdadera prueba ético, metafísica, constituye el contenido posible de una genuina ética fronteriza. (E.Trías – La razón fronteriza). Pero pronto vemos que nos habla de una prueba ético-metafísica, no de una acción moverse al acto de ir hacia, o de una experiencia pura, pues todo es un constructo a su soñar, donde el sujeto queda incluso en principio desplazado. Quiero decir que su filosofía atiende siempre en un segundo lugar la presencia a del sujeto. “Le importa mucho más enfrentarse con la realidad (subjetiva) del ser "desde su íntima matriz o primera categoría". En su discurso filosófico, el sujeto viene después. En un primer momento, se sigue reflexionando sobre el cerco en donde ha aparecido "la cosa" (de manera subjetiva/ añado de nuevo) (Domingo Cía Lamana).

De modo que hay un pensar de trías sobre el límite o frontera, pero no existe un actuar: un acto ir de facto (en la práctica de la realidad hacia el limite o frontera) traspasando ese cercio de la razón: razón, analítica, que el mismo utiliza para describir sus sueños partiendo de los estudios y análisis de estos de Freud. Pues "Solo se conoce el actuar: como consecuencia de un acto: acto- consecuencia, en la realidad. “La esencia del actuar es el llevar a cabo (algo). Llevar a cabo significa desplegar algo en la plenitud de su esencia, y guiar hacia ella (para producir)” Heidegger: Sobre el Humanismo.



HACIA UNA NUEVA T. C. DE LA SOCIEDAD (2 ) / DESDE UNA FILOSOFÍA DEL LÍMITE (1) : PENSAR EL CAMINO SINGULAR / jordi maqueda

 

DESDE UNA FILOSOFÍA DEL LÍMITE
PENSAR DESDE EL ORIGEN / PENSAR EL CAMINO SINGULAR

Pensar sobre aquello que es puesto en cuestión requiere ser visto desde diferentes perspectivas, pero sobre todo requiere de volver a aprender en sentido general, volviendo al camino del pensar — del que hemos sido desviados— y que se retoma desde el "origen" mismo, no tanto de la filosofía, sino del origen mismo del pensar, pensando la razón que nos lleva a la pregunta, sobre la que vamos a pensar. Si bien, para ello es preciso recuperar la pregunta original: aquello que merece ser pensado primero, y ¿por qué merece ser pensado?, descartando en ello cualquier tipo de curiosidad o deseo, que solo nos traerán respuestas curiosas, o bien, la representación de ese deseo resuelto en su representación. Entendiendo, que ha de haber una razón mayor que las otras, esta la hallaremos en la propia necesidad “de entender”, y no en la deseo de satisfacción, o recompensa. Por lo que precisamos de aquel mismo espíritu (siempre libre) que nos propone aquello (a veces extraño) frente a nosotros, y sitúa un camino singular: de aquello (solo para nosotros) para nosotros, pero desde misma educación que recibimos nos ha sido sustraído, por otro camino (el racionalista/ estructuralista, del algo para algo /de la recompensa y el deseo). La mente es un caos, y yo digo, partamos entonces del caos para pensar y buscar el propio camino, sin alejarnos del pensar. «Aquellos a quienes les sea dado ver el pensar de Heidegger como posibilidad de un camino, este pensar puede impulsarlos a que emprendan ellos mismos el camino en el que desde siempre estaban emplazados, y a que lo tomen propiamente como camino» (Pöggeler, 1986).


ACERCA DEL HOMBRE DESESPERADO / jorge maqueda

 


Mazmorras del Palacio Ishak Pasha, Ciudad de Dogubeyazıt, en el Oriente de Anatolia.

  9 Sep 2021, sobre la frontera Iraní. 

Si lo piensan, parece absurdo, estar en un palacio del que se dice que es la última gran obra otomana en pie, y que yo me sumerja directo hacia las Mazmorras, justo después de haber divisado el horizonte más extenso que vi jamás, abarcando la vista de Armenia, Irán y Turquía, desde los 5000m de altura, en un solo giro de vuelta. Luego, lo más curioso pensé, es que es quizá esta foto es la que mejor define la realidad observada.

Estamos tan poco habituados a observar (los individuos, por nosotros mismos) los hechos (la realidad) de una manera objetiva, por lo que algunas afirmaciones aquí contenidas podrán sorprender a algunos lectores. Sin embargo, existe, además de una ciencia de las sociedades, igualmente, la posibilidad de una observación individual (subjetiva) de esta, de la que, cuando nos atrevemos a quitarnos el velo (habiendo esquivado aquellos  prejuicios tradicionales) deberíamos poder esperar que consistahaciéndonos ver las cosas de un modo o ángulo (singular) y por tanto distinto al acostumbrado de cómo le aparecen al sencillo ciudadanos de a pie, pero igualmente distinto al de los propios científicos (y de sus estudios sociales). Luego toda observación, debe o tiene por su objeto esclarecer/revelar: hacer descubrimientos, y todo descubrimiento, cuando es tal " descubrimiento", suele desconcertar en mayor o menor grado, tanto al observador, en mi caso, como (en el caso del lector) al que luego se le revela lo observado. 

Así pues, y en lo que respecta a la observación, en este caso de la sociedad, es preciso que el observador, se decida resueltamente a no dejarse intimidar, tampoco por aquellos resultados a los que le lleven sus exploraciones, si fueron conducidas libres de prejuicios: luego, además, nada mejor que la experiencia (en este caso de lo pasado), como aquello que nos afectó de un determinado hecho /suceso,  después de conocido el resultado de su desarrollo, y se revela a  [Posteriorio literalmente: a partir de lo sucedido. En el ámbito de la filosofía, a posteriori, se emplea para referirse al conocimiento inductivo, esto es, al que se adquiere a partir de la experiencia,  y forma de razonamiento en que la verdad de las premisas apoyan la conclusión, ascendiendo de los efectos a sus causas:  El conocimiento puede ser a priori o a posteriori. El primero (a priori) es el que no funda su validez en la experiencia (en este conocimiento a priori reconocemos en Kant); el segundo, a posteriori, es el que se deriva de ella: de la experiencia: y refiero a esta la fuente de mi conocimiento: pues no entiendo otro saber, sino el saber de la experiencia. En general, a posteriori, significa 'con posterioridad a un hecho o una circunstancia determinados, y se opone, radicalmente a (→ a priori). Luego, si buscar la paradoja es propio de un sofista, esquivarla, cuando los hechos la imponen es propio de un espíritu sin coraje ni fe en sí mismo.

EL HOMBRE DESESPERADO 

 

1 El Hombre Desesperado

2 Sobre la Muerte

3 El dolor y la pérdida

4El Sinsentido de la Existencia

5Pensar la idea del suicidio

6Libertad de Elección

7Morir precisa, igualmente, de razones.

Nada más trágico que nuestra realidad: nacer para luego tener que morir. Pues da igual dónde o cuándo y poco importará la manera, todos nos dirigimos ineludiblemente a ella "como el ancla al fondo del mar". A veces incluso anticipándonos, y renunciando así y definitivamente a este ingrato lugar de amarguras y penitencias, absurdo y desprovisto de sentido, donde vida y muerte están ligadas, el dolor centellea todos los días y las personas participan de las más terribles agonías; donde sonámbulos e idólatras adoran aquello que los segundos no conciben y los primeros no imaginan; donde los huérfanos se consuelan en el silencioso recuerdo de la impotencia, de no querer creer pero tener que ver el mundo desmoronarse ante sus propios ojos. Pero lo peor no son las injusticias o violencia que acontece y de la que somos testigos todos los días. Tampoco las guerras, el sufrimiento y la desesperación que estas conllevan: lo peor no lo hemos conocido todavía; Estaría por llegar: "es lo último que llega".

1

Recuerdo cuando me diagnosticaron cáncer, unos me miraban como si mi destino fuese diferente al suyo; otros lo hacían con lástima, sin observar antes lo lastimoso de sus vidas, y ellos nunca fuesen a morir: como si unos pocos años supusieran diferencia, y aquellos que suplican vida eterna, fuesen a obtener otra cosa, más que polvo como recompensa. Como si negar la muerte fuese solución, cuando no hay negación que no contenga en sí, en forma de afirmación, aquello contra lo que se pronuncia. Pero ¿quién quiere la vida eterna? ¿Acaso existe eso? La eternidad es una cosa y muy distinto es abarcarla: y más absurdo pretender conquistarla (Gilgamesh). No elegí nacer y consentí, tampoco elijo morir, pero me siento afortunado, si es el caso de no sobrevivir: la eternidad no es vida para un hombre, y la muerte es la calma, el reposo final al que cualquiera aspira. Pues vivir bien es también morir (un poco todos los días), y fue la muerte la que dio (todavía) mayor sentido a mi vida. Luego mucho he meditado (casi 15 años después del cáncer, voy para 56) pues si en la vida encontramos que todo son preguntas, igualmente, llega el momento cuando se convierte ella misma (la vida) en pregunta: en ese efímero detenerse en el proceso, al manifestarse está revelándose a la razón que la contempla. Allí he imaginando  mi vida: toda, en ese preciso instante (atrapado en el tiempo) y sin saber nada de una muerte; que para conocerla, de cierto, antes hay que vivir estando en ella; pero luego, para poder entenderla no bastará con vivir, ni siquiera sirve el vivir mucho: cuando para poder entender la muerte, tendremos antes que entender la vida (aquella que nos toca vivir) y por qué, en algún momento hay quienes renunciamos a ella.

2

"El pasado se recuerda muchas veces dramático; el presente angustioso y el futuro se intuye incierto", dominado por ese miedo que amenaza con apoderarse del alma". Todos temblamos ante el dolor, el sufrimiento y la pérdida: ineludibles para toda comprensión acerca de la vida del hombre. Diríase, que la vida humana se halla permanentemente en un estado de profunda miseria, pendiente, siempre de dar sentido a aquellos avatares que devienen de la propia vida. En todas las épocas, culturas y religiones, el hombre tuvo que enfrentar esta misma cuestión del dolor, el sufrimiento y el sentido de su existencia. En definitiva, cada persona (como yo mismo) ha tenido que vivir y convivir con propio drama continuo que le supone existir, vivir en este mundo. Pues cada uno de nosotros parece nacer a una vida (en un solo sentido y hacia un determinado destino); pero si ese es nuestro sino, también es cierto que otra cosa es nuestra propia condición, dentro de la propia vida y condición "la humana / esta reflejo de la propia naturaleza que habita este hermoso planeta, " esa que empuja a una planta seguir hacia adelante (como españoles) atrapados entre baldosines de la cera y aplastados por el asfalto (llegará a florecer aún con la metralla de toda una vida y existencia hundida en la carne. y si nuestro sino es vivir y vivir con dolor, nuestra condición es "seguir y seguir adelante aún con dolor”. Muchos pensarán, sobre todo en occidente, que estas palabras no van con ellos que más serían apropiadas para señalar a otras personas o pueblos (pero los españoles las reconocemos propias), otros dirán que refieren que a otros tiempos; pero no nos llevemos a engaño, y lo sabemos; al menos todos aquellos que tenemos una cierta edad y perspectiva de la vida: que el ser humano desde que nace se forja y crece con retazos de dolor, y cada dolor es preludio y anuncio de aquello ineludible Pues existen tantas cruces plantadas en este mundo como vidas ha visto nacer, y cada nacimiento no anuncia otra cosa, que (en algún momento) su propia muerte.

(3)

El pueblo español se entrega, al suicidio es la primera frase de «El resentimiento trágico de la vida», la última obra de Miguel de Unamuno. En esa nota estaba reflejada la lucha de un hombre que fue fiel a sí mismo yendo  en contra de unos y otros, y rodeado del ambiente hostil de la propia ciudad a la que tanto amó, con la desesperación de quien ve cómo se va quedando solo mientras se tambalea su mundo, su propia vida y hasta sus creencias» - (Miguel Unamuno de sus apuntes). Pero en algún lugar leí que un hombre (y del mismo modo una nación)  primero debe morir (y España allí se aniquiló a sí misma), para luego lentamente (y de aquellas sombras y troncos quemados que quedarían) volver a renacer. Renacer (se supone) libres de odio y del dominio del rencor (que nos permite al recorrerlo aún hoy (de las secuelas del dolor de nuestras familias compartido) reconocernos entre todos a nosotros mismos aquel mismo odio, y de aquella sangre derramada, habiendo aprendido del aquel duro camino y sacrificio (no por sus propias necesidades o las de sus familias, sino por las ideas ideales políticos que les inculcaron otros/ arrebatándoles su identidad de españoles primero,  y padres de familia (o hijos) después, y que recorrieron aquellos: nuestros abuelos y le mostraron a sus hijos- para que nosotros pudiésemos (por su sacrificio) volver a renacer a una nueva vida y nación: que ayuda a los demás  (manteniendo un ejercicio que no va a guerras políticas) sino como fuerza de interposición para ayudar a mantener la Paz, pues hay dos manera de vivir y ser: haciéndolo solo para nosotros, o a la vez hacerlo también por para los demás, como personas ayudando en nuestras ciudades a quien lo necesita / y como nación: a quien nos lo pida o necesite. 

4

Encontrarán ensayos y libros, tratados al respecto de las razones del sinsentido de la existencia para algunas personas, y que puede resumirse en que la vida no tiene sentido para estas, esa es la principal declaración, y obviedad que encontramos, por parte de quienes afirman experimentar la desgarradora sensación de la apatía por vivir, por medio de una especie de desconexión de todo lo que les envuelve (y derivado después - en algunas de ellas- en una presencia impulsiva en redes sociales). En este punto, encontramos personas, muchas  reflexivas, que profundizan en cuestiones de trascendencia: a partir de aquella la falta de libertad que acusan (y nos revelan) de su propias declaraciones (y donde me reconozco de un tiempo critico, mas no conmigo mismo), donde se trasladó la responsabilidad tanto del aislamiento como de la propia apatía, a las injusticias sociales, luego a las guerras, pero sin  hacer nada por acercarnos (entender - moverse a comprender- y explicarnos de aquellas mismas injusticias: luego no proponiendo, ni saliendo del aislamiento de la habitación) avocándose, por momentos cada vez más a un profundo vacío existencial, el cual engulle cada vez con más fuerza. Vacío éste, al que la sociedad contribuye con sus imperantes mensajes relacionados con valores individuales de satisfacción inmediata (dale al me gusta), y venga otra vez: en lugar de irnos a ayudar a quien sabemos que lo necesita, saliendo del aislamiento y mojándonos los pies (única forma de achicar el ahogamiento (parar la inundación) que nos embarga, e ir más allá de proponer absurdeces (en redes), una tras otra todos los días).

5

Una obra está acabada cuando no puede ser mejorada" - (E.Ciorán). 

Como en el arte, algo parecido ocurre con algunos sistemas e igualmente con los estados, cuando estos se encuentran tan fatigados y corruptos, que ni con todas las grúas y andamios de este mundo se podrían sostener en pie, los pilares de mentiras y sangre sobre los que se sustentan. Así, lo que realmente decide el grado de acabado de un sistema ya no es tanto el arduo trabajo, la fatiga o la sangre que precisa de sostenerlos, como el asco que supone tener que soportarlos y sostenerlos.

La mayoría de las personas no entienden necesario deliberar sobre su existencia, existir ya se concibe como implícito en todo lo que hacemos y no es necesario darle más vueltas (aunque afirmemos estar de agua hasta el cuello). Sin embargo, reflexionar sobre la existencia, es hacerlo sobre la idea de la vida, y por tanto de la muerte: el suicidio (por estrangulamiento social) en este caso nos permite abordar en primer plano la razón de la propia existencia, pues se pone en tela de juicio la importancia de ésta, moviéndonos a madurar en nuestras propias motivaciones, sueños y esperanzas; además, de en todo aquello que nos da seguridad. La enfermedad ayudó a pensar al enfermo; la certeza de la muerte mueve a reflexionar; y el suicidio (en este caso la posibilidad de un suicidio "social" nos obliga a deliberar seriamente sobre el sentido del mundo y la propia existencia. Dedicarse a tal empeño (morir para volver a nacer) implica carácter y atrevimiento pues, tratamos con ello de sacar provecho, donde entenderemos casi con toda seguridad que el suicidio (como forma (literal) de termina con la propia vida) debe permanecer en constante suspenso, como salida última que siempre debemos ver (de aquellos que sucumbieron) a distancia, solo recorriendo de lo que sentimos y expresamos a los demás: aquella forma de la que empezamos a reconocernos (y a la que nos acercamos), pero a la que no debemos entrar jamás. Pero ¿por qué verla a distancia y, sencillamente, no contemplarla como opción?

Lo políticamente correcto en este caso es descartarla definitivamente: y eso sería lo políticamente correcto. Pero personalmente, entiendo que la persona solo puede descartarse de aquello: (formas) que reconoce en el de las primeras causas (luego al observar de estas, las últimas causas (y final), que reconoce en los otros). Se trata más entonces de “una evaluación, a modo de introspección, proponiéndonos primero reconocernos en el lugar que estamos, y a la vez saber que podemos mejorarlo; con una experiencia de vida y proyecto propio”. Pues entiendo, que una vida es auténtica, solo cuando se tiene la posibilidad de elegir (de salirnos del marco propuesto: suicidarse, si, pero socialmente); pues el peso de la existencia sólo puede llevarse cuando somos conscientes de que tenemos la libertad de terminar con nuestra vida, y una vez reconocido esto: que tenemos el valor; igual o mayor para antes (vivir genuinamente nuestra vida, esa que ahora elegimos. Pues, a pesar de las dificultades, las restricciones y prejuicios, cambiar es lo único que no nos puede ser arrebatado; y precisamente esa libertad de cambiar nos procura la fuerza descomunal, que luego triunfa sobre los pesos que nos aplastan; de tal forma que encontremos un sinsentido a poner fin a nuestros días o, por lo menos, a no hacerlo antes de ver hasta dónde podemos llegar. Aunque los suicidas creen en su precocidad, no pocas ocasiones consuman su acto muchas veces antes de estar maduros y siendo muy jóvenes; razón esta que hace de los suicidios (literales) aquello que destruye nuestro verdadero destino, en lugar de coronarlo. 

Buscando entender, puedo entender que un hombre/mujer quiera acabar con su vida: lo puedo entender y aceptar (todos deberíamos) pero, con matices: entendido, como el acto de culminación de un proyecto insatisfactorio de vida, es decir, un proyecto puntual y fallido venido de la razón que luego lo justifica.  El final, si se quiere (razonado) tiene que cultivarse como si fuera un huerto, eligiendo el momento más favorable de su desarrollo. Pero cuidado, aquí entramos en arenas movedizas, pues no me refiero con ello dar a entender a todos, que están en la cumbre y desean que se les recuerde así”. Recuerdo la carta de suicidio de Kurt Cobain, donde podía leerse una cita de una canción de Neil Young: "Es mejor consumirse rápidamente que desaparecer poco a poco". Cierto que Kurt estaba en la cumbre, como artista, pero no así como persona debido a sus problemas (que no soluciono quedando atrapado en ellos), y que le llevaron a hacer lo que hizo. Lo cierto es, que el último y definitivo descenso a los infiernos de K. Cobain no fue sorprendente; y posiblemente, ya se había iniciado unos meses antes de que decidiese llevarse el cañón de una pistola a la barbilla. Sin embargo, precisamente ese carácter desesperanzador de la existencia y el desencanto ante la vida, se presenta no pocas veces a muchas personas ―en algunos casos como una especie de iluminación― como proceso de descubrimiento hacia una vida mejor sin ornamentos: dura, y en la que afloran esos sentimientos de desesperanza que todos hemos sentido en algún momento, ante los cuales tenemos siempre la posibilidad del suicidio. Porque ¿Quién no ha pensado en el suicidio alguna vez? Todos hemos pensado en algún momento en suicidarnos, así sea de forma remota o hipotética, hemos pretendido renegar de la vida deseando la muerte, pensamiento éste y vinculo indisoluble, entre los que eligen el suicidio y los que no. Y, precisamente, es esa posibilidad, aunque la entendamos remota, de reflexionar sobre nuestro propio suicidio ―motivos, recursos, la disposición del lugar― y vernos muertos anticipadamente es la que nos ayuda en gran medida a entender (que el alma nos está diciendo algo), aquello (de la vida) sobre lo que demos meditar) para poder replantearnos esta: nuestra propia vida. De otro lado, negarnos esa posibilidad de sentirnos dueños de nuestra propia existencia o bien, ocultar nuestro pensamiento por miedo a lo que puedan decir los demás, es negar nuestra propia libertad y convertirnos en otro gusano envilecido más, reptante sobre la carroña cósmica que habita esta tierra.

6

Tomar consciencia de que podemos elegir es asumir un grave conflicto (angustia) donde por un lado, nuestros sufrimientos nos reprimen y empujan al abismo y, por otro, nuestros instintos se oponen, obligándonos a vivir aunque estemos sujetos y limitados a nuestro tiesto. A medida que vamos madurando y reflexionando sobre la vida, ya con unos años, descubrimos la vacuidad de la misma, para entonces los instintos ya se han reconvertido hacia la razón que guía ahora nuestros actos, refrenando nuestro crecimiento instintivo (del límite que aceptamos - nosotros mismos impuesto- del tamaño y volumen de nuestro tiesto) y el vuelo de nuestra inspiración (limitado por esa misma razón / ). Por ello: despertamos al mundo demasiado tarde. Sin embargo, aun en ese momento tardío tendremos consciencia de nuestra libertad, pudiendo ser ahora dueños de una elección que se hace significativa en tanto más nos retrasamos no poniéndola en práctica, pero que “nos hace soportar los días y, más aún las noches", pues  no nos sentimos pobres ni oprimidos: disponemos de recursos. Y, aunque no los explotásemos nunca, y acabáramos en la expiración tradicional, hemos tenido un tesoro en nuestros desánimos; pues no hay mayor riqueza que disponer de la propia vida, aun cuando la hubiésemos decidido desaprovechar (por algún tiempo). Nunca es tarde para renacer a nuestra propia vida (San Juan 3:4-6), volviendo a empezar (reconstruidos de aquellas (duras experiencia) que hemos sabido superar.

pero morir (incluso socialmente, o precisamente por ello) precisa, igualmente de razones.  Entendiendo una "salida" de la antigua vida, no como huida, sino más como el producto de una profunda reflexión, y muestra de poder sobre la propia existencia (y contra la voluntad del hegemom). Todos escuchamos y leemos en medios hoy sobre la Eutanasia. Pero Llamémoslo por su nombre: suicidios, asistidos o no. Eutanasia proviene del griego y vendría a significar «buena muerte»: Y, me pregunto, quién no tiene derecho a una buena muerte, cuando viendo hacia donde pueden llegar las cosas, quiere no tener humillarse frente a si mismo, y suplicar luego sí, su propia muerte (literal) mientras se desmorona en pedazos. Esa es la verdadera libertad, y en ella cada uno debería descubrir el momento oportuno para abandonarse a si mismo, según le parezca o no, de acuerdo a su situación personal, sea ésta (su vida actual) digna de ser vivida. Pues no tiene sentido prolongar la agonía de determinada forma de vida, cuando no tiene siquiera sentido para nosotros, esperando que la muerte llegue lenta y dolorosamente por sí sola, es mejor adelantarnos siendo autores de nuestro propio destino. Se trata de una iniciativa por la cual rescatamos una vida (la nuestra en aquel acto) que ya no vale la pena ser vivida. Pero no hay que estar enfermo socialmente para ello. La actitud, por ejemplo, que leemos de Sócrates ante la imposición de unas reglas y normas para el inasumibles, es de absoluta confianza y tranquilidad; no siente ningún temor cuando se enfrenta a actos de injusticia: “no haría concesiones a nadie en contra de lo justo por temor a la muerte. Ser en la muerte (como acto voluntario para poder vivir), antes que no poder uno mismo ser en la vida. 

Las injusticias y la discriminación han hecho resurgir la cuestión del suicidio en cada situación de crisis. Mainländer augura que en el futuro la política contribuirá a la renuncia voluntaria a la vidaSe creará un Estado capaz de satisfacer todas las necesidades materiales de los ciudadanos. Con ello, y todos los deseos vitales satisfechos, aumentará el aburrimiento y con ello, el deseo de muerte. Pocas existencias se han mostrado tan coherentes con una idea propia como la del pensador de Offenbach am Main, quien puso fin a sus días tras haber descubierto que el devenir del mundo se encamina hacia la nada (no haciendo él tampoco nada por evitarlo), y dirigiéndose hacia el no ser, en virtud de una pura voluntad de morir, frente a la de solucionar sus problemas y con ello poder ayudar a los demás en lo que él ya veía venir. Precisamente en los países de mayor calidad de vida, es donde dicha voluntad de morir  (literalmente) es mayor y en aumento, a la vez que aumenta el distanciamiento entre las personas, y donde basta con mirar a tu alrededor para poder ver el mundo habitado por rutinarios de la desesperación; momias que se aceptan unos a otros, sin más sentido que cumplir una moral y formalidad útil: despertarse, ducharse, desayunar, llevar los niños al cole, ir a trabajar, comprar, consumir, comer, conducir, llegar a su casa, dormir y de nuevo lo mismo un día y otro; hasta que un día (te das un golpe) despiertas y te preguntas si es posible encontrarle un sentido al curso que lleva la propia vida. Luego, las noticias de guerra continuas y los avances de la ciencia no ayudan. Saber si hay vida en Venus o en Marte, si la tierra se encuentra en algún punto de la galaxia o si se ha descubierto un nuevo exoplanetas no responde a búsqueda alguna de sentido. En resumen, parece como si la vida (que hemos aceptado llevar) no se ocupase más que en entretenernos y aplazar el momento en que podríamos librarnos de ella”, o bien  como dice Víctor Hugo: “Estamos todos condenados a muerte, si bien con una especie de aplazamiento incierto”. 

"Es fácil siempre ser lógico. Pero es imposible ser lógico hasta el fin. Los hombres que se matan (los suicidas) siguen así hasta el final la pendiente de su sentimiento. La reflexión sobre el suicidio me proporciona, por lo tanto, la ocasión para plantear el único problema que me interesa: ¿hay alguna lógica hasta la muerte?"(Camus 1966)