oy,
cuando las antiguas creencias declinan y el final de las grandes síntesis
doctrinales se acentúa, un hambre avanza peregrinando el mundo. Se trata de la
imperiosa “necesidad de saber”: saber que, en unos es
un saber por saber (o curiosidad) y, en otros, un saber quiénes
somos o, cuál es el velado propósito, de la que en tantas ocasiones resulta una
miserable existencia. De tal modo, o más bien por ello, multitud de personas de
la más variada condición, cuyo nexo común encuentra su raíz más profunda
en la angustia, se han dejado seducir en torno a temas que
van más allá de su quehacer acostumbrado. seducidos, unos, hacia
cuestiones, digamos “más profundas” cuando no víctimas, los “otros”,
del que resulta ser el humilde parásito de la ingenuidad y arrojados, a la
aventura de hallar unas nuevas expectativas en las que habrán de volverse a
replantear, aquellos mismos y pretéritos temas relativos a la
existencia. Pero, si bien esta actitud se observa por medio de
innumerables manifestaciones y formas, no escapa a nuestra atención, el
creciente interés mostrado por buena parte de la ciudadanía, encandilada, en
torno a una amplia gama de tópicos (ufología, sectas, parapsicología, etc.)
tanto, por medio de libros, como a través de las diferentes plataformas o Redes
Sociales de internet, encontrando en ellas, no tanto la solución a sus
problemas, como una grata y aletargadora, sino absurda distracción. Sin
embargo, y, aunque no considero apropiadas estas formas de dilapidar el tiempo,
sería ventajista por mi parte arremeter única directa y exclusivamente contra
el disparate seudocientífico, cuando la más ligera brisa de aire
lo derrumba, y no referirme por igual al que muchos consideran uno de los más
bajos deseos de la gente moderna, es decir, la curiosidad superficial. (5 / 01/
2020)
II
Por
naturaleza —afirma Aristóteles— tienen todos los hombres deseo de saber; saber,
por ejemplo, de una cosa. Y, por naturaleza, igualmente, casi todos los hombres
necesitan hoy que alguien, esa cosa se la explique. Y es precisamente en la
explicación, donde perdemos aquello más genuino de todo conocimiento. Pues
saber, en su conjunto, y resumido en una sola palabra es: entendimiento;
facultad ésta, que habrá de adquirirse por el examen de las cosas a partir de
experiencias sensibles —también llamadas impresiones— y la información que
estas últimas le ofrecen al juicio, respecto de las primeras— procurando llegar
a conocer y, consecuentemente, a su producto: el conocimiento (saber de algo:
que habrá de ser (alguna cosa→ una cosa en concreto). Y no hay
conocimiento, o saber de una cosa (concreta) en su explicación: aquella que,
por ejemplo, en una conferencia otros nos ofrecen de ella, esto es: “una
conferencia que pretendiera hacerles creer que entienden de (algo inconcreto→
ausente ahí frente a vosotros) que realmente no entienden, pero satisfacer
así, por naturaleza, como aquello que Wittgenstein —introducción a
su conferencia sobre lógica — considera, uno de los más bajos deseos de la
gente moderna, es decir→ la curiosidad superficial, acerca de los últimos descubrimientos de la
ciencia". La
curiosidad “procura un saber, pero tan sólo para haber sabido”. Es un
saber instrumental, movido por la vanidad. Se busca conocer para poder
participar en el “ellos” (la sociedad) o para obtener estatus social. La
curiosidad es el estado que caracteriza al hombre moderno informal y
mediocre, ávido de noticias, maravillado por la “innovación” –nos
dice Heidegger; quien, además, distingue
la curiosidad del asombro o la “contemplación admirativa”,
el Thaumazein de los griegos que para
Aristóteles y Platón es→ origen (origen como "principio inductor"→ asociado primero con un “no-comprender”,
y la aceptación de un misterio (hacia→ una apertura al conocimiento y, por
lo tanto→ al ser. (Los dos momentos constitutivos de la
curiosidad, la incapacidad de quedarse en el mundo circundante y→ la
distracción hacia nuevas posibilidades, fundan el tercer carácter esencial de
este fenómeno, que nosotros denominamos la carencia de morada.)-Heidegger.
El asombro, que se caracteriza justamente por una intensidad de la
atención hacia algo, por quedarse con un único pensamiento u objeto presente (y
sondearlo a profundidad, esperando sin violentar su
manifestación) degenera –cuando ese asombro no es llamado por la necesidad
imperante de conocer (de conocimiento) hacia la mera curiosidad (luego→ un de aquí para allá sin parar) que semeja más a lo que en India llaman “la mente de mono”, que constantemente cambia de rama, persiguiendo cada
cosa que se mueve o le inquieta, e incapaz de discernir o detenerse en lo
que merece de veras la atención. Según Heidegger, entiende que “si busca lo
nuevo, es sólo para saltar nuevamente desde eso nuevo a otra cosa nueva. En
este ver, mirar no busca una captación [de las cosas], ni tampoco estar en la
verdad→ mediante el saber de ellas, sino que en él procura
posibilidades de abandonarse al mundo. Por eso, la curiosidad está
caracterizada por una típica incapacidad de quedarse en lo inmediato” →
presente y proyectado frente a nosotros.
Hoy llegamos al punto alarmante, en el que estar recibiendo
constantemente estímulos –de lo nuevo y excitante– es no solo considerado (por
el "ente" social) un bien general o un derecho: hay que (“estar
conectados”) sino→ una necesidad, como atestiguan nuestros jóvenes y no
tan jóvenes. La distracción, entonces viene así a reemplazar a la contemplación
(madre del conocimiento). las personas no profundizan ni se detienen→ "en
nada", sobre todo "nada" que interese de veras: explorándolo y
conociéndolo (de algo→ lo concreto), y sencillamente pasan el tiempo hacia→ pensamientos
difusos apenas concretados (→ de aquello) y reaccionando a
estímulos que les llevan de aquí para allá, es decir: hacia→ nada concreto, nada
interesante, nada constructivo, nada que sea útil
al individuo, sino simplemente (hacia→ nada para entretenerse, distraerse,
o dicho de otro modo: perder el tiempo, su único tiempo).
La distracción, se vuelve entonces un premio final e inútil de la historia del ciudadano mediocre; que además exige distraerse. No exige más→ libertad, derechos, cultura, sanidad, mejores condiciones laborales. NO, cuando sale del trabajo, sólo exige distraerse y se enfadará si no puede hacerlo (pero no lo hará, no se enfadará por su mísero salario) Y luego→ distraerse todos juntos es hoy la cumbre y el fin absurdo de la socialización. Y de este modo→ la ambigüedad se convierte en el resultado último de la curiosidad superficial, que define la actitud que el ser humano tiene hoy con el saber de las cosas, adquirido a partir de sus distracciones y no por el conocimiento o estudio (sea cual sea el medio de este estudio) hoy acrecentado por el acceso indiscriminado a la información que “permite que cualquiera puede decir cualquier cosa, cuando de inmediato se hace imposible discernir entre lo que ha sido y no ha sido examinado y expuesto tras una comprensión auténtica”, produciendo una indiferencia generalizada (ya a nadie le importa la veracidad de lo dicho o que se comenta) en tanto a un mundo→ en el que “todo parece auténticamente comprendido, aprehendido y expresado, pero en el fondo o no lo está, o bien y en el fondo (les parece→ que lo está)”.
III
Nada
es, en el devenir, fuera del lugar que le asigna un itinerario, donde ningún
proceder o pensamiento resulta útil, lejos de aquel momento requerido a su
tiempo. Cuando ser→ (es→ “estar” ahí...)
asistiendo y presente en el instante. El privilegio del instante
jamás ha sido cuestionado: se vive→ en el instante; respiramos→ en
el instante de cada experiencia que nos lleva a otro, donde la
realidad se renueva: somos hijos de cada respiración (en el aire), y si esta
experiencia a alguien le fue obstaculizada queda definitivamente sin
esperanza. Tanto es así, que solo desde el instante se acierta a
separar lo verdadero de lo falso; a distinguir lo justo de lo injusto; a
traspasar con la mirada los límites del pensamiento y los
sentidos, pudiendo observar el horizonte que constituye con el
pasado y el futuro la característica del tiempo, sintiéndonos consecuencia
y origen a la vez del devenir. Precisamente, ahí→ el privilegio (la cualidad
del momento: o instante), que otorga, en tanto (hacia→ ser y prerrogativa luego de proceder en el
ahora: en el medio (sobre el
horizonte) se organiza y resulta todo lo heterogéneo→ movimiento,
corriente y pensamiento. Pero ese “instante” no siempre es bien
atendido, incluso pudiendo no-ser→ libres-en Y a→ cada-instante
(luego a caer prisioneros de la distracción del momento y atrapados de su
eterno presente, que hoy acecha desde cualquier lugar.
Pero
¿Qué es el instante? Nos preguntamos por el instante y lo hacemos
por una buena razón, pero quizá antes debamos concebir (este instante) no como lo que parece que es, sino como lo que
es y supone, en tanto, a categórico; pues no precisamente es fácil agarrar de la
idea ( que suscita→ lo que realmente pretendo de este escrito, quizá más
obvio descrito a través de la poesía, o incluso de la mística oriental; pues en
occidente, el instante refiere lo fugaz (inasible) e igualmente y de manera
fugaz ha sido tratado y poco referido en su carácter (o condición:
determinante-de este). Si bien, Borges lo dibuja en un poema, siendo al
final donde mejor entendemos lo definido, en ese lenguaje tornasolado que
desvela lo sereno y terrible a la vez de cuanto supone cada instante:
"El presente está solo. La memoria erige el tiempo. Sucesión y engaño
es la rutina del reloj. El año no es menos vano que la vana historia. Entre el
alba y la noche hay un abismo de agonías, de luces, de cuidados; el rostro que
se mira en los gastados espejos de la noche no es el mismo. El hoy fugaz es
tenue y es eterno; otro Cielo no esperes, ni otro Infierno". (Borges -
el instante). Mejor Borges que cualquier explicación. Si bien refiere Borges la
vida colmada de esos pequeños instantes, igualmente nos advierte: hemos
de tener cuidado, pues son determinantes estos y los debemos atender con
cuidado y premura, para luego no lamentarnos→ “otro Cielo no esperes, “ni otro Infierno”. Aunque, quizá en la espiritualidad oriental es donde
encontraremos aspectos y una definición más detallada de lo que representa y
supone el instante→ como determinante. [La filosofía oriental,
malentendida o desatendida por largo tiempo, desde hace poco más de un siglo,
ayuda al pensamiento de occidente a plantearse situaciones —preguntas y
respuestas— de otro modo, desde otro lugar, desde donde quizá
poder discernir y mejor entender (con perspectiva→ desde otro ángulo)
aquello que pretendemos entender del instante y la vida→ como la suma
de múltiples y únicos (de cada uno→) nuestros propios instantes].
Existe una doctrina de los «aspectos
contenidos en cada instante vital»: un principio postulado por el maestro
T’ien-t’ai (Chih-i) El término «cada instante vital» denota la vida de uno, tal
y como existe→ “uno” instante a instante. El principio enseña que
un momento determinado de la vida incluye→ tres mil estados posibles,
entiéndase mejor: que la vida, a cada instante, contiene, para bien o para mal,
un potencial ilimitado de posibilidades (y que las entendemos→ ahí (como
potencia de acto propio (hacia→ movernos a un lugar y tiempo concreto).
Luego de la mística sufí, encontramos, que en la lengua árabe existe una
palabra que significa igualmente→ tiempo, momento, o instante.
Esta palabra es (Waqt). Luego, es en el sufismo donde el término ha sido
considerado (adquiriendo un carácter más utilizado, no para designar una
cantidad o medida de tiempo, sino más bien para referirse→ “a la cualidad
del momento o instante en el tiempo”. En ese sentido, al
sufí se le conoce como hijo del instante: "El presente (es→ como un
océano de maravillas extraordinarias cuyas olas son instantes que se suceden). [Abd ar-Rahmân al-Jâmî, op. cit., p. 64.].
Abd ar-Rahmân al-Jâmî no era surfista
(era sufista), pero un surfista (de Nazaré, en Portugal entiende, lo mismo,
de otra manera (lo que Abd ar-Rahmân al-Jâmî nos quiere decir… No debemos dejar
escapar (de esa ola que otros solo miran y dejan pasar→ sus maravillas al
ignorar lo que (/lo que desde dentro de la ola→ hallamos (para cada uno) en él
(del instante afuera, luego adentro ⟲
de la ola (hacia→ salir, de… re→nuevo-a-la-luz. Y… si se te escapa (esa ola concreta y para ti→
no cumplirás como debes con el instante, ni contigo (pues es tu instante y tu
ola), ni le darás el valor que se merece". Se entiende perfectamente: a
cada instante el mundo se renueva: una ola tras otra→ subimos a la misma
agua, pero no es la misma ola, y más importante aún: aquella ola
(aquello) que paso, ya jamás se repite.
Abd ar-Rahmân
al-Jâmî, en Los hálitos de la intimidad, refiere
aquellos instantes y sucesivos como únicos y representativos de cada momento,
en ―cada uno― nuestro momento-ahí: son nuestros momentos con aquello (algo→
concreto hacia nosotros proyectado… como ola) que, al ser observado, resulta
aislado en el tiempo como "una concreción (o sedimento) fugaz de la
eternidad" que por la consciencia puede ser atrapado. Así, a
cada momento-instante (le pertenece) y se manifiesta de él un
aspecto diferente de la divinidad (y la creación): "Cada día, Él
está en algún asunto" (55, 29) ―dice el Corán―, y por ello
hay que atender presto al instante. El derviche (como el surfista, y
todo aquel en camino es…―en palabras de al-Qushayrî― aquel que
"está ocupado en lo que "más conviene a su estado (místico)"
y está presente (presto a reaccionar) a lo que se exige de él→ en el
ahora". Por tanto, este no es un estado exclusivo del derviche, o
el surfista, si bien y cada uno→ él, lo entiende mejor, a su manera. Pero
nosotros igualmente, todos, podemos entender y aprender de la actitud (de
ellos) frente a la realidad del instante: que Dios "puede"→
en cada instante, si uno está (presente) hacia él→ en todas las cosas y en
todas partes; o bien, podemos extrapolar si es nuestra decisión, esta forma
de ver y mirar, de reaccionar al mundo de modo más pragmático: y prestar
atención al instante: a la realidad, que no siempre es aquello que más
resplandece (lo que nos parece brillando ante nuestros ojos).
En este sentido, cabe señalar→ asunto urgente reflexionar sobre la memoria y el
olvido. No solo porque la presión
de un espacio social
sobresaturado de información y noticias, en buena parte manipuladas,
y que nos deslumbran, acaban por encerrar a los hombres
en la permeabilidad, sin disfrute,
ni provecho del
instante: del momento tecnológico presente (ausentes→ dentro de este,
cuando no sometidos a este); sino, e igualmente por la doctrina (o corriente de
pensamiento) que llega a teñir insensiblemente tales hechos: cuando vemos
como se nos insta a que seamos, efectivamente hijos de nuestro tiempo, por aquellos que parecen
manifestar una preocupación por nosotros: interesada, y más que fingida, cuando
detrás de tal manifestación se oculta la absoluta
frivolidad e incoherencia, de
una nueva generación de tecnócratas (políticos), que desde aquellas
determinadas instituciones ―de las que participan― y que participan de sus
mismos principios ideológicos→ nos
deslumbran y la vez nos fríen la mente, con sus prodigios
y mentiras, privándonos de una vida propia y de la realidad de la
experiencia (de ser en nuestra propia experiencia de las vida y las cosas),
dirigiendo nuestra atención y ser hacia→ ser aquello superfluo (que diría mi
padre) pero que más nos distrae, hacia solo ser consumidores de centelleos de
luz fabuladora provenientes de un escenario, donde ―entre bambalinas― se amenaza con hacernos
"prisioneros, para siempre de (la propia realidad y obra de uno→ solo)― en ese eterno presente y horizonte (y que se nois
propone (a cada instante propio → otro capítulo, siempre del mismo acto (y
teatro de otro) "
Pero cuando se sufre pérdida de
memoria, a causa de demencia senil, o enfermedad de Alzhéimer, uno queda, y para
siempre, como podemos comprobar de otros→ prisionero de su eterno
presente (estar no-presente-ahí -
en el instante: ahora).
Paulatinamente se va borrando,
primero→ la memoria (olvidamos, y olvidamos lo que somos) luego tras ella la
voluntad (de nuestros sueños) hasta desaparecer uno mismo hacías→ desaparecer,
como espectros, en los sueños de otro: espectros sin un pasado (memoria), ni un
futuro ―a partir de ideas y expectativas→ sobre estas mismas ideas (inculcadas
del otro→ que nos determine de manera reflexiva… Se permanece en un cuerpo
latente (bifurcado y expuesto-/→ determinado por lo inmediato siempre
cambiante que nos fija (clavados) y, por tanto, que determina nuestra
existencia, condicionada por el resplandor demoníaco de un presente de
luces multicolores, que reclama nuestra atención incesantemente, a cada
instante—como la luz ultravioleta reclama del insecto→ (de su atención — luego
su vida). Esa es la enfermedad y el problema (hoy→ de la sociedad): anclados a
un presente (irreflexivo) y perpetuo en acontecimientos (que se suceden→ propiciando
así la irreflexión o atolondramiento: el olvido momentáneo y uso de la razón,
por el sentido) y nos clava, proyectándonos por delante impidiendo anticipar propio
futuro (que será de otros→ anticipado de sus consecuencias por nosotros
(delante de él), y que terminará, a largo plazo extinguiéndonos, de igual forma
que la deslumbrante luz ultravioleta extingue aquella voluntad de volar y extinguiendo
al insecto… de tal modo nuestra
voluntad será extinguida (del propio miedo luego→ ahora a volar) / y
habilidosamente sustituida por una mimesis (o voluntad dirigida: que, de manera
furtiva, e invitándola nosotros a entrar, nos subyuga, domina, reduce, sojuzga,
oprime, conquista, reprime, sujeta, vence, e impone su voluntad de no-ser, sobre
la nuestra de ser→ frente a frente delante de El.
Hemos
llegado a aquel punto, llamémoslo crítico ―que se lo digan a Trump→14 jul 2024―
y, punto en el que la cantidad monstruosa y constante de estímulos a la que
estamos expuestos en por todos los medios es abrumadora, sobrepasando en
órdenes de magnitud cualquier estado o exposición anterior del ser
humano: las noticias, datos, imágenes y sonidos, se suman en
una cacofonía total, de tal forma que cada nueva impresión y estimulo que nos
llega forma→ una idea acerca de algo o alguien que expulsa hacia→ antes
siquiera que tengamos tiempo de considerarla (presente sobre nosotros el
tejado). Luego, de este desgobierno de pensamientos vanos e impropios (inútiles,
pero peligrosos) que nos rebosan: que vienen y van, ocurre→ que antes de que
nos demos cuenta o pensemos por qué estoy en un sitio: en un banco…
ya me encuentro en ese sitio, en el banco, donde sigo expuesto (ojos y
sentidos prestos) al torrente de información que no me deja pensar: en
él porque estoy ahí, sentado, y anclado (a aquel banco hacia→ los
demás), a veces olvidando incluso la razón (primera) que me llevo allí: a todos
nos ha pasado. Como nos ha pasado, estar caminando (móvil en la mano) sin mirar
el suelo, sin pensar dónde vamos, o ¿quizá ya lo hicimos? ¿Ya lo habíamos
pensado?, o no, y solo vamos / estamos yendo: pero el presente (estamos
ahora-yendo) significa —a decir de Heidegger— a la vez presencia: consciente (estar-ahí-yendo).
Sin embargo, nosotros “estamos” yendo-ahí-ahora,
pero… (no estando→ ni siendo consciente-ahí-ahora…
de que estamos yendo) en camino, hacia algún lugar, que no es
lugar Y hacia un futuro donde destino será→ nada y destino,
al no haber asistido, a aquel instante presente (al que habíamos sido
reclamados, en el devenir, para luego dirigiros, prudentemente y
conscientemente al después); como consecuencia aquellos actos reflexivos, que
nos privan→ del impulso y en él y, por tanto, de la genuina decisión en el
instante, en que somos reclamados a este (ahora): debiendo estar y siendo-ahí:
conscientes, de decidir: en aquel ¡ahora¡ qué hacer, y que pensamos → ¡ya pasó!
Pero no pensemos (sino y solo→ en
presente: pues apenas nombramos y somos, observamos de inmediato que pensamos (este
como devenir→ del pasado) que nos condujo allí y, consecuentemente luego en→ en
futuro inmediato (hacia→ una idea y futuro… pero (futuro que (es)→
ahora) como momento e instante presente (presto
a→ proyectándonos (a→ otro: momento e instante) un después, que trasciende
dramáticamente el ahora (que es→ Presente) ahora-aquí (en un
lugar y momento: en el que nos debemos detener y Ser →consciente de aquello) y
de que quiere decir, por tanto→ futuro; o mejor dicho, que se quiere
decir con anticipación o proyección del futuro (vivir→ la suposición
proversiva). De modo tal que,
andando presentes y conscientes: dando un paso aquí-ahora anticipamos
el siguiente paso ahí-después (conscientes de donde estamos y
vamos). Esto que parce tan obvio se mostrará determinante, cuando observamos que la atención al futuro ha sido, desde
los albores de la humanidad, objeto de cuidado para el ser humano ( a poder ser
exponiendo siempre→ a otros, antes que exponerse directamente al futuro ellos).
La cuestión es (entender), quien son ellos, los otros, y quienes somo nosotros.
Anticipar, puede salvarnos, cuando
no: mejorarnos la vida. Pensar, ahora, en el pasado, anticipando de un viaje
los eventos posibles que podamos deducir (del viaje , o mal viaje de otros,
puede anticiparnos y evitarnos problemas de manera individual (pero evita la
experiencia→ del ser (ahí→ frente a frente hacia aquello que se experimenta) .
Luego, a nivel de especie, y tras la Segunda Guerra Mundial (y esto parece serio)
pensar el futuro adquiere aquel carácter sistemático y riguroso→ que hoy se
caracteriza de la prospectiva o estudios del futuro. El término «prospectiva»
fue acuñado por el francés Gastón Berger, a comienzos de los años cincuenta,
quien la definió como «la ciencia que estudia al futuro para comprenderlo y
poder influir en él» (Astigarraga, 2016: 14). Literatura prospectiva también es
(objeto de estudio y respuesta) por medio de la ciencia ficción.
A decir, en el
pensamiento de Berger se encuentra una idea relevante al individuo, que
ha adquirido especial relevancia en el mundo de hoy: pensar
sistemáticamente acerca del futuro permite→ no solo influir en este, sino, más
aún, dar sentido a nuestro presente (a ser posible, muchas veces y como comprobamos
de la medicina → por el sacrificio de otros, claro está, esto al menos para mí,
sabiendo muy bien de lo que hablo). Pensar el futuro, por tanto,
es una habilidad estratégica (de unos que proponen frente a otros que se
exponen) y que no solo puede aprenderse, sino que debe aprenderse, y tomarse
para sí (de uno), pues nos aporta aquellas herramientas, derivadas de la
experiencia del pasado propias o no (es decir→ del viaje y consecuencias de nosotros
y otros), que se demuestran fundamentales para la toma correcta luego de
decisiones→ en el ahora (en el instante presente, en que ahora- ahí somos
reclamados a este, estando, siendo-ahí en él (instante y momento presentes) conscientes
de él, que construye nuestro porvenir,
en lugar de ser meros espectadores y víctimas del devenir, luego de
acontecimientos derivados (que entendemos a razón→ de otros). De ahí que sea
fácil entender, de lo explicado (aquí/ahora) aquello qué resulta de actuar sin
considerar (en el ahora) el pasado determinante para el presente (ahora) y
previo→ al después, sin pensar destino,
ni pensar las consecuencias derivadas. Si bien, vemos que esto es precisamente
lo que le ocurre (hoy→ a la humanidad, es decir→ a unos y a otros, todos inconscientes). Y no refiero solo
inconsciente el acto de ir (yendo a algún lugar), sin pensar/ni estar o ser
consciente de aquello, ni del origen (de la idea y su destino), sino que
refiero el acto inconsciente (igual→ de actuar) en tanto a aquel, primer
impulso…
…de la misma voluntad
original). Voy… pero voy a ningún lugar concreto
ni definido 8 a mi saber y entender); pues apenas me propuse ir… cuando
yendo me encontraba, sin haberme ni dado tiempo a pensar dónde: iba sin pensar,
eso creía, o eso pensaba... cuando luego y de cierto, se observa que
aquellos mismos procesos o situaciones que nos han conducido a (actuar) están
marcados por una grave y fundamental ambigüedad: de entrada, la conciencia y la
densa complejidad de los procesos que dieron lugar a actuar,
a ir (a algún lugar), parecería que se hubieran visto superados en tal forma y
medida, sin poder llevar consigo hacia→ delante sus momentos de verdad, caídos
estos, o más bien olvidados en el camino.
De otro lado, de ese lado más
oscuro de la humanidad, no es difícil entender, aunque quizá lo sea de aceptar,
entre las muchas objeciones que se pueden hacer a quien se propone averiguar,
qué quiere significar este olvido y anticipación de futuro, sin pasado ni
presente (consistente), y que parece más bien un descabellado salto al vacío.
Donde lo obvio desenmascara aquella obsesión por anular la memoria
en lo inmediato (acción) y que extrapolado a mayor: resultaría en
borrar el pasado colectivo, y que aparte de interpretaciones varias, podría ser clave para justificar cualquier vileza del
presente sobre las personas, no con la impunidad de saber que nunca será
recordado (Lledó), sino con la vileza y maldad de saber que ni siquiera somos
conscientes, y que, de serlo→ como lo somos de tantas cosas, será pronto
olvidado.
De esta forma, y como si se tratase
de un ensayo, donde somos el objeto de estudio, vemos como los peores horrores
de la guerra y las más aberrantes pesadillas llegan a nosotros, a nuestros
ojos, junto a otras ideas estimulantes: e igualmente vemos como ninguna de
ellas sobrevive en la mente más allá de unos minutos, antes de ser arrastradas
por una nueva oleada de información, que luego olvidaremos igualmente: yéndonos
después al cine, a cenar o a bailar con los amigos (insensibilizados al dolor y
sufrimiento). Las personas ya no se detienen→ en nada, sobre todo→ en nada
relevante, reaccionando continuamente a estímulos que llevan de aquí para
allá: a nada concreto y a todo a la vez, sin pararse a
pensar: qué estoy haciendo y, menos aún y más importante→ en
qué, no estoy haciendo. La distracción se vuelve premio final e
inútil de la historia del ciudadano que, además, exige distraerse: luego,
distraerse todos juntos es la cumbre y fin absurdo de la
socialización.
Pero ¿Qué podemos hacer, viendo el
punto al que hemos llegado?, sobre todo en algunos aspectos de la sociedad, o
de esa cotidianeidad abominable que son las Redes Sociales, cuando ciertamente
ya no interesa a nadie la realidad y solo importa la desmaterialización: el
Metaverso, servir a la distracción, lo conceptual, lo relativo y
sin valor: aquella fantasía, que alimenta el tejido de un
cosmos creado para sí mismos; dentro del mundo que otros han creado
para ellos; dentro, de una sociedad que han creado para todos; y ahí encerrado,
la felicidad (absurda) es absoluta: lejos de la realidad y el mundo;
bombardeado por los medios a cada segundo, recibiendo, cuando no, exportando
absurdeces y tonterías a cada hora y minuto: todos los días.
Lo cierto, es que esta lluvia abrumadora de estímulos perfectamente diseñados y pensados para mantenernos adheridos a las pantallas y a la información, nos hará prisioneros de un eterno presente, perteneciente a una realidad distinta (y de otro pensada hacia→ ser desarrollado para experimentarla nosotros, es decir: experimentarla en nosotros y por nosotros esa→ otra realidad, que se pretende hagamos nuestra. Esa es la enfermedad actual y también el problema que como una demencia adquirida nos aleja de la propia existencia y la realidad, e impidiendo centrarnos en el instante→ el ahora, y poder vivir como una persona libre en el mundo. Lo verás todo: luego te olvidarás de todo y nada dejará huella (en aquel olvido que se da en un presente eterno y cambiante). Estarás exiliado de la realidad y del mundo: incapaz de actuar: enterrado por la información, y lejos de todo lo que deberías hacer como persona individual y libre. Incapaz de elegir e intercalar la acción con lo real, atrapado y dentro del «laberinto» donde será luego inútil preguntar, no habiendo entendido de la máxima la idea principal que sugiriese aquella enigmática y a la vez genial idea, expuesta a través del «Laberinto de Falken»: Pregunta a la máquina— ¿Is this real or is it a game? (¿Es esto real o es un juego?) Respuesta de la máquina — ¿What’s the difference? (¿Cuál es la diferencia?) … Y mientras tanto, el mundo seguirá girando y muriendo un poco más cada día. La realidad, el tiempo, la vida y las estrellas pasarán, sin ser mínimamente conscientes de todo ello: allí, distraídos en un mundo→ ideado de la fantasía de otro. Esperemos a que un espíritu, en el cual→ el tipo de espíritu libre deba madurar hasta la perfección, haya corrido su aventura decisiva de un cambio de frente, cuando antes no había sido sino un espíritu siervo encadenado a su rincón y a su columna- F. Nietzsche: Humano, demasiado humano-3.
© Copyright 2010- 2024 / Jorge Maqueda Merchán/ Jordi Maqueda- All Rights Reserved Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento - No Comercial – Sin Obra Derivada 3.0 España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario