LA CURIOSIDAD SUPERFICIAL, LA DISTRACCIÓN Y LA MENTE DEL MONO



I- Extraviarse en los Tópicos

"Cuando la distracción reemplaza a la contemplación; la distracción se vuelve premio: luego distraernos todos juntos inútilmente es la cumbre  de la socialización". 

         Hoy, cuando las antiguas creencias declinan y el final de las grandes síntesis doctrinales se acentúa, un hambre avanza peregrinando el mundo. Se trata de la imperiosa “necesidad de saber”: saber que, en unos es un saber por saber (o curiosidad) y, en otros, un saber quiénes somos o, cuál es el velado propósito, de la que en tantas ocasiones resulta una miserable existencia. De tal modo, o más bien por ello, multitud de personas de la más variada condición, cuyo nexo común encuentra su raíz más profunda en la angustia, se han dejado seducir en torno a temas que van más allá de su quehacer acostumbrado. Seducidos, unos, hacia cuestiones, digamos “más profundas” cuando no víctimas, “otros”, del que resulta ser el humilde parasito de la ingenuidad; arrojadas, a la aventura de hallar unas nuevas expectativas en las que habrán de volverse a replantear, aquellos mismos y pretéritos temas relativos a la existencia. Pero, si bien esta actitud se observa por medio de innumerables manifestaciones y formas, no escapa a nuestra atención, el creciente interés mostrado por buena parte de la ciudadanía, encandilada, en torno a una amplia gama de tópicos (ufología, sectas, parapsicología, etc.) tanto, por medio de libros, como a través de las diferentes plataformas o Redes Sociales de internet, encontrando en ellas, no tanto la solución a sus problemas, como una grata y aletargardora, sino absurda distracción. Sin embargo, y, aunque no considero apropiadas estas formas de dilapidar el tiempo, sería ventajista por mi parte arremeter única directa y exclusivamente contra el disparate seudocientífico, cuando la más ligera brisa de aire lo derrumba, y no referirme por igual al que muchos consideran uno de los más bajos deseos de la gente moderna, es decir, la curiosidad superficial.

  II - La curiosidad Superficial, La Distracción: Y La Mente del Mono

    Por naturaleza —afirma Aristóteles— tienen todos los hombres deseo de saber; saber, por ejemplo, de una cosa. Y, por naturaleza, igualmente, casi todos los hombres necesitan hoy que alguien, esa cosa se la explique. Y es precisamente en la explicación, donde perdemos aquello más genuino de todo conocimiento. Pues saber, en su conjunto, y resumido en una sola palabra es: entendimiento; facultad ésta, que habrá de adquirirse por el examen de las cosas a partir de experiencias sensibles —también llamadas impresiones— y la información que estas últimas le ofrecen al juicio, respecto de las primeras— procurando llegar a conocer  y, consecuentemente, a su producto: el conocimiento.  Y no hay conocimiento de una cosa en su explicación: aquella que, por ejemplo, en una conferencia otros nos ofrecen de ella, esto es: “una conferencia que pretendiera hacerles creer que entienden algo que realmente no entienden y satisfacer así,  por naturaleza,  como aquello que Wittgenstein —introducción a su conferencia sobre lógica — considera, uno de los más bajos deseos de la gente moderna, es decir, la curiosidad superficial, acerca de los últimos descubrimientos de la ciencia". La curiosidad “procura un saber, pero tan sólo para haber sabido”. Es un saber instrumental, movido por la vanidad. Se busca conocer para poder participar en el “ellos” ( la sociedad) o para obtener estatus social. La curiosidad es el estado que caracteriza al hombre moderno informal y mediocre, ávido de noticias, maravillado por la “innovación” –nos dice Heidegger; quien además, distingue la curiosidad del asombro o la “contemplación admirativa”, el thaumazein de los griegos que para Aristóteles y Platón es origen de la filosofía y que está asociado primero con un “no-comprender”, con la aceptación de un misterio y una apertura al conocimiento y por lo tanto al ser. (Los dos momentos constitutivos de la curiosidad, la incapacidad de quedarse en el mundo circundante y la distracción hacia nuevas posibilidades, fundan el tercer carácter esencial de este fenómeno, que nosotros denominamos la carencia de morada.)-Heidegger.

   El asombro, que se caracteriza justamente por una intensidad de la atención hacia algo, por quedarse con un único pensamiento u objeto presente (y sondearlo a profundidad, esperando sin violentar su manifestación) degenera –cuando ese asombro no es llamado por la necesidad imperante de conocer (de conocimiento)–, en mera curiosidad (un de aquí para allá sin parar) que semeja más a lo que en India llaman “la mente de mono”, que constantemente cambia de rama, persiguiendo cada cosa que se mueve o le inquieta, e incapaz de discernir o detenerse en  lo que merece de veras la atención. Según Heidegger, entiende que “si busca lo nuevo, es sólo para saltar nuevamente desde eso nuevo a otra cosa nueva. En este ver, mirar no busca una captación [de las cosas], ni tampoco estar en la verdad mediante el saber de ellas, sino que en él procura posibilidades de abandonarse al mundo. Por eso, la curiosidad está caracterizada por una típica incapacidad de quedarse en lo inmediato”. 

   Hoy llegamos al punto alarmante en el que estar recibiendo constantemente estímulos –de lo nuevo y excitante– es no solo considerado (por el "ente" social) un bien general o un derecho: hay que (“estar conectados”) sino una necesidad, como atestiguan nuestros jóvenes y no tan jóvenes. La distracción, entonces viene así a reemplazar a la contemplación (madre del conocimiento) las personas no profundizan ni se detiene en nada, sobre todo nada que interese de veras: explorándolo y conociéndolo, sencillamente pasan el tiempo en pensamientos difusos apenas concretados o reaccionando a estímulos que les llevan de aquí para allá: nada concreto, nada interesante, nada constructivo, nada que sea útil al individuo, sino simplemente para entretenerse: distraerse, o dicho de otro modo: perder el tiempo, su único tiempo. La distracción, se vuelve entonces un premio  final e inútil de la historia del ciudadano mediocre; que además exige distraerse. No exige más libertad, derechos, cultura, sanidad, mejores condiciones laborales, NO, cuando sale del trabajo, sólo exige distraerse y se enfadará si no puede hacerlo (no lo hará por su mísero salario). Y luego, distraerse todos juntos es hoy ya la cumbre y el fin absurdo de la socialización. Y de este modo; la ambigüedad se convierte en el resultado último de la curiosidad superficial, que define la actitud que el ser humano tiene hoy con el saber de las cosas tantas cosas, adquirido a partir de sus distracciones y no por el conocimiento o estudio (sea cual sea el medio de este estudio) hoy acrecentado por el acceso indiscriminado a la información que “permite que cualquiera puede decir cualquier cosa, cuando de inmediato se hace imposible discernir entre lo que ha sido y no ha sido examinado y expuesto tras una comprensión auténtica”, produciendo una indiferencia generalizada (ya a nadie le importa la veracidad de lo dicho o que se comenta) en tanto a un mundo, en el que “todo parece auténticamente comprendido, aprehendido y expresado, pero en el fondo o no lo está, o bien no lo parece, y en el fondo lo está”.


   I - Extraviarse en los tópicos
  II - La curiosidad Superficial, La Distracción: Y La Mente del Mono
 III - La imperiosa necesidad de saber
 IV - El laberinto, El Minotauro y La Paradoja

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