¡¡LEAN CIENCIA- FICCIÓN!!
-La vida, consiste en lo que un hombre piensa todo el día. -. Me dijo en una ocasión mi padre, parafraseando, como en tantas otras ocasiones a Emerson; sorprendiéndome, mientras me encontraba recostado en el sofá - con la radio baja para no molestarle - y leyendo ensimismado, el Centinela, de Arthur C. Clark. Su voz era grave, estaba un tanto malhumorado; supongo que al comprobar que en lugar de estar estudiando, me encontraba en otro mundo, un mundo al que él ya no podía llegar. Que lejos de madurar, parecía seguir pensando como un crío, leyendo libros de fantasía –como él los llamaba – dejándose transportar por la imaginación. Pero, curiosamente el libro no era mío, este era suyo; yo solo lo había cogido de lo alto de una estantería, la de su colección particular.
- Nunca te convertirías en un adulto, si no dejas de un lado todas esas novelas estúpidas, y lees algo de más provecho. - me dijo, momentos antes de sentarse a mi lado.
Yo no entendía el porqué de aquel sermón a destiempo. La edad supongo, demasiado joven para darme cuenta de muchas cosas. Pero no era menos cierto que hacia tiempo que observaba a mi padre demasiado serio, descontento, como atormentado por ocultos pensamientos.
- Escúchame con atención - me dijo entonces, echando su brazo por encima de mi hombro, momentos antes de comenzar, lo que temía, fuese un interminable sermón -. < Soñar, es muy distinto a fantasear-comenzó diciendo. Las fantasías son propias de niños y de personas inmaduras. Personas sin capacidad para crear en sus mentes algo tangible, algo constructivo, a partir de un pensamiento o unas ideas. Personas fácilmente impresionables, que a menudo se distraen y entretienen con cualquier cosa; hombres y mujeres sin ninguna meta clara en esta vida. Personas que casi siempre andan en Babia, dilapidando el tiempo. Ese maravilloso tiempo que se nos presta, tan escaso y limitado en la tierra.
Mi padre Entonces, cogió el libro que yo tenía entre las manos y después de cerrarlo y dejarlo sobre la mesa, prosiguió su charla diciéndome que pronto dejaría de ser un crío; que debía dejar de comportarme como un niño; que pronto me haría mayor, que me convertiría en un hombre hecho y derecho, y estos no andan con pájaros en la cabeza. También me dijo, que nada de malo había en soñar; en querer ser algo en esta vida, siempre que lo hiciese con los pies sobre la tierra, pues un buen soñador, era aquel hombre que hacía de su sueño un objetivo en la vida. Un hombre, que por medio del trabajo y del esfuerzo convertía una simple idea, en realidad; y para hacer realidad los sueños había que estudiar mucho, luchar y batallar más que nadie. Me puso la mano en la cabeza, y en un tono alicaído, me advirtió, que pocos eran quienes, con no poco esfuerzo lograban alcanzar tan difícil propósito, más numerosos son los vencidos, humillados por sus propias fantasías - añadió. Yo lo miré entonces a los ojos y pude ver claramente que sabía muy bien de lo que me estaba hablando. Por desgracia ese tipo de derrota, él ya la conocía. Me hablaba de sí mismo, de su derrota. Pero, mentiría, sino les dijese, que yo desde hacía tiempo ya mantenía un objetivo, un objetivo fijo que concretaría con la edad. Y, mentiría también si les dijese que a finales del 2005 le tendría que dar la razón a mi padre ya muero y enterrado, Siendo uno mas de tantos millones de fracasados.
Hoy sigo leyendo a Clack, y a Asimov y a muchos otros, ¿por que no?. Que de malo hay en ello. En dejarse arrastrar por la imaginación, en verse convertido en un héroe de vez en cuando. En sentirse viajando por lejanas y peligrosas tierras; visitando sangrantes y fracturadas laderas, febriles y humeantes chimeneas cercanas al cráter estruendoso de algún enorme volcán; volcanes a los que podemos acercarnos viendo derramar sus incandescentes ríos de lava, sobre el efervescente e irritado mar; observado el avance de tormentas de roca piroplástica, torrentes de detritos que pasan a nuestro lado, sin que seamos víctimas de su abrasador abrazo; sintiéndonos al margen de los riesgos y peligros, que supondría intentar hacer todo ello en la realidad?. O, mejor aún ¿ Quién no ha imaginado, aunque sea por unos breves momentos, pasear por esos lugares paradisíacos; lugares repletos de jovencitas en bikini - ¡vamos no se rían! –, jovencitas jugando a Bolei-playa, en TOP lees; mostrando sus firmes muslos y empitonados pechos bronceados bajo el sol; un sol reflejado en playas de arena blanca y fresca, formadas por estratos de coral y exentas de los molestos y sedientos mosquitos, que atormentan las noches templadas de los que pretenden descansar? ¿Y, qué me dicen de los más atrevidos?. Aquellos amantes de la ciencia-ficción, transportados, cuanto menos imaginándome: como uno de aquellos primeros astronautas descritos por Arthur C. Clark (1); caminando sobre la superficie de una luna distante y misteriosa. Una luna gris y desconocida, de llanuras sinuosas y polvorientas; salpicada de cráteres profundos y oscuros, semejantes a enormes bocas abiertas. Esperando encontrar en esta el rastro oculto y olvidado por alguna remota civilización; una civilización desaparecida en la inquietante inmensidad del tiempo y el espacio.
Si, hoy sigo leyendo ciencia ficción, y si ello no parece propio de una persona de mi edad, no me importa. Menos aún lo que los demás puedan pensar. Pero, sobre todo, solo pido una cosa: Que me dejen leer en paz, que me dejen visitar mis mundos, aquellos a los que tan solo yo puedo llegar.
Jorge Maqueda Merchán
C/ santa marina, 29
06207 Aceuchal - Badajoz
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