CAP 1 - 5 : El cartero siempre ataca, por lo menos, dos veces.



capítulo en curso (escribiendo...)

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Siempre me pregunté qué le puede pasar a un hombre o una mujer, por la mente, cuando se atavía con el uniforme de la Guardia Civil, se cala el tricornio hasta las orejas, y luego se mira cuadrándose frente al espejo ¿Qué tipo de seguridad puede otorgar a una persona vestir ese uniforme? Desde joven, esta pregunta había estado dando vueltas en mi cabeza, y por como se desarrollarían los acontecimientos aquel día, seguiría sin respuesta.




El Guardia Civil, al comprobar que me detenía ante la amenaza de los disparos, y que no iba a seguir huyendo, con toda la tranquilidad del mundo, y obviando la presencia de las criaturas que por momentos se acercaban en nuestra dirección, guardó su pistola en la funda, y me hizo señales explícitas con gestos para que me acercase.

―¡Vuelva aquí de inmediato, y entre en el coche! ―me ordenó

―¡Estás loco! Me voy a mi casa "Julay"· ―le respondí gritando, a la vez que pegaba mi espalda a la pared, buscando más seguridad, y mayor ángulo de visión.

―¿Me ha oído? Venga aquí ¡Ya! y entre en el coche de una puta vez, o tendré que arrestarlo. ―dijo, dirigiéndose de nuevo a mí con tono amenazante.

―Paso . Me quedo. Vete por donde viniste, y déjame en.... ―y poco más pude añadir, aparte de ― ¡CUIDADO!.




Apenas pude alertar con la suficiente antelación, como para que mi "cuidado" sirviese de algo al distraído Guardia, que pendiente en aquel momento de mí, no vio como se le venía encima, apareciendo del interior de unas de las casas situadas por frente, el cartero del pueblo. Poco o nada pudo hacer el hombre para evitar la brutal envestida y la primera dentellada al cuello, que lo llevó inmediatamente al suelo, cayendo presa del paroxismo extremo del cartero, que entre enormes borbotones de sangre, no cesaba en su afán interminable por desgarrar entre sus dientes pedazo tras pedazo de cuello. Y todo, ante la mirada estupefacta del compañero del guardia, que no veía el momento de salir del coche, para ayudar a su colega.

Apenas debieron pasar unos segundos, entre el comienzo del ataque, y el mordisco en el brazo que me dio el perrito. De ese modo, desperté de una pesadilla para introducirme de inmediato en otra. Por suerte, reaccioné a tiempo, aunque la impresión causada de la visión del ataque anterior, así como la rapidez con que se dieron los acontecimientos, no me permiten relatar con exactitud lo que pasó. De todo, lo primero que recuerdo es, que tras el mordisco del animal, mi primera reacción fue soltar al perro, que salió disparado en dirección a mi casa. Luego miré a mi izquierda y el sobresalto fue de importancia. Tenía a todas aquellas criaturas casi encima, a no más de un par de metros. Eran más numerosos, y venían a por mí.

Pero no iba a ganar para sobresaltos aquel día. Apenas me dije, preguntándome «¿Patitas para qué os os quiero?» comenzando a correr, y habiendo dado la primera zancada, que tres disparos me aturdieron. Cerré los ojos sin para de correr, y cuando quise darme cuenta, al abrirlos tenía al otro guardia frente a mí. Este se había bajado del vehículo disparando repetidas veces al endemoniado cartero, que quedó en apariencia inerte sobre su compañero. Luego, el guardia se dirigió directamente hacia mi posición, intentando así cortarme el paso, a lo que no se me ocurrió otra cosa que gritar preguntando: «¿Pero qué coño os pasa conmigo?» esto ya casi abordándole y cayendo, debido a la inercia, encima de él. Entonces me agarró sujetándome con fuerza, mientras me gritaba. Por fin, y después de un breve forcejeo logré zafarme, empujando a un lado al pesado guardia civil: precisamente en la dirección del cartero que se había incorporado por completo del suelo. No miré atrás, y salí corriendo, a la vez que el sonido de otro disparo me sorprendió, haciéndome tropezar y caer al piso.

Los disparos parecían provenir en esta ocasión de la ventana de mi casa. Levanté la vista desde el suelo, sin levantar la cabeza, para comprobar si me encontraba en la linea de fuego; pero antes de que pudiese apenas mover una pestaña, o hacer amago de volver a levantarme, unos gritos me advirtieron.

―¡No te muevas del suelo! ―gritó alguien.

La voz pareció la de Chemi, pero entre tanta confusión y ruido de disparos no estaba seguro. De lo que sí lo estaba, era de que además de los disparos de fusil que venían de frente, y muy posiblemente desde la ventana de mi casa, también podía escuchar otros de escopeta, "seguro", y provenientes de detrás mío. En cualquier caso, y de lo que estaba también "seguro" era, en primer lugar y más importante, que la escopeta estuviese donde fuere "no me apuntaba a mí, pues era un blanco fácil, inmóvil en el suelo. Y segundo, y no menos importante: que si los tiradores seguían a aquel ritmo y con la misma cadencia de fuego, en apenas unos instantes no quedaría una sola criatura en pie. Aunque la cuestión más importante, y de la que no estaba para nada seguro en aquel momento era, saber si seguiría aún con vida para entonces.
© Jorge Maqueda & Aitor Gil 
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Espero que hasta ahora les gusté el trabajo. En ese caso, siempre serán bienvenidos sus comentarios y sugerencias en el blog. No olvidéis, que si escribo aquí, es también por vosotros. Un abrazo a todos.

CAP 1 - 4 : El perrito de los cojones





«Eram quod es, eris quod sum »
"Yo era lo que tú eres; tú serás lo que soy"
-Quinto Horacio-

 
―¡Silencio! ―Hice callar a Aitor. Le hice un gesto con la mano, apuntando hacia la ventana, e insistí en que no abriese la boca― ¿Lo oyes? Me parece que es el motor de un coche.

Aitor dejo de hablar. Prestamos atención, esperando escuchar de nuevo el ruido de algún motor. Entonces oímos un acelerón lejano. Nos levantamos los tres de un salto poniéndonos de pie. «¿Y mi M4?» preguntó Aitor, mientras Chemi se dirigía corriendo, anticipándose a Aitor y a mi, hacia la ventana de la habitación, que da a la calle Santa Marina. «En el suelo detrás del sofá» le indiqué a Aitor, que habia empezado a dar vueltas buscando, mientras yo me dirigía a la habitación dónde dejé las bolsas con el resto de las armas. Abrí una de las bolsas de deporte y busqué uno de los dos MP5 que guardábamos en estas. Mientras tanto, Chemi ya había pegado su nariz a la ventana, sin perder detalle de todo lo que ocurría fuera. Yo, tras terminar de cargar mi arma me dirigí también a la ventana junto a Chemi, pero no sin antes buscar a Aitor con la mirada, encontrándolo apostado, vigilando la entrada posterior.

―¿Ves algo? ―Le pregunté a Chemi en voz baja, mientras este abría unos milímetros la ventana.

―¿Escuchas eso? ―dijo Chemi, abriendo un poco más, la hoja de la ventana.

―No. no escucho nada ―le respondí.

―¡¡joder, joder!!― exclamó entre dientes. ―¡¡Mira tu mismo!! ―me dijo, apartándose de la ventana.

―Que mire ¿donde?

―¡Al fondo joder! ―concretó.

Al hacerse a un lado y girarse, comprobé la cara de impresión de mi amigo. Ocupé luego su lugar asomándome, mirando hacia donde el me había indicado. Unas figuras humanas, deslumbradas en parte por el sol, se movían lenta y torpemente en nuestra dirección. Pasados unos instantes pude distinguirlas con mayor claridad. Y, no me lo podía creer: eran aquellas malditas criaturas moviéndose a lo lejos. Las mismas de la noche anterior.  Por lo visto,  mientras Aitor nos relataba el fin del hospital  TB, y sin que ninguno de nosotros hubiese intuido lo que podía suceder, una parte del pueblo se había hechado a la calle: la parte esa con la que uno, no quiere encontrarse jamás. Tenían aquel caminar, y aquellos ojos. Algunos podían parecer mis vecinos, pero esos ya no eran mis vecinos. Contaba al menos diez, que pudiese ver con claridad ―el más próximo, a algo más de cien metros―, pero seguro había más. Los podía escuchar: podía escuchar de fondo esos ruidos: Grrrr, Argggh,  que ya me eran tan familiares. Miré entonces a Chemi y él me miró con los ojos muy abiertos. «¿Qué hacemos?» le pregunté, sin saber muy bien que hacer. Chemi levantó las cejas, pero no respondió a mi pregunta. Entonces escuchamos los ladridos.




 Miré, asomándome de nuevo por la ventana, y pude ver al perrillo del vecino, uno pequeñajo  llamado DIDI, que venia corriendo, y que terminó por situarse a unos metros más allá de nuestra ventana, empezando a ladrar en dirección a las criaturas dudando: si ir  hacia adelante y atacar, o para atrás y huir. De algún modo, le ocurría los mismo que a nosotros, pero inconsciente del peligro que corría. Abrí la ventana y le llamé por entre la persiana, en voz baja: «DIDI Silencio. Ven aquí vamos ven» le dije. Confiaba, que si el perrito me escuchaba y reconocía, se acercaría lo suficiente, como para poderlo alcanzar  y meterlo en casa. DIDI pareció calmarse, sentándose mirando fijamente a la ventana pero, madre mía, cuando este comprobó que era yo “Su vecino", con el que jugaba cada vez que veía”: se volvió loco. Pareció como si aquel instante le hubiesen metido unas pilas de plutonio por el culo, empezando a ladrar como un jodido “DOBERMAN” de 65 kilos, y a pegar saltos y vueltas entorno así mismo, sacando los dientes amenazantes igual que un mandril  defendiendo su territorio. El escandalo era de importancia, y las criaturas, todavía lejos,  no tardarían en fijar su atención en el chucho, si este no paraba de ladrar y hacer espavientos.

―Estás loco llamando al perro. Nos va a delatar a todos.  ―Me recriminó Chemi, y no sin razón.

―¿Qué coño esta pasando ahí fuera? ¿Qué es ese escandalo? ―preguntó Aitor.

―¡Este gilipollas! que ha llamado al perro del vecino, y ahora esta montando la de Dios, delante de la ventana ―contesto Chemi.

―Haced que se calle, o pegarle un tiro. Pero que se calle de una vez ― dijo Aitor.

En aquel instante, y con el pequeño cabrón todavía ladrando delante de nuestra ventana, volvimos a escuchar el motor de un coche, posiblemente el mismo de antes, al que siguió un disparo lejano pero potente, del que no teníamos idea de su procedencia. El sonido, cada vez más notable del vehículo, y por lo tanto más próximo a nosotros y acelerando, nos dejaba pocas opciones. De otro modo, los ocupantes del vehículo, ya a punto de aparecer por la resolana verían al animal, delatando este nuestra posición con sus ladridos y gestos. De modo, que tomé una decisión importante, la única que podía tomar, y para la que no dispuse de mucho tiempo de reflexión: aunque luego me pesase tanto.

Voy a salir a por el perrito― le dije a Chemi, haciéndolo a un lado de un empujón, y dejando el arma en una silla.

¡Te verán! ―dijo Chemi, que inútilmente había intentado detenerme sujetarme por el brazo .

Salí de la casa como alma que lleva el diablo, sin haber pensado con la suficiente calma en las consecuencias que aquel acto podía acarrear, y con la firme convicción de atrapar al perro de inmediato, volviendo luego al interior de la casa. Sin embargo, las cosas no siempre son como a uno le gustaría, y ni mucho menos salen como se piensan. Así, el perrito, al contrario de lo que creí que ocurriría cuando este me reconociese, salió disparado a velocidad y dirección absurda, hacia el centro mismo de la calle y yó―como no podía ser de otro modo, y más absurdo todavía― le seguí. Cuando por fin lo agarré y quise darme cuenta, comprobé a mi pesar, que me encontraba ―con el perrito en brazos― en la misma resolana (un cruce a tres calles): La zona más desprotegida de la calle, y expuesto a la vista todos: amigos, criaturas y de la guardia civil, que en aquel momento aparecía con su vehículo, asomando a la resolana, dándome el alto por medio del altavoz instalado en el vehículo.





Sin embargo, no hice caso. Las criaturas estaban muy próximas y se acercaban por la calle cañada en grupo numeroso, estando ya amenos de 50 metros. De modo que... seguí corriendo a toda prisa en dirección a mi casa, ignorando el alto que me acababan de dar desde el vehículo policial pero entonces... un disparo al aire, y un "ALTO" más claro y cercano, me clavaron los pies al suelo.




No sé como pude , pero sopesé la situación: Tenía a un tipo con una pistola detrás mío, y a un grupo de muertos con muy malas intenciones avanzando hacia mí. Los muertos me daban más miedo pero calculé, en base a mi propia experiencia en este mundo del demonio, que las balas eran más rápidas que los muertos de modo, que manteniendo uno de mis ojos en los pellejudos que se acercaban por la izquierda―lenta, pero de manera constante― me di la vuelta girándome con el perrito en brazos, mirando al guardia que me acababa de dar el alto. "Me habían pillado". Y todo... por  culpa del perrito de los cojones.

© Jorge Maqueda & Aitor Gil 
Safe Creative #1102038413285 


Espero que hasta ahora les gusté el trabajo. En ese caso, siempre serán bienvenidos sus comentarios y sugerencias en el blog. No olvidéis, que si escribo aquí, es también por vosotros. Un abrazo a todos.

E.M.A.C.O.M. ( ALTO ESTADO MAYOR DE LA DEFENSA )



Horas antes de que un objeto desconocido penetrase la atmósfera terrestre impactando en Aceuchal, comenzaron una serie de importantes comunicados, e intercambio de ordenes e información, primero entre  el Secretario de Defensa Norteamericano, alertado por el NORAD (North American Aerospace Defense Command (Mando Norteamericano de Defensa Aeroespacial) y el Mando Estratégico del Atlántico (O.T.A.N). Luego del primer informe. el Mando Estratégico Atlántico alertaba, enviando copia del comunicado al Mando Operativo Conjunto de las Fuerzas Armadas Españolas, ubicado en el Cuartel General del Estado Mayor de la Defensa. y este al (J.E.M.A.D.), que a su vez informaba al Ministerio de la Defensa y al Estado Mayor Conjunto. Los comunicados, así como las ordenes que se dieron tras estos, se siguieron sucediendo y fueron registrados por el INECAD durante todo el incidente, hasta hoy.  Luego lo que aquí les mostraremos, será  la copia del registro recuperado, relativo al flujo e intercambio de comunicados efectuados (no al contenido de estos) entre los estamentos  políticos y militares, incluyendo eslabones de la propia cadena de mando de las fuerzas armadas, y de seguridad del estado, que iremos publicando a medida que avance la historia.


FUERZAS ARMADAS DE ESPAÑA



 (E.M.A.C.O.M.) 
ESTADO MAYOR DE LA DEFENSA


COMUNICADOS RELATIVOS: AL DÍA PRIMERO DEL EVENTO (OAM/211/1FLECHA)



ADVERTENCIA: La totalidad de la información expuesta en esté blog relativa al E.M.A.C.O.M, (OAM/211/1FLECHA) así, como la mención explicita a la cadena de mandos (NOMBRES Y LOCALIZACIONES) y  también, relativos  a la ultización de escudos de los estamentos citados, ha sido autorizada por Santiago palomo Tejero:  Secretario del EMAD, al propietario del blog, 
Santiago P Tejera
(Sub Secretaria de EMACOM) 
Nuevos ministerios, Madrid. 

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