CUADERNOS DE PAISAJE : OBSERVACIONES ACERCA DE ALGUNAS CUESTIONES FUNDAMENTALES Y OTRAS DE CARÁCTER FRONTERIZO / Por Jorge Maqueda Merchán 2012 - (A mis padres)

 





── CUADERNOS DE PAISAJE ──

 

OBSERVACIONES ACERCA DE ALGUNAS CUESTIONES FUNDAMENTALES,

Y OTRAS, DE CARÁCTER FRONTERIZO

 


 

                                                                                                  Por  Jorge Maqueda Merchán 2012

A mis padres

 


 

Primera edición (no venal): enero 2012

Copyright © 2010, Jorge Maqueda Merchán

Copyright © 2012, de esta edición:

Jorge Maqueda Merchán

Santa Marina 29

06207 Badajoz

 

Diseño cubierta: Jorge Maqueda Merchán

 

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ÍNDICE

 

0.  INTRODUCCIÓN

     Todo acontece por una causa..............................................................................................................

 

0BSERVACIONES FUNDAMENTALES 


 ACERCA DEL ABSURDO

     Sobre los escenarios del absurdo .........................................................................    


 ACERCA DE NACER EN ARCADIA Y EL TRAUMA DE LA LUCIDEZ.    

             

0.0  Et in Arcadia Ego................................................................................................
0.0  Sobre del trauma de la lucidez............................................................................
0.0. Extraviarse en los tópicos...................................................................................
0.0. La morada del Minotauro: el laberinto y la Paradoja

          

                         

OBSERVACIONES ACERCA DEL SABER…  


                           SOBRE DEL DESEO, LA VOLUNTAD Y EL DESTINO.

     

2.1 Sobre el saber, y saber que somos impulsados....................................................
2.2 Sobre la búsqueda y el deseo de felicidad…………………………...................
2.3 Sobre precipitarse a las propias consecuencias...................................................
2.4 Una última y breve observación sobre el destino…...........................................  


ACERCA DE LA FILOSOFÍA




OBSERVACIONES DE CARÁCTER FRONTERIZO 


ACERCA DE LO DESCONOCIDO 


0.0 Monstruos

0.0 Un lugar mas allá de las Sirenas.

                          

   

 

INTRODUCCIÓN

 


"Los hombres mueren y no son felices"
Calígula, Acto I - Escena V (Camus)

 

 

Realizar buena parte de lo aquí publicado me ha llevado cierto esfuerzo, a la vez, que supuesto una enorme satisfacción. Mas para concluirlo —si se puede considerar concluso— no quise y ni deseé buscar deliberadamente ideas o pensamientos que de inmediato, me condujesen a un fondo, sino al modo en que dejándome alcanzar por este, lo fuese en algún momento, igualmente, por los otros. Así, solo así, me liberé del enorme pesar que causan las limitaciones y el desconocimiento —en el cual me reconozco— a decir: del saber, que hallo como el universo, inmenso, cuando allá donde miro veo infinito en todas sus direcciones. Siendo esta razón motivo último y más que suficiente, para que el propósito de este ejercicio sea tan modesto. Si bien creo, y no ha sido esta una excepción: son las cosas modestas, aquellas, que luego se tornan más difíciles de acometer.



Todo acontece por una causa.


«...es un tanteo, una ocurrencia o un acontecimiento bibliográfico.
Entendido así, se presta a todo tipo de brillanteces ingeniosas y efímeras».
Del ensayo francés… (José A Marina)

 

Hace algún tiempo, corría el año 2003 comencé a escribir una serie de singulares textos: algunos de ellos frágiles artificios de quien se encuentra —como diría Borges— extraviado entre la literatura, las ciencias y la metafísica; y todos agrupados bajo el título de: «Consideraciones, acerca de algunas cuestiones fundamentales y otras de carácter fronterizo». En aquellos textos o para ser más preciso en algunos de ellos, trataba a modo de ensayo1 temas referidos a materias diversas tales, como el arte o la filosofía. Supongo, que pretendía de algún modo razonar. Si bien, tenía presente que mi ejercicio carecería de pleno sentido, en tanto que la contradicción primera habría de residir en el hecho mismo de escribirlo, sujeto, a la parcialidad que resulta de un razonamiento limitado y sobrepasado por una complejidad (hoy) que empequeñece cualquier recurso relativo al propio discurso. Esta certeza, supongo, motivó que mis consideraciones quedasen un tiempo apartadas, no llegando a ser terminadas, al menos, en el modo pretendido al comienzo. Sin embargo, a resultas de aquel penoso extravió hacia vagas lontananzas, habría yo de verme luego acometido, sorprendido en algún momento por el impulso, ya no tan solo de explicar y hallar la enjundia a unos problemas —dándoles estricto sentido— sino, más a observarlos. Observarlos primero, valorando diferentes puntos de vista —algunos pretéritos— para después “describirlos” o sencillamente “representarlos” y, quizá, de este modo, volver a redescubrir, recorriendo pero, por mí mismo el camino; un nuevo camino, apoyado de perspectivas algunas de ellas ajenas y que a cada caso habría de volver a considerar. Mas comprender las razones que seguidamente me movieron a recorrer un paisaje tan diferente al común que otros transitan, no se podría concebir sin atender el enorme placer, que en el errante caminar del pensamiento y llevado de la palabra —escudriñando nuevas perspectivas— me causa transitarlo cuando representó, más allá de explicar, un acontecimiento.
Por último, el modo como he pretendido hilvanar —en relación a diversas materias y sensibilidades que bien pueden hallarse desordenadas en este cuaderno, tanto o más que dispersas en nuestro tiempo3— no es la expresión estricta de una manera de pensar. Tampoco de sentir. Es sencillamente la representación de una manera de pensar y de sentir resuelta, en atrevidas formas que se prestan a todo tipo de elucubraciones ingeniosas. Un tanteo, donde empujo al lector obligándole a trasladarse por un particular derrotero; un paisaje cuanto menos singular donde no se acomete el juicio pretendidamente certero: adecuado, o conveniente a la razón, exigiendo en todo momento la adhesión de quien pudiere leerlos. Ninguna metafísica interviene aquí a excepción “de aquel espantoso momento, en que uno mismo, en el ejercicio del artificio se adivine inmerso”. Pronto se advertirá que lejos de reclamar condescendencia, la esencia de lo escrito asienta, por encima de ninguna filosofía o ciencia, en el placer mismo de escribir. Placer, que habría de ir objetivando más sobre la arquitectura de la construcción buscándole una voz, en lugar, de afanarme hacia un utilitarismo escrupuloso y creciente: llevado a recetario (como refiere Savater) y que se observa hoy en tantas librerías. Sin embargo, con ello no he pretendido abandonarme hacia a una puerilidad o sinsentido que todos, en mayor o menor medida y de un modo u otro, hemos conocido. Más al contrario, el esfuerzo deliberado de este cuaderno creo, mostrará un particular modo de desenvolverse en sí mismo: en sus propias formas (formas que no allanan precisamente el camino) pero, sin que ello se oponga jamás a un fondo; fondo, por cierto, siempre difícil de integrar —y que si no siempre “práctico” al menos resultará interesante— y para el que considero unas sencillas reglas, estas representadas en esencia en el interés, la observación y el respeto a la ciencia, la filosofía y el arte. Si bien, lejos de los rigores de la primera, más próximo a la estética y formas de la segunda, y sobrepasado por la imaginación y la extravagancia del tercero. Sin embargo, «toda observación es relativa al punto de vista »6 afectando al fenómeno que se observa7. De tal manera, que igualmente cabría esperar que la lectura sea relativa al punto de vista del lector, que de algún modo condicionará, “siempre” lo leído, afectando causal o intencionadamente al sentido que verdaderamente se representa. De modo, que me gustaría invitarles a que considerasen la posibilidad de sufrir este cuaderno más, como quien lee para sorprenderse —dejándose extrañar— antes que para juzgar lo expuesto. Y para ello apelaré, no tanto a su buen sentido como a su razón y juicio, pues del buen sentido ya en su tiempo nos refirió advirtiéndonos, el propio Descartes (1556–1650) como «la cosa que mejor repartida está en el mundo, pues todos juzgan que poseen tan buena provisión de él, que aun los más difíciles de contentar en otras materias, no suelen apetecer más del que ya tienen. —Discurso del Método. 1637—».
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* “Nietszche".
1 Ensayo francés, entendido como tanteo, u ocurrencia; y que entendido así se presta a todo tipo de brillanteces ingeniosas.
2 la filosofía como intento de localizar la experiencia de una época ha dejado de ser una tarea con sentido. Los filósofos son incapaces no ya de modelar sino incluso de expresar su propia época. (S. Paniker: Aproximación al origen, 2001)
3 Lo que ocurre es que la filosofía es hoy esencialmente marginal, y surge cuando los especialistas (biólogos, matemáticos, físicos, cosmólogos etc.) encuentran obstáculos en la frontera de su propia especialidad, y plantean, interrogantes transdisciplinarios (S. Paniker) (Aproximación al origen —Ed. Kairos- 2001)
4 Camus
6 (Einstein),
7(Heissenberg).
(S. Paniker —de la filosofía2)

 

Acerca del Absurdo: Sobre los escenarios del absurdo

Vladimir: ¡Qué! ¿Nos vamos?
Estragón: Sí, vámonos.
No se mueven.
(S. Beckett: Esperando a Godot)

«Hay una felicidad Metafísica en defensa de la Absurdidad del Mundo —dice Camus—. Esta idea, traída del concepto que define una determinada corriente o pensamiento, y que es a la vez ilustración de un determinado momento0, habría de durar poco tiempo: no pudiendo sostenerse, sin aquel pensamiento profundo y constante que la animase con fuerza1». De otro lado, la idea se encontraría igualmente manifiesta —además de en otras expresiones2— en lo que se dio en llamar como Teatro del Absurdo3. Y particularmente, en aquella obra4 del dramaturgo irlandés Samuel Beckett; en la que los personajes muestran de manera resuelta, el tedio y la carencia de significado, para ellos, de la vida moderna. Sin embargo, el absurdismo no tiene lugar ni época que lo contenga y aquel nihilismo apático propio de posguerra, cafés y variedades risueñas, de algún modo daría paso a un nuevo paradigma —contingencia ésta muy propia de nuestros tiempos— cuando la exégesis de la manifestación escénica se vio en algún momento desplazada: arrebata, y en una proyección de su propio marco desligada, aumentando la entropía de lo irracional ya no sobre las tablas, sino en el turbulento albero de la falacia que recuerda, con desvelo, que tras el último acto de esta farsa aguarda paciente, su comienzo… la tragedia.

«Todos nacemos locos; algunos, continuarán así siempre».
(S. Beckett)

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0 de Europa
1«Hay una felicidad Metafísica en defensa de la Absurdidad del Mundo —dice Camus—. Si bien, no podrá ésta sostenerse, sin un pensamiento profundo y constante que la anime con fuerza».
2 literarias, pictóricas etc…
3 Teatro del Absurdo es un término empleado por el crítico Martin Esslin en 1962 para clasificar a ciertos dramaturgos, estadounidenses y europeos; franceses en su mayoría, entre 1940 y 1960. El teatro del absurdo tiene fuertes rasgos existencialistas y cuestiona la sociedad y al hombre. A través del humor y la mitificación escondían una actitud muy exigente hacia su arte. La incoherencia, el disparate y lo ilógico son también rasgos muy representativos de estas obras que pretenden recoger todas esas inquietudes y preguntas, pero sin dar respuestas; estas se las deja a usted, le deja la inquietud de la respuesta y de la interpretación; es usted quien tiene que entender que eso que vio es tan absurdo como la vida misma y que con dar una moneda a un mendigo no soluciona su problema ni el suyo. Puntualizar: que cada obra crea sus propios modelos y características implacables de lógica interna: cómica, triste, patética, macabra, humillante, angustiosa o violenta.
4 Esperando a Godot

Et in Arcadia ego…


«Sueño me parecía entonces el mundo, e invención poética de un dios;
humo coloreado ante los ojos de un ser divinamente insatisfecho».
F. Nietzsche - «Así hablo Zaratustra»

 


«Auch ich war in Arkadien geboren1» escribe Schiller, al inicio de aquel poema al que tituló Resignatión2. Lo cierto es, que parece no ser necesario sentirse seducido por el aire cargado de esencias que desprenden sus versos, para que de inmediato advirtamos —marginando, el significado literal y ateniendo a lo que el poeta, verdaderamente nos decía— que Schiller tenía razón. Diríase aún, que la sigue teniendo: «Todos nacemos en Arcadia3».

Del mismo modo que les ocurriera a aquellos pastorcillos que dicen las líricas, poblaban antaño la fértil región del Peloponeso: nacemos y crecemos convencidos de hallarnos en un extraordinario paraíso donde alimentamos deseos y esperanzas, imaginando algún día trasladarlo a buen fin. Sin embargo, cuan cruel se manifiesta a los hombres su destino que a poco de haber iniciado tan ansiado camino —y apenas habiendo recorrido unos míseros días— comprobamos (todos), consternados ante la evidencia que debemos hacer frente a una realidad distinta: hasta entonces desconocida y preñada de innumerables peligros, tal que fueron así representados por Guercino4, en la advertencia de un camino que atenaza, con faz descarnada, conmoviendo la liviana existencia de nuestras vidas: presto a devorar toda fantasía que nuestras ingenuas almas pudieran todavía albergar. Será en ese instante, cuando intuyendo la vida ajena y desbordados, ante el desconcierto que nos envuelve y abruma recordemos, igual que los pastorcillos paralizados frente a la siniestra osamenta, aquellas palabras de Dante cuando temeroso refería, apenas iniciado él su camino: «Extraviado me vi por selva oscura; que la vía directa era perdida: ¡Ay cuanto referir es cosa dura de esta selva agreste y fuerte, que aún conserva el pecho la pavura!» (Divina comedia; canto I)
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(1)Yo también nací en Arcadia,
(2) Renuncia
(3) Arcadia: región montañosa de la Grecia antigua, en la parte central del Peloponeso, habitada por Arcadios o arcades, pueblo de pastores y que las ficciones de los poetas convirtieron en la mansión de la inocencia y la felicidad.
(4) (Et in Arcadia ego), «Y en Arcadia yo...». Título del primer cuadro conocido, en el cual se utiliza dicha expresión y que fue Pintado por Guercino en 1618. Ciertamente, la frase parece no estar acabada y quizá no sea casualidad; pues el misterio ha rodeado desde hace siglos, todos los cuadros relacionados con Les Bergers y pastors d´Arcadia; sobre todo, los realizados por Poussin —por motivos que yo no sabría ahora explicar—. Si bien, de ese mismo misterio se deduce que algo inquietante aguarda, la muerte quizá, según su autor en Arcadia, como así parece advertirnos la calavera que figura en el cuadro de Guercino, y que los pastores sorprendidos no dejan de observar.

 

 


Acerca del trauma de la lucidez

                         I. Extraviarse en los tópicos


«Sueño me parecía entonces el mundo, e invención poética de un dios;
 humo coloreado ante los ojos de un ser divinamente insatisfecho».
- «Así habló Zaratustra» (F. Nietzsche)

Hoy, cuando las antiguas creencias están declinando y el final de las grandes síntesis se acentúa, un hambre manifiesta avanza peregrinando el mundo. Se trata, de una imperiosa necesidad de saber: saber quiénes somos, de dónde venimos o cual es el velado propósito, de la que en tantos casos, resulta una miserable vida. De tal modo, multitud de personas de la más variada condición, cuyo nexo común encuentra su raíz más profunda en la angustia se han dejado seducir en torno a temas que van más allá de su quehacer acostumbrado. Seducidos, hacia cuestiones “más profundas” ―cuando no, víctimas del que resulta ser el humilde parásito de la ingenuidad 1― y arrojadas a la aventura de hallar unas nuevas expectativas, en las que habrán de volverse a replantear aquellos mismos y pretéritos temas relativos a la existencia. Apreciable en innumerables manifestaciones y formas esta aptitud se observa en mayor medida, al comprobar, el creciente interés mostrado por buena parte de la ciudadanía, encandilada en torno a una amplia gama de tópicos: ufología, sectas, parapsicología… Sin embargo, sería ventajista por mi parte arremeter directa y exclusivamente contra el disparate seudocientífico, cuando el más ligero soplo de aire dirigido contra este lo derrumba. No requiriéndose tanto un pulmón poderoso, como una buena dosis de osadía para dirigirlo, sin vacilar, contra las imponentes fortificaciones de la filosofía. Entiéndase en esta, más que en ningún otro lugar, donde el pensamiento desventurado ha escarbado hundiéndose con mayor pasión y resuelta vehemencia, labrando tan vasta maraña de galerías que si decidimos aventurarnos en ellas, corremos serio riesgo de extraviarnos, amplificando la magnitud de aflicciones por largo tiempo contenidas; así como la ansiedad, sugerida frente a la inquietante perspectiva, que habrá finalmente de causar caminar sobre el páramo hacia el final de un desolado horizonte, tras el que aún, no se intuye la desdicha.

II. La morada del minotauro: el laberinto y la paradoja.

La morada tiene muchos nombres y algunos refieren el lugar como el laberinto. Pero este, no es un dédalo cualquiera, sino un enorme santuario fortificado de sapiencia y erudición, donde solo contadas personas se adentran: unas llevadas por la pasión y, otras sencillamente ―a través del cenagoso sendero de la existencia― son arrastradas al mismo, donde una vez atrapadas, se verán condenadas a habitar por largo tiempo sus ambiguas mazmorras. Aun así, no es extraño hoy que ante una providencia tan amenazante como indefinida sean legión, aquellos profanos, que penetran el templo en el que habitan el minotauro y la paradoja. ¿La razón? La razón no es otra, que encontrar algo con que aligerar el enorme fardo, que en el páramo demora su transitar a la vez que abruma, abatidas sus conciencias. En la marcha se les distingue fácilmente: pertrechados con un utillaje arcaico de nociones que le sean de utilidad, con ellos viaja siempre la duda: en todo momento presta, y dispuesta a interrogar, siempre sobre aquellas difíciles cuestiones que más profundamente inquietan, y por qué no decirlo, a todos… nos atormentan. Se trata de preguntas laberínticas cuya complejidad es muy superior a cualquier lenguaje hablado o escrito; y que desde hace milenios se encuentran envueltas en una densa niebla de desconocimiento, por la que lentamente, se ha estado abriendo paso la razón. Hueras esperanzas alimentan el tortuoso camino del peregrino, mientras recopila cuanta más información, a la espera de poder cuanto antes alcanzar su meta, desentrañando el significado codificado de toda ella. Pero, es fácil comprobar, como invierno tras invierno todo ese saber extraordinario acumulado no ayuda ni propone solución alguna a los innumerables males que atormentan el espíritu. Lo que antes parecía una extraordinaria guía para comprender los misterios velados de la existencia, se revela entonces, escrita en un lenguaje distinto ―secuestrado― e imposible de descifrar. El carácter en ocasiones talmúdico que parece adquirir algunos textos compromete en gran medida la ardua tarea de descifrarlos. Así, las grandes preguntas del hombre, las grandes cuestiones, permanecen ajenas para siempre al individuo ordinario, confiscadas en un laberinto cuyos caminos, una vez transitados no permiten huida y, donde la angustia resulta de todas partes al comprobar, que podemos volver la vista atrás, hacia el punto de partida, pero jamás, retornar sobre los propios pasos.

Ciertamente, penetrar en el laberinto puede ser descorazonador. Y es aquel, [El Ser] que pretende conclusiones absolutas penetrando el mismo que prueba, sin duda, ser audaz hasta la temeridad. Tenemos por el laberinto tal curiosidad y empeño que olvidamos el dolor que causa al hombre transitarlo. Y lo peor de todo es que suponiendo que la razón del individuo perezca del fútil intento, este se encontrará ya tan lejos del entendimiento de sus semejantes que jamás, podrán estos comprenderlo. Todo esto, como no podía ser de otro modo, no ha hecho más que acrecentar el prejuicio ampliamente extendido entre las clases más humildes de que la filosofía no tiene nada que ver con ellos y la realidad que en sus vidas a menudo acontece. Que escrito entre esas líneas, no existe un nexo con los deseos ni las necesidades intelectuales del hombre común: el trabajador y mucho menos con los de uno mismo. Sin embargo, en ocasiones los muros de ese complejo laberinto parecen derrumbarse ante aquel que reconoce un camino sin salida proporcionando, por unos instantes, algo de luz a la angustiosa perspectiva: es un centelleo lóbrego y tenebroso, aunque siempre revelador de la realidad. El precio a pagar habrá sido elevado: soledad, la enfermedad, y no pocas veces la locura habrán sido la moneda exigida por el Minotauro. Solo cuando la existencia muestre su más dramática figura, parecerá la mente derrotada —ahora sí— entender lo que desde hacía tanto tiempo gritaban aquellos libros. Y quizá en ese momento, comprenda no las palabras, sino a las personas que las escribieron. Vislumbrando por fin, que en el laberinto no se hallará solución alguna a los problemas, sino las mismas preguntas, angustias y pesares que a lo largo del tiempo, los hombres, se ha planteado a sí mismos cuestionándose, por el destino y el fundamento de su propio ser. Hallando la verdad, encontramos que no hay esperanza en ella: “la verdad ultima significa la muerte”5. Y su símbolo así lo anuncia: “en el anuncio de su verdad encontramos cumplimiento de su esencia, pues el destino de la necesidad se conjugan en su desaparición, o ¿Acaso el hombre desea la muerte todavía cuando ésta, es la verdad, ó no quiere alejarse de ella... en tanto, que con ello contribuye a la no verdad?”6. Solo una esperanza albergará quien llegado a este punto conserve un hilo de cordura: agarrarse a él… con todas sus fuerzas.
“Toda filosofía no Valdrá una hora de dolor”. Desde mi época de insomnios he hecho inconscientemente esta afirmación de Pascal, siempre, que he leído o releído a un filósofo.

(E M Cioran)

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1 el engaño. Ortega y Gasset: La rebelión de las masas.


Sobre el saber… y saber que somos impulsados.

«Por naturaleza —afirma Aristóteles— tienen todos los hombres deseo de saber»1[πάντες ἄνθρωποι τοῦ εἰδέναι ὀρέγονται φύσει, 980α 21]2. Ciertamente, Aristóteles nació hace más de veinticuatro siglos: en la Antigua Grecia. Sin embargo, no por haber vivido en un lugar y momento que nos puedan parecer ahora tan sumamente lejanos en el tiempo, le eran ajenos los sentimientos: deseos, o las propias sensaciones, que son al ejercicio que me propongo aquellas cosas que conciernen. Independientemente éstas, de quién, y en qué lugar o tiempo las experimente. Y dado que pocos encontraré mejor que él facultados, en tanto al saber “en cuanto a tal” concepto, y que exponerlo en toda su magnitud sería —a este ejercicio— un exceso, consideraré, por el momento y con ello también así finalizar el exordio en el que me veo envuelto, que Aristóteles no solo tenía razón sino que sigue hoy estando en lo cierto. Cierto: que no hay nada que ocurra en el universo y consecuentemente en el mundo —derivado de la naturaleza o las personas— que no estimule al pensamiento, en el hombre que observa y aprende, a través, del medio en el que se desenvuelve, impulsándole a saber. «Saber» que en su conjunto y resumido en una sola palabra es entendimiento; facultad ésta, que habrá de adquirirse por el examen de las cosas a partir de aquellas experiencias sensibles 2.1 —también llamadas impresiones— y la información que estas últimas le ofrecen al juicio respecto de las primeras— procurando llegar a «conocer» y consecuentemente a su producto «el conocimiento». «Conocimiento que —nos dice Kant en la primera línea de su estética trascendental—comienza con la experiencia; pero esto no significa que todo él derive de la experiencia. Principio no significa, pues, origen, sino fundamento 2.1.0» primero del hecho empírico que lleva luego a reflexión: jerarquiza, estructura, ordena, discrimina la información; e igualmente, encuentra respuestas y soluciones —a las cuestiones y problemas derivados de las cosas— por medio de la razón y los demás caudales adquiridos 2.1.1 a través de ella. Esto es el entendimiento, que da sentido al mundo, venido del asombro a despejar el horizonte2.2 “nuestro horizonte”. «Horizonte —pero— limitado, pues nace de una limitación: limitación, que delimitan las propias cosas pero también nuestra visión de ellas»212.

Sin embargo, de tantas las cosas que nos son extrañas en la vida desde su comienzo, sería insensato por nuestra parte abandonarnos, llegado el momento de la madurez, limitándonos, igualmente a admirar asombrados todas ellas, deleitándonos luego en pueriles cavilaciones ingeniosas. Se precisa de esta labor un orden y establecer alguna prioridad. Más, cuando lo que de cierto apremia ahogándonos con el juramento de su lobreguez, es la total ausencia de razón que justifique el sufrimiento que deviene de la manifestación —tantas veces fatídica— de la propia existencia: siendo, como somos, incapaces todavía de prever aquellos fatales eventos que habrán de seguir aconteciendo. Pues, lo advirtió ya Sócrates —filósofo, pero antes soldado— siendo el primero, que tomando aguda conciencia de la vasta tragedia humana que de manera continua discurría ante sus ojos —lejos de especular con vanos conceptos— nos recordó, que dados a la reflexión era la existencia el primer y mayor problema a abordar, estimulando, así una nueva forma de pensar e “incitando” con ello al examen incesante de uno mismo, como al de los demás. Así pues, sería precisamente llevado de esta aptitud entorno de las circunstancias que condicionan, dando o restando sentido a la vida, y donde precisamente el saber justamente está en ser buscado —cuando más, hallado, éste posibilita favorables los cambios— que de los resultados obtenidos a partir de una primera introspección, buscando no fui capaz de advertir otro móvil que a diario determinase mis pasos, al margen de aquel mismo deseo que desde antaño ha guiado mis actos, e igualmente, el devenir de buena parte de la humanidad. Pues, según pude constatar, fue antaño Aristóteles quien —al igual que ahora yo intuyese— entonces convino, que debía existir un fin supremo, deseado, no solo por él sino por todos mortales —principio liberador de todos los males— deduciendo, finalmente, que este fin no debía ser otro que la felicidad: pues «Siendo la felicidad mejor y más bella que todas las cosas, es también la más placentera» [ἡμεῖς δ᾽ αὐτῷ μὴ συγχωρῶμεν. ἡ γὰρ εὐδαιμονία κάλλιστον καὶ ἄριστον ἁπάντων οὖσα ἥδιστον ἐστίν. 1214α]3. Sin embargo, cual sería mi asombro que entregado a un mayor profundizar, reflexionando en el conocimiento de mi propia experiencia y habiendo a la sazón repudiado la senda del autoengaño —que conduce a no encontrarse, ni a saberse uno quién es jamás — pude observar, y no solo de mis actos, que la búsqueda de la felicidad o el mero hecho de desearla pudiera ser aquello que fatalmente motivase cuanto de trágico en la vida hubiere de acontecer. Y parece lógico preguntarse… ¿cómo puede ser? O ¿Qué de malo puede haber? Y la verdad, es que yo tampoco lo sabía, siquiera apenas lo intuía antes de comprender gracias a unas viejas lecciones4 aquello que Aristóteles de forma modesta, al comienzo de su metafísica nos refería, a saber: que primero y por encima de cualquier anhelo de saber «Tienen todos los hombres deseo…» Deseo éste, pero, que no es una clase mayor de querer, sino un impulso, o disposición genérica de la razón “sine iudicium” (sin juicio) entendida, esta razón5 como puro ámbito de representaciones: “inerte” y sometida a las pasiones mismas —dice Hume6— en tal medida, que no puede pretender otro oficio que obedecerlas y servirlas. No alcanzando de este modo la razón, ser motivo de acción ni mucho menos oponerse a la pasión, que venida a lomos del impulso “encubierto” bajo su estela, se muestra ya como una sola cosa, en cuanto a tal, poderosa, que da origen a la acción. Pues, ocurre con el deseo como con tantas cosas, al desnudarlas, encontramos un saber: que arropadas bajo éstas existen otras que nos son dadas encubiertas y así veladas a la razón, que todo lo ignora de ellas cuando, ingenua, las experimenta. Y, es por ello que concluyo con una sugerencia: que no habrá de darse por pedestre este saber; «pues saber, que por naturaleza estamos impulsados, no es un saber cualquiera»7.


Sobre la búsqueda y el deseo de felicidad

"μη επιθυμει αδυνατα"
("No quieras imposibles"), Quilón, 16
(Diels-Kranz, 10, 3

Del saber antes mencionado «que somos impulsados» se deduce, igualmente, que toda búsqueda —por inocente o bien intencionada que parezca— es precedida por ese deseo que la origina. «Deseo que es atributo y misma esencia del hombre» (Spinoza), y que para reconocerlo, antes debemos comprender que al sentirlo está ya en sus partes constituido y en nuestra consciencia obrando, en tanto, que condiciona pudiendo hacer nada para librarnos del castigo que representa, cuando no por mil veces deseado, seguimos tan lejos de alcanzarlo. Constituido, pero, bien pudiera haber sido maquinado pues, parece más la obra del diablo: acaso un gusano, forjado, a partir del misma génesis de la conciencia: germen que eclosiona y toma su asiento y sustento primero a partir de la propia extrañeza de las cosas; más cuando mayor sea la fijación, mayor será su alimento, que irá en aumento, igual que su necesidad—más allá de lo racional— sostenida por uno o varios sentimientos: necesidades pero, que bien pudieren también no serlas, aunque sí parecerlas, llevando al individuo a diferentes estados de conciencia (emocional), donde se retroalimenta lo que todavía no, pero ya se intuye impulso (potencial de la acción) hasta el momento, en que se desata. Impulso —crisol— que funde todas las partes y donde se fragua naciendo el deseo, que habrá de tornarse luego en acción… de la voluntad; voluntad que nos estimula y arrastra por desconocidos e intrincados laberintos hasta conseguir, no siempre, la tan anhelada meta de la felicidad; pues, no son pocos los que opinan que podría no alcanzarse jamás, alegando que la felicidad es como el cielo, a veces, creemos estar en él imaginando una realidad y, sin embargo, de inmediato advertimos que se trata de una ilusión temporal: una fantasía, que nos llena de desconsuelo al comprobar instantes después, que seguimos con los pies descalzos sobre el suelo”. Esta misma idea se desprende de aquellos textos de Schopenhauer, donde retomaría los estudios acerca de la felicidad, iniciados siglos atrás por Aristóteles; estableciendo, que dicha felicidad así como la suerte de los mortales, podía reducirse a tres condiciones básicas y fundamentales: lo que uno es, lo que uno tiene, y lo que uno se representa; refiriéndose en este último caso, al honor, la categoría y la gloria. Pero, no se dejen seducir por lo que se pretende, sea un decano de los libros de autoayuda. Si bien, es cierto que aquel ilustre filósofo trato ampliamente el tema de la felicidad y de cómo acceder a ella, lo que verdaderamente deducimos luego de su lectura es, la imposibilidad absoluta de acceder a ella concluyendo: que el Arte del buen vivir es esencialmente un manual, en el que se desarrolla el complicado arte de sobrevivir en el mundo. Sin embargo, inteligente por nuestra parte también, sería no olvidar: la advertencia, surgida de aquella mente, dicen algunos que atormentada y que abocaba a su dueño continuamente al pesimismo, y cuya dimensión más crítica se encontraba representada por una voluntad irracional, aludida y ampliamente desarrollada en sus escritos, de la que se entiende nos previno: describiéndola, como una voluntad infinita, discorde y devoradora de sí misma. Una voluntad esencialmente que es desdicha y dolor «Pues ningún bien final saciará la avidez de ese genio del engaño —llamado voluntad— que encadena, la libertad y la independencia del intelecto (...) (…) no hay libre albedrío; en todos los casos, la búsqueda racional esta movida por los intereses de la voluntad, voluntad que jamás se ve saciada, y cuya única forma de liberación posible, para el hombre, es la total auto aniquilación de la misma». Con ello—dice Nietzsche (Mas allá del bien y del mal)— Schopenhauer nos da a entender la voluntad como la única cosa que nos es propiamente conocida —del todo y por entero— sin sustracción ni añadidura. Nos describe una voluntad que es en sí misma libre. Si bien, esta voluntad también puede, aunque no sin esfuerzo promover, en el hombre y para el hombre, su propia liberación; siempre, que no perezca sometido a ella1. Por lo que “claramente” se nos exhorta a renunciar a un cuarto aspecto sugerido, pero no incluido junto en los anteriormente expuestos, y que a mi modo de ver es más relevante, incluso, que aquellos. Me refiero, al que sin duda alguna condiciona el destino y la felicidad de las personas en nuestro tiempo; entiéndase: no lo que somos, tenemos o representamos, sino aquello que desde el fondo más insobornable de nosotros mismos, anhelamos ser.
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1 En el umbral del tratado de ética, que debe indicar el camino de la liberación humana de la voluntad de vivir, Schopenhauer se debate ampliamente con el problema de la libertad. ¿Cómo puede el hombre liberarse de la voluntad si no es libre frente a ella, si es un esclavo de la voluntad misma? (Hist. Del pensamiento. Sarpe)

Precipitarse hacia las propias consecuencias.

Hoy más que nunca podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que pertenecemos a la era de la complejidad y la incertidumbre (S. Paniker). Las barreras que antaño nos recluían en celdas “sociales” apartados de esperanzas y anhelos han ido cayendo. Los hombres no nacen condicionados y las aspiraciones no se ven limitadas, debido, sobre todo,a un bajo estatus social. Consecuentemente, desde muy jóvenes todo lo que somos, tenemos o la opinión que merecemos a los demás nos parece insuficiente; nos sabe a poco queriendo más: más reconocimiento. Pero sobre todo, deseamos sentirnos protagonistas y diferentes al resto de la sociedad. Sin embargo, al levantamos por la mañana, la realidad nos saluda: arrojándonos a la cara un jarro de agua fría. Nos miramos entonces ¿cuántas veces? resignados frente al espejo, aborreciendo de nosotros mismos, de lo que somos y de nuestra vulgaridad. Entonces nos afligimos, nos afligimos por todo aquello que deseamos desde lo más profundo del alma; desde esa misma profundidad, por la que igualmente sabemos que jamás lograremos, nunca, el propósito alcanzar. Y he aquí el lugar: “la fortaleza” de nuestro hogar; y el instante, frente al espejo. Ese preciso lugar y momento, en el que la conciencia se despereza y nos mira desde el otro lado con nuestro propio reflejo, susurrándonos, con voz sutil y encantadora, de tal manera que las palabras adquieren propia luminiscencia: más, cuando «Rotas y sin vigencia, las normas que durante tanto tiempo prestaron contingencia dentro de la sociedad al individuo, no puede este ahora construirse una dignidad, sino extrayéndola del fondo de sí mismo» (Gaset). Pero cuidado: la imaginación es mala cabalgadura para un hombre sensato; ya lo decía Pío Baroja y no le faltaba razón. Hay ocasiones, en que esas efímeras e inofensivas visiones, plagadas casi siempre de buenas intenciones, mueven a despertar profundos deseos: exacerbadas pasiones, que lejos de parecer arriesgadas nos seducen de manera singular: tirando de nuestras almas —desoyendo las advertencias— cuando atisbamos a lo lejos la posibilidad de ir más allá convencidos, de hacer los sueños realidad. Se trata de verdaderos orgasmos deslumbrantes, de luz delirante y fabuladora que incitan a mover y cambiar el modo de ser y pensar: a actuar, creyendo, que si seguimos adelante lograremos permutar el despreciable destino al que se dirige nuestra existencia. No negaré, que el ejercicio resulta convincente, y más, para quien ya se encuentra desilusionado consigo mismo. De modo, que la catarsis contribuye al embelesamiento, desmantelando así toda defensa, frente a ese caballo blanco que avanza llamado voluntad, que el individuo pudiera haber construido y así defenderse de su violencia. Violencia devastadora, con la que luego irrumpe arrasando cual salvaje montura pertrechada de etéreas substancias, con las que nos invita a cabalgar, haciendo frente a las eventualidades del mundo que puedan salir al paso. Muy pocos son entonces los intuyen el enorme coste y sacrificio que supone un precipitado juicio; una determinada elección en nuestra vida, sobre todo, cuando se quiere ir, más allá, de uno mismo. Aún son menos, quienes cuentan con la voraz tormenta que pueda tragarse, mandando a pique la tan anhelada empresa. No son pocas las ocasiones, que embarcamos la vida en un frágil junco, construido apenas con algo más que buenas intenciones, sin saber, que nos aventuramos a un mar bravío seno de frustraciones y desventuras; pues, es una travesía muchas veces malograda de ante mano, por no haber calculado “la infinitud del deseo”, ni previsto, las dificultades de tan arriesgada singladura. No pasa mucho tiempo para cuando la tempestad arrecia desarbolando las velas: desatando los problemas, y volviendo los titanes en contra nuestra. Solo entonces, nos acordamos de aquellos desestimados consejos y surgen las primeras dudas: recelos primero, que darán luego paso al miedo, que se agrava durante la noche, cristianizado en sombrías pesadillas que, una vez manifiestas, se tornan perversas, acechando y atormentando al individuo: consumiéndolo más que la propia vida. Con ellas se revelarán uno tras otro todos los peores fantasmas, surgidos, como demonios no invocados en la noche oscura: duendes del subconsciente, que invitados por ese “otro yo” que algunos afirman: todos llevamos dentro, disfruta martillando lenta la conciencia cuando nos reprocha que quizá nos equivocamos, o aún peor recordándonos, lo terriblemente atroz y absurda en que la propia vida puede llegar a convertirse. Por fin, y una vez ya presa de la red tejida por el caos, y la incertidumbre; la misma, donde deposita sus gérmenes la locura, veremos el futuro de forma muy distinta; sintiéndonos, como aquel que tantas veces frecuento la angustia y la duda, dotándola de sentido; y que de manera elocuente, al preguntarse qué le depararía el futuro, comparó sus sensaciones con las de una araña que desde un punto fijo se descuelga, suspendida, teniendo ante sí, siempre el enorme vacío, pataleando sin encontrar un lugar donde apoyarse: víctima de su propia voluntad y precipitada hacia a sus propias consecuencias.


Una última y breve observación sobre el destino

«Todo destino es dramático y trágico en su más profunda dimensión» escribió, en alguna ocasión Gasset ».Hace algunos años leí un bello pasaje en un libro que afirmaba: “la verdadera patria de todo hombre y mujer, origen de sus deseos e igualmente, punto de partida en el que es forjado el destino de sus vidas, se encuentra en algún momento de la infancia”. Por mi parte, reconozco haberme sentido seducido y no en pocas ocasiones, pasar tardes y noches en vela cavilando, dejando pasar sus horas; pensado, cuando no buscando en el pasado, ese preciso instante, hasta dar con él. Estupidez enorme la mía, solo posible en quien ignora que no importa el origen —apenas sostenido ya en un reflejo indefinido, que se derrumba una vez y otra en el impreciso caudal de la memoria— sino el propio destino, y que este, viaja formando parte de uno mismo. De modo que poco importa ya, si tal afirmación es cierta, pues de nada sirve el ejercicio, sino para reconocerse víctima del devenir pues, antes en el pasado e igual que ahora en el presente, ignoraba, el final del camino que emprendía y, consecuentemente, hacia donde, el destino me conduciría.
Platón, en su Timeo dice que « aquello que sucede, sucede necesariamente por una causa». Plutarco, al final de su libro de fato, entiende que «lo primero y más importante no es tanto saber, que nada deviene sin una causa, sino que todo deviene en virtud de causas anteriores». Por lo tanto, sería inteligente no buscar causas primeras ya lejanas, concluyendo que todo principio es causa de la anterior y continua sucesión de diversos acontecimientos, los cuales, conducen hasta un determinado origen: Ese principio, inductor —catástrofe lo llamaría C. Zeeman— o mera discontinuidad, que altera los factores que hasta el momento han guiado nuestra vida y en el que sin saberlo, conjuramos de nuevo a las parcas que maniobran infinitos destinos. Será a partir de entonces, que caminaremos sobre un hilo que por nosotros mismos ira siendo tejido, desconociendo, aquello que aguarda más allá, escondido, tras los vados y sombras del camino. Y así, hasta provocar otra inflexión en la maquinaria del destino. Pues ocurre, que aquellos fundamentos que gobiernan los misterios del universo, comienzan como engranajes de un viejo reloj a temblar, avanzando en movimiento infinito sin vuelta atrás, cuando unos niños en la roca sentados imaginando historias en silencio contemplan, con la vista perdida en el horizonte y la esperanza labrada en el tiempo, la difusa silueta de sus sueños, forjados el murmullo sibilino del viento, y el rugir furiosos de olas que golpean, límites impuestos al mar.

 

 ACERCA DE LA FILOSOFÍA

 Acerca de "la Tragedia en el ocaso del pensamiento"

     “Se me ocurre decir que" filosofía es la sistematización del pensamiento “¿Es conveniente sistematizar el pensamiento? ¿La sistematización no le quita espontaneidad y le impide desarrollarse con libertad? Me gustaría si tuviera tiempo imaginar un mundo sin límites y coacciones, donde el vuelo del pensamiento humano no se viera influido y determinado por fuerzas opuestas. Existiría el "orden" en el que vivimos inmersos?” añadiendo después: “El fin de muchas Escuelas Filosóficas termina siendo la dominación, aunque se hayan originado en causas nobles y trascendentes” Elsa Beatriz Sabugo. ( ANTES UNA AMIGA DEL FACEBOOK) / LUEGO...

Me pregunto: ¿Hay alguna tragedia mayor que aquella, en la que se encuentra hoy la filosofía? Cuando esta ya no tiene nada que decir; más, desde que los intelectuales no fueran capaces de entender que la ciencia, era el signo de la civilización moderna y decidieran así, ocuparse de cualquier cosa menos de aquellas que realmente interesaban*. “Ahora, sumida en una profunda crisis, olvidada por el hombre y desterrada al plano de las universidades y de la academia, la filosofía se contempla como la actividad de personas que se encuentran al margen de la realidad"(1). Igualmente «El enfriamiento de las pasiones, la moderación de los instintos y la disolución del alma moderna han hecho que perdamos la costumbre de sentir el consuelo de la furia y han debilitado la vitalidad de nuestro pensamiento(...)(2)»"¡A esto nos han conducido siglos de educación y de erudita majadería!"(3). Es entonces que surge una cuestión. Cuestión, al margen de saber, si la filosofía sirve o no sirve o, cómo debería servir y, nos preguntamos, en lento ocaso: hoy, ¿A quién sirve la filosofía? He aquí la cuestión y, entiéndase por servir: obrar al servicio de, o proveyendo a ―de manera directa o indirecta― una persona, empresa o causa obteniendo esta (persona, empresa o causa) un beneficio como tal (material) de haberes sea, en la contabilidad de su cuenta corriente o bien, de estatus personal y social. Y les advierto... ya una respuesta asoma, por sí sola, aunque se requerirá de una admirable dosis de osadía para dirigir lo que se resuelva de la cuestión, sin vacilar, contra las imponentes defensas: fortificaciones, que se advierten ya cargando cañones de tinta, en la lejanía.

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(1)(JP Corrales Niño ( DEL GRUPO DE FACEBOOK ANTES DE DEJAR LA RED )

(2) E. Cioran. El Ocaso del Pensamiento, Tusquets Ed, 2006 

(3)(Ibid)  

 

¿A quién sirve la filosofía?
          Y Sobre "la congregación para la doctrina del pensamiento correcto"

 

     ¿A quién sirve la filosofía contemporánea? He aquí la cuestión y, también, una respuesta o mejor una lanza, pues: La lanza no discute ni admite antes discusión luego solo encuentra y se hunde: en el corazón, del adversario… cuando después le acierta.

      Entendiendo, para empezar, que la filosofía contemporánea y "establecida en la sociedad” sea para el estudio —en escuelas—, la difusión —en librerías y bibliotecas— o, como disfrute personal sirve y beneficia principalmente, no tanto a quienes la producen o produjeron —que son pocos o ya están muertos y no protestan— sino primero y más, mucho más —que a autores o herederos— a quienes la reproducen, sean estas: editoriales, publicaciones especializadas, universitarias etc. Incluyendo, en este grupo de beneficiados, como subgrupo, a quienes la inducen de sus diversas formas: la más extendida en forma de libro como “estudio” que, muchas veces es fomentado por aquellas primeras, resultando con ello un “estudio” muchas veces parcial ,en tanto que subjetivo, y beneficiando en todo caso al autor y/o a los intereses de quien lo promueve. Después, están aquellos quienes encuentran su beneficio desde las cátedras o sillones donde se sientan y, que en la filosofía encuentran el pan que les sustenta, a ellos y sustenta sus egos y, por qué no decirlo: sus ansias de poder y aspiraciones de ascender en lo social; pues ¿a quién sino sirve de verdad la filosofía? Yo recuerdo ahora a un ministro pero, realmente ¿a quién provee de alimento? Alimento que fuera en la vida o en la calle sirva de sustento, valiendo, para afrontar quehaceres en la lucha cotidiana del día a día. Mas se da el caso, que si a algunas personas a llevar una vida plena les ayuda la filosofía (entendiendo un determinada forma de pensamiento o a un filosofo concreto) es curioso, que cuando se expresan o expresan lo que sienten o piensan al respecto, sean aquellos —que fomentan la filosofía desde las escuelas— los mismos, que  juzgan mal a quienes por la filosofía igualmente se orientan pero, difieran, o interpreten diferente —y todo en la vida es interpretar— en el modo de pensarla o practicarla, aunque todo devenga de un mismo fundamento o (texto) alegando: “Muchacho no pienses, no tienes escuela”. Y luego... ¿cómo discutir con ellos? Es absurdo. Si lo intentamos nos abruman, como buenos letrados en un juicio con textos y papeles, justificándose unos papeles a los textos y los textos a los papeles; hundiéndonos entonces a nosotros y aquel razonamiento humildemente expuesto, en la miseria más absoluta “mediante cuchilladas de silogismo, pues tiene el dialectico un instrumento implacable con el que ejercer su tiranía, y condenar al vencido porque le obliga a tener que probar que no es idiota: enfureciendo así a los demás, a las vez, que le niega toda ayuda. El dialectico reduce el intelecto del adversario a la impotencia”. (Nietzsche). Y a mi pesar, opino que llámese o llámenlo como-se quieran llamar, pero esto no es filosofía: “es congregación para la doctrina del pensamiento” que en conformidad con su razón de ser, dentro de la curia de aquellas “Escuelas Filosóficas” que pretenden la dominación y razón en el pensamiento universal promueve: colegial y regularmente encuentros, e iniciativas, para difundir el instrumento mediante el que ejercen la tiranía en sobre otras corrientes del pensamiento; defendiendo, siempre con ferocidad aquellos puntos del pensamiento establecido y, que puedan estar siendo puestos en peligro como consecuencia de nuevas tendencias o movimientos contrarias/os y, que la amenacen; o bien,  amenacen, la teoría general de la ocupación el interés y el dinero cuando, no puedan ser aceptables aquellas ideas al sistema que les promueve y financia, tanto a ellos, como a sus instituciones de adoctrinamiento. Y así, pasamos de filosofía a religión, con una curia, que igual que la iglesia, promueve, doctrinas desde sus propias instituciones o escuelas de adoctrinamiento —principalmente universidades—. Doctrinas, que son el  tipo de doctrinas: pensamiento o filosofía que interesa Y que interesa i no da problemas,  retroalimentando al sistema i al estado de "aquellos" individuos más adecuados, a este. Pero... exactamente por qué i digo que es “Religión” ¿Es esto posible? La Religión es básicamente un dogma, un culto y un clero. Dogma (es un conjunto de creencias inalterables, como los principios en filosofía). Un culto (es el hecho de poner en práctica por medio de ritos ese dogma o, en filosofía sus principios) Y un clero (son los encargados de mantener o conservar i difundir el dogma y que se muestran como oficiantes —sean curas o en este caso  maestros— del culto  que preserve de antes el dogma de su i un  solo pensamiento ( occidental). Pero i miremos ahora moviéndonos i hacienciendonos O siendo (i con la perspectiva antes luego desde otro i propio lugar i de ser→ de uno i maestro G. Bueno i después de él (texto i su conciencia del texto) Lo siguiente después de él→ Materialismo Filosófico que tomamos de los textos i adentro entendemos de él aquello i lo mismo antes de él su experiencia ( que convierten en doctrina ( en nuestro caso una Doctrina sistemática sobre la estructura de la realidad (entendida i se supone o lo suponen que entienden / bien i eso que es una suerte para uno i no para otros igual / porque todos necesitamos alguien-ahí después (i filósofos ) que  explique  i de su palabras de yo luego de él i (Lo→  después que no es lo mismo ni de la misma manera i  antes de uno i maestro hacia→ igual otro uno (i en casa del otro)  la maestría / luego si el maestro no-es→ Lo mismo-ahí la maestría tampoco Lo mismo después (academizado o institucionalizado igual es i de la sofística antes  luego el sofista después dando clase a (gente que no-es  nadie de la propia experiencia de la vida i gentes lo mismo de las cosas no-son i nada que decir) aquel que no se mueve  desea  estar-ahí escuchando  i poder-ser (algo que no-es) i paga por ello después (lo que cuesta del otro nombre mantenerse antes de él-ahí luego plato servido después de un texto )

i  de Platón Lo mismo después i-de  G. Bueno el hombre antes i luego él fundador de la Academia después icon ella, de un método característico de filosofar i- de el antes luego Lo otro i lo mismo de otra manera método dialéctico. Platón, en la Academia, instituyó el método formal de proceder de una filosofía que, hasta entonces, se había manifestado “informalmente” en la plaza pública, i lo mismo hoy  de otra manera en la calle de todos ( que es i no-es de todos) en las universidades públicas como “filosofía mundana”. Sócrates es la encarnación más pura de este modo “mundano” de filosofar ( añadamos Sócrates desde Lo opuesto de uno) Esta de antes el hombre i no la misma filosofía luego i ciertamente mundana inspirada de moverse en el mundo i desde su propio ejercicio Y la conveniencia de crear instituciones (o de reutilizar instituciones ya establecidas, incluyendo aquí la casa de Calias) como espacios capaces de favorecer y desarrollar su propia vida. La “institucionalización” de la filosofía abriría una dialéctica  donde el sofista i en virtud del la cual la “conveniencia” de cobrar por un saber que no se sabe antes de él luego  Lo llevaría una “inconveniencia” de alcance muy diverso i en el límite, la de-generación (física o del físico de la filosofía, a partir precisamente del cierre “sobre sí misma” (o, lo que es lo mismo, a partir de su alejamiento de la filosofía mundana i del no recorrer de si mismo el mundo presente). A este “cierre sobre sí misma” podrá llegar de muchas maneras: 1) Por el dogmatismo. 2) Por el engolfamiento en su propia tradición histórica i las 3) escuela por la que se cobra explicando Lo que no saben de él por la propia experiencia  i sentir como lo mismo de él→ ignora de la experiencia que da alugr los textos io concien en ellos de 1 i luego los otros Estas vías permitirán hacer creer a la filosofía institucionalizada antes por las escuelas que ella, viviendo exenta no del presente ( i perdon: sino de mcobrar a las pewrsonas del presente  e ingenuas como solas que  i a las que  envuelve) puede alimentarse de sí misma.

a base de repetir siempre mismo de muchas maneras de manera que la idea rime por que la rima sino rima  menos entra la plata  que llama la idea  ( al ingenuo ) que la lama llama o la symploké (en griego συμπλοκή symplokē, "trama, entrelazamiento, unión") en retórica  es una de las figuras literarias del discurso en la repetición ( apuntos o golpes  que queremos apuntalar con la rima que llama a la repiticion de la llama que rima  más


Niega el monismo [41], por cuanto defiende el pluralismo ontológico, pluralismo que no se reduce al reconocimiento de las diferencias entre los seres, sino a la afirmación de que entre estos hay discontinuidades irreductibles (acogiéndose al principio de discontinuidad implicado en la symploké [54] platónica, según la cual “no todo está relacionado con todo”); y en esto se diferencia del monismo materialista tradicional que, como el monismo teológico monoteísta, defiende que “todo está relacionado con todo”.


no el  “Materialismo Filosófico” i sus escuelas independientes (si no de universidades en las que se imparte)  y fundaciones y, quien no vea en esto (dogma culto y clero) es marioneta y, además, está ciego: “Cuando el hombre cree en algo, cuando algo le es incuestionable realidad, se hace religioso de ello” (Ortega y G.) (Religio no viene, como se acostumbra a decir, de religare, de estar atado el hombre a Dios. Como tantas veces, es el adjetivo quien nos conserva la significación original del sustantivo, y religiosus quería decir ‘escrupuloso’; por tanto, el que no se comporta a la ligera, sino cuidadosamente) y, díganme, ¿conocen a alguien más escrupuloso en lo intelectual que el catedrático de filosofía? Yo no. Igualmente desde antaño la filosofía se ocupó del estudio filosófico de la religión incluyendo, argumentos sobre la naturaleza y existencia de Dios; sobre el problema del mal y, sobre la relación entre la religión y otros sistemas de valores como la ciencia y la ética; tanto, que si ahora podemos distinguir entre la filosofía de la religión y la filosofía religiosa, no era tanto así antaño o ¿no fue ya una cosa esta y ésta la otra? Termino pues, por el momento y lejos de reclamar condescendencia mejor, esperaré la crítica; pues nadie (adoctrinado en el sistema secundará lo expuesto) y es tan licito, como entenderlo es de sencillo: el alumno que aun no lo es, lo quiere, lo siente y desea por todo los medios cuando pueda y se lo permitan, pertenecer a la curia del “pensamiento cierto, de escuela, correcto y establecido” que no hallará más fundamento que aquel, que a la vez que sirviéndose a sí mismo y al que le formó, le sirva igualmente al sistema que lo alimenta.

Acerca de la libertad y la moral: "Cuando nace un hombre libre y queda un hombre muerto"

 

En la crítica de la razón dialéctica Sartre presenta al “grupo” (como una serie de libertades o sujetos libres, que se unen) y donde cada uno delega su libertad en el grupo, pero el grupo es imposible, porque el hombre no puede dejar de ser libre (entregando sin más su libertad al grupo) y lo que erosiona la cohesión del grupo es, precisamente, la libertad de cada uno. En el prólogo de "Los condenados de la tierra" de Franz FanonSartre se dirige Degaulle (es aquí que nace la teoría del tercer mundo, allá por los 60') cuando Sartre revela al sujeto europeo como hecho a sí mismo por la explotación y la esclavitud de los argelinos (entiéndase en caso de franceses, extrapolable a otros europeos: cada cual en su colonia). Entonces, Europa deja de "sujeto" de la historia y pasan a ser los explotados y esclavizados los sujetos de la historia pues, ellos son los que la están escribiendo. “Una moral se funda solo sobre la libertad del sujeto. Si no se es libre, no cabe moral alguna. Cuando un esclavo explotado recibe su fusil, recibe su humanidad. Cuando un explotado esclavo mata a su explotador nace un hombre libre y queda un hombre muerto". (Sartre)

(Prólogo a un ensayo inconcluso). 


 

Acerca de la satisfacción de un deseo resuelto, en su representación.

 En alguna ocasión dijo Borges y, siempre que puede recuerda Savater: “me enorgullezco no de lo que escribo sino más de lo que leo” empero, en mí caso, más son las veces luego que me arrepiento. Llevaba algún tiempo, más de dos meses buscando las obras completas de Wittgenstein. Cuál sería mi sorpresa, pero, que tras algo más de un mes después de haberlo solicitado, y cuando por fin ya lo tenía en mis manos que: «Ay dios —exclamé— este libro no es». No podía ser. Comprobé, no sin asombro, que faltaban del tomo: el (Tractatus lógico-philosophicus. (1921) e igualmente, las Investigaciones filosóficas (Philosophische Untersuchungen (1953). Sin embargo, no iría mi gozo al fondo del pozo cuando, del tomo, los diarios de Wittgenstein descubrí, que me eran antes del todo ajenos para mí. De ahí, luego que lejos de la decepción me embargase el asombro. No escapa a nadie que se trata de uno de los personajes más influyentes del siglo XX, y de cuanto encontré no hallé desperdicio; mas es curioso que prestando atención al diario, las notas y epístolas(1) de algunas, como la carencia de sentido de la definición russellana del cero, y sobre la cuestión entera de la existencia de números de cosas(2), más adelante y, a través, de otras notas dispersas se comprenda —marginando el significado literal de la hipótesis que el autor quería darnos por resuelta— no ya la solución de esta, por una formula dada, sino más el deseo a la solución tal y como nos es propuesta; y de esta forma de sus propias palabras se entienda, o se pueda entender, cuando leemos en otro contexto: “la representación de un deseo es, eo ipso, la representación de su satisfacción”(3). Y me pregunto, acaso ¿no es igualmente la representación de su deseo —una hipótesis—  la solución, que nos ha sido propuesta?  De lo que resulta la obtención de un deseo, en su representación que es, igualmente, y por tanto, la representación de su satisfacción. Independientemente, del significado o la veracidad esta.

©Jorge Maqueda Merchán (2011)

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1 (Wittgenstein, Tomos I y II. Ed. Gredos- 2009)

2 (de una entrada a su diario filosófico 21/10/1914, Tomo II ed. Gredos 2009, pag 37)

3 (observaciones a «la rama dorada de Frazer» Wittgenstein Ed. Gredos T2 pg.535)



Acerca de una sociedad profundamente enferma.

"La indignación es con frecuencia el mayor autoengaño a las emociones"

(David Denby: The New yorker)

 

        Darse cuenta, que estar adaptado, educado y considerado en una sociedad profundamente enferma1, con toda su miseria, brutalidad y conflictos —formando parte ella— es, igualmente, estar enfermo y predispuesto a su aviesa moral, abandonándose completa y activamente a ella los unos; o bien, sometidos a sus políticas y engaños los otros. Todo habrá de resumirse en servir, de un modo u otro al sistema, sea en el consumismo, la dilapidación y la codicia, o bien, ardiendo en la condenación de la servidumbre: esclavizado y lentamente consumido por burócratas, banqueros, políticos, jueces, agencias: gubernamentales, calificadoras, de crédito y por todo aquello que en sí mismo consiente se arrastra y presta —facultado en la mentira y el engaño— a alimentar la falacia, que perpetua la angustia de esta terrible infamia. Crisis dicen. No hay crisis, sino en la conciencia: cuando ésta, ya no puede ya aceptar antiguas normas, aquellas mismas normas, que en el pasado le dieron contingencia. Pero, considerando el estado actual de las cosas....

(seguiré seguro) 

 

      Una falacia dentro de otra falacia es... "una verdad". Luego, imponer esa verdad que está, sustentada en una falacia que está, dentro de otra es... "una infamia" (08/11/2010)(1/30a)

 

"nadie está más esclavizado que aquel, que erróneamente creé ser libre"

Johan Wolfgang Goethe.

 


Acerca de una nueva, aunque ya pretérita teoría de la visión.
Hay cuestiones que por alguna razón y desde siempre han atraído tanto como desconcertado las mentes más instruidas. Si bien, tal desconcierto no habrá de ser mayor al debate que genera postular, de las cuestiones, algunas de sus posibles soluciones. Y se observa esta circunstancia en mayor medida, cuando de lo que se trata es de la realidad; entendida ésta como aquella realidad material que percibimos a través de los sentidos. El propio Heisenberg (1901–1976) —físico conocido sobre todo por formular el principio de incertidumbre— y para quien todo aquello que observamos no es la naturaleza en sí, sino la naturaleza expuesta a nuestros ojos, ya se cuestionó la existencia de la realidad en sí misma, tal y como la percibimos. Niels Böhr (1885–1962) posiblemente, el físico que realizó algunas de las mayores y más importantes contribuciones a la comprensión de la estructura del átomo y de la mecánica cuántica, en su momento, también fomentó el debate, afirmando: "Todo aquello que nos parece un mundo estable, tangible y visible no es más que una ilusión". Y, si bien, es cierto que semejante afirmación a todos nos desconcierta, existe alguna otra que aun, más todavía nos inquieta, a saber: del ensayo de una nueva teoría de la visión. Así llamó George Berkeley (1685-1753) filósofo, y natural de Irlanda, a su primera obra publicada apenas con 24 años de edad. Berkeley desarrollaba así la tesis por la cual, se entendía la negación de una realidad externa y objetiva al ser humano, estando aquella sugerida al hombre por las propias sensaciones que se derivan directamente de la persona que se encuentra observando el objeto en cuestión. Del mismo modo Berkeley afirmaba que el tamaño, volumen y situación de los objetos no se podían ver de un modo directo, sino que todo ellos eran interpretaciones del significado de los colores (la luz), los cuales son en realidad lo único que realmente podemos ver, afirmando: "La coincidencia de las sensaciones táctiles con las visuales carece de toda justificación, pues aquellas y estas sensaciones, también llamadas impresiones, son simplemente signos de los cuales consta el metódico y codificado lenguaje de la naturaleza, dirigido por Dios a los sentidos y la inteligencia de los hombres". Más avanzado el ensayo, Berkeley nos describe este lenguaje metódico, y creado por Dios, que tendría por objeto instruir y guiar al hombre, a la hora de regular sus actos en la tierra, con el fin que obtuviese todo aquello que le fuese necesario para la vida en ella. Si bien —a mí modo de entender— aceptar esta interpretación podría conllevar una segunda lectura, quizá implícita, que nos llevaría a cuestionar, si este magnífico lenguaje codificado habría podido ser creado por Dios no solo, con el objeto de que el hombre obtuviese todo aquello que le fuese necesario para la vida en la tierra, sino también, con el propósito de mantenerlo alejado de todo aquello que sobre ésta, sutil e inteligentemente velado a los sentidos y por lo tanto a la razón, pudiese fatalmente destruirlo. Pues, es de sobra por todos conocido que existen en la naturaleza innumerables peligros, además, de aquellos que percibimos o podemos intuir. De algunos somos plenamente conscientes; de otros por el contrario no, o al menos, hasta que ya es demasiado tarde. Y es precisamente cuando llegados a este punto: tarde y sobrepasado el límite dado a la razón, que regresan surgidas del infierno a tomar desquite aquellas fuerzas terribles, distintas a las que se suponían y que acompañadas de bárbaro sufrimiento, lo son, además, de un profundo sentimiento de devastación».

     "Hay cosas que sólo la inteligencia buscaría, pero que por sí sola no podrá encontrar. Son aquellas que sólo el instinto encontraría, pero que no buscará jamás." (Bergson)

 


La primera bifurcación

"Hay cosas que la inteligencia podría buscar por sí misma, pero que sola no encontrará jamás. Son aquellas que el instinto encontraría, pero que nunca buscará."
(H. Bergson)


Bastaría una noche y, no más, para darse cuenta extrapolando una expresión utilizada frecuentemente en física y otras ciencias exactas, que existen múltiples dimensiones en la mente, del mismo modo, que coexisten múltiples dimensiones en el espacio. Y así, igual que los matemáticos barajan teorías y posibilidades, acerca de la existencia de infinidad de universos, independientes, los unos de los otros pero, sin dejar de formar parte de un mismo conjunto; no es necesario profundizar en antiguas doctrinas lulianas, o ecuaciones interminables para afirmar, que de modo semejante opera el subconsciente: desarrollándose de manera paralela e inconexa al consciente pero, sin por ello, dejar de formar parte de un mismo y único yo. De tal modo entendemos los sueños, o igualmente, aquellos estados de catarsis inducidas como profundas bifurcaciones, generadas de manera espontánea sobre mismo espacio en el que se manifiestan los pensamientos, si bien, surgiendo a un plano superior o, como poco distinto, y ajeno a las reglas físicas universales que rigen la vida, el espacio y el tiempo. Sin duda, esto motiva en el hombre la posibilidad de experimentar un suceso singular e inquietante. Y, por su puesto, que desarrollar algún día de modo controlado tales procesos nos abriría las puertas que conducen entre inexplorados caminos, hacia inimaginables fuentes de sabiduría y conocimientos las cuales apenas hoy podemos sospechar. Sin embargo, este ejercicio ya sea inducido o generado de manera involuntaria también abre los cerrojos de un espantoso laberinto, por el que transitan horrores y angustias; monstruosidades que habitan en lo más profundo de cada uno de nosotros y, de los que les puedo garantizar: la mayoría no hemos oído hablar jamás.

Bajo la fisura de Rolando

Es posible, sobre todo, para aquellos que labraron la su futuro cultivando la ciencia en el campo de la psiquiatría, que no les sea ajeno el libro del Dr. Isan Agar: Enligt spricka av Rolando (Bajo la fisura de Rolando). De otro lado, es normal que mucha más gente no lo conozca. Es este uno de esos casos, que por extraño, resulta excepcional. El libro, único en su género apunta aquellos riesgos que para aventurados pueden representar algunos tipos de ejercicios dados, a la exploración introspectiva. El libro, escrito a principios de los años treinta del pasado siglo XX hace explicita referencia, a determinado número ejercicios y supuestos, apuntando consejos a tener en consideración, si deseamos practicar la introspección de manera segura, evitando así los riesgos que de los mismos se pudieran derivar y, que son escrupulosamente descritos. De entre sus inquietantes páginas podrían muy bien destacarse un buen número concreto de pasajes, de los que cabría prestar especial atención, a dos de ellos. El primero titulado: fullhet av fullkomlighet (plenitud de plenitudes) en el que se representan singulares descripciones, acerca de aquellas poderosas alteraciones, que por los medios tecnológicos utilizados —y denunciados en su momento por otros colegas— para su estudio, son descritas por el propio Agar como “poderosos campos de soberbia energía, subyacente, del propio consciente y posiblemente más allá de aquel”. Concretamente, en el capítulo tercero se referencia una de estas fuerzas, de la que explica el mismo autor con reanimada simbología: “hundida en la tiniebla habita los confines profundos de la mente, haciendo presa en quien experimenta, que en la tristeza desorientado, fatigado de racionalismo tan vaga explicación encuentra: que su nombre no es, a la praxis mundana”. Lo cierto es, según Agar, que quién es atrapado por estas fuerzas permanece sumido en un profundo estado de “sopor catatónico”. Volcado a terribles visiones que torturan el alma, desde el interior de uno mismo, de la propia mente y quedando por siempre atrapado, en las propias emociones: impotente de exteriorizarlas jamás y aumentando todavía más si cabe, el sufrimiento. “Es inútil pretender atisbar el mínimo signo de la terrible angustia de la cual son víctimas estas personas, atrapados para siempre en las telarañas de la locura, junto a las innombrables abominaciones que en ella habitan”.
 ACERCA DE LOS MONSTRUOS
   <Si Virgilio palidece al entrar en el infierno que es su morada eterna ¿cómo no he yo de sentir miedo?> Dante, (la divina comedia)
Muchos años me he estado acostando temeroso y sabedor de que apenas fuese a acostarme y, sin tiempo, apenas de cerrar los ojos sentía, el desasosiego turbar mi frágil descanso(1). La calma y el silencio que antes de irme a la cama circulaban, como suaves y tibias corrientes perfumadas sobre mi cuarto, se desvanecían, ante la convulsa impresión causada del abismo, que surgido de la nada, parecía engullir de una enorme bocanada mi cuerpo: arrojándome, a un vacío expectante en el que lentamente, iban apareciendo, aquellas criaturas que moran sus avernos y, que acechan mi alma, cubriéndola de espanto. Así ha sido, una noche tras otra, durante años.
I
¿Dónde estoy? —me pregunto—.

Una puerta enorme, de centelleante marfil, se ha cerrado tras de mí: tronando, con un sonoro ruido; empujándome, de pronto a salir de un inconcebible portal. Arrojándome, vacilante a las mórbidas garras de ese animal de sombra eterna y monstruosa, que guarda las fronteras preconscientes, de aquellos mundos, donde se entretejen multiformes cadenas que sujetan y someten a las almas, conduciéndolas, hacia la trágica hermosura de un destino que ellas mismas ignoran.


II
Todo me parece confuso, salvando la convicción que en mí despierta la noche, amenazante y siniestra, que perpetua el horror de todo aquello que es muy antiguo. Contemplo, en silencio, la vaporosa topografía que a un lado y a otro se erige, salpicada de extraños destellos: que rasgan, hiriendo, de vertiginosos reflejos la tensa oscuridad de la que comienzo a sentirme preso. Advierto, como en un artificio del espacio, la prolongación de mi propio ser, desdoblado y desprendido de mi cuerpo. Soy arrastrado, conducido, sobre el escenario descarnado de un teatro onírico y sombrío. En ello, una débil voz se hace oír en mi interior, susurrando, insinuándome al oído: que no debo dar crédito a lo que experimento. Mi mente, aletargada y confusa, la ignora. Ni le da ni le quita la razón. a esa tímida observación, que aparece de repente, surgida del más absoluto silencio. La única certeza que sin advierto es, la profunda oscuridad que oprime mi alma como una urna sellada, la madrugada; la soledad, y el frío que atraviesa como una afilada lanza las inadecuadas ropas, que de cierto, en ningún momento recuerdo haberme puesto.

III
Inquieto como un antílope siento, las carnes estremecer, y el corazón palpitar alarmado; expectante, ante esta tenebrosidad incomprensible y censora. Camino sintiéndome privado de toda voluntad; transportado a lomos de una inquieta yegua que cabalga los campos yermos de la noche, recogiendo las almas de quienes se encuentran, perdidos en el laberinto que delimita mezquinas fronteras más allá, del espacio y del tiempo. Me dejo guiar, sorteando trampas expectantes en una acera de innumerables baldosas etéreas. Mugrienta albañileria, al contacto con las entrañas de esa espeluznante dama, vaporosa, que avanza sigilosa, en incertidumbres robadas al mar, de calles y esquinas desiertas, por las que nadie se aventura a transitar.


Monstruos - 5
Opuestamente a lo que pudo haber imaginado Hamblet, yo no albergo fundado temor a unos sueños atroces, que atormenten mi reposo tras la muerte. Al contrario, descreo firmemente que llegado el momento, la consciencia, pueda emerger alarmada a un vacío espectante, poblado de horribles criaturas que turben nuestro merecido descanso. Allá, donde unos ven infiernos, otros, vemos liberación. Además, y como diría Poe: "dado que tengo entendido que tanto Shakespeare como Mr. Emmons fallecieron alguna vez, es posible que hasta yo tenga que morir"; y dado por supuesto, que el río por el que transita el caudal tiempo sigue fluyendo, en mi caso con mayor intensidad, no es una locura o tontería afirmar, que más temprano que tarde, la mal llamada terrible, e impopular muerte: esa primera noche tranquila, firme y ultima realidad de la vida, dispondrá, liberarme de sombras y penitencias propias y ajenas, viniéndome a rescatar. Liberándome, por fin, de la cruel consciencia que atormenta, un día tras otro, nuestras insignificantes miserias. Luego, ya todo da igual: Llámense Sueños o Pesadillas, al igual que la noche obradas, sobre una sustancia infinita, se trata de emanaciones creadas, tejidas y sustentadas sobre fundamentos etéreos y retroalimentan las diversas formas del tiempo: pasado, presente y futuro; éstas simples representaciones subjetivas, pertenecientes a una compleja eternidad, en la que no existe realmente aun cuando, ni por supuesto... tampoco, ningún lugar.

Un lugar mas allá de las sirenas.


  «Llegarás primero a las sirenas, que encantan a cuantos hombres van a su encuentro. Aquel que imprudente  se acerca a ellas y oye su voz, ya no vuelve a su hogar; sino que le hechizan las sirenas con el sonoro canto sentadas en una pradera y tiñendo a su alrededor, enorme montón de huesos, de hombres putrefactos cuya piel se va consumiendo. Pasa de largo y tapa las orejas de tus compañeros con cera blanda, a fin, de que ninguno las oiga; mas si tu deseas oírlas haz que te aten a la velera embarcación de pies y manos, derecho y arrimado a la parte inferior del mástil. Y acaso de que supliques o mandes a los compañeros que te suelten, atente, con más lazos todavía».  «Homero — Odisea;  Rapsodia XII».

 

  ¿Quién no ha escuchado hablar alguna vez de las sirenas? 

       Entiendo,  que aquellos que no estén familiarizados con la mitología Griega y, posean, una imagen de estas formada dentro de un folklore más actual; metamorfoseado, por el cine y los libros de cuentos que de niños nuestros padres nos solían comprar, al leer las líneas arriba expuestas se extrañarán y, exclamarán, al tiempo que se preguntan, sorprendidos: «Demonios ¿qué son las Sirenas?». Y lo cierto es, que aquella imagen que nos habíamos formado, de pronto, se viene al traste al conocer algunas de las muchas referencias que de ellas remite la literatura; sin embargo, lo peor es, que muy pocos convendrán en ponerse de acuerdo a la hora de opinar en torno al tema: ofreciéndonos una descripción y explicación exacta de estas. De modo, que  al intentar determinar su origen, numero o cometido dentro del enorme entramado mitológico nos sentimos abrumados; sumergidos en un mar de opiniones, en algunos casos incluso contradictorias, pues son varias las versiones que se barajan al respecto y, que se recogen extraídas, la vasta mitología y la Poesía Helena. Así, unas veces las encontramos como horribles monstruos —marinos o terrestres— que atormentan a los hombres; y otras en un papel que resulta compasivo, piadoso, con aquellas víctimas que lograron conmoverlas —personificando el alma tranquilizadora que comparte la tristeza de los vivos, después de haber sido un peligro para ellos—. Al mismo tiempo, las podemos ver como fieles protectoras de tumbas —contra las acometidas de malos espíritus—. Y está su origen, a priori atribuido a Forcis —el anciano del mar—; si bien, observamos otras posibilidades, de paternidad sugeridas a partir de unas gotas de sangre caídas, de la punta del río Aqueloo y en cuyo caso, sus madres, bien podrían ser varias: desde Gea, pasando por alguna de las tres musas: MelpomeneCaliope o Terpsicore.  Por último estaría su número, dos o bien tres, dependiendo del autor y, cuyos nombres varían en función de quien fuese la madre. En el caso de ser Melpóneme, sus nombres serian: Telxipea, Aglaope Pesinoe; mientras que si su maternidad es atribuida a Terpsicore, sus nombres varían siendo: Parténome, Leucosia Ligea1. De lo que no cabe duda, es que entre tanta vacilación encontramos un bonito y sugestivo nombre —hoy profanado y hartamente manoseado hasta la saciedad— para describir unos seres Míticos fabulosos, de los que apenas sabemos nada. Inventadas por la imaginación humana —dicen unos— pero,  quién puede afirmar, no haber escuchado jamás —en los más profundo de sí— en momentos cuando el alma se encuentra sosegada, melodiosas voces seductoras por las que dejándonos llevar, nos hemos sentido hechizados y visto que nuestra alma era empujada.

 

     Leyendo atentamente  el fragmento de la traducción de la Odisea realizada, por L. Segala i Estaella y editada por la colección Austral —posiblemente una de las mejores transcripciones realizadas al castellano, dada su fidelidad literal— algunas inquietantes respuestas con relación a estos extraños seres, parecen emerger a la luz, surgidas de  las palabras escritas hace milenios de la mano del genial Homero. Gracias a él y a modo de apercibimiento se  nos revela una primera descripción, sorprendente, y no menos aterradora; quizá, un tanto somera, pero que ensancha el profundo mar de desconocimiento que de estos legendarios seres “míticos” poseen hoy día las personas. En cualquier caso —monstruos marinos y demonios alados para unos, o vírgenes protectoras de las almas para otros— la mitología nos recuerda, que podría tratarse de parientes próximos a  Erinas y  Arpías, ambas poseedoras una dilatada y endiablada leyenda negra marcada, por la desgracia y la tragedia y, que no debemos en ningún caso orillar.   Por lo tanto y, observando la advertencia —por cierto a tener muy en deferencia—  que la divina Circe “diosa de lindas trenzas” dedica al valeroso argivo «Odiseo» parecería obvio comprender —si damos pie a la leyenda entendiéndola por cierta— el motivo, por el que a lo largo de los siglos, no hemos tenido noticia de aquellos que se han aventurado a buscar ese lugar, insólito y remoto: desbordante de belleza y paz para unos; maldito, despiadado y despreciado por otros, que con sus encantadoras y sonoras voces habitan, protegiendo sin tregua y con desvelo, las incansables y melódicas sirenas. Los peligros, sufrimientos y miserias que aguardarían acechantes a cuantos partiesen en su busca serian dignos a tener muy en consideración y, pocos serian, quienes se atreverían finalmente a desafiar las advertencias. Por desgracia, la literatura o relatos existentes no nos hablan de aquellos que partieron un día, sucumbiendo, antes de regresar con alguna noticia de sus destinos y que dejaron pudriendo sus huesos y pieles al sol sobre soleadas praderas verdes, o colgados de abruptas paredes: en escarpados acantilados o en el fondo oscuro del mar. Sin embargo, y como cabría esperar, existen otras versiones —menos comentadas— que circulan entre algunos hombres: hombres de la mar y la montaña. Se trata de antiguos y curiosos relatos que, con el tiempo han formado parte de la leyenda y, de los que es muy complicado afirmar su veracidad. En todo caso, es algo que tan solo conocen unos pocos, los más viejos y que guardan celosamente de desvelar a extraños. Solo la ingenuidad de quien pregunta puede abrir los labios sellados de quien protege su secreto. Entonces —abordo de un pesquero en alta mar o en el interior de inalcanzables refugios en las montañas, sobre heladas cumbres nevadas, cuando la nieve cubre los pasos y los hombres se reúnen arropados por el fuego—  es, cuando se relata, no sin miedo, que sí: hay quienes un día partiendo con el grupo luego se perdieron, no sabiendo nadie de ellos durante semanas, meses o incluso años, llegando a dárseles por muertos: ahogados o perdidos en la tormenta. Sin embargo, un día volvieron, regresados quizá por la misma tempestad, portando  aquellas mismas ropas que cuando se fueron; ropas raídas por el tiempo pero que, además, evidenciaban sufrimiento, miserias y penalidades si bien, quienes  dicen que los vieron luego afirmaban, que al hablar con ellos, les parecían otros: personas muy distintas ya las que un día partieron y, que al ser preguntados sobre donde estuvieron jamás, lograron sonsacarles o que hablaran de ello. Como si un fiel juramento sellara sus labios para la eternidad y la vida, les fuese en ello. Tan solo se podía observar una delicada sonrisa y un brillo radiante de paz en su mirada que les delataba los rostros, magullados por el frio o la sal. Aquel brillo, decían los viejos, era el reflejo de quienes alcanzan un destino utópico a la razón, inimaginable al simple mortal, donde se encuentran todos los matices de la tierra. Un lugar, en el que la naturaleza (que gusta de ocultarse) se muestra al hombre y le hace partícipe de su grandeza, velada hasta entonces a sus sentidos. Ese lugar donde el hombre, solo después de mucho batallar, desafiando a la muerte y la propia vida puede alcanzar, la verdadera felicidad y  paz: para con sus semejantes y consigo mismo.

 

     Sin embargo, esa terrible ausencia de hechos confirmados y contrastados de noticias, acerca de aquellos valientes o locos desvariados, que arriesgando su vida, hubiesen partido hacia las verdes praderas; agudiza el talante mítico de tan asombroso lugar, pues, nos sugiere  dos posibles opciones. Una, la mítica: «aquel que imprudente se acerca al lugar ya no vuelve a su hogar, sino que le hechizan las sirenas con el sonoro canto sentadas en una pradera y tiñendo a su alrededor enorme montón de huesos de hombres putrefactos cuya piel se va consumiendo». La Otra, escéptica: «se trata de seres y lugares imaginarios: inventados por  la  mente humana  y no habitan otro lugar que  esta». Cabría entonces preguntarse: ¿qué puede haber de cierto en todo ello? Evidentemente, recurriendo a la lógica y a la razón, una respuesta nos parece demoledora. Pero no seré yo, quien la manifieste o  argumente.  Bien saben las divinas Carites que de ello me guardare, como me he guardado del hambre o de la peste. Y al punto, viene observar esta otra advertencia.

 

     “Mas una advertencia transmito, pues aquellos que ligeros emiten  juicios, y de confianza se sienten colmados; por las  Sirenas, los primeros serán hechizados» — Pausanias de Hefesto; Nekuia- 26.

 

     No me negarán: curiosa y parece esta advertencia viniendo de  de Pausanias; no solo poeta, sino también filósofo, perteneciente a la escuela escéptica de Pirrón de Elis, al igual que Timón de Fliuente y por ello  pragmático. Estudioso de Homero, como lo fueron: Aristóteles,  Eustaquio “comentarios a la Iliada”, Heraclito "alegorías homéricas” y Platón “Hipias menor”. Sin embargo, tan solo es Pausanias quien al final de su Nekuia «la evocación de los muertos» cierra de modo tan inquietante y, sin aparentemente motivo advirtiendo, al lector, de tomar a la ligera juicios, no sabemos exactamente relacionados con qué. Además, al tratarse tan solo de un fragmento —perteneciente a la parte final— desconocemos, que poderosos motivos pudieron llevarle a manifestar tal advertencia. Y, llegados a este punto, quizá, debamos ser nosotros quienes intentemos atisbar:  si  encerrado entre el mito y la leyenda existe algo más, algo que podamos extrapolar a la realidad. Entiendo, por supuesto, que  puede parecer una  tarea complicada y reservada para qienes tras muchos años de estudios y formación poseen, el método y el medio, para bucear en la compleja dimensión en la que se muestran tan singulares textos. Pero razonemos por un momento y, situémonos en la piel del poeta; comprendamos su modo de ver el mundo, las personas, los sentimientos. O mejor aún, reflexionemos, acerca del modo de expresarse de estos. Me viene  a la memoria una vieja lectura; un ensayo de Borges “la poesía” en ella alude al Panteísta Irlandés Escoto Erígena quien, parece ser dijo, que “La sagrada escritura encerraba un infinito número de sentidos" comparándola con el plumaje tornasolado de la cola de un pavo real. Luego, de todos es conocido que los poetas, proceden por hipérbolas; pues bien, al leer poesía caminamos, a veces sin saberlo, sobre una calculada y trabajada configuración metafórica, con la que ha entretejido el autor su poema. Lentamente, al profundizar en este, del  tumulto de sus palabras se comienzan a advertir diversos significados; interpretaciones, todas posibles, pero de las que tan solo una permanecía latente en la mente del autor: “Su mensaje” o, en este caso “advertencia”. Así pues, la pregunta correcta, no sería ¿qué son? sino, ¿qué es aquello que representan? ¿A qué, se está refiriendo realmente el poeta, cuando nos advierte de las sirenas? Pero no esperen que yo les de la respuesta. Desembarazarse del oscuro y abultado velo que cubre nuestras consciencias y ver más allá, es una tarea que  incumbe individualmente a cada uno de nosotros: un ejercicio que deberemos realizar de modo intimista y personal. Ya resulta bastante embarazoso para mí, que tener que hablar de aquellas emociones que más profundamente me embargan: voces, que en ocasiones resuenan con fuerza en nuestro interior, provocando, que alcemos la vista hacia lugares insólitos y lejanos de nuestras tierras. Lugares donde habita la fascinación y el encanto y, desde donde se escucha el sutil y melódico canto de vírgenes aladas que con pujanza, tiran de nuestras almas.  Cuánto más complicado, todavía, sería tener que razonar, describir esas pasiones,  que nos llevan voluntariamente a  partir en una azarosa búsqueda y, más, hacerlo a aquellos que las ignoran. Que ignoran el sonido oculto, camuflado tras el fuerte viento, en la tormenta; sobre las altas cumbres  o tras el rugido de  olas que se estrellan furiosas contra las rocas, en solitarios acantilados; en el lamento, que exhala la nieve al crujir bajo las  botas, cuando es pisoteada; en el monótono rumor del agua, que se advierte risueño, en primavera bajo los vapores de un diminuto arrollo escarchado. Cómo explicar esa necesidad de ir, de ir más allá, de seguir navegando, caminando entre la tempestad, cuando aparentemente delante no hay más que  soledad y un intenso frío y sin saber, qué Parca, en silencio aguarda.