"Caín estaba maldito, y con él maldita toda la humanidad". Hoy ucranianos y rusos, primos algunos, unos más cercanos que otros se están matando, en la expresión máxima de la barbarie cainita. Pero, todavía hay personas que creen que el ser humano cambió en algún momento, por llamarlo de alguna manera, en 1945, tras la segunda guerra mundial. Y que desde entonces, la guerra quedó desterrada de la mente "racional” del hombre, que a la vista de la devastación sufrida en el continente, se conjurarían estados y pueblos (sobre todo en Europa) con la finalidad de evitar la siguiente contienda. Y fue, precisamente bajo esa premisa, en la creencia en un ser humano vencido, ahogado en su propia sangre y cansado de batallar, renaciendo a un nuevo mundo que se construyó la nueva Europa: la Europa moderna; la Europa pacifista; la Europa sin ejércitos; la Europa confiada; la Europa descuidada y sin capacidad de respuesta. Sin embargo, —y como bien atestiguan algunos enfrentamientos, conatos o guerras menores: algo se pasaba por alto; aunque, nadie advirtió en aquello nada particular donde IPC, inflación, crecimiento económico, Merkelianismo y, compadreo con estados autoritarios proveedores de materias primas, solapaba cualquier signo, de que algo pudiese estar podrido.
Pero volviendo a la viabilidad de la idea de esa “paz perpetua” posible tras la devastación de una guerra, parece, que no hubo ningún tipo de concienciación consecuencia de los efectos de la Gran guerra en Europa (la más devastadora hasta entonces) y, si se reflexionó en algún sentido, quiero decir, si el hombre "evolucionó" entonces... fue ya desde el primer momento: rearmándose, creciendo en fuerza bélica y pasando a utilizar en la siguiente contienda todos los medios y avances posibles: técnicos, tecnológicos, científicos y humanos, incluida la maldad, para la aniquilación del adversario en la II guerra mundial, como la historia bien nos ha descrito. Pero, que hoy todavía alguien pueda pensar que después de aquella terrible devastación que marcó a Europa durante la IIWW, el sapiens aprendió algo, es que no conoce ni su propia especie: pues el ser humano, es también su condición, una condición violenta, y en la guerra encuentra su máxima expresión. Entender esto, es lo único que salvará al hombre de su condición, y por tanto a la humanidad de sí misma; pues, lo único que contiene al humano a un enfrentamiento continuo o a gran escala, es saberse devastado si inicia la acción: “Si vis pacem, para bellum” o dicho de otro modo "si quieres la paz, prepárate bien para la guerra”. Advertía Publio Flavio Vegecio en su Epitoma rei militaris a fines del siglo IV DC: “el que desee la paz, que se prepare para la guerra. Quien quiera conseguir la victoria, que entrene a sus soldados con diligencia. Quien aspire al éxito que luche con estrategia, y no lo deje al azar (dejar la paz al azar es la mayor de las imprudencias). Nadie se atreve a provocar u ofender a quien ve como superior en el combate.” -De re militari
Pacifistas, pensadores y expertos del ámbito académico continuamente nos citan a los clásicos, pero si leemos a los clásicos, a todos, encontramos que precisamente una de las líneas fundamentales del pensamiento de la filosofía de la historia, y que se extiende desde Heráclito hasta O. Spengler y C. Schmitt, ve en la guerra el estado natural del hombre, e incluso un factor de progreso moral, cívico y técnico. Para esta corriente de pensamiento la guerra posee una significación y un valor supremos en la historia de la humanidad. Tal es la actitud mantenida, desde diferentes supuestos y con diverso alcance y significación, por Heráclito, por Maquiavelo y por Hegel, entre otros. Para Heráclito(2), la guerra es el origen de todas las cosas, constituyendo la esencia y la manifestación suprema de la justicia. Para Maquiavelo la guerra es el norte, el principio supremo de la política. Para Hegel la guerra constituye una especie de «juicio de Dios».
Sólo es necesaria una persona hoy, entre 7 mil millones, en el sitio justo, junto a unos botones, y en el momento preciso, para mandar al infierno a la humanidad, o parte de ella. Y sólo las posibles consecuencias y represalias podrán evitar que esto suceda... A menos, que este completamente loco. En este caso: No valdrá sólo con tener un arsenal inmenso capaz de hacer reflexionar al enemigo. En este punto la sociedad debe reflexionar: el mundo debe hacerlo. Un estado debe velar por sí mismo, pero igualmente por el resto de la humanidad, y evitar que sujetos, psicópatas, o enfermos incapaces de medir las consecuencias de una acción, lleguen a cargos y puestos de mando determinantes. De lo contrario, a esta especie sólo le quedará afrontar su destino. Finalmente, creo, que La misma determinación con la que intentamos mantener la Paz, se ha tener a la hora de conquistarla, y detener la guerra; o, como escribe Rafael jorba, Secretario del comité editorial de EL PERIÓDICO: "Ante los discursos buenistas y equidistantes, cabe recordar un axioma simple: no puede confundirse el pacifismo como postulado, con la paz como objetivo".
(2) Dice Heráclito: Fragmento 8: «Lo que se opone es concorde, y de los discordantes (se forma) la más bella armonía, y todo se engendra de la discordia.» Fragmento 53: «Pólemos (la guerra) es el padre de todas las cosas y el rey de todas, y a unos los revela dioses, a los otros hombres, a los unos los hace libres, a los otros esclavos.» Fragmento 80: «Es preciso saber que la guerra es común (a todos los seres), y la justicia es discordia, y todas las cosas se engendran por discordia y necesidad.» HERMANN DIELS y WALTHER KRANZ: Die Fragmente der Vorsokratiker, tomo I, Weidmannsche Verlagsbuchhandlung, Berlín-Neukoln, 1960, págs. 152, 162 y 169.
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