La Maldición que nos persigue a todos.

  Jordi Maqueda TEMAS /  Reflexiones / Guerras



"Caín estaba maldito y con él toda la humanidad". Ucranianos y rusos, parientes y primos algunos, unos más cercanos que otros se matan estos días entre ellos, en una guerra absurda e inadmisible, de consecuencias aún inciertas, en lo que parece la representación eslava de aquella barbarie cainita, ejecutada ahora sobre los mismos escenarios de la segunda guerra mundial: algo inimaginable en Europa  unos meses atrás, y buena parte de la ciudadanía europea pensaba, y hasta hace tan solo unas semanas creía, erróneamente, que la humanidad tras la devastación sufrida durante la segunda guerra mundial, de alguna manera había reflexionado, cambiado y evolucionado para bien, y que desde entonces, la guerra quedó arrinconada, desterrada de la mente "racional” del hombre, conjurándose para ello estados y pueblos con el propósito final de evitar la siguiente contienda.

Fue precisamente la creencia firme en ese “nuevo hombre” y una “nueva sociedad” sumado, a la determinación de no volver a pasar de nuevo por el sufrimiento y devastación de la guerra, lo que finalmente llevaría a aquellos mismos europeos vencidos, y antes enemigos, aún con la sangre en las ropas y el olor a pólvora en las calles a construir lo que otros por la fuerza de las armas no consiguieron jamás: una Europa unida, renacida de las mismas cenizas todavía humeantes sobre las ciudades destruidas, dando lugar a un anhelado sueño: la Europa moderna; la Europa pacifista; la Europa sin ejércitos; la Europa confiada; la Europa descuidada… la Europa de la inflación controlada y el crecimiento económico que premia con riquezas a sus estados y bienestar a sus ciudadanos, a la vez que con el tiempo descuidaba la defensa confiando ésta a terceros, empezando iguialmente a practicar una moral adaptada, a las nuevas necesidades, y que no condicionaba el compadreo negligente con estados y regímenes autoritarios, proveedores de materias primas que crecería con el tiempo creando, a cuanta mayor importación, mayor dependencia. Problemas estos, siempre solapados por las grandes posibilidades económicas, beneficios  y ventajas que ofrecía el negocio, pero pasando por alto aquellos signos que ya advertían que algo ya se estaba pudriendo a un lado del continente, a la misma velocidad con la que crecía al otro lado la riqueza. Aquellos mismos europeos que construyeron un sueño que parecía imposible, basado en una sociedad más justa, y un 'hombre nuevo' que daba espalda a la violencia y al pasado, se topan hoy de bruces con el advenimiento del 'hombre viejo', que retorna con las mismas cargas atávicas de siempre, ondeando ante la sorpresa del mundo, la bandera del apocalipsis.

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