APROXIMACIONES (To-र)⟶ LA PISADA DEL DIABLO “ ADAPTACION DE UNA LEYENDA POPULAR” /jorge maqueda merchán ( jordi maqueda / Aceuchal- 06207 Badajoz- España)

  La pisada del diablo  “ adaptación de una leyenda popular”              


             Alguien en alguna ocasión dijo que Madrid era un lugar muy especial, un bosque encantado lleno de vida, para perderse y no regresar jamás. Pero al margen de su encanto, Madrid es hoy una inmensa urbe; una moderna metrópoli repleta de agitación. Un hormiguero de personas venidas de cientos de lugares, cargadas con sueños, pesares y angustias pululando de un lado a otro; dejando una parte de si impregnada en el ambiente de la ciudad. Sin embargo, algo inquietante hay en la cosmopolita urbe, que de algún modo nos recuerda a aquellos aislados pueblos, de lo que un día se dio en llamar “la España profunda”. Me refiero – por supuesto -, a sus mitos y Leyendas; historias que abundan como duendes en los bosques recorriendo las esquinas, pasando de boca en boca y, que en cualquier momento te pueden alcanzar asaltándote de la mano de un portero, un vecino, o el camarero de algún aburrido bar. No es extraño, que aquellos que gustan de pasear por la sierra que rodea Madrid en algún momento hayan escuchado, de boca de aquellos con los que se cruzaron, que por esos parajes hace mucho tiempo, apareció un Magnifico ser. Incluso ahí quien afirma que, si bien, aquella no fue la primera vez que este se acerco a Madrid; si fue la primera ocasión que clavo sus radiantes ojos en esta, profetizando su regreso. Los extraños hechos a los que me refiero, se desarrollaron en un paraje no lejos del palacio del Escorial, aproximadamente a un kilómetro de "La Silla de Felipe II". Los nativos narran, que una ermitaña del lugar llamada Martiña, se encontró un día con un humilde peregrino, de singular belleza, que caminaba dirección a la ciudad. Martiña, compasiva de aquel sujeto, le ofreció como muestra de caridad comida y un lugar donde descansar y pasar la noche, pues un poderoso temporal de lluvia azotaba con furia la sierra. El peregrino, extrañado de tanta bondad, como muestra de gratitud le pregunto si podía hacer algo por ella, lo que fuera.  Ella le dijo que no, para después… tras unos instantes retractarse y, pedirle por favor, que cuando siguiese su camino, si pasaba cerca de una ermita, rezase una oración por su alma a la virgen María, pues ya estaba muy vieja y sentía que de aquel invierno no iba a pasar. Fue entonces cuando el peregrino se levanto furioso, como trastornado, mostrando a Martiña su verdadera identidad, revelándole enteramente su esencia, resultando no ser otro que: el mismísimo lucifer.


      Martiña palideció y por un momento pensó que seria su fin, sin embargo, Lucifer – para mayor sorpresa de la mujer -, no la lastimo, por el contrario sonrió, pues tramo un plan. Durante un tiempo - No se sabe exactamente cuanto - Lucifer visitó un día tras otro a la anciana en su cueva, allí Martiña fue seducida, ofreciéndola poder juventud y felicidad a cambio de que olvidase la enorme devoción que sentía por la Virgen. Martiña se negó, y así ocurrió cada una de las numerosas ocasiones  que la visito. Ante la reiterada negativa de la ermitaña, Lucifer, sintiéndose frustrado, pues intuía un espíritu igual en las gentes del valle, enfureció. La cólera desatada por aquel hizo temblar la tierra, al golpear este una roca en medio de una indescriptible explosión. Luego se lanzo al vacío; pero,  no sin antes advertir que volvería, diciendo: 


“Cuando las gentes sean otras gentes. Cuando el tiempo sea otro tiempo. Cuando la duda asiente, perturbando la frágil voluntad y el corazón del hombre… Volveré. Y para entonces…  me estarán esperando”. 


        Aun hoy, en aquel lugar se halla un canto de granito en el que parece incrustada la enorme huella de un talón izquierdo, a la roca la llaman  "La Pisada del diablo".




APROXIMACIONES (To-र)⟶ ¡¡Lean Ciencia-Ficción!! / jorge maqueda merchán ( jordi maqueda / Aceuchal- 06207 Badajoz- España)


¡¡LEAN CIENCIA- FICCIÓN!!


jorge maqueda merchán
jordi maqueda

Aceuchal / 06207 (Badajoz - España)

           -La vida, consiste en lo que un hombre piensa todo el día.  -. Me dijo  en una ocasión mi padre, parafraseando, como en tantas otras ocasiones a Emerson; sorprendiéndome, mientras  me encontraba  recostado en el sofá - con la radio baja para no molestarle - y leyendo ensimismado, el Centinela,  de Arthur C. Clark. Su voz era grave, estaba un tanto malhumorado; supongo que al comprobar que en lugar de estar estudiando, me encontraba en otro mundo, un mundo al que él ya no podía llegar. Que lejos de madurar, parecía seguir pensando como un crío, leyendo libros de fantasía –como él los llamaba – dejándose transportar por la imaginación. Pero, curiosamente el libro no era mío, este era suyo; yo solo lo había cogido de lo alto de una  estantería, la de su colección particular.  


       - Nunca te convertirías en un adulto,  si no dejas de un lado todas esas novelas estúpidas, y lees algo de más provecho. - me dijo, momentos antes de sentarse a mi lado. 


         Yo no entendía el porqué de aquel sermón a destiempo. La edad supongo, demasiado joven para darme cuenta de muchas cosas. Pero no era menos cierto que hacia tiempo que observaba a mi padre demasiado serio, descontento, como atormentado por ocultos pensamientos.


       - Escúchame con atención - me dijo entonces, echando su brazo por encima de mi hombro, momentos antes de comenzar, lo que temía, fuese un interminable sermón -. < Soñar, es muy distinto a fantasear-comenzó diciendo. Las fantasías son propias de niños y de personas inmaduras. Personas sin capacidad para crear en sus mentes algo tangible, algo constructivo,  a partir de un pensamiento o unas ideas. Personas fácilmente impresionables, que a menudo se distraen y entretienen con cualquier cosa; hombres y mujeres sin ninguna meta clara en esta vida. Personas  que casi siempre andan en Babia, dilapidando el tiempo. Ese maravilloso tiempo que se nos presta, tan escaso y limitado en la tierra. 


        Mi padre Entonces, cogió el libro que yo tenía entre las manos y después de cerrarlo y dejarlo  sobre la mesa, prosiguió su charla diciéndome que pronto dejaría  de ser un crío; que debía dejar de comportarme como un niño; que pronto me haría mayor, que me convertiría en un hombre hecho y derecho, y estos no andan con pájaros en la cabeza.  También me dijo, que  nada de malo había en soñar; en querer ser algo en esta vida, siempre que lo hiciese con los pies sobre la tierra, pues  un buen soñador, era aquel hombre que hacía de su sueño un objetivo en la vida. Un hombre, que por medio del trabajo y del esfuerzo convertía una simple idea, en realidad; y  para hacer realidad los sueños había que estudiar mucho, luchar y batallar más que nadie. Me puso la mano en la cabeza, y en un tono alicaído, me advirtió,  que pocos eran quienes, con no poco esfuerzo lograban alcanzar tan difícil propósito, más numerosos son los vencidos, humillados por sus propias fantasías - añadió. Yo lo miré entonces a los ojos y pude ver claramente que sabía muy bien de lo que me estaba hablando. Por desgracia ese  tipo de  derrota, él ya la conocía.  Me hablaba de sí mismo, de su derrota. Pero,  mentiría, sino les dijese, que yo desde hacía tiempo ya mantenía un objetivo, un objetivo fijo que concretaría con la edad. Y, mentiría también si les dijese que a finales del 2005 le tendría que dar  la razón a mi padre ya muero y enterrado, Siendo uno mas de tantos millones de fracasados. 


          Hoy sigo leyendo a Clack, y a Asimov y a muchos otros, ¿por que no?. Que de malo hay en ello. En dejarse arrastrar por la imaginación, en verse convertido en un héroe de vez en cuando. En sentirse  viajando por lejanas y peligrosas tierras; visitando sangrantes y fracturadas laderas, febriles y humeantes chimeneas cercanas al cráter estruendoso de algún enorme volcán; volcanes a los que podemos acercarnos viendo derramar sus incandescentes ríos de lava, sobre el efervescente e irritado mar;  observado el avance de tormentas de roca piroplástica, torrentes de detritos que pasan a nuestro lado, sin que seamos  víctimas de su abrasador abrazo; sintiéndonos al margen  de los riesgos y peligros, que supondría intentar hacer todo ello  en la realidad?. O, mejor aún ¿ Quién no ha imaginado, aunque sea por unos breves momentos,  pasear por esos lugares paradisíacos; lugares repletos de jovencitas en bikini - ¡vamos no se rían! –, jovencitas jugando a Bolei-playa, en TOP lees; mostrando sus firmes muslos y empitonados pechos bronceados bajo el  sol; un sol reflejado en playas de arena blanca y fresca, formadas por estratos de coral  y exentas de los molestos y sedientos  mosquitos, que atormentan las noches templadas de los que pretenden descansar? ¿Y, qué me dicen de los más atrevidos?. Aquellos amantes de la  ciencia-ficción,  transportados, cuanto menos imaginándome: como uno de aquellos primeros astronautas descritos por Arthur C. Clark (1); caminando sobre la superficie de una luna distante y misteriosa. Una luna gris y desconocida, de llanuras sinuosas y  polvorientas; salpicada de cráteres profundos y oscuros, semejantes a  enormes bocas abiertas. Esperando encontrar en esta el rastro oculto y olvidado por alguna remota civilización; una civilización desaparecida en la inquietante inmensidad del tiempo y el espacio. 


     Si, hoy sigo leyendo ciencia ficción,  y si ello no parece propio de una persona de mi edad, no me importa. Menos aún lo que los demás puedan pensar. Pero, sobre todo,  solo pido una cosa: Que me dejen leer en paz, que me dejen visitar mis mundos, aquellos a los que tan solo yo puedo llegar.


Jorge Maqueda Merchán

C/ santa marina, 29

06207 Aceuchal - Badajoz


APROXIMACIONES (To-र)⟶ M.A.P.R.H.U. / jorge maqueda merchán ( jordi maqueda / Aceuchal- 06207 Badajoz- España)

 MAPRHU

jorge maqueda merchán
jordi maqueda
Aceuchal / 06207 (Badajoz - España)

           Era  mediodía, medio día de un día cualquiera en un planeta cualquiera. Un fuerte viento se levantó en las viejas instalaciones del centro de comunicaciones sacudiendo las enormes y oxidadas antenas instaladas sobre uno de los módulos de administración, causando una inquietante e indescriptible cacofonía que retumbaba en el amplio complejo. A lo lejos, de un modo tan inesperado como vertiginoso, un manto de nubes rojas surgió amenazante sobre  el horizonte, advirtiendo de un temporal que embravecía por momentos, llevado por un arrebato de incontrolable furia, azotando todo aquello que encontrase a su encuentro. Placas de aluminio sueltas  que se hallaban sobre el desabrido llano desaparecieron entre remolinos de aire mientras, la árida y abrasada arena, comenzaba a elevarse del suelo. En tan solo unos minutos, la hasta entonces clara atmósfera se vio teñida de un corrupto color ocre, dificultando enormemente la visibilidad a los pocos moradores de aquel olvidado lugar.


              En medio de aquel infierno de arena y polvo, una silueta enorme, con forma humana permanecía inmóvil a las puertas del complejo. Firme ante el temporal. Ignorando la abrasiva sacudida de la arena en su rostro y del viento que no cesaba en sus enfáticas envestidas. Con la vista perdida mas allá, sobre el horizonte y la mente sumergida e algún incomprensible lugar la figura se mantenía inanimada bajo la atenta mirada de varios androides situados en el interior de la estación que no le quitaban ojo y, que lentamente, iban aumentando en numero entono a la ventana desde donde podían ver, sin encontrar una explicación, lo que extrañamente acontecía ante sus ojos: La indiferencia, la apatía de  aquella figura inmóvil, de uno de sus hermanos. Un hermano mayor en este caso: un <Dron>. Pasarían varios minutos, hasta que uno de los androides que se encontraban en el interior de las instalaciones se dirigió a su  encuentro, del Dron,  exponiéndose también así a las duras condiciones que se daban en aquel preciso momento en el exterior. Lentamente, cauto,  se aproximo a la imponente inanimada figura.


  • ¡No puedes permanecer aquí por mas tiempo!- Apenas se pudieron escuchar aquellas palabras entre el sonido del viento, mientras el Dron, parecía seguir ausente; con la mirada aun perdida entre las nubes, donde mas allá de estas,  sus procesadores le indicaban, se encontraba una estrella, una pequeña y singular estrella. 


  • Por favor vuelve al interior.- dijo, insistiendo el androide, al tiempo que sutilmente  sujetaba al Dron por el brazo, invitándole a entrar junto a el, al interior de las instalaciones. Solo entonces, al sentir la presión sobre su brazo, pareció dar señales de vida la imponente maquina, surgiendo unas palabras del interior de esta. Eran tímidas palabras, que se confundían, con el sonido bárbaro de la tormenta.


  • ¿Por que nos abandonaron?- pregunto sin retirar la vista del alto horizonte.-¿ Por que no vinieron a buscarnos? ¿ Dónde están las personas que nos dijeron que vendrían?- ¿Seguirá la tierra allí?-. Las palabras surgían con el tono y el tempo que en una maquina describe un proceso al que no encuentra respuesta o solución alguna. Un proceso, al que los humanos, - y por encontrar algún parecido emocional - califican de angustia.


  • Vamos - insistió nuevamente el androide, que seguía a su lado, pegado a este y cogido firmemente a su brazo soportando lo indecible.- Debes regresar al interior de la estación. Tienes que acompañarme. Es peligroso permanecer por mas tiempo aquí afuera- insistía-. Muy pronto la tormenta empeorara. Lo arrasara todo. Por favor... entra conmigo.


  • Hoy hace un día hermoso –. le contesto el Dron. -Me recuerda a la tierra. Allí, todos- los humanos - me llamaban MAPRHU.


       Entonces el Dron, ante la fija mirada del androide,  emitió un singular sonido: Aquel que indica la Auto desconexión de las fuentes de alimentación y baterías de reserva.  Sus ojos se apagaron.  El androide, que no era la primera vez que presenciaba aquella singular escena lo soltó poco antes de que este cayese al suelo: Desplomado. El diminuto androide y se volvió para entrar en el interior de las instalaciones. Justo en aquel momento parecía que comenzaban a caer las primeras gotas de agua, que eran como pequeños heraldos que venían a avisar de lo que todavía estaba por llegar. Un trueno ensordecedor  hizo temblar el suelo, mientras lentamente nuevos androides se dirigían hacia una de las ventanas para ver aquel extraño acontecimiento. Cuando el androide que había permanecido al lado del Dron hasta sus últimos momentos, entro en la sala donde se encontraban sus hermanos, uno de tantos  se adelanto al resto y le pregunto: -¿Es así como moriremos todos?


  • Lo ignoro – Respondió 


        El androide, sin dar mas importancia a lo sucedido siguió caminando hasta entrar en una sala contigua. Allí  se detuvo un breve instante para volver la cabeza. Sin saber muy bien porque, volvió la vista hacia unas extrañas coordenadas que por algún motivo, y desde hacia unos segundos no dejaban de repetirse en su interior, interrumpiendo algunos de sus procesos. Un inesperado trueno le hizo volver de nuevo, reanudando sus rutinas. Se giro y siguió caminando. Caminaba en silencio, pero ya no era igual. De inmediato se apercibió. Ahora algo, algo que no comprendía insistía en su interior. ¿Era una fuerza? ¿un impulso? ¿Un virus quizás?. Solo sabía que no podía apartar ese lugar, esas coordenadas de sus programas. Solo sabia que era cuestión de tiempo. Tiempo para que aquella subrutina sobrecargarse todos sus circuitos, y saliese al patio; fijando la vista en aquellos ejes, sobre un punto lejano: una pequeña estrella, una estrella antes olvidada,  perdida entre tantas otras estrellas olvidadas, hundida en el infinito piélago al que los hombres antes, llamaban Cosmos.


 


APROXIMACIONES (To-र)⟶ LA PESADILLA) // jorge maqueda merchán ( jordi maqueda / Aceuchal- 06207 Badajoz- España)

 La pesadilla



                                    <Si Virgilio palidece al entrar en el infierno que es su morada eterna ¿Cómo no he yo de sentir miedo?>    

                                                              Dante, (la divina comedia)



             Que yo recuerde todo empezó hace mucho tiempo, cuando todavía era un chiquillo. Ya entonces, muchas fueron las noches en las que comencé a acostarme temeroso; sabedor que apenas preguntarme si estaba dormido, sentía que una poderosa ansiedad turbaba mi frágil descanso. La paz y el silencio que antes de irme a la cama circulaban como suaves corrientes perfumadas sobre mi cuarto se desvanecían, ante la convulsa impresión causada del abismo que surgido de la nada, parecía engullir de una enorme bocanada mi cuerpo. Devorado al instante hacia un vacío imposible; Un piélago profundo, en el que lentamente iban emergiendo horribles y desfiguradas criaturas. Demonios, venidos de los más recónditos e inimaginables Avernos. Pero sobre todo, lo que mas temía durante aquellas terribles y largas noches, era la oscuridad; la profunda oscuridad y el lenguaje con que esta se manifiesta. Esa elipsis anárquica, donde residen resonancias, vibraciones y estremecimientos modulados tan solo por la magnitud del proceso que individualmente el sujeto experimenta y, a la que yo con el tiempo calificaría como: <atronador silencio>. Por supuesto, mi madre alertada de lo que me ocurría, sentada a la cabecera de mi cama noche tras noche me repetía que todo era fruto de pesadillas y, que en algún lugar de mí ser, residía la certeza y, así mismo la fuerza, para que aquella sensación tan temida pudiese ser desterrada. Solo necesitaba un leve esfuerzo, un movimiento: abrir mis ojos o quizá, encender la luz y todo terminaría. Así,  volvería la tranquilidad y dejaría atrás el recuerdo de lo monstruoso. Pero ay de mi, que desgraciadamente no resultaría ser tan sencillo. Y el tiempo, ese tiempo por nosotros mismos concebido, vendría definitivamente a reafirmar mis peores temores.


           Pasaron los años; años en los termine mis estudios y forme una familia. Años en los que ingenua y definitivamente creí familiarizarme con lo que imaginaba seria para mí ya un castigo eterno. Sin embargo, y en contra de lo que suele ocurrir a la mayoría, mis desasosiegos se acentuarían de manera aguda con el tiempo, -siempre el tiempo- hasta llegado un momento, incluso, en el que estando plenamente despierto, el miedo se apoderaba de mí. En ocasiones, y no eran estas pocas, sentía reiteradamente unos ojos, una mirada fija  clavada en mi nuca, percibiendo a la vez bajo mis pies un suelo inestable y frágil, que crujía peligrosamente presto romperse en cualquier momento. Y así -como no-,  habría de llegar un día; o mejor señalaría, una noche. Una noche fría. Ocurrió mientras me encontraba en mi piso, en una 10º planta cerca de Atocha. Me encontraba cansado, cansado pero lucido,  cuando me pareció escuchar  unos pasos…. Eran pasos firmes, que resonaban justo al otro lado de  la puerta. «Quien puede andar por el pasillo a estas horas», pensé. Era una madrugada del mes de diciembre, lo recuerdo perfectamente. Recuerdo todavía la luna proyectando por la tras ventana los tenues reflejos de su agonía y Mentiría si no dijese que deseé  no volver a escuchar aquellos pasos. Pero aquella madrugada el aire filtrado bajo la  ventana que daba al exterior del apartamento portaba sibilinos mensajes que me perturbaban de manera angustiosa. Fuera, en el pasillo, tan pronto se escuchaban aquellos pasos acercarse, como de nuevo parecían volver a alejarse. Hubiese dicho, que quien fuera, se dedicaba a transitar este de arriba abajo. Permanecí en silencio y… por que no decirlo, a la vez nervioso; Pensando: ¿Será un vagabundo?, Quizá un ladrón -. Pero, Un ladrón, ¿porque? ¿Qué tengo yo de valor que pueda querer llevarse del piso?. Entonces los pasos se escucharon con más intensidad. Ciertamente el sujeto o lo que fuese debía estar muy  próximo, sino justo enfrente. De tal manera, que finalmente y para aplacar mi inquietud, me dirigí a la puerta. Tras ella espere paciente a que los pasos se acercaran. Y así, en un alarde de fingida valentía, abrí con un firme giro de brazo el portón. -¡Quien va!-. Grite, a la vez que eche un paso adelante, asomándome al pasillo. 


Este estaba oscuro, sin embargo al final del mismo la amplia ventana que daba al exterior a mas de 10 pisos de altura estaba abierta de par en par y por ella entraba un aire terriblemente frio. Me dirigí hasta el final del pasillo con la intención e cerrar aquella ventana en medio de aquella oscuridad. Al llegar a la misma me sujete por precaución firmemente con el brazo derecho al marco de la ventana.


 Sin embargo, ante mi más que justificado asombro comprobé aquella extraña oscuridad. Permanecí durante unos instantes, un par de minutos en silencio; contemplando lo que curiosamente y cuanto más me fijaba, extrañamente no parecía ser mi ciudad. Todo estaba abismalmente oscuro. Y lo mas extraño, no se advertían siluetas de fachadas ni de ninguna otra cosa. Fue entonces, cuando tras un breve lapso de tiempo... escuche aquellas palabras: <<. Ven conmigo… ven conmigo>>. 


            Todavía no se muy bien por que lo hice... por que acudí a la llamada. Lo cierto es que me asome, soltándome del marco de la ventana; de lo único que quizás, me unía de algún modo a este mundo. Definitivamente, había cruzado la barrera que un hombre no debería cruzar jamás. La puerta del estudio entonces se cerro tras de mí, emitiendo un atronador sonido; mi cuerpo cayo al vació, hacia las mórbidas garras de ese animal de sombra eterna y monstruosa. Me encontré cayendo en el vació, completamente confuso y ambiguo, salvando la convicción que en mi despierta la oscuridad que perpetua el horror de todo aquello que es muy antiguo. Inquieto sentí las carnes estremecer y el corazón palpitar alarmado. Y Aun expectante pude con asombro percibir la extraña prolongación de mi propio ser, desdoblado y desprendido de mi cuerpo. Una mano surgida de la oscuridad y tendida hacia mi fue lo único que reconocí familiar. Instintivamente alargué el brazo y con fuerza, como si en ello me fuese la vida y  me sujete a ella. Luego ...fue como subir cabalgando a lomos de una inquieta y salvaje yegua. Inmediatamente me sentí diferente, ligero, avanzando a través de los campos yermos que delimitan las fronteras de aquellos mundos donde de manera precisa se entretejen las cadenas que someten a hombres, razas y civilizaciones, hacia el inevitable destino que estas ignoran. Sin embargo - debo también admitir -, que en algún momento mientras me sentía entonces reconducido y seguro, a través de aquellos extraños mundos, una débil voz se hizo oír en mi interior. Susurrando, insinuándome al oído. Pero mi mente, aletargada, la ignoró. No le procuro la importancia que debía a aquella tímida observación surgida del más absoluto silencio y que desconsolada me decía: <no sigas Sebastián, no sigas >.     

                  Pasaron los minutos, minutos que me parecieron eternos. Hasta llegado a un punto que recuerdo como lo mas parecido a un laberinto de infinitos espejos, allí, en aquel lugar impreciso del espacio y el tiempo ocurrió algo, algo que no puedo describir y por lo que, de algún modo, me encontré de pie en medio de un callejón oscuro. Un callejón, sin embargo comprometido con lo que lentamente se iba pareciendo a una ciudad de vastas arterias, para mi desconocidas. Aquella era una ciudad diferente a Madrid, donde la vaporosa y abstrusa topografía, a mi paso - como si de un juego se tratase-, se erigía de forma cada vez mas violenta, salpicando de extraños destellos que rasgaban, hiriendo de vertiginosos reflejos la tensa oscuridad de la que comenzaba a sentirme preso. Visiones de siluetas macabras florecían ante mi asombro danzando, para luego desaparecer, retorcidas entre callejones infinitos poblados de grotescas fachadas de las que farolas de luz temblorosa colaban, agitadas por el sutil y afilado viento, que de tanto en tanto hacia llegar hasta  mis oídos, sonidos pertenecientes a otro tiempo. No se exactamente cuanto pude haber pasado vagando entre aquellas calles, entre aquellas visiones hasta llegar frente unas escaleras. Eran escaleras de otro tiempo. En lo alto, había una enorme puerta con forma de cuerno; entreabierta, como si de algún modo, invitase a pasar. Comencé a subir lentamente los enormes escalones a la vez que comprobaba, que pesadamente, aquella iba cediendo. Pero solo al llegar frente a esta percibí  su imponente aspecto. Al otro lado pude ver lo que me pareció una plazoleta o un parque desierto: silencioso, excepción de algunos columpios viejos y descuidados, que sobre herrumbrosos engranajes oxidados emitían tímidos quejidos al ser mecidos por una ardiente calima venida de algún lugar. Fue  Al comenzar a andar, para entrar en esta, que me sentí envuelto, - como surgido de los vergeles del mismísimo cielo -, por un extraño aroma;  esencia agitada de primavera, mezclas de olor a jazmín y azahar, y que despertando la memoria,  lentamente embriaga mi mente, mientras comenzaba a levantar en el lejano horizonte un perezoso y tímido sol, entre el rumor de sirenas lejanas y el agitado murmullo de discretas aves, que no  acertaba a ver volar. 


         Con la luz del día desplazando a la noche, todo el paisaje empezó a cambiar transformándose, como poseído por una extraña y caótica magia. Las imágenes se entumecieron. El  tiempo se ralentizaba, pasando moroso: sabedor que su reino es infinito y su poder incuestionable. Este parecía disfrutar al igual que yo, viendo derramarse lentamente los fulgores de aquel extraño y tibio sol sobre la solitaria plaza; empapando con sus rojizos rayos arbustos, columpios  y macizos de flores que al sentir su caricia, recobraban aquellos matices risueños , empobrecidos antes por el gris reflejo de la luna y la tensa oscuridad. Avancé lentamente entre un sin fin de fragancias y extrañas flores desconocidas hasta llegar a un viejo banco, en el que fatigado decidí sentarme a descansar; a disfrutar de aquel instante; del maravilloso paisaje, entre gorriones y unas singulares palomas surgidas de repente que no dejaban de revolotear. 


          Todo me parecía maravilloso. No pude contenerme mucho tiempo sentado. Me levante yendo de aquí para allá, olvidando por unos momentos lo mal que lo había pasado con anterioridad. Las  palomas no se apartaban de mi lado; en todo momento estaban junto a mí, como solicitas anfitrionas de aquel lugar.  Embargado por el júbilo me olvide también del tiempo, que sin duda seguía corriendo, devorando momentos y sonriendo; indiferente a mi deseo de congelarlo, de atraparlo en una en una pequeña esfera de cristal.  Entonces, un aire extraño me rozo flemáticamente y, creo que fue en ese momento, cuando realmente presentí que algo no iba bien Los oídos se me taponaron a cal y canto. Las palomas, antes alborozadas, se desvanecieron -  una tras otra - sin dejar rastro. Los gorriones dejaron de cantar, para transmutarse, cayendo al convertidos en  pesadas piedras que se deshicieron al llegar al suelo. El silencio resonó en mis oídos, como tambores que vibran sin emitir ningún sonido. Observe entonces una fuente redonda y amplia con un hermoso pedestal de mármol en el centro que sobresalía del agua. Algo en él conjunto me pareció un tanto familiar y a la vez sombrío. Su aspecto delataba que se trata de una obra inacabada, aunque de magnifica ejecución, si bien no figura en ningún lugar el nombre del autor; o por lo menos no acertaba a interpretarlo. Le di la vuelta una vez y otra, entonces …El aire trajo a mis oídos un terrible sonido, agudo y estremecedor; cuyo origen solo puedo haber sido parido por las entrañas del mismísimo infierno.  Postrado, sentí una indeseable presencia.  Mire a un lado y a otro. Deslumbrado por la luz de aquel sol tras unos árboles, descubrí no sin dificultad la silueta amenazante de un ave posada en estos.  Un águila blanca,... creí, pero No. ¡Dios mío¡- grite -. ¿Qué demonios es eso?-.  Era algo mucho más horrendo. Un monstruo horrible. Era Un águila enorme hecha...  de trozos, de trozos  de otras águilas y, cuyos ojos no podía ni contar, pero que sin duda me estaban mirando, fijamente, sin pestañear.  Entre lo que parecían sus garras advertí, que sujetaba el cadáver de unas palomas brutalmente desmembradas, mas muertas que la misma muerte; mientras la impía bestia no me deja de observar. De su sanguínea mirada intuía  subliminal mensaje que, sin embargo, no acertaba a precisar. El ave se expresaba con la misma oscuridad que un espectro surgido de los avernos -. ¿Por qué me sigues mirando?- le grite –. El mal que se desprendía de aquel ser superaba con creces cualquier lucubración, por terrible que esta fuera, que yo pudiera imaginar.  Decidí echar a correr, ponerme a cubierto arrojándome bajo un banco cuando... comprobé aterrado que estos ya no estaban, que allí ya no había nada. Salvo la fuente y su pedestal, alrededor mío todo había desaparecido, convirtiéndose en un árido y abrasador desierto al que rodeaban amenazantes tinieblas; tinieblas que surgían, apareciendo de entre las sombras que avanzando desde el horizonte, como la peste que ennegrece la vida a medida que la devora, tornaba mas negra aun si cabe la negrura y terrible la oscuridad.  


        Atrapado, comprendí que allí nadie me podía ayudar pero entonces, allí estaba, venida de ningún lugar: la efigie. Sobre el pedestal anclada, ardiente primero como un ascua y reluciente después como una lámpara del mas bello cristal. Al mirarla  sentía que me abrasaba los ojos; sin embargo, en lugar de dejar de mirar, sentía la necesidad de observarla, y cuanto mas la miraba más atraído me sentía. A medida que el fulgor menguaba, tras este apareció la figura de un querubín con alas, un ser de indescriptible e inigualable hermosura, tan solo factible por la obra de dios. Su presencia me apaciguo, e hizo desaparecer la bestia; mas al acercarme y sentir su mirada frente a frente, intuí la gracia que solo un ángel me podía conceder. Mis fobias, mis temores y agonías definitivamente, desde aquel día desaparecerían. A partir de entonces,  todas las noches habría de tener un único sueño en el que claramente y paso a paso se me revelarían, las precisas instrucciones con las cuales crear el más singular, maravilloso y a la vez terrible monumento, que el hombre haya creado jamás.

 



Posdata del autor


          – Opuestamente a lo que pudo haber imaginado  Hamlet -, no albergo  fundado temor a unos sueños atroces, que atormenten mi reposo tras la muerte no lejana; mas al contrario, descreo firmemente  que llegado el momento, la consciencia emerja alarmada a un vacío poblado de horribles criaturas, que turben nuestro bien merecido descanso. <Allá donde unos ven infierno y laberintos, otros vemos liberación>. Y, Como diría Poe: dado que tengo entendido que tanto Shakespeare como Mr. Emmons fallecieron alguna vez, no es imposible que hasta yo tenga que morir; y dando por supuesto que el río por el que transita  el caudal tiempo sigue fluyendo – en mi caso con mas intensidad - no es una locura afirmar que, más temprano que tarde, la mal llamada terrible e impopular muerte – esa primera noche tranquila, firme y ultima realidad de la vida - dispondrá liberarme de sombras y penitencias - propias y ajenas - viniéndome a rescatar. Liberándome por fin, de la cruel consciencia que atormenta, un día tras otro, nuestras insignificantes miserias. Pues... da igual; Llamémoslas Sueños o Pesadillas <Al igual que la noche obradas sobre una sustancia infinita, se trata de emanaciones creadas - tejidas y sustentadas sobre fundamentos etéreos y retroalimentadas por las diversas formas del tiempo <pasado, presente y futuro>: estas, simples representaciones subjetivas, pertenecientes a una compleja eternidad en la que no existe realmente un cuando, ni por supuesto... tampoco ningún lugar>.