Pero la palabra tiene además otros peligros, de los que muchos, digamos pretendidos productores intelectuales son dramáticamente inconscientes; y así Heidegger lo afirma, basado en la consideración de que a través de ella, de la palabra, es fácil caer en el error y la desilusión, pues el producto de su poder creador, al verse probado con la realidad, puede, muchas veces, no encontrar correspondencia y, así, el hombre queda sumido en una irrealidad como sucede tan a menudo a muchos autores: poetas de lo banal o novelistas de lo absurdo, que confunden lo esencial con lo no esencial, difuminando así el genuino decir (a lo que la palabra debería servir), poniendo en peligro su función esencial. Un peligro además, que va más allá, pues afecta no solo a los que escriben y difunden esa palabra o pensamiento inútil, sino sus interlocutores o lectores. Pues la calidad, o línea de pensamiento de una persona, lo es precedido, instruido e influenciado en buena parte por las lecturas realizadas a lo largo de su vida, así como por las experiencias propias y adquiridas de ésta. Sin embargo, encontramos hoy las estanterías repletas y rebosantes de lecturas inútiles cuando no absurdas, que no aportan nada más que distracción con poco o nada nuevo o relevante que decir al ser que lee. Coincidirán conmigo que "Estos son malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros" — Marco Tulio Cicerón. Nada pues, que ver con la literatura clásica, no es lo mismo leer Orlando Furioso que un manga japonés, o Hölderlin y a su joven Hyperion que crece y vive según los ideales de la Paidea griega: por el que el individuo se considera parte de la totalidad y unido a ella en armonía: “Ser uno con el todo es la vida de la divinidad, es el cielo del ser humano” ¿Dónde está hoy Hiperión? me pregunto, cuando un poeta inspiraba a un filósofo, tomándose como referencia para sus escritos. Pero la gente escribe, y no paran de escribir, cualquiera lo puede hacer, lo difícil es que lo escrito tenga algún sentido, más allá del que le atribuyen el significado de sus propias palabras.
Sin embargo, y como hemos podido ver, es
cierto que la palabra no sólo puede ser, sino es, la herramienta más peligrosa
dada al hombre; muestra de ello es el mal uso que se hace de ésta, y el
sometimiento que a través de ella, el hombre hace del hombre, mediante la
educación y adoctrinamiento privándole de su individualidad. Pero a pesar de
estos peligros, la palabra es para el hombre un bien, al que no puede ni debe
renunciar, no sólo porque a través de ella pueda comunicar sus pensamientos y
vivencias, sino porque gracias a ella el hombre obtiene y ratifica su lugar en
el mundo. “Únicamente donde haya palabra habrá mundo, esto es: un ámbito, con
alcance variable, de decisiones y realizaciones, de actos y responsabilidades,
alborotos, caídas y extravíos. Pues solamente donde haya mundo habrá historia”
entendemos en Heidegger. pues, el hombre es un ser que ha de dar testimonio de
lo que es”, y es el testimonio de su realidad lo que hace al hombre ser lo que
es, y dicho testimonio sólo podrá hacerse a través de la palabra, sobre la cual
tiene su advenimiento la historia misma, pues es la palabra un bien del hombre
y sólo a través de ella puede realizarse como tal, sino perece frente a ella.
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