Sobre las Falsas Expectativas

Hoy he leído en algún lugar como algunas personas ya piensan en qué van a hacer cuando volvamos a la normalidad: seguro, están pensando en las vacaciones, y eso está bien. Pero mejor, quizá primero de pensar en qué vamos a hacer después, podíamos pensar en que estábamos haciendo antes… antes de todo esto, con nuestra vida: Si estábamos ya donde queríamos estar o al menos en el camino que nos lleva a donde queremos llegar.

                                        
   
  Creo haber escrito en alguna ocasión sobre “las segundas oportunidades”; acerca de cumplir los sueños, de ir a por ellos. Pero, nunca hablé de lo que cuestan, de las renuncias, de lo que duelen, de lo que pierdes; y son precisamente éstas, las razones más comunes de que nos estanquemos muchas veces a mitad de camino, en aquello conseguido hasta cierto punto, ese preciso punto donde finalmente capitulamos, aceptamos y decimos que: hasta aquí hemos llegado. Y “vivimos ese breve camino y la estancia perpetua, en ese a medio llegar, como la totalidad del un sueño cumplido: “demasiado sacrificio” ―pensamos. Aquí está bien― nos decimos y repetimos una y otra vez. Luego... lentamente, vamos olvidando aquello que decíamos antaño, y que nos repetíamos a nosotros mismos tiempo atrás de: "ir a por todas" hasta el final y, luego sencillamente llega un día en que “Capitulamos” sin más ¿La razón? “todo lo que pagamos en el trayecto inicial y que hemos recorrido: ahora sabemos el precio exigido hasta el final de ese camino. Después, de alguna manera nos engañamos a nosotros mismos y a todos: nos consolamos. Y mostramos sólo hasta donde hemos llegado, hasta donde nos fue posible alcanzar pues, los sueños como tales se mostraron imposibles: “imposibles en el tiempo, imposibles en el precio a pagar”. Entonces, hacemos de lo posible nuestro sueño, un sueño alcanzable: ese que mostraremos a todos, repetidamente, una y otra vez, todos los días (ropa, coches, casas, etc.); y cuanto más convencidos de nuestra incapacidad para enfrentar la Esfinge, más veces nos repetiremos y repetiremos a los demás: “tuve éxito. Lo he conseguido” cuando la realidad es que apenas cuatro pasos y ya nos habíamos rendido. Luego de ahí la necesidad del Bálsamo, y reconocimiento ajeno, necesario, y que mitiga el recuerdo de la derrota, la humillación y el fracaso: y así, entre todos encontramos el consuelo. Lo cierto es, que nadie quiere oír hablar de segundas oportunidades, pues sería reconocer en ello el propio fracaso. De modo, que tenemos una fantástica sociedad de exitosos ciudadanos: viviendo donde no quieren; haciendo lo que detestan y proclamando su “Felicidad Absurda” encerrados en zoológicos de cemento, asfalto y despertadores, de los que sólo pueden salir uno o dos días a la semana. Y aún así "la felicidad" parece ser la cosa mejor repartida en ese mundo absurdo "pues todos al ser preguntados al respecto, juzgan que poseen tan buena provisión de ella, que aún los más difíciles de contentar, no suelen apetecer más “Felicidad” de la que ya tienen.

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