ACERCA DEL SER (02) / LA MIRADA Y SU SOMBRA / jordi maqueda

 

LA MIRADA Y SU SOMBRA 


El hombre es la manifestación de la conciencia. La conciencia se manifiesta en el hombre a través de la experiencia y la experiencia es la luz, en tanto experiencia es el resultado de un interacción entre el campo neuronal y la estructura (informacional) del espacio, recogida por la vista e interpretada por la mente que es un modelo de la estructura del espacio / Una de las principales características de esta estructura es la inserción informacional. Pero los atributos con los que concebimos las cosas no muestran, en apariencia, la naturaleza primordial de estas, pues arrastran sombras que no favorecen el encuentro: aquello que la vista trae al hombre no son más que sombras y proyecciones de esta en lo que observa. La realidad entonces permanece oculta y no existe aquello que pueda ser visto (como realidad) sino en vaga apariencia. Acercarse demasiado implica igualmente no ver, pues ver significa alzarse sobre los límites del entendimiento (hacia lo indefinible), lo que confiere la propiedad de lo fronterizo, esperando con ellos que del otro lado aquello nos muestre su extraordinaria naturaleza: y está oculto. Pero conocer, es empezar a deshacernos de todo aquello que creemos conocer. Luego, conocer más allá equivale a quitar todos los velos; si bien, encontramos que resulta imposible. El desvelamiento parece no suceder jamás, pues al desvelar algo lo velamos de nuevo: propiciando solo un cambio de velo, una constante revelación cuando no dejamos de ser, y somos igualmente lo que miramos y vemos. Cuando el hombre busca la verdad no la encuentra en sí mismo, sino a través de sí mismo: la apertura hacia las cosas no puede sustentarse en la suposición que en la cosa radica su verdad, sino en la interacción que permite esa nueva manera de entenderla, pues ver es distorsionar lo (aparente) observado, donde mirar no se reduce a los límites del intelecto (razón): forma de concebir o modo de entenderlo. Conocer requiere de predisposición para ver más allá de lo aparente que se presenta, pues cuando con la vista afirmamos “esto es real”, tan real será para nosotros como podamos entenderlo: así, cuando creemos sujetar la realidad, somos igualmente necios por creerlo. La relación que nos une con lo otro es tanto el reflejo de aquel, como nuestra luz distorsionada y reflejada en aquello: solo es posible trascenderlo en tanto a qué y cómo somos y nos miramos nosotros en ello. La realidad requerirá, pues, de ambos para ser resuelta, y la mirada es ese camino que no elude las sombras, por las que podremos guiarnos y descubrir la llama en lo que existe, pues al reconocer en él nuestras tinieblas, entre sombras podremos orientarnos saliendo a estas y trascendiendo la luz accediendo no por la razón que distingue, como por el corazón que confunde. Pero ¿cómo ver la filigrana que se oculta en la parte secreta del dibujo? Allá donde estemos y miremos, siempre hay algo que vaga invisible, en exilio y sin reposo: “nuestro ojo sabe que mientras vea algo, eso no es lo que busca: debe trascender la luz hacia las sombras: solo cuando el ojo está en esa tiniebla..., entiende que ha llegado al Sol” (Cusano). El velo nunca está en la realidad, sino en ojo... Aprende entonces a mirar y ver en la oscuridad para desgarrar velos,dando lugar a lo indiferenciado y absoluto, donde la conciencia es el punto de referencia.

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